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Abel Sandoval

Mi palabra
Antología personal

poemas
Mi palabra
RIL editores
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Abel Sandoval

Mi palabra
Antología personal
Ch861 Sandoval Ormeño, Abel
S Mi palabra: Antología personal / Abel Sandoval
Ormeño. -- Santiago : RIL editores, 2013.

78 p. ; 21 cm.
ISBN: 978-956-01-0027-6

  1 poesía chilena. 2 literatura chilena.

Mi palabra.
Antología personal
Primera edición: octubre de 2013

© Abel Sandoval Ormeño, 2013


Registro de Propiedad Intelectual
Nº 229.269

© RIL® editores, 2013


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Fotografía del autor: Sussy Santis de la Huerta

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0027-6

Derechos reservados.
Abel Sandoval Ormeño
o la luminosidad de la poesía

Nadie descubre algo nuevo al decir que los vocablos se desgastan


cuando se los utiliza en versos efímeros, no dispuestos a perdurar en
el tiempo. De igual modo, los versos utilizados una y otra vez, tal vez
hasta el cansancio infinito, sólo logran destruirse a si mismos, por lo
tanto no precisan de verdugos-lectores para dejar de respirar. Es así
como muchos rapsodas, a través de todas las épocas no han hecho
otra cosa que versos destinados solo al papel, no a la pulcra y diáfana
hoja vacía, aquella que es todo un desafío llenar, sino que a poemas
sin alma, vacíos, destinados a un recuerdo fugaz.
Sin embargo los versos de estas páginas sí poseen un cuerpo com-
pacto, visible, palpable. Se trata de un proteico conjunto de estrofas
pertenecientes a tres poemarios de sólida factura: Esta ebriedad llamada
Amor, El Cáliz Universal y Un canto para el río Bío-Bío.
En uno de los primeros versos de Esa ebriedad llamada amor,
el rapsoda «A» le canta a una destinataria que, no por casualidad,
también tiene un nombre que comienza con «A». Es a ella a quien
el poeta le implora la consumación del amor: Entrégame tus pechos,
tu boca desnuda, tus carne húmeda/ Amor deja que mi boca acaricie
cada hendidura de tu desnudez,/ que contemple tus ojos insondables,
que respire al ritmo de tu corazón./ Amor deja que me harte de tu
cuerpo,/ deja que te invada como una ola que acaricia tu playa y así/
juntos deslizarnos al abismo que multiplica que multiplica los colores
cuando el corazón corta el triunfo del día y la noche sea en nosotros
fuego impetuoso extraño e insondable.

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La luna, sí la misma cantada mil veces por los rapsodas en todas
las épocas, sirve de testigo ocular a un instante sublime, aquel que
es compartido con la compañera de sublimes horas y días, el cual el
poeta canta con su verbo esclarecedor: Me sonríe, a mar abierto me
sonríe/ y yo león zodiacal me muevo felino por entre los pliegues de su
cuerpo/ que en medio de los cerezos reconoce su almendra./ Entonces
busco de nuevo, el agua y la arena balbuceando sofocado la palabra
me enamora,/ luego me oculto para recoger su mirada en esta orilla
donde a mar abierto esta luna creciente me sonríe.
Sin lugar a duda el poeta sabe dar la tonalidad exacta, armoniosa
a su verbo convincente. Así lo vemos cuando nos dice: Por las calles
llenas de vocablos camino,/ agudizando mi oído, mi olfato mi lengua/
y me queda mucho todavía para encontrar la señal que me has dejado.
El autor de estas estrofas vuelve a entonar su canto y nos entrega
textos que denotan que es capaz de hacer poesía donde predominan el
verso armónico y la belleza a toda prueba: Dejo su boca en mi boca,
su desnudez en mi desnudez./ Ella, tomó mi mano en su mano, acari-
ció su cuerpo con mis dedos,/ rozó sus pechos con mi lengua, acarició
sus íntimos pétalos en mi muslo,/ luego llenó mi boca con sus labios./
Ella, se ofrendó para mí, toda./ Y fuimos íntimos corazones palpitando
al ritmo antiguo,/ del uno al otro, mientras mar afuera, la ciudad se
iluminaba con el mar.
Los otrora placenteros instantes que fueron parte esencial de horas
y días el poeta los rememora en todo su esplendor cuando vuelve su
mirada hacia el ayer y en un verdadero periplo hacia la nostalgia nos
dice: Un muchacho mudo en el mundo antiguo,/ cuando el piano era
tu voz melodiosa y el fuego de la chimenea bailaba su danza extraña,/
entre azules y rojos y me ofrende todo para ti,/ allí escuchaste mi voz
en silencio,/ contemplaste mi recia procesión y de tus ojos dos lágrimas
escaparon vírgenes cuando nuestros cuerpos se unieron libres como las
hojas y el viento/ cual Polonesa OP 53 de Frederick Chopin./ Ahora

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soy para ti un sueño astillado al viento/ abandonado en el frescor de
la tarde,/ tal vez, en el último recodo de tu memoria.
Más adelante, Abel Sandoval decide compartir con sus lectores
la identidad de la musa inspiradora de sus estrofas y lo hace en los
versos de «Maran»: Graciosa tú entre todas con tus manos aladas y
tu florido cantar en la espiga que desgrana su pan en este vaso de vino
y miel que sobre mí derramas para calmar mi sed en esta hora donde
mis manos suben a tu templo acariciando lunas, y amapolas sedosas
en tanto escanciamos la sublime libación de tu mágico cántaro.
La segunda parte del libro «El cáliz universal», data de la ya
pretérita década de los noventa. Aquí el poeta utiliza sus imágenes
para denunciar cruentos instantes que, debido a las trastocaciones
cotidianas, pasan a ser parte de un rutinario transcurrir. Es por ello
que no trepida en declarar lo que sigue: Miedo Tengo miedo del Jueves
Santo, de la Crucifixión Eterna,/ de las tres de la tarde del viernes,/
cuando la sangre inocente regó la tierra y el velo del templo se rasgó
en señal de duelo./ Miedo, tengo miedo y ya no es Jueves Santo, ya no
hay crucifixión romana,/ pero tú y yo somos a diario crucificados en la
angustia/ y nuestros cuerpos lacerados por el furor de los poderosos,/
tengo miedo y ya no es Jueves Santo, si no un día más en esta soledad
de mundo que perdió la fe en el Mesías Prometido.
Pero a nuestro juicio uno de los poemas más logrados en esta se-
gunda parte es «Baila Salomé». Aquí vemos una voz que no teme en
abanderizarse con lo que considera válido y digno de compartir con
los demás y lo hace con poesía pura, no destinada a quienes hacen
alarde de rebuscados vocablos para tratar de completar estrofas sin
fuerza ni claridad, destinados a un merecido olvido. Todo lo contrario,
el poeta prefiere la transparencia y el resultado es simplemente alta
poesía: Tu danza de víbora en este bacanal, donde la cabeza de Juan
te llegará en bandeja de plata./ Retuerce tu vientre, provoca a tu señor
Herodes,/ enciéndelo de lascivia y luego mira, mira, ves como babea
de placer/ ¡Míralo!/ Se bambolea fálico ante tu mirada y el mirar de

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Herodías./ Baila, baila. ¡Baila hembra sanguínea!/ No te arrepientas,
de seguro mereces la recompensa./ Baila, baila./ ¡Baila Salomé!/ que
tu danza encienda los deseos hasta enajenar los sentidos para no es-
cuchar el grito del Bautista que viene desde lejos hablando con voz de
sangre, anunciando la otra voz del desierto./ Y ahora que todo ha sido
consumado, dime Salomé, dime: ¿Valió la pena?
La tercera y última parte de este poemario se titula «Un canto
para el río Biobío», que es un verdadero canto a la vida, a la madre
natura, la misma mancillada día a día por ancestrales depredadores
que, lamentablemente, moran como una maldición eterna a lo largo
y ancho del territorio. En este caso, Abel Sandoval a la manera del
inmortal Walt Whitman comienza la invocación a sus aguas: Te in-
voco en tu forma, en tu larga cabellera azul,/ en tu cuerpo de líquida
transparencia, que corre, por senderos de piedras, de bosques, de arena/
y siempre llegas hasta mí con tus susurros, con tu amor precipitado,
con tu voz de lluvia y tus aguas,/ caudal de otros ríos, aumentan tu
vientre y yo te contemplo con ojos de lince como arrastras tus tesoros
para ocultarlos en el mar.
Toda una radiografía, una verdadera fe de bautismo es lo que
leemos en los versos de «Es tiempo de preguntar»: Llegó como una
ráfaga por entre las paredes de mi cerebro y de mis labios que escaparon
como pájaros asustados tres interrogantes: ¿Dónde naces tú Bío-Bío?/
¿Qué lugares se bañan en tus aguas? ¿Eres puro o contaminado?/ Y
las respuestas llegaron como palomas después de un breve vuelo: Mi
nacimiento se remonta a dos lagos fronterizos: Galletué e Icalma en
la Región de la Araucanía y en mis senos se bañan Lonquimay, los
Pewenches de Callaqui, paso bebiéndome las aguas de Pino Solo de
Pupul, de Queuco y llego a Santa Bárbara hecho un torrentes/ sigo mi
camino por el sendero de piedra llegando hasta Negrete, allí recojo al
amigo Duqueco, me acompaña también Mulchén y junto a ellos voy
creciendo y los valles de mi región se bañan en mis aguas./ Paso por
Nacimiento a buscar el Vergara, para seguir rumbo a Laja metiéndome

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por Millantú, Diuquín y Monterrey./ En el extremo de la Isla Laja me
entrega su tributo,/ paso por San Rosendo, rumbo a Quilacolla, de allí
me remonto a Hualqui, pasando por Chihuayante, desembocando en el
mar cercano a Concepción./ Mis aguas son puras hasta Nacimiento, de
allí hasta mi desembocadura, el hombre se ha empeñado en contami-
narme, no se contenta con explotarme, sino que se torna encarnizado
enemigo llenándome de inmundicias./ ¿Es tiempo de preguntar/ ¡Es
tiempo de preguntar al Bío-Bío! ¡Es tiempo de preguntar!
He aquí un eslabón más en el ya sólido proyecto escritural de Abel
Sandoval Ormeño, forjado en horas sucesivas y transformado en letra
impresa a la hora precisa. Sí, porque curiosamente estos poemas inician
su vuelo cuando su autor se apresta a ingresar al selecto club de los
sexagenarios. Doble regocijo entonces, primero por el preciso uso del
verbo con el que nos ha brindado imágenes duraderas, y luego por la
dicha de seguir en la tarea creadora. Sólo nos queda una interrogante:
¿cuál será el título del poemario con que Abel Sandoval celebrará sus
próximos sesenta años? Ojalá estemos ahí para conocerlo.

Wellington Rojas Valdebenito

En la Tierra de los Confines invierno 2013

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A mi mujer e hijos, por su infinito amor a toda prueba.
Selección de la obra inédita
Esta ebriedad llamada amor
La noche

Con su sombrero negro


sale al encuentro de la luna
y yo con mi ropaje perfumado
cabalgo sobre la estación
suspendida en el último rayo
que tiñe de rojo y amarillo
las puertas del cielo.

En tanto, colgado,
de la última rama
el pájaro trina
su canción de despedida
y el árbol que la sostiene
se sacude suave por el viento
dejando caer sus hojas
como la noche
su negro sombrero
sobre este rincón de la tierra.

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Amor

Entrégame tus pechos,


tu boca desnuda,
tu carne húmeda.

Amor
deja que mi boca
acaricie cada hendidura
de tu desnudez,
que contemple
tus ojos insondables,
que respire
al ritmo de tu corazón.

Amor
deja que me harte
de tu cuerpo,
deja que te invada
como una ola
que acaricia la playa
y así, juntos deslizarnos
al borde del abismo
que multiplica los colores
cuando el corazón canta
el triunfo del día
y la ola vuelve
a su juego infinito.

18
Amor
entrégame tu cuerpo
para que el día y la noche
sea en nosotros
fuego impetuoso
extraño e insondable

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Tiempo de flores y estrellas

Barcos iluminados en la noche,


tumbas blancas
en los itinerarios perdidos,
conspiraciones
que el amor despliega
cual bandera negra
en una playa desierta,
y mi voz comparte con la luna
el signo secreto de la guadaña
que corta la hierba fresca
y un breve viento
me susurra al oído
la magia de tu nombre:
A, me dices que te llamas,
A, te digo que me llamo
y el eco repite nuestros nombres
cual vuelo de mariposa
entre los mástiles
del velero que navega
entre la luna y las estrellas,
en este mar que sale al encuentro
de nuestros cuerpos
inundándonos con su caricia blanca.
Emergiendo del sueño viene la mañana
que nos puebla de guijarros
en la gruta verde

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donde los peces nos acarician
en este mar eterno
de barcos y lunas,
de flores y estrellas,
en este tiempo de amor.

21
La luz del atardecer

Navega en este puerto


entretejiendo amores tormentosos,
soplando aire,
desplegando las velas de pasión,
convirtiendo el espacio
en caricias ahogadas
en encuentros furtivos,
entre mar abierto
y roca desnuda.

Allí me esperas,
poseyéndome,
dejándome
entre los pinos,
en la arena,
sudoroso,
agitado como el mar,
salgo de tus brazos
cual delfín
que baile a mar abierto
complacido por las olas.

22
Yo en mi lejano vuelo

Liviano cual pájaro


vengo a tu encuentro
trayendo para ti
flores blancas,
hojas perfumadas
de este último otoño,
y te digo:
¡Amiga!, desciende de tu sueño,
olvida la tristeza blanca del mar
y sube sobre mis alas
para emprender juntos
este loco vuelo,
de mañana ebria,
de signo y hora
escondido debajo de tu nombre,
que brilla en las mañanas brumosas
de este puerto
que contempla mi lejano vuelo.

23
La distancia

Me hace recordar,
el tiempo aquel
donde los árboles
tenían de verde,
de rojo y amarillo
el despertar apasionado
de mi juventud
y tú, a la distancia
apareces
como una rama
mecida por el viento,
con tu larga cabellera negra,
con tu risa desbocada,
con tu cuerpo ágil,
cabalgando en la arboleda.
parece,
me digo,
que toda la dulzura acumulada
es un milagro de amor.

24
Esta luna creciente

Me sonríe,
a mar abierto, me sonríe
y yo león zodiacal
me muevo felino
por entre los pliegues
de su cuerpo
que en medio de los cerezos
reconoce su almendra.
Entonces
busco de nuevo,
el agua y la arena
balbuceando sofocado
la palabra que enamora,
luego me oculto
para recoger su mirada
en esta orilla
donde a mar abierto
esta luna creciente
me sonríe.

25
Por las calles

Llenas de vocablos
voy buscando tu respiración,
tu palpitante andar,
en esta travesía
temblorosa de mareas
donde otras bocas
murmuran palabras entrecortadas,
dejando herida tu belleza,
invadiendo con su idioma
nuestra íntima escritura del deseo.
¡Pechos alucinados!
mirada febril,
apariencia rígida.
Por las calles llenas de vocablos
camino,
agudizando mi oído,
mi olfato,
mi lengua
y me queda mucho todavía
para encontrar
la señal que me has dejado.

26
Ella

Dejo su boca en mi boca,


su desnudez en mi desnudez.
Ella,
tomó mi mano en su mano,
acarició su cuerpo con mis dedos,
rozó sus pechos con mi lengua,
acarició sus íntimos pétalos
en mi muslo,
luego
llenó mi boca
con sus labios.
Ella,
se ofrendó
para mí, toda.
Y fuimos íntimos
corazones palpitando
al ritmo antiguo,
del uno al otro,
mientras afuera,
la ciudad se iluminaba en el mar.

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Caen las hojas

Al atardecer
el sol se descuelga tras los cerros
y en el mar un rayo ilumina
como tu risa blanca.
mi rostro
que bajo el sol de la tarde
contempla el caer de las hojas
y tú me amas
más allá del otoño
y siento en mi corazón
un latido dulce
como tu caricia
que embriaga mi mente,
despojando la tristeza,
haciendo de mi vida
una goleta remolcada mar afuera,
o un botecillo anclado en la arena.
en tanto tú
cual ola con penachos multicolores
te abanicas en el horizonte
de mis días idos.

28
Me pregunto

Aquí y ahora
por tu piel,
por tu larga cabellera,
emblema de mis sueños.
Por tus manos
que cual prenda perfumada
acariciaban mi rostro,
por tus jóvenes pechos
que presagiaban horas felices
donde la música
aceleraba el ritmo
de nuestros corazones.
Me pregunto aquí y ahora,
por el jeroglífico de tu nombre
y siento cerca de mí
que tú eres mi estrella constante,
el canto, la vida, el amor,
ese que camina
por la noche y el día
dentro de mi universo
y te siento nutricia
en este recuerdo constante
y me digo aquí y ahora:
¿Dónde estás amada mía?

29
Ven, deja que te tome

Y acaricie con mis ojos.


¡Ven! Sube a mi pecho desnudo,
deja que tus dedos
jueguen con mi cabellera
en tanto los minutos
se deslizan suaves, magnéticos
como el Bolero de Ravel
en la estación dulce
donde los árboles visten de amarillo
y el mar de turquesa,
¡dadme un minuto! , digo,
para aullar junto al mar
y ver florecer los almendros,
aquí, donde las puertas carecen de cerrojos.
¡Ven!
Divina con tu desnudez,
matizada de olores
que excitan mis sentidos
y hacen estallar
el loco volcán de la pasión.
¡Ven!
deja que yo te tome.

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Yo era para ti

Un muchacho mudo
en el tiempo antiguo,
cuando el piano
era tu voz melodiosa
y el fuego de la chimenea
bailaba su danza extraña,
entre azules y rojos
y me ofrendé todo para ti.
Allí escuchaste mi voz de silencio,
contemplaste mi sacra procesión
y de tus ojos
dos lágrimas
escaparon vírgenes
cuando nuestros cuerpos
se unieron libres
como las hojas y el viento
cual Polonesa OP 53 de Frederick Chopin.
Ahora soy para ti
un sueño astillado al viento
abandonado en el frescor de la tarde,
tal vez, en el último recodo de tu memoria.

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Mujer viene a mí

Tu danza loca
que maravilla mis sentidos
haciendo que mi cuerpo sintiera
la expansión del universo,
que me alzara
más allá de la luz y de las sombras
que las velas proyectaban.
Y tú eras para mí,
grandiosa,
como una flor codiciada.
Mujer,
hoy salgo en busca de tu recuerdo
en mi sueño infinito de hombre
y te veo venir
a mi lecho de flores,
bailando tu loca danza,
coronada de copihues,
engalanada de madreselvas,
trayendo para mí
un ramillete de esperanza.

32
La noche cual diosa negra

Viene a consolarme
en este olvido
donde desapareciste lejana,
dejándome con el deseo palpitante
como tu cabellera
que flotaba al aire misterioso,
allá, en la distancia,
donde el mundo rumorea incesante,
la palabra perdida
y yo subo de la noche
hasta los primeros rayos del alba
para encontrarme iluminado en la esperanza,
más no apareces
y me pierdo en el desconsuelo
de no ver tus ojos
iluminando mis días.

33
Cómo quisiera detener el mundo

Para bajar y sentarme a tu lado,


para conversar
de tu canto,
de mi silencio,
del sol, de la noche,
de tu baile,
del humo de los trenes que ya no son,
del unicornio
que aparece en tus sueños,
de mi voz insoportable,
de los abismos del mar,
en fin,
de tantas historias
que se ahogan en mí
cual barco sumergido
en una noche de tempestad.
Cómo quisiera detener el mundo
para bajar y estar a tu lado.

34
De ti mujer

Recojo toda tu dulzura


mientras los marineros
bailan cautivos
bajo la luna creciente.
Esta noche,
mujer,
tengo para mí
todo tu amor salvaje
y mi sueño es azul
y la marea es azul
y tus manos me acarician en azul.
porque azul
es mi tristeza
y sin embargo te amo
más allá de tu vida
entre faroles rojos
como tus labios
que me ofreces con ternura.

35
Hubo un tiempo en mi adolescencia

Cuando la luna era llena


y mis amigos
eran pájaros multicolores
que volaban con sus sueños
y yo corría libre
como un potro tras su potra,
en carrera desbocada, corría,
a la siga de tu nombre,
tratando de atraparte,
más tú eras
esquiva como el viento
en tarde calurosa.
Hubo un tiempo
cuando la luna llena
reflejábase en el Bío Bío
como tun rostro
en el espejo de mi memoria
que me trae tu nombre
en esta hora sonámbula.

36
Soy un pájaro fugaz

Que viene en amedrentar tu sueño,


a transformar tu silencio,
a jugar con cada átomo de tu cuerpo.
Soy un pájaro fugaz
que cual volantín a cielo abierto
te sonríe a la distancia
y hace que tus años
sean una fuga en el tiempo.
Niña mía,
mi voz atraviesa las paredes del sueño,
porque cual ave voladora
penetro por tu ventana
y me poso junto a la altura de tu boca
y te beso
hasta despertar el deseo
que espera alcanzar todas las fantasías
en este vuelo fugaz.

37
Hoy es día de temporal

El viento arrecia
y el mar embravece,
ambos hablan su idioma eterno,
mezclando sus orígenes,
en tanto yo,
camino en mi propio temporal,
agotado por la pasión
que el amor desencadena
y me embriago de tu aroma
al recordar tu presencia
y soy un relámpago
en el horizonte de sus ojos,
persiguiéndote por sobre la tormenta,
tratando que tus ojos
despierten a los míos
antes que la furia desatada me arrebate
y sea yo el eco profundo del amor.

38
Maran

Graciosa tú entre todas


con tus manos aladas
y tu florido cantar
en la espiga
que desgrana su pan
en este vaso
de vino y miel
que sobre mí derramas
para calmar mi sed
en esta hora
donde mis manos
suben a tu templo
acariciando lunas,
y amapolas sedosas
en tanto escanciamos
la sublime libación
de tu mágico cántaro.

39
Tratando de definir la palabra mujer

Mujer:
Latido universal de la palabra amor.
Mujer:
Perfume fresco en noche de luna.
Mujer:
Expansión infinita del espíritu y los sentidos.
Mujer:
Amparo de mi desvarío.
Mujer:
Lecho embriagador de mi gozo.
Mujer:
Blanco permanente del deseo.
Mujer:
Manto piadoso de mi desnudez.

40
Selección de la obra inédita
El Cáliz Universal
San juan, el evangelista

Se aleja lentamente
dejando en mis manos
su renovado verbo,
diseminado en palabras
que se extienden infinitas
entre la belleza azul
y la dura piedra
embrutecida por el tiempo.
Olvidar que en el principio
fue el Verbo
y el Verbo era Dios;
es negarse como hombre,
es perderse entre los árboles,
es como el granito entre el granito,
como las algas en el mar
y sin embargo
San Juan el Evangelista
me trae a la orilla
donde la luz ilumina al hombre
que busca la verdad en el Amor.

43
El día del relámpago

Se me encogió el corazón
con tanto apesadumbra miento
y el yo de mi ser fue sacudido
en las madrugadas del silencio.
Ahora que el día ha roto sus venas
y este cuerpo se desangra
por los costados abiertos
a los ejercicios de la memoria,
vendrán asomando los recuerdos,
con simpleza de lirios envejecidos
y saldrán a desfilar por las calles enrejadas
los noctámbulos
que se desatan en las noches de tormenta,
cuando la luz
es la vieja muerte disfrazada de claridad,
en medio de los sueños prohibidos
que se construyen
en este mundo de rotación y traslación,
en estas horas cuerdas
que día a día
nos machaca en la tristeza
de ser nuevamente,
los peregrinos de la luz.
He aquí entonces la gran idea totalizadora:
El caos –el cosmos– la humanidad doliente,
el sabor de los besos proscritos,

44
la maldición eterna-éxodo-destierro-
lloro-crujir de dientes-estruendo de mar;
en las altas cumbres del planeta minúsculo,
donde Dios plantó su simiente de vida
y luego, solos, nos quedamos tallando
los maderos de nuestra crucifixión
en medio del dolor y la esperanza luminosa.

45
Armagedón

Grito amenazante,
grito como genital varón,
incendiando la humanidad.
El ágape del amor
amenaza los rasgos santos
de la hermosa
que vinimos a desposar.
El hierro caldea,
el gran crepúsculo
azota sus banderas,
las angustian bailan,
lloran las ciudades.
Todos reímos
en una mueca de espanto,
sintiendo como crujen los goznes de la tierra,
en tanto,
un gran hongo infernal
comienza a florecer.

46
Mitoria

Esta mano verde no florece


y el sabor de tu ausencia
enciende mis deseos
y el ala oscura de mi cráneo
recrea la danza de tu obscenidad
y los ríos fluyen de mi boca
en el caudal de tus muslos
en esa reciedumbre
donde el amor libra sus batallas
y tu piedra cuenca de la vida
goza la mortificación
en esta hora sacra
cuando el Nazareno subió el primer día
y dijo: «No me toques»
y María Magdalena esparció la noticia,
aquel primer día de Resurrección
al igual que en este día
en que mi mano verde
hace florecer tu ausencia.

47
Cielo y tierra

Abrirán sus puertas


y pasaremos por ellas
entonando el Himno de la Gracia
que será escrito para ese entonces
por la generación escogida
que buscará de nuestras bocas
el río que fluye
entre señales y blasfemias,
en estos asolamientos,
donde descansa la lluvia
y salta por nuestros ojos
la luz altanera del Leviatán innombrado,
en esta soberbia nuestra,
que crece vana
en medio de tanto vociferio
y pasaremos por ellas,
desfallecientes y humillados
a recibir la recompensa
de nuestra íntima verdad
y entonces, nuestra voz será blanca
y nuestra lengua
cantará canción nueva
porque Cielo y Tierra
ya no cerrarán más sus puertas.
Y tú y yo, no seremos
los santos becerros del altar.

48
Aleluya gregoriano

En este amanecer del milenio


cuando la sangre de Judas el Iscariote
rindió sus frutos
y de nuevo nos miramos
ante los espejos vacíos
del espacio matinal,
donde la esperanza,
es un canto de resurrección
y los muertos del tiempo antiguos
son los habitantes de la tierra prometida,
pero, nuestra sombra insomne
sale de su espacio diario
a reconquistar las calles andadas
de los catecúmenos adoradores del pez
que murió desangrado
en el madero común de los martirios.
Y en ese vuelo de horas consumidas
los habitantes de la Diáspora
retornan cantando
con voces de alfarero
y en sus dientes mostrando
la gloria levantada
en el paraíso inconquistado
y todo el furor
y todas las ligaduras
caerán esa pesada noche
y quedarán en ese velo oscuro.

49
Miedo

Tengo miedo del Jueves Santo,


de la Crucifixión Eterna,
de las tres de la tarde del Viernes,
cuando la sangre inocente
regó la tierra
y el velo del templo
se rasgó en señal de duelo.
Miedo,
tengo miedo
y ya no es Jueves Santo,
ya no hay crucifixión romana,
pero tú y yo somos a diario
crucificados en la angustia
y nuestros cuerpos lacerados
por el furor de los poderosos.
Miedo,
tengo miedo
y ya no es Jueves Santo,
si no un día más
en esta soledad del mundo
que perdió la fe
en el Mesías Prometido.

50
El vaso del alfarero

Lo tengo entre mis manos,


medito su contenido,
y veo reflejado este rostro,
que no es la cara de Dios,
sino el mío,
humanamente mío.
Y dejo traslucir bajo la despuma
un rictus de muerte,
un arrepentimiento de dolor,
una angustia de siglos,
y no reconozco al Hijo de Dios
que me mira en el silencio de la oblación,
porque mis ojos sólo ven a Jezabel,
la que me incita con su cuerpo voluptuoso,
la que me ofrece la libación de este vaso,
sin saber que nuestro andar culminará,
cuando la estrella prometida
sea realidad en nuestras manos.
Entonces,
solo entonces,
el vaso del alfarero
caerá de ellas
¡rompiéndose!
y en el réquiem solo será
trozos de arcilla olvidada.

51
Lluvia de gracia

Dentro de la lluvia,
una lluvia de Gracia.
Dentro de la Gracia,
una lluvia de espanto.
Dentro del espanto,
un dragón ruge
devorando muertos – vivos.
Afuera, en la oscuridad,
en el último día de la vida,
una batalla colosal,
librarán los ejércitos de la tierra.
Dentro de la lluvia,
una lluvia de Gracia.
Dentro de la Gracia,
un guerrero salido del misterio
¡rompe las páginas de la historia!.
Todo va pasando.
Dentro de la lluvia,
una lluvia de Gracia.

52
Baila salomé

Tu danza de víbora
en esta bacanal,
donde la cabeza de Juan
te llegará en bandeja de plata.
Retuerce tu vientre,
provoca a tu señor Herodes,
enciéndelo de lascivia
y luego mira,
mira,
ves como babea y gime de placer.
¡Míralo!
se bambolea fálico
ante tu mirada y el mirar de Herodías.
Baila, baila
¡Baila hembra sanguínea!.
No te arrepientas,
de seguro mereces la recompensa.
Baila, baila.
¡Baila Salomé!
Que tu danza encienda los deseos
hasta enajenar los sentidos
para no escuchar el grito del Bautista
que viene desde lejos
hablando con voz de sangre,
anunciando la otra voz que clama en el desierto.

53
Y ahora que todo ha sido consumado,
dime Salomé,
dime: ¿valió la pena?.

54
Reiniciemos el diálogo de la luz

Vida y muerte para sellar las palabras,


aquellas que a diario pronunciamos,
en esta suerte de tómbola,
donde la premiación será:
olvido o prolongación;
de tu ir y mi venir
por este suelo de sombras verdes.
Mustias quedarán las voces
que nuca alcanzaron su tono
para despertar a los adormecidos;
más el trueno y la trompeta
sonarán anunciando
las muertes y resurrecciones,
las añoranzas y los lamentos,
toda una historia repetida
en este Cáliz Universal,
donde avergonzado me confundo
con la risa de los dioses,
con la luz de la penumbra,
con las palabras que me recuerdan
la causa justa,
la contrición del espíritu,
la parodia del bien y del mal
que a diario vinimos a representar
en este diálogo de la luz.

55
Un Canto para el río Bío Bío
Desde monterrey por el río

El Bío Bío,
Como una sombra de luz y tiempo,
como una interrumpida noche
me acompañó en el crecimiento
entre los verdes árboles de mis montes,
por entre el aroma de los cerezos.
Allí,
otra vez mi embarcación primaveral
junto a la tibia arena
dejó de navegar.
Y detuve el caudal azul entre mis manos
y como caminante confundido
después del polvo,
antes del polvo,
volví a ser niño,
y mi alma de pájaro
sobrevoló tu caudal
y se posó en la frescura del follaje.

59
Ahora que estoy solo

Rodeado del silencio,


lleno de oscuridad
el paisaje todo,
llegas tú
como un relámpago
y mi boca, besa tu boca,
en un beso desgranado
como profundas raíces
de tu amor fecundo,
de tu cristalina agua
que corre por los campos
como sangre por mis venas
y tu voz
se hace canto
en el exilio de mis sueños,
porque la sangre
es una bandera desplegada
como tu caudal sobre la arena.

60
Aquí bío bío

Te invoco
en tu forma,
en tu larga cabellera azul,
en tu cuerpo
de líquida transparencia,
que corre,
por senderos de piedras,
de bosques,
de arena
y siempre llegas hasta mí
con tus susurros,
con tu amor precipitado,
con tu voz de lluvia
y tus aguas,
caudal de otros ríos,
aumentan tu vientre
y yo te contemplo
con ojos de lince
como arrastras tus tesoros
para ocultarlos en el mar.

61
Un día en santa bárbara

Contemplaba tu caudal,
largas horas,
estuve parado sobre el puente,
junto al sol abrazador
sentí tu fresco aliento
de cristalina esencia
arrancada a la nieve cordillerana
y de súbito
llegó hasta mis oídos
tu desgarradora melodía,
como gritos ausentes
de voces aplastadas
por entre el torrente viajero
de tus frías aguas
que bañaban las tristes piedras
que adornaban tu camino.
Allí mi cuerpo
se nutrió de tu fuerza
y mi espíritu
fue una llama clara
en la hora del silencio.

62
Surgió la arenosa soledad

En la playa grande
que dejas en verano
y tú te escondiste
más al sur de Monterrey
como escapando
de las inquietas miradas.
¡Oh río!
¡Enredadera del valle!,
te comparo con la madreselva
y con la mirada dormida
de unos ojos nocturnos.
Atrás el frío invierno
quedó en la sepultada noche
de las salpicadas piedras,
de las raíces desnudas
que hoy se cubren
con tu légamo arenoso
y crecen en tus orillas
llorones y amargos sauces
junto a los álamos,
los culenes y las pataguas.

63
Una fría mañana de abril

Caminaba,
escuchando la leve conversación
de los álamos amarillos
que crecen junto a los pinos
en los campos de Monterrey
y llegaba hasta mí
el leve rumor
de hojas perdidas
en el coloquio de serenas aguas
que la arena comenzaba a cubrir.
Fue una mañana fría
cuando…
a golpe de conciencia
desperté sobre tu lecho
y supe de tu secreta esencia.

64
El movimiento de tu oleaje

Me trae la dormida voz


de tu nacimiento.
Allá en la soledad,
tú existes,
e irrumpes en la escala de piedra
y te precipitas,
abriendo surcos,
formando rondas con tus brazos
y como caballo salvaje
vienes arrastrando
redondas caderas,
lunas de medianoche,
espectrales luces
del móvil universo
y por entre mis piernas
pasas transparente
en tu retozar hacia el océano.

65
El tiempo de preguntar

Llegó como una ráfaga


por entre las paredes de mi cerebro
y de mis labios se escaparon
como pájaros asustados
tres interrogantes:
¿Dónde naces tú Bío Bío?.
¿Qué lugares se bañan en tus aguas?.
¿Eres puro o contaminado?.
Y las respuestas llegaron
como palomas
después de un breve vuelo:
Mi nacimiento se remonta
a dos lagos fronterizos:
Galletué e Icalma
en la región de la Araucanía
y en mis senos se bañan Lonquimay,
los Pewuenches de Callaqui,
paso bebiéndome las aguas de Pino Solo,
del Pulul, del Queuco
y llego a Santa Bárbara
hecho un torrente;
sigo mi camino
por el sendero de piedra
llegando hasta Negrete,
allí recojo al amigo Duqueco,
me acompaña también Mulchén

66
y junto a ellos voy creciendo
y los valles de mi región se bañan en mis aguas.
Paso por Nacimiento
a buscar a Vergara,
para seguir rumbo a Laja
metiéndome por Millantú,
Diuquín y Monterrey.
En el extremo de la isla,
Laja me entrega su tributo,
paso por San Rosendo,
rumbo a Quilacolla,
de allí me remonto a Hualqui,
pasando por Chiguayante,
desembocando en el mar
cercano a Concepción.
Mis aguas son puras hasta Nacimiento,
de allí hasta mi desembocadura,
el hombre,
se ha empeñado en contaminarme,
no se contenta con explotarme,
sino que se torna encarnizado enemigo
llenándome de inmundicias.
¡Es tiempo de preguntar!.
¡Es tiempo de preguntar al Bío Bío!.
¡Es tiempo de preguntar!

67
Bío Bío

Rayo y sombra,
agua salvaje,
reptas combatiendo
las eternas piedras,
las pulidas arenas,
acorazándome con tu fuerza
que deslumbra
mi esperanza vital.
Vengo retornando hasta el amor
que nos abraza
en el vuelo de una gaviota,
en el remar acompasado de los boteros
que surcan tus aguas.
Bío Bío

68
Piedra y arena

Arena gastada,
ojos que vuelan,
agua que corre
pleno de romances,
de leyendas,
de historia embravecida;
vamos viviendo junto a la mañana,
comunicándonos
todo el secreto verde
y lo enrojecido de tus aguas,
que un día fueron
sustancia y cuerpo,
andar secreto entre lluvias,
desenterrando el amor,
para que tu manto de agua pura
que viene cantando de piedra en piedra
nos bese,
más allá,
de las auroras en el tiempo.

69
Desmenuza conmigo las maderas

Hasta llegar
a los muertos
que viven en nosotros.
¡Ven!
para que abramos las ventanas
a la lluvia que multiplica
las aguas consumidas
y repitamos hasta el cansancio:
¡El amor es nuestra bandera!.
Tu boca y mi boca
se embriagan de la dulzura
que tú proyectas
entre la cintura invisible
de los valles que se descuelgan
de la andina cordillera
y nos aprietan,
haciéndonos florecer
cual copihues en la selva,
donde unos ojos
nos cubren junto a la luna
reflejada en tus aguas.
¡Ay, desmenuza conmigo las maderas!
hasta llegar a los muertos
que viven en el recuerdo de nuestro amor.

70
Desata tus ojos en los míos

Y deja que no olvide


las flores, las piedras, las arenas, los muertos…
deja que me acostumbre a mirarte
cómo te saturas de la lluvia larga
que por estos días
asola el silencio de mi tierra.
Deja que me abrace a mis ancestros,
que ya perdieron sus orígenes,
porque para ellos,
todo es tristeza
y furia silenciada.
Por estos días,
la luna y el sol
y todo el espacio
que ayer era tierra ancestral,
ya no es más
que agua acumulada
entre cerro y cerro
dejando en el olvido
mi valle amado
donde un día florecieron
las raíces del gran amor que germinó
en tu poderosa fuerza
río Bío Bío…

71
Río bío bío

No hay tiempo en esta noche


para crecer y jugar con el viento.
Estoy ocupado
contemplando tus aguas,
buscando los peces
en su refugio de silencio.
Hace frío,
en mi alma hace frío,
una lluvia lenta
desciende silabeando
gotas desventuradas sobre tus aguas
y la arena va quedando bañada
por las voces de tus olas
confundidas con otras voces que me buscan
donde lentamente
tú y yo nos abrazamos
con salvaje fuerza
hasta verme morir
en la noche de estrellas altas.
Ya no hay tiempo
para crecer y jugar con el viento.
¡Ven Bío Bío!
en esta noche
a envolverme
entre tus secretos brazos
hasta el día de mi resurrección.

72
RIO BÍO BÍO
¿Qué fue de tu agua?
¿Qué fue de nuestras vidas?
ARENA SOLO ARENA.

Tierra.
Mano abierta.
Agua.
Antiguo caudal desnudo.
Así fuiste para mí Bío Bío,
sonoro de aire,
translúcido de agua,
canto puro,
desbordado de sueños y banderas.
Tu nombre
brilla más allá de las palabras,
donde un viento verde
hiere mis ojos
y mece mis cabellos
en tanto mi cuerpo reposa
en el fondo de tu lecho de arena.
Tal vez,
alguien solloce en esta hora,
derramando lágrimas oscuras,
sobre un bordado terciopelo
que oculta las letras de mi nombre.

73
Índice

Abel Sandoval Ormeño o la luminosidad de la poesía


por Wellington Rojas Valdevenito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Selección de la obra inédita


Esta ebriedad llamada amor

La noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Amor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Tiempo de flores y estrellas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
La luz del atardecer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Yo en mi lejano vuelo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
La distancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Esta luna creciente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Por las calles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Ella. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Caen las hojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Me pregunto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Ven, deja que te tome. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Yo era para ti. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Mujer viene a mí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
La noche cual diosa negra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Cómo quisiera detener el mundo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
De ti mujer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Hubo un tiempo en mi adolescencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Soy un pájaro fugaz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Hoy es día de temporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
Maran . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Tratando de definir la palabra mujer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

Selección de la obra inédita


El Cáliz Universal
San Juan, el evangelista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
El día del relámpago. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Armagedón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Mitoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Cielo y tierra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Aleluya gregoriano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
El vaso del alfarero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Lluvia de gracia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Baile Salomé. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Reiniciemos el diálogo de la luz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

Un Canto para el río Bío Bío


Desde Monterrey por el río . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Ahora que estoy solo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Aquí Bío Bío. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Un día en santa bárbara. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Surgió la arenosa soledad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Una fría mañana de abril. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
El movimiento de tu oleaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
El tiempo de preguntar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Bío Bío. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Piedra y arena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Desmenuza conmigo las maderas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Desata tus ojos en los míos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Río Bío Bío. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Colofón

Mi palabra

Obra que conmemora los

sesenta años de vida del poeta

Abel Sandoval Ormeño.

Nacido en la Isla de la Laja, en 1953.


Este libro se terminó de imprimir
en los talleres digitales de

RIL® editores
Teléfono: 22 38 100 / ril@rileditores.com
Santiago de Chile, octubre de 2013
Se utilizó tecnología de última generación que reduce
el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamen-
te el papel necesario para su producción, y se apli-
caron altos estándares para la gestión y reciclaje de
desechos en toda la cadena de producción.
Mi palabra

Una poesía que invita a la reflexión,


gestada por uno de los pocos poetas que
en nuestro territorio aún nos deleitan
con ese Don de hablar con una verdad a
toda prueba. Eso ya es bastante.

Wellington Rojas Valdebenito


Crítico Literario

ISBN 978-956-01-0027-6

P O ES Í A

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