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La Primera Guerra Mundial marcó el primer gran conflicto internacional del siglo XX. El
asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austrohúngara, y de
su esposa, la archiduquesa Sofía, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, dio inicio a las
hostilidades, que comenzaron en agosto de 1914, y continuaron en varios frentes durante
los cuatro años siguientes
El 28 de junio de 1914, el heredero al trono austro-húngaro, el archiduque Francisco
Fernando, fue asesinado junto con su esposa, la duquesa Sophie Chötek, en Sarajevo. El
evento sirvió como causa inmediata de la Guerra; sin embargo, otros motivos políticos y
de muy largo alcance, como el expansionismo del Imperio austro-húngaro, la unificación
alemana de Otto von Bismarck o el imperialismo británico en las zonas norte de África y el
Medio Oriente, tuvieron a los europeos en constantes enfrentamientos desde finales del
siglo XIX. La creencia liberal de que los Estados debían organizarse bajo líneas
nacionalistas para lograr la pacificación generó, más allá de cooperación, competencia. De
tal manera, las rivalidades imperiales en las colonias y en las rutas de comercio se
intensificaron con el expansionismo. Al mismo tiempo, las grandes potencias se dividieron
en dos bandos: Alemania, Austria-Hungría e Italia formaron la Triple Alianza en 1882,
mientras que Francia, Gran Bretaña y Rusia crearon la Triple Entente en 1907. Para el
inicio de la guerra, el sistema de alianzas permitió que el mundo se dividiera y que los
antagonismos jugaran un rol decisivo: la crisis económica en la Península de los Balcanes,
así como la lucha por el dominio de los estados en el suroeste europeo –mayoritariamente
entre la Rusia Imperial y Austria-Hungría–, brindó la oportunidad de que el Imperio
otomano se insertara en el bando de la Triple Alianza, persiguiendo objetivos similares.
Durante la Primera Guerra Mundial, las Potencias de la Entente -- Gran Bretaña, Francia,
Serbia y la Rusia Imperial (a las que más tarde se unieron Italia, Grecia, Portugal, Rumania
y Estados Unidos) -- lucharon contra las Potencias Centrales: Alemania y Austria-Hungría
(a las que más tarde se incorporaron la Turquía Otomana y Bulgaria).
Aunque todo el mundo creyó que sería breve, la Primera Guerra Mundial se prolongó por
espacio de cuatro años (1914-1918). Tras una fase de estancamiento en que la muerte de
centenares de miles de soldados en las trincheras apenas movió los frentes, en 1917 los
Estados Unidos entraron en la guerra en apoyo del bando aliado, que resultaría a la postre
el vencedor. Las tensiones de la guerra propiciaron en octubre de 1917 el triunfo de la
Revolución Rusa, la primera de las revoluciones socialistas, que se convertiría en
referencia para las organizaciones y partidos de la clase obrera en el siglo XX. Con la
devastación demográfica y económica ocasionada por la Primera Guerra Mundial se inició
el declive de la Europa occidental en favor de nuevas potencias emergentes: los Estados
Unidos, Japón y la URSS.
En abril de 1917, se produjo un cambio decisivo en las hostilidades cuando la política de
guerra submarina irrestricta de Alemania sacó a Estados Unidos del aislacionismo y lo
llevó al centro del conflicto. Las nuevas tropas y el nuevo material de la Fuerza
Expedicionaria Estadounidense (American Expeditionary Force, AEF) bajo el mando del
General John J. Pershing, junto con el bloqueo en constante aumento de los puertos
alemanes, a la larga ayudaron a cambiar el equilibrio del esfuerzo bélico a favor de la
Entente. Apenas conseguida, esta ventaja para las fuerzas de la Entente fue compensada
por los sucesos que tuvieron lugar en el teatro de operaciones oriental de la guerra. Desde
comienzos de 1917, Rusia, una de las potencias principales de la Entente, había sufrido
una gran agitación. En febrero de ese año, el mal manejo de la guerra por parte del
gobierno zarista había contribuido a inspirar un levantamiento popular: la Revolución de
Febrero. La revolución forzó la abdicación del zar Nicolás II y puso en el poder un Gobierno
Provisional de facciones liberales y socialistas, que a fin de cuentas estaba bajo el mando
del miembro del partido Socialista Revolucionario, Alexander Kerensky. Este breve
experimento con la democracia pluralista fue caótico y, en los meses del verano, el
continuo deterioro del esfuerzo bélico y una situación económica cada vez más calamitosa
provocó disturbios por parte de los trabajadores, los soldados y los marinos rusos ("Los
días de julio").
