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OBRAS COMPLETAS

DE

JOSÉ MANUEL ESTRADA


TOMO XI

MISCELÁNEA
ESTUDIOS Y ARTÍCULOS VARIOS

TOMO III
OBRAS COMPLETAS DE ESTRADA
(SEPTIEMBRE D E 1904)

Tomo I. ^ • J O S É M A N U E L ESTRADA.—Noticia bio-


gráfica, p o r el Dr. Juan M. Garro.—EL
GÉNESIS DE NUESTRA RAZA.— E L CATO-
LICISMO Y LA DEMOCRACIA.—LOS COMU-
NEROS DEL P A R A G U A Y . — U n tomo de
CIV-565 páginas con un retrato del
autor en 1862.
Tomo II.—LECCIONES SOBRE LA H I S T O R I A DE LA
REPÚBLICA A R G E N T I N A . — Tomo I—de
400 páginas, con un retrato del autor
en 1868.
Tomo III.— LECCIONES SOBRE LA H I S T O R I A DE L A
REPÚBLICA A R G E N T I N A . — T o m o I I — d e
460 páginas.
Tomo IV. — L A POLÍTICA LIBERAL BAJO LA TIRANÍA
DE R O S A S . — U n tomo de 380 páginas.
Tomo V. —FRAGMENTOS HISTÓRICOS.—Un tomo de
XI-626 páginas.
Tomo VI. — C U R S O DE D E R E C H O CONSTITUCIONAL.—
Tomo I—de X-390 páginas, con un r e -
trato del autor en 1878.
Tomo VIL — C U R S O DE D E R E C H O CONSTITUCIONAL.—
Tomo II—de 481 páginas.
Tomo V I I I . — C U R S O DE D E R E C H O CONSTITUCIONAL.—
Tomo III—de IV-452 páginas.
Tomo IX.—MISCELÁNEA. Estudios y artículos va-
rios.—Tomo I—de X-584 páginas^con
i-
un retrato del autor en 1884.
Tomo X.—MISCELÁNEA. Estudios y artículos va-
rios.—Tomo I I — d e VI-590 páginas.
Tomo XI..—MISCELÁNEA. Estudios y artículos va-
rios.—Tomo I I I — d e VI-677 páginas.
Tomo XII.—En preparación.
MISCELÁNEA

ESTUDIOS Y ARTÍCULOS VARIOS


:eOR

JOSÉ MANUEL ESTRADA

TOMO TERCERO

BUENOS AIRES
COMPAÑÍA SUD-AMERICANA DE BILLETES DE BANCO
Callé Chile, 263 y Cangallo,. 559
1904
JSs propiedad

.'
ÍNDICE

Páffin*
ADVERTENCIA DEL EDITOR V
-Problemas Argentinos.—I. L a vida política y su es-
terilidad.—II. Defectos de la vida social.—III.
Soluciones naturalistas y cristianas: 1. El na-
turalismo en moral. 2. El naturalismo en la
familia. 3. El n a t u r a l i s m o en la economía.
4. El naturalismo en política.—IV. Conclusión. 1
Artículos sobre Patronato.
LEÓN XIII Y EL PRESIDENTE D E LA R E P Ú -
BLICA 118
E L CONCORDATO 122
PATRONATO 130
E L P A T R O N A T O Y L A SOBERANÍA 135
L A S OBJECIONES D E L D R . V É L E Z 139
USURPACIONES Y H E R E N C I A S 145
Los CONFLICTOS A C T U A L E S 149

«Artículos sobre educación primaria:


G O B I E R N O ESCOLAR 158
E L F I N D E LA E S C U E L A 162
R É G I M E N EDUCACIONAL 168
LEGISLACIÓN ESCOLAR DE BUENOS A I R E S 171
S E R Y NO S E R 176
L A I G L E S I A Y L A EDUCACIÓN 180
668 ÍNDICE

Página-
Artículos sobre enseñanza crisiiana.
L A ESCUELA 187
AGENTES Í PROPÓSITOS 193
NEUTRALIDAD 196
AMBIGÜEDADES , 199
ATEÍSMO 201
CRISIS 202
L A E S C U E L A OBLIGATORIA Y L A I C A 204
SOCIALISMO 208
G U E R R A A CRISTO 211
EDUCACIÓN D E LAS MASAS 214
PROGRAMA D E LA ENSEÑANZA L A I C A 215
L A ESCUELA, ANTE E L BUEN SENTIDO 218
OPORTUNA É INOPORTUNAMENTE 222
Los D I S I D E N T E S Y LOS L I B E R A L E S 226
L A F A M I L I A Y LA E S C U E L A 229
REFLEXIONES 235
E L DISCURSO D E L DOCTOR L E G U I Z A M Ó N 238
F A L S A S PERSPECTIVAS 250 •
E S P Í R I T U D E LA E S C U E L A 251
ANALOGÍAS 256
E L DISCURSO D E L DOCTOR W I L D E 257
D E B A T E S D E L CONGRESO 264
E L LIBERALISMO Y LA CONSTITUCIÓN 267
E L CUADRILLAZO LIBERAL 267
ALARMA 269
L A FÓRMULA L I B E R A L 272
RESISTENCIA 275
AMBIGÜEDADES 279
TRANSACCIONES » 284
Los RESIDUOS 288
SUSTRAENDOS 294
L A REVOLUCIÓN ESTÁ EN E L GOBIERNO 300'
P R U E B A S PERENTORIAS 306
ÍNDICE 669

Página
S E G U N D O PERÍODO 310
LLBEBALISJIO Y R E G A L Í A 318
L A S ESCUELAS NEUTRAS 322
HIPOCRESÍAS 328
TRADICIONES JURÍDICAS • 331
A N T E E L SENADO 339
BUENOS A I R E S ANTE E L SENADO 345
L A SOCIEDAD ANTE EL S E N A D O 351
L I B E R A L I S M O Y CATOLICISMO 356
L A ÚLTIMA PALABRA 361
«LA LEY D E EDUCACIÓN PRIMARIA ANTE E L
SENADO ARGENTINO> 366
L A GRAN CUESTIÓN 373

.Artículos sobre educación secundaria y superior:


E S T U D I O S CLÁSICOS 377
L I B E R T A D D E ENSEÑANZA • 383
P L A N E S D E ESTUDIO 390
POSITIVISMO 397
ENSEÑANZA 402
S E G U N D A ENSEÑANZA 407
L I B E R T A D D E ENSEÑANZA 413
OBJECIONES 419
U N EJEMPLO 425
L I B E R T A D Y CIVILIZACIÓN 430
P R O G R E S O Y MONOPOLIO 435
P O R QUÉ PEDIMOS L I B E R T A D 439
FILOSOFÍA 444
UNIVERSIDAD 448
452
U N v Acto
L A S HUMANIDADES 456
G R A T U I D A D Y MONOPOLIO 460
670 ÍNDICE

Página
Artículos sobre inmunidad eclesiástica:
TRAPICÍONES JURÍDICAS 46$
INFORME D E L PROCURADOR 472'
E L PLACET 478
E L CABILDO Y E L GOBIERNO 481
¡LA SOBERANÍA NACIONAL! 486-
INFOBME FISCAL 492
INMUNIDAD ECLESIÁSTICA 502
OBJECIÓN CONSTITUCIONAL 507
ENJUICIAMIENTO D E L DOCTOR CAU 513

Artículos varios:
SERVUS SERVORUM 521
NUEVAS FORMAS D E L MAL 527
L A LEY D E L TRABAJO 532
XX DE S E P T I E M B R E . L A CONQUISTA D E BOMA 540
L A REPÚBLICA FRANCESA 550-
L A PAZ , 559
«Mi REINO NO E S D E E S T E M U N D O 565
A 11 DE NOVIEMBRE 567
L A ESTATUA D E G A R I B A L D I 571
ESTATUA D E GARIBALDI. LIBERALISMO MUNI-
CIPAL 574
E L MITO GARIBALDINO 582'
L A ESTATUA D E GARIBALDI 588
E L PUEBLO ANTE LA I G L E S I A 595-
E L PUEBLO ANTE E L LIBERALISMO 600'
MONUMENTOS Á LA EMANCIPACIÓN 607
L A PRENSA Y SU MINISTERIO 611
MORAL MASÓNICA 615
LUCHA Y VICTORIA 619
SOCIALISMO 624
FRÍAS 630'
NICOLÁS AVELLANEDA 632?
r
ÍNDICE 671

,. Página
»r «
J U A N E. P E D E R N E R A 635
R A F A E L GARCÍA 638
TRISTÁN ACHÁVAL RODRÍGUEZ 643
INDEPENDENCIA NACIONAL 64.8
U N A PALABRA D E H I S T O R I A 655
A C C I Ó N D E L LIBERALISMO . • 660
ADVERTENCIA DEL EDITOR

En las advertencias que preceden á los dos


volúmenes anteriores, hemos explicado y a el
plan adoptado para la publicación de estos tres
tomos de Miscelánea. Sin embargo, tenemos
que agregar breves palabras, en lo que atañe
especialmente al presente.
Se hallan insertos aquí los artículos selectos
de La Unión, que hemos debido reducir á un solo
volumen, pero no sin hacer un esfuerzo; pues en
los ocho años que duró la publicación de dicho
diario, es sabido que se debatieron grandes y
fundamentales cuestiones políticas y religiosas,
en las que nuestro señor padre intervino desde
las columnas de La Unión, escribiendo casi á
diario hasta cuatro y cinco artículos de fondo.
De manera que, la reproducción de todos esos
artículos abarcaría cuatro ó cinco volúmenes.
Así, pues, hemos comenzado por suprimir to-
dos los artículos que trataran de una simple
cuestión del momento y que no tuvieran impor-
tancia suficiente para hacerlos interesantes, des-
pués de tanto tiempo, y al lado de los más fun-
damentales. Así mismo quedaban aun cerca de
VI ADVERTENCIA DEL EDITOR

trescientos, de los que hemos'eliminado muchos


referentes á política cristiana y á las cuestiones
religiosas de 1884,—de los que reproducimos los
referentes á «inmunidad eclesiástica»,—porque
en el tomo subsiguiente de Discursos (XII y úl-
timo de las Obras), van insertos los Informes
anuales leídos en la Asociación Católica, y en
los que están tratados en forma más concisa
estos asuntos. También hemos suprimido una
serie de artículos sobre matrimonio, del año 1888,
—porque en el tomo siguiente se hallarán los
discursos sobre el matrimonio civil pronuncia-
dos en el Congreso Nacional y que agotan la
materia.
Véanse, además, las notas explicativas que
van en las páginas 187 y 466 de este volumen.

ALBERTO ESTRADA.

Buenos Aires, Septiembre de 1904.


PROBLEMAS ARGENTINOS

La vida política y su esterilidad. — II. Defectos de la vida social.


— III. SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS: 1. E l natura-
lismo en moral. 2. El naturalismo en la familia. 3. El natu-
ralismo en economía. 4, El naturalismo en política. — IV.
Conclusión.

Piensan muchos que provocar cuestiones del


orden religioso en sociedades adormecidas por
el indiferentismo como la sociedad argentina,
es empeño ocioso por ser las más veces estéril,
y vituperable si tiene éxito, porque añade un
motivo de discordia á los que complican y agi-
tan las naciones. Nada más pueril. Despertar
el aletargado espíritu de un pueblo será merito-
rio, aunque la inercia recobre pronto su imperio
momentáneamente interrumpido; y no hay que
arredrarse de añadir á muchos móviles subal-
ternos de contienda uno grandioso y noble, que
compromete los intereses superiores de la con-
ciencia y abarca todos los elementos de la mo-
ralidad. Lejos de eso, una preocupación cons-
tante de las cosas más grandes que pueden
absorber la mente y el sentimiento de los hom-
bres, es propia para alejarlos de las menos tras-
cendentes y ablandar la pasión desarrollada en
2 PROBLEMAS ARGENTINOS

•esferas mezquinas, que es á la vez destructora y


vergonzosa. Lo que importa es averiguar si las
cuestiones religiosas envuelven ó no todas las
atingentes á la quietud, al incremento y al deco-
ro de las sociedades humanas; y para circuns-
cribir el problema, si la condición social de la
República Argentina es de tal naturaleza, que
basten los recursos hoy día desenvueltos en la
vida política, para organizaría y asegurar en
ella la realización del bien. Sin duda que en
cuanto la religiones vínculo y ley de la concien-
cia, queda fuera del radio de las preocupaciones
políticas, y que en cuanto la política preside el
orden exterior de las sociedades, pertenece al
campo que la religión entrega á la libertad; pero
no se concibe que la religión gobierne las con-
ciencias sin trascender á la esfera de las rela-
ciones sociales, ni una política que prescinda
del reino exterior de Cristo sin apostatar y su-
primir los elementos morales que dignifican los
gobiernos, enderezan las legislaciones, equili-
bran los intereses, moderan los actos y discipli-
nan el ejercicio de los derechos ilustrando su
concepto primitivo. Que esta necesaria correla-
ción no existe en la República Argentina, es un
hecho fuera de disputa, reconocido con amar-
gura por unos, y jactanciosamente por otros.
Luego la cuestión religiosa está en las entrañas
de todas nuestras cuestiones sociales y políticas,
aunque no esté en debate, y precisamente por
no estarlo. El indiferentismo es el desprecio de
Dios: una blasfemia como el ateísmo, que es su
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 3

negación, y casi nos atreveríamos á decir que


más horrorosa que el ateísmo, porque confesar
á Dios y despreciarlo es el colmo de la insensa-
tez y del orgullo de parte de los hombres. Esa
llaga corroe esta sociedad; y venimos á demos-
trar, sin salir del terreno de las cuestiones so-
ciales, la necesidad de una reacción que enar-
dezca la fe, y genere movimientos reparadores
para salvar la República, probando que su vida
política es estéril, que son muchos los proble-
mas envueltos en su constitución social, y que
ellos jamás serán resueltos si la política no se
inspira en el Evangelio.

I
LA V I D A P O L Í T I C A Y SU E S T E R I L I D A D

Hace setenta años que la República Argentina


se emancipó. Seis meses después de emancipada
estaba ya en interna contienda, en revolución
antes de un año, á los dos años en plena anar-
quía. No ha habido de entonces acá, una sola
administración nacional que no haya comenza-
do ó concluido entre el rumor de las armas. Los
comicios y los campamentos han estado siempre
próximos. Ningún prestigio moral ha sido du-
radero. Nadie ha permanecido en el dominio
político con tanta firmeza como los representan-
tes del elemento democrático más enfermizo y
bárbaro. La aglomeración de fuerzas pacifica-
4 PROBLEMAS ARGENTINOS

doras, aunque puramente materiales, ha permi-


tido que se consoliden las apariencias de la
legalidad, y por consecuencia, que el poderío
de las masas sublevadas y sus cabecillas decai-
ga proporcionalmente. En vano, sin embargo,
suspira por la paz la tercera generación inmo-
lada en escandalosos disturbios: una inquietud
perpetua la conmueve, y pasiones conflagradas
la llevan de convulsión en convulsión. Es gran-
dísima la actividad que las luchas conservan,
pero difieren sustancialmente de las antiguas.
Un duelo, de 1810 á 1820 entre las clases altas y
las muchedumbres, de 1820 á 1835 entre la polí-
tica doctrinaria y los apetitos insanos del cau-
dillaje, entre la tiranía y la libertad hasta 1852,
turbó la República, penetrándola profundamente
y removiendo todas las actividades aglomeradas
en su seno. Bajo el imperio de la legalidad con-
temporánea las agitaciones políticas son super-
ficiales, porque la masa social no se mezcla en
ellas y las soporta sin entusiasmo. Son además,
triviales, porque nacen de cuestiones secunda-
rias, que pueden tener interés, pero subalterno
y transitorio. No son, en suma, sino conflictos
entre partidos aspirantes á gobernar: apasionan
álos pretendientes y corto número de afiliados,
que por hábito viven preocupados de la política,
ó por conveniencias impuras, hacen de ella una
profesión en busca de vanagloria ó de lucro.
Para que esta contradicción impregnara senti-
mientos calurosos en la sociedad, sería menester
que sus promotores le inspiraran confianza, ó á
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 5

lo menos, que algunos de ellos se empeñara en


propósitos capaces de preocuparla, sea que los
compartiera, sea que los rechazara. Nada pro-
meten á las clases conservadoras, que sufren
por el desorden y se amedrentan en vista del
incremento impreso por los ambiciosos al de-
mocratismo que les sirve de instrumento; nada
á la muchedumbre campesina tiranizada por
' intrigantes de cuenta y en provecho de faccio-
nes egoístas; nada á la población extranjera, tan
numerosa ya que no puede ser olvidada en
cuerdas combinaciones políticas, y que regida
casi exclusivamente por el móvil económico,
determinante de todas las emigraciones, sólo
aspira á tener quietud para trabajar y enrique-
cerse, ya sea la quietud nacida de la paz social,
ya sea la quietud material apoyada en el despo-
tismo. Así la pasión que bulle en las esferas
políticas es enfermiza y mezquina. La sociedad
no la comparte. Sufre pasivamente, sin estímulo
que la aliente, sin perspectivas que la con-
suelen.
Por otra parte, el carácter que estas cuestiones
toman, no es ni puede ser igual en todo el terri-
torio argentino, en razón de la diversidad de
condiciones de sus provincias. Las hay, en
efecto, que tienen una organización civil y poli-
cial, cual conviene á sociedades regulares, si-
quiera no sea todo lo perfecta que pudiera
desearse, al paso que otras pasan todavía por
aquel estado rudimentario en que ni aun la vida
ó la propiedad pueden ser garantidas si no es
6 PROBLEMAS ARGENTINOS

por medio de violencias arbitrarias. Provincias


existen, como la de Buenos Aires, dominada por
el escepticismo y los clubs; otras, como Entre
Ríos y Corrientes, por el escepticismo y los
caudillos; las hay creyentes y anarquizadas,
como la de Córdoba; las hay, como Mendoza y
San Juan, víctimas de la administración, que á
su sabor fomenta ó sacrifica las industrias
agrícolas, y dando ó negando riegos, premia
adherentes y castiga adversarios. En unas pro-
vincias, las contiendas electorales se t r a b a n
entre partidos que se disputan un predominio
nacional: en otras, las facciones domésticas se
ingertan en las nacionales, buscando gimnástica
que mantenga activas sus fuerzas, banderillas y
apoyos para sus luchas locales. De esta suerte,
medios en su mayor parte artificiales, extienden
y mueven contiendas políticas que en su esencia
son artificiales también.
Este divorcio de la política y de la sociedad,
que empequeñece la política hasta un extremo
vergonzoso, da ocasión á un fenómeno digno de
ser particularmente estudiado. L a política deja
d$ ser ciencia y arte de gobernar p a r a conver-
tirse cada día más francamente en simple táctica
de usurpar ó birlar el gobierno. La sociedad,
que ni ve en el gobierno instrumento eficaz de
su progreso y bienestar, ni es incitada por los
grupos que se disputan su dirección á preocu-
parse de los intereses superiores que la afectan,
acaba por desentenderse de todo lo que se roza
con la política, y atrofiado, digámoslo así, en
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 7

ella el sentido de las cosas más nobles y tras-


cendentes, concentra exclusivamente su aten-
ción en la utilidad material: deja de pensar, y
trabaja para' enriquecerse. Esta aplicación del
esfuerzo, tanto más intensa cuanto más exclusi-
va, no puede ser estéril. Añadiéndose á ella el
concurso déla inmigración,ásperamente devota
de ganancias, es natural que se críen y aglome-
ren valores en una progresión pasmosa. A esta
faz del adelanto social se llama por antonomasia
EL PROGRESO. Diríase que el hombre físico no
tiene más órgano que el estómago; y la entidad
moral de nuestra especie fuera un concepto fan-
tástico propio de generaciones imaginativas y
febriles. Así se dan al sofisma de Draper expo-
nentes que lo elevan á una potencia en que de
lo enorme se cae á lo pueril. Pero, aparte la
infatuación materialista, de la cual aquí no juz-
garemos, ha de confesarse el dato, plausible en
la medida razonable de las cosas, que da tono á
los himnos optimistas de todos los partidarios
victoriosos. Es tan vivaz la fuerza de incre-
mento material de estas regiones que no son
parte á anularla ni las inquietudes políticas, ni
las extravagancias de legisladores imperitos, ni
los gobiernos inertes, ni las facciones bullicio-
sas. Síguense las administraciones y encadé-
nanse los errores, se reemplazan los partidos
en el dominio, van y vienen, cambian y se re-
nuevan los hombres, pero el país prospera eco-
nómicamente, como crecen los niños sanos. La
sinceridad nos veda atenuaciones. Como el
8 PROBLEMAS ARGENTINOS

crédito es un atributo moral ó ideal de la rique-


za, á medida que crece la riqueza crece el cré-
dito; y así el crédito nacional argentino se
consolida en los mercados extranjeros en la
proporción en que la riqueza general prospera.
De estos dos hechos, que al cabo son reducti-
bles á uno solo (el incremento de la riqueza y la
solidez del crédito), los gobiernos y sus partida-
rios sacan motivos de estrepitosas jactancias,
discurriendo bajo aquella vetusta falacia de las
escuelas: post hoc, ergo propter hoc.—Los par-
tidos vencidos y opositores se atarean en disi-
par el paralogismo. Negar el progreso económi-
co es imposible: aplaudirlo es natural y justo:
reputarlo la suprema felicidad es un vicio, que
pasando á la categoría de superstición, ha ase-
gurado su longevidad. Todos los partidos lo
aclaman, pero al canto triunfal del gobernante,
sus rivales oponen multiplicadas censuras. Ar-
guyen por lo pronto, que el progreso se realiza
sin el gobierno, en lo cual tienen razón; y agre-
gan que se realiza á pesar del gobierno, en lo
cual también pueden tenerla. Luego afirman
que el gobierno lo traba, en lo cual comienzan
á echar sobre sus adversarios colores que des-
tiñen sobre ellos; ó añaden por pura vanidad
que sería mayor cuando ellos gobernaran, y por
fin, si de obras públicas se trata, acusan á los
gobernantes de infames granjerias, con lo que
bajan a esferas repugnantes donde no entra-
remos.
En el lenguaje ordinario de la prensa y de los
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 9

clubs, al predominio transitorio de cada partido


en el gobierno, ó lo que es equivalente, á cada
período presidencial, se llama una situación.
Justificará quien pueda la corrección del voca-
blo. Por nuestra parte, lo usaremos con reserva
de todos los derechos del buen decir. Cada si-
tuación es derivada y preparatoria de una cam-
paña electoral: derivada por razón de las insti-
tuciones republicanas, preparatoria á causa de
las costumbres políticas. En el orden civil nos
conformamos con el régimen de la herencia le-
gal: en el orden político, los gobiernos exigen la
libertad de darse herederos. Por eso las situa-
ciones políticas se desarrollan entre dos manio-
bras, objeto de acerba crítica de parte de los
opositores: la maniobra que las constituye y la
maniobra que las reemplaza.
Atacando la primera, atacan la raíz moral de
la situación que combaten. Son muchos los ele-
mentos de que se forma la táctica electoral de
los partidos argentinos, tantos, con excepción
de la sinceridad, cuantos puede concebir la
imaginación ayudada por la experiencia. Una
parte de ellos es tan antigua como el sistema
representativo. En la antigua Roma los candi-
datos forzaban la voluntad de los electores
seduciéndola, como dicen Plutarco y Tito Livio
de Coriolano, con la elocuente jactancia de sus
méritos y las cicatrices de su cuerpo, dolorosos
testimonios de sacrificios patriótricos. Cicerón
en la defensa de Murena revela otros recursos
de brega electoral menos disculpables; y se
10 PROBLEMAS ARGENTINOS

menta cierto tratado de solicitationey atribuido


á su hermano, en el cual parece que esas arti-
mañas políticas fueron desembozadamente exhi-
bidas y condenadas. No conocemos, de pluma
inglesa, un tratado de la patología política de
Inglaterra, comparable al que Seaman escribió
de los Estados Unidos; pero circulan los diarios
por el universo entero y las novelas de Bulwer
y de Dickens. Todos los vicios detallados en esa
biblioteca de clásicos y modernos se aglomeran
en una elección argentina, y son cómplices de
ellos todos los partidos. Mas á los vicios roma-
nos y sajones se une el vicio francés: la candi-
datura oficial, que siendo en Francia doctrina-
riamente confesada, concita todos los disidentes
á una resistencia común que la victoria suele
favorecer; y siendo clandestina en esta Repú-
blica, acaba, sin embargo, por absorberlo todo.
Los gobernadores de nuestras provincias se
expiden recíprocamente la Bula de oro; y si
esto se niega, será por capricho ó para confesar
que la reciben de arriba ó de los clubs. Lo que
no se puede negar, es que ellos son los grandes
electores, los electores preponderantes, los úni-
cos electores. Los partidarios que comunican
con ellos añaden sobornos y fraudes á sus vio-
lencias: sus opositores hacen lo que pueden, es
decir, quejarse y censurar, si no hallan algún
gobernador disidente á quien adherirse para
beneficiar de sus opresiones, ayudándole con
otros fraudes y otros sobornos. En una palabra,
los partidos son generadores y clientela de pa-
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 11

trones electorales, y el pueblo va, como el pájaro


de la fábula, dando plumas para las flechas.
Hay, por consiguiente, un vicio en el funda-
mento de cada situación política; de suerte que
la vida nacional no puede conservarse sino res-
guardada en el recinto de la legalidad exterior.
Los partidos opositores suelen sublevarse con-
tra ella. Yerran radicalmente haciéndolo, porque
del defecto moral que hay en su base, no es lí-
cito deducir la legitimidad de la insurrección,
cuando emana de costumbres pervertidas que á
todas las facciones envuelven en idéntica res-
ponsabilidad, y cuando el respeto á la ley posi-
tiva y á las autoridades jurídicamente estable-
cidas es el único punto de apoyo del orden
Social y de la subsistencia política de una na-
cionalidad. La protesta por lo demás, antes sue-
le ser utilitaria que moral, y más bien se ende-
reza á derrocar un partido que á restablecer el
imperio de la justicia y de la verdad, muy raras
veces resultado de conflagraciones y desórde-
nes.
Se ha de considerar, no obstante, que se empe-
cinarían menos los partidos en su hostilidad y
serían menos ardorosas sus invectivas contra
los gobiernos, si no temieran que, así como un
abismo llama á otro abismo, el dolo originario
de cada situación sea antecedente del dolo ori-
ginario de la situación subsiguiente. Así, cada
gobernante que se apasiona en una cuestión
electoral deja caer de sus manos la paz de la
República. Ni se pondere, porque ello excede á
12 PROBLEMAS ARGENTINOS

toda ponderación, el enorme extravío de los que


oponen al desacatamiento del adversario el
favoritismo beneficioso de los suyos, á las pro-
testas, presiones que provocan reacción, repre-
salias al ataque, intolerancia á los rencores, que
se encadenan en abominable serie de injusticias
hasta llegar á las catástrofes.
No entendería por completo los caracteres de
nuestra vida política, aun conociendo los estra-
gos nacidos de estas costumbres tenuemente
diseñadas, quien prescindiera de otro fenómeno
de igual gravedad: el fenómeno de la descom-
posición de los partidos. Los partidos se des-
componen en el gobierno y en la oposición; cam-
bia el proceso del mal en uno y otro caso, pero
su etiología es la misma.
Los partidos en el gobierno, labrados por la
ambición de imperar, apostatan y se anarquizan.
Cualquiera de ellos es capaz de seducir a quien
sea capaz de darles crédito. Mas renuncian á
todo anhelo de seducción así que se apoderan
del gobierno, fin último de todos los partidos
que en realidad no se congregan por la comuni-
dad de un sistema de ideas y de propósitos de-
terminados y conscientes. Una vez victoriosos,
confían en la fuerza para apoyarse. La fuerza es
sin duda un instrumento de estabilidad política,
y un recurso legítimo de los gobiernos para
doblar las resistencias que puedan serles violen-
tamente opuestas. Un gobierno, sin embargo,
aunque no afecte la forma republicana, necesita
ser justo en sus designios, justo en sus móviles
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 13

y justo en sus condiciones de existencia. El pa-


dre Mariana diría á qué se expone en caso con-
trario. Y sin llegar tan lejos como el padre
Mariana, el vulgar buen sentido indica la intrín-
seca necesidad de la justicia para la solidez de
la autoridad. La fuerza no es fuente ni signo de
justicia. La justicia, al revés, hace á la fuerza
casi siempre superflua. Entre una y otra no me-
dia vínculo necesario de afinidad. La fuerza es
un hecho y sirve para apoyar hechos. El dere-
cho estriba en la justicia; y como quiera que
todo derecho es una relación, y las relaciones
cambian con la posición respectiva de los suje-
tos ó de las cosas, para que el derecho de la
autoridad sea constante, es menester que su
relación con los subditos sea constantemente
justa. De aquí se sigue, que los gobiernos nece-
sitan armonizar sus intentos y sus actos con las
conveniencias morales de la sociedad que diri-
gen. En otros términos, los gobiernos se han
de apoyar forzosamente en la adhesión de la
sociedad, que no puede negársela si ellos pro-
curan su bien. Confiando exclusivamente en la
fuerza, niegan el imperio y el valor de la justicia,
al mismo tiempo que adoptan una base delezna-
ble. La expresión física y moral de la fuerza es
el ejército, con cuya fidelidad pueden los go-
biernos contar mientras lo preservan de las
pasiones políticas. Si se le da un papel activo
en la rivalidad de los partidos, no siempre será
instrumento dócil en manos de sus jefes jerár-
quicos. La obediencia militar es ley disciplina-
14 PROBLEMAS ARGENTINOS

ria en la función propia del ejército, que es la


guerra; pero de ningún modo en las funciones
políticas á que impropiamente se le aplique. Por
esta razón, el empleo del ejército en la política
absorbe poco á poco la actividad de la nación
bajo la influencia militar, y los gobiernos de
fuerza dejan en herencia á los estados las dema-
gogias pretoriales, como en grande escala, suce-
dió en el imperio romano, y en escala más redu-
cida, acaece en el Perú y el Uruguay, víctimas
del mal contemporáneo de España, contra el
cual tan diestras y enérgicas precauciones aca-
ba Chile de tomar. Esta adopción de la fuerza
por resorte conservador es una clara apostasía
de los partidos, que promulgan el derecho para
seducir la opinión nacional, y la inmolan ó la
olvidan cuando pueden, con cierto vanaglorioso
soldado del czar de Rusia, declarar que no hay
razones ni protestas más sonoras que un redoble
de tambor-
Ademas de descomponerse abjurando, se des-
componen anarquizándose. Los resplandores
de sus triunfos apenas encubren las rivalidades
íntimas que los gangrenan. Los partidarios se
disputan primero las dignidades, en seguida la
influencia, y pululan las ambiciones en las al-
mas. Cada partido victorioso es una almáciga
de aspirantes: cada individuo capaz de una in-
triga se vuelve núcleo de una operación subte-
rránea, sueña una candidatura y sacrifica á su
sueño los intereses que legalmente encabeza, la
lealtad que debe á los suyos, el respeto y el
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 15

honor que debe á las instituciones de su país y á


la conciencia nacional. Esta anarquía neutraliza
todo el vigor impulsivo de los partidos, esterili-
za su victoria, subordina la conducta política de
los gobiernos á los estrechos intereses que de
ella surgen, y despoja á los hombres que la fo-
mentan de todos los recursos propios para des-
empeñar sus funciones públicas, en las cuales
sólo aman el influjo que les prestan ocasional-
mente, por cuanto es conducente á satisfacer
sus concupiscencias.
No menos activamente se descomponen los
partidos en la oposición. Cuando gobiernan, por
lo menos robustecen el principio de autoridad,
aunque lo tuerzan y maleen; y este principio es
el eje de la ordenación social. Así que desapa-
rece, el Estado se desmorona y la sociedad se
disloca. No basta que se le reconozca y confiese
en la región de las teorías puras: para ser fe-
cundo ha de ser eficaz, es decir, positivo y real,
concretado en instituciones activas, caracteri-
zado por atributos visibles y externos que no
encuentra sino en la existencia de poderes polí-
ticos respetados y tan poderosos como es me-
nester para imponer la obediencia. Los partidos
en la oposición reducen con demasiada frecuen-
cia el principio de autoridad á la categoría de
una expresión abstracta, á la cual prestan una
adhesión meramente intelectual, procediendo en
el dominio de los hechos, respecto de los agen-
tes legales que lo representan, como si la obe-
diencia fuera una obligación consensual, según
16 PROBLEMAS ARGENTINOS

la paradoja del siglo pasado, y los vicios políti-


cos originarios de una situación la anularan de
derecho. Después del fracaso de la intervención
nacional de 1861 y la caída consiguiente de las
autoridades que la decretaron, se llegó á formar,
con el nombre de partido nacionalista, un parti-
do de gobierno, que revelaba claridad de miras
en una grave cuestión política: la consolidación
de la nacionalidad argentina, y en una seria
cuestión económica: la mejora de la viabilidad
interior. Reclutó hombres eminentes, desarrolló
sentimientos moderados y reparadores, sacrificó
cuestiones subalternas absorto en el glorioso
empeño de reconstituir la patria profundamente
perturbada, y logró dejar al país el gran ferro-
carril central, y darle cohesión para afrontar
con honra una guerra nacional. Contra ese par-
tido se formó otro de oposición, en el cual se
aglomeraron todos los disidentes, dispersos por
su filiación política y la diversidad radical de
sus tendencias: rosistas, urquizistas, chachistas,
aparaguayados, autonomistas de Buenos Aires,
federalistas del Interior: concurso, no poco tu-
multuoso y abigarrado, que lo arrojó del gobier-
no á la oposición. Ha hecho dos revoluciones
en seis años: se ha mantenido en protesta con-
tra los poderes públicos cinco años de siete que
van transcurridos desde líi elección del doctor
Avellaneda, ha capitulado con el localismo de
un partido bonaerense hasta seguirlo en la tra-
gedia de 1880; y se descompone hoy día:—1.° por
haber adherido á propósitos que antes afanosa-
LA VIDA POLÍTICA Y SU ESTERILIDAD 17
•v
mente combatiera; 2.° por dar ocasión á que sus
adversarios le arrebaten su bandera; y final-
mente, por su reiterado recurso á las armas que
da ínfulas de conservadores á los politiquistas
más revoltosos y bullangueros.
Esta descomposición de los partidos en el
gobierno y en la oposición, proviene de que no
militan por una contradicción de principios.
Concuerdan entre sí en el orden constitucional,
porque todos aceptan el régimen republicano y.
federal; concuerdan en el orden civil, porque
todos son socialistas más ó menos radicales ó
inconscientes; concuerdan en el orden doctri-
nario, siendo unánimemente naturalistas ó ra-
cionalistas, á lo menos si se les considera en
globo; y como limitan su atención á las cuestio-
nes electorales, resulta que son utilitarios en
uno de los sentidos menos elevados de la pala-
bra. Sus disidencias versan únicamente sobre el
goce y ejercicio del poder. El conflicto de las
ambiciones resume la cuestión política. De aquí
dos decepciones. Una afecta los objetos y miras
del gobierno: se gobierna en beneficio de los
partidos, de cuyo bien se piensa que seguirá el
bien nacional; luego, el gobierno es oligárquico
en sus fines. Otra decepción afecta la teoría y la
práctica de las instituciones representativas: la
teoría, en cuanto el principio de la soberanía
nacional es reemplazado, aun en los estatutos
fundamentales de la República, por el principio
de la soberanía popular: su práctica, porque las
costumbres sustituyen á la soberanía popular la
18 PROBLEMAS ARGENTINOS

soberanía de los partidos; luego, el gobierno es


oligárquico en su esencia. Estas dos decepcio-
nes esterilizan la vida política.

II
D E F E C T O S D E LA VIDA SOCIAL

Sólo una tercera parte de la población argen-


tina vive en agrupaciones urbanas. Podría des-
contarse de ese total el vecindario de los pue-
blos subalternos; y limitado el cómputo á los
habitantes de las capitales, quedaría reducido
al quinto de la población. Aún esta cifra nece-
sitaría análisis para clasificar los centros urba-
nos, distinguiendo los que tienen verdaderos
caracteres de ciudad de los que, en rigor, care-
cen de ellos, cualquiera que sea su categoría po-
lítica. Pero no divagaremos en prolijidades.
Basta considerar que, por lo menos, las dos ter-
ceras partes de la población es campesina para
convenir en que van errados los que atribuyen
al pueblo argentino, considerado en masa, las
aptitudes, genialidad y modo de ser propios de
la minoría domiciliada en ciudades. Es un hecho
que la sociedad argentina recibe su prestigio
exterior de esa minoría preponderante; mas,
prescindiendo del resto de la población, no es
dable estudiarla sino muy superficial y muy in-
completamente.
Apenas se leerá un documento relativo al es-
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 19

tado de la instrucción pública, por impregnado


que sea de optimismo oficial, que no reconozca
paladinamente el ínfimo grado de ignorancia en
que permanecen las masas campesinas. Esta
falta de cultura intelectual es mucho mayor de
lo que revelan las estadísticas, aunque sean sin-
ceramente formadas, porque los censos cuentan
como instruidos á todos los que concurren á
una escuela durante su niñez, sin estimar el
tiempo de su concurrencia, el provecho de ella
obtenido, ni el grado real de cultura que poseen
en la madurez de la vida, las más veces nulo
aún entre los que han seguido el aprendizaje de
las escuelas primarias, que sólo suministra me-
dios de estudio casi siempre desaprovechados
en las campañas. La ignorancia, por otra parte,
es uno de los aspectos de la barbarie; pero á la
barbarie intelectual hay que añadir la barbarie
moral y de las costumbres. Bajo estos concep-
tos, el estado de las gentes campesinas es igual-
mente doloroso. Una masa popular janiás llega-
rá probablemente á recibir la iniciación científi-
ca que le prometen filántropos visionarios. No
dejará por esa circunstancia, inmodificable, se-
gún acredita la experiencia, de ser una entidad
civilizada, dado que la refrenen y dirijan co-
rrectas nociones religiosas y morales, cuya difu-
sión se verifica en cualquier muchedumbre evan-
gelizada. Si por lo contrario, las nociones de
este orden no penetran las conciencias ni inspi-
ran las costumbres, la masa, ignorante y desmo-
ralizada á la vez, estará en la barbarie, siquiera
20 PROBLEMAS ARGENTINOS

su espíritu sea inocente y generosa su índole.


Este es puntualmente el caso en la República
Argentina. Según el censo de 1869, son ilegíti-
mos doscientos once de cada mil nacimientos.
Es casi cierto que estas cifras están abajo de la
realidad, y sólo expresan hechos confesados du-
rante la operación censal, á que deberían aña-
dirse todos los ocultados por buena fe ó por ma-
licia. No agregaremos números conjeturales.
Los expuestos prueban por sí solos que la bar-
barie hace en las campañas argentinas, bajo
este aspecto, mayores estragos que la corrup-
ción en las ciudades más relajadas de Europa.
Bastarían á la vez para inducir el número de
uniones irregulares existentes, si el de las con-
fesadas no manifestara un desorden de costum-
bres, variable de provincia á provincia, pero
que avergüenza considerado en conjunto, si-
quiera no pase en ciertas localidades, Córdoba
por ejemplo, la medida ordinaria de los vicios W-

(I) Tomando la cifra total de habitantes de catorce años, en que


principia la pubertad, p a r a adelante, y el de personas amanceba-
das, según los registros del censo, resulta, por ejemplo, que en la
provincia de Córdoba estaban en razón de 1 por cada 64, en las de
Mendoza y San Juan 1 por cada 30, en la de Salta 1 por cada 28,
en la de Buenos Aires 1 por cada 23, en la de San Euis 1 por cada
16, en Corrientes 1 por cada 15, en Rioja y Jujuy 1 por cada 12, en
Entre Ríos 1 por cada 9!—En el calculo de la provincia de Buenos
Aires están englobados los datos de la Capital y la Campaña. Ana-
lizándolos resulta en la ciudad 1 por 46, y 1 por cada 17 en la cam-
paña. Así la masa de la provincia de Buenos Aires á que atribuye
el censo 32 grados de instrucción, está en escala de moralidad infe-
rior á la de Santiago del Estero, á que atribuye 8 grados, y que sóío
tiene 1 amancebado por cada 63 habitantes adultos, & salvo error ú
omisión del Censo,
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 21

No es de maravillarse. Ni Hidalgo, ni Asca-


subi, ni mucho menos Del Campo, han llegado,
entre nuestros poetas populares y gauchescos,
á la altura filosófica en que toca el versificador
más incorrecto de todos, don José Hernández.—
Martín Fierro es el tipo culminante del gaucho,
es decir, el producto más completo de una so-
ciabilidad injusta, operando sobre una naturale-
za ingénitamente poderosa y activa. Pero pre-
cisamente por ser extraordinario como la poe-
sía lo requiere, no puede guiarnos en los estu-
dios sociales sino sugestiva y elementalmente.
El campesino es superticioso y es fatalista.
La superstición y el fatalismo nacen en su alma
de la ignorancia, y son alimentadas por el infor-
tunio. La creencia nativa en lo sobrenatural y
corrompidísimas nociones religiosas, la soledad
y sus vagas melancolías, el tinte poético que la
naturaleza da á los corazones desenvueltos en
su contemplación, pónenle en contacto con lo
invisible y le despiertan el apetito de lo supe-
rior y lo infinito, aquella nostalgia que arrastra
á las quimeras politeístas é idólatras las razas,
en grado análogo de barbarie, cuando no están
contenidas en la expansión enfermiza de la sen-
sibilidad, á lo menos, por la idea inicial de la
unidad de Dios. La superstición es una variante
del mismo fenómeno. Se une en el espíritu de
nuestros campesinos al fatalismo, y recíproca-
mente se compenetran. Cuanto alcanza la tra-
dición hacia lo pasado es para los hombres de
su clase una historia de dolor, seguida de gene-
22 PROBLEMAS ARGENTINOS

ración en generación. Crecen y mueren sin vín-


culo moral. Tienen por irremediables los males
que les agobian en vista de su perpetuidad, y su
vida angustiada, ni inquieta ni conduele á las
clases preponderantes, desdeñosas y olvidadi-
zas. Los fuertes se defienden como Martín Fie-
rro, mas la muchedumbre ni se venga, ni se
queja: se sumerge en la mustia conformidad del
fatalismo. Así pierden a l a vez todos los princi-
pios de la moralidad, los principios que refrenan,
los principios que impulsan, los que alejan del
mal, los que elevan en el amor y la práctica del
bien. El vicio y la virtud, voces para ellos sin
sentido definible, la disolución y la honestidad,
la beneficencia y el crimen, son accidentes de
que ni se glorifican ni se humillan, peripecias
inevitables de un drama, cuyos móviles están en
manos de hados implacables. El imperio de las
pasiones no encuentra resistencia. La estadística
dice todo lo demás que callaremos.
Poco ó nada ha alterado la inmigración ex-
tranjera estas condiciones morales de la masa
campesina. Una parte de ella se aisla en las co-
lonias, que apenas comunican con los naciona-
les. Otra parte los ha desalojado, ó va en cami-
no de desalojarlos, expulsándolos de las comar-
cas próximas á centros cultos y relegándolos á
las regiones en que la grande extensión de las
propiedades rurales, permite el pastoreo de ga-
nados mayores, única industria, cuyo monopolio
conservan hasta ahora. La agricultura es ex-
plotada por los extranjeros, así como la cría del
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 23

ganado lanar. Por lo demás, las masas europeas


que se instalan en nuestras campañas, antes
bajan al nivel de los gauchos que los elevan á la
altura de civilización que gratuitamente se les
atribuye. Es una ilusión, como otras muchas
predominantes en nuestra legislación económi-
ca y política, la esperanza de que serán regene-
radas las muchedumbres argentinas por el esta-
blecimiento de muchedumbres inmigradas. A
menudo los inmigrantes valen tanto como los
campesinos nacionales; y si alguna superioridad
poseen respecto de ellos, les aventajan también
en malicia é insanidades de espíritu, que com-
plican, en vez de mejorar, las condiciones de la
sociedad. Y sea dicho, pues se trata de compli-
caciones, que buena porción de extranjeros, aún
entre los que no se afocan en las colonias, viven
segregados del elemento nacional sin aprender
su idioma y á veces sin enseñarlo á sus hijos,
ciudadanos argentinos por naturaleza según las
leyes d é l a República (*)• Nada, en una palabra,
ha progresado ni progresará en lo porvenir la
cultura de los gauchos por el ejemplo é influen-
cia de la inmigración extranjera.
No toda la población de los campos está dis-
persa ni vaga como los pastores nómades. Las

(1) En esta resistencia á mezclarse en la masa nacional son nota-


ble los irlandeses por su obstinación. Conspiran á favorecer su p r o -
pósito diversas circunstancias que no es del caso enumerar; cuan-
do lo atenúan y parecen tomar mejor dirección, se empeñan en
otros no menos peligrosos. El encabezado por el Club «General
Brown» es singularmente perjudicial.
24 PROBLEMAS ARGENTINOS

divisiones administrativas de la campaña po-


seen centros organizados que sirven de asiento
á las autoridades locales. Pero su organización,
costumbres y funciones reclaman crítica. No
hay en la República Argentina un politiquista,
un ambicioso, un gobernante, un agitador de
club ó de diario, un patriota profesional de ciu-
dad ó campaña, en cuyos labios no esté aquella
trivial sentencia de Tocqueville: «el gobierno
municipal es la escuela primaria de la liber-
tad»... La esterilidad de la máxima está, sin em-
bargo, en razón directa de su popularidad. No
sin causa. Cuando se habla de la libertad, entre
argentinos, como entre la máxima parte de los
estatólatrás modernos, se entiende hablar de la
libertad política; y como la libertad política es
un instrumento de acción confiscado por los
partidos, puesto que aspiran á torcer los fines
del gobierno, monopolizando sus beneficios, es
cosa llana que no entiendan la máxima de Toc-
queville, y que si la entienden, eludan su aplica-
ción. Tocqueville discurría bien en dos sentidos:
1.° porque el ejercicio del derecho en el gobierno
de propios arbitrios habilita el cuerpo de ciuda-
danos para obrar en la esfera política sin ceder
á opresores, á charlatanes, ni á hipócritas que
llegan por maña á la usurpación á que no se
atreverían á ir por fuerza; 2.° porque el gobier-
no de propios arbitrios, considerado como con-
dición fundamental y forma orgánica de la li-
bertad civil que consolida y expresa más natu-
ral y umversalmente que cualquier otra institu-
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 25

ción del derecho público, tiene mucha mayor


trascendencia que considerado como escuela de
libertad política. En ambos sentidos es incom-
patible con los intereses de los partidos. Los
partidos sólo quieren la libertad política en la
medida y condiciones favorables á su predomi-
nio: la libertad civil, bien definida y planteada,
les es radicalmente antipática, porque todas las
oligarquías tienden al despotismo, y cualquier
disminución de la autoridad del Estado despoja
al poder de alguno de los atractivos que encien-
den su ambición. Por esta causa, todos Ios-par-
tidos, una vez que se a d u e ñ a n del gobierno, es-
torban, echando mano d é l o s recursos más odio-
sos, el establecimiento y desarrollo del derecho
municipal, y en suma, las libertades locales no
existen en la República A r g e n t i n a .
Así, los centros de población de la campaña
son regidos por agencias del gobierno político,
desmembraciones de las oligarquías opresoras
que acampan en las ciudades. L a s gentes seden-
tarias, que mejor acomodadas y más en aptitud
de cultivarse intelectual y moraímente, podrían
si tuvieran iniciativa y libertad, reaccionar ope-
rando sobre la masa para elevarla, carecen, en
virtud de estos vicios institucionales, de poder
eficaz, y son avasalladas p o r los enjambres que
las hordas politiqueras de las capitales disemi-
nan en las campañas, ó se pliegan á ellas p a r a
servirles de instrumento y compartir los benefi-
cios de la opresión. Todos los vicios son difusi-
vos y el egoísmo como pocos. La libertad poli-
26 PROBLEMAS ARGENTINOS

tica vierie á ser un engaño y un azote: un enga-


ño, porque todos los actos electorales son simu-
lados, y cuando por maravilla sean auténticos,
se verifican por fuerza é inconscientemente, y
un azote, porque la capacidad legal de elegir se
convierte para los ciudadanos en un motivo de
servidumbre. Funcionarios, intrigantes y clu-
bistas los obligan á concurrir á los comicios, y
cooperar al triunfo de sus empeños personales.
Más sombrío carácter toma esta servidumbre si
la pasión facciosa llega á su temperatura máxi-
ma. El frenesí oligárquico lleva entonces nom-
bre de entusiasmo popular; y las multitudes son
arrastradas á armarse, fingiendo que las impulsa
un arrebatamiento espontáneo, tan mentiroso
como la degenerada libertad, á cuya sombra se
les esclaviza en tiempos menos turbados.
Sintetizando estos rasgos fisionómicos de la
República Argentina, diremos en breves térmi-
nos, que la población campesina es heterogé-
nea, bárbara y oprimida.
La población urbana no es menos abigarrada
por su composición, principalmente en el litoral,
y más que en ninguna parte, en Buenos Aires,
más bien que ciudad, hospedería cosmopolita á
la manera de Nueva York, y en condiciones
menos favorables por carecer de gobierno mu-
nicipal. Las ciudades mediterráneas son teatro
de una burguesía díscola, agitada por ficciones
políticas que disfrazan, como en los pueblos de
campaña, las contiendas personales y de familia
convirtiéndolas en cuestiones de partido. La
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 27

susurración se transforma en opinión pública,


y el nepotismo en táctica de gobierno. Es pro-
bable que la desmembración de la provincia de
Buenos Aires la baje á la misma esfera. Enton-
ces, y considerando las cosas bajo su aspecto
puramente social, la República Argentina será
una colección de núcleos medio disueltos por
las rencillas, rodeados de muchedumbres incul-
tas y gobernados desde un hotel. Los proble-
mas del orden social se ponen más de relieve á
medida que las evoluciones políticas se comple-
tan. La República Argentina ha adquirido la
instrumentalidad de su gobierno. Es fuerza pre-
ocuparse de su forma sustancial.
Dos anhelos absorben los espíritus en las
regiones superiores de la sociedad: el anhelo
de la libertad y el anhelo de la riqueza.
No es menester justificarlos: su legitimidad
es una convicción en todas las mentes, y dos
pasiones, el orgullo y la codicia, conspiran á
enardecerlos.—Una sociedad no puede ser cons-
tituida en armonía con sus fines, sino bajo la
influencia de la libertad, ni será eficiente en to-
das sus direcciones sin crear y desenvolver ri-
queza.—El error del argentino, común en Amé-
rica y casi todas las naciones contemporáneas,
está en el exclusivismo de sus anhelos, en la
reducción indefinida de sus ideales.
Ya hemos indicado que sólo la libertad polí-
tica nos enamora. Entre tanto la libertad políti-
ca es preciosa si el espíritu de partido no la
corrompe, porque sirve de garantía á las liber-
28 PROBLEMAS ARGENTINOS

tades civiles, esto es, asegura la solidez de to-


das las condiciones jurídicas de vida y desarro-
llo del ser humano, según su ley moral, en el
seno de la sociedad. La libertad política puede
dar un estructura más ó menos seductora á los
gobiernos; pero será una verdadera decepción
si otras instituciones no limitan el poder gober-
nante considerado en su entidad, y aparte sus
formas accidentales; de suerte que, siendo mo-
nárquico ó republicano, federal ó unitario, sea
liberal en sustancia, por ser respetuoso de to-
dos los derechos, moderado en la extensión de
sus atribuciones, retenido dentro de la esfera de
la vida pública, y prescinden te respecto de las
relaciones, y medios de regirlas, que afecten ex?
elusivamente la vida privada.
Hay órdenes de intereses naturalmente comu-
nes ó nacionales, cuya dirección compete al
Estado, fuente y vigilante de las reglas que los
presiden. Los h'dj meramente privados, en los
cuales no puede intervenir sin manifiesta tira-
nía. Los hay mixtos, en que le incumbe diver-
so papel según la índole de cada uno, como con
pocos y breves ejemplos se explicará más claro.
La familia afecta á la vez la moral, la sociabili-
dad, la vida privada y la vida pública. Es mucha
verdad que el Estado debe protegerla y definir
las relaciones civiles que de ella nacen; mas es
una evidente usurpación de su parte arrogarse
la autoridad de constituirla, porque el Estado
supone la sociedad, y la sociedad organizada
supone la existencia de la familia, que recibe su
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 29

carácter de la naturaleza que el Estado no pue-


de cambiar, y de la religión que el Estado no
puede regir. La ley del matrimonio tiene su
fuente en la primitiva manifestación de la volun-
tad divina, en la institución de los Sacramentos
por Cristo, en la autoridad de la iglesia final-
mente. Confinando en conexión con el matrimo-
nio, el poder del Estado, á los límites que se
siguen de estas circunstancias, se emancipa la
familia sin descuidar el orden externo y civil de
las naciones, ó lo que es igual, se organiza la
sociedad bajo el principio de libertad. Proce-
diendo al contrario se subordina la familia á un
poder ilegítimo, y se construye un Estado om-
nipotente á$ semblanza greco-romana. De aná-
loga manera discurriríamos respecto de la edu-
cación y la enseñanza. Si la familia tiene una
existencia natural, tiene naturalmente un papel:
ese papel abarca entre otras funciones, la de
gobernar y educar los niños. Su autoridad en
este punto consta del derecho natural y del de-
recho divino. Luego, la enseñanza es materia
de acción libre, porque no es de incumbencia
genuina y necesaria del Estado, antes es de in-
cumbencia de la familia, bajó la inspiración de
la Iglesia, órgano y depositario del derecho
divino que se le confiere. Aceptamos sin dificul-
tad ni restricción que la enseñanza afecta inte-
reses nacionales, aún políticos y económicos:
que, por otra parte, si es derecho de los pa-
dres educar, es ala vez derecho de los niños ser
educados, y la sociedad debe protegerlos en él,
30 PROBLEMAS ARGENTINOS

como á todas las personas en los suyos. De


aquí se sigue, que es legítima alguna interven-
ción del Estado en asuntos de enseñanza; pero
tan sólo un papel concurrente y subsidiario, sin
que jamás pueda razonablemente llegar al mo-
nopolio ni á un absoluto imperio, por no ser una
de sus funciones naturales y permanentes.
Ahora bien, no se negará que la organización
del Estado con poderes para constituir la fami-
lia prescindiendo de la Iglesia, y para regir la
enseñanza y la educación prescindiendo de la
Iglesia y de la familia, es de fado compatible
con la mayor extensión dado al derecho electo-
ral, á la admisibilidad de los individuos en las
funciones públicas, á la amovilidad de los go-
bernantes, á la autoridad parlamentaria, á la fa-
cultad de censurar el gobierno é influir sobre él
por la petición, la asociación y la prensa, á to-
das las franquicias, en una palabra, cuyo con-
junto forma la libertad política. Vense de esta
manera los caracteres diferenciales por los cua-
les se puede discernir la libertad civil de la liber-
tad política: la posibilidad de que no coexistan
una y otra, y el engaño de los doctrinarios que
creen seguro el bien común cuando han estable-
cido la libertad política, medio y no fin de las
instituciones de gobierno, y particularmente co-
rruptible siempre que está disociada de la liber-
tad civil.
Los oligarcas y los facciosos promulgan de
buena gana la primera. Para adaptarla á sus
conveniencias les basta defraudarla, y son fer-
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 31

tilísimos en ardides. La libertad civil no es pa-


sible de las mismas captaciones. Cuando se deja
de amarla es menester suprimirla totalmente, ó
abolir, por lo menos, aquellos elementos suyos
que sean especialmente antipáticos á los opre-
sores. Apenas hay un derecho civil tan hostili-
zado en nuestros tiempos como el de las corpo-
raciones tenidas por contradictorias con los ca-
racteres del Estado moderno;—y la causa de
este fenómeno está en la tendencia del Estado á
la centralización pagana, y el imperio de las
sociedades secretas inconciliable con la libertad
de las asociaciones públicas. No podía menos
de conducir á tan deplorable extremo el influjo
del naturalismo preponderante. Conviniendo en
que el Estado no está subordinado al Evange-
lio, y que la ley civil no debe ser informada pol-
la ley divina, á primera vista parece que no se
hiciera del Estado sino una entidad imparcial
en materias religiosas; pero la verdad es que
siendo esa imparcialidad atributo de la sobera-
nía, y siendo función de la soberanía regir todas
las entidades agrupadas en sociedad, se confie-
re al Estado imperio sobre las cosas religiosas,
desde que considera la religión como una sim-
ple opinión que vincula mayor ó menor número
de subditos suyos; y así se transforma en teoría
la pretensión josefista, se avasalla la Iglesia y con
ella la familia, que si no recibe la independen-
cia de su carácter sagrado cae bajo el poder ex-
clusivo del Estado. Destruida la autonomía de
la Iglesia y de la familia, quedan extinguidas
32 PROBLEMAS ARGENTINOS

todas las fuentes y suprimidas todas las condicio-


nes cardinales de la libertad civil. Supongamos
derribados todos los tronos, gobernadas todas
las naciones bajo el sistema republicano, des-
envueltas hasta sus últimos grados las liberta-
des políticas, y preguntemos qué progreso real
habrán conseguido las sociedades humanas y
qué terreno habrá conquistado el dominio del
derecho y de la justicia en el mundo? Nuestro
ideal no pasa de ser una triste ilusión.
Otro anhelo que nos ocupa es el de la riqueza.
No insistiremos en ponderar las ventajas que las
sociedades reportan de ella; pero al problema
de su pxoducción, subsigue el de su distribución.
La riqueza de cualquier manera que sea aglo-
merada, imprime fuerza á las naciones y les da-
brillo. Mal distribuida, no obstante, genera con-
flictos, precipita inmoralidades y enciende dis-
cordias. El principio de la propiedad privada,
en el derecho civil; y la igualdad de las perso-
nas en el derecho público, bastan para asegurar
la paz, en el orden económico de las sociedades,
mientras sus principales industrias sean la cría de
ganados y el cultivo del suelo, y en tanto que la
tierra poseída y descuajada sea poca en razón
con el dominio territorial de la nación. Ese es-
tado puede prolongarse mucho tiempo, pero
cambia por completo más ó menos tarde, y se
modifica parcialmente luego'que llegan á formar-
se grandes agrupaciones urbanas, y con la acu-
mulación de recursos, se despiertan apetitos y
necesidades facticias que complican la vida, re-
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 33

finando los gustos y las costumbres. La liber-


tad del trabajo y el régimen del salario, según
el plan hoy día deducido por los economistas de
los principios sociales en que estriba la prospe-
ridad de los estados fisiocráticos, son insuficien-
tes para garantirla, en el sentido elevado y mo-
ral de la palabra, cuando se entra al período
de las industrias fabriles, que es el grado culmi-
nante del desarrollo económico. En este punto
se desatan las borrascas. Aunque no sean ellas
un peligro inmediato para la República Argen-
tina, es sin embargo rápido el paso que lleva-
mos en la riqueza, y sería insano desafiar lo
inesperado, adormecidos por principios falaces.
Entretanto, es doloroso observar el influjo exclu-
sivo que ejercen las máximas más bajas y duras
del materialismo económico. El condensa todos
los errores y prepara todas las tempestades. Se
revela en este síntoma: la preferencia dada so-
bre todas las ventajas y conveniencias de la vi-
da social y privada, á la adquisición y aumento
de la riqueza. El trabajo es una ley moral: la
fortuna suele ser su legítimo resultado; pero el
trabajo acometido sin consideración á su carác-
ter intrínseco y á sus efectos sobre la disciplina
de las pasiones y de las costumbres, y endere-
zado sólo á enriquecerse y sólo alentado por
la codicia, es un positivo trastorno del orden
moral, que compromete las conciencias y las
sociedades. La codicia repele la caridad: luego
destruye la armonía entre los hombres subordi-
nando sus relaciones á móviles egoístas. La co-
34 PROBLEMAS ARGENTINOS

dícia despierta en los hombres á quienes no-


vuelve avaros una necesidad insaciable de-
goces; luego desarrolla la sensualidad y hasta
la molicie, porque aún las acciones humanas
mejores en sí mismas se tornan perniciosas
cuando las guían sentimientos impuros. La
sensualidad esteriliza á los individuos que do-
mina y se difunde, por contagio, en las socieda-
des que penetra. Una forma sui generis de igua-
litarismo aparece bajo su influencia: la aspira-
ción universal de todos los hombres á disfrutar
de los mismos placeres, á compartir los mismos
solaces, á ufanarse del mismo boato y de las
mismas ostentaciones. Otro vicio nace de aquí:
el lujo. No faltan economistas que hayan pre-
tendido amnistiarlo, so pretexto de que sea fa-
vorable á la circulación de los valores. Séalo,
norabuena; pero ningún pensador, á menos de
arrastrarse en el materialismo más abyecto, jus-
tificará jamás, aún prescindiendo de la enseñan-
za religiosa, una pasión que sacrifica á pueriles-
vanidades el honor}- la virtud. Esta progresión
de las paradojas hacia el vicio, de los errores
intelectuales hacia el estrago moral amenaza la
República y no será, de cierto conjurado, por
oligarquías imprevisoras ni sofistas ambiciosos.
La reacción h a de nacer de la familia y de la
educación, únicos instrumentos eficaces p a r a
regenerar las sociedades purificando y elevando
los caracteres.
La familia argentina es sana. El escepticismo
no ha pervertido el corazón de las mujeres. Vive
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 35

purísimo en ellas el sentimiento de la materni-


dad y el amor conyugal más acendrado y ge-
neroso. Las corrientes enfermizas que inundan
la sociedad no han conseguido disgustarlas del
culto religioso, que alimenta en las almas la vida
sobrenatural, y enciende los nobles desprendi-
mientos de la piedad. El amor de Dios las con-
serva fieles á todos los amores elevados. P o r
eso no declinan en el espíritu de sacrificio, re-
sorte eminentemente cristiano, y principia
conservador de la autoridad famílica. Poder pa-
terno y abnegación paterna son dos h e c h o s
armónicos en la economía moral. Todo podrá
desmoronarse zapado por el materialismo revo-
lucionario, menos la familia, mientras en su
seno padres ó madres sean capaces de inmolar-
se por sus hijos. Existen, sin duda por anomalía,.
mujeres frivolas y dadas á las necedades teatra-
les del llamado gran mundo, mas esos tipos
excepcionales chocan con el carácter dominan-
te en la mujer argentina, cuya fecundísima ab-
negación une y vigoriza la sociedad doméstica.
Por otra parte, el Código Civil h a respetado
los principios que rigen la constitución de la
familia más que la generalidad de las legisla-
ciones modernas. El matrimonio civil es un
elemento capital en la obra de laicización de la
sociedad acometida por las fuerzas siniestras
que van apoderándose de los Estados contem-
poráneos: destruyela familia,porque la despoja
de sus garantías de subsistencia, y elimina de
su seno el espíritu que la inspira y alienta: deja
36 PROBLEMAS ARGENTINOS

en pie sus materiales y sus accidentes, pero le


quita su forma. No hemos corrido en esos de-
rrumbaderos. El desequilibrio y el vértigo se
apoderan juntos de los pueblos que los pisan.
Aléjenos el cielo de tales sendas y de rodar por
ellas, como otras sociedades sin fortuna, que se
precipitan absortas por el atractivo de los abis-
mos! La familia argentina es aun consistente y
autonómica porque es religiosa. El socialismo
no llegará á imperar soberanamente mientras
ella pueda resistir, apoyada en su consagración
divina, á la restauración de la ciudad pagana,
patria, iglesia, escuela y única familia del ciu-
dadano, inerte molécula de la masa nacional.
Ese empeño final del neo-paganismo, carac-
terístico de la tercera lucha que trae el espíritu
gentil al seno de la cristiandad, transpira, sin
deliberada voluntad de sus autores acaso, en
graves puntos de la legislación argentina, aún
relativas á las relaciones de familia. Se inclinan
en esa dirección el régimen sucesorio, la cons-
titución de las tutelas testamentarias, y la defi-
nición de la patria potestad. La legislación no
está organizada bajo una doctrina sólida, des-
envuelta en toda su extensión y circunscripta
concienzudamente. Peca por el embrollo del
eclectismo. Así no puede menos de ser vaga y
contradictoria; y si ha cuidado de no remover
ios cimientos de la sociedad doméstica, se ha
dejado arrastrar á debilitarla, enervando la
autoridad que constituye su papel funcional en
el orden social. La familia no es tan sólo un
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 37

fragmento de la masa social: es un órgano en la


estructura fisiológica y viva de esta entidad, es
un núcleo de gobierno: el asiento y el teatro de
la patria potestad, nacida del derecho divino, y
que el derecho civil no puede fundar por sí solo
sin usurpación, por una parte, y por otra parte,
sin crear un poder famílico efímero radicalmen-
te ineficaz para sus fines.
Elogiamos sin reticencia la nobleza moral de
la familia argentina; mas fuerza nos es confesar
que la autoridad paterna pierde su temple. Cau-
sas institucionales y nacidas de las costumbres
conspiran á amenguarla. Las leyes civiles qui-
tan á la subordinación de los hijos el carácter
de un deber de conciencia reduciéndola á la
medida de una relación meramente civil, es de-
cir, de orden externo, restringible como todas
las limitaciones legales puestas á la libertad per-
sonal y totalmente extinguida por la mayoría ó
Ta emancipación. Las instituciones políticas
imponen las cargas cívicas; condicionales de la
admisión de los nacionales á la ciudadanía ac-
tiva, desde una edad muy anterior al fin legal
déla minoría. Todas las reglas del Código re-
ferentes á la administración de los bienes y á la
capacidad legal de los menores son impotentes
para conservar bajo la disciplina doméstica un
adolescente, ansioso de libertad, y reconocido
en carácter de ciudadano, con todas las prerro-
gativas y franquicias inherentes á esa dignidad.
Es una extravagancia sin duda que se niegue
derecho para gobernarse á sí mismo y adminis-
38 PROBLEMAS ARGENTINOS

trar sus bienes á un sujeto á quien se le otorga


facultad para intervenir en el gobierno de la
Nación, votando en los comicios, agitando en
los clubs, censurando en la prensa; y viceversa,
el gobierno de una sociedad inspirado por in-
capaces, según confesión de la misma sociedad
•que se deja gobernar por ellos sin consentirles
que se gobiernen á sí mismos, es el monstruoso
reverso de esa extravagancia. Mas no por ser
extravagancia es estéril. Su inevitable conse-
cuencia es deprimir y desennoblecer la autor!-'
dad paterna, que no puede ser ejercida sobre
las personas, desde el instante en que las perso-
nas adquieren los derechos políticos, porque
es repugnante y contradictorio admitir que al
mismo tiempo un individuo sea miembro subor-
dinado de la sociedad doméstica y miembro go-
bernante de la sociedad política. Esta situación
se agrava por el empleo de menores en funcio-
nes públicas y administrativas que traen aparé-
jada la autoridad, incompatible con la obedien-
cia filial, suponen deberes á veces inconciliables
con la disciplina y hábitos domésticos, y envuel-
ven responsabilidades que sería inicuo hacer
gravitar sobre sus padres. La patria potestad no
es derechamente ejercida, en tales condiciones,
sino sobre los bienes que no formen parte del
peculio cuasi castrense adquirido por los hijos
en las funciones que relajan su vínculo de su-
jeción. Degenera, por consiguiente, en una es-
pecie de cúratela ó mayordomía, degradante de
la dignidad paterna. La libertad prematura que
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 39

de aquí se sigue p a r a los hijos, la declinación


de los cuidados y vigilancia paternales crecien-
te en la medida en que baja la fuerza efectiva y
moral de la patria potestad, afloja los lazos de
la familia, y no solamente obra sobre los adoles-
centes sino también sobre los niños, porque una
autoridad herida en la raíz pierde influencia y
vigor en todas las esferas á que pueda ó deba
ser aplicada. Fácil es conjeturar cuál sea la di-
sipación de costumbres que semejante trastorno
es susceptible de engendrar, en la juventud por
falta de advertencias y de freno, y en los padres
porque disminuye el sentimiento de la responsa-
bilidad disminuyendo el poder de desempeñarla.
Y en suma se deduce, que si la familia argentina,
considerada bajo ciertos aspectos, sugiere espe-
ranza y puede ser instrumento de una regenera-
ción social; considerada bajo otros puntos de
vista, manifiesta tener vicios y deficiencias, que
nacen de circunstancias externas, pero que im-
perfeccionan su organismo y desarreglan sus
funciones.
Reposa además la confianza patriótica' en los
resultados futuros déla educación y de la ense-
ñanza. Imperan también sobre este punto mu-
chas ilusiones. Hemos compartido la de atri-
buir á la educación popular más virtud de la
que realmente contiene, y nos complacemos en
reparar en la madurez de la vida un error de la
juventud. La educación popular jamás levantará
á un alto grado de cultura toda la masa de una
nación, ni mejorará sus condiciones morales
40 PROBLEMAS ARGENTINOS

mientras se limite á difundir las artes instru-


mentales que forman la base de la instrucción
primaria, y los rudimentos científicos que cons-
tituyen su parte ornamental y ampliativa. Ni la
aptitud de las muchedumbres para la libertad
política y civil acrece, ni amengua la criminali-
dad, en las naciones que más copiosamente es-
parcen la primera enseñanza entre las muche-
dumbres. Es éste un hecho que no puede ser
sinceramente puesto en duda. La estadística y
el desarrollo de las instituciones militares en
los Estados más cultos de Europa lo comprue-
ba concluyentcmente. Por otra parte, el Estado,
directamente como en Francia, ó encubierto,,
bajo las atenuaciones de un comunalismo cen-
tralizado por el impuesto y la gestión general
d é l a materia, como en muchísimas otras nacio-
nes contemporáneas, se apropia la dirección
de la enseñanza con agravio de los derechos
de familia y exclusión de la autoridad de la Igle-
sia. Abundan en leyes y constituciones las de-
claratorias que prometen la libertad de la ense-
ñanza. Sin embargo, es una de las libertades
civiles menos entendidas y más contrarrestadas.
Es base del programa de los gobiernos actúa-.
les la gratuidad de la enseñanza. Enseñanza
gratuita quiere decir enseñanza costeada por
contribuciones que obligan igualmente á los
padres de familia que aprovechan para sus hi-
jos la enseñanza pública y á los que no la apro-
vechan, á los que la reputan conveniente y á
los que la tienen por nociva. Declárese enhora-
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 41

buena que es derecho de todos la libertad de


enseñar y de aprender. Ninguna eficacia tiene
esa declaración si se obliga á los ciudadanos á
costear una enseñanza que reprueban, y por
esta extorsión se les despoja de los recursos ne-
cesarios para fundar, sin la protección del Es-
tado, otra enseñanza conforme a sus ideas y
sentimientos.
Gratuidad y libertad se contradicen, y en la
enseñanza superior no menos que en la prima-
ria.
La gratuidad de la enseñanza superior inha-
bilita a los institutos libres para competir con
los institutos oficiales; y como si esta ventaja
fuera insignificante, aunque renuncie el Estado
al monopolio de la enseñanza, retiene el privi-
legio de conferir los títulos y grados, que con-
servan nombres de académicos porque un resto
de pudor estorba darles el nombre de adminis-
trativos que les cuadra.
Innecesario parece añadir que para menos-
cabar la libertad de la enseñanza superior por
el monopolio, los privilegios, ó la dirección abu-
siva del Estado, es forzoso, lo mismo con rela-
ción á la enseñanza primaria, ultrajar los dere-
chos de la Iglesia y de la familia. En otros
términos, el Estado docente es una faz del Esta-
do pagano en acción. Por necesaria implicancia,
es una forma de despotismo.
Todas las cosas humanas se traban con lógica
inflexible. Un sistema de gobierno nacido de
vicios, irremediablemente será generador de
42 PROBLEMAS ARGENTINOS

•otros vicios. Muchos de los expuestos impreg-


nan las instituciones argentinas. Su importa-
ción es menos intencional y deliberada que en
otras naciones, pero cedemos á los malos ejem-
plos porque marchamos en una dirección extra-
viada, y soportamos sus consecuencias próxi-
mas, como soportaremos las remotas si la
verdad no llega á reducirnos y emanciparnos.
La enseñanza superior en la República A r g e n -
rina adolece de dos defectos capitales. Obser-
vemos, ante todo, que es casi exclusivamente
profesional. Sus planes y su disciplina no se
armonizan con el interés general de la civiliza-
ción: son coordinados al revés, en mira de habi-
litar los individuos p a r a las carreras científicas,
consideradas como ocupaciones lucrativas. De
esta suerte envuelven males multiplicadas: ba-
jan el nivel de los conocimientos, á c e r c e n a r
la extensión de las indagaciones científicas,
apresuran la preparación escolar de los estu-
diantes, fomentan en los jóvenes el anhelo de
lucrar, desmoralizan las profesiones, y contribu-
ye á que se difunda y arraigue en la sociedad la
sedienta codicia de las razas aventureras. Pose-
yendo esta índole es natural que la enseñanza
sea principalmente técnica, y se descuide ó se
elimine de ella el elemento clásico; equivale á
decir, que tome un sesgo utilitario, opuesto al
carácter de la raza latina y funesto para el por-
venir d é l a cultura nacional, porque el estudio
de las ciencias exactas y de observación, sólo
•cuando fecundiza espíritus extraordinarios p o r
DEFECTOS DE LA VIDA SOCIAL 43

su lucidez y su fuerza ingénita, es comparable


al estudio de las lenguas sabias, de las literatu-
ras y de la historia como gimnasia de la inteli-
gencia y fermento de grandes y levantados
conceptos. Más noble y elocuentemente habla
la naturaleza á las almas sencillas y poéticas
que á los sabios en el cálculo y las clasificacio-
nes, á menos que los sabios sean de la estampa
anómala y genial de Galileo. En el nivel media-
no de los espíritus y aún en suv medida más vul-
gar, los hombres, sin embargo recibirán ilumi-
naciones y adquirirán curiosidades y vigor men-
tal, leyendo un libro de Tácito, que jamás les
transmitirán todos los tratados de matemáticas
que corren por el mundo. Lejos de nosotros el
ánimo de desacreditar el elemento científico
de la enseñanza. Sólo motejamos la preponde-
rancia que las corrientes generales de la opi-
nión se inclinan á darle en los estudios de la
juventud d). Otra circunstancia, los afea: su

(1) Mucho se ha consignado, por medio de reformas graduales


del primitivo plan de estudios de los Colegios Nacionales, que hoy
día equilibran bástanle bien el elemento científico y el literario;
pero es necesario fortalecer los estudios clásicos, á lo cual se opo-
ne la opinión más general. En la Universidad de Buenos Aires se
lucha con enormes dificultades para plantear cursos superiores de
humanidades. L a de Córdoba toma una malísima dirección. Cons-
piran á todos estos males las preocupaciones locales del liberalis-
mo, que toma yo no se qué tufo clerical á toda enseñanza que no
se derrumba hacia el positivismo. Muchas cosas olvidan los que
discurren de esta manera, si eso se llama discurrir. Olvidan que el
primer pedagogo que se haya esforzado por basar la educación in-
telectual en las ciencias, idea acertadísima cuando no es exclusiva,
no es un libre pensador ni un positivista; la Iglesia le llama San José
44 PROBLEMAS ARGENTINOS

falta de elevación. La enseñanza superior para


ser fecunda, dotando á las sociedades de una
clase gobernante sanamente inspirada, necesita
grande elevación, que no puede adquirir sin
unidad doctrinaria y metodológica. El estado
moderno domina la enseñaza en nombre de su
imparcialidad, es decir, de su indiferencia doc-
trinaria. El escepticismo del Estado lo conduce
á reclutar un profesorado heterogéneo que lleva
necesariamente la contradicción á las Escuelas.
Luego, la enseñanza del Estado ha de ser por
fuerza contradictoria, y siendo contradictoria,
es imposible que adquiera elevación, por exten-
sa y completa que se la suponga cuando es exa-
minada fragmentariamente. Excelente en los
detalles será deficiente en el conjunto. Fallará
su fin primordial que es imprimir el carácter y
las aptitudes de un pensador á cada hombre que
se educa para las ciencias y las letras.
Resumiendo: por nobles que sean las aspira-
ciones de la República Argentina, y grande la
gloria de sus comienzos históricos, la virilidad
de su raza, el impulso vital que la incrementa
y coloca en la categoría más alta de los Estados
Sudamericanos, los que analizan con patriótica
compasión é interés filial, su presente constitu-
ción social, advierten con amargura que ella

de Caíasanz. Olvidan que no son clericales los universitarios de Ox-


ford ni de todas las naciones que poseen una cultura intensa cuyos
más brillantes propagadores no son los matemáticos ni los natura-
listas sino los clásicos.
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 45
*

envuelve arduos y complicados problemas: una


porción enorme de su masa está abatida en un
grado de ignorancia lindante con la barbarie: las
libertades civiles son sacrificadas por irrisorias
ficciones de libertad política: van desorienta-
das sus clases letradas en el concepto del orden
social y el plan de su construcción jurídica; sus
clases ricas marchan por pendientes que con-
ducen á catástrofes: la autoridad famílica se
deprime, y la educación de la juventud se este-
riliza. Es premioso elegir entre dos categorías
de soluciones: las soluciones naturalistas y las
soluciones cristianas, que vamos á analizar.

III
SOLUCIONES NATURALISTAS Y C R I S T I A N A S
I
No cabe dudar de que la República Argentina
está embarazada por cuestiones sociales, para
cuya solución son estériles los partidos y modos
de gobernar que llenan la historia contemporá-
nea. En el dominio de la vida civil y en el domi-
nio de la vida política, operan resortes falsos, y
son las cosas conducidas en una dirección de-
sastrosa. La libertad racionalmente entendida
ni existe en la vida civil por razón de la omni-
potencia del Estado, ni existe en la vida política
por razón de ser adulteradas las instituciones
republicanas bajo el influjo del espíritu de parti-
do. En tal conflicto ninguna esperanza nos ha-

•.
46 PROBLEMAS ARGENTINOS

lagaría, si no confiáramos en la fecundidad de


una regeneración moral, que entonando el sen-
timiento del deber en las conciencias, virilizara
la familia y moderara el Estado. La República
Argentina es un caso particular de males epi-
démicamente difundidos en Europa y Améri-
ca, y cuyos síntomas varían, no obstante la
identidad del principio mórbido que los deter-
mina. Llamo á ese principio el naturalismo; y
concluyo que sin abjurarlo, jamás se concerta-
rán las naciones, ni tomarán su equilibrio todas
las cosas dislocadas, y su vigor los derechos
burlescamente pregonados y miserablemente
corrompidos. Ni del punto de vista moral, ni del
punto de vista doméstico; ni bajo el aspecto eco-
nómico, ni bajo el aspecto político, es racional
que esperemos en el naturalismo, radicalmente
estéril para formular una ética fecunda, y para
fundar un familismo poderoso, una sociabilidad,
pacífica, ni un Estado justo.

§ 1. EJL NATURALISMO EN MOIÍAL

De dos maneras puede concebirse la moral


cuando se prescinde de laRevelación: según que
la idea de Dios la ilumine, ó la sombreen las ti-
nieblas del ateísmo.
La Moral, sin la noción de la divinidad, care-
ce de punto de apoyo, y queda reducida á una
especulación inconsistente. Ni sus fórmulas ten-
drán imperio, ni sus principios solidez, ni cla-
ridad sus máximas. Variables, á medida que el
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 47

particular sentir las modifique, nunca llegarán


á vincular en el amor del mismo ideal del bien
á todos los hombres, ni á despejar el sentido
preciso de sus definiciones esenciales. Hay una
Moral natural y filosófica, susceptible de ser
demostrada y capaz de imperar sobre las con-
ciencias, pero que no se revela sino mediante el
conocimiento de Dios y la resolución virtual
del alma humana á conformar la conducta de la
vida ala voluntad del Creador, origen y fin de la
criatura, y por- consecuencia, dador de la ley
que la encamina. Eliminada esta idea, aun cuan-
do supusiéramos que el ateísmo doctrinario es
en sí mismo compatible con la moralidad efec-
tiva de los hombres, no es dable adquirirla ra-
cional y especulativamente sin que estribe en
un dato de tanta certidumbre que pueda servirle
de base adecuada.—Este dato, según los maes-
tros de la Moral independiente, es la noción dife-
rencial del bien y del mal, de que son partícipes
todos los seres capaces de entender en lo abso-
luto.—La noción del bien y del mal cuando se
la examina, eliminando por entero los atributos
que la especifican, no es, sin embargo, suficiente
fundamento de la Moral. Manifiesta el hombre
poseyéndola su aptitud nativa para comprender
la Moral; pero no es por sí misma el substrae turn-
as la ética. La Moral reposa sobre una defini-
ción del bien. Es claro que reunidas en el espí-
ritu la idea vaga de una distinción entre el bien
y el mal y la noción de la existencia de Dios,
aquella distinción se determina, presentándose
48 FROBLEMAS ARGENTINOS

como bueno lo que se conforma con la voluntad


divina, y precisándose con claridad y elevación
crecientes á medida que el conocimiento de Dios
se perfecciona por la noticia de sus atributos y
providencia.—Un salvaje en cuya mente el con-
cepto de Dios sea rudimentario y confuso ó.
mezclado con imaginaciones groseras,y aún los
hombres cultos en los cuales está corrompido
por su alianza con una poesía de las pasiones
ó una apoteosis de las fuerzas, necesariamente
profesarán una moral torpe, sensual, incompleta.
Tan cierto es que la génesis de la Moral no está
en el concepto de una oposición entre lo bueno
y lo malo, sino en la definición expresa del con-
cepto del bien. Refiere el padre Charlevoix que
los salvajes de la Florida se escandalizaban
viendo á los soldados franceses despojar de sus
armas los cadáveres de los indios, y considera-
ban correcto comerse los prisioneros. Los es-
partanos antiguos tenían por malo faltar al res-
peto á los ancianos, y por bueno cazar ilotas co-
mo bestias de selva. Hay moralistas contempo-
ráneos que condenan el derecho de propiedad,
y preconizan el hetairismo; que tienen por abo-
minable la penalidad legal, y por lícito el regi-
cidio. Analizando estas máximas se advierte
que en el espíritu de todos los que las profesan
subsiste la idea de haber una diferencia especí-
fica, y aún una diametral oposición, entre lo
bueno y lo malo, porque esta noción diferencial
del bien y del mal, como que es primitiva, no
puede ser borrada de la mente. Llegará ocasión
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 49

en que. sea sofísticamente negada, pero los que


la nieguen no vacilarán en apellidar malo el ac-
to de afirmar que existe; con lo cual se refutan
á sí propios, trasladando el concepto de una ca-
tegoría de ideas á otra, pero sin destruirlo, por-
que sería menester para ello suprimir la razón,
es decir, la capacidad de discurrir bien y mal,
la aptitud del discurso metódico y sincero y la
aptitud enfermiza del sofisma.—Entre tanto se
ve que no tiene la virtud de engendrar un siste-
ma de moral imperioso y elevado. Siendo como
es universal, si la tuviera emanaría de él una
moral idéntica y pura; y se observa que, lo con-
trario, hace hermandad con las opiniones más
opuestas y más bajas. En esto se manifiesta tam-
bién su esterilidad cuando está sola para in-
formar la mente humana.—No sería su este-
rilidad tan evidente si de ella emanase, aun-
que grotesca, una doctrina constantemente con-
corde. La noción de Dios, aún incorrecta, tie-
ne esa virtud. Media una relación constante
entre cada una de sus definiciones conoci-
das en la historia de la filosofía y la Moral
que de esas definiciones emana; porque el con-
cepto que tenemos de la divinidad circunscribe
y precísala idea del bien. El fetiquismo deja en
libertad los malos instintos, porque dando á ado-
rar como dioses seres y objetos inferiores al
hombre, coloca en las pasiones de la que es su-
perior entre todas las naturalezas conocidas, el
impulso, al mismo tiempo que el criterio y la re-
gla de los actos.—La idolatría griega concibió se-
50 PROBLEMAS ARGENTINOS

res superiores en grado, aunque no en esencia,


á los seres humanos: y el culto de esos dioses
de carne y sangre, partícipes de todos los atri-
butos luminosos y sombríos, nobles é innobles
de los hombres, bien como cifraba en la belleza
plástica el ideal artístico, desarrollaba en la vi-
da la sensualidad, más ó menos refinada, pero
irremediablemente corruptora. En ambos ejem-
plos se percibe una moral adaptada al concepto
de la divinidad, lógica con ella, y que por la
misma filiación, se reproduce y se reproducirá
umversalmente en toda raza de hombres que
acepte la misma idea de Dios, y con ella, idénti-
ca definición del bien. Elimínese la idea de
Dios, y sólo quedará el vago concepto de lo bue-
no y de lo malo. Pero como es menester que este
concepto sea relacionado con otro para que se
fecundice, si no se le relaciona con la idea de
Dios, será menester relacionarlo con el concepto
de nosotros mismos; es decir, si no se trata de
precisar la idea del bien conexionándola con la
del fin último del hombre, supremo objeto de la
Moral, se buscará precisarla conexionándola con
la del agente libre que es su sujeto; en otros tér-
minos, se indagará el sentido de la noción del
bien en el análisis de la naturaleza humana.—
Este empeño es frustráneo en virtud de dos cir-
cunstancias. Ni el ateísmo puede dar cuenta de
la naturaleza humana, ni el conocimiento aisla-
do del hombre puede ilustrar la idea absoluta
del bien.—Al presentimiento de una vida ulte-
rior y al espontáneo anhelo de la criatura por
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 51

conocer la fuente de la vida y el centro de la


esperanza en un ser inaccesible al dolor y á la
mudanza, á la impotencia y á la injusticia, que
busca el salvaje clavando los ojos en el cielo, y
que aún en la ínfima abyección trasluce la masa
más ciega y corrompida, dándole representacio-
nes, tributándole culto, ofreciéndole holocaus-
tos, adorándolo tal vez por la vehemencia de su
deseo; á esta aspiración que atormenta bajo las
tinieblas de la ignorancia invencible y eleva en-
tre los fulgores de una fe heroica y resplande-
ciente, llaman los materialistas el instinto reli-
gioso, y le atribuyen el poder de crear á Dios,
esto es, de forjar una ficción imaginaria y de
sentimiento que llena su corazón y preocupa su
mente. Dicen como el insensato de la Escritura,
«non est Deus»; ¿pero cómo abatir sus semejan-
tes hasta el nivel á que los baja su orgullo?—Hay
para ellos un imposible: arrancar del hombre
ese instinto que confiesa lo que pretende negar.
Llamarán á Dios una ilusión, pero no podrán
negar la existencia de las facultades humanas
que necesitan creerla para satisfacerse.—Y una
de dos; ó niegan, juntamente con la divini-
dad, la aspiración natural del hombre á cono-
cerlo, y entonces mutilan crasamente la natura-
leza humana, negando de ella lo más noble y
vidente; ó confiesan que esa aspiración no
puede ser destruida, y entonces, negando el ab-
soluto objeto y fin de un impulso que lo contin-
gente no puede imprimir al espíritu de los hom-
bres, pierden toda explicación déla naturaleza
humana.
52 PROBLEMAS ARGENTINOS

Por otra parte, el hombre privado del concep-


to de Dios, nada percibe que no sea precario:
facultades finitas, fuerzas que se gastan, fenó-
menos pasajeros, seres fugaces, luz intermitente
sobre la esfera y tempestades horrendas entre
las nubes; y luz más intermitente aún en su in-
teligencia y más horrendas tempestades en su
corazón. Nada obtiene contemplando este eter-
. no mudarse de las cosas, sino vértigo ó incura-
ble y pavoroso desconsuelo.—El ateo y el mate-
rialista siéntenlo no menos punzantemente. ¿Por
qué buscan fatigosamente las leyes, sino por la
angustia y la desolación que deja en su alma el
rápido pasar y desvanecerse de los hechos y de
los fenómenos? ¿Por qué preconizan la eternidad
de la materia, sino por el desabrimiento que les
dejala efímera manifestación de una ley, adheri-
da al efímero fenómeno, desvinculada de un prin-
cipio generador y estable, en cuya contempla-
ción repose la mente trastornada por el torbe-
llino de las cosas precipitadas de la nada á la
nada?.... Piden á una hipótesis absurda lo que no
encuentran en el cúmulo de la experiencia.—-
Nada absoluto puede hallarse en la naturaleza;
y como la Moral requiere poseer ese carácter en
su principio, en sus reglas y en sus fines, se si-
gue que, bien como no puede ser deducida
de la eternidad de la materia en que remata el
ateísmo, tampoco puede ser inducida del aná-
lisis de la naturaleza.
Es una verdad confesada por deístas y por
ateos, que todo ser, sujeto ó expresión de una
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 53

fuerza, tiene una función adecuada á su consti-


tución íntima.—Admitamos por definición de la
Moral que sea el sistema expositivo de las fun-
ciones propias del hombre considerado en su
racionalidad y su libertad.—Si se tiene á Dios
por un ente imaginario, y se niega formalmente
lo absoluto, ó sólo se acepta como tal, en lo in-
manente la materia, y en lo transeúnte las fuer-
zas de la materia, se seguirá que, no conociendo
el hombre en el dominio de lo permanente, sino
la materia y la fuerza que le son inferiores, ca-
rece de regla absoluta á la cual subordinarse,
porque lo inferior, como la materia no pensante
y la fuerza no libre, jamás puede informar ni so-
meter lo que le sea superior, como la inteligen-
cia, que se conoce á sí misma y conoce la mate-
ria que no la conoce á ella, ó la voluntad que
se decide espontáneamente y no admite parale-
lo con fuerzas fatalmente sometidas al determi-
nismo que las mueve y les imprime una direc-
ción invariable. La filosofía espiritualista afirma
la identidad de los hombres por su conformidad
con el arquetipo que el materialista niega: afir-
ma la comunidad de su destino y fin últimos por
la confesión de Dios, que el materialismo recha-
za.—Pero los que suprimen uno y otro princi-
pio vagan en la contemplación sucesiva de lo
que experimentalmente se les manifiesta' y no
pueden poner en duda las variedades del carác-
ter humano.—Es precepto de justicia no juzgar
con dureza de nuestros hermanos; porque si ca-
da uno de ellos tiene una característica propen-
54 PROBLEMAS ARGENTINOS

sión viciosa, cada uno de ellos tiene también,


más ó menos torcida por las pasiones, más ó
menos vigorizada por la gracia y el dominio de
sí mismo, una inclinación hacia el bien. Mas
estos atributos nativos varían de persona aper-
sona, no tan sólo en sus proporciones, sino
también en su entidad. Nadie hace tanto caso
como los materialistas de la resultante moral,
nacida de combinarse en cada individuo sus na-
tivos sentimientos, su temperamento, su educa-
ción, y el medio ambiente en que actúa. Llegan
en esto á extremos que desnudan de sus atavíos
más especiosos el absurdo cardinal de su siste-
ma.—Niegan, en las ciencias sociales, el funda-
mento del derecho penal, atribuyendo la crimi-
nalidad á movimientos pasivos de la voluntad,
dominada por impulsos orgánicos y fisiológi-
cos absolutamente irresistibles.—De la irrespon-
sabilidad de la acciones á la indiferencia entre
lo bueno y lo malo, no media paso alguno. Esto
significa, que así como en cada individuo los
fenómenos patológicos son diferencialmente ca-
racterizados por su idiosincracia; de la misma
manera, el temperamento físico y las propensio-
nes ingénitas de cada uno, particularizan el ca-
rácter moral de sus acciones. O de otro modo:
que la moral consiste en la armonía de los ac-
tos de cada hombre con su índole individual.
Amar será moral para el hombre naturalmente
afectuoso: aborrecer será moral para el hombre
naturalmente vindicativo y acerbo, si es que
haya de entenderse por moral un sistema de
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 55

acciones adecuado á la naturaleza, y dado que


la naturaleza cambia de tipo en cada persona.
Será así la moral esencialmente relativa. Luego
no será Moral; porque toda ley, y sobre todo la
que conduce el hombre á su finalidad, no puede
ser entendida sino como absoluta y universal.
La Moral se proporciona á la naturaleza del
sujeto y á la naturaleza de su fin. Por esta cir-
cunstancia, aún cuando el deísmo puro sea ca-
paz de determinar la noción del bien de un mo-
do general, no cabe que precise la ley de las
acciones humanas, entre tanto que se mezcle
con las preocupaciones naturalistas. Llegamos
aquí á considerar el naturalismo en otra faz. El
naturalismo materialista ignora los dos ele-
mentos en que germina la Moral. El naturalis-
mo espiritualista ignora el elemento superior y
final, ó por lo menos, prescinde de su conexión
con la naturaleza humana. Formula doctrinas
morales que no arrancan de sus principios
iniciales, ó que son incompletas. No puede exi-
gir en virtud de sus fundamentos, que las pa-
siones sean dominadas. Los antiguos filósofos
paganos lo pedían en amor de la gloria ó en aras
de la virtud cívica; los filósofos modernos lo
aconsejan en busca de la felicidad particular, ó
de la felicidad general, es decir, que piden
la subordinación de ciertas pasiones por el
predominio de una sola.—Toman á veces el
acento más noble, empapado sin quererlo en
las emanaciones de la moral cristiana que re-
pelen, y preconizan el sacrificio de los ape-
56 PROBLEMAS ARGENTINOS

titos por el amor puro del Bien! Pero urgi-


dos á definir en qué consiste el Bien, por cuyo
amor predican que el hombre debe sacrificarse,
ó toman á préstamo la solución cristiana del
problema, ó nada explícito responden W> Si in-
dagan tan sólo en el análisis de la naturaleza,
aunque no incidan en las groserías del materia-
lismo, no pueden menos de confesar que las pa-
siones son inseparables del hombre, y ejercen
sobre él casi total preponderancia; que son,
por consecuencia, un elemento de su naturaleza,
el cual no puede ser combatido si no se admite
que la naturaleza humana está corrompida, que
de esta corrupción nacen las pasiones, y que las
pasiones deben ser cohibidas para regenerar la
naturaleza por la virtud de la gracia.
Es cosa fuera de discusión que hay una Mo-
ral natural. Pero también es evidente que esa
Moral, si basta para disminuir el mal, no alcanza
á aumentar la masa del bien amado y practicado
en el mundo.—Los preceptos de la Moral mera-
mente filosófica, en tanto son imperiosos en
cuanto son negativos.—Obligan á abstenerse,
pero no á obrar; estorbarán vicios, pero no in-
fundirán grandes virtudes. Para que impregnen

(1) A principios del mes pasado, M. E . Renán, al proclamar los


premios de virtud en la Academia francesa, ha dicho en un discur-
so, que rinde aquí y allá homenaje á la acción de la fe sobre las al-
mas, estas palabras, cuyo precio no ponderaremos:—*Parmi les
dix ou vingt théories philosophiques sur les fondements du de-
voir, il n'y en a pas une qui supporte l'examen*. L a confesión es
categórica.
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 57

sentimientos vivaces é impulsivos de generosi-


dad, de abnegación, de sacrificio, virtudes esen-
ciales para la elevación del hombre, es menester
que se liguen con ideas religiosas, y de esta
suerte, se aproximan á la moral cristiana ence-
rrada en la Caridad.
Está escrita la eterna palabra.—Jamás de las
heces del humano lodo brotará esa llama sacro-
santa. Viene de Dios y á Dios conduce. Amar
al pobre y á la pobreza, al angustiado y al dolor,
sofocar los apetitos y el orgullo, sin preocupa-
ción, ni cuando se goza ni cuando se sufre, ni
cuando se da ni cuando se recibe, del propio
interés ni en el tiempo ni en la eternidad, sino
tan solo de Dios y de su gloria, siguiendo el bien
porque es su voluntad, y la verdad porque es su
resplandor, y las sendas de Cristo, porque Cris-
to es el mediador de la eterna alianza, en la cual
todos se unen, con un solo corazón y una sola
alma, fuertes y débiles, triunfantes y batallado-
res, los vivos y los muertos, p o r la comunión de
su sacrificio; esta es la Caridad, en que se con-
suma toda la moral y se contienen «la ley y los
Profetas».
Hay cosas superiores á la especulación racio-
nalista: el desarraigo de las pasiones, la renun-
cia de sí mismo, la divina providencia, la filo-
sofía del dolor.—Moderar los actos exteriores
conduce á la guarda del orden: aniquilar la si-
miente de los desarreglos morales conduce á la
purificación del alma.—La filosofía no llega ahí.
El hombre, como decía San Agustín, impera
58 PROBLEMAS ARGENTINOS

sobre su mano, pero no sobre su apetito. Loque


el hombre no puede por sí mismo, puédelo en
Cristo.
Y he aquí otro paralogismo racionalista: la acu-
sación lanzada contra la moral religiosa de ser
utilitaria y calculada.—Si todos los actos, se
arguye en esta paradoja, han de enderezarse al
logro de la felicidad futura; la moral cristiana
es, en efecto, una táctica de conveniencias indi-
viduales, aunque su objeto se coloque en una
esfera suprasensible; y por consiguiente, es in-
ferior á la Moral que impone el Bien por el amor
del Bien, ó por la universal armonía y concierto
en todos los seres humanos.—No tiene curso tan
extravagante raciocinio sino por la ignorancia
de la teología moral y mística. «Negarse á sí
mismo» es precepto formal del Evangelio. En-
tre los racionalistas modernos hay alguno, Pre-
vost-Paradol por ejemplo, que ha traslucido la
significación de este precepto sin conseguir
precisarla, tan superior en su doctrina á los há-
bitos intelectuales del racionalismo, y tan con-
traria al amor propio y al interés individual, aun
considerado en sus manifestaciones menos im-
puras. Es el secreto de la santidad, es decir, de
la suprema emancipación del hombre y de su
más augusta elevación en el orden moral; expre-
sa la sabiduría cristiana, según el ideal ascético
de Kempis, y explica la fecundidad del trabajo
generoso, según el modelo de vida y la excelsa
abnegación de las órdenes y congregaciones re-
gulares, que enriquecen la Iglesia en toda la
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 59

serie de los siglos.—Esta renuncia de sí mismo


se apoya en el dogma de la divina Providencia;
y la filosofía racionalista es impotente para es-
tablecerlo con solidez. Así lo confiesa llanamen-
te M. Julio Simón, y esta confesión que es su
honra, es también nuestra esperanza de verle
progresar hacia la fe. Ahora, si el racionalismo
admite que sólo merece nombre de Moral la que
impone el amor desinteresado del bien, es evi-
dente su esterilidad para regir la vida humana,
toda vez que aún confesando á Dios, en lo cual
aventaja al materialismo, ni entiende que es la
abdicación total del propio interés y el anona-
damiento del egoísmo, ni alcanza á enseñar el
próvido y vigilante y continuo gobierno de los
hombres por nuestro Padre que está en los Cie-
los. Y la prueba final y perentoria de su esteri-
lidad y de las causas atribuidas á su esterilidad,
se encuentra en su ininteligencia de lo que he-
mos llamado la filosofía del dolor. El racionalis-
mo identifica el dolor y el mal. Esta confusión,
antes sensual que intelectiva, traslada de la
razón á la sensibilidad la piedra de toque de las
cosas morales, destruye la paz en el alma, legi-
tima la molicie y embravece las pasiones.—Ar-
monizada la noción de la Providencia divina
con el cabal concepto de la abnegación del espí-
ritu, no se igualan dolor y mal entre sí; y bien
como la experiencia conoce dolores físicos que
protegen la vida material urgiendo á reparar
fuerzas que se gastan, ó repeliendo ingestiones
ó previniendo choques que la llevan á peligro»
60 PROBLEMAS ARGENTINOS

así, en el orden moral, el dolor advierte la ca-


ducidad de la alegría, templa los espíritus dor-
mitantes y despeja las embriagueces de la pros-
peridad, levantando las almas en busca de la
Paz, por el amor de Dios y del bien, á regiones
donde no llega ni el rumor de los combates ni
el bramar de las borrascas.—El alma pacífica en
el dolor nada teme. Todas las virtudes le son
familiares; y puede desafiar la corrupción y la
adversidad.—Las asperezas de la vida jamás
acobardarán al hombre cristianamente pacífico,
ni su corazón será ulcerado por la injusticia.—
Sereno en los días quietos y en los días congo-
josos, indiferente á la fruición y á los desazones
de esta existencia trágica y fugaz, seguro de
sus caminos bajo la mano sagrada que le con-
duce, el cristiano, empapado en la filosofía del
dolor, será en el trono San Luis, San Vicente
de Paul en los presidios, Santo Tomás de Aqui-
no en las Academias, y San Fernando en los
combates; y si no queréis retroceder de los es-
pectáculos de estesiglo, aún hallaréis cumplidos
modelos de la alta moralidad cristiana, entre los
amadores del dolor, si contempláis á Pío IX,
entre los reyes, y entre la masa popular á La-
cordaire, el penitente evangelizador de la Fran-
cia.—He ahí una filosofía inviolablemente oculta
á los ojos del racionalismo.
En suma; si por razones distintas, en su
esencia ó en su medida, ni el naturalismo mate-
rialista ni el racionalismo puro encierran en
sus entrañas los elementos de una moral sufi-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 61

cíente y eficaz, las sociedades urgidas de rege-


nerarse, han de poner su esperanza en la restau-
ración de la fe.

§ 2 . EL NATURALISMO Y LA FAMILIA

Apenas habrá alguna esfera de relaciones hu-


manas en que se manifieste más clara la necesi-
dad de que el derecho natural sea ilustrado por
la ley divina, y por ella precisado y robustecido,
que la sociedad doméstica cuando se examina
su constitución y sus funciones. Sin duda que
ella se origina en la naturaleza; sin duda que la
naturaleza moral del hombre es caracterizada
por el atributo de la paternidad, en cuanto por
paternidad entendemos la subsistencia del vín-
culo afectivo de los hombres con sus progenito-
res, conservado por ser fuerza que los niños se
desarrollen bajo una disciplina moral, si las ge-
neraciones no han de deslizarse en una deca-
dencia progresiva. Es indisputable también que
la sociedad civil se forma por la aglomeración
orgánica y concertada de los grupos famílicos;
que la autoridad del Estado, por más que sea
legítima, independiente de la voluntad de los in-
dividuos, é insusceptible de una limitación pe-
rentoria y prolija, como quiera que debe armo-
nizarse con todas las entidades y respetar todos
los derechos coincidentes con ella y sus funcio-
nes, se destruiría á sí propia, por desorganiza-
ción y despotismo, si avasallara la familia que
es su fundamento. De aquí se sigue, que cual-
62 PROBLEMAS ARGENTINOS

quier ordenación social que menoscabe la fami-


lia oprimiéndola, ó la debilite despojándola de
sus protecciones adecuadas, peca contra la na-
turaleza. Interesa indagar cuáles son las condi-
ciones necesarias de existencia y libertad de la
familia; cuáles son, en consecuencia, las protec-
ciones por ella reclamadas, y si el naturalismo
es competente para dárselas, ó si al revés la ley
cristiana tan sólo contiene elementos eficaces
para protegerla.
Están subordinadas las funciones de la familia
á una condición de unidad.—Sin esta unidad, la
familia es estéril en relación con sus funciones
morales y su papel disciplinario y gobernante.
Diversas instituciones la generan: unas afectan
su constitución íntima, otras sus relaciones ex-
ternas. Prescindiremos enteramente de las últi-
mas, que son propias del derecho civil, para de-
tenernos en las pertenecientes al dominio puro
de la ley moral, aunque una, tan vasta como
comprensiva, la libertad testamentaria, que es
el derecho paterno de legislar sobre los bienes
famílicos, porfiadamente combatida y despóti-
camente cercenada en la mayoría de los Esta-
dos modernos, afecta de una manera muy viva
su constitución y su autonomía.
En el orden moral la unidad doméstica repo-
sa, desde luego, en el principio de autoridad,
que tiene dos faces: la patria potestad y la auto-
ridad marital.
Ni la naturaleza ni la ley civil son suficientes
para fundar, circunscribir y conservar la auto-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 63

ridad paterna. La naturaleza tiene instintos y


sentimientos de que nacen la protección que el
padre presta á su hijo y la ilimitada abnegación
con que le ama; pero la autoridad paterna es
una relación que tiene dos términos, y sucumbe
ó flaquea cuando falla cualquiera de ambos. El
sentimiento de amor no es igualmente vivo de
hijos á padres que de padres á hijos. L a piedad
filial es una virtud; el amor paterno no envuelve
mérito moral. El padre ama á su hijo por un
impulso de sensibilidad irresistible, absorbente,
que ninguna circunstancia desvía jamás, ni la
ingratitud ni la degradación del ser amado. El
criminal más infame, según el universal con-
cepto de la humanidad, el parricida, no borra,
por su miseria ni por su maldad, su propia
imagen de las entrañas paternas que desgarra,
mientras un hálito de vida las hace palpitar.
Con lágrimas de indefinida emoción acoge el
padre á su hijo cuando el llanto infantil anun-
cia que un nuevo ser humano ingresa á las
pruebas de la vida. Esas lágrimas desbordan de
un manantial abierto en lo recóndito por el
lamento del recién nacido. Ninguna fantasía
alcanza á imaginar su abundancia, su ternura,
su potencia, antes que el mustio quejido del in-
fante hiera el corazón y le haga brotar. Nada
agotará los raudales del paterno amor. Su adve-
nimiento á la vida pone al hijo en el dominio
de ese afecto inmarcesible, múltiplemente mani-
festado en alegrías, zozobras, plegarias, sacrifi-
cios, amarguras y bendiciones, vivísimo y efu-
64 PROBLEMAS ARGENTINOS

sivo hasta los crepúsculos solemnes de la muer-


te.—Pero es ley de Dios en la naturaleza que una
afección igualmente intensa y absoluta no re-
grese de la rama al tronco en la humana gene-
ración. Las corrientes no retroceden de su curso
y su pendiente, ni el amor paternal tiene com-
pensación en afectos tan vividos como él.
El hombre guardará el tesoro de amor, por
sus padres depositado en él, para derramarlo
sobre sus hijos, y éstos sobre los suyos; y de
grado en grado en la escala de los tiempos y la
sucesión de los seres, se trasmitirá, reflejo de la
divina paternidad, según cierta economía in-
sondable que concierta la naturaleza y sus ar-
monías.
Es cierto que padres é hijos están vinculados
por afectos naturales, y es asimismo cierto, que
sus respectivos afectos no son iguales en inten-
sidad. Su mutua relación está, consiguiente-
mente, expuesta á desequilibrarse: por exceso
de amor de parte de los padres; por frialdad, en
que germinan la ingratitud y el olvido, de parte
de los hijos.—El amor que todo lo perdona, incli-
na á una tolerancia tan ingenua como dañina:
la inexperiencia conduce la juventud á la petu-
lancia, y como es menos vivaz el lazo que une
al hijo con su padre que el que une á su padre
con él, inquietos anhelos de emancipación la
atormentan desde temprano.—De esta manera
los sentimientos naturales que dan vida y gracia
á la unión famílica son los mismos que la minan
y la turban. No es maravilla: todo en la natura-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 65

leza lleva en sí mismo su germen de disolución,


y no hay virtud natural que extremada no re-
mate en un vicio.—Quien esto observa, percibe
la necesidad de que sean robustecidos en lo que
tienen de flacos é instables, rectificados en su
curva de degeneración, y reprimidos en sus ex-
cesos, los sentimientos conservadores de la fa-
milia; porque de esta moderación, impuesta por
fuerzas morales extrínsecas é imperiosas, resul-
tará el verdadero equilibrio en que reposa el
orden por la autoridad sagrada de los padres y
la subordinación, á la vez obligatoria y volun-
taria, de los hijos.
Quimérico sería aguardar de las costumbres
esta presión reguladora. Las costumbres son
determinadas por los- sentimientos predominan-
tes, y si se trata de regularlos sentimientos, que
son su raíz, es una evidente petición de princi-
pio pretender que las costumbres los moderen,
porque los efectos no pueden rectificar las cau-
sas de que derivan. No sería menos ilusoria la
confianza puesta en la eficacia de las leyes ci-
viles. Las leyes sólo tienen acción en el fuero
externo: la mente del hombre no es de su domi-
nio, la sensibilidad no está á su alcance; y de
nada menos se trata en el problema propuesto
que de rectificar conceptos de la inteligencia y
purificar y encaminar sentimientos, es decir,
que se pide una acción enérgica sobre elemen-
tos puramente psíquicos.—La ley es formalmente
impotente en este terreno. Si, por otra parte, en
virtud de alguna anomalía congénita á deter-

i
66 PROBLEMAS ARGENTINOS

minados grupos sociales, reemplaza con. sus


preceptos los principios racionales de la moral,
absorbiendo en el Estado y su interés, la perso-
nalidad del hombre, la entidad famílica y sus
derechos y funciones, entonces no negaremos
que tenga excepcional eficacia; pero es de ad-
vertir, que la recibe de una superstición genera-
lizada que leconcilia la adhesión de conciencias
erróneas; y que, según la experiencia acredita,,
desnaturaliza los resortes y la constitución de
la sociedad doméstica.—Tácito ha descrito la
familia germánica. Consuetudinariamente abdi-
cada la patria potestad, los hijos desnudos y mu-
grientos, nudi ac sordidi, de los guerreros bárba-
ros, crecían sin disciplina doméstica ni refugio
en el pecho soldadesco de sus madres, conde-
nados no obstante el vigor que les imprimía la
sanidad de las costumbres, á perpetuar su h e r e -
ditaria barbarie junto con su coraje indómito.
Esparta anula la autoridad paternal. Roma la
torna tiránica y feroz. Roma, Grecia y Germania
pretendían lo imposible. Pretendían, como el
naturalismo contemporáneo, reemplazar á Dios
en el gobierno de la criatura. Ellos no habían
oído esta palabra grabada en las piedras del
Decálogo: *Honra á tu padre y d tu madre I» Los
filósofos naturalistas de nuestro siglo la han
oído; y por eso su escuela es inexcusable. No
admite el problema otra solución. La voluntaci
de Dios manifiesta en la revelación es el único
elemento, extrínseco é imperioso, por ser sobre-
natural, que templa la autoridad, ennoblece l a
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 67

obediencia, equilibra los afectos, colma con vir-


tudes los vacíos del instinto y purifica y preser-
va de corrupción los sentimientos conservadores
de la unidad de la familia y que presiden é ins-
piran sus funciones...
De muchos esfuerzos, noblemente intenciona-
dos, podrán ufanarse los racionalistas que por
sinceridad y rectitud se empeñan en salvar del
naufragio, á que condenan las creencias, el or-
den de las sociedades humanas, su moralidad y
su decoro; pero pocos serán, sin duda, tan plau-
sibles como el empeñado por M. Paul Janet en
defensa de la familia. Su fracaso demuestra, por
esta misma razón, la impotencia de la filosofía
anticristiana p a r a robustecer el principio de la
autoridad famílica, bajo la segunda faz en que
puede ser considerado:—la autoridad marital.
La filosofía pura no alcanza á fundarla teórica-
mente.
La certidumbre natural de la maternidad, la
mayor abnegación que las funciones maternales
envuelven y el m a y o r amor que reflejan, con-
trapesan, por lo menos, todos los datos en que
se apoye la preferencia dada al varón para in-
vestir la patria potestad, y en consecuencia, para
regir autoritariamente á su esposa. La superio-
ridad intelectual del varón no es un hecho in-
variable; y aunque lo fuera, no daría bastante
fundamento á la institución, porque aun queda-
ría por ccynparar con este antecedente otros
datos que sugieren conclusiones contrarias; y
entre dos cúmulos iguales de probabilidades el
68 PROBLEMAS ARGENTINOS

espíritu filosófico permanece necesariamente


dudoso y suspenso. En los grados rudimen-
tarios de sociabilidad, la autoridad marital no
se manifiesta espontáneamente sino que al re-
vés, al hetairismo, forma de unión sexual co-
rrespondiente á la ínfima vida salvaje, siguen
en la escala gradual de crecimiento de la socie-
dad y de la cultura, estados en que el único vín-
culo famílico permanente es el que liga á los
hijos con las madres. Siendo las madres el cen-
tro de la cognación, los padres quedan en con-
dición que parece modelada en las costumbres
de las abejas y otros insectos gregarios. Lubock
lo ha probado con grandísima copia de datos.
Hay civilizaciones, en que la mujer es subordi-
nada, pero irracionalmente, por abuso de la
fuerza que la esclaviza y por degradación moral
que la envilece. La servidumbre es su condición
en todas las sociedades cultas del paganismo.
Los positivistas contemporáneos promulgan la
emancipación femenil, concordando con todos
los demagogos, sin que escapen de esa extrava-
gancia los más discretos de la escuela, Stuart
Mili por ejemplo. El legalismo socialista, si no la
promulga, la prepara. En una palabra, fuera del
cristianismo, no existe la autoridad marital,
contenida en sus límites de justicia, y radicada
sobre fundamentos firmes. Entre tanto,, es evi-
dente, que la división de funciones entre el hom-
bre y la mujer en el teatro doméstico y en el
teatro social, deriva de la naturaleza y es inde-
clinable condición de existencia y autonomía
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 69

de la familia.—Pero acaece con este principio del


derecho natural lo que con la mayor porción de
las máximas emanadas de la misma fuente.—Su-
ministran reglas vagas que exigen ser precisa-
das, y conceptos estériles si no se les define con
exactitud. Para definirlos es menester un crite-
rio, que en asunto tan conexionado con las pa-
ciones, el hombre no ha hallado ni ha podido ha-
llar fuera de las austeras lecciones de la moral
cristiana.
Tampoco es dable consolidar, sin su apoyo, la
sociedad doméstica en otras condiciones de uni-
dad: la permanencia del lazo conyugal y la uni-
formidad de las creencias.
El naturalismo acepta el divorcio, que por lo
demás, enseñan é incorporan á la legislación
todas las escuelas que relajan la disciplina ecle-
siástica y atenúan el imperio de la fe. Espiritua-
listas anticristianos y protestantes que erigen
el examen privado en intérprete de la revela-
ción, concuerdan, en este punto, con los natura-
listas más rancios. No es casual esta coinciden-
cia. Sigue á cualquier laxitud de doctrina que
disminuya la presión religiosa de los apetitos
naturales, una emancipación, más ó menos gro-
sera, de los sentidos y del orgullo. Afectos be-
llos y poéticos de la juventud ligan á los espo-
sos para compartir azares, alegrías y deberes.
Si al sentimiento cordial que los vincula no se
junta, empero, con una sanción sacrosanta, una
ley superior á todas las volubilidades de la ima-
ginación y á todas las alternativas de la sensi-
70 PROBLEMAS ARGENTINOS

bilidad, pasiones impuras pueden dislocar su


unión. Caso llegará en que la vida común no
sea tolerable aun para la honra de los cónyu-
ges. En tales conflictos, la Iglesia no vacila en
relajar el lazo sin dirimirlo. El naturalismo, el
racionalismo y la herejía exigen su destrucción
total, para que cada cónyuge, el inocente y el
culpable, puedan buscar en otra unión, ó un ali-'
vio á su quebranto, ó la satisfacción del apetito
insano que produjera el desastre.—Olvidan que
siendo insusceptible de ruptura el vínculo en-
tre padres é hijos, la familia, considerada en
su entidad moral, sobrevive al divorcio; de
suerte que el divorcio, satisface la sensua-
lidad y la venganza de los cónyuges entrega-
dos á la libertad de sus pasiones, pero res-
pecto de la familia, no tiene otra consecuencia
sino trastornarla, y corromperla.—Es la conse-
cuencia forzosa de no obligar al hombre á re-
primirse y de legitimar el ascendiente tolerado
á las propias pasiones.—Suele defenderse el di-
vorcio, además, como oportuna solución de
discordias domésticas nacidas de la contradic-
ción de caracteres. Para llegar ahí es necesario
no conocer la potencia moderadora de la reli-
gión sóbrelos ánimos,y negar la obligación déla
tolerancia.—Cada conflicto y cada causa de con-
flictos determina un desastre si no interviene
una virtud para disiparlos.—Las virtudes que
doman al hombre avasallando sus propensiones
se enervan á medida que la conciencia moral
declina hacia el naturalismo, y desaparecen
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 71

cuando impera. Todo dependerá,, bajo su influ-


jo, de la índole de los temperamentos: el hombre
violento se obstinará en sus caprichos, y será
condescendiente el que tenga natural blandura;
pero ningún sistema de relaciones, fundado en
la armonía de los caracteres, podrá subsistir, si
una fuerza superior no dobla al iracundo y al
orgulloso, igualándolos con el manso y el hu-
milde.—Sólo en nombre de Dios es posible exigir
de los hombres estos obscuros y heroicos sa-
crificios. Por eso, ninguna doctrina ni ley osa
decir, en salvaguarda de la familia y su unidad,
á los esposos que violan la fe conyugal y se
excusan y engañan á sí propios alegando ser
dominados por pasiones irresistibles en las
cuales hallan consuelo á tardíos desengaños,
que esas pasiones, impuras y mentidas, son
oprobiosas porque bajan el hombre al nivel de
las bestias, y deben ser extirpadas, y a que al
nacer se les diera insensata acogida, porque el
hombre jamás debe subordinarse sino á la razón
que las refrena y á la moral que las repugna.
Y por eso ninguna doctrina ni ley dice á la
esposa que obedezca y se sujete á su esposo
como la Iglesia á Cristo, ni al esposo que a m e á
su esposa como Cristo amó á su Iglesia; porque
ni la reverencia afectuosa que hace libre al
obediente, ni el amor que convierte la autoridad
en una influencia benigna, emanarán jamás de
pasiones sensuales, ni de contratos sórdidos, ni
de pobres leyes civiles, ni de cavilaciones de
sofistas, sino del seno ardiente de la caridad,
72 PROBLEMAS ARGENTINOS

que multiplica sus manifestaciones para adap-


tarse á todas las necesidades de la vida humana,
y al cual eleva, por la gracia y por la fe, aquel
Sacramento que la Iglesia llama GRANDE. Este
es un gran Sacramento, dice en su ritual, repi-
tiendo las palabras de San Pablo, cuando consa-
gra el matrimonio de los cristianos: y lo que
Dios ha unido, el hombre no lo separe.
Finalmente, la familia tiene la función de
educar; y es evidente que la discordia sobre los
puntos culminantes de la fe y sus derivaciones
morales, imperfeccionan su influencia educatriz
y la debilitan, tanto más, cuanto mayores sean
las divergencias que separan el padre de la ma-
dre.—Ambos son fuerzas que deben coincidir en
dirección, y tanto más se paralizan cuanto más
se desvíen.—La unión conyugal es fortalecida
por un sentimiento superior: la comunión de la
fe; y por una acción simultánea: la transmisión
de la fe al alma de los niños. La unidad famílica
se vivifica de renacimiento en renacimiento al
pie del altar; y padre é hijos se identifican con-
fundiendo sus almas en la oración común. La
suerte del niño que no se asocia á su padre en
la presencia de Dios es una especie de orfan-
dad ... El naturalismo nada más puede producir,
respecto de la familia, que uniones hechas por
la pasión y por la pasión desbaratadas, anarquía
de creencias, ó lo que es igual, esterilidad en
las funciones domésticas de la educación, afec-
tos naturalmente desiguales de padres á hijos y
de hijos á padres, ningún ideal que eleve los
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 73

sentimientos, ninguna regla que los uniforme;


ni invoca al ángel de paz ni se humilla para exal-
tarse.—La Iglesia afianza, al revés, todas las
condiciones de unidad famílica: la patria potes-
tad, institución de derecho divino promulgada
en el Decálogo, y la sujeción de la mujer, unida-
mente con su elevación á las funciones morales
de la maternidad, santas y libres, bajo el patroci-
nio conyugal: la indisoluble unión de los esposos
contraída ante Dios, robustecida por la gracia
sacramental y la unanimidad de la fe, consagra-
da para dar á la Víctima Santa adoradores en
espíritu y en verdad, no según la carne y la sanr
gre, sino por la vocación sobrenatural de los
hijos de Dios. Majestad de la familia y magiste-
rio paterno, nobilísima pureza de la unión con-
yugal, virtud filial en que germina la virtud pa-
triótica, culto del bien transcendido del hogar
á las naciones... todo deriva de Cristo. El es el
Principio que dio á la naturaleza sus leyes. Él
es el Maestro que vino á la tierra á consu-
marlas.

§• 3. E ¿ SATVRAL1SMO EX ECONOMÍA

La economía estudia una función social, cuyo


sujeto es el hombre, y cuyo término es la distri-
bución de las riquezas. Versa sobre la práctica
de la ley del trabajo. Las escuelas que descono-
cen el origen de esta ley ignoran también su
sentido y la extensión de su imperio. Ella abarca
dos extremos: impone al hombre cierta condi-

e
74 PROBLEMAS ARGENTINOS

ción para obtener determinado objeto, y prome-


te el objeto á quien llena la condición. Todas las
leyes de Dios son armónicas, aun las que en-
vuelven un castigo, porque los castigos provi-
denciales implican una reparación. Entendida
y ejecutada según los divinos designios, la ley
del trabajo asegura á los hombres «el p a n de
cada día»:—torcidamente interpretada p u e d e
dar margen á graves errores. Son dos los prin-
cipales. Los comunistas incurren en el p r i m e r o :
el naturalismo, que no tiene eficacia para des-
truirlo, se inclina, sin embargo, á otro que le es
peculiar, pero sin que pueda desentenderse d e
los problemas planteados por el socialismo.
L a comunidad de los bienes contradice la ley
del trabajo por dos razones. El dominio de c a d a
hombre sobre el producto de sus esfuerzos per-
sonales, trasmisible, por ser perpetuo, del ad-
quirente á sus sucesores, es una consecuencia
lógica del deber de trabajar y de la diferencia
de aptitudes que media entre los hombres. Si
todos los hombres no producen ni pueden p r o -
ducir en la misma forma ni en la misma abun-
dancia, toda vez que la sociedad está n a t u r a l -
mente obligada á protegerlos por igual en las
franquicias conducentes á la observancia de s u s
deberes, es evidente que debe amparar á c a d a
uno en el cumplimiento de la ley del trabajo
según la medida de sus aptitudes peculiares, y
garantirle los provechos que obtenga según la
capacidad y la perseverancia con que personal-
mente la ejercita. Luego, despojar á c u a l q u i e r
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 75

individuo de los valores que cría, so pretexto


de exceder á sus necesidades, es una subleva-
ción contra la ley que rige al hombre en esta
esfera de su actividad. Por otra parte, la comu-
nidad de los bienes consiste en la propiedad
universal de los hombres sobre valores á cuya
producción no han contribuido; y como la
propiedad envuelve el derecho de disponer de
las cosas, el comunismo infringe la ley del tra-
bajo, mediante á que, según ella, el hombre está
obligado á comer el pan con el sudor de su
rostro, y según el comunismo, el ocioso tiene
derecho de vivir á expensas del trabajador. El
principio de la propiedad privada emana, en
consecuencia, de la ley del trabajo, siendo la ley
del trabajo una ley intrínsecamente personal,
fundamento de un derecho primitivo en el orden
jurídico de las sociedades. Como corolario de
este raciocinio puede afirmarse que la desigual-
dad de fortunas es una condición insusceptible
de ser rectificada por ninguna teoría y por nin-
guna legislación. El Salvador lo h a dicho: «siem-
pre tendréis pobres»... A u g u r a r otra cosa sería
blasfemar.
Profesores naturalistas entienden que la so-
ciología es una ciencia positiva, y la economía
uno de sus departamentos. Estiman la sociedad
como una aglomeración de fuerzas, expresadas
en los individuos y reducidas á una entidad su-
perior que las absorbe en su forma, en virtud de
leyes naturales, idénticas á las que agregan y
coordinan las moléculas en los cuerpos físicos.
76 PROBLEMAS ARGENTINOS

Consiguientemente afirman ser la riqueza un


engendro mecánico ó fisiológico de la sociedad;
y el trabajo, del cual deriva la riqueza, una fun-
ción con que el hombre coopera molecular y
necesariamente á producirla. No es de extrañar
que estrechen el campo de la ciencia, y digan
para definir la economía, que es la ciencia de los
valores. En esta definición, el valor, que es una
pura relación, se convierte en una entidad prin-
cipal; y el trabajo, que es á la vez el punto de
partida de la ciencia (siendo el agente de la
producción) y su término (midiendo las reglas
de distribución de la riqueza), baja á una cate-
goría accesoria y subalterna. El error es filosó-
fico: viene de no considerar que el trabajo es el
hombre en acción con determinado objeto, su-
poniendo, que es un acto de cierto ser de que el
hombre es elemento constitutivo, átomo trans-
formado en un ser natural específico, por com-
binación, así como combinados átomos de oxí-
geno y de hidrógeno, se trasforman enagua. De
otra manera, la ley del trabajo, que es una ley
moral del hombre, cuyos resultados finales de-
ben, por lo mismo, afectar las condiciones per-
sonales de los individuos, se trueca, por la defi-
nición materialista de la economía, en una ley
física de la sociedad, cuyo resultado final la
afecta colectivamente y sin cuenta de los indi-
viduos que la forman, así como la ley del equili-
brio en los líquidos afecta el agua sin afectar
particularmente ni al oxígeno ni al hidrógeno,
componentes del agua. La economía política
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 77

entendida en estos términos, se preocupa tan


sólo de la riqueza y medios conducentes á obte-
nerla, y prescinde por entero de su distribución.
Consiente la propiedad ó se abstiene de anali-
zarla, reconociendo en ella un hecho respetable
por ser duradero; pero no hace caso de la justi-
cia, ni muchísimo menos de la candad en el
reparto de los goces de que la riqueza es instru-
mento.
El comunismo pretende lo imposible: abolir la
pobreza; el economismo materialista se allana á
lo monstruoso: á desamparar los pobres. Ambas
escuelas desprecian, en un término ú otro, y en
sus consecuencias armónicas, la ley del trabajo,
ley de Dios manifiesta en la naturaleza y en la
revelación.
Por ruidosas que sean las quimeras, su estré-
pito no ahoga el lamento de los que sufren, y
hay llantos que advierten á las sociedades opu-
lentas é infatuadas con el esplendor de sus ri-
quezas, la presencia de los pobres. No es dable,
por eso, que la teoría materialista impere, triun-
fantemente en la esfera de las realidades, y con-
siga borrar del programa de la ciencia los áspe-
ros problemas del pauperismo. Parásito en
Inglaterra, nihilista en Rusia, conspirador en
Irlanda, radical en Francia y en Italia, el explo-
tado se querella contra el explotador, y el mise-
rable pugna con el avaro. En vano tienen los
optimistas por mudas, lenguas que hablan tan
alto.
Es muy compleja la masa que pide su parte

78 PROBLEMAS ARGENTINOS

en la distribución de las riquezas. Los capitalis-


tas son poquísimos en proporción al número de
los que no cuentan para vivir sino con el ejer-
cicio personal de sus fuerzas. La muchedum-
bre trabajadora se divide y subdivide á su tur-
no: entre los trabajadores acomodados, los hay
dotados suficiente é insuficientemente: entre los
pobres, los hay válidos, reducidos ocasionalmen-
te á la miseria, é inválidos que no pueden con-
tar consigo mismos para la satisfacción de sus
necesidades.
Si el naturalismo económico fuera lógico p a r a
vergüenza suya, presumiría como en escandalo-
sas fantasías ha sugerido personaje, cuyo nom-
bre no hace al caso, que invalidez equivale á
debilidad; y entrañando la debilidad la pérdida
del derecho á vivir, según el orden de la selec-
ción natural y la brega por la vida, bajo la ley
natural de la sociedad, debe abandonarse el
pobre al hambre y á la muerte,—sin temor de
que decline, como no declina el árbol porque
deje caer hojas marchitas. La inconsecuencia
honra á la humanidad cuando yerra. Por eso
la mayoría de estas escuelas de error se detiene
antes del último corolario, refrenada por la
compasión que puso esta sentencia en labios de
los hombres: res sacra miser. Ni la lucha sería
ventajosa para los felices del mundo. Puesto el
problema en sus términos bárbaros, los pobres
tendrían de su parte dos fuerzas: el número y
la desesperación. Abandonado á la ventura,
aun sin extremar la arrogancia de unos y las
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 79

exigencias de otros, disloca las sociedades, que


no pueden prosperar fuera del concierto y de la
paz. Donde el conflicto existe, requiere solución.
Si se ve remoto, forzoso es prevenirlo. El porve-
nir trae angustias á quien desperdicia el fugi-
tivo presente de que es dueño.
Entre tanto, las escuelas anticristianas re-
pugnan los dos elementos de solución de este
antagonismo, y por tanto, las condiciones fun-
damentales de la paz social en el orden de los
intereses económicos. Esos elementos son: el
patronazgo y la caridad.
Todo vínculo permanente de subordinación
de parte del pobre, y amparo al pobre de p a r t e
del rico, ofende la altiva superstición de liber-
tad que embarga los espíritus. La humildad no
es una virtud natural, y el naturalismo la cuen-
ta entre los vicios. La confunde con el servilis-
mo y la abyección, y reputa cualquier estado
que debe estribar sobre ella por derogatorio de
la dignidad humana. Entendiendo que el patro-
nazgo vincula al obrero con el patrón y al des-
graciado con su benefactor, lo repugna en con-
secuencia, porque priva al patrocinado de su li-
bertad, y lo repugna también porque lo abate,
debiendo gratitud á quien le hace favor.
Si encaráramos el asunto con el criterio de
los utilitarios podríamos, desde luego, p a r a re-
peler la objeción traer á la memoria un hecho
confesado aun por los más ardientes adversarios
del feudalismo y de los gremios industriales de
la edad media. Adviértase por de pronto que
80 PROBLEMAS ARGENTINOS

no ensayamos aquí una apología de institucio-


nes caducas. Consignamos sencillamente un
hecho: que si bien ellas ligaban los hombres á
un territorio ó á una industria, les aseguraban
también mayor y más permanente bienestar que
el sistema del salario y de los contratos preca-
rios, subsistente en virtud de la máxima, pre-
ponderante hoy día, de la libertad del trabajo.
Menos amada sería entre los proletarios, si es
que los proletarios la aman, cuando se dejara
penetrar á su espíritu esta verdad de experien-
cia: que coinciden en el mundo moderno, la li-
bertad del padre y la penuria de sus hijos. Pero
la libertad es un don de Dios, que el hombre
debe conservar por gratitud y conciencia de sus
propias responsabilidades, prefiriéndola á la ri-
queza y á la vanagloria, en la opulencia y en la
miseria, en los días faustos y en los congojosos,
sin la hebraica cobardía que echaba de menos
en el desierto las harturas de la servidumbre.
Así, no es de disputar si la libertad es ó no ama-
ble, y por sí sola digna del anhelo' de los hom-
bres. Lo que está en cuestión genéricamente, es
si todas las instituciones rotuladas con el nom-
bre de la libertad la contienen en efecto; si real-
mente la destruyen todas las condenadas por
no llevar tan seductora contraseña; y en la es-
pecie, si el patronazgo, como disciplina de las
relaciones entre capitalistas y obreros fabriles
6 rústicos, es por su naturaleza atentatorio de
la libertad.
Lo negamos sin titubear; ni puede sostenerse
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 81

la afirmativa sin usar las palabras en un sentido


forzado. La esclavitud hace al esclavo propie-
dad del amo, y la servidumbre hace propiedad
del señor el trabajo del siervo; luego, un siste-
ma que no quita á los hombres el derecho de
disponer de su persona ni de sus fuerzas, no es
esclavitud ni es servidumbre: cría un estado de
libertad, aunque ligue á ricos y pobres con
vínculos más permanentes que los contratos del
asalariado puro. Está, por otra parte, dentro del
régimen de la libertad cualquier orden de rela-
ciones constituido por la coordinación de debe-
res y derechos recíprocos, aunque sea organi-
zado jerárquicamente. La igualdad consiste en
la identidad del derecho, no en la identidad de
las condiciones, que es irrealizable y anti-natu-
ral. Si todos los derechos pertenecieran al pa-
trón, y el patrocinado no hallara sino deberes y
cargas en la asociación, esta sería, en efecto,
derogatoria de la libertad. De ninguna mane-
ra en el caso opuesto. La libertad no depende
de la falta total de subordinación entre los hom-
bres. En ese sentido nadie es libre. Todos los
hombres viven bajo alguna dependencia, más
estrecha ó más laxa, nacida de una subordina-
ción obligatoria ó de solidaridad de intereses ó
de actos. Esta universal condición se diversifica
respecto de cada persona; y el modo de ser pe-
culiar que da á cada uno es compatible con sus
derechos, en tanto que no degenere en cual-
quiera de las dos únicas condiciones ya notadas
por ser radicalmente contrarías á la libertad.
82 PROBLEMAS ARGENTINOS

Lo sobrelleva, sin repugnancia ni inquietud,


quien lo ha recibido menos halagüeño, cuando
la conciencia del orden providencial del mundo
penetra su espíritu.—El apetito de imperar nace
de soberbia, y mucha más soberbia que buena
filosofía hay en el fondo de todas las utopías
que desvanecen á los hombres induciéndoles á
creer que es propia de su naturaleza una liber-
tad selvática desenvuelta en el estado civil, es
decir, en un medio ambiente destructor de to-
das las consecuencias que deductivamente se
desprenden del estado hipotético de soledad.
El patronazgo obliga menos al patrocinado
que al patrón.—No es posible perderlo de vista.
—Acumula deberes y responsabilidades sobre
la parte asociada que inviste mayor poder: lue-
go, no engendra la opresión del pobre.—El po-
bre para llevar la vida en régimen tan propicio
á sus intereses, no ha menester sino el grado de
humildad suficiente para conformarse con te-
ner menos goces, menos brillo y menos influen-
cia social, individualmente considerado, que el
favorecido con los terribles presentes de la for-
tuna. No es, por seguro, difícil esa virtud para
quien lee en el Evangelio la preferencia del
Divino Maestro por los pobres y los desgracia-
dos. No fué Cristo sobre la tierra hombre de
poder ni de placeres: fué hombre de dolor. El
llama para aliviarlos á todos los que están car-
gados. Por eso llevan placenteramente el infor-
tunio los que toman la Cruz de Cristo, como
Cristo tomó sus humillaciones.— Harto más
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 83

complicada es la vida del rico por ser mayores


sus deberes, adecuadas sus responsabilidades á
sus recursos, cercada su voluntad de seduccio-
nes que la tuercen, fomentando su orgullo y
de mil maneras arrastrado á la infatuación que
viola la ley de la caridad.—El patronazgo con-
cierta las relaciones de pobres y ricos en el
orden social, de suerte de fomentar, por la dis-
ciplina exterior de las costumbres, el desarrollo
interno y personal de las virtudes particular-
mente necesarias y particularmente difíciles en
cada condición de la existencia.—Exentos de
las presiones de conciencia, los ricos predican
la humildad para aquietar á los pobres, y los
pobres predican la generosidad para compartir
los bienes de los ricos. Son consejos de egoísmo,
impuros por su origen y totalmente estériles.—
Pero bajo la disciplina cristiana, en cada situa-
ción peculiar germina la virtud adecuada; por
manera que si la organización social corres-
ponde exactamente á ella, dará solidez á las re-
laciones y grande incremento á la moralidad
que las coordina y mantiene.
Qué puede el naturalismo en este sentido?,...
Él excluye todos los principios de vida sobre-
natural. Luego, deja exclusivamente en acción
los intereses en la constitución económica de
las sociedades, y las pasiones en el gobierno de
la vida personal.—El pobre exige independen-
cia, y piensa hallarla reduciendo sus compromi-
sos recíprocos con el capitalista á un contrato
de salario de fácil liquidación y de fácil ruptura.
84 PROBLEMAS ARGENTINOS

Así le es dable cambiar de situación, y cam-


biando ó permaneciendo en ella, encuéntrase
siempre libre de todo deber de gratitud, porque
ninguna nace de cumplir estrictamente este
sencillísimo contrato: fació ut des. No menos se
simplifica la condición del capitalista. Un ro-
mano antiguo comprando un hombre, compraba
un instrumento animado de trabajo: el industrial
moderno no lo compra, pero lo alquila. La loca-
ción fortuita y precaria de servicios, por precios v
oscilantes según que abunden ó escaseen los
trabajadores, no es más que un alquiler de má-
quinas vivas. El industrial que ha pagado al
obrero el jornal estipulado nada le debe ni tiene
vínculo alguno con él; pagándole el menor pre-
cio posible y exigiéndole la mayor suma de
trabajo compatible con el máximum de las fuer-
zas humanas, queda en paz con los hombres y
honrado entre los poderosos.—Que el obrero
deba parte de su tiempo á su mejora intelectual
y moral, que posea ó no posea aptitud física
para desempeñar la tarea reglamentaria; que
sea padre de familia, y su sacrificio constante
no alcance para darle pan y elementos de edu-
cación, que sus fuerzas se gasten en el trabajo ó
sean abatidas por grandes tribulaciones; y en
una palabra, que es un hombre, hermano del
rico, y por pobre preferido de Cristo, todo eso es
insignificante del punto de vista del economismo
racionalista, que olvida al hombre para ocuparse
de los valores, y cuya ley despiadada á una sola
cosa obliga: á abaratar la producción!
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 85

Convencer al obrero de que la pobreza y la


resignación del hombre con el estado que las
circunstancias le crían en la sociedad, son he-
chos de orden providencial, en las cuales cada
uno debe buscar los medios de practicar y con-
seguir el bien, es tarea superior al naturalismo,
que por otra parte, ó lo niega, ó lo explica por
la fatalidad de las leyes físicas.
No menos excede á sus fuerzas el empeño de
suavizar el espíritu altivo de los poderosos de
la tierra, cuyos derechos niega unas veces, cu-
yos enormes abusos justifica otras, como expre-
sión legítima de una superioridad natural, en
cuya virtud dominan á los seres débiles tan ne-
cesariamente como las masas mayores atraen
las menores.
Excluye, pues, el patronazgo. Excluye tam-
bién la caridad en todas sus formas.
Un porfiado debate agita los economistas y
filántropos europeos respecto de la asistencia
administrativa de los indigentes.—Pocos datos,
pero sin duda muy ilustrativos de esta cuestión,
pueden ponerse en claro después de resumida
la controversia.—La asistencia administrativa
ha hecho de la indigencia una industria en
épocas más ó menos largas de la historia mo-
derna de Inglaterra.—Dos medios se han em-
pleado para estorbarlo: uno legal, otro espontá-
neamente seguido por los contribuyentes en
defensa de su bolsa.
El primero ha sido acuartelar los pobres en
las Work-houses: el segundo abstenerse de
86 PROBLEMAS ARGENTINOS

construir edificios en proporción al crecimiento


de la población, para obligar los pobres á emi-
grar,—en lo cual se manifiesta un egoísmo tan
frío é inclemente, que dispensa de comentarios.—
Es visible la causa del desastre. Falta en el sis-
tema filantrópico y administrativo el resorte de
la caridad. La caridad inspira á la vez al bene-
factor y al beneficiado: es un amor que los eleva
juntos y juntamente purifica sus móviles y su
intención, manteniendo las cosas en equilibrio
y sometiéndolas todas á la ley divina de la cual
procede. Ni se arguya que hay humillación pa-
r a el pobre en la caridad, según pretenden so-
ciologistas ilusos, que reputan más propio de la
dignidad de los hombres recibir auxilio en sus
penurias de la administración pública que de
manos de hombres generosos ó instituciones
consagradas á consolar á los que sufren.—Este
modo de pensar nace del imperio del naturalis-
mo.—Si el pobre no se humilla recibiendo soco-
rros administrativos, porque el derecho á la
asistencia le está garantido en la legislación ci-
vil, ni tampoco, y mucho menos, le humillará
recibirlos por caridad que es le}7 eterna de Dios.
E n el fondo de este problema hay una cuestión
de fe.—Ó se confiesa una ley divina estrictamente
obligatoria para todos los hombres; y entonces
el patronazgo es deber del capitalista y derecho
del obrero, y la caridad alivia el pauperismo,
extirpa la codicia y destruye bajo su fuego
sagrado la raíz de las envidias y la raíz de
l a soberbia; ó no se confiesa otra ley sino el de-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 87

recho positivo de las sociedades y el cálculo de


los intereses y el conflicto de las pasiones, en
cuyo caso, que es el imperio del naturalismo, el
estado de las naciones será la guerra por el pan.
La universal conflagración hundirá los grandes
bajo los escombros de usinas y palacios, y los
pequeños en su propia degradación: los poten-
tes por su vanidad, los débiles por su venganza,
y ricos y pobres, felices y desgraciados, por su
insensata apostasía.

§ 4 . E L NATURALISMO EN POLÍTICA

Obligan las leyes en la medida de su justicia,


que es la condición de su legitimidad. El Estado
que no reposa sobre la justicia jamás logrará
permanencia ni paz, antes será precario y tur-
bado, porque sus leyes no revestirán atributos
que les aseguren ni duración ni eficiencia. Si,
por consecuencia, se prueba que el Naturalismo
es incapaz de formar un Estado justo, quedará
convicto por necesaria implicancia, de ser esté-
ril ó funesto en el orden político de las naciones.
—Breves raciocinios bastan para demostrar es-
tos dos puntos: que el Naturalismo envuelve
una inevitable exageración de los poderes del
Estado: que destruye las bases de la noción del
derecho; y sustituyendo estas proposiciones por
sus equivalentes: que el Naturalismo destruye
el principio de justicia cuando determina el pa-
pel del Estado y cuando fija el fundamento de la
legislación civil.
88 PROBLEMAS ARGENTINOS

Acusamos al Naturalismo, en primer lugar, de


que exagera el poder del Estado; y he aquí
nuestras razones.
Por el estado de sociedad los hombres viven
en relación unos con otros, forzosa puesto que
la sociedad es natural, y trastornable puesto
que consiste en cierto equilibrio constantemen-
te alterado por las pasiones.—El hombre no es
juez de sí mismo. No es razonable caracteri-
zarlo por sus buenas propensiones, sino por las
malas, que son las espontáneas, según recono-
ce, aunque por fuerza, el naturalista cuando de-
nomina, como los-cristianos, con el nombre de
virtud, el esfuerzo por amar el bien y perseverar
en practicarlo, confesando implícitamente que
la criatura humana v a al mal con mayor facili-
dad, ó lo que es igual, más naturalmente que
al bien.—Dos malas propensiones le inhabilitan
para conocerse á sí misma, ó por lo menos, ha-
cen del conocimiento propio uno de los más ar-
duos empeños de su vida moral.—Estas propen-
siones son el egoísmo y la intolerancia, dos
derivaciones de la soberbia.
Cada individuo se toma por centro de la ar-
monía, del universo y se reputa defraudado
cuando todo lo que existe no converge hacia
él y redunda en su honor ó su ventaja. De
esa raíz nace la envidia.—Entre las franquicias
que goza y las restricciones que le traban, pre-
ocúpase con una preocupación de amor de sus
franquicias, que tiende á ensanchar indefinida-
mente sin que en su mayor elasticidad le satis-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 89

fagan, ni le sea soportable, aún reducido á mí-


nima expresión, nada que le cohiba. En el trono
correrá hacia el despotismo, y en obediencia á
la rebelión. Si en virtud de las formas políticas
predominantes en su nación, alterna el poder
con la obediencia, irá á la autocracia cuando
gobierna y á la demagogia cuando subdito. El
príncipe Jacinto supo que es amable la libertad
después de convertido en perro de aguas. El as-
no de cierto cuento infantil, hecho rey, mandó
ponerle albarda al león. Ambos apólogos, más
bien que epigramas políticos, enuncian críticas
morales profundas y certísimas.
Dejamos á quienes compete hacer la teoría y
la censura de la maledicencia. Recordemos sólo
que los hombres tienden á hacerse jueces rígidos
é intransigentes de todos los demás, al punto de
ser la benignidad una virtud nada común. En la
intolerancia del que condena y desdeña va im-
plícita una conciencia, tan falsa como tranquila,
de la propia superioridad, porque cada uno se
absuelve á sí mismo de sus defectos que siem-
pre ve menores de lo que son en realidad, y cie-
rra los ojos á los méritos que contrabalancean,
ventajosamente tal vez, la imperfección de los
que sentencia arrogantemente.
Estas dos pasiones son, estudiándolas en sus
efectos puramente sociales, dislocadoras y anár-
quicas; y prueban de un modo perentorio que
si el equilibrio de las relaciones humanas, per-
petuamente minado por sus explosiones, se ha
de mantener con mediana regularidad, es in-
90 PROBLEMAS ARGENTINOS

dispensable que los hombres sean refrenados


y dirigidos por una autoridad bastante vigoro-
sa para compelerlos é imponerles obediencia.—
La sociedad apenas necesitaría gobierno si las
pasiones no tendieran á trastornarla. Pero como
las pasiones actúan perdurable, natural y des-
ordenadamente, es consecuente con su existen-
cia y condición forzosa de su concierto, la in-
vestidura de un poder de coerción en cierta en-
tidad superior á los individuos, que conjure los
estragos del egoísmo, definiendo y restablecien-
do el orden jurídico, que á su turno debe ser
expresión y reflejo del orden moral.
Sigúese de aquí, que á medida que las socie-
dades prosperan, como las relaciones se compli-
can en su seno, aumentan las circunstancias de
que deriva la necesidad del gobierno; ó lo que
es idéntico, que el crecimiento del gobierno es
proporcional al crecimiento de las sociedades.
Suele decirse que la civilización emancipa, y es
cierto en dos sentidos. La civilización emanci-
pa la persona solitaria del hombre, genérica-
mente considerado, porque le somete fuerzas
que, en estado de barbarie, le sobrecogen y íe
dominan, ensanchando el poder del mundo in-
telectual y moral en sus conexiones con el mun-
do físico. Emancipa también, criando para el
régimen de relaciones nuevas órganos nuevos,
de suerte que concilia el incremento del gobier-
no con el desarrollo de la libertad. Pero no sal-
drá de ella este resultado, á menos que cada
esfera de relaciones funcione sin presión exte-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 91

rior y adquiera autonomía cuando adquiera vi-


talidad.—De lo contrario nacerán y crecerán
parásitas, sirviendo para engrosar las facultades
de la soberanía política, y ni medrarán por fal-
ta de atmósfera propicia, ni consentirán á la
civilización obrar emancipando al hombre.
Ahora, es evidente que la división de las esfe-
ras sociales se inicia por el acatamiento pres-
tado al papel y al poder de la Iglesia, y al papel
y al poder déla familia.—Para conocer el carác-
ter de la Iglesia y el de la Familia, (cuya inde-
pendencia estriba en ser de institución divina,
sin lo cual sería una simple creación del po-
der social, por lo cual su autonomía depende de
la autonomía de la Iglesia), es menester distin-
guir los dos órdenes en que se mueve la huma-
nidad, el orden natural y -el orden sobrenatural;
las dos patrias del hombre, la terrena y la celes-
te: sus dos categorías de conocimientos, los in-
dagados y los revelados. El naturalismo sólo
confiésalo natural y lo visible. Negando á Dios,
ó desdeñándose de adorarle, destruye la Iglesia,
la persigue ó la despotiza; y la familia se amen-
gua y abate con el detrimento de la Iglesia.—De
estos tres centros primordiales de soberanía en
las condiciones históricas de nuestra especie,
Iglesia, Familia, Estado, aniquila la Iglesia, adul-
tera la Familia derrumbándola bajo la ley civil:
sólo deja de pie al Estado. El Estado que en su
constitución primitiva no ha sido contenido por
la acción enérgica y amplia de las instituciones
divinas, no tiene por qué acceder á la erección
92 PROBLEMAS ARGENTINOS

de otras esferas autonómicas de relación y de


gobierno, cuya independencia estriba en su ana-
logía de funciones con aquéllas, y en el princi-
pio cardinal que define la soberanía social como
un poder limitado y secundario. Luego, impe-
rando el naturalismo, el Estado gobernará omni-
potentemente; y creciendo las relaciones por el
desarrollo de la sociedad, crecerán sus faculta-
des en una escala indefinida.-—Bajo el aspecto
de la extensión del gobierno, queda en conse-
cuencia, probado que el naturalismo es impo-
tente para fundar un Estado justo.
Acusárnosle, en segundo lugar, de la misma
impotencia para establecer las bases del de-
recho.
Es tan lisonjera para el hombre la noción del
derecho, que se tiene por obvia y parece ocioso
analizarla. Sin embargo, un error en la manera
de entender sus fundamentos acarrea otros en
sus aplicaciones, y nunca se planteará una bue-
na política con una mala filosofía. A una extra-
vagancia filosófica en las entrañas de las cien-
cias jurídicas, ya nazca de raciocinar mal, ya
nazca de no raciocinar sobre sus elementos meta-
físicos, se refiere como efecto á causa, el gali-
matías ecléctico que enmaraña las legislaciones
y sociedades modernas, al extremo de volver
los derechos positivos en derechos naturales y
viceversa, el derecho divino en mero derecho
consuetudinario ó legal, franquicias secundarias
en capitales y al revés, ó franquicias peligrosas
é injustas en absolutamente necesarias y con-
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 93

formes á la organización y fines del estado ci-


vil.—La escuela naturalista no es parte á desci-
frar este embolismo.
Ella no puede, en efecto, explicar el derecho
sino de dos maneras: ó afirmando que es un me-
ro sentimiento del hombre, ó afirmando que
resulta de combinarse en él necesidades viva-
mente experimentadas y fuerzas propias para
satisfacerlas.—Los sentimientos sólo producen
fenómenos pasivos.—Si algunos inspiran accio-
nes es porque mueven la voluntad; pero como el
hombre no se decide sino previa deliberación,
para que un sentimiento genere actos, es nece-
sario que se acuerde con ideas capaces de de-
terminarlo racionalmente á obrar.—Acontece á
veces que el hombre obra contra su propia
razón, porque la sensibilidad adquiere sobre su
voluntad más imperio que la razón, pero enton-
ces procede ciegamente, por pura pasión, es de-
cir que no obra con libertad.—El derecho no
puede confundirse con estas formas ciegas déla
sensibilidad; sería una pasión, lo cual es absur-
do.—Luego, aunque algún sentimiento impulse
al hombre á reclamarlo, ese sentimiento se fun-
da en algún concepto que lo ilustra, distinto de
él, y que por ser concepto difiere esencialmente
de su naturaleza.—Cuando sentimos tener dere-
cho á alguna cosa, ó que se agravia en nosotros
el derecho, experimentamos una pena, y al mis-
mo tiempo formamos un juicio, para lo cual es
indispensable referir la circunstancia que lo
motiva alguna idea preconcebida.
94 PROBLEMAS ARGENTINOS

Esta idea, que es la noción cardinal del Dere-


cho, no resulta, como algunos naturalistas pre-
sumen, de la necesidad y la fuerza combinadas
en el ser humano. Seguiríase de su doctrina que
son sujetos de derecho todos los seres en quie-
nes se verifica la misma combinación de necesi-
dades y de fuerza: y ninguna mente sana admite
que el lobo ejerza derecho contra el cordero ni-
el gato contra el ratón. El derecho sería más
amplio en los seres más fuertes, como los leones;
y menos amplio en los hombres débiles y va-
letudinarios, como los niños y los tísicos, que en
los adultos y en los robustos.—Esto es tan cra-
samente absurdo que no merece discusión.
Que las ideas de derecho y de deber son corre-
lativas, es doctrina en que de buen grado con-
vienen todos los espíritus moderados; pero hay
muchos que contraponen ambos conceptos, to-
mándolos como si fueran los dos términos extre-
mos de una relación, y nada más. Esto nos pare-
ce erróneo. Es verdad que todo derecho propio
corresponde á un d,eber ajeno, y viceversa sin lo
cual no sería exigible y por lo tanto, no sería de-
recho. Pero precisamente en razón de la influen-
cia recíproca que tienen el deber y el derecho,
así considerados, somos de opinión que un
particular deber no explica la naturaleza del de-
recho particular con que se relaciona: aunque
afirmando la existencia de uno se afírmala exis-
tencia del otro. Decir que Pedro tiene deber de
hacer una prestación á Juan, equivale simple-
mente á decir que Juan tiene derecho de exigir
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 95

de Pedro la cosa materia de la obligación. Las


circunstancias en que el obligado se encuentra
respecto del beneficiado, no explican el funda-
mento de la acción que el beneficiado tiene con-
tra él. Puede suceder que exista esta relación
sin que exista verdaderamente derecho. Si ma-
ñana se reprodujera el contrato de Antonio con
Shylock, Shylock tendría derecho á la libra de
carne de Antonio, en cuanto Antonio tuviera
deber de dejársela cortar. La relación existiría
entre ambos, y cada uno de sus términos sería
confirmado por su opuesto extremo. Entre tanto
no habría derecho alguno en el fondo del contra-
to, por la razón simplísima de que no existe ley
que proteja tan peregrina y brutal estipulación.
Diráse que esta circunstancia, al mismo tiempo
que destruye ó desarma el derecho, extingue £
enerva el deber correlativo. Es evidente; y de
ahí se deduce, que cuando el derecho y el deber
se estiman únicamente como términos opuestos
de una relación no se engendran uno á otro,
sino que ambos reciben existencia de otra fuen-
te.—Icemos buscado ejemplos en las obligacio-
nes civiles, y de ellos resulta ser indispensable
condición de su existencia que la ley civil las
autorice y ampare. Esta noción es fecundísima.
Los derechos se desarrollan en dos dominios:
en el dominio de las relaciones civiles, y en el
dominio délas relaciones naturales,es decir de
las relaciones necesarias entre los hombres y
sujetas á un orden, que no emana de los estatu-
tos civiles. Para que en el dominio de las reía-
96 PROBLEMAS ARGENTINOS

ciones civiles alguna franquicia ó alguna acción


constituya un derecho, es menester que la ley
positiva la declare y la proteja. De la misma ma-
nera, en el dominio de las relaciones naturales,
para ser de derecho una franquicia ó una acción,
será menester que nazca de una ley natural. La
ley natural del hombre es el conjunto de debe-
res conducentes á la consecución de su fin. No
es admisible otra noción en el orden de las rela-
ciones entre Dios y el hombre. La creación del
hombre es gratuita, sin lo cual Dios no sería
infinitamente libre, es decir, que no sería Dios;
y siendo gratuita, el hombre creado no se liga
con el creador por ningún derecho, sino que se
le vincula por los deberes á que le plugo subor-
dinarle. Siendo estos deberes estrictos y univer-
sales, á nadie le es lícito estorbar que cada uno
los cumpla, y la libertad necesaria para cumplir-
los es necesariamente exigibie. Facultad de exi-
gir y derecho son términos equivalentes. Así
vemos que el deber, teniendo por tal las leyes
divinas y naturales, engendra el principio inicial
del derecho.
Elimínese de este razonamiento la idea de
Dios y pregúntese al naturalista que cae en ta-
maña aberración, ¿sobre qué ley apoyará en
adelante la idea del derecho, que no es un puro
sentimiento, ni un resultado de la necesidad y
la fuerza? Por ventura responderá en su obsti-
nación, que sobre la ley de la naturaleza.—¿Y en
qué consiste esta ley? ¿qué ley hay en la natura-
leza si se prescinde de Dios?—El movimiento, y
SOLUCIONES NATURALISTAS Y CRISTIANAS 97

los modos del movimiento? Pero conocemos el


derecho en que puede ser reclamado. Luego no
nace de cualesquiera leyes, sino de leyes mora-
les, que no pueden estar específicamente conte-
nidas en el movimiento y sus modos, sino que
suponen libertad, espiritualidad y un orden so-
brenatural.
Todo lo que rodea al hombre le es inferior,
menos los demás hombres, que aisladamente le
son iguales, de donde nacen sus relaciones y la
intrínseca necesidad de una regla que las orga-
nice. Es cierto qué considerados en conjunto,
por el estado social, le son superiores; pero si se
niega que una ley moral constituye la sociedad
y la rige, se habrá de convenir en que las aglo-
meraciones humanas no son superiores al hom-
bre individual, sino por ser más fuertes; y la
fuerza no funda derecho. Atribuyendo al impe-
rio de la sociedad, la fuerza por fundamento y
por regla el juicio de la mayoría, según el prin-
cipio de la soberanía absoluta del pueblo, que
deriva de estos antecedentes,—se establecería
la legitimidad de todas las leyes positivas, no
obstante ser, como acredita la experiencia, tan
discordantes de tiempo á tiempo y de lugar á
lugar, y á menudo tan combatidas por contra-
rias á ciertos derechos, cuya existencia, ó es
independiente de ellas, ó es ilusoria.—En esta
contradicción incurren los más fervientes pre-
dicadores del naturalismo, los que blasfeman de
Dios, ultrajan á Cristo y aplican la dinamita á
regenerar los imperios.—Mas si niegan la legi-
98 PROBLEMAS ARGENTINOS

timidad esencial, y por consiguiente, la sabidu-


ría y poder obligatorio de todas las leyes posi-
tivas, sin confesar la ley divina, ni encontrar
apoyo al derecho en las leyes físicas, no sabe-
mos de donde puedan derivar el ideal de justi-
cia con que comparan los establecimientos so-
ciales más arraigados y prepotentes para con-
denarlos y demolerlos. No puede ser de la
opinión, es decir de la máximas del común sentir,
porque la opinión representa la sociedad misma,
despojada de autoridad, y si repelen la autoridad,
han repelido ya el sujeto de que es atributo, aun
cuando obre con distinto carácter. Menos puede
ser de sí mismos; porque entonces le faltaría el ca-
rácter esencial para ser ley: le faltaría ser regla
predominante.—Luego, si ni en sí mismo, ni en el
sentido común, ni en la autoridad social, ni en
el universo material, puede encontrar el hombre
la ley generatriz del principio cardinal del de-
recho, este principio desaparece de la filosofía
con la idea de Dios y de su divina ley.

Quedan demostradas nuestras dos proposicio-


nes. El naturalismo exagera la potestad del
Estado: el naturalismo destruye la noción del
derecho desmoronando sus cimientos. Luego
es impotente para fundar un estado justo. Sin
duda por eso, el siglo XIX, humillado y dolorido,
pasa de una á otra decepción, de un desengaño
á otro desengaño, y á medida que la influencia
del naturalismo crece, bajan el crédito, el cono-
PROBLEMAS ARGENTINOS 99

cimiento y la práctica de la libertad, y el ejercí-


ció de las franquicias políticas se endereza á un
despotismo, nominalmente popular, oligárquico
en la realidad.

IV

En la política de los partidos argentinos han


tenido particulares manifestaciones la estrechez
de espíritu y la orgvllosa ilusión que M. Taine,
en un libro que no caerá en olvido W, h a puesto
en relieve estudiando la psicología del jacobino.
No hablamos de los partidos en su decadencia
actual, <sino en su esplendor, cuando grandes
problemas les preocupaban y se enardecían en
pugna por ideas bien definidas. Póngase de lado
el grupo personificable en San Martín, absorto
por el anhelo de la independencia americana,
excluyente de cualquier otra ambición, p a r a
examinar el tipo y las tendencias de todos los
que han tratado de operar en la organización
de la República; se verán sectarios más bien que
políticos, creyentes de ciertos apotegmas abs-
tractos empeñados en hacerlos prevalecer sin
miramientos de hombres de estado, sin precau-
ción respecto de sus consecuencias, ni cuidado
de conocer la sociedad en que habían de plan-

(1) La conquéte jacobine, 1881.


100 PROBLEMAS ARGENTINOS

tearse.-—Eran ilusos los monarquistas anteriores


á 1820, ilusos los unitarios de 1826, y sus contra-
dictores extremos, tan ilusos como ellos, desde-
ñaban el consejo de tal ó cual hombre modera-
do, que á la manera de don J u a n José Passo-
resistía al vértigo y miraba al fondo de las rea-
lidades.—Las tragedias han seguido á este li-
rismo.
Fácil es encontrar en nuestros documentos
parlamentarios desbordes de imaginativa ver-
bosidad y hasta verdadera elocuencia, lógi-
ca trabazón de paradojas y hasta luminosos
razonamientos, pero su estudio más prolijo
nos transporta, por lo común á una región
fantástica, que ninguna idea sugiere de la
vida nacional.—Si borrarais de sus páginas
los signos materiales que localizan esas esce-
nas, sería cosa de retar al más ducho en los
pormenores de la historia y costumbres de las
naciones á que indujera p a r a qué pueblo legis-
laban aquellos letrados tan discretos y tan ló-
gicos.—Aristóteles resucitado, fracasaría en el
empeño.—Legislaban, al parecer, para un pue-
blo de héroes en las batallas, y profetas de rege-
neración universal, cuyos pasos eran objeto de
la contemplación del mundo, y pasmo y envidia
de los Estados decadentes por no compartir su
inspiración, eclipsados por la estupenda majes-
tad «delagrande y gloriosa nación» Resonaba
el Himno Nacional en sus oídos, y arrancando
del concepto poético destinado á encender las
multitudes en el período guerrero de la emanci-
PROBLEMAS ARGENTINOS 101

pación, discurrían fanatizados, como si quisie-


ran recogerse y raciocionar con los nervios
estremecidos con músicas marciales.—Las aren-
gas políticas eran estrofas de López fermentadas.
—Sin duda que la generación de 1810 hubo me-
nester de toda la arrogante seguridad de sí misma,
hasta la infatuación expresada en las hipérboles
del poeta, para transformar la geografía políti-
ca del continente y desbaratar el equilibrio de los
imperios en el nuevo y en el viejo. Napoleón
contaba con la Francia: nuestros padres con
una fe ciega en sí propios y la ilusión, cando-
rosa pero tónica, de haber eclipsado «la virtud
de Esparta y las hazañas de Roma».—Otra cosa
era legislar bajo el mismo vértigo: tragar las
hipérboles, asimilárselas, y proceder en las
tareas del gobierno con la mente fascinada por
sus propias é imaginarias creaciones.—Había
de medirse el territorio y contar la población,
calcular el grado de la cultura general, exami-
nar los antecedentes, composición, hábitos,
inclinaciones, necesidades, recursos, relaciones
y capacidad efectiva de la nación: masas y con-
ductores, creencias y moralidad, industrias y
cambios; estudiar, en una palabra, la sociedad
para obrar eficazmente sobre ella: al argentino
real y no al ilusorio de los poemas, al argentino
de la vida civil, junto con el miliciano de Güe_
mes, al argentino de la vida doméstica y provin-
cial á la p a r del burgués turbulento, abuelo del
politiquero de hoy día; al pastor campesino de
carne y hueso, vivo y en movimiento en las fae-
102 PROBLEMAS ARGENTINOS

ñas rurales, ranchos y pulperías, y no al jinete


pintoresco, sueltos al viento los pliegues de su
flotante vestidura, blandiendo en su mano la
lanza de la revolución, porque no es tipo legen-
dario para embellecer la epopeya, sino la ma-
yoría efectiva de la población nacional, que
también se desmonta y se envilece en las mise-
rias de la barbarie, lamenta sus desgracias y
las venga formidable. Había de estudiarse todo
eso, y algo más: si se abrían al extranjero las
puertas d é l a nación, era de saber que no se
atraía sólo hombres á casa de otros hombres, ni
civilizadores á casa de ignorantes, ni trabajado-
res á la casa de perezozos, sino tipos divergen-
tes por tradición y por costumbres de la masa
nacional, expulsados por el hambre, movidos
en gran parte por codicia, tan ignorantes en su
mayoría como el gaucho cimarrón, acaso menos
inteligentes por naturaleza, menos generosos,
menos abnegados, menos sólidos, y sin ningún
vínculo de afecto patriótico, ni comunidad de
raza ni de lengua; es decir, que había de com-
plicarse la sociedad, mezclándose al elemento
nacional un elemento exótico en proporciones
y de calidades desconocidas. Arrojarse á estas
combinaciones sin prever sus resultados, enfi-
lar aforismos creyendo coordinar instituciones
viables y á la vez permanentes y flexibles, ope-
rar sobre entidades abstractas creyendo poder
imprimir á los seres y á las cosas reales los
caracteres imaginarios aceptados en las hipóte-
sis de una doctrina sugestiva, esparcida merced
PROBLEMAS ARGENTINOS 103

al prestigio de filósofos ilusos y sofistas hincha-


dos, era divagar con peligro gravísimo para la
sociedad, campo de ensayo de idealistas inex-
pertos.—Y no que adoptemos las máximas del
positivismo llevadas á la política sin rectifica-
ción ni contrapeso. Pero es evidente, que si
bien, principios de derecho natural se revelan á
la razón del hombre, y si los Estados han de
escoger entre la ruina ó el acatamiento á las
máximas universales preconizadas por Cristo, en
el pormenor de la vida social y en los medios de
aplicación de aquellos principios y estas máxi-
mas sagradas, la política cambia tanto de for-
mas como de caracteres las sociedades en el
espacio y el tiempo. De que existan reglas inal-
terables, conductoras de la vida moral y social,
no se sigue que la disciplina civil tenga una
estructura determinable á prior i, y por eso
adecuada en cualquier período de la historia á
cualquiera nación de la tierra. La esterilidad
de nuestras elaboraciones políticas lo comprueba'
con una evidencia dolorosa. Constituciones
fracasadas, constituciones corrompidas; cons-
tituciones efímeras, constituciones falseadas
metódicamente para prevenir los resultados
de su ingenua ejecución, y subrepticia ó escan-
dalosamente para usurpar el poder y monopo-
lizarlo en beneficio délos partidos.... ¿Quién pue-
de seguir las peripecias de este drama sin
confesar que hay un engaño persistente en el
fondo de la política argentina, del cual germinan
los desaciertos y las catástrofes, porque las
104 PROBLEMAS ARGENTINOS

leyes inadecuadas, necesariamente sucumben ó


se corrompen?....
Cuando observamos este largo divorcio de las
cuestiones de gobierno y de las cuestiones so-
ciales, nos exponemos á ser contradichos, por-
que no faltan en la serie de nuestras vicisitudes
tentativas por sentar la política sobre cimientos
más firmes. El nombre de Rivadavia viene lue-
go á la memoria. E s cierto que este famoso
estadista rehizo un día las esperanzas casi des-
vanecidas de u n a sociedad atribulada. Él dio
objetos precisos a l a acción política, desvirtuada
en agitaciones mezquinas é inconducentes, y
quiso ahondar los problemas sociales desdeña-
dos. De ahí deriva sin duda su prestigio, la
fascinación de sus contemporáneos y su fama
duradera. Se disputa, empero, la filiación de sus
ideas, y es bueno considerarla p a r a someterla á
crítica.—-Un eminente historiador discute la
opinión que tiene á Rivadavia por adepto de los
enciclopedistas franceses del siglo XVIII, y
negando este juicio busca en la escuela de Car-'
los III y sus ministros los antecedentes y arran-
ques de su política.—Por nuestra parte creemos
que se trata, en una y otra opinión, de la misma
corriente comunicada por distinto canal.—Los
ministros de Carlos III estaban imbuidos en la
filosofía francesa, y Carlos III, tendente, como
todos los reyes de su tiempo y estirpe, al abso-
lutismo, prestábales en su autoridad el instru-
mento de acción, que en otros tiempos y luga-
res, han buscado sus congéneres en la soberanía
PROBLEMAS ARGENTINOS 105

popular.—La filosofía francesa del siglo XVIII,


fuera de no merecer tal denominación, porque
en realidad no es una filosofía, sólo trajo al
mundo la novedad de la intemperancia y un
desarrollo tan agudo de los malos instintos que
pasó pronto de la región del sofisma á la región
del crimen. Ni la idea del Contrato social fué
paradoja nueva en la literatura filosófica, ni la
omnipotencia de la soberanía temporal, cual-
quiera que fuese su agente y beneficiario, fué
invención de aquellas cabezas delirantes. L a
democracia francesa ha sido peor que el abso-
lutismo de los reyes, porque ningún déspota
igualará jamás á la muchedumbre en pasión, en
ceguedad, en exigencias y estupidez. Pero antes
de trasladar á la multitud el imperio, según las
máximas de Rousseau interpretadas por los
jacobinos, el poder político, considerado en su
esencia, estaba en vías de adquirir, donde no
las tuviera ya, y eso por ambiciones de los mo-
narcas y complicidad de los legistas, una exten-
sión incompatible con el derecho, y un vigor que
tocaba en tiránico.—Dos faces principales se
advierten en esta evolución. U n a es el frenético
amor de la uniformidad y la simetría incompa-
rablemente menos letal que bajo la inspiración
revolucionaria, pero atentatoria de las liberta-
des locales, fueros, franquicias, costumbres de
provincia y de todos los elementos y condiciones
de la libertad civil. A la centralización se jun-
taba la regalía, esto es, la subordinación del
poder espiritual al poder temporal, un retroceso
106 PROBLEMAS ARGENTINOS

de la cristiandad á las formas políticas del paga-


nismo, que subyuga la Iglesia y tras torna el reino
de Cristo.—-Habíanse formulado en doctrinas no-
vedosas las máximas cardinales de este doble
movimiento de concentración del poder.—Los
principios cristianos en que reposa la autoridad
fueron cambiados por el sofisma del derecho
divino de los reyes, que ponía su privilegio p o r
cima de toda regla de justicia, y constituyéndo-
los interpretes soberanos del derecho, abatía á
sus pies, con todas las libertades nacionales y
las costumbres y tradiciones jurídicas de los
Estados, siguiendo transportes de un orgullo
desenvuelto en la medida en que era satisfecho,
hasta la conciencia de s u s subditos. L a m a y o r
expansión de la autoridad revélase en los prín-
cipes del norte de Europa, bajo cuya imperiosa
iniciativa apostatan las naciones, sin que esca-
pe'de este juicio la Inglaterra, no obstante estar
templado allí el poder de la corona por el Par-
lamento, que promulgó en menos de u n siglo
tres cambios de religión de los ingleses. Ingla-
terra con distinta forma de gobierno se plegaba
en lo esencial á la evolución autoritaria, por-
que aun moderando el poder de la corona, en-
sanchaba el del Estado. Donde los reyes n o
fueron hasta la apostasía, ni por consiguiente
pudieron ir hasta el pontificado, se esforzaron en
desenvolver hasta el máximum soportable p o r
las sociedades mistificadas que tenían bajo su
mano, las preeminencias de la regalía. J a m á s la
aceptó ni podía aceptarla, ni la aceptará la
PROBLEMAS ARGENTINOS 107

Iglesia.—Que el patronato general y canónico


haya dado margen, con la aquiescencia pontifi-
cia, al patronato especial de los gobiernos, es
cosa muy diversa, porque del patronato á la
regalía va mucho más que u n a diferencia de
grado, una verdadera y clarísima diferencia en
la naturaleza de las instituciones.—En esta es-
fera de usurpaciones, de rebelión y despotismo
vino á actuar la horda de sofistas del siglo
XVIII, y tras de ella, la horda de revoluciona-
rios sangrientos que, cambiando el agente, con-
tinuaron desenvolviendo las usurpaciones, y
llevaron hasta la última insolencia la rebelión y
el despotismo en nombre de la soberanía popu-
lar.—Legistas, reyes, doctrinarios y verdugos
de la revolución, ilusos y ambiciosos de hoy día,
preconizan la libertad y se jactan de servirla;
cada escuela y cada nueva forma del llamado
liberalismo se ufana de ser superior á su prece-
dente, hasta el punto de desconocerse y exce-
crarse como los demócratas de Robespierre ex-
cecraban á los monarcas. Entretanto están
inviolablemente ligados en la historia por la
unidad de su obra nefanda. Llaman libertad á la
destrucción de la autoridad religiosa, y no con-
fiesan, que habiéndola sustituido en su esfera de
acción por la autoridad civil, han fundado un
despotismo abominable. Apellidan emancipa-
ción del hombre la impregnación del escepti-
cismo, sin reparar en que desenfrenando las
pasiones, cuyos estragos nadie sino el gendarme
puede contener en las naciones sin fe, destru-
108 PROBLEMAS ARGENTINOS

yen la libertad porque destruyen el orden. Ex-


pulsan la Iglesia ó la deprimen, sin ver, ciegos
conductores de pueblos á los abismos, que eli-
minado ú opreso el poder espiritual, lo hereda
el Estado, se engruesa con sus despojos y ava-
salla las libertades civiles sin excepción, tritu-
rando las sociedades hasta volverlas una masa
informe, presa de oligarquías y de traidores.—
El liberalismo oportunista de Gambetta y el
liberalismo intransigente de Rochefort, Mazzini
y Garibaldi, Luis Blanc y los socialistas, el nihi-
lista de Rusia y el fenian de Irlanda, doctrina-
rios, caudillos y poetas de la revolución en el
siglo XIX, por medio de Robespierre, de Saint-
Just, de Grégoire, de Voltaire, de Rousseau, se
ligan con los monarcas absolutos y regalistas
de tres siglos atrás en la rebelión contra Cristo.
—Las distintas faces que ella ha presentado
pueden ser estudiadas en diversas épocas de la
historia, como que su aparición ha sido sucesiva
en el tiempo; pero hay otra sucesión de las co-
sas humanas, la sucesión de los hechos en el
espacio, que permite estudiar simultáneamente
todas sus formas, desde las iniciales hasta las
finales, manifiestas en diversos lugares pero en
un mismo período. Así del liberalismo anticris-
tiano. El reino exterior de Cristo ha sido com-
batido antes que su reino interior: la disciplina
antes que el dogma, el Papa antes que la Iglesia*
la Iglesia antes que Dios. Y bien, como han te-
nido estas manifestaciones cierto orden sucesivo
en el tiempo, lo han tenido en el espacio. Las
PROBLEMAS ARGENTINOS 109

sectas moderadas de cada período son escue-


las que se detienen, en un grado de la revolu-
ción precedente al que tocan las más lógicas,
que son las intransigentes. De esta suerte se
ven hombres y partidos, que sin apostatar,
obran como auxiliares de los apóstatas. Se de-
tendrían acaso apercibidos de que les allanan
el camino. Empero, no lo ven, ni quieren creer-
lo ni oirlo, y su inconciencia, si salva la respon-
sabilidad moral de las personas, no destruye su
solidaridad histórica con el mal á que abren
paso, ni repara sus imprudentes destrozos.—
Del latitudinario al libre pensador va un grado,
al cual se baja con un poco de consecuencia y
un poco de pasión. Que no hubieran bajado
hasta él los sectarios de la política de Rivadavia,
es cosa que concederemos de buena gana, sin
que esa política quede excusada, ya que era
agresiva, aunque se informara en doctrinas me-
nos intemperantes que el jacobinismo puro.
Rivadavia fué iniciador en cuanto fué cabeza
de columna. Los caudillos civiles poco pueden
cuando no son intérpretes de las ideas más ó
menos vagas, y de las pasiones, más ó menos
ardorosas, de las clases ó multitudes que recluían
para luchar. La porción letrada de la sociedad
argentina estaba propensa por su educación ofi-
cial y por su educación privada al escepticismo
religioso, ó por lo menos, á rebajar la disciplina
eclesiástica. La educación oficial, organizada
con las ruinas de los establecimientos jesuíticos,
era carlista, es decir, que en materias políticas
110 PRO BLE Ai AS ARGENTIN OS

y canónicas, tenía la regalía por principio fun-


damental. Refléjase su predominio en una de-
plorable circunstancia. El clero de la genera-
ción revolucionaria, hablando de su conjunto y
sin que en nada disminuya el mérito de las
excepciones, subordinó graves cuestiones canó-
nicas y disciplinarias á los intereses de la vida
política que abrazó con perjuicio evidente de su
ministerio, y trató la regalía como una institu-
ción propia para consolidar la soberanía nacio-
nal, llegando alguno de sus miembros á preco-
nizar cierta especie de galicanismo con que se
colocaban al borde del cisma. Ejercer la regalía
á nombre del rey de España, como se ejercía el
poder político, fué consecuencia de la emacipa-
ción primitiva; reivindicarla como un atributo
de la soberanía fué resultado que los legistas
dedujeron de la independencia. Ambas máxi-
mas contaron con la expresa aquiescencia de la
mayoría del clero. Así, cooperó á radicarías en
las instituciones, es decir, á la victoria de las má-
ximas ambiguas y los compromisos escépticos de
la escuela lega, encabezada en cierto tiempo por
Rivadavia, y que era napoleónica y carlista, ó
lo que es igual, producto oportunista de la filo-
sofía francesa del siglo pasado. A la educación
oficial y clásica se unía para acentuar el movi-
miento con caracteres que el clero, por otra
parte, no podía menos de condenar, la educa-
ción extraescolar, clandestina antes de 1810, y
jactanciosamente exhibida después de la eman-
cipación. Las cabezas estaban repletas de los
PROBLEMAS ARGENTINOS 111

sofismas franceses. En las circunstancias más


solemnes eran sus autores citados con venera-
ción. Rousseau y Mably eran oráculos en polí-
tica, ni faltaba quien, del clero y del pueblo,
resolviera puntos canónicos^con la autoridad
de uno ú otro Grégoire. Nada es imposible p a r a
Dios, pero sí para el hombre conservar el rebaño
dejando entrar al lobo. L a fe decaía en las clases
gobernantes cuando llegaron á las usurpaciones
de la reforma eclesiástica y al despojo de la
Iglesia; y asociaron la regalía, en su expresión
más ruda y según la pragmática de 1768, á la liber-
tad de cultos, convertida por esta asociación, en
pura libertad de disidencia, concepto y propósito
inadmisibles para hombres fieles, á menos de
ser insensatos llevados á ciegas por sombríos
despeñaderos. Del protestantismo en religión y
de la omnipotencia del Estado en política, se
formó el torrente del racionalismo fanático y
de la democracia revolucionaria. No traerían á la
República Argentina tanto impulso, pero la han
bañado como el agua turbia de los pantanos.
Así la incredulidad ha venido á ser á manera de
una enfermedad palúdica.
No por eso es menos intensa ni menos funes-
ta. Al lirismo político de otros tiempos, h a
añadido la prevaricación, y nada queda por
perder. Los moderados h a n visto, con pena
igual á su imprudencia, derribados los baluartes
en que desearon resguardar los principios reli-
giosos. El clero, advertido del estrago, h a
clamado, impotente, contra gobiernos cuyas
112 PROBLEMAS ARGENTINOS

usurpaciones cohonestara; y recobrándose en la


oración y el silencio, vese forzado á evangelizar
la nación cual si fuera una comarca gentil La
sociedad, cristiana en el fondo y nutrida con
savia de piedad y, fe acendrada, se nota despo-
seída de todas las instituciones, que son instru-
mento p a r a conservar y difundir las creencias
que la vivifican. P a r e c e contradicción afirmar
juntamente que la nación es creyente é incrédu-
la. La contradicción existe, pero no en el juicio,
sino en el fenómeno que lo sugiere. La sociedad,
en efecto, está en abierta pugna con los elemen-
tos movedizos y ambiciosos en que se recluían
las oligarquías gobernantes. Este antagonismo
h a c e ininteligibles p a r a los partidos las necesi-
dades de la sociedad, é insignificantes para la
sociedad las agitaciones de los partidos. Divor-
ciados partidos y sociedad, la vida política es
por fuerza estéril. Se disipa en una región
e x t r a ñ a á los g r a n d e s intereses sociales, ó se
comunica con ellos p a r a dañarlos bajo la inspi-
ración de ejemplos perniciosos. L a constitución
ha organizado las relaciones del Estado con la
Iglesia según la doctrina de Rivadavia. La le-
gislación orgánica y la práctica administrativa
persisten en la tendencia centralista y despóti-
ca de los reyes españoles y de los demócratas
franceses. Necedades enfáticas echadas al vien-
to con pompa declamatoria inflan de orgullo
los corazones y plagan las mentes de sofismas.
Una frase hueca en la memoria pasa por una
idea de la inteligencia: el apetito egoísta por
PROBLEMAS ARGENTINOS 113

patriotismo: y por lealtad y perseverancia, el


rencor y la preocupación.
En los raros momentos de reposo consegui-
dos, se han incubado apotegmas convertidos en
dogmas. «Poblar es gobernar», dice uno de ellos
verdad á medias y á medias error, que Carlos
III aceptó con rectificativos no siempre obser-
vados, y la constitución nacional ha incluido
con precauciones discretas, aunque vagas, de
las cuales ni doctrinarios ni gobernantes hacen
suficiente caso. Poblar es gobernar, si se puebla
bien, pero no es gobernar introducir multitudes
entre sí y con la masa nacional incoherentes,
consentirles agruparse organizadas y desenvol-
verse alterando el carácter de la Nación.
Convertir en riqueza económica la riqueza
natural es un empeño de buen gobierno, pero á
condición de que la codicia no sea el móvil pre-
dominante en la vida social, ni los intereses
materiales, siempre y por naturaleza secunda-
rios, prevalezcan sobre los intereses morales é
intelectuales de la nación.
• Mantener la paz de los Estados es la función
cardinal de los gobiernos; pero con tal que ella
estribe en el derecho y en el honor, en la justi-
cia estrictamente observada é imparcialmentc
distribuida.
Conservar las libertades públicas es necesa-
ria condición de existencia é incremento de las
sociedades, sino degeneran en indisciplina anár-
quica que, minando el principio de autoridad,
destempla los resortes de unidad y de armonía;
8
114 PROBLEMAS ARGENTINOS

ó en conflicto de ambiciones personales y fac-


ciosas que conflagran y degradan á los pueblos.
Fomentar la cultura de todas las clases socia-
les, directrices y dirigidas, es un noble objeto
de actividad, que pronto se torna funesto, si
por una parte, el Estado suplanta á la familia y
convierte en instituciones de la vida pública las
que corresponden á la vida privada y la educa-
ción en policía civil; y por otra, se acogen todas
las insanias de la mente, y tomando por progre-
so la novedad ó añejas locuras restauradas, se
consiente infundirlas y desparramarlas en las
cátedras que la juventud rodea por obligación
ó necesidad, por indiscreción propia ó indife-
rencia paterna.
Asociar fuerzas y recursos p a r a servir todas
las necesidades- sobre m a n e r a costosas y débil-
mente sentidas por circunstancias pasajeras,
es legítimo, y uno de los beneficios que de la
organización social r e p o r t a la humanidad, bien
como reglar relaciones es el papel culminante
de la soberanía social; pero despojar la familia
de sus funciones más augustas y de su indispen-
sable libertad, es abatirla y arrastrarla á la abdi-
cación. Familia que no educa, familia anulada,
familia sin ley propia, es decir, familia sin tes-
tamento libre, será un centro de afectos, pero
jamás un núcleo de poder.
Dos corrientes doctrinarias nos inundan: la
q u e p o n e e n l a revolución francesa el principio
de la civilización moderna; la que circunscribe
el desiderátum de las naciones á tener formas
PROBLEMAS ARGENTINOS 115

de gobierno representativo y consagrarse anhe-


losamente á enriquecer. El mundo contempo-
ráneo participa, más ó menos, de las mismas
ilusiones, y una experiencia trágica descubre
su vanidad. Francia está en los abismos. Rica,
ingeniosa, brillante, manifiesta después de los
desastres de la guerra una vitalidad que mara-
villa, pero se entrega en manos de partidos
insensatos, cuyas locuras y cuyos crímenes
preparan inminente cataclismo. No es más feliz
Italia, víctima de ambiciones piamontesas, ame-
nazada de frenesí garibaldino. Bélgica, turbada
como Suiza, Alemania oprimida bajo la hege-
monía prusiana, Inglaterra labrada por las
conspiraciones irlandesas, é Irlanda misma,
profanando la justicia de su causa y entregada
á la dirección de indiscretos capaces de frater-
nizar con los Hugo y sus congéneres del conti-
nente; la América entera conflagrada como
Colombia, como Venezuela y el Ecuador ó ja-
deando bajo el imperio de instituciones inicua-
mente defraudadas.... El cuadro es horrible, y
evidencia la nulidad de las especulaciones na-
turalistas para fundar el orden y asegurar el
bienestar de las naciones. La República Argen-
tina está precisada á elegir entre ellas y las
.eternas verdades que sus clases gobernantes
desdeñan; entre la política de quimeras y fanta-
sías que una deplorable tradición ha arraigado,
y la política discreta que para obrar sobre las
sociedades explora su organismo y consulta su
espíritu é inclinaciones y aptitudes. Es puro
116 PROBLEMAS ARGENTINOS

-efecto de orgullo si algún partido echa en cara


á su rival la corrupción de las instituciones, y
propio de ilusos esperar las reacciones morales
del desarrollo de la libertad- En esa máxima
los conceptos están invertidos. La moral es la
condición en que surge y asienta la libertad
bien entendida. Pelea el hombre en las batallas
de la vida bajo la ley de su espíritu contrariada
por la ley de sus apetitos. L a ley del espíritu
h a de prevalecer, ó el hombre será esclavo de
las pasiones, y como el hombre los pueblos.
Digámoslo en una palabra: la libertad renacerá
con la restauración cristiana.
En qué la buscáis? En la moderación del go-
bierno? Pues ella depende de la libertad de la
Iglesia y de la libertad de la familia, centros
cardinales cuya autonomía limita su poder, y
da fundamento á la emancipación de todos los
órdenes de relación agobiados hoy día bajo la
férula del Estado omnipotente. Buscadla donde
os plazca. En la riqueza general? Pues la riqueza
h a de ser distribuida según caridad, ó ha de ser
monopolizada por avaros que pasan á tiranos, ó
expoliada por miserables.que pasan á verdugos.
Si la pedís al imperio del derecho, ya sabéis
que el naturalismo detalla fuerzas y explica
movimientos. Cristo, empero, revela una sola
ley á hebreos y gentiles, á bárbaros y á cultos,
á los que ríen y á los que lloran, al hombre en
la soledad y en la familia y en la nación y en la
comunidad de su especie regenerada ayer y por
siempre con su inmolación en la cruz y en el
PROBLEMAS ARGENTINOS 117

altar. No está la libertad, sino donde está el


espíritu del Señor. Si la divinidad del cristia-
nismo no tuviera más pruebas que las catástro-
fes siguientes á la apostasía moderna, el es-
truendo de las revoluciones y la miseria en que
rematan sueños tan orgullosos, bastarían para
demostrar que es él la ley de la inmortal alianza
del hombre con el Padre de las luces y el dador
de todo lo perfecto. Las pavesas del incendio-
todo lo ennegrecen, pero pasarán, como pasan
los rebeldes, los sofistas, las generaciones, y las
nubes y las sombras. Sólo Cristo permanece
para siempre*
1881.
118 PATRONATO

(1)
ARTÍCULOS SOBRE PÁTROMTO

'León XIIÍ y el Presidente de la República.—El Concordata.—Pa-


tronato.—El patronato y la Soberanía.—Las objeciones del
doctor Vélez.— Usurpaciones y herencias.—Los conflictos
actuales.

León XIII y el Presidente de la República

Publicamos en seguida la honrosa comunica-


ción del "Romano Pontífice León XIII, dirigida
al Presidente de la República.
Los términos de ese documento revelan que,
á pesar de los malos elementos que rodean de
cerca al presidente y que más de una vez han
manifestado en la prensa oficial sus tendencias
y propósitos anticristianos con tendencias con-
trarias á todo orden social, el presidente per-
sonalmente ha podido sustraerse á esas malas
influencias en lo relativo á las buenas relacio-
nes con la Iglesia y con su cabeza visible, el Ro-
mano Pontífice.
Este documento, de que después nos ocupa-

(1) Artículos publicados en La Unión, del 15 de Febrero al 16 de


Marzo de 1883. Más adelante se hallan otros sobre las mismas
materias motivados por las cuestiones religiosas de 1884, que se en-
cuentran, más adelante, entre los artículos sobre dichas cuestiones
—El Editor.
LEÓN XIXI Y EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA 119

remos detenidamente, muestra que para bien


del país y mejor afirmar la fe católica del pueblo
argentino, el presidente ha tenido la iniciativa
en la promoción de u n Concordato que á la vez
que zanjará dificultades y cuestiones que de día
en día adquieren mayor importancia y se hacen
más difíciles en su solución, fortificará los víncu-
los y facilitará el mutuo auxilio de los dos'pode-
res, eclesiástico y civil, sin cuya cordial unión
y acción conjunta no hay felicidad ni bienestar
posibles para ningún pueblo civilizado.
El presidente felizmente inspirado, ha dado
principio á una de las obras más trascendenta-
les y más benéficas que podrá contar su admi-
nistración, y la cual tendrá por efectos seguros
disminuir en nuestro país los estragos de esa
eterna é inevitable lucha de las pasiones mun-
danas contra la Iglesia, de la cual ha salido
siempre triunfante, porque es la lucha de la ini-
quidad contra la justicia, del vicio contra la vir-
tud, del mal contra el bien, del error contra la
verdad; lucha en cuyas consecuencias se en-
cuentra en este momento, desgraciadamente,
envuelta la Francia, enseñando al mundo, con
su triste ejemplo, que los pueblos no pueden
aspirar á la paz durable y progreso verdadero
fuera de la Iglesia de Dios.
He aquí la comunicación de Su Santidad:
120 PATRONATO

Al Excmo. señor Presidente déla República Ar-


gentina, general don Julio A. Roca.
León XIII Papa
Querido Jiijo, Ilustre y Honorable varón. ¡Sa-
lud y bendición apostólica!
Por tu carta fechada en el mes de Septiembre
del año ppdo., la que hemos recibido en el mes
de Marzo del corriente, hemos notado con todo
placer tu señalado anhelo en propender á aque-
lla concordia que debe existir entre el poder re-
ligioso y el civil, asi como para afianzar cada
ves más los vínculos que ligan á esa Reptíblica
con esta Apostólica Sede. Así, ésta tu comuni-
cación ha demostrado bien, que viendo tú clara-
mente cuánto interesa al bienestar de la Iglesia
y la República Argentina el arreglo de algunas
cuestiones de gran importancia, las que requie-
ren la atención y asiduidad de cada uno de aque-
llos poderes, deseas por tanto con vehemencia
que se den pasos oportunamente en el sentido de
una convención para su debido arreglo y curso.
Recordando también con dicho objeto, Querido
Hijoy lo ya obrado en el año de 1858 entre la
Sede Apostólica y aqttel gobierno, á fin de orde-
nar lo pertinente á la religión, Nos has mani-
festado la esperanza que abrigas de que las difi-
cultades que en aquel entonces obstaron á ello,
podrán, á no dudarlo, obviarse, ahora fácilmen-
te, una vez que creyéramos del caso proveer á
nuestro Delegado Apostólico de la necesaria
autorización y de las instrucciones y facultades
LEÓN XIII Y EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA 121

oportunas para tratar de ello en esa. Gratísimo


efecto Nos han causado, Querido Hijo, estos no-
tables sentimientos que patentizan tu eximia
voluntad hacia la Iglesia, al propio tiempo que
tu decidido anhelo por comprobarlo.
Así mismo, asaz agradable Nos hubiera sido
satisfacer cuanto antes los deseos que Nos has
manifestado, si no lo juzgáramos ajeno á la
regla de conducta de esta Santa Sede, el que
asuntos tales sean tratados y manejados fuera
de esta ciudad, y sí cerca del Sumo Pontífice, lo
cual tiene por mira el que puedan aquellos des-
pacharse y arreglarse con mayor facilidad y con
éxito no dudoso.
Por ello es que muchísimo desearíamos, si-
guiendo siempre las huellas de Nuestros Prede-
cesores, y adhiriéndonos á los muchos ejemplos
que nos ofrece la costumbre de otras Naciones,
el que nos mandaras cuanto antes, Querido Hijo,
un Enviado Extraordinario con plenos pode-
res y las instrucciones necesarias, así como ya
en otras ocasiones lo ha hecho ese gobierno; y no
dudamos,por otra parte, que esto será de gran
importancia^ tanto para facilitar los negocios,
cuanto para el logro de tus deseos; mucho más
si tienes en cuenta nuestra buena voluntad ha-
cia vosotros, como también que nada se tiene
en mira que no esté abarcado por la justicia y
la equidad.
Con iodo, si crees que no podrás atender por
ahora á estos Nuestros deseos, como no anhela-
mos otra cosa que serie agradable en cuanto Nos
122 PATRONATO

sea dado, no habrá inconveniente, Querido Hijo,


en que mientras tanto, Nuestro Delegado en
esa principie á tratar contigo de aquello que
sea menester tomar en consideración desde lue-
go, allanándose asi el camino para una conven-
ción ácuyo objeto, si fuese de tu agrado, podrás
hacer presente, á Nuestro Delegado el parecer
de tu gobierno, á fin de que luego Nos lo trasmi-
ta y te manifieste en seguida Nuestra opinión y
dictamen sobre el particular.
Al solicitar del Señor para ti con todo empe-
ño los beneficios de la gracia divina, que afian-
cen tu eximia buena voluntad, en presagio de
ellos y como prenda de nuestra estima especial,
á Ti, Querido Hijo, Ilustre y Honorable Varón,
asi como á todos los fieles de aquella República
damos muy afectuosa y cordialmente la BENDI-
CIÓN APOSTÓLICA.
Dado en Roma, en San Pedro, á los 30 días de
Agosto de 1SS2, 5.° de nuestro Pontificado.
LEÓN XIII, PAPA.

El Concordato

Quebrantatiamos nuestro deber si nos limitá-


semos, respecto de la cuestión del proyectado
Concordato, á contrarrestar la oposición CO. La

(1) Desde el 15 de Febrero de 1883 en que se publicó


la anterior comunicación en La Unión, hasta el 9 de
EL CONCORDATO 123

controversia sería fecunda si h u b i e r a sido co-


r r e c t a m e n t e iniciada, y se d i r i g i e r a á e s c l a r e -
cer los p u n t o s que debe a b a r c a r la convención
propuesta por el gobierno, y á r e s o l v e r sincera-
mente los p r o b l e m a s q u e ella envuelve. Pero
nuestros c o n t r a d i c t o r e s pisan un t e r r e n o falso:
no tenemos u n p u n t o de p a r t i d a que nos s e a co-
mún; y por c o n s i g uiente, el d e b a t e s e r á u n a
estéril agitación, como que h a b r á de v e r s a r
sobre detalles i n c o n e x o s ó sobre p o s t u l a d o s in-
conciliables.
L a oposición no r e p r e s e n t a u n a doctrina j u r í -
dica ni histórica: es escéptica y liberal. P o r eso,

marzo en que aparece el presente artículo, nuestro padre


publicó varios dedicados exclusivamente á contrarres-
tar los argumentos que se hicieron contra la idea de
la celebración del concordato. De estos artículos ex-
tractamos ios párrafos más importantes:
Se objetaba que no era posible tratar con la Santa
Sede sin sacrificar derechos de la soberanía nacional.
entendámonos, dice. Entre estas dos potestades que
tienen funciones y órbitas distintas, pueden arreglarse
sus mutuas relaciones, en los puntos en que se tocan
recíprocamente, en virtud de reglas definidas por la
que ocupa más alto grado en razón de la superioridad
de sus objetos y el orig*en divino de su autoridad, y
aceptadas, por la que ocupa el segundo rango, por prin-
cipios de conveniencia, que afectan la vida privada y la
vida social, las familias así como el Estado». «Sino se
acepta esta doctrina, eminentemente cristiana,—agrega,
—tiene que aceptarse la de los concordatos, por medio
de las cuales aquellas relaciones son regladas por pactos
124 PATRONATO

á través del tiempo, y no obstante el contraste


de las formas políticas en que ella actúay actua-
ron sus predecesores, se da la mano con los vie-
jos monarcas de Castilla, y resucita el añejo
regalismo, fermentado con la levadura de la
incredulidad religiosa.
La regalía de los monarcas expresaba una
mera ambición de poder, que tomó gran cuerpo
á medida que la fe decaía entre las clases go-
bernantes: expresa hoy día el anhelo de despoti-
zar la Iglesia por un odio ultrajante hacia las
creencias y la disciplina, que fomentan á porfía
materialistas y demagogos.

discutidos j estipulados, como recíproca obligación, en-


tre el Estado y la Iglesia. Nada puede, por consiguien-
te, perder una nación, celebrando concordatos, á no ser
que se pretenda que las relaciones entre ambas potes-
tades deben ser definidas por la soberanía temporal.
Pero eso equivale á convertir en dogma, superior al
dogma religioso, un postulado insensato de los reyes
absolutos de Europa, heredado por los escribas del des-
potismo popular>.
Más adelante invita á «reflexionar sobre ciertos acae-
cimientos contemporáneos muy propios para atenuar las
intemperancias de lógica de cualquier libre pensador, á
quien lo de libre no haya quitado lo de pensador*.
Y dice: «La Rusia es una nación cismática, eu que el
czar es jefe de la Iglesia. Eso no obstante, el czar trata
con el Papa, porque la autoridad pontificia puede ser des-
acatada, pero es necesario estar loco para negarla; y
esta posesión efectiva que la Iglesia católiea tiene de
una soberanía universal, reconocida por los que más la
EL CONCORDATO 125

Hay, por fin, en la historia moderna un factor,


cuya influencia se niega en público, por más
que clandestinamente se preconice con ufanía,
y que, sin duda alguna, ha de intervenir en el
curso del gravísimo asunto que nos ocupa. Ya
se comprenderá que aludimos á las sociedades
secretas. Con los hombres que obedecen á su
consigna, no hay discusión útil que seguir. No
se ocupan ellos de esclarecer cuestiones de
derecho público, con ingenuo amor de la verdad,
procediendo imparcial y libremente; sino que
sirven las preocupaciones de una secta y hosti-
lizan la Iglesia de Dios, porque á hostilizarla se

odian, es sin duda alguna una de las señales históricas


más claras de la autenticidad de su institución y de la
legitimidad de su ministerio.
Inglaterra entra en las mismas aguas que la Rusia.
El Parlamento ha podido promulg'ar un Credo, ha podi-
do cambiar tres veces en menos de un siglo la profesión
oficial de la nación; ha podido conferir á la Corona el
primado de honor y jurisdicción de su Iglesia Nacional;
pero al cabo de trescientos anos advierte que está incó-
lume, imperante sobre el universo, y en toda la lozanía
de su autoridad, la Sede pontificia que pretendió derro-
car. Lo conoce, y pacta, entre tanto que llegan tiempos
de más coraje y fecundidad.
La monarquía de Federico II, amaestrada por el esta-
blecimiento de la Iglesia Evangélica en el despotismo
religioso, infatuado por la hegemonía de Alemania, has-
ta las enormidades de la Kultur-kampff, vuelve hoy día
de sus excesos de soberanía, y acude también á pactar
con la Sede de San Pedro.
126 PATRONATO

h a n obligado al a c e p t a r la s e v i d u m b r e en que
viven.
Unos, p o r q u e d i s c u r r e n bajo u n a p e t i c i ó n de
principio que h a c e insoluoles las c u e s t i o n e s , y
otros, p o r q u e o b r a n sin libertad, son, p o r consi-
guiente, tales los a d v e r s a r i o s del c o n c o r d a t o ,
que sólo en c u a n t o s e a m e n e s t e r p o r el d e c o r o
y el culto d e la v e r d a d , v a l d r á o r d i n a r i a m e n t e
la p e n a e n t r e t e n e r s e en disipar sus o b j e c i o n e s y
d e s h a c e r s u s sofismas.
Hay, e m p e r o , u n a m a s a r e s p e t a b l e de s o c i e -
dad, que no h a c o r r o m p i d o su m e n t e ni e n á j e -

Francia, aún en medio de la orgia masónica en que


hoy día se afrenta, repele por el voto de ios conservado-
res y de los liberales menos insensatos, la proposición
de un grupo de aturdidos que pide la denuncia del con-
cordato.
Colombia, que declaró separada la Iglesia del Estado,
pide al Papa un Nuncio y un concordato.
Basta por hoy.
Estados cismáticos. Estados protestantes, Estados per-
seguidores, Estados liberales y masónicos, solicitan tra-
tar con el Sumo Pontífice; viendo en esta autoridad, si-
quiera de hechOj un poder que ve pasar los siglos tras de
los siglos, las revoluciones en pos de las revoluciones,
las razas, los imperios, las nacionalidades, las formas de
gobierno y las instituciones sociales, amada ó combatida,
reverenciada ó ultrajada, pero firme, resplandeciente é
inmortal, sin que los embates de sus enemigos la con-
muevan, ni el tiempo la enflaquezca ó atenúe».
En otro artículo refuta el argumento hecho por un
diario de que se oponía al concordato porque desde
EL CONCORDATO 127

nado su libertad, á la cual conviene preservar


. de engaños, y ante cuyo espíritu es oportuno
justificar la conducta del gobierno nacional al
iniciar, en forma que no es del caso discutir, la
negociación del concordato.
Explicaremos las circunstancias que han co-
locado las relaciones del Estado con la Iglesia
en el pie en que están hoy día, y que puede ex-
presarse conpoquisísimas palabras. Se'pretende
dar reglas, bajo la autoridad exclusiva del Esta-
do, para regir los casos y las relaciones de or-
den mixto, lo cual es sin duda atentatorio contra

que la Constitución argentina atribuya al gobierno el de-


recho de Patronatoyde exequátur¡xmconcordato sacrifi-
caría los derechos de la República. «Forzoso será con-
venir,—dice,—que esta consecuencia no está contenida en
las premisas, y que las premisas no son ciertas sino á
medias. En efecto al citar las bases de este razonamien-
to, se ha olvidado fijar con exactitud los caracteres délas
constituciones. Son ellas estatutos en que se escritura
el derecho publicó de los Estados, y el derecho público
no es una institución simple, ni por razón de su materia,
ni por razón de su fuente, ni por razón de su sujeto.
Comprende elementos y ordena relaciones que se desen-
vuelven exclusivamente dentro de cada naeión, y cuyo
régimen incumbe al soberano en virtud de cierto poder
que no comparte con ningún otro centro de autoridad.
En esta órbita, los estatutos de eada nación instituyen
reglas absolutas, cuyo vigor es* independiente de cual-
quier circunstancia extraña á la voluntad del soberano,.
legítimamente movida y legítimamente manifestada.
Pero a la vez comprende materias, cuyos principios de
128 PATRONATO

la autoridad de la Iglesia. Y va más adelante la


pretensión. Los gobiernos se arrogan motu
propriOy en virtud de máximas repelidas por la
Iglesia, poderes por los cuales entran en el do-
minio de la autoridad espiritual, y que vulneran
del modo más odioso la libertad cristiana, que
desaparece totalmente junto con la libertad de
la Iglesia.
Limitando el examen alas cuestiones depuro
derecho público, fácil es advertir que el Estado
excede sus facultades cuando quiera que por sí
y ante sí resuelva puntos como el Patronato de

legislación no pueden ser definidos arbitrariamente por


el soberano de cada territorio. Están en este caso, para
no citar sino un ejemplo, las leyes relativas á la natura-
lización de extranjeros. En todos los puntos que afectan
el derecho internacional no es, ni puede ser absoluto el
derecho público local. Sus preceptos rigen en tanto que
el principio de que derivan sea adoptado en la forma
usual para definir las reglas internacionales. La Kepú-
bliea Argentina lo ha reconocido categóricamente. Su
Constitución en dos cláusulas, establece las atribuciones
respectivas del Congreso y del Presidente respecto del
corso marítimo. Entre tanto, ha adherido al tratado de
París que lo abolió entre los Estados signatarios. La
República no ha creído que con esa estipulación, cuya
conveniencia no se discute aquí, destruyera su propia
Constitución; y ha tenido razón en no creerlo asi.—Esas
cláusulas tienen su impe'rio hipotético y condicional. Es-
taban destinadas á regir en el supuesto de la licitud del
corso, y aún podrían regir en los casos exentos de
ia abolición pactada; porque eran antes, y son ahora
EL CONCORDATO 129

las Iglesias, la p r e r r o g a t i v a del Exequátur, los


Recursos de F u e r z a , l a s R e n t a s y bienes ecle-
siásticos, la I n m u n i d a d de los bienes y p e r s o n a s
de la Iglesia, las C o r p o r a c i o n e s eclesiásticas, y
todos los que, con a n á l o g o s c a r a c t e r e s , son en
este país materia de u n a legislación arbitraria,
y en muchos casos c o n t r a r i a á los d e r e c h o s y
doctrinas de la Iglesia, á la libertad de la con-
ciencia cristiana, al r e i n o u n i v e r s a l y exterior
de Cristo.
Basta enunciarlos p a r a que la e n o r m i d a d de
los hechos despierten el anhelo de colocar estas

mismo, reglas de derecho internacional, de que no son


fuentes legitimas los estatutos particulares de una na-
ción.
Apliqúese la doctrina á ]as materias en debate, y se
descubrirá el corazón del sofisma que examinamos.
Los Estatutos politicos no son fuente suficiente del
derecho público eclesiástico, siendo la Iglesia una socie-
dad perfecta, independiente y soberana, y estando los
hombres subordinados á ella asi como á la soberanía po^
litica. Por consecuencia, los preceptos atingentes inclui-
dos en una Constitución/revistenigual carácter de hipo-
téticos y condicionales que los relacionados con el
derecho público internacional. Son instituciones que
determinan el régimen interior de las cosas en el Esta-
do, supuesto que están debidamente establecidos los
principios de los cuales emanan. Ningún soberano pue-
de estatuir obligatoriamente para las entidades que no
le están subordinadas. Ninguna Constitución puede, por
lo tanto, org*anizar la Iglesia, ni prescribir el orden de
sus derechos y relaciones».— (Nota de El Editor).
9
130 PATRONATO

cosas en un orden regular y estable. El asunto es


complicado, y requiere ser metódicamente t r a -
tado. Ante todo trataremos el Derecho .de Pa-
tronato.

Patronato
Nuestros juristas antiguos discutían si el Pa-
tronato Real de Indias era eclesiástico ó laical.
El maestro Aragón decidía la cuestión en el
primer sentido: Solórzano la decidía en el se-
gundo.
Y esta controversia ilustra singularmente la
materia, porque procedía de las diversas inter-
pretaciones dadas á un antecedente unánime-~
mente confesado por los que adherían, y a al
dictamen de Aragón, y a al de Solórzano.
Aragón afirmaba que el patronato real n o .
tenía raíz en el derecho común, sino en una ex-
presa concesión del Soberano Pontífice. Añadía
que las dotaciones de las catedrales, aunque
corrieran á cargo del rey, no gravitaban primi-
tivamente sobre sus cajas, sino sobre el produc-
to de los diezmos cedidos á la corona. A r g ü í a
también, que al fundarlas, los reyes h a b í a n .
obrado en calidad de delegados del Papa; ar-
gumento tanto más fuerte si se considera que
en América el patronato fue u n a transformación
del vicariato de los reyes. De todo esto concluía,.
que el patronato era eclesiástico, -:
PATRONATO 131

Solórzano, conviniendo en el origen atribuido


á esta prerrogativa del monarca, contradecía
las conclusiones de Aragón, en virtud de dos
razones. Los diezmos no eran, según sus noticias,
la única renta aplicada á la dotación de las ca-
tedrales; y su cesión, por otra parte, no fué
perpetua. Además, y éste era su principal razo-
namiento: el patronato recibe su carácter de la
condición de la persona que lo inviste; y no
cambiando la concesión pontificia, de la cual
derivaba el patronato real, la calidad de la per-
sona á quien lo confería, como fuese laical la
del monarca, laical era también el patronato
por él ejercido.
Recogemos de esta discusión una doctrina
puesta á salvo: la que explica el origen del pa-
tronato real y su carácter, como una institución
sai géneris nacida del beneplácito de la Santa
Sede.
Una reseña histórica, N tan rápida como ha de
ser para las columnas de un diario, justificará
esa doctrina con la autoridad que entrañan los
instrumentos más solemnes del derecho posi-
tivo.
El patronato, considerado én general, es la
facultad, concedida ó tolerada por la Santa
Sede, del fundador de una Iglesia, su construc-
tor, ó el donador del terreno en que se edifica,
para intervenir, presentando candidato, en el
nombramiento del clérigo que debe servirla.
Esta concesión se limitaba en algún tiempo á
las Iglesias sin beneficio curado, aunque más

i
132 PATRONATO

tarde se permitió que subsistiera en las Iglesias


e n que estuviera de antemano instituido, aun
después de ser el asiento de un beneficio con
cura de almas.
De esta institución no podía derivarse otra
igual de derecho público á favor de los gobier-
nos; y de hecho no se derivaba. Hacia el siglo
XIII, disfrutaban los reyes de España cierta ^fa-
cultad que tiene alguna semejanza con ella
pero n a d a más que semejanza, y que no tenía en
ella explicación, sino por analogía. Los reyes
no eran fundadores de Iglesias; pero sí eran res-
tauradores de las profanadas por los musulma-
nes. Tomaba en esta circunstancia origen la
concesión en cuya virtud intervenían en los
nombramientos de obispos. Don Alfonso el sa-
bio ha explicado en las leyes de partida los tér-
minos en que esta facultad real estaba circuns-
cripta. Cuando vacaba una sede episcopal, el
Cabildo lo comunicaba al rey, y le pedía su venia
p a r a p r o c e d e r á la designación del nuevo obis-
po, encomendándole entretanto la custodia de
los bienes de la Iglesia. Concedida la merced, y
hecha la elección en la forma canónica, se co-
municaba al rey el nombre del electo, y el mo-
narca mandaba entregarle los bienes de que
se había constituido depositario. Una pragmá-
tica de 1328 y otra de 1348, prueban que en el
siglo XIV el derecho real estaba encerrado en
los mismos límites.
Más tarde la facultad perteneciente á los ca-
pítulos de los catedrales fué transferida al mo-
PATRONATO 133

nar.ca; y nada es más fácil que precisar el modo


y el momento en que esa traslación se verificara.
Respecto del reino de Granada, lo fué por bula
de Inocencio VIII, expedida á 8 de Diciembre
de 1480: respecto de las Indias Occidentales, por
bula de Julio II de 28 de Julio de 1508; y respecto
de todos los restantes dominios españoles, por
el concordato de 1753 entre Benedicto XIV y
Fernando VI.
Limitándonos á reflexionar sobre este bos-
quejo, podemos concluir que el patronato ca-
ducó en las Iglesias de América al tiempo de la
emancipación del continente, si era eclesiástico
(según Aragón) porque el delegado que lo inves-
tía fué colocado, por el hecho de la independen-
cia política, en la imposibilidad de ejercerlo,
sin que su delegación pudiera ser implícitamen-
te transferida á los gobiernos independientes
que lo reemplazaron; si era laical (según Solór-
zano), porque caía bajo las reglas establecidas
por el Concilio de Trento; y en ambos casos,
porque no era de derecho común, sino un privi-
legio excepcional, voluntariamente otorgado, y
por consecuencia intrasmisible sin el consenti-
miento expreso del poder pontificio que lo cons-
tituyó.
Dos errores han contribuido á mantener vi-
vas las reivindicaciones de los gobiernos ame-
ricanos: la tradición regalista, arraigada en las
Universidades: el liberalismo que se inventó
desde temprano en grandes é influyentes por-
ciones de las clases que dirigen el Estado. Ha
134 PATRONATO

habido naciones, como Méjico, que no obstan-


te su pretensión, han procurado legitimar el
privilegio que reclaman, solicitando un con-
cordato que lo ratificara. Otras, y entre ellas
la República Argentina, se han obstinado en
reclamarlo como un derecho propio, cuyo ejer-
cicio es independiente del querer de la Santa
Sede. Desgraciadamente, una parte del clero, y
de la selecta por su ilustración científica, lleva-
da por el vértigo político, se puso á los bordes
del cisma, y se plegó á esa doctrina. Los cano-
nistas de 1835 casi unánimemente incurrieron
en ella, y es de admirar que un seglar, el doctor
don Tomás Manuel de Anchorena, fuera el que
más correctamente tratara en aquellas circuns-
tancias la cuestión.
Pero el liberalismo ha sido el principal factor
del fenómeno que estudiamos.
El error que compartió el clero, adhiriendo á
la idea de haber sido trasmitido el derecho de
patronato de los reyes á los gobiernos indepen-
dientes, es sin duda menor que el avanzado por
los liberales al afirmar que esas prerrogativas,
por las cuales el gobierno se introduce en las
cosas de la Iglesia, son, por derecho natural, in-
herentes á la soberanía política de las naciones.
Es menester examinarlo.
EL PATRONATO Y LA SOBERANÍA 135

El Patronato y la Soberanía
Entre católicos no puede haber duda ni con-
troversia. La teoría de ser el patronato un atri-
buto de la soberanía es abiertamente contraria á
la libertad de la Iglesia y á los derechos sagra-
dos que emanan de su divino origen. Por otra
parte, Roma ha hablado y basta.
Mas quedan frente á nosotros los que no
comparten nuestra fe, ó la han abjurado explí-
cita ó implícitamente.
En rigor podríamos prescindir de ellos. Tra-
tamos aquí de instituciones proporcionadas á
una sociedad cristiana; y sería un absurdo des-
tinado á encubrir malévolos intentos querer
organizar las relaciones del Estado y la Iglesia
bajo un sistema, cuya base sea la apostasía de
las creencias, la sublevación contra el poder
eclesiástico y el desdén de la disciplina católica.
Sin embargo, hechos no menos ciertos por de-
plorables que sean, nos urgen á proceder bajo la
hipótesis de tratar con enemigos.
Ya que los métodos positivistas están en auge,
á ellos recurriremos p a r a que, ante todo, se ob-
serve y se interprete u n fenómeno.
En el sentido material y ordinario de la pala-
bra, el Papado hoy día es el más débil de los
poderes. Aunque subsista, como en derecho
subsiste, la soberanía temporal del Romano
Pontífice en los Estados que conquistara el nue-
vo reino de Italia, su dominio efectivo está
136 PATRONATO

limitado al Vaticano. Las naciones católicas,


medrosas ú oprimidas por facciones impuras,
dejan al Papa en manos de sus enemigos, como
en otro tiempo dejaron á Cristo en poder de sus
verdugos los mismos que iluminados por su
palabra y sus prodigios le confesaron por el
prometido Regenerador de las Gentes. El racio-
nalismo absoluto, que destruye la esencia de la
fe, y el racionalismo moderado que desconoce
las fuentes sobrenaturales de la vida cristiana y
aleja de ellas á los hombres, se afanan por re-
ducir el prestigio secular déla Santa Sede sobre
pueblos y gobiernos á la mezquina medida de
una operación política, conducida por la discre-
ción ó la astucia, por vicios ó virtudes puramen-
te humanas.— El concepto materialista pene-
tra las ciencias y arroja innumerables cultores
suyos en abismos de miseria y de orgullo: pe-
netra las costumbres, deprava los móviles y
corrompe los humanos ideales, impeliendo las
sociedades al culto de la riqueza y del placer.
Y en medio de este universal empequeñecimien-
to de las mentes y de los caracteres, que más
alto que nunca en la bulliciosa carrera de la
historia moderna, exalta la fuerza física y abate
la fuerza moral, contemplamos maravillados lo
que no acierta el incrédulo á explicarse: que los
poderosos, amenazados en la posesión de su
poder: las sociedades opulentas, amenazadas de
un cataclismo que las reduzca á pavesas: los
soberbios monarcas que rompieron el concierto
de la cristiandad, recobrados de un delirio insa-
EL PATRONATO Y LA SOBERANÍA 137

no, llegan en busca de protección ante un an-


ciano, escarnecido por la revolución triunfante,
despojado, prisionero en su palacio, sin más
territorio que dominar que el recinto estrecho
de su augusta mansión.
Luego hay en ese poder algo que no compar-
ten los demás poderes de la tierra. Luego ese
poder que crece en fuerza moral, no obstante
que la fuerza física lo abata, no es un poder
idéntico por su índole á las repúblicas y á los
reinos. Luego ese poder del cual solicitan apo-
yo los que tienen territorios gigantescos, ejér-
citos, oro, todo lo que él no tiene y cuanto
constituye la esencia de las h u m a n a s potesta-
des, no lo dudemos, no es una potestad humana.
Los hombres no la fundaron, ni la conservan,
ni la destruirán jamás. Es el centro visible del
Reino de Cristo, que no es de este mundo.
¿Puede pretenderse, entonces, que su régimen,
dentro de cada nación particular, h a y a de estar
subordinado al poder del soberano territorial,
en la medida y bajo las condiciones que éste
caprichosamente defina y establezca?
Porque, admitiendo que esa facultad corres-
ponda intrínsecamente al Estado, se afirma sin
remedio, que el Estado puede usarla, abando-
narla ó ampliarla sin ninguna restricción.
Por otra parte, las combinaciones estableci-
das en su virtud pueden ser tantas como las
naciones en que la humanidad se subdivide. Y
nadie reflexionará sobre este punto que no en-
cuentre repugnantes las consecuencias de la
138 PATRONATO

teoría con los caracteres de una sociedad uni-


versal y perpetua como la Iglesia de Dios.
La soberanía y el poder civil coexisten nece-
sariamente con la Iglesia y el pspder eclesiástico;
porque coexisten los Estados políticos, de ori-
gen natural, con el Reino de Cristo, de origen
sobrenatural. Asilos cristianos son simultánea-
mente subditos de ambos. El orden de derecho,
cuyo establecimiento y conservación incumbe á
la potestad civil, se apoya y se informa en el
orden moral y religioso, cuyo centro es la Igle-
sia investida del ministerio sacerdotal, docente
y disciplinario, con acción sobre las conciencias
y sobre las sociedades, sobre la vida individual
y sobre la vida exterior.
La pretensión naturalista, que combatimos,
sería la inversión más grosera de las necesarias
relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Es máxima cristiana no dar al César lo que es
de Dios. Es de Dios, y no del César, el homenaje
de la conciencia. Entretanto, avasallando la
Iglesia bajo el Estado omnipotente, se exige
para él ese supremo rendimiento, que en uso de
la libertad, dada á los hombres por el Gran
Libertador, y en estricta observancia de la di-
vina ley, negamos á cualquier institución efí-
mera y á cualquier poder deleznable, como
todas las instituciones y poderes que son hechos
de manos de los hombres!
Y no olvidemos que el día en que las generacio-
nes humanas pudieran lanzar frente á los gran-
des y los fuertes de este suelo la sublime exclama-
LAS OBJECIONES DEL DOCTOR VÉLEZ> 139

cióndelos Apóstoles: «conviene obedecer á Dios


antes que á los hombres»; ese día fué revelado en
el seno efe las sociedades políticas el principio
de la libertad civil.

Las objeciones del doctor Vélez

La grande autoridad científica del doctor Vé-


lez Sarsfield y el acento de imparcialidad que
sobresale en el curso de su conocido tratado
del Derecho piíblico eclesiástico, dan á algunas
objeciones, que pudieran oponérsenos apoya-
das en el texto de sus estudios, una fuerza parti-
cular, que nos obliga á tomarlas anticipadamen-
te en consideración.
El doctor Vélez ha presentado la situación
que las leyes del Patronato crían á la Iglesia,
como incompatible con su libertad y el desem-
peño de su augusta misión social, sugiriendo la
idea de renovarla, por medio de reformas inspi-
radas en el convencimiento de que la Iglesia
satisface á la más alta y digna necesidad gene-
ral, y de que el Estado debe protegerla amplia-
mente para la propagación de sus doctrinas y
conservación desús instituciones,para sostener
sus autoridades y hacer obedecer sus mandatos.
Infortunadamente, el libro del doctor Vélez
carece de unidad: no de la unidad del asunto,
sino lo que es más grave, de la unidad de doc-
trina.
140 PATRONATO

Ni el juicio formulado sobre el derecho des-


crito, ni el criterio aconsejado para su reforma,
se conciertan con el plan que bosqueja para
modificarlo.
Sin conceder la subsistencia que él atribuye
al Derecho de Indias, nos adherimos á su opi-
nión. La libertad de la Iglesia exige que los Go-
biernos civiles no se entrometan en su régimen,
ni menoscaben el respeto debido á sus institu-
ciones, ni minen su disciplina, ni traben el ejer-
cicio de su potestad espiritual. El fundamento
de estas doctrinas y de esa libertad, está en el
origen divino y en la función excelsa de la Igle-
sia, constituida bajo u n a autoridad que fué pues-
ta por Dios mismo á su cabeza, según las pala-
bras del doctor Vélez. Así que, cuando afirma
que la reforma de la legislación de Indias debe
ser el resultado de u n a n u e v a legislación mera-
mente civil, se contradice y desvirtúa una por
otra las dos teorías entre las cuales se mece.
El problema afecta la divina institución de la
Iglesia.—Es menester confesar ó negar termi-
nantemente sus caracteres y atributos. Si se
niegan, como los niegan los naturalistas, no
queda en pie otro poder sino el del Estado. Ni
será ésta la única consecuencia de la negación,
que á la vez que la libertad eclesiástica, des-
truye los fundamentos de la fe. Pero sí, al revés,
se confiesan, como los confesaba el doctor Vé-
lez, entonces no es dable atribuir al Estado
ninguna autoridad sobre su régimen. Tampoco
es lógico concederla inicialmente y exigir que
LAS OBJECIONES DEL DOCTOR VÉLEZ 141

ejercicio y aplicaciones se limiten por ser la


Iglesia de institución divina.—Esta circunstan-
cia no establece términos p a r a circunscribirla,
sino antecedentes p a r a negarla. 0 la Iglesia es
divina, y el Estado n a d a puede sobre ella, ó no es
divina, y entonces lo* puede todo. Ni se observe
que el poder civil quedaría en todo caso mode-
rado por los principios de justicia y de equi-
dad, que refrenan el ejercicio y fijan la extensión
de cualquiera de los poderes legítimos del Esta-
do; porque si la Iglesia no es divina, y lo afirma
así, está fuera de la justicia; y si lo es, y el Es-
tado pretende gobernarla, el Estado se coloca
fuera de la justicia, y no es racional aconsejar
el establecimiento de un despotismo con la es-
peranza de que sea justo.
Por consiguiente, no hay en la doctrina del doc-
tor Vélez conciliación de extremos, ni justo me-
dio buscado entre pretensiones exorbitantes:
hay una verdadera amalgama de nociones con-
tradictorias. El autor incurre en un extravío
común en este siglo. Buscando combinaciones,
se han hecho mezclas, y h a nacido en el m u n d o
el eclectismo. Menos ilógico era Portalis, aun-
que prefiramos, á pesar de sus errores, la confe-
sión categórica de su fe personal hecha por el
doctor Vélez.
En presencia de contradicciones tan mani-
fiestas, dejará de maravillar otra en que el doc-
tor Vélez incurre.
Para refutar á los que niegan la subsistencia
del derecho público elesiástico de Indias en la
142 PATRONATO

América emancipada, principalmente en mate-


ría ele regalías del Estado, el doctor Vélez argu-
ye que ellas no pueden ser consideradas como
prerrogativas* del monarca, c a d u c a s desde que
dejara de reinar sobre la América, sino en el
caso de que fueran divergentes de los Cánones,
desvirtuaran la autoridad de la Iglesia, ó hubie-
ran sido concedidas en épocas excepcionales.
L a verdad es que se encuentran en los tres
casos, según confesión del mismo doctor Vélez,
el cual declara que los poderes del R e y eran
singtüares, y constituían un derecho nuevo (pri-
mer caso); añade que su ejercicio i m p o r t a la
absorción de la Iglesia en el Estado (segundo
caso); y finalmente, que tenían origen en las
grandes y extraordinarias circunstancias del
descubrimiento y colonización del Nuevo Conti-
nente (tercer caso).
Luego, poniendo como premisas la regla apun-
tada por el doctor Vélez y los caracteres qué*
atribuye al Derecho indiano, la forzosa conse-
cuencia que se deduce es contraria á la que él
formula.
De suerte, que por respetable que su v a s t a
información j u r í d i c a haga los dictámenes del
doctor Vélez, sus doctrinas, por contradictorias
entre sí, carecen de gravedad bastante p a r a pe-
sar en la controversia de una m a n e r a decisiva.
Y h a y que observar además u n a circunstan-
cia de la mayor entidad.
La historia de la monarquía española d e s d e
Carlos V, y sobre todo, bajo la dinastía borbó-
LAS OBJECIONES DEL DOCTOR VÉLEZ 143

nica, es una larga é infatigable elaboración del


absolutismo, en cuyo p r o g r a m a entraba la ex-
tensión arbitraria é ilegítima de la regalía, lle-
vada hasta absorber facultades de que jamás
fué regularmente investido el monarca, como
demostraremos otro día tratando puntos de las
relaciones entre el Estado y la Iglesia, ajenos al
patronato, y que sin embargo, son elementos de
la legislación de Indias y están comprendidos-
entrelas pretensiones d é l o s gobiernos indepen-
dientes de Améj'ica.
El doctor Vélez expone lo adquirido y lo usur-
pado, lo regular y lo irregular, como igualmen-
te legítimo, igualmente heredado, é igualmente
subsistente, aunque lo censure por excesivo y
perjudicial á la Iglesia.
Este vértigo de legalismo le h a inducido p o r
último, á otra contradicción, que notaremos an-
tes dfe dejar la pluma.
Su familiaridad con Herrera, Solórzano, y to-
dos los cronistas y jurisconsultos antiguos de
la América, le daba ocasión de informarse com-
pletamente acerca del origen de todas las pre-
rrogativas reales en las Iglesias de Indias; y así
como ellos unánimemente lo declaran, él afirma
que las concesiones pontificias son el v e r d a d e -
ro fundamento de esas instituciones. Luego na-
cen de una concordia entre la potestad eclesiás-
tica y la potestad civil. Cambiada, por ^ i n d e -
pendencia, la potestad civil que las disfrutaba,
su subsistencia depende, por fuerza, de la conti-
nuación de aquellos convenios. La Iglesia ha
144 PATRONATO

negado explícitamente que las antiguas conven-


ciones con los reyes se conserven vigentes á
favor de los nuevos gobiernos. Luego, falta la
condición que les dio origen; y por fuerza han
desaparecido. Pretender que subsistan sin ella
es cambiar cardinalmente su carácter, y conver-
tirlas en derechos inherentes de la soberanía, lo
cual es inadmisible, anticatólico, y contrario á
las máximas preconizadas por el autor.
Ningún punto de apoyo le queda, porque sería
vano alegar que, siendo esas prerrogativas ad-
quiridas por la soberanía, ellas son irrevocables
y permanecen, cualesquiera cambios que ocu-
rran en el régimen político de las naciones. Por
una parte, es evidente que ningún derecho ad-
quirido convencional y condicionalmente, puede
sobrevivir cuando cesa el acuerdo de las dos
potestades, de cuyo convenio deriva, ó falta la
condición, de cuya existencia depende. Por otra
parte, la independencia de la América española
no ha importado un simple cambio de régimen
político en el interior de una nación subsisten-
te.—Ha importado la creación de catorce enti-
dades de derecho distintas de España y distin-
tas entre sí, de catorce soberanías que no son la
soberanía única á la cual fueron concedidas por
la Silla Apostólica las regalías que reclaman, y
con la mayor parte de las cuales la Silla Apostó-
lica n a d a h a pactado posteriormente á su incor-
poración á la comunidad de las naciones.
A estos términos llegamos discurriendo sen-
cillamente á la luz del principio cristiano que
USURPACIONES Y HERENCIAS 145

debe guiar el debate, sin compartir su influencia


con un racionalismo malevolente, que perturba-
ría el juicio y nos conduciría donde caen los que
quieren combinar la luz y las tinieblas.—Dos
enemigos tienen, entre otros, las generaciones
modernas: la tisis que seca los cuerpos, y el
eclectismo que seca las inteligencias.

Usurpaciones y Herencias
Los reyes de Europa, en los siglos de incre-
mento de su poder, preparatorios del absolutis-
mo á que aspira, en unas naciones, y ejerce en
otras, el Estado moderno, ya se apoye en el de-
recho dinástico y tradicional, ya en el popular
ó representativo, aspiraron al dominio de la
Iglesia, porque cuando la Iglesia es avasallada,
la potestad que la despotiza impera sobre las
conciencias, y de consiguiente, todo lo subyuga
y lo puede todo. El monarca inglés que ordenó
ultrajar las cenizas de Santo Tomás de Cantor-
bery probó en ese acto impío y feroz, la unidad
de causa y de propósito, persistente á través de
larga serie de años y vicisitudes, que alentaba,
dando formas diversas á sus pretensiones, á los
príncipes apóstatas que desgarraron la Iglesia
pleglándose al protestantismo, y á los que, rete-
nidos ante la apostasía, han propugnado el ga-
licanismo, el josefismo, la regalía. La corona
de España marchó en los mismos rumbos. Pa-
10
146 PATRONATO

r a í d a m e n t e con la gradual desaparición del de-


recho foral, de las libertades sociales, del equi-
librio político, de todas las instituciones que
moderaban y constituían el régimen originario
de los Estados españoles, se descubría, como un
elemento del absolutismo real, el poder de la so-
beranía civil sobre la Iglesia.
Por eso, en el grado culminante del poder mo-
nárquico, esa autoridad abarcaba, á lo menos,
tres puntos capitales.
El derecho de patronato, jurídicamente adqui-
rido, había sido exagerado por leyes reglamen-
tarias, abusivas siempre que lo ensanchaban
sin explícita requiescencia de la Silla Apostóli-
ca. Así que, no obstante ser primitivamente le-
gítimo, es contrario á la justicia y á la razón
admitir como regulares, todos los estatutos que
lo especificaban, y que tenían á su respecto el
mismo papel que los artículos orgánicos de Na-
poleón I respecto del concordato francés.
Al derecho de patronato se añadían dos pre-
rrogativas, evidentemente usurpadas.
Alejandro VI concedió en 1493 á los reyes de
España facultad p a r a vigilar, por medio de su-
jetos idóneos, y de acuerdo con los obispos, la
predicación de bulas, en razón de ser frecuen-
tes y numerosos los abusos que con este motivo
se cometían.
Naturalmente, que el Pontífice no podía tener -
en mira, al conferir esta delegación, sino el pro-
pósito de estorbar la publicación de bulas apó-
crifas ó la publicación indebida de las auténticas,
USURPACIONES Y HERENCIAS 147

según las leyes de la Iglesia; y que al conferir-


la distaba mucho de abdicar, total ni parcial-
mente, la soberana y exclusiva autoridad de la
autoridad de la Iglesia para enseñar y estatuir.
La facultad dada á los reyes era delegada y pe-
rentoriamente circunscripta. Poco á poco los
reyes, sin embargo, la reputaron como u n a pre-
eminencia inherente á la dignidad real, y de ins-
trumento que fué para servir á la Iglesia, se
convirtió en instrumento para oprimirla. Abu-
sos sucesivos la transformaron, en efecto, en el
derecho de retención y placel, formulado neta-
mente por Carlos III en la Pragmática de 16 de
Junio de 1768. Triplemente corrompida, pasó de
esta manera á ser una prerrogativa de la co-
rona, una arma contra el Pontificado, una inju-
ria contra la Iglesia.
Muy semejante curso siguió la institución de
los Recursos de Fuersa. Introducidos por cos-
tumbre para asegurar á los litigantes en el fue-
ro eclesiástico todos los recursos en la jerar-
quía de los tribunales competentes, así como
habían nacido en F r a n c i a de las querellas de
competencia entre los tribunales eclesiásticos y
las justicias señoriales; degeneraron al punto de
ser, desde que Felipe II, en su tarea de con-
centrar poder en la corona, otorgó su conoci-
miento al Consejo Real, un medio odioso de so-
breponer la autoridad del Estado a l a autoridad
de la Iglesia. Protestados, en virtud de la Bula
In Ccena Domini, los recursos de fuerza jamás
han sido una institución que el Estado h a y a
148 PATRONATO

poseído tranquilamente. No es posible, por. lo


tanto, alegar á su favor la costumbre; porque la
costumbre no logra fuerza de ley, sino en cuan-
to es consentida por la autoridad á quien com-
pete hacer y revocar las leyes. Por otra parte,
la costumbre no puede prevalecer contra la ley
natural ni contra la ley divina. Siendo, pues, de
derecho divino la libertad de lalglesia,una cos-
tumbre que la menoscaba, sino la destruye, ja-
más podría adquirir la fuerza de una ley.
De los antecedentes consignados se sigue,'
que la autoridad civil, bajo el imperio de la le-
gislación española, acumulaba, además del pa^
tronato, cuyos ensanches arbitrarios eran nulos,
el poder del Exequátur y el de los Recursos de
Fuersciy que eran otras tantas usurpaciones de
la corona y otros tantos atentados contra la
libertad y derechos de la Iglesia.
Emancípase la América española, y acomete
el inventario y crítica de las instituciones domi-
nantes. Todo lo censura y todo lo desecha. Sus
grandes hombres se dividen en dos campos: los
hombres de política y los hombres de utopía.
Por un camino ú otro, los hombres de utopía to-
man el predominio: vuelcan la sociedad y pre-
sumen rehacerla, llegando á negar el hecho
originario de su historia: la conquista y coloni-
zación acometida por la raza blanca. Definen
un principio, falso en la forma absoluta que le
imprimen, tomando su bandera entre los char-
cos de sangre de la revolución francesa; y pro-
ceden, como de sus maestros ha dicho M.Taine,
LOS CONFLICTOS ACTUALES 149

ala manera de geómetras, por vía de deducción,


á reconstruir política y socialmente las nacio-
nes emancipadas. Abominan todo lo antiguo, y
en su frenesí de novedades sacrifican lo bueno
por mejorar lo defectuoso y suprimir lo malo.
Cuando llegaron á su mayor auge, abolieron
hasta el último rastro de las libertades locales,
á cuenta de ser añejas, y de los reyes hereda-
das, las franquicias representadas por los Ca-
bildos,
En medio de tantas transformaciones, un solo
elemento del caduco gobierno de los reyes en-
cuentra gracia delante de sus ojos. Este escapa
del examen expurgatorio: es el despotismo real
sobre la Iglesia. Reivindicando, al contrario, ín-
tegramente y á bulto, sin beneficio de inventa-
rio, confundiendo lo bien y lo mal adquirido, lo
concedido y lo usurpado, lo que intrínsecamen-
te puede concordar y lo que no puede concor-
dar con los derechos de la Iglesia y el primado
de San Pedro para llegar al punto que en segui-
da estudiamos.

Los conflictos actuales


Uno de los más curiosos capítulos de la histo-
ria argentina será el que narre la lucha entre el
naturalismo y el cristianismo, iniciada poco
después de la emancipación política, y que tar-
dará mucho en desenlazarse. No han podido los
150 PATRONATO

legisladores negar su carácter religioso á la


sociedad. Hay un hecho y u n a fuerza, que las
utopías son impotentes para destruir y debilitar:
ese hecho es la profesión de la fe católica y su
imperio sobre el orden social: esa fuerza es el
poder de la conciencia, que protesta contra las
extravagancias de los que toman la dirección de
las cosas públicas y quisieran guiarlas por las
sendas que les señalan sus preocupaciones de
escuela ó sus ilegítimos compromisos de secta-
rios. Impotentes empero, para transformar en
p a g a n a á la sociedad, se han esforzado por cons-
tituir un Estado liberal. De aquí resulta que,
mediando una contradicción manifiesta entre el
carácter católico de la sociedad, y el Estado, al
cual es asociada la Iglesia, que impera en ra-
zón de la fe y antecedentes de la nación, ésta
vive continuamente turbada por un antagonis-
mo, que puede llevarnos á desventuras sin
cuento.
Si, en efecto, se catalogan y clasifican las ins-
tituciones católicas y las anticatólicas, las que
conciertan y las que chocan con el papel y de-
rechos de la Iglesia, será menester grande opti-
mismo, ó un deseo vivo de degeneración liberal,
para no compartir los temores que tan impuro
amalgama nos inspira.
Reconoce la Constitución sin duda que la
nación es católica. Del reconocimiento de este
hecho fundamental y característico, derivan
varias instituciones del derecho público y del
derecho civil, singularmente, la jurisdicción
LOS CONFLICTOS ACTUALES 151

eclesiástica y el régimen del matrimonio. Pero


al lado de este elemento sano de la legislación,
están contenidos los enfermizos; en^primer lugar,
la regalía, conservada, ampliada,y puesta á ser-
vicio de una mente hostil á la verdad religiosa y
rebelde contra la autoridad de la Iglesia. Oímos
á los liberales argentinos reivindicar como un
atributo esencial del Estado el derecho de Pa-
tronato, y exhibir, en apoyo suyo, las máximas
de los antiguos jurisconsultos hispano-ameri-
canos.—Es grandísima, no obstante, la diferencia
que media entre el espíritu que á ellos los guía
y el que guiaba á los maestros, cuya autoridad
invocan. Ya en 1833 los neo-regalistas se hacían
fuertes con la autoridad de Fraso. Entretanto,
cuando Fraso establecía que el patrocinio de lo
Iglesia es una de las funciones primordiales del
Estado, enunciaba una doctrina radicalmente
opuesta á la que preconizan otros hoy día con
iguales palabras, y sin penetrar la intención del
famoso jurisconsulto. Entendía él que es un
deber á cargo del Estado, poner su fuerza tuiti-
va y de coerción á servicio de la Iglesia, de sus
cánones, de sus autoridades, p a r a ayudarla á
conservar la integridad de la fe y la pureza de
las costumbres. Este patrocinio es, en efecto,
una función necesaria de la potestad civil en la
economía de las naciones cristianas. Pero es
cabalmente la contraria de la pretensión libe-
ral. El liberalismo reivindica la regalía, en
cuanto por la regalía el poder civil se entromete
en el régimen de la Iglesia y la coarta.—Conoce
152 PATRONATO

que sus tendencias contradicen las de la Iglesia


y quiere armarse contra su rival. Por eso toma
del arsenal de los reyes absolutos todas las ar-
mas que servían á los recelos de aquellos dés-
potas cavilosos, cuyas exigencias nada dejaban
en libertad, y cuyos celos les hacían enfadosas
las franquicias civiles, y las prerrogativas de la
Iglesia. L a suspicacia liberal iguala y excede
á la suspicacia de los monarcas.—Estos conser-
vaban la fe, y su fe atenuaba en gran manera
las consecuencias que pudieran seguirse, sin
esa circunstancia, del ejercicio de una autoridad
abusiva ó usurpada. Ningún freno queda á los
que, impregnados de un racionalismo destructor,
disminuyen hasta la última expresión las creen-
cias que no se atreven á renegar descaradamen-
te; y menos aún en los que hacen gala de su
apostasía, y abdican su libertad, afiliándose en
las logias que sin cesar y sin escrúpulo conspi-
ran contra el reino de Jesucristo. En sus ma-
nos el patronato pierde cuanto pudiera hacerlo
útil, y sólo conserva los elementos que lo hacen
odioso.
La Constitución lo ha definido restringién-
dolo. En la práctica recibe ensanches que la ley
fundamental no consiente. Los gobiernos lo
amplían en Ja extensión que le daban las leyes
de Indias, y hasta infringen los límites que esa
misma legislación le ponía. Sirva de ejemplo lo
que ocurre en las provisiones p a r a los capítulos
de las catedrales. L a autoridad civil interviene
en todas, sin embargo de que la Constitución no
LOS CONFLICTOS ACTUALES 153

pone ninguna á cargo del patrono, y que las le-


yes de Indias excluían varias del derecho de
presentación.
Reivindica también el Estado el derecho de
exequátur > prerrogativa que el poder temporal
no puede asumir sin agravio de los más claros
derechos inherentes á la libertad de la Iglesia,
y á su divina constitución como sociedad per-
fecta y revestida de plena independencia para
el régimen espiritual de los cristianos.
Las Constituciones de provincias y las le-
yes orgánicas de la justicia en el distrito federal
atribuyen á los tribunales competencia en los
recursos de fuerza, que la Constitución de 1853,
por su parte, d a b a a l a Suprema Corte Nacional.
Prescindiendo de considerar intrínsecamente
los recursos de fuerza en relación con la inde-
pendencia de que deben gozar los tribunales
eclesiásticos, la simple enunciación de estas va-
riaciones demuestra que se ha procedido, en la
materia, con injuria de la Iglesia. El Estado
asume el derecho de intervenir, por medio de
los jueces laicos, en los procedimientos de ios
tribunales sin consentimiento suyo; y sin con-
sentimiento suyo, traslada de un orden jurisdic-
cional á otro los poderes correspondientes, para
colocarlos donde es menos racional que estén.
Se ha evitado entregar el conocimiento de cua-
lesquiera causas que afecten derechos ó com-
promisos internacionales á los jueces de pro-
vincia, huyendo de que el albur de cualquier
interés de vecindario ó de una jurisprudencia
154 PATRONATO

discorde produzcan contrasentidos y conflictos.


Entre tanto, causas regidas por el más sagrado
derecho, y que afectan las relaciones del Esta-
do y sus subditos con el más augusto c e n t r o de
autoridad que existe ni existirá sobre la tierra,
son desdeñosamente expuestas á todas esas
eventualidades. No han r e p a r a d o siquiera los
legisladores en que organizaban el ejercicio de
un poder disputado, y cuya discusión no es po-
sible que se entable y se evacúe entre la Iglesia
y cada una de las provincias, y muchísimo me-
nos entre la Iglesia y el distrito federal; porque
á las primeras no les es lícito celebrar conven-
ciones con la Santa Sede, y el segundo carece
de autonomía y representación política.
Sobreviven y han sido solemnemente confir-
madas, instituciones y doctrinas contemporá-
neas de las primeras irrupciones del liberalismo
en esta sociedad.
Vigentes están, y extendidas á la República
entera, estatutos viciosos por su origen, que
abolieron el fuero eclesiástico, sin consenti-
miento ni intervención de la autoridad supre-
ma de la Iglesia. Ni es éste el único detrimento
que sufra la inmunidad eclesiástica. Enunciare-
mos de p a s ó l a s doctrinas predominantes acerca,
de los bienes de la Iglesia, y r e c o r d a r e m o s , sin
detenernos, los atentados cometidos en 1821.
Transpira ese mismo espíritu, activo desde
1815, en los estatutos concernientes á las órde-
nes religiosas. Estas instituciones eminente- ,
mente católicas, bajo numerosos p u n t o s de vis-
LOS CONFLICTOS ACTUALES 155

ta, suscitan, precisamente por ser fuertes y glo-


riosos elementos de propaganda y elevación
moral, la ojeriza del liberalismo anticristiano.—
Ceden á sus malévolas sugestiones las leyes
que restringen su existencia y la desnaturali-
zan, desde el punto de vista del derecho católi-
co; como ceden á las mismas todos los precep-
tos que colocan á l o s religiosos en una situación
ambigua,que ni es la de la ley canónica, ni es la
de la ley común.—Hay particularidades, á cuyo
respecto los legisladores no se h a n parado de-
lante de las contradicciones más flagrantes. El
padre Esquiú no habría podido tener un asiento
en el Senado de la República Argentina, como
lo tuvo Lacordaire en la Asamblea francesa de
1848, por ser profeso de una Orden, cuyas cons-
tituciones y cuyas miras y funciones ascéticas,
sacerdotales y sociales, conoce el universo ente-
ro setecientos años ha, sin que ninguna sombra
de misterio los recate. El Gran Maestre de la
franmasonería puede tenerlo: puede llegar á ser,
-y el titular de hoy día lo h a sido, Presidente ba-
jo una Constitución que exige la calidad de cató-
lico para el ejercicio de la primera magistratura
política de la República: las asambleas están
abiertas á todos los afiliados de esa asociación,
que bajo una disciplina despótica, r e s g u a r d a d a
con sanciones brutales, obliga á sus afiliados á
empresas que se ocultan bajo u n secreto, c u y a
violación espían los indiscretos ó los arrepenti-
dos con las persecuciones y la muerte.—Pero la
ley prescinde de ella, porque la táctica de l a m a -
156 PATRONATO

sonería consiste en disimularse, como en las su-


persticiones del espiritismo se disimula su au-
tor....
Póngase un instante la vista en el régimen de
la enseñanza pública, y, aparte los Seminarios
conciliares, en ningún grado de la instrucción
de la juventud ni la educación de los niños, se
verá la acción de la autoridad episcopal, que
son sin embargo, por derecho divino, los vigi-
lantes de la doctrina, y deben serlo por derecho
público en todas las naciones cristianas. No se
introdujo sin resistencia esta innovación que
enerva ó suprime el influjo de la religión en las
escuelas. Sobre ella versaba u n a de las contien-
das que mediaron entre el gobierno de Buenos
Aires y el Cabildo de la ciudad en 1821 y 1822.
El liberalismo no se detiene á mitad del camino.
Los Cabildos fueron abolidos, y con ellos, sin
haber sido hasta ahora restaurados, los órga-
nos, por cuyo intermedio, la sociedad prudente
y conservadora se defendía contra las invasio-
nes del Estado centralista y omnipotente.
L a apostasía liberal se ha asociado de esta
manera á la regalía del E s t a d o . ¿Qué espera-
mos sino discordia, decadencia y corrupción, si
seguimos despeñados por ese derrumbadero?...
Bienvenida sea la noble iniciativa del Presi-
dente de la República! Esos conflictos, que se-
rán, si no se cortan, de día en día más ásperos:
esta contradicción del Estado con la Sociedad
que es la revolución en permanencia; esta trai-
ción del poder civil contra la Santa Iglesia tira-
LOS CONFLICTOS ACTUALES 157

nizada y ultrajada so color de patrocinio y ve-


neración; este escarnio de Cristo, á quien se da
el nombre de rey poniendo en su mano cetro;
de irrisión y corona de espinas en su cabeza,
esta revuelta muchedumbre de hipocresías, de
mentiras, de declamaciones y violencias, por
fin, necesitan tener un término, digno de la sin-
ceridad de los gobernantes, de la fidelidad de
los pueblos y de la lealtad de los caracteres. El
acuerdo con la Santa Sede es el medio seguro y
serio de entrar en la senda de las reparaciones.
El Presidente debe proceder con entereza sin
oir sugestiones aviesas ni atender la grita cla-
morosa de aturdidos ni de apóstatas. Está en la
verdad que atrae las bendiciones de Dios, y tiene
de su lado al pueblo argentino que confiesa á
Cristo y obedece á la Iglesia por él fundada y
asistida.
158 EDUCACIÓN PRIMARIA

ARTÍCULOS SOBRE EDUGiCIÓH PRM1RIA <»

Gobierno escolar.—El fin de la escuela.—Régimen educacional.—


Legislación escolar en Buenos Aires.—Ser y no ser.—La
Iglesia y la Educación.

Gobierno escolar

Días ha se sirvió favorecernos el s e ñ o r presi-


dente del Consejo General de Educación de la
Provincia, comunicándonos un mensaje y dos
proyectos de ley pasados á la Legislatura, con
los cuales se propone acelerar la, difusión de la
enseñanza primaria.
Siendo la materia tan grave, y tan respetable
la autoridad del cuerpo que ha formulado ambos
proyectos, nos parecería impropio manifestar
opinión á su respecto, sin establecer c l a r a m e n t e
los principios que nos sirven de guía y de crite-
rio, sobre todo cuando disentimos con el Consejo
respecto de la reforma iniciada en el primero.
La educación de la infancia abraza dos térmi-
nos necesarios, que ponen en actividad dos
agentes, cuya influencia no se puede abolir ni
reemplazar sin perturbar profundamente el or-
den estable de la sociedad, sin herir derechos sa-

(1) Pueden verse otros estudios y artículos sobre educación pri-


maria en el tomo 9 de las Obras Completas: (1.° de Miscelánea), pá-
gina 145 y siguientes; y tomo 10 (2.° de Miscelánea), p á g i n a 348 y
siguientes. (N. del E.).
GOBIERNO ESCOLAR 159

grados y frustrar los propósitos más nobles que


en la misma educación van envueltos.
Iniciar los niños en su propio conocimiento y en
el altísimo de Dios, y en los deberes de la criatura
hacia su criador, es el capital de sus fines, como
que es el único que positivamente alza los espí-
ritus y se proporciona á los destinos supremos
de la humanidad.
El segundo deriva de aquél, y está incluido en
sus términos: consiste en plegar los hombres
desde la infancia, á la disciplina moral, concer-
tando, restringiendo y enderezando las volun-
tadas, bajo la razón iluminada por la fe religio-
sa, amortiguando las pasiones sin destemplar
los caracteres; corrigiendo, en una palabra, la
dirección de los instintos, viciosa por la nativa
corrupción del hombre.
La información científica, que es á la vez un
medio y un resultado de la disciplina intelectual,
viene á ser también una condición y un comple-
mento del vasto p r o g r a m a de la educación, por
dos razones: porque perfecciona el agente de los
deberes morales, y porque, considerada en sí
misma, se conexiona estrechamente con una de
las leyes que la rigen, estando destinada por
Dios, como lo está, á conocer la naturaleza y á
imperar entre ella, á conocerse y ser autor res-
ponsable y libre de su propia suerte.
Quiere decir que los fines de la educación de
de la infancia son eminentemente individuales
y eminentemente morales.
De aquí se sigue la autoridad de la Iglesia
160 EDUCACIÓN PRIMARIA

para informar su doctrina, y la autoridad de los


padres de familia p a r a dirigirla en cuanto á los
medios de ejecución.
Y entre tanto al radio de las instituciones pú-
blicas, podemos afirmar también que de los prin-
cipios sentados se sigue el que promulgan las
leyes de las sociedades cuerdas ó reclaman, con
más ó menos provecho, todos los pensadores
cristianos en los tiempos modernos: la libertad
de la enseñanza.
Declarar la libertad de la enseñanza, equivale
á declarar que la enseñanza es una función que
no pertenece esencialmente á la administración
y al gobierno.
Conceder derecho p a r a competir con las es-
cuelas del Estado no es emancipar la enseñanza.
Será una atenuación del monopolio, que dismi-
nuirá en cierta medida el agravio de la usurpa-
ción, pero sin arrancarle de raíz, mientras se
pretenda que los derechos de la paternidad están
subordinados á los derechos del cuerpo social y
sólo proceden y derivan su legitimidad de la
condescendencia del Estado que la otorga.
La verdad está en la doctrina diametralmente
contraria.
En materias de educación, el derecho inicial
perpetuo é indeficiente, es el derecho paterno. No
puede concebirse en la naturaleza, puesto que
en ella todo procede de Dios ordenadamente,
un ser sin un fin, ni un agente sin una función.
Luego, si el derecho divino y natural fundan la
familia, la familia tiene una función. Suprímase
la de educar, y ninguna le queda.
GOBIERNO ESCOLAR 161

Ni es decir que el Estado deba por fuerza ser


inerte espectador del perezozo olvido de los de-
beres famílicos y víctima de la barbarie intelec-
tual y moral que seguiría de su total abandono.
Muchos y gravísimos intereses y derechos
colectivos compromete esta negligencia cuando
es general y arraigada. Muchas son las funcio-
nes orgánicas del Estado que ella afecta y excita
de un modo vivísimo aunque indirecto.
Tenemos, en consecuencia, por regular y legí-
tima su intervención y el ejercicio de sus poderes
para suplir las deficiencias, p a r a auxiliarlos es-
fuerzos impotentes para reemplazar, si se quiere,
aun transitoriamente, con su actividad y su ini-
ciativa, la iniciativa y la actividad de las familias.
Reputamos falsa tan sólo la doctrina que tras-
forma este papel subsidiario del Estado en per-
manente, y exclusivo ó preponderante, según la
teoría del liberalismo socialista, que no es nove-
dad, sino copia, lo mismo de Esparta que de la
China, y arranca de considerar el hombre como
instrumento del Estado, en vez de considerar al
Estado, como medio del bien para el individuo
en sociedad.
Van perdidos los pueblos que se pagan de
aparentes libertades é inmolan las necesarias y
efectivas.
El vulgarísimo panem et circenses de los ro-
manos fué traducido en pan y toros por Jove-
11 anos para uso de los españoles. Los republica-
nos del Río de la Plata lo traducen por pan y
elecciones.
11
162 EDUCACIÓN PRIMARIA

Los hombres necesitan de la verdad además


del pan; y las sociedades de la libertad, además
de las elecciones.
Verdad y libertad! Grandes palabras y gran-
des cosas, que se obtienen y se pierden juntas.
Se obtienen con la política cristiana; se pier-
den con la restauración del socialismo gentil.
Y basta de generalidades y prolegómenos que
nos eran necesarios para plantear, bajo luz con-
veniente, el problema del gobierno escolar, de
su significado, según la legislación argentina,
y el de la conveniencia de las reformas iniciadas
en la provincia de Buenos Aires.
Agosto 15 de 1882.

El fin de la escuela
Bosquejábamos días pasados los elementos y
tendencias de la enseñanza popular, preparán-
donos á criticar los nuevos proyectos del Con*
sejo general de Buenos Aires; y venimos hoy á
reforzar nuestro argumento estudiando una
opinión que goza de fácil curso, porque es in-;
dispensable para acertar con las reglas orgáni-
cas del gobierno escolar, precisar correctamente
los fines de la escuela, y a que en ésta como en
cualquier materia, es forzoso que los medios se
proporcionen á los fines.
Consiste la opinión, que pasamos á conside-
rar, en atribuir á las escuelas populares por ob-
jeto exclusivo, la difusión de las luces, bajo el
EL FIN DE LA ESCUELA 163

concepto de que ésta produce tres efectos in-


mediatos: habilitar las mayorías para la prác-
tica de las instituciones republicanas, mejorar
las costumbres, y disminuir la criminalidad en
las sociedades.
La enfática expresión con que se formula el
fin inmediato de la escuela, excede mucho á la
capacidad del instrumento que se quiere dispo-
ner para lograrlo.
Jamás resultará de la escuela popular una
grande elevación de la cultura intelectual. Si
es verdad que, considerado individualmente, el
estudio más obstinado sólo conduce á disminuir
indefinidamente la ignorancia, también es cierto
que la acumulación del trabajo intelectual,
acometido en altas esferas, da por resultado un
ensanche de conocimientos que levanta las co-
lecciones á un alto grado de capacidad general;
pero este poder creador de la aptitud científica
de las naciones, no pertenece á los estudios ru-
dimentales, comprendidos en la enseñanza pri-
maria.
No era el P a r a g u a y la sección más culta de
Sud América, antes de la guerra de 1865, y sin
embargo, era tal vez, la que contaba con mayor
número proporcional de gente que supiera leer
y escribir. Idéntica observación puede sugerirse
respecto de las provincias de Asturias y Galicia
en comparación con otras comarcas ele España.
Podría objetarse que la relativa esterilidad
de la primera enseñanza en ambos casos, se ex-
plica por la escasez de su programa y la defi-
164 EDUCACIÓN PRIMARIA

ciencia de sus métodos. Cierto que la observa-


ción es de peso, mas no concluye; porque cual-
quiera que sea la amplitud dada á los programas,
y por más racionales y eficaces que suponga-
mos los métodos empleados para desarrollarlos,
jamás podrán pasar de un nivel rudimentario,
jamás conducirán sino á ejercitar la inteligencia
de los niños, en una especie de gimnástica, des-
arrollada dentro del dominio de las nociones
elementales, y jamás podrá la masa seguir 1a
serie de esos estudios en toda su extensión, si
es que, por otra parte, aglomerando asignaturas
no se aglomeran puros ornamentos y se pierde
en profundidad cuanto se gana en superficie.
Los extremos del antiguo sistema y del noví-
simo, son igualmente viciosos.
Reducir la enseñanza primaria á la lectura
y las primeras nociones del cálculo es un mal,
y es otro mal pretender que los niños digieran
la enciclopedia en papilla.
H a y un término medio, del cual es totalmente
imposible pasar; y ese término medio no basta
ni bastará nunca para realizar el propósito, ge-
neroso pero quimérico, de llevar á una alta es-
cala de cultura toda la masa de una nación.
Siendo esto indisputable, ya se ve que hay
exageración en pretender difundir las luces por
medio de las escuelas populares.
Muchísimo más exagerado es presumir que
produzcan las consecuencias políticas y mora-
les, que se esperan de la instrucción á su al-
cance.
EL FIN DE LA ESCUELA 165

Siglos hace que Inglaterra llegó á establecer


el Privilegio denominado del clero. Por él se
atenuaba la penalidad de ciertos delitos en fa-
vor de los delincuentes que supieran leer. Aun-
que el fundamento del privilegio es absurdo, no
se puede negar que constituía u n poderoso estí-
mulo para la instrucción primaria, que, sin em-
bargo, ha distado mucho de r e d u n d a r en una
transformación de las clases pobres de Inglaterra-
Es de temerse que análogos desengaños den
término á las ilusiones reinantes en el resto del
mundo.
Que la instrucción popular no vigoriza, por
sisóla, el sentimiento del derecho y el amor de
la justicia, por más que se difunda, pruébalo
palpablemente hoy día el ejemplo de la Prusia.—
Ninguna nación la eclipsa en su esfuerzo por
propagar y mejorar la enseñanza primaria, lo
cual no estorba, que un régimen militar, que es
la esencia del despotismo, la sojuzga odiosa-
mente, sin resistencia ni protesta.
Que no mejora las costumbres, lo prueba el
ejemplo de los Estados Unidos. Paralelamente
con la enseñanza se desarrolla allí la corrup-
ción, que penetra congresos, administración,
justicia, municipalidades, y todas las regiones
de la vida pública y privada.—Ahora,—es evi-
dente que cuando dos fuerzas crecen coinci-
diendo, es porque mutuamente no se contrarían.
¿No vemos en la República Argentina depravar-
se, día por dia, las costumbres políticas; aumen-
tar la venalidad de los electores, el fraude de
166 EDUCACIÓN PRIMARIA

los politiquistas, el perjurio de los oficiales


electores que no salen de la m a s a sombría de.
los iletrados? ¿No oímos á la República Oriental
jactarse de que j a m á s h a impulsado con vigor
comparable al que a h o r a emplea, la difusión de
las luces?—Entre tanto, de tal m a n e r a h a n sacu-
dido aquel vaso, que la borra h a subido á la su-
perficie y la c r e m a se h a ido á fondo.
P a r a probar que no disminuye la criminalidad,
podríamos v a l e m o s de numerosas estadísticas,
pero como la zizaña es tan a b u n d a n t e , hemos
de contentarnos con lo que t e n e m o s más á la
mano.
El punto h a sido m u y estudiado en Francia,
y el análisis de las crónicas judiciales y poli-
ciales en un período de cincuenta años, auto-
riza á afirmar como ciertos los h e c h o s siguien-
tes: 1.° que la criminalidad es m a y o r en las
ciudades que en las campañas, es decir, en razón
inversa de la ignorancia, que se s u p o n e causa
principal de los delitos; 2.°, que, al m e n o s , 65 por
ciento de los criminales saben leer y escribir; 3.°
que los casos de reincidencia llegan casi al doble
entre los criminales instruidos que entre los,
iletrados, y finalmente, lo que varios directores
de prisiones decían, en un documento solemne,
al ministro de justicia: «que los presidiarios
instruidos son los menos susceptibles de entnien-
day y los que h a n llevado su p r i m e r a instruc-
ción á un grado de alguna elevación, con pocas
excepciones, totalmente incorregibles». Uno de
estos funcionarios terminaba su informe con la
EL FIN DE LA ESCUELA 167

siguiente sentencia: «Resulta de mis estadísti-


cas que la criminalidad aumenta en rasen di-
recta de la instrucción»
Creemos, por nuestra parte, que al discurrir
así se cae en el sofisma que llaman los dialécti-
cos de non causa pro causa. No podemos admi-
tir que la instrucción predisponga al crimen, y
sería menester confesarlo para adherir al juicio
precedente.
No obstante, son exactos los datos en que el
raciocinio estriba, y nos habilitan p a r a concluir,
que la instrucción no es garantía suficiente de
la corrección de las costumbres ni de la solidez
de las virtudes.
Por lo tanto, si la escuela popular h a de tener
un fin fecundo, ese fin no debe circunscribirse á
diseminar entre las masas conocimientos cientí-
ficos más ó menos elementales, ni á la mera dis-
ciplina intelectual por medio de la educación
informativa.—Otros elementos deben incorpo-
rarse á su táctica y á sus propósitos: los elemen-
tos morales, el elemento religioso, sin el cual
la moralidad ni reconoce fuentes, ni tiene crite-
rio, ni trae vigor á las conciencias, ni lleva san-
ciones que la aseguren y fertilicen.—Aceptado
este fin, queda aceptada la regla á que debe so-
meterse la sociedad civil, en la organización
disciplinaria y administrativa de los servicios
escolares.—Ellos no constituyen una función
puramente técnica; ni pertenece, sino mediana-
mente, á la política; luego, no deben estar cen-
tralizados en las manos del Estado, ni de cuerpos
168 EDUCACIÓN PRIMARIA

científicos dependientes del Estado.—A la luz de


esta doctrina juzgaremos nuestra legislación
actual y las reformas proyectadas.
Agosto 23 de 1882.

Régimen educacional

Si el fin de la escuela popular es principal-


mente educativo y disciplinario, el papel del
Estado en el régimen escolar es tan solo suple-
torio y eventual.
El cristianismo, encerrando el absorbente
Estado de los paganos, en la esfera de sus fun-
ciones necesarias, y despojándolo del carácter
pontificio que le daban las religiones nacionales,
ha fundado la libertad civil, ha desacreditado el
principio socialista, predominante antes de su
predicación y renaciente por la disminución de
la fe, y ha colocado, respecto de la educación,
al padre de familia en el grado de poder é in-
dependencia que le incumbe por la naturaleza
de su autoridad.
Concediendo, que por interesarse en Ja educa-
ción general de las masas, así el porvenir de los
individuos como el de las sociedades en su ser
colectivo, el Estado nada usurpa cuando auxilia
su desarrollo, afirmamos implícitamente, que es
una clara usurpación y una violencia contra
derecho pretender dominarla y convertirla en
permanente institución administrativa y legal
RÉGIMEN EDUCACIONAL 169

A estas consideraciones generales h a y que


añadir otras de carácter concreto.
O impera en una sociedad la fe, ó por cual-
quier causa, el Estado tiende, más ó menos se-
ñaladamente, á la neutralidad en. materia de
creencias.
Es éste un punto de vista de que n o se puede
prescindir en el siglo XIX, tan t u r b a d o por las
disidencias religiosas y tan desorientado por el
escepticismo.
En el primer caso, será cierto q u e ninguna
dificultad estorba determinar la d o c t r i n a en que
debe informarse la escuela p a r a l o g r a r su obje-
to primordial, que es el objeto moral.
Pero el Estado no es maestro de la fe.—El mi-
nisterio docente y el ministerio sacerdotal, in-
violablemente unidos, residen en la Iglesia.
Han de entrar por consecuencia, en el régi-
men superior de la enseñanza, la Iglesia y la
familia, en cualquier orden de organización, más
el Estado, cuando la enseñanza sea u n a institu-
ción pública. Pero jamás el Estado investirá
una autoridad que allane 1a autoridad de los pa-
dres ni la autoridad de la Iglesia.
La razón es sencilla. Si el E s t a d o acata la
Iglesia, debe subordinarse á su misión docente,
y está á la vez obligado á reconocer los derechos
paternos definidos y preconizados por la Iglesia
misma.
Luego, aún supuestas las condiciones más fa-
vorables al establecimiento de u n a institución
educacional de carácter público, es evidente que
170 EDUCACIÓN PRIMARIA

la autoridad del Estado á su respecto, no puede


ser exclusiva.
Discurriendo sobre la segunda hipótesis, lle-
gamos á análoga conclusión.
En las sociedades dolientes de nuestro tiempo",
el Estado, corroído por el escepticismo natura-
lista, se inclina á la neutralidad en asuntos re-
ligiosos.
Si este espíritu se impregna en las escuelas,
fallan desde luego en su papel más importante,
y envuelven la injuria más atroz que puede in-
ferirse á la conciencia cristiana.
La gratuidad de la enseñanza es un puro en-
gaño. Podría existir en las monarquías feudales
si el rey subviniera con los bienes privados de
la corona á la educación de las masas. Pero es
u n a palabra sin verdad ni sentido, cuando el
impuesto es la única fuente del tesoro público.—
Quiere decir, que el establecimiento de escuelas
neutras, nominalmente gratuitas, obliga á los
cristianos á costear u n a enseñanza de que no
aprovechan y que antes consideran dañina, ade-
más de costear las escuelas, subordinadas a l a fe,
en que educan sus hijos, si el Estado no lleva su
arrogancia y su insensatez hasta estorbárselo.
En caso de no llegar, y por fortuna no hemos
llegado en la República Argentina, á tan odioso
extremo, colócase el Estado en una situación
ambigua.
No proclamará la neutralidad religiosa de la
escuela, atenuando así el agravio implicado en
su privilegio; pero afirmará dos cosas incónci-
LEGISLACIÓN ESCOLAR DE BUENOS AIRES 171

liables con los sanos principios: que la enseñan-


za religiosa es un mero accesorio, consentido por
no chocar con la fe del pueblo; y que la Iglesia
no puede, ni aún compartir con él, la autoridad
directriz de la educación popular.
En esta ambigüedad hay una rebelión. El Es-
tado usurpa poder; y usurpando el de la Iglesia
arrastra con él la autoridad paternal.
De esta suerte, se pone en limpio que la teoría
socialista del Estado-educador, es falsa y funesta,
bajo cualquier aspecto considerada, y supuesto
en cualquier Estado moral de las sociedades.
Ni entendemos qué sentido atribuyen á la má-
xima de la libertad de la enseñanza los que la
aceptan y predican, ni en qué forma creen que
puede esa libertad concillarse con su doctrina.
Para nosotros es claro que una de las dos debe
dejar el campo, y estamos del lado de la libertad.
Agosto 25 de 1882.

Legislación escolar de Buenos Aires

La Constitución Nacional ha puesto á cargo


de las provincias asegurar la educación popu-
lar; y esta regla de la ley suprema encierra par-
ticularidades que debemos esclarecer, porque
son los necesarios puntos de partida de la legis-
lación secundaria de la materia.
Ante todo, significa que la educación no es
una función del Estado nacional. O lo que es

»
172 EDUCACIÓN PRIMARIA

equivalente: se aplica en esta regla el principio


de la descentralización, encargando á las pro-
vincias de un cuidado, que no se habría podido
arreglar con más pormenores sin destruir la
independencia local, siendo evidente, sin em-
bargo, que el espíritu del precepto debe inspirar
las leyes provinciales que reglamenten el servi-
cio escolar.
Por otra parte, no comete á las provincias
más función que la de asegurar la instrucción
del pueblo, esto es, proveer subsidiariamente á
sus deficiencias, y ejercitar todos los medios de
estímulo, y aún los de compulsión, que sean
conducentes á garantir á la masa social medios
adecuados de obtener una educación primaria
conveniente.
Concuerda esta cláusula constitucional, así in-
terpretada, con la que define, como derecho
civil de los habitantes del territorio, la libertad
de la enseñanza.
Declarar la libertad de la enseñanza es igual
á declarar que la enseñanza, considerada en
general, no es un servicio administrativo ni un
monopolio oficial.
Puede ilustrarse la mente de esta declaración
por analogías.
¿Qué quiere decir libertad de comercio? Quiere
decir que el comercio no es un privilegio del Es-
tado, como era no ha mucho en el Paraguay, ni
de determinadas corporaciones legales, como la
Compañía de las Indias, sino una industria en-
tregada á la iniciativa privada, ó lo que es lo
LEGISLACIÓN ESCOLAR DE BUENOS AIRES 173

mismo, un orden de relaciones y de actos que


no están comprendidos entre las funciones de la
administración.
Todo lo que pertenece al Estado es, ó servicio
público, ó privilegio, pero no es libertad.
Lo que, á la inversa, constituye una esfera de
libertad, está, por definición, fuera del radio del
Estado.
Si de esta manera entendemos la libertad de
la enseñanza, y si la acción oficial, en punto á
educación, no es más que complementaria y
sustitutiva, resulta entonces, que cuando sea
necesario organizar u n a enseñanza pública,
debe ser planteada en la forma que menos se
aleje del principio de libertad, y más facilite el
desarrollo de elementos sociales, independientes
del Estado, y consagrados á sostenerla, mejo-
rarla y difundirla.
Por esta razón, tenemos como buena la legis-
lación de Buenos Aires, en lo esencial.
Tres caracteres la distinguen:
Proporciona á la enseñanza rentas permanen-
tes y especiales, cuya administración está afue-
ra de las manos del Estado, y encomendada á
representantes y agentes exclusivos de este in-
terés social.
Descentraliza la renta, dejando á c a d a distrito
de la provincia en pleno goce de lo que legíti-
mamente le pertenece, y dependiente del es-
fuerzo de cada uno, la provisión de fondos para
llenar sus necesidades domésticas.
Aplica la misma regla descentralizadora que
174 EDUCACIÓN PRIMARIA

á la renta, á la administración inmediata y al


gobierno disciplinario de las escuelas, concer-
tando su acción local, en lo que conviene que
tenga unidad, bajo la iniciativa de un centro
general de autoridad, independiente de los
poderes políticos.
No es novedad este plan, cuya esencia consti-
tuye la legislación del ramo en casi todos los
Estados de la Unión Norteamericana; pero
tiene excelencias relativas, y concuerda con los
sanos principios, ya que sea forzoso organizar
por ley un servicio escolar.
Lo establece como un servicio social y no
como un servicio del Estado,
Lo organiza como una institución de las fa-
milias asociadas dentro de cada distrito, cuyos
jefes vigilan de inmediato las escuelas en que
se educan sus hijos.
Si de alguna m a n e r a puede llegar á desper-
tarse un interés tan vivo por la educación
que ponga en actividad la iniciativa privada,
y haga innecesaria, en día más ó menos re-
moto, la intervención de la ley en este nego-
cio, eminentemente doméstico y paternal, será
sin duda infiltrando en la sociedad los hábi-
tos que nacen de instituciones tan bien calcu-
ladas.
Hoy día se le censura en extremo y cierta-
mente adolecen de muchos defectos, que con-
vendría remover poco á poco.
Pero haremos homenaje á la verdad, añadien-
do que la mayor porción de esos defectos, antes
LEGISLACIÓN ESCOLAR DE BUENOS AIRES 175

que de la ley misma, nacen de su viciosa apli-


cación.
Sólo por vía de ejemplo, puesto que no es
oportuno tratar adrede esta cuestión, citaremos
los conflictos continuamente producidos res-
pecto á la enseñanza religiosa en las escuelas
y que no nacen ni de la ley ni de las autoridades
locales, sino de ambigüedades reglamentarias
que han maleado los preceptos de aquella, y de
abusos enteramente extraños á los que en cada
distrito representan, bien ó mal, los derechos de
las familias y la conciencia de los padres.
P o r u ñ a palabra tocamos la llaga.
Los consejos de distrito son á menudo negli-
gentes y á menudo ineptos, arguyen los censo-
res de la ley.
Concedido; y aun convendremos en que hizo
mal la ley en aplicar el sufragio universal á su
elección, pero también han hecho mal los que
han impedido que sean elegidos por los vecin-
darios; y muchísimo peor los que han desacre-
ditado y deshecho su autoridad, sometiéndola
á la autoridad de los inspectores, que ninguna
tienen por ley, sin embargo, en la mayor parte
délos casos predominan sin contrapeso.
Quiere decir, que la ley se h a esterilizado por
las corruptelas centralistas y absorbentes que
la han adulterado. Luego, no se puede buscar
remedio á los males observados, legitimando la
absorción, por medio de reformas en sentido
centralista.
Acusamos al Consejo General de incidir en
176 EDUCACIÓN PRIMARIA

este error en los proyectos que ha sometido á la


Legislatura, y nos proponemos demostrar las
inconveniencias que encierran, y ajuicio nues-
tro, los hacen inaceptables.
Agosto '¿6 de 1882,

Ser y no ser

—Bautizáis á vuestros hijos. Luego, confesáis


el dogma de la caída, y la eficacia del Sacramen-
to, es decir, el poder de la gracia y los méritos
de Cristo. La consecuencia es forzosa, á menos
de admitir una hipótesis repugnante á la cari-
dad.—Al ser lavado en la fuente santa, el niño
recibe un carácter indeleblemente impreso en
su alma, y un don que la torcida voluntad pue-
de sofocar y mancillar, sin que por ello sea me-
nos real. Ese niño, por la infusión d é l a fe, queda
segregado de la muchedumbre que marcha en
las tinieblas; incorpórase, ciñen do las vestidu-
ras de la luz, á la comunión, en que vivimos
participantes de u n a vid a sobrenatural; ese niño
es un cristiano...
Hay más tarde un día memorable en la común
existencia vuestra y de vuestros hijos. Olvida-
das emociones se despiertan en el fondo de
vuestro corazón, vuelven á vuestros ojos lágri-
mas agotadas, y extintos resplandores os ilu-
minan, os suavizan, doblan vuestras rodillas y
levantan vuestra mano paternal para bende-
SER Y NO SER 177

cir aquella frente infantil, transfigurada y ra-


diante.... Es el día de la primera comunión.
Al pie del altar iluminado á que acuden con el
efusivo fervor de la inocencia angélica muche-
dumbre de niños, por la primera vez admitidos
al sacrosanto misterio, cuántas veces se con-
templan esas cabezas canas, alzadas en el tor-
bellino del mundo contra el yugo de la fe, do-
blándose sobre el pecho, estremecidos por enter-
necimientos sublimes!
—La vida es trama de pocos placeres y mu-
chos dolores... También os contemplamos al lado
de las tumbas. Pedís p a r a vuestros muertos las
honras rituales y las bendiciones sacras. Que-
réis que el sacerdote acompañe con su plegaria
el alma que sube, y envuelva en el humo del in-
cienso el cuerpo, ahora infecto, mas destinado
á la resurrección y á la inmortalidad
Es justo.
Deseáis una cuna cristiana á vuestros hijos, y
una cristiana sepultura á vuestros padres.
En una palabra, queréis ser.
Camináis empero en lo absurdo, porque al
mismo tiempo pretendéis no ser.
Toda esa masa de cristianos, debe ser regida,
según la teoría liberal, por leyes que prescinden
del cristianismo; y el acatamiento prestado á la
fe, en el dominio de la vida privada, debe ser
sustituido, en la vida pública, por unaimparcia-
lidad gentil, que es la indiferencia religiosa, la
apostasía de la fe, la negación de lo mismo que
en otro terreno se aiirma y se confiesa.
12
178 EDUCACIÓN PRIMARIA

Bautizáis vuestros hijos, y p r e t e n d é i s que la


escuela, en que se educan, debe s e r atea.
U otra cosa que desafía al m á s refinado poder
de interpretación: convenís en q u e la escuela
debe cooperar á la educación religiosa sin te-
ner conexión con la Iglesia!
Vais al caos por las vías t o r t u o s a s de la con-
tradicción.
Tenéis por afrentosa una tumba sin oraciones.
Entre tanto, exigís que los c e m e n t e r i o s sean
simples establecimientos municipales, donde
por aseo é higiene, se metan bajo de tierra los
despojos humanos como b a s u r a perjudicial y
molesta.
Esas exigencias hacen parejas con vuestras
prohibiciones.
Las fundaciones piadosas son e x e c r a d a s , per-
seguidas, abolidas indirectamente p o r leyes de
impuestos exorbitantes que justificáis y aplau-
dís.
Es un insensato, según v u e s t r a doctrina, el
que lega parte de sus bienes p a r a el culto de
Dios, en vez de legarla p a r a lo que tenéis por
obras más meritorias y más útiles...
L a sentencia es antigua...
En la antevíspera de la pasión d e r r a m ó María
de Magdala sobre el Señor un v a s o de precioso
ungüento... Había, en medio del concurso, que
presenciaba aquél espectáculo, u n razonador -
naturalista, que dijo como vosotros: «¿Para qué
este desperdicio?...» Que el rico debiera más-
bien dar sus tesoros para aliviar las desgracias
SER Y NO SER 179

de la pobreza ó de la ignorancia, argüís vos-


otros... Aquél también añadía: «Podría venderse
por trescientos dineros y darse á los pobres!»
El nombre de ese razonador es maldito. De él
dijo Cristo esta tremenda palabra: «.¡valiérale
más no haber nacido!»
Doctrina que estuvo en semejantes labios, no
puede resonar sin espanto en oídos cristianos.
Pero os excusáis alzando una b a r r e r a entre la
vida pública y la vida privada...
¿Acaso vuestro Dios es como los dioses del
romano, encerrados en el sepulcro doméstico,
altar famüico para el culto de una estirpe inco-
nexa con todas las estirpes que se aglomeran en
la nación y en la humanidad?
Si fueron cristianos vuestros padres á quienes
dais piadosa sepultura, y son cristianos vuestros
hijos á quienes regeneráis en la fuente bautis-
mal, cristiana es esa sociedad que gobernáis en
los comicios, en los parlamentos y en los minis-
terios...
Para esa sociedad dais leyes; y esas leyes de-
ben conformarse con su carácter, que deriva de
su fe y de sus sentimientos más nobles.
—Conocida es vuestra réplica. «La religión,
decís, es cuestión de conciencia!»
Y bien,—¿cuántas conciencias tenéis vosotros? •
¿Una en el bautismo de vuestros hijos y en la
sepultura de vuestros padres; otra en el gobier-
no de la sociedad civil formada por los ancia-
nos, objeto de vuestra veneración, y por los
niños, objeto de vuestro amor!?...
180 EDUCACIÓN PRIMARIA

El m i s á n t r o p o de S h a k e s p e a r e de. todo duda-


ba, m e n o s de que no h a y i n t e r m e d i o entre ser y
n o ser.
Más i n s a n o que aquel espíritu, sobre el cual
a m o n t o n ó u n a i m a g i n a c i ó n p o r t e n t o s a cuanto
p u e d e c o n c e b i r s e de c o n t r a d i c c i ó n y extrava-
gancia, h a y h o m b r e s que p r e t e n d e n al mismo
tiempo ser y no ser. ¿Son locos?... Ellos blasonan
de la s u p r e m a c o r d u r a , y se l l a m a n liberales!
Septiembre 29 de 1882.

La Iglesia y la Educación

I n s i n u a m o s a n t i y e r los f u n d a m e n t o s á cuya
luz d e b i e r a t r a t a r s e la cuestión i n d i c a d a por el
limo, s e ñ o r A n e i r o s en la M e m o r i a de 1882; y
a u n q u e no a d v e r t i m o s que c a u s e m a y o r preocu-
pación, d e s e a m o s p l a n t e a r l a en sus términos
p r o p i o s , p o r q u e días m á s ó menos, su trascen-
d e n c i a o b l i g a r á á a f r o n t a r l a y resolverla (*>.

(1) *Sería insensato afirmar,—dice en el artículo alu-


dido,—que la enseñanza puede aislarse de todo elemento
de educación moral. En cualquiera de sus grados, es un
sistema de cultura social, que debe recibir unidad del
principio esencial y superior que lo informa y lo domina.
Si se conviene en el axioma de los Estados: «a nación
republicana, educación republicana»; con mayor razón
debe convenirse en este otro: «á República cristiana,
educación cristiana». Una vez aceptado el principio, han
LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN 181

Para que se niegue el derecho de la autoridad


eclesiástica á intervenir en la enseñanza públi-
ca, y fiscalizarla, á lo menos bajo el aspecto mo-
ral y religioso, es indispensable admitir princi-
pios opuestos á la justicia y á la libertad.
Hay dos que están sin remedio envueltos en.
semejante doctrina: el que hace del Estado la
única fuente de leyes en la vida social; el que
le atribuye exclusivo monopolio en materias de
enseñanza.
Ambos son falsos filosófica y jurídicamente.
Prescindiendo de considerar todos los centros
legítimos de solidaridad y de poder, que se for-
man y funcionan en la sociedad civil, para no
complicar estas reflexiones, invocamos la fe y

de aceptarse sus consecuencias, y los medios de conse-


guir su logro. En primera linea se e n c u e n t r a la inter-
vención de la Iglesia en su manejo. Ella posee, en la
plenitud del divino ministerio, la potestad docente, y no
le es lícito abdicarla ni compartirla. Una e n s e ñ a n z a ín-
tegra, por otra parte, contiene los rudimentos d e la fe,
es decir, los elementos de la teología, como de hecho y
de derecho está reconocido en este pais, que es católico
y se confiesa tal en sus estatutos fundamentales. L u e g o ,
como nadie puede enseñar la teología sin misión ni auto-
ridad para ello, a u n q u e sea en la forma sencillísima de
los catecismos, se sigue que, bajo este aspecto, la ense-
ñanza pública debe ser fiscalizada por la Iglesia,—la cual
en el Concilio de Trento, cuyos cánones tienen pleno
vig*or en la República Argentina, ha reglado la m a n e r a
de instituir los maestros y proveer á la competente ense-
ñanza de la j u v e n t u d en las escuelas».— (N. del &.).
182 EDUCACIÓN PRIMARIA

la conciencia de todos los cristianos, que sin


duda afirmarán la existencia de u n a asociación
universal, de origen y fines sobrenaturales, pero
desenvuelta con formas exteriores, autonómica
y soberana, es decir, independiente y revestida
de una potestad gobernante, que llamamos la
Iglesia.
La autoridad de la Iglesia se ejerce simultá-
neamente con la autoridad civil en todas las na-
ciones de la tierra.
Abarca objetos exentos del poder temporal,
prescinde de otros que son de competencia ex-
clusiva de la autoridad civil, y finalmente, con-
curre con ésta al manejo y dirección de todos
los intereses de una categoría mixta.
Encuéntranse en este caso todas las relacio-
nes que comprometen á la vez i n t e r e s e s tempo-
rales é intereses religiosos, bien como muchos,
á cuyo respecto, la doble acción de la Iglesia y
del poder civil, sea conducente al bien de la co-
munidad.
A nadie se le oculta que, considerada la en-
señanza como una simple disciplina científica,
la concurrencia del Estado y de la Iglesia es
congruente con los grandes intereses de la civi-
lización; y que considerada como u n a disciplina
moral, la intervención eclesiástica fluye lógica-
mente de la naturaleza de la m a t e r i a y de las
funciones peculiares de la Iglesia.
El ministerio docente no es menos esencial
en su constitución que el ministerio sacerdotal.
Es una faz de su autoridad espiritual; y tanto
LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN 183

vale trabarla en el ejercicio de ésta como de


cualquiera otra de las funciones que por divina
institución le incumben.
Presentimos la réplica de los liberales. Dirán
que la Constitución confiere al Estado, y no á la
Iglesia, autoridad en asuntos de educación.
La Constitución no es el canon universal del
derecho. Rige al Estado, y habla por eso de sus
facultades, sin que su silencio respecto de los
poderes concurrentes de la Iglesia, pueda ser
interpretado como una negación de lo que ni
niega ni es racional que dé por caduco y abolido.
Aunque la Constitución, por otra parte, fuera
un estatuto omnipotente, que debiera conside-
rarse como la única fuente del orden jurídico
en la nación, es de advertirse que ella no dero-
ga las leyes precedentes, que no repugnen á sus
preceptos. Por esa razón, al ser promulgada no
caducaron los estatutos civiles, que presidían
la organización social. Prometió que la legis-
lación general sería reformada, pero mientras
no lo fué, y hoy mismo, en lo que aún no ha sido
alterada, impera como doctrina y como precep-
to. Dar una Constitución es codificar el dere-
cho político; pero no es revocar la estructura de
la sociedad. Cuando á este término ha llegado
la insania y la petulancia de los innovadores;
se han amontonado ruinas sobre los pueblos, y
vergüenza sobre los ciegos que los guían.
Nada más claro que la perfecta armonía y
consonancia del derecho eclesiástico y del de-
recho político en un Estado cristiano.
184 EDUCACIÓN PRIMARIA

Que la República Argentina es una nación ca-


tólica es cosa que no necesita demostración.
Los hechos se exhiben y se prueban: no se de-
muestran. La Constitución misma lo declara en
términos intergiversables, según se prueba con
un solo dato. Ella establece relaciones en-
tre el Estado y la Iglesia. Compárense estos
términos con los que emplea, por ejemplo, el
Concordato francés; y se advertirá que cuando
Napoleón reconocía en el catolicismo la reli-
gión de la mayoría de los franceses, enunciaba
un hecho y aceptaba un derecho radicalmente
diverso de reconocer en la Iglesia á la única
Iglesia, á la Iglesia fundada por Cristo, la Iglesia
que por la fe de la sociedad, argentina, impera
sobre ella, según las instituciones divinas y hu-
manas que la organizan para su misión en la
tierra.
Si, pues, la República Argentina es una na-
ción católica, es evidente que el derecho poli ti»
do y el derecho eclesiástico, la potestad espiri-
tual y la temporal, deben concordarse, aunque
por innecesario lo calle la Constitución.
Cualquier otra doctrina sería absurda.
El católico, es fiel en la Iglesia y ciudadano
en el Estado, subdito conjuntamente de ambos
poderes; y sería una aberración desatinada, pre-
tender, que para organizar competentemente la
sociedad, se deba poner al hombre en conflicto,
por la contradicción entre la ley civil y la ley
de conciencia.
Las instituciones han de tender al bien común,
LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN 185

ó lo que es equivalente, por ser precisa condi-


ción del bien común, han de consolidar la paz y
el orden.—En la hipótesis propuesta, dislocarían
sistemáticamente el orden y la paz: condenarían
los pueblos á la discordia, al antagonismo, y la
anarquía.
Usamos la palabra en su sentido estricto.
Hay anarquía donde no hay gobierno; y no
hay gobierno, d o n d e una de las dos potestades
no puede funcionar.
Luego, es evidentemente anárquica y contra-
dictoria á la naturaleza y objeto de las institu-
ciones civiles, la pretensión de aniquilar los de-
rechos de la Iglesia en la órbita de su imperio.
Y aunque concediéramos para los fines del
debate, la omnipotencia del Estado y de su es-
tatuto fundamental, todavía podríamos argüir
que la disciplina católica en materias de ense-
ñanza, principalmente por lo que afecta á la
moral y á la religión, forman parte del derecho
positivo de la República A r g e n t i n a .
No se pondrá en duda la vigencia de los cáno-
nes tridentinos en la antigua m o n a r q u í a espa-
ñola, donde fueron debidamente promulgados,
y reconocidos en forma satisfactoria p a r a los
regalistas más suspicaces y exigentes.
Toda vez que el cuerpo del derecho español
permanece incorporado al derecho argentino,
en cuanto no haya sido legítimamente reforma-
do ó abolido, las reglas del Concilio de Trento,
aun miradas como simples leyes, constituidas
con la aquiescencia del poder civil, tienen en la
186 EDUCACIÓN PRIMARIA

República hoy día la misma fuerza que origina-


riamente tuvieron.
La intervención reclamada por el Arzobispo
se funda, por consecuencia, en la potestad esen-
cial de la Iglesia, en los principios que rigen el
orden social, y en los textos del derecho positi-
vo argentino. El prelado pisa un terreno firmísi-
mo, y defiende el porvenir de la civilización y
una prerrogativa sagrada de la Iglesia.
Mayo 10 de 18S3.

.
LA ESCUELA 187

ARTÍCULOS SOBRE ENSEÑANZA CRISTIANA (1^

La escuela.—Agentes y propósitos.-••Neutralidad.—Ambigüedades
Ateísmo.—Crisis.—La escuela obligatoria y laica.—Socialis-
mo.—Guerra ú Cristo.—Educación de las masas,—Programa
de la enseñanza laica.—La escuela ante el buen sentido.—
Oportuna é inoportunamente.—Los disidentes y los libera-
les.—La familia y la escuela.—Reflexiones.—El discurso del
doctor Leguizamón.— Falsas perspectivas.—Espíritu de la
escuela.—Analogías.—El discurso del doctor Wildc.—Deba-
tes del Congreso.—El liberalismo y la Constitución.—EJ
cuadrillazo liberal.—Alarma.—La fórmula liberal.—Resis-
tencia.—Ambigüedades.—Transacciones. — Los residuos.—
Sustraendos.•—La revolución está en el gobierno.—Pruebas
perentorias.—Segundo período.—Liberalismo y regalía.—
Las escuelas neutras.—Hipocresías.—Tradiciones jurídicas.
—Ante el Senado.—Buenos Aires ante el Senado.—La socie-
dad ante el Senado.—Liberalismo y catolicismo.—La última
palabra.- «La ley de educación primaria ante el Senado
argentino».—La gran cuestión.

La Escuela

La tesis liberal, que elimina la religión de la


enseñanza popular, sucumbe, á poco que se
medite sobre las funciones de la escuela, como
invitamos á hacerlo brevemente á nuestros lec-

(1) Publicamos aquí la serie de artículos escritos cojí motivo de


los debates sobre enseñanza cristiana, seleccionando, según el plan
adoptado, los de mayor importancia, pues sólo reproducimos 45 ar-
tículos de 108, á cuyo total alcanzan los que escribiera nuestro
señor padre en La Unión, en los dos meses que duró el debate sobre
aquella materia. De algunos de los artículos que no se publican,
188 ENSEÑANZA CRISTIANA

tores, hoy que p o d e m o s prescindir de la contro-


versia para reflexionar tranquilamente.
Queda fuera de cuestión el ateo positivo. Para
engrasar la tierra después de morir, basta con
ser una bestia. N i n g u n o de los móviles que alien-
tan al hombre en el cultivo de su espíritu, sub-
siste cuando ha dicho, desde su corazón, como
el insensato: «NO HAY Dios».—La curiosidad
científica sobrevivirá en tal cual individuo, ya
en forma de manía, y a por compensación al
anhelo de cosas superiores y más permanentes y
nobles que los g o c e s sensuales, instintivo en el
hombre, y sofocado por la negación de Dios;
pero aquel impulso social, común y humano,
que fortifica las r a z a s y los pueblos en las áspe-
ras tareas, g e n e r a d o r a s de la civilización, nece-

extractamos, en el sitio correspondiente, los párrafos más impor-


tantes.
El doctor J. M. G a r r o , en la Nolicia biográfica, que precede al
tomo I de las Obras Completas, dice, resinándose á este debate: «Al
destierro de la religión, de la escuela, que había sancionado el Con-
greso Pedagógico de 1882, siguióse la presentación de un proyecto
de ley sobre enseñanza laica en la Cámara de Diputados de la Na-
ción, á fines de Junio de 1883. El liberalismo arrojaba audazmente
el guante á la conciencia eatólica del país, sin duda porque creía
preparado el terreno para precipitar el cumplimiento de su plan de
secularización social. La a l a r m a cundía al punto, dentro y fuera de
Buenos Aires; la Asociación Católica convoca sin demórala memo-
rable asamblea de 3 de Julio de aquel año, y su presidente dijo en
ella al numeroso concurso que; apenas podía contener su entusias-
mo p a r a escucharle: El enemigo acomete la escuela, peligra la Je
de nuestros hijos!
Fué la señal. La prensa católica de la República toda, encabeza-
da por La Unión, las asociaciones de igual, carácter, llevando como
vanguardia la de Buenos Aires, abrieron campaña contra el pro-
yecto, batiéndolo en brecha en el terreno de la doctrina, y pobla
T.A ESCUELA 189

sanamente se extingue si se empequeñece su


ideal y se le estrecha en los límites de esta exis-
tencia tan pasajera como ruda.
Para el que, al contrario, confiesa á Dios,
padre de la vida, Dios es el inefable objeto de su
adoración y de sus afanes, su primer principio y
su último fin.
Ciencias, trabajos, virtudes y dolores, cuanto
emprende en las fatigas de la vida, y cuanto
adquiere en las fuentes de la moral, y cuanto
sufre para purificarse en las pruebas de la tri-
bulación, todo lo refiere á Dios, que es su luz, su
fuerza y su corona.
La insensatez del hombre comienza cuando
transporta el fin consciente de su vida á las
regiones inferiores del mundo.

ron el espacio con el acento de la protesta enérgica de los padres


y madres cristianos. «Nuestra iniciativa, dice, el señor Estrada en
su Memoria correspondiente á 1883, enardecía los espíritus de un
cabo al otro del territorio, y conmovía la sociedad con un estreme-
cimiento tan profundo, tan extenso,, tan vibrante, como jamás ima
ginaron los que pensaron engreírse ufanos y vanagloriosos sobre
las mustias reliquias de una fe muerta.» E s la verdad. Rápido,
grandioso é imponente fué el movimiento de opinión que se produjo
contra dicho proyecto: tanto, que al día siguiente de la asamblea
de 3 de Julio, diez mil católicos pedían al Congreso que no le pres-
tase su sanción, y poco tiempo después, ochenta mil más, de todos
los ámbitos de la República reforzaban esa petición, y noble fa-
lange de damas, por vez primera en nuestra historia, acudieron
ante él, «á interponerse entre los secuaces del ateísmo y el alma
pura de sus hijos.» En el seno del parlamento defendieron la causa
católica oradores de la talla de Goyena y Achával Rodríguez, que
con Estrada y Lamarca hiciéronlo también desde las columnas de
La Unión. Por esta vez, el triunfo premió tan abnegados esfuerzos.
El Senado, con laudable entereza, frustró la audaz tentativa de la
Cámara de Diputados,»—(Nota del Editor).
190 ENSEÑANZA CRISTIANA

La sabiduría suprema reside en el alma pia-


dosa.
No podemos los cristianos contemplar, sino en
armonía con estás rigurosas doctrinas, el carác-
ter y el papel de la educación.
El liberalismo que niega sus aplicaciones,
niega su esencia. Por eso bosqueja los objetos y
funciones de la escuela en un cuadro donde el
fin humano no resplandece.
Presume educar sin Dios; y p r e g u n t a m o s : ;para
qué fin se educa, cuando se educa sin Dios?
H a y quien responde que se educa p a r a mejo-
rar las fuerzas productivas de u n a nación; ó
bien, para infundir en las masas la idoneidad
política requerida por el sistema republicano.
—Luego, el hombre ha nacido p a r a los talleres
y p a r a los comicios: para g a n a r dinero, y votar
en las elecciones.
La consecuencia es tan estúpida como impía,
pero es rigurosa.
Mas, antes de llegar á este extremo del libera-
lismo, topamos con el de medio color, con una
secta mestiza, que se pone á mitad de camino,
queriendo con pueril necedad h a c e r veces de
moderadora entre los que confiesan y los que
niegan, entre la luz y las tinieblas.
Sus secuaces promulgan la n e u t r a l i d a d abso-
luta de la escuela, aferrándose á esta máxima:
que la enseñanza de la religión es de competen-
cia de la Iglesia y de la familia.
—Nadie lo pone en duda. La Iglesia es la
maestra de la fe. «El sacerdocio envuelve el ma-
LA ESCUELA 191

gisterio. La gracia de los sacramentos y la cien-


cia de las cosas celestiales tienen por dispensa-
dores á los ungidos del Señor.
Es cierto también que la autoridad paterna,
fundada por Dios y santificada por la Iglesia
tiene anexo el ministerio docente de la infancia.
¿Qué se deduce, empero, de todo eso?
¿Se conviene ó no, en que siendo Dios el fin
último del hombre, y la educación de la infancia
una múltiple disciplina, intelectual y moral por
fuerza tendente al destino superior de la criatura,
es la religión su elemento fundamental y pro-
minente?
En caso afirmativo, aunque a l a Iglesia y á la
familia pertenezca la iniciación religiosa de la
juventud, es absurdo presumir que la escuela
pueda ser colocada en contradicción con ellas.
No esotra cosa la escuela sino una institución
auxiliar de la familia. Luego, si la familia debe
educar los niños en la religión, la escuela per-
dería su carácter si no contribuyera á los mis-
mos propósitos.
Ninguna persona de buena fe puede suscribir
la negativa.
Concedemos mucho á la flaqueza humana, y
los errores sinceros nos inspiran mucha compa-
sión; pero el espíritu más benévolo, se ve forza-
do á reconocer la perfidia de sus adversarios en
estos planes, encubiertos con sofismas tan hue-
cos é inconsistentes.
Los liberales persisten en ello, no por lo que
ignoran, sino por lo que saben.
192 ENSEÑANZA CRISTIANA
9

Saben que las ideas se arraigan y los senti-


mientos se robustecen tanto más fácil y enérgi-
camente, cuanto más coadyuven áello los ejem-
plos y las doctrinas, con que la juventud vive
en contacto.—Saben que la unidad de pensa-
miento, que concierta bajo un concepto filosófico
común, todos los elementos y teorías de las
ciencias, cualquiera que sea su grado, constituye
la fuerza de convicción de los principios recibi-
dos en la infancia.—Saben que la consistencia
del carácter flaquea en las capitulaciones mora-
les, nacidas de esc dualismo entre la v i d a pública
y la vida privada, que pugnan por establecer.
Lo saben y lo buscan.
La neutralidad de la escuela no es exigida por
quien tenga cualquiera creencia. Un protestante
ó un judío, no pedirán escuelas ateas, sino es-
cuelas protestantes ó judías; como pedimos es-
cuelas católicas los católicos argentinos, en
nuestro propio país, bendecido por Dios en la
posesión de la verdad religiosa.
La escuela neutra es invención masónica y
liberal.
Es el instrumento arbitrado p a r a consumar,
como en su delirio esperan conseguirlo, la r u i n a
del reino de Cristo.
Es imposible el error en cuestión tan evidente.
Junio 28.
AGENTES Y PROPÓSITOS 193

Agentes y propósitos

En la crisis á que el liberalismo de la prensa


y del parlamento nos conduce en estos días, es
menester que los católicos sepan ante todo
quién es el enemigo que tienen al frente, qué
se propone, y por qué nos reta, malicioso ó in-
consciente factor de la discordia y de la bar-
barie.
Muchos elementos, aparentemente desligados,
entrarán en el grupo agresor, y tomarán nom-
bres diversos. Debemos y queremos darles el
que les corresponde, y presentarlos, convictos
de sus sombrías afinidades, ante la conciencia
de los argentinos que aspiran á ver resplande-
cer la luz de Cristo en el alma de sus hijos.
El plan á cuyo servicio están enrolados, viene
de lejos y de atrás. Ninguna original convic-
ción nacida de estudiar los fenómenos sociales
de la República, alimenta su error ni los alien-
ta en la acción. Son agentes de un propósito ca-
tegóricamente formulado por la francmasone-
ría, y visible en acontecimientos tan ruidosos
como deplorables en el mundo entero.
No iremos cien años atrás á descubrir las
confabulaciones, que en Francia, en Portugal y
otros Estados europeos, tramaron las socieda-
des secretas contra la enseñanza cristiana de la
juventud, y la influencia de la Iglesia sobre el
régimen escolar en sus diversos grados. Sería
legítimo ese proceder; pero nos imputarían aca-
13
194 ENSEÑANZA CRISTIANA

so el error de querer explicar cosas contempo-


ráneas por causas demasiado remotas.
Vengamos á los hechos del día, que de inme-
diato se ligan con la revolución europea, tras-
ladada á América sin escrúpulo ni reboso.
Que la educación sin Dios entra en el progra-
ma de la francmasonería, y es obra suya, cons-
ta de la Asamblea de Maestros celebrada en
Viena el 5, 6 y 7 de Septiembre de 1867.
Incluía el mismo propósito en su programa
de trabajos la masonería de Bélgica, en la fiesta
solsticial de 1855.
Es francmasónica y compuesta de francmaso-
nes la Liga de la enseñanza fundada en Francia
el 15 de Octubre de 1866.
Revolucionarios europeos, pertenecientes á
las logias, se ligaron en los Estados Unidos en
1828, empeñados por eliminar los últimos ras-
tros de la fe cristiana en la enseñanza pública,
promoviendo desde entonces, el movimiento, á
cuyos actos más graves y decisivos está, en los
últimos tiempos, asociado el nombre del gene-
ral Grant y de su partido.
Es francmasónica la Sociedad del Bien ptí-
blico, establecida en Holanda en 1874, y bajo cu-
y a influencia fué votada la ley de 1878, que
excluye la religión del programa de la ense-
ñanza.
La liga de maestros iniciada por las logias de
Bruselas en 1842, r e m a t a en las declaraciones
del Grande Oriente en 1876: «Es indispensable
que la francmasonería se concierte para hacer
AGENTES Y PROPÓSITOS 195

triunfar el principio de la INSTRUCCIÓN LAICA,


obligatoria y gratuita».
La Alianza Universal Italiana entra, como
las grandes asambleas masónicas de toda la
Europa, en el mismo plan; y aunque pudiéra-
mos multiplicar, y tal vez multipliquemos otro
día, los datos probatorios de nuestro juicio, bas-
tan los enunciados p a r a poner en claro, que el
enemigo, armado hoy al frente de los católicos
argentinos, se llama FRANCMASONERÍA.
Puede ser que los liberales se recaten bajo
apotegmas ambiguos y declaraciones calcula-
das para seducir á los desprevenidos. P u e d e ser
que nieguen estar subordinados á u n a consig-
na. Puede ser más: puede ser que lo ignoren;
porque no en todos los grados de la iniciación
masónica, son instruidos los adeptos en los pro-
pósitos á que sirven de instrumento.
Pero, confiésenlo ó niegúenlo, sépanlo ó no lo
sepan, son agentes de la vastísima t r a m a tendi-
da por todo el mundo, y encaminada á extirpar
la fe en el alma de la juventud, p r e p a r a n d o así
los pueblos para las empresas nefandas de ia
demagogia.
Julio 3.

r
196 ENSEÑANZA CRISTIANA

Neutralidad

Los liberales nos censuran de exigentes, y


niegan que tengan empeño de perjudicar la en-
señanza religiosa, eliminándola de las escuelas
públicas. — Os ofrecemos la neutralidad, nos
dicen.
—Y bien: los católicos no podemos aceptar la
neutralidad, porque la neutralidad es la victoria
del liberalismo.
Si dos doctrinas positivas se disputaran la
preeminencia, pudiera hipotéticamente admitir-
se que la neutralidad fuese un compromiso de
transacción.
Pero entre la fe y la negación absoluta de toda
fe, la neutralidad es el prevalecimiento d e la ne-
gación, y por consiguiente, la victoria del libe-
ralismo.
Ofrecerla es una hipocresía.
Aceptarla sería un crimen.
Esta forma de la neutralidad establecida por la
simple eliminación de la enseñanza religiosa en
el programa de las escuelas, fué precisamente
la que rechazaron indignados los católicos del
Congreso Pedagógico en 1882.
Después de convenir en que la cuestión no
sería tratada, lo cual importaba dejar l a s cosas.
en el estado que les reconocía la ley, los libera-
les del Congreso y sus agentes, arbitraron ó ex-
plotaron circunstancias favorables p a r a resol-
verla de contrabando y en esas formas pérfidas.
NEUTRALIDAD 197

A fin de lograrlo, abusaron de influencias


privadas y oficiales, amenazando maestras, ha-
ciendo reuniones para engañarlas ligándolas
en sus confabulaciones sectarias, y pudieron
llegar á fines, que hoy día, sin duda, presentarán
como revestidos de alguna autoridad para in-
clinar la opinión en su sentido.
Es menester que el pueblo sepa toda la ver-
dad. Y es verdad, que la separación de las pocas
personas que llevaban al Congreso Pedagógico
una conciencia libre, lo sumergió en el más pro-
fundo, y ridículo descrédito, no siendo, desde
aquel instante, sino uno reunión de hombres y
mujeres asustados por los instrumentos de la
francmasonería que los encabezaban.
• La neutralidad, proclamada entonces por esos
medios, es la misma que nos ofrecen hoy cuando
la cuestión está en manos de la legislatura na-
cional.
Si hubiera católicos inclinados por timidez á
aceptar una fórmula que atenta contra el minis-
terio docente de la Iglesia y contra la acción
constante de la fe sobre el sistema general de
enseñanza y educación de la niñez, es bueno que
sepan lo que de ella se prometen los liberales y
lo que á su respecto tiene decidido la Cátedra
de San Pedro, de cuyas enseñanzas no es posi-
ble desviarse sin apostatar miserablemente.
Ernesto Renán, uno de los oráculos de la im-
piedad en Francia, h a escrito poco ha estas pa-
labras: «Si Marco Aurelio, en vez de emplear
»los leones y las sillas candentes, hubiera em-
198 ENSEÑANZA CRISTIANA

» pleado la escuela primaria..., mucho mejor hu-


» biese evitado la seducción del mundo por la
» enseñanza del cristianismo.» Y otro liberal de
gran fama e n t r e los suyos ha dicho: «Por la
» neutralidad se ejerce acción sobre la fe mis-
» ma, pues se acostumbra el alma á no necesi-
» tarla, y así se le aparta de ella lenta y suave-
» mente...-».
L a confesión es explícita.
Los liberales buscan por la neutralidad de la
escuela lo mismo que buscó Nerón enrojecien-
do los circos y los cadalsos con la sangre gene-
rosa de los mártires: buscan lo mismo que los
frenéticos, cuyo satánico furor los arrastra á
profanar iglesias, degollar sacerdotes, destrozar
las imágenes sagradas, y poner en los altares la
Razón representada por mujeres infames, con
aplauso de todos los demagogos y sacrilegos,
desde los terroristas de 1793 hasta los fetiquis-
tas de Garibaldi. Al grito de Voltaire contra eí
infame, ha seguido, en la consigna del masonis-
mo y la revolución liberal, este grito, que conde-
na el alma de los niños á la bestialidad pagana.
Por eso, el Padre y Maestro de la cristiandad,
h a levantado su acento majestuoso contra tan
impías confabulaciones, y h a desenmascarado á
los hipócritas, y puesto en seguro la conciencia
de los católicos, condenando como proposicio-
nes anticristianas todas esas máximas del lai-
cismo y la neutralidad de las escuelas, en las
alocuciones consistoriales del 1.° de Noviembre
de 1850, del 5 de Septiembre de 1851, en la carta
AMBIGÜEDADES 199

Quum non sim de 14 de Julio de 1864, y en los in-


cisos 45, 46 y 47 del Syllabus anexo á la encíclica
Quanta cura del 21 de Diciembre de 1864.
Sí, pues, los liberales confiesan que la neutra-
lidad se dirige á aniquilar el cristianismo, y la
Iglesia la ha condenado solemnemente, ningún
católico puede aceptarla sin r e n e g a r de su fe.
Sépanlo nuestros adversarios. Nos invitan,
como los tiranos de Roma, á q u e m a r incienso
delante de sus ídolos.
Nosotros somos hombres libres, porque obe-
decemos á Dios.
Entre nosotros y ellos va la diferencia de vi-
gor y dignidad que media entre los que tienen
conciencia de cristianos, y los esclavos de la dis-
ciplina masónica.
El caso es de guerra; no es de transacciones
pusilánimes y cobardes.
Julio 3.

Ambigüedades

Ninguna nación ha puesto el gris entre los


colores de su bandera. Los tintes vivos son los
únicos símbolos dignos del coraje y del honor
de los pueblos. Así también, huelen á r a t a los
hombres que se envuelven en colores indecisos,
cuando graves y decisivas cuestiones ponen en
pugna á todos los que tienen u n a convicción
sincera y un ánimo resuelto.
200 ENSEÑANZA CRISTIANA

La contienda abierta por los liberales contra


la enseñanza religiosa ha de ser complicada por
muchas escaramuzas y ardides, contra los cua-
les es necesario estar prevenidos.
Entre las ambigüedades urdidas para pescar
á río revuelto, entrará acaso, y y a la Nación la
ha sugerido, la de conceder la entrada á los cu-
ras en las escuelas, fuera de las horas de clase,
á fin de que hagan, si pueden, una enseñanza sin
cooperación de parte de los maestros, contra-
riada en muchos casos por su palabra y por su
ejemplo, y que al fin y al cabo, es la exclusión y
la neutralidad, establecida más pérfida é hipó-
critamente.
No trataremos aquí este expediente, bajo su
aspecto esencial.
Pero llamamos la atención pública sobre las
condiciones peculiares de la nación en que se
quiere establecerlo.
Hay en la República Argentina parroquias,
cuya extensión mide cincuenta y hasta cien le-
guas cuadradas; así, decir que el cura de una
de esas parroquias será el único maestro de to-
dos los niños de su territorio, es lo mismo que
decir que no tendrán ninguno.
Pretender que aún en las ciudades, cada cura
está en aptitud de concurrir con la frecuencia
necesaria á todas las escuelas de su parroquia,
será p u r a ilusión, para los que acepten este siste-
ma embaucados con las falaces promesas délos
liberales; y s e r á una simulación grosera de par-
te de los que, sin creerlo, finjan proceder de bue-
na fe estableciéndolo en la lev.
ATEÍSMO 201

No hay que equivocarse.


Esta proposición equivale á la neutralidad,
así como la neutralidad equivale á la enseñan-
za atea pura y neta.
Julio 3.

Ateísmo

No se puede salir de la verdad total sin caer


en la total mentira.
La escuela neutra, p r o y e c t a d a contra el cato-
licismo, será necesariamente escuela atea, en
el sentido más riguroso y abyecto de la pa-
labra.
La demostración es muy sencilla.
Defienden los liberales su proyecto, so pre-
texto de respetar la voluntad de los padres que
niegan á Cristo, y tienen la insensatez de querer
educar á sus hijos sin noción religiosa alguna.
El libre pensamiento no es doctrina. E s nega-
ción que no tiene límites.
Luego, si se elimina el cristianismo de la es-
cuela, en honor de una ínfima minoría de anti-
cristianos, semejantes en su estupidez á los que
hacían bautizar sus hijos con Garibaldi en nom-
bre de la república y demás majaderías de este
infeliz mentecato, el mismo respeto y el mismo
honor habrá que tributar á los que, de libertad
en libertad, y de negación en negación, lleguen
hasta el ateísmo positivo.
202 ENSEÑANZA CRISTIANA

Nos argüirán que estos frenéticos serán pocos.


¿Y qué importa?
¿No presumen fundar la escuela n e u t r a en una
nación esencial v exclusivamente católica?
Si se ha de eliminar todo lo que el liberalismo
controvierte, se h a de eliminar la noción d é l a
existencia de Dios, como cualesquiera nociones
de las que él discute, pone en duda, ó rechaza •
totalmente.
Habrá loco que proteste si se nombra á Dios
en la escuela: y la neutralidad de la ciencia y
del maestro obligarán á callarlo.
El hecho ha acaecido y a en Francia, y los go-
bernantes han sido lógicos.
O no hay neutralidad en la escuela, ó la hay
en toda su extensión.
Prescindir de Dios es negarlo.
Adviértalo la República. El liberalismo cava
bajo sus pies el abismo de la ínfima barbarie, y
de la más asquerosa corrupción moral.
Julio 3.

Crisis

No se engañen los católicos sobre la magni-


tud del conflicto creado por el liberalismo en el
seno del Congreso.
Sería menos vituperable cualquier negligen-
cia si estuviera en debate un p u n t o , a u n q u e in-
CRISIS 203

teresante, incapaz de herir en la raíz las condi-


ciones religiosas y morales de la sociedad.
No hay campaña electoral, crisis de gabinete,
contienda de partido, nada que pueda compa-
rarse en gravedad á la lucha en que estamos
empeñados hoy día, ni cuya trascendencia se
aproxime siquiera á la del asunto debatido; por-
que nada hay en el mundo que merezca el sacri-
ficio del tiempo, del reposo y hasta de la sangre,
como el honor de Cristo y las almas de nues-
tros hijos.
Cierto es que los despotismos más brutales
son impotentes p a r a extinguir la fe, odiada y
perseguida por el liberalismo. Pero medítese
en la enormidad de los sacrificios que nos im-
pondrá el atentado que se premedita, si p a r a bal-
dón d é l a República, llega á consumarse.
Tendremos que levantar frente á cada escue-
la atea una escuela cristiana; porque h a y una
cosa, que jamás conseguirán de nosotros los li-
berales, aunque tengan el poder de promulgar
leyes tiránicas: que les entreguemos nuestros
hijos para que ellos los prostituyan.
Nosotros, que somos más de dos millones de
argentinos católicos, seremos obligados á pagar
escuelas, á las cuales nos está vedado, en con-
ciencia, enviar á nuestros hijos; y tendremos,
además, que sostener con nuestro dinero las es-
cuelas cristianas que aprovecharemos para edu-
car á los que Dios ha puesto bajo nuestra cus-
todia.
La brutal iniquidad de este despojo será un
204 ENSEÑANZA CRISTIANA

latrocinio legal; pero el liberalismo no se para


en semejantes escrúpulos.
Diocleciano, que era liberal, exterminaba cris-
tianos; los Dioclecianos del día, apandillados y
anónimos, más cobardes que su maestro, se con-
tentan con despojarlos. Y seremos despojados,
si consiguen triunfar; y los sacrificios que en-
tonces pesarán sobre nuestros hombros, serán
sin duda, superiores al esfuerzo que hoy se ne-
cesita para contener su paso y estorbarles la
victoria.
julio 3.

La Escuela obligatoria y laica


No discutiremos aquí el principio de la ins-
trucción obligatoria. Bajo ciertos aspectos, pue-
de ser sostenido, aunque no disimularemos que
trae una tradición odiosa. Ha sido formulado en
las sociedades modernas por labios cansados de
proferir blasfemias, y manos ensangrentadas lo
han escrito en las leyes.
Entre tanto, y á pesar de su antipática filia-
ción, pase, si el Estado, al declararlo, organiza
las escuelas, abiertas p a r a facilitar su cumpli-
miento, de suerte que no degenere en una exigen-
cia tiránica, y en una monstruosa opresión de
las familias y de la conciencia.
La compulsión legal ejercida sóbrelos padres
p a r a estrecharlos á enviar sus hijos á las escue-
LA ESCUELA OBLIGATORIA Y LAICA 205

.as, en tanto será sostenible, en cuanto se la re-


pute como una protección del Estado sobre los
niños, encaminada á obtener que la familia cum-
pla estrictamente los deberes q u e á su respecto
la incumben, según los medios puestos á su al-
cance.
Asume así la autoridad pública una función
delicadísima, que se roza con la independencia
doméstica y el poder paterno, principios sagra-
dos, cuya declinación precede m u y de cerca á la
caída de las naciones en la corrupción y en la
servidumbre.
No hay derecho contra el derecho, según la
famosa sentencia de Bossuet.
No es legítimo oponer un derecho adventicio
del Estado al derecho natural de las familias.
Es injusto y bárbaro poner la ley en contradic-
ción con ía patria potestad, fundada en la natu-
raleza y en el Decálogo.
Por consiguiente, si el E s t a d o protege los ni-
ños, tiene que protegerlos sin d e s t r u i r l a paterni-
dad; y sería destruir la paternidad establecer
escuelas obligatorias, e n c a r g a d a s de una ense-
ñanza repugnante á la conciencia de los padres,
como es la enseñanza neutra en el seno de una
sociedad católica.
Sí la educación intelectual v física de los ni-
ños es necesaria, lo es por necesidad de medio
el riguroso deber de los padres de familia con-
siste en dar á sus hijos u n a educación moral. De
manera, que si la ley civil ha de obligar á los
padres á enviar sus hijos á la escuela, compe-
206 ENSEÑANZA CRISTIANA

liendo á unos á su deber y amparando á otros


en el derecho correlativo, está," según la lógica
sana, forzada á subordinar el p r o g r a m a de las
escuelas, ante todo, á las primoi-diales necesida-
des de la educación moral, que siendo el deber
capital de los padres, es el capital derecho de
los niños.
Suprimir los medios es corromper ó imposibi-
litar los fines.
La escuela obligatoria, y conjuntamente neu- •
tra, en una nación cristiana, ó es un contrasen-
tido craso, ó es una conspiración infame.
Los liberales del Congreso y de la prensa tie-
nen que escoger; entre esos dos términos, el que
les cuadre.
Es un contrasentido, si se quiere cooperar á
los objetos de la educación, y completar los re-
cursos de la familia p a r a darla á los niños inte-
gra y competente.
Es una conspiración, si se desdeñan esos ob-
jetos superiores, y en vez de auxiliar á la fami-
lia, se presume cohibirla.
Y esa conspiración es infame, porque es ma-
liciosa, y enderezada contra la base del orden
social, y contra el principio en que nace la dig-
nidad del hombre, y del cual está su fin último
pendiente.
Maximiliano Robespierre, en el estrépito de la
demagogia, alzó la sangrienta mano, p a r a seña-
lar á los demoledores del orden cristiano ese
rumbo, á cuyo término esperaba encontrar gene-
raciones de incrédulos, listos para arrastrar el
LA ESCUELA OBLIGATORIA V LAICA 207

mundo, de orgía en orgía, al ideal estúpido de


la revolución.
La escuela obligatoria é irreligiosa fué, en sus
planes, abominable instrumento para ahogar la
resistencia social, depravar la juventud; y qui-
tar á Cristo el imperio de las almas.
¿Quieren lo mismo que Maximiliano Robes-
pierre, escándalo é ignominia del nombre repu-
blicano, los republicanos argentinos que p u g n a n
por las instituciones que él preconizara?....
No pueden querer otra cosa; porque no cabe,
otro propósito dentro de sus fórmulas.
Se empeñan por dar una ley impía.
Se empeñan por dar una ley tiránica.
Quieren llevar la revolución al gobierno, y es
como llevar la abominación al Santuario.
Dictar leyes, que pecan contra la definición de
la ley; leyes que atenían contra la conciencia y
contra Dios, sería el colmo de la extravagancia
si no fuera el colmo de la iniquidad.
La paz social tan solamente subsiste, cuando
las leyes, antes que por la presión de la fuerza,
imperan por la adhesión de la conciencia, en
cuyo fuero obligan á los cristianos todas las le-
yes.—Pero no les obligan las que contradicen la
ley de Dios, como esos preceptos que violentan
los padres á poner sus hijos bajo la conducta de
maestros encargados de pervertirlos.—Esta con-
tradicción, induce á desobedecer la ley. Estado,
en que las leyes no imperan, es Estado en revo-
lución; pero la revolución, nacida de laresisten-
cia á las leyes contrarias á la ley divina, no vie-
208 ENSEÑANZA CRISTIANA

ne del pueblo, sino del gobierno, que se subleva


contra Dios, y pretende anteponer su autori-
dad secundaria á la suprema y absoluta auto-
ridad, y sus estatutos movibles y caprichosos
á los eternos deberes y á la conciencia cris-
tiana.
No hablen de libertad, ni se escandalicen de
los despotismos políticos, los factores y cómpli-
ces de una tiranía, que jamás ha pesado sobre un
pueblo sin que se hunda ó estalle.
Julio 4.

Socialismo
El concepto liberal del Estado es un socialis-
mo disfrazado.—No es maravilla. Los enciclope-
distas del siglo XVIII, autores de la doctrina
revolucionaria, en odio al cristianismo, retroce-
dieron al culto de la Naturaleza, y á la venera-
ción de la sabiduría antigua. Montesquieu, uno
de los más discretos de la escuela, acertó á ha-
cer del Espíritu de las Leyes, un libro pagano.
No hay que hablar de las Cartas persianas.
Bernardino de St. Pierre en lo cómico, coincide
con Rousseau en lo trágico, no obstante ser el
que menos cedió á los estímulos de la apostasía.
—La pendiente era abrupta, y el impulso irre-
sistible.
Esta restauración gentil, en cuanto diera for-
mas á las instituciones civiles y políticas, debía
SOCIALISMO 209

restablecer, con mayor ó m e n o r moderación el


socialismo pagano.
Aún puede precisarse más el concepto. Los
charlatanes de la Enciclopedia, entre Roma
la nación de las formas jurídicas, y Grecia,
la nación del idealismo y de la sofística, debían
inclinarse, por necesarias afinidades, al socia-
lismo griego.—Cada farsante se imaginaba ser
un espartano. Su política se r e s u m e en una pa-
labra: la omnipotencia del Estado, á imagen de
la omnipotencia de la ciudad en las repúblicas
despóticas de Grecia,
En ningún detalle se ve tan claramente mani-
fiesto su espíritu retrógrado y pagano, como en
atribuir al Estado la función de educar los niños.
El Estado docente, el Estado educador, el Es-
tado según el socialismo, todo es igual.
Es cierto que al dar tanto incremento al po-
der del Estado, no se proponían ellos sino me-
noscabar el imperio legítimo de la Iglesia. Mas
este sacrilego designio envuelve, en su ejecu-
ción, la ruina de la familia.
Según el liberalismo, siendo la educación una
de las atribuciones del Estado, y siendo el fin
del Estado meramente civil, la educación debe
prescindir de todos los elementos religiosos que
la integran y le imprimen carácter.
Muchas falacias encierra ese raciocinio, por
más que sea breve.
La pertinente á nuestro inmediato objeto es
la que apoya todo su conjunto.
No. El Estado no tiene la misión de educar.
24
210 ENSEÑANZA CRISTIANA

El Estado coopera á Ja educación, concentran-


do elementos dispersos p a r a proporcionar á las
familias medios de desempeñar en común, la mi-
sión de educar, que es suya propia, bajo la ins-
piración de la Iglesia, á quien pertenece ilumi-
nar y conducir las almas.
Por consiguiente, la educación no se debe pro-
porcionar á los fines inmediatos del Estado, sino
á los fines de la persona humana, que son más
altos.
El Estado no puede convertir su ministerio
auxiliar y supletorio, en una prerrogativa abso-
luta y excluyente.
Por esta causa, la enseñanza pública, esfera
mixta en que se mezclan intereses civiles con
intereses privados y domésticos, no será regu-
larmente disciplinada, sino mediante el concur-
so del Estado, de la Iglesia, y de la autoridad
paterna; y si algunos de estos elementos podría
ser excluido, sería sin duda el Estado, pero ja-
más la familia, que es el ministro de la educa-
ción, ni la Iglesia, que es el intérprete y deposi-
tario de la verdad.
Negando estos principios eminentemente cris-
tianos, se regresa al absolutismo de los gobier-
nos paganos.
Véase con qué resultado tan contrario á los
mismos fines que se tienen en mira.
Todo el sistema de las libertades civiles de-
pende del principio de distinción entre el impe-
rio de la ley civil, y el imperio de la ley divina,
y del derecho personal y doméstico.
GUERRA Á CRISTO 211

Allanadas las preeminencias de la Iglesia, des-


pojada la familia de su autoridad y de su papel,
la ley civil, y el Estado que es á la vez fuente y
órgano suyo, recobran el total y completo im-
perio, de que están revestidos en todas las na-
ciones paganas.
Desaparece la libertad: se reconstruye el des-
potismo.
Luego, al fin de la restauración gentil, el libe-
ralismo mata la libertad.
No quería otra cosa Saint-Simón.
A nada más aspiraron Licurgo ni Solón.
Cristo es el Gran Libertador. La apostasía
conduce á todas las miserias de la esclavitud.
Julio 4.

Guerra á Cristo

La escuela neutra, dicen los liberales, es una


escuela de paz. Elimina, añaden, todas las con-
troversias y disputas que ponen los hombres en
antagonismo, y se coloca en el terreno tranquilo
de los intereses comunes y de las ideas recípro-
ca y umversalmente toleradas. Así, concluyen,
formarán una masa nacional homogénea, con-
sistente por su armonía, unificada por la identi-
dad de su carácter.
—Preguntamos á estos declamadores si pien-
san eliminar de las escuelas toda exposición de
doctrinas políticas.
212 ENSEÑANZA CRISTIANA

No es dudoso que responderán negativamente;


y no probarán de cierto, que el mundo piensa
uniformemente ni sobre las formas de gobierno,
ni sobre ninguna de los infinitos problemas se-
cundarios de la política.
Les preguntamos si piensan eliminar todo
punto de derecho social, y si, por ejemplo, será
imparcial la escuela entre el principio de la pro-
piedad y el comunismo. Pues oigan el estruen-
do con que la irrupción comunista atolondra la
Europa.
Les preguntamos si la escuela será neutral en
el conflicto entre el capital y el trabajo, que tie-
ne en ebullición las muchedumbres en todos los
estados manufactureros de la tierra.
Les preguntamos si guardarán silencio en la
contienda de los partidarios de la anarquía,
radicales de Francia é Italia, y los partidarios
de la existencia de un gobierno y de la subordi-
nación de los pueblos á la ley, cuyos hijos, tam-
bién deben concurrir á las escuelas.
Les preguntamos si entre la pretensión de los
extranjeros de conservar, no obstante el derecho
argentino, la nacionalidad de origen de sus hijos,
y el imperio de la Constitución que los declara
argentinos, también será indiferente la escuela.
Les preguntamos si entre Garibaldi y Brown,
los maestros se abstendrán de decidirse para
tener paz entre los hijos de los garibaldinos y
los descendientes no degenerados de los héroes
de la independencia nacional.
Les preguntamos si el Himno Nacional será
GUERRA Á CRISTO 213

abolido ó mutilado, por tener algunas estrofas,


capaz de herir las susceptibilidades patrióticas
de los españoles, obligados, como todos, á en-
viar su prole á las escuelas?
Lo .enunciado, y muchísimo más, sería menes-
ter eliminar si hubiera de suprimirse cuanta
doctrina y cuanta noción dan m a t e r i a á contro-
versias y discordias.
Mas no llega á extremos tan exagerados el
propósito liberal. Los liberales son ejemplar-
mente moderados. Un solo t e m a eliminan: la
religión.
—Luego, la escuela n e u t r a n o es u n a escuela
de paz: es una escuela de g u e r r a : de guerra
á Cristo.
Sí. Todos los nombres p u e d e n resonar en
esas asambleas de la niñez, m e n o s el tuyo, oh!
Señor!
Sólo queda proscrito el nombre sacrosanto: el
nombre que está sobre todos los nombres: el
nombre en el cual toda rodilla se dobla y toda
frente selnclinal
Sólo quiere el liberalismo que j a m á s llegue á
los oídos de los niños el nombre divino de Jesu-
cristo, que los llamó á sí con celestial ternura en
los días de su predicación, y fulminó contra
aquellos que les escandalizan esta formidable
sentencia: VALIÉRALES MÁS ATARSE AL CUELLO
UNA PIEDRA D E MOLINO Y P R E C I P I T A R S E AL MAR.
julio 4.
214 ENSEÑANZA CRISTIANA

Educación de las masas

Al discutir hoy el proyecto de ley de escue-


las, la Cámara de Diputados necesita tener pre-
sente, qué son las masas campesinas, dispersas á
razón de un habitante por cada dos kilómetros
cuadrados en el inmenso territorio de la Repú-
blica.
Ignorantes y supersticiosas á la vez, viven
entregadas á no sé qué especie de fatalismo, que
quiebra la conciencia moral, y en el-más triste y
vergonzoso desorden de costumbres que sea
imaginable.
Es deber del Congreso fomentar su civiliza-
ción; propender á que sus ideas se rectifiquen,
y sus sentimientos se disciplinen.
Pero he aquí que los liberales de su seno le
aconsejan destacar en auxilio de esas muche-
dumbres, maestros, cuya primer calidad debe
ser la incredulidad religiosa, y cuyo deber más
estricto debe ser abstenerse de hablarles de
Dios, de iluminarlos con las verdades cristia-
nas, de disipar las groseras supersticiones que
se juntan á sus vicios, de sugerirles una moral
pura, clara, fundada en la palabra infalible de
Jesucristo.
La Constitución, bajo cuya autoridad procede
el cuerpo legislativo de la nación, lo obliga á
incorporar los indios salvajes á la sociedad civi-
lizada, refundiéndolos con su masa, por medio
de su conversión al catolicismo.
PROGRAMA DE LA ENSEÑANZA LAICA 215

Los liberales, en nombre de la democracia,


exigen que las muchedumbres argentinas sean
peor tratadas que los bárbaros del Chaco y la
Patagonia.
Es la ceguedad del fanatismo en su exceso
más brutal.
Las familias en las ciudades podrán luchar
contra la ley tiránica, si sufrimos la afrenta de
verla sancionada; á los indios los ampara la
Constitución; á esas desgraciadas multitudes de
los campos, nadie las ampara ni protege.
El liberalismo las condena á la barbarie, para
condenarlas á la servidumbre: instrumento de
sus ambiciones en los disturbios políticos, car-
ne de cañón en las batallas fratricidas de la
anarquía.
¡Dios salve á la Patria!
Julio 4.

Programa de la enseñanza laica

Dijimos antiyer que no sería difícil añadir


pruebas á las que exhibimos, p a r a ilustrar la opi-
nión sobre el origen y miras del programa, que
los liberales oponen en el Congreso y la prensa á
las justas exigencias de los católicos argentinos.
Venimos á agregar aquí esas pruebas, deján-
dolas descarnadas y sin comentarios. •
216 ENSEÑANZA CRISTIANA

M. PAUL BERT decía en su informe á la Cáma-


r a sobre el famoso proyecto de escuelas ateas
para Francia: « L a Revolución francesa h a pro-
» clamado el triple principio de la gratuidad, de
» la laicidad y de la obligación. E s t a m o s vincu-
» lados á esa gran tradición»...
L a gran tradición de M. Bert es la de Robes-
pierre y Dantón, que hicieron escribir el triple
principio en las leyes de F r a n c i a el 29 de frima-
rio del año II, poniendo en ellas, según la ex-
presión de Daunou, «el sello de una estúpida
tiranía».

SAINT-JUST exclamaba por esos tiempos: «Ha-


cer ejecutar las leyes sobre la educación: h e ahí
el secreto!
¿Qué secreto?—El de modelar la j u v e n t u d en
la imagen jacobina!»

BARRERÉ pedía á la Asamblea una instrucción


REVOLUCIONARIA.
JACOB DUPONT declama así: « La naturaleza y
» la razón son los dioses del hombre y los míos.
» Propagad estos principios, y enseñadlos en las
» escuelas. Es de reír que se preconice una re-
» ligión monárquica en una república!., u n a re-
* ligión en la cual se enseña que «conviene obe-
» decer á Dios antes que á los hombres».

GRÉGOIRE bosquejaba la táctica revolucionaria


declarando que consistía en «apoderarse de las
PROGRAMA DE LA ENSEÑANZA LAICA 217

» generaciones nacientes, yendo á buscar al niño


* en los brazos de su padre, y en el seno de su
» madre».

Ligados á esta tradición, los liberales con-


temporáneos son tan explícitos, á veces, como
sus antecesores, y descubren cínicamente, de
vez en cuando, lo que quisieran ocultar los tar-
tufos de Europa y de América.

El H.\ FLEURY se explicaba así en u n a confe-


rencia dada en cierta L.\ del O.*, de París:
« Sin duda que los discípulos de Loyola... quie-
» ren combatir la ignorancia con el milagro...
» Opongámosles la verdadera ciencia, la ciencia
» de los Enciclopedistas... Es indispensable ad-
» quirir esa ciencia... ¿Cómo?... Tomando por ba-
» se la enseñanza obligatoria, y rechazando de
» esa enseñanza, á nombre de la libertad de con-
» ciencia, LA INSTRUCCIÓN RELIGIOSA».

En el anti-con cilio de Ñapóles, los librepensa-


dores de París formulaban este voto: «Conside-
» rando que LA IDEA DE DIOS ES LA FUENTE y EL
» SOSTÉN D E TODO DESPOTISMO Y D E TODA INIQUI-
» DAD, los librepensadores de París se compro -
» meten á trabajar por la abolición pronta y ra-
» dical del catolicismo, y á buscar su aniquila-
» miento por todos los medios».
218 ENSEÑANZA CRISTIANA

¿Y cuál es el medio que sugieren? Sencilla-


mente éSte: LA INSTRUCCIÓN GRATUITA, OBLIGATO-
RIA, LAICA Y MATERIALISTA.

EL G.\ M.\ DEL G.\ O R . \ DE FRANCIA manifies-


ta en una circular del 4 de Julio de 1870, la adhe-
sión de la orden á este programa: «Todos esta-
» mos de acuerdo sobre el gran principio de la
» instrucción gratuita, obligatoria y laica, tan
» calurosamente aclamado por la última asam-
» blea».
«La revolución es antiteológica: antiteológica
debe ser la educación», decía el Monde maconi-
que de 1.° de Mayo de 1865.

Y el H.\ LAFORGUE lo sintetiza todo: «¡GUERRA


Á Dios: HE AHÍ 'EL PROGRESO!»
Julio 5.

La escuela ante el buen sentido

No solamente los católicos protestamos contra


la inicua empresa de pervertir el corazón de la
niñez, educándola sin noción religiosa y sin el
amor de Dios.
Ofrecemos hoy á las meditaciones de los libe-
rales unos cuantos fragmentos, pertenecientes á
protestantes, filósofos y estadistas, que jamás
figuraron entre los fieles católicos. Así verán,
LA ESCUELA ANTE EL BUEN SENTIDO 219

que las pretensiones insensatas de que se hacen


eco en la República Argentina, son extractadas
de las heces de la demagogia y de los antros del
masonismo; y que así como tienen en contra la
conciencia cristiana, también tienen en contra
el buen sentido de todos los hombres capaces de
afrontar las graves responsabilidades del go-
bierno en una nación civilizada.

SAINT-MARc GIRARDIN habla así: «sin instruc-


» ción religiosa no hay buen sistema de educa-
» ción... No basta enseñar la religión á los que
» deben predicarla; es menester enseñarla á los
» que deben practicarla, es decir á todo el mun-
» do.... Sin esto el alma se adormece. No quedan
» despiertos sino los sentidos y las pasiones.
» Crear escuelas industriales sin enseñanza reli-
» giosa, es organizar la barbarle', y la peor de
» todas las barbaries».
(De Vinstruction intermediaire dans le
Midi de l'Allemagne).

GUIZOT.—«Para que la instrucción primaria


» sea verdaderamente buena y socialmente útil,
» ha de ser profundamente religiosa... Es rae-
» nester que la educación popular sea dada y re-
» cibida en el seno de una atmósfera religiosa;
» que las impresiones y los hábitos religiosos la
» penetren por todas partes. En las escuelas
» primarias, la influencia religiosa debe estar
» habitualmente presente. Si el sacerdote des-
» confía ó se aisla del maestro; si el maestro se
220 ENSEÑANZA CRISTIANA

» considera rival independiente, y no auxiliar


» del sacerdote, el valor moral de la escuela es-
» tá perdido, y la escuela, próxima á convertirse
» en un peligro».
(Mémoires; t. III).

THÍERS.—«Yvo pido formalmente otra cosa que


» esos institutores laicos, en gran número, de-
» testables. Quiero hermanos, aunque en otro
» tiempo haya podido desconfiar de ellos. Quie-
» ro hacer omnipotente la influencia del clero.
» Quiero que la acción del cura sea fuerte, mu-
» cho más fuerte que hoy día, porque cuento con
» él para propagar la buena filosofía que enseña
» al hombre que está en la tierra para sufrir.... Sí,
» nunca lo repetiré bastante: la enseñanza pri-
» maria no producirá buenos resultados, sino en
» tanto que el clero ejerza en ella una grandísi-
» ma influencia».
(Les débats de la Comissíon de 1849.
Discours de M. Thiers).

VÍCTOR COUSIN.—«Algunos, entre los cuales


» no me cuento por cierto, podrían acaso te-
» mer que se extienda mucho la influencia del
» clei-o en la instrucción superior; pero ningún
» recelo puede haber respecto de la instrucción,
» primaria. El cura debe vigilar todas las partes
» de la instrucción, y no sólo las explicaciones
» del catecismo, porque, enseñando á leer, se
» puede dar malas doctrinas á los niños... No hay
> verdadera y saludable instrucción primaria
LA ESCUELA ANTE EL BUEN SENTIDO 221

» que no esté basada en la religión... Que el


» maestro de escuela aprenda á someterse al
» señor cura, como se somete al señor maire,
» que deben ser las dos grandes autoridades en-
» cargadas de la supervisión de la escuela».
(Les débats de la Commzssion de 1849.
Discours de M. V. Cousin).

VÍCTOR COUSIN.—«El cristianismo debe ser la


»base de la instrucción del pueblo. La ins-
» trucción popular debe ser religiosa, es decir,
» cristiana... Que nuestras escuelas sean cris-
» tianas, pero que lo sean seriamente y con sin-
»-ceridad... La religión es la mejor base, y tal
» vez la única, de la instrucción popular... Co-
» nozco un poco la Europa; y en ninguna parte
» he visto buenas escuelas del pueblo, con tal que
» faltara la caridad cristiana».
(De l'instruction publique dans quelques
pays de l'Allemagne).

JOUFFROY.—«No h a y más que una voz para


» proclamar que, sin la religión, no hay educa-
» ción moral posible, y que debe ser el alma de
» las escuelas normales de maestros primarios».
(Rapports d l'Aeadémie des Sciences
morales et politiques, 1840).

EMPERADOR GUILLERMO DE ALEMANIA.—«Ac-


» tualmente se enseñan muchas cosas en las es-
» cuelas; pero es menester no olvidar lo que tiene
» la importancia capital en la educación. Me re-
222 ENSEÑANZA CRISTIANA

» fiero, ante todo, á la religión. Vuestra tarea más


» difícil é importante, consiste en educar la ju-
» ventud en el temor de Dios y enseñarle el res-
» peto de las cosas santas!»
(Respuesta á ana diputación de maes-
tros primarios, 1879).
Julio 5.

Oportuna é Inoportunamente

No falta quien censure la exclusiva atención


que este diario consagra, muchos días hace, al
debate promovido por la enseñanza religiosa
en las escuelas.
—Apenas será necesario justificarnos ante
católicos, con tal que adviertan 1.a magnitud y
alcance del punto debatido.
Es la gran cuestión de los tiempos modernos.
Italia, Bélgica, Francia, Holanda, todas las na-
ciones europeas, sin excluir la Inglaterra, se
agitan por este problema, que comprometiendo
el porvenir de las sociedades, y la esperanza
de los hombres en su inmortal destino, abarca
cuanto puede interesar á los Estados y á las
familias, á la civilización y á la conciencia.
Ninguna merece m a y o r consagración ni ma-
yor empeño.
Cuando la independencia de un pueblo pe-
ligra; cuando las libertades políticas están so-
iuzgadas ó a p u n t o de serlo; cuando las crisis
OPORTUNA É INOPORTUNAMENTE 223

y las penurias económicas afligen a l a s nacio-


nes; sin duda, que no hay corazón que no lata,
ni brazo que no se mueva, ni labios que no
clamen; y esos anhelos, esa actividad y esas
querellas están justificadas, porque debemos al
honor, al derecho y al bienestar de la patria y
nuestros conciudadanos, un concurso abnegado
y generoso.
Pero está más arriba de todas las cosas polí-
ticas, el imperio de la verdad en las masas de
una nación: más alta que las libertades, en la
misma esfera desenvueltas y ejercidas, la liber-
tad sagrada de la conciencia cristiana; y el bien-
estar fugitivo de los hombres, condenados al
cabo á la espiación en la desgracia, y á purifi-
carse en el dolor, no es de cierto comparable el
destino final, á que se encaminan, mediante
Cristo, que es la verdad, el camino y la vida, y
cuyo nombre quiere el liberalismo borrar de la
memoria de las nuevas generaciones.
Mazade, con un espíritu, entre filosófico y
epigramático, estudiaba, años ha la etiología de
las enfermedades morales en Sud América; y
comprobaba el hecho de que todas vienen por
contagio.
Los liberales llaman á ese contagio: repercu-
sión de las gloriosas novedades del progreso.
Como quiera que sea el nombre que le den,
es lo cierto, que todas las quimeras que ex-
travían á la Europa, y todas las extravagan-
cias que la perturban, llegados á cierto grado
de intensidad, trascienden á estos países, y

'
224 ENSEÑANZA CRISTIANA

trasladan sus contradicciones y sus estragos.


Estamos envueltos en una repetición del mis-
mo fenómeno.
Ha penetrado en la República Argentina el
ideal del masonismo; y nos encontramos en lo
recio de una batalla en que hay, como en Eu-
ropa, dos contendores: el cristianismo, de una
parte; de otra parte, el liberalismo.
. ¿Qué nos disputa y qué quiere?
Comienza por la raíz, y nos disputa la escuela.
El liberalismo no controvierte dogmas: los des-
precia y los niega totalmente. El liberalismo
no se cura del modo de entender el orden sobre-
natural: lo relega á la región de las fábulas. El
liberalismo no pugna por u n a forma de adora-
ción á Dios. Cuando lo dice, miente maliciosa-
mente. Prescinde de Dios. Su regla de vida
consiste en vivir como si Dios no existiera; y
antes que abrir los brazos, no obstante su osten-
tosa prédica de fraternidad, á los que le adoran
en espíritu y en verdad, los abre á materialistas
y ateos, que lo niegan y lo escarnecen.—Por
eso exige la escuela neutra; p o r q u e la neutra-
lidad es su victoria; porque callar á Dios es
negarlo, y el silencio es blasfemia. Y no la exi-
ge tan sólo p a r a los hijos de los liberales, res-
ponsables ante el Eterno Juez de las almas con-
fiadas á su paterna solicitud: la exige para la
masa católica: p a r a los hijos de los que la odia-
mos: para tiranizar nuestras conciencias y es-
quilmar nuestros bolsillos en aras de su mise-
rable escepticismo!
OPORTUNA K INOPORTUNAMENTE 225
«

Y al disputarnos la escuela de esta suerte,—


¿qué quiere sino pervertir la muchedumbre, y
preparar el terreno á todas las demás exigen-
cias contenidas en su programa?-
Tras de la tiranía de las conciencias en la
escuela, vendrá el matrimonio civil, y el divor-
cio, la profanación de los santuarios, la perse-
cución del sacerdocio, la abolición del culto, y
quién sabe qué orgías de abominación y de
sangre.
Es tiempo de resistir. Mañana será tarde. Y
en estos combates del Señor y de su Cristo,
todos somossoldados, y á todos nos es aplicable
aquella sentencia con que instruía San Pablo á
su ilustre discípulo: «Arguye, obsecra, increpa,
oportuna ¿inoportunamente, con toda paciencia
y doctrina*.
Necesitamos la paciencia del soldado en la
almena, que sucumbe sin rendir la bandera que
custodia. Necesitamos la doctrina, y la Santa
Iglesia nos la da.
Si estas reflexiones no justifican las preocupa-
ciones absorbentes de La Unión, ante sus cen-
sores, tenemos de nuestra parte el testimonio de
los pontífices y el consejo de los apóstoles.
Julio 7.

15
22ü ENSEÑANZA CRISTIANA

Los disidentes y los liberales (1)


S i h u b i é r a m o s d e c r e e r á l o s l i b e r a l e s , su em-
p e ñ o p o r f o r m a r e s c u e l a s n e u t r a s d e p e n d e del
i n t e r é s q u e les i n s p i r a n l a s familias disidentes
establecidas en la R e p ú b l i c a .
Y a es s o s p e c h o s o q u e s e i n t e r e s e p o r las
c r e n c i a s de a l g u i e n , q u i e n n o t i e n e n i n g u n a .

(1) Afirman los órganos del masonismo que la liber-


tad de conciencia excluye la enseñanza religiosa de las
escuelas. Que respondan, entre tanto, si tenemos ó no
tenemos los católieos una conciencia, cuya libertad de-
ben respetar las leyes. Si la tenemos, no pueden obli-
garnos á dar una educación irreligiosa á nuestros hijos.
Sí todas las libertades se han de respetar, menos la nues-
tra; entonces, al invocar la libertad, proceden de malicia,
y su liberalismo es una p u r a y vergonzosa hipocresia.
—¿Qué conciencia es la que respetan haciendo de la
escuela un instrumento destinado á extinguir la fe?...
No es la conciencia de ningún hombre que profesa una
religión, ni la del hombre que profesa la verdadera, ni
la del que está, por desgracia suya, en el error, pero
procura, como procuran todos los que tienen una creen-
cia, formar por su profesión y la disciplina de ella deri-
vada, la conciencia de ios niños en el temor de Dios.—
Sólo á una especie de individuos satisface la escuela sin
religión: a los que no tienen ning-üna: á los eseépticos,
á los ateos, á los nihilistas,- es decir, á los que, estando
fuera de toda creencia positiva, no tienen conciencia
religiosa en cuyo favor reclamar garantías. Esa garan-.-
tía exclusiva otorgada a la incredulidad, no haee la
LOS DISIDENTES Y LOS LIBERALES 227

Mucho más sospechoso es todavía, que lo ten-


ga por una minoría de disidentes, quien tan
gallardamente sacrifica la masa católica de la
nación.
Muchísimo más sospechoso, por fin, es que
desplieguen los liberales á favor de los disiden-
tes, más celo que los disidentes mismos.
Y si esta aglomeración de sospechas no auto-
riza á inducir que todo es farsa é hipocresía,

escuela imparcial; la pone del lado de la negación: la


convierte en tribuna y foeo del escepticismo, atentando
contra la conciencia y contra Dios.

Que la sociedad argentina no tenga carácter religioso


alguno, ni el Estado, por razón de eso, ningún deber en
eonexión con la fe y su propaganda, es una profesión
evidentemente falsa, sin el menor fundamento en los he-
chos, desmentido por el texto de las leyes y el espíritu de
las instituciones nacionales. No hay un solo estatuto, en-
tre los muchos efímeramente promulg-ados en la Repúbli-
ca antes de 1853, que no declare el hecho de ser católica
la nación, y que no derive todos los principios de dere-
cho nacidos de él. La Constitución vigente, en distinta
forma que ios estatutos precedentes, contiene en lo fun-
damental el mismo principio.... Y aunque el Estado
fuera laico, en el sentido liberal de la palabra, tendría
que prescindir de su laicismo, cuando procediera como
auxiliar de las familias, siendo cristianas las familias ar-
gentinas, cuyos hijos se trata de educar en las escuelas
populares. De otra manera, su patrocinio seria traidor
y su autoridad despótica.—(Extracto del artículo titula-
do: En el pantano, Julio G).
228 ENSEÑANZA CRISTIANA

digamos que no hay en el mundo hipócritas ni


farsantes.
Para los fines de su ficción, aumentan capri-
chosamente el número de los disidentes avecin-
dados en la República, á la cual afluyen grandes
masas de inmigrantes, sin duda; pero en su ma-
yor parte italianos, españoles, irlandeses y fran-
ceses, que no son protestantes. Si se añade que
la mitad de la Alemania es católica, y que no es
escaso el número de ingleses católicos que vie-
nen al país; y por fin, se confrontan los guaris-
mos exactos de las estadísticas,—queda, por lo
menos, probado que los grupos de disidentes no
alteran la unanimidad moral de la población en
la fe católica.
Que indaguen, por otra parte, si los protestan-
tes quieren enseñanza neutra para sus hijos.
Todos los que no hayan caído en la nulidad
racionalista, responderán negativamente.
Pocos años hace, que un gobernador de Bue-
nos Aires propuso á las congregaciones disi-
dentes renunciar al derecho que les acuerda el
Tratado de 1825, de tener un cementerio de su
rito en la ciudad, prometiéndoles un enterrato-
rio neutral, laico, como llaman á los depósitos
municipales de huesos humanos. Esas congre-
gaciones rehusaron categóricamente el ofreci-
miento. No quieren la neutralidad en el cemen-
terio. Ni tampoco la querrán en la escuela.
Querrán educar á sus hijos en sus creencias,
como nosotros queremos educar los nuestros en
la fe católica.
LA FAMILIA Y LA ESCUELA 229

Los liberales no los representan: se represen-


tan á sí mismos, y son órganos de su particular
insania.
Abajo caretas!
Julio 7.

La Familia y la Escuela

Uno de los predilectos reductos del liberalis-


mo en la contienda de estos días, es la doctrina
de que á la familia pertenece, por deber y dere-
cho, la función de educar los niños, bajo la dis-
ciplina religiosa. Así, aún conviniendo en que
un sistema de educación, en que falte la reli-
gión, no sólo es incompleto, sino carente de
base, desprovisto de vitalidad y de energía, in-
sisten en separarla de la escuela para confinar
sus funciones al terreno meramente técnico, de-
jando á los padres el cuidado de enseñar los
dogmas y la moral religiosa.
Por más que en este argumento haya una pre-
misa cierta, distan mucho de ser rigurosas sus
conclusiones, porque en su curso se omiten ele-
mentos indispensables para completar y dirigir
el raciocinio.
Las funciones de la escuela primaria no son
susceptibles de limitarse al puro tecnicismo,
por muchos conceptos.
Ninguna rama de los conocimientos humanos
constituiría verdadera ciencia, sino á condición
230 ENSEÑANZA CRISTIANA

de que las nociones que la integran se concierten


bajo un principio filosófico- Ese principio, por
fuerza ha de implicar una solución del problema
del origen y fines del h o m b r e y la naturaleza,
sin lo cual no será una filosofía. Por consiguien-
te, Dios, la Religión Natural, la Religión Reve-
lada, son nociones que están en todos los pun-
tos del horizonte intelectual del hombre.—Pres-
cindir de ellos es mutilar la ciencia. Abordarlas
es entrar en la cuestión religiosa. L a absoluta
neutralidad de las escuelas es por consecuen-
cia, ó un insensato sacrificio de los principios
más elevados y fecundos que entran en el cau-
dal de las ideas humanas, ó una positiva, aunque
implícita, afiliación de la escuela en el ateísmo
más grosero.
Si estas observaciones tienen fuerza; aplica-
das á los grados superiores de la enseñanza, tie-
nen infinitamente mayor, circunscriptas á la en-
señanza primaria.
Sostener que la instrucción primaria es, debe
ni puede ser, una enseñanza técnica, es deplora-
ble efecto de una ligereza sin par ó de u n a clási-
ca pedantería. El fin de la escuela primaria es
educar.
Los estudios, que comprende, tienden á disci-
plinar la mente, y no á formar sabios. Su mira
es ejercitar las facultades, y n a d a más. Las apti-
tudes que suministra no pasan de ser instrumen-
tales. Por eso, si un país no tuviera más escue-
las que las primarias, por más que se difundiesen,
no subiría gran cosa el nivel científico, aunque
LA FAMILIA Y LA ESCUELA 231

las escuelas fueran excelentes. Su excelencia


depende de su proporción con sus fines. Y sien-
do su fin preparar las inteligencias por ejerci-
cios metódicos, para que se muevan por sí pro-
pias, aplicándose, ya á mayores indagaciones,
ya al gobierno de la vida; mientras mejores
sean, serán menos técnicas en el sentido rigo-
roso de la palabra.
A nadie puede ocultársele que la más necesa-
ria disciplina es la disciplina moral. Por eso
convienen todos los hombres discretos en que
no se puede educar sin religión.
Luego, no siendo técnicos, sino educacionales
los fines de la escuela, para ser proporcionada
á sus objetos, necesita ser religiosa.
Y prescindamos de este punto de mira.
La iniciación del niño en la fe, se arguye, es
una función paternal.
—Lo concedemos sin vacilar. No sólo lo con-
cedemos, sino que re vindicamos como nuestra
esa doctrina. Es una de las dos bases cristianas
de la libertad de la enseñanza, y de la indepen-
dencia de la familia. Mas esa función le incum-
be por el mismo título que todas las conexas
con la educación tomada en su conjunto.

—Si á la escuela se traslada, por una delega-
ción de los padres de familia, el encargo de edu-
car, se traslada íntegramente, y comprendiendo
la enseñanza religiosa lo mismo que los demás
medios de la educación.—Delegar no es abdicar.
El delegado está sujeto á proceder según la vo-
luntad, conciencia y derecho del delegante.
232 ENSEÑANZA CRISTIANA

Luego la escuela debe dar enseñanza religiosa


conforme á las creencias de los padres que las
comisionan de educar á sus hijos; y por forzosa
consecuencia, deben dar enseñanza católica en
nación católica.
La existencia de las escuelas nace de la im-
posibilidad intelectual ó material en que la
enorme mayoría de los padres se encuentra de
educar á sus hijos por sí mismos.
El padre suficientemente instruido y que pue-
de disponer de su tiempo p a r a ser el único
maestro de sus hijos, no tiene necesidad de la
escuela para que les den enseñanza religiosa ni
ninguna otra'. Pero tan corto es el número de
los que se encuentran en tales condiciones, que
no sería cuerdo derivar de él una regla constan-
te y general.
No hay por qué hacer excepción tratándose
de las cosas religiosas.
Para explicar los rudimentos de la fe se nece-
sitan estudios que no todos pueden hacer. Hasta
los protestantes, que han p r o m u l g a d o el princi-
pio del libre examen, después de borrar las notas
aclaratorias de los Libros Sagrados, se despepi-
tan explicándolos; y con eso prueban que su
inteligencia no es tan fácil ' y sencilla, como se
presume al formular la máxima.—Las sectas
primitivas del protestantismo cultivan también
la teología. Basta ese hecho p a r a demostrar, que
hay que adquirir una ciencia antes de enseñar
al pueblo los principios de la religión. P o r eso
los Seminarios de Maestros de Alemania ponen
LA FAMILIA Y LA ESCUELA 233

singular empeño en que estudien esas materias


los que se destinan á la enseñanza primaria.
No. La masa general de los padres de familia
no están en aptitud de enseñar directamente á
sus hijos la religión. Sólo puede afirmarlo, quien
pretende que la religión no es más que un sen-
timiento.—Y aún así, nadie ama lo que no cono-
ce. Pero, suponiéndolo, de ahí no se deduciría
que debe ser enseñada en la familia, sino más
bien que no debe ser enseñada; paradoja tan
pueril, que está fuera de la crítica de cualquier
hombre serio.
Fuera de las condiciones de aptitud, los pa-
dres r e q u e m a n tiempo para consagrarse á la
enseñanza de sus hijos.
Lo que no falte á unos faltará á otros: á la ge-
neralidad faltarán ambas cosas; y entonces, ó la
religión no se ha de enseñar, ó han de enseñarla
las escuelas, siendo, como son, instituciones
auxiliares de la familia en la educación de los
niños.
Queda así demostrada la insuficiencia del ra-
zonamiento liberal, y contestado el Buenos Ai-
res Herald.
Ante pruebas tan claras y concluyentes el de-
signio genuino de la escuela neutra queda ma-
nifiesto.
Si se prentende dejar en la familia el cuidado
de la educación religiosa, á sabiendas de que ni
el jornalero que trabajade sol á sol, ni la mujer,
cuyos días son cortos para ganar su pan en tra-
bajos tan fatigosos como poco productivos; ni la
234 ENSEÑANZA CRISTIANA

masa popular, ni la clase media, negociantes,


mercaderes, y los infinitos que en ocupaciones
igualmente absorbentes, se ejercitan toda su
vida pueden, por más decidida voluntad que
pongan, consagrarse á esa tarea con la asidui-
dad que requiere; es p u r a y netamente, porque
se pretende que la enseñanza religiosa desapa-
rezca por entero.
En suma, lo repetimos, cada día con mayor
firmeza: escuela neutra, educación atea! 0)
Julio 8.

(1) La Constitución, dieen, asegura la libertad de coi-


tos. Luego, no puede el Estado imponer a nadie la
profesión de una religión; de donde se deduce que la
enseñanza religiosa en las escuelas públicas, aunque
fuera inconveniente, es inconstitucional. Nada quita-
mos ni ponemos al razonamiento. Lo escribimos en todo
su vigor original. En seguida se verá lo que hay en su
fondo.
La libertad de cultos garantiza la profesión de los
cultos tolerados. Extenderla hasta impedir que la reli-
gión dominante en la nación tenga la preferencia y el
influjo que le corresponde, siendo la verdadera y la base
de la sociabilidad y del derecho en la República, no se-
ría libertad, sino apostasia y opresión. Nadie ha preten-
dido ni pretende sujetar los hijos de los disidentes á la
enseñanza católica, como consta del texto del proyecto
discutido. Pedimos nuestra parte de libertad. Queremos
que nuestros hijos sean edueados católicamente, como
los disidentes quieren educar los suyos conforme á sus
creencias, sin que nadie se los estorbe. De aquí se sigue
que, confundiéndose el derecho de los católicos con el
REFLEXIONES 235

Reflexiones

Ite, doce te omnes gentes.

Un o r a d o r liberal, p a r a excluir la religión de


la escuela, exclamaba días p a s a d o s , que no al
maestro, sino al s a c e r d o t e , n i al E s t a d o , sino á
la Iglesia, confió Cristo la e n s e ñ a n z a de las
eternas v e r d a d e s , d i c i e n d o á los apóstoles: I T E ,

derecho de la nación, deben ser católicas las escuelas


nacionales, á salvo exceptuar de la enseñanza religiosa
los hijos de las familias que están fuera de la verdad,
por una conciencia sincera ó invenciblemente errónea,
que respetamos, seg'ún los principios de la Iglesia.
Por otra parte, las escuelas no son instituciones del
Estado, no entrando la función de educar entre las fun-
ciones políticas. Son instituciones sociales y auxiliares
de la familia, que el Estado, cuando las auxilia, debe
organizar, según el criterio de las familias y el espí-
ritu de lo sociedad. En sociedad católica, escuela ca-
tólica.
Lo contrario seria un artificio tendente á adulterar
las fuentes de la educación, siguiendo las inspiracio-
nes sugestivas de un gobernante ó las preocupacio-
nes de un partido. Los gobernantes y los partidos cam-
bian. El espíritu de la educación no puede cambiar con
ellos.
Si cambiara con cada situación política, el carácter
nacional desaparecería, la sociedad seria un caos y los
pueblos una masa manejada al capricho de los que acci-
dentalmente la gobernaran. — (Extracto de Un argu-
mento pescado, Julio 11).
236 ENSEÑANZA CRISTIANA

DOCETE OMNES GENTES: Id, y enseñad á todas las


gentes.
Completaremos el texto.
Luego que el Salvador invistió á la Iglesia
con el ministerio docente en forma tan solemne,
añadió estas palabras:—EL QUE CREYERE Y FUE-
RE BAUTIZADO, SERÁ SALVO! EL QUE NO CREYERE
SERÁ CONDENADO.
Así, la única enseñanza de absoluta necesi-
dad para el hombre, es la enseñanza encomen-
dada al celo de la Iglesia por su Divino Fun-
dador.
Luego, eliminarla de las únicas escuelas que
frecuenta la mayoría del pueblo, es atentar con-
tra el mandato expreso de Cristo.
El texto sagrado, implica además esta doctri-
na: que Ja Iglesia tiene, de derecho divino,
intervención en la enseñanza pública de las
naciones cristianas; y entonces, aunque el Esta-
do concurra á su régimen, este concurso no se
transforma en preponderante, sino por inversión
de los principios que rigen el orden social de la
cristiandad: y muchísimo menos, se convertirá
sin tiranía, en medio de suprimir de las escuelas
la religión, cuyo ministro, de concierto con él,
las gobierna, proveyendo á su dirección moral,
como él provee á su armonía con las institucio-
nes civiles.
Esta, y no la deducida en la Cámara, es con-
secuencia que del texto evangélico se deduce,
raciocinando sin falacia.
El deber de enseñar, pertinente á la Iglesia,
REFLEXIONES 237

es correlativo del deber de aprender, pertinente


al mundo w.
Julio 8.

(1) La Tribuna Nacional pone en duda las creencias


religiosas del ilustre capitán de los Andes. Vano y pue-
ril propósito. El general San Martín era católico, como
con muchísima verdad lo afirmó el doctor Govena, en
el debate del viernes. Agrega ha Tribuna Nacional
que perteneció á la logia de Lautaro. Distamos mucho
de convenir en que esa ni ninguna sociedad secreta,
carezcan de peligro para las naciones. Sin embargo,
nada común tenia con la francmasonería. Imitaba, en
efecto, su disciplina; tenia semejanzas; nada más que
semejanzas con ella, por su simbolismo y hasta por las
puerilidades de su ceremonial; pero no pertenecía á la
liga del masonismo. Era una sociedad meramente polí-
tica, y destinada tan sólo á trabajar por la independen-
cia americana. Los lautarinos eran profanos, según la
ley masónica; ni entraban en su iniciación, ni compar-
tían sus propósitos, ni obedecían á su disciplina uni-
versal.

Mucho peligran las virtudes cívicas en naciones donde


sus héroes no son respetados. Es para los que de esta
suerte piensan y sienten, verdaderamente amargo oir
temeridades iguales á las que un diputado lanzó antí-
yer, comentando un acto de piedad en que el general
San Martin mostró tener un corazón de cristiano bajo la
cota del guerrero. Ese diputado lo explicó como una
simulación del gran Capitán. Simular la piedad y la fe,
es acto que se llama hipocresía. Y es acto que no tiene
nombre escupir sobre la tumba del varón más glorioso
de la América del Sud. Pero no han reparado, ni el
238 ENSEÑANZA CRISTIANA

El discurso del doctor Leguizamón

Nos faltaron ayer tiempo libre y espacio en el


diario, para comentar el discurso del doctor
Leguizamón, cuya parte pertinente á la cues-
tión religiosa fué publicada en un periódico de
la tarde.
Por más conocido que sea el radio de ideas en

diputado improperante ni el comedido que aeude en su


auxilio en La Libertad de ayer, que al acusar de hipo-
cresía al general San Martín, se enredan en sus propios
lazos, y mueren por donde pecan. Si el general San
Martín simulaba creencias que no tenía para granjearse
las simpatía de sus contemporáneos, sin duda seria por-
que su generación, la robusta generación que emancipó
la América española, era creyente y piadosamente adic-
ta á Cristo y á su Iglesia. Decir, como La Libertad, que
fué contrariada por el clero la independencia política
de la nación en esta República, que la declaró solemne-
mente en una asamblea, en su máxima parte compuesta
de curas, de canónigos, de frailes y de católicos tan or-
todojos como el doctor Anchorena, es una mistificación
grotesca ó una ignorancia vergonzosa.
El general San Martín y el pueblo argentino eran ca-
tólicos, y los descendientes de aquellos bravos lo son
también, y exigen con razón y con derecho la libertad,
que podría negarles un César pagano, pero no puede
negarles el cuerpo representativo de una nación repu-
blicana: la libertad de educar los niños en la fe y en la
piedad de sus mayores. — (Extracto de los arts. tit. ¡San
Martin, de Julio 8 y 13).
EL DISCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 239

que se mueve el liberalismo, aquí como en Eu-


ropa, y aunque nos inclináramos á pensar que
el doctor Leguizamónno habría conseguido vi-
vificar, con alguna novedad, el árido esqueleto
de una doctrina, falsa en sus principios, absur-
da en su desarrollo y funesta en sus aplicacio-
nes; todavía los elogios de sus partidarios, y la
unanimidad con que le atribuían un extraordi-
nario vigor de dialéctica y de elocuencia, nos
traían, por lo menos, curiosos, y nos hacían es-
perar algo más consistente y poderoso de lo
que es su arenga en realidad.
El orador ha puesto el principio en el fin de su
raciocinio: inversión de las premisas y antece-
dentes, que le quitan aún la estructura exterior
de un discurso metódico y trabado con el arte
que es auxiliar y producto de la lógica. P a r a
ponerlo en las condiciones que la controversia
requiere, es menester desarticularlo, y recons-
truirlo, volviendo las piezas á su lugar, como
hubo de hacer Burmeister con el Gliptodon de
Lanatta.
Termina el doctor Leguizamón, en vez de
haber comenzado por ahí, rechazando el ateís-
mo y proclamando su creencia en Dios, si-
quiera lo haga por medio de una demostración
implicante en los términos. «Cuando el hom-
bre examina, dice él, su origen desconocido,
y su íin más desconocido attn»} concibe «que
no es obra de sí mismo», y que «todo cuanto
le rodea está lejos de ser tampoco su propia
obra»... De aquí concluye la existencia de Dios.
240 ENSEÑANZA CRISTIANA

No comprendemos el último supuesto; pero si


ambos quieren decir, que la existencia de Dios
se prueba, c o m o dicen en la escuela, ex-contin-
gencia mundi, una vez probado, no hay tal mis-
terio c i r c u n d a n t e del hombre, y y a no le es al
hombre desconocido su origen, ni más descono-
cido su fin.
Bien ó mal probada por su dialéctica acepta
la existencia de Dios que siendo un ser distin-
to de todos los seres, es un Dios personal: y
siendo la c a u s a primera, que no se encuentra en
la escala de los contingentes y las causas se-
cundarias p o r más que se prolongue, es un Dios
creador, conservador y legislador del Universo,
á quien debemos adorar en espíritu y en verdad.
El doctor Leguizamón llega hasta esta palabra
sagrada del Redentor, para adulterarla en el
molde liberal. Adorar á Dios en espíritu y ver-
dad, según s u interpretación, tanto vale como
entregarse á la caprichosa inspiración del juicio
propio, sin respeto por ninguna regla próxima
de fe, ni aún p o r la regla remota, admitida en el
principio protestante. Entretanto, el Divino Sal-
vador, que acababa de abrir á la fe en su persona
y su misión, el alma de la mujer de S a m a d a ,
proclamaba caduco el templo de la antigua ley,
y llegado el día de adorar á Dios en espíritu y
verdad; es decir, en el único templo alzado á
honra del Creador, el templo cristiano, el altar
del sacrificio que continúa y conmemora la
inmolación de la cruz.
Y si es é s t a la interpretación estricta déla su-
EL ftlSCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 241

blime sentencia que Cristo pronunciaba, ofre-


ciendo al mundo fuentes de a g u a viva, en el
misterioso diálogo del pozo de Jacob; necesa-
riamente surge de ella un concepto de los debe-
res del hombre, radicalmente contrario a l a hue-
ca y soberbia filosofía del liberalismo.
Piensa el doctor Leguizamón que su escuela
está hoy día batiéndose en el m u n d o contra un
partido, que «toma la religión católica como
»medio, para apoderarse del gobierno de las
»sociedades».
Nos maravillaría oirlo de labios de un hombre
informado en las cosas de su tiempo, y cuya
ilustración lo separa del grupo inconsciente,
que va lejos, á impulsos del torrente revolucio-
nario, por ignorar donde va, como Robespierre
decía; si no conociéramos que el artificioso di-
simulo entra en la táctica, y el secreto de los
planes en la disciplina de la tenebrosa asocia-
ción acampada en el Universo p a r a minar el
imperio cristiano, y en la cual el doctor Legui-
zamón parece ocupar tan prominente rango.
Entre los católicos militantes del m u n d o po-
drán, sin duda, deslizarse hipócritas, ambiciosos
solapados, y hasta traidores. Ni tiene duda que
la francmasonería suele destacar miserables
que traen á nuestras filas la doble misión de es-
piarnos y deshonrarlas. Mas los términos del
problema, que suscitan las m o d e r n a s contien-
das, son muy diversos de los que el doctor Le-
guizamón supone.
El liberalismo negando la Revelación cristia-
16
242 ENSEÑANZA C R I S T I A N A

na, despoja a l a religión de todos sus caracteres


exteriores, á la Iglesia de su autoridad; y negan-
do la providencia de Dios, e n t r e g a el mundo á
la contradicción de las fantasías humanas, al
conflicto de los apetitos las sociedades, y los
Estados al imperio exclusivo de la fuerza bruta.
De aquí esta doctrina: el Contrato Social for-
mulado por Hobbes, barnizado por Rousseau,
por Grocio, por Puffendorf, Vattel, y todos los
escribas del liberalismo, derivado del Non ser-
viam de Lutero, y desenvuelto hasta la última
estremidad del delirio y del orgullo.
Del Contrato Social se sigue, como implicado
en su concepto, otro no menos monstruoso: el
de la soberanía popular.
Y aquí dos palabras de explicación :
L a primera doctrina es impía y es absurda.
Es impía, porque supone al hombre abandonado
por Dios al acaso, respecto de las condiciones
de vida más íntimamente conexas con su des-
arrollo moral. Y es absurda, porque atribuir un
origen voluntario y adventicio, y una existencia
precaria al estado social del hombre, es hipóte-
sis contraria á la experiencia, y opuesta á la na-
turaleza de la sociedad, que no se concibe, sino
como una necesaria condición del ejercicio de
todas las facultades del ser racional y de la sa-
tisfacción de todas sus necesidades.
Como en la naturaleza organizada y viva, cada
ser engendra á su semejante; así, en el orden de
las ideas, un absurdo no engendra sino absur-
dos, pero los produce fatal e" irremediablemente.
EL DISCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 243

Desde que la sociedad sea la obra de un pac-


to, si esa sociedad tiene una potestad, que lla-
mamos soberanía, y es tan fácil concebirla sin
soberanía como suponer que no exista; tal suma
de poderes, jura maj estática, existen en la ma-
sa popular, como en su principio próximo y en
su sugeto esencial: residen en ella inalienable é
intransmisiblemente, carecen de todo límite, no
se comparten con ningún otro poder, ni son por
ningún derecho superior circunscriptas, infor-
madas ni dirigidas. En otros términos; la ciega
voluntad de las multitudes es la única fuente de
la ley, de todas las leyes: de las leyes del Esta-
do, de las leyes de la familia, de las leyes de la
conciencia. Así el liberalismo acaba en la ser-
vidumbre. Por exalta^ la razón emancipada se
sucumbe bajo la fuerza bruta. El verdugo reem-
plaza á Cristo. Cuando los revolucionarios fran-
ceses cerraron los templos, pusieron la guilloti-
na en permanente actividad.
—Ya nos parece oir á los liberales impután-
donos defender el absolutismo de los monarcas
contra la libertad de las naciones.
—No confesamos más que un rey: el rey co-
ronado de espinas.
Tregua en la declamación y el sofisma!
Hay que considerar la soberanía en sí misma,
y el sujeto concreto del poder.
El liberalismo declara ser este sujeto la masa
popular, y la soberanía inseparable de él.
La divina revelación, la sana filosofía, y los
pensadores discretos, aún antes que el cristia-
244 ENSEÑANZA CRISTIANA

nismo iluminara las ciencias de los hombres,


nos enseñan al revés, que la soberanía, conside-
r a d a en su esencia, necesaria, como la sociedad,
misma, p a r a la consecución del destino huma-
no, como que ha de dirigir al hombre en gran
número de sus relaciones y actividades, ni viene
ni puede venir sino del Supremo poder, que todo
lo produce y todo lo rige. Non est potestas nisi
a Deo.
Si de la indagación del origen de la soberanía
pasamos á indagar cuál es el sujeto primitivo
del poder concreto, encargado por Dios de ejer-
cerla; la libertad doctrinaria es amplia entre los
cristianos, y no hay repugnancia en aceptar que
es la comunidad, y no determinado hombre ni
determinada clase, el sujeto á quien Dios la con-
firiera, como lo aceptan Santo Tomás, Suárez
y otros grandes teólogos y filósofos católicos.
Pero obsérvese ahora la enorme diferencia de.
las consecuencias y de las ampliaciones.
L a comunidad no es la masa. L a soberanía
no tiene en ella su fuente. Tampoco es, por con-
siguiente, ilimitado ni absoluto el poder gober-
nante que inviste. Lo limitan el derecho natu-
ral, la moral y la religión. Coinciden con él, en
círculos de distinto radio, la familia y la Iglesia.
Luego, si la doctrina católica subordina la ley
positiva á una ley superior, que el hombre-ha
de obedecer, como á Dios, antes que á los de-
más hombres; y si estorba que la soberanía civil,
comprimida y encerrada en su particular esfera
por la soberanía doméstica y la potestad ecle-
EL DISCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 245

siástica, se incremente, invada, absorba, y su-


merja al individuo, como una g o t a en una mar,
en la muchedumbre investida de infalibilidad y
de omnipotencia: y si los liberales afirman que
poder no compartido, fatalmente degenera en
despotismo: concluimos triunfantemente, que la
doctrina católica es la única doctrina de libertad,
siendo la única doctrina de justicia.
Las banderas y los campos están visibles.
Los católicos no explotan la religión para me-
drar en ambiciones de poder.
Los católicos luchan en el m u n d o por desmo-
ronar los baluartes del liberalismo; por restau-
rar el imperio del cristianismo, y de los princi-
pios políticos que del cristianismo derivan.
Quieren los católicos subordinar el Estado á
las leyes de Dios.
El liberalismo pugna por regirlo prescindien-
do de Dios ó contrariando su ley. P o r eso con-
cluye en la deificación del Estado. Y haciendo
del Estado un dios, á su voluntad quiere some-
ter la vida entera del hombre, d e s d e su naci-
miento en que lo aleja de la fuente bautismal, y
su niñez en que lo educa en la escuela sin reli-
gión; en la familia, donde borra el carácter sa-
cramental del matrimonio; en el taller donde
extingue la caridad y la resignación, el patroci-
nio y la lealtad: en el orden civil, d o n d e sustitu-
ye el interés al deber, y la policía a l a conciencia,
hasta la muerte, tras la cual arroja s u s restos á
podrirse en huesas sin cruz y sin plegaria.
Esa es la bandera de la tiranía. E s a es la ban-
dera del abatimiento y la ignominia!
246 ENSEÑANZA C R I S T I A N A

A esta exclusión de Dios, apellida el doctor


Lequizamón: la tolerancia del Estado!
Eso es ó abusar de las palabras, ó abusar de
la pública credulidad.
También los católicos aceptamos la toleran-
cia, cuando ella es indispensable p a r a conservar
la paz entre gremios separados por creencias
disidentes.
Lo que el católico rechaza es aquella toleran-
cia fundada en el principio de ser iguales y con
iguales derechos todas las religiones: principio
absurdo, porque repugna á la lógica y a l a razón
sostener que entre la verdad y el error no hay
diferencia esencial; ó negar, que siendo la Ver-
dad única, puede darse la disidencia de creen-
cias, sin darse por eso mismo el error: princi-
pio impío, además, porque derroca á Cristo á
compatir con frágiles seres de un. día y mentiro-
sos impostores, el honor y la gloria, que á él so-
lo son debidos en el Cielo y en la tierra.
Ese Estado indiferente, tipo del Estado libe-
ral, es el estado ateo, bajo cuya autoridad qui-
siera el doctor Leguizamón, no obstante decla-
rarse deista, fundar escuelas, á su turno ateas en
la enseñanza y en su espíritu, forzando á los
padres de familia, cuya pobreza les impida sus-
traer sus hijos de tamaño foco de contagio, á
darles en ella una instrucción que su concien-
cia rechaza, condena la Iglesia, v es execrable
ante los ojos de Dios.
—Saliendo de estos argumentos, el doctor Le-
guizamón ha hecho esfuerzo por probar que la
EL DISCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 247

instrucción religiosa de las e s c u e l a s a r g e n t i n a s


alejará i n m i g r a n t e s reclamados p o r los intere-
ses económicos de la República.—Si s u c e d i e s e
que en este punto, estuvieran r e a l m e n t e en con-
flicto nuestros intereses m o r a l e s y n u e s t r o s in-
tereses materiales, no.seríamos n o s o t r o s los que
nos decidiésemos por la ley del vientre, a n t e s
que por la ley de la conciencia.—Mas la ley na-
da impone ni obliga á los disidentes. No llega
siquiera á la doctrina c o n s i g n a d a en la ley de
Sajorna, la cual reconoce á los p a d r e s el d e r e -
cho de educar á sus hijos en c u a l q u i e r a religión
de las que se dividen la sociedad en que impera;
pero no les r e c o n o c e el de e d u c a r l o s sin n i n g u -
na creencia.—tt) Hasta el hijo del r a c i o n a l i s t a

(1) La doctrina de la ley de Sajonia citada, promul-


gada el 26 de Abril de 1873, se refunde en dos palabras:
Según el legislador, los padres de familia tienen el de-
recho de educar á sus hijos en la religión. Esto es lo
que pretendemos y exigimos los católicos argentinos.
Pero como no puede existir un Estado de libres pensa-
dores, que probablemente serán libres obradores, el
legislador de Sajonia entiende que el derecho de los pa-
dres no llega hasta el extremo de educar sus hijos sin
ninguna religión. Por eso, en plena kulturkamff, el Es-
tado alemán y protestante de Sajonia ponía en la ley
los preceptos que traducimos ad memorándum:
«Art. 6.° En las localidades cuyos habitantes
profesen distintas religiones, y donde exista, den-
tro de los limites del departamento, escuelas para
el uso de la confesión de la minoría... los
niños... pueden frecuentar la escuela de su res-
248 ENSEÑANZA CRISTIANA

quedará según el proyecto de ley debatido en el


Congreso, entregado á la conciencia de su pa-
dre, téngala ó no la tenga. Y si malgrado de
todas estas condescendencias y franquicias, hu-
biera muchedumbres europeas que repugnaran
trasladarse á tierra argentina, temerosas de
mezclarse con u n a sociedad católica; ni la ley
innova sobre ese carácter religioso de nuestro
pueblo, ni perderíamos gran cosa con su ausen-
cia. Las conocemos, y diariamente contempla-
mos su obra. Son las turbas de incendiarios,
regicidas, demagogos, y ladrones, educados por
el liberalismo p a r a ir tras de Garibaldi, y para
sembrar el espanto y las ruinas donde quiera que
la riqueza, el honor, ó la moral excitan sus envi-
dias y su sangriento frenesí. Naciones que sacrifi-
can su carácter por fomentar su riqueza, son tan
infames como los hombres que inmolan su con-
ciencia por un puñado de plata, ó un oropel en

pectiva confesión. Pero si en el departamento


escolar no existiere escuela particular para la
confesión de la minoría, los niños pertenecientes á
esta última, y que asisten á la escuela, están obli-
gados á seguir la de la escuela pública de su resi-
dencia. Sin embargo, ellos están dispensados de
participar de ia instrucción religiosa; y la remu-
neración escolar es disminuida proporcionalraente.
En cuanto á la instrucción religiosa de estos
niños, incumbe á la autoridad que representa su
confesión, reglamentarla de un modo debidamente
reconocido. Si esto no es posible, estos niños
EL DISCURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN 249

las farsas de la humana vanidad. Otra es la fibra


del pueblo argentino, y otra será, en tanto que
no la destemplen las quimeras del liberalismo,
la codicia de aventureros cosmopolitas, y la mo-
licie de costumbres que sigue á la decadencia
de la fe en las naciones.
Prolongamos con exceso este artículo; y es
tiempo de terminarlo, felicitando á la República
por ver, que en su seno, no trae el liberalismo
más fuerza de razonamiento, ni caudal dé doc-
trina, ni vigor dialéctico, que lo revelado en el
discurso del doctor Leguizamón, á quien sus
partidarios aclaman su adalid parlamentario,
como es Sarmiento, henchido de vientos de
vanidad, desatentado y vacío, su jefe en la je-
rarquía y su profeta en la prensa.
Julio 12.

pueden, según lo pidan sus padres, seguir hasta


los doce años ía instrucción religiosa de otra con-
fesión.
Los hijos de disidentes que no pertenezcan á
ninguna confesión religiosa, están obligados á
tomar parte en la instrucción religiosa de una
confesión reconocida ó autorizada. La elección d
este respecto pertenece á las personas encargadas
de su educación; ellas deben hacerla conocer
cuando anuncien la entrada de los niños á la
escuela.*— (Extracto de La ley de Sajonia, del mis-
mo día).
250 ENSEÑANZA CRISTIANA

Falsas perspectivas

Miran las cosas como el viajero, que en vez de


asomarse ¿í la ventana, metió la cabeza en la
alacena, los que han juzgado el carácter religio-
so de esta sociedad, examinando, y eso mal é
incompletamente, las tendencias de las autori-
dades coloniales, en las épocas en que la monar-
quía española, llegada á la plenitud del absolu-
tismo, entraba en la conjura de francmasones
y cortesanas contra los jesuitas,—y en las aguas
del liberalismo á que la conducían á la vez, las
supersticiones regalistas, y el contagio de la
Enciclopedia francesa.
Estudiar los gobiernos, prescindiendo de las
sociedades, no es estudiar la historia.
Esos mismos gobiernos, empero, no eran libe-
rales, sino en cuanto eran absolutos y despóti-
cos.—Embebíanse poco á poco doctrinas impu-
ras: mas ni la m a y o r parte de los hombres
habían apostatado; ni los cuerpos y autoridades
legales era bastante osados p a r a desafiar la con-
ciencia pública, y lanzarse al torrente de una
rebelión contra la Iglesia.
Por otra parte, las creencias y el espíritu de
la sociedad quedaban intactos, aunque los po-
deres públicos se desviaran y corrompieran; y
tanto menor debía ser, y fué en realidad, el in-
flujo del liberalismo en América, cuanto menores
eran las conexiones y afinidades de la monar-
ESPÍRITU DE LA ESCUELA 251

quia, meramente imperial que la regía, con los


elementos orgánicos de la sociedad.
Estos elementos tenían otros agentes de re-
presentación que los poderes políticos: eran sus
Cabildos, que encabezaban en Hispano-América
lo que el derecho de aquel tiempo, llamaba «el
gobierno de república».
Por eso se dio este fenómeno: que los Cabil-
dos, que reflejaban la conciencia social, resisti-
rían porfiadamente, (y hasta en circunstancias
críticas, en que estaba comprometido el amor
propio de los ministros del rey y la vanagloria
de la corona, como explicaremos menos de prisa
mañana) á los impulsos del gobierno político,
regalista, absoluto, precursor del liberalismo,
desbordado más tarde, á la sombra de otro dis-
fraz de la tiranía.
Estas parlicularidades completan la historia.
Sin ellas no hay historia. Quien no las estudia,
nada entiende; y por no estudiarlas andan los
liberales que quieren pasar por eruditos, aquí
caigo, allá levanto, en un tembladeral de dispa-
rates.
Julio 13.

Espíritu de la Escuela

La fórmula presentada por los católicos en


el Congreso pedagógico del año pasado, decla-
raba que la «Escuela argentina debe ser esen-
252 ENSEÑANZA CRISTIANA

cialmente religiosa». Mucho alborotaron los


liberales contra ella, y el más gritón de todos,
como no hubiera por entonces quien le tirara la
cuerda, estalló, lanzando denuestos, como lanza
cascos de hierro u n a caldera que revienta. Por
más que revuelva hoy el sedimento de insolen-
cias que tiene sentado en el fondo, la explosión
está contenida; y se presenta á la clara luz del
día la doctrina oscurecida año y medio atrás,
en el remolino de sus incoherencias, de sus des-
varios y de sus ultrajes.
Debe ser esencialmente religiosa la escuela,
repetimos, en cualquier sociedad del mundo; y
precisando el concepto para aplicarlo á la Re-
pública Argentina, añadimos, que debe ser esen-
cialmente católica, fórmula equivalente á la
primera, y que en el cambio, gana en claridad
sin alterarse en sustancia.
Queremos significar con esto que, aun dejan-
do de lado la cuestión particular de la enseñan-
za religiosa, la escuela por su tendencia general
y por su espíritu, debe ser eminentemente reli-
giosa; esto es, eminentemente católica.
Si la consideramos como un instrumento de
civilización; desde que nadie llegará á poner en
duda, que la civilización es cristiana,—nadie
llegará á negar que debe concertarse con la ín-
dole de la civilización, cultivando en el alma de
los niños las creencias que son su manantial.
Puede diferir, y difiere, en costumbres y muchas
ideas influyentes en la vida pública y privada,
el inglés del español, el alemán del italiano, el
ESPÍRITU DE LA ESCUELA 253

europeo del americano; pero hay un círculo de


ideas en que todos se armonizan, y un mínimum
de reglas de disciplina moral y política común
á todas las naciones europeas y americanas.
Nada es la diferencia característica que separa
á un argentino de un escocés, c o m p a r a d a con
la que separa á ambos de un chino, de un turco,
6 de un hindú. Provienen estos fenómenos, de
que ni las herejías, ni los cismas, ni la acción
corrosiva del naturalismo, han podido destruir
enteramente cierto fondo de ideas comunes, cer-
cenado, sin duda, pero no extinguido, después
de haber sido dislocada y dispersa la unión po-
lítica de la cristiandad. Así, que aun estudiando
las cosas, según el método de los positivistas,
se prueba que la religión es el fundamento y el
principio característico y diferencial de las civi-
lizaciones.
• Nuestra conclusión es, por consiguiente, rigu-
rosa. Todos los instrumentos de civilización, ó
son frustráneos y contraproducentes, ó se aco-
modan al principio formal de la civilización.
Convenid en que la religión es ese principio
formal; y no podéis rechazar esta consecuencia:
—la escuela debe ser religiosa, eminente y esen-
cialmente religiosa.
No hay ensayo, en contrario, que no concluya,
en poco tiempo, con disturbios y u n a decaden-
cia moral, que no son otra cosa, sino síntomas
de una civilización que comienza á descompo-
nerse. Laveleye y otros liberales europeos lo
advierten ya, y claman contra el fruto de las
254 ENSEÑANZA CRISTIANA

escuelas neutras en materia religiosa, que sus


propios partidarios han puesto á prueba, princi-
palmente en Francia y en Bélgica.
Se nos asegura, que un diputado, racionalista
moderado, partícipe, por lo tanto, de errores que
la Iglesia condena, se manifestaba antiyer satis-
fecho con que las escuelas enseñen la existencia
de Dios y la inmortalidad del alma. Ha llegado
á ese vetusto y desacreditado error, por el cami-
no de otro, muy común en los juristas supersti-
ciosos de la regalía, que hacían una doctrina del
temor á las usurpaciones del clero, como si pu-
dieran las pasiones, de ningún grado y de nin-
g u n a naturaleza, ser fuentes de doctrina.
No ha reparado ese diputado, si en realidad
dijo lo que le atribuyen, que no es el deísmo,
sino el cristianismo, la base de la civilización;
y que la civilización argentina, en particular,
estriba sobre la fe católica.—Los jacobinos fran-
ceses preconizaron también el deísmo p a r a des-
alojar la fe, y llegaron al fondo del. precipicio.
Después de adorar al Ser Supremo, declararon
que no hay más Evangelio que la Ley, ni más
sacerdote que el legislador. De ahí siguieron
al culto de la Naturaleza. Dieron un paso más,
hasta el culto de la Libertad y de la Razón, que
representadas por cómicas, pusieron sacrilega-
mente en los altares profanados. Al catecismo
cristiano reemplazaron colecciones de axiomas
huecos y de sofismas ridículos, que fueron el li-
bro sagrado de la niñez republicana. Tocaron
en la podredumbre, por fin; y labios de hombres
ESPÍRITU DE LA ESCUELA 255

dijeron sin estremecerse esta nefanda y sacrile-


ga plegaria: «CORAZÓN SAGRADO DE MARAT, PRO-
TEGEDNOSÜ»
¿Qué resultó de tanta profanación y de tanto
escándalo?.... La disolución política y social: la
tiranía de los clubs y las facciones, la omnipo-
tencia de la democracia plebeya, la guillotina,
el terror y en una palabra, lo que en todas
los¡sociedades humanas producirá sin remedio el
repudio de las bases sagradas d é l a civilización:
LA BARBARIE,—Napoleón mismo, último engen-
dro del jacobinismo, Napoleón que era la revo-
lución armada; Napoleón, es un personaje bár-
baro, porque es una encarnación de la fuerza.
Todavía se comprende la teofilantropía decla-
matoria de Robespierre, en aquel horrendo vér-
tigo de pasiones, paradojas, fanatismo y brutali-
dades de la anarquía francesa. Se concibe que la
restaurara Francia en el Paraguay, por que él
mismo era una tempestad. No se concibe, em-
pero, que sacudan el moho de esas añagazas ve-
tustas, y las preconicen, á nombre y en honor
de la civilización argentina, legisladores pacífi-
cos de una nación que vive normalmente, sin
frenesí que la precipite en abismos, sin tiranía
que la corrompa para aplastarla.
¿Queremos civilización? Eduquemos, empa-
pando la juventud en la luz y la fuerza de la fe
católica, fundamento de la cultura y de la socia-
bilidad de la República Argentina. No civiliza-
remos con la religión natural: la religión de Ca-
triel. La Constitución quiere que Catriel sea ci-
256 ENSEÑANZA CRISTIANA

vilizado, convirtiéndolo al catolicismo. Si hemos


de poner al pueblo más abajo de los indios, los
indios dominarán un día, como los bárbaros do-
minaron á los romanos; ó la República se de-
rrumbará estrepitosamente, si no se desmorona,
pedazo á pedazo, abyecta y avergonzada.
Julio 14.

Analogías
Si la escuela y la familia no proceden combi-
nadas, ni escuela ni familia serán eficaces en
sus respectivas funciones.
Esta verdad, de donde concluímos que las es-
cuelas deben ser católicas,siéndolo las familias,
cuyos hijos educan, se puede probar palmaria-
mente, examinando la enseñanza religiosa, ó
cualquier otra de las que ellas están destinadas
á dar.
Observaba muy acertadamente antiyer el
doctor Alvear, que los argentinos vamos sacrifi-
cando indiscretamente nuestro carácter nacio-
nal por asimilarnos el de extranjeros, que resis-
ten á confundirse con la masa argentina.
Uno de los instrumentos de esa resistencia es
la escuela.
El rey de Italia tiene establecidas escuelas
italianas en Buenos Aires para educar niños,
que él considera subditos suyos, y que nuestras
leyes declaran argentinos.
EL DISCURSO DEL DOCTOR WILDE 257

En esas escuelas se hacen esfuerzos inaudi-


tos para enseñarles la lengua italiana; pero
como sucede que la mayor parte de los padres
no hablan sino dialectos, resulta que padres é
hijos tienen idiomas diversos. Para entenderse
en casa, recurren, en tal conflicto, á la jerigon-
za qué se habla en la Boca; y los niños se que-
dan al fin, sin saber ni el paterno dialecto, ni el
castellano, ni el italiano.
He ahí un plan frustrado por discordia entre
la escuela y la familia.
Deben reflexionar sobre esto los pocos, que
con sinceridad, consideran posible educar los
niños como católicos, por la acción de la familia,
combinada con escuelas neutras y anticristia-
nas.
Julio 14.

El discurso del doctor Wilde

Volviéndole bien por mal, retribuiremos aquí


con un análisis de su discurso, las palabras nada
cordiales y menos corteses, que el ministro del
Culto dedicó á La Unión en la sesión parla-
mentaría del viernes;—y comenzamos por po-
ner de lado su incongruencia en labios del fun-
cionario que lo pronunció, circunstancia que la
Cámara tendrá en cuenta al apreciarlo, y de la
cual prescindimos, para dejar la arenga en su
entidad dialéctica.
17
258 ENSEÑANZA CRISTIANA

Acomete la cuestión por medio de u n a tesis


jurídica y de u n a tesis filosófica.—La primera es
implicante en los términos; la segunda es esté-
ril en conclusiones. Juntas, son en sí mismas
falsas; y con respecto á la cuestión debatida, in-
coherentes y sin alcance.
—El problema en estudio consiste en indagar,
si siendo católica la sociedad argentina, pueden
ser anticatólicas las escuelas populares.
El ministro del Culto contesta, ante todo, con
una historia incompleta y un juicio erróneo del
derecho político y del derecho eclesiástico,
desenvueltos á través de la historia moderna.—
Mas, aún suponiendo, que la historia fuera ínte-
gra y el juicio correcto, el argumento que con-
tienen, sería paralelo á la cuestión, y la dejaría
intacta.
Hemos d e . entrar, sin embargo, en su razona-
miento, porque en ningún terreno podemos con-
sentir que haga pie el liberalismo con aparien-
cias de triunfador.
El cristianismo nació fuera del Estado, con-
fiesa el doctor Wilde.—Es el primero de dos da-
tos ciertos que h a enunciado en el desarrollo de
su tesis político-religiosa.
Las religiones paganas en las sociedades or-
ganizadas son instituciones civiles. Nacen en
la corporación política, y las define el soberano.
Pero Dios salvó al mundo enviando á Cristo,
que restaura la verdad, la promulga y por
acción sobrenatural la induce en las almas, y
constituye, dentro y fuera de todas las socieda-
EL DISCURSO DEL DOCTOR WILDE 259

des políticas, otra sociedad, firmísima en sus


asientos, perpetua en su duración, incólume en
su pureza, inmutable en su doctrina, una, santa,
católica, que amada ó aborrecida, aplasta sofis-
tas y aniquila verdugos, hoy como ayer, y hasta
la consumación de los tiempos.
Esa Iglesia ha emancipado las conciencias de
la opresión de los poderes civiles: y con ella,
apareció en el mundo la libertad, que jamás
existiera bajo las formas gentiles del Estado.—
El Estado, sin embargo, inspirado por las pasio-
nes humanas, y cualesquiera que hayan sido los
regímenes diversos en que lo ha constituido
cada nación y cada época, ha defendido sin
cesar, contra el agente de la libertad, el t e a t r o d e
su antiguo despotismo.—Las luchas del imperio
y el pontificado, de la Iglesia y la regalía, del
ultramontanismo y el gaiicanismo, como la que
hoy agita la tierra, entre los defensores y los
demoledores del reino exterior de Cristo; son
diversas fases del mismo conflicto, son modali-
dades de esa contradicción prolongada y en
vías de prolongarse todavía más. Por esta razón
el liberalismo se liga, aún habiendo cambiado
eí asiento del gobierno, con la política religiosa
de los reyes absolutos, la de éstos con la del Im-
perio, y la del Imperio con el cesarismo pagano.
Todos estos diversos sistemas difieren en su
organismo, pero concuerdan en su tendencia.
Ella se resume en dos palabras. Aspiran al do-
minio total de la persona humana. Creía Rous-
seau enunciar una novedad en el dominio de la
260 ENSEÑANZA CRISTIANA

sociología, cuando afirmaba, que la perfección


de un régimen político se mide por su eficacia
para amoldar los caracteres á un tipo, arbitra-
riamente escogido por el Estado, y desfigurar el
individualismo humano, absorbiéndolo en la
masa cívica. Semejante creencia era una ilusión
de su vanidad. El mis*mo programa tuvo Licur-
go, el mismo las inmemoriales disciplinas polí-
ticas de los estados asiáticos, igual fué el de los
Césares, el de los Emperadores, el de Mahoma,
el de Luis XIV, el de los monarcas despóticos
de toda la E u r o p a continental, y es el mismo,
por fin, el de los liberales contemporáneos.
Deducimos de aquí, que el hombre moderno
está obligado á elegir entre los términos de esta
alternativa ineludible: ó adherirse al cristianis-
mo para ser libre; ó rechazarlo, para caer bajo
el poder absoluto del Estado, y por consiguien-
te, en servidumbre.
Los liberales (y el doctor Wilde con ellos) in-
ciden en el error de tomar la apostasía como
si fuera una emancipación. Creen que desechan-
do la fe, entran en la plenitud de la libertad.
Los seduce, hasta llevarlos á esa ilusión, ver
que los incrédulos se entregan sin reato ni es-
crúpulo á toda sus fantasías, y para su uso par-
ticular, forjan }r desvanecen dogmas, amplían,
restrigen, innovan, traman y destruyen doctri-
nas elásticas y vaporosas, sin certidumbre ni
consistencia. Pero no reparan en que el hom-
bre no puede regresar al imaginario estado de
naturaleza de las hipótesis antifilosóficas, que
EL DISCURSO DEL DOCTOR WILDE 261

están .en la base del sistema liberal. Olvidan


que el hombre, de buena ó de mala g a n a , h a de
vivir en sociedad; y que, siendo atributo d é l a
sociedad el poder, el hombre necesariamente h a
de ser subdito. Imposible imaginar u n a socie-
dad que no estribe sobre cierto sistema de
ideas, cuyo concierto preside é informa su dis-
ciplina. La policía no basta para l l e n a r este
fin social. Se requiere una fuerza más sutil y
penetrante, digámoslo así, que las fuerzas físi-
cas.—Estas bastan para las represiones exter-
nas, mas no alcanzan á dar á los hombres aque-
lla disposición virtual de someter sus acciones
á las reglas generatrices del orden y de la armo-
nía, sin cuya influencia, las sociedades h u m a n a s
no pueden ser gobernadas sino por dos ministros:
un tirano y un verdugo.—Y una de dos; o s e
simplifica el gobierno hasta ese extremo b r u t a l
y odioso; ó se organiza la sociedad sobre prin-
cipios que comprometen el criterio de los actos
humanos, es decir, sobre principios morales.
Preguntamos si hay principios m o r a l e s que
no deriven de conceptos perentorios sobre el
origen, naturaleza y fin del hombre. Y como
la respuesta no consiente ambigüedades, añadi-
mos otra pregunta: ¿quién h a de definir esos
conceptos y deducir de ellos esos principios
para convertirlos en reglas circunstanciadas é
imperantes sobre la conciencia.—O ha d e ser la
Iglesia, y estamos en el sistema cristiano; ó ha
de ser el Estado, y entonces es evidentísimo que
se restaura la facultad dogmática y el poder
262 ENSEÑANZA C R I S T I A N A

pontificio de las autoridades civiles; de otra suer-


te se rehace el despotismo pagano.
No hay medio de escapar á estas consecuen-
cias, porque no hay medio de hacer que el hom-
bre sea de otro modo que el resultante de su
naturaleza, ni de evitar que las leyes de Dios se
cumplan, por más insensatamente que el liberal
las desacate y menosprecie.
Otro dato cierto, entre los enunciados por el
doctor Wilde es: que difieren la religión y el
Estado, en ser universal la religión, y local el
Estado. Pero Grullo adhiere á este axioma;
pero dudamos que coincida con las deducciones
del ministro del Culto. La consecuencia rigu-
rosa que de esa observación se desprende, con-
firma punto por punto, la doctrina saludable, en
cuya virtud entendemos que la religión informa
la ley, la moral informa la policía de las socie-
dades, y la civilización se resuelve en el concur-
so de todos los elementos humanos á la obra de
mejora gradual y de bienestar común, en que
Cristo conforta é ilumina la humanidad que re-
dimió en la cruz.
P a s a el doctor Wilde de la historia y el dere-
cho á la filosofía, tan desorientado en este mar
libre, como en los arrecifes de la erudición.
Todo cambia! exclama, sin la melancolía del
viejo escéptico de Espronceda: todo cambia!...
Secretos de la naturaleza averiguados, leyes
descubiertas, fuerzas definidas y explotadas,
aplicaciones maravillosas de las ciencias de
observación á las industrias y á las artes, tanto
EL DISCURSO DEL DOCTOR WILDE 263

estudio, tanto afán, tanto progreso, cuya menu-


da descripción ameniza intempestivamente los
discursos con fragmentos de física recreativa,
como eñ los diálogos del P. Almeida; todo eso
ha cambiado el aspecto del mundo y de las so-
ciedades... Es verdad; pero ha}' una cosa que
no ha cambiado, ni cambiará jamás...
—La aptitud para pasar de la contemplación
de lo mutable á la contemplación de lo inmuta-
ble, de lo perecedero á lo inmortal, de lo contin-
gente á lo absoluto, de lo físico á lo metafísico,
por desgracia y con frecuencia se pierde ó atro-
fia, estrujada en los moldes del positivismo.—Se
mira entonces á lo alto sin percibir más que va-
pores y resplandecimientos fugaces, cuerpos
compactos y elásticos, materia^ materia y mate-
ria, en esos cielos que «cantan la gloria de Dios»
con su estupendo concierto; engaños y quimeras
en las elevaciones grandiosas de la plegaria; y
en la fe, ilusorios consuelos para los espíritus de
desecho... como el espíritu de Descartes y el es-
píritu de San Agustín, el de Dante y el de San
Pablo, que no quería más ciencia que la de Cris-
to crucificado.
En la inmoble verdad, siempre vieja y siempre
nueva; ahí, en la roca que vuelve hechas espu-
ma las olas de la borrasca, ahí, se levantan los
fonales de la humana civilización. Quiere el li-
beralismo derribarlos, y destrozar el timón, para
entregarse á la merced de los huracanes!... Des-
engáñese; le esperan dos abismos: la* tiranía y la
barbarie.
Julio 15. ,
264 ENSEÑANZA. CRISTIANA

Debates del Congreso

Observábamos días pasados que los discursos


proferidos por los liberales del Congreso des-
enmascaraban, sin quererlo pero enteramente, á
la secta que representan.
Los últimos incidentes y los comentarios de la
prensa, que simpatiza con el liberalismo, corro-
boran aquel juicio. Todos los razonamientos de
unos y otros v a n enderezados contra el catoli-
cismo y contra la Iglesia. Solamente El Nació-
nal, y alguno que otro gacetero de m e n o r cuan-
tía, hacen todavía empeño por m a n t e n e r s e en la
hipocresía.
Según ellos, los liberales no hacen más que
defender la Constitución; como si la Constitu-
ción declarara que la República A r g e n t i n a es
un Estado pagano, ó prohibiera, que los niños
sean educados, conforme á las creencias de sus
padres.
No es de p a r t e de los católicos, sino de parte
del liberalismo, donde está el desprecio y la
infracción de las leyes fundamentales de este
país.
La Constitución reconoce el principio de la
libertad de la enseñanza; y sería dar un sentido
m u y mezquino y evidentemente falso á este prin-
cipio, obstinarse en reducir su alcance al de una
concesión graciosa del Estado, sujeta en su ejer-
cicio á caprichosas y despóticas reglamentacio-
nes.
DEBATES DEL CONGRESO 265

Declarar la libertad de la enseñanza, tanto im-


porta como reconocer que la enseñanza no per-
tenece á las funciones del Estado. El monopolio
ó el privilegio son medios equivalentes de des-
truirlo. Por consecuencia, la declaración cons-
titucional elimina á ambos de las instituciones
nacionales; y no pudiendo el Estado reclamar,
en materia de enseñanza, ni monopolio, ni privi-
legio, es evidente que su intervención en la en-
señanza, para ser constitucional,—ha de ser me-
ramente supletoria y complementaria. Sigúese
de aquí el estricto deber de conformarse, en los
puntos que afectan el fondo de la educación mo-
ral, á la conciencia de los padres de familia. A
éstos les compete educar por derecho natural y
por derecho divino; y la Constitución que lo re-
conoce categóricamente, no puede reconocerlo
para destruir las consecuencias que del principio
derivan.
Declarar obligatoria la instrucción, y estable-
cer, para que se haga efectiva la obligación, es-
cuelas anticristianas, es un atentado contra la
regla de libertad de la enseñanza, contra la líber*
tad de conciencia, contra los derechos de las fa-
milias.
Afánanse en vano, por cohonestar su avieso
propósito con las apariencias de tolerancia- He-
mos probado ya, que su proyecto de enseñanza
neutra no satisface á los hombres de ninguna
creencia. El protestante querrá escuela protes-
tante, y el judío escuela judía. La escuela neu-
tra no complace sino á ateos y materialistas, teó-
266 ENSEÑANZA CRISTIANA

ricos ó prácticos, apandillados en los escuadro-


nes del liberalismo.
El liberalismo no tiene doctrina positiva que
oponer á la doctrina cristiana. Su doctrina, si el
vacío de creencias soporta ese nombre, es una
pura negación. El silencio y la prescindencia
total de todo credo lo satisfacen y le bastan para
corromper los espíritus arrastrándolos en su di-
rección. Cuando h a llegado, ha hecho todo lo
que puede hacer. Cuando h a educado un niño
como si no hubiera Dios, ha ejecutado todo su
programa filosófico y moral.
Por eso concentra todos sus esfuerzos contra
el baluarte de la verdad en el mundo.
Sofismas de la historia, sofismas de la política,
sofismas de la filosofía, sofismas de la ciencia; el
arsenal entero de los parologismos y de las pa-
radojas, es removido y puesto en ejercicio con-
tra la Iglesia, á quien Cristo puso por guía y
maestra de la humanidad.
La sociedad argentina venera y sigue su infa-
lible enseñanza. Por lo tanto, ó el Estado dege-
nera en despótico, ó conforma la instrucción
popular, por él costeada y dirigida, con los prin-
cipios y reglas del catolicismo. Reclamando
nuestro derecho, reclamamos la fiel y leal obser-
vancia de la ley fundamental que lo reconoce y
asegura.
Julio 15.
EL CUADRILLAZO LIBERAL 267

El liberalismo y la Constitución

Por boca del ministro del Culto, el liberalismo


ha dicho anteayer en el Congreso, que el Estado
ninguna conexión tiene con.Dios.
Otras cosas ha añadido, ampliando á su sabor
tema tan apropiado para sostener el ateísmo en
la educación popular.
El ministro, y sus adherentes, han olvidado
que la Constitución, antes de organizar los po-
deres públicos, y de enumerarlos derechos, cu}^o
goce asegura, invoca solemnemente «LA PROTEC-
CIÓN DE DIOS, FUENTE DE TODA RAZÓN Y JUSTICIA»'.
Bastarían estas palabras para destruir la hipó-
tesis del ateísmo del Estado argentino.
Y si ellas envuelven un principio, que deba
regir en la enseñanza pública, no vemos qué ar-
tificio bastaría para concluir por el ateísmo de la
escuela.
Así marcha el liberalismo de una en otra extra-
vagancia, embaucando necios, y estrellándose
en escollos cuando no cae en precipicios.
Julio 15.

£1 cuadrillazo liberal

Al terminar la sesión del sábado, un joven ca-


tólico, según refieren los diarios, exclamó desde
la barra, iniciando una manifestación en honra
268 ENSEÑANZA CRISTIANA

del doctor A chaval:—«Todo se ha perdido, me-


nos el honor!».
L a impresión del momento extraviaba, á nues-
tro parecer, el juicio de este joven.
Lo único perdido hasta ahora, es el honor de
los liberales.
Han espiado deslealmente una oportunidad
en que tenían de su lado el número, para cortar
el debate en que estaban vencidos y humillados;
y en medio de la sorpresa, triunfar por una ma-
yoría ambigua, lanzando á las aventuras de su
posterior tramitación un proyecto de ley sin
autoridad moral de ningún género.
Es un cuadrillazo parlamentario que los des^
honra á ellos y á su causa.
Están m u y distantes todavía de la victoria.
Pero aunque llegaran sus propósitos malsanos
á prevalecer en el texto de la ley; de ahí á des-
cristianizar y corromper; de ahí al triunfo efec-
tivo del masonismo sobre la conciencia de la
sociedad, hay una distancia, que no recorrerán,
si los católicos argentinos, apercibidos al ñn, de
la situación de las cosas y de la gravedad de
sus deberes, se resuelven á poner coto á sus des-
bordes.
El liberal, que se distingue de todos los hom-
bres que profesan algún culto, (así de los que
están en la verdad como de los que están en el
error) por no tener conciencia, ignora totalmen-
te el poder fecundo de esta fuerza cuando se po-
ne en acción, y su incontrastable eficacia cuan-
do resiste y se defiende.
ALARMA 269

Los intrigantes pueden neutralizar partidos,


desarmar intereses, y enervar oligarquías. Pe-
ro que no se jacten de tener iguales medios para
oprimir la voluntad de los que, en la causa ge-
nerosa de la educación cristiana, ven compro-
metida su conciencia, comprometido el honor
de Dios, comprometidas las almas de sus hijos.
—A una sociedad católica, amenazada en sus
derechos por una legislación impía y un gobier-
no infestado con el espíritu despótico del libe-
ralismo,—le quedan muchos recursos de resis-
tencia, fuerzas absolutamente invencibles, expe-
dientes heroicos de que echar mano, y contra los
cuales es impotente el fanatismo de los demo-
ledores.
Una ley inicua no matará la fe de la sociedad
argentina.
Julio 17.

Alarma
El ministro del Culto ha hecho, ante el Con-
greso y en nombre del Presidente de la Repú-
blica, declaraciones á que no han llegado, ni en
las situaciones más extremas, los varios ministe-
rios franceses, puestos á la cabeza de la perse-
cución religiosa.
Nadie ignora en este país cuáles son las miras
del partido dominante en Francia, y cuál es el
furor desplegado contra la enseñanza cristiana,
270 ENSEÑANZA CRISTIANA

contra las comunidades monásticas y congre-


gaciones de clérigos regulares, contra la liber-
tad en todas sus aplicaciones al derecho de los
católicos, contra todas las instituciones y pre-
rogativas de la Iglesia.
Entretanto, sea por política, sea por pudor, ha
cuidado de encerrarse dentro de límites, que no
se salvan sin que los gobiernos caigan en el des-
crédito, subsiguiente á todas las torpezas; y
cuando algún aturdido h a iniciado en las Cáma-
ras, por ejemplo, la abrogación del Concordato,
—esos mismos ministerios la han contrariado y
vencido. Ellos interpretan maliciosamente ese
solemne instrumento del derecho francés, pero
de ninguna manera niegan que les imponga obli-
gaciones estrictas, ni confiesan que su propósito
es aniquilar y destruir la Iglesia que persiguen.
Las palabras del ministro.del Culto van hasta
esos extremos: rompen todas las vallas de la
prudencia política más vulgar, y hasta de las
precauciones oratorias, que suelen dejar puertas
de escape á los programas temerarios. El ha
afirmado en términos perentorios que el gobier-
no no tiene ningún deber hacia el catolicismo;
que la Constitución no le impone regla alguna
de conducta, que le estreche á contemplar las
creencias religiosas, ni la autoridad de la Igle-
sia; ha preconizado la máxima del Estado ateo,
sin ninguna reticencia, asegurando que en ella
se expresa el pensamiento gubernativo sobre
estas cuestiones fundamentales.
En principio, es más radical que los agentes


ALARMA 271

de la persecución prusiana; más radical que el


liberalismo de los reyes de Italia que conquista-
ron á Roma; más radical que los Gambettas y
los Paul Bert, y toda la turba de los oportunis-
tas franceses.
Naturalmente, estas declaraciones han produ-
cido una vivísima sensación de alarma en la so-
ciedad; y todos se preguntan, si en realidad, la
guerra á la Iglesia, entra en la política del Pre-
sidente: si el Presidente ha dado instrucciones
formales á su ministro del Culto; si está dispues-
to á separar del gabinete al doctor Irigoyen y al
doctor Romero, cuyos notorios antecedentes
aseguran que no suscribirán á esa política; si
busca, por fin, su punto de apoyo en los elemen-
tos de acción, nacionales y en mayoría extran-
jeros, que se aglomeran en este país por su odio
común hacia la Iglesia y hacia la fe..
Decíamos hace pocos días, que la cuestión de
la enseñanza religiosa debatida en las Cámaras
y la prensa, era la cuestión más grave, que se
había ventilado en este país, desde su emancipa-
ción hasta hoy.
Lo era, en efecto, porque es un problema so-
cial de la mayor trascendencia, que no compro-
mete uno ú otro detalle de gobierno, sino que
afecta la esencia de la vida social, en su raíz y
en toda su extensión.
Distábamos mucho, sin embargo, al enunciar
por la primera vez ese juicio, de creer que el
gobierno llegara á darle intencional y volunta-
riamente la extraordinaria magnitud que tiene
272 ENSEÑANZA CRISTIANA

después del discurso del ministro del Culto y de


las influencias que ha puesto en juego para
hacer prevalecer sus propósitos.
Si se recuerda que el proyecto discutido fué
primitivamente presentado por el poder ejecu-
tivo; que el poder ejecutivo h a gestionado la
celebración de un concordato con la Santa Sede,
y hecho otras declaraciones, que inspiraban
confianza á los católicos; puede tal vez conje-
turarse que el ministro del Culto no ha interpre-
tado bien ni las miras del presidente, ni la
opinión del consejo de ministros.
Entre tanto, sus palabras no pueden haber
sido más explícitas; y como es inverosímil que
h a y a procedido de su propio movimiento, la
alarma social es justísima, sin embargo de los
antecedentes que acabamos de aducir.
Son, por consecuencia, muy solemnes las cir-
cunstancias, y es menester que los católicos, con
el desprendimiento, la generosidad y el vigor,
que su fe les suministra, se apresten para todas
las eventualidades, cualesquiera que ellas sean.
Julio 17.

La fórmula libera!

L a fórmula que los liberales sostienen en eí


congreso, y á la cual aprovechó el cuadrillazo
del sábado á la noche, es á la vez, necia, hipó-
crita, y prácticamente atea.
LA FORMULA LIBERAL 273

Dice así textualmente:


«Art. S.° La enseñanza religiosa sólo podrá
» ser dada en las escuelas públicas por los mi-
» nistros autorizados de los diversos cultos, á
»los niños de su respectiva comunión, y antes
» ó después de las horas de clase».
Gobernar un país con leyes traducidas es la
mayor prueba de necedad q u e puede dar un
partido ó un gobierno; y es esta la necedad del
liberalismo, elemento exótico, introducido para
baldón y carcoma de la sociedad argentina, por
los destacamentos masónicos aquí acampados,
los advenedizos que se a g r u p a n p a r a contagiar á
las masas sus odios y sus insanias, y los pedan-
tes, verdes y maduros, que los siguen de reata.
Así, han traducido, y por añadidura, mal, para
regir en la república, una ley escrita en francés.
El texto original no dice: «ministros autorizados
de los diversos cultos*) sino «-ministros de los
diversos cultos autorizados»; p o r q u e sus auto-
res, aunque liberales, son de mejor estambre, y
saben lo que escriben. Esa fórmula tiene asidero
en la condición legal de los cuatro cultos reco-
nocidos en Francia. Aquí n a d a significaría,
bien traducida, y menos aún, t r a d u c i d a como
está, porque no suponemos que pretendan re-
servar para el Estado el derecho de autorizar
los ministros del culto para sus funciones, lo
cual, tratándose del sacerdocio católico,envuelve
la prerrogativa de dar ó negar las órdenes sa-
gradas.
Además de ser necia, es hipócrita.
18 *
274 ENSEÑANZA CRISTIANA

Parece dar lugar á la enseñanza' religiosa


cuando en efecto, la excluye.
Un plan de educación que comprende entre
lo obligatorio hasta los ejercicios militares, para
preparar un pueblo de soldados, que concierta
con las instituciones militares bajo las cuales
está agoviada hoy día casi toda la Europa con-
tinental, habla de la institución religiosa como
de cosa apenas tolerada, y pasa á determinarla
forma en que puede darse en las escuelas.
«Antes ó después de las horas de clase», dice;
esto es, antes que los niños entren en la escuela,
ó después que salgan de ella.
Una ley inglesa moderna, que provee á la
enseñanza religiosa de las escuelas mixtas, esta-
blece que se dará en la primera ó en la última
hora de las clases; lo cual facilita la separación
de los niños de familias disidentes, pero deja la
enseñanza religiosa vinculada á la escuela, in-
cluida entre sus funciones, y comprendida entre
sus deberes serios.
Del contraste de ambos textos resalta la hipo-
cresía del votado en la noche del sábado.—Bajo
una apariencia falaz él elimina totalmente de la
escuela la enseñanza que simula consagrar.
Aunque prescindamos de la imposibilidad
material que le cría, basta que declare no per-
tenecer á la escuela, prohibiendo categórica-
mente incluirla entre los ramos de la enseñanza
oficial, para hacer de la escuela un instrumento
de educación atea.
Insistimos en la calificación. Es educación atea
RESISTENCIA 275

una enseñanza en la cual se prescinde de Dios;


y se prescinde de Dios, desde que no se tolere
hablar de él ni de su Santa Ley, en las horas
consagradas por la escuela á la enseñanza.
La irrisión y la impiedad, el ateísmo y la
burla sacrilega, se juntan en esa declaración
hipócrita y necia á la vez.
La sociedad no puede someterse á ella, y no
se someterá.
No lo quiere Dios; y contra la conciencia cris-
tiana, vigorizada por la ley divina, no duden
que son impotentes los sectarios y los farsantes,
como son impotentes los perseguidores y los
tiranos.
Julio 18.

Resistencia

Si, por desgracia, llega á triunfar definitiva-


mente en el congreso el malhadado proyecto de
los que se empeñan por corromper el alma de
nuestros hijos, menester será que los padres de
familia contemplen el porvenir de las criaturas,
cuyo destino les ha confiado el cielo, y midan
las responsabilidades enormes que sobre ellos
gravitan.
Ya se comprende que obedezcan á la consig-
na de las logias, y adhieran al pensamiento de
la escuela atea, los que tienen en la cuenta de
su iniciador y profeta á Juan-Jacobo Rousseau.
276 ENSEÑANZA CRISTIANA

Pero cuando este cínico, declamador del hu-


manismo, exaltado por los locos de la revolu-
ción al pináculo de la filosofía, maestro de tole-
rancia, de generalidad 3^ de abnegación fraternal,
arrojaba sus hijos á la inclusa, bajando donde,
en la naturaleza, no bajan sino los gatos que se
los comen,—era todavía menos impío y bárbaro,
que un padre, beneficiado por Dios con la gra-
cia de la fe,—que arroja sus hijos á las escuelas
ateas.
Es menos brutal lanzar la carne de su carne y
los huesos de sus huesos á llorar y temblar de
frío y de pavor en la lobreguez de un hospicio,
que lanzar su corazón á fermentar en la podre-
dumbre del ateísmo.
No hay poder ni ley de insolentes y rebeldes
criaturas humanas, que obliguen un padre á
revolcar el alma de sus hijos en la inmundicia
de la escuela sin Dios. El padre cobarde que
cediera á hundir los suyos en el ciénago del
escándalo, y los arrojase así á la perdición, sería
mil veces más digno de la perdición que ellos; y
sobre él recaerían, una por una, todas sus ini-
quidades y todas sus abominaciones.
«Conviene, decían los Apóstoles delante de
los tiranos, obedecer á Dios antes que á los
hombres!» Con esa máxima promulgaron en el
mundo el principio de la libertad: y la regla
segura de nuestra conciencia frente á los pode-
rosos que se levantan contra Dios y contra sü
Cristo.
Obedecer esa regla será obrar como hombres
libres.
RESISTENCIA 277

Obedecer esa regla es ineludible deber de los


cristianos; y por consiguiente, resistir una ley
anticristiana, sacrilega en su fondo, despótica
en su tendencia.
Hay que luchar, y vencidos, resistir.
Las formas y el plan de la resistencia pueden
variar mucho, y tenemos en este siglo de com-
bates y persecuciones, muchos ejemplos en que
escoger. Los cristianos de Francia, los de Bél-
gica, los de Suiza, han desplegado una inventiva
y un coraje dignos de admiración, maravillosos
y fecundos.
A los términos de la ley, á los caracteres de la
persecución y de la guerra, que con instruccio-
nes ó sin ellas, ha declarado en nombre-del pre-
sidente de la República, su ministro del Culto,
habrá que proporcionar el programa y los me-
dios de resistir y defendernos.
Sólo sabemos hasta ahora, que resistiremos.
Por otra parte, los católicos, (y éste es un
punto esencial), tenemos jefes y guías, estable-
cidos por Dios para conducirnos en estas luchas
necesarias, obligatorias y generosas, que se han
de acometer sin reserva, confiando en la provi-
dencia del Señor que nos impone el deber y nos
dará la fortaleza requerida p a r a cumplirlo, sin
reato de egoísmo, sin más resolución que la de
luchar, con esperanza ó sin esperanza, pero
enérgica é indomablemente.
Los Obispos hablarán. Han sido puestos por
Dios á la cabeza de los fíeles; y no han recibido
en vano el ministerio del padre y del pastor. Son

.»»
278 ENSEÑANZA CRISTIANA

caudillos del p u e b l o de D i o s y maestros de las


naciones; y c u a n d o se blasfema de Aquel en
c u y o n o m b r e fueron ungidos, y s e quiere borrar
su n o m b r e de los labios de los niños, y se re-
n u e v a n c o n t r a él l a s c o n t u m e l i a s y las afrentas
d e la V í a dolorosa,—las m u c h e d u m b r e s fieles y
c r e y e n t e s b u s c a n en los Obispos su a m p a r o y el
signo q u e los g u í a : l a e s p a d a del prodigio y la
e s p a d a de la p a l a b r a , la e s p a d a de Gedeón y de
S a n Pablo!
P r e l a d o s de i n s i g n e v i r t u d están al frente de
la Iglesia a r g e n t i n a . E s t r e c h é m o n o s en torno
s u y o . Ellos o b r a r á n l a b u e n a o b r a del episco-
pado.
G u a r d a n h o y p r u d e n t í s i m o silencio en la an-
g u s t i o s a e x p e c t a t i v a de esta l u c h a . E l desastre
s e r á el principio d e la r e a c c i ó n ; y á la cabeza
de la reacción e s t a r á n ellos. H a y un pueblo que
los sigue. H a y u n D i o s q u e los conforta (*>.

(1) Los liberales de este pais han embocado la trompa


cuando Bísmarck va á Canossa, cuando ceden los de
Suiza, cuando el czar de Rusia pacta con el Vaticano,
cuando el Papa increpa á los republicanos de Francia,
y los republicanos de Francia se detienen y eseuehan...
El liberalismo europeo ve que está abriendo un abis-
mo y aglomerando en él los elementos de pasiones bár-
baras. Lo ve porque las llamas de los incendios y el
relucir de los puñales, manifiestan, en nihilistas y en
todas las turbas demagógicas, la encarnación feroz de
los odios, de las envidias, de las brutalidades, que impe-
ran sobre la tierra cuando Dios deja de ser la contem-


AMBIGÜEDADES 279

Ambigüedades

En cierta república a n t i g u a se reputaba de-


ber cívico tomar partido en las contiendas polí-
ticas que la dividieran; y n o h a y duda de que,
respecto de las cuestiones fundamentales que
comprometen la vida délas sociedades humanas,
la indiferencia es una cobardía, cuando no es un
crimen. Esta noción ha desaparecido de los es-
píritus en este país, á c a u s a probablemente del
creciente desprestigio de las oligarquías que, dis-
putándose el poder, p r o d u c e n los únicos movi-
mientos que turban la República. Por desgracia,
el abandono de los asuntos públicos ha llegado
al extremo de arrojar en i g u a l incuria á los
hombres, respecto de las cosas más sagradas y
trascendentales.
La intensidad de la fe religiosa en la sociedad
no puede negarse ni o s c u r e c e r s e . Entretanto, el
liberalismo ha ganado g r a n terreno, en el mun-
do oficial, y al llegar á la crisis, en que estamos
hoy día, se advierte lo que generalmente se ha
ignorado: que sus falsos principios y sus funes- *
tos designios infestan la m a y o r parte de los ele-
mentos gobernantes. El E s t a d o viene así á estar,

plación de las almas y el freno de las pasiones. Ve tam-


bién el liberalismo europeo, que ningún poder, sino es
de la Iglesia, es parte á reprimir la anarquía y los des-
bordes, que exceden ya á lo que sus elementos modera-
dos consideran compatible con la paz y la civilización.
(Extr. del art. A la cola, Julio 18).
280 ENSEÑANZA CRISTIANA

en el fondo, en contradicción con la sociedad.


Fuera de la inercia política, otra causa ha
conspirado á traer esta situación.
Han entendido tos católicos que ningún papel
activo tiene la fe en el gobierno de las socieda-
des, y se han replegado en la vida privada, dan-
do á Dios el testimonio de sus creencias y de su
amor en el secreto del templo y del hogar.
Esta inadvertencia constituye el primer triun-
fo del liberalismo- No es al cabo esta escuela,
en lo que tienen de común los anarquizados ele-
mentos que la integran, otra cosa que una con-
juración, tan antigua como Poncio Pilato en
Judea y los Césares en Roma, por estorbar
ó destruir el reino exterior de Jesucristo.—Su
programa se expresa en términos m u y breves.
Consiste en relegar la religión fuera de la socie-
dad civil. Por eso entran en su planes los propó-
sitos que parcialmente la vemos ejecutar en
todas las naciones donde domina, y que parece
querer plantear, paulatina ó apresuradamente,
en la República Argentina. — E n t r e ellos se
cuenta el de eliminar de la enseñanza pública
todo principio religioso: Escuela sin Dios. Se
cuenta el de s e p a r a r la recepción del bautismo
de la inscripción de los recién nacidos en los
registros civiles: el de reducir el matrimonio á
tas condiciones de un mero contrato, estipulado
bajo el imperio exclusivo de la ley civil, según
sus formas y ante las autoridades que ella cría;
y finalmente, despojar los cementerios de su
carácter religioso, convirtiéndolos en depósitos
AMBIGÜEDADES 281

municipales de restos humanos; es decir, llegar


á una disciplina tal, que ni los individuos ni las
familias cuenten con Dios, en ninguna de sus
relaciones sociales, desde su nacimiento hasta
su muerte.
Esta secularización de la sociedad, como se
dice en la jerigonza liberal, arrastra natural-
mente el divorcio entre el derecho positivo y la
Ley Moral, destruye la autoridad de la Iglesia,
la pone entre las sociedades subordinadas al
Estado, y el culto, entre las cosas sujetas á la
policía; de suerte que la institución cristiana se
derrumbe, y los hombres dejen de estar vincula-
dos por el lazo universal de la fe y la disciplina
cayendo bajo el yugo del Estado, que reemplaza
todos los poderes.
El Estado sin Dios es el Dios-Estado.
Y es cosa muy clara que contentarse con una
religión escondida en lo secreto, abandonando
la sociedad á la dirección de partidos, que no
cuentan ni con el Evangelio ni con las enseñan-
zas de la Iglesia, ni con su autoridad, ni con sus
leyes para dar á la sociedad organización, es
conceder el postulado liberal, y entregar el cam-
po al enemigo.
La cuestión de la enseñanza, que nos preocu-
pa y agita hoy día, ha despertado, sin duda,
á muchos de su marasmo; y no es tarde to-
davía p a r a r e p a r a r los males consumados, y
recobrar el tiempo y el terreno que hemos per-
dido.
Para eso, empero, es indispensable, que las
282 ENSEÑANZA CRISTIANA

actividades no decaigan, y q u e los campos se


definan con perfecta claridad.
El enemigo, según la parábola evangélica,
sembró zizaña, en el campo, mientras el padre
de familia dormía; y son m u c h o s los pasajes del
Libro Sagrado, que estimulan los cristianos á
velar incesantemente y defender sin descanso
el altar sin descanso amenazado.
No faltará quien se incline á impedir, por me-
dio de un aplazamiento ó de cualquier otro re-
curso, con la sanción definitiva de la ley esco-
lar anticristiana, favorecida por el cuadrillazo
liberal del 14 de Julio, ó con su rechazo en la
Cámara de Senadores la solución del conflicto
presente, á lo menos en los términos de la ley.
Aunque estuviera aislada la cuestión, pensa-
ríamos en contra de cualquier plan análogo.
Habiéndola extendido y complicado el gobier-
no con las declaraciones categóricas, que ha
hecho ante las Cámaras: anunciando ya los
diarios que son órgano de su política religiosa,
que hay el designio de a ñ a d i r á la ley de escue-
las, otras homogéneas con su espíritu; nuestra
resistencia á la adopción de u n término medio
cualquiera, adquiere fundamentos mucho más
vigorosos aún.
Estas circunstancias nos manifiestan al go-
bierno abanderado en el liberalismo, y entrando
á militar activamente á su favor.
Por consecuencia, debe desaparecer la ambi-
güedad en que por tantos años hemos vivido.
Es menester que los liberales se agrupen de su
AMBIGÜEDADES 283

parte, y los católicos de la nuestra. E s indispen-


sable luchar, como en Francia, como en Bélgica,
como en Alemania, como en todas l a s naciones,
donde la religión es perseguida.
. Si los liberales triunfan en la cuestión de las
escuelas, los católicos sabemos el camino que
nos corresponde tomar, trabajoso sin duda, y
tal vez de sacrificio, pero indispensable, ineludi-
ble, único que nos imponen la ley d e Dios y los
más estrictos deberes de conciencia.
El aplazamiento, ó una solución tímida, ten-
dría dos resultados, igualmente funestos.
Respecto del caso particular de l a s escuelas,
las entregaría, no habiendo ley que las rija, a l a
merced de la administración, y y a sabemos lo
que se puede esperar de la administración.
Respecto de las vastas y numerosas cuestio-
nes, que abarca el problema discutido entre cris-
tianos y anticristianos en el siglo XIX, volve-
ríamos á ver adormecidas las conciencias, enga-
ñadas por una falsa paz, seducidas p o r una falsa
tolerancia, enervadas en la miscelánea incolora
en que hemos estado confundidos.
Ambos resultados serían el triunfo del libera-
lismo, sin las ventajas de la reacción.
La cuestión no admite avenimientos.
Ó todo, ó nada.
Julio 19.
284 ENSEÑANZA CRISTIANA

Transacciones
Los liberales quieren la moral en la enseñanza
primaria.
Los católicos queremos la moral y la Doctrina
Cristiana en las escuelas.
Querer la moral solamente, puede importar
hablar con Platón, Aristóteles y Epíeuro, que
aprobaban sendos delitos en sus creaciones filo-
sóficas; puede implicar condescendencias con
Mahoma y B r i g h a m Young, que sancionaron
la poligamia y corrompieron por ese y otros
medios á las sociedades musulmanas y mormo-
nas; puede significar que estamos con Lutero
y con el siniestro Calvino, quienes sostu-
vieron que para salvarse basta la fe sin las
buenas obras; puede, en fin, valer tanto como
afiliarse á moralidades é inmoralidades de todo
linaje, según el código que se adopte, y a sea pa-
gano, mahometano, mormón, luterano ó nihi-
lista.
Querer la moral y la doctrina de Cristo, es
decidirse por lo que m a n d a el Evangelio, al exi-
gir no sólo actos virtuosos y recto proceder,
sino creencia en Dios, adoración de Dios y fe
sin límites en su bondad y sabiduría infinitas.
Es querer moral y religión,y no pretender se-
p a r a r la una de la otra, es decir, la causa del
efecto, la ley de su sanción.
Las aguas tibias no tienen ni frío ni calor: los
hombres indiferentes no están con Dios ni con
TRANSACCIONES 285

el mundo; pero más bien se inclinan en favor de


éste, porque tienen que explotarlo directamente
en pro de su propia personalidad. El mundo
da honores y cruces de oro: Cristo brinda tribu-
laciones y solo cruces de madera. El mundo
puede satisfacer las pasiones: el Salvador las
castiga y manda su dominio.
Los políticos, los ambiciosos, los latitudina-
rios son transaccionistas por naturaleza y á ve-
ces por carácter. Los unos, porque el fin les
justifica cualquier medio; los otros, porque pa-
sarían por todo con tal de conseguir su objeto;
los de más allá, porque duermen, porque ignoran,
porque son irresolutos, flojos, pusilánimes.
Los transaccionistas proponen un tempera-
mento:—ceda cada bando un poco, y arribemos
á una solución unánime. Acepten los católicos
la moral, y los liberales la palabra cristiana:
Resultado de esta solución, ecuación ó injerto.
moral cristiana!
Expliquémonos. Los liberales se quedan con
el sustantivo, y los católicos con el adjetivo!
Los liberales con la cosa y los católicos con el
color!
Este pacto se asemeja á las escrituras simu-
ladas, las cuales, según los jurisconsultos, colo-
rem habent, siibstantiam vero nullawi,—tienen
forma pero carecen de fondo, muy bello colori-
do pero ninguna substancia.
Ese pacto vale tanto como truncar el decá-
logo.
«Supriman ustedes», se nos dice, «los tres pri-
286 ENSEÑANZA CRISTIANA

meros mandamientos, que se refieren á Dios y


á su culto, y nosotros tendremos á bien dejar en
pie los siete restantes, que mandan respetar al
hombre».
El decálogo de Moisés es el de Jesucristo. No
podemos, ni debemos, ni queremos desvirtuarlo,
mutilarlo y en consecuencia envilecerlo.
Es absurdo pedir que enseñemos el respeto al
hombre y q u e guardemos silencio sobre cuanto
concierne al amor y veneración de Dios.
Ese postulado conduce, ó por lo menos incli-
na, al ateísmo, y no es posible aceptarlo.
O toda la ley de Dios ó nada. La voluntad
del Señor, no la de los hombres. El precepto ín-
tegro del Creador, no las necias cavilaciones de
los políticos. Cristo no enseñó moral única-
mente: enseñó moral y religión.—«Buscad pri-
meramente el reino de Dios y su justicia, y to-
do lo demás os será dado por añadidura».
H a y dos transacciones célebres en la Biblia.
Una de ellas podremos siempre imitan la otra,
nunca. Tratándose de intereses materiales, po-
demos seguir á Abraham; mas cuando esté en
juego el reino de Dios y su justicia, no podemos
seguir á Pilato.
Cuando L o t h y Abraham poseían la tierra de
Sichem, á fin de evitar rencillas entre los servi-
dores de uno y otro amo, por cuestiones de pas-
toreo, el noble y generoso patriarca cedió y
aún permitió á su sobrino que eligiese la dere-
cha ó la izquierda de los terrenos.
Esa transacción merece ser imitada.
TRANSACCIONES 287

Cuando Pilato reconoció la i n o c e n c i a de Je-


sús, la declaró á los «Príncipes d e los Sacerdo-
tes y á los Magistrados y al pueblo»,—como si
dijéramos á todo lo que influye y dirige, aún en
los Estados modernos;—pero en v i s t a de la furia
de unos y otros, transigió; no q u i s o matarlo: lo
castigó. No bastó esto. P i d i é r o n l e la vida del
justo. No se atrevió á ejecutarlo él mismo; pero
transigió de nuevo; y se los e n t r e g ó para que
ellos hicieran lo que pedían.
Esta transacción merece ser y s e r á siempre
abominada.
Nos piden con todo género de a r g u c i a s , de ar-
gumentos, de presiones y aun de a m e n a z a s , que
sacrifiquemos á Cristo, d e s t e r r á n d o l o de la es-
cuela.—Jamás.
Los transaccionistas se r e s i g n a n á castigarlo:
le quitan su doctrina y le dejan s u moral. Ma-
ñana les pedirán su moral, y la d a r á n también
para que «ellos hagan lo que p e d í a n » .
Por lo pronto nos proponen q u i t a r á la moral
lo que le da vida y sanción: m a ñ a n a nos exigi-
rían la entrega del moribundo.
¿Y se lavarían las manos?
Así lo hizo Pilato; pero su t r a n s a c c i ó n es la
más ilógica, la más inicua y la m á s desastrosa.
Los católicos no tienen más q u e u n a respues-
ta: NON POSSUMUS. O todo ó nada.
Julio 20
288 ENSEÑANZA CRISTIANA

Los residuos
Si la Inglaterra v a preservándose hasta el
día de la dislocación y las temeridades, que á
la vez degradan y seducen gran número de las
naciones del continente europeo, no lo debe,
por cierto, al protestantismo que ha restableci-
do el poder pontificio del Estado, poniendo la
corona en la cumbre de la jerarquía eclesiásti-
ca, é invistiendo en el parlamento la facultad
de promulgar decretos dogmáticos, litúrgicos y
disciplinarios. Débelo á los restos de institucio-
nes católicas, que una táctica prudente, y el es-
píritu calculador y moderado de la raza, ha
conservado, aunque destituidas de su principio
vital, á través de las innovaciones y vicisitudes
por que h a pasado la nación.
Lo que acaece en Inglaterra en punto á la or-
ganización social, en que reposa su disciplina
política, acaece en la mayor parte del mundo
civilizado, respecto de las costumbres y la re-
gla de la moral privada, después de la aposta-
sí a, cuyo apogeo constituye el rasgo caracterís-
tico del siglo XIX.
El Estado contemporáneo es liberal. Quiere
decir, que es anticristiano.
Es anticristiano también el conjunto de pa-
radojas y de sofismas predominante en lo que
suele llamarse la filosofía moderna, racionalis-
mo ó positivismo, en todas sus variantes, tan-
to en el panquimagogo ecléctico, cuanto en las
LOS R E S I D U O S 289

escuelas simples y radicales, ininteligibles como


el Kantismo y sus afines, ó claras y repugnan-
tes como las diversas fases de la doctrina ma-
terialista, abstrusas ó populares, disimuladas ó
cínicas.
Entre tanto, hay ciertos principios, como el
respeto á la vida, á la propiedad, al honor, la
fidelidad conyugal, la obligación del juramento
y de la palabra empeñada, la lealtad, la since-
ridad y otras que se tienen por indispensables
para la corrección de la conducta y para la ar-
monía y decoro de las sociedades.
No falta quien atribuya á todas estas reglas
por origen el mero uso de la razón humana, apli-
cada á indagar las leyes de la voluntad y de las
costumbres; y que de esa pretensión derive la
doctrina de la moral independiente.—Si bien es
cierto que el hombre tiene naturalmente una no-
ción diferencial del bien v del mal; también es
verdad, que jamás ha llegado, por su esfuerzo
aislado, á precisarla ni, por consiguiente, á des-
envolver una doctrina moral, universalmente
entendida, universalmente aceptada.
Ningún pueblo pagano, sea civilizado ó bár-
baro, la entiende como nosotros: y no hay dos
naciones, ni dos tribus, ni dos épocas, ni dos
hombres, que se concierten por entero, respecto
de la regla de sus acciones, y muchísimo menos
respecto de sus móviles y de sus intenciones
finales.—Si, pues, entre los apóstatas del siglo
XIX ha habido una concordia, que ya comienza
á disminuir considerablemente, á propósito de
1<3
290 ENSEÑANZA CRISTIANA

estas pocas leyes que atenúan las pasiones y


equilibran intereses y egoísmos; será (y los me-
nos indiscretos la conciben llanamente) porque
viven de los residuos de la moral cristiana.—Por
eso se empeñan tan porfiadamente en sostener
que el Evangelio es un mero código de moral,
sin dogma, ni otro elemento sustancial de reli-
gión.—Quieren aferrarse á sus despojos para que
la sociedad no zozobre.—Esos restos de la ley
de Cristo mutilada, renegada y escarnecida, son
la última esperanza en medio de su angustia.—
Aseméjanseal criminal, que después de demoler
el templo, se abraza de los rotos fragmentos de
sus columnas, para no caer y morir entre el
polvo y los escombros.
Por esta situación crítica tienen que pasar los
pueblos, infestados de apostasía y liberalismo;
y salvarse volviendo á la integridad del cristia-
nismo, ó naufragar declinando hacia la total
descomposición y hacia la total mentira
Oimos proponer que las actuales cuestiones
religiosas se zanjen en la República Argentina,
imponiendo al Estado el compromiso de educar
nuestros hijos en la moral cristiana. Ya dese-
chamos ayer tan cobarde transacción. Quere-
mos añadir pocas palabras para vigorizar el
unánime sentimiento de los católicos que la re-
chazan.
¿Qué entienden los transigentes por moral
cris lia na?
Si ellos convienen con nosotros en que no
hay moral cristiana, sino en tanto que com-
LOS RESIDUOS 291

prenda la explicación del origen y fin del hom-


bre, de su caída y redención, de la revelación
divina y la encarnación del Verbo, de la Pasión,
Muerte y Resurrección del Salvador, de la parti-
cipación en los méritos de Jesucristo, de la
comunión de los Santos, y la acción de la gra-
cia, y la eficacia y práctica de los Sacramentos;
porque todo esto reunido y trabado, en su invio-
lable y sublime unidad, constituye el cristianis-
mo y la vida cristiana; entonces llamemos á las
cosas por su nombre, y procedamos como va-
rones animosos; llamémosle «Religión», y haga-
mos lo que los católicos queremos hacer, colo-
cándonos bajo la Cruz de Cristo, y escuelas y
sociedades bajo la égida de la Iglesia.
Si no lo entienden así, ni es esto lo que se
propone,—¿qué quieren y qué buscan?....
¿El cristianismo sin Cristo? ¿La religión sin
Iglesia? ¿Sombras y nubes, sin ninguna realidad,
ni fuerza, ni vida?...
La moral cristiana! ¿Y en qué consiste?
A esta pregunta se apresurarán á responder
las sectas protestantes, en contradicción con la
Iglesia.
Convendrán en que el mundo se salva por
Cristo; pero el luterano sostendrá que la fe jus-
tifica sin el auxilio de las buenas obras; y el cal-
vinista, que la gracia es inadmisible, por donde
el hombre será salvo, aunque viva hundido en
las iniquidades; y el anglicano reducirá los sa-
cramentos al bautismo y la sombra de la Cena;
y todos negarán la catolicidad de la Iglesia, y la
292 ENSEÑANZA CRISTIANA

regla próxima de fe; y pretenderán, cada uno


de su parte, y reunidos sólo en la negación y en
la protesta contra la autoridad y la doctrina,
vinculada de siglo en siglo, y de Pontífice en
Pontífice, con Cristo, nuestro Maestro y Reden-
tor—ser intérprete genuino y seguro de esa
moral cristiana, cuyo nombre quieren darnos
los transigentes, en vez de la verdad positiva é
infalible, que profesamos y queremos transmi-
tir á nuestros hijos; y de generación en genera-
ción, á todos los llamados al reino de la Ley
de Gracia.
Si no quieren arrojarnos á esta vorágine de
contradicciones, precisen su concepto, y preci-
sándolo, perderá las apariencias de una tran-
sacción; porque si es precisado en el sentido
católico, lo rechazarán los liberales; y nosotros
lo rechazamos con tal que sea ambiguo.
Aunque el hombre no caiga en herejía sino
afiliándose á una doctrina positiva y contraria á
la fe, basta que niegue la fe, sin abrazar herejía,
para que salga del gremio de la Iglesia, aposta-
tando.
Preconizar como único credo social la adhe-
sión á los residuos morales del cristianismo,
establecidos sin ningún fundamento sobrenatu-
ral, y exclusivamente estribados en una combi-
nación utilitaria, no cabe dudar, que sería suble-
varse contra la fe y contra la Iglesia. Luego, en
la emergencia actual, para los católicos, transi-
gir sería apostatar.
No hay engaño posible.
LOS RESIDUOS 293

Los moralistas liberales mutilan el decálogo,


suprimiendo varios de sus preceptos. Adulteran
no poco del remanente, cambiando, en las reglas
de la moral privada y por la influencia de las
instituciones civiles sobre las costumbres, su
alcance y su rigor; y finalmente, corrompen el
criterio de las acciones, eliminando de la con-
ducta de la vida, todos los motivos de caridad,
el sentimiento de la expiación, y las intenciones
que ponen su término en Dios. De consiguien-
te, esa moral, cuya expresión más elevada pode-
mos encontrar en Benjamín Frankíin, es una
táctica de conveniencias, una coordinación d e
utilidades y pasiones, radicalmente distintas de
la moral comprendida en los preceptos y conse-
jos del Sagrado Evangelio del Señor.
La apostasía de quien coadyuvará á esta ope-
ración racionalista, latitudinaria, y germinati-
vamente atea, sería, por consecuencia, clarísima;
y sin disputa alguna, comprendida en las censu-
ras de la constitución Apostolice? seáis, dada por
la Santidad de Pío IX, á 18 de Octubre de 1869.
Subsiste, por lo tanto, en todo su vigor la fór-
mula de La Unión, que es la fórmula de todos
los católicos en la lucha á que hemos sido lleva-
dos, y en la cual nuestros deberes más estrictos
y nuestros derechos más evidentes, nos obligan
á persistir sin vacilación, cobardía, ni desmayo.
O todo, ó nada!
No hay término medio entre el cristianismo y
el liberalismo; porque no nos es lícito «servir á
dos señores!» El que no está con la Iglesia n o
294 ENSEÑANZA CRISTIANA

está con Cristo; y el que no está con Cristo está


contra Cristo; esparce el que no llega con Él, y
Él niega delante de su Padre al que no lo con-
fiesa delante de los hombres!
Julio 21.

Sustraendos

Oponiéndonos á transigir en la cuestión esco-


lar por la adopción de la llamada enseñanza de
moral cristiana, decíamos ayer, que el moderno
liberalismo sólo conserva residuos de esa moral,
y añadimos que de día en día sustrae más ele-
mentos á sus restos,, ya privados de vida por la
negación de la fe que los engendra.
Probaremos brevemente aquí la última parte
de nuestro juicio.
Los que se encogen de hombros oyendo hablar
de religión y de piedad, dicen, en todas las esca-
las de la civilización á la moda: « Yo no robo, yo
no malo:—me basta para estar bien con mi con-
ciencia».
Ahí está reducida la moral á d o s abstenciones.
Todas las demás quedan eliminadas; y con ma-
yor razón, las reglas morales, que imponen
deberes activos.
Mas si examinamos de cerca las brechas-abier-
tas por el liberalismo al 5.° y al 7.° precepto del
decálogo, tendremos que añadir varios sustraen-
dos á la operación; 3r veremos que baja á poco
SUSTRAENDOS 295

más de nada el remanente de moral q u e subsiste


en su escuela.
El liberalismo admite el duelo, y s u s filósofos
y poetas no tienen empacho en justificar y em-
bellecer el suicidio. Sin duda que o r d i n a r i a m e n -
te condenan uno y otro crimen los M a n u a l e s de
Etica, destinados á la juventud; p e r o ninguna
eficacia llevan en sí enseñanzas, despojadas de
autoridad y que estriban en raciocinios sin base
seria y fija: contradichas, además, p o r el ejemplo
cotidiano de hombres maduros, a r r a s t r a d o s á
reivindicar su honor en combates s i n g u l a r e s , y
de moralistas y vates, que enaltecen h a s t a la
altura de los grandes y vigorosos c a r a c t e r e s , á
ios infelices que, por cobardía ó desesperación,
atentan contra su propia vida.
No puede negar el liberalismo haber sido fuen-
te de las extravagancias demagógicas y socialis-
tas, que proscribiendo el principio de l a propie-
dad particular en la constitución civil de las
sociedades, derrumban la base de o r d e n jurídico
trazada por el 7.° precepto del decálogo.
Apenas indicaremos que el despojo e n escala
colosal ha sido y continúa siendo u n o de los
medios políticos del liberalismo, en su obstinada
guerra contra la Iglesia y contra las corpora-
ciones libres que tiende á esclavizar; que la
ruptura de la sociedad con la Iglesia, e m a n c i p a
las costumbres de muchos frenos, a n u l a la fide-
lidad conyugal, y por el matrimonio civil y el
divorcio, degrada y envilece los sentimientos
humanos y la dignidad de la familia; y por fin.
296 ENSEÑANZA CRISTIANA

que al confinar las esperanzas del hombre en el


horizonte de sus intereses temporales, de sus
ambiciones, su sensualidad y sus codicias, ha
convertido el fraude, el engaño, el soborno, la
violencia, la seducción, en recursos tácticos de
los partidos y de los gobiernos, tanto más escan-
dalosos cuanto más mudable sea su personal, y
mayor la masa que constituye el cuerpo cívico
de las naciones.
Y no hacemos sino indicarlo al pasar, porque
hay dos puntos de vista de primera importan-
cia, en que debemos detenernos.
Dios es caridad, dicen los libros sagrados. El
resumen de la ley, es el amor de Dios y el amor
del prójimo. Así la promulgaba Cristo. Así la
enseña la Iglesia. Así la practican los santos.—
El cristianismo es la adoración de Dios en espí-
ritu, es decir, íntima, profunda, total; y en ver-
dad, es decir, práctica, y que revele en la pureza
y la generosidad, en el valor y el mérito de las
obras, una fe y una caridad sinceras y dominan-
tes.—Distan infinitamente casi todos los cristia-
nos del sublime tipo de perfección que se pro-
ponen por modelo.—Pero la regla moral que
los obliga es el deber de aspirar á igualársele, y
disciplinarse sin descanso por obtener su aspi-
ración.
¿Qué ha hecho el liberalismo de la c a n d a d en
el mundo?
—Comenzó por reemplazarla con la filantro-
pía. El nombre indica la cosa. Significa el amor
al hombre sin contar con Dios. Es una vaciedad,
un fingimiento y un absurdo.
SUSTRAEND03 297

Corto debía ser, por otra parte, su reinado.


De una en otra demolición, los dogmas del es-
píritu y las reglas de la conciencia, han cedido
el puesto á sistemas naturalistas, que la escuela
liberal más avanzada y discreta, apellida hoy la
«Religión de la Ciencia». Esa religión tiene en
la base la teoría del transformismo, puesto en
auge entre positivistas y ateos; la cual se com-
pleta con la «ley de la selección natural», des-
envuelta en la «lucha por la vida».
Considerando, bajo estos principios, la exis-
tencia de las especies en la escala inferior de
la naturaleza, de las razas en los imperios, y de
las clases y los individuos en el seno de las so-
ciedades particulares, como un continuo con-
flicto de apetitos, y una prolongada lucha de
fuerzas; fuera de proscribirla noción de la jus-
ticia, subordinando el criterio del mérito á la
prueba material del éxito, es evidente, que se
traza por programa de la vida, un eterno anta-
gonismo, una serie de inmolaciones, envidias y
venganzas, que disipan hasta la última sombra
del amor entre los hombres.
Ya se ve con esto extirpada la raíz de la mo-
ral cristiana, cuya interpretación p a r a educar
nuestros hijos quieren los transigentes que con-
fiemos á los secuaces de la ciencia moderna.
Pero van más lejos todavía, si es que hay
algo más allá de ese extremo ignominioso.
La moral supone la libertad de obrar, y la
responsabilidad del agente que tiene la inicia-
tiva de sus propios actos.
298 ENSEÑANZA CRISTIANA

La ciencia moderna, en la faz preconizada


ante las cámaras por el gobierno de la Repú-
blica, entiende, con la escuela positivista, por
moral, el sistema del fatalismo en las acciones
humanas.—Ve en el hombre un organismo, y
nada más.—Ve en sus pensamientos y en su sen-
tir fenómenos físicos y químicos. Distingue lo
bueno de lo malo, en que lo malo perturba las
leyes ciegas que dan armonía á las relaciones
humanas, como combinan fuerzas y agregan
moléculas y conciertan cuerpos en el universo
material. Esos moralistas, que toman la enfer-
medad y la pobreza por la única sanción de las
leyes que gobiernan las conciencias, han perdi-
do la noción de la responsabilidad y del libre al-
bedrío.—Por eso llegan á derruir el fundamento
del derecho penal, identificando el crimen con la
locura, y las inmoralidades con las neurosis.
La tesis positivista, en consecuencia, envuel-
ve la negación cardinal de cualquier principio
de Etica.
Sustraigamos ahora de los restos de doctrina
que sobrenadan en el naufragio de las creencias,
todo lo que el liberalismo borra de los corazones,
y todo lo que el positivismo borra de las inteli-
gencias, y preguntemos si será dable regenerar
los pueblos y retemplar las conciencias, formar
los caracteres y educar la juventud, con ese
residuo de moral, apenas suficiente p a r a ins-
truir en los deberes de su oficio á un gendarme
de policía.
La clamorosa necesidad del siglo, es recon-
SÍJSTRAENDOS 299

ciliar la sociedad con la Iglesia, y someter á los


hombres á la carga suave y al yugo ligero del
Divino Salvador.
Fe! quieren las muchedumbres ciegas por el
sofisma y la pasión, porque necesitan ver, y s<5ío
ella encierra fulgores para alumbrar sus sendas.
—Caridad! reclaman los que sufren, y necesitan
los que gozan, unos para amortiguar su dolor y
otros para suavizar la dureza de su egoísmo.—
Y por eso, las sociedades fieles á Cristo, pueden
y deben resistir obstinadamente á los gobiernos
y á las confabulaciones que traman violencias
contra su fe, su conciencia y sus altares.
Por eso, finalmente, entre cristianos y libera-
les no es posible transigir. Dios no lo quiere! ( l )
Julio 22.

(1) El gobierno argentino se asocia á las fiestas ame-


ricanas en honor de Bolívar, precisamente euando más
encharcado se encuentra en empresas contrarias á la
pasión dominante en los contemporáneos del ilustre
eaudillo.
Bolívar y todos los hombres de su tiempo, anhelaron
emancipar la América, trozando los vínculos políticos
que la sujetaban á la España, y constituyendo en las
naciones independientes que fundaron, focos de civili-
zación, libres de influencias extrañas y subordinados
tan sólo al principio moral que informaba la cultura y
la disciplina social de nuestra estirpe.
Para ellos, enderezar las instituciones á sacrificar el
carácter nacional, ahogándolo bajo la presión de mu-
chedumbres advenedizas, alojadas en las grandes cíu-
300 ENSEÑANZA CRISTIANA

La revolución está en e! gobierno

M á s d e u n a v e z h e m o s r e p l i c a d o á los q u e hi-
p ó c r i t a m e n t e a c u s a n a los c a t ó l i c o s d e ser agi-
t a d o r e s y t u r b a r l a u n i ó n s o c i a l p o r m e d i o de
c o n t i e n d a s r e l i g i o s a s , q u e n i es a m a b l e la paz

dades, que infestaran la política eon el siniestro influjo


de sus preocupaciones, y abatieran e! patrio decoro.
poniendo las autoridades á servicio de las miserables
quimeras de las plebes europeas, habría sido como un
sacrilegio y una afrentosa claudicación, en que, sin em-
bargo, incurre hoy día su atolondrada descendencia.
Gobernantes abrazados cou demagogos ultramarinos,
promulgan sin embozo que son ciudades cosmopolitas
las eiudades americanas; declaran, si ningún escrúpulo
cívico, que confían en su concurso para extinguir la fe
religiosa, al mismo tiempo vinculo universal de los cris-
tianos, y principio y fundamento de la sociedad y de la
civilización, del caráeter y de la armonía, de la indivi-
dualidad y la consistencia de los pueblos argentinos.
¿Qué homenaje llevan estos hombres, en su fiesta se-
cular, á la tumba de Simón Bolívar?
No bien cerrado el sepulcro de San Martín, los brazos
de argentinos que en él depositaron las venerandas
cenizas del glorioso soldado, se volvieron unos contra
otros, y mancharon eon sangre la bandera que él con-
dujo al esplendor y á la victoria.
Escándalo! sin duda, mas incomparablemente menor
escándalo que el de un gobierno, asociado á masas y
aventureros sin nombre, para derribar el altar, en que
nuestros padres adoraron y pidieron al Dios de las ba-
tallas el gigantesco aliento de los héroes.
LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN EL GOBIERNO 301

fundada en el d e s p o t i s m o y el s i l e n c i o e s t é r i l
n a c i d o d e él, n i s o m o s n o s o t r o s l o s p r o v o c a d o -
res del c o n f l i c t o , c o m e n z a d o c o n l a lev d e en-
señanza, y c u y o c u r s o y e x t e n s i ó n n o es p o s i b l e
calcular a ú n con m e d i a n a e x a c t i t u d .
El conflicto p r o v i e n e d e d o n d e s u r g e e n t o d o s
los E s t a d o s m i n a d o s p o r el m a s o n i s m o .

Este es su homenaje! El gobierno, pidiendo inspira-


ción á los agitadores más vulgsres de la plebe extran-
jera! Las tradiciones de San Martin y de Bolívar rene-
gadas y escarnecidas! La patria puesta de reata tras
la demagogia europea.—(Art. Centenario de Bolívar,
Julio 24).
Añadiremos aqui dos documentos que ponen á Simón
Bolívar en el número de los estadistas cristianos, y de
los representantes fieles del derecho en naciones cató-
licas, glorioso por su contraste con los que hoy escan-
dalizan la sociedad argentina. El 8 de Julio de 1824
escribía al gobernador eclesiástico de Trujillo en los
términos siguientes:
«Quiero que V. S. y todo ciudadano esté entendido, de
que jamás disimularé nada de lo q u e pueda desviar
al pueblo de la moral evangélica, relajar la disciplina
eclesiástica, ó deslustrar la majestad del Santuario en
si, ó en sus ministros; y que antes b i e n recibirán de mí
autoridad estos sagrados objetos, t o d a la protección que
se les debe, conforme á la ley fundamental del Estado».
Muy pocos días después se dirigía á monseñor Muzi,
Nuncio Apostólico, maltratado por los liberales impe-
rantes de Buenos Aires, cuando estuvo de paso, acom-
pañado por el joven eanónigo Mastaí, elevado después
al trono pontificio. Bolívar hablaba al enviado de Su
Santidad en los términos que transcribimos:
302 ENSEÑANZA CRISTIANA

Es lo propio de esta secta que, siendo secreta


en su acción, y recatada, aún p a r a sus mismos
adeptos, respecto á los objetos á que tiende, no
hace propaganda pública, ni lucha á la luz del
día; procura apoderarse del gobierno y con-
vertirlo en instrumento de sus planes.
Predica la libertad, pero subyuga á sus aftlia-

«Ministerio general. Cuartel general en Httanueo, á


13 de Julio de 1824.—Al ilusivísimo señor don Juan
Muzi; Arzobispo Filipense, Vicario Apostólico en la
República de Chile.—Ilustrisimo señor: El ínfranscripto,
ministro general, tiene la honra de saludar á V. S. 1. en
nombre de S. E. el Libertador encarg-ado del alto man-
do de la República del Perú y de transmitirle á V. S. I.
los votos de su más distinguida consideración y respeto,
como á representante del Vicario de Jesucristo en uno
de los Estados independientes de Sud América, manifes-
tando al mismo tiempo á V. S. I. los ardientes deseos
que animan á S. E. de entrar en relaciones con la cabe-
za de la Iglesia, por demandarlo urgentemente la salud
espiritual de estos pueblos, el estado de orfandad á que
se hallan reducidas sus Iglesias, y el espíritu de fideli-
dad á la doctrina ortodoja, depositada en la religión
santa que profesa la República.
S. E. además, considerando los derechos del Santua-
rio, al paso que está comprometido en cimentar la inde-
pendencia de la nación, y asegurar su libertad bajo las
formas que ella misma se ha decretado, desea vivamen-
te, que su régimen espiritual se determine conforme á
los cánones; y que se arregle un concordato sobre todos
aquellos puntos que podrían causar alteraciones entre
ambas potestades, por no reconocerse otra base respecto
de ellos, que la de un convenio explíeito, en eonseeuen-
LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN EL GOBIERNO 303

d o s ; y c u a n d o l o g r a i n t r o d u c i r l o s en los c u e r -
d o s i n v e s t i d o s de a u t o r i d a d , — l o s h a c e m a r c h a r
á s u s fines, c o a r t a n d o s u i n i c i a t i v a , y s u b o r d i -
n á n d o l o s , p o r m i l m e d i o s , á su c o n s i g n a . A s í ,
bajo el g o b i e r n o a p a r e n t e , h a y u n g o b i e r n o
c l a n d e s t i n o , del c u a l el a p a r e n t e es u n s i e r v o ,
e n g a l o n a d o y v e s t i d o de e n g a ñ o s a s i n s i g n i a s ,

cia de la variedad de la disciplina eclesiástica, de los


diversos usos y prerrogativas de los Estados y sobre
todo á ia necesidad que compele á los miembros de una
misma comunión, de procurar y sostener entre si la
más cordial armonía.
Bajo tales condiciones S. E. el Libertador se atreve
á esperar que V. S. I. se servirá haeer cuanto dependa
de su parte, por el beneficio espiritual de este Estado,
poniéndolas cerca del corazón paternal de Su Santi-
dad. Que el gobierno del Perú, por obligación y por
sentimientos personales, no omitirá medio alguno de,
los que sean conformes con las máximas evangélicas
para proteger el esplendor de la Iglesia, y evitar que
sean escarnecidas sus instituciones, y vejada la digni-
dad del augusto depositario de sus llaves. Dígnese pues,
V. S. I. de aceptar esta comunicación, tanto en señal
del respeto y congratulación de S. E. el Libertador, co-
mo en testimonio de los votos que consigna.
El ministro general del Perú tiene el alto honor de
repetir al I. S. Vicario Apostólico, en el Estado de Chile,
los sentimientos que ha emitido á nombre de S. E. el
Libertador, y de ofrecer muy reverentemente su parti-
cular obsecuencia.
Dios guarde á V. S. Ilustrísimo señor,—José Sánchez
Carrion».—(De\ articulo Bolívar ante el liberalismo,
Julio 27).
304 ENSEÑANZA CRISTIANA

que vienen, por el papel del que las luce, á ser


una especie de librea. Los gobernantes inicia-
dos llevan, bajo del oropel, la marca.
La inmediata consecuencia del dominio ma-
sónico es la prostitución del gobierno. No qui-
tamos una letra.
O los gobiernos son el moderador y el centro
de equilibrio de las sociedades, cuya paz está
puesta bajo su custodia; ó hacen traición á sus
deberes esenciales, y consiguientemente, degra-
dan la autoridad que ejercen, como ministros
de Dios para el bien y la justicia.
Naturalmente, el gobierno que en virtud de
la doctrina masónica, se traza un programa de
política atea; que cambia por la ley masónica, la
ley nacional,—y le sacrifica el principio religio-
so, fundamento de todo el orden, jurídico de las
naciones cristianas; origina un conflicto, por-
que se pone en guerra con la Iglesia y en con-
tradicción con la sociedad.
El hombre es fiel en la comunidad de la íe, 3^
ciudadano en el Estado.—La ley del Estado no
puede oponerse á la ley religiosa, sin dislocar
la armonía de deberes y relaciones, que con
ciertan el Reino de Cristo con la soberanía po-
lítica.
Tampoco es el gobierno una entidad omnipo-.
tente y suprema.
Es un elemento constitutivo de la sociedad, en
cuyo organismo contamos centros de unión y
de poder tan vivaces, tan necesarios, tan sa-
grados, como la familia, que no es de institu-
LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN EL GOBIERNO 305

ción civil, sino de derecho n a t u r a l y divino.


Por eso los gobiernos que amenguan su po-
testad en el régimen y educación de los niños
bien como los que adulteran su constitución,
cambiando por leyes civiles, opuestas á las leyes
religiosas, su carácter, su consistencia, su jerar-
quía, su libertad y su duración; son gobiernos
usurpadores, que perturban la coordinación so-
cial, y declaran la guerra á sus derechos más
evidentes, y á sus franquicias más indispensa-
bles.
Luego, si al entrar un gobierno en sendas tan
tortuosas, la sociedad se agita y le resiste: de
las escisiones que sobrevienen, de las contro-
versias que se suscitan, de los antagonismos
que dividen los ánimos, y ponen en pugna á los
hombres entre sí, familia con familia, y aún den-
tro del hogar, al hermano c o n t r a su hermano,
y al padre contra su hijo,—tienen ellos una res-
ponsabilidad que á nadie pueden trasladar, ni
con nadie pueden compartir.
Las excisiones internas que conmueven hoy
día gran parte de la Europa, que han ensangren-
tado á Méjico y á Colombia y otras naciones
americanas, proceden de esta contradicción en-
tre el Estado 3^ la sociedad, entre los gobiernos
y la conciencia, entre la ley inicua y el derecho
venerable de las familias.
Dejan de gobernar con la nación y para ella;
y gobiernan en beneficio de las abominables pre-
tensiones del masonismo, que es, por esencia,
revolucionario. Luego, introducen la revolución
20
306 ENSEÑANZA CRISTIANA

en el gobierno. Combatirlos es un deber estric-


to, que por nuestra parte, estamos resueltos á
cumplir sencilla y rígidamente.
Julio 25.

Pruebas perentorias
Aislamos adrede de todo cuadro de comenta-
rios, un documento, que prueba de la manera
más indubitable, estar realizándose en la Repú-
blica Argentina, el hecho que caracteriza hoy la
situación de Francia.
El ministro del Culto recibió días pasados una
nota del Club Liberal^ de cuyo contenido dimos
cuenta á nuestros lectores. Los diarios liberales
de ayer publican su respuesta, concebida en los
términos siguientes:
Buenos Aires, Julio 23 de 1883.
Al señor Presidente del Club Liberal, doctor don R>
Levingston.
En contestación á la nota de usted fecha 11 del que
rige, me es satisfactorio agradecer de parte del poder
ej'ecutivo nacional, al ilustrado centro que usted presi-
de, la adhesión que aquella atenta nota contiene hacia
las ideas que tuve el honor de emitir como ministro del
ramo en la Honorable Cámara de Diputados de la Na-
ción, á propósito del proyecto de ley sobre Educación
Común.
Cuando se presenta en favor de un pensamiento la
opinión casi unánime de una asamblea legislativa
PRUEBAS PERENTORIAS 307

ilustrada, de una prensa que bajo todos aspeetos figura


en primera línea en este continente, de una juventud
estudiosa y viril que busca mayor ambiente para su in-
teligencia, y de instituciones adelantadas como el Club
Liberal, es licito ci'eer que el pueblo argentino acepta y
aplaude ese pensamiento.
El triunfo de los principios á que usted hace men-
ción, marcará un momento interesante en nuestra so-
ciedad, impulsándola y dándole mayor fijeza en la apli-
cación de sus instituciones liberales. La Nación Argen-
tina hace en esta emergencia lo que casi todas las
civilizadas de la tierra, que se lanzan ahora en pos de
ese principio; lo que debe ser para nosotros un motivo
de congratulación.
Al saludar á usted atentamente me es agradable ofre-
cerle las seguridades de mi mayor consideración.
E . WlLDB.

La analizaremos con brevedad.


El ministro insiste en agradecer Á NOMBRE
DEL PODER EJECUTIVO NACIONAL, los plácemes de
una asociación, que se ufana de ser radicalmen-
te anticatólica, y que lo felicita, comentando su
conducta como una victoria de las ideas que
profesa; es decir, como una adhesión del go-
bierno á las ideas y programa de los enemigos
de la Iglesia.
Ya no se trata de un acto ambiguo, explicable
en diversos sentidos; reductible, como algunos
pretendieron reducirlo, á los límites de una me-
dida administrativa, despojada de intenciones
hostiles é injuriosas hacia el catolicismo.
A El Club Liberal lo explica como un acto de
308 ENSEÑANZA CRISTIANA

guerra, y el ministro corrobora su juicio, y ad-


mite su aplauso.
Ni es todo.
Tampoco puede haber duda de la complicidad
del presidente en esta política.
Van tres declaraciones del ministro del Culto
que lo comprometen directamente.
El profundo silencio del doctor Irigoyen y del
doctor Romero, tendrá explicaciones que nos-
otros no atinamos á encontrar; pero no basta
para autorizar conjeturas favorables al presi-
dente, tras del cual se ampara el ministro del
Culto, y sin c u y a protección, no habría de cierto
maquinado con éxito en una Cámara donde su-
cumbe siempre que maniobra por sí solo.
Pero la palabra final es la que pone remate á
este atentado.
Según el ministro del Culto, será un gran pro-
greso para la República Argentina el «triunfo
de los principios» mencionados en la nota del
Club Liberal á que contesta.
Recuérdese cuales son esos principios.
La nota contestada, enumeraba:
La laicidad de la enseñanza.
El matrimonio civil.
L a abolición de los registros parroquiales.
L a abolición del juramento.
La abolición de los cementerios religiosos.
Y de cierto que no son principios; antes son
fines de la guerra, fines de la revolución, fines
de la insensata empresa de descristianizar la
sociedad, aislando de Dios la vida del hombre
PRUEBAS PERENTORIAS 309

desde su nacimiento, y en todas las circunstan-


cias más trascendentales y solemnes....
El programa es completo, y la declaración
gubernativa no puede ser más franca.
La nación está en realidad perturbada. El
guardián de la paz deserta al campo del desor-
den. Trae la guerra á la Iglesia, trae la guerra
á la conciencia, trae la guerra á la sociedad. ^
Julio 25.

(1) «Europa ha concluido su misión en la historia de


la humanidad: llegó su turno & la América»! (palabras
de un discurso de Sarmiento, á propósito de la cuestión
escolar).
Comparados los absurdos explícitos de esta salida,
con las palabras que contiene, sabe Dios el balance que
resultaría.
Este hombre, no obstante su vanidad de filósofo, dis-
curre como si todos los elementos de la civilización
americana fuesen, lo mismo q u e el tabaco, productos
indígenas, y no trasladados de Europa con los enjam-
bres humanos de nuestra estirpe.
Su extravío procede de dar á u n a cuestión de forma,
muchísima mayor importancia de la que tiene en rea-
lidad.
El hecho prominente, que da carácter particular á las
sociedades americanas, es la unanimidad con que han
adoptado el régimen republicano para su gobierno poli-
tico. Circunstancias muy especiales han traído este re-
sultado. Ningún otro sistema de organización tenía en
el continente raices ni condiciones de prosperidad y
solidez. Ningún otro podría subsistir hoy día, ni es pro-
bable que, en cuanto alcanzan ias previsiones humanas,
310 ENSEÑANZA CRISTIANA

Segundo período
La Cámara, obediente «como bastón en ma-
nos del anciano», envía al Senado la ley de edu-
cación á paladar del gobierno, en su faz actual
de apostasía.

cambien las circunstancias que lo favorecen y eliminan


la posibilidad de cualquier cambio. Naee de aquí el
vigor y lá legitimidad de esta forma de gobierno.
Sin embargo, aunque se conciba que hace sesenta
años, el republicanismo americano fuera un motivo de
jactancia en las generaciones que lo identificaban con
la causa de la emancipación: a u n q u e á las ilusiones
juveniles y á los arrebatamientos de la primera edad,
se perdone el delirio, en que todos hemos incurrido, de
reputar como la definitiva adquisición del progreso
humano, un sistema que halaga los instintos de igual-
dad y libertad, tenaces y potentes en el fondo de nues-
t r a naturaleza, no es razonable que un hombre maduro,
experimentado en la vida y en el manejo d e los nego-
cios públicos, se declare satisfecho á tan poca costa, y
crea asegurado el porvenir, porque los pueblos tienen un
régimen, capaz como todos, de servir p a r a el bien y para
el mal, para la felicidad y la desgracia de las naciones.
Cierto que la república está en ensayo en toda la
América.
Pero hay que averiguar, ante todo, si está honesta y
discretamente plantada en algún lado del Continente.
No hay Constitución a m e r i c a n a que no h a y a nacido
ó no se encuentre actualmente b a s t a r d e a d a por el espí-
ritu de partido. Seaman ha hecho un estudio clinico de
la Constitución de los listados Unidos, m u y propio para
SEGUNDO P E R Í O D O 311

M u c h a s m i r a d a s se e n v u e l v e n c o n a n h e l o h a -
cia e s t e c u e r p o . No así la n u e s t r a .
T r i u n f e ó s u c u m b a el g o b i e r n o en s u i n s a n o
p r o p ó s i t o : e n c u e n t r e en el S e n a d o d o c i l i d a d ó
r e s i s t e n c i a ; h a y a e n su s e n o c o r a j e p a r a a v e n -
turar u n a solución radical, ó i m p e r e en s u s con-
sejos el á n i m o o p o r t u n i s t a del r a t ó n c a s e r o ; d e

disipar el prestigio á que cedieran Tocqueville y Labou-


laye. El compendio de sus análisis no cabe en un ar-
tículo de diario. Sólo dos reílexiones liaremos:
Todas las repúblicas americanas han adoptado un
sistema de representación en las asambleas políticas,
que pone en mano de las mayorías numéricas el impe-
rio soberano.
Ese sistema no vale tanto por si mismo cuanto por la
manera en que sea interpretado y aplicado.
Sí lo fuera ingenuamente, gobernarían los agentes de
la masa ignorante, compuesta por el mayor número de
individuos, en todas las naciones de la tierra. Tómese
á la ventura un hombre de la muchedumbre, v sin duda
se encontrará un ser grosero, áspero, sin la más leve
noción de las cosas que constituyen la politiea de un
Estado, sin aptitud siquiera para adquirirla, y poco más
ó menos igual, ya se llame inmigrante en los Estados
Unidos, paisano en Francia, felíah en Egipto, ó gaucho
en la República Argentina. De cierto que nadie se aco-
modará á ser gobernado por él. Pues, agrúpense diez,
cien, mil, doscientos mil, de la misma condición, y há-
gase que formen un gobierno representativo. Si se les
deja libertad, elegirán uno, diez, veíate de ellos; y cada
Cong*reso será poco más que una toldería. Ni podrán
escoger á otros, porque ni los conoeen ni les son simpá-
ticos.—Representantes de la mayoría popular, han sido
312 ENSEÑANZA CRISTIANA

t o d a s s u e r t e s , e s t a c u e s t i ó n es l a p r i m e r a bata-
lla de l a s e r i e q u e p r e p a r a la d e t e c c i ó n del pre-
s i d e n t e p a s a d o al c a m p o del l i b e r a l i s m o , con
d e s p r e c i o d e la c o n c i e n c i a p ú b l i c a y d e l a s u y a
propia.
C o m o el h o m b r e s a c a de todo e s p e r a n z a , no

en este país llosas y Quiroga: en Italia, Zambianchi y


otros: en Francia, ha habido tantas y tan repugnantes
creaciones del populacho parisién, que da vergüenza
ser popular.
Semejantes extremos no se evitan,, sino alterando la
aplicación del principio.—De suerte que si se ha de elu-
dir el estrago, es menester interpretarlo maliciosamente;
es decir, dar por base á la política, una mentira. ¿Y qué
resulta?—Que la iniciativa pasa dei pueblo á media
docena de sicofantas, y la soberanía á manos de círculos
oligárquicos.—Estos comienzan por ser tolerables: aca-
ban por ser odiosos. La politiquería se convierte en
una industria; y las ilusiones acaban, como en Norte
América, desvanecidas en medio de la corrupción, de
las granjerias más cínicas, y de la más profunda deca-
dencia moral.
No concluimos de aquí contra las instituciones repu-
blicanas. Muy lejos está nuestro pensamiento de esa
temeridad. Pero sí concluimos que, habiendo sido mal
planteadas en América, su ensayo no es cosa de que
podamos vanagloriarnos, hasta el punto de hablar como
niños desdeñando los pueblos organizados bajo otro
plan político, y que son, á la verdad, la enorme mayoría
en las naciones civilizadas.
Pero aunque asi no fuera, un régimen político recibe
su valor del espíritu que lo anima.
Si la república tiene una excelencia, será su aptitud
SEGUNDO PERÍODO 313

falta quien la ponga en la versatilidad de los


políticos comprimarios que encabezan el libera-
lismo.
Algunos atribuyen su actitud al deseo de
distraer la atención de las Cámaras, y de disol-
ver los grupos opositores, cuya formación co-

para fomentar el bien común, fuera de lo cual todos los


g'obiernos son malos. La libertad política es un medio.
Si se altera el fin á que ella debe servir, lo mismo vale
no tenerla.
¿Y á qué objeto pretende el liberalismo hacer servir
las instituciones americanas?
¿Al imperio de la codicia, de la sensualidad, de las
malas pasiones; a la negación de todo vínculo de obe-
diencia del hombre hacia Dios: á la destrucción de la
carinad: al envilecimiento de la familia: á rebajar el
espíritu del hombre á la exclusiva contemplación de las
cosas materiales, matando la generosidad, la esperanza,
la poesía, el arte; á modelar el derecho social por la ley
darwiniana del conflicto de fuerzas y el eterno antago-
nismo de los apetitos?...
Si eso es asi, quiere hacer del gobierno un instru-
mento de barbarie; y en tales condiciones, el régimen
republicano sería, como en Francia, un envoltorio de
podredumbre.
Quiere decir que las jactancias de Sarmiento, falsas
del punto de vista de la civilización general, son absur-
das en el terreno político, por el alcance que él les da.
Se infatúa por las formas, al mismo tiempo que quiere
vaciarlas del espíritu destinado á vivificarlas. Palabras
más pueriles jamás salieron de labios de un hombre
viejo!—(Del art. Conchas sin perlas, de Julio 24).
314 ENSEÑANZA CRISTIANA

menzaba á inquietarles; y se lisonjean con la


expectativa de un cambio, cuando vean logrado
ó crean conseguido su objeto primordial. Aun-
que así fuera, muy triste sería la condición de
los católicos, si confiaran en hombres, capaces
de jugar la religión de un pueblo en el tapete
de sus ambiciones personales!
Por nuestra parte, creemos hacerles más ho-
nor creyéndolos p u r a y sencillamente apóstatas!
Al entrar la cuestión pendiente en su segundo
período, no nos preocupa, por consiguiente, su
desenlace.
Si el Senado la resuelve en el sentido cristia-
no, la guerra quedará abierta, y nuevas tentati-
vas liberales reproducirán indefinidamente el
combate, hasta que la verdad, en el día, cuyo
secreto esconde impenetrablemente la Previ-
dencia divina, triunfe y resplandezca sobre to-
dos los espíritus y en todas las conciencias.
De cierto que no nos daremos por vencidos,
si la resuelve en el sentido liberal.—La fibra
cristiana se retempla en la adversidad. La paz
tiene sus marasmos; y los hombres fácilmente
se duermen en la quietud.—Pero cuando es me-
nester escudar el altar con nuestro pecho, y
defender palmo á palmo, á la familia contra la
vergüenza, y á nuestros hijos contra la corrup-
ción, entonces, el corazón se vigoriza, y cada
cristiano es un soldado de la causa de Dios.—Si
nos esquilman obligándonos á pagar escuelas
infames que abominamos, aún tendremos, en la
capacidad del sacrificio, fuerzas y recursos para
SEGUNDO PERÍODO 315

dar á nuestros hijos y á los hijos de nuestros


hermanos más destituidos é infelices, maestros
que los guíen, según Dios, en la infancia y la
juventud.—Si pretenden t i r a n i z a r n o s , forzando
los niños católicos á entrar en los centros de
perversión moral que organicen á nombre de
la pedantería liberal, sabremos resistir al despo-
tismo. El catolicismo, como h a dicho un disi-
dente ilustre por su talento, es u n a g r a n escuela
de respeto: de respeto á la j u s t i c i a , de respeto á
la ley, de respeto á la autoridad; pero ante todo,
á la justicia, que procede de Dios; y por eso es
también el catolicismo una g r a n escuela de
libertad!—Y en la plenitud de n u e s t r a libertad,
con la conciencia segura de n u e s t r o derecho, c
inviolablemente adictos á n u e s t r o s deberes más
sagrados; negaremos obediencia á u n a ley, que
no tiene fuerza obligatoria, siendo injusta, sien-
do injuriosa, siendo humana y opuesta á la ley
de Dios. Y que no se equivoquen los irreflexi-
vos y los tímidos. L a lucha católica está desti-
nada á regenerar la República. ¿Qué va quedan-
do, sino sombras de libertades civiles y políticas,
en una nación, reducida por el espíritu de parti-
do y la corrupción de sus instituciones, á ser
una masa informe, arb i tr aria m e n t e gobernada
por oligarquías precarias?.... Si este país ha de
conocer un día esas legítimas libertades que le
seducen, que busca sin cesar, y que jamás h a
encontrado; será cuando la sociedad organizada
y robusta reprima la omnipotencia del Estado:
será cuando el Estado se rija p o r principios:
316 ENSEÑANZA CRISTIANA

será cuando las clases gobernantes se muevan


por ideas y no á merced de los intereses egoís-
tas y enfermizos de facciones sin rumbo ni ban-
dera... O la defensa de la religión, ultrajada por
el liberalismo, la arrojará en esos senderos; ó
nada será capaz de sacarla del ciénago en que
la arrastran los partidos personales... Tan lite-
ralmente, y en todos los terrenos, se cumple
aquella sentencia del Salvador del mundo:—
« Buscad primeramente el reino de Dios y su
» justicia; y todas las cosas os serán dadas por
» añadidura!»...
Mas hay tercera hipótesis.
El Senado puede aplazar la consideración de
la ley....
Nada más impolítico, nada más cobarde, nada
más insensato pudiera imaginar y hacer.
Si el Senado teme que estas luchas traigan
discordias sociales que él repute peligrosas, la
buena política aconseja no prolongarlas; y es
evidente, que la postergación del asunto que va
á serle sometido, dejando á católicos y liberales
en suspenso, y cada cual en su posición respec-
tiva, con s u s anhelos y en antagonismo, alarga-
ría, sin necesidad, conveniencia ni esperanza de
ningún género, el primer episodio del conflicto.
Las situaciones críticas requieren ánimo re-
suelto para afrontarlas. Eludirlas es signo de
ñaqueza. El Senado de 1884 será el mismo Se-
nado de 1883. L a s creencias y los móviles no
cambiarán, no cambiando los hombres. El cri-
terio de cada cual será idéntico: idéntico el cri-
SEGUNDO PERÍODO 317

terio predominante —Trátase de una cuestión,


agotada en el debate, familiar para toda persona
instruida de las cosas del siglo, aun antes de
que fuera planteada en Buenos Aires. ¿Qué sig-
nificaría el aplazamiento?—Temor de resolverla.
Nada más. Recelo de manifestar pública y so-
lemnemente lo que cada uno tiene en el fondo
de su pecho, y de aceptar las responsabilidades
cívicas y morales de un acto trascendental. Eso
no sería prudencia; sería cobardía.
Cuando, por otra parte, á propósito del pro-
blema más grave que puede ocupar á u n a na-
ción, porque no compromete un accidente del
gobierno, ni una forma política, sino la esencia
de la educación, la sustancia de todas las cosas,
el meollo moral de la sociedad y de la civiliza-
ción; se presentan dos principios radicales en
contradicción,—sería verdaderamente insensa-
to, y manifestaría una pueril ineptitud p a r a
darse cuenta de su alcance,—relegarlo como
cosa secundaria, hacerse el indeciso entre u n a
y otra solución, no habiendo entre ellas término
medio satisfactorio ni posible.
Equivalente al aplazamiento, seríala adopción
de una fórmula ambigua.
El Senado tiene que escoger entre la liberal ó
la católica: entre la única conforme á las ense-
ñanzas de la Iglesia, y la que rechazan, con
aquella maravillosa unidad de pensamiento que
caracteriza el catolicismo, todos los creyentes
del Universo, y á su frente, la infalible cátedra
de San Pedro.
318 ENSEÑANZA CRISTIANA

La astucia política puede conciliar intereses


humanos; pero no puede engañar la conciencia
informada en las leyes de Dios.
Ó todo, ó nada!
O la escuela cristiana, ó la escuela atea! O
Cristo, ó César.
Julio 26.

Liberalismo y regalía
Procede el liberalismo de la regalía; ó más
bien, fué la regalía una de las apariencias exter-
nas del liberalismo, siendo un postulado de la
escuela, que en distintas formas y por distintos
medios, ha pretendido anteponer la potestad
secular á la Iglesia y sus libertades de derecho
divino.
Los liberales argentinos del tiempo deRivada-
via, mucho más disertos que sus descendientes,
maniobraban en ese terreno, y desarrollaban los
recursos tácticos que aquella vetusta doctrina
les suministraba, vistiéndola con trajes nuevos,
y poniéndola en términos consistentes y espe-
ciosos que daban materia sólida á la contro-
versia.
Los del día han perdido por entero el rumbo
y el seso; y andan, sin poder hacer pie, sobre un
cangrejal de disparates.
Ignorantes del derecho y de la tradición, de
la historia y de la disciplina, de las antiguas
LIBERALISMO Y REGALÍA '319

concordias y los antiguos conflictos de poderes,


á que pudieran vincular su política; no se instru-
yen, sino en folletines franceses, y traen por
bagaje científico, sofismas d e s g r a n a d o s , que
sacan al albur de poder de otros insensatos, que
actúan en teatros completamente distintos del
suyo.
Por esta razón se han aferrado en la Cámara
de Diputados y en los diarios liberales, á estas
dos sentencias inconciliables: la República Ar-
gentina no es una nación católica: el gobierno
argentino tiene un derecho de p a t r o n a t o sobre
la Iglesia.
La primera les sirve para e m a n c i p a r el poder
civil de toda obligación en c u a n t o á la doctrina,
cuya difusión debe fomentar en las escuelas
públicas. L a segunda les sirve p a r a oprimir la
Iglesia y menoscabar su independencia, como
verdadera y perfecta sociedad con derechos
propios y constantes conferidos p o r su Divino
Fundador.
Mas no han reparado, porque i g n o r a n h a s t a
los términos del problema que agitan, que una
destruye totalmente la otra.
Y ya que el Senado h a de. o c u p a r s e en breve
del proyecto de ley de escuelas, y en su seno se
reproducirá, sin duda, el parologismo avanzado
en la otra Cámara, conviene p r e s e n t a r l o en toda
la miseria de su contradicción.
No ha habido entre los regalistas, sino dos
teorías respecto del derecho de p a t r o n a t o , pres-
cindiendo de la que atribuye su origen á gracio-
320* ENSEÑANZA CRISTIANA

sa concesión del Romano Pontífice, que es la


racional.
Según una de esas teorías, el patronato es una
prerrogativa del soberano, derivada del derecho,
común, de acuej do con las reglas del patronato
laico, investido en los fundadores y sustenta-
dores de Iglesias.—De aquí se sigue, que como
todo derecho condicional, en tanto subsiste, en
cuanto subsista la condición en que reposa; y
por consecuencia, que un gobierno, siendo pa-
trono por ser sostenedor de la Iglesia, así que
dejara de sostenerla, perdería las prerrogativas
y facultades anexas á esa función.
Los más contumaces, á cuyas doctrinas se
acogieron siempre los regalistas argentinos,
han considerado el derecho de patronato como
una prerrogativa inherente á la soberanía de los
Estados cristianos, para presumir y defender la
disciplina de la Iglesia, suplir con su poder lo
que no alcance la palabra del sacerdocio, y
contener las rebeliones contra sus leyes.
Excusamos repetir, lo que tantas veces hemos
dichoen este diario: que repelemos esa doctri-
na, condenada por la Santa Sede, y gravemente
injuriosa de la libertad de la Iglesia.
Pero ella ha sido el fundamento de la legisla-
ción regalista y liberal de la República. La en-
contramos en las Consultas de 1810, en los ins-
trumentos oficiales de-1822 y 1834; y finalmente,
en la Constitución vigente.
Quiere decir, que los legistas argentinos, toda
vez que han entendido ser la regalía una pre-
LIBERALISMO Y REGALÍA 321

eminencia propia de los soberanos católicos, al


afirmar que es una preeminencia de la Nación
Argentina, afirman que la Nación Argentina es
una Nación Católica.
Sino la consideraran como tal, faltaría el su-
jeto moral á quien se atribuye el derecho,—fal-
tándole al soberano el atributo esencial, del
cual se reputa dependiente. Y á la inversa;
aunque de la catolicidad de la nación no se
derive la regalía, esa catolicidad es un hecho,
y un carácter de la República, formalmente re-
conocido, puesto que se apoya en él una insti-
tución legal, que no tendría asidero alguno,
supuesto que él no existiera.
Existiendo, entraña todas sus consecuencias
legítimas. La primera es el deber que incumbe
al Estado, de patrocinar las creencias unifor-
mes de las familias, cuyos hijos se encarga de
educar en las escuelas públicas.
Asi que los liberales están obligados á esco-
ger entre los extremos de esta alternativa: ó re-
conocer que el catolicismo es la religión de la
República, ó renunciar á la regalía.
En cualquier extremo se desarman; y no es
de pasmarse. Todos los paralogismos se desva-
necen desenvolviéndolos hasta sus últimos
términos. Pero empeñarse en mantener juntas
dos máximas contrarias y contradictorias, ma-
nifiesta, ó la improbidad del sofista, ó una igno-
rancia deplorable de las doctrinas y de la legis-
lación.
El liberalismo gálico á cuyo imperio oponé-
is i
322 ENSEÑANZA CRISTIANA

mos el derecho de la familia; el derecho de la


Iglesia, el derecho de la conciencia, contra las
maquinaciones de la francmasonería y la apos-
tasía del gobierno, se distinguen de todos los
partidos afines con él en otros países y en otros
tiempos, por la vaciedad sarmientesca, y la más
absoluta indigencia científica. Se alimenta de
mondaduras positivistas, suministradas por el •
ministro del culto; del filosofismo rancio del
doctor Leguizamón; y otros lo proveen de ar-
gumentos que ponen en contradicción el cris-
tianismo con las instituciones republicanas, sin
advertir que esos aparentes conflictos nacen de
no entender las máximas cristianas; y que caso
de existir, no sería, por cierto, el cristianismo
quien debiera ceder el paso á meras formas de
organización política, que nade valen para sus
fines, sino en la medida en que el imperio de
la verdad y de la justicia las domina y fecun-
diza.—Hombres de Estado verdaderamente se-
rios, aunque fueran liberales, estudiarían otras
cosas para no proceder con aturdimiento de ni-
ños y frenesí de locos.
Julio 2S.

Las escuelas neutras


Sugieren una triste ilusión los impostores ó
los irreflexivos, cuando preconizan, como una
condición de paz social, la escuela que llaman
LAS ESCUELAS NEUTRAS 323

neutra. No es real ni posible la neutralidad de


la escuela. Escuela sin dogma, es escuela con-
tra el dogma; y n a d a más sencillo que probarlo.
El fundamento de la religión es la revelación
divina. Ahora, como la revelación es un he-
cho, el hecho capital de la historia, el hecho en
el cual el orden natural y el sobrenatural se po-
nen en contacto; mediante la comunicación de
Dios con el hombre, tiene que ser demostrado,
del mismo modo que todos los hechos, por vía
de autoridad.
La neutralidad de la escuela envuelve dos
consecuencias distintivas de los fundamentos
de la fe.
Por de pronto elimina de las inteligencias el
concepto de la revelación. Lo elimina, en cuanto
que separa de la escuela los elementos lógicos
de su demostración, arrojando á la región de
las conjeturas naturalistas la explicación del
hecho fundamental en que se basa la economía
del cristianismo. Lo elimina, además, porque
ese concepto es de tal magnitud y trascendencia,
tan influyente sobre el alma y el destino de los
hombres, sobre la sociedad y sobre la civiliza-
ción, sobre los caracteres y sobre la política,
que el niño menos despierto no puede menos de
advertir la imposibilidad de ser indiferente en-
tre aceptarlo y negarlo. La indiferencia, á su
respecto, supone la negación. Con tal que el
hombre elude sobre su certidumbre, es seguro
que, á menos de estar loco, se preocupará de
él. No cabe el desdén sino en el corazón del in-
324 ENSEÑANZA CRISTIANA

crédulo. Decimos más: no cabe sino en el ateo.


Si, por otra parte, la revelación es un hecho,
demostrable por la vía de la autoridad, y es un
hecho cierto; evidentemente que h a de tener un
testigo. Ese testigo es la Iglesia. Un sistema,
entonces, que destruye su potestad sobre la
escuela, anula su influencia, ó reduce la acción
aislada y personal del sacerdote sobre los niños
á un mínimum consentido por mera tolerancia,
sin que haya concordia entre sus lecciones y el
conjunto de la enseñanza escolar, ni lo rodee el
acatamiento y la veneración de que es digno el
ministro de la verdad eterna,—á la vez que pro-
cede bajo el implícito supuesto de ser la revela-
ción una simple hipótesis humana, desaloja á
su testigo legítimo del sitio en que está desti-
nado á hacer penetrar la certidumbre en el es-
píritu de la juventud.
Estas sencillas consideraciones bastan para
concluir que la neutralidad de la escuela es una
añagaza: no admite ella esa situación: ó es cris-
tiana ó es anticristiana. En punto á la revela-
ción, callar es negar.
Y no sólo prueban lo que enunciamos, sino
que la escuela, en su función más elevada, es
un accesorio y un auxiliar de la Iglesia.—La
historia corrobora este concepto; porque no
h a n sido primitivamente las escuelas científicas
ó populares otra cosa que instituciones eclesiás-
ticas; y merced á este complemento, el ministe-
rio confiado por Jesu Cristo á la Iglesia de ense-
ñar á todas las gentes, ha conseguido que los
LAS ESCUELAS NEUTRAS 325

principios y los preceptos de la religión pene-


tren todas las capas sociales, iluminen al sabio
y al ignorante, al poderoso y al débil, y se
encarnen en la civilización del mundo.
Cuando el Estado reemplaza á la Iglesia en
esta esfera de su jurisdicción, la escuela pasa de
la categoría de una institución moral, á la cate-
goría de una institución política. Todo cambia
con esto en la enseñanza: cambia la fuente de
su inspiración: cambian los objetos determi-
nantes de su tendencia y de su acción. El Evan-
gelio es reemplazado por las leyes civiles; y
como no sea posible organizar una teoría ni
un sistema, sino teniendo por punto de partida,
una ideai ó u n a serie de ideas, puestas al abrigo
de la discusión, es inseparable consecuencia de
este hecho, que las leyes civiles sean erigidas
en dogma.—Luego, el hombre y sus mudables
conceptos, ocupan el lugar de Cristo y su reve-
lación;—y la sociedad civil, cuyos estatutos ad-
quieren el imperio de infalibles, se torna tam-
bién en el último término de la educación bajo
su doble aspecto intelectual y moral.—La edu-
cación, en el mejor caso, deja de ser religiosa
para volverse cívica; es decir, para afectar el
carácter que tenía en las antiguas repúblicas
griegas, eminentemente socialistas y despóticas.
Hace cerca de sesenta años que Lamenais,
estudiando el giro de la legislación escolar en
Francia, deploraba amargamente esta corrup-
ción de la enseñanza y la disciplina de la ju-
ventud* y por el hecho de trasladar de la reli-
326 ENSEÑANZA CRISTIANA

gión á la política los fines de la educación, la


condenaba, pronosticando, que de día en día el
nivel moral de los caracteres bajaría, y el escep-
ticismo consuetudinario, y tanto más tenaz
cuanto menos consciente fuera, se difundiría en
el ambiente social y terminaría en los estragos,
cuyas explosiones y cuya perspectiva aterran
hoy á todos los hombres discretos, y á todos
los partidos juiciosos.
Mas si la educación meramente política es un
descenso, no es el último grado de abatimiento
de la escuela sin religión.
La política es u n punto de tránsito entre
la educación cristiana y la educación materia-
lista.
No es menester, en efecto, que las teorías del
materialismo sean enseñadas científicamente,
para que sus móviles groseros se apoderen de
las conciencias. Basta bajar de la región sobre-
natural á las cosas pasajeras y físicas la contem-
plación y al anhelo de los hombres, p a r a que
se amortigüen en su corazón las inmortales es-
peranzas que lo alientan, y fije el objeto final
de su vida en lo precario, caduco y material,
que excita sus apetitos, ve, pesa, mide, y en-
cuentra fácilmente el alcance de su esfuerzo.
Desde ese momento, podrá no existir el mate-
rialismo como enfermedad del espíritu, pero
existe sin duda como enfermedad del corazón.—
Reinará soberanamente el egoísmo: reinarán
las pasiones en el interior de las conciencias, y
los audaces i m p e r a r á n en las sociedades. Moral
LAS ESCUELAS NEUTRAS 327

y civilización degenerarán en la misma deca-


dencia.
Ni se arguya que el exclusivo imperio del
Estado en la enseñanza es compatible con el
carácter religioso de la escuela. Lo sería sin
duda, si la exclusión de la Iglesia, á título de
los derechos soberanos del Estado, ó á título de
su neutralidad dogmática, no fuera en sí misma
una rebelión, y no envolviera el menosprecio
más evidente de la divina enseñanza de Jesu-
cristo.—El Estado cristiano no corrompería la
educación, mas comenzaría por reconocer la
autoridad de la Iglesia en su régimen. La edu-
cación laica conduce á la educación atea.
Puede un Estado incurrir en el ateísmo prác-
tico por dos causas: ó por su institución, como
lo pretenden los demagogos europeos, y á su imi-
tación, los monos americanos de la revolución
francesa é italiana; ó por apotasía personal de
los hombres que lo encabezan, como sucede hoy
día en la República Argentina.
La causa del fen ómeno nada altera en sus re-
sultados definitivos.
La escuela n e u t r a es el medio de transfundir
á las masas sociales el ateísmo que infesta al
Estado. No es una institución de paz, sino de
guerra. Conduce á la incredulidad, á la degra-
dación y á la barbarie.
Julio 29.
328 ENSEÑANZA CRISTIANA

Hipocresías

Las gentes, que entre sí y en ruidosos docu-


mentos y proclamaciones, se jactan de haber
conseguido g r a n victoria contra la Iglesia, ha-
ciendo aprobar en la Cámara de D i p u t a d o s la
ley de las escuelas ateas, sintiendo en torno
suyo la r e p u g n a n c i a y la resistencia de la so-
ciedad, se empeñan por diseminar hipócrita-
mente comentarios confidenciales que tienden
á atenuarla y hacer creer que es inocente y casi
piadosa.
Ponen p a r a eso en circulación el concepto de
que ella no prohibe la enseñanza de la religión,
sino que se limita á reglamentarla en los térmi-
nos más convenientes para que se haga sin de-
generar.
Con muy pocas palabras desvaneceremos es-
te nuevo esfuerzo de los apóstatas.
El proyecto de ley declara que la enseñanza
religiosa será hecha solamente p o r los sacerdo-
tes.
Aunque pretendan defenderla, alegando que
son los sacerdotes los competentes p a r a iniciar
los niños en los rudimentos de la fe, es de ad-
vertir, que no es posible que los curas den en
todas las escuelas las lecciones r e c l a m a d a s por
esta enseñanza; y aunque lo fuera, sería siem-
pre indispensable que los maestros cooperaran
á su éxito p a r a asegurarlo.
Dos partes contiene esta enseñanza. E s me-
HIPOCRESÍAS 329

nester aprender de memoria las fórmulas del ca-


tecismo: es menester explicarlas. La explicación
de los curas será inútil si los niños no saben de
memoria las definiciones elementales. Y como
los maestros están obligados á no intervenir en
la enseñanza, resultará que en ninguna escuela
habrá un niño que sepa el catecismo, ni pueda,
por consiguiente, sacar provecho de las explica-
ciones del cura.
Lejos de esto, el maestro, para seguir la men-
te de la ley, contradirá al cura. Negará delante
de los niños lo que el cura afirme. Menospre-
ciará los Sacramentos que el cura excite á amar
y á recibir. Desacatará los preceptos morales y
disciplinarios que el cura proponga observar
bajo la autoridad de la Iglesia. Hará irrisión de
lo que el cura exponga á la veneración de los
niños. En una palabra, está encargado de des-
truir, con la palabra y con el ejemplo, todo el
fruto de las lecciones religiosas.
Ni es esto todo.
Señálase p a r a que los curas puedan concu-
rrir á las escuelas, una hora antes ó después de
las clases; y se prohibe que concurran en nin-
gún otro momento.
Quiere decir, que la ley deja entrar los curas
cuando los niños no l>an llegado á las clases, ó
después que han salido de ellas.—Por consi-
guiente, la concesión es u n a burla.
Y además de ser irrisoria es injuriosa, porque
implica la persecución más directa y ciara con-
tra las creencias....
330 ENSEÑANZA CRISTIANA

Algunos han difundido estas monstruosida-


des, simulando interesarse por los niños de fa-
milias disidentes.
Lo natural sería dejar que esos niños se edu-
quen en escuelas especiales, como sus padres,
sin duda, quieren.—Un protestante sincero no
desea que sus hijos se críen como bestias; desea
que se eduquen en sus creencias. Y la ley libe-
ral prohibe que el pastor protestante vaya á la
escuela á adoctrinar los de su secta, mientras
ha}^a niños en las clases.—Tiene que ir, lo mis-
mo que el cura, á la escuela de católicos, antes
ó después, es decir, cuando la casa está vacía.
Luego la ley se propone estorbar la enseñan-
za religiosa en absoluto.
No sólo estorba la enseñanza católica, lo cual
basta para hacerla tiránica, detestable y blasfe-
matoria. Estorba también la enseñanza del lute-
ranismo para los niños luteranos, del judaismo
para los niños judíos. De otro modo: estorba
que los padres de familia, en la escuela pública
que pagan en común, enseñen á sus hijos á ado-
rar á Dios «según su conciencia», no obstante
ser éste un derecho que les garantiza solemne-
mente la Constitución de la República.
Escuelas que estorban todas las formas de
adoración á Dios, lo mismo la verdadera que las
falsas, evidentemente son escuelas destinadas
á hacer perder á los niños el conocimiento del
Ser Supremo. En suma, son ESCUELAS ATEAS.
No producirán sino muchedumbres despoja-
das de todas las ideas sublimes que ennoblecen
TRADICIONES JURÍDICAS 331

la mente de la humanidad, y exentas de todo


freno moral: u n a generación de bárbaros, una
multitud de malvados!
Agosto 2.

Tradiciones jurídicas

Durante el debate de la Cámara de Diputa-


dos sobre l a ley escolar, se hizo la primer ten-
tativa, continviada más tarde p o r distintos me-
dios, de sacar la cuestión del terreno moral para
colmarlo en el de la tradición jurídica, bajo el
concepto de que los antecedentes regalistas de
España y sus colonias favorecen las pretensio-
nes del liberalismo contemporáneo.
Esta táctica es un golpe de imaginación, de
que habría podido usar para h a c e r un efecto
pasajero, un hombre diserto en la historia y el
derecho antiguo; pero ninguna habilidad habría
bastado para convertirlo en un r e c u r s o lógico
y poderoso de controversia-
Es m u y sencilla la razón.
Ó esos antecedentes son anticatólicos, y por
consiguiente, apoyar en ellos las actuales pre-
tensiones, y confesar que, como venimos soste-
niendo, envuelven la g u e r r a c o n t r a la Iglesia,
todo es uno; ó son católicos, y entonces no se
puede deducir de su existencia, a u n q u e por hi-
pótesis la concediéramos como real y legítima,
que el Estado debe estorbar en las escuelas pú-
332 ENSEÑANZA CRISTIANA

blicas la enseñanza religiosa, ni procurar el


divorcio total del cristianismo y la legislación,
que es el punto discutido.
Y aun, prescindiendo de la nulidad de estos
argumentos en orden á la materia controvertí-
da, si el lector r e c u e r d a los estudios hechos en
La Unión d u r a n t e el mes de Marzo acerca de
las cuestiones jurídicas de nuevo removidas
hoy W, advertirá q u e los términos del problema
no han sido convenientemente esclarecidos de
parte de los liberales; y por lo tanto, que la
cuestión está mal preparada.
Ella es s u m a m e n t e compleja; y ante todo, es
necesario descomponerla y aislar sus elementos.
Considérese, desde luego, que el patronato
real de España y el patronato real de Indias son
dos instituciones, aunque análogas, diversas,
por su origen, p o r sus fuentes, por su alcance y
por su naturaleza.
Considérese, además, que el patronato y la
regalía no son, como parece que algunos lo ere-
y eran, una sola y misma cosa, sino que al con-
trario, se diferencian por caracteres fundamen-
tales, siendo u n o jurídico y circunscripto, en
los tiempos antiguos, y la otra, arbitraria é in-
definida, correspondiendo á la tendencia de en-
sanchar indebidamente las atribuciones del Es-
tado, mediante la cual, se liga con la faz despó-
tica de los gobiernos europeos.
Vamos á demostrarlo.

(1) Véase página 117 de este tomo.


TRADICIONES JURÍDICAS 333

El patronato de Indias tiene por punto de


arranque el vicariato de los reyes; por fuente la
bula de Julio II, que transformó aquella primera
autoridad, dando margen á la disputa de si el
patronato posterior era lego ó eclesiástico; tenía
mayor alcance que el patronato de España, en
cuanto al número de beneficios en cuya cola-
ción daba intervención al patrono; y finalmente,
como que estribaba en las funciones singulares
de los monarcas para fundar las iglesias de
América, estaba concedido á una entidad jurí-
dica, que desapareció con la emancipación de
las colonias españolas.
El patronato de España tiene por fuentes la
bula de 1480 y los concordatos de 1737 y 1753.
Sus fundamentos eran diversos de los que die-
ron origen al patronato de Indias, como asimis-
mo era diverso su alcance, más restringido en
la Península que en América.
Pero al lado del patronazgo real, establecido
según derecho por aquiescencia ó concesión
graciosa de la Santa Sede, se ha desenvuelto
en largos años de conflictos, la pretensión insa-
na de los monarcas, ayudados por los legistas,
y á veces por u n a porción del clero, de interve-
nir en el ejercicio de la potestad docente y dis-
ciplinaria de la Iglesia, en virtud de dos institu-
ciones, gradualmente ensanchadas: el exequá-
tur ó placel regio y los recursos de fuerza. En
sentido estricto, es el conjunto de facultades
expresadas en esas dos prerrogativas del poder
civil, lo que se llama «la regalía».
334 ENSEÑANZA CRISTIANA

L a regalía entendida así, jamás ha sido una


institución de derecho, ni en América ni en Es-
paña; porque j a m á s h a reposado, como el patro-
nato, en el consentimiento expreso de la potes-
tad eclesiástica.
No ha podido tampoco la Iglesia reconocerla,
ni lo reconocerá en lo porvenir, porque es gra-
vemente injuriosa de sus libertades, y abierta-
mente contraria á la ley divina.
Cristo fundó la Iglesia fuera de toda subordi-
nación a l a s soberanías temporales; y uno délos
signos de contradicción contra ella, fué su ori-
gen, cardinalmente opuesto al concepto grosero
que los hebreos tenían del Mesías, esperándolo
como un rey, ornado de pompa y de poder, que
restaurara juntos el trono de Israel y el reino
de la verdad; cardinalmente opuesto también,
á la esencia de todas las instituciones religio-
sas del mundo, que se confundían, y hoy se con-
funden todavía en el seno del paganismo, con.
las instituciones políticas. Ni San Pedro ni sus
sucesores esperaron de los cesares romanos
más que odio y persecución, como que venían
á fundar una sociedad universal y libre, no en-
cerrada en las fronteras de ninguna nación ni
sujeta á la autoridad de ningún soberano. Esta
sociedad, soberana en sí misma, y regida por un
pontífice supremo, vicario de Cristo, y oráculo
del mundo, desdeñada por los inmediatos an-
tecesores de Nerón, fué aborrecida por el ti-
rano, cuya potestad pontificia anexa á su dig-
nidad civil destruía en nombre de Dios, á quien
TRADICIONES JURÍDICAS 335

los fieles «deben obedecer antes que á los hom-


bres», y en la virtud de Cristo, «único que tiene
palabras de vida eterna». La división de las
dos potestades, que confina el Estado en el ra-
dio civil y político, substrayendo las concien-
cias de su imperio y de sus enseñanzas, es la
esencia de la civilización cristiana, y la condi-
ción fundamental de la libertad en las naciones.
No capituló la Iglesia con Constantino. L a
conversión del emperador, al revés, dio al dere-
cho público de los Estados u n a forma novísima,
mediante á que esa división del orden civil y
del orden religioso quedó solemnemente consa-
grada, á lo menos, en su principio esencial.
Muchas y porfiadas fueron las tentativas del
Imperio por recobrar siquiera u n a parte del
poder pontificio, que la Iglesia le arrebatara,
emancipando al mundo. Muchas las que las na-
ciones modernas, después de organizadas bajo
la protección de la Iglesia, h a n presenciado de
parte de sus monarcas.—No han podido conser-
varse en la profesión de la fe católica y reivindi-
car el sumo pontificado de los emperadores pa-
ganos, pero han dado dos espectáculos.—Unos
han cohibido la autoridad de la Santa Sede,
arrogándose el derecho de revisar sus leyes y
confirmarlas ó repelerlas, y éstos son los rega-
listas; otros han substraído sus pueblos de la so-
ciedad universal del cristianismo, constituyendo
iglesias nacionales sin regla próxima de fe, y
poniéndose á la cabeza de su jerarquía; y éstos
son los príncipes protestantes.
336 ENSEÑANZA CRISTIANA

En diversa medida, unos y otros han pugnado


por restaurar la omnipotencia de la soberanía
civil, engrosando, con facultades del orden reli-
gioso y poderes opresores de la conciencia, el
caudal, cada día mayor, de sus facultades civi-
les y políticas.
Circunscribiéndonos á España, vemos á Alon-
so V de Aragón, contagiado por la conducta de
otros soberanos durante el Cisma de Occidente,
usurpar facultades, que son el más remoto ante-
cedente regalista exhibido por los jurisperitos
que más tarde le dieron la estructura de una
doctrina legal; pero vemos también á sus suceso-
res, acatar en sus términos precisos, la Bula de
1493, que ningún sofisma puede convertir en una
base racional p a r a las pretensiones ulteriores
de los reyes.
Y de ahí en adelante es fácil percibir que
coincide el incremento de la regalía con el sa-
crificio de todas las libertades españolas.
Carlos V, al aliarse con Enrique VIII, que
acabó por ser el Papa de Inglaterra, dictó su
famosa pragmática, reivindicando poder sobre
la Iglesia, cuando reducía la España á la cate-
goría subalterna de una Provincia de su Impe-
rio, la desangraba en las guerras, la maltrataba
avasallándola á sus ministros extranjeros, y ani-
quilaba sus libertades locales en la contienda
de las comunidades.
Aunque se a p o y a r a en la Bula de Alejandro
VI, hubo otro rey que torciendo su espíritu,
derivó de ella preeminencias regalistas, cuyas
TRADICIONES JURÍDICAS 337

consecuencias hallamos visibles, entre otros


monumentos, en la triste historia de la Inquisi-
ción de España. Pocos monarcas han llevado
más adelante que él el vigor opresivo de la au-
toridad. Se llamaba Felipe II.
Mas no se encuentra la regalía en su máxima
expresión hasta que la dinastía borbónica, intro-
duce en España, para mengua de todos sus de-
rechos y de sus gloriosas tradiciones políticas,
el espíritu dominante en Francia, cuando Luis
XIV, antecesor y apoyo de Felipe V, decía,
compendiando la política en una palabra: JOEtat
c'est moi: el Estado soy yo.
Y ese Estado, refundido en el monarca, absor-
bía á su vez, en su entidad y en sus poderes, la
sociedad íntegra en todos sus elementos y ma-
nifestaciones, y casi la Iglesia, porque el galica-
nismo era poco menos que un cisma, destinado
á romper la unidad del mundo católico.
Así, la regalía es un complemento del absolu-
tismo del Estado, juntamente se han desarro-
llado. Nacen del mismo principio y tienden á
idéntico fin. Son radicalmente opuestos á las
máximas políticas que fluyen del cristianismo.
Son distintas faces de la restauración del poder
pagano en el régimen político y social de las
naciones.
Si á los ejemplos citados se quisiera añadir
otros, citaríamos el de Carlos III, coincidente
con el apogeo del despotismo real, y el de Car-
los IV y de Godoy, coincidente con la decaden-
cia moral de la monarquía.
22
338 ENSEÑANZA CRISTIANA

Y ni en unos ni en otros, descubrirán las pes-


quisas del más optimista, elemento alguno de
juicio que destruya ni conmueva el raciocinio
de los que reputamos la regalía como una clara
consecuencia del despotismo político.
Cierto que los monarcas han compartido con
las asambleas sus prerrogativas; cierto que en
otros sitios han desaparecido por completo; pero
si es verdad, que la Constitución del Estado, por
lo que toca á la extensión de su poder gober-
nante, no ha cambiado cambiando sus agentes,—
también, será verdad que el despotismo ha so-
brevivido á las revoluciones, y que la regalía
es una opresión de las conciencias, cuando la
ejercen gobiernos representativos, lo mismo que
cuando la ejercieran monarcas y favoritos.
El universo ha conocido la libertad cuando
Cristo separó los dominios del César de los do-
minios de Dios. Si los reyes absolutos fueron
déspotas restaurando la antigua confusión de
unos y otros, despótico es el liberalismo mo-
derno, que se declara heredero de sus usurpa-
ciones, y se deleita en la apología de sus vio-
lencias.
Esa regalía, que nosotros rechazamos, en nom-
bre de los derechos y libertades de la Iglesia, fué
sostenida por los monarcas, cuyas huellas si-
guen los liberales, como prerrogativas del Esta-
do en las naciones católicas.—Luego, no pueden
reclamarla hoy, sin confesar que la República
Argentina es una Nación Católica, Entonces,
¿cómo pretenden deducir de la regalía, el dere-
ANTE E L SENADO 339

cho de arrancar sus bases cristianas á la socie-


dad y extinguir la luz de la fe en la educación
popular?...
¿0 pretenden darle m a y o r ensanche?
Si entienden que envuelve una facultad de de-
cidir soberanamente en materia dogmática, de
moral y disciplina, reemplazando la enseñanza
y la ley de la Iglesia por otra enseñanza y por
otra ley; sean francos, y confiesen que quieren
alojar el espíritu de Nerón en el cuerpo informe
de la democracia revolucionaria.
Por nuestra parte, queremos á Cristo, y con Él
la libertad!
Agosto 7.

Ante el Senado
En el sistema-argentino de gobierno, el ele-
mento nacional y el federativo, tienen su parti-
cular expresión en cada una de las Cámaras del
Congreso. El Senado es una asamblea repre-
sentativa de las provincias y de la capital, con-
sideradas como cuerpos morales y políticos.
Por consiguiente, y aunque concedamos la ma-
yor latitud á la libertad de opiniones de los in-
dividuos que la componen, su propio papel les
obliga á reflejar la conciencia y el carácter de
las corporaciones que representan en la legis-
latura de la República.
Viendo hoy pendiente de la resolución del
340 ENSEÑANZA CRISTIANA
»

Senado el proyecto de ley de escuelas, y con el


proyecto, el problema de la educación religiosa
ó irreligiosa de la juventud, prescindiremos de
conjeturas, para indagar las reglas á que están
obligados á subordinarse, en la expedición de
asunto tan vital, los honorables miembros de la
Cámara, comprometidos bajo juramento, á .re-
presentar con fidelidad las provincias que los
ha elegido.
Comencemos por la capital y la provincia de
Buenos Aires.
El artículo presentado á la Cámara de Dipu-
tados por la comisión de instrucción pública, y
rechazado merced al cuadrillazo del 14 de Julio
es una copia literal de la ley de escuelas vigente
en ambas hoy día, y sancionada por la legisla-
tura local antes de la federalización del munici-
pio. Ese artículo fué aprobado en ambas Cá-
maras provinciales por unanimidad de votos.
Expresa, por consecuencia, el sentimiento de
Buenos Aires, en una forma inequívoca. Y si
algo faltara á la solemnidad de su significado,
habríaselo dado la adhesión de la enorme ma-
yoría de los diputados de Buenos Aires y la
capital, en los debates del mes pasado. De esa
adhesión se infiere que la ley no sería reforma-
da, si dependiera tan sólo su conservación de la
voluntad local.
Luego, los senadores de la capital y de Bue-
nos Aires, intérpretes legales de las opiniones y
de la conciencia de ambas corporaciones, tie-
nen que estar al lado de los católicos en la cues-
tión escolar.
ANTE EL SENADO 341

La Constitución de Córdoba en su artículo 2.°,


dice así: «La religión católica, apostólica, roma-
na, es la religión de la provincia: su gobierno le
prestará la más decidida y eficaz protección, y
todos sus habitantes el mayor respeto»....Los
representantes de la provincia de Córdoba, por
lo tanto, ó no la representarán con fidelidad, ó
se opondrán á los empeños anticristianos del
liberalismo.
La Constitución de Corrientes obliga al go-
bierno en su artículo 6.°, á «promover el en-
grandecimiento y progreso» del culto católico,
al cual añade que «todos los habitantes de la
provincia le deben respeto». Como no se pue-
de conciliar el engrandecimiento del culto con
la prohibición de enseñar sus fundamentos, los
representantes de esa provincia tampoco pue-
den aceptar la eliminación de la enseñanza re-
ligiosa, como condición para que ella goce del
beneficio de las subvenciones nacionales.
La Constitución de Santa Fe dice en el artícu-
lo 4 o, que «su religión es la católica, apostólica,
romana, á la cual prestará su mas decidida pro-
tección y sus habitantes el mayor respeto»....
Luego no le es lícito á esa provincia combatir
la Iglesia por medio de sus senadores, ni á sus
senadores, agentes de sus intereses y de sus de-
rechos, violar los respetos que todos sus com-
provincianos deben á la religión católica.
La Constitución de Tucumán declara, que «las
autoridades de la provincia deben especial pro-
tección á la religión católica, apostólica y roma-
342 ENSEÑANZA CRISTIANA

na, que profesa el pueblo». Fluyen de aquí de-


beres conexos con la educación religiosa en las
escuelas populai-es, que la legislatura local
acaba de confesar y obedecer, dictando una ley
con declaraciones idénticas á las de Buenos
Aires 3^ al proyecto sostenido por los católicos
en el Congreso. La regla de conducta de sus
senadores no puede ser más clara. Ellos no
pueden contribuir á que se derogue una ley
que expresa la conciencia de su propia pro-
vincia.
La Rioja en el artículo 5.° de la Constitución,
establece que «el gobierno provincial sostiene el
culto católico, apostólico, romano». Aquí la
palabra no admite equívoco. Si por sostener el
culto hubiese de entenderse estipendiar sus mi-
nistros, según la interpretación que algunos han '
querido dar al artículo 2.° de la Constitución
Nacional, habría sido totalmente inoficioso en
un estatuto de provincia, estando esa función
cargo del gobierno federal. Pero si el sosteni-
miento ofrecido, antes es moral y jurídico, que
material y pecuniario, ninguna repugnancia
hay en que una provincia, que es un cuerpo po-
lítico, lo corrobore y confirme por su parte.—Y
como no es racional suponer que se dicten leyes
ociosas, el precepto que comentamos no admi-
te más que un sentido; el cual obliga á los sena-
dores riojanos á sostener, con la enseñanza reli-
giosa el principio moral en que descansa la
disciplina civil de su provincia.
El artículo 5.° de la Constitución de Salta dice
ANTE EL SENADO 343

textualmente; «profesa la provincia de Salta la


religión católica, apostólica, romana».
La provincia de Jujuy declara á su turno: «su
religión es la católica, apostólica, romana, á la
que presta su más decidida protección y sus
habitantes su mayor respeto».
Mendoza en el artículo 3.° de su Constitución,
dice también que «adopta y sostiene como reli-
gión de la provincia, la católica, apostólica, ro-
mana, según el artículo 2.° de la Constitución ge-
neral»; lo cual envuelve u n a interpretación de
este último, aceptada por el Congreso, á cuyo
examen debió ser sometida, como que fué pro-
mulgada en 1854, seis años antes de reformarla
Constitución Nacional en la cláusula que así
lo exigía para todas las constituciones provin-
ciales.
Idéntico al texto de Mendoza es el de la Cons-
titución de San Luis; poco difiere el de Cata-
marca de uno y otro; y Santiago del Estero, por
su parte, establece que «las autoridades de la
provincia deben especial protección y respeto
á la religión católica, apostólica, romana», por
manera que añadiendo á estas declaraciones ex-
plícitas la contenida en el artículo 33 de la Cons-
titución de Entre Ríos, que implícitamente las
equivale, resulta que están unánimes las provin-
cias argentinas en reconocerse católicas; y por
forzosa consecuencia, que los senadores, agentes
de esas provincias en los g r a n d e s consejos na-
cionales, ó protegerán el derecho de los católi-
cos, ó infringirán los términos de su mandato.
344 ENSEÑANZA CRISTIANA

Si los poderes nacionales en los Estados Uni-


dos de América han podido ser neutrales entre
las diversas divisiones del cristianismo, ello
procede de esta discorde profesión de fe de los
Estados primitivos, católicos, anglicanos, puri-
tanos ó cuákeros; pero como todos ellos con-
cordaban, por lo menos, en confesar la divini-
dad de Jesu Cristo, la redención y la inspiración
de los Libros Santos, la nación se ha considera-
do á sí misma como una nación cristiana.
Siendo en la República Argentina, católicos
todos los miembros de la federación, es conse-
cuencia de esta unidad de la fe que sea también
católica la Nación. Así lo declara su ley funda-
mental; y si la rama popular de la legislatura
se ha desviado de esa pauta legal, corresponde
rectificar el error á los representantes genuinos
y directos de las provincias, cuyo carácter reli-
gioso ultraja la ley de escuelas sometida á su
consideración.
No se arguya que ella debe regir tan sólo en
el distrito y territorio federales. También im-
plica condiciones para el patrocinio nacional
de las escuelas de provincia. Y aunque no las
implicara, la ciudad de Buenos Aires tiene de-
recho á no ser corrompida por un sistema esco-
lar que ha condenado y condena; y la nación
no puede hacer del asiento de sus autoridades
un centro de máximas y prácticas anticristia-
nas, sin convertirse en un conjunto de provin-
cias católicas, gobernadas desde un foco de
apostasía, cayendo así en una de aquellas
BUENOS AIRES ANTE EL SENADO 345

monstruosidades que los prueblos pagan en la


disolución y en la sangre.
Si el carácter del Senado como cuerpo repre-
sentativo de las provincias en su entidad orgá-
nica, le impone estos deberes, no se los impone
con menor viveza el carácter conservador que
inviste en el equilibrio de los poderes piíblicos
de la nación. Esa ley es una revolución: es la
más grave y trascendente de todas las revolu-
ciones que han perturbado la República. Com-
paradas con ella, nada son las que la han ensan-
grentado. Corromper los niños es mil veces
peor que exterminar los hombres. Y esa revo-
lución, con todas sus consecuencias y todos sus
complementos, se apodera del gobierno, confun-
diéndose así, por la naturaleza de su instrumen-
to, en una doble y terrible acción: en acción de
trastorno y acción de despotismo. Al Senado
corresponde atajarla.
Agosto 5.

Buenos Aires ante el Senado


La composición de Buenos Aires, por sus an-
tecedentes y sitio geográfico, da lugar á fenóme-
nos, que no pueden menos de inducir errores en
el espíritu de los hombres que viven en el inte-
rior de la República; y si alguna circunstancia
es capaz de probar la inconveniencia de que el
Estado se arrogue absoluto poder en el régimen
346 ENSEÑANZA CRISTIANA

de la educación pública, es sin duda la criada á


la Capital, en las discusiones pendientes sobre
la ley escolar. Está destinada á formularla una
asamblea, cuya mayoría juzga tal vez equivoca-
damente la condición moral de esta ciudad. Ne-
cesita, para proceder con acierto, interpretar la
voluntad de las familias bonaerenses, obscure-
cida por una atmósfera facticia, á cuyo través
no es fácil discernir bien las cosas.—Despojarla,
es uno de los deberes de la prensa católica.
Diremos todo con la mayor franqueza.
Buenos Aires pasa, ante el juicio de las pro-
vincias interiores, como un centro de excepti-
cismo religioso y de corrupción moral.
Esta opinión estriba en apariencias, que debe-
mos explicar.
Buenos Aires es el gran recipiente de la inmi-
gración extranjera de clase urbana. Los inmi-
grantes campesinos se esparcirán por las pro-
vincias en busca de tierra que cultivar; pero los
procedentes de ciudades no pasan de Buenos
Aires. Tomando en su conjunto estos grupos, y
á salvo excepciones individuales, porque ño es
justo confundir á los meritorios con los peligro-
sos, esta clase de inmigración es más á propósito
p a r a hacer daño que bien, en una nación nue-
va. La inmigración urbana se descompone en
dos elementos: el elemento obrero, y el elemento
semiletrado, que lo domina. Este último, las
más veces se forma de individuos inquietos, am-
biciosos y aventureros. Constituye las ligas,
que llaman Colonias, y asume su representación.
BUENOS AIRES ANTE EL SENADO 347

Toman la delantera los más audaces, que suelen


ser demagogos arrojados por las peripecias po-
líticas de Europa; y naturalmente, las masas que
congregan y encabezan, se infestan, por debili-
dad ó por interés, con las máximas que ellos
procuran inculcarles.
Siendo, por otra parte, Buenos Aires un puer-
to activísimo y el centro principal de los nego-
cios, el criterio utilitario impera sobre la parte
más activa de la población, la cual, en esta vir-
tud, acaricia el extranjerismo. Y como las au-
toridades sociales no se preocupan de los asun-
tos políticos, acaece que los partidos son, de
ordinario, dirigidos por hombres que necesitan,
para abrirse camino, adular esa población exóti-
ca, que vive de paso y á prisa, procurando enri-
quecerse, y para ello, enderezar las cosas pú-
blicas á su sabor.
Este conjunto de influencias anómalas adulte-
ra el verdadero carácter de Buenos Aires.
No está Buenos Aires en las paradas demagó-
gicas, ni se ha de buscar su espíritu en la ten-
dencia de los que hacen ruido en la superficie
social.
Es menester vivir de la vida, penetrar en sus
hogares, estudiar las costumbres domésticas, la
educación de familia, y conocer á fondo la mu-
jer bonaerense en la intimidad de su casa. Son
las madres quienes forman las sociedades,—y
las madres de Buenos Aires son irreprensibles.
Ninguna mujer del mundo las supera en fe, en
abnegación, en el celo de sus deberes; en todas
348 ENSEÑANZA CRISTIANA

las virtudes religiosas y domésticas.—Un hom-


bre reflexivo que visite nuestros templos, y vea
las muchedumbres enormes y piadosas que los
pueblan, y se haga cargo de la unanimidad y
del vigor de la fe en las mujeres de Buenos Ai-
res, nunca podrá creer que se formen generacio-
nes escépticas educadas por esas madres.
Esa es Buenos Aires; y para esa Buenos Ai-
res, no para la artificial que resulta del bullir y
del gritar de multitudes de advenedizos y de ilu-
sos, se trata ahora de formar escuelas.
¿A quién, si no es á las familias, debe pedir el
legislador su inspiración cuando se trata de la
enseñanza pública, destinada á auxiliarla y com-
pletar su esfuerzo en la obra, que constituye su
función capital?
No será de cierto á diarios que reflejan las teo-
rías y los empeños de una secta revolucionaria
v demoledora; ni á las sugestiones de media do-
cena de materialistas alborotadores; ni á reunio-
nes de niños, que van atolondrados sin saber
dónde; ni á los que trasladan programas de des-
trucción, porque traen el alma encancerada de
supersticiones y de odios enfermizos.
Es tan vigoroso el torrente contrariado por
esas tristísimas quimeras, que sus mismos pro-
pagandistas son impotentes para hacer preva-
lecer el escepticismo que predican, en la edu-
cación de los niños y en el régimen de sus fami-
lias.—Los hijos de los liberales se crían como
católicos en Buenos Aires, bajo la salvaguardia
de las madres.
BUENOS AIRES ANTE E L SENADO 349

Tal es La verdad pura.


Y hay hechos del orden administrativo y le-
gal, que comprueban del modo más concluyente
esta divergencia y esta superioridad del espíri-
tu social, comparado con el impulso de la revo-
lución anticristiana.
Jamás se ha dado en Buenos Aires una ley ni
un reglamento escolar, que no consulte la fe
predominante en las familias.
No haremos nosotros la apología de la políti-
ca de Rivadavia en los puntos conexos con los
intereses religiosos de la sociedad; mas si quie-
ren imitarlo los que invocan su tradición y su
nombre, deben recordar, que en su tiempo, im-
ponían los estatutos escolares deberes muy
explícitos á los maestros respecto de la ense-
ñanza y las prácticas de la religión, y que él
mismo solicitaba de la autoridad eclesiástica
oportuno auxilio para que los niños pudieran
asociar la oración á sus estudios infantiles.
Muchos años después, el señor Sarmiento te-
nía sobre sí la responsabilidad de negocio tan
grave, y para proceder, consultaba, sin duda, la
conciencia pública.
Véase en el documento, á continuación tras-
cripto, lo que esa conciencia sugirió entonces
al señor Sarmiento:
Departamento de Escuelas.
Buenos Aires, Marzo 12 de 1859.
Al Preceptor de la Escuela de.....
A fin de contribuir á la educación moral v religiosa
de los alumnos confiados por los padres de familia á la
350 ENSEÑANZA CRISTIANA

paternal solicitud del Estado, los maestros de escuelas


seguirán puntualmente las siguientes prescripciones:
A la apertura de la escuela por la mañana, harán
que los niños puestos de pie y con los brazos cruzados
recen la oración dominical y el bendito, cuidando el
maestro que este acto se haga con pausa, compostura y
decoro.
Los días de misa no festivos y los Jueves de todas las
semanas Eli MAESTRO EN PERSONA CONDUCIRÁ Á SUS
ALUMNOS Á LA MISA PARROQUIAL, ó los Domingos, donde
así lo juzgare conveniente la autoridad.
En el Jueves de la Semana Santa, el maestro conduci-
rá á sus alumnos á las estaciones, cuidando de que á
este acto solemne asistan todos sin excepción.
Otro tanto hará el 25 de Mayo, y toda vez que el se-
ñor juez de paz ó el comisionado de escuelas lo juzgue
oportuno.
E L MAESTRO PROVEERÁ DE ALUMNOS Á LOS SEÑORES
CURAS PARA AYUDAR Á MISA, Y ENSEÑARÁ Á LOS MÁS
ADELANTADOS ESTA PARTE DEL RITUAL
Los maestros deben persuadirse ai llenar estos sen-
cillos deberes del culto QUE SON MEDIOS DE EDUCACIÓN
POR LAS IDEAS SERIAS QUE DESPIERTAN EN EL ALMA, y
por el efeeto moral que la presencia y número de los
niños producen sobre las poblaciones.
Dios guarde á usted muchos años.—D. F. SARMIENTO.
Análogos principios han recorrido constante-
m e n t e los poderes públicos de B u e n o s Aires,
s i e m p r e q u e h a n n e c e s i t a d o afrontar la cuestión
d e la enseñanza.
Y a h e m o s r e c o r d a d o q u e l a ley v i g e n t e en l a
provincia, q u e r i g e también p o r a h o r a en la Ca-
pital, y cuyos p r e c e p t o s trabajaron los católicos
d e l a C á m a r a d e D i p u t a d o s p o r i n c l u i r e n el
LA SOCIEDAD ANTE EL SENADO 351

proyecto discutido, fué sancionada en las Cá-


maras provinciales por unanimidad de votos.
Finalmente, se ha de considerar que una gran
mayoría de los diputados de Buenos Aires y
de la Capital, votaron la fórmula de los católi-
cos en los debates de Julio, y la sostuvieron
enérgica y elocuentemente; lo cual indica, que
si Buenos Aires hubiera de resolver por sí sola
la cuestión, la resolvería sin duda, dejando ínte-
gra la ley actual en la parte pertinente.
Tiene el Congreso una facultad de legislación
exclusiva sobre el distrito federal; pero esa fa-
cultad no llega al extremo de darle leyes que
ultrajen su conciencia religiosa.
Conviene, por consiguiente, que el Senado no
estudie el espíritu de Buenos Aires donde él no
se manifiesta, ni tome por síntomas de su esta-
do moral declamaciones y alborotos, que re-
pugnan las familias, que repugna la sociedad,
que imperturbablemente repugnaron sus gober-
nantes y legisladores, antes y,después de Riva-
davia, cualesquiera que hayan sido sus errores
y sus negligencias, siempre que se han encon-
trado en un momento supremo y decisivo.
Agosto 8.

La sociedad ante el Senado


Cuando un diputado sorprendió á la Cámara
exigiendo que los católicos peticionantes en el
asunto de la ley escolar, fuesen obligados á pa-
352 ENSEÑANZA CRISTIANA

gar sellos y multas, ignoraba sin duda que en


Inglaterra, una petición dirigida al parlamento,
está exenta hasta del impuesto de correos.—Y
citamos la Inglaterra por ser su ejemplo singu-
larmente significativo. En pocas partes del mun-
do habrá pasado el derecho de petición por tan-
tas alternativas, ni habrá sido objeto de tantas
precauciones, á no ser en Rusia. Sin embargo,
los estatutos represores, han caducado de suyo,
dejando sitio á libertades, cada día mayores,
gracias al concepto, de que el derecho de peti-
cionar en un gobierno representativo, y princi-
palmente sobre materias que afectan á la vida
privada, es un complemento y un resorte pre-
cioso de las instituciones.
Siempre que las asambleas políticas afrontan
una cuestión de esa naturaleza, sus resoluciones
y sus actos, comprometen, ya el interés de los
individuos, ya sus derechos, ya su conciencia,
ya todo eso reunido, como acaece en el negocio
de la ley de escuelas.
Cierto que son esas asambleas el único órga-
no legal de la nación. Cierto que en ellas se
presumen representadas todas las familias.
Sin embargo, los pueblos no pueden gobernar-
se con apotegmas.—Una cosa es la teoría y el
estricto derecho: otra cosa es la realidad de la
vida, y evidentemente necesario, buscar recur-
sos eficaces para despejar los conflictos que na-
cen de esta diferencia, y á veces, del antagonis-
mo entre los postulados legales y los hechos
concretos.
LA SOCIEDAD ANTE EL SENADO 353

Legislar sobre educación es u n a facultad del


Congreso; pero legislar sobre educación con-
trariando la conciencia de las familias, no, es
facultad de ningún poder, en ninguna nación y
en ninguna época.
La escuela es cuando menos u n a institución
mixta, que tanto interesa al E s t a d o como á los
particulares; y por consiguiente, las creencias y
voluntad de los padres, su influencia p a r a en-
caminarlas, su intervención p a r a regirlas, son
indispensables, si no h a n de convertirse en ins-
trumento de artificios antisociales y de un gro-
sero despotismo oficial. L a s asambleas políticas,
dadas las condiciones contemporáneas de la
vida argentina, son formadas, de ordinario, te-
niendo en mira las inclinaciones y aptitud de
los hombres p a r a negocios totalmente extraños.
Explorar con sinceridad los ánimos y pareceres
dominantes en la sociedad, es u n a precaución
que las Cámaras deben adoptar para salvar la
conciencia de las familias, y p a r a salvarse á sí
mismas de desastrosos errores.
Invocaba el ministro de instrucción pública
el testimonio de la prensa á favor de sus fanta-
sías positivistas. No se curaba de analizar los
caracteres de la prensa en que se apoyaba. Pe-
ro, sin quererlo sin duda, y aún equivocando el
medio de exploración, reconocía implícitamen-
te la necesidad de tener en cuenta otros ante-
cedentes que las teorías mal digeridas de tres ó
cuatro liberales con derecho de parlar en el
Congreso.
23
354 ENSEÑANZA CRISTIANA

Entretanto, veinticuatro mil firmas de la ciu-


dad de Buenos Aires presentadas al Congreso
en una semana: cincuenta ó sesenta mil ya
reunidas en el resto de la República, es decir,
una masa mayor de la que concurre á la elec-
ción de cualquier presidente, suscribiendo una
petición que reclama la enseñanza religiosa, es
un síntoma de la fe del pueblo y una fuerza mo-
ral, que el Senado no debe, como la otra Cáma-
ra, desdeñarse de considerar.
El parlamento inglés ha solido recibir en un
año 24.000 peticiones; y el impulso de la opinión
ha conseguido la introducción de solicitudes
hasta con un millón de firmas. Todas las exami-
na; todas las estudia; y sobre todas ellas elabo-
ra disposiciones particulares ó leyes generales.
No hay gobierno representativo en que sean
despreciadas esas grandes alianzas de intereses
morales y de derechos sagrados, que se acogen
al amparo de las autoridades en los conflictos y
en los peligros.
Hemos manifestado las reglas de conducta
que por su carácter político tiene que obedecer
el Senado Nacional al resolver sobre la ley de
escuelas.
Hemos expuesto los antecedentes y los he-
chos actuales, en que se revela el verdadero es-
píritu de Buenos Aires, falsificado por una
prensa malsana, por turbas exóticas, y por las
facciones que bullen en la superficie de la so-
ciedad.
Presentamos ahora millares y millares de pa-
LA SOCIEDAD ANTE EL SENADO 355

dres y madres de familias, que se interponen


entre sus hijos y la avalancha liberal y atea.
Medítelo el Senado.
Se le induce á cometer el atentado más odio-
so en que jamás pudiera incurrir.
Si prolongara el tiempo del m a n d a t o presi-
dencial; si infringiendo el artículo 29 d e la Cons-
titución otorgara al presidente todo el poder de
don Juan Manuel Rosas, habría cometido un
crimen, sin duda; pero no titubeamos e n afirmar
que, cuanto es superior la libertad de la concien-
cia cristiana á cualquier libertad del orden po-
lítico, sería más grave el crimen de o p r i m i r las
familias, obligándolas á educar sus hijos en es-
cuelas sin Dios.
Y hay otra consideración.
No sólo se le induce á un atentado: s e le indu-
ce á una cobardía.
Los senadores que se dejaran avasallar hasta
constituir una dictadura, se e x p o n d r í a n á morir
en pena de su delito. Los que c o n t r i b u y e r a n á
oprimir las conciencias, delinquirían á mansal-
va, grave y cobardemente á la vez.
De una parte estará la verdad y l a religión:
de otra parte, las asechanzas masónicas y el fre-
nesí corruptor de la revolución.
De una parte está la sociedad argentina: de
otra parte está un grupo voluntarioso y ciego.
Agosto íl.

.-'
356 ENSEÑANZA CRISTIANA

Liberalismo y catolicismo
Hay dos hechos que no puede ignorar quien
h a y a meditado sobre la historia patria: la reli-
giosidad de la masa culta de la República Argen-
tina, y el carácter eminentemente católico de la
instrucción de su clase letrada, en los tiempos
que precedieron á la emancipación, y en los
años transcurridos hasta la caída de Rosas.
Podríamos, sin duda, colocar en la ópoca de
Rivadavia la aparición del liberalismo en la
escena política. Podríamos también señalar,
como una excepción, correspondiente al mismo
período, el sesgo dado accidentalmente á la en-
señanza pública por algunos profesores infesta-
dos de filosofismo.
Pero es de advertir que la revolución liberal
no h a nacido del fondo de la sociedad. Ha naci-
do en la superficie. El contagio ha penetrado
por la esfera política. Seducidos por los publi-
cistas franceses que dogmatizaban la revolu-
ción, cayeron los hombres de Estado en las
ilusiones, que poco á poco fueron gastando en
su espíritu el vigor de las creencias; y la con-
tradicción, que hoy notamos, entre el Estado y
la sociedad, es tan antigua como laimpugnación
de esas máximas en los partidos y clases go-
bernantes. Son muy pocos los hombres públicos
que han apostatado ruidosamente, aunque sean
menos los que se han conservado fieles á la
Iglesia.—La raíz del mal ha estado en la manera
LIBERALISMO Y CATOLICISMO 357

de entender la constitución del poder.—Trasla-


dada de E u r o p a la doctrina revolucionaria,
aunque no se trasladara adrede su fundamento
filosófico, ha producido aquí los mismos estra-
gos que allá.
Entre tanto, así como, en tiempos antiguos,
,fueron los jesuitas los únicos institutores de la
juventud en el Río de la Plata, una vez que el
acto despótico de Í767 los expulsó de los domi-
nios españoles, otras órdenes religiosas, y en
primera línea, la de San Francisco, ó el clero
secular, han sido los continuadores de su obra
de civilización. Los franciscanos reemplazaron
á la Compañía en la Universidad de Córdoba.
El Convictorio Carolino y el Real Colegio de
San Carlos fueron clericales. Clerical fué el
Colegio de Ciencias Morales.—En manos de
sacerdotes estuvo la Universidad de Buenos
Aires en sus primeros pasos. —Reprodujimos
ayer un discurso del doctor Avellaneda, que
pone de relieve la acción civilizadora de los
conventos en las provincias del interior; y es un
hecho, que ninguna malevolencia puede oscu-
recer, que el convento franciscano de Buenos
Aires conservó, en la decadencia universitaria
de la época de Rosas, la tradición de cultura y
el estudio de las ciencias en Buenos Aires.
Por consiguiente, aunque los políticos se de-
jaran envolver en los sofismas de la revolución
cosmopolita, los grandes factores de la civiliza-
ción argentina continuarán siendo cristianos.
Mas tarde, la enseñanza pública se ha vicia-
358 ENSEÑANZA CRISTIANA

do: no á tal extremo, sin embargo, que haya


conseguido hasta ahora corromper por entero
las fuentes de la cultura nacional.
Después que cayó Rosas, la Universidad de
Buenos Aires renació mal. Los gobiernos, ya
apegados al centralismo, no advirtieron, que la
oportuninad era propicia para constituirla en
condiciones regulares, y la organizaron como
una oñcina administrativa, sin espíritu de cuer-
po ni tradición que le diera vitalidad. Ella, por
otra parte, monopolizó la segunda enseñanza,
apenas compartida con media docena de cole-
gios particulares, fundados por protestantes y
con miras más bien industriales que civilizado-
ras. El cultivo de las creencias y de los senti-
mientos morales fué pospuesto por larga tem-
porada. Uníase, pues, al escepticismo reflejado
de las quimeras políticas, el que nacía del aban-
dono de la educación moral.—De esta suerte, se
ha engrosado el elemento liberal; mas, como
quiera que no fuese su liberalismo ni consciente
ni malicioso, sino producto de ignorancia é
indiferentismo, ha carecido de espíritu militante
y activo, y por consecuencia, se h a conservado
en la superficie sin profundizar en lo hondo de
la sociedad. *
Es mucha verdad que los católicos argentinos
han sido descuidados y perezosos. Su desidia
tiene explicación, sin embargo, en la parsimo-
nia y el disimulo de sus enemigos.
El renacimiento católico tenía que sobrevenir
el día en que el liberalismo se desembozara.

<
LIBERALISMO Y CATOLICISMO 359

Los hechos justifican ese juicio.


Ha llegado un día en q u e la tendencia fatal é
indeliberada del elemento liberal, se ha trans-
formado en un sistema de política anticristiana.
Ello ha sido suficiente p a r a que veamos el
movimiento que la República presencia en la
actualidad.
Y es forzoso que los católicos y los políticos
aprecien su significado y su alcance.
Los católicos argentinos han hecho caso omi-
so de sus creencias en la vida política. Han en-
tendido que con cualquier gobierno, la fe se
salvaría en la sociedad; y aunque eso sea'exac-
to, bajo cierto concepto, por ser el cristianismo
sobrenatural en su origen, y sobrenatural su
subsistencia, es falsísimo, del punto de vista
puramente humano y social, porque el cristia-
nismo, no sólo es el reino interior de Dios en
las almas, sino también es su reino exterior en
la sociedad; por donde s e v e que las institucio-
nes civiles en un E s t a d o cristiano no pueden
divorciarse, ni del espíritu del Evangelio, ni del
derecho desarrollado en la Iglesia, que es la
asociación universal d é l o s que confiesan áCris-
to; y que sus mismas instituciones políticas
serán inadecuadas á s u s objetos desde que no
concuerden con los principios cristianos, base
de su civilización, y ley superior délas concien-
cias de los subditos.
Por consecuencia, la religión no puede ser
relegada á la vida privada: afecta directa é in-
tensamente las relaciones sociales en el orden
360 ENSEÑANZA CRISTIANA

civil, en el orden político y en el orden econó-


mico.
Olvidarlo, y volver la espalda á la verdad,
todo es uno.
Y tanto como los católicos, tienen que estu-
diar los políticos en estos fenómenos.
Desde luego, la experiencia h a venido á poner
en claro el alto acierto de la Constitución Na-
cional y de las leyes argentinas, que han basado
instituciones esenciales en la catolicidad del
pueblo sobre el cual imperan; y por otra parte,
revelan los sucesos actuales, que la gran mayoría
cristiana de la sociedad no necesitaba para sa-
cudir su larga apatía, y renunciar á sus anti-
guas y deplorables condescendencias, sino ver
realmente amenazada su fe y la educación reli-
giosa de los niños por la política anticatólica
del gobierno.
Todas las artificiosas combinaciones de los
partidos comienzan á ceder. Por trabada y sóli-
da que fuera su estructura, la dislocación de sus
adherentes va haciéndose visible, y creyentes
y liberales obedecerán tal vez en un día no muy
lejano, á otras afinidades que á las del común
interés de bandos puramente políticos, para aso-
ciarse y actuar en la esfera de los negocios pú-
blicos.
Cien mil firmas puestas hasta ahora al pie de
una manifestación católica: todas las provincias,
todos los prelados, todas las clases de la socie-
dad en acción y a en defensa de los intereses
morales de la República, son una fuerza, capaz
LA ÚLTIMA P A L A B R A 361

de innovar radicalmente la vida pública en la


nación, si no se apodera de las ánimos un cobar-
de desaliento, que apenas es de temer cuando
se observa, que este renacimiento ha seguido á
un contraste y no á una victoria.
Agosto 23.

La última palabra
La República espera ansiosamente la última
palabra en la cuestión de la enseñanza religio-
sa, de labios del Senado.
Va él á afrontar el asunto en circunstancias
harto diversas de las que rodeaban á la Cámara
de Diputados, y que no contribuyen en poco á
realzar la solemnidad de sus debates y de su re-
solución.
En estados sociales, como el que tenía este
país momentos antes que el gobierno lanzara su
reto al catolicismo, las cuestiones religiosas,
por graves que sean, toman desprevenidos á
ios pueblos. Estas sorpresas ocasionan grandes
errores y confusiones.
Muchos estiman mal la trascendencia de las
cosas. Otros se dejan seducir por las declama-
ciones con que el liberalismo vela hipócrita-
mente lo que en realidad se propone hacer. No
falta quien se engañe respecto del verdadero
estado de Ja opinión, y piensa que cede á una
conciencia pública, poderosa aunque errónea,
362 ENSEÑANZA CRISTIANA

cuando á la v e r d a d se somete tan sólo á las exi-


gencias de g r u p o s diminutos y bullangueros. Los
más no perciben, t r a s del aparato de gobernan-
tes, diputados y periodistas, el real y oculto
agente de las revoluciones que minan el orden
social junto con el orden religioso.
Recorramos los acontecimientos agrupados
en pocas semanas de lucha, y hallaremos, sin
duda, confirmadas todas estas observaciones, v
7 7 •/

en exhibición este variadísimo conjunto de gen-


tes desorientadas.
Se ha dicho que de suprimir la enseñanza re-
ligiosa en las escuelas, no se sigue perjuicio á
la fe del pueblo, quedando expedita la acción
educatriz de las familias por la completa neutra-
lidad del maestro público en materias dogmáti-
cas;—y h a habido quien cayera en el lazo, olvi-
dando que si la farsa de educar se comparte
entre la familia y la escuela, es menester tme
ambos factores se concierten y obren en armo-
nía, so pena de destruirse recíprocamente. Y
como el empeño del liberalismo no va hasta
reemplazar la fe por una falsa creencia, sino á
destruir todo credo positivo en el alma de los
niños; es evidente, que encontraría satisfechos
sus deseos, neutralizando la familia por medio
de la escuela, y la escuela por medio de la fa-
milia. La neutralidad escolar es una ilusión en
la mente de los candidos, y una añagaza en bo-
ca de sus defensores. No es posible prescindir
de Cristo. Ó hay que confesarlo, ó hay qife ne-
garlo. Aunque fuera posible el absoluto silencio,
LA Ú L T I M A P A L A B R A 363

ese mismo silencio sería u n a negación implícita.


Por consiguiente, la escuela sin religión, es
escuela contra la religión; la escuela neutra es
anticristiana, porque el que no está con Cristo
está contra Cristo.
Decíase también que el proyecto liberal no
significaba un acto de hostilidad á la religión,
sino una inocente reglamentación de la manera
de enseñarla. Sería ocioso recapitular los argu-
mentos que han puesto en claro la hipocresía de
semejante declaración. Hechos, más elocuentes
que cualquier raciocinio, lo han descubierto
hasta disipar la última s o m b r a de una duda.
Los liberales más zorros podrán acusar cuan-
to quieran al ministro Wilde de imprudencia y
de intemperancia por su discurso en la Cámara
de Diputados; podrán tener razón en decir que
se ha excedido de sus instrucciones, afirmando
categóricamente que el gobierno adhería el pro-
}recto deseoso de quitar á la Iglesia su influen-
cia en la sociedad; acertarán en achacar á la
genial ligereza de un hombre habituado á la lite-
ratura festiva, sus terminantes declaraciones
contra los dogmas cristianos, y los sacrilegios
que profirió ante la representación nacional.
Pero no pueden negar, que al proceder así conti-
nuó desarrollando los mismos temas y las mis-
mas máximas que algunos diputados habían
presentado á la Cámara: que, en la sustancia,
por consiguiente, no se h a excedido, aunque lo
haya hecho en las formas: que, en mérito de las
razones impías y sacrilegas, por él y por otros
364 ENSEÑANZA CRISTIANA

alegadas, pasó el proyecto en el cuadrillazo del


14 de Julio: que su aprobación h a sido festejada
como una victoria del masonismo, de la manera
más ruidosa; y por fin que el mismo ministro ha
acompañado, con sus jactancias, á los radicales
adversarios del cristianismo, en sus regocijos
triunfales.
Otro prestigio desvanecido.
Alegábase, por añadidura, el deber constitu-
cional de proteger la libertad de conciencia.
Si hay un punto bien probado en toda la con-
troversia, es que el respeto á la libertad de
conciencia estaba, como es natural, de parte de
los católicos, y no de parte de los liberales que»
formando una secta demoledora, ni tienen ni
respetan ninguna creencia. Es verdad, que la
libertad de conciencia está comprometida en la
cuestión, pero lo está, porque la ley, según la
fórmula sostenida por el liberalismo, oprime es-
candalosamente la conciencia de los católicos.
Nadie puede ignorar que, privando á los padres
de familia, forzados á poner sus hijos en manos
de los maestros del Estado, de los medios de
educarlos, según sus creencias, se comete el
atentado más brutal contra el más sagrado de-
recho de la paternidad, puesto que se le estorba
cumplir el primero de sus deberes. Nadie igno-
r a tampoco que la Iglesia condena las escuelas
neutras. Por consiguiente, nadie ignora que los
católicos no podemos en conciencia, enviar á
ellas nuestros hijos. Si, pues, el Estado tiene la
obligación de proteger la Iglesia, también tiene
LA ÚLTIMA P A L A B R A 365

la obligación de protegernos en la observancia


de sus leyes; sin ío cual la protección es irrisoria,
ose cambia en ultrajante despotismo.
Muchos han argüido que esa ley era reclama-
da por casi la unanimidad del pueblo, y que el
escepticismo ha invadido tan extensamente la
masa social, que apenas queda uno que otro re-
zagado que conserve apego á los dogmas y prác-
ticas del catolicismo. Un largo adormecimiento
de los católicos, y su apática condescendencia
frente á los manejos del liberalismo, señoreado
de la vida publica en la nación, parecían dar
colorido de acertado á ese ignominioso diagnós-
tico de nuestras enfermedades morales. Cien
mil firmas recogidas para pedir que Dios no sea
expulsado de las escuelas del pueblo: un movi-
miento, imponente ya, en que intervienen todas
las clases sociales, y del cual participa el epis-
copado argentino, el clero y las madres de fami-
lia, destruyen hoy ese error, que á nadie discul-
pó nunca de apostatar, pero que al cabo podía
seducir á los tibios y á los vacilantes.
Dijimos desde el primer momento de la con-
tienda, que tras del gobierno que apostata, está
la francmasonería que, por su disciplina y sus
maniobras subterráneas, lo arrastra al precipi-
cio, y con él, á la nación. Esta vinculación
servil ya no es un misterio ni una conjetura. Es
un hecho confesado y evidente.
Cuánto camino se ha recorrido en tan poco
tiempo!
La cuestión llega al Senado, sin parásitos, sin
366 ENSEÑANZA CRISTIANA

enredos, sin disimulos, sin secretos, sin engaño


alguno posible.
Está de un lado el liberalismo sublevado con-
tra Cristo. Está de otra parte el pueblo argen-
tino fidelísimamente adicto á su fe. El liberalis-
mo quiere tiranizarnos. Nosotros queremos la
santa libertad, que nos ganó el Redentor.
Esperamos del Senado la última palabra.
Agosto 24.

«La ley de educación primaria


ante el Senado argentino»
Comenzó á circular antiyer un sustancial
opúsculo, cuyo título sirve á estas líneas, escri-
to por nuestro eminente amigo el doctor don
Miguel Navarro Viola. Sale á luz en momento
muy oportuno, y quisiéramos que no lo leyeran
en vano los Senadores, de cuya actitud espera
hoy día la República la solución del primer
conflicto grave entre la religión y el liberalismo.
El doctor Navarro Viola, muy bien informado
de todos los antecedentes de nuestra moderna
legislación escolar por la activa parte que en su
formación ha tenido, tanto en la Convención y
Cámaras de Buenos Aires, como en el Consejo
de Escuelas y el Congreso federal, sin descuidar
el punto capital de la controversia, ha endere-
zado su examen al conjunto de la ley improvi- i
sada en la Cámara de Diputados.
LA LEY DE EDUCACIÓN PRIMARIA 367

Fundamentalmente, adherimos á sus juicios,


y los aplaudimos.
Demoleré improvisar son dos vicios esencial-
mente revolucionarios, y por desgracia, esen-
cialmente argentinos.—Un espíritu de novedad
y un fanático apego á cualquier quimera relu-
ciente y sonora, impera á tal extremo en cierta
clase de individuos, que nos lleva de innovación
en innovación, de ensayo en ensayo, y de prue-
ba en prueba, Dios sabe á qué cataclismos, por
una senda en que los desengaños y los desastres
se van amontonando como los escombros de las
ruinas después de los terremotos.
Desde que los ilusos se plegaron á la escuela
revolucionaria, que comienza á contar la histo-
ria de F r a n c i a en 1789, y tiene por una revolu-
ción el sistema de sofismas en que estriba el
liberalismo contemporáneo, hubiera previsto
cualquier hombre reflexivo, que nada sólido
podría ulteriormente fundarse, ni institución al-
guna podría desenvolverse y fructificar quieta
y naturalmente en n u e s t r o orden político y ad-
ministrativo.
Taine h a retratado con maestría esos políti-
cos fantásticos que pretenden gobernar por me-
dio de teoremas.—Acogen una m á x i m a que los
seduce, frecuentemente sólo por que les ha-
laga, y presumen deducir de ella una serie de
consecuencias, que convierten en otras tantas
instituciones, precarias y estériles sin duda,
desde que su armonía con la índole social no
les da vida, ni sus raíces en el pasado y la tradi-
ción les den consistencia.
368 ENSEÑANZA CRISTIANA

Estamos delante de un caso particular de


esta manía política.
Hace treinta años que se dictó la Constitución
federal argentina, con grandísimo acierto, no
sólo por ser correcta la teoría del federalismo,
sino porque era políticamente imposible radi-
car la unidad nacional sobre distinta base, cua-
lesquiera que fuesen las imperfecciones relati-
vas del sistema, si había de ser aplicado en una
nación, cuyas provincias ni tenían ni tienen
equilibrio entre sí por su población ni su ri-
queza.
Estudiando los elementos reales de la nacio-
nalidad, los constituyentes ejecutaron una obra
prudente, y se abstuvieron de dar á las institu-
ciones formas caprichosas, necesariamente ca-
ducas, aunque fueran lógicas. Así, establecieron
muchísimas disposiciones, más bien unitarias
que federales, pero sin duda, indispensables, y
exentas de peligro serio, puesto que se adapta-
ban á las necesidades públicas. No las enume-
raremos aquí.
Bajo otros respectos, prescindieron de los
modelos extranjeros en punto á la división de
las facultades de gobierno entre la nación y las
provincias, cediendo, en ciertos casos, á fenó-
menos particulares, y haciendo materia de le-
gislación concurrente, ciertos asuntos, que otras
Constituciones federales, han entregado mera-
mente á las provincias. En este caso se en-
cuentra la instrucción pública, y especialmente
la instrucción primaria.
LA LEY DE EDUCACIÓN PRIMARIA 369

Siendo la instrucción primaria, en la esencia,


un negocio doméstico y una función paterna,
la intervención del Estado en su régimen no
puede ser sino supletoria, y se justifica, en cuan-
to compromete intereses sociales al par que
individuales, y porque es uno de los papeles que
incumben á la sociedad, favorecer las familias
en el ejercicio de todas aquellas facultades que
concurren al bien común. Pero de aquí se sigue
que, no siendo política la función de educar,
esta acción de concierto y de fomento, corres-
ponde á los municipios y á las provincias, más
bien que al Estado nacional. De aquí lo pres-
cripto por el artículo 5.° de la Constitución.
Sin embargo, la necesidad de educar era cier-
ta, y eran y son inciertos los recursos particu-
lares de las provincias para fomentar escuelas
en número suficiente y con dotaciones adecua-
das á los servicios que deben prestar. De aquí
la intervención conferida, en estas materias al
Congreso, por el artículo 67 de la misma Cons-
titución.
Este plan lia sido gradualmente organizado
por medio de leyes fragmentarias, y por medio
de leyes locales, que poco á poco, iban criando
en la República un sistema completo de legisla-
ción escolar, concordante con la situación
financiera de la República, y con los grandes
fines que tuvo en mira la Constitución al bos-
quejarlo.
En 1880, la ley de Capital, pone la ciudad de
Buenos Aires bajo la jurisdicción federal. Mas
24
370 ENSEÑANZA CRISTIANA

esta ciudad no era un campamento de beduinos:


era una corporación jurídica y municipal, con
instituciones, reglas y costumbres....
Convengamos en que el presidente Roca no
lo entendía sino á medias; pero al cabo, la me-
dia inteligencia de las cosas que tuvo, bastó
para que, bien aconsejado en cuanto á este de-
talle, considerara innecesario variar la legisla-
ción escolar, cuyos vacíos podían ser pruden-
te y paulatinamente llenados, sin entrar en nue-
vos ensayos, sin lanzarse á experimentar siste-
mas fantásticos, y muchísimo menos, á copiar
leyes de guerra, lanzadas en naciones extranje-
ras á impulsos del vértigo revolucionario.
Se asemejan los políticos de media cuchara á
los barberos, en el amor á la simetría. Luego
consideraron q u e era indispensable removerlo
todo, p a r a formar un código escolar armónico
y sistemático.
Llegaron al Congreso.
Pero la comisión del Congreso tenía mejores
ojos que el gobierno; y el doctor Navarro Viola
explica en su opúsculo, las razones gravísimas
que lo indujeron á no separarse de una legisla-
ción, que y a tenía á su favor la experiencia, y
estaba sancionada por su relativa duración.
El presidente, que se h a tragado, con el caro-
zo, aquello del «Jefe Supremo de la Nación»,
inspiró sin duda las recetas de su ministro de
instrucción pública, para cercenar la indepen-
dencia de la administración escolar.—La comi-
sión desdeñó el recipe, y siguió adelante.
LA LEY DE EDUCACIÓN PRIMARIA 371

Hasta aquí las cosas iban por camino recto.


Pero bajo el sillón presidencial estaba la mi-
na, y el médico del presidente tiene una oreja
para S. E. y otra p a r a sus jefes secretos.—Ines-
peradamente, la mina estalló; y el gobierno, en
plena apotasía, se lanzó al campo de la revolu-
ción anticristiana.
El presidente del Congreso Pedagógico y el
de la República se encontraron vinculados por
un odio común;—y como era el primero y no el
segundo quien tenía fragua encendida, dióse á
forjar á prisa un nuevo sistema, químico en sus
elementos administrativos, vacío y ampuloso en
sus elementos técnicos, incompleto en sus ele-
mentos institucionales, anticristiano y pérfido
en sus elementos morales.
Esta última faz, por ser la más prominente,
absorbió la atención de las Cámaras, de la pren-
sa, y de la sociedad, al punto de concentrar en
ella todo el debate, descuidándose lo restante
del proyecto.
El doctor Navarro Viola se ha empeñado en
demostrar su incongruencia y su vaciedad; y
para conseguirlo, le ha bastado analizarlo.—El
proyecto no resiste al examen.
Prescindiendo de la cuestión religiosa, es un
monumento de ligereza. Traza planos con líneas
imaginarias: legisla como la constitución de
Locke, para el género humano, es decir, que no
legisla p a r a nadie; y como, si el Senado lo
aprueba, velis nolis> h a de regir en la República
Argentina, viene á ser un cuaderno mal escrito
372 ENSEÑANZA CRISTIANA

de aforismos y declamaciones, que no servirá


sino para demoler lo que estaba casi construido,
y embarazar la acción de los poderes públicos,
mejor aconsejados que los del día, y que hayan
de preocuparse de los grandes asuntos maltra-
tados en su texto. Legisla p a r a lo que no exis-
te, y calla respecto de lo que existe. Se ocupa
de los desiertos, y se olvida de las provincias.—
Provee á los indios, y desahucia á los argenti-
nos! Y añadiendo el liberalismo á la improvisa-
ción, coloca á los adivinos de la pampa en pie
de igualdad con el sacerdocio católico.
Notemos de paso esta singularidad:
En los territorios nacionales (Misiones, Chaco
y Patagorria), según esa ley, antes ó después de
la escuela, los ministros de cualquier culto
pueden ir á enseñar sus doctrinas á los niños:
de suerte, que en vez de fomentar la conversión
de los indios al catolicismo, como ordena la
Constitución, los poderes públicos protegerán
las supersticiones de los indígenas, igualándolas
con los dogmas del cristianismo. Esto no lo dice
el doctor Navarro Viola; pero lo prueba, de-
mostrando perentoriamente que del texto del
proyecto se sigue que no h a de regir sino sobre
la Capital de la República y los territorios in-
dios, en los cuales supone que existen disiden-
cias religiosas, y habiendo en realidad la disi-
dencia que media entre el cristianismo y la
gentilidad de razas en ínfima barbarie.—Es
imposible ir más allá, aún teniendo alojamiento
en la quinta de Melóndez.
LA GRAN CUESTIÓN 373

Esta pedantesca y extravagante factura se


encuentra sometida al Senado de la Nación.—
Ninguna asamblea seria ha pasado jamás por
mayor humillación.
Agosto '25

La gran cuestión

Anoche fué g a n a d a la cuestión ele la enseñan-


za religiosa ante el Senado.
Al abrirse la sesión, la voz de ochenta y ocho
mil argentinos presentó á los representantes de
las provincias el clamor de las familias ultraja-
das en la libertad de su conciencia por la reso-
lución de la Cámara de Diputados.
Vibraba todavía en aquel recinto el eco de
mil señoras, que dos días antes se habían acó-
gido á la protección del más alto cuerpo político
del Estado, poniendo á su amparo la fe y el co-
razón de los niños argentinos.
Bajo estos influjos; bajo la acción moral del
más grande movimiento de opinión que h a y a
presenciado jamás la República; á la luz de la
verdad, irradiante en este prolongado y anima-
dísimo debate, no era posible que cupiera el
triunfo á las paradojas y las temerarias nove-
dades de los que vinculan el porvenir de la
patria con la apostasía de la fe cristiana.
Los liberales del Senado han hecho un su-
premo esfuerzo obstruccionista, valiéndose de
374 ENSEÑANZA CRISTIANA

todos los recursos de la táctica parlamentaria,


y algún otro, que se estrellaron contra la volun-
tad decidida de los senadores católicos, de sos-
tener, como dijo el doctor Avellaneda, la jorna-
da á pie firme hasta su terminación.
Allí estaba el ministro Wilde.
A nombre del poder ejecutivo sostuvo un
proyecto con que la Cámara de Diputados había
reemplazado el que el poder ejecutivo presentó
al Senado, y el Senado aprobó en 1881.
El proyecto «Leguizamón» fué rechazado en
general.
El dictamen de la minoría de la comisión de
legislación fué aprobado.
Este voto del Senado tiene doble significa-
ción.
Importa el rechazo de la ley de educación sin
Dios.
Importa la conservación de la ley de Buenos
Aires, que establece la necesidad de enseñar la
religión para formar el carácter de los hombres,
en vista de sus deberes en la vida privada y de
sus funciones cívicas en el orden de las nacio-
nes republicanas.
La Cámara de Senadores, por otra parte, ha
reivindicado sus prerrogativas constitucionales
como Cámara iniciadora en la cuestión.
Bajo ambos conceptos, su resolución es una
positiva ventaja, que, por lo menos, probará á los
que se han conjurado contra Cristo, que tienen
en pugna con sus designios la enérgica volun-
tad y la firme conciencia de un pueblo, y digní-
LA GRAN CUESTIÓN 375

simos mandatarios nacionales, dispuestos á no


ceder un paso en la defensa de sus altares.
De cierto que esta ventaja no es la victoria.
El presidente h a declarado g u e r r a á la Iglesia.
La hará, tanto más acerba, cuanto más ciega-
mente se ha afiliado bajo las banderas de la
revolución; cuanto más ulcerado h a de quedar
por la herida de amor propio que acaba de re-
cibir.
L a s formas que esa guerra puede tomar son
tan múltiples como los puntos en q u e el poder
civil tiene contacto con la religión y con la
Iglesia; y pueden ser tan insidiosos como los
medios que tiene a m a n o un gobierno infiel para
frustrar en la práctica las disposiciones de una
ley que h a manifestado aborrecer.
No se aduerman los católicos en la ilusión de
las ventajas conquistadas sobre un enemigo re-
suelto, é incansable.
Si su energía y su celo han prevalecido por
divina providencia, en el detalle de la lucha,
que motiva estas líneas, tengan en cuenta que,
en sumo caso, hemos ganado u n a fórmula legal,
que puede ser vana, desde que sus ejecutores
sean nuestros enemigos, es decir, los enemigos
de la Iglesia cristiana; consideren que la cuestión
escolar puede renacer, y probablemente renacerá
en lo sucesivo; y sobre todo, que no es sino un
capítulo del vasto y complejo sistema, que cons-
tituj'e los planes demoledores del liberalismo.
No se adormezcan.
Hoy como ayer, después lo mismo que antes
376 ENSEÑANZA CRISTIANA

de la resolución del senado, hay una revolución


en el gobierno. Estamos frente del liberalismo
armado con todos los recursos que le da la
apostasía de los que están desgraciadamente, á
la cabeza de la nación. Necesitamos luchar sin
perder fortaleza en lo adverso, ni actividad en
lo próspero.
Demos gracias á Dios que no ha permitido la
consumación del escándalo; pero luchemos sin
tregua!
Agosto 29.
ESTUDIOS CLÁSICOS 377

ARTÍCULOS SOBRE EDÜCiCIÓH SECUNDARIA


Y SUPERIOR (i)

Estudios clásicos.-— Libertad de enseñanza.—Planes de estudio.—


Positivismo.-Enseñanza. —Segunda enseñanza. —Libertad
de enseñanza.--Objeciones.—Un ejemplo.—Libertad y civili-
zación.—Progreso y monopolio.—Por qué pedimos libertad.
—Filosofía.—Universidad.—Un vacio.—Las Humanidades.—
Gratuidad y monopolio.

Estudios clásicos
Parece que en los presupuestos del departa-
mento de instrucción pública para Í884han sido
suprimidas las dotaciones consagradas á cos-
tear en los colegios nacionales la enseñanza de
la lengua griega; y serta insólito que se verifi-
cara en silencio, cual si se tratara de cosa in-
significante, esta mutilación de los estudios
clásicos, que en ninguna sociedad se ven com-
prometidas sin excitar grandes y profundas in-
quietudes.—En su ruina arrastran la civiliza-
ción; y para valemos de una expresión de M.
Guizot, «el crédito de los pueblos en el mundo»;
porque á su cultivo está, según el testimonio de

(1) Véanse los estudios y artículos sobre estas materias, publica-


dos en el tomo 6.° de las Obras Completas (1.° del Curso de Derecho
Constitucional)^ página 351; tomo 10.° de las Obras Completas (2.°
de Miscelánea) páginas 330, 342 y 433 y siguientes.—(¿V\. del E.).
378 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

los educadores más experimentados, inviolable-


mente unido el imperio de la inteligencia, como
á su fundamento más sólido y su necesaria con-
dición.
Proteste en buenhora un positivismo mortí-
fero contra esta vivaz cultura de los espíritus,
que los robustece, los eleva, los equilibra, los
flexibiliza, y proporciona á los pueblos sus hom-
bres mas útiles y sus ornamentos más nobles.—
No cambiará la esencia ni la forma de las civi-
lizaciones.
Sus tendencias lo impelen á destruir los es-
tudios clásicos, p a r a hacer de las ciencias exac-
tas y naturales el meollo de la educación cien-
tífica de la juventud. No pondremos, de cierto,
en duda la conveniencia de iniciar los jóvenes
en los secretos de la naturaleza y en la indaga-
ción de sus leyes, sobre todo c u a n d o en su fije-
za, en su armonía y en sus esplendores, el alma
busca el reflejo del Soberano A u t o r de todas las
cosas; ni hombre cuerdo existirá que niegue la
utilidad de las matemáticas, consideradas como
gimnasia de la inteligencia p a r a habituarla ai
rigor del razonamiento. Pero así y todo, y por
fecundas que estas ciencias sean asociadas á
los estudios clásicos, es imposible que los reem-
placen; y si de hecho los sustituyeran en el pro-
grama de la educación universitaria, sería á ex-
pensas de las inteligencias y de la sociedad.
Cuando una escuela toma á su cargo un'niño,
y nos colocamos aquí adrede en la hipótesis del
socialismo utilitario, se comisiona de perfeccio-
ESTUDIOS CLÁSICOS 379

nar el más bello, el más complicado, el más ad-


mirable instrumento de la civilización, aquel
que es al mismo tiempo el sujeto, el agente y el
término de toda civilización. Sería un crimen
marchitarlo e* inutilizar cualquiera de los ele-
mentos constitutivos de su naturaleza. Sumer-
gíalo durante diez años en la tarea de recopilar
hechos, de catalogar fenómenos, de verificar
cálculos sobre cantidades numéricas y geomé-
tricas; y decid después:—¿qué habréis hecho por
desarrollar la imaginación, la sensibilidad, el
corazón, los sentidos, el pensamiento, la palabra
de ese niño?.... No compararán de s e g u r ó l o s
partidarios de este sistema ni la fecundidad de
las matemáticas trascendentales ni el ejercicio
y las aptitudes seguidas para cultivarlas, con
los rudimentos científicos que entran en el cua-
dro de estudios propios de la juventud univer-
sitaria. Pues esas altas regiones de la ciencia
había recorrido soberanamente Pascal cuando
decía: «El geómetra familiarizado con los prin-
» cipios groseros de la geometría, se pierde
» cuando tiene que tratar cosas delicadas, cuyos
» principios no se dejan manejar tan fácilmente»
No lo diríamos nosotros si no pudiéramos
resguardarnos tras de su autoridad irrecusable.
Y la razón de esa relativa esterilidad de las cien-
cias exactas, está en que no ejercitan sino una
faz de la inteligencia, siendo entretanto indis-
pensable para los fines de la educación, que to-
das las facultades del hombre se fortifiquen y
desarrollen armónicamente. «Calcular no es
380 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

pensar», ha dicho Descartes; añadiendo que «el


hábito del cálculo hace perder el empleo de la
razón».
Es, al revés, la palabra el signo supremo de la
excelencia del hombre en medio de todas las
magnificencias de la naturaleza: el vínculo de
su unidad, el instrumento de su elevación inte-
lectual, moral, política, científica y artística: un
reflejo del verbo, de la Palabra increada, que á
todos nos vivifica y nos ilumina. Estudiarla pa*
labra, saborear la palabra, perfeccionar la pala-
bra: eso es estudiar al hombre y vivir de la vida
humana; eso es crecer, llevando la humanidad,
en cada individuo, á su expresión más alta y
más sublime.
Estudiar la palabra!—¿Y es ello hacedero, to-
mando por base de la enseñanza las lenguas vi-
vas, ni las lenguas imperfectas?.... Las lenguas
vivas, rigurosamente hablando, no tienen gra-
mática.—Están en continua transformación y
mutabilidad: ese movimiento perpetuo del len-
guaje, en que cambian sus vocablos lo mismo
que sus le}^es, se llama, según la expresión de
un filólogo moderno, la vida del lenguaje. Len-
gua viva y lengua en transformación son sinó-
nimos. Los cánones gramaticales en los idio-
mas hablados por una estirpe h u m a n a activa y
pensadora, no son sino reglas aproximativas y
provisionales, que cada progreso cambia y ca-
da gran creación literaria puede modificar más
ó menos profundamente. Hay una gramática
castellana antes del Quijote y otra después. En
ESTUDIOS CLÁSICOS 3S1

el siglo de Luis XIV no había gramática france-


sa. El castellano de Cervantes, de Lope, de
Calderón, es hoy día u n a lengua casi arcaica, y
lo es por completo el bellísimo idioma de las
Leyes de Partida. Los Papas y el Dante crea-
ron el italiano. Leer la Divina Comedia es ya
empresa reservada á los cultores científicos de
esa magnífica habla. ¿Por qué? Porque todas
esas lenguas viven, y v i v i e n d o se transforman.
—Para estudiar el o r g a n i s m o completo de un
idioma, y penetrar hasta d o n d e puede ir el genio
déla palabra humana, es menester cultivar len-
guas ya inmovilizadas, y bastante perfectas'por
su cultivo y su h e r m o s u r a , p a r a que constitu-
yan modelos de belleza e t e r n a é ideal. Por eso
las lenguas clásicas son la indispensable mate-
ria de la enseñanza y del estudio p a r a el alto
desarrollo del espíritu. L a tradición humana así
lo ha consagrado. N u e s t r o s ascendientes en la
familia de civilización á q u e pertenece la Amé-
rica culta y cristiana, l l a m a b a n á esos estudios:
Humauiores li tí erre.
Hemos añadido que es condición necesaria de
la cultura gustar de la p a l a b r a h u m a n a y sabo-
rearla.—Ni el tiempo q u e t a n t a s cosas borra, ni
los cataclismos que han destruido las nacionali-
dades y los imperios que hablaron esas lenguas,
objeto de la admiración universal, ni tan radica-
les mutaciones en todas las cosas humanas, ocu-
rridas en millares de años, han sido parte á
arrojar en el olvido u n a s pocas docenas de
obras griegas y latinas, q u e y a no morirán. Son
382 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

los productos más perfectos del arte y los monu-


mentos más admirables de la h u m a n a palabra.
No ha querido la Providencia que sucumban.
Sobreviven á todas las catástrofes de la historia,
para modelo y estímulo de la posteridad, como
simiente de civilización y gérmenes de belleza.
—Divorciar del contacto con esos principios de
generosa actividad á las jóvenes generaciones,
sería una empresa de barbarie.
¿Y cómo perfeccionar la palabra, que es otra
condición de cultura social é industrial, en la
completa ignorancia de las fuentes de nuestros
idiomas y de sus modelos artísticos? Jamás pre-
tenderá razonablemente un alto rango en la
comunidad de los pueblos civilizados, la nación
que habla una lengua impura ó corrompida;—y
el aislamiento de los estudios literarios-, así co-
mo el comercio exclusivo con otras lenguas y
otras literaturas contemporáneas, hace decaer
los idiomas, ó degenerar, por la liga de términos
y giros extranjeros, en un lenguaje bastardo,
que pierde á la vez su claridad y-su belleza.
Dos sistemas se disputan el imperio de las
escuelas. Uno pretende educar á los hombres
por medio de los hombres, y tiene su instrumen-
to en las Humanidades. Otro se propone educar
por medio de las cosas, y tiene su instrumento
en las ciencias del cálculo y de la observación.
Las cosas han sido criadas para ser denuncia-
das por el hombre, y su estudio debe ser orde-
nado á ese fin; pero no lo conseguiríamos sin
conducir el sujeto humano á aquella plenitud
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 383

de desenvolvimiento que encuentra cuando ejer-


cita íntegramente sus facultades comenzando
por los sentidos, (y por el más necesario de
todos, el oído, que se educa acariciado por la
armonía de la palabra), hasta llegar á las poten-
cias superiores del alma, que se vigorizan en el
comercio con todo lo que hay grande y hermo-
so en la vida de la especie humana.
No será esta nuestra última palabra en el gra-
ve asunto que motiva las presentes líneas. El
Congreso no se ha desasido aún del medio de
impedir una innovación'escolar, que hará retro-
ceder á la República del corto progreso que
comenzaba á hacer, en los estudios clásicos, de
ocho años á esta parte; y esperamos que al lla-
mar sobre ella la atención pública, no habremos
dado en vano la voz de alarma.
Octubre 7 de 1883.

Libertad de enseñanza

Un diario, que coincide con nosotros en con-


siderar ilegal el decreto del poder ejecutivo que
cambia el plan de estudios de los colegios na-
cionales, se dispone, sin embargo, á defender el
fondo de las reformas, y comienza por vía de in-
troducción, sustentando el derecho del Estado á
dirigir la enseñanza en sus diversos grados. Que
el Estado ejercita una acción supletoria en su
régimen á fin de llenar ocasionales deficiencias
384 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

de los medios puestos en juego en tiempos y


lugares determinados para conseguir los fines
de civilización envueltos en la enseñanza,—es
un parecer al cual suscribimos sin dificultad;
pero de ahí á confesar que definir la norma de la
enseñanza sea una función permenente del Es-
tado y propia de su naturaleza, medí a una cues-
tión fundamental en que disentimos radical-
mente.
Afirmando que los recursos de la actividad
privada son insuficientes p a r a plantear y soste-
ner un vasto sistema de instrucción pública, se
deduce que el Estado debe emplear sus elemen-
tos y su autoridad para hacer lo que reclama la
civilización de los pueblos y no está al alcance
del esfuerzo de los individuos.
Este argumento, al parecer tan simple como
concluyente, y formidable por la claridad que
le da su misma sencillez, es falso, sin embargo,
y simula ser sencillo porque es incompleto, en
virtud de que se eliminan en el raciocinio datos
importantísimos del problema.
Nada se podría replicar contra él si en las
sociedades humanas no existieran, en efecto,
más que dos categorías de entidades activas:
los individuos, por una parte, y por otra, los po-
deres políticos. Entonces, todo lo que no perte-
neciera exclusivamente á la vida privada, perte-
necería al régimen del Estado, y sería atributo
suyo todo lo que no estuviera al alcance del
esfuerzo individual.
Pero la hipótesis es inexacta; y por consi-
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 385

guíente, siendo las sociedades organismos y no


masas, el problema permanece intacto, y es for-
zoso acometer su resolución estudiándolo como
una cuestión especial que n o se puede dirimir
por medio de una máxima genérica, la cual
nada prueba desde el momento que prueba de-
masiado.
El Estado, constituido en una forma jurídica,
ó reconoce ó no reconoce á la Iglesia, según
la alternativa criada por la revolución moderna
en el dominio de los hechos políticos.
Si la reconoce, no puede negarle el ministerio
docente que le incumbe como necesario anejo y
complemento de su ministerio espiritual, y con-
siguientemente, no puede reclamar, en materias
de enseñanza, ni un monopolio ni una potestad
suprema.
Si no la reconoce, entonces u n a de dos:— ó él
define las doctrinas relativas al origen, leyes
morales y fin último del hombre, que han de dar
su carácter á la enseñanza, cuya norma mono-
poliza,—y en ese caso, puesto que se arroga
facultades dogmatizantes, evidentemente extra-
ñas á su naturaleza y superiores á su capacidad,
plantea un odioso despotismo; ó prescinde de
todos esos problemas y sus soluciones, concen-
trando la enseñanza en el radio que el positivis-
mo le demarca,— y en ese caso, proscribiendo
la filosofía por la amputación de todos sus ele-
mentos esenciales, junto con la Divina Revela-
ción, que relega desdeñosamente al olvido, no
sólo funda también un despotismo abominable,
25
386 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

armado contra la conciencia cristiana; sino que,


además, extirpa las raíces, paraliza los móviles
y destruye las necesarias condiciones de vida
de la civilización.
Si esta confrontación del Estado con la Igle-
sia aniquila el ilusorio vigor de los razona-
mientos que abonan el monopolio oficial de la
enseñanza, parece innecesario ir más adelante
en la controversia y buscar más elementos y
otras entidades, cuyo derecho y cuya capacidad
se opongan al derecho que el Estado se arroga
y á la capacidad con que se condecora.
Es, sin embargo, tan sagrada por su divina
institución y por la sublimidad y eficacia aún
natural de sus funciones, la potestad paternal,
que no podemos menos de interpelar á los par-
tidarios del Estado educador y docente, viendo
su peregrino olvido, á fin de que respondan si
la familia es ó no es una porción integrante del
organismo social interpuesta entre el Estado y
la masa, precisamente para proteger la juventud
y para desarrollar su espíritu y subordinar sus
pasiones.
En el caso afirmativo, se desmoronan sus de-
leznables premisas, en las cuales se ha supues-
to que la sociedad sea una multitud sin otro
centro de concierto y armonía que sus autori-
dades políticas; y el principio de la enseñanza
monopolizada, desnudo de oropeles, descubre
su vaciedad.
En el caso negativo, la lógica y la franqueza
las empujan á declarar lo que no es para nos-
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 387

otros un misterio ni una novedad: que el meollo


de las tesis liberales es formado de tesis socia-
listas y paganas.
Por otra parte y para sobreabundar en razo-
nes que acaso es inútil añadir, conviene recor-
dar que un Estado no puede crear u n a civili-
zación. Al revés, ella da al Estado su carácter
peculiar. El Estado griego y el Estado romano
se asemejaban y diferían en lo que se asemeja-
ban y diferían la civilización de Grecia y la
civilización, de Roma. A cada faz de una misma
civilización corresponden mutaciones más ó
menos profundas en las formas del Estado. Y
como la existencia de la civilización y sus pro-
gresos suponen la existencia de artífices que la
funden y la cultiven, es forzoso convenir en que
la función de conservarla, les corresponde á
ellos con mejor derecho que al Estado que no
es su autor, y que ellos poseen p a r a tan alto
objeto aptitudes superiores á las del Estado,
que es un reflejo y derivación de su obra de cul-
tura intelectual y moral.
Hemos designado el primordial y augusto {dr-
tífice de la civilización: la Iglesia, cuyos dere-
chos sacratísimos están por encima de toda obra
de la mano humana. No descuidaremos, sin em-
bargo, sus artífices secundarios, ni es razonable
negar el papel que en justicia les incumbe ni
las ventajas reales que las sociedades reportan
cuando se les atribuyen funciones para c u y o
desempeño adquieren particular idoneidad. Ha-
blamos de los cuerpos científicos, universicla-
388 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

des, academias y sus análogos, que son los ge-


nuinos representantes y los guías hábiles de las
sociedades en la labor de conservar é impeler á
su incremento la civilización por medio de la
enseñanza.
Si la regular constitución del Estado deriva
de la civilización, hay verdadera implicancia en
los términos cuando se pretende que el Estado
reemplace y domine á los cuerpos sabios de la
nación; porque equivale á pretender que el Es-
tado críe las condiciones que lo hacen culto y
gobierne á los que deben dirigirlo formando el
modo de ser intelectual de la sociedad en que
actúan.
Se emplea un parologismo transparente argu-
yendo que si el gobierno es el representante del
pueblo, á él le incumbe normalizar la enseñanza
pública. El pueblo no está destinado á enseñar
sino á aprender; ni fomenta la civilización, sino
que participa de ella en una medida que será
forzosamente escasa por más que se aumente.
Ser representante del pueblo no es un título
para absorber el régimen de las disciplinas es-
colares con exclusión de los agentes legítimos é
idóneos de la civilización.
El diario que ha ensayado la delensa del Es-
tado docente niega al poder ejecutivo compe-
tencia p a r a regir la enseñanza. Ignoramos en
qué se funda si la reconoce en cualquier otro
elemento del Estado.—No es dable discurrir to-
mando en cuenta aptitudes personales. De este
linaje pueden encontrarse en ios individuos
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 389

que accidentalmente desempeñan cualquier fun-


ción pública, como pueden no encontrarse en
ninguno. La cuestión está en otro terreno. Se
trata de la adaptación intrínseca de un poder
político, por su naturaleza como tal poder po-
lítico, á una función distinta de la de conservar
el orden jurídico de las sociedades, y p a r a la
cual no lo habilita por cierto la investidura po-
pular, si las masas en vez de conducir necesitan
ser conducidas.
Que dado el hecho del monopolio oficial, con-
venga atenuar sus estragos, estorbando arbi-
trariedades é innovaciones inconsultas y capri-
chosas; y para conseguirlo, limitar las faculta-
des del ejecutivo, parécenos p r u d e n t e , pero no
bastante si indagamos en b u e n a y s a n a filosofía
social el principio á que debe obedecer el régi-
men general de la enseñanza. El conflicto no
versa, desde que el problema se l e v a n t a á esta
altura, sobre la preferencia de un p o d e r político
respecto de otro, ni sobre las rivalidades en que
puedan incurrir en el ejercicio d e s ú s faculta-
des.—Versa sobre dos términos extremos.—De
una parte está el monopolio del E s t a d o docente
y omnímodo, según el símbolo del liberalismo
moderno. De otra parte está la doctrina fecun-
da y solidísima que contempla la esfera de los
intereses científicos y morales fomentados por
la instrucción de la juventud, como esencial-
mente extraña al Estado y exenta de su poder,
que no por ser político abarca todo lo q u e afec-
ta á la comunidad y constituye u n a necesidad
390 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

social. Sustentamos la libertad de la enseñanza,


base y corona, repetírnoslo, de todas las liber-
tades.
Marzo X de 188-1.

Planes de estudios
Traída á la orden del día la cuestión de la li-
bertad de enseñanza, no la descuidará La Unión,
cuyo espíritu no se acobarda porque imperen en
la República supersticiones opuestas á la justi-
cia, á la verdad y al derecho. Pero nos obliga á
una digresión el ruido que se hace en torno del
nuevo plan de estudios, ilegalmente promulgado
bajo la firma del presidente ausente y con fla-
grante menosprecio de las resoluciones del Con-
greso federal.
Tan plausible como es cualquier innovación
que mejora las cosas, es censurable la que atur-
didamente las empeora; y brevísimas reflexio-
nes bastarán para probar que la reforma de ios
colegios nacionales está en ese caso, y es una
improvisación arbitraria que no consulta las
lecciones de la experiencia ni puede producir
n a d a bueno y serio.
El plan de estudios revocado la víspera de
carnaval ha dado materia á numerosas críticas,
y es cierto que adolecía de muchos defectos,
según nuestra manera de entender.
Se le ha censurado por la multitud de asig-
PLANES DE ESTUDIOS 391

naturas que contenía, arguyendo con la necesi-


dad de contraer la mente de los jóvenes á pocos
asuntos si se quiere que los penetre á fondo. No
aceptamos esta opinión sino con suma reserva
y previa una explicación.
Ya se considere la segunda enseñanza como
un grado de la instrucción general, ya como un
elemento de la instrucción universitaria, con-
viene á su naturaleza ser enciclopédica. De esta
manera, ni sería eficaz en cuanto es una disci-
plina intelectual, ni habilitaría á los jóvenes
para elegir en edad oportuna la c a r r e r a ó pro-
fesión adecuada á su índole y á sus gustos, con
perfecta libertad, con cabal conocimiento y
competente preparación. Por otra parte, la
atención es fugaz en los niños. La preocupación
constante de un solo asunto de estudio les hace
monótono y desabrido su trabajo. Conviene
ejercitarlos en diversos órdenes de conocimien-
tos, y plegar en cuanto es dable, el sistema de
los estudios, á las indicaciones de la naturaleza,
en un período de la vida en que domina la curio-
sidad y en que el espíritu es inquieto y movedizo.
Pero esto tiene su límite en la misma natura-
leza.
Si es útil evitar la fatiga y el hastío, variando
las materias de estudio, es también dañino so-
brecargar á los jóvenes con un cúmulo de asig-
naturas entre las cuales sea imposible dividir la
atención, prestando á cada una la suficiente
para aprenderla de un modo satisfactorio y só-
lido.
392 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Bajo este punto de vista, el plan de los cole-


gios nacionales era sin duda erróneo, y deben
andar olvidados por la Casa de Gobierno pro-
yectos de reforma que se basaban en el conoci-
miento de este vicio.
Su defecto no era la variedad de las enseñan-
zas, sino la aglomeración de los estudios. Eli-
minar la segunda sin dañar á la primera, pare-
ce que fuese la modificación reclamada para
mejorar el sistema, que en lo demás, sufría muy
bien el parangón con cualquier plan de estudios
de los que p a s a n por buenos eu el mundo civi-
lizado.
Entrando en el análisis, flaqueaba también
por la deficiencia de los elementos literarios. El
bosquejo primitivo fué trazado bajo un concepto
erróneo, y se dio á las matemáticas y ciencias
físico-naturales una atención desproporcionada
respecto de la que se prestaba á las letras. Bas-
tará recordar que comprendía un curso de Geo-
metría descriptiva y otro de Mecánica Racional;
y aún se conserva la enseñanza de la Topogra-
fía, estudio de aplicación evidentemente extraño
al carácter de la enseñanza secundaria. Entre-
tanto, las letras y las ciencias morales ocupa-
ban un lugar secundario; de suerte que era pa-
tente el desequilibrio de su organización; y
aunque su autor no h a y a dejado pruebas de
compartir los errores del positivismo, no se
puede negar que esta obra pedagógica se incli-
naba en tan funesta pendiente.
Pero á poco se habían rectificado los defectos
PLANES DE ESTUDIOS 393

sobresalientes de su plan, introduciendo nuevos


estudios literarios, históricos y filosóficos, y cer-
cenando parte de lo que era excesivo en las en-
señanzas de matemáticas sin tocarlos cursos de
ciencias físicas y naturales, que no han sido dis-
minuidos.
Las reformas paulatinas hasta hace poco ve-
rificadas distaban mucho de haberlo depurado
por entero, y aún se requerían grandes mejoras
en los estudios clásicos para que dieran verda-
deros frutos. Habíase logrado, sin embargo, pon-
derar la parte técnica y la parte literaria en el
conjunto general de la enseñanza.
Si este paso merecía ó no ser aplaudido es
cosa que decidirán en diverso sentido los hom-
bres, según que su espíritu esté ó no prevenido
por las preocupaciones de un utilitarismo im-
previsor. No conocemos nación que sea gober-
nada por ingenieros ni por químicos. El día en
que un fisiólogo vivisector ha encarnado en
Francia las aspiraciones de la revolución, y por
una de aquellas extravagancias que las nacio-
nes pagan con la vergüenza y con la sangre, se
ha hecho dueño de la educación pública, ese día
se han visto reproducir, con asombro y dolor
del mundo, las locuras y los escándalos que han
hecho fracasar en Europa todas las tentativas
de organización republicana, Pero sin detener-
nos en las grandes anomalías, invitamos á los
que quieran reflexionar un cuarto de hora, á
traer á la memoria el ejemplo de cualquier Es-
tado regular y sólido de la tierra. Aprenderán
394 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

entonces que los hombres de gobierno, cuando


el paludismo anárquico no infesta á los pueblos,
se recluta entre la gente preparada por el culti-
vo de la historia, del clasicismo, de la filosofía, y
en una palabra, de las Humanidades, para Jas
funciones de la política, que no se aprenden cal-
culando la relación del diámetro á la circunfe-
rencia, ni pasando una vida; que por lo demás,
puede ser muy útil, en los laboratorios entre
hornos y matraces.
Sí pues, se examina el mérito de un plan de
estudios secundarios en conexión con los inte-
reses sociales y las necesidades políticas de un
Estado, cuya forma de gobierno exige que una
vasta porción de la juventud se eduque para
rolar con honor y con ventaja común en la cla-
se gobernante, forzoso será tener en la cuen-
ta de un progreso real todo lo que tienda á
dar á su parte literaria suficiencia y profun-
didad.
Estos adelantos relativos no eran, sin embar-
go, bastantes.
No sólo faltaba mejorar sus detalles. Era me-
nester también dar elevación al sistema, y para
eso era menester darle unidad.
Enseñanzas fragmentarias por más diserta-
mente que se den, y tei'minadas por un guiri-
gay ecléctico, en vez de serios estudios de filo-
sofía que las concierten en una doctrina funda-
mental, característica del pensador, y que dé á
los hombres principios sólidos como base de su
ciencia y como luz de su vida,—lo decimos con
PLANES DE ESTUDIOS 395

dolor y sin titubear: no, jamás e n g e n d r a r á n


agentes ni focos de civilización.
La palabra filosofía no puede tener u n sentido
equívoco en labios de un cristiano. L a emplea-
mos en la acepción más grave y m á s noble. Es
la filosofía la llave de la bóveda en la enseñan-
za; pero no es filosofía la contradicción de la
verdad revelada, ni el haz de paradojas que
desoía el alma de la juventud, y seca temprano
su corazón exprimiendo su savia g e n e r o s a y
estrujándolo bajo el escepticismo y la indiferen-
cia, nacidos como de la propia fuente, no sólo
del ateísmo y sus afines, sino también del fárrago
insípido, pueril é intrínsecamente a b s u r d o é in-
moral del eclectísmo.
Circunstancias que no es del caso exponer
por menudo, han hecho y hacen literariamente
imposible una rectificación total de estos vicios,
surgentes de las supersticiones liberales que
dominan á los gobiernos, y reforzados por la
heterogeneidad de los cuerpos docentes. Hasta
ventura sería si, en medio de tan á s p e r a s difi-
cultades, pudiera á lo menos a t e n u a r s e el es-
trago, contrapesando las enseñanzas desviadas
y corruptoras por medio d é l a acción vigorizan-
te de la enseñanza religiosa y u n a s a n a filosofía.
Deteniéndonos aquí para volver los ojos
hacia la flamante reforma del plan de estudios,
notaremos que los defectos p r o m i n e n t e s del
antiguo consistían, como dejamos indicado: l.°
en la aglomeración de asignaturas en cada
grado de la enseñanza; 2.° en la deficiencia de
396 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

los cursos literarios; 3.° en la discordia doctri-


naria y consiguiente falta de elevación de los
estudios, considerados en su conjunto.
L a reforma ha agravado el primero de estos
vicios, no obstante la larga experiencia que
aconsejaba extirparlo, y la facilidad evidente
con que podía haberse hecho desaparecer, dan-
do nueva distribución á las asignaturas.
Apenas es necesario repetir que Ja enseñanza
literaria ha sido mutilada. Los autores de la
reforma se jactan de ello; y sus panegiristas
van hasta el extremo, que ños avergüenza por
el ridículo que hecha sobre el nombre de una
nación en que tales dislates se propalan, de
pregonar que la enseñanza del griego ha sido
ventajosamente reemplazada con la del alemán.
Nos ruboriza, en efecto, ver y oir extravagancias
que autorizarán para juzgarnos mal salidos de
la barbarie, á todos los que ignoren que no sue-
le, por desgracia, ser en este país el gobierno la
expresión genuina de la sociedad y de su es-
píritu.
No se ha satisfecho el prurito destructor ha-
ciendo desandar la enseñanza literaria. Mejora-
dos algunos detalles, principalmente e n l a p a r t e
elemental, es la verdad que el estudio de la his-
toria, según el plan anulado, habría podido de-
safiar cualquier comparación. La reforma lo
trastorna y lo mutila también, completando así
la dislocación del curso de humanidades.
Esta indefinida disminución de las letras y las
ciencias morales, asociada al peregrino antojo
POSITIVISMO 397

de escalonar el estudio de la física y de la quí-


mica desde el segundo curso, sugestión al pare-
cer, de aquel embotellador de hechos, puesto en
escena por Dickens, que educaba los niños para
matarles la imaginación, manifiesta bien á las
claras el sesgo positivista que se quiere dar al
conjunto de la enseñanza.
No diremos que todo es calculado intencio-
nal y conducente en esta combinación que en-
cierra tantos detalles cómicos sin ser malicio-
sos, y tan visibles rasgos de impremeditación;
pero al cabo tiene un carácter, y ese carácter
es antifilosófico, antisocial y anticristiano. Ni
sabemos usar eufemismos. El acto del gobierno
es uno de aquellos en que el absurdo incuba la
barbarie
Marzo 7 de 1884.

Positivismo
Hemos denunciado, ante la conciencia cris-
tiana de la sociedad argentina, el plan de estu-
dios recién promulgado por el gobierno, como
el producto de una conspiración p a r a infestar
la enseñanza pública embebiéndola en un craso
positivismo.
Recelamos que las gentes inclinadas á mirar
las cosas por la superficie, achaquen á exage-
ración un juicio tranquilo y mesuradamente for-
mado, y expuesto en salvaguardia de preciosos
398 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

intereses morales y en honor ele la verdad y de


la civilización. Una circunstancia media, capaz
de dar asidero á falsos razonamientos contra
esta conclusión, que quisieran atenuar los pe-
rezosos temiendo no encontrar excusa á su inac-
ción si el peligro social se presenta brusco y
claro, sin arribajes que retarden la h o r a de la
defensa y de la lucha. Esa circunstancia es la
de haberse conservado la enseñanza de la filo-
sofía con especial mención de la Teodicea.
Para disipar la duda y desalojar de su último
baluarte al optimismo, necesitamos decir aquí
cuatro palabras que nos pesaría más tarde
haber callado.
Sea la primera que la filosofía conservada en
esos planes, una sombra y apariencia de filoso-
fía, sólo queda en el nuevo sistema porque no
es fácil extirpar de una vez todas las tradiciones
escolares, y como una reliquia de ideas aban-
donadas y de los principios que informan la
civilización que se pretende trasmudar.
Pero es el caso de preguntar qué filosofía se
enseñará y bajo qué método.
Conocemos esa filosofía. Será sin duda una
de las mil combinaciones que admite la ensala-
da ecléctica, cuyos ingredientes puede cada
cual, maestro ó discípulo, revolver á su antojo.
Precisamente esta elasticidad de principios es
una de las seducciones que lleva en sí el eclec-
tismo. Tiene otra muy eficaz en épocas de de-
cadencia, cuando el vigor intelectual disminuye
y se gastan los resortes del carácter. El eclec-
POSITIVISMO 399

tismo dispensa de la austera necesidad de deci-


dirse en la solución de los problemas, y del
deber de coordinar virilmente las ideas y los
móviles bajo un principio inmutable y univer-
sal que concierta las primeras y determina los
últimos. Preconiza la libertad, pero induce á no
usar de ella. Así halaga juntamente la vanidad
y la pereza. Si se le emplea como un medio de
educación, tenderá, por consiguiente, á formar
charlatanes, niños petulantes y hombres fri-
volos.
Se objetan! tal vez que la escuela ecléctica
admite el racionalismo, empleando la palabra
en su sentido meramente filosófico, y el esplri-
tualismo en cuanto á la esencia de la doctrina;
excluyendo, consiguientemente, todo temor de
que la enseñanza decline hacia el método empí-
rico, y sobre todo, hacia el ateísmo.
Pero respondemos á esa objeción, que lo pro-
pio del sistema es autorizar á no concluir.
Ecléctico existirá, y existen muchos sin duda,
que son espiritualistas; pero no por ser eclécti-
cos, sino en virtud de creencias personales que
podrían cambiar por sus contrarias y sus con-
tradictorias sin abjurar el eclectismo, que todo
lo admite, siendo como es una especie de lati-
tudinarismo íilosóñco, imparcial y m o d e r a d o ,
según sus escribas, y á la verdad, necio, inerte,
absurdo é inmoral.
En el concepto de esa escuela, la filosofía
cristiana es una curiosidad en la historia de la
ciencia; cierta cosa como un elemento arqueólo-
400 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

gico de la filosofía, que se puede tratar ad me-


morándum, p a r a completar la reseña de las ten-
tativas del espíritu humano en el campo de las
indagaciones, pero m u e r t a y reemplazada por
estas combinaciones de palabras huecas y de
sofismas, que se adornan con nombres pompo-
sos y triunfan por la jactancia de sus autores y
la anemia intelectual de hombres sin disciplina
de severas meditaciones.
Luego es una rebelión, evidentemente anti-
cristiana.
Añádase el antecedente de que ese galimatías
viene á ser la corona de una serie de cursos, de
los cuales se ha eliminado cuidadosamente toda
enseñanza religiosa, llegando las fanáticas pre-
cauciones del gobierno hasta el punto de abolir
en los colegios nacionales la enseñanza de la
Historia Sagrada, elemento de educación en
todas las sociedades cristianas de la tierra.
Y entonces, con sinceridad y con ánimo pru-
dente, digan los optimistas sobre qué funda-
mento se podrá apoyar una filosofía que res-
guarde la juventud y preserve su corazón?
Proscrito el nombre de Dios cuando se habla
á los niños de los orígenes del universo; pros-
crito el nombre de Cristo cuando se habla á los
adolescentes de las primeras verdades y de los
destinos finales de la criatura racional; sí, vol-
vemos á preguntar de qué medio podría echarse
mano para abrir senda hacia un sólido esplritua-
lismo, á través de las enmarañadas malezas del
matorral ecléctico?...
POSITIVISMO 401

Y el profesor?... se dirá. Pues qué! ¿le faltarán


recursos para guiar sus discípulos y sembrar
buena semilla en su cabeza?...
—Sí, sin duda ninguna: le faltarán; y le falta-
rán necesariamente, porque no los consiente su
método; porque los rechaza el principio inicial
de su doctrina; porque el conjunto de su ense-
ñanza destruye todos los cimientos en que pu-
diera, y muchas veces quisiera apoyarse.
Ha comenzado por sentar la suficiencia de la
razón humana para descubrir toda la verdad y
todas las leyes morales, con prescindencia de la
revelación, y hasta de la idea de Dios aislando
la Etica de la Teodicea. Ha seguido por relegar
desdeñosamente la filosofía cristiana entre los
restos vetustos de una civilización rudimenta-
ria. Sin detenerse, ha preconizado la excelen-
cia de heterogéneas é ilógicas misceláneas de
ideas que despojan á la filosofía de todo criterio
de verdad.—¿Qué le quedará cuando v e a acon-
gojado que los jóvenes ruedan al precipicio?—
¿Su autoridad magistral?... Pero él ha aniquilado
el principio de autoridad en la ciencia. ¿Y sobre
qué fundará su propia autoridad el que desdeña
la autoridad de Cristo?...
Urgido por una falsa doctrina, observa un
método estéril y funesto conjuntamente; y abdi-
ca su propia personalidad de maestro, limitán-
dose á estimular á los jóvenes para que diva-
guen en una mar de abstracciones sin poder
tomar altura ni guiarse hacia ningún rumbo.
Llegará día en que los verá anegarse sin poderlo
26
402 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

remediar. Naufragarán delante de sus ojos, y


será impotente para salvarlos.
Ello es triste, pero es verdad.
Por consecuencia, no obstante que el plan
oficial de estudios, hasta bajo el punto de vista
del positivismo, y digan lo que quieran pane-
giristas irreflexivos, manifiesta poco conoci-
miento aún de la famosa jerarquía científica de
Augusto Comte, que es el abecé de la escuela;
y no obstante haber conservado ciertos restos
anodinos é incoloros de mejor sistema, es un
programa de corrupción intelectual de la ju-
ventud, concorde con la política del gobierno,
que aspira por todos los medios á su alcance, á
arrebatar á la religión y al culto su carácter de
vínculo social y fundamento de las instituciones
civiles en la República Argentina. E s una cons-
piración contra el reino de Cristo, un atentado
contra la libertad de la conciencia cristiana, un
fermento de barbarie y un principio de ruina y
de ignominia.
Marzo 11 de 1884.

Enseñanza

No todo ha de ser elecciones.


Al contrario, mientras más se encapota el ho-
rizonte de la política, más debemos pensar en
nuestras obras de carácter social.
Si de algo podemos felicitarnos, á pesar de
ENSEÑANZA 403

los estragos que sufre el país, es de que el im-


prudente fanatismo liberal de los gobernantes,
haya hecho tan manifiesta y grosera la contra-
dicción entre la tendencia del Estado y la fe de
la sociedad, que no caben y a transacciones ener-
vantes de católicos y apóstatas. Este antago-
nismo extrema el problema, y desde que á ese
grado se llega, la solución es cuestión de tiem-
po, de perseverancia y de energía.
Tan variado como es el cúmulo de problemas
por resolver, y tan vasto el campo de n u e s t r a
acción, no conviene descuidar ningún interés ni
abandonar ningún terreno de lucha. Si quere-
mos un gobierno cristiano, lo queremos para
instrumento y órgano del principio católico en
la vida social. Si los gobiernos nos son adversos
en las instituciones sociales debemos encasti-
llarnos, sin ceder un momento, sin dejar de
avanzar, sin desalentarnos por ninguna contra-
riedad.
Por eso insistimos en que es hoy, en medio de
la lucha electoral, tan oportuno como será
cuando ella se desenlace, incitar á los católicos
á desarrollar tenazmente el plan coordinado de
sus trabajos; y en particular, disponer su espíri-
tu á los sacrificios exigidos para dar fin al mo-
nopolio oficial de la enseñanza superior.
El conflicto no tiene más que una solución.
Hasta hace poco la supremacía del Estado ha
podido ser morigerada en sus efectos, por medio
de reglamentaciones conciliatorias y de expe-
dientes atenuantes. No lo será probablemente
404 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

en lo futuro. Las exigencias aumentan, en la


medida en que se acentúa la intención, antes
velada, del monopolio, y en que se agrava la ri-
validad de los principios. La fundación, de una
universidad libre es, en tan azarosa situación,
una necesidad que no se puede eludir.
No necesitamos ponderar las ventajas que de
ella redundarían á la civilización nacional.
Un pueblo no se ele7a por la masa de nocio-
nes científicas que directa ó indirectamente po-
nen en circulación los profesores y las acade-
mias. Se eleva intelectual y moralmente por
la masa de hombres que en su seno se forman.
¡Inteligencias y caracteres! esos son los grandes
factores de la civilización.
Ni se crea que hay en nuestro pensamiento
un vicio de contradicción. P a r a formar las in-
teligencias no basta nutrirlas de noticias cien-
tíficas: es indispensable disciplinarlas por la
adquisición de principios dominantes y de mé-
todos rigurosos.
Seguramente que no incurriremos en la injus-
ticia de decir que no hay en la República Ar-
gentina enseñanza científica, ni en los institutos
oficiales profesores de grandísimo mérito, idó-
neos, celosos y abnegados.
Lo. que sí nos parece indudable es que ni en
la República Argentina ni donde quiera que rija
el mismo sistema de organización escolar, hay
ni puede haber sólida y elevada educación in-
telectual.
Los cuerpos docentes de constitución admi-
ENSEÑANZA 405

nistrativa carecen d e uniformes principios doc-


trinarios. La enseñanza que den se resentirá,
por forzosa consecuencia, de falta de unidad; y
no teniendo unidad, ni tendrá elevación, ni im-
primirá carácter á las jóvenes inteligencias que
disciplina.
No nos detendremos, porque eso es un acci-
dente remediable, en examinar los resultados de
la reciente reforma de nuestras universidades,
que tienen todas las facultades y enseñanzas,
menos las características de una universidad:
las Humanidades y Teología.
Repararemos aquí tan sólo en lo que es inhe-
rente al sistema centralista, y se reproduce, no
obstante la idoneidad de los hombres, en todas
partes donde él prevalece. L a enseñanza oficial
no da carácter, p o r q u e no tiene tipo propio, no
teniendo ni pudiendo tener principios, ni por
consiguiente, métodos.
No es este mal un mal argentino: es un mal
universal, es una de las calamidades traídas por
el liberalismo revolucionario, y u n a de las cau-
sas de la decadencia moral de las naciones, que
inventan y descubren en el mundo material,
porque estudian los secretos de la naturaleza,
pero se abaten y se infestan de paradojas y
de supersticiones, porque las clases directrices
pierden aptitud p a r a entender la verdad y ener-
gía para seguir el bien.
No sólo es cierto que la educación superior
así organizada, carece de principios: también es
cierto que no puede traerlos.
406 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Sin duda que considerados individualmente


se encontrarán pensadores serios en las uni-
versidades del Estado.
Pero como cada cual procede según su con-
sejo particular, el resultado de su enseñanza
será nulo, por no haber concierto de ideas entre
todos los que concurren á una obra, que no tie-
ne de común, sino recaer en el mismo paciente,
es decir, en el mismo discípulo, que pasa la vida
escolar oyendo alternativamente de boca de sus
maestros las doctrinas más contradictorias, y
sale de ellas, como es natural, sin nada en la
cabeza ni en el corazón. Si algo saca será un
prematuro escepticismo, ó lo que es equivalen-
te, se engolocinara en las insulseces de la ensa-
lada ecléctica.
La culpa no es de los maestros; á lo menos no
es de todos los maestros. El vicio se extirparía,
si se levantara sobre todas las libertades y ori-
ginalidades del talento y del saber, un principio
superior de unidad, que conservara doctrinaria-
mente el sistema de la enseñanaza. El Estado
es incompetente para definir esa norma de pro-
pia autoridad. Por eso es inhábil para dirigir
la enseñanza. Por eso es injusto y absurdo su
monopolio. Por eso es necesario acabar con él,
y emancipar la enseñanza de la abusiva y usur-
p a d a tutela de los gobiernos. Pío IX lo ha di-
cho: Queremos la libertad entera.
Noviembre 26 de 1885.
S E G U N D A ENSEÑANZA 407

Segunda enseñanza
La Unión ha aplaudido ayer el pensamiento
atribuido al ministro de instrucción pública
de reformar el plan de estudios vigente en los
colegios nacionales. Y estima en tan alto gra-
do la trascendencia del asunto, que no será
remisa en cooperar, cuanto de ella dependa, al
acierto de una reforma urgentemente exigida,
por vitales intereses de la sociedad. Un plan
de estudios concebido bajo miras opuestas al
verdadero y tradicional concepto de la segun-
da enseñanza, incoherente en su distribución, y
desarrollado en programas parciales recargadí-
simo, lo decimos con toda sinceridad y el ma-
yor convencimiento,—es cosa que no puede me-
nos de bajar el nivel general de la cultura, y por
consiguiente, conspira contra la civilización na-
cional. Conviene corregirlo: corregirlo cuanto
antes, corregirlo valientemente, corregirlo ra-
dicalmente.
Pero no todo se reduce á innovar, si la inno-
vación no mejora; ni se limita siquiera á me-
jorar el plan de estudios, considerado intrín-
secamente, siendo, como es, indispensable mo-
dificar á la vez muchos y graves puntos de
reglamentación disciplinaria en los colegios del
Estado.
El acertar ó equivocarse relativamente á la
reforma, depende, ante todo, de concebir bien ó
mal el objeto final de la segunda enseñanza.
408 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Hay quien piensa que ese objeto consiste en


preparar ios jóvenes para los estudios facultati-
vos de las universidades, suministrándoles to-
dos los rudimentos de las ciencias que deben
cultivar más tarde en los cursos superiores, y
como no es fácil penetrar el secreto de las incli-
naciones y gustos en la primera edad, aconsejan
naturalmente poner á cada uno á medio camino
de todas las profesiones y de todos los estudios
científicos. Otros, cuyo número crece á medida
que cunde el utilitarismo, condenan como una
aberración semivetusta, semiquimérica, el pen-
sar délos primeros, y quisieran circunscribir la
segunda enseñanza á preparar los jóvenes para
las funciones ordinarias de la vida, tomando en
cuenta el género de ocupaciones á que la mayo-
ría de los hombres se consagra, y la medida de
las capacidades en el nivel bajo de las mu-
chedumbres. Rechazamos, por nuestra parte,
ambas opiniones, aunque confesemos, que en
una y otra actúan partículas, digámoslo así,
de la verdad, datos de observación y vistas co-
rrectas, pero que si se les aisla y exagera, con-
ducen, en definitiva, á un error. La verdad
es muy vieja, y en esta materia nadie la ha-
llará desde que vuelva las espaldas á la tra-
dición.
La segunda enseñanza es una educación del
espíritu y de la conciencia moral, que no mira
ni al interés técnico, ni al interés económico,
fines secundarios, consultados y servidos, como
de añadidura, cuando ella propende ante todo
SEGUNDA ENSEÑANZA 409

y sobre todo, á desenvolver armónica y eleva-


damente las facultades del hombre.
Si se interesara en particulares fines técnicos,
sacrificaría nobles aptitudes y empequeñecería,
por una aplicación intempestiva de la ley de
división del trabajo, la esfera intelectual de la
juventud, atrofiando (sí nos es permitido este
modo figurado de hablar) las facultades que no
se aplican directamente al objeto exclusivo ele
los estudios de cada uno. Si, por el contrario,
se interesara en esos fines técnicos en toda su
generalidad, y se pretendiera alcanzarlos por
medio de un cultivo científico universal, prema-
turo y simultáneo, se acometería u n a empresa,
partícipe de los vicios que implica el primer
concepto, y más de eso, quimérica y contrapro-
ducente, porque, perdiendo la enseñanza en
profundidad cuanto g a n a r a en extensión, todos
sus resultados serios se frustrarían.
Las miras económicas, finalmente, no pueden
dar el ideal de la educación, porque se refieren
á una función de la vida individual y social, que
no absorbe ni todas las facultades, ni todos los
fines del individuo ni de la sociedad.
Trátase, en este grado de la enseñanza, de
conseguir dos propósitos: uno esencial y otro
consecutivo- El primero es formar al hombre,
vigorizando é iluminando su inteligencia, é im-
primiendo sello á su carácter y dirección á su
actividad: el segundo es infundir á la sociedad,
mediante la preparación de la clase directriz,
un espíritu elevado y una idea dominante.
410 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Encarada así la naturaleza de la segunda en-


señanza, nos parece sencillo resolver la disputa»
que respecto de los planes de estudios se tra-
ba, cuando se averigua si deben apoyarse en
las humanidades ó en las ciencias exactas y
naturales. No vacilamos en ponernos del lado
de la tradición, siquiera nos abstengamos por
ahora de analizar la cuestión y de explanar los
fundamentos de esta doctrina. Sin duda que no
rechazamos las ilustraciones, que han dado en
llamarse por autonomasia científicas, y á nadie
se le oculta que es indispensable darles lugar
de honor, porqué sin ellas no habría educación
completa, ni un hombre de estos tiempos puede
ser desdeñoso é ignorante de las gloriosas con-
quistas del siglo en el dominio del mundo ma-
terial.
El problema concreto no es, por consiguiente,
de exclusiones ó inclusiones: es de proporción y
distribución: es de límite y de armonía. Su reso-
lución consiste en no trasladar del dominio de las
Humanidades al de las Matemáticas y Ciencias
Naturales, el fundamento de una educación,
que si se h a de proporcionar á sus fines, necesita
desarrollarse en torno del núcleo de conoci-
mientos que atañen directamente al hombre,
y no á las cosas, y consistir en ejercicios que
despierten y robuztescan las facultades supe-
riores de la inteligencia. Suprímase, ó amen-
güese indefinidamente, que viene á ser poco
más ó menos igual, el cultivo dé las lenguas,
no de cualesquiera, sino de las lenguas suscep-
SEGUNDA ENSEÑANZA 411

tibies de ser penetradas en todo su organismo,


admiradas en formas definitivas, saboreadas en
su altísima belleza artística, es decir, las len-
guas muertas: elimínese la Historia, proscríbase
ó mutílese la Filosofía... ¿Con qué serán reem-
plazados sus raudales de luz? ¿En qué ejerci-
cios mentales se empleará la juventud que en
igual grado impriman energía á su imaginación
por el contacto de la belleza, á la razón por la
inquisición de la verdad, á todas las facultades
por su estimulante aplicación? ¿En las «ver-
dades groseras» de la Geometría, como las lla-
maba Pascal, que no h a sido el último matemá-
tico del mundo? ¿En lenguas que, por ser vivas,
no tienen gramática? Descendiendo de ahí, cho-
caríamos con la Teneduría de Libros, y antes
de toparla, con la barbarie por el camino de la
pedantería.
Aceptado el principio cardinal, implícitamen-
te se acepta otro que lo completa y está com-
prendido en él.
Porque no puede darse el desarrollo normal
de la inteligencia y la cultura general de la so-
ciedad como objeto final de la enseñanza, y me-
nos concertarse en la elección de los medios
conducentes á ese fin, sin convenir al propio
tiempo, en que su organización debe ser un siste-
ma presidido por un principio superior. En otros
términos: si la segunda enseñanza h a de ser efi-
caz y tener elevación, necesita tener unidad.—
Cada uno de sus elementos requiere ser gra-
duado en relación á su objeto y en relación á
412 EDUCACIÓN SECUNDARIA-Y SUPERIOR

los demás elementos con que se combina, de


manera que los cursos no se entorpezcan recí-
procamente en su desarrollo respectivo. Esto
es obvio. Si se descuidara, crearíanse innume-
rables obstáculos á la ejecución regular de un
plan de estudios. ¿Y que" diríamos si el descon-
cierto afectara los elementos formales de la
educación? Difícilmente escapan los jóvenes
del estrago de una enseñanza complicada y
varía, cuando está desprovista de alguna coor-
dinación doctrinaria. Su espíritu, aglomerando
contradicciones que se convierten en dudas,
adquiere una impotencia transformada luego,
por orgullo, en audacia para tomar por
sabiduría el vacío de toda verdad; y si son
disipados acaban cínicos, y si son reflexivos
acaban escépticos. No se da educación que no
esté informada por un principio y regida por
u n a n o r m a moral, sin cuyo principio y sin cu-
y a norma es locura pretender el desarrollo de
las inteligencias y la formación de los carac-
teres.
Dilucidados estos puntos de partida, que son
los asientos propios de un sistema, quedan to-
davía intactas muchísimas dificultades de apli-
cación, que se requiere examinar. L a distri-
bución de las asignaturas, la limitación de los
programas parciales, la organización de la en-
señanza, la graduación y disciplina de los cur-
sos, dejando de lado otros y gravísimos puntos
de contacto de esta cuestión con el derecho
contienen materias de estudio harto interesan-
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 413

tes y de útilísimas reflexiones, que aplazamos


sin olvidarlas.
* Diciembre 1.° de 1887.

Libertad de enseñanza
Separemos equívocos para simplificarla cues-
tión.
Hay un concepto de la libertad de la ense-
ñanza, en el cual los católicos la condenamos.
Pertenece á un cuerpo de sofismas totalmente
inadmisible, porque se enderezan á quebrar, en
nombre de un derecho ilusorio, todas las dis-
ciplinas á que estamos subordinados. Sus pro-
pagandistas quisieran, en efecto, garantir legal-
mente la facultad de sugerir á la juventud
cualquier género de errores, sin poner á Ja pa-
labra del profesor límite alguno, ni en las ver-
dades reveladas, ni en ningún principio superior
de moral.
Claro es que la libertad, tomada en ese senti-
do, es una pretensión anárquica é incompatible
con los respetos debidos á la ley evangélica.
Mas para que ella no pase del dominio de las
quimeras al de las realidades ni infeste las so-
ciedades con su fruto de perversión, fuerza es
ampararse del orden cristiano, el único capaz
de crear instituciones vigorosas y conservadoras
que lo estorben. Inútil es declarar que existe
una verdad, á que debe el hombre el homenaje
414 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

de su sometimiento, mientras se permanezca en


las penumbras de un idealismo vago. La verdad
existe con existencia real: alumbra á todo h d n r
bre que viene á este mundo, y se desenvuelve y
precisa en la Revelación, cuyo depositario es la
Iglesia. Por consiguiente, el ministerio de la
Iglesia es la condición necesaria del imperio de
la verdad; y será imposible coartar la difusión
de cualquier doctrina, á título de ser contradic-
toria de la verdad, si ese ministerio se declara
abolido, ó de hecho se le cercena ó entorpece
su ejerció.—Y viceversa, mientras el orden cris-
tiano subsista en las intituciones sociales, y la
vida común de los pueblos civilizados sea presi-
dida por la Iglesia, la verdad permanecerá in-
cólume en su eterna hermosura, siempre antigua
y siempre nueva, y las naciones crecerán preser-
vadas de aquella anarquía de los espíritus,
subsiguiente á la difusión del error, que disloca
la armonía civil, desmoraliza los individuos y
bastardea ó destruye las civilizaciones. Instin-
tivamente ha sido llevado el liberalismo, agente
del error, á trastornar ese orden.
Hace la guerra á la verdad. Era natural que
se empeñara en demoler su baluarte. Y de aquí
han nacido usurpaciones, injusticias y violen-
cias que, creando á la enseñanza una condición
nueva y pésima, dan al concepto d é l a libertad
un sentido, en el cual es, no tan solamente legí-
timo sino obligatorio defenderla y exigirla. Esto
queremos explicar para evitar ambigüedades y
cuestiones de palabras.
LIBERTAD DE ENSEÑANZA. 415

En las naciones modernas dominadas por la


Revolución, así monarquías como repúblicas,
el Estado ha invadido esta esfera, expulsando
la Iglesia, y poniéndose en su lugar, á la cabeza
de la enseñanza. En los Estados Unidos de
América se ha dejado libre círculo de acción á
las corporaciones independientes, y esta cir-
cunstancia, que deja lugar á la competencia y
medios de lucha á la verdad, atenúa lo que en
otras naciones no se quiere atenuar. El espíritu
de la legislación es, en Norte América, menos
impuro y malicioso. Mas donde la Revolución
no tiene freno, el Estado llega hasta el monopo-
lio de la enseñanza, ó por lo menos, hasta el
monopolio de la función característica de las
universidades, que es la de graduar y expedir
títulos, expediente que, con disimulo aunque
grosero, casi equivale á monopolizar la ense-
ñanza, siquiera se dejen nombres y apariencias
de libertad para pasto de las imaginaciones
contentadizas y ligeras.
Esta situación, que es la propia de la Repú-
blica Argentina, implica muchas injusticias y
males gravísimos.
Desde luego, es visible que en ella se despoja
á la Iglesia de un derecho que no se le puede
disputar en las sociedades cristianas. Está in-
cluida en su misión docente la facultad de vigi-
lar la educación de la juventud, á fin de que sea
nutrida de ideas sanas, y no se le conduzca á la
apostasía por medio de una ciencia falsa y li-
cenciosa. Le incumbe, por idéntica razón, tutelar
416 EDUCACIÓN1 SECUNDARIA Y SUPERIOR

la sociedad y ponerla á salvo de ser contamina-


da de errores, ó perturbada por sofismas temera-
rios é incertidumbres enervantes.
El apostolado no basta para llenar adecuada-
mente estos fines en una sociedad regular. O los
llena muy imperfectamente ó no los sirve en
manera alguna, desde que se le impide dar nor-
mas á la enseñanza popular que disciplina las
multitudes, y á la enseñanza científica que edu-
ca las clases superiores. El monopolio del Es-
tado atenta así fundamentalmente contra el
derecho de la Iglesia y el principio cristiano.
No corresponde al soberano la educación de
los niños. Dios h a investido de esa facultad á
otro poder más limitado en su esfera, más solí-
cito, como que le sostiene el más intenso afecto
de la naturaleza, y más apto por lo mismo que
no se derrama en la multiplicidad de atenciones
que ocupan á la autoridad pública. Ese poder es
la paternidad. La educación es una función fa-
mílica; porque el individuo no es para el Estado,
sino el Estado para el individuo, toda vez que
cualesquiera relación y modos de ser del hom-
bre miran necesariamente á su fin último, sea
de una manera próxima, sea de una manera
remota. Y como la familia desempeña, según la
disciplina cristiana, su función de educar con-
formándose á las normas de la Iglesia, evidente-
mente se la agravia y se hiere su derecho
obligándola, por una parte, á desobedecer la ley
de conciencia para someterse á la ley del Estado,
y por otra parte, impidiéndole elegir los maes-
LIBERTAD DE ENSEÑANZA 417

tros en quienes h a y a de delegar su facultad,


confitándoles los niños.
Esta opresión de la familia, gravísima por sí
sola, es acompañada, en el sistema que censura-
mos, por un celo escrupuloso de evitar la for-
mación de núcleos independientes del Estado,
que sean á la vez focos de ciencia, auxiliares del
derecho doméstico,y complementos del organis-
mo social. El monopolio de la enseñanza es una
expresión parcial del centralismo gubernativo;
y en otros términos, es una forma particular del
despotismo socialista. Tiende esta malhadada
doctrina á destruir los órganos de la sociedad
civil, convirtiendo la política en una especie de
mecánica, las naciones en una masa, y los go-
biernos en una sola fuerza motriz de la actividad
colectiva. Nada más absurdo, más anticatólico,
más inhumano ni bárbaro. Es la teoría p u r a y
completa de la tiranía. La revolución va apli-
cándola fracmen tari amenté, y por lo que toca
a l a enseñanza, la lleva á la práctica sin mira-
mientos ni reposo.
Si entramos, finalmente, á examinar la esencia
de una enseñanza planteada bajo tan falso sis-
tema, veremos luego que el Estado al monopo-
lizarla, se ve obligado á escoger uno de los tér-
minos de esta alternativa. O la enseñanza que
suministra es regida por principios fijos, y en
ese caso, el soberano civil se encarga de definir
esos principios, es decir, que dogmatiza y se
convierte en Iglesia; ó al contrario, se da por
inútil toda verdad directriz de la enseñanza y
27
418 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

entonces se entrega el espíritu de los jóvenes á


las contradicciones, á las fantasías y á los erro-
res de los maestros, sugiriéndoles una indife-
rencia suprema entre lo cierto y lo falso, creán-
doles entrañas de sofistas, y formándolos, (si eso
se llama formar) en la impotencia del escepti-
cismo; y en este caso, se atenta escandalosamen-
te contra la fe menospreciada y se peca contra
la civilización.
Expuesto de esta manera el estado de las co-
sas, la cuestión se plantea mu}7" claramente, y el
concepto católico de la libertad de la enseñanza
brilla con toda su pureza.
Entendemos por libertad la abrogación de un
monopolio odioso, injusto y despótico.
La libertad que defendemos no es la licencia
de la paradoja ni la anarquía de la ignorancia
audaz. Pedimos la libertad para devolver sus
derechos á la Iglesia y á la familia, para restau-
rar el organismo regular ele la sociedad civil,
para restablecer el imperio de los principios que
dan unidad á la enseñanza y levantan su nivel;
y por consecuencia, para recomponer los funda-
mentos de la civilización que no vive de contra-
dicciones ni de dudas, sino de la certidumbre
varonil del pensador y del meollo de la verdad.
E s a libertad pedimos. Esa libertad es nuestro
derecho de católicos, de padres de familia y de
ciudadanos argentinos!
Febrero 9 de 1888.
OBJECIONES 419

Objeciones

Saldremos hoy al encuentro de las objeciones


que suelen oponerse á nuestra tesis sobre la en-
señanza y su libertad, resumiendo la controver-
sia continua de los círculos que en tan g r a v e
materia se interesan.
—¿Qué libertad reclamáis, nos dicen los cen-
tralistas, que no esté garantizada por la Cons-
titución Nacional?...
Y replicamos por nuestra parte, que n a d a pe-
dimos, sino la franquicia constitucional, bien
interpretada y aplicada con lealtad.
En la doctrina pura esa cláusula de la ley
fundamental pudiera merecer críticas, que omi-
tiremos, bastándonos, por ahora, manifestar que,
en razón de su alcance, favorece en la situación
actual de las cosas al derecho que defendemos.—
Ella asegura la libertad de enseñar, en efecto.
Más no somos tan niños que nos satisfagan pro
mesas constitucionales, eludidas en la legisla-
ción y violadas en la práctica administrativa.—
Tanto se lia separado el gobierno de la Consti-
tución que los textos no sirven sino p a r a medir
el desvío y robustecer las reivindicaciones de la
justicia sacrificada. Precisamente porque la
Constitución asegura la libertad de la enseñan-
za, la exigimos como franquicia del derecho
público, al mismo tiempo que por principio de
derecho natural y de derecho cristiano. El ar-
gumento de nuestros adversarios no prueba que
420 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

nuestra exigencia sea intempestiva ni infunda-


da. Al contrario, aclara y vigoriza uno de los
antecedentes en que estriba, y que del punto de
vista de las leyes positivas, es el más fuerte de
todos. Caso de que la Constitución no nos ampa-
r a r a directa é implícitamente, podría argüir se-
nos que colocamos mal la cuestión, tratándola
como punto de legislación ordinaria y de polí-
tica administrativa, en vez de encararla como
materia de reforma institucional. En el caso
real, la ventaja está de nuestro lado, porque po-
demos dirigir á los que nos combaten, esta inter-
pelación:—¿Cómo se ejecuta el alegado artículo
de la Constitución?
—Citan entonces la ley de 1878, ¿no es esa,
dicen, u n a ley de libertad? ¿No fué sancionada
con el asentimiento de católicos muy distingui-
dos, y ardientes sostenedores de la fe? Pues,
¿qué más queréis?
—La ley de 1878 fué una ley bien intenciona-
da, pero mala; é infinitamente peores que la ley
han sido sus reglamentaciones, como vamos á
probarlo.
En 1878 se quería respetar la libertad de los
métodos, que es un elemento principal de la li-
bertad de enseñanza. La mera franquicia de
abrir colegios no es libertad, desde que cada
uno de ellos tenga que enseñar según los planes
y sistemas oficiales. En tales condiciones no son
colegios libres: son auxiliares gratuitos de las
miras de la administración en la enseñanza.
Nada más. La libertad es una fantasmagoría.
OBJECIONES 421

Existe en el orden material, pero no existe en


, lo formal, desde que no existe en lo científico
que es la esencia de la enseñanza.
Pero aunque tuviera esta inspiración sana, la
ley salió imperfecta, p o r q u e era u n a ley palia-
tiva y de transacción.
Admitía (no averiguaremos si como doctrina
ó como hecho) la pretensión liberal de que al
Estado pertenece exclusivamente la facultad de
dar grados y títulos de competencia.—Y como
quisiera conciliar esta p r e r r o g a t i v a erróneamen-
te atribuida al soberano con la libertad de los
métodos, buscó en un modelo extranjero la so-
lución del conflicto, y escogió el sistema belga
de los tribunales mixtos. D e s g r a c i a d a m e n t e los
autores de la ley no repararon en que la Bélgica
había adoptado ese sistema por vía de transac-
ción entre las universidades, y que aquí no se
trataba de universidades sino de colegios de se-
gunda enseñanza.—Las combinaciones creadas
por la ley eran, consiguientemente, combinacio-
nes entre el Estado, por u n a parte y los colegios
libres por otra, es decir, pactos con el león. Y
como, en mérito de la p r e r r o g a t i v a soberana
admitida en la base de la ley, el Estado no po-
drá entrar en composiciones de igual á igual
con los colegios libres, dejó al profesorado ofi-
cial la preponderancia en los tribunales y á la
administración pública el poder de reglamentar
procedimientos y formalidades, así como el de
formular programas, y hacer cuanto condujera á
conservar la tutela é inspección del Estado so-
422 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

"bre la enseñanza secundaria en todo el país. L a


situación es muy clara. Los colegios de Estado
son jueces de sus rivales.
L a buena fe de la ley se transparenta, sin em-
bargo, en la libertad que deja para escoger, se-
gún la conveniencia de los colegios libres, las
épocas y distribución de los exámenes.
En este punto ha sido adulterada desde la
primera reglamentación que se dictó, si nos es
fiel la memoria, en 1879.—Pero las adulteracio-
nes han subido de punto desde 1884 hasta llegar
al decreto de 1888, que no deja alternativa entre
c e r r a r los colegios libres ó someterlos á los
planes y métodos del Estado, con lo cual desapa-
rece la última sombra de libertad que hubiese
escapado al celo centralista de los gobiernos
anteriores.
- Aquí se replicará que este decreto no ha
abolido los exámenes generales, y que, mientras
ellos sean admitidos, aún pueden los colegios
libres organizar á s u sabor la enseñanza de sus
aulas, con tal que en la época por ellos elegida
presenten sus alumnos convenientemente pre-
parados.
—Pero los exámenes generales, excelentes en
sí, cuando son la prueba á que uniformemente
se someten todos los estudiantes cualquiera que
sea su procedencia, constituyen una traba odio-
sa cuando son, como en este país, un medio de
que los colegios del Estado fiscalicen á los co-
legios libres.—Por otra parte, no hay, según los
reglamentos gubernativos, tales exámenes gene-
OBJECIONES 423

rales, sino una aglomeración abrumadora de exá-


menes parciales sujetos á los programas de la
ENSEÑANZA en los colegios nacionales.
—¿Mas cómo (se insiste todavía) podrán esos
colegios, sin uno ú otro sistema de exámenes,
dar norma á la enseñanza?
—Negamos que su oficio sea ese ni el de ex-
pedir títulos. Los colegios son para enseñar, y
nada más que para enseñar. Ni se alegue que
en esas funciones obran como agentes de Estado,
es decir, como oficinas de Administración. No
se hará más que trasladar la cuestión. Negamos
también que el papel del Estado v a y a más allá
de su deber de proteger la enseñanza. Enseñar
no es acto de gobierno. La facultad de regular
la enseñanza, en la esfera puramente didáctica,
comprende á las universidades; y si de ellas
provinieran las reglas disciplinarias que comen-
tamos, y ellas produjeran las atribuciones inde-
bidamente otorgadas á los colegios nacionales,
otra sería la situación, y otros los términos del
debate. Muchos de los contemporáneos se para-
lojizan en este punto por las circunstancias de
que las universidades sean sostenidas por el
Estado. Aun así no es difícil distinguir los atri-
butos específicos que las caracterizan.
Y nótese, por lo demás, que es mucho conce-
der al Estado, en una sociedad cristiana, reco-
nocerle el derecho de fundar universidades sin
ninguna intervención de parte de la Iglesia. Pero
aunque no lo disputemos aquí y lo admitamos
como hipótesis ó nos resignemos á ello como
424 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

hecho, de todas maneras rechazamos el concep-


to monstruoso de que la Iglesia no posea un
derecho, por lo menos igual al suyo.
Si esta doctrina triunfara y de acuerdo con
ella, universidades establecidas por la Iglesia
compartieran con las del Estado la facultad de
normar la enseñanza, desde luegc desaparece-
ría el monopolio y por una inteligencia más
cuerda del principio de libertad, nos aproxima-
ríamos á la restauración del orden cristiano.
Por supuesto que cuando hablamos de uni-
versidades aludimos á cuerpos revestidos de
todas las prerrogativas académicas, y por lo
tanto, habilitados para graduar y conferir títu-
los y lauros con pleno valor y efecto en la so-
ciedad civil. Entiéndese además que, cualquiera
que sea el origen de una universidad, en virtud
de su erección, requiere dos caracteres: ser in-
dependiente, y poseer autoridad doctrinaria.
En suma: las universidades del Estado en la
República Argentina, que no son independien-
tes ni gozan de esa autoridad doctrinaria, aun-
que monopolicen de hecho la enseñanza supe-
rior, están despojadas de su papel natural res-
pecto de la segunda enseñanza, en beneficio de
los colegios nacionales, que juzgan á sus com-
petidores, procediendo como agentes del Estado
para someter los colegios libres á la disciplina
y métodos que despótica y odiosamente impo-
ne el gobierno.
En consecuencia, por explícita que sea la
Constitución nacional al garantir la libertad de
UN EJEMPLO 425

la enseñanza, esa libertad n o existe, y cada día


se ponen trabas más vejatorias á su ejercicio,
que reagravan la situación, malísima de suyo,
creada por la ley de 1S7S.
La exigencia de los católicos es justísima, y
nuestra propaganda, que es oportuna, será in-
cansable.
Febrero 11 de 1888.

Un ejemplo
Una de las supersticiones de este país es la
admiración por los E s t a d o s Unidos. Sin parar-
se, á distinguir lo sano de lo enfermo en sus ins-
tituciones, costumbres y política, cuanto les
pertenece pasa por un m o n u m e n t o de sabiduría.
Con un texto legal ó un h e c h o administrativo,
sea bueno ó malo, que de allá se recoja preténde-
se dilucidar las cuestiones y c o r t a r los debates
á que dan lugar las cosas argentinas. Hay en
esta aberración algo de manía. Y como todas las
manías y aberraciones c a r e c e n de lógica, sor-
prendemos frecuentemente á los más ardorosos
idólatras de los Estados Unidos contradicién-
dose á sí mismos, y s e p a r á n d o s e del modelo en
lo que realmente m e r e c e r í a ser imitado. Así
acaece respecto del régimen de la enseñanza
media y superior.
A u n q u e estamos muy lejos de pensar que lo
norte-americano tenga á su favor, por el he-
426 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

cho de ser norte-americano, la presunción del


acierto, argüimos de contradicción y de error á
los que toman de los Estados Unidos muchas
cosas malas y desdeñan su modo de entender la
grave cuestión de que tratamos.
En los Estados Unidos predomina esta máxi-
ma: que la enseñanza científica no es asunto
de gobierno, ni por consiguiente, incumbe al
Estado.
La máxima es incompleta, porque es el re-
manente de una doctrina más general mutilada
hoy día, merced á novedades de filiación revo-
lucionaria, para ensanchar el papel del Estado
en la educación popular. Con todo eso, es exac-
to, porque la especie á que la aplican sus de-
fensores norte-americanos, está comprendida
en el género á que nosotros la entendemos.
Durante muchos años ha predominado sin
contradicción. Los colegios y universidades no
han dependido, ni en su mayor parte dependen
del Estado, ni han tenido con él más relación
que la de pedirle su incorporación, es decir,
su reconocimiento solemne como personas de
derecho. La validez de sus títulos y grados se
funda en su autoridad científica y social, y el
mérito relativo de los que expiden depende del
crédito que cada cuerpo docente se granjea en
razón de su importancia y de su competencia.
Aquí se ve el interés social libre de las compli-
caciones del interés político, y la ciencia exenta
de la tutela oficial: distintas órdenes en distin-
tas órbitas: cada cosa en sus quicios y en su
UN EJEMPLO 427

punto ele equilibrio. No ocultaremos que de al-


gunos años acá ese sistema es combatido con
tendencia á reemplazarlo por instituciones cen-
tralistas, llevando al libre terreno de la enseñan-
za la opresión burocrática y la tiranía de los
privilegios y monopolios de las escuelas y uni-
versidades del Estado. Añadimos en seguida,
que la iniciativa de esta reforma es sobre ma-
nera sospechosa. Coincide con la degeneración
política que subsiguió á la guerra de secesión,
y lo que es más alarmante y significativo, con
el desarrollo de la influencia masónica, mani-
fiesta en grandísimos esfuerzos por centralizar
la educación popular con mengua de las liber-
tades domésticas y municipales, y aún de la au-
tonomía de los Estados.
El principio sano resiste, sin embargo; y has-
ta ahora lucha ventajosamente. La idea de co-
locar en manos del gobierno federal la direc-
ción suprema de la enseñanza creando una uni-
versidad nacional que monopolice los grados, es
tan repugnante á la tradición, á las costumbres
y á las necesidades del pueblo de los Estados
Unidos, como al derecho y á la justicia. Entre-
tanto, se va ensa3^ando la creación de universi-
dades oficiales en los Estados, como la de Nueva
Yorck, y éstas sin que sean descaradas agencias
de despotismo, bastan para demostrarlos vicios
inherentes á la institución del Estado docente.
Permítasenos una breve explicación. Con-
vertir el racionalismo absoluto y la increduli-
dad doctrinaria en una norma directriz del go-
428 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

bierno, es idea relativamente moderna, pertene-


ce al liberalismo radical y á la parte del sistema
revolucionario que no h a dominado por comple-
to en Inglaterra. Por esta razón se ha conserva-
do en los países anglosajones, á pesar de su
lapso en herejía, algunos conceptos y aún algu-
nas instituciones, que corresponden al sistema
católico. Uno de esos conceptos es el de que la
enseñanza superior exige p a r a tener elevación,
tener unidad; y para tener unidad, ser informada
por la religión. Y una de esas instituciones es
la independencia y la autoridad doctrinaria de
las universidades. Los Estados Unidos se eman-
ciparon empapados en la tradición anglosajona.
Si hubieran gozado del imponderable beneficio
de la unidad religiosa, por la profesión unánime
y social de la verdadera fe, fácilmente habrían
dado á ese concepto sus aplicaciones naturales
y más fecundas. La anarquía de las creencias
les ha obligado á buscar camino, suscitando
y estimulando con garantías de una libertad
seria la iniciativa de las sectas, para que la
enseñanza no se impregne de escepticismo. Si
es cierto que la Iglesia ha aprovechado esta
situación legal para mejorar el país por medio
de un proselitismo cada día más vigoroso y
próspero: es cierto también que las sectas he-
réticas han hallado en él recursos para edu-
car generaciones numerosas en el error. Este
es el mal lado del asunto, nacido de la dis-
cordia y del predominio del protestantismo to-
mado en general. Con tocio, se ve en el respeto
UN EJEMPLO 429

tributado á la religión, aunque vagamente en-


tendida, mezcla de idealidad y de pietismo, un
homenaje á la Verdad desconocida y amor á las
cosas superiores. Pero donde comienza á actuar
el Estado docente, comienza á decaer el concep-
to tradicional de subordinación de la enseñanza
á la religión. Es ejemplo de ella en Inglaterra
la Universidad de Londres, y el fenómeno se re-
pite en América. L a enseñanza neutra (unsec-
tariam) que se dice allá, es decir, que se desen-
tiende de la religión y irisa con el escepticismo,
si es que no se sumerge en él, inaugúrase con el
establecimiento de colegios y universidades ofi-
ciales. A este punto llega la invasión del libera-
lismo genuino. Son, sin embargo, tan tenaces
las tradiciones, cuya destrucción pretenden
los innovadores, que no alcanzan á removerlos,
y la institución de libertad subsiste á pesar de
la malquerencia de revolucionarios y francma-
sones.
El ejemplo que alegamos en pro de nuestra
tesis es, como se ve, de grandísimo significado.
No es producto de u n arrebatamiento momentá-
neo como tantas creaciones de la fantasía polí-
tica que ensaya, á costa de los pueblos, la reali-
zación efímera de sus quimeras.. Ni es un resto
de instituciones embrionarias sobrevinentes á
algún sistema caduco por fuerza de la rutina y
la negligencia. E s u n a institución sólida, cimen-
tada en antecedentes sanos, que r e s g u a r d a inte-
reses conscientes, lucha contra la novedad y se
encastilla en una tradición robusta y vivaz para
430 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

defenderse de caer absorbida en el centralismo


suspicaz y criminal de lesa civilización, que nos-
otros combatimos en la República Argentina.
Admiráis la República norte-americana mu-
cho más, incomparablemente más que nosotros.
Pues dadnos, respecto de la enseñanza, la liber-
tad como en los Estados Unidos. No nos haréis
gracia. Reclamamos lo que es nuestro, porque
es nuestro derecho; y la opresión sacrifica y
agravia, pero no despoja al hombre de lo que
en justicia le pertenece.
Febrero 17 de 18S8,

Libertad y civilización
Demostrar que el monopolio oficial de la en-
señanza superior conspira contra la civiliza-
ción, equivale á probar los beneficios que los
pueblos deben esperar de la libertad. Y de los
muchos raciocinios que conducen á la demos-
tración déla primera tesis, escogeremos por hoy
uno solo para departir con nuestros lectores.
El privilegio de las universidades de Estado
da lugar á una ilusión de óptica. Viendo que
les da una potestad excluyente de cualesquiera
rivalidades, y por la cual la juventud de una
nación se les subordine completamente, parece
también que les transmitiera una vigorosa y
positiva influencia en las ideas. Hay error en
creerlo. En tanto que se desarrolla su poder
LIBERTAD Y CIVILIZACIÓN- 431

opresivo y burocrático, que es muy cierto, de-


crece su autoridad doctrinaria; y esto á tal pun-
to, que no titubeamos en asegurar que el au-
mento de su poder es medida de la disminución
de su autoridad. La razón es obvia. Su poder
les viene del Estado; y mientras más reciben
del Estado, menos tienen de sí mismas. Son tan-
to más poderosas cuanto más degeneran en ofi-
cinas de administración: y no es dable que ga-
nen en este carácter sin perder en el de corpo-
raciones científicas. Esto tenemos por indispu-
table: á mayor privilegio, menor autoridad.
Siendo la política la esfera del Estado, natural
es que los móviles, los sentimientos, las pasio-
nes y los intereses que lo agitan discuerden de
los que son propios para guiar al magisterio en
su acción sobre las sociedades. Y lejos de ser
la libertad política una fuerza idónea para con-
trarrestar el pernicioso influjo de los gobiernos
sobre las universidades, está en la naturaleza
de las cosas que los empeore considerablemen-
te. La mayor agitación de la vida pública, el
choque más frecuente de las ambiciones y de
los pensamientos, traen consigo mayor instabi-
lidad en las miras de los gobiernos, mudanzas
frecuentes y rápidas sustituciones de ideas en
el imperio fugaz de los partidos. Esta mutabili-
dad congénita á los gobiernos, y más que á nin-
guna, á los representativos y republicanos, que
necesariamente se refleja sobre las universida-
des que les están sometidas, es incompatible
con el ejercicio permanente y fecundo de u n a
432 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

autoridad doctrinaria en la enseñanza, que ex-


cluye lo contradictorio y lo voluble.
Ministerios, Presidencias v Parlamentos van
y vienen como sube y baja la marea política, y
cambian como las impresiones populares. Ex-
presiones y agentes de la opinión de un día y de
movimientos ó superficiales ó extraños á los
objetos inmutables que la enseñanza sirve, no
son ellos adecuados para normarlas ni encarri-
lar las corporaciones sabias de la nación. Si
intervienen en su marcha, la perturbarán sin
duda, y les contagiarán su caducidad.
Citábamos días pasados el ejemplo de los Es-
tados Unidos para argumentar á los que les ado-
ran. Dediquemos dos palabras á los anglo-
manos.
Sean las suficientes para recordar las relacio-
nes del Estado con las universidades en Ingla-
terra. Las universidades influyen en la vida
parlamentaria que es el gran teatro delapolítica
británica, como que tienen derecho de repre-
sentación en la Cámara de los Comunes; pero el
Parlamento no tiene autoridad sobre ellas, y
momento ha sobrevenido, en que la Universidad
de Oxford se ha negado á darle noticia de sus
rentas.—E\ omnipotente Parlamento inglés se
detiene con respeto ante el claustro universita-
rio. He ahí otro resto de antiguas y sanas tradi-
ciones, odiadas por el liberalismo revolucionario,
que contribuye á conservar la sociedad inglesa
con estabilidad y solidez. Otras naciones las
han repudiado, y pagarán caro su error. Podría-
LIBERTAD Y CIVILIZACIÓN 43vi

mos citar ejemplos: el de F r a n c i a entre otros,


que ha visto los gobiernos pasar de discípulos
á tutores de las universidades; pero queremos
hablar más prácticos é inteligiblemente.
Dos universidades de Estado tenemos en la
República Argentina. La de Córdoba ha perdido
su carácter en manos del gobierno. La de Bue-
nos Aires no le tuvo nunca. Cinco profesores de
Facultad fueron destituidos poco hace por ha-
ber enseñado, dentro ó fuera de la Universi-
dad, doctrinas que no cuadraban á la política
del gobierno. Las universidades se sometieron
silenciosamente, sin r e p a r a r en que ese some-
timiento acababa de despojarlas de la última
apariencia de autoridad que pudiera quedarles.
Este golpe complementa la desairada situación
de cuerpos científicos que aprueban tesis «sin
aceptar ni rechazar las doctrinas que contienen»,
según las palabras de su propio formulario. De
manera que lo que no abdican, les es arrebata-
do. Y en suma, los estudiantes pueden fraguar
teorías á su antojo, los profesores enseñan el
pro y el contra, refutando en u n a cátedra lo
que en otra se afirma, mientras no pone la mano
el gobierno, que es el gran dogmatizante, y to-
dos se consideran con derecho á profesar una
doctrina menos la Universidad.
Está probado con ejemplo inmediato y propio,
lo que nos proponíamos. Nuestras universida-
des tienen un poder reflejado del gobierno, bas-
tante para oprimir, pero no le tienen propio; y
por eso carecen de autoridad doctrinaria. Y lo
434 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

que es cierto de las universidades, lo es a fortio*


n\ de los colegios de segunda enseñanza, más
absorbidos en el centralismo burocrático, más
degenerados en oficinas de gobierno, más infes-
tos por el miasma del socialismo liberal.
No creemos que si se reflexiona seriamente
llegue á negarse que la falta de doctrina frustra
los esfuerzos de la enseñanza y" defrauda sus
fines esenciales.—Amar la verdad, buscarla, in-
quirirla, examinarla en la multiplicidad de sus
corolarios y aplicaciones, son la pasión gene-
rosa y las nobles funciones del magisterio y del
estudio en todos sus grados. Por ese amor se
eleva el hombre de la pequenez de la curiosidad
á la grandeza de aquellas contemplaciones su-
blimes, que descubren la inteligencia increada
en la inmutable existencia de la Verdad eterna-
mente entendida.—Por la posesión de una certi-
dumbre que resplandece en la mente é ilumina
el universo, toman los espíritus temple varo-
nil y los caracteres energías. Pero qué, ¿espe^
ráis borrar todos los ideales de las perspec-
tivas de la juventud? Educar sin doctrina es
igual á decir explícita ó tácitamente, ó que no
hay Verdad, ó que no le interesa al hombre co-
nocerla. Los espíritus habituados á esta neu-
tralidad entre lo cierto y lo falso, comenzarán
por incurrir en la perplejidad, que es la cobardía
de la inteligencia, y se anegarán en el escepti-
cismo que es su ruina. Hombres sin vigor, sin
lógica ni elevación, indiferentes á los atractivos
de la verdad, inaccesibles á su influjo y sus en-
PROGRESO Y MONOPOLIO 435

cantos, pasarán la vida contentos con el poco


más ó menos del sofista y las amalgamas ridicu-
las de un eclectismo, expresión de esterilidad y
de pueril ligereza; ¿y serán esos pensadores afe-
minados y frivolos agentes eficaces de la civili-
zación nacional? ¿No se ve que la duda nada
engendra? ¿No se ve que la incertidumbre es
estéril?...'
Pues si todo eso surge de educarse la juven-
tud sin doctrina, y si la intervención del Estado
en las funciones propias de las corporaciones
docentes despoja á las universidades de autori-
dad doctrinaria, es evidente que el monopolio
de la enseñanza conspira contra la civilización,
y que sirve á la civilización el que sirve á su li-
bertad.
Febrero 19 de-1888.

Progreso y monopolio
Convenimos todos en que interesa fomentar
el progreso y mejoramiento de la enseñanza.
Pues dadnos la libertad, condición precisa de
la competencia y de los estímulos que de ella
nacen.
Donde cuerpos docentes idóneos y con una
tradición científica que constituye el honor y la
gloria de ¿los individuos, trabajan en la tarea
nunca concluida de alimentar la civilización,
rivalizando unos con otros en perseverancia, en
436 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

-abnegación y en laboriosidad, no hay cuidado


de que la enseñanza se sacrifique ni por las te-
meridades de la innovación ni por las negligen
cías de la rutina. Ambos extremos son escollos.
Mucho cambiar destruye, y el quietismo para-
liza- Por un camino se va á la disipación: por el
-otro al letargo; y por ambos á la esterilidad.
La escuela monopolista de Estado se halla
expuesta, y casi condenada á extraviarse por
cualquiera de ellos.
Dueña del terreno, en efecto, pone la ley, ó
mejor dicho, es instrumento para que el despo
tismo burocrático la ponga alterando, movien-
do, ensayando antojadizamente, ó empecinán-
dose, por obstinación inconsulta, en errores
comprobados, diariamente puestos de relieve,
pero irremediables, porque su autor se llama
león.
Si el espíritu de novedad la compromete, por
crasas que sean sus extravagancias procurará
ocultarlas, y en su mano está encubrir el fraca-
so de sus experimentaciones. El éxito de la en-
señanza, donde no hay términos de comparación
por no haber escuelas que rivalicen en pie de
perfecta igualdad, no tiene más prueba que el
resultado de los exámenes, muy engañosa por
cierto, desde que enseñanza y exámenes corran
á cargo de los mismos hombres. Naciones cen-
tralistas hay que, sin embargo, procuran sus-
traerse de estas consecuencias de Su sistema,
como Francia por ejemplo. La República Ar-
gentina no es tan precavida.
PROGRESO Y MONOPOLIO 437

Si las rige un espíritu contrario, los mismos


medios aplicados en sentido opuesto, servirán
para que el abatimiento de las inteligencias y la
decadencia de los estudios se recaten bajo el
oropel de títulos y lauros.—Otra cosa sería si,
en un régimen racional de libertad, se presenta-
ran en paralelos é incitaran á la comparación»
productos contra productos, los resultados di-
versos de diversas enseñanzas. Ningún brillo
fuera entonces bastante para deslumhrar.—Los
grandes errores de la enseñanza oficial son rec-
tificados por la competencia. He ahí otro bene-
ficio de la libertad.
Y la exactitud del antecedente en que se basa
este juicio puede ser probada con casos de nues-
tra propia práctica. Citaremos uno.
Por un concepto absurdo incluido en el falso
principio del centralismo se identificaron, hace
tiempo en Buenos Aires, los títulos académi-
cos con las patentes profesionales. Respecto de
la profesión de abogado, era desde ese instante
más que nunca necesaria la existencia de la an-
tigua Academia teóricopráctica de jurispruden-
cia suprimida y reemplazada con un Curso de
Procedimientos agregado á la Facultad de De-
recho. Nada se hizo. La cátedra de Procedi-
mientos está confiada á un profesor de extraor-
dinaria competencia; y precisamente porque
ensena, y enseña bien, prueba que el curso á su
cargo es insuficiente para formar jóvenes capa-
ces de expedirse en el foro cuando reciben su
patente. Pero como la Universidad de Buenos
438 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Aires no tiene rival que descubra y rectifique


sus deficiencias, esa inconsiderada reforma va
echando raíces, y su enmienda, por justa que sea,
tomaría no sé qué ribetes de temeraria. La ate-
nuaba un poco la prueba exigida ante los tri-
bunales á los jóvenes abogados. Una ley de fa-
voritismo la abolió!
Si no bastara este ejemplo, no nos faltarían
otros, escogidos de entre todas las facultades,
que nos abstendremos de exponer por ahora,
limitándonos á llamar la atención de los hom-
bres reflexivos sobre la marcha de la Facultad
de Medicina, que incluye entre los estudios obli-
gatorios, enseñanzas complementarias y espe-
ciales con notorio perjuicio de las asignaturas
fundamentales y la clínica general.
No. No marchará la enseñanza en ninguna
nación del mundo por caminos razonables y
que aseguren la permanente elevación de su
nivel, entre tanto que el Estado la monopolice y
escude sus errores con sus privilegios.—La en-
señanza requiere ser gobernada por la autoridad
de la ciencia y no por la autoridad del poder.
Una escuela, por ser del Estado, no tiene nin-
guna racional precedencia ni Aventaja alguna
legítima. El predominio en estas materias co-
rresponde al mejor y no al privilegiado.
Febrero 22 de 1888.
POR QUÉ PEDIMOS LIBERTAD 439

Por qué pedimos libertad

El interés de conciencia, unido al interés so-


cial en la cuestión de la libertad de enseñanza,
se esclarece sin mucha dificultad toda vez que
se averigüe si hay ó no una ciencia cristiana
opuesta á otra ciencia anticristiana. Si la ense-
ñanza se propone educar las generaciones ini-
ciando los espíritus en la ciencia, razón es in-
terpelar al Estado, que la monopoliza ó subyuga,
y saber cuál de esas dos ciencias puede y quiere
fomentar; y si el Estado prefiere ó está conde-
nado á propagar la ciencia anticristiana, razón
es también repudiar su educación, y exigir la
libertad para salvar la juventud.
Concedemos que si no todos, muchos defen-
sores moderados de la llamada enseñanza neu-
tra, hablen de buena fe cuando aseguran que ni
se proponen desarraigar el cristianismo, ni ven
las conexiones que nosotros decimos existir de
absoluta necesidad entre la ciencia y la fe.
¿Qué concepto real, suelen preguntar, encierra
esta denominación de ciencia cristiana? ¿Puede
haber dos ciencias? ¿La ciencia se miente á sí
misma?....
Responderemos p a r a los que son sinceros.
La ciencia, en cuanto es el conocimiento de
los hechos y de las leyes, bien averiguadas, que
los rigen, no es, en efecto, por sí misma ni cris-
tiana ni anticristiana. Diremos más bien que
indirectamente siempre es cristiana, por cuan-
440 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

to manifiesta la verdad en el orden natural que


está al alcance del espíritu del hombre, y la re-
velación la manifiesta en el orden sobrenatural,
que no lo está. Pero hay una corriente de
ideas por la cual son conducidos los hombres á
negar que h a y a verdades, seres, leyes ó princi-
pios que conocer fuera de los que pertenecen á
la naturaleza visible. Este modo de concebir las
cosas es anticristiana, y la ciencia que de ese
modo limita la esfera del pensamiento, es cien-
cia anticristiana.
No lo es por los fenómenos que describa ni
por las leyes que determine; más si porque niega
la veracidad de todas las nociones no compren-
didas en su jurisdicción.
De otro modo puede ser anticristiana la cien-
cia. Hay á veces en ella lo que le pertenece y
lo que no le pertenece, y se confunde en los
sistemas de los libre-pensadores lo que es cien-
cia con lo que no lo es. A los hechos y leyes
que después de bien averiguados se incorporan
al tesoro de los conocimientos, suelen añadirse
hipótesis que aún adheridas á un sistema de
fundamentos experimentales ciertos, no son
parte de la ciencia, porque son falsos y fantás-
ticos, inducciones imaginarias y audaces que no
fluyen de los antecedentes en que al parecer de
sus autores reposan. La ciencia bastardeada por
estas proyecciones antojadizas que invaden te-
rreno extraño y siembran incertidumbres y ex-
travagancias, también es ciencia anticristiana.
En época tan infestada de racionalismo como
POR QUÉ PEDIMOS LIBERTAD 441

la presente, ambas tendencias desorientan á


menudo á los cultores de las ciencias, y de la
última ha nacido y n a c e aún la insensata pre-
tensión de poner conflictos entre la ciencia y la
fe, negando las v e r d a d e s reveladas que se ha-
llan en contradicción con las hipótesis más ne-
cias y temerarias.
Por supuesto que la corrupción penetra en el
dominio de las ciencias históricas y morales.
No hablemos d é l a falsificación maliciosa de
los hechos, ni de la obstinación en repetir y
enseñar datos fraudulentos, á pesar de los escla-
recimientos de una sana crítica.—Es un vicio
común y grosero, que despreciamos. Mas á na-
die se le oculta que de confesar ó negar la fe
se sismen diversas maneras de entender la his-
toria y de explicar é interpretar los grandes
acontecimientos del mundo.—En todas las cien-
cias morales, por lo demás, se m a r c h a por rum-
bo muy distinto, según el concepto de la natura-
leza del hombre que domina al pensador. De)
concepto escéptico ó materialista no emanan ni
en Ética, ni en Jurisprudencia, ni en Derecho
Público, ni en Economía, teorías c o n c o r d a n t e s
con las que nacen del principio espiritualista y
cristiano.
Hay, en suma, u n a ciencia cristiana y una
ciencia anticristiana.
¿Por medio de cuál de ellas se propone el Es-
tado monopolista conducir la educación de la
niñez y de la juventud?...
—El declara que ni por una ni por otra, sino
442 EDUCACIÓN" SECUNDARIA Y SUPERIOR

por la senda de la neutralidad, separando de la


enseñanza todo cuidado religioso.
Nosotros aseguramos que la senda de la neu-
tralidad es la senda anticristiana, confiésenlo ó
no, créanlo ó no lo crean sus partidarios y apo-
logistas.
El programa gubernativo ha sido promulgado
con la franqueza más imprudente. Los jóvenes
cautivos del Estado deben pasar cerca de vein-
te años bajo el régimen escolar, oyendo hablar
de todo menos de Dios. Estudiarán las ciencias
históricas y las de observación, repasarán la
enciclopedia entera, sin que ningún maestro
deba jamás levantar su espíritu hacia el Sobera-
no autor de todas las cosas.
Supuesto que en la vida doméstica reciban
buenos ejemplos y sanas doctrinas, difícilmente
se sustraerán de las consecuencias de una edu-
cación tan viciosa. Familiarizados desde la
niñez con la idea de que la religión es para
confesarla y practicarla á escondidas, cosa ex-.
Ir aña a l a vida social, y que poco ó nada afecta
al mérito del hombre, puesto que jamás la vieron
resplandecer ni en la virtud de héroes ni en la
ventura de los pueblos, conforme se empapen
en los sofismas de u n a filosofía sin principios,
irán encenegándose de más á más en la indife-
rencia y el naturalismo.
Sabemos lo que es la neutralidad. Es la pros-
cripción del dogma. Pero no implica una es-
crupulosa eliminación de las teorías y doctrinas
q u e van contra él? Cualquier error podrá ense-
POR QUÉ PEDIMOS LIBERTAD 443

ñarse libremente, y la cabeza de los jóvenes re-


pleta con abigarrada muchedumbre de ideas
contradictorias, sin norte que las guíe, incapaces
de discernir lo cierto y lo falso, y habituada á la
indolencia intelectual y moral del indiferentis-
mo, será un receptáculo estéril de pedanterías
y de insolentes paradojas.
Presentimos la réplica. Si la juventud, se ar-
guye, es educada cristianamente en la familia
y en la Iglesia, su espíritu tiunfará de los incon-
venientes de la enseñanza neutra.
Lo racional sería no crear esos inconvenientes,
ni poner la escuela en contradicción con la
Iglesia y. la familia, porque eso es poner en con-
tradicción al Estado con la sociedad, á la educa-
ción con sus fines, á la ciencia con la verdad, al
hombre con su destino, á la criatura con su
Dios.
Negamos que la enorme mayoría de los jóve-
nes pueda triunfar de esa prueba. Está, al revés,
destinada á sucumbir en ella. ¿Y sabéis qué se-
rán probablemente los pocos que salven los ves-
tigios de la fé después de haber pasado esa larga
carrera de contradicciones y de luchas? Católi-
cos como conocemos en inmenso número, cató-
licos «que tienen sus ¿deas», católicos que
<lo son como el que más», católicos de «catoli-
cismo bien entendido»} católicos que «no pro-
fanan la religión con la política-», católicos
regalistas,acomodaticios, «hombresde su siglo»,
católicos de los que votan en los congresos le-
yes de enseñanza neutra y de matrimonio civil.
444 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

No es posible negarlo. El sistema conspira


contra la fe. Y como es deber sagrado de con-
ciencia para los padres católicos educar cristia-
namente á sus hijos, estamos obligados á exigir
la libertad de la enseñanza, y no puede ser ne-
gada sin agravio despótico de la justicia.
Febrero 29 de 1888.

Filosofía

Aun los que se aperciben de los males entra-


ñados en la incoherencia doctrinaria de la ense-
ñanza pública, suelen halagarse esperando que
un curso de filosofía bien hecha los rectifique y
los repare.
Pero se equivocan mucho. Un sistema de en-
señanza calculado en el sentido positivista, no
puede ser dominado por la filosofía; y basta
examinar los planes vigentes, para cerciorarse
de que ella ocupa un lugar secundario. Las
ciencias exactas y naturales preponderan en él.
La filosofía apenas es admitida á alternar con las
asignaturas acumuladas en los dos últimos años
de estudios, cuando llega al máximum la anar-
quía de ideas, resultante del conjunto del plan y
de la acción desorganizada de los profesores.
Ni fuera posible coordinar la multitud de no-
ciones contradictorias sugeridas á los niños
antes del estudio de la filosofía y simultánea-
mente con él. O habría que destruirlas, ó habría
FILOSOFÍA 445

que asimilarlas. Destruirlas no es cosa hacedera,


y asimilarlas sería convertir la cabeza de los
estudiantes en un receptáculo de desperdicios
científicos á la manera de u n a taza de borras.
La fuerza de las cosas opera más enérgica-
mente que cualquiera voluntad. De hecho, la
enseñanza de la filosofía contribuye á extraviar
los espíritus en la incertidurnbre y la confusión.
No se enseña filosofía cuando no se enseña una
doctrina que dé solución á s u s problemas. Re-
señar las tentavivas de diversos filósofos, expo-
ner sistemas, y entregar al criterio de los ni
ños la elección entre las teorías más opues-
tas, es un método perjudicial y que peca con-
s
tra.el fin de la enseñanza, el cual consiste pun-
tualmente en formar ese criterio que se da por
hecho.
El liberalismo infunde terror por todo lo que
tiene color de verdad y de autoridad doctrinaria.
Recordamos que años atrás se intentó convertir
la enseñanza religiosa de las escuelas normales
en un curso de historia de las religiones. Con
tan poco respeto por la v e r d a d revelada, no es
de sorprenderse que le inspire pequeñísimo la
verdad filosófica, y que ni se p r o c u r e indagarla
ni se considere puesto en razón enseñarla á
los niños.
Los niños pasan, por la obra combinada del
método y la disciplina, á la categoría de filóso-
fos y de pensadores, cuidándose sí de prevenir-
les que la filosofía católica es una escuela añeja,
reemplazada por la cartesiana y otras muchas,
446 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

inclusos los delirios y los tenebrosos juegos de


palabras inventados en Alemania.
La clase deja de ser clase y se transforma en
academia. El profesor abdica su autoridad ma-
gistral en honor de la libertad de pensar de
los niños, y reduce su papel á presidirlos. Tiene
un puesto de honor y n a d a más; pero no indis-
putado, porque si es suya la honra de sentarse
en la cátedra, la de los niños consiste en contra-
decirle, levantar, por el prematuro y fatal espí-
ritu de independencia que se les sugiere, bandera
contra bandera, y si tanto pueden, ponerla en
calzas prietas con todo linaje de pedanterías
y divagaciones. Y hay! de él, si llegados los
exámenes, no rinde el homenaje de un voto de-
sobresaliente al más audaz de los chicos, su rival
en las charlas de la clase! Será fulminado como
un enemigo de la libertad de pensamiento, y
un envidioso opresor de la juventud!
Dícese que por estos medios se difunden las
doctrinas de la escuela ecléctica.
Harto mal se haría si así fuera. Mas por poco
simpático que nos sea el eclecticismo, no incu-
rriremos en la injusticia de confundirlo con la
monstruosa miscelánea de los cursos de filosofía
que examinamos. La incoherencia del eclecticis-
mo resulta del conjunto general del sistema,
mientras que en estos cursos son incoherentes
todos y cada uno de sus elementos, desde que
no se da solución doctrinaria á ningún problema
parcial.—Esta forma degenerada del eclecticis-
mo torna luego mil manifestaciones cuando se
FILOSOFÍA 447

le aplica á diversos asuntos; pero en todas ellas


conserva cierta identidad de carácter, que con-
siste en la perplejidad de la erudición indigesta
Hay quien cree resolver u n a cuestión, catalo-
gando todos los dictámenes abiertos sobre ella,
sin tomarse el trabajo de exponer el suyo. Tales
espíritus son el fruto de una educación mental
extraviada, porque no es posible disciplinar las
inteligencias sino por la contemplación de la
verdad, buscada, probada, analizada en fuertes
ejercicios dialécticos, partiendo de bases sólidas-
y con una dirección seria y competente.
Nada fecundo saldrá del fatuo galimatías que
se hace en la cabeza de los niños, repleta de con-
ceptos falsos ó incompletos, ilógicos y contra-
dictorios, y destituidos del vigor que se adquiere
habituándose á raciocinar bien.
Examínense las ideas fundamentales de las
víctimas de un régimen tan insano. Se hallará
quien cree en Dios: pero atribuye la creación al
fortuito concurso de la fuerza y la materia. Ha-
brá quien confiesa la inmortalidad del alma,
asociando esa creencia con las fantasías del
panteísmo. Uno preconizará la providencia di-
vina para sustentar en seguida nó sé qué fatalis-
mo de la naturaleza que destruye la libertad y
niega su eficacia á la oración y su posibilidad al
milagro.
Otro aceptará la necesidad del culto interior
y externo, repitiendo á renglón seguido la exis-
tencia de una religión verdadera, y confundien-
do la revelada con las teogonias paganas, las-
448 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

fábulas y las supersticiones. ¿Que extraño que


el de más allá defienda á la vez la existencia del
derecho natural, y la omnipotencia de la multi-
tud, según la máxima de los revolucionarios
franceses?
Ese espectáculo desolador de la incertidum-
bre y la contradicción, es el imperio orgulloso
.del sofisma v del absurdo.
A él nos impele un sistema de enseñanza que
consiste en la anarquía de las ideas y termina
en una filosofía sin principios. Puede el Estado
obstinarse en conservarlo, pero será á costa de
la cultura nacional. No lo olvidemos.
Marzo 1.° t1e 1S88.

Universidad
Entre los comodines de los que rechazan la li-
bertad de la enseñanza anda el de menospreciar
nuestra propaganda como inconducente, en ra-
zón de creer que el Estado la fiscalizará siempre,
mediante el privilegio de conferir lauros univer-
sitarios y reglamentar el ejercicio de las profe-
siones liberales. La libertad de la enseñanza es
una pura quimera, en el sentir de los que de esa
suerte raciocinan.—El Estado será más ó menos
severo, más ó menos vigilante, y su intervención
en la enseñanza llegará tal vez á disminuirse;
pero es de visionarios la preterición de supri-
mirla.
UNIVERSIDAD 449
Por muchos lados puede ser atacado ese argu-
mento, que es sobre manera endeble. Admitir
una acción indirecta del Estado en cualquier
ramo, no equivale, en efecto, á admitir su mo-
nopolio, ni siquiera á aceptar el influjo directo
de su autoridad. Tiene ó puede tener una in-
fluencia de la primera categoría en muchísimas
materias, en las cuales sería inadmisible la se-
gunda. Mas nosotros no nos inclinamos á con-
temporizar con un sistema esencialmente vicio-
so, y discutiremos en otro terreno.
Ante todo conviene desechar un error, nacido
de malas prácticas, en el cual se confunde la
facultad de expedir títulos universitarios con la
policía de las profesiones. Son cosas totalmente
distintas. No todas las profesiones liberales
comprometen de la misma manera el interés
público, ni aunque lo comprometieran es misión
del Estado tutelar el interés público cuando sin
esa tutela tiene salvaguadia suficiente. Y limi-
tando el examen de la cuestión á los términos
propuestos, decimos que á la autoridad civil
compete la investidura de aquellas funciones y
dignidades que constituyen á los individuos en
agentes auxiliares suyos. Pero el grado univer-
sitario no envuelve una autoridad de ese géne-
ro. Es una dignidad social, que contiene preemi-
nencias de honor, é implica presunción de
idoneidad en determinados ramos de las cien-
cias. Sin duda que nadie ha de conferírselo á sí
mismo. Y vanamente deducen de aquí los cen-
tralistas que debe conferirlo el Estado, porque
29
450 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

fuera dei Estado y del individuo nada ven, ni


quieren conocer la existencia y funciones pro-
pias de otras entidades sociales que no sean el
soberano político. Si la dignidad simbolizada
en el grado científico consiste en la incorpora-
ción del graduado á cierto gremio social, lo
natural es que sea ese gremio quien lo confiera.
Resalta aquí la falsedad de la doctrina centra-
lista, y claramente probado que conferir títulos
y grados científicos es función de las universi-
dades, y no atribución peculiar del Estado.
En ese punto se desliza otra paradoja. Conce-
demos sin titubear que las universidades no
pueden instituirse á sí mismas. Lo que no conce-
demos es que el Estado disfrute de una potestad
exclusiva para instituirlas. Y este es otro sofis-
ma centralista por medio del cual se hace re-
nacer el privilegio de la potestad civil para
fiscalizar la enseñanza y ejercer una alta y su-
prema jurisdicción en su régimen.
El Estado ha venido recientemente á disputar
á la Iglesia su gloriosa prerrogativa de dirigir y
normar la enseñanza en las sociedades cristianas.
Son indecibles los males nacidos de ahí para la
civilización y las costumbres, para la política y
para la fe. Mas no es ésta la oportunidad de co-
mentarlos. Sólo sí añadiremos, que negar á la
Iglesia la facultad de fundar universidades, ó de
erigir en cuerpos universitarios con facultades
académicas establecimientos fundados por ini-
ciativa privada, fuera un agravio tan insolente
como absurdo, desde que el ministerio docente
UNIVERSIDAD 451

está incluido en su misión divina. Su derecho


es claro. Por lo tanto, la libertad que exigimos
no es una utopía: es una realidad fecunda, á
cuyo amparo se han civilizado las naciones, y
por la cual volverán á salvarse de la barbarie
sabia y disputadora que hoy día amenaza envi-
lecerlas y sofocarlas.
Ni se diga que mientras sólo existan univer-
sidades de Estado, es legítimo de parte de éste
el ejercicio de la facultad que le negamos.
No. Aun bajo estas deplorables condiciones
el poder del Estado tiene por radio el que su
naturaleza le designa. Si le ultrapasa será des-
truyendo el organismo social; y adulterará las
instituciones desde que subordine las que son,
por esencia, autonómicas y libres, á la opresión
de la burocracia centralista. Deban ó no al Es-
tado su erección, reciban ó no reciban rentas
de su tesoro, que es el tesoro de la nación, en-
tidad organizada, cuya complexión y cuya
vida el Estado tiene el deber de respetar, las
universidades gradúan y disciernen títulos por-
que son universidades, no porque sean oficinas
de policía.
Pero esta final observación nos conduce don-
de queríamos llegar.
Nuestros adversarios tienen razón en parte.
La libertad que necesitamos será incompleta, y
siendo incompleta, será insuficiente, en tanto
que hayamos de someternos en una forma ó en
otra, á la disciplina del Estado, ó de las univer-
sidades del Estado.
452 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

Reclamamos nuestro derecho íntegramente.


No pedimos mitigaciones del monopolio, ni nos
satisface que se suavice el yugo. Pedimos la li-
bertad. Y la libertad requiere, si se nos permite
la palabra, una instrumenta'lidad completa pa-
ra funcionar }T ser fecunda. No serviremos ni á
la fe, ni á la ciencia, ni á la civilización, ni á la
juventud, ni á la República, ni á Cristo, á menos
de plantear un sistema vastísimo de enseñanza,
á cargo de corporaciones libres de la servidum-
bre gubernativa, informadas por la verdad cris-
tiana, y sujetas á la Potestad Suprema que el
Señor puso para enseñar las gentes y salvarlas
en su nombre. Necesitamos realizar valerosa-
mente el voto de 1884. Necesitamos dar solución
radical al conflicto de derecho y de conciencia
en que vivimos. Necesitamos crear una univer-
sidad católica.
Marzo 2 de 1SSS.

Un vacío
Tienen las Universidades del Estado deficien-
cias, de las cuales señalaremos aquí, una, que no
podría remediar, aún queriéndolo, á menos de
renunciar á sus pretensiones de punto funda-
mental. Aludimos á la falta de una Facultad de
Teología, en que esta sublime ciencia fuera cul-
tivada, á la par del derecho canónico y otras
asignaturas de los estudios eclesiásticos, que no
UN VACÍO 453

es del caso enumerar y que conocen todas las


personas entendidas.
Una buena organización de estudios sagrados
es, sin duda, de la más grande importancia, y á
tal punto que su falta suele afectar la disciplina.
Todo el mundo ve la acción prodigiosa que ejer-
ce en el honor y la cultura de las naciones un
clero sabio. Y si es verdad que el de la Repúbli-
ca Argentina, además de ser eximio por su vir-
tud, cuenta en su seno con un número de perso-
najes eminentes, que es, en proporción, mayor
que el de cualquier otro gremio; con todo eso,
como ello proviene de la dedicación constante
y del esfuerzo aislado de las personas, su mérito
redunda en mucha honra suya, y no tanta del
país que no les proporciona, en estudios regu-
lares, medios de facilitar su educación por el
triple auxilio de los maestros, los métodos y los
estímulos escolares.—Nótese además que el de-
recho exige para la conveniente organización
de la jerarquía eclesiástica, en muchos casos á
lo menos, requisitos de que es forzoso prescin-
dir en la provisión de los cargos, por la penu-
ria que deploramos, y que los seminarios no
siempre bastan para suplir.—Una cosa es la
educación de los levitas y su instrucción fun-
damental: otra cosa son los estudios supe-
riores y la carrera universitaria de los clé-
rigos.
Poco ó nada se preocupan los gobernantes, in-
festados á liberalismo, de que la Iglesia sufra ó
no por estás deficiencias. Recordamos que en
454- EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

u n a Cámara cierto diputado dijo un día, opo-


niéndose á una subvención para el seminario
diocesano,—poco más ó menos así: Mientras
menos sepa el clero, tanto mejor, porque será
más débil.—-Pero aunque no pensaran de ese
modo, y quisieran llenar el vacío de las univer-
sidades, como un hombre bien intencionado se
propuso hacerlo no h a mucho, chocarían con la
imposibilidad de realizarlo, entre tanto que ne-
g a r a n á la Iglesia el derecho de gobernar la en-
señanza.
Sea que el Estado la rija directamente, sea que
delegue su dirección en los cuerpos universi-
tarios de su dependencia, una Facultad de Teo-
logía no puede existir en Universidad oficial. Si
se da la primera organización, resultaría la en-
señanza de la Teología subordinada al poder
civil directamente- En el segundo caso lo esta-
ría de un modo indirecto, y se daría autoridad
en su régimen á cuerpos seglares, muchas veces
compuestos de hombres sin creencias, de here-
jes, y enemigos solapados ó descubiertos de la
Iglesia.
Donde el cisma ó la herejía hayan triunfado
y la potestad civil absorba la eclesiástica, acu-
mulando el Pontificado y el Imperio, es decir,
en las naciones que como tales, están fuera déla
catolicidad, ese absurdo se verificará como con-
secuencia natural de otros, y regla de organiza-
ción implícita en el principio cismático ó heré-
tico que lo domina é informa todo.
En las naciones católicas es distinto.
UN VACÍO 455

El poder civil tiene su r a d i o y el eclesiástico


el suyo. Las cosas de la Iglesia sólo por la Igle-
sia son provistas y regidas. Y si h a y una cosa
que sea de la Iglesia es la custodia de la verdad
religiosa. A ella le conñó el Señor el depósito
de la Doctrina á 3a vez que el ministerio sacer-
dotal. Pues de la misma m a n e r a que de ella y
sólo de ella proviene el ministerio auténtico y
genuino, á ella y sólo á ella compete distribuir y
velar por su pureza.
Imposible es que contemporice sot~e este
punto y admita al Estado á compartir una fa-
cultad que es característica de su misión. Como
rechaza por ser una sacrilega intromisión del
Estado cualquier tentativa de su p a r t e de gober-
nar la mano del Pontífice, que confiere la orde-
nación sagrada;—así rechaza, y por las mismas
razones, la pretensión de que el Estado envíe á
enseñar en su nombre los misterios de la reli-
gión y la ciencia de Dios.
No sólo se deduce esto examinando la natura-
leza de las enseñanzas teológicas. Consta tam-
. bien del derecho positivo; y formales declara-
ciones del Concilio de Trento, reunido en medio
de la borrasca que destruyó el concierto de la
catolicidad en el siglo XVI, revindican p a r a la
Iglesia esa facultad exclusiva, absoluta, incom-
partida, é incompartible.
Las Universidades del Estado no se comple-
tarán con una Facultad de Teología, si el Esta-
do no renuncia el poder que ha usurpado. Se-
rán, por lo tanto, y sin remedio insuficientes
456 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

para uno de los fines esenciales de la alta edu-


cación científica.
Otras deficiencias tienen además, de que tra-
taremos en artículo aparte.
Marzo S de 1888.

Las Humanidades
Nos ocupamos ayer de la deficiencia de las
Universidades argentinas por la falta, irreme-
diable en ellas, de una Facultad de Teología.
Carecen además de la Facultad de Letras, que
precisamente es la característica de las univer-
sidades, y un elemento de cultura intelectual
que no puede ser reemplazado por ningún otro.'
La corriente es adversa á los estudios de
Humanidades. Latamente hemos censurado es-
ta tendencia tan pronunciada ya, que ha desba-
ratado los fundamentos de la educación supe-
rior al hacer irrupción en los dominios d e j a
segunda enseñanza. La acusamos de nacer del
positivismo y propender á fomentarlo. La acu-
samos de empequeñecer los espíritus, priván-
dolos de nobles disciplinas y alejándoles de los
ideales grandiosos. La acusamos, en suma, de
conspirar contra la civilización nacional.
Quien examina la organización y marcha de
las Universidades ve en ellas el desarrollo de la
misma inclinación conducida á su plenitud.
No admiten más estudios que los conducentes
LAS HUMANIDADES 457

á preparar los jóvenes para la carrera de médi-


co, de abogado y de ingeniero. Es decir, que ca-
da Facultad es una escuela profesional, y nada
más.
Comparado este sistema con el que una larga
tradición ha establecido en las universidades
que en otros países ó en otros tiempos, han sido
focos de ciencia y de honor p a r a los pueblos,
luego se advierte que se h a tomado una senda
extraviada. La escuela profesional tiende, por la
naturaleza de su papel y por los intereses perso-
nales que afecta, á simplificar y reducir la ense-
ñanza; mientras es propio de la escuela pura-
mente científica ampliarla y darle la mayor
profundidad posible. No negamos al decir esto
que la escuela profesional requiere abarcar to-
dos los elementos de una ciencia, sino que por
eso mismo es menester reducirlos á lo rudimen-
tal so pena de hacer imposible su estudio á los
jóvenes que naturalmente tienen prisa de termi-
nar una carrera en que esperan adquirir medios
de vida.—Y cuando en ellas se requiere perfec-
cionar algún ramo, se incurre en el error de la
Facultad de Medicina de Buenos Aires, que
nace obligatorios el estudio y p r u e b a escolares
de clínicas especiales,—ó en lo que antes de
ahora hemos censurado á la Facultad de Dere-
cho y Ciencias Sociales.—Bien deslindado lo
que corresponde á la preparación profesional
de los estudios generales de ciencias, ambos
departamentos de la enseñanza ganan en pros-
peridad y se desenvuelven cada cual en su sen-
458 EDUCACIÓN" SECUNDARIA Y SUPERIOR

tido sin perjudicarse recíprocamente. Inglaterra,


que es tal vez la nación que menos ha cedido al
espíritu de novedad en estas materias, pudiera
suministrar ejemplos muy provechosos y muy
prácticos para ilustrar la cuestión.
Pero, dejándola aparte, insistimos en que una
universidad sin serios estudios literarios é histó-
ricos es cosa mutilada é incapaz de las mejores
funciones de su competencia.
Sabemos que causa extrañeza entre nosotros
oir hablar así; y de todas partes nos viene esta
pregunta: ¿para qué sirve una Facultad de Hu-
manidades?
¿Para qué? Preguntadlo á todas las naciones
civilizadas y sólidas. Para formar la clase direc-
triz de la sociedad, la que suministra hombres
aptos al gobierno de los Estados, la que por su
ascendiente moral y la superioridad de su inte-
ligencia imprime carácter y dirección á los
pueblos.
No somos de los que admiran á la Inglaterra
sin reservas. Reconocemos, no obstante, que
ella presenta el mejor ejemplo de este siglo en
el ejercicio del gobierno parlamentario y la con-
ducta de la política interior, merced principal-
mente á lo que ha conservado de sus antiguas
formas sociales. Pues la Inglaterra no ha entre-
gado su suerte á manos de los médicos ni de los
ingenieros. Sus estadistas eminentes y sus
jefes parlamentarios de partidos y de gabinetes,
son hombres formados en las universidades por
el cultivo de buenos estudios literarios é histó-
LAS HUMANIDADES 459

ricos. En ellas se empapa el espíritu en el cono-


cimiento de las cosas humanas, de las cuestio-
nes sociales, de los secretos del gobierno, de los
antecedentes y experiencias que maduran el
juicio y preparan para la vida política.
Por otra parte, las pasiones que absorben á
los hombres en la preocupación de los intereses
materiales preponderan por estos tiempos ver-
gonzosamente; y si las sociedades no se re-
signan á anegarse en un materialismo brutal,
íuerza es que se afanen p o r contrapesar esa ten-
dencia multiplicando cuanto esté en su mano
los medios de levantar la j u v e n t u d al amor de
ideales más bellos.
Agrávase el peligro social á medida que la
constitución política sea más democrática.—To-
da multitudes grosera. Por eso los gobiernos de-
mocráticos entrañan el riesgo de degenerar en
bárbaros. El riesgo es muy real: y mientras
más se ámenlas instituciones democráticas, más
necesario es apercibirse de su existencia, y
más urgente arbitrar su correctivo- Uno de los
más eficientes consiste en levantar muy arri-
ba el nivel de la inteligencia en la clase go-
bernante, cuyas filas son accesibles para todos
por razón de las instituciones; pero es menester
que no lo sean sino p a r a el hombre de mérito y
capacidad, por razón de la superioridad de sus
elementos y en interés de la civilización y del
bien común.
Luego, ya se considere el asunto en sus tér-
minos generales, ya se le examine en relación

yi
460 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

á las instituciones americanas, es manifiesto el


influjo trascendental que en la política y la vida
social corresponden á los buenos estudios.
El bstado ha cedido en la República Argenti-
na al funesto prestigio del positivismo. Se ofus-
ca el concepto utilitario en que estriba el siste-
ma déla enseñanza pública. Parece que no viera
sino lo que se pesa y se cuenta, como si la alta
cultura intelectual no fuera un elemento inte-
grante de la civilización, y la civilización no
fuese un factor esencial de la prosperidad na-
cional. Poca esperanza tenemos de que reaccio-
ne. Y eso mismo nos conduce á depositar en la
libertad la última que nos queda. La libertad
pondrá á la Iglesia en su puesto de derecho y se
requieren manos muy desinteresadas y muy pu-
ras, tan puras y desinteresadas como las suyas,
para abrir las verdaderas fuentes del saber y
llevar á altísimo grado el refinamiento y la ilu-
minación de las inteligencias.
Marzo 4 d* 1838.

Gratuidad y Monopolio
Muchos partidarios de nuestras viciosas ins-
tituciones en materia de enseñanza suelen en-
castillarse p a r a defender su conservación en la
conveniencia de que sea gratuita, p a r a que se
dispense á todos los jóvenes sin cuenta de sus
medios de fortuna.
GRATÜIDAD Y MONOPOLIO 461

Si no pudieran disfrutar de sus beneficios sino


los hijos de las familias pudientes, se malogra-
rían no pocas inteligencias privilegiadas, con
detrimento de la sociedad misma, privando de su
concurso á la cultura y al gobierno del país. Ni
está en el interés común, ni se concierta con la
índole igualitaria de nuestra Constitución, que
eso suceda. Dios no hace excepción de privile-
gios ni ventajas sociales para distribuir los do-
nes del ingenio, y parece que compensara á
menudo de otras penurias concediéndolas pro-
fusamente á los que nacen en esferas humil-
des. Por eso fuera hasta conspirar, en cierto
modo, contra el orden providencial, poner obs-
táculos materiales al desarrollo de los talen-
tos que aparecen en las clases pobres del pue-
blo. Un talento inutilizado es una gracia de
Dios que se desecha y una fuerza social que se
pierde.
Entramos en este modo de pensar. Es el nues-
tro, porque antes de ser lugar retórico de los
sofistas liberales, ha sido doctrina cristiana y
regla de conducta de la Iglesia y las institucio-
nes católicas.
Lo que no admitimos es la consecuencia que
de ahí se quiere deducir. Que el estudio de las
ciencias debe ser accesible para los que han re-
cibido la vocación del saber, sean pobres ó
ricos, está muy lejos de probar quería enseñanza
deba ser regida exclusivamente por el Estado á
fin de asegurar su gratuidad.
Por de pronto nos ocurre notar que en el ré-
462 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

gimen centralista, establecido en la República


la gratuidad de la enseñanza es aparente.
Ni el Estado, ni las universidades tienen, patri-
monio particular, de cuyas rentas sufraguen los
costos pecuniarios de la enseñanza. Su gratui-
dad no p a s a ni puede pasar de ser una añagaza.
Desde que ni el Estado ni las universidades
posean medios de darla sin concurso de los
particulares, es evidente que la cuestión se re-
duce á inquirir quien la costea. Un sistema, al
cual se inclina considerable número, piensa que
deben costearla los que directamente reciben
sus beneficios. Otros, al contrairo, creen que
por cuanto indirecta pero indisputablemente,
trae provechos a la comunidad, corresponde cos-
tearla á todos los contribuyentes. Esta es la so-
lución argentina del problema.
Quiere decir que nuestro régimen no consiste
en la gratuidad de la enseñanza, sino en haber
puesto su sostenimiento entre las cargas del
pueblo,como elde cualquier otro servicio admi-
nistrativo.—Repartiendo de esta manera los
gastos, y sacando insensiblemente el dinero de
la faltriquera de los contribuyentes, el Estado,
sin nada de su parte, está en aptitud de exigir
nada ó exigir muy poco á los estudiantes de las
escuelas oficiales, en compensación de la ense-
ñanza que reciben. Mas hay otra cosa que no
se quiere ver. El Estado, por estos medios, se
a r m a contra la competencia de los colegios li-
bres que no pueden sacar contribuciones para
aparentar generosidad. Eso por un lado. Por
GRATÜIDAD Y MONOPOLIO 463

otro lado, las rentas que da á los colegios y uni-


versidades, le sirven de pretexto p a r a avasa-
llarlos. El miraje de la gratuidad, en suma,
barniza con falaces exterioridades el monopo-
lio y el centralis mo buró crático.
Se reducirían las proporciones del primero
de estos resultados, caso de que el Estado, obran-
do cuerdamente, organizara la enseñanza públi-
co de concierto con el espíritu de la sociedad, y
dejara en su régimen, á la Iglesia, el papel que
le incumbe en las naciones cristianas. Verdad
es que cuando le guiara este sensato consejo,
no aspiraría á la autoridad docente que ha
usurpado, ni tendría el insano interés de hoy
día en gobernar la enseñanza.
Este es el objeto y el móvil del sistema. Todo
se sacrifica por conseguirlo, y una vez obteni-
do, nada se omite por conservarlo. Reflexiónese
sobre lo que llamaremos la historia financiera
de la enseñanza pública. Carlos III, cediendo á
pensamientos que no es del caso examinar, des-
tinó á la enseñanza pública los bienes de que
despojó en 1767 á la Compañía de Jesús. Entre
tanto, no existe un solo establecimiento de los
fundados con aquel botín, ni de los organizados
más tarde, que posea un metro de tierra ni el
mínimo valor de su propiedad. El Colegio de
Monserrat en Córdoba, dotado por su fundador
con bienes, que hoy serían pingües, ha sido
gradualmente esquilmado h a s t a recibir, h a c e
menos de un año, el salteo definitivo con la
venta de las tierras de Caroya. Al pasar en 1880,
464 EDUCACIÓN SECUNDARIA Y SUPERIOR

de la provincia á la nación, la Universidad de


Buenos Aires, se desperdició la oportunidad de
crearle un patrimonio, que habría sido suficiente
si se hubiese destinado á ese noble objeto el va-
lor de cualquiera de los bienes cedidos á título
oneroso, como la Penitenciaría.—La sugestión
no fué escuchada. Chocaba de frente con la su-
perstición liberal y centralista, y eso era bas-
tante para no oiría. Un patrimonio universitario
es una base de emancipación. La Universidad
debe ser asalariada para ser esclava. Tal es el
bajo y ruin propósito que domina, por desgra-
cia nuestra, las instituciones escolares de la
República.
No se aryuga, en consecuencia con el concep-
to del interés general, ni con el sentimiento igua-
litario, consultado en la gratuidad de la enseñan-
za para defender un sistema de monopolio y de
esclavitud fundado en usurpaciones de autori-
dad, y mantenido á vueltas de exacciones injus-
tas, en que se obliga á los ciudadanos á costear
enseñanzas ofensivas, á veces de su conciencia,
y forzándolos á dobles sacrificios, para dar á
sus hijos educación conforme á sus principios
Basta de palabras!
Amamos entrañablemente la igualdad; la
igualdad que se busca elevando lo que está
abajo, y no abatiendo lo que está alto. Es decir,
que amamos la igualdad en el sentido cristiano
de ese término. Anhelamos que esa igualdad
sea servida por la enseñanza; y convenimos en
que para conseguirlo se requiere inmenso des-
GRATUIDAD Y MONOPOLIO 465

prendimiento é inagotable generosidad. ¿Pero


quién osará dar á la Iglesia Católica lecciones
de amor á la igualdad, ni de abnegación para
satisfacer las necesidades del cuerpo y la del
espíritu, así las del individuo como las del pue-
blo, y servir lo mismo que á la salvación de las
almas, á la civilización de los Estados?
En la libertad está la reintegración de los de-
rechos de la Iglesia. En ella está el porvenir de
la República.
Marzo 15 de 1888. .
466 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

ARTÍCULOS SOBRE IMUNIDiD ECLESIÁSTICA w

Tradiciones jurídicas.—Informe del procurador.—El placet.—El ca-


bildo y el gobierno.—¡La soberanía nacional!—Informe fis'
cal.—Inmunidad eclesiástica,—Objeción constitucional.—En-
juiciamiento del doctor Cau.

Tradiciones jurídicas
Saben nuestros lectores que nunca raciocina-
mos suponiendo la legitimidad de la regalía ni la
transferencia regular del derecho de patronato
á los gobiernos americanos, que no han ajusta-
do especiales concordatos con la Santa Sede,
sino hipotéticamente, y con el ñn de aclarar,
aún bajo un concepto elegido por nuestros ad-
versarios, los derechos y preeminencias de la

(1) Establecida la enseñanza en la Escuela Normal de Córdoba


con profesoras protestantes traídas de Jos Estados Unidos, el vi-
cario capitular en sede vacante de aquella diócesis, doctor Jeró-
nimo E . Clara, dirigió a los fieles una carta-pastoral el 25 de abril
de 1884, sobre las escuelas anticatólicas; la prensa herética ó impía
v el deber de los católicos, que ejercen funciones docentes, de nor-
m a r su enseñanza por I09 dogmas y doctrinas que la Iglesia con-
liesa. El poder ejecutivo nacional dirigió una nota de protesta al
cabildo eclesiástico de Córdoba; la que futí contestada rechazando
las insinuaciones del gobierno y manteniendo el derecho del pre-
lado. El gobierno pidió su dictamen al procurador general de la
nación y, aceptando las conclusiones á que arribó dicho funcio-
nario, declaró separado de su cargo al vicario capitular de Córdoba,
Poco después, el 13 de septiembre, el obispo de Salta dirigió tam-
TRADICIONES JURÍDICAS 467

Santa Iglesia Católica. Bajo la misma regla pro-


cedemos al discutir los dictámenes avanzados
hoy día, en medio del conflicto suscitado por el
gobierno á la autoridad diocesana de Córdoba,
en nombre de las tradiciones jurídicas de la
época colonial de América.
En el estado á que llega ese debate, que no es
según presumimos, sino preliminar, tal vez ex-
traño á las formas que la cuestión recibirá de
manos del gobierno que la ha planteado con-
forme á la tesis del filosofismo liberal, es indis-
pensable precisar los términos y fijar el criterio
á cuya luz deben las cosas y las doctrinas s e r
juzgadas.
Se h a establecido perentoriamente que las
tradiciones jurídicas de España y América, que
constituyen el derecho inconcuso de la Iglesia
y el Estado en estas sociedades, autorizan al po-
der civil p a r a decretar el extrañamiento de pre-
lados que desacatan de algún modo sus preemi-

bién á los fieles de su diócesis otra carta-pastoral con el mismo fin;


y á su vez el poder ejecutivo declaró suspendido al obispo y ordenó
el enjuiciamiento de los vicarios foráneos de Jujuy 3- Santiago del
Estero, que acataron y publicaron dicha pastoral. De los ardientes
debates que produjeron aquellos acontecimientos entresacarnos es-
tos artículos. En La Unión de aquella época se hallan todos los
detalles de estas importantes cuestiones, los documentos oficiales y
más de 140 artículos, casi todos de nuestro padre, y que no pode-
mos reproducir aquí en su totalidad, por las razones que nos obligan
á limitar en )o posible la extensión de las Obras, y que hemos ex-
plicado ya en Dos palabras del editor, en el tomo IX. VCase la
referencia á estas cuestiones en José Manuel Estrada, noticia bio-
gráfica por el doctor Juan M. Garro, tomo I de las Obras, y ía
Memoria del presidente de la Asociación Católica del año 18S5, en
el tomo XIÍ de las mismas.—(Nota del Editor.)
468 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

nencias. Justifícase la doctrina apuntando que


esta medida aleja respetuosamente la persona
juzgada sin tocar el carácter sagrado que invis-
te y bajo el cual sólo depende de la jerarquía
eclesiástica, no sucediendo lo mismo en cuanto
al ejercicio de su autoridad en territorio del do-
minio y soberanía de la nación, dentro del cual
son subditos todos los habitantes, cualquiera
que sea su dignidad. Y para dar mayor realce
aún á la doctrina se alégala autoridad del famo-
so juriscunsulto Solórzano, cuyas creencias de
católico ejemplar se ponderan á fin de robuste-
cerla más.
Uno ó pocos, y aún muchos hechos aislados
son insuficientes para fundar sobre ellos una
doctrina autorizada y una teoría de .derecho.
Cualquier acumulación de irregularidades cons-
tuiría un régimen de violencia si ellas pasan á
ser consuetudinarias ó usuales; mas si hay una
noción de justicia, independiente de los produc-
tos de la pasión humana, y que por serlo sirve
de criterio á los actos y á las instituciones y per-
mite atribuir al derecho los caracteres de una
ciencia, entonces es contrario á todo principio
sano, convertirlas en tradición jurídica y que-
rer amoldar á ellas las reglas permanentes de
la organización social.
Por otra parte, en el conjunto de facultades
asumidas por el poder secular bajo la antigua
monarquía de España é Indias, hay que distin-
guir las que estaban legítimamente constituidas
de las que provenían de fuente impura. Las ha-
TRADICIONES JURÍDICAS 469

bía expresamente otorgadas por la autoridad de


la Iglesia ala autoridad civil; las había usurpa-
das grado á grado, y á veces con violencia, por
los reyes y sus Consejos, vicarios y tribunales.
—Si, pues, hay una tradición jurídica digna de
consideración, será la que derive del elemento
legítimo de las regalías; pero nunca la que ema-
ne de pretensiones resistidas y condenadas por
la Iglesia.
Tanto más evidente será esto si consideramos
que el fundamento formal del patronato y de la
regalía era la concordia de ambas potestades y
el beneplácito de la Iglesia que confería libre-
mente al soberano funciones determinadas y
circunscritas; asi como la circunstancia determi-
nante de su establecimiento era la profesión de
la fe católica, es decir, el acatamiento del reino
espiritual y social de Jesu-Cristo. De aquí se si-
gue que los actos, prácticas ó pretensiones no
fundadas en el consentimiento de la Iglesia, lo
mismo que las en cualquier medida hostiles á
su independencia y á la libertad de su ministe-
rio, siendo palpablemente contrarias al funda-
mento y condiciones constitutivas del patronato
y de la regalía, eran meras corruptelas, abusos
y violencias que no entran racional y legítima-
mente en el cuerpo del derecho y en la tradición
jurídica.
No bastaría la autoridad de Solórzano, como
la de ningún otro jurisconsulto, para rescatar de
este vicio y sus consecuencias ninguna práctica
introducida á despecho de la justicia, y contra-
470 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

dictaría con la recta razón. Pero Solórzano, cu-


yas doctrinas están condenadas por la Santa
Sede, lo cual basta para probar que se oponen á
la sana tradición jurídica, dista mucho de soste-
ner como reglas del derecho en vigor las que se
le han atribuido en esta emergencia. La Política
Indiana, que es una abreviación de su extenso
tratado en latín sobre el derecho de Indias, con-
tiene un capítulo (el 27 del Libro IV, que es el
censurado), en el cual estudia si las autoridades
civiles de América pueden por sí solas extrañar
del territorio un clérigo ó religioso» cuya vida
ó cuyos actos sean de escándalo ó peligrosos
para la tranquilidad pública. Comienza por es-
tablecer que el derecho en vigencia no lo con-
siente, y reduce el papel de la autoridad seglar
á excitar á los prelados á decretar el extraña-
miento, acudiendo en caso necesario hasta al
Metropolitano. Puesto en la hipótesis de que
estas excitaciones fueran desoídas, indaga si
el poder civil podría proceder por su propia
autoridad y resuelve la cuestión afirmativamen-
te; pero dando á esta solución el simple carácter
de una opinión personal y probable, para lo cual
refunde el dictamen dado por él en Lima al virrey
marqués de Montes Claros.—¡Cuan lejos nos po-
ne este dato del concepto de una tradición jurí-
dica atestiguada por Solórzano!
Y detengámonos un instante.
La cuestión tratada por Solórzano no versa
ni sobre extrañamiento de prelados, ni sobre
-conflictos nacidos de censuras contra actos d é l a
TRADICIONES JURÍDICAS 471

autoridad civil ó sus consecuencias, ó de. oposi-


ción intentada al éxito de alguna medida de ad~
ministración y gobierno; y al expresar que el
extrañamiento revoca el permiso de residir en el
territorio sin vulnerar el carácter de las perso-
nas elesiásticas, alude á los clérigos y religiosos
individualmente, mas no á los prelados que no
tienen en el territorio simple residencia, sino
también una jurisdicción territorial anexa á su
carácter é inseparable de ella, porque no hay
Obispo sin jurisdicción demarcada y propia, á
no ser los Obispos inpartibus>tím desagradable
para liberales y regalistas, ó los apóstatas que
la tenían indefinida y general.
Si los Obispos podían ó no podían censurar
actos de los virreyes y h a s t a excomulgarlos, es
punto de que trata á propósito otro capítulo de
la Política Indiana: el 13. del Libro V, de más
autoridad, porque no está censurado. Refiere
allí que el caso fué muy altercado en Méjico en
tiempo del virrey marqués de Gilves, sostenien-
do algunos la negativa bajo el concepto de que,
siendo los virreyes vicarios del rey, y no pu-
diendo el rey, por privilegio, ser excomulgado
sino por el Papa, el mismo beneficio los prote-
gía. Sol orzan o refuta categóricamente esta opi-
nión. Entiende que el favor otorgado á algunos
monarcas por la Santa Sede al limitar respecto
de ellos la autoridad episcopal, reservándose el
juicio de las causas que les concerniera, no
podía, como ninguna excepción, ser ampliada,
ni aplicada, como ningún privilegio, por exten-
472 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

sión, Á personas distintas de las que fueran es-


preso y único objeto de esa especie de inmuni-
dad.
Aquí nos detendremos para concluir que, aún
admitido el punto de vista en que se ponen los
no regalistas, no se puede fundar en las tradi-
ciones jurídicas, el derecho del gobierno para ex-
trañar al vicario de Córdoba, por haber recor-
dado á los padres de familia que es ilícito entre-
gar los niños cristianos á manos de maestros
heréticos ó incrédulos, aunque funcionen bajo
el patrocinio del Estado, censurando así de una
manera puramente indirecta los actos del go-
bierno nacional.
Mayo 8 de 1884.

Informe del Procurador

Apareció ayer tarde el dictamen del señor


procurador general de la nación en el ruidoso
asunto del vicario y Cabildo de Córdoba, con
tanta ansiedad aguardado, y en el cual esperá-
bamos hallar, á lo menos, un trabajo, aunque mal
inspirado, diserto y especioso, que colocara la
cuestión en el terreno jurídico que corresponde
á su gravedad. El señor procurador, no obstan-
te el carácter de las funciones que incumben al
consejero legal y técnico del gobierno, ha pre-
ferido, ofuscado por una engañosa perspectiva,
colocarse en el dominio de la filosofía; y ha caí-
INFORME DEL PROCURADOR 473

do en el de la controversia más trivial y decla-


matoria. No nos detendremos por este momento
á refutarlo. Compendiarlo y. hundirlo es todo-
uno.
El señor procurador trata, ante todo, de orien-
tarse para conocer la situación respectiva del
Estado y de la Iglesia, y por consiguiente, la
suya propia y la del gobierno que le.pide conse-
jo en un supuesto conflicto entre ambas potes-
tades.
Aquí debiera poner los ojos sobre los textos
del derecho. Pero el señor procurador remonta
el vuelo con alas de liberal y se mete en las nie-
blas de la filosofía de la historia, fraguando hipó-
tesis para sacar principios.
Dice él mismo que no trae á la cuestión ningu
na novedad, y es muy cierto, pero tampoco trae
ninguna razón, como se lo vamos á probar, des-
tnryendo la cabeza con la cola de sus argu-
mentos.
Dos principios se disputan, según él, el impe-
rio del mundo: el principio de religión, y el
principio de libertad. Renunciamos á toda ten-
tativa para explicar el significado de esta antíte-
sis. Probablemente es un eufemismo. Ha queri-
do decir que estamos comprometidos en el
conflicto del cristianismo con el liberalismo
revolucionario, pero cierto respeto á la magis-
tratura que inviste y el cuerdísimo deseo de no
nombrar la soga en casa del ahorcado, cuando
pone su labia á servicio de la omnipotencia pre-
sidencial, le hace omitir la palabra revolución^
474 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

En ella, sin embargo, se enrola, y no es la única,


aunque ahora justifique la obediencia ciega.
Partidario, como es, de la revolución anticris-
tiana, que él llama la libertad, declara poco
estimables las instituciones patronales y regalis-
tas de España é Indias, fundadas «en el princi-
pio de religión».
L a lógica más grosera le induciría aquí á con-
cluir aconsejando al gobierno una rigurosa abs-
tención en los asuntos elesiásticos, puesto que
desacredita y rechaza lo que considera ser la
base y el motivo de cualquier ingerencia del
Estado en el régimen de la Iglesia.
Tópase en este punto con las declaraciones
de la Constitución, que toman por base del or-
den social la catolicidad de la nación.
Y por más que pasme á todos los que se creen
autorizados á exigir circunspección y gravedad
de conducta á un hombre que desempeña las
funciones públicas que él tiene á su cargo, el
señor procurador glosa irrisoriamente el dere-
cho, sosteniendo que esas declaraciones son un
establecimiento pérfido é hipócrita de la ley
fundamental de la República, destinado única-
mente á servir de pretexto á otras instituciones,
cuyo fin sea armar al gobierno civil de recursos
y poderes para esclavizar la Iglesia.
En esta doctrina monstruosa, formalmente de-
clarada por el señor procurador, trasciende to-
d a una escuela y u n a tradición. Hace más de
veinte años, .que desde la tribuna parlamentaria
bajaba al pueblo escandalizando, durante los de-
INFORME DEL PROCURADOR 475

bates relativos á la federalización de la provin-


cia de Buenos Aires, esta palabra:
*No nos paremos delante de miserables artícu-
los de la Contituciónh—Veinte años estériles!
El ministro de entonces, llegado á la edad ma-
dura, prostituye hoy la Constitución que enton-
ces despreciaba, interpretándola como una tram-
pa y un compromiso insidioso y de m a l a fe, que
convierte en u n a infamia la base y las institu-
ciones argentinas.
Interpretada de modo tan inaudito la Cons-
titución, desprende de ahí el señor procurador,
que el patronato y demás facultades análogas
del gobierno, para que sean usadas según la
mente de su institución, es menester que se em-
pleen en coartar la libertad de la Iglesia y com-
batirla en el ejercicio de su autoridad y en la
enseñanza de su doctrina.
Estima luego el caso consultado, como una
ocasión de enervar la influencia de la Iglesia
Católica, y aconseja al gobierno que la apro-
veche.
Juntamente afirma que el vicario de Córdoba
ha podido ser juzgado por el Cabildo diocesano,
V que el gobierno debe someterlo á los tribuna-
les ordinarios. Pero de dos cosas una; ó el caso,
en el supuesto de haber un abuso, es de la juris-
dicción del Cabildo, y entonces él aconseja un
atentado; ó no lo es; y habiendo respondido
correctamente el Cabildo á la incitación del mi-
nistro, es atentatorio aconsejarle las medidas
vejatorias que contra él le sugiere.
476 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

No pidamos lógica ni razón á un magistrado


que se enrola públicamente entre los enemigos
de la Iglesia. El confiesa adherir á la rebelión
comenzada por Lutero y llevada á sus últimos
extremos por los naturalistas modernos; y acon-
seja emplear los medios llamados de protección
en aniquilar el catolicismo. Traza sin embozo el
cuadro de sus aspiraciones. Espera que la Repú-
blica Argentina apostate de su fe, pervierta sus
costumbres, y haga desaparecer el último rastro
de la fe cristiana en sus instituciones y en sus
hábitos. Quiere la abrogación de todo vínculo
de la Iglesia y el Estado, la secularización del
matrimonio, la incredulidad en la enseñanza; y
preconiza el derecho del hombre á la vida y
la muerte de las bestias, á vivir engordando; y
cerrar los ojos sin volverlos á la Cruz que nos
salvó.
Entretanto que esa empresa de abominación
se consume, bueno es á juicio suyo, herir al pas-
tor y amordazar al maestro: avasallar la liber-
tad de la Iglesia, y poner bajo el yugo el poder
espiritual fundado por Cristo para enseñar á
todas las naciones, llamadas á ser salvadas en
su nombre y condenadas á perecer cuando le
desoyen y desprecian.
Así, dictamina para concluir, que el gobierno
atente contra el derecho divino en nombre de la
pasión revolucionaria: que ultraje al Cabildo de
Córdoba, y deponga y enjuicie al vicario.
Analizaremos mañana este documento tan
impío en sus alcances y en su mente, como frf*
INFORME DEL PROCURADOR 477

voló en sus elementos y estructura. Pero no po-


díamos retardar esta mirada general, que nos
deja una impresión, á la vez dolorosa y estimu-
lante.
Somos argentinos, y la fe cristiana purifica y
eleva el patriotismo como todas las virtudes. No
podemos sin amargura profunda ver á los ma-
gistrados del pueblo, ciñendo la túnica del fari-
seo rebelde que gritaba, como ellos, no tener más
rey que César, y arrastrando á los pretorios
nuestros pontífices, como arrastraron entonces
á la Víctima divina, cuya gracia y cuya palabra
está confiada á su santo ministerio.
Pero los campos se definen en medio de estas
vergonzosas escenas. El despotismo sacrilego
que se pretende inaugurar fortalece nuestra
entereza de soldados, humildes pero leales, de
la Santa Iglesia Católica, «Obedecemos á Dios
antes que á los hombres!» El prelado, en el solio
ó en la cárcel, es nuestro padre y nuestro jefe.
Y no saben las turbas liberales, fiadas al despo-
tismo de los gobiernos, y al auxilio de la fuer-
za bruta, qué incontrastable vigor tenemos en
esta filial adhesión á los ministros de Dios, que
crece con la persecución y se alimenta con el
martirio.—Somos los hijos de la Cruz!
Junio 7 de 1884.

t
478 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

El placet
El pueril dictamen del señor procurador de la
nación ha venido á hacerse una sola y misma
cosa con el decreto gubernativo, que á la vez
manda juzgar y condena, con sacrilego atrope-
llo de los derechos de la Iglesia, al señor vica-
rio capitular de Córdoba. Presentan un verdade-
ro caso de simbiosis. Como éstos se confunden
en una misma vida, los confundiremos en una
sola crítica, aislando sus diversos elementos,
porque aquel doble hacinamiento de trivialida-
des no permite intentar un juicio metódico ni
una refutación sistemática.
El procurador y el gobierno asimilan el pa-
tronato con la facultad de pasar ó retener los
rescriptos pontificios en virtud del placet regio.
Ni la historia ni el derecho consienten semejan-
te asimilación.
No la consiente el derecho, porque los pode-
res de la autoridad civil, ejercidos en patroci-
n a r las Iglesias, ó interviniendo en la publica-
ción de rescriptos, eran especificamente diver-
sos, y de ninguna manera incluidos uno en otro.
Ni lo consiente la historia, porque ambos tie-
nen origen distinto, corresponden á épocas di-
versas, y son también bajo este punto de vista,
enteramente extraños entre sí.
El patronato ele la Iglesia ele América fué
constituido por la Bula de 28 de Julio de 1508.
Era una institución regular, aunque los reyes
EL PLACET 479

y sus vicarios abusaran de ella y las desnatura-


lizaran; lo cual la diferencia además del «de-
recho de exequátur-»y arbitrario en sus funda-
mentos, nacido de caprichosas usurpaciones, y
jamás reconocido por la Iglesia ni á favor délos
monarcas españoles ni á favor de ningún go-
bierno.
P a r a evitar la circulación de Bulas apócrifas
el Papa Alejandro VI otorgó á los reyes la fa-
cultad de vigilar, por medio de personas idó-
neas y de acuerdo con los diocesanos, esta pre-
dicación, limitando naturalmente su papel á lo
conducente para garantir la autenticidad de las
Bulas. En el reinado de Felipe II era notable y a
la abusiva extensión dada á esta facultad. Sin
embargo, jamás llegó la dinastía austriaca á los
extremos en que tocaron los Borbones, quienes
fueron los introductores en España de las doc-
trinas del regalismo francés. Antes de llegar al
trono Felipe V, aún los más exagerados parti-
darios de esta preeminencia, se detenían dentro
de ciertos límites. Así consideraban fuera del
derecho de retención las Bulas doctrinales: esta-
blecían que el exequátur sólo puede recaer so-
bre la ejecución, y no sobre la publicación de las
Bulas; y de esa manera, la Bula In Cama Domi-
nij aunque retenida, era insertada en las actas
de los Sínodos Diocesanos y venerada como
fuente de doctrina. La retención, por otra parte,
no miraba á la autoridad, sino á la voluntad del
Papa, que podía ser determinada bajo incomple-
ta información; por lo cual, las Bulas de mera
480 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

doctrina se obedecían sin examen, y aún las su-


plicadas, eran obligatorias, así que el Papa in-
sistiera en su mandato. Los Borbones llegaron
á las más exorbitantes pretensiones, no obstante
que aquella misma Bula de la Cena estigmatiza
á los que traban la ejecución de las Letras apos-
tólicas, provocando conflictos tan numerosos co-
mo graves, y que fueron zanjados por el Con-
cordato de Fernando VI. Por cierto que Be-
nedicto XIV no concedió en él á los reyes el
derecho de revisar los Actos de los Pontífices,
porque eso haría dependiente de la voluntad
y capricho de gobiernos locales, el ejercicio de
la potestad universal de la Iglesia. Cuando el
miasma enciclopédico se añadió á las pretensio-
nes del civilismo absolutista en los consejos del
rey Carlos III, preludiando en el suyo y otros
gobiernos la germinación del liberalismo mo-
derno, esa pretensión llegó á su colmo y fué sos-
tenida en la Pragmática de 1768 como una pre-
rrogativa de la corona.
El placel del poder civil, por consecuencia, no
es una institución de derecho. Las relaciones de
la Iglesia y el Estado no pueden ser definidas
legítimamente, sino en virtud de concordias en-
tre ambas potestades, que no han mediado ja-
más respecto de la facultad de retención.
La Constitución nacional, por consiguiente,
al establecer que el presidente ejerce esa facul-
tad, no ha podido estatuir sino condicionalmen-
te, determinando cuál de los poderes públicos
lo ejercerá en caso de ser establecido como de-
EL CABILDO Y EL GOBIERNO 481

recho déla autoridad civil:—única doctrina que


puede concordar, respecto de los actos pontifi-
cios, decretos conciliares y letras apostólicas,
nacidos del ejercicio del legítimo poder de la
Iglesia, con las declaraciones contenidas en las
misma Constitución, por las cuales ella se ca-
racteriza como la ley fundamental de una na-
ción católica.
La sinceridad y la prudencia deben presidir
todos los actos de los gobiernos cuando haya,
como muchos piensan, ambigüedad en el orden
de relaciones establecido ó pretendido entre el
poder temporal y el poder espiritual.
Decidir administrativa y arbitrariamente las
controversias del derecho en las materias más
-sustanciales y trascendentes para convertir las
instituciones, según los consejos del procurador
general aceptados por el gobierno, en armas de
persecución y tiranía contra la Iglesia, es el
aturdimiento, la obra de insensatez y la em-
presa de fanatismo, más execrables que se hayan
jamás presenciado en el Río de la Plata.
Junio 8 cié 1834.

£1 Cabildo y el Gobierno

Hemos atendido preferentemente al aspecto


del conflicto de Córdoba que mira al vicario
capitular; pero no podemos descuidar el que
toca ai cabildo mismo, gravemente ofendido por
31
482 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

el gobierno y cuyos procederes se han juzgado


de la manera más errónea.
El gobierno da por cierto que el Cabildo con-
serva autoridad para juzgar y castigar al vica-
rio que gobierna una diócesis en sede vacante;
y habiendo afirmado el Capítulo de Córdoba lo
contrario, toma su doctrina por un efugio para
substraerse de la intimación que le fué dirigida
á fin de que procediera contra el señor Clara.
Aún suponiendo que el gobierno no se equivo-
cara, su propia doctrina envolvería el reconoci-
miento de ser el asunto de Córdoba una materia
de pura jurisdicción eclesiástica. En esta virtud,
la autoridad que la invistiera, fuese ó no el Ca-
bildo, tendría entera libertad para obrar confor-
me á derecho y en conciencia, aunque mediara
invitación del gobierno, aceptando ó no la invi-
tación misma, y confirmando, no obstante la opi-
nión contraria del poder civil, los actos del vi-
cario en la enseñanza y el gobierno de los fieles
que le están sometidos, si así lo estimaba arre-
glado á la doctrina y á los cánones. El que usa
de su derecho á nadie agravia.
Pero no es tan sencillo como le ha parecido
al señor procurador de la nación, resolver en el
sentido de su doctrina la cuestión de competen-
cia que plantea, y que es pura y eminentemente
canónica-
Es verdad que hay escritores de derecho que
sostienen la autoridad de los Cabildos para juz-
gar y hasta para deponer los vicarios capitula-
res. Uno de ellos, entre los modernos, es Donoso.
EL CABILDO Y EL GOBIERNO 483

Pero no es menos cierto que no se halla funda-


mento para esa opinión sino en el derecho anti-
guo; y que los principios jurídicos derivados de
los preceptos del Tridentino, hoy día en vigor,
son diametralmente opuestos á la doctrina de
Donoso. El derecho de vigilancia y amonesta-
ción de los Cabildos con relación á los vicarios
no es de otra naturaleza que el ejercido legíti-
mamente respecto de los Obispos mismos, de
inferiori ad superior em} según el pensar de ca-
nonistas graves; y por consiguiente, reducido á
casos tan extraordinarios y raros, que casi no-
corresponde á la práctica, y limitado en sus
formas, que nuncan pueden llegar hasta la cita-
ción del prelado.
El vicario, en efecto, es un verdadero pre-
lado.
La potestad del Obispo, salvo las limitaciones
de derecho, pasa al Capítulo por la vacancia de
la Silla episcopal, y en seguida al vicario. Pero
el vicario no recibe la potestad que el Cabildo
quiere concederle, sino la postestad que pasa al
Cabildo. El Cabildo no puede limitarla, ni en
cuanto á su extensión, ni en cuanto á su dura-
ción. Es íntegra é irrevocable. Abraza todo el
poder que del Obispo pasa al Capítulo, y dura
por todo el tiempo de la vacancia.
No hay que dejarse inducir á error por el títu-
lo de su dignidad. Llámase Vicario Capitular,
porque el Capítulo lo elige, mas no porque de-
sempeñe funciones del Capítulo. Ejerce sí las
funciones del Obispo.
484 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

Y esto será tanto menos dudoso cuanto más


de cerca se mire el asunto.
La vacancia de la Sede episcopal trasmite al
Capítulo el gobierno de la diócesis, pero el Capi-
tulo no puede ejercerlo por más de ocho días.
Dentro de ese plazo perentorio está obligado á
elegir el vicario, es decir, á trasladar á un dig-
natario canónico, que él tiene facultad de elegir
y nada más que de elegir, la autoridad que per-
tenece al cuerpo de la Iglesia, y que él no ejerce
sino transitoriamente.
Si el Cabildo demora más de los ocho días la
elección del vicario, entonces, lejos de conser-
var el ejercicio de la potestad, pierde hasta el
derecho de elegir al que ha de ejercerla, el cual
pasa al Metropolitano. Basta esta circunstancia
para caracterizar la naturaleza de esa trasmi-
sión de poder. Es una trasmisión total, que no
consiente ninguna reserva. Es una trasmisión
fundada en el derecho, y no en la voluntad del
Capítulo.
Si, pues, el gobierno de una diócesis en sede
vacante no reside simultáneamente en ningún
grado, en el Capítulo y el Vicario; ni el Capítulo
puede fijar tiempo al vicario, ni reservarse nin-
guna facultad de las que se les trasmiten por la
vacancia de la Silla, es evidente que no es ni
superior ni par del vicario capitular.
El derecho canónico, que próvidamente or-
ganiza la jerarquía para que todo marche, den-
tro de la Iglesia, según los divinos designios, y
para el bien de la humanidad, en cuya mira tuvo
EL CABILDO Y EL GOBIERNO 485

Cristo la misericordia de instituirla, y para la


gloria de Dios, que es el término de todas las
cosas; ha definido las causas que pueden dar
motivo á reverentes y humildes amonestaciones
de los Cabildos á sus prelados. La pretensión
del gobierno de crear una c a u s a extraña al de-
recho; de transformar la facultad del Cabildo en
una facultad judicial, y llevar su ejercicio hasta
la revocación del vicario capitular, es una pre-
tensión inconsulta, temeraria, y que el Cabildo
de Córdoba ha rechazado, obedeciendo á sus
deberes canónicos más estrictos.
El procurador de la nación reputa, á pesar
de todo, la conducta del Cabildo ofensiva del
gobierno. ¿En qué y por qué? ¿En no creer que
una exigencia del ministerio de instrucción pú-
blica le inviste de facultades que los cánones le
niegan? ¿Porque obedece á la ley de la Iglesia
con preferencia á las órdenes impartidas á nom-
bre del presidente de la República, que dentro
de la Iglesia, es lo mismo que cualquier monar-
ca y que el último de los hombres, subdito obli-
gado á respetar la ley y la doctrina?...
Si hay extravagancia y atentado en los decre-
tos contra el señor vicario, h a y también atenta-
do y extravagancia en los decretos contra el
Cabildo de Córdoba. Vicario y Cabildo e s t a ñ e n
el derecho. Pueden ser agraviados, porque nin-
gún principio conserva degraciadamente bas-
tante vigor para reprimir la fuerza; pero no han
sido convencidos de abuso, ni perderán un punto
de la adhesión y la obediencia que los fieles les
486 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

•deben. También la verdad y la justicia tienen


sus fueros y cuentan con un protector, que está
más alto que los fugaces y ciegos poderes de la
tierra. Ese protector es Cristo, que sustenta la
Iglesia con brazo omnipotente.
Junio 10 de 188-1.

¡La Soberanía Nacional!


Es tan maliciosa é irritante la conducta délos
gubernistas viejos y neófitos, al culparnos de
atentar contra la soberanía nacional, que nos
repugna entrar en discusión sobre tan necia
calumnia. Para nuestros correligionarios, y no
para ellos, daremos aquí breves explicaciones
acerca del real significado que contiene esa pa-
labrería destinada á poner en conflicto consigo
mismos á algunos espíritus débiles ó mal infor-
mados.
Habiendo de coincidir necesariamente el ejer-
cicio de la autoridad de la Iglesia con el del po-
der civil en el seno de la cristiandad, cuya doc-
trina fundamental divide el régimen temporal
del régimen espiritual, confundidos en los Es-
tados paganos, en todos los tiempos y naciones
han surgido controversias relativas á la exten-
sión, caracteres é independencia de la potestad •
eclesiástica.
Eliminando las circunstancias tan varias como
engañosas, que han complicado estos debates, y
¡LA SOBERANÍA NACIONAL1. 487

para simplificarlas, designaremos las tres solu-


ciones que se han formulado y sostenido: la so-
lución católica, la solución protestante, la solu-
ción regalista.
Siendo la Iglesia una sociedad perfecta, insti-
tuida por Jesu-Cristo para proveer al bien espi-
ritual del hombre, universal por su extensión,
infalible en su enseñanza, y libre en su jerarquía,
como conviene á la divinidad de su origen y á
los atributos que la hacen Una, Santa y Apostó-
lica; posee una facultad, que ningún poder de la
tierra puede disminuir ni compartir, para regir-
se, enseñar y legislar en cuanto afecta, en el fue-
ro interno y en el fuero externo, á los objetos
sagrados de su fundación sobrenatural.
A este concepto de la Iglesia, que es el único
correcto desde el punto de vista católico, h a
opuesto el protestantismo otro diametralmente
contrario. Esta herejía pretendió y pretende
. segregar de la unidad religiosa grupos naciona-
les, queriendo al mismo tiempo, lo cual es iluso-
rio, conservar en cada secta un principio de
vida cristiana, y la consistencia requerida para
•convertirlas en otros tantos cuerpos estables y
organizados. Fácilmente se advierte que este
fin no puede lograrse suprimiendo la autoridad.
El protestantismo la h a trasladado del Pontífice
al Príncipe. De aquí esta doctrina: que la supre-
ma potestad eclesiástica reside en el poder civil.
Sin duda que los doctrinarios protestantes se
han subdividido al dilucidar este punto, pero
en cuanto al ejercicio actual, sino en cuanto á
488 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

la procedencia remota y á la constitución de


la potestad eclesiástica transferida á los sobe-
ranos temporales. Los partidarios del sistema-
episcopal y del sistema colegial no difieren de
los maestros del sistema territorial^ sino en no-
ciones meramente teóricas y en alambicadas
abstracciones sin ninguna importancia en el
orden práctico, toda vez que unos y otros con-
vienen, (ya consideren la potestad eclesiástica
como de derecho social, ya la consideren como
de derecho majes!ático), en respetarla como
atributo del gobierno político.
Entre la solución católica y la solución protes-
tante, la ambición de los reyes y la complacien-
te sofistería d é l o s legistas, interpusieron, princi-
palmente en Francia, de donde se contagió á
otras naciones de Europa, una doctrina parado-
jal y temeraria, muy propia para esclavizar los
pueblos llevando las monarquías, por degenera-
ción, al último grado del absolutismo, y muy
propia á la vez para organizar instrumentos
demoledores en beneficio de la revolución, pre-
p a r a d a con tantas extravagancias.
Según esa doctrina, que no es católica ni llega
á ser protestante, la disciplina se divide en públi-
ca y privada. La primera comprende todo lo
que se refiere al fuero interno de la conciencia;
la segunda, todo lo que mira al gobierno de la
Iglesia. La disciplina privada depende de la au-
toridad de la Iglesia: la disciplina pública, de la
autoridad del Estado. Tal es, en suma, la regalía
parlamentaria galicana, más ó menos atenuada
i LA SOBERANÍA NACIONAL! 489

en España, pero esencialmente idéntica en todas


las naciones que ha conseguido infestar.
No acometeremos aquí su refutación, siendo
muy otro el objeto de este artículo. Observare-
mos tan sólo, que hay un evidente paralogismo
en reconocer á la Iglesia universal el derecho
de gobernar las conciencias, y negarle el dere-
cho de gobernarse á sí misma, avasallando eí
cuerpo infalible y católico destinado á enseñar,
bajo una disciplina local impuesta por un poder
falible, y precario, como son las instituciones
humanas más sólidas y d u r a d e r a s .
Hcw día el liberalismo naturalista, que es la
escuela fomentada por la francmasonería é in-
fidente-en el gobierno argentino, ha desechado
los principios de fe que contenían á los regalis-
tas, y hasta los vestigios que h a n inducido el
protestantismo á apuntalar, con la fuerza del
Estado, sus Iglesias desmoronadas por la ruptu-
r a del vínculo cristiano. Los regalistas acepta-
ban el credo, y en ese sentido eran ortodoxos.
Los protestantes confiesan la divinidad y la mi-
sión de Nuestro Señor Jesu-Cristo. Los libera-
les niegan el credo, niegan la Encarnación del
Verbo de Dios; niegan, en una palabra, todo el
orden sobrenatural íntegra y radicalmente. Ni
hacen de ellos misterio. Se glorifican, al contra-
rio, de su incredulidad. Tienen la fe por una
creación vetusta del sentimiento y de la imagi-
nación, propia de lo que D r a p e r llamaba «la edad
religiosa de los pueblos»; y la libertad de la Igle-
sia por una institución gótica, violentamente
490 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

•conservada, é incompatible con las formas mo-


dernas de la sociedad y con el espíritu de la
civilización. Asi lo dicen, y lo pregonan en todos
los tonos los maestros europeos del liberalismo,
los propagandistas masónicos de la revolución
anticristiana, y sus heraldos en América, Su
doctrina es la que inspira la persecución enca-
bezada por el gobierno contra el catolicismo en
esta República. Los ministros blasfeman, blas-
feman ios periodistas, blasfeman los tribunos.
En semejante situación se echa mano de las
temeridades de la escuela regalista más exage-
rada y próxima al cisma y á la herejía. Y á los
católicos que por fidelidad á la pura doctrina y
por sincera adhesión á la fe, combatimos esos
amaños y resistimos la guerra abierta contra la
Iglesia, se nos acusa de ser desleales á la sobe-
ranía de la nación!
Es el colmo del impudor añadido al colmo de
la maldad.
Si la Iglesia se acomoda al hecho del patrona-
to declarado en la Constitución, aceptando un
prudentísimo modus v¿vendí, que hasta hoy día
ha conservado la paz, los que negamos á ese
hecho, sin provocar su modificación, los carac-
teres de un derecho legítimamente constituido,
somos fieles á la Iglesia y no desleales con el
Estado- La deslealtad insigne está de parte de
los que arbitrariamente erigen el hecho en dere-
cho, despreciando Jias sagradas prerrogativas de
la Iglesia; de los que asimilan el patronato con
la doctrina regalista; de los que lo convierten en
jLA SOBERANÍA NACIONAL! 491

facultad de opresión contra los prelados, y final-


mente, manifiestan sin embozo que las regalías
del Estado son armas que deben emplearse en
destruir la Iglesia y aniquilar la fe, mintiendo á
los hombres, ya que á Dios no pueden engañar.
¿Quién les ha enseñado, tampoco, que es aten-
tado contra la soberanía limitar su invasión en
el campo del poder espiritual, que le está veda-
do por Dios?
¿Quién les ha señalado que obedecer á la Igle-
sia y defenderla contra ellos y sus iniquidades,
y sus usurpaciones, y las violencias con que la
maltratan hartos ya de atropellar todas las li-
bertades políticas de la República, es otra cosa
que defender la justicia, y esa misma soberanía
nacional por ellos degradada?
Quien contra ella peca no somos los católicos
que nos constituimos en paladines del derecho.
Son los ambiciosos que la usurpan, la esplotan,
la ponen á servicio de la demagogia cosmopo-
lita, la rinden, simbolizada en la bandera, ante
la estatua de Mazzini, y se constituyen instru-
mentos dóciles de sus bandas ultramarinas,
acampadas en la República, y que audazmente
ponen leyes á los gobiernos y á quienes los go-
biernos obedecen insensatamente.
Defendemos la soberanía defendiendo la li-
bertad, que depende de la distinción de lo espi-
ritual y lo temporal, y por consiguiente, la
independencia y plena autoridad de la Iglesia
de Jesu-Cristo.
Junio 27 de 1884.
492 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

informe fiscal
Exprimiremos en este artículo el reciente in-
forme del doctor Costa, p a r a extraer su poca
sustancia y ponerla en exhibición, dejando cas-
caras y desperdicios, envoltorios y majaderías
menudas, entregadas á procedimientos más rá-
pidos.
El doctor Costa comienza asegurando, que la
Pastoral del ilustrísimo señor Obispo de Salta
es más injustificable que la del doctor Clara,
por ser el señor Risso, Obispo; y más intempe-
rante porque prohibe á su clero prestarse, con
el concurso estéril de una enseñanza religiosa
desacreditada por los maestros incrédulos y he-
réticos, á encubrir el carácter intencional mente
anticristiano de la educación que el gobierno
quiere dar á la juventud argentina. Concluye
aconsejando que el señor Obispo de Salta sea
privado de las funciones episcopales y sometido
ajuicio ante los tribunales federales; y liga es-
tos extremos con un razonamiento, que analiza-
remos en los términos más breves,—y ante todo,
del punto de vista legal, que debiera ser, si el
doctor Costa no hubiera perdido la cabeza, la
parte más especiosa, á lo menos, de su dictamen.
Según el señor procurador, el acto del señor
Obispo de Salta no tiene nombre. Y como la pri-
mer condición requerida para que un acto en-
vuelva responsabilidades ante el derecho penal,
es precisamente que tenga nombrey es decir, que
INFORME FISCAL 493

sea calificado, prohibido y penado por la ley, se


sigue, (ó han desaparecido ya las nociones más
elementales del derecho), que nada tiene que
pedir contra S. S. L
En el caso del doctor Clara, el doctor Costa
y el minúsculo fiscal Ibáñez han alegado que
el ilustre vicario, había apoyado sus resolu-
ciones pastorales en una Encíclica de Pío IX
y una Epístola de San Pablo, que no tienen el
placel del Presidente de la República. El señor
Obispo de Salta no ha citado á Pío IX ni á San
Pablo; pero el doctor Costa que lee en su pasto-
ral ciertas frases relativas á la unidad universal
de la doctrina católica, no puede menos de in-
ducir sagazmente que esa doctrina universal y
uniforme sea la misma de la Encíclica y de la
Epístola.—De aquí concluye que el señor Obis-
po está convicto de haber ejecutado implícita y
tácitamente breves pontificios no provistos del
exequátur regio, ó sea presidencial.
Culpa suya y no de La Unión será que esta
exposición de su juicio resulte una frivola bufo-
nería, no obstante la gravedad de la materia, y
la importancia excepcional de las consecuen-
cias que envuelve. El doctor Costa no ha proce-
dido ni como un magistrado, ni como un jurista
ni como un hombre formal.
En prueba de ello, alegaremos tan sólo, que
antes de pasar adelante, aconseja al gobierno
que no haga caso de todo lo que preceda. «No
insistiré, dice, sobre este particular. P a r a llegar
al mismo resultado sobran consideraciones fun-
damentales de otro género».
494 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

Lo único que le preocupa es llegar al mismo


resultado. Y t o m a otro camino.
Las gacetillas h a n echado á correr, hace más
de dos semanas, la voz de que el amasijo de
erudición jurídica de este dictamen había sido
de antemano preparado en la Casa de Gobierno,
y remitido al procurador para que lo cociera
en su h o r n o . Casi lo creemos. Se reduce, en
suma, á una cita-de Solórzano, trascrita por el
señor procurador, sin corregir siquiera los erro-
res de i m p r e n t a con que la publicó El Nacional
á principios de Mayo.—El Nacional dijo, por
ejemplo: «.véase la Política Indiana, cap. 23 del
libro IV». Lo mismo dice el doctor Costa. Sin
embargo, el fragmento no pertenece á ese capí-
tulo, sino al 27. Este descuido material es un
vestigio confirmatorio de las gacetillas. Y es de
advertir que aún la ley recopilada, que figura en
el dictamen, la misma que oportunamente figu-
ró en El Nacional, está citada por Solórzano, y
mal interpretada por él. Todo el bagaje jurídi-
co del consejero del gobierno, se resume en una
palabra, en u n recorte de El Nacional, que ni
expuso bien ni comentó con acierto la cita im-
pertinente de la Política Indiana.
Volveremos á demostrarlo:
En primer lugar, insistimos en que Solórzano
no es un autor de autoridad canónica. El dere-
cho público eclesiástico de Indias era un dere-
cho de concordias entre ambas potestades; y en
consecuencia, rechazamos, por insubsistentes y
temerarias, las doctrinas emitidas por juriscon-
INFORME FISCAL 495

surtos y no aprobadas por la Iglesia, como re-


chazamos los estatutos de los reyes dados sin
su expreso consentimiento. El tratado del pa-
tronato, perteneciente á los estudios jurídicos
de Solórzano, está condenado y prohibido por
la Iglesia. Luego, ninguna autoridad doctrina-
ria puede atribuírsele.
En segundo lugar, insistimos también en que
Solórzano no expone la facultad del poder civil
para extrañar personas eclesiásticas como cons-
tante del derecho positivo y reconocida incon-
cusamente; sino antes, como una opinión perso-
nal, fundada en algunos hechos que cita, y que
por sí mismos nada prueban, y en algunos tex-
tos legales que interpreta acomodaticiamente á
favor de su opinión. El más significativo de es-
tos textos es el de la ley 13, título 3.°, libro IV de
la Recopilación Castellana;—y basta examinar-
la un instante para advertir cuan forzada fué la
interpretación que el famoso jurisconsulto le
diera. Era una ley dada para España y con mo-
tivo de las cuestiones sostenidas por la autori-
dad del monarca, en vías de desarrollo, y en
pugna con los derechos comunales y señoriles,
en que muchos Obispos tenían activa participa-
ción y papel.—Salta á los ojos suinaplicabilidad
á los casos y dudas que Solórzano quería ilus-
trar.
En tercer lugar, las prácticas y estatutos ale-
gados no eran por sí y directamente parte del
derecho público eclesiástico de América, ni aún
de sus apéndices y excrecencias abusivamente
496 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

.añadidas por la corona: pertenecían á la policía


4e Indias, celosísima, como nadie ignora, de
conservar la mayor quietud y u n a inalterable
obediencia. El derecho de emigrar á América y
de residir en las colonias estaba muy restringi-
do por esas leyes disciplinarias; y era un medio
preventivo y policial m u y en uso para evitar
ruidos é inquietudes, trasladar á la península
los españoles tenidos por las autoridades en
cuenta de díscolos ó alborotadores. Solórzano
planteaba este ploblema: si sería lícito aplicarlo
cuando se tratara de personas eclesiásticas, sin
menoscabar su fuero, ni incurrir en las censuras
de la Bula/// ccettaDomiiii. Con buenas ó malas
razones, se decidía por la afirmativa. Pero ad-
viértase: l.°,que no se trataba de un derecho atri-
buido á la potestad civil para vengarse de los
obispos que contrariaran sus actos en ejercicio
del ministerio que invisten por divina ordena-
ción; 2.°, que se refería á los clérigos y religio-
sos particulares, á los prelados de las órdenes, y
salvando siempre los respetos de los obispos y
metropolitanos, cuya intervención aconsejaba
solicitar previa é instantáneamente; 3.° que el ex-
trañamiento de Indias importaba la remisión de
los extrañados á España, es decir, la traslación
de un lugar á otro del territorio español; y 4.°,
que en tanto consideraba lícitos todos estos
procederes, en cuanto la autoridad civil no se
arrogara facultades judiciales sobre las perso-
nas eclesiásticas, aún en causas de su natura-
leza civiles ó judiciales; por donde puede infe-
INFORME FISCAL 497

se cuan lejos estaría Solórzano de cohonestar la


violación de la inmunidad eclesiástica para casti-
gar un Obispo por actos del ministerio episcopal.
Hechas las ligeras observaciones que apunta-
mos, la armazón legal construida por el procu-
rador, se derrumbaría estrepitosamente, si él no
la hubiera derrumbado con su propia mano;
porque su dictamen es una serie de tres racio-
cinios, cuyas consecuencias él mismo desecha,
primero impulsado por El Nacional, y después
coartado por La Nación.
En llegando á deducir lo que se desprende de
la doctrina que bebió en el recorte de El Nacio-
nal, por cuya fuerza había dejado de mano el
argumento fundado en la ejecución de breves
sin exequátur, tomó probablemente conocimien-
to de las teorías dogmáticamente promulgadas
por La Nación hace algunos días con la mira de
desacredictar á los aficionados á Solórzano, y
dar á sus predilectos creyentes una pauta más
segura. Subordinando su juicio al canon de
La Nación, detúvose, y con el pulso dócil escri-
bió: «No pretendo que rijan estas disposiciones
para con el señor Obispo de Salta»...
—No?... Y entonces,—¿para qué las alega? ¿por
qué no las eliminó de su dictamen?... Ese corto
esfuerzo le habría librado de aparecer en con-
tradicción consigo mismo, y cambiando, á lo
largo del mismo documento, hacia la derecha ó
la izquierda, según el empuje de las aficiones
ministeriales, de los consejos de El Nacional, y
de los preceptos de La Nación.
32
498 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

Bajo este último influjo, el señor procurador


se encastilla en la Constitución.
Es de opinión que según ella el presidente no
puede lícitamente extrañar al señor Obispo de
Salta, pero puede decretar lo que decretó contra
el señor vicario Clara, y suspenderlo del oficio
episcopal.
Enormidad semejante jamás habrá salido de
un tintero destinado á escribir dictámenes le-
gales.
¿Sabe el señor procurador lo que es un Obispo?
¿Sabe que su potestad de orden emana de un
Sacramento que le confiere la plenitud del sa-
cerdocio? ¿Sabe que su potestad de jurisdicción
proviene de la investidura canónica que lo
constituye, por autoridad pontificia, prepósito
de Dios en el régimen de determinada porción
de la Iglesia? ¿Sabe que no hay obispo sin juris-
dicción efectiva ó titular, por lo cual á ninguno
se da la consagración sin el título de una Iglesia
particular, 3^ que el Ilustrísimo señor Risso es
titular de la diócesis de Salta, y nadie sobre la
tierra, absolutamente nadie, sino el Soberano
Pontífice puede trasladarlo á otra silla aunque
fuera in parí ¿bus infidelium, como el procura-
dor, el presidente y todos sus paniaguados pa-
rece que quisieran hacer con la diócesis de Sal-
ta y todas las argentinas?
Aquí arguye el doctor Costa que el presidente
elige y nombra los obispos; y que en este senti-
do, y en cuanto son sostenidos por el Estado,
son ellos empleados de la administración, y el
INFORME FISCAL 499

presidente puede separarlos del gobierno de su


diócesis,
De los absurdos, y h a s t a sacrilegios, que h a y
en estas palabras, textualmente copiadas del
dictamen, muy pocos s o m e t e r e m o s ajuicio.
' No es de ahora que el s e ñ o r Costa desprecia
la Constitución. Pero su d e s p r e c i ó s e manifes-
taba, veinte años atrás, l l a m a n d o miserables á
sus artículos; y hoy se m a n i ñ e s t a con el extre-
mo desdén de no leerlos.
¿Dónde ha visto el señor p r o c u r a d o r que el
presidente elija y nombre obispos? ¿Qué cláusula
constitucional contiene semejante aserción?...
¿No dice ella explícitamente que el presidente
ejerce el patronato «en la PRESENTACIÓN de obis-
pos, á propuesta en terna del Senado?...»
O hay culpable negligencia ó insigne malicia
de su parte. No tiene remedio. O no ha consul-
tado los textos, ó los altera, á nosotros no nos
interesa escoger.
•Y aún suponiendo cierta esa absurda y te-
meraria hipótesis, aún debería pensar, que no
todos los nombramientos en que el ejecutivo
interviene son revocables ad nutiim. El del mis-
mo señor procurador es uno de ellos, y goza
por esta circunstancia de una independencia
que hace inexcusable su solicitud en lisonjear-
lo. El de los ministros diplomáticos es otro; y
en general todos aquellos en que el presidente
no procede libre y exclusivamente. Si esta es la
regla, ¿en qué fundaría el señor procurador la
excepción respecto de los Obispos, que en el
500 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

caso más favorable para sus sacrilegas preten-


siones, serían nombrados conjuntamente por el
Senado, el Presidente y el Papa?...
El señor procurador delira.
Y en su delirio vuelve divagando á asirse de
las mismas conclusiones que dejaba rechazadas,
añadiendo al consejo de la suspensión del Obis-
po, el de su enjuiciamiento.
Pero como él mismo ha declarado queeljuicio
no tiene base legal, se ve forzado á sugerir que
se lleve á cabo sin ella.
Apliqúense, dice, las leyes citadas porSolórza-
no, mitigándolas. Pero como Solórzano no cita
leyes penales; como el mismo doctor Costa afir-
ma que la aplicación de las leyes policiales, ya
discutidas, sería inconstitucional; como no ha-
biendo ley ni jurisprudencia formada en su apli-
cación, ni hay que mitigar, ni hay práctica que
haya mitigado lo que no existe; es más claro
que la luz meridiana el carácter arbitrario, des-
pótico y brutal que había de tener el juicio acon-
sejado por el señor doctor Costa.
Aún va más adelante en su triste papel, y esti-
mula al gobierno á que arranque de la mayoría
servil del Congreso, leyes de persecución con-
tra la Iglesia, y á echar mano de las últimas
violencias contra el anciano y venerable Obis-
po, que se levanta contra los perversos, vigoro-
so por su valor apostólico, y enseña á los fuer-
tes, con su constancia, á no ceder como cañas
quebradizas bajo los antojos del cesarismo. El
doctor Costa debiera aprovechar la lección. Pe-
INFORME FISCAL 501

ro no tiene sino un espíritu frivolo envenenado


por los odios del sectario. Así r e m a t a el vergon-
zoso homenaje de su fama científica, que pone
á los pies del César, con una peroración ridicu-
la en que augura para la Iglesia la capitulación
ó la ruina.—Decía bien Chateaubriand que el
cristianismo es u n a religión de libertad.—Debió
decir que es la única religión de libertad, por-
que es la única religión verdadera; y por consi-
guiente, capaz de levantar los hombres á un
grado de iluminación en la fe, de fidelidad á su
Dios, y de fortaleza para seguir su ley, que ha-
gan imposibles estos abatimientos del carácter,
estas sumisiones á los rebeldes poderes de la
tierra, comenzadas por letrados sofistas y ter-
minadas en la abyección de los pueblos. No
capitulará, porque no se mezcla la luz del cielo
con el lodo de la h u m a n a corrupción. No perece-
rá, porque fuerza sobrenatural la sustenta; y los
imperios y las generaciones pasarán ante sus
ojos, en el porvenir, como en el pasado, sin que
su esperanza mengüe, sin que desfallezca en su
seno la verdad, ni se enturbie la pureza de la
virtud, una, santa, católica y apostólica, camino
del bien para los hombres y de libertad para los
pueblos!
Y conforme la Iglesia universal ni capitulará
ni se arruinará en el mundo, ni capitulará ni se
arruinará la Iglesia argentina, cualesquiera vici-
situdes y desastres que sobrevengan en el cur-
so de una lucha generosamente emprendida por
la gloria de Jesu-Cristo. Perseguidos ó en las
502 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

cárceles, los Obispos serán nuestros jefes, nues-


tros maestros y nuestros padres. Nada nos se-
parará de su lado ni de la comunión católica, ni
enervará nuestra fibra, ni nos amilanará jamás;
y ha de llegar un día, créalo el doctor Costa, en
que levantemos la República, reconciliando el
Estado con la fe y el reinado social del Salva-
dor, para recuperar las libertades escarnecidas
y los derechos hollados, en beneficio nuestro y
de nuestros perseguidores, á quienes combati-
mos porque combaten nuestros altares, pidien-
do á Dios que los perdone á todos, como al
doctor Costa, que no sabe lo que se hace.
Octubre 24 de Í884.

Inmunidad eclesiástica
Todos los teólogos y canonistas convienen en
que, á lo menos, original é iniciativ amenté, la
inmunidad eclesiástica es de derecho divino; y
el Concilio de Trento la ha declarado constitui-
da por ordenación de Dios y sanción canónica;
de suerte que si en algunos casos la Iglesia ha
declinado del rigor de este privilegio, su toleran-
cia no ha pasado de aquellos asuntos que, aún
afectando á personas eclesiásticas, son de su
naturaleza pertenecientes al orden de las cosas
temporales. Pero, si la postestad civil por sí sola
es apta para derogar el privilegio en ninguna de
sus aplicaciones, ni la Iglesia lo renuncia en or-
INMUNIDAD ECLESIÁSTICA 503

den a l a s cosas espirituales. Tanto valdría esa


renuncia como una abdicación de los derechos
que le son inherentes en virtud de ser una socie-
dad perfecta, y á mérito de la excelencia de sus
funciones, con lo cual sacrificaría evidentemen-
te su sagrado ministerio.
Es obvia la razón.
Abolida la inmunidad, la separación del orden
temporal y del orden espiritual se reduce á
un concepto especulativo, sin ninguna realidad
práctica. ¿Qué significaría la libertad de la Igle-
sia y su potestad soberana desde que las causas
conexas con lo espiritual y el ejercicio de las
diversas potestades de orden y jurisdicción en
la Iglesia cayeran.bajo la autoridad de los tribu-
nales civiles?
Dice Santo Tomás que una sentencia es como
una ley particular respecto de un caso particu-
lar. Esta explicación exactísima del valor y
fuerza de las decisiones judiciales echa mucha
luz sobre la cuestión. Para que una potestad
pueda actuarse respecto de un caso particular,
es indispensable que invista competencia repec-
to del género de asuntos á que pertenezca el
caso. Ó lo que es igual: para que el juez civil
pueda dar la ley particular de un caso espiri-
tual, particularmente considerado, es menester
que el Estado tenga facultad sobre las cosas es-
pirituales consideradas genéricamente. Esto es
contradictorio con la noción diferencial de la
Iglesia y del Estado; y por lo tanto, absurdo.
Sigúese de aquí que la pretensión de someter
504 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

los prelados á la jurisdicción de los tribunales


civiles, envuelve la pretensión de trastornar la
ordenación divina, subordinando la Iglesia á la
voluntad del poder temporal.
Los defensores del gobierno, aunque no se
aventuran mucho en las disputas canónicas,
sugieren, siguiendo los textos oficiales, que el
asunto del Obispo de Salta y los señores vica-
rios mandados procesar, no se versa sobre cosas
espirituales, desde que median actos públicos,
que la autoridad civil considera contrarios al
ejercicio de sus derechos y á la ejecución de sus
mandatos.
Es lastimoso el error, si es sincero.
Son del orden espiritual todos los asuntos
conexos con el ejercicio de la potestad espiri-
tual de la Iglesia. E s a potestad se ejerce en el
fuero interno y en el fuero externo. Cuando un
prelado expide instrucciones, y da reglas ó las
promulga en atención al interés de las almas, á
la conservación de la fe y de las buenas costum-
bres, usa de su autoridad espiritual en el foro
exterior; y de consiguiente, es totalmente inmu-
ne y exento de responsabilidad ante los poderes
seculares.
No se diga que contradice al gobierno civil;
porque aunque así sea, el poder civil no es su
juez desde que no es su superior; y la observa-
ción es insignificante, porque la Iglesia inviste
derecho para intervenir en el régimen de la en-
señanza pública: materia de los actos pastorales
incriminados por el gobierno.
INMUNIDAD ECLESIÁSTICA 505

Si el Estado niega ese derecho y después de


monopolizar la potestad de dirigir la enseñanza,
agrava su conducta usándola con deliberado
perjuicio de la fe y de las costumbres cristianas,
entonces los Obispos, al promulgar decretos
para conservar la disciplina católica en punto
á la educación de los niños, á la vez reinvindi-
can un derecho que les ha sido usurpado y ejer-
cen, dentro de la esfera espiritual, su innegable
ministerio para la salud de las almas.
Los conflictos que de esta oposición entre la
regla católica, sostenida por la Iglesia, y el deli-
rio liberal, sostenido por el gobierno, puedan
sobrevenir, nacen originariamente de los abu-
sos del poder civil que perturba la economía de
la sociedad cristiana, y de ninguna suerte y por
ninguna circunstancia corresponde dirimirlos
autoritativamente al Estado, cuya soberanía es
menos excelente que la soberanía universal de
la Iglesia.
No tiene, como se ve, el menor asidero la pre-
suntuosa resolución del gobierno de allanar la in •
munidad eclesiástica, en perjuicio de los dignísi-
mos prelados á quienes se obstina en perseguir.
No ha faltado, empero, quien opine en la
prensa, que el Obispo de Salta debiera por
prudencia entregarse al fallo de los tribunales.
Muchas condescendencias tolera la Iglesia
por el bien y la paz de los pueblos. L a historia
de la Iglesia argentina abunda en ejemplos de
esta benignidad. Lo aconsejado al Obispo de
Salta excede, no obstante, de lo admisible.
506 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

No disputaremos aquí si es lícito ó no renun-


ciar las ventajas personales de un privilegio,
sobre todo cuando esa renuncia puede servir de
antecedente justificativo á violencias ulteriores
y generales. Tampoco insistiremos mucho en
demostrar que la inmunidad de las personas
eclesiásticas, no es tanto una prerrogativa y
ventaja de los ministros, cuanto una derivación
y una garantía de las libertades y autoridad de
la Iglesia.
El caso del Obispo de Salta evidentemente
compromete las perrogativas del episcopado, que
no son de la persona, sino inherentes á la digni-
dad, esenciales en la Iglesia de Dios,—y por lo
tanto, irrenunciables.
El decreto del gobierno que ordena el enjui-
ciamiento del Obispo y los vicarios es lógico
con la disparatada pretensión de destituirlos,
porque en esto se arroga autoridad espiritual,
queriendo poner la Iglesia bajo el yugo del Es-
tado; pero de derecho es igualmente abusivo,
nulo é inoficioso bajo uno y otro aspecto.—El
Obispo es Obispo, y los vicarios están en legi-
tima posesión de la autoridad que les fué confe-
rida por el diocesano; y uno y otros cubiertos
por la inmunidad contra el inicuo apetito de
venganza que busca instrumentos para saciarse
en los jueces destinados á dar á cada uno lo
suyo, y á la justicia su inviolable imperio.
Noviembre 8 de 1884.
OBJECIÓN CONSTITUCIONAL 507

Objeción constitucional

Nuestros adversarios creen concluir la cues-


tión entre el gobierno y los Obispos, citando el
artículo 16 de la Constitución de la República,
según el cual «no hay en ella fueros persona-
les». Mas, p a r a que su a r g u m e n t o pusiera fin á
la disputa, en ventaja de l a doctrina liberal,
menester sería que pudieran probar: 1.°, que
ese artículo basta, sin el asentimiento de la Igle-
sia, p a r a revocar el privilegio del fuero clerical;
2.°, que comprende la abrogación de los fueros
reales; 3.°, que coloca bajo la jurisdicción seglar
las causas espirituales; 4.°, que h a c e incompati-
ble con la Constitución toda inmunidad y fuero
privilegiado; 5.°, que somete la Iglesia al Estado
y los dignatarios eclesiásticos á la férula del
poder civil; 6.°, que los casos dudosos, en razón
de su naturaleza, deben ser decididos por el Es-
tado.
Ninguno de estos puntos puede decidirse por
la afirmativa. Luego, el artículo Í6 de la Cons-
titución no resuelve el conflicto suscitado por
el gobierno al arrogarse u n a autoridad que de-
prime la soberanía y derechos de la Iglesia de
Jesu-Cristo. El procedimiento empleado en la
discusión podrá ser cómodo, pero es frivolo.
E n la primera hipótesis que rechazamos, v a
implícito el concepto de que el Estado sea el
origen de todos los derechos y no esté limitado
por ninguno; proposición que la Iglesia conde-
508 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

na junto con dos consecuencias contenidas en


ella, y supuestas en la opinión liberal sometida
á crítica, á saber: que pertenece al Estado definir
los derechos de la Iglesia y circunscribir los
límites de su ejercicio; y que la inmunidad de la
Iglesia y de las personas eclesiásticas nace del
derecho civil.—Luego, si esta inmunidad y de-
rechos no tienen su origen en concesiones del
soberano civil, tampoco su revocación es de
competencia del mismo soberano, como consta
de formales decisiones de la suprema autoridad
legisladora y doctrinaria de la Iglesia. Por con-
siguiente, la cláusula constitucional citada tie-
ne fuerza y vigor en el radio en que competen-
temente puede actuar la soberanía del Esta-
do, pero no tiene valor, ó tiene sólo el valor de
un p r o g r a m a de reforma condicional y depen-
diente del acuerdo de la potestad eclesiástica,
en todo lo que no está por derecho, sujeto direc-
ta y exclusivamente al poder civil.—Hay verda-
dera temeridad y ligereza en querer simplificar,
al extremo en que nuestros adversarios lo ha-
cen, un orden tan complicado como el régimen
de las sociedades cristianas, subordinadas por
institución divina á la autoridad universal de
la Iglesia, así como lo están á la potestad del
soberano.
Dejando de lado esta cuestión, que no hace
inmediatamente al caso controvertido, aunque
lo ilustra sobremanera, argüimos también, y no
se necesita probarlo racionalmente, que por
más fuerza y extensión que se atribuya al ar-
OBJECIÓN CONSTITUCIONAL 509

tículo 16 de la Constitución, él no h a abolido los


fueros reales en general, ni especialmente el
fuero eclesiástico en las causas espirituales,
siquiera se trate de las que tienen consecuen-
cias y derivados que afectan el orden civil. Si
no fuera cierto esto,—qué significación tendrían,
considerado genéricamente el asunto, los tri-
bunales militares ó los tribunales mercantiles?
—Y si lo consideramos específicamente, basta
traer á la memoria la competencia de los tribu-
nales eclesiásticos en las causas matrimoniales,
que afectan la legitimidad de la prole y los de-
rechos sucesorios. Vemos así de una manera
perentoria que el artículo 16 no simplifica las
jurisdicciones al punto de poner bajo la misma
todos los casos y* todos los negocios, y por lo
tanto, que no concluye la discusión.
Si entre la cláusula que suprime los fueros
personales.y ia existencia de cualquier inmuni-
dad, mediara tan absoluta oposición que las hi-
ciera incompatibles; la Constitución sería absur-
da é implicante, porque ella misma rodea de
inmunidades al presidente y á s u s ministros, á
los senadores, á los diputados y á los jueces.
Pudiera alegarse aquí, que esas inmunidades
se fundan en graves intereses políticos, en cuan-
to importa que los altos funcionarios del Estado
disfruten de privilegios que, asegurando su in-
dependencia aseguren á la vez las funciones
regulares del gobierno. No lo negamos. Pero
si dentro de la órbita política, se requiere para
el buen régimen de la sociedad civil, que sean
510 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

independientes los poderes del Estado, y por


eso, privilegiadas las personas que los ejercen;
también se requiere p a r a el buen régimen de la
sociedad cristiana, que el poder eclesiástico esté
exento de la autoridad temporal, y que los mi-
nistros de la Iglesia sean personas privilegia-
das. Luego, si h a y u n a razón que hace compa-
tibie la inmunidad de ciertos funcionarios pú-
blicos con el artículo 16 de la Constitución; hay
también u n a razón que hace compatible con él
la inmunidad eclesiástica; y esta razón es tanto
más poderosa, cuanto más sublime, por su ori-
gen y por su misión, es la Iglesia en parangón
con los gobiernos temporales. La doctrina de
la división de los poderes en el Estado es un
concepto de filosofía política controvertido y
de autoridad m e r a m e n t e humana; al paso que
la distinción entre el poder civil y el eclesiásti-
co es una verdad dogmática y un principio que
rige y domina la economía de la cristiandad
por ordenación divina.
Tampoco nos sorprendería si á este raciocinio
se respondiera que los privilegios enunciados
en la Constitución, son excepciones con que de
propia autoridad ha podido limitar la regla que
establece, sin que sea lícito extenderlas á cosas,
materias y personas que su texto no enumera.—
Pero replicamos que si esa regla admite, sin
que ello sea implicante ni absurdo, algunas ex-
cepciones creadas por el soberano civil que la
define; con mayor razón admite las excepciones
nacidas de otras reglas de derecho emanadas
OBJECIÓN CONSTITUCIONAL 511

de la suprema autoridad de la Iglesia, distinta


del Estado, exenta del Estado, «verdadera y
perfecta sociedad, plenamente libre, y en goce
de derechos propios y constantes, conferidos
por su Divino Fundador». El asenso universal
y la evidencia racional han vulgarizado esta
máxima: que «no hay derecho contra elderecho».
Luego el derecho civil, prescripto por el Estado
y la Constitución, no crea derecho contra el de-
recho de la Iglesia. Cuando la Constitución re-
conoce la catolicidad del pueblo argentino, le
reconoce sometido á la autoridad de la Iglesia;
y por consecuencia, no se puede á nombre de
ese pueblo católico, y como católico, subdito de
la soberanía espiritual, fundar instituciones re-
vocatorias de las leyes á que él está subordina-
do, y que resguardan los atributos esenciales de
la Iglesia.--Este concepto sí que sería en reali-
dad implicante y absurdo.
¿Es idea admisible, por ventura, p a r a un hom-
bre reflexivo, que por extensión, derivativa é
interpretativamente, se deduzca de una cláusu-
la constitucional que establece la igualdad de
los ciudadanos ante la ley y la unidad del fuero
común, en un país católico, creyente en la En-
carnación, Muerte y Resurrección del Salvador,
que fundó la Iglesia, independiente y soberana
la supremacía absoluta del poder civil sobre
ella, y el derecho de los poderes laicos p a r a re-
girla, juzgar sus Pontífices y revocar su juris-
dicción y autoridad?...
A esa aberración van, no obstante, arrastra-
512 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

dos nuestros adversarios, porque aun supuesto


que no concluyeran todas las razones que des-
truyen su temeraria pretensión, todavía ten-
drían que convenir con nosotros, en que la
política del gobierno produce un conflicto y
una competencia entre la Iglesia y el Estado.
Buscando el modo de dirimir ese conflicto y
esa competencia, un católico no puede encon-
trarlo en la autoridad del Estado. De Dios pro-
vienen, en diversa manera, ambas potestades.
Pero si una es potestad docente, y la otra no lo
es, se opone el sentido común á admitir que las
dudas sobre sus respectivos derechos sean re-
sueltas por la que no tiene ministerio de ense-
ñar. Aceptarlo, sería renunciar á la razón, y
sería apostatar. Equivale, en efecto, á transferir
al César lo que es de Dios.
Fundadamente afirmamos, en suma, que la
pretensión gubernativa y la tesis de sus defen-
sores, encierran una rebelión contra el orden
cristiano y las divinas instituciones, base cons-
titutiva de la sociedad argentina, cuyo derecho
político y civil debe armonizarse con ellas y por
ellas limitarse. Otro modo de entenderlo, no es
interpretarlo, sino corromperlo; y esa corrup-
ción es el camino de la tiranía y de la barbarie.
Aquí los católicos defendemos juntas todas las
libertades.
Noviembre 27 de 1884.
ENJUICIAMIENTO DEL DOCTOR CAU 513

Enjuiciamiento del doctor Cau

Por difícil que sea encerrar en el limite de los


artículos de diario, la exposición de un caso
jurídico tan grave como el proceso intentado
contra el señor vicario foráneo de Jujuy, repu-
tamos indispensable ilustrar á su respecto la
opinión pública, y autenticar oportunamente los
argumentos que se han hecho valer ante la Su-
prema Corte, para demostrar la incompetencia
de los tribunales federales en este asunto, que
compromete intereses sociales de la mayor en-
tidad, y los derechos más preciosos de la Igle-
sia.
El proceso que nos ocupa, es el único instau-
rado de todos los que el Presidente de la Repú-
blica mandó iniciar, en el correr de 1884, contra
diversos prelados de la Iglesia. En Córdoba no
se ha encontrado juez ante quien entablar el del
*
doctor Clara. La muerte sustrajo al Obispo de
Salta de los ultrajes que se premeditaba inferir
á s u persona y á su dignidad. En Santiago del
Estero nada se ha gestionado contra el doctor
Lugones. El caso del doctor Cau concentra, por
consiguiente, la atención; y en él se ventilan las
cuestiones de derecho comprendidas en las que
no se llevan ni se llevarán adelante.
Acusado el doctor Cau por un fiscal nombra-
do ad hoc ante el juez seccional de Jujuy, de
haber incurrido en el delito de rebelión y de ha-
ber conspirado á subvertir la forma de gobier-
33
514 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

no, por el hecho de publicar el 22 de Octubre del


año pasado, un manifiesto, en el cual declaraba
estar en vigor en la provincia de Jujuy las dis-,
posiciones contenidas en la Pastoral diocesana,
del 13 de Septiembre, el señor vicario se abstuvo
de contestar á la acusación, y declinó la juris-
dicción del tribunal civil, fundándose en el prin-
cipio de la inmunidad eclesiástica, y en las de-
claraciones explícitas del Concilio de Trento.
Circunscrita de esta manera la controversia,
quedó dispensado él, y casi lo estamos igual-
mente nosotros, de examinar la. monstruosa
querella del señor Rocha. Difícilmente se ha-
llará en los anales judiciales monumento com-
parable de frivolidad, incompetencia y malicia.
Amontónanse en ese singular documento las
necedades jurídicas, los desatinos históricos*
las insipiencias filosóficas, con una abundancia
tal y tan intempestiva, que bastaría para conso-
lidar la fama de un majadero, si no revelara al
instrumento ciego y preocupado de una agre-
sión contra la Iglesia y sus derechos, especial-
mente elegido, es decir, elegido ab trato para
cómplice de la injusticia más odiosa.
Excederíamos, sin embargo, la medida razo-
nable de este artículo, si nos detuviéramos á cri-
ticarlo. Bástenos indicar que su simple inspec-
ción pone de relieve su improcedencia, para
extrañar la conducta del juez de sección de
Jujuy, que á pesar de todo, se declaró competen-
te y ordenó al señor Cau que contestara á la
querella del fiscal.
ENJUICIAMIENTO DEL DOCTOR CAU 515

El juez funda en varias consideraciones su


auto de competencia. La primera es que no debe
atenerse á otra regla, sino al texto de la ley de
14 de Septiembre de 1863, relativa á los delitos
que caen bajo la jurisdicción de los tribunales
nacionales, sin tener para qué ocuparse de las
decisiones del Concilio de Trento.
Hace cuatro años, un alto funcionario de la
administración militar, pretendió resolver otro
caso de inmunidad eclesiástica con el texto de
la ley de guardia nacional. Hubo entonces, por
fortuna, quien le hiciera entender que la legisla-
ción y el derecho de una sociedad civilizada no
admiten simplificaciones de esa especie. Pero
este error, perdonable en un soldado, y explica-
ble en un fiscal... ad-hoc, (cuya misión consiste
en no ver sino lo que se le encarga que vea), no
tiene ni explicación ni excusa de parte de un
juez, sobre cuya conciencia y autoridad descan-
san el orden público y la quietud social. Pol-
lo mismo que las relaciones son complicadas
en la vida civil, son complicadas y v a r i a s las
reglas que las dirigen, y abundantes las fuentes
del derecho. Ni puede caber duda p a r a ningún
hombre informado, sean cualesquiera sus creen-
cias religiosas y por más apego que profese á
las regalías legítimas é ilegítimas de los reyes
de España, atribuidas al poder civil de las na-
ciones sudamericanas, que el Concilio de Tren-
to, solemnemente promulgado en los dominios
españoles, por la cédula de 12 de Julio de 1564,
es hoy día, como antes de la emancipación,
516 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

una fuente de derecho en la República Ar-


gentina.
Ese Concilio declara (Capítulo 20, Sección
XXV) la inmunidad elesiástíca constituida por
derecho divino y canónico (constituía Dei ordi-
natione et canonicis sanciionibus), resolviendo
así el debate acerca de su origen, y reivindican-
do esta prerrogativa característica de la libertad
de la Iglesia.
Como sería temerario sostener, con el aludido
administrador militar, que la ley de guardia na-
cional no debe coordinarse con estos principios
de derecho para ser, por esa concordancia, com-
pletada y limitada; así lo es, en igual manera,
atribuir á la ley de 14 de Septiembre de 1863, el
exclusivo vigor que él daba á la única que co-
nocía, fuera de la Ordenanza. Aquí la toga y
las armas han rivalizado. El juez de Jujuy no
ha podido prescindir desdeñosamente del Con-
cilio de Trento, sin olvidar su deber de senten-
ciar tota legeperspecta, esto es-, examinando la
legislación íntegramente, y consultando todos
los elementos constitutivos del derecho afecta-
do en el caso.
No se quiera decir que la Constitución Nacio-
nal lo ha revocado.
Aunque omitamos aquí otras consideraciones,
sería necesario tener un concepto muy zurdo de
lo que es una Constitución, para presumir que
lo puede todo, como en la hipótesis absurda del
Contrato social; y que al definir los principios
del derecho público interno de una nación, es
ENJUICIAMIENTO DEL DOCTOR CAU 517

lícito trastornar el orden social y ultrapasar


los límites de la soberanía. La Constitución no
abarca todas las cosas, porque no puede ir más
allá de donde van la autoridad y funciones del
Estado, que Santo Tomás definía diciendo que
es «la multitud délos hombres ligada en un vín-
culo de sociedad», organizada naturalmente, en
familias, en corporaciones, y admitida, por la
gracia del baustismo y la confesión de la fe, á
la comunidad de la Iglesia, que también es so-
ciedad perfecta, esto es, independiente y sobe-
rana.
Cualesquiera quesean los defectos de la Cons-
titución, que no negará, por cierto, quien posea
en su verdadera pureza la doctrina cristiana;
ella reconoce el carácter católico de la sociedad
argentina, y manifiesta la tendencia de organi-
zar las instituciones conforme á esa condición
fundamental del pueblo, cuyo régimen político
establece. No podía por lo tanto, sin eviden-
te contradicción, querer destruir, siguiendo
procederes abusivos y doctrinas quiméricas, los
principios tutelares de la libertad que la Iglesia
ha menester para desempeñar en el mundo su
ministerio espiritual.
Añadimos que, de hecho, no ha caído en esa
contradicción.
Es muy cierto que su artículo 16 declara abo-
lidos los fueros personales. No negaremos (aun-
que lo deploramos), que ese artículo afecta el
fuero personal del clero; pero lo afecta en cuan-
to cabe de parte del poder civil, y mediante el
518 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

consentimiento de la Iglesia, que taxativamente


suele prestarlo, como consta, por ejemplo, del
Concordato y Convención de las dos Sicilias,
de 1818 y 1834. Esto no envuelve, sin embargo,
en manera alguna, el desconocimiento del fuero
real, parte esencial de la inmunidad indeclina-
blemente mantenida por la Iglesia. Y para in-
terpretar la Constitución en estos términos, bas-
tará que, dejando de lado cualquier exposición
de principios, se inquiera su espíritu en el co-
mentario original de su texto. El artículo co-
mentado fué discutido por el Congreso Consti-
tuyente en la sesión del 25 de Abril de 1853. El
señor Zenteno, diputado por Catamarca, se
opuso á su adopción, en respeto de los privile-
gios de la inmunidad eclesiástica. A esta obser-
vación, repuso el doctor don José Benjamín Go-
rostiaga, miembro informante de la comisión
redactora, que el artículo no afectaba la inmu-
nidad, ni era su espíritu revocar el fuero de cau-
sa. Mediante esta explicación, que precisa y
limita su sentido, fué votado, sin que, por con-
secuencia, haya lugar á duda respecto de su al-
cance. Darle tanto como le atribuyen nuestros
adversarios, es ir más allá que la ley y contra su
mente.
Concédase cuanta eficacia se quiera á las ins-
tituciones civiles para alterar las reglas del de-
recho público eclesiástico; todavía fuera eviden-
te que la Constitución argentina no ha conculca-
do los derechos de la Iglesia al extremo de
allanar arbitrariamente y por completo su in-
ENJUICIAMIENTO DEL DOCTOR CAÜ 519

munidad, que es sagrada é inherente á su insti-


tución divina.
No argüimos contra la Constitución: argüi-
mos dentro de ella, y concediendo para los fines
del debate aún lo que en doctrina rechazamos.
Y si esto es como decimos,—¿so color de qué
principio de legalidad, puede llegar á pretender-
se que se conviertan en delitos justiciables ante
los tribunales civiles, aquellos actos de los pre-
lados, que por cualesquiera circunstancia mo-
lestan á los gobiernos, ó produzcan conflictos
entre la potestad eclesiástica, ó el poder secu-
lar?...
Ni aún la facultad de dirimir esos conflictos
le corresponde á la justicia nacional. No la
puede derivar del antiguo derecho hispanoame-
ricano, ni de las leyes de competencia de 1863,
ni de la Constitución, ni del consentimiento de
la Iglesia, que jamás lo prestaría, porque pres-
tarlo sería una sacrilega abdicación de derechos
irrevocables por su naturaleza y origen.
Luego, si la República Argentina es una na-
ción católica, y si la Constitución es ley supre-
ma del país, será claro que el juez seccional de
Jujuy h a dictado un fallo insostenible al decla-
rarse competente para juzgar al vicario forá-
neo de su provincia.
El mismo formula un argumento, que es faci-
lísimo retorcer para desbaratar su raciocinio.
En uno de los considerandos de su sentencia,
se apoya en la doctrina de la ley de 5 de Julio
de 1823, que cita no sabemos por qué, y en la
520 INMUNIDAD ECLESIÁSTICA

cual se declara exentos de la jurisdicción civil


los delitos que no ptieden ser cometidos sino por
individuos del clero. El deduce de aquí que los
actos del doctor Cau, incriminados por el fis-
cal Rocha, caen bajo la jurisdicción civil.
Entretanto, el doctor Cau no h a hecho sino
publicar el 22 de Octubre de 1884 un manifiesto,
en calidad de vicario foráneo de Jujuy, en que
cooperaba á los fines de su superior, el Obispo
de Salta, y recordaba al pueblo las instruccio-
nes y órdenes de la Pastoral de Septiembre. Su
acto es, por tanto, un acto de autoridad eclesiás-
tica. Luego, es un acto que no ka podido ser eje-
cutado sino por un individuo del clero. Luego
es un acto exento, según la propia confesión del
juez de Jujuy, de la jurisdicción civil. Luego,
en el supuesto de que fuera abusivo, no serían
los tribunales federales los competentes para
juzgarlo y castigarlo.
Octubre 23 de 1885.
SERVUS SERVORUM 521

ARTÍCULOS YARIOS

SERVUS SERVORUM
El poder más grande de la tierra, porque fué
divinamente instituido para actuar sobre las al-
mas, es ejercido por un Pontífice, que se carac-
teriza y glorifica la dignidad de su cargo, lla-
mándose Siervo de los siervos de Dios.—Esas
palabras contienen la divisa, y como el molde
moral de todas las potestades, según la ley cris-
tiana.
Debieran meditarla los pueblos y repasarlas
en su corazón los poderosos.
Evitarían los primeros muchas ilusiones, y los
segundos muchas iniquidades.
Cuando los espíritus, empero, pierden la capa-
cidad de entenderlas, ni subditos n i gobernan-
tes, ni pueblos ni autoridades, hallan otra ley
que los conduzca, sino la ley de los apetitos, es
decir, la ley de la servidumbre.
En la esfera de las cosas positivas, las formas
de gobierno difieren entre sí en la m a n e r a de
constituir los poderes.—Unas invisten la autori-
dad en número mayor, otras en m e n o r número
de personas. En unas el gobierno es una función
anexa al rango de determinadas familias ó de-
522 MISCELÁNEA

terminados individuos; en otras es u n a función


eventualmente conferida á ciertos delegados del
cuerpo social, ministros temporarios de la sobe-
ranía.
Ciertamente que los gobiernos requieren ser
equilibrados institucionalmente, á fin de estor-
bar, por medios naturales y proporcionados á la
índole y antecedentes de cada nación, que de-
generen y se corrompan.
Pero también tenemos evidencia de que las
combinaciones políticas mejor ponderadas se-
rán tan dañinas como las más inperfectas, si la
regla cristiana del poder público no las inspira,
bien como la regla cristiana es apta para rectifi-
car y volver fecundo el podérmenos bien organi-
zado.
La razón está en la naturaleza del móvil que
eliminado el principio cristiano, queda en acti-
vidad en todas las obras humanas, dentro y fue-
r a de la política.
Ese móvil es la pasión, que transforma el go-
bierno, de instrumento del bien común, en ins-
trumento de concupisciencias personales; y al
poderoso, de servidor de todo, en egoísta impe-
rante.
Importa poco cuáles sean el origen y carác-
ter jurídico de la autoridad. Ella degenerará sin
remedio, desde que los hombres investidos del
poder entiendan que es un fin comprendido en-
tre los que constituyen su propio bienestar.
La sensualidad es un Proteo. Desde la Yorma
grotesca de la codicia, hasta la forma brillante
SERVUS SERVORUM 523

del amor á la gloria, son infinitas las que puede


tomar. Su poder de deslumhrar y seducir
cambiará con su forma. Lo que permanecerá
siempre igual, porque pertenece á su esencia,
es su esterilidad para el bien y su fecundidad
para el mal. Entregándosele, subordinan los
hombres la conducta de su vida al elemento
inferior y corrompido de la naturaleza. Los go-
bernantes arrastran consigo las naciones en
esta degeneración.
Si fuera en realidad el poder político un bien
de los que gobiernan, aunque no llevaran la
abyección moral al extremo de convertir el ejer-
cicio de la autoridad en una granjeria, estaría
en la lógica de las cosas que se afanaran por
acrecentarlo indefinidamente y conservarlo á
costa de todos los esfuerzos imaginables, au-
mentando y asegurando de esa m a n e r a la suma
de sus satisfacciones. Y esto es tanto más cier-
to, cuanto que la experiencia manifiesta que
ninguna satisfacción sacia los apetitos.
A todo anhelo de goces sensuales sigue el
hastío y un nuevo anhelo, encadenado con otro
hastío y otra aspiración, en u n a serie sin térmi-
no.—La moneda que tranquilizará el corazón de
un avaro todavía no está acuñada, y la última
que se acuñe en el mundo no satisfaría al pri-
mer avaro si resucitara y pudiera embolsarla.—
Nadie ha imaginado el grado de poder capaz de
hacer feliz á Sardanápalo.—Si la inventiva de
Nerón p a r a los horrores y los escándalos mara-
villa tanto á los modernos, es porque ningún
524 MISCELÁNEA

tirano entre los modernos h a podido tener por


punto de partida de sus satisfacciones, tanto po-
der, tanta ferocidad, tanta lascivia, tanta sober-
bia como Nerón....
Volvamos de lo pasado á lo presente.
Napoleón, el mayor aventurero de este siglo,
no concibió en un día sus proyectos colosales
de dominación. Ellos se desarrollaron gradual-
mente en su espíritu, siendo cada uno de sus de-
talles engendrado por la satisfacción del anhe-
lo precedente.
Cayó de la cumbre al abismo estrepitosamente;
y en su soledad expiatoria soñaba programas
titánicos, proporcionados al poderío gigantesco
de cuya cima se había derrumbado.
Disminuyamos aún más la perspectiva, paran-
do la atención en figuras políticas menos abul-
das.
¿Qué vemos en torno nuestro?
Contiendas insoluoles trabadas entre pueblos
y gobiernos; entre pueblos que buscan desaho-
go y gobiernos que tienden á abrumarlos. La
ilusa confianza que hace, en el siglo XIX, repu-
tar las libertades políticas como el supremo bien
de las sociedades, halla origen y explicación en
ese conflicto.
El rey se trata como beneficiario de un privi-
legio, y se esfuerza por ampliarlo; y como no
puede ampliarlo, sino oprimiendo, la masa pro-
testa contra la opresión y estalla.
Mas están lejos de nosotros las monarquías.
Miremos á lo que tenemos de cerca.
SERVUS SERVORUM 525

V i v i m o s en esta República en continua zozo-


bra. L a masa nacional, tomando en cuenta las
multitudes en la base y las autoridades sociales
en la cúspide, abstinentes, u n a s por indiferen-
c i a y otras por fatiga, de toda actividad políti-
ca, es víctima perenne de choques y disturbios.
L o s p a r t i d o s no dejan las armas.—Una victo-
ria electoral se consolida con u n a serie de perse-
cuciones y de intrigas, c o n t r a r r e s t a d a s por otras
t a n t a s de parte de los excluidos.
T e r m i n a d a una elección se comienza á prepa-
r a r la subsiguiente. El vencedor aspira á prolon-
g a r su victoria....
Los partidos, conscientes en la fugacidad de
s u s goces, se apresuran á disfrutarlos, y querrían
g a r a n t i r s e algunos días más de satisfacción y de
ventajas para después de su t u r n o . Así que los
politiquistas viven para elegir. Elegir es la ta-
r e a de los que gobiernan. Elegir es el empeño
de los vencidos. Puede ser que á veces se ocul-
te, pero irremediablemente en el fondo de toda
operación política habrá una candidatura, como
en todo cubilete hay una trampa. Esa candida-
t u r a es el fermento de corrupción de la masa.
Si las instituciones se menoscaban, si los sofis-
mas y las contradicciones adulteran el derecho,
y no hay esperanza que no se malogre, ni con-
j e t u r a racional que los hechos no desmientan,
ello es porque cada situación política encierra
en sus entrañas un germen, que perturba las
funciones fisiológicas, digámoslo así, del go-
bierno.
526 MISCELÁNEA

No puede ser de otra suerte. Se gobierna por


apetito.
Nos objetarán que hay ambiciones nobles. No
disputaremos una palabra que señala distintos
grados en la escala relativa de las sensualidades.
Sólo diremos dos cosas:
Ninguna ambición de poder es moralmente
justificable.
La potestad política es un medio de realizar el
bien de la sociedad humana, óptima, decía San-
to Tomás, cuando es bien usada, y pésima en el
caso contrario. Por consiguiente, es una función
ardua, y que reclama todas las calidades contra-
rias al carácter del ambicioso.
La ambición nace de orgullo y de egoísmo.
El ejercicio cristiano del poder reclama humil-
dad y abnegación.
El que está investido de autoridad, aunque le
rodeen las pompas y el exterior respeto, debi-
dos para honrar su dignidad, debe, en el fondo
de su corazón, tenerse por el último de todos, y
compensar los vanagloriosos prestigios de su
rango, con la mansedumbre propia del que para
bien de los pueblos representa el poder de Dios.
Su autoridad no es propia, sino prestada; ni fué
instituida para su regalo, sino p a r a el bienestar
de todos, y debe consagrarse á su servicio ínte-
gra, cordial, ilimitadamente, haciéndose, como
el que tiene en sus labios los inefables oráculos
de la verdad, el siervo de los siervos.
Este es el consejo cristiano de las potestades
políticas.
NUEVAS FORMAS DEL MAL 527

Bajo su inspiración, los gobiernos serán refre-


nados, y prevalecerá en el mundo la justicia. Es
menester disipar supersticiones.... No hay más
libertad real, sólida y amable, que el imperio de
la justicia. Por eso ha dicho un gran pensador
cristiano: justitice actw, libertas dicittir.
Septiembre 23 de 1882.

NUEVAS FORMAS DEL MAL


Fué un rasgo distintivo de la vida argentina,
la sinceridad; la pasión ardorosa de sus lar-
gas y sangrientas luchas.
Un ideal más ó menos confusamente divisado,
conceptos diversos del derecho social, senti-
mientos naturales exacerbados y pervertidos
en su exageración, pero ligados todos ellos con
una forma preferida para la organización del
país, caracterizan la actividad febril, tumultúa
ria en que nos hemos agitado desde nuestra
emancipación política.
Excesos condenables afean esa historia, y
una horrible tiranía de veinte años se destaca
siniestramente en ella, como una lección de la
Providencia, como uno de esos tremendos casti-
gos que la sociedad recibe por su rebelión con-
tra las leyes divinas.
Pero el observador podía descubrir, entre los
desórdenes incalificables de esa época luctuosa,
528 MISCELÁNEA

intacto el tesoro de la probidad individual, viva


la honradez tradicional de la raza, puras las cos-
tumbres del pueblo.
No hay palabras bastante eficaces para conde-
n a r el despotismo de Rosas, pero ni en esa épo-
ca de tristísima recordación borróse el senti-
miento del decoro enlas relaciones particulares,
ni, fuera de casos especiales, corrompióse la
administración pública. Vivían los hombres de
su trabajo. La vida era modesta. Los empleados
no ostentaban un lujo que dada la exigüidad
de los sueldos, habría sido la prueba del pecula-
do. Hombres que figuraron en los puestos más
elevados, murieron en. la pobreza ó en una obs-
cura medianía. No había ese amor desenfrena-
do al lujo y á todos los placeres de la vanidad,
que los necios confunden con las exigencias de
la civilización.
F u é una época terrible, abominable; derramó-
se impíamente la sangre humana: renovóse
con horror nefando, el crimen de Caín; y no pue-
de recordarse un tiempo semejante, sin conde-
nar sus escándalos y sentir por él la violenta
repulsión de la conciencia contra la inmoralidad.
Ese tiempo ha pasado felizmente. No se de-
r r a m a sangre de hermanos; el asesinato no es
una medida de orden público, como lo fué en
esos años de bárbara atrocidad.
Pero si el mal no nos combate bajo esa for-
ma sangrienta, puede revestir otras muy diver-
sas y llegar á corromper profundamente la so-
ciedad argentina. El lujo y la vanidad, en toda
NUEVAS FORMAS DEL MAL 529

la abundancia de sus manifestaciones, la sed


del placer, la adoración del éxito, la premura
para conseguirla, un espíritu servil de respeto
ala riqueza, cualquiera que sea la manera en que
se la haya obtenido, empiezan ú ser los rasgos
de la vida contemporánea. Tales son los atri-
butos de la civilización positivista en cuya ad-
miración corremos el riesgo de encandilarnos
como el insecto en presencia de la llama que lo
devora miserablemente.
A tal extremo puede conducirnos la adopción
irreflexiva de esas máximas empíricas, tantas
veces repetidas en nuestro país, como panaceas
de inerrable eficacia, por pensadores que, sin re-
montarse á la única fuente de todo bien, ni en-
carar la naturaleza humana desde el punto de
vista moral,—han reducido la cuestión social á
cuestión de población, de viabilidad, de riqueza,
de formas externas de la vida.
«Gobernar es poblar», dijo uno de nuestros es-
tadistas, y se creyó que había encontrado la fór-
mula completa de nuestro progreso. Pero la
mera enunciación es esa fórmula, muestra su
deficiencia. Sin duda que el aumento de los ha-
bitantes, envuelve la posibilidad de que las ri-
quezas naturales sean explotadas en mayor es-
cala, y en ciertas condiciones, importa igual-
mente el enriquecimiento intelectual y moral de
la sociedad, por la intervención de nuevos ele-
mentos en su composición. Entre tanto, si esos
elementos son inferiores á los ya existentes, e]
mal social se agranda y se complica, y el au-
34
530 MISCELÁNEA

mentó de población viene á ser un presente


griego, aceptado sobre la fe de un aforismo po-
sitivista, deficiente como todos los de su espe-
cie, y destinado, si se le aplica literalmente, á
empeorar la situación de las naciones sudame-
ricanas, en vez de mejorarla.
Otro ha dicho: «cruzar el territorio nacional
con ferrocarriles, es resolver los problemas ar-
gentinos». Esta afirmación h a sido hecha por un
gobernante deseoso de inventar una frase, que
le salió larga, pretenciosa é inexacta. Que la
viabilidad rápida y barata es un beneficio,:—na-
die podría negarlo.—Es una verdad que se im-
pone: ahorrar el tiempo es hacer más eficaz la
acción humana; abaratar los medios de que los
hombres se comuniquen y lleven las cosas úti-
les donde son demandadas, es mejorar las con-
diciones de la humanidad. Pero si falta la mora-
lidad, un país puede tener excelentes vías de
comunicación, y decaer, á pesar de ello, lamenta-
blemente.
Los problemas argentinos no se reducen á los
progresos d é l a locomoción. Es éste, sin duda,
un medio importante para llegar al desenvolvi-
miento de nuestros intereses sociales, pero no
puede consistir en ella la solución de las cues-
tiones que tanto nos preocupan. No -basta que.
los hombres se acerquen los unos á los otros,
para que se mejoren; y aquí se reproduce natu-
ralmente la observación a p u n t a d a respecto del
aforismo «gobernar es poblar». Si los hombres
que van al interior del país, son los representan-
NUEVAS FORMAS DEL MAL 531

tes del atiri sacra fames} darán á los nativos,


ejemplos de laboriosidad en algunos casos, pero
no de esa laboriosidad que es el cumplimiento
del precepto divino, sino de la afanosa tarea de
acumular valores, sin reparar en el fraude ó
el dolo para conseguirlo. Habrá riqueza y habrá
también degradación.
Hacer ditirambos como cierto publicista ar-
gentino, porque las formas de la vida son lu-
josas en la capital y porque el pueblo, en los
grandes concursos, ofrece el espectáculo de
una agrupación humana correctamente vestida,
como es raro contemplar en otros pueblos,—-es
pagarse de apariencias y tener una idea mezqui-
na de la sociedad y de sus fines.
Vemos nosotros el peligro precisamente don-
de ese escritor halla motivos de frecuentes de-
clamaciones.
Hay algo morboso en la vida de la capital. Se
paga tributo excesivo al bien parecer. Hay mu-
chos presupuestos en déficit por aumentar los
gastos de representación, que deben hacerse á
costa de dolorosos sacrificios. Muchas mentiras,
muchas estafas, muchas transigencias bochor-
nosas ha de haber bajo esas apariencias de uni-
forme bienestar, que encantan al observador su-
perficial. La rareza, la singularidad del fenóme-
no, habría sido más bien causa de alarma que
de regocijo para quien se pusiera á estudiarlo.
Una cultura, que tiende al refinamiento, reem-
plaza antiguas brusquedades y lamentables gro-
serías, si bien á veces salen de nuevo á luz y
532 MISCELÁNEA

toman la revancha, más ásperas y desenfrena-


das que en el tiempo pasado. Los caracteres se
destemplan. Las cosas crecen y los hombres se
achican. La barbarie se va, se pierde. Pero no
es lisonjero lo que viene á sustituirla. La civili-
zación materialista halaga al hombre en sus
apetitos más vivos; acomete sin vacilación á
las naturalezas vulgares y las hace pronto su
presa; tienta á las naturalezas delicadas, com-
binándose con el arte que ellos pretenden depu-
rar; sofistica la conciencia de los buenos, ofre-
ciéndoles mañosamente los medios de' realizar
las obras morales, para atraerlos y hacerles ol-
vidar los altos fines que persiguen. Y así, entre
el bienestar y el brillo, entre el oro que corre y
las acciones que bajan ó suben, se encuentra un
día que la nación joven y lozana, como la be-
lleza que amaba Raimundo Lulio, tiene oculta
en el organismo esa complicación mortífera de
los tejidos, esa formación horrorosa que co-
mienza á despedir la sangre y el pus y lleva al
paciente á la muerte por las inmundas vías de
la corrupción.
Septiembre 24 de 1882.

LA LEY DEL TRABAJO


Cada día amenaza más inminentemente, una
catástrofe social á todas las naciones populosas
y ricas de Europa y América. El trastorno rece-
LA LEY DEL TRABAJO 533

lado será tremendo cuando estalle. Peligran en


él todos los fundamentos de la sociedad actual; y
por pasajero que sea, no dejará equilibrio que no
descomponga, influencia que no traslade, dere-
cho que no controvierta, ni poder qué no de-
rrumbe. Las invasiones bárbaras volcaron nacio-
nalidades y aplastaron estirpes, sustituidas por
extraños elementos que generaron la Europa
nueva, lenta y laboriosamente transformada por
una elaboración á que presidía el dogma y los
sentimientos del cristianismo abriendo sus bau-
tisterios p a r a regenerar los vencedores, y con-
quistar, en nombre de Dios, á los conquistadores
del mundo. Nuestra generación espera otros ca-
taclismos, en que la América del S u r será espec-
tador, y ojalá sea espectador y provechoso y
aprovechado! La irrupción no será de extran-
jeros sino de indígenas; no será de gentiles, será
de apóstatas. Pasiones mezquinas en choque la
preparan; su furor será proporcionado á su mez-
quindad Entre tanto, nada más fácilmente
perceptible que la causa generatriz del antago-
nismo de las clases, manifiesta y en creciente
efervescencia ya, que anarquiza las sociedades y
disciplina partidos, con diversas formas y diver-
sos nombres, concordes, empero, por la comuni-
dad de sus odios.

Pobres y ricos están en guerra. Quejándose los


pobres de que les falta el pan,—y pretenden go-
ces. T a n t o aman los ricos el placer que condenan
534 MISCELÁNEA

os pobres á la miseria y al hambre. La riqueza


se produce en maravillosa escala, más se repar-
te con iniquidad. Los perjudicados reclaman su
derecho, y acaban por negar el ajeno. Todo es
extremado y radical en este espantoso conflicto de
intereses.
Vano será pedir soluciones que lo aplaquen, á«
las escuelas que se dividen el imperio de los es-
píritus en orden á los fenómenos de la economía
social.
El libre cambio lleva la Inglaterra á una pas-
mosa prosperidad mercantil. L a legislación pro-
teccionista aclimata y desarrolla en los Estados
Unidos todo linaje de industrias. Sin embargo,
Inglaterra y Estados Unidos están igualmente
bajo la influencia del antagonismo social.
Preconízase la libertad del obrero. Crece, con
universal maravilla, el progreso científico, y au-
menta día por día las aplicaciones de la ciencia
a l a s artes industriales. No obstante, inventan
los sabios y adoptan los ricos, ingeniosos meca-
nismos que ejecutan las operaciones más difíciles
y las más delicadas con admirable precisión.
Pero esas organizaciones de hierro á las cuales
parece asociada la inteligencia del mecánico,
requieren, al cabo, ser movidas por una fuerza
que tenga la iniciativa de su propia acción. No
basta la bestia: se necesita del hombre. El respe-
to de la humana dignidad veda comprarlo: todo
se concilia alquilándolo, y el economismo acon-
seja al industrial prudente y capaz de cálculos
positivos, alquilarlo barato. El hombre se cotiza
LA LEY DEL TRABAJO 535

como los burros en las ferias. Si está en oferta,


se le paga poco, y mientras más desgraciados
existan, menos se les paga, más se les hunde en
sus penurias: más gana el empresario y más so-
berbiamente se regocija y deleita en las sensua-
lidades. Tórnase proporcionalmente vivo y brutal
el contraste de la opulencia y la miseria: el anta-
gonismo se irrita, y la anarquía ruge con aquel
rumor subterráneo que precede á los terremotos.
Ni el mercantilismo, ni el industrialismo, ni la
libertad del trabajo, ni su división, ni el perfec-
cionamiento de la mecánica, ni circunstancia
alguna perteneciente á la esfera de las ideas eco-
nómicas ó de la tecnología industrial, reducirán
jamás esta contradicción de los intereses, ni se-
renarán este campo, cerrado en un extremo por
las víctimas del hambre y en otro ; extremo por los
hijos del placer-
Nada se convulsiona en la naturaleza física, ni
en la naturaleza moral, sino mediante la viola-
ción de una le}'.

Las sociedades contemporáneas infringen la


ley del trabajo
Paradoja! oímos que nos gritan. Jamás siglo
alguno trabajó con la energía que el siglo XIX.
No hay un valor que no esté en movimiento, ni
una fuerza que no se ponga en acción; agotamos
las humanas y nos apoderamos de todas las de
la naturaleza. Nunca fué tan honrada la labor, ni
tan estigmatizada la ociosidad. Derribamos con-
536 MISCELÁNEA

ventos p a r a levantar usinas. Los capitales acu-


mulados por el trabajo son el instrumento más
potente de prestigio personal en la dirección de
las naciones. El hombre de este siglo viaja, des-
cubre, inventa, no conoce descanso, ni vuestro
añejo reposo del domingo, se expatria, y se sa-
crifica por consagrarse al trabajo. Las profesio-
nes parásitas, porque no concurren directamente
á la producción de riqueza, decaen en esplendor,
á medida que lo ganan las industrias producti-
vas, queson|la savia de las naciones. El siglo XIX
tiene la religión del trabajo!

Todo está confesado.


En la época presente, el hombre, sea que goce
por ser rico, sea que sufra por ser pobre, está
constituido en un puro y mero agente de produc-
ción. La ley del trabajo está violada.

Obsérvanla los contemporáneos en su letra,


pero desdeñan su espíritu. Por eso los mata.
Y esta inversión radical de sus términos y de
sus tendencias, comienza por ser una infracción
moral, acabando p o r hacinar y encender los
combustibles de una conflagración social.
La ley del trabajo, entendida y aplicada en su
concepto materialista, destruye desde luego el
orden jerárquico del trabajo mismo. Cuando el
sabio cede el paso al banquero, ha caído en me-
nosprecio la generosidad y la abnegación. Des-
LA LKY DEL TRABAJO 537

truid ó enervad las virtudes, y aunque las socie-


dades se enriquezcan, discurrid si podrán digni-
ficarse.
No insistiremos en este punto. Queremos sola-
mente probar una doctrina.
¿Qué buscan en el trabajo hombres y genera-
ciones positivistas?. Buscan la adquisición de
una fuerza que doblegue en su acatamiento ó á
su servicio, á todos los inferiores, es decir, á los
pobres y á los débiles!
Su móvil en el trabajo es el amor de la rique-
za. El éxito es el signo de legitimidad de sus
combinaciones y empresas en las aventuras de la
Bolsa, ó en los tratos leoninos de las fábricas.
Cuando la codicia no ha destruido por entero la
salud de su conciencia, sintetizan las virtudes en
una probidad grosera, que consiste en pagar
puntualmente sus obligaciones y el regateado sa-
lario de sus obreros y dependientes. Llaman á
eso la «justicia estricta», y lo es en* cuanto la
ley civil puede exigirla.
Pero ni la prepotencia es el objeto, ni el amol-
de la riqueza es el móvil, ni la probidad es el
único deber, que están comprendidas dentro de
esa ley universal del trabajo, promulgada por
Dios en los orígenes de la h u m a n a especie
Otros argüirán que si trabajan, lo hacen por
amor del trabajo mismo;—y están cerca de la
verdad; pero el trabajo es u n a pena, y ninguna
pena es amable, sino en cuanto la haga amable
su voluntaria y resignada aceptación, que la con-
vierta en medio de purificarse y desenvolverse
moral mente.
538 MISCELÁNEA

Sólo en este sentido, el amor del trabajo es y


puede y debe ser un sentimiento sincero y real
entre los hombres.
Tomado como una necesidad, derivada de las
condiciones naturales de la vida, es repugnante
y duro; pero tomado, como una expiación y un
precepto divino, cuya observancia da gloria al
soberano autor de todas las cosas, entonces en-
dulza, porque todas las cargas de la suprema ley
son ligeras y todos sus yugos son suaves.
Bajo el concepto cristiano, por otra parte, se
modifican, no sólo los móviles y el peso, sino
todos los derivados de la ley del trabajo.
Los naturalistas han hecho suyo, para alejar á
los hombres de Dios, este axioma: que trabajar
es orar: axioma cristiano y ascético, que lejos
de pretender reemplazar con el trabajo el culto
debido á Dios, pretende convertirlo en oración,
limpiarlo de la bajezas de sus miras sórdidas y
sus móviles groseros, convirtiéndolo, lo mismo
que el ejercicio de todas las facultades, en una
virtud y un homenaje constante á su Creador.
A la luz de esta noción, la ley del trabajo se
endereza á la armonía de las sociedades por la
equidad de las relaciones y el unánime concurso
de los hombres á la prosperidad común, median-
te el patrocinio del desgraciado y débil por el
fuerte y el feliz; mediante la adhesión leal y per-
manente del patrocinado al que es su protector y
su auxilio.
«Ay! de los ricos!», ha dicho el Evangelio;
«Bienaventurados los pobres de espíritu», ha aña-
LA LEY DEL TRABAJO 539

dido en otra sentencia, que es menester interpre-


tar, con la Iglesia, sin ambajes ni eufemismos, ni
cobardes condescendencias con la vanidad y la
molicie. Están fuera de los senderos rectos quie-
nes ponen su corazón en las riquezas, ya las
posean ya las ambicionen! La pobreza, en cuan-
to por pobreza se entiende la preferencia dada á
los bienes morales y celestes, el desapego cor-
dial á los bienes materiales, y su empleo he-
cho en consuelo de los desgraciados por amor
de Dios, la aceptación mansa y sincera de las
privaciones que acompañan una situación hu-
milde; la pobreza de espíritu y de corazón, en
una palabra, es virtud perteneciente á l& esen-
cia del cristianismo, que declara el servicio de
Dios incompatible con el servicio de las rique-
zas.
Las almas perfumadas por este ambiente de
desinterés y caridad, entenderán la ley del tra-
bajo, vinculándola con una intención recta y el
espíritu de expiación que informa todas las leyes
en las cuales se implica una pena y una condi-
ción de desarrollo moral para los hombres. Nues-
tro siglo escéptico, que repugna las nociones
teológicas, necesariamente reduce la filosofía del
trabajo á una ley derivada de necesidades físicas,
y fomentadas por apetitos sensuales. Los frutos
de su extravagancia son siniestros ya, y no tar-
darán en ser horrendos. Bajo el punto de vista
económico, como en todos los terrenos de la vi-
da social, las naciones están forzadas á esco-
ger entre el cataclismo vengador de sus rebelio-
540 MISCELÁNEA

nes contra la Providencia, ó su reconciliación


sincera con las leyes de Dios y la autoridad de la
Iglesia.
Octubre 7 de 1885.

XX DE SETIEMBRE

LA C O N Q U I S T A DE ROMA

El liberalismo, vanaglorioso de su efímero triun-


fo, conmemora hoy la conquista de Roma por
los italianos vasallos del Piamonte; y redoblarán
sin duda en este día las mistificaciones, las jac-
tancias y las groseras injurias contra el poder
sagrado, nuevamente sometido á la prueba de
la adversidad. Altísimo deber nuestro es tributar,
en tan doloroso aniversario, un homenaje de filial
adhesión á la Santa Sede, 3^ presentar al espíritu
del pueblo, extraviado por un vasto sistema de
mentiras, la verdad de la historia y el derecho,
para rectificar el error de los engañados y forta-
lecer el corazón de los vacilantes. La fe suele
empalidecer cuando las ondas de la iniquidad
cubren la tierra. P a r a reanimar la chispa sacro-
santa importa alzar los ojos hacia las cumbres
inmóviles, en que la eterna verdad resplandece y
arde la esperanza en el tabernáculo donde mora
Dios, ante el cual pasan los siglos como un día y
todas las vanidadas se deshacen como la espu-
ma de las aguas.—Son falaces todas las ilusiones
XX D E S E T I E M B R E 541

de la pasión humana, y precarias sus estruendo-


sas victorias. Imperios y rebeliones, filosofías y
razas, pueblos, hordas, caudillos y herejías, todo
eso retumba en su choque, se estremece, vibra y
pasa.... Queda la cruz: la cruz que rescató al mun-
do, la cruz de madera con que el predicador de
Cristo triunfa del error, la cruz del dolor y de la
prueba con que el cristiano triunfa de sí mismo!
Pero entretanto ¡cuántas almas anegadas en las
horas del escándalo! ¡Cuántas conciencias turba-
das! ¡Cuántos corazones caídos en cobarde pusi-
lanimidad! ¡Cuánta disminución del sentimiento
y la noción de lo sobrenatural, en medio de estos
pasajeros eclipses de la pompa exterior, con que
se revela al mundo carnal el poder de la Iglesia
y la sublime majestad del Pontificado Supremo!
—El alma creyente espera contra toda esperanza:
reposa en la promesa de Cristo, por más que las
persecuciones arrecien, y sabe «que lo puede todo
en aquel que la conforta». El alma vacilante nece-
sita luces de humano raciocionio. P a r a no su-
cumbir acude á la historia y al derecho de las
naciones, formas de la verdad también, secun-
darias no obstante, y por eso mismo, más accesi-
bles al espíritu que comienza á divagar en los
laberintos del naturalismo.

Italia se ha emancipado y se ha constituido en


un cuerpo de nacionalidad. E r a su derecho. Pu-
do ser su gloria; y la merecía. Su polvo es pol-
vo de héroes, cantaba el poeta cristiano, mártir
de la independencia patria.
542 MISCELÁNEA

Lo ha profanado el liberalismo. Silvio lo exe-


craría, si las tumbas tuviesen voces para conde-
nar los vivos, como tienen los vivos bríos para
escarnecer las tumbas.
Expulsar al extranjero del suelo de Italia, y
concentrar los dispersos núcleos italianos, dán-
doles cohesión, vigor y seguridad por su armo-
nía, era sin duda un anhelo patriótico, legítimo y
digno de que á obtenerlo se consagrara el es-
fuerzo de una generación varonil. Reliquias de
dos civilizaciones, gloriosa tradición en la políti-
ca, en las ciencias, y en las artes tan rica como
ninguna otra raza pudiera ostentarla, consti-
tuían los elementos de la unidad, robustecidos
por la comunidad del territorio, y entre las cla-
ses superiores, por la comunidad de su magnífi-
co idioma.
Infortunadamente, esta tendencia, satisfecha en
lo substancial, según las formas de confedera-
ción estipuladas en Villa-Franca, era torcida
por un plan de tenebroso origen, presentado ante
partidos ilusos, bajo dos aspectos, cuyas diferen-
cias anarquizan hoy á los vencedores.
El empeño de constituir una nacionalidad ita-
liana se convirtió, por este propósito inicuo, en
la unificación de Italia, bajo un centralismo polí-
tico, de base popular y democrática, según la es-
cuela de Mazzini; de base monárquica, y en bene-
ficio del Piamonte, según el conde de Cavour y
la escuela posibilista por él encabezada.
XX DE SETIEMBRE 543

La iniquidad del pensamiento es resaltante.


No podía ser ejecutado sin destruir todos los de-
rechos de soberanía desenvueltos en los Estados
italianos. Los mazzinianos délas Ventas Bajas y
de la Joven Italia pugnaban por aniquilarlos,
arrojándolos en manos de la revolución, para
fundar con sus escombros el imperio de una
soberanía popular en formas que excedían, por su
insensato radicalismo, todas, las fantasías de los
jacobinos franceses.
Cavour, y los afiliados de las Altas Ventas, lu-
chaban por destruirlas también, pero salvando,
con el principio monárquico, el poder de una di-
nastía, convertida en instrumento de la demoli-
ción, y llamada á heredar las soberanías italia-
nas, absorbiéndolas en la hegemonía piamontesa
de la Península.
Otro elemento de iniquidad entraba en este
complejo propósito.
Sus factores repudiaban la idea de una confe-
deración, porque ella habría creado un orden de
instituciones, que hubiera circunscrito el Estado,
dentro de la órbita que le trazan las libertades
sociales, cuando son enérgicos, pero que contra-
dice perentoriamente la tendencia despótica del
liberalismo moderno. L a omnipotencia del Esta-
do es máxima común á todos los políticos anti-
cristianos. Ellos se dividen y anarquizan, cuando
se trata de escoger el centro en que debe alojar-
se la omnipotencia. El cesarismo la reclama pa-
ra el César, el parlamentarismo para las Cáma-
ras, otros para las multitudes; pero ía deificación
544 MISCELÁNEA

del rey, de las asambleas ó del pueblo, son sim-


ples variantes del concepto general en que se
unen: la deificación del Estado.
Entienden por libertad la emancipación de los
hombres de todo freno de verdad religiosa y de
moral cristiana, que naturalmente lleva los Esta-
dos á apoderarse de una autoridad omnímoda
para establecer la disciplina de todas las relacio-
nes del hombre con el hombre. A cada movimien-
to suyo acompaña, por eso, lo que llaman el sis-
tema de las libertades modernas: el matrimonio
civil, él divorcio, la enseñanza oficial, el régimen
sucesorio, la abolición de las corporaciones, el
pontificado de los gobiernos, el secuestro de los
bienes eclesiásticos, el ilimitado poder de las
asambleas legislativas, la burocracia reemplazan-
do la vida libre de los municipios, y la simetría
opresora de la unidad en vez de las grandes li-
bertades de la Iglesia, de la familia, de los gre-
mios, de las universidades, de las provincias y
las comunas.
Mazzini y Cavour convenían en cuanto á la
esencia de este despotismo, aun cuando disintie-
ran respecto del agente que había de investirlo.
Así que la unificación de Italia atentaba contra
el derecho de soberanía de los Estados italianos,
y contra las bases orgánicas de la libertad civil
en las naciones.

En vano se objetará, en descargo de esa políti-


ca, los vicios ciertos ó abultados, de algunos go-
XX DE SETIEMBRE 545

biernos de la Península, porque tales circunstan-


cias jamás hacen menos respetables los derechos
de un Estado independiente; ni la revolución lle-
vaba á su seno otra cosa que vicios equivalentes,
•centralismo despótico, un sistema financiero de-
sastroso é impuestos devastadores.
Ni tampoco se alegará ventajosamente con la
adhesión de las poblaciones al nuevo régimen y
á la nueva monarquía.
Esos Estados aspirarían tal vez á obtener, re*
formas en su organización interior; podían, aca-
so, aspirar á ser núcleos de la unidad política de
Italia; pero es contrario á la razón, contrario á
los sentimientos más nobles de la humanidad, y
hasta á sus pasiones más impetuosas y ciegas,
admitir que se allanaran de buena gana á ser
absorbidos en la hegemonía piamontesa. No fué
el Piamonte, sino la Francia, quien emancipó á
Lombardía. Si el rey Víctor Manuel la recibió
de manos de Napoleón; si el antiguo carbonario
trepado al trono de San Luis, usurpaba la Ro-
manía para vendérsela por Niza y la Saboya;
ni aquel obsequio, ni este mercado vergonzoso le
enaltecían ni daban un derecho superior al de
todos los príncipes y Estados de la Italia.
Forzoso es buscar el agente de todas las abdi-
caciones, de todas las intrigas, sobornos, violen-
cias y cataclismos de la Península, en otra parte.
Ese agente es un factor de la historia moder-
na, del cual no es dable prescindir sin renunciar
á explicarse los más ruidosos acontecimientos de
este siglo. Es la francmasonería, gobernada en-
35
546 MISCELÁNEA

tonces por Palmerston, que con su ayuda era el


arbitro de la política europea, y el infatigable
instigador de la guerra contra el Papa, prepara-
da por la absorción de la Italia bajo el imperio
de los piamonteses, puestos á su turno bajo la
presión de las sociedades secretas. Muerto Pal-
merston, el gran poder masónico pasó á manos
menos simpáticas para el emperador Napoleón,
pero de las cuales debía también el rey de Italia
recibir beneficios y dones.—Sadowa le dio el Ve-
neto, no obstante sus derrotas: afirmó el poder de
Prusia, otra nación protestante y minada por las
maquinaciones de la secta, y enardeció más y
más las insanas pasiones que bullían alrededor
de la cuestión romana.

El conde de Cavour decía en 1861: «la cuestión


de Roma no es una cuestión italiana; es una
cuestión europea».
Lo era entonces, en efecto, bajo el punto de
vista político. Bajo el punto de vista moral, es
hoy día como en aquel tiempo, una cuestión uni-
versal. Roma es la capital de la cristiandad.
Por urgentes que fueran los compromisos con-
traídos por Napolen en las Ventas de Italia y en
los brazos de Orsini, y por insidioso y repugnante
que fuera su político concurso al despojo gradual
de los dominios pontificios, la fe y el honor de la
Francia, la hija primogénita de la Iglesia, repri-
mían al César en sus anhelos, obligándolo á con-
tener los usurpadores en la puerta de la Ciudad
XX DE SETIEMBRE 547

Eterna y salvar los últimos restos del patrimonio


de San Pedro.
L a convención de 1864, estipulando el retiro
de la guarnición francesa, garantizó, bajo el más
solemne compromiso que puede adquirir una
nación, que Roma sería respetada, y hasta defen-
dida, por Italia. Las tentativas fracasadas en As-
promonte y Mentana hubieron de luchar con tro-
pas italianas y francesas; y no sólo obligaron á
colocar de nuevo en Civitavecchia una divi-
sión del ejército francés, sino que dieron origen
á multiplicadas declaraciones, que ponían la so-
beranía temporal del Papa sobre el territorio re-
manente después de las anteriores anexiones, á
cubierto, sobre todo, de cualquier hostilidad de
parte del rey Víctor Manuel.
Aquella soberanía, inmutable en el transcurso
de centenares de años, la más antigua y sólida
monarquía de la Europa; que tantos imperios y
reinos, alianzas y combinaciones políticas, vio
nacer y morir, formando nuevos imperios, y
nuevos reinos, y nuevos sistemas, sin caducar ni
evejecerse; indispensable para la independencia
de la Iglesia, según solemne declaración del epis-
copado, es decir, para el interés moral de millo-
nes de hombres, unánimes en la fe de Cristo y
esparcidos en todas las latitudes del globo; inme-
morial y universalmente acatada y reconocida
en el derecho público de las naciones; estaba
además salvaguardada, contra las pretensiones
de apóstatas y de locos, por el compromiso so-
lemnísimo del gobierno de Italia, agente, bajo
548 MISCELÁNEA

la ley de su honor, de los derechos del mundo ca-


tólico y del Pontífice Supremo.

La última palabra de esta historia es ignomi-


niosa.
Rota la guerra entre Francia y Prusia, el em-
perador Napoleón resolvió hacer retirar la guar-
nición francesa de Civitavecchia; pero antes qui-
so tomar precauciones en favor de la libertad de
Roma.—El ministerio italiano respondió categó-
ricamente al embajador francés estas palabras
confirmadas en seguida delante del Parlamento:
«el gobierno del rey se conformará exactamente
á las estipulaciones de la convención del 15 de
Setiembre de 1864».
El compromiso no podía ser más explícito.
Urgido por algunos fanáticos á invadir á Ro-
ma, aprovechando el estado indefenso del Papa,
Vis con ti Venosta, ministro de relaciones exte-
riores, decía: «Ni un Estado berberisco se atreve-
ría á asumir tamaña responsabilidad»; y añadía,
que el gobierno estaba obligado á no atacar y á
impedir que se atacara la frontera pontificia en
virtud de las garantías y del derecho de gentes.
Terciaba en el debate Lanza, presidente del
Consejo, y son suyas estas expresiones:
«¿Creéis, que sea prudente excitar en la Cámara
al gobierno, para que invada y ocupe un Estado
reconocido por todas las potencias de Europa?....
y esto sin que exista ninguna de aquellas causas
que se reputan legítimas?»....
XX DE SETIEMBRE 549

Pocas semanas habían pasado, y los severos


desastres del ejército francés poníanla Prusiaen
preponderancia, y al rey de Italia entre sus saté-
lites. El ministerio declaró que «seguiría el im-
pulso de la voluntad nacional»....
Roma fué atacada. Pío IX hizo una protesta
armada en defensa de los derechos de la Santa
Sede; y quedó consumada la felonía más escan-
dalosa de un siglo que tantas ha presenciado!

El mundo ha callado. Europa h a dejado hacer.


La apostasía de los gobiernos coopera al triunfo
del pérfido conquistador; y esta abjuración, que
remueve las bases de la moderna sociedad civil,
prepara tragedias y afrentas sin número ni nom-
bre.
Las entrañas corroídas de los Estados incrédu-
los abortarán barbarie; y los apóstatas, envaneci-
dos en su ilusión de hoy día, caerán en el fango,
ó lavarán con lágrimas su deshonor y su culpa!
Consienten el ultraje de la única autoridad mo-
ral del universo. ¿Cuentan acaso con la suya
propia para extirpar en las conciencias viciadas
y en los corazones henchidos de envidia, de so-
berbia y de rencor, la fuerza generatriz de la anar-
quía?—Esa estúpida ceguedad es el principio de
su castigo. La ignorancia de los caminos de sa-
lud es un horroroso azote, con que los cielos se
vengan de la audacia y orgullo de los hom-
bres!
Entretanto, en medio de las angustias levan-
550 MISCELÁNEA

tase la voz del Sacerdote Sumo, y se difunde por


el mundo entero, como otro día en las calles de
Jesusalem, se alzaba el acento de Cristo cargado
de la cruz: «No lloréis por mí, llorad por vosotros
mismos.»—La Iglesia resplandecerá de nuevo en
el nimbo fulgurante de sus victorias. La salva el
que sostuvo á Pedro sobre la superficie de las
aguas y «mandaba con imperio á las ondas y á
los vientos».—Sucumbirán los reyes de la tierra
que «se congregan contra el Señor y contra su
Cristo»: «las gentes que braman», y «los pueblos
que meditan cosas vanas».
En Roma ó en el destierro, en las catacumbas
o en el trono, tu palabra será infalible oráculo
del universo católico, oh! padre venerando de los
fieles; y la cruz, símbolo de la redención y del
martirio, será la esperanza del mundo y tu divisa
triunfante, oh! Santa Iglesia de Cristo!—Pronos-
ticados están los combates: pronosticada la vic-
toria. En esa esperanza descansamos: Non prce-
valebunt!
Setiembre 20 de 1882.

LA REPÚBLICA FRANCESA
Algún diario de Buenos Aires anatematizó á
La Unión, cuando estampamos estas palabras,
que son unidamente un juicio y un augurio. La
República se desmorona en Francia. Poco han
LA REPÚBLICA FRANCESA 551

tardado, sin embargo, varios periódicos de la


misma escuela, en recibir de sus corresponsa-
les cartas que llegan á la misma conclusión, é
ignoramos si por su procedencia liberal habrán
hallado gracia ante los que condenaban nuestros
vaticinios clericales. Como quiera que sea, el fra-
caso se precipita; y el mundo, anhelante especta-
dor de cuanto acaece en una nación, cuya lengua
sirve de vehículo universal de las ideas, y en
cuya literatura se reflejan todosj los matices del
pensamiento contemporáneo, está en vísperas de
asistir á un espectáculo ruidoso.
La república perece y los republicanos la ma-
tan. Sólo dos clases de hombres no convienen en
este juicio: los agentes ciegos del desorden en
Francia, y los ilusos del extranjero.
Pero no vemos igual conformidad en la apre-
ciación de las causas que han engendrado el ca-
taclismo, es decir, que disentimos precisamente
en el punto más grave de la cuestión. Las trans-
formaciones de un sistema de gobierno, por más
que agiten una nación, son cosa secundaria, si
en la mutación de las formas externas, no se im-
plica una mutación de su espíritu y de sus ten-
dencias cardinales.
¿Caduca la república en Francia por ser re-
pública?
No falta quien lo crea. Nosotros no somos de
la misma opinión, aunque convengamos en
que las formas de gobierno, para ser duraderas,
requieren ser homogéneas con el carácter de las
naciones, y reposar sobre los antecedentes de su
552 MISCELÁNEA

historia política y la adhesión consuetudinaria y


efectiva de todas las clases y gremios de la so-
ciedad.—Por más imperfecto que sea en Sud
América el régimen republicano, es él viable y
sólido, y el único sólido y el único viable, porque
ni la complexión social ni la tradición política
de estos Estados, contenían, cuando entraron á
la vida independiente, elementos adecuados para
organizar monarquías ni aristocracias, á pesar
de la preferencia que á uno de esos sistemas
daban, sobre el republicano, los hombres de pen-
samiento y acción más distinguidos é influyentes.
—Estas circunstancias que identifican hoy día la
existencia de las nacionalidades sudamericanas
con la forma republicana de gobierno, no actúan
en el mismo sentido en los grandes Estados eu-
ropeos. Las circunstancias contrarias, actúan al
revés, con proporcional intensidad. En nada que-
remos disminuir su influencia. Bastarían ellas
para confinar las doctrinas republicanas á la va-
porosa región de las teorías especulativas, y ex-
plicar que fracasen todos los esfuerzos hechos
por plantearlas en el terreno concreto; puesto que
la política es un arte de combinar elementos rea-
les y fuerzas vivas, de acuerdo con un fin supe-
rior y según sus condiciones características.
Pero han mediado en los sucesos contemporá-
neos de Francia causas de otra categoría, que
absorben la atención, porque han tenido en el
caso una influencia decisiva.
Los Estados necesitan un régimen de justicia.
Los gobiernos, que tienen á su cargo la custodia
LA REPÚBLICA FRANCESA 553

de la sociedad, deben tener la voluntad formal


de fomentar el bien común, racional y ordenada-
mente; y por bien común entendemos el bien ab-
soluto, en cuanto tiene al cuerpo social por su-
jeto y por objeto.
De consiguiente, un régimen organizado bajo
la inspiración de propósitos intrínsecamente in-
conciliables con el bien común: que tenga por
medio de acción la guerra social; y por punto de
mira, la indefinida disminución de las ideas mo-
rales de la sociedad,—será contradictorio con
los fines filosóficos del gobierno, políticamente
efímero, y destinado á desaparecer en medio de
estruendosos desórdenes ó de una paulatina co-
rrupción, cualquiera que sea su forma, y aunque
su estructura se adapte á las necesidades y con-
veniencias de la nación que lo soporta.
Este es el pecado original y actual de la repú-
blica francesa.
Si en 1871 pudo haber pensadores serios que
depositaran en el régimen republicano la con-
fianza provisional, siquiera, y de ensayo, que
depositó el padre Lacordaire en la tentativa de
1848, sin duda que serían poquísimos. Las prece-
dentes nacieron de fantasías parisienses. En
1870, partidarios turbulentos explotaron, para
fundar el nuevo sistema de instituciones, con
más actividad que prudente patriotismo, un mo-
mento de estupor y de vértigo de la nación, he-
rida, por severas derrotas, en su interés, en su
vanagloria, en su derecho y en su honor.—Aque-
llo fué una verdadera locura, que no podía sedu-
554 MISCELÁNEA

cir á ninguna persona reflexiva. Pero era nece-


sario recoger el trozo de espada caído de manos
de la Francia en el polvo sangriento de Sedán.
Legitimistas, orleanistas, cesaristas, todos acu-
dieron en masa, con arranque generoso, á sal-
var la patria, múltiplemente comprometida por
los implacables enemigos que avanzaban preco-
nizando los privilegios de la fuerza sobre el
derecho, por la ineptitud de un gobierno de aven-
tureros y de ilusos, por el egoísmo de los dema-
gogos abortados del seno del republicanismo, por
las bandas garibaldinas que paseaban el escán-
dalo y la desolación en los pueblos á quienes
ofrecían alianza en sus penurias supremas.
L a abnegación patriótica que aconsejaba pos-
tergar todas las disidencias políticas en medio
de los conflictos de la nación, produjo también el
concurso de las clases conservadoras á los tra-
bajos de la Asamblea Nacional, al rescate del
territorio, á la consolidación material de la paz,
de la cual se esperaba ver surgir un orden regu-
lar sostenido por un poder legítimo.
L a república, sin embargo, es en Francia una
escuela anticristiana. La destrucción del cristia-
nismo es el ideal más conforme á su tradición.
Lo fué á fines del siglo pasado; lo fué en 1848
apenas perdió los contrapesos que primitivamen-
te la moderaban y llevaron á Roma la bandera
francesa: lo ha sido en el ensayo que está por ter-
minar.
El partido republicano se descompone en dos
partes: el elemento intransigente, cuyo tipo es la
LA REPÚBLICA FRANCESA 555

comuna: el elemento oportunista, que contiene


varios matices, personificares en Ferry, Freyci-
net, Gambetta.
Entre los radicales y los oportunistas media,
un odio feroz. Félix Pyat y sus congéneres, los
cómplices ó adherentes de las brutalidades de
París en 1871, hostilizan á los gambetistas, po-
niéndolos en la cuenta de reaccionarios cobardes
que transigen vergonzosamente con las supers-
ticiones cristianas, y estorban el advenimiento
definitivo de la libertad definida por los verdugos
de la Comuna. Garibaldi, poco antes de morir,
escribía el pornógrafo León Taxil, á quien lla-
maba suo caro Taxil, para significarle su despre-
cio hacia la República Francesa, por ser una re-
pública de solideo, es decir, una república tran-
sigente con la fe del pueblo y la autoridad de
la Iglesia.
Los oportunistas, entre tanto, han promulgado
ó tienen en preparación no menos de dieciséis
leyes de persecución contra los]católicos. Pueden
dividirse en cinco categorías: leyes que agra-
vian la libertad y autoridad de la Iglesia: leyes
que atentan contra las instituciones eclesiásticas:
leyes que atentan contra el culto: leyes que aten-
tan contra la enseñanza cristiana en todos sus
grados; y por fin, leyes que tienden á suprimir
totalmente la influencia de la religión en el or-
den social.
Excusamos por hoy analizarlas. Su enumera-
ción es bastante para caracterizar el partido que
la ha iniciado. Todas ellas obedecen á la tenden-
556 MISCELÁNEA

cia sintetizada por Gambetta cuando ha dicho:


el clericalismo es el enemigo.
La máxima está comentada por su conducta
política y privada; lo esta también por las amplia-
ciones que la ilustran en programas y reglamen-
tos de las sociedades públicas organizadas para
ejecutarlas. Nadie puede engañarse respecto de
lo que en boca de esas gentes significa la palabra
clericalismo. Ella expresa según declara la Liga
anticlerical. — «toda creencia en cualquier divi-
nidad y en la existencia de un SER SOBRENATU-
RAL » Nadie puede equivocarse tampoco en lo
que significa el programa de secularización de
la sociedad. Liberales mistificados ó mistificado-
res de Buenos Aires, que hacen suyo el progra-
ma de la República Francesa, afirman que en él
se contiene sólo y puramente el deseo de colocar
el manejo de los negocios, y la dirección de la
enseñanza popular, á la cual es preferentemente
aplicada, en manos de funcionarios y profesores
seglares. Entre tanto, mientras el senado francés
discutía la ley de enseñanza, Julio Simón, filósofo
racionalista, se batía desde la última trinchera
del deísmo, exigiendo escribir en la ley, que la
escuela enseñaría «los deberes del hombre hacia
Dios», dejando así entrada al latitudinarismo
más laxo, á trueque de salvar la niñez de la bru-
tal influencia de una enseñanza atea La en-
mienda fué rechazada. Quiere decir que en el
lenguaje de la República Francesa son sinónimos
clericalismo y deísmo, ateísmo y laicidad.
Si tales son la mente y los propósitos de la
LA REPÚBLICA FRANCESA 557

fracción moderada del partido republicano, fácil


será conjeturar la temperatura en que están
templados los intransigentes.
Hay que convenir, por otra parte, en que los
oportunistas carecen de recursos para reprimir á
la porción más brutal de su partido.
Sus doctrinas esenciales son idénticas. Difieren
en cierta consecuencia: en que unas exigen y
otras repugnan la liquidación social.—Discrepan
en los medios: unos quisieran degollar clérigos y
ricos, al paso que otros fían en operaciones menos
bruscas y más hipócritas. Coinciden en remover
el fundamento del orden moral, y en aniquilar
bajo el despotismo del Estado y la soberanía de
las multitudes toda forma de la libertad y dere-
cho, emanada de los principios cristianos que re-
niega y de la ley de Dios contra la cual unos
guardan en su corazón y otros escriben en sus
banderas el non servíam de satanás. Juntos ha-
cen la apoteosis de Garibaldi, el amigo de Taxil;
juntos se hacen ultramontanos para compartir
con sus cofrades de Italia el honor de encarcelar
los Papas vivos y ultrajar los Papas muertos.
¿Con qué autoridad y bajo qué principios po-
drían interponerse los oportunistas entre el so-
cialismo y la sociedad, después de haber desatado
las fieras, y de haber echado abajo todos baluar-
tes del orden y la justicia?
No dudemos que serán arrastrados por los que
tienen de su parte la lógica monstruosa del error,
y la fuerza para hacerla triunfar. Pretenden apla-
carlos sacrificando lo que unánimemente ahorre-
558 MISCELÁNEA

cen: la escuela cristiana, la familia indisoluble,


el sagrado de las tumbas, la fe, y los últimos ras-
tros del reinado social de Cristo. No reparan
estos insensatos que esa política enardece más,
cuanto más la halaga y la corrompe, á la canalla
furibunda á quien adulan; y que no se dan las
cosas santas en pasta á los malvados, sin excitar
sobre cabezas, capaces de cálculos tan sacrile-
gos, las venganzas terribles del Señor
Caerán, por eso, mezclando su sangre con la
sangre de los mártires
Es inminente la ruina, y todos la confiesan.
Queríamos discurrir sobre sus causas, y ese es-
tudio nos despoja de esperanzas en una reacción
pacífica, que regenere sin estremecimientos pro-
fundos la sociedad francesa, reconciliada con
Dios por las almas creyentes y generosas que
conservan incólume la fe en medio de tantos
desórdenes y escándalos Todo es posible para
Dios. La fuente en que lavó Clovis su cabeza, ma-
nará sus aguas de regeneración mientras no se
destroce la máquina del mundo, y en manos dig-
nísimas reside la potestad de San Remigio.... ¿Pero
merecemos los hijos del siglo XIX presenciar uno
de esos actos estupendos de la Providencia que
convierten un pueblo en una hora de gracia?
Tengamos en la memoria que nos hemos hecho
incapaces de la hora de humildad que la prepara!
—Recordemos que la República Francesa trae el
pecado contra el espíritu, «que no se perdona en
este mundo ni en el otro!»
Octubre 11 de 1882.
LA PAZ 559

LA PAZ
Nunca se concertarán las sociedades, mientras
pueblos y gobiernos no se entiendan sobre sus
respectivas reclamaciones y promesas; y las pa-
labras sonoras en que unas y otras se expresan
no tengan un sentido preciso y correcto.
¡La paz! es uno de esos clamores universales
de las naciones: un ofrecimiento también con que
los aspirantes las seducen.
Halagadas por su expectativa, se entregan á
menudo en manos ineptas y en manos infieles.
¡Cuántos regímenes de fuerza se han consolida-
do en el mundo por el halagüeño prestigio de
esa esperanza! ¡Cuántas ignominias nacionales
consígnanse en la historia, soportadas por el
amor de la paz! Paz prometía César á Roma,
Napoleón á la Francia, Rosas al Río de la Plata!
Y terminan en desengaños, padecimientos,
crímenes y vergüenzas los augurios de paz, por-
que pueblos y conductores la piden y la prome-
ten, cegados por una decepción dolorosa, y ni
unos saben lo que piden ni otros lo que prome-
ten.
La paz es la armonía de la sociedad civil ajus-
tada por el imperio del orden moral.—He aquí
su concepto cristiano. ¿A qué indagar aquí ni
su fundamento dogmático, ni sus bases lógicas?...
Si toda la creación obedece á una ley que la
encamina á la gloria del Creador, á ese mismo
fin, en superior escala, ha de conducir su ley
560 MISCELÁNEA

particular al hombre, que por ser libre, es el


único ser que la infringe y el único que adquiere
mérito obedeciéndola; y siendo la sociedad civil
necesaria condición de su existencia, las rela-
ciones que en ella nacen han de ser jurídicamen-
te ordenadas en mira y bajo la inspiración su-
prema del bien moral.
Fuera de esta senda, los pueblos clamarán en
vano, y en vano rebosarán halagüeñas protestas
en los labios del poderoso.
Paz exigirán las gentes y canciones de paz les
serán prodigadas; pero no tendrán la paz.
Muchos errores inducen á buscarla donde ella
no se encuentra.
El error filantrópico es el primero. Augura al
mundo la abolición del dolor. Por eso protesta
contra la guerra, contra la penalidad, contra to-
das las formas que el dolor y el sacrificio pue-
den llegar á revestir en las vicisitudes de la
existencia humana. Olvidan los maestros de esta
doctrina que el verdadero mal es el desorden mo-
ral, y que los sacrificios impuestos ó aceptados,
por rudos y dolorosos que sean son, sin embargo
legítimos y justos, en tanto que conducen á re-
pararlo, suprimirlo ó atenuarlo.
Desvía también á las naciones el error econó-
mico. La economía social, bastardeada por el
naturalismo, es una ciencia corruptora y un arte
funesto. Concedamos que no llegue siempre á
la quimera socialista. Antes de tocar en ese
abismo, se extravía en muchas veredas, en mu-
chos escollos y en muchos precipicios.—Coloca
LA PAZ 561

sobre todas las preocupaciones del hombre la de


enriquecerse: sobre todos los bienes sociales la
prosperidad material. Acrecentar producción,
aclimatar industrias, desenvolver el comercio,
colonizar despoblados, comunicar poblaciones,
son sin duda propósitos muy legítimos y ade-
cuados á conseguir uno de los fines sociales,
pero no los abarcan por entero, ni encierran si-
quiera el más noble elemento de ese conjunto
complejo y armonioso. La paz que se busca
posponiendo á los intereses materiales todos
los inteses del derecho y de la civilización, no es
tampoco la verdadera, porque es en sí misma
una perturbación del orden moral y de la jerar-
quía de los afanes y designios del hombre y de
la sociedad.
El error político la circunscribe groseramente.
Paz y quietud suelen ser términos equivalentes
en el vocabulario de los gobiernos. Entre tanto
la paz es una condición de orden moral y la
quietud es un hecho del orden material P a r a
aquietar basta oprimir. Napoleón III decía:
FEmpire c'est la paix! Presumía, por medio de
este axioma, como el primer aventurero de su
estirpe, legitimar el cesarismo. El cesarismo
nunca, en ningún sitio, en ninguna circunstan-
cia, será instrumento ni agente de la paz. Nece-
sariamente destinado, por su naturaleza, como
todos los poderes irregulares, á comprimir, es
contradictorio con ella por esencia. Le es ingé-
nita la pretensión de regir arbitrariamente todas
las relaciones sociales, de atraer á sí todas las
86
562 MISCELÁNEA

esperanzas, y de vincularse, por una especie de


superstición, los hombres entregados á su inspi-
ración y á su capricho. Prescindiendo, por este
concepto orgulloso del orden moral, superior al
orden jurídico, y al cual éste debe acomodarse,
como que se desarrolla en una región secunda-
ria, aunque independiente, el cesarismo podrá
poner los pueblos en quietud, reducirlos al si-
lencio, eliminar toda manifestación brusca de
disidencia;... sin embargo las dolencias sociales
seguirán su curso mortífero. Las sociedades
convulsionadas no conocen la paz, ni tampoco
las sociedades paralíticas. La paz es la salud,
hija de la justicia. Es el equilibrio de las nacio-
nes organizadas por el derecho, de que es órga-
no la potestad civil, informado por la ley mo-
ral, cuya fuente es Dios, á cuya honra todo debe
encaminarse, haciéndose «su voluntad así en la
tierra como en cielo».
¡Metafísica! llaman á todo eso los políticos
positivos y lo desdeñan, para dar á los pueblos
ilusorias expectativas de molicie y filantropía,
Arisiones mentirosas de goces sin mezcla de dolor,
quietud material por medio de la opresión!
Y ' n o se halague la República Argentina. La
escuela, umversalmente estéril, no será por ma-
ravilla, fecunda, aplicada á su organización y á
su gobierno.
Pide la paz, y la paz le es ofrecida.
No la tiene, empero, por tener quietud. La
paz que consiste en la supremacia del orden mo-
ral se manifiesta, en la región de la vida social,.
«MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO» 563

por la consolidación del orden jurídico; y el or-


den jurídico trepida y se desmorona cuando la
vitalidad social, comprimida por artificios políti-
cos, importa poco que sean mañosos ó violentos,
declina y se empobrece, ó es exclusivamente
absorta en las dos preocupaciones de los pueblos
decadentes: la codicia y el placer.
—¿Qué paz nos ofrecéis? Tenemos derecho y
deber de preguntar á los que ascienden al poder
con esa promesa en la boca.
Hay una paz cierta que es vida, y otra paz fal-
sa que es muerte. Si aspiráis á un imperio si-
lencioso, aspiráis á un imperio sombrío. Esa no
es la paz.
Octubre 21 de 1882.

«MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO»


Porfía el liberalismo por divorciar la sociedad
civil de toda influencia religiosa; y si á veces ha-
bla en nombre del orgullo humano, á veces tam-
bién, más hipócritamente, habla en nombre de la
fe cristiana, que desdeña, aunque simule respe-
tarla. Aferrase entonces, comentándolas á su sa-
vor, como hacía un diario de esta ciudad pocos
días atrás, de la sentencia del Divino Maestro
cuando dijo: «Mi REINO NO ES DE ESTE MUNDO».—
Luego, argumentan los liberales, la pretensión
de la Iglesia de formar una sociedad universal, y
564 MISCELÁNEA

•de imponer leyes que el Estado respete, y á las


cuales deba acomodarse la organización civil de
las naciones; es contradictoria con las enseñan-
zas de Jesús, que ilustra las conciencias sin fun-
dar un imperio exterior ni promulgar una doc-
trina social.
He ahí el sofisma desnudo para exhibir, como un
atleta, su musculatura y ostentar el esplendor de
su fuerza.
Pero esta exhibición descubre juntamente sus
monstruosidades, v vamos á verlo....
Una de las paradojas más antojadizas de Renán
consiste en explicar los milagros del Evangelio
como hechos naturales, magnificados por la ima-
ginación de un pueblo crédulo que los presen-
ciaba.—El rasgo característico del judio, con-
temporáneo del Salvador, es al revés, la incredu-
lidad.—Ella se revela en todas las circunstancias
solemnes llevadas al último límite de la obceca-
ción. Cornelio, la Samaritana, la Cananea mani-
festaron una fe que el Señor no encontraba en
Israel...
En Jesusalém había también liberales: los que
no pudiendo negar á Cristo las obras maravillo-
sas de sus manos, intentaban ocultarlas, llevando
su locura hasta querer matar á Lázaro para en-
cubrir su resurrección: los que se negaban á todo
yugo que no fuera el del poder civil simbolizado
en el César, y se confabulaban contra el Señor,
diciendo: «Es menester que muera, no vengan
los romanos y arruinen nuestro pueblo».
Este tema, producto de un concepto grosero de
«MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO» 565

la promesa mesiánica y de innumerables pasio-


nes albergadas en aquellos corazones endureci-
dos, reaparece en la segunda faz de la acusación,
llevada por los fariseos, los ancianos y los pontí-
fices ante el tribunal del presidente romano.
Vencidos por las declaraciones categóricas del
juez cuando pedían la muerte del Señor, impután-
dole el crimen de blasfemia, echaron mano de la
acusación política, y pidieron su castigo por ti-
tularse rey de los judíos, alborotar el pueblo con-
tra César, inducirle á rehusar el tributo, y en una
palabra, provocar la restauración de la naciona-
lidad Judía.
El Señor, que había escuchado con incompa-
rable mansedumbre y silencio las impiedades
y las contumelias, respondió, interpelado por
Pilato sobre esta acusación política, como refie-
re el Evangelio: «¿Dices tú esto de ti mismo, ó te
lo han dicho otros de mí»?.... Y como Pilato insis-
tiera arrojando sobre los acusadores la responsa-
bilidad de sus calumnias, repuso el Salvador:
«Mi REINO NO E S D E E S T E MUNDO»!....}
LOS intérpretes sagrados consideran este pasa-
je como una solemne declaración del reino de Cris-
to. Dice, en verdad, que no es su reino de este mun-
do, esto es, que no es de origen humano ni de hu-
mana condición, ni sujeto á las vicisitudes y cam-
bio de las cosas de la tierra, pero unidamente
afirma su real y permanente existencia. Así la
entendió Pilato, que en vez de deducir de las
palabras del Señor que no fuera re}', como los
novelistas de hoy día, deduciendo puntualmente

r
566 MISCELÁNEA

lo contrario, añadió á sus preguntas esta nue-


va:... «¿Luego rey eres tú?»... La respuesta afirma-
tiva del Señor decide la controversia.
Por consiguiente, hay un reino de Cristo que
no caduca ni vacila como los reinos humanos;
que no es de este mundo, en cuanto á que no pro-
cede de él, según esta palabra que esclarece más
y más la primera máxima del Señor: Regnum
menm non este hinc: «Mr REINO NO ES DE AQUÍ».
Este reino es el reino de la verdad, que Pilato
preguntaba en^qué consiste, volviendo la espalda
sin aguardar respuesta, como los insensatos filó-
sofos que discurren tranquilos por las sendas de
esta vida sin saber de dónde vienen ni dónde
van; reino interior, cuyo imperio se ejerce sobre
las almas; reino visible y social, fundado por
Cristo mismo al instituir la Iglesia, fiándole el
depósito doctrinario íntegro, autentico el minis-
terio sacerdotal, y pleno su poder, para que con-
grege las naciones, y enderece por vías de sa-
lud pueblos, potentados y monarcas, prometiéndo-
le su divina asistencia y su perdurable duración
hasta el ñn de los siglos, sin que jamás prevalez-
can contra él las puertas del infierno!
No se afane el liberalismo con la esperanza de
amortiguar en la mente de los cristianos el ful-
gor de estas verdades sagradas.
Deploramos la ceguedad de quien las niega:
lucharemos sin reposo oponiendo la fe que salva
hombres y pueblos, á las desatadas corrientes del
neo paganismo liberal; pero la mano de Dios nos
sostendrá para no ceder jamás á los prestigios del
Á 11 DE NOVIEMBRE 567

sofisma, ni prestar su oído transigente á las hue-


cas declamaciones, que unas veces tienden á
enervar la doctrina cristiana impregnándola de
un naturalismo pueril, otras veces presumen
transformarla en un pietismo abstruso y estéril,
y a que se ve imposible extinguir su tenaz vitali-
dad. El cristianismo es el imperio de Dios en la
conciencia, en la familia, en la sociedad, y en la
congregación de las tribus y de los Estados: es la
regeneración de las almas llamadas á la luz, y de
los cuerpos llamados á la resurrección; es la di-
vina revelación y la sociedad universal de los
•creyentes, en la fe, en la labor, en la política y
en las ciencias.—Ved ahí nuestra divisa y nues-
tro blasón: Cristo reina, Cristo impera, Cristo
vence!.
Noviembre 5 de 1882.

A 11 D E N O V I E M B R E

A pesar de interpretaciones, aventuradas cuan-


do menos, no fué un pacto de incorporación de
Buenos Aires á la República el de 11 de Noviem-
bre de 1859. Es enorme el cúmulo de nuestras
insensateces, pero jamás llegaron hasta recono-
cer en derecho la independencia y soberanía de
las provincias, por más que el orden nacional se
dislocara, y bandera, tradiciones, esperanzas,
cuanto unifica los Estados, sé disputaran, como
568 MISCELÁNEA

privilegio y presa, las facciones, en medio de cis-


mas políticos estruendosos y de escándalos sin
número.—El egoísmo de politiquistas frivolos
pudo poner en algunas cabezas el vértigo separa-
tista, y pasiones mezquinas pudieron amortecer
en el corazón del pueblo el sentimiento nacional.
P a r a destruir la unidad de la patria habría sido-
menester borrar la historia. En la historia se
desenvuelve el germen de vida que da forma
á los Estados. Las provincias argentinas pue-
den competir entre sí mientras disputen peque-
neces: todas las cosas grandes, en la epopeya de
su emancipación y en su trágico desarrollo in-
terno, son comunes, y las unen en forma indivi-
sible y superior á las veleidades de los hombres
y á las vicisitudes de las cosas.
Buenos Aires no ingresó en 1859 á la nación,
de la cual ni pudo separarse, ni estuvo jurídi-
camente separada jamás. Buenos Aires es, al
revés, por su papel en la formación de la socia-
bilidad argentina, el núcleo de nuestra vida po-
lítica; y entre 1853 y 1859, el resto de la nación
condensaba sus elementos constitutivos espe-
rando recobrarlo para coordinarse en torno suyo,
y encontrar su equilibrio, su asiento, y sus con-
diciones orgánicas de vida y fecundidad.
El pacto de 1859 es un acto de pacificación in-
terior, que los hombres enardecidos entonces,
ejecutaron inspirados por alto patriotismo, á fin
de buscar en recíprocas condescendencias las
vías de salud, que los odios y la sangre cierran
delante de las naciones entregadas á la anarquía..
Á 11 DE NOVIEMBRE 569

El orden nacional pudo ser reinstalado sobre


esta base, aunque nuevos desórdenes y violen-
cias afligieron la República antes que se presen-
tara definitivamente unida bajo el imperio de la
Constitución, reformada para facilitar la inte-
gración de la nacionalidad. Buenos Aires quedó
de hecho en la comunidad argentina desde el
11 de Noviembre de 1859, como siempre lo había
estado de derecho.
Mas su especialísimo papel en la historia se lo
cría particular también en la organización polí-
tica, y la Constitución de 1853 se lo adjudicaba,
como se lo había atribuido antes la ley de 1825, el
consentimiento uniforme de los espíritus ilustra-
dos y la inclinación natural de las fuerzas eco-
nómicas y morales de la nación. Fué menester,
sin embargo, eliminar esta institución en la ley
fundamental de la República, como se alija una
nave para salvarla del naufragio.
Buscábase en 1862 una vereda que condujera
la nación desorientada al camino que políticos
miopes le hicieron abandonar. La vereda no se
halló,—y hubo de quedar prevalente l a / a t u a in-
advertencia del 11 de Noviembre.
Veinte años después, se ha dado en las orillas
de Buenos Aires la batalla que se evitó en 1859;
y la institución eliminada entonces, ha sido res-
tablecida en el derecho público argentino en me-
dio de violencias y de afrentas, que menosca-
ban su prestigio. ¡Dolorosas consecuencias de
una política sin elevación ni principios! Vive la
República Argentina demoliendo y reedificando
570 MISCELÁNEA

y volviendo á derrumbar para volver á construir


sobre un suelo ensangrentado y trepidante, por-
q u e viven los hombres atollados en miserables
egoísmos facciosos, y esa atmósfera palúdica tur-
ba su cerebro y altera su corazón...
Jamás olvidamos, aquella noche en que las na-
ves de la Catedral daban paso á una silenciosa
multitud que iba á contemplar el lecho mortuorio
del primer soldado de la América... Había aban-
donado la patria, desencantado y dolorido en
medio de las borrascas de la anarquía; el roto
envoltorio que encerró su espíritu generoso vol-
vía al suelo amado, y reposaba en aquella pompa
fúnebre y religiosa, en medio de una espantosa
borrasca de la naturaleza... menos horrenda, sin
embargo, que la borrasca de las almas, en que sus
descendientes preparaban para acogerle, un es-
cándalo, como sus contemporáneos con escánda-
los le despidieron, lanzándole á la soledad y al
olvido en tierra de extranjeros... [Cincuenta años
perdidos, si la vida es milicia, en que han de pe-
lear hombres y sociedades por retemplar su fibra
moral, elevar sus aspiraciones y purificar sus
móviles, limpiando el corazón de pequeneces y
adquiriendo la capacidad del sacrificio, signo de
las grandes vocaciones!
Sobrecogidos, como por la súbita aparición de
un juez terrible, ante el cadáver de San Martín
bajaron los facciosos la cabeza y callaron sus có-
leras un día... Al "siguiente, todo estaba en duda,
hasta el nombre de Argentina de la tierra que
acababa de cubrir las cenizas del padre de la pa-
tria...
LA ESTATUA DE GARIBALDI 571

Que el holocausto entonces ofrecido á las pasio-


nes más locas, no sea estéril, como los sacrificios
de 1859!
Dios nos bendiga y nos proteja, y depare tiem-
pos de fecunda serenidad! Esos tiempos brilla-
rán sobre la patria si el espíritu de Cristo empapa
las conciencias y penetra la armonía social y el
orden político y civil de la República. De otra
suerte «soplarán vientos, caerán lluvias, vendrán
aguas impetuosas, y nuestra ruina será grande»,
porque «habremos edificado sobre arena», desde-
ñando la voz de las eternas verdades y alzándo-
nos contra el potente brazo del Señor.
Noviembre 11 de 1882,

LA ESTATUA DE GARIBALDI

Las mistificaciones de la opinión oficial preva-


lecieron contra la sana razón cuando hace pocos
años se permitió levantar en Buenos Aires una
estatua en honor de Mazzini, el sofista del carbo-
narismo italiano. La lógica de los hechos trae
hoy un nuevo proyecto: el de la estatua de Gari-
baldi.
Pocas palabras diremos por de pronto, pero no
es bastante protestar, si no razonamos nuestra
protesta, excitando las autoridades públicas á
reaccionar contra la vergonzosa condescendencia
que los garibaldinos esperan encontrar en ellas.
572 MISCELÁNEA

Un monumento erigido en honor de cualquier


persona es un testimonio solemne y perdurable
de gratitud, que sólo justifican los grandes servi-
cios prestados á una nación ó al mundo.
¿Qué debemos los argentinos á Garibaldi?
En vano es hacer estrépito al rededor de su
nombre y de su tumba Nos alcanzan tiempos
en que no bastan palabras para arrastrar los es-
píritus. Y nada más que palabras hay en el fondo
de los panegíricos que realzan á Garibaldi como
una encarnación gloriosa del derecho y de la jus-
ticia en la edad contemporánea.
Garibaldi no h a sido un pensador. Por más fa-
náticos que sean sus admiradores, seguro que no
se atreverán á imitar á León Taxil, encomiando
las cartas epigráficas y ridiculas de su héroe,
como lecciones destinadas á robustecer la mente
de los hombres y á iluminar los horizontes de la
política y las ciencias sociales del siglo XIX.
No h a sido tampoco un hombre de gobierno, ni
un político diestro, cuyas inspiraciones se expre-
sen hoy día en instituciones sólidas capaces de
ensanchar y difundir el bienestar de las socie-
dades.
¿Qué es Garibaldi, entonces?
Los suyos gritan y cantan que es el héroe de
la emancipación 3^ de la unidad de Italia.
Aunque concediéramos que la operación polí-
tica llamada la unidad de Italia fuera para al-
guien favorable, sería para Italia, y no vemos
qué beneficios reporta á las naciones extranjeras.
Pero aunque fuese de otro modo, Garibaldi no
LA ESTATUA DE GARIBALDI 573

ganó las batallas de Solferino y Magenta, primer


acto del drama, ni consumó la odiosa violación
del derecho internacional que abrió en 1870 la
brecha de Puerta Pía.
Las revelaciones de Carletti y los severos
anales de César Can tú, amenguan, por otra parte,
el papel político y militar de Garibaldi en el pe-
ríodo más complicado y activo de la cuestión
italiana, cuyos principales actores íueron Pal-
merston, Mazzini, Cavour y Napoleón.
Garibaldi fué un mero instrumento en manos
del sagaz ministro de Víctor Manuel.
L a famosa expedición de Sicilia, p a r a no hablar
sino de un ejemplo, suele dar materia para pon-
derar su audacia, y presentarle como un héroe de
leyenda, que deshacía, por su arranque, las com-
binaciones meticulosas de los hombres de Estado
y se adelantaba á su iniciativa, forzándolos á re-
coger los frutos de su espontánea inspiración.
P u r a fantasmagoría!
Los dos buques á vapor que Cavour declaraba
haber sido violentamente tomados por Garibaldi,
íueron comprados bajo la garantía del rey, dada
en acto público en Turín, en la escribanía de Ba-
digni, por Saint Frond, y provistos de municiones
en Talamore, en virtud de orden escrita de Fanti,
ministro de la guerra.
F u é una de tantas arterías del conde para ven-
cer, sin aparente compromiso, las dificultades
que sus disidencias con los colaboradores de la
empresa, y principalmente con el emperador
Napoleón, solían oponerle.
574 MISCELÁNEA

Ab tino disce omnes.


Ni pensador, ni político, ni más que subalterno
caudillo de multitudes.—Garibaldi solo está ca-
racterizado con vigor por su odio al Papado y á
la Iglesia.
Este es su rasgo culminante. Este es el que
realzan en Italia Alberto Mario y los demagogos
de su escuela. Por eso las logias de carbonarios y
francmasones del mundo entero, despliegan en
su honor todas las pompas de sus comedias ritua-
les y todo el caudal de su furibunda elocuencia.
Si ese odio se quiere expresar en el proyectado
monumento, él es un ultraje á la fe del pueblo ar-
gentino, además de ser una imposición con que
grupos de extranjeros pretenden usurpar dere-
chos que sólo pertenecen á los representantes de
la soberanía nacional en todos los Estados inde-
pendientes y cultos.
Agosto 8 de 1882.

E S T A T U A D E GARIBALDI
' LIBERALISMO MUNICIPAL

Escúdase el concejo municipal de Buenos Aires


contra la crítica suscitada por su adhesión al
proyecto de erigir, en sitio público, la estatua de
Garibaldi, con una razón que vamos á analizar
aquí en breves palabras.
Garibaldi representó, en el sentir de la mayoría
ESTATUA DE GARIBALDI 575

de los concejales, las ideas republicanas en Italia,,


como Mazzini; y esa circunstancia basta para
que su memoria sea honrada en Sud América y
en todas las naciones republicanas de la tierra.
Muchos errores están encerrados en este racio-
cinio.
Las instituciones republicanas, aun concedien-
do que Garibaldi las entendiera y las amara, no-
son por sí propias un ideal á cuya adquisición
deban los pueblos sacrificarlo todo. Son un medio-
de radicar la justicia en el orden civil de los Es-
tados; pero no son la justicia misma. Idénticos
objetos se buscan por medio de diversas institu-
ciones. Aunque la forma republicana asegurara
siempre de hecho la libertad política, subsistiría
nuestra observación en todo vigor; pero es mucho
más fuerte si se repara en la lección de experien-
cia recogida cuando se estudia la historia y se
examina el estado actual de la naciones republi-
canas. Esta forma de gobierno es á menudo un
envoltorio en el cual se encubren instrumentos
de gobierno, contradictorios con las apariencias,,
que seducen en dos lejanías, favorables para me-
jorar su aspecto: la lejanía del espacio y del tiem-
po; la lejanía entre los conceptos teóricos, á veces
más ilusorios que racionales, y la realidad con-
creta de las cosas.—Las costumbres políticas sue-
len malearlas á extremos que toda la América
conoce.
Por otra parte, el republicanismo italiano no se
confunde con el republicanismo americano; ni en
consecuencia, la profesión de Garibaldi lo iden-
576 MISCELÁNEA

tinca con los republicanos de este continente.


P a r a nosotros, el republicanismo es una condi-
ción política connatural á nuestras nacionalida-
des; y por lo tanto, u n a institución formal y
arraigada, dentro de la cual las sociedades se
mueven en todas sus evoluciones. Muchas disi-
dencias pueden dividirnos, aun prescindiendo de
los conflictos de ambición que frecuentemente
turban la paz pública y bastardean la legalidad
Esas disidencias no afectan la institución repu-
blicana; porque ella es en Sud América, la única
forma política, es decir, la única forma posible de
gobierno. La monarquía, á pesar de San Martín,
de Belgrano y de la mayor parte de los gloriosos
fundadores d é l a independencia nacional, no fué
jamás viable en el Río de la Plata, porque no
tenía tradición local ni estribaba en un derecho
dinástico constituido y desenvuelto en el régimen
interno de la nueva nacionalidad. La dinastía
portuguesa, trasladada de Europa, había retoña-
do en el Brasil; de suerte que cuando la rama
americana de la familia se desmembró de la an-
tigua comunidad, tenía una forma de organización
política propia á la vez que monárquica. El Brasil
la conservó. En este país habría sido menester
implantarla artificialmente, y los políticos lo in-
tentaron más de una vez entre 1810 y 1820. Su
empresa fracasó necesariamente. Las dinastías
europeas que acogieron eran rechazadas por ri-
validades políticas, muy naturales entonces, y
sin las cuales no habrían conseguido nuestros
padres la independencia nacional. La dinastía

ESTATUA DE GARIBALDI 577

inca, propiciada en 1816, tenía en su contra la re-


pulsión de raza. Esforzábanse, pues, los monar-
quistas argentinos por obtener lo imposible. Así,
no habiendo tampoco el régimen colonial engen-
drado los elementos de una aristocracia, el siste-
ma republicano debía prevalecer, y prevaleció
por el impulso de las cosas. El republicanismo no
ha sido una creación de partido. Los pensadores
influyentes eran generalmente monarquistas. Las
multitudes carecían de nociones políticas defini-
das. Luego, la forma republicana de gobierno, ra-
dicada desde temprano, aunque imperfectamente,
no es producto de especulaciones de escuela ni de
pasiones sectarias.
¿Qué tenemos entonces que nos sea común con
los republicanos de Italia?
Los republicanos argentinos representamos el
principio de conservación y desarrollo del dere-
cho. Aquellos representan el trastorno y la revo-
lución!
Podemos estudiar su sistema en dos faces: en
la faz mazziniana y en la faz garibaldina.
La faz mazziniana es la faz científica del partido.
Condensaba sus doctrinas en esta máxima famosa:
Dio e il popólo. Mazzini fué un iluso lleno de fran-
queza. El sentido que esta divisa tenía en su espí-
ritu nunca fué disimulado.
Simbolizaba la reducción de todos los poderes
y de todas las leyes sociales y morales, á la vo-
luntad de las multitudes, constituidas en intér-
pretes de la voluntad de Dios.
Basta enunciar esta, explicación, y ni la máxi-
37
578 MISCELÁNEA

ma admite otra, ni Mazzini la negó jamás, para


comprender dos consecuencias que entraña.
Destruye en el organismo social todos los cen-
tros de intereses, relaciones, y derechos, que for-
man otras tantas esferas de acción y disciplina,
porque es incompatible con su definición de la
república la existencia de todo lo que se inter-
ponga entre la masa, investida de omnímodo
poder, y las personas y cosas que son la materia
sobre la cual se ejerce el gobierno.—Este extermi-
nio total de la familia, en cuanto es un asiento de
autoridad y derecho, y en general, de todos los
núcleos rudimentarios que componen la sociedad,
importa lo mismo que suprimir todas las liberta-
des civiles para radicar la libertad política enten-
dida erróneamente.—Y como quiera que la liber-
tad política es un medio de conservar aquellas,
una vez que desaparecen, desaparecen también
y juntamente la libertad política, por corrupción
de su concepto y de su papel, y por incompatibi-
lidad radical entre cualesquiera libertades y el
despotismo monstruoso del populacho ó sus cau-
dillos.—Mazzini consideraba insuficiente la no-
ción de la soberanía popular promulgada por la
revolución francesa. Creía que ella era una faz
tímida y embrionaria de la gran mutación políti-
ca iniciada por Danton, Robespierre y todos sus
secuaces y rivales en la demagogia de Francia.
Entre tanto, los jacobinos ensayaron la aplica-
ción y práctica del sistema. Sus horrorosos re-
sultados son umversalmente condenados hoy
día; y por ellos es fácil inducir el fruto de la má-
ESTATUA DE GARIBALDI 579

xima mazziniana, siendo más radical que la ja-


cobina.
La ruina de la Iglesia es el complemento nece-
sario de ese programa. Si la muchedumbre es el
intérprete de Dios, y a no hay sacerdocio, ni ma-
gisterio dogmático, ni sacramentos. Si no hay
más autoridad que la del pueblo, tampoco hay
más vínculo social que el nacido del Estado. Lue-
go, la misma causa que suprime la potestad pa-
terna, suprime la potestad eclesiástica. Bajo este
doble concepto desaparece la Iglesia; porque ella
deja de ser una sociedad visible, el dogma una
luz del espíritu, y la moral religiosa un reato de
conciencia.
Por manera, que la doctrina mazziniana es an-
tiliberal y anticristiana, ó mejor dicho, atenta
contra la libertad porque atenta contra el cristia-
nismo, negando su origen sobrenatural, atacando
su existencia, y repeliendo los principios que acer-
ca de la legitimidad, fuente y constitución de los
poderes civiles, emanan de su sagrada enseñanza.
La escuela italiana ha cambiado de aspecto
bajo influencias que han sobrepasado á las de
Mazzini, aunque conserve mucho de lo peor en
su fondo primitivo. En vasija mazziniana h a n
echado vinagre garibaldino.
Garibaldi era un hombre de inteligencia vulga-
rísima, incapaz de apoderarse de los elementos
de una teoría para reconstruirla y modificarla en
su espíritu. Pero como todos los individuos, cuya
voga es muy superior á su mérito real y á sus fa-
cultades, era sensible á la lisonja, vanidoso, y
580 MISCELÁNEA

débil para hacerse instrumento de secuaces mas


hábiles que él, y diestros p a r a simular hacia su
persona una idolatría que lo infatuaba y le con-
ducía á entregárseles. Familiarizado, por otra
parte, desde la juventud, con la disciplina de las
logias masónicas y de las Ventas carbonarias,
sobre todo de las Bajas Vientas, probablemente
más celosas y terribles que las demás; su carác-
ter no podía menos de estar falseado, ni su vida
pública de ser la resultante de una sumisión ab-
yecta combinada con un orgullo febril en la ac-
ción externa. Aquella arrogancia en blasfemar
que ostentaba en sus últimos años, ó provenía de
una mezcla de artificio y de frenesí, ó de endure-
cimiento del corazón en el sacrilegio.
Viejo, enfermo, y furioso, era para la demago-
gia una deidad furibunda, como la culebra de
Xarayes, por cuyos labios hablaban á la plebe
mistificada todos los impostores.
El deísmo vagaroso en que se detuvo Mazzini
desapareció con los nuevos oráculos. Las logias
alemanas desteñían su materialismo doctrinario
sobre las logias italianas; y las aberraciones ger-
mánicas encontraban un potente vehículo de
difusión en el número blasfematorio de las gentes
á cuyo espíritu se adherían.
El desarrollo transformista de la divisa mazzi-
niana fué fácil. De «Dios y el Pueblo» se extrajo
luego esta fórmula: «.Dios es el Pueblo», y elimina-
do, por fin el primer término, la divisa quedó re-
ducida á esta simple expresión: el Pueblo.
El pueblo, según Mazzini, es el único intérprete
ESTATUA DE GARIBALDI 581

del derecho, cuya fuente es Dios. Según la má-


xima novísima, el pueblo es al mismo tiempo su
fuente y su intérprete.
L a demagogia ha encontrado su fórmula ade-
cuada en el ateísmo especulativo ó práctico.
T a l es la faz del republicanismo, que los filóso-
fos de la municipalidad confunden é identifican
con el republicanismo institucional del Río de la
Plata!
Pero los pueblos, por ignorantes que sean, y por
más que se les induzcan sentimientos perversos
que irritan sus malas pasiones, mientras conser-
v a n íntegra su sensibilidad y vibrante la fibra
poética generadora de todas las mitologías y de
todas las leyendas, buscan algo superior á las
miserias mudables, pero sin remedio, que las ro-
dean y las atormentan, para nutrir su imagina-
ción, reposar de sus dolores, desenvolver su fan-
tasía hambienta de imágenes y de visiones, si el
infortunio ó la traición de malvados que los en-
gañan, hanles despojado de las santas creencias
reveladas por Dios á su criatura, y singularmen-
te consoladoras y blandas para los pobres, los
desgraciados y los tristes. ,
Necesitan amar; pero los objetos de amor, pa-
san y decaen. Necesitan amar lo indeficiente.
Necesitan la adoración en el amor. Necesítanla
por instinto, en las sombras de la gentilidad; y por
remordimiento, nostalgia, ó no sé qué operación
de la gracia de Dios que no quiere ver apagarse
la antorcha que aun humea, cuando se les de-
r r u m b a en los negros abismos de la apostasía.
582 MISCELÁNEA

¿Sabéis qué presentan al alma clamorosa del


pueblo, ansioso de creer y de reverenciar, esos
redentores de naciones, esos apóstoles vanaglo-
riosos de justicia, de libertad y civilización?
—Lo hemos dicho antes de hoy: á Satanás,
cuyo nombre inscriben en sus estandartes y en-
salzan en sus himnos.
Y como es Satanás el padre de la mentira, mar-
chan vertiginosamente de una á otra, y exaltan
también á Garibaldi divinizado, antepuesto á
Cristo, anunciado para saciar el anhelo de adora-
ción de las masas populares.
Eso es el republicanismo italiano, al cual se
asocia la autoridad municipal de Buenos Aires.
Si no hay en este país una mano que estorbe
tan escandalosos abusos de conducta, y tan irri-
tante ultraje á la conciencia de la sociedad ar-
gentina,—con más dolor y con más verdad que
el repúblico de Roma, podremos decir que la li-
bertad es un nombre vano.
Octubre 14 de 1882.

E L MITO G A R I B A L D I N O

Si nuestros adversarios dieran tregua á su fa-


natismo antirreligioso y quisieran reflexionar,
cierto que renunciarían en breve á su empeño por
complicar la República Argentina en las honras
que la demagogia consagra á Garibaldi. Nada
EL MITO GARIBALDINO 583

menos que ese celo ciego y arrebatado por ani-


quilar, si fuera posible, hasta en los corazones, el
rastro de la revelación cristiana, es menester, en
efecto, para decidirse á inocular en una sociedad
naciente, lozana, organizada según los principios
republicanos, novísimos, y por consecuencia, ex-
puestos á mil contingencias de errores é inexpe-
riencia, el virus mortífero de la revolución reli-
giosa y social expresada en la añagaza del apos-
tolado garibaldino.
Bajo muchos aspectos hemos examinado ya en
este diario la personalidad de Garibaldi y el ge-
nio del garibaldismo.
Perdónesenos insistir en el uso de este término
genérico y abstracto.
Exígelo así la estricta verdad histórica, la filo-
sofía política de nuestros días y el carácter del
movimiento que combatimos, mucho más trans-
cendente, ajuicio nuestro, délo que sería, por ridí-
culo ó vergonzoso, el simple empeño de erigir
una estatua á quien no la merece.
Garibaldi ha tenido, en vida y en muerte, la
propiedad de ser absorbido en una entidad anóni-
ma y multiforme, cuyo secreto, como el de la filo-
sofía egipcia, ha estado y está escondido en la
mente de algunos sicofantas, que corrompen las
multitudes inspirándoles un repugnante fetiquis-
mo, de que ellos mismos reirán si han dejado de
ser sensibles á los remordimientos de la con-
ciencia.
P a r a verificar, en la forma en que, más ó me-
nos durablemente, como el tiempo se encargará
584 MISCELÁNEA

de decirlo, se ha verificado la unidad de Italia, es


decir, con virtiendo una expresión geográfica en
una nacionalidad en el sentido filosófico de la voz,
y la nacionalidad en una nación, bajo la hege-
monía de una, entre varías entidades jurídicas,
iguales en derecho é iguales en el orden interna-
cional, era menester, que la independencia de las
naciones absorbidas caducara violentada por la
fuerza bruta.
La política del Piamonte se enredaba en las
mismas redes de la revolución.
El tratado de Westphalia, según lo interpretan
hoy día, al abolir la solidaridad de los Estados
cristianos, incorporó el principio de no interven-
ción al derecho internacional. El Piamonte se ad-
hería á esa doctrina para privar á la Santa
Sede de la defensa, que las naciones católicas
debían, y Francia, más ó menos muellemente
prestaba, á su soberanía temporal. Pues si excluía
á los Estados cristianos de Roma, también excluía
al Piamonte de Ñapóles y de todos los Estados
soberanos de la península italiana, cuya indepen-
dencia ha sido revocada en provecho del engran-
decimiento piamontés.
Era menester barrenar aquella disciplina políti-
ca. Para eso se convino en trasladar el derecho
de representación de los Estados, investido en
los gobiernos, á no sé qué aparentes manifesta-
ciones de la soberanía nacional
Y para provocar estas manifestaciones se re-
quería un¡agitador,'que operara, como instrumento
de este plan, pero de suerte que sus conexiones con
E L MITO GARIBALDINO 585

los directores de la política pudieran ser negadas


en cualquier situación crítica, como en la expedi-
ción de Sicilia; y en u n a palabra, poner la dema-
gogia á servicio del maquiavelismo.
Nadie más á propósito para este papel que Ga-
ribaldi, por su espíritu bullidor, sus afinidades
con las multitudes, y los hábitos de montonero
adquiridos en S u d América.—Convenía en la
política cavouirana que la personalidad de Ga-
ribaldi tuviera, entre las masas, las dimensiones
fantásticas y el prestigio de un mito, lo cual
también cuadraba á la vanidad teatral de un
hombre, en quien el instinto artístico de su raza
tomaba naturalmente un pliegue cómico, como
sucede á todos los politiquistas vulgares en tiem-
pos turbulentos.
El Mito garibaldino se acentuó de más en más,
en manos de la demagogia pura.
Después que el rey lo había arrumbado, como
elemento fuera de uso y oportunidad, toda la gen-
te díscola le h i n c h a b a el corazón de orgullo para
que se entregara á s u inspiración, haciendo las
veces de un ídolo, en cuyo nombre unas veces,
por cuyos labios otras veces, pronunciaban sus
oráculos y fomentaban la discordia y la rebelión
anticristiana en las formas más radicales y des-
vergonzadas.
Viejo, enfermo é inútil, sólo le quedaban bríos
para blasfemar; y su corte de revolucionarios
populacheros y de aventureros cosmopolitas, ita-
lianos, polacos, franceses, húngaros, bancarrote-
ros, frailes apóstatas, jóvenes ilusos, embaucado-
586 MISCELÁNEA

res y locos, intrigaba, conspiraba, removía el


orden de las sociedades, plegándose á todos los
movimientos anárquicos y fomentando y aplau-
diendo el socialismo, el comunismo, el nihilismo,
el asesinato político, bajo la autoridad del ídolo,
que de cuando en cuando, lanzaba á la corriente,
como pábulo del incendio, en forma epigráfica y
sentenciosa la máxima más desatinada, en que
podía condensarse la pasión del momento.
Envuelto entre mantas y encerrado en los wa-
gones de los ferrocarriles, en coches cómodos y
abrigados, ó tras de los tapices de un gabinete,
lo pasearon en Francia durante los desastres de
1870, conducido por Bordone y otros pillos, como
los salvajes sus ídolos, para darles vigor y cohe-
sión, mientras las pandillas difundían con sus
depredaciones y su indisciplina el pavor y la des-
confianza en las comarcas que simulaban de-
fender....
Su muerte ha sido, como la del Buey Apis, un Q

golpe que decapita la demagogia italiana, y la


apelmaza extinguiendo el germen de superstición
que la fermentaba. Menotti no sirve para el papel
de Ricardo Cromwell.—A nadie ha podido dejar-
se compartir un prestigio, que para ser fatídico
debía ser indivisible.
Entretanto, la demagogia quiere vivir y mi-
litar.
Y esta necesidad de la demagogia, introduce á
Garibaldi, ya muerto, en la tercera faz de la gran
superchería histórica, que constituiré su acción.
Sus apoteosis pasan la raya; del homenaje hu-
EL MITO GARIBALDINO 587

mano á los varones ilustres. Como los antiguos


romanos colocaban sus héroes en el Olimpo y
dábanle culto en sus templos, así hoy día, con
sacrilega osadía, frente á Cristo escarnecido, los
demagogos restauran las supersticiones paganas,
preconizan á Garibaldi como una deidad, é inci-
tan las turbas á tributarle el culto, que sólo es de-
bido á Dios y á Cristo, reconciliador y salvador
de los hombres!
Explícitas declaraciones hemos exhibido que
revelan el credo del íetiquismo garibaldino.
Nadie ha negado su autenticidad ni puede ne-
garla.
Nadie conseguirá tampoco torcer su sentido....
Diréis que no son sinceros los escribas dema-
gógicos que predican ese culto. Ya lo sabemos.
Son hipócritas, y obedecen á aquel que es men-
tiroso y padre de la mentira, á quien también
exaltan y preconizan como símbolo grandioso de
la Rebelión. Pero mienten con el malicioso pro-
pósito de estampar en el alma de los ignorantes
la fe en el fetique que fingen adorar; y su hipocre-
sía no despoja su partido del carácter sectario,
pagano é idolátrico que le dan esa propaganda y
ese culto.—Volvemos á preguntar, al interrumpir
aquí nuestras reflexiones, qué interés político, mo-
ral ó de honor, razonable y nacional, se consultará
erigiendo en Buenos Aires un altar de esta idola-
tría, resucitada después de veinte siglos de ser
Dios adorado en espíritu y en verdad, según la fe
sacrosanta de Jesús?—¿Qué porvenir se prepara á
la nación, incrustando en las masas populares
588 MISCELÁNEA

esas aberraciones estúpidas? ¿Qué solidez pueden


tener el principio de autoridad ni el poder de la
ley, cuando se usurpa la potestad de la soberanía
y de sus representantes legítimos, para capitular
con la demagogia ultramarina y consentir que
alce aquí monumentos, á cuya sombra veremos
retoñar, en el pueblo argentino, degradado como
una turba africana la idolatría, y enfurecido
como una horda de socialistas, las funestas inspi-
raciones y la potencia devastadora de la anar-
quía, sublevada contra la propiedad, contra el
derecho, contra la justicia, y todas las grandes
cosas que desaparecen de la tierra cuando el san-
to amor de Dios se apaga en los corazones?...
Octubre 24 de 1882.

LA ESTATUA DE GARIBALDI
Pasado al Congreso, según anuncian los diarios
de ayer, el expediente promovido por los gari-
baldinos, en formas, que no podemos todavía
apreciar, la cuestión queda planteada en térmi-
nos precisos.—Erigir una estatua en la Capital
de la República es indisputablemente conceder
el más alto honor nacional que hombre alguno
puede alcanzar; y el Congreso, que por ley, ha re-
servado para sí el exclusivo ejercicio de esta fa-
cultad constitucional, antes de resolver el caso,
LA ESTATUA DE GARIBALDI 589

tiene que decidir si Garibaldi merece ó no merece


que la República Argentina lo iguale con sus pro-
ceres, consagrando monumentalmente su memo-
ria ante las edades venideras.
Poner así la cuestión, y decidirla negativamen-
te, todo es uno; porque esa clase de honras na-
cionales están subordinadas á reglas que el sen-
tido común formula, y que todos los pueblos de
la tierra no pueden menos de acatar. Se levan-
tan monumentos á aquellos personajes, cuya bio-
grafía es parte gloriosa de la historia de una na-
ción: á los hombres unánimemente aclamados y
reconocidos, sin disidencia entre clases ni parti-
dos, como encarnaciones culminantes del espí-
ritu de una sociedad. Los monumentos son sím-
bolos, en que las generaciones van dejando á la
posteridad, á través de los tiempos, la memoria
de sus grandes evoluciones, y la expresión pe-
renne de su gratitud. ¿Pondría un legislador ar-
gentino á Garibaldi en el nivel de San Martín?...
H a de saber ese legislador, que es órgano de la
conciencia de una sociedad, c u y a enorme mayo-
ría rechaza las tristes ilusiones que impelen á
pocos, aunque turbulentos conciudadanos nues-
tros, á compartir las extravagancias y supersti-
ciones del garibaldismo.
Y ha llegado el momento de volver á discutir
sin reticencias al hombre c u y a efigie quisiera
convertirse en ídolo de las multitudes; diciendo
sin contemplación la verdad á propósito de ese
desgraciado:
Ante todo, es un extranjero.
590 MISCELÁNEA

—Pero prevendremos la réplica. Sí, dicen sus


admiradores, dado que alguien lo admire en el
fondo de su conciencia; sí,—mas es un extranjero
que puso su espada á servicio del Río de la Pla-
ta en la guerra contra Rosas.
—Y qué! ¿Fué Garibaldi el único extranjero,
arrastrado por la afición militar, cuyos servicios
hayan indiscretamente aceptado partidos, que
ninguna alianza, ni aun la alianza de los indios,
han excusado en medio desús luchas?... Héroe de
San Antonio hemos conocido, pintarrajeando
puertas, borracho de la mañana á la noche, sin
que nadie admirara en él un adalid de la liber-
tad. Ha vivido en Buenos Aires el sombrío Zam-
bianchi, y llevado de su vicio de conspirador,
como el otro de su vicio de caudillo, también se
ha mezclado en las fermentaciones políticas. De
todo eso, lejos de deducir una ley de gratitud que
nos obligue á igualarlos con los padres de la pa-
tria, que se estremecerían [de indignación, si el
fuego del patriotismo reanimara su polvo en el
fondo de las tumbas; nosotros deducimos leccio-
nes severas, que deben llevar al alma de los hom-
bres el arrepentimiento por lo pasado y la" cau-
tela para el porvenir.
—Es un extranjero, repiten; pero un extranjero
á quien ama y quiere honrar la colonia italiana
de Buenos Aires, simpática para los argentinos,
y merecedora de la estima nacional.
—Nadie nos excede en amar á la Italia. Orna-
mento de nuestra gloriosa estirpe latina, la Italia
y sus héroes, y sus sabios y sus artistas, y sus mar-
LA ESTATUA DE GARIBALDI 591

tires, y sus poetas y sus gloriosos pontífices, exal-


tan nuestro corazón en la admiración y el amor.
Aquel fecundo teatro de tres civilizaciones, que
ha absorbido en el cerebro de sus grandes hom-
bres todas los rayos del genio, reflejándolo po-
tentemente en creaciones inmortales, será tierra
sagrada por siempre y para todos, mientras los
bellos y generosos sentimientos de la raza más
brillante que contempláronlos siglos, tengan vir-
tud comunicativa y fuerza de expansión.
Pero Garibaldi no es una gloria italiana.
Interrogad á todos los hombres, nacidos sobre
el noble suelo en que él nació, á quienes las para-
dojas demagógicas no dementen, ni corrompan
los apetitos anárquicos, ¿qué sentimientos abri-
gan hacia ese guerrillero, introductor en Italia
del montoneiismo gaucho del Río de la Plata;
infatuado con el bastardo prestigio que le dieron
las Ventas de carbonarios y las estúpidas irrita-
ciones del populacho; levantado, por sus secuaces,
después de muerto, á los honores de un culto ido-
látrico, sobre las ruinas del altar cristiano?...
Y aunque fuera en la realidad digno del amor
de Italia, Italia no está en el Río de la Plata.
Ni el derecho de la República Argentina, enti-
dad soberana en su territorio, según los princi-
pios universales que rigen todas las naciones; ni
los estatutos internos que la gobiernan, ni sus
intereses, ni su decoro, consienten la existencia
de ese cuerpo, que llamáis colonia italiana, ni le
dan carácter legal, ni funciones regulares, ni re-
presentación política, para que en su nombre se
592 MISCELÁNEA

pacte con el soberano, y se alcen monumentos


invocando su voluntad, porque eso equivale á
preconizar su imperio.
Y bajo otro aspecto, si Garibaldi ha servido
con la espada al gobierno de un Estado, con el
cual tiene pacíficas relaciones la República Ar-
gentina, circunstancias que no concedemos sino
hipotéticamente y para los fines del debate; no
podéis negar que ha hecho guerra implacable á
una autoridad, superior á la del rey de Italia,
porque es la suprema autoridad de la Iglesia
cristiana, de la cual somos los argentinos subdi-
tos fidelísimos, y cuya potestad reconocen las
leyes de esta y todas las naciones católicas del
mundo. El Papa impera aquí, en toda la plenitud
de su poder espiritual y disciplinario, por razón
de conciencia y por establecimientos jurídicos
fundamentales, que el Congreso argentino no pue-
de olvidar sin afrentarse y afrentar á la nación,
escandalizándola torpe é insensatamente.
Si pudiera confinarse la cuestión en una esfera
meramente política, todavía podríamos añadir
contra los autores del malhadado proyecto, que
ese hombrecillo, deificado por la demagogia no
representa cosa alguna digna de apoteosis de
parte de una nación que ama las instituciones
republicanas, entiende la libertad y se afana por
fomentar la civilización en su seno.
Garibaldi está, en la historia contemporánea,
en la primera línea de los que han contribuido al
descrédito del régimen republicano en Europa,
asociándolo á las empresas de demolición social,
LA ESTATUA DE GARIBALDI 593

y al levantamiento de las multitudes, intelectual


y moralmente incapaces é indignas de gobernar,
identificándolo con el jacobinismo que sube las
turbas á la omnipotencia y á la infalibilidad, y
con el sacrilegio, y con la blasfemia, y con el des-
precio de Cristo y con la negación de Dios, y en
una palabra, con la suma de todas las iniquida-
des y de todas las infamias.
Garibaldi h a desacreditado hasta el nombre de
la libertad política de que se constituía campeón,
con la apología de Pasanante 3- sus afines, tur-
bando en las masas populares el criterio diferen-
cial del vicio y de la virtud; levantando el crimen
al rango del heroísmo; igualando el patíbulo en
que purgan su culpa los criminales, con la arena
generosa ¿en que -los mártires dan á la fe el testi-
monio de su sangre.
Garibaldi, por fin, ha contribuido á avivar los
fermentos de barbarie que amenazan hoy día la
Europa entera, conjurando las heces de la plebe
contra las leyes, contra la propiedad, contra la
familia, contra la Iglesia, contra todo cuanto ex-
cede, por superioridad legítima, el nivel igualita-
rio y bárbaro de la democracia socialista. Las
naciones católicas, las cismáticas y la heréticas;
Austria, lo mismo que Rusia, Inglaterra lo mis-
mo que Alemania, en las angustias de una civi-
zación amenazada de desplomarse minada por la
anarquía pagana y brutal, que revienta de un
cabo al otro de la Europa, acuden á buscar en el
Pontífice católico, el único refugio del mundo en
el inminente cataclismo: la mano que levanta la
38
594 MISCELÁNEA

cruz que salvó al mundo, los labios que dicen


palabras dominantes de paz y de justicia.
¿Iremos los argentinos, al revés de todas las
naciones serias y advertidas, á prevenirnos déla
comunicación de esas borrascas, levantando á la
demagogia aras sacrilegas, y acogiéndonos a la
sombra de Garibaldí?... Las naciones no pueden
vivir de fantasías y locuras. Muchas, por desgra-
cia, han penetrado y corrompido la clase gober-
nante de la República; y muchas la han puesto
en radical antagonismo con la sociedad que en-
cabeza, por haber los partidos monopolizado el
gobierno. Pero cuando se afecta la esencia del or-
den moral, y se toca la raíz de las instituciones
sociales, forzoso es recobrarse, y afrontar las tre-
mendas responsabilidades del poder que, vinien-
do de Dios, ha sido instituido para el bien. El
Congreso de la República debe repeler con seve-
ridad la iniciativa que acaba de sometérsele. A
ello le obligan la dignidad argentina, el debel-
es trieto de los jefes de una sociedad cristiana, el
decoro de la soberanía nacional, el respeto que la
Constitución le impone hacia la Santa Sede, los
intereses más claros del régimen republicano y
de la libertad legítima, y la comunión y univer-
sal peligro de todos los pueblos civilizados del
globo.
Mayo 17 de 1883.
EL PUEBLO ANTE LA IGLESIA 595

EL PUEBLO ANTE LA IGLESIA


Procediendo con sus fantasmagorías usuales,,
el liberalismo seduce al pueblo acusando á la
Iglesia de indolente en fomentar su bienestar, y
jactándose de haberle emancipado y puesto en los
caminos de la felicidad. Cuando se atiza el orgu-
llo en los corazones, y en él se apoya una revolu-
ción sensualista en la filosofía y en la política, no
es maravilla, que el apuntado sofisma trastorne
las cabezas y pierda las conciencias. Menester
se hace examinarlo y poner de manifiesto su hi-
pocresía.
Ha contemplado la Iglesia, desde que el triunfo
de la fe la sacó de las catacumbas y la realzó por
su imperio exterior, á las masas en esclavitud y
bajo la servidumbre feudal: contempla hoy la
lucha moderna entre el capital y el trabajo, el
conflicto de la libertad de explotar con la libertad
de envidiar. Más ó menos atenuada, en todos
esos regímenes impera la fuerza. La fuerza con-
vierte al hombre en cosa y bien apropiable, bajo
la esclavitud; la fuerza cría el vasallaje, ablanda-
do por el patrocinio, que es inspiración de cari-
dad y regla de justicia fraternal: la fuerza, final-
mente, sacrifica al obrero ante la codicia del rico,
y al rico ante la venganza del pobre inmoderado
y sin resignación. Sólo la Iglesia tiene autoridad
para enfrenar los desbordes de la fuerza entroni-
zada, y á través de todas las variadas situaciones,
que sus mil formas crían á las clases débiles y
596 MISCELÁNEA

pobres, promulga doctrinas y preceptos que le-


vantan el pueblo á la dignidad y á la paz.
Grandes y pequeños, afortunados é infelices, lo
mismo el potentado que el menesteroso, y de
igual manera los que habitan palacios y cabanas,
ingresan, por la profesión de la fe, que á. idéntica
disciplina les subordina y por idénticas esperan-
zas les exalta, á la muchedumbre de los amados
de Cristo, «gente santa y pueblo de adquisición»,
que así viene á formar el cuerpo de la Iglesia mi-
litante. Los mismos signos visibles de la gracia
santifican todas las almas, sin acepción de mun-
danas categorías, meros accidentes de la vida,
que en sí mismos no envuelven mérito ni demé-
rito. La Iglesia quema, en sus pompas litúrgicas,
perfumes en honor del pueblo, y los mismos ritos
consagran la tumba obscura del mendigo que el
mausoleo del monarca. Para la proclamación de
dogmas que desarrollan la doctrina revelada, ella
invoca, antes de fijar el canon de la fe, lo que se
confesó siempre, POR TODOS y en todas partes; y
si el cristiano más humilde resplandece en la
santidad, lo eleva al honor de los altares; y sí
presta á la fe el testimonio de su sangre, ya sea
el ínfimo desecho de la plebe ante la arrogancia
de ricos y poderosos, sus reliquias serán deposi-
tadas bajo el ara santa para la oblación del Au-
gusto Sacrificio. Ella emancipa la conciencia del
siervo y la conciencia del esclavo, la conciencia
del pobre y la del vasallo, sobreponiendo la ley
de Dios y la dignidad cristiana, sobre todas las
leyes de la tierra y las subordinaciones sociales.
EL PUEBLO ANTE LA IGLESIA 597

Interrumpe la aspereza del trabajo y el rigor de


la obediencia, llamando á la meditación de los
divinos misterios en el día consagrado al Señor,
á los imperantes y á los sometidos, congregándo-
los en perfecta igualdad dentro del santuario,
donde sólo hay ungidos del Señor que dispensan
la palabra y los sacramentos, y pueblo fiel, que
participa de la misma vida sobrenatural. Y si,
por fin, afronta, comentando las enseñanzas del
Salvador del mundo, la condición moral de los
favorecidos por el poder y la riqueza, lo hace
p a r a preconizar las predilecciones divinas hacia
la pobreza y la humildad; y ensalza el brazo
omnipotente que depone á los grandes y levanta
á los pequeños, que dispersa á los soberbios y
despoja á los opulentos, que se oculta á los orgu-
llosos y se manifiesta á los sencillos. «Difícil-
mente, nos enseña, entrarán los ricos en el reino
de los cielos!»
¿Concíbese más gloriosa y fecunda dignifica-
ción del pueblo?
Pues cuanto hace la Iglesia por su dignidad,
otro tanto hace por consolidar su paz.
La desigualdad de las condiciones es un hecho
que entra en la economía providencial del mun-
do. Dios reparte, con inefable equidad, los dones
de naturaleza y los dones de gracia. A diversa
potencia inicial y á diversa fidelidad del hombre
á la ley, corresponde diversa amplitud de desen-
volvimiento; y por consecuencia, desigualdades
de condición, que jamás podrán desaparecer en-
teramente. Este modo de ser particular de cada
598 MISCELÁNEA

criatura constituye las vías especiales de su par-


ticular vocación. Lo adverso, así como lo prós-
pero, lo espectable como lo escondido, y lo bri-
llante y lo oculto, en el plan de vida que trazan á
cada cual sus aptitudes ó las circunstancias, ma-
nifiestan su ley particular á los hombi'es, cuyo
destino es igual, é iguales las esperanzas de al-
canzarlo, si cada uno marcha con fidelidad y
coraje sobre sendas, más ó menos llanas, pero en
las cuales jamás faltarán espinas, porque el hom-
bre debe expiación, y el dolor no se confunde con
el mal.
Esta filosofía se compendia en una palabra, que
es el nombre de una virtud: la resignación, que
enjuga las lágrimas y fecundiza todas las angus-
tias de esta vida.
Levantad esas virtudes individuales al grado á
que se elevan, por la solidaridad social, las ideas
y los sentimientos privados, en el conjunto com-
plejo de una civilización; y merced á la paz de
las almas, veréis firmemente asentada la paz de
las sociedades.
Otro elemento contribuye al equilibrio del or-
den público: el uso del poder y la riqueza, ajusta-
dos al molde de la misma filosofía.
Las autoridades visibles son reflejo de 3a invi-
sible y suprema, que contiene todos los poderes.
Luego jamás, sin sacrilega usurpación, serán
empleados cual instrumento de egoísmo y concu-
piscencias. La autoridad es un depósito para el
bien de la comunidad. El que es primero debe
ser como el último, y el que manda como el que
EL PUEBLO ANTE LA IGLESIA 599

obedece. L a más alta jerarquía obliga al deber


más estrecho. El que está en la cumbre debe ser
el siervo de los siervos. Y para que toda autori-
dad se acomode á un modelo adecuado y perfec-
to, constituye la Iglesia, en la autoridad pastoral,
el arquetipo de los demás poderes, imponiendo
como ley ordinaria del oficio episcopal, extraña á
todo concepto de heroísmo ni sublimidad, el deber
de dar la vida por el pueblo cristiano.
A la abnegación del poderoso ha de agregarse
la abnegación del rico. Sus máximas son peren-
torias: el sobrante del opulento, ha dicho un g r a n
cristiano, es el patrimonio del menesteroso. D a r
al pobre no es merced, es deber. L a candad, en
sus innumerables aplicaciones, es la esencia de
la Ley; y el rico, que por espíritu se emancipa
de la tiranía de su riqueza, es bienaventurado
como el pobre que se resigna á la miseria. La
idolatría del oro y del placer, no la posesión, ma-
terial de las riquezas, es lo que en el hombre de-
grada y borra la estampa de la divina gracia;
antes el rico misericordioso, que no sacrifica ni
al huérfano ni á la viuda, ni olvida que cada uno
de sus hermanos infortunados al pedirle un vaso
de agua en su sed, ó un consuelo en su aflicción,
ó su visita en la soledad, en nombre de Cristo se
lo piden; granjéase con sus riquezas los tesoros
que el acongojado se granjea con sus lágri-
mas.
Ahí se encierra el precepto sagrado, y en él se
contiene el secreto de la armonía en las repúbli-
cas y en los imperios.
600 MISCELÁNEA

El reino del Evangelio destierra los egoísmos


bestiales y contradictorios que convulsionan los
pueblos. Ningún cataclismo social ha nacido ja-
más sino de alentar universales y soberbios ape-
titos por alcanzar poder y riqueza, para ufa-
narse imperando, y degradarse en vergonzosos
placeres. Ojalá el mundo entero levantara los
ojos hacia el Hombre-Dios que vino á salvarlo en
humildad y mansedumbre! Cristo ocultó su divi-
nidad al encarnar, y su rango humano, naciendo
entre los más pobres de la estirpe de David, para
santificar los abatimientos del menesteroso y del
obrero, como santificó la naturaleza humana,
unida, en su persona, al Verbo eterno de Dios.
¿Qué ha dado el liberalismo á imperantes y
muchedumbres, en vez de esta fe sagrada y pa-
cificadora, después de hundirlos, en horrendo
desconcierto, bajo las ruinas de los templos?....
Abril 27 de 1883.

E L P U E B L O A N T E E L LIBERALISMO

Extinguida la antorcha de la Revelación, nin-


guna luz queda en la vida que salve al hombre
de los escollos. Donde quiera que se dirija en su
atolondramiento, hallará rocas en que estrellarse,,
y se anegará en las ondas.
Este es el crimen del liberalismo. Destruyéndo-
la economía de lo sobrenatural, destruye todos-
EL PUEBLO ANTE EL LIBERALISMO 601

los elementos de dignidad^y de paz en el seno d e


los pueblos. Predica la bondad nativa del hom-
bre, porque niega su caída original para negar la
Redención. Elimina, por consiguiente, la idea de
expiación, que da al dolor su sentido: lo asimila
con el mal, hace odioso el infortunio, aniquila la
resignación, y enciende apetitos de inmediata y,
universal felicidad.
He ahí lo primero que sugiere al pueblo en
reemplazo de la fe, y se jacta de ello. El anhelo
de gozar es el asunto de la vida moderna. Peca
contra la experiencia y contra la razón. Peca
contra la experiencia, porque ella prueba que en
ningún tiempo ni lugar encontró jamás el hom-
bre goces sin heces de hastío, ni disfrutes que no
despierten nuevos deseos que atormentan hasta
ser satisfechos, para engendrar otros y otros en
una progresión infinita, llevando así el hombre
de la ambición irritante al desengaño, y de ésta
á nueva ambición, y destrozando las almas en
perseguir una sombra que se desvanece al tocar-
la, y mentirosos espejismos que huyen delante de
nosotros. Peca contra la razón, porque es absur-
do suponer que una naturaleza espiritual y apta
p a r a concebir lo infinito, halle su centro de bie-
nestar en medio de las cosas caducas, perecede-
ras y deleznables que nos rodean en el mundo.
Los medios son estériles, como es ilusorio el
fin.
El liberalismo h a querido igualar las condicio-
nes de todos los hombres en la vida social, y pa-
r a obtenerlo ha puesto en juego numerosos re-
602 MISCELÁNEA

•cursos, que lo conducen á otros tantos fracasos.


La movilidad y la divisibilidad de la propiedad
es uno de los elementos del Derecho y de la Eco-
nomía liberales. A este empeño ha sacrificado,
con más exigente despotismo que los viejos legis-
ladores socialistas, una de las más sagradas ins-
tituciones del orden social: la autoridad paterna
y la libertad del testamento. El fruto de este
atentado, donde quiera que las condiciones de la
sociedad lo hacen apreciable, es la destrucción
de las fortunas, la disolución de los centros de
familia, la instabilidad de los afectos y proteccio-
nes que nacen de la comunidad de la sangre y
del interés, haber enervado la sociedad y haberla
desarmado, poniéndola, cual muchedumbre des-
organizada, bajo la tiranía del Estado.
Es el colmo de la extravagancia vanagloriar-
se de querer dignificar al pueblo, y á la vez impe-
dir que las familias se fortifiquen y se consoliden,
aglomeren caudal, y adquieran una entidad esta-
ble y duradera. Y esto hace el Estado en nombre
de la libertad. Se pone en lugar del padre de fa-
milia, y le obliga á diseminar sus economías y á
disolver el vinculo entre sus hijos, merced á la
partición forzosa de los bienes testamentarios.
Promulga también la libertad del trabajo.
Pero la libertad del trabajo, después de conver-
tir el interés y las pasiones en únicos guías de la
conducta de los hombres, subordina la suerte de
los pobres, es decir, la suerte del pueblo, al inte-
rés de los que por ser fuertes son aptos para pre-
ponderar é imponer como ley el consejo de su
EL PUEBLO ANTE EL LIBERALISMO 603

egoísmo. Y no es menester filosofar: basta mirar


el cuadro de anarquía en que todas las naciones
industriales de la tierra están hoy día, é indagar
las causas, estrepitosamente manifestadas, que
producen y exasperan el antagonismo de las cla-
ses, para percibir que h a sido monstruosa la ilu-
sión de los que en la libertad del trabajo, y en la
libertad de contratar precariamente obreros y
capitalistas, el precio del brazo humano, creye-
ron encontrar el secreto de la felicidad y de la
paz en obsequio de las muchedumbres.
Vanagloriosas y trágicas quimeras! Llevan
en las entrañas la muerte, porque llevan el ab-
surdo.
Más si no puede el liberalismo negar estos fra-
casos, ¿tendremos que confesar su excelencia y
su acierto en otros terrenos?.... Nadie, según sus
adeptos, ha fomentado con igual eficacia la ins-
trucción del pueblo....
Si en la instrucción popular se trata de alzar
el nivel moral de las muchedumbres y de formar
los caracteres, nadie menos apto que el liberalis-
mo para inspirarla y dirigirla. La enseñanza es-
colar de las multitudes nunca será sino lo que
siempre ha sido, por más que se mejoren y per-
feccionen los elementos y procederes pedagógi-
cos, es decir, instrumental y rudimentaria. Elimí-
nese de las informaciones trasmitidas á los niños
del pueblo los elementos de la doctrina cristiana,
es decir, las únicas que se refieren á la dignidad
de su ser, á sus destinos inmortales, á las reglas
de la vida; las únicas que pueden morigerar sus
604 MISCELÁNEA

pasiones y dignificar su carácter; y luego, calcule


cualquier hombre seriamente reflexivo, qué se
hará de provecho con enseñar á leer, para que el
pueblo lea lo que corrompe su conciencia, y á
contar, para que calcule bien su miseria y la opu-
lencia del rico que le explota, porque es tan igno-
rante y despreciador como él de la divina ley de
caridad y de expiación. Cristo fundó su Iglesia
enviándola «á enseñar á todas las gentes». Esa
es la grande escuela de donde el liberalismo arro-
j a al pueblo.
Pretende exaltarlo y lo debilita; pretende dig-
nificarlo y lo barbariza.
Es verdad, mas lo declara soberano!
L a irrisión se añade aquí al suplicio para ha-
cerlo más cruel.
Toda soberanía impotente, es necesariamente
confiscada. Así es confiscada la del pueblo pol-
las oligarquías, que lo adulan y lo suplantan. Si
reacciona contra la usurpación, ordinariamente
se desborda á extremos que hacen forzoso suje-
tarlo para restaurar el orden de derecho, derri-
bado en sus explosiones. E n tres formas presenta
la historia su omnipotencia: en la forma jacobi-
na, en la forma de anarquía y en la forma oligár-
quica. Prescindamos de la forma montonera, por
ser local. En unas es mentira, y en otras es
monstruosa. Ninguna contiene la paz, ni por lo
tanto, el derecho; y siendo estéril para radicar el
imperio de la justicia, la libertad civil en condi-
ciones regulares y con todo el cortejo de institu-
ciones y costumbres que se derivan de su princi-
EL PUEBLO ANTE EL LIBERALISMO 605

pió, es evidentemente estéril para los fines que el


liberalismo ostenta procurar y se ufana necia-
mente de haber obtenido en las naciones contem-
poráneas.
Ninguna sociedad es más feliz hoy que siglos
atrás. Cambiar el tipo de las dolencias no es ad-
quirir la salud.
Resuena por todos los ámbitos un grito de te-
rror y de odio contra los poderes militares, en
tanto que la más abultada consecuencia del libe-
ralismo en la política doméstica é internacional
de los Estados, es cierta transformación del mili-
tarismo, que lo lleva á su grado más funesto y
abominable.
Disuelto el concierto político de la cristiandad,
los frenos morales que nacían de su existencia
han sido cambiados por un sistema de equilibrio
material. Una nación se Mama, una potencia. El
nombre corresponde exactamente á la índole de
las relaciones de los Estados entre sí. Las nacio-
nes son fuerzas físicas contrapesadas. Las insti-
tuciones militares necesitan ocupar el primer si-
tio en el derecho público de cada una.
Por otra parte, si el orden interior de los pue-
blos, según las doctrinas en voga, es una resul-
tante del conflicto entre la nación y el gobierno,
á falta de principios superiores, es decir, de prin-
cipios religiosos, que penetren y armonicen la vi-
da social, los gobiernos requieren el poder de las
armas en enorme escala para hacerse obedecer; y
apoyados en la fuerza que elimina ó reduce re-
sistencias domésticas, desempeñar las funciones
606 MISCELÁNEA

que los incumben en moderar los elementos que


bullen bajo su imperio, y representar los intere-
ses exteriores de la soberanía que encarnan.
De estas dos causas, explicables por la aposta-
sía liberal, nacen los gigantescos armamentos, que
convierten cada nación del continente europeo
en un ejército, á cuya conservación y disciplina
se inmolan todos los intereses de la familia, to-
das las libertades individuales, y las franquicias
más claramente emanadas del derecho natural.
¿Cosechará el pueblo ventajas y bienestar de
esta aglomeración de paradojas en la doctrina, y
de traiciones en la política, y de iniquidades en
las leyes?...
La mentira y la crueldad es el fondo de la le-
gislación liberal. De esa escuela han nacido los
estatutos que asimilan la mendicidad y la vagan-
cia, la desgracia con el crimen. De ella nacen los
que identifican, la libertad con la servidumbre mi-
litar. Las multitudes se corrompen y conspiran,
porque la incredulidad y la ignorancia las tornan
incapaces de esperanza y de resignación. Es in-
minente la tempestad, y conviene saber, que en el
fondo de las querellas populares, conforme las hay
desordenadas las hay razonables y justas. Las
justas nacen de haberse violado contra ellas las
instituciones cristianas. Las brutales nacen de
las pasiones desencadenadas por el liberalismo.
Abril 28 de 1883.
MONUMENTOS Á" LA EMANCIPACIÓN 607

MONUMENTOS Á LA EMANCIPACIÓN
Anda en tramitación, por cuestiones de formaf
u n proyecto del Intendente de la ciudad para
erigir en la plaza de la Victoria monumentos con-
sagrados á los autores de la emancipación nació-
nal. Hacia 1826 igual proyecto ocupó al Congre-
so; y durante el debate el ilustre doctor Gorriti
planteó este sencillo problema: «¿Quiénes son los
autores de la emancipación nacional?» L a famo-
sa asamblea no atinó á resolverlo; y ni tampoco
lo resolverá el Intendente de Buenos Aires.
Aquel glorioso movimiento no tuvo caudillo,
ni tuvo programa: fué una evolución política, ve-
rificada por el concurso universal de los pueblos,
apoyada en un cortejo de circunstancias, que le
dieron forma y direcciones, ajenas tal vez, en
mucha parte, al intento de no pocos entre los in-
dividuos que descollaron en sus primeras es-
cenas.
Desde el 21 hasta el 25 de Mayo de 1810, térmi-
nos en que el Intendente ha circunscrito la pers-
pectiva de los acontecimientos que quisiera
celebrar, pocas horas transcurrieron, pero tan
fecundas en mutaciones y actividad, que la ciu-
dad del plebiscito del 25 comparada á la del Ca-
bildo abierto del 22, parece haber vivido años
durante su transcurso;—y nada manifiesta tan
vivamente como esta circunstancia, la imperso-
nalidad del movimiento, á cuya cabeza se ponía
la capital del virreinato.
608 MISCELÁNEA

Decimos á su cabeza; porque el acto de Mayo


fué una iniciativa. Si ella no hubiera encontrado
terreno ficticio, si las burguesías de todas las vi-
llas municipales no hubieran cedido á impulsos
concordantes con los que actuaban en la capital,
y sentimientos uniformes no hubieran encendido
universal entusiasmo en pueblos y en campañas;
de cierto que las armas emancipadoras no ha-
brían llegado triunfalmente antes del mes de
Noviembre á los actuales confines de la Repúbli-
ca; ni los títulos del gobierno provisorio habrían
sido rehabilitados por actos solemnes que subsa-
naron su origen meramente local.—Ni en estos
progresos, como ni en sus principios, se destaca
personaje alguno dominando ni dirigiendo los
sucesos. El prestigio de Moreno fué reducido y
fugaz.—El deán Funes no fué ni un caudillo ni un
tribuno. Aún los hombres de guerra, eran sim-
ples actores en una escena que no llenaban por
entero. El general Mitre ha intentado concentrar
en torno de Belgrano la historia de la revolución,
y el personaje ha quedado literalmente abruma-
do entre la muchedumbre de cosas y sucesos
aglomerados bajo su nombre, pero que no se
desenvolvieron bajo su iniciativa.—La única figu-
r a gigantesca de la revolución es la del general
San Martín;—y su grandeza histórica es poste-
rior al acto del Congreso de Tucumán, que decla-
ró la independencia.
Difícil es, si no imposible, determinar el mo-
mento más culminante de aquella empresa eje-
cutada por agentes tan diversos, y en medio de
MONUMENTOS Á LA EMANCIPACIÓN 609

tan variadas peripecias. El establecimiento de la


Junta de Buenos Aires no es comparable con los
actos de la Asamblea de 1813 ni con la declara-
ción de 1816, si se considera el propósito concien-
zudo y definido que inspiraba á la Constituyente,
y la solemnidad y el arrojo del acto que inmorta-
liza al Congreso de Tucumán.—Los norteameri-
canos tienen la declaración de la independencia
por el hecho resaltante y el instante supremo en
la fundación de su nacionalidad.—En la República
Argentina el hecho correspondiente fué precedi-
do y preparado por actos de verdadera soberanía,
equivalentes á la declaración de la independen-
cia, puesto que implicaban el ejercicio de los de-
rechos derivados de ella; especialmente, el título
mismo de la asamblea de 1813, sus reformas civi-
les y políticas, la solemne aprobación de la ban-
dera, del escudo y del himno nacional, y los
estatutos concernientes á la relación del Estado
con la Iglesia.
No siendo fácil discernir el episodio decisivo
de la emancipación, en medio de tan precipitado
cúmulo de incidentes; tampoco es fácil discernir
sus héroes, y por lo tanto, ejercer una verdadera
acción de justicia honrando á nombre de la pos-
teridad, según su mérito propio, á todos y á cada
uno de los ciudadanos eminentes, que en ellos
tuvieron papel.—Si nos detuviéramos en Mayo,
reduciríamos las glorias nacionales á una gloria
de la burguesía bonaerense, excluyendo todo el
resto de la República de los honores monumenta-
les.—Si ensancháramos el cuadro, nos perdería-
39
610 MISCELÁNEA

mos en un laberinto de actos, de nombres, de


asambleas, de revoluciones, de batallas, de solda-
dos, de oradores, (y es menester no olvidarlo) de
montoneras y de caudillos.
La emancipación patria no fué obra de gabine-
te: hay en ella un factor, que alternativamente
tomó caracteres sublimes y caracteres espanto-
sos. Ese factor es la multitud; y su acción, influ-
yente sobre la política interna cuyas bases ella
asentó, y en la política exterior, porque la eman-
cipación nacional no tuvo más ejércitos que el
pueblo armado, se personifica en caudillos, cuyas
estatuas no nos inclinamos á pensar que proyec-
te el señor Intendente de Buenos Aires. La histo-
ria argentina, eliminando las masas, no es histo-
ria; y la historia de las masas sin Artigas, que
sublevó las campañas orientales mientras Monte-
video recalcitraba, sin Güemes que contenía la
restauración realista en el norte después de ro-
tas las barreras que el ejército le había opuesto;
y en una palabra, sin sus jefes naturales y los
promotores de sus movimientos, grandiosos un
día y otro día funestos, tampoco tendría verdad, ~
color, ni significado político de ningún linaje.
La dificultad tiene en 1883 la misma aspereza
que en 1826. El tiempo no la disminuirá. La cró-
nica de los sucesos puede ser perfeccionada y
completada por pesquisas más prolijas en lo por-
venir; pero ningún dato ulteriormente adquirido
podrá rectificar el concepto general que tenemos
sobre la naturaleza y cooperadores de la eman-
cipación nacional.—La inspiración de 1811 fué la
LA PRENSA Y SU MINISTERIO 611

justa, y no debemos separarnos de ella.—Un mo-


numento consagrado al hecho, sin desvirtuarlo
con apoteosis personales, es el recuerdo apropia-
do á la naturaleza anónima de los grandes acon-
tecimientos, generadores de la independencia
argentina;—y el que cuadra mejora las calidades
morales de la virtuosa generación que la llevó á
cabo, movida de sentimientos del civismo más
puro, sin mezcla de ambiciones envidiosas ni de
egoístas vanidades.
Septiembre 23 de 1883.

L A P R E N S A Y SU MINISTERIO

La palabra reportaje es un barbarismo, usual


de algún tiempo á esta parte entre cierta porción
de la prensa argentina, que parece haber traído
consigo un concepto de la misión y la moral pe-
riodística, mezquina la primera, laxa la segunda,
y propias ambas para abatir y corromper el mi-
nisterio de los diarios.
La apología de sus noticieros hecha por algún
diario con motivo de un incidente reciente, nos
sugiere esa y otras amargas reflexiones en que
quisiéramos tener tiempo para detenernos por los
grandes y vitales intereses que afectan.
Un diario es un agente de cultura en cualquie-
ra de las direcciones del espíritu humano, ó un
órgano de doctrina, ó un representante de intere-
612 MISCELÁNEA

ses legítimos y serios. Dentro de estas condicio-


nes, merece el honor en que la sociedad moderna
tiene al periodismo, á lo menos cuando un espíri-
tu recto y una intención sana inspiran sus traba-
jos y les dan elevación y fecundidad.
Pero van. deslizándose grandes errores en la
manera de concebir los deberes y los derechos
del diarista.
Hay una escuela, m u y difundida y por donde
cunde la demagogia más que en otras partes, se-
gún la cual los periodistas forman una especie de
gremio privilegiado, exento de las disciplinas del
derecho general, según el concepto de Girar din.
La credulidad popular tiene no poca parte en
la infatuación, que engendra tan absurda doc-
trina.
Aquel falsísimo axioma de que «la voz del pue-
blo es la voz de Dios», tiene por beneficiario en
el siglo XIX al periodista. El pueblo abdica sus
pretensiones en favor del diario. «Lo que se di-
ce<>, <4o que se cree», «lo que quiere todo el mun-
do», conserva su poder de antaño, pero cuando
pasa del estado difuso de hablilla y tema de corro
al estado más denso de noticia, á la solidez de
suelto, y á la gravedad de artículo editorial,
«la voz de Dios» está en el diario, es decir, en el
diario de cada uno. El lector se traga cuanto el
diario dice, y no hay simpleza que no se convier-
ta en donaire ni majadería que no se transforme
en discreción por la virtud de la letra de molde.—
No hay medio para noventa en cada cien, de
substraerse á la vanagloria de ser tan dócilmen-
LA PRENSA Y SU MINISTERIO 613

te creídos; y como llega el poder del diario hasta


forjar doctrinas, poco á poco, ó mucho á mucho,
ha venido á combinarse, con todos sus ornamen-
tos, la del AUGUSTO SACERDOCIO DE LA PRENSA, con
su correspondiente inmunidad de la palabra es-
crita, y el dogma de la «omnipotencia de la idea*.
Y por más que haya de exagerado y pueril en
esta colección de máximas, la verdad es que en
su fondo hay cierta generosidad y cierta eleva-
ción de espíritu, capaces de guiar al periodismo,
por caminos regulares y neutralizar muchas pa-
siones mezquinas que hasta el amor propio con-
tribuye á comprimir en los individuos penetra-
dos de una alta idea de su papel social.
Más positivo, pero menos puro, es el concepto
de los que exaltan la prensa como un poder: pri-
mero, como un poder político por su influencia
en las cosas públicas; y después, como una fuer-
za libre de aplicarse con cualquiera dirección
y en cualquier terreno. Cierto es que en lo fun-
damental hay mucho de verdad en este concepto,
pero apenas se le exagera ó se le corrompe pre-
cipita la prensa á una senda detestable. El diario,
considerado como una potencia extraña á la
conciencia pública, distinta del conjunto de fuer-
zas morales que actúan en las sociedades y obran
sobre los Estados, presume emanciparse de sus
influencias y desentenderse de las ideas y senti-
mientos que dirigen la vida pública y privada
p a r a criar no sabemos qué combinación artificial
en que se atenúan las doctrinas en pugna, se jun-
tan los extremos, se concilian los incompatibles,
614 MISCELÁNEA

se transige sobre todo, y todo se desfigura, empa-


lidece y aniquila bajo el dogma del indiferentis-
mo universal, alentado por intereses sórdidos y
un positivismo ensoberbecido con el éxito mate-
rial.—El tipo en este género es The Times, que
tanto escandalizaba al reflexivo é ingenuo Fis-
chel.
Pero hay algo más abajo aún.
Es el diario que, renunciando á la ilusión del
apostolado y á la vanidad del poder, se somete á
los gustos 'triviales y á las pasiones enfermizas
del vulgo para medrar. Esos gustos y esas pa-
siones se refunden en la curiosidad de lo imper-
tinente. Las susurraciones, la maledicencia, las
calumnias y las discordias que les siguen, cunden
porque es común en el hombre querer saber lo
que no le importa. Hasta qué punto corrompe
á las sociedades el sedimento de injusticias y de
acrimonias que la murmuracióu deposita en los
espíritus, fermentado con el continuo remover de
los curiosos y el continuo parlar de los que se
precian de saber lo que no les v a ni les viene,
es cosa difícil de precisar, y aún de inducir con
aproximativa certeza, pero su infección no es
menos cierta que la endemia de las fiebres pa-
lustres.
Poner los diarios á servicio de estas propensio-
nes odiosas, podrá ser pecuniariamente útil, pero
choca con la dignidad de la prensa y destruye su
moralidad.
Vanamente se jactarán de ser populares los
papeles que consiguen clientela desparramando
MORAL MASÓNICA 615
chismes, violando secretos, espiando actos, des-
cubriendo miserias, charlando fruslerías, peque-
neces y vulgaridades, porque todo eso, que abre
á los diarios la puerta de los bodegones, prueba
que sus cultivadores, en vez de esforzarse por
dirigir al pueblo, se dejan dirigir por la parte
más frivola ó más corrompida del pueblo; de suer-
te que si aparecen seguidos de gran cortejo, es
porque ellos se ponen delante del cortejo y se
dejan empujar hacia donde él rueda.—No son,
empero, meramente pasivos.—Se subordinan al
criterio de la plebe, pero una vez en movimiento,
despliegan grande actividad en viciarla más y
más, y hacer necesario que le sirvan majaderías
é inmundicias cada vez más suculentas.
En este grado de degeneración, la prensa es
una charca de cloacas!
N o v i e m b r e 20 de 1883.

MORAL MASÓNICA

Inquiriendo en el terreno puramente especula-


tivo qué sea la moral masónica, encontramos un
error grosero que trastorna todos los principios
por cuya eficacia el cristianismo eleva las almas
y ha hecho germinar la civilización. Y para dis-
currir así y llegar á esta consecuencia, nos pre-
cavemos aún del influjo que sobre el espíritu
pudieran ejercer las máximas más extremas y
616 MISCELÁNEA

desordenadas del másonismo. Lo afirmamos, to-


mando tan solamente en consideración la divisa
que emplea en todo tiempo y lugar como bandera
de enganche y fórmula pública de su doctrina é
intentos. Esa divisa es la FILANTROPÍA.
No falta quien tome la palabra como una deno-
minación laica y mundana de la CARIDAD. Si no
tuviera otro valor, ya sería la expresión de una
apostasía. Ese desprecio del lenguaje cristiano
fuera por sí solo inequívoco signo del orgullo su-
blevado contra la revelación divina y contra las
enseñanzas de la Iglesia.
No se detiene la rebelión masónica en una
hostilidad indirecta ni en una negativa implícita
y ambigua de la moral cristiana. L a promulga-
ción de la filantropía tiene mayor significado.
—Interrogado el Señor por un doctor fariseo
sobre «¿cuál es el grande mandamiento en la
ley?», respondió, segúnrefiere el Sagrado Evan-
gelio: «AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS DE TODO TU
CORAZÓN Y DE TODA TU ALMA, Y DE TODO TU EN-
TENDIMIENTO. E S T E E S E L P R I M E R M A N D A M I E N T O . »
Y el segundo semejante es á éste: «AMARÁS Á TU
PRÓJIMO COMO Á TI MISMO. D E ESTOS DOS MANDA-
MIENTOS DEPENDE TODA LA LEY Y LOS PROFETAS-»
ASÍ, la caridad, definida como cierta amistad
singular del hombre con Dios, es una virtud es-
pecial y simple, excelentísima y sin especies, for-
ma de todas las virtudes, cuyo sujeto es el apeti-
to intelectivo, cuyo objeto es Dios, y el prójimo
por razón de Dios; de la cual es propio crecer sin
término fijo en esta vida, y que es, finalmente,
MORAL MASÓNICA 617

ordenada, como que se extiende hasta el que es


principio de la beatitud.
La más superficial reflexión demuestra que la
moral masónica trastorna tan gloriosa, tan fe-
cunda, tan santa y pura doctrina.—La filantropía
elimina el término supremo del amor. Niega la
simplicidad de la virtud, forma de todas las vir-
tudes. Traslada, por fin, al hombre lo que se debe
á Dios.
No es maravilla que el masonismo deduzca
inmediatamente de su grosero principio moral,
el deber de amnistiar todos los errores y de tole-
rar todas las maldades. Si sólo el hombre es
amable, todas las cosas del hombre son sagradas:
las extravagancias de su^ espíritu también, y no
menos los arrebatamientos de sus pasiones.
Ni admite duda que cuando la fe se amortigua,
la doctrina masónica debe medrar, porque adula
la vanidad humana, y halla en el fondo corrom-
pido de la naturaleza suelo favorable para arrai-
gar tenazmente. Por eso, las multitudes seduci-
das y los pueblos en que se han desparramado
simientes tan impuras se embeben en un cúmulo
tal de supersticiones humanitarias y liberales,
que llegan á ni entender siquiera la sana doctri-
na, cuando se reclaman las prerrogativas de la
verdad y los privilegios del bien. Esta abolición
del sentido cristiano deriva de la abolición de
los derechos de Dios.
Tampoco es maravilla que, habiendo comenza-
do por ahí la revolución masónica, sea tan inso-
lente su desdén hacia la autoridad de la Iglesia.
618 MISCELÁNEA.

La Iglesia representa á Dios borrado del corazón


humano por la filantropía. ¿Y qué acatamiento
merecerán sus preceptos si el precepto de la ca-
ridad ha sido corrompido?
El masonismo, al descomponer aquella virtud
simplísima é indivisible y cambiar su objeto final,
ha invertido todas las leyes de la libertad huma-
na. Otro efecto de su rebelión es la mutilación
del Decálogo. Por ella, suprime todos los manda-
mientos que se refieren á la honra de Dios; y de
los que miran al provecho del prójimo, deja sub-
sistentes únicamente aquellos cuya razón puede
ser apreciada según un criterio carnal, y sólo en
cuanto ese criterio pueda servirles de medida.
Esta moral de residuo tiene una denominación
en la jerga masónica: se llama la HONRADEZ. Es
la moral de los insensatos que se atreven á decir
como Nuestro Señor Jesucristo: Yo NO TENGO
PECADOS! Es la moral reducida á los códigos: la
moral definida por la policía;—es decir, la moral
de la fiera encadenada.
No concebimos pudridero más activo de espíri-
tus y corazones.
La historia del masonismo lo comprueba.
Preconizando la filantropía, expulsa á Dios del
amor del hombre, y se declara indiferente entre
la afirmación ó la negación de su existencia, en
mérito á la ley de tolerancia que sigue de la dei-
ficación del hombre sustituido á Dios. Termina,
como numerosas logias y Orientes del siglo XIX,
por convertir el ateísmo en principio fundamen-
tal de su constitución.
LUCHA Y VICTORIA 619

La abnegación y la humildad, virtudes del


orden sobrenatural, que nacen del amor de Dios
y que en el régimen de la vida social, aseguran
la armonía de los derechos y el concierto de las
actividades, engendran el patriotismo é inspiran
sus sacrificios, constituyen los gobiernos rectos y
las naciones libres; todas esas grandes fuerzas
del bien ceden campo al egoísmo, á la vanidad,
al imperio de la concupiscencia. Y como el hom-
bre necesita absolutamente gobierno, cuando no
le tiene fundado en la virtud, le tiene fundado en
la pasión. La moral masónica entraña el dere-
cho masónico, que encontramos en dos formas:
una real, otra en formación: la servidumbre estú-
pida de las logias y el estúpido despotismo del
Estado.
Cristo lo ha dicho: Él nos ha traído la verdad,
y la verdad nos hará libres. Todos los católicos
lo sabemos; y la Iglesia, que nos lo enseña, á la
par nos estimula á que luchemos brava y gene-
rosamente por la redención de las naciones, me-
diante el reinado social de Jesu-Cristo!
Septiembre 16 de Í884.

LUCHA Y VICTORIA

Los que creen la Iglesia próxima á zozobrar, y


si son enemigos se jactan de su victoria, y si
son creyentes cohonestan con eso su apatía, por-
620 MISCELÁNEA

que recias tempestades la embisten, y el liberalis-


mo parece dominar al mundo en cuanto domina
los gobiernos; no lo dudemos,—toman por reali-
dad una sombra, y olvidan las mil vicisitudes de
la historia, en que el cristianismo h a demostrado,
como demuestra ahora mismo, su vitalidad so-
brenatural.
En la Iglesia, como en Cristo, están siempre
asociadas la pasión y la gloria.
Quien recorre sus anales encuentra luminosa-
mente demostrado en cada siglo y en cada perío-
do culminante, ese paralelismo fecundo, que pon-
dremos de relieve con brevísimas palabras, mos-
trando el dolor de la Iglesia en cada uno de
aquellos momentos, que la posteridad juzga hoy
día por sus esplendores.
El período de San Gregorio el Grande, vio na-
cer el cisma en Constantinopla, la España en ma-
nos del arrianismo, la Inglaterra pagana, y á los
lombardos devastando la Italia.
El período de León III que coronó á Carlo-Mag-
no, vio á las tres sillas patriarcales de Oriente
caer á los embates del mahometismo junto con
quinientas sedes episcopales, y al paganismo ale-
mán invadiendo á Francia, y al patrimonio de la
Iglesia en manos de los lombardos, y la anarquía
sacrilega señorearse de Roma misma.
San Gregorio VII murió proscrito, exclaman-
do: «He amado la justicia y odiado la iniquidad».
Si resplandece con Alejandro III la dignidad
pontificia en toda la plenitud de su poder, tiene
ese cuadro por sombra las usurpaciones del em-
LUCHA Y VICTORIA 621

perador que levanta un Antipapa, el destierro


y las peregrinaciones del Vicario de Jesu-Cristo,
y tantas y tantas peripecias y amarguras, que
acaso los contemporáneos de poca fe también
creyeron que la barca de San Pedro estaba á
punto de anegarse.
Y en cualquier momento de la historia en que
fijáramos la mirada, advertiríamos el mismo es-
pectáculo y recogeríamos idéntica lección, por-
que en esa perpetuidad de la lucha se manifiesta
á las claras, que no se conserva ni vence la Igle-
sia por arbitrios de los hombres, como todas las
instituciones que ellos fundan y ellos destruyen,
sino por el brazo potente de Dios que permite la
contradicción, y sobrenaturalmente la defiende.
El siglo de León X es el siglo de la herejía
protestante.
Invirtamos ahora los términos para sacar pro-
vecho de estos contrastes históricos, y digamos,
que el siglo del liberalismo es el siglo de Pío IX
y de León XIII. Si el liberalismo es para la Igle-
sia el elemento del dolor en la presente centuria,
su elemento de gloria está en esos dos grandes
Pontífices, y en la plenitud de su poder apostóli-
co, y en la extensión, en la pureza y en la unidad
de la comunión cristiana.
La fe recobra su imperio entre las razas que la
abjuraron, y conquista tierras nuevas, abarcando
hoy en el radio de la verdadera religión las cinco
partes del mundo, y por tanto, una difusión que
jamás tuvo en los siglos precedentes. El princi-
pio de herejía ha muerto, como observaba más de
622 MISCELÁNEA

veinte años hace monseñor Manning. Se difun-


den los errores, crece la infidelidad, renace el
paganismo: es cierto; pero aquellas excisiones
producidas por doctrinarios rebeldes dentro de la
Iglesia, y que organizaban comuniones consisten-
tes y duraderas, han desaparecido, desde que el
protestantismo ha dejado de ser una religión. La
conspiración liberal aspira á destruir, según
sus propias palabras, toda creencia positiva. ¿Y á
quién combate, sino á la Iglesia Católica, única y
exclusivamente, y aliándose para eso, dentro y
fuera de la fracmasonería, con los restos de las
confesiones protestantes? ¿No basta esta circuns-
tancia para probar que no hay más que una Igle-
sia?... Su virtud nunca más fecunda en obras de
caridad, se revela con no menos esplendor en la
multitud de congregaciones ordenadas á la per-
fección de los elegidos por la práctica de los
consejos evangélicos, horriblemente odiados y
perseguidos, pero que se multiplican al infinito y
prevalecen contra sus enemigos. Pío IX define
el dogma de la Inmaculada Concepción, y con-
voca el Concilio Vaticano. La catolicidad jamás
presenció la autoridad pontificia en grado igual
de madurez y plenitud. León XIII, prisionero en
el Vaticano, y desposeído, como su santo prede-
cesor, de la soberanía temporal, afronta al mundo
entero, al mundo entero ilustra con supremas en-
señanzas, y recibe en su prisión, á los poderosos
de la tierra, que buscan en él la postrera esperan-
za del orden social y de la paz de las naciones.
Son éstos los esplendores gloriosos en que se
LUCHA Y VICTORIA 623

refleja la divinidad de la Iglesia, y debieran con-


firmar á los vacilantes, enardecer á los tibios, é
infundir coraje á los que se acobardan y temen.
Las sectas en acción contra la Iglesia difieren
esencialmente de las antiguas herejías, y la tor- •
menta que la combate es horrenda como pocas,
y nueva en su naturaleza; pero en este contraste
de la vitalidad interna con el furor délas contra-
dicciones exteriores, de la pasión de la Iglesia
con sus glorias y sus triunfos, se reproduce, co-
mo siempre á través de los siglos, el mismo fenó-
meno; y por lo tanto, la misma esperanza debiera
alentar á los contemporáneos, como la misma
admiración ha de tener el porvenir, cuando el
tiempo disipe las nieblas y no deje visible sino
lo que hoy contemplamos en la historia del pa-
sado.
Ni vacilemos en aplicar esta verdad fortificante
para esclarecer lo que pasa en torno nuestro, en
esta amada sección de la Iglesia de Jesu-Cristo,
hostilizada por gobiernos imbuidos en máximas
insanas y en propósitos, tan funestos en sí mis-
mos, como vanos ante los ojos del que prometió
estar con los suyos hasta la consumación de los
tiempos.
Imposible es prever todas las iniquidades que
llegarán á perpetrarse. Tiene el liberalismo de su
parte la fuerza, y no le contiene ningún reato.
Presenciaremos tal vez días muy dolorosos y en
gran número: días de pasión para la Iglesia, que
deben ser días de lucha para sus hijos. ¿Qué im-
porta?... La definitiva victoria no será de la men-
624 MISCELÁNEA

tira. El reino de Jesu-Cristo prevalecerá sin du-


da. Hagámonos dignos de defenderlo. Los que
lo sean contemplarán la victoria.
Noviembre I,° de 1884.

SOCIALISMO

Sería instantánea la regeneración de las inte-


ligencias, si los hombres de este siglo nos tomá-
ramos el trabajo de analizar todas las paradojas
que se nos venden por principios, y las contra-
dicciones que pululan en la teoría de la sociedad
moderna. Ella aparece informada por el princi-
pio de libertad, y es cierto, entre tanto, que desde
que fué predicado el cristianismo, nunca ha sido
el hombre menos libre. No existe más libertad
que la libertad de las pasiones, la cual es una
servidumbre. Pero ninguna de las libertades que
derivan de la justicia y se desarrollan en la vida
social, tiene solidez, ni encuentra quien la entien-
da entre los bullidores partidarios y propagan-
distas de la revolución. Se aplaude y se aparenta
amar al nombre de las cosas que no existen. Se
condena y se aparenta odiar el nombre de lo que
por todas partes impera en instituciones, tan con-
tradictorias como dañinas. Hay pueblos, entre
los cuales no se cuenta ya el argentino, que tie-
nen libertad de elegir los agentes de una autori-
dad desbordada y abusiva; y á ese derecho, co-
SOCIALISMO 625

m ú n como el de todos los pájaros, de dar plumas


p a r a las flechas, se le apellida «libertad política».
Economistas, legisladores, publicistas, y oficiales
d e todas las artes que (conforme á la ley de la
división del trabajo), comparten la tarea de dar á
los. pueblos felicidad, casi unánimemente con-
cuerdan en denostar y perseguir, unos por
utópica, otros por criminal, la escuela socialista.
S u nombre es abominado. Sus maestros pasan
en la cuenta de enemigos públicos. Leyes excep-
cionales se fulminan para ultimarlos. Nombrar-
los es escarnecerlos.
No tomará un católico su : defensa, sino en cuan-
to la caridad obliga á pedir, p a r a los hombres, la
misericordia, que nunca debiera amparar al
error. 'Mas sí puede y debe argüir á los escribas
d e las paradojas oficiales, probándoles que los
perseguidos valen más que ellos, supuesto que
son más sinceros. Hasta menos malicioso parece
el criminal cuando no es hipócrita. El socialista
franco, que rudamente confiesa su doctrina, y
p u g n a por trastornar los Estados p a r a amoldar-
los á sus ilusiones, llevadas al postrer extremo
que la lógica de los hombres alcanza; sin disputa
es menos funesto que el liberal posibilista, cuyas
empresas han saturado de socialismo positivo to-
dos los pueblos modernos.
Si hoy día se habla de industrias, luego asoma
el fantasma de la protección. Si se habla de pro-
piedad, al punto se desliza la teoría de su división
y de la movilidad de los valores, con su cortejo
de leyes limitativas del dominio, reguladoras de
40
626 MISCELÁNEA

las herencias, ampliativas del derecho de expro-


piación, desamortizaciones, y mil diversas for-
mas del despojo, para no contar la quimera de la
propiedad nacional, que aún no ha pasado de la
región vaporosa de la fantasía. Si se habla de
vías y medios de comunicación, en seguida en-
contramos al Estado empresario. Si del comercio
se trata, topamos con el Estado, socio de todos
los comerciantes, coimero de todos los especula-
dores, y partícipe de todos los mercaderes. El
Estado es rentista con los rentistas, usurero con
los usureros, banquero con los banqueros, si no
los esquilma á todos y los desaloja, por medio del
monopolio, ó por medio de los privilegios. El Es-
tado juega en las Bolsas, granjea en los merca-
dos, cosecha en las sementeras, sin haber sem-
brado; y no es posible dar un paso ni volver la
vista en ninguna dirección, sin chocarse con él.
Dejara siquiera libre el terreno de los intere-
ses y relaciones morales, la entidad y el teatro
de las instituciones fundamentales con las cuales
coincide. Pero lejos de contenerse, adquiere
fuerzas andando, y á medida que se vigoriza, más
anhela usurpar.
Como quiera'que el Estado no es más que la
sociedad considerada como un cuerpo soberano;
evidentemente su existencia implícala existencia
anterior de una organización social, que comien-
za por la familia. Luego la familia no es una
institución de la ley civil. El Estado moderno
llévala contraria. Considera la sociedad domés-
tica como una creación suya, se arroga el dere-
SOCIALISMO 627

cho de tutelarla, de reglamentarla, y hasta estas


dos monstruosas facultades: la facultad de con
tituirla, en virtud del matrimonio civil, y la fa-
cultad de disolverla, en virtud del divorcio.
Naturalmente que no ha podido regresar así
á la política pagana sin abjurar el cristianismo.
Para hallar el camino del despotismo le Jia sido
necesario romper barreras apostatando.
Reemplazar á la Iglesia es, por esta razón,
otro de sus anhelos; y ante todo, querría demo-
lerla.
No lo oculta, ni omite medio que le parezca
conducente, cuando tiene y donde tiene concien-
cia cabal de sus propósitos. Suele aquí y allá
contenerse dentro de cierto respeto á la tradi-
ción, ó de no sé qué residuos de fe; pero eso nace
de que no todos los liberales penetran la esencia
del liberalismo. Ofuscados, no obstante, por los
'• . errores en circulación, aún los más moderados
acumulan combustibles para conflagrar el orden
cristiano, incompatible con el socialismo que, á
ciegas ó á sabiendas, fomentan todos los políticos
naturalistas.
Dos faces principales presenta esta lucha. An-
tes que los demoledores francos, entran en com-
bate puritanos fingidos y farisaicos, que simulan
llevar su respecto por Cristo hasta ponerlo fuera
de todo conctato con las cosas de la tierra. Estos
doctrinarios son los inventores de aquel paralo-
gismo, que atribuye al Estado el gobierno de los
cuerpos, y á la Iglesia el puro gobierno ele las
almas. De su boca oímos que la Iglesia no puede
628 MISCELÁNEA

obrar sino sobre las conciencias, y que todo acto


de autoridad exterior, j:>or el hecho de serlo, es
privativo del Estado.
El sofisma no puede ser más transparente.
Sin duda que la autoridad de la Iglesia es espi-
ritual por razón del fin, en cuya mira fué institui-
da por Dios. Pero las meras almas y los meros
cuerpos no existen en el mundo. La persona
humana, compleja en sus elementos constitutivos,
aunque individua en su entidad moral, es el suje-
to, sobre el cual obran, así la potestad civil como
la potestad eclesiástica, distinguiéndose en que
aquella fué establecida para procurar el bien del
hombre en el orden temporal, y ésta lo fué para
procurarlo en el orden eterno. Mas tan falso
como decir que la autoridad civil sólo tiene po-
testad coercitiva y ninguna directiva, sería ase-
gurar que la potestad eclesiástica carece de poder
exterior.
Para llegar á esa conclusión habría de conce-
derse primeramente que la Iglesia no es una
sociedad, ó que es una sociedad invisible; es de-
cir, que habría de negarse la experiencia ó de
profesar la herejía, y en todo caso, ponerse en
contradicción con la verdad, salir del gremio de
la ortodojía, y en una palabra, apostatar.
Es, como se ve, la apostasía, unas veces el
principio, y otras veces el término inevitable del
socialismo recatado y vergonzante, pero opresor
y odioso, que caracteriza la constitución moder-
na del Estado.
La política ha oscilado entre dos extremos
SOCIALISMO 629

Bajo el feudalismo, el Estado era nada, ó poco


más que nada. t Pues queremos que sea todo, di-
jeron los reyes, repitieron los legistas y pax_la-
mentarios, y dogmatizó la revolución, encarnada
en las multitudes como acaeció bajo el reinado
de los jacobinos; en un hombre como Napoleón ó
Gaspar Francia del Paraguay; en las logias ma-
sónicas y las oligarquías políticas, como en las
naciones que pasan hoy día por más pacíficas,
más civilizadas y más libres.
Y como todo esto se deriva del error religioso,
aún el concurso que la corrupción moral presta
á las iniquidades políticas, forzosamente ha de
tener su expresión más aguda, digámoslo así, en
el punto en que se encuentran todos los intereses.
Iglesia, Familia y Estado: verdad y error, bien y
mal, fe é incredulidad, las preocupaciones tempo-
rales y las eternas, el reinado de Cristo y el rei-
nado del Antecristo, pugnan donde se decide de
la educación de la juventud. De ahí que el mo-
nopolio del Estado en la enseñanza sea la preten-
sión suma, el coronamiento indispensable, y la
máxima radical del liberalismo, doctrinario ó
empírico, saturado de aberraciones socialistas.
El ministerio docente del Estado se formula por
vía de corolario de todas sus falacias.
Enero 11 de 1885.
630 MISCELÁNEA.

FRÍAS
La fecha de mañana trae á la memoria de los
creyentes y de los patriotas, el nombre de don
Félix Frías, que en igual dia murió triste y lejos,
hace ya cuatro años. Complicado en la vida
política del país desde su juventud, salió de este
mundo puro y sin torcer su rumbo. No le torció
en su azarosa existencia de ciudadano, de solda-
do y de tribuno, ni en el gran negocio de la vida,
que es morir bien. Guiábale Cristo; y tal vez
quiso el Señor premiar su fidelidad, sustrayéndo-
le del espectáculo que hoy conturba la patria que
tanto y tan cristianamente amó.
¡Cuánto han dilapidado las revoluciones en el
Río de la Plata! ¡Cuántos elementos sociales des-
perdiciaron, comenzando por destrozarnos, en
arranques tumultuarios, que han puesto en duda
la capacidad de cada fragmento del país para
constituir las nacionalidades que se vanagloria-
ran de fundar! El Paraguay poco menos que
exterminado, el Uruguay bajo el despotismo mili-
tar, la Argentina disfrazando su decadencia y
servidumbre con los restos de sus fracasadas ins-
tituciones: ese y no otro es el balance de una po-
lítica loca, en que la pasión á veces noble, pero
siempre ciega, ha cifrado el bien y la gloria de
estos pueblos.
Que la exuberancia de población y los con-
flictos sociales de Europa derramen sobre esta
tierra fértil y desocupada millares y millares de
FRÍAS 631

hombres de trabajo, y tras de ellos capitales, y


asi ruede y prospere físicamente el país; porque
han coincidido con la consolidación de nuestra
independencia, la necesidad europea de emigrar
y la facilidad de la navegación; verdad es, pero
verdad que no compensa de la a m a r g u r a que nos
trae el saber que la decadencia moral |se propor-
ciona á esos incrementos materiales.
Han faltado principios fundamentales á nuestra
política.
En los días menos vergonzosos, hemos tomado
por tales, variables paradojas, ó ideas secunda-
rias, aunque exactas, que no adquieren consisten-
cias ni eficacia, cuando se las aisla, ó se invierte
la categoría en que debieran colocarse!
Será indisputable honor de Frías su claridad
de miras, su inalterable fidelidad de católico, y su
celo de ciudadano para predicar á un pueblo ol-
vidadizo el único principio necesario!
No le alcanzó el tiempo de lucha, á la vez polí-
tica y social, en que hoy día se disputa, y se dis-
putará, con porfía cada vez mayor, en honra de
Cristo y de su reino social, contra el liberalismo
•disciplinado para agredir la Iglesia y ultrajar de-
sembozadamente las conciencias. Pero en la obra
sorda y progresiva del error, desde muy tempra-
no adueñado de las esferas políticas, difuso en el
ambiente y contagiado á los mismos que ignora-
ban sufrir su influencia; constantemente percibió;
y con su palabra elocuente, y la ingenuidad de
su gran corazón, denunció sin cesar la raíz de
todas las desgracias que le rodeaban, y de los
desastres que preveía. >
632 MISCELÁNEA

Dícese que el padre Esquiú temía vivir algunos


años más, tan pavoroso le parecía el porvenir, y
tan inminentes las calamidades... Algo así enlu-
taba, sin duda, el alma de Frías cuando resolvió
expatriarse, y abandonó su familia con profunda
melancolía.
Dios ha llamado á uno y otro. Habían consu-
mado su tarea; y el Señor no menoscaba ni retar-
da el jornal.
Humanamente hablando, es grande el vacío
que dejaron, á vísperas del conflicto. Dios repar-
te, sin embargo, los dones proporcionados á las
vocaciones, y las fuerzas en la medida de los de-
beres. Los que estamos en la plenitud, ó en el
principio de nuestro afán, debemos todos, quienes
quiera que seamos, confortarnos con el recuerdo
de aquel sacerdote y de aquel ciudadano. ¡Ojalá
pudiéramos dar la misma cuenta que ellos de la
mina del Padre de Familias!
Noviembre 8 de 1885.

NICOLÁS AVELLANEDA
En el momento de dar á Nicolás Avellaneda el
adiós del cristiano al que se marcha de la tierra
llamado por Dios, no quisiéramos poner en deba-
te, ni con la alabanza ni con la crítica, una vida
política como la suya, más agitada que larga, en
que se mezcló á mil vicisitudes, y ligó su nombré
NICOLÁS AVELLANEDA 633

á acontecimientos históricos y soluciones consti-


tucionales de la más grave importancia.
La muerte le sustrae de la contradicción de los
partidos; y el tiempo no h a abierto aún para su
juicio el tribunal de la historia.
Séanos lícito, sin embargo, á los que podemos
ser testigos de su causa, colocar fuera de toda
duda desde ahora el principio que dio unidad á
su acción en las luchas variadas en que intervi-
no y en las muchas y elevadas funciones públi-
cas que tuvo á su cargo. Ese principio ha sido
el de la nacionalidad, harto vacilante cuando,
muy joven aun, Nicolás Avellaneda inició en la
prensa su carrera, brusca y prematuramente in-
terrumpida por la muerte. Amó con inalterable
fidelidad la integridad de la patria, y sus tradi-
ciones, por las cuales tenía u n culto fervoroso.
Su cooperación á la ardua empresa de constituir
la República y consolidar su unidad, h a sido efi-
caz y prominente; y este honor, que no puede
serle disputado, eleva é ilumina su carácter.
Absorta la nación en los problemas de su in-
tegración y en los conflictos de los partidos, lar-
gos años pasó sin preocuparse de los errores de
doctrina que se infiltraban gradualmente en los
espíritus, en las instituciones y en las tendencias
de los gobiernos. La reacción política contra
las antiguas formas de la sociedad hispanoame-
ricana, abrieron entrada á las paradojas revolu-
cionarias, y poco á poco sus quimeras más funes-
tas se arraigaron como otras tantas supersticio-
nes. No era de extrañar que un día, y precisa-
634 MISCELÁNEA

mente cuando las discordias políticas fueran me-


nos activas, ese contagio del error se manifesta-
ra groseramente, despertando la protesta y la
defensa de la verdad ultrajada. La cuestión reli-
giosa debía plantearse, desde ese instante, como
una cuestión social.
Así ha sucedido, en efecto, bajo el gobierno
del general Roca. Nicolás Avellaneda se puso
del lado de los princios cristianos.
Profundamente afectado ya por el penoso mal
que ha dado con él en el sepulcro, encontró sin
embargo en el fondo de sus creencias católicas,
energía para militar, y aquel reverdecimiento de
la fe de su infancia, trajo á sus labios acentos
elocuentes y sinceros, que Dios no tardó en pre-
miar.
Preparándose para el viaje en que se le acon-
sejaba buscar la salud, quiso primero buscar la
gracia en su fuente, y su participación de los San-
tos Sacramentos ha sido el último acto público
de su vida en Buenos Aires. Ha sido el más
grande, desde luego, para él, recibido en la uni-
dad de Cristo; y también para sus conciudada-
nos, edificados por su ejemplo, y por su ejemplo
advertidos de que no hay vida perfecta fuera de
la religión, ni hay ciencia comparable con la de
saber morir. El Santuario de Lourdes fué el sitio
que ansiosamente se apresuró á visitar en Euro-
pa, con preferencia á cuanto pudiera excitar el in-
terés de un hombre, como él, político, estudioso
y artista. Al pie de los altares y en el lugar ben-
decido por las apariciones de la Madre de Dios,
JUAN E. PEDERNERA 635

pidió en unión con su familia, y con edificante


fervor, lo que es lícito á un cristiano pedir á Dios
en medio del dolor. La oración nos asegura el
bien. A quien no alarga la vida, alcanza la re-
signación. Esta paz del alma que se da á sí mis-
mo en manos de Dios, habrá endulzado la agonía
de Nicolás Avellaneda.
¡Que la lección de su muerte cristiana sea pro-
vechosa para su país, y que Dios mitigue la an-
g'ustia de los suyos, y á él le conceda el refrigerio
de la eterna luz!
Noviembre 28 de 1885.

JUAN E. PEDERNERA

La muerte, tantas veces desafiada en las bata-


llas, dio por fin con el héroe en el sepulcro. Ben-
digamos á Dios que le conservó hasta una avan-
zada ancianidad: bendigamos á Dios que nos le
quita cuando tanto ha menester la República, el
ejemplo de patriotas como él.
La vida, cristianamente terminada en el Señor,
del general don Juan Esteban Pedernera, fué
prolongada serie de abnegación y de entereza
cívica. Educado en la escuela de San Martín,
tuvo en su diestra la espada como símbolo del
derecho nacional, sin degenerar jamás en la bru-
talidad soldadesca que entrega á la fuerza la
suerte de los Estados. Patriota del molde en que
636 MISCELÁNEA

se vació la generación fundadora de la indepen-


dencia, ha pasado las vicisitudes de la guerra
nacional y de la guerra civil, de la proscripción
y del poder, de la victoria y de los conflictos,
de su fecunda juventud y la gloriosa oscuridad
de su vejez, incólume en su virtud, puro de las
bastardías que arrastran la República por sendas
vergonzosas.
Una sola pasión dirigió sin cesar aquel noble
carácter de guerrero. Ella da unidad, explicación
y esplendor á toda su vida pública.
Después de cooperar á la emancipación argen-
tina, combatió á Rosas, porque Rosas personifi-
caba la más tenaz tentativa de la barbarie y del
apetito por dominar, en mengua de los principios
y el derecho, la vida social y política de su país.
Derribada la tiranía, en medio de la excisión
en que se echaron las bases de la organización
constitucional de la República, buscó su puesto
donde veía, con su desapasionado criterio de
patriota, la más genuina expresión de la sobera-
nía nacional. Estaba y a á la edad en que los
hombres, sin dejar de ser actores en la vida mili-
tante, comienzan á ser jueces de la política ma-
nejada por sus sucesores. El dio el prestigio de
su nombre y el auxilio de su maduro consejo á'
los que plantearon el régimen constitucional,
domesticando los elementos de fuerza formados
en las prácticas del gobierno arbitrario é irre-
gular.
Llegó un día en que todo pudo zozobrar. L a in-
tervención de 1861, rechazada por el gobierno de
JUAN E. PEDERNERA 637

Buenos Aires, terminó en la batalla de Pavón.—


Presentábanse, entonces, dos caminos que elegir:
la continuación de una g u e r r a entre Buenos
Aires y el resto de la República, de resultados
inciertos para el bien público, larga, enconosa y
probablemente destinada á arrojar al país en es-
pantosa anarquía y engendrar nuevos caudillos,
nuevos odios, inacabables desórdenes; ó cortar
por el atajo conducente á la paz, acomodándose á
un hecho que transformaba las cosas, pero sus-
ceptible de ser circunscripto en su alcance y
aprovechado con patriótica abnegación en pro de
la solidez institucional. Todo estaba en manos
del general Pedernera. De su resolución pendían
los destinos de la República. Hablaría el amor
propio á su alma de guerrero; hablarían su len-
guaje temerario las pasiones de los políticos al
oído del magistrado. Pero más decisivamente ha-
bló su inspiración de patriota. El general con
altísimo coraje y abnegación disolvió el gobierno
del Paraná, y salvó la nación de largos años de
guerras intestinas. De lo que después viniera,
no era él responsable ante Dios y sus conciu-
dadanos.
E n ese acto de virtud y de valor termina su
vida pública.
Los años y las desgracias siguieron marchitan-
do su lozana naturaleza, pero no su espíritu ni su
temple moral. Mucho ha sufrido, porque ha visto
mucho en sus postreros días, que han parecido
ser también los últimos de las libertades nacio-
nales, que él contribuyera á fundar, y del honor
638 MISCELÁNEA

de la República a cuya custodia le consagrara su


vocación militar. Su grandeza de alma, trasunto
de la virtud de sus contemporáneos, contrastaba
humildemente para los nuestros, con la pequenez
de estas hordas ávidas lanzadas hoy día á apre-
sar la República con áspera voracidad.
¡Pobre y querido general! Dios le sustrae del
odioso espectáculo déla decadencia. Pero le lleva
á su seno, y nos amará y amará á su patria desde
donde pueda, más que en vida, ser de constante
auxilio á Jos que combaten por la regeneración
cristiana de la República.
Febrero 4 de 18S6.

R A F A E L GARCÍA

Tuve, hace algo más de dos años, la fortuna de


dar motivo á la más espontánea y ruidosa expan-
sión que el pueblo de Córdoba haya tenido desde
que cayó en manos de la oligarquía reinante. En
ese día, que será uno de los más gratos recuer-
dos de mi vida, conocí personalmente al doctor
Rafael García, con el cual estaba ligado desde el
principio de la guerra emprendida por el gobier-
no nacional contra la Iglesia; y en aquellos mo-
mentos, por la comunidad de la persecución ofi-
cial.—Nunca olvidaré la honda impresión que en
mi espíritu produjo aquella alma tan elevada,
aquel corazón tan sano, aquella mente tan lumi-
RAFAEL GARCÍA 639

nosa, aquel carácter tan firme, aquella fe tan


acendrada y efusiva, aquella palabra tan simpá-
tica y ardiente. Quedamos irrevocablemente li-
gados por una amistad, que no romperá, de ver-
dad, la muerte que le ha conducido de súbito al
seno de Jesu-Cristo, que él amó tanto y para cuya
suprema visita estuvo día á día preparado.
Pero sí tengo la cristiana certidumbre de que
ha sido su muerte un tránsito de paz; todos los
que le amamos, viéndole desaparecer de nuestro
lado 3 sentimos el corazón desgarrado por el do-
lor de la naturaleza, que Cristo santificó lloran-
do sobre el sepulcro de Lázaro; y por mi parte,
le debo el público homenaje, que los supervivien-
tes tributan á los muertos ilustres y queridos.
El doctor García, por amor á la justicia en to-
das sus manifestaciones, h a militado desde su ju-
ventud en la política, propendiendo á radicar las
instituciones y á consolidar la nacionalidad ar-
gentina. Tal vez no acertara siempre, en medio de
vicisitudes tan complicadas c$mo ha pasado el
país desde la caída de Rosas, con la vía más se-
gura y más breve. Puede ser que haya deposita-
do, un día ú otro, inmerecida confianza en hom-
bres, expedientes ó partidos. Pero de la rectitud
de su intención, ni amigos ni enemigos concibie-
ron jamás sombra de duda. E r a un ciudadano
abnegado y generoso, en el cual no hicieron
presa las ambiciones malsanas. Sabía, por lo de-
más, que los conceptos cambiantes y fugitivos de
la política naturalista son estériles para el bien co-
mún, cuyo celo devoraba su corazón de argén-
640 MISCELÁNEA

tino, y llevaba, como don Félix Frías, á los parti-


darios con quienes actuaba en la vida pública, la
infinita ventaja de conocer que las instituciones
civiles, por sabias que sean, nada producen de
suyo, ni siquiera conservan puro su espíritu, si
el principio católico n o las vivifica.—Fué natural
que, conducida la República por el curso de los
sucesos y las lecciones de la experiencia á sepa-
rar radicalmente las ideas secundarias, en que
los hombres se uniformaban, de las ideas funda-
mentales en que, por desgracia, disentían, plan-
teando de esta suerte el problema político y so-
cial en sus términos más graves y trascendentes,
el doctor García se desligara de todo compromi-
so de partido para abrazar, con su entusiasmo
genial, el programa de la Unión Católica, que
pierde en él uno de sus adadides de primera fila
y uno de sus más gloriosos ornamentos.
Otra de las funciones sociales del doctor García
ha sido la magistrtura. E n su tribunal estaban
de asiento la cieñe; a y la integridad. Jamás pro-
nunció un fallo que fuera revocado en las instan-
cias superiores de los juicios, y era frecuente que
los litigantes vencidos se abstuvieran de inten-
tar recursos, porque en el doctor García antes
que el poder jurisdiccional, veían un oráculo de
la justicia.
El indefinible ascendiente de su persona, des-
pojada, en el trato de la juventud, de la austeri-
dad del magistrado y embellecida con todas las
ternuras de la paternidad cristiana, hizo del doc-
tor García, durante su larga carrera de profesor,
RAFAEL GARCÍA 641

u n a entidad que no h a de reproducirse en los


claustros hoy día profanados, de la antigua Uni-
versidad de Córdoba.—No era un frío intérprete
de textos. Era el Mentor de los jóvenes, unida-
mente empeñado en que conocieran la Ley y se
enamoraran de la Justicia. Aspiraba á embeber
sus almas en la Verdad; y no había otra para él
fuera de la VERDAD INCREADA, á cuya contem-
plación condujo, durante más de veinte años,
multitudes de estudiantes á quienes amaba como
á hijos, y que le rodeaban y seguían con inalte-
rable veneración.—La despedida de sus discípu-
los, cuando fué inicuamente lanzado de la Uni-
versidad en 1884, tuvo el aspecto desolador de
un duelo de familia; y acaso no pasó en su vida
por amargura comparable á la de verse separa-
do de la juventud. Recuerdo que las lágrimas se
agolpaban á sus ojos al contemplar desde los
balcones de mi alojamiento en Córdoba, las
puertas de la Universidad violentamente cerra-
d a s para él; y al hablarme de sus jóvenes amigos
d e las aulas, por fuerza abandonados, su Voz se
ahogaba en un sollozo.
Naturaleza tan delicada y sensitiva no podía
menos de ser, como fué, en el plácido hogar de
su familia, á la manera de un patriarca antiguo,
que en él tomaba fuerzas para resplandecer so-
bre la sociedad como guía, modelo y autoridad,
impuesta aún á los pocos que le odiaran. Veía
renacer en sus hijos las austeras virtudes de su
alma; y compartía con la anciana compañera de
sus días el regocijo de este reflorecimiento de la
41
642 MISCELÁNEA

vida en sus descendientes, con alabanza al que


es principio de toda paternidad, y al cual hon-
raba con el holocausto de su paciencia en la
desgracia, y el homenaje de su modestia en la
alegría.
¡Qué alma tan intensamente piadosa! ¡Cómo
vibraba su palabra, llena de armonía y de un-
ción, cuando se elevaba, con sus pláticas favo-
ritas, á los misterios augustos del amor de Dios!
Y que naturalmente impregnaba del perfume de
esos sentimientos tiernísimos [todos los asuntos
de la vida moral y civil, que trataba con la pro-
fundidad de un pensador y la elevación de un
apóstol. Era el doctor García la más genuina, la
más vigorosa y la más brillante personificación
de la antigua Córdoba, en la plenitud de su dig-
nidad moral y de su cultura cristiana.
Su muerte es una prueba terrible que nos man-
da Dios. Si otra igual, empero, hubiera él presen-
ciado, él mismo nos habría enseñado á bendecir,,
con humilde resignación, el inexcrutable decreto
que nos hiere, y á asirnos de la cruz de Cristo,
Hombre de Dolores y Dios de Misericordias, en
este día de tribulación!
Pobre amigo mío! no nos olvides en el lugar de
refrigerio de la luz y de la paz. Los que aquí per-
manecemos al pie de la santa bandera, que fué
tuya, lloramos, pero decimos á nuestro Señor y
nuestro Dios: Fiat voluntas ína!
Enero 5 de 1887.
TR3STÁN ACHÁVAL RODRÍGUEZ 643

TRISTÁN ACHÁVAL RODRÍGUEZ


Ya que no he podido llevar á la tumba de Tris-
tan Achavál el homenaje que Goyena le ha tri-
butado elocuentemente á nombre de la Unión
Católica, no quiero dejar trascurrir estas horas de
luto sin darle el supremo adiós desde las colum-
nas del diario, que fundamos juntos, y que ha sido
instrumento de tareas y de combates comunes.
No bosquejaré sus primeros pasos en el terreno
de la política, en que actuó desde m u y joven, apa-
sionada y ruidosamente. Nuestras relaciones per-
sonales datan desde 1882, y corresponden á la faz
definitiva y madura de su vida pública.
Nos encontramos por primera vez en las sesio-
nes del Congreso Pedagógico, reunido por aque-
lla fecha bajo protección oficial. Ese Congreso,
totalmente infecundo para el bien social, sir vi ó
sólo para que se desenmascararan los designios
naturalistas y paganos, infiltrados poco á poco en
la educación pública, pero que aún no habían te-
nido la audacia de exhibirse con las pretensiones
de un plan doctrinal y sistemático.
No teníamos entonces más órgano de discusión
y defensa que la Revista Argentina reaparecida
con este lema, que la experiencia nos había, gra-
cias á Dios, enseñado á entender y amar: Instau-
rare omnia in Christo. Equivale decir que es-
tábamos desarmados frente á la prensa diaria,
unánimemente liberal, casi toda violentísima en
su lenguaje, y desatada contra los católicos sin
644 MISCELÁNEA

ningún miramiento personal. Ella mistificó á


mansalva la opinión respecto de nuestros móvi-
les, de nuestra conducta, y de nuestras exigen-
cias, que no excedían un punto de lo que perte-
nece de derecho á 3a conciencia cristiana y á la
autoridad de la Iglesia.
Si la osadía del sofisma ponía de relieve la
magnitud del conflicto social creada por el incre-
mento del liberalismo, no podían los católicos
permanecer inermes sobre un campo conflagra-
do. Nadie dudó de la necesidad de combatir, y
fundamos La Unión. Lejos de mí el propósito de
reseñar los principios y desarrollo del movimien-
to católico, en estas líneas de meros recuerdos
personales y doíorosa despedida á un compañero
• querido. Achával, como decía ayer Emilio La-
marca, fué un obrero activo y abnegado de la
primera hora, que no vaciló por ninguna consi-
deración utilitaria en la empresa generosa de
servir la verdad pura, ingenuamente recibida
del foco de la luz, y varonilmente promulgada
contra todas las contradicciones del error y de
la moda.
Pocos meses después, las paradojas del Con-
greso Pedagógico pugnaban en el Parlamento
Nacional por convertirse en institución. Nuestras
previsiones se realizaban así, y su realización
nos imponía deberes, que por su parte cumplió
Tris tan Achával en términos que ahora nos es
lícito ponderar sin escrúpulo, y aplaudir sin re-
serva. Su teatro de acción estaba en la tribuna
política; y se mantuvo en ella con prodigiosa
TRISTAN ACHAVAL RODRÍGUEZ 645

energía y brillo extraordinario. Son memorables


los debates de 1883 en que principalmente él y
Pedro Goyena desplegaron todos los caudales de
la elocuencia en defensa de la fe, de la juventud,
del derecho paterno y de la existencia misma de
la sociedad, minada por la apostasía religiosa; y
no se borrará nunca de mi memoria aquella
noche en que desesperadamente, pero sin desma-
yar, luchó Tristán A chaval hora tras hora, como
soldado que se niega á rendirse sobre los escom-
bros del baluarte.
Los conflictos se acumulaban rápidamente, y
cada confesión de la verdad traía una luz, y cada
contraste engendraba una fuerza. El Congreso
Católico de 1884 fué una condensación de esas
fuerzas, y una irradiación de esas luces. Tuvo
allí también Achával un papel eminente, y con-
tribuyó con su palabra fervorosa y convencida á
crear la Unión Católica, en cuyas tareas sociales
y políticas colaboró desde el primer momento.
La radiosa iluminación inundaba su alma, por-
que Dios premia con la gracia de la sabiduría los
sacrificios del celo. Era convicción firmísima de
su espíritu que el reino de Cristo es el funda-
mento y necesaiia condición del bien social. Fa-
milias, pueblos, sistemas, gobiernos, Estados: todo
es transitorio y caduco. Sólo son inmortales Dios
y los hombres. Por eso es funesta, vacía y hasta
sacrilega, toda política que se desentiende de
estos dos términos extremos en la escala y rela-
ciones de la vida. Y no es otro el carácter del
liberalismo. Así que la política católica tiende á

»
646 MISCELÁNEA

restablecer la armonía perturbada, instaurando


todas las cosas en Cristo. Conocer esta verdad,
que confesaba y servía Tristán A chaval, es el don
más raro en un hombre del siglo decimonono,
que la rechaza ofuscado por la soberbia de sus
quimeras.
¡Cuan fecunda podemos humanamente inferir
que habría sido esta vida, prematuramente tran-
cada!
¡Con cuánta angustia vemos desaparecer á
nuestro amigo los que le amábamos!
Nuestros abuelos murieron juntos inmolándose
por sus leales convicciones; y parece que su san-
gre, mezclada en el mismo suplicio, hubiera crea- ,
do entre nosotros uno de aquellos vínculos miste-
riosos que ligan las almas en los anhelos y los
corazones en el sacrificio! Tan robusta comunidad
de afectos, como resiste á la desgracia, desafía
también al tiempo y á la muerte.
No es el olvido para recuerdos tan nobles como
el de Achával, ni para amistades que se forman
en las luchas más hermosas de la tierra.
Tuve el triste consuelo de contemplarle en sus
últimos días, y admirar en él dos gracias divinas
que resplandecían en su persona: su paciencia
inalterable en medio de padecimientos horroro-
sos; y la abnegación sublime con que se despren-
día de una familia, tan necesitada de su apoyo,
obediente al decreto providencial, sereno como
el monje, cuya vida entera es renuncia y des-
asimiento de las cosas de aquí abajo. Esa gracia
final, ó la salud, conforme á los designios del
TRISTÁN ACHÁVAL RODRÍGUEZ 647

Señor, había pedido á la santísima Virgen el 22


de Octubre en el Santuario de Lujan. La que es
auxilio de los cristianos le alcanzó copiosamente
ese premio de su fe valiente, y el deseo de su
piadosa peregrinación.
Duerme hoy en paz como García, como Risso,
como Feijóo, como Esquiú, como Frías, cuya
muerte ralea nuestras filas y enluta nuestras ban-
deras. Inclinemos la frente con humildad y con
esperanza. L a Unión Católica comienza su mi-
sión social rodeada de mil tristezas. Si el Señor
no alumbrara nuestra mente dándonos la clave
que descifra los misterios profundos de la adver-
sidad, nos desalentaran acaso tantos contrastes y
tan multiplicadas y hondas amarguras. Pero la
secular historia de la Iglesia, manifiesta que la
contradicción y la desgracia son claras señales
de la pureza y fecundidad de las obras católicas,
porque el signo de Cristo es el dolor. Adoremos
la voluntad de Dios, oremos por nuestros muer-
tos amados, y militemos varonilmente. Sea para
nosotros u n fanal, en el duro derrotero que se-
guimos, la cruz de cada tumba, y la eterna me-
moria de cada uno de los nuestros, bienaventu-
rado porque muere en el Señor!
E n e r o 8 de 1887.
648 MISCELÁNEA

LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Conferimos en este día, aniversario de la inde-
pendencia nacional, sobre un punto poco y mal
tratado, no obstante el interés que despierta en
todo espíritu patriótico y cristiano. Huecas de-
clamaciones de racionalistas y escépticos han
divulgado á porfía el concepto de que la emanci-
pación de la República Argentina es un hecho
político inconciliable con los principios católicos;
deduciéndose de ahí que los hombres de nuestra
escuela vivimos en perpetua contradicción con
nosotros mismos. No pocos creyentes han eludi-
do el examen de este problema por un tímido re-
celo de encontrar en su solución los conflictos de
conciencia ponderados por los incrédulos, sin re-
parar que, en tan grave materia, es más propio
afrontar las asperezas de la verdad que adorme-
cerse en una somnolienta incertidumbre. Uno
de los raros políticos cristianos, que han dejado
rastro en la historia de la República, quiso resol-
verlo doctrinariamente en 1815; pero, admitió el
error de considerar el movimiento de 1810 como
una reacción contra la conquista española, en
que los pueblos reivindicaran derechos de las ra-
zas indígenas, que al menos en estas regiones
nunca constituyeron cuerpo regular de sociedad
civil.—Equivocado así en la definición del hecho
que juzgaba, no pudo el doctor Castro Barros dar
cumplida y satisfactoria cima á su noble propó-
sito. Los lugares retóricos de aquellos tiempos
LA INDEPENDENCIA NACIONAL 649

de combate no perturban ya nuestra mente y


estamos en mejor aptitud nosotros que nuestros
predecesores para examinar los hechos y anali-
zar las ideas. Y planteada netamente la cuestión
de inquirir si la independencia nacional se justi-
fica ó no á la luz de los más severos principios
de la filosofía católica, respondemos sin titubear
afirmativamente, y deplorando tan sólo deber
restringir nuestro raciocinio en los límites estre-
chos de un artículo de diario.
Así como la materia (y perdónesenos el uso de
estas expresiones de escuela) se determina por
la forma, todas las cosas se determinan por el fin
á que miran. Para especificar el concepto del
Estado indaga, por eso, Santo Tomás de Aquino,
cuál es el fin de la sociedad civil. Si el hombre
pudiera por el ejercicio de sus fuerzas aisladas
alcanzar el que le es propio, sería el estado social
un artificio creado en virtud de discutibles con-
veniencias y de convenciones precarias. Pero
hay multitud de necesidades de la naturaleza
humana, (adecuada á su finalidad como la na-
turaleza de todos los seres), que no pueden
ser satisfechas en el aislamiento de un hipoté-
tico estado anterior á la constitución de la so-
ciedad,
Por consiguiente, los hombres se reúnen en
multitud por una ley intrínseca y esencial de su
naturaleza que los asocia p a r a proveer á la satis-
facción de muchas necesidades relacionadas con
su fin, y suministrarse recíprocamente lo que de
suyo y aislados no pudieran adquirir. El santo

rh
650 MISCELÁNEA

doctor llama al conjunto de estas necesarias sa-


tisfacciones: suffitia vitos.
Pero si la suficiencia de la vida exige imperio-
samente la existencia de la multitud; la multitud
á su turno exige una organización; un elemento
unitivo y director, \xn& forma, para volver á em-
plear la palabra de la escuela. De aquí el prin-
cipio de la autoridad.
Ahora, como las múltiples necesidades de la
naturaleza no son idénticas en intensidad ni esen-
cia, ni requieren igualdad de medios p a r a su sa-
tisfacción, la suficiencia de la vida se realiza en
un sistema de comunidades orgánicamente cone-
xas, y proporcionadas á sus fines particulares: la
familia, la ciudad, y finalmente, el Estado, que es
natural y orgánico, y constituye una entidad éti-
ca, necesariamente conforme á los fines de la so-
ciedad, por los cuales y para los cuales existe
dotado del poder de gobernar.
De las muchas máximas que se derivan de este
modo de concebir la naturaleza, funciones y lími-
tes del Estado, no pondremos en relieve sino la
que directamente dice al asunto que tratamos, y
ésta es, que el Estado, sobre todas las cosas, debe
proponerse servir al bien común, normar su con-
ducta, en el ejercicio de la soberanía que le in-
cumbe, por la ley fundamental de la sociedad,
que es, según Santo Tomás, la suficiencia de la
vida. Sólo en las cumbres y en el puro ambien-
te de la filosofía cristiana, puede el espíritu del
hombre alcanzar una noción tan luminosa, tan
elevada, y á la vez tan comprensiva y práctica,
LA INDEPENDENCIA NACIONAL 651

de los principios políticos. Iluminado por ella,


acaba el gran Pontífice reinante de zanjar la con-
tienda entre España y Alemania en un fallo in-
mortal, monumento de sabiduría, que en vano
pedirían los pueblos á gobiernos ni filósofos en-
golfados en las quimeras de la escuela revolucio-
naria. Con el espíritu imbuido en las mismas
máximas, podemos abrir serenamente el proceso
del sistema colonial de España en estas regiones,
y preguntar ante todo: ¿si el gobierno demolido
por la emancipación nacional, satisfacía á los
fines, en cuya mira se establecen, y por las cua-
les se legitiman todos los gobiernos?
Tuvieron principio los movimientos, cuyo re-
sultado consagra el acta del 9 de Julio de 1816, en
incidentes sociales y en incidentes políticos.
Se relacionan aquellos con la legislación eco-
nómica y rentística de la América española, que
sería oportuno exponer, sino nos fuera forzozo
compendiar. Nadie puede examinarla sin con-
venir en que era sistemática y evidentemente
contraria al bien de las sociedades que regía. Su
rigor primitivo llegaba á extremos que parecen
fabulosos, y de los cuales no triunfaron los anti-
guos colonizadores, consolidando el imperio de
la civilización y desenvolviendo los planteles de
la vida municipal, sino merced á la excepcional
fortaleza de una estirpe tan paciente en la adver-
sidad como heroica en las batallas.—Las atenua-
ciones que con el tiempo sufriera, jamás bastaron
á colocarla donde la justicia y la razón pedían.
Ni es menester que se hagan pesquisas muy pro-
652 MISCELÁNEA

lijas en la historia, para apercibirse de que el sis-


tema de los impuestos coloniales estaba concebi-
do en oposición á los principios que los justifican;
lo cual fuera poco todavía, si el régimen econó-
mico, en todos sus aspectos, no revistiera idénti-
cos caracteres. A las reclamaciones del Río de
la Plata que exigía para sus industrias y su co-
mercio- libertad y leyes racionales que los prote-
gieran, el gobierno oponía el interés de vigilar
celosamente por la conservación del Imperio de
Indias. Y como, en buena filosofía, es el bien so-
cial el fin que explica la existencia del gobierno,
se sigue que el gobierno, sacrificando el bien de*
la sociedad gobernada á un interés egoísta y se-
cundario, perdía su razón de ser por esta absurda
inversión de las doctrinas y prácticas políticas.—
En el inmenso círculo de los intereses económir
eos {y de las necesidades materiales, el Estado
defraudaba entonces, como es evidente, la sufi-
ciencia de la vida. De estos antecedentes se
siguió que la elaboración de la independencia
comenzara por disputas y conflictos en materia
de economía social.
Cargos de no menor gravedad formábanse á
la vez, contra la corona por su abandono ú hos-
tilidad en cuanto se refería á la cultura general,
sobre todo después de expulsada de los dominios
españoles la Compañía de Jesús. Y á todo se aña-
dieron las querellas políticas. Si hay una necesi-
dad humana y social cuya satisfacción corres-
ponde al Estado de una manera á todas luces
evidente, esa necesidad es la defensa común, que
LA INDEPENDENCIA NACIONAL 653

el Estado fué incapaz de satisfacer en 1806. Por


razón de los orígenes de la sociedad hispano ar-
gentina, el Estado era imperial, en el sentido ro-
mano de la palabra, antes que una forma jerár-
quica de la misma sociedad en su desenvolvi-
miento normal.
Mas si esta circunstancia explica el estrecho é
imprevisor egoísmo de su política económica,
dista infinitamente de justificarlo, y arguye más y
más contra la negligencia en compensar, por me-
dio de una defensa diligente, los daños y la mise-
ria pública nacidos de su legislación opresora.
También bajo este aspecto defraudó la suficiencia
de la vida.
¿Qué fué, por consecuencia, la emancipación
nacional, sino una evolución orgánica y vital
para proporcionar el Estado á las. funciones que
la filosofía cristiana le atribuye en la dirección
de la sociedad?
Ocioso fuera, en vista de lo dicho, exponer aquí
la doctrina más autorizada respecto al derecho
de resistencia y de insurrección. No es dable
negar á la comunidad el poder de adaptar el Es-
tado á las necesidades del bien común. El ilustre
Suárez h a dicho con enérgica concisión: tota
Respublica superior est Rege. Y el doctor Angé-
lico: «el reino no es para el rey, sino el rey para
el reino».
Apenas añadiremos una observación sustan-
cial. •

En el momento de la emancipación nacional,


el Estado hispano imperial, cuya infidelidad á
654 MISCELÁNEA

sus fines esenciales en América es evidente, es-


taba dislocado, no sólo por la conquista extranje-
ra,—sino además, y antes y después de la heroica
guerra contra Napoleón,—por los disturbios in-
testinos que lo perturbaron; é interrumpiendo el
orden dinástico, dirimieron el vínculo político
entre Castilla y las Indias, según la doctrina del
derecho público español.—Ningún principio fun-
damental en el fondo de la sana doctrina hay que
oponer al espontáneo movimiento de un cuerpo
social que se organiza en situación semejante, es-
forzándose por coordinar los elementos constitu-
tivos de una nación con todos los atributos de la
soberanía.
Sabemos muy bien que no todo es sombrío en la
historia colonial de estas regiones, como no todo
es luminoso en el turbulento período transcurri-
do desde la emancipación hasta aquí. Amamos
cordialmente nuestra estirpe y sus tradiciones, y
jamás querríamos que pasiones intempestivas ni
locos arrebatamientos debilitaran el lazo de la
sangre y de la simpatía fraterna entre pueblos
que pueden enorgullecerse de las mismas glorias,
profesan la misma fe, hablan la misma lengua, y
participan de sentimientos y entusiasmos, qui-
méricos á veces, pero jamás innobles ni bastar-
dos. Ocasiones hay en que echamos la vista al
pasado y al presente, lamentando que un frenesí
de novedad, insensato si los hay, supersticiones
groseras y villanos apetitos, hayan aniquilado
instituciones sanas, embriones fecundos de ver-
dadera y sólida libertad civil, costumbres y fre-
UNA PALABRA DE HISTORIA 655

nos morales, fuentes y signos de dignidad y de


honor, abatidos por los vicios que nos precipitan
en prematura decadencia. Pero ni los elementos
de salud del antiguo régimen, ni las semillas re-
volucionarias, inmorales y anticristrianas espar-
cidas hoy día en el seno de la República, alteran
los antecedentes históricos de la emancipación
nacional, ni el juicio definitivo de ese hecho, jus-
tificado de sobra, y enteramente extraño á los
errores de los políticos y á la malicia de los per-
versos.
Con la conciencia del católico y el amor del
ciudadano prestamos homenaje á la memoria de
los fundadores de la nación, y damos gracias á
Dios en el aniversario de la independencia, ro-
gándole que enderece los caminos de la Repúbli-
ca extraviada, y conserve, por piedad, en nuestros
hijos la fe de sus abuelos, para que la Justicia
impere sobre nuestra descendencia, mediante el
reinado social de Jesu-Cristo.
Julio 9 de 1887.

UNA PALABRA DE HISTORIA

Difícil sería sacar todas las lecciones útiles


para nuestra conducta que la encíclica contiene,
si no precisáramos, examinando algunos hechos
é instituciones, el grado de desarrollo á que ha
llegado en la República el liberalismo, para lo
656 MISCELÁNEA

cual, y ante todo, interesa bosquejar su historia,


si bien ha de ser tan compendiosa y superficial-
mente como lo exigen los escritos breves y fu-
gaces de la prensa diaria.
La introducción del liberalismo no es de hoy.
No es siquiera contemporánea de la emancipación
nacional. El liberalismo, amoldado al orden po-
lítico de entonces, se actuaba ya bajo el régimen
de los monarcas españoles en Indias. Esta escue-
la, en efecto, abarca dos propósitos. Consiste el
primero en un incremento anómalo del poder ci-
vil, exagerado á expensas de la soberanía de la
Iglesia, cuyo sitio tiende á ocupar dislocando la
ordenación de las potestades, y desnaturalizando
el organismo social para despojarle de su vitali-
dad y convertirle en mecanismo movido por el
Estado. Consiste el segundo en el intento delibe-
rado y maligno de constituir la sociedad civil
fuera de toda subordinación á las doctrinas y
normas de la religión revelada.
Naturalmente el primero ha sido, en la historia,
que es la esfera de los hechos, precursor del libe-
ralismo filosófico, que la revolución anticristiana
formulaba en teoría. Y ese concepto del Estado y
de la política y á la noción de la libertad civil,
fué transportado de Francia á España por la di-
nastía de Borbón, que conspiró contra las sanas
tradiciones y remató en el absolutismo, expresa-
do, respecto de sus relaciones con la Iglesia, en el
sistema regalista.
No era novedad la regalía propiamente dicha,
y hubo reyes de la casa de Austria que se desli-
UNA PALABRA DE HISTORIA 657

zaron en sus pretensiones; pero al período borbó-


nico corresponde su auge, su organización siste-
m á t i c a y las tentativas más permanentes por
consolidarla y ensancharla.—Carlos III la perso-
nifica en su mayor latitud. Atenuada por el res-
peto á la fe y por la unidad religiosa, conveni-
m o s en que no revestía apariencias capaces de
h a c e r l a vivamente odiosa al pueblo católico.
¿Quién negará, sin embargo, que traía inoculadas
las ideas heréticas y tendencias cismáticas? Por
otra parte, y sin discutir aquí el carácter de Car-
los III, tampoco es razonable negar que, á lo me-
nos, sus consejeros estaban contaminados por el
espíritu volteriano y la acumulación de frivolida-
des y paradojas escépticas, que por abuso de
lenguaje, se llama la Filosofía francesa del siglo
XVIII.—Mediante esta circunstanciaba adultera-
ción de los principios hasta entonces institucio-
nal, y que sólo por implicancia, digámoslo así,
afectaba á las ideas en el orden religioso, entraba
e n camino de hacerse doctrinal; hecho, también
fuera de disputa, que nos confirma en colocar
p o r aquellos tiempos los preludios del liberalis-
mo.
E n el momento de la emancipación nacional,
los hombres de gobierno, así del clero como secu-
lares estaban por su mayor parte imbuidos en
las doctrinas regalistas, enseñadas con tanto ri-
gor, que Solórzano, pasaba entre no pocos por
ultramontano; y no reflexionaban siquiera que la
regalía encerraba, fuera del derecho de patronato
d e los monarcas, que era legítimo, un copioso
42
658 MISCELÁNEA

número de abusos y de usurpaciones, entre los


cuales citaremos por más prominentes, el derecho
del Exequátur y los Recursos de Fuerza. Do-
minados, además, por el anhelo de la independen-
cia política, paraban poca atención en las múlti-
ples cuestiones canónicas, dogmáticas y morales
comprometidas en los problemas del derecho pú-
blico eclesiástico. Ideas rutinariamente fijas en
todas las cabezas, presentaban la regalía como un
anexo y complemento de la soberanía. Habríales
parecido que no reivindicaban para su país, los
derechos soberanos en toda su integridad, si cons-
tituían gobiernos desprovistos de ese atributo. Y
así incurrieron en doble error. Erraron, preten-
diendo que el derecho de patronato concedido al
rey de Castilla en las iglesias de la América 'es-
pañola, se transfería á los gobiernos nacionales,.
nacidos de la emancipación, por el hecho de la
independencia, junto con todas las prerrogativas
inherentes á la soberanía. Erraron, constituyén-
dose herederos de lo que pertenecía y de lo que
no pertenecía á los reyes; y añadiendo al patro-
nato, que es de su parte usurpación) aunque fuera
derecho de los monarcas, las demás pretensiones
de la regalía, que fueron originariamente usurpa-
das, y ninguna posesión puede legitimar, como-
que atenían contra derechos inalienables é im-
prescriptibles de la Iglesia.
Este doble error, manifiesto en doctrinas y he-
chos, cuya, reseña es menester que sea trazada
alguna vez, se agravó rápidamente con la deca-
dencia de la fe religiosa 3^ la difusión de máximas,.
UNA PALABRA DE HISTORIA 659

que no por ser contradictorias y falsas, tenían me-


nos poder de seducción. Los verdugos de la re-
volución francesa las escribieron con sangre. No
bastó eso para que el mundo las aborreciera, ni
impidió que envenenaran las fuentes de la política
argentina. L a incredulidad se asoció á la regalía
para incubar la segunda forma del liberalismo.
Un largo período comienza por entonces en
que prepondera la ambigüedad ó la hipocresía.
L a legislación se aparta, ya gradual, ya brusca-
mente, de la disciplina cristiana. L a política vul-
nera los derechos de la Iglesia y sacrifica los in-
tereses morales de la sociedad por un orgullo que
no habría llegado a tanto con un poco más de fe y
reflexión.—Libertades, admisibles cuando hechos
irremovibles las hacen como necesarias, se con-
vierten en principios, y franquicias, razonables
cuando son moderadas y circunscriptas á los ob-
jetos que las explican y á que miran, se ensanchan
licenciosamente para escándalo y corrupción
general.—Mientras la superstición de la libertad
conspira contra la esencia del bien público, la su-
perstición regalista d e s á r m a l a Iglesia, aislada
de su cabeza, destituida de pastores, en peligro
de perder aquella real y robusta fuerza de la uni-
dad que fecundiza su palabra, que es de su natu-
raleza é institución y le comunica el fulgor de
su santidad y la legitimidad indubitable de sus
jurisdicciones.
Orillando el cisma, afrontó la Iglesia argentina
los rudos conflictos de la reforma de Rivadavia^
los de 1833, en que hay tanto extravío de juicio y

\
660 MISCELÁNEA

tanto latitudinarismo de doctrina que deplorar, y


los avances de la tiranía de Rosas. Serie de vici-
situdes, en que nos han salvado del naufragio la
misericordia de Dios y la solicitud maternal, ele-
mente y generosa de la Silla Apostólica.
Pesarosos nos abstenemos de entrar e*i detalles
Pero debemos llegar al período constitucional, y
recapitular lo que, por medio de las instituciones
y por medio de la política, en él, y los preceden-
tes, ha intentado y hecho el liberalismo para juz-
gar con acierto del presente y de nuestros debe-
res en mira del porvenir.
Agosto 8 de 1888.

ACCIÓN D E L L I B E R A L I S M O

La Constitución Nacional reconoce el ser de


católica que caracteriza á la República, según
consta del compromiso expresado en el artículo
2.°; implícitamente, de muchos otros principios
graves de derecho público en ella definidos; y en
términos perentorios, del § 15 del artículo 67, por-
que no habría razón para exigir que se promovie-
ra la conversión de los indios al catolicismo sino
se confesaran tres puntos: que el catolicismo, es
la religión verdadera: que los indios no se asimi-
larán á la sociedad argentina, sino mediante la
profesión de la fe; y finalmente, que el poder civil
debe arreglar su conducta, en cuanto es gestor del
ACCIÓN DEL LIBERALISMO 661

bien común, á los preceptos cristianos, y cooperar


ó extender la influencia doctrinal y la potestad
disciplinaria de la Iglesia.
Pero junto á este elemento laudable y sano, ha
admitido la Constitución un elemento regalista y
otro liberal, vestigio en parte del antiguo régi-
men, y en parte producto de la revolución mo-
derna.
Las cláusulas referentes al patronato, inter-
pretadas con espíritu respetuoso de los derechos
de la Iglesia, como que afectan su régimen y dis-
ciplina, no pueden considerarse en pleno vigor
sino mediante una concesión expresa de la Santa
Sede, que pusiera el patronato, reclamado por los
gobiernos, en la categoría de una institución ju-
rídica. Entendidas de esa manera serían menos
peligrosas. Infortunadamente á esas cláusulas
añade otra, por lo menos muy equívoca, en el
§ 19, artículo 67; é incurre en las más exorbitan-
tes usurpaciones de la regalía, en el § 9 del artículo
86, estableciendo el llamado derecho de Exequá-
tur, respecto del cual nunca cupo ni cabrá con-
descendencia del lado de l a Iglesia.
Sale de la regalía y comienza á caer hacia el
liberalismo por la abolición del fuero personal del
clero que se toca con la inmunidad eclesiástica,
siguiendo la ruta de la Constituyente de 1813, y
más de cerca las innovaciones revolucionarias
de 1821.
La tolerancia de cultos, que puede convenir á
la paz social en las naciones conflagradas por
discordias religiosas, no es, á juicio del liberalis-
662 MISCELÁNEA

mo, un expediente político transitorio, y subordi-


nado á los derechos preeminentes y perpetuos de
la verdad, sino más bien, una regla de justicia,
fundada en la libertad que á todo hombre atribu-
ye de fraguar sus propias creencias, y de la
igualdad que por eso mismo atribuye á todas las
creencias entre sí; derivando su respectiva legiti-
midad de la razón individual de los que las ense-
ñan ó reciben, con desprecio de la divina revela-
ción.
No entramos aquí en controversia. Esa para-
doja general, la absoluta libertad de cultos, á que
se inclina la Constitución, y que los gober-
nantes han querido llevarla extremos que ella es-
quivó.
Hasta aquí descubrimos en la Constitución,
opuestas al espíritu católico que parece y debiera
ser en efecto su principio fundamental, institu-
ciones que comprometen la libertad de la Iglesia,
instituciones que comprometen su naturaleza de
sociedad perfecta, é instituciones que ponen en
peligro la fe y pactan con máximas temerarias.
La política ha desarrollado tan peligrosas simien-
tes, ligando las tentativas de corrupción liberal á
través de las generaciones, para llegar á la dolo-
rosa situación creada por las más recientes.
Es, en realidad, triste, pero indispensable confe-
sar que el principio cristiano pierde día por día
su influjo en la legislación. Ya no se inquiere su
doctrina para hallar el fundamento del derecho,
ni es el derecho el reflejo de sus máximas sagra-
das. La ley no ampara la verdad, ni se entiende
ACCIÓN DEL LIBERALISMO 663

que le deba homenaje. El santo nombre de Dios


está borrado de la enumeración de sujetos contra
los cuales se puede delinquir; y antes que poner la
religión y cosas sagradas bajo el amparo de las
coerciones legales, se prefiere desarmar la socie-
dad frente á delitos odiosos. Hasta las leyes mas
moderadas, y en cierto sentido fieles al catolicis-
mo, se deslizan en la pendiente liberal, y rehusan
á la autoridad soberana de la Iglesia, en mayor ó
menor grado, el acatamiento que le corresponde,
como es el caso del Código Civil en el título del
«Matrimonio».
Poco á poco se ha expulsado á la Iglesia del ré-
gimen de la enseñanza pública, bastardeándolo
al extremo de constituir un verdadero monopolio
del Estado, no obstante declaraciones constitu-
cionales que aseguran para ella una libertad, in-
terpretada tan sólo en el sentido de dar licencia
á todos los errores y blasfemias para que sean
propalados entre la juventud por los profesores
oficiales. La noción sana de la libertad de la en-
señanza está proscripta, y puesta en honor la ma-
léfica y falsa que conspira contra la verdad y
contra la moral.
Análoga interpretación han recibido las fran-
quicias de la prensa, pertenecientes al orden po-
lítico y que miran sólo á la práctica de las insti-
tuciones representativas, con la cual tiene una
evidente congruencia, pero que no deben, en ra-
zón y justicia, ir hasta donde hieren el derecho
.general, ni romper la disciplina protectora de la fe
y de las costumbres en las sociedades cristianas.
664 MISCELÁNEA

Se manifiesta en esta múltiple corrupción de


conceptos de tanta trascendencia, idéntica su-
perstición racionalista: la misma que pone en
el juicio de cada hombre la fuente de la verdad, y
en su antojo la norma de las acciones, negando á
la ley del obrar y á las reglas del creer, toda rea-
lidad objetiva y externa, es decir, substrayendo al
hombre de la potestad de Dios, y á los pueblos
del reino social de Cristo.
¿Por qué, si no es por eso, el tenaz empeño de
igualar á la Iglesia con los falsos cultos, con los
grupos incrédulos, con las ligas anticristianas?
¿No hay y a distinción entre la verdad y la men-
tira? ¿Se h a de poner al Hombre en el lugar de
Dios, por ser de otra suerte imposible poner al
Estado en el lugar de la Iglesia?...
El ministerio de la Iglesia se simbolizó en si-
glos de fe por el material de sus templos. Ane-
xos al santuario, donde se ofrecía el sacrificio y
se regeneraba al hombre en las fuentes bautisma-
les, estaban la escuela para educar los niños, y
el campo santificado en que dormían los muertos
al amparo de la Cruz, y de Cristo mismo, presente
en el altar.—Allí afluía y de ahí i-efluía toda la
vida social. Las esperanzas de la infancia, las in-
quietas emociones de la juventud, la constitución
de la familia, los dolores de angustiosas separa-
ciones, las realidades risueñas ó melancólicas de
la vida y de la muerte, siempre referidas á Dios,
tenían allí como su centro, y le tenían todas las
vicisitudes úe los pueblos. Asociados, de alma y
de corazón, en la unidad de la fe, renovada, for-
ACCIÓN DEL LIBERALISMO 665

talecida, y resplandeciente en las solemnidades


litúrgicas....
L a política argentina tiende á disolver ese
núcleo sacrosanto.
—¿Cuándo? