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La comunidad como campo problemático

1. La torre de Babel comunitaria


La comunidad es un concepto ampliamente utilizado en diferentes contextos,
desde la vida cotidiana hasta las políticas institucionales. Se utiliza para
describir una variedad de realidades sociales, como comunidades locales,
escolares, religiosas, LGBT, universitarias, científicas, nacionales, europeas y
globales. Esta abundancia de usos se debe a que la palabra "comunidad"
evoca ideas positivas de unión, solidaridad y vecindad, transmitiendo una
sensación agradable y acogedora.
La noción comúnmente aceptada de comunidad tiende a asociarse con grupos
homogéneos que comparten territorios pequeños o poblaciones con
necesidades e intereses comunes. Esta visión simplista ignora las diferencias y
tensiones que existen en cualquier grupo social.
Esta simplificación del significado de comunidad también justifica la
intervención de instituciones gubernamentales, eclesiásticas, políticas,
universitarias y filantrópicas en estas "comunidades", así como las acciones
impulsadas por activistas políticos y sociales. Sin embargo, esta perspectiva
genera escepticismo y críticas por parte de algunos intelectuales
contemporáneos. Ven la comunidad como una reliquia de sociedades
precapitalistas, una herramienta del Estado, una herencia ingenua del
cristianismo, un remanente del populismo romántico, una expresión de
regímenes totalitarios o integristas, o una forma de escapar de la sociedad.
Estas posiciones críticas están atrapadas en la misma imagen simplificadora de
comunidad, al identificarla con poblaciones que comparten patrones de vida y
relaciones sociales típicos de grupos tradicionales, donde se cree que las
relaciones entre sus miembros son más intensas y comprometidas
afectivamente.

2. Comunidad como resistencia y autopia


El concepto de comunidad se utiliza de manera paradójica en diferentes grupos
poblacionales, ya sean territoriales o no. Algunos grupos, como los pueblos
indígenas, lo utilizan para afirmar y proteger sus valores culturales y formas
comunales frente a las políticas externas, mientras que otros, como los
movimientos campesinos y urbanos, rescatan la idea comunitaria en sus
acciones colectivas como una forma de oposición a las políticas estatales y
ajenas.
Estas imágenes defensivas y alternativas de comunidad suelen surgir en
situaciones donde la convivencia humana está amenazada, ya sea para
recuperar lo que se ha perdido debido a la influencia capitalista o estatal, o
para construir una promesa de futuro. Por ejemplo, la noción de comunidad
surgió como un tema de interés a finales del siglo XIX en Europa, coincidiendo
con la consolidación del sistema capitalista, que llevó a la destrucción de
formas comunitarias en el mundo rural y al deterioro de las condiciones de vida
de los trabajadores urbanos.
En la actualidad, con la globalización y la influencia del capitalismo, se ha
generado una crisis en la sociedad moderna, marcada por la desigualdad
social, la precarización laboral, la privatización de servicios públicos y la
pérdida de confianza en las instituciones. Esto ha llevado a la desarticulación
del tejido social, el aumento de la violencia y la exacerbación de conflictos
culturales, sociales y políticos en diferentes partes del mundo.
En este contexto, surgen movimientos y discursos que se autodenominan como
"comunitarios" en defensa de vínculos y modos de vida vulnerados, así como
en busca de alternativas al capitalismo. Estos movimientos utilizan la
comunidad como un horizonte ético y político para sus proyectos. La
proliferación de estas expresiones comunitarias ha llamado la atención de
investigadores y pensadores de diversos campos, lo que ha contribuido a una
expansión semántica del concepto, dando lugar a términos como
"comunidades virtuales," "comunidades emocionales," y otros, que circulan en
la literatura académica actual.

3. La comunidad como problema recurrente en el pensamiento social


El concepto de comunidad ha sido objeto de múltiples interpretaciones a lo
largo de la historia, desde la antigua Grecia hasta el siglo XIX, cuando fue
ampliamente considerado como sinónimo de "sociedad" en la tradición
filosófica occidental. Sin embargo, en 1887, con la obra de Ferdinand Tönnies
"Comunidad y asociación", se estableció una distinción analítica entre
comunidad y sociedad, asignando a la comunidad la idea de vínculos y valores
de intensidad subjetiva y compromiso.
Esta distinción influyó en la sociología emergente, y sociólogos como Weber,
Durkheim y Simmel comenzaron a utilizar el concepto de comunidad para
referirse a áreas de la ciudad que constituían mundos sociales y culturales
diferenciados. Sin embargo, en las décadas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, el interés por la comunidad disminuyó en el ámbito académico debido
a las experiencias totalitarias que usaron la noción de comunidad para justificar
sus excesos y porque los enfoques teóricos dominantes consideraban que la
modernización y el capitalismo inevitablemente subsumirían a la comunidad.
En la década de los ochenta, se produjo un resurgimiento del interés por la
comunidad en el ámbito académico anglosajón, particularmente en la filosofía
política. Surgió un debate entre liberales y comunitaristas sobre la relación
entre moral y política en sociedades multiculturales. Los liberales defendían los
valores individuales y la separación de la moral y la política, mientras que los
comunitaristas abogaban por una moral contextualizada y daban importancia a
lo colectivo sobre lo individual.
Además de este debate, en las últimas décadas del siglo XX, se produjo un
aumento significativo en la atención a la categoría de comunidad en las
ciencias sociales y la filosofía moral y política. Este interés ha generado una
abundante producción intelectual y debates intensos, lo que algunos autores
han llamado un "renacimiento de la comunidad" y un "giro comunitario". Este
creciente interés en la comunidad ha involucrado a pensadores e
investigadores de diversas geografías, contextos sociales y enfoques teóricos,
convirtiéndolo en un tema central en el pensamiento social contemporáneo.

4. El síntoma comunitario y su diagnóstico


José Miguel Marinas introduce el concepto de "síntoma comunitario" para
abordar la creciente preocupación intelectual por la comunidad y la emergencia
de demandas, prácticas y proyectos comunitarios en un contexto de
globalización y predominio de la lógica del mercado. Este síntoma refleja un
anhelo de recuperar la solidaridad y la interacción propias de tiempos
preindustriales en contraposición a la fragmentación individualista y la ética del
mercado que caracterizan la sociedad globalizada.
Marinas presenta nueve tesis relacionadas con el síntoma comunitario,
incluyendo la añoranza de un espacio comunitario, el vaciamiento de lo político,
la relación entre comunidad y mercado, y la construcción de identidades
morales y políticas en comunidades. También destaca la presencia de la
comunidad en un contexto de afirmación-negación y la importancia de definir
un modelo que aborde los aspectos positivos del síntoma comunitario y supere
su cierre ideológico.
Sin embargo, el enfoque del autor se centra en la realidad europea, mientras
que en América Latina, la persistencia y emergencia de lo comunitario se
relaciona más con la resistencia frente a la expansión de la racionalidad
capitalista y la búsqueda de alternativas. En esta región, movimientos
indígenas, campesinos y populares han reivindicado la comunidad como un
horizonte utópico y una forma de vida que orienta sus acciones. Esto ha llevado
a la formación de intelectuales y teorías propias que enfatizan la comunidad
como categoría central en la construcción del pensamiento crítico
latinoamericano y en la búsqueda de alternativas sociales.
En resumen, el síntoma comunitario se refiere al anhelo de comunidad en un
contexto de globalización y predominio del mercado, pero su significado y
desafío varían según la región, destacando en América Latina como una
potencia para la construcción de alternativas sociales.

5. Las coordenadas del debate actual


El debate sobre la comunidad y el "síntoma comunitario" ha convocado a
pensadores y estudiosos en las últimas décadas. En el ámbito académico
anglosajón, se ha desarrollado un debate entre filósofos liberales y
comunitaristas sobre cómo las democracias republicanas pueden gestionar la
coexistencia de diferentes grupos con tradiciones y cosmovisiones diversas.
Además, sociólogos como Sennet, Touraine, Bauman, Beck, Lash y Maffesoli
han abordado la comunidad desde la perspectiva de la emergencia de nuevos
vínculos y formas de sociabilidad en un contexto de globalización.
En Francia e Italia, filósofos como Nancy, Blanchot, Derrida, Agamben y
Esposito han replanteado la noción de comunidad, alejándose de las
concepciones tradicionales y destacando conceptos como diferencia, alteridad
y singularidad para comprenderla de manera diferente.
También se ha producido un interés en refundamentar lo político desde la ética,
con planteamientos de H. Arendt, W. Benjamin, Claude Lefort y otros filósofos
políticos.
Desde el Sur, en América Latina, se ha reactivado el interés por la comunidad.
Algunos teóricos y estudiosos han analizado el debilitamiento y la reactivación
de los lazos sociales comunitarios en el contexto del fin de la imagen clásica de
la sociedad. Además, se ha estudiado cómo algunos movimientos sociales,
como las luchas indígenas y populares, han retomado la comunidad como un
referente en sus acciones y proyectos emancipadores.
En resumen, el debate sobre la comunidad ha involucrado a diversos
pensadores y enfoques, desde filósofos liberales y comunitaristas hasta
sociólogos y filósofos políticos, y ha tenido un alcance global, con especial
atención en América Latina donde se han estudiado movimientos sociales que
reivindican la comunidad como parte de sus estrategias de resistencia y
transformación social.

6. Cuestiones abiertas
En el contexto del debate sobre la comunidad y lo comunitario en la sociedad
contemporánea, surgen varias preguntas y cuestiones abiertas:
¿Qué se puede aprender de este campo de batalla intelectual y político en
torno a la comunidad en las sociedades contemporáneas? ¿Puede haber un
diálogo efectivo entre enfoques y teorías de las ciencias sociales y la filosofía?
¿Cuál es el potencial emancipador de lo comunitario, especialmente en
América Latina y el Sur global, donde se han reivindicado prácticas y
movimientos comunitarios? ¿Pueden los debates intelectuales contribuir a
estas reivindicaciones desde el Sur?
¿Es posible, a través de este diálogo entre enfoques, definir nuevos temas
problemáticos que permitan repensar la comunidad como categoría analítica y
horizonte de sentido? ¿Puede hablarse de una educación comunitaria en este
contexto?
Estas son algunas de las preguntas clave que guiarán la exploración de los
resultados de la investigación y las reflexiones del autor en los capítulos
siguientes.

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