Pese a los éxitos alemanes (sacar a la Rusia bolchevique de la guerra a fines del invierno
de 1918 y llegar a las puertas de París durante el verano), los ejércitos de la Entente
repelieron al ejército alemán en el río Marne. En los meses del verano y el otoño de 1918,
avanzaron sostenidamente contra las líneas alemanas en el frente occidental ("Ofensiva
de los cien días"). Las Potencias Centrales comenzaron a rendirse, comenzando con
Bulgaria y el Imperio Otomano, en septiembre y octubre, respectivamente. El 3 de
noviembre, las fuerzas austrohúngaras firmaron una tregua cerca de Padua, Italia. En
Alemania, el amotinamiento de marinos de la armada en Kiel desencadenó una amplia
revuelta en las ciudades costeras alemanas, y en las principales áreas municipales de
Hannover, Frankfurt del Meno y Munich. Consejos de trabajadores y soldados, basados en
el modelo soviético, iniciaron la llamada "Revolución alemana"; la primera "república de
consejos" (Räterrepublik) fue establecida bajo la dirigencia del demócrata social
independiente (USPD) Kurt Eisner en Bavaria. El sólido Partido Socialdemócrata de
Alemania (SPD), bajo la dirigencia de Friedrich Ebert, veía a los consejos recientemente
establecidos como un elemento desestabilizador, y abogaba, en su lugar, por las
demandas de la opinión pública alemana de una reforma parlamentaria y paz.
El 9 de noviembre de 1918, en medio del descontento generalizado y tras haber sido
abandonado por los comandantes del ejército alemán, el emperador (káiser) Guillermo II
abdicó el trono alemán. Ese mismo día, el delegado del SPD Philipp Scheidemann
proclamó la República de Alemania, con un gobierno provisional dirigido por Friedrich
Ebert. Dos días más tarde, representantes alemanes, dirigidos por Matthias Erzberger del
partido Centro Católico (Zentrum), se reunieron en un vagón en el Bosque de Compiègne
con una delegación de las potencias victoriosas de la Entente al mando del Mariscal de
Campo francés Ferdinand Foch, comandante general de las fuerzas de la Entente, y
aceptaron los términos del armisticio. A las 11 de la mañana del 11 de noviembre (11/11)
de 1918 cesaron los combates en el frente occidental. La "Gran Guerra", como la llamaron
sus contemporáneos, había llegado a su fin, pero la enorme repercusión del conflicto en
las esferas política, económica, social e internacional resonaría durante las décadas
siguientes.
La Primera Guerra Mundial representó una de las guerras más destructivas de la historia
moderna. Como consecuencia de las hostilidades murieron casi diez millones de soldados,
cifra que supera ampliamente la suma de las muertes de militares de todas las guerras de
los cien años anteriores. Si bien es difícil determinar con precisión las estadísticas de las
bajas, se calcula que 21 millones de hombres fueron heridos en combate
Las enormes pérdidas a ambos lados del conflicto, en parte, fueron el resultado de la
introducción de nuevas armas, como la ametralladora y el gas, así como el hecho de que
los jefes militares no adaptaron sus tácticas a la naturaleza crecientemente mecanizada de
la guerra. La política de desgaste, particularmente en el frente occidental, les costó la vida
a cientos de miles de soldados. El 1 de julio de 1916, la fecha en que se produjo la mayor
pérdida de vidas en un solo día, en Somme sólo el ejército británico sufrió más de 57.000
bajas. Alemania y Rusia registraron la mayor cantidad de muertes de militares:
aproximadamente 1.773.700 y 1.700.000, respectivamente. Francia perdió el 16% de sus
fuerzas movilizadas, la tasa de mortalidad más alta en relación con las tropas desplegadas.
Ningún organismo oficial llevó una cuenta minuciosa de las pérdidas de civiles durante los
años de la guerra, pero los estudiosos afirman que 13 millones de no combatientes
murieron como consecuencia directa o indirecta de las hostilidades. La mortalidad de las
poblaciones de militares y civiles llegó al punto máximo al final de la guerra con el brote
de la "gripe española", la más mortífera epidemia de influenza de toda la historia. Como
consecuencia del conflicto, millones de personas fueron desarraigadas o desplazadas de
sus hogares en Europa y Asia Menor. Las pérdidas industriales y de propiedades fueron
catastróficas, especialmente en Francia y Bélgica, donde los enfrentamientos habían sido
más intenso
Ciertamente, la única arma eficaz contra las trincheras era la artillería, pero ni siquiera los
bombardeos de saturación podían garantizar una ruptura del frente, ya que eran
contrarrestados por la mayor eficacia de las medidas de protección personal y la
complejidad de la red defensiva, que incluía el escalonamiento en profundidad de las
fuerzas de reserva. Sin embargo, mientras los frentes se mantenían incólumes, las
trincheras registraban espantosas carnicerías. Después de cada batida de la artillería, el
terreno quedaba arrasado, cubierto de hombres destrozados o mutilados. Las trincheras
se convirtieron en un infierno porque, además, las condiciones higiénicas eran
deplorables; el abastecimiento, insuficiente; y la tensión, insoportable. El uso intensivo de
armas como los gases letales obligó además a los soldados a luchar con unas máscaras
que reducían la visibilidad e intensificaban su angustia
Durante el año 1917, la población civil de muchas naciones en conflicto llegó a una
situación límite: a las dificultades para la mera subsistencia había que sumar los trastornos
familiares por la pérdida o ausencia de los miembros más jóvenes y el agotamiento
psicológico. Hubo intentos de amotinamiento en las guarniciones, que fueron
severamente reprimidos, y también huelgas de protesta por la escasez de productos de
primera necesidad.
La aceptación más o menos entusiasta que gran parte de la población de los países
contendientes había manifestado al inicio de la guerra se había convertido en un rechazo
frontal a su continuación, sobre todo en las grandes ciudades industriales de Alemania.
También era especialmente crítica la situación en el Imperio austrohúngaro, donde el
desabastecimiento y la falta de productos básicos se agudizaban día a día. Por otra parte,
después de la división y dispersión iniciales, y a la vista del inmenso matadero en que se
habían convertido los frentes, el movimiento obrero internacional se pronunció
abiertamente contra la guerra, y los socialistas de cada Estado comenzaron a adoptar
posiciones críticas radicales.
En octubre de 1917 triunfó en Rusia la revolución dirigida por Lenin y los bolcheviques,
que se hicieron con el poder; el agotamiento de la población y la promesa de poner fin a la
guerra favorecieron el éxito revolucionario. Para Lenin, que siempre había tachado el
conflicto de «conflagración burguesa, imperialista y dinástica» y de traidores a los
socialdemócratas europeos que la habían apoyado, la paz era prioritaria e imprescindible
para poder organizar el nuevo Estado surgido de la revolución; de ahí que se apresurase a
firmar un armisticio y a acordar la paz con los Imperios Centrales (tratado de Brest-Litovsk,
3 de marzo de 1918), aun a cambio de importantes concesiones territoriales.
Pero el acontecimiento clave de aquel año fue la entrada de los Estados Unidos en la
guerra (6 de abril de 1917). El motivo oficial fue la decisión alemana de suprimir las
restricciones a la guerra submarina; en adelante atacarían a todos los buques (militares o
civiles, aliados o neutrales) para sostener el bloqueo marítimo contra Inglaterra. También
se dio difusión a un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur
Zimmermann, a su embajador en México: el llamado «Telegrama Zimmermann»,
interceptado por los servicios secretos británicos, reveló el propósito del Imperio alemán
de incitar a México a declarar la guerra a los Estados Unidos, brindando al país vecino
ayuda militar y financiera para recuperar los territorios perdidos en la Guerra Mexicano-
Estadounidense de 1846. El motivo de fondo, sin embargo, era el temor a no recuperar los
créditos concedidos a Gran Bretaña y Francia en caso de que ganasen los Imperios
Centrales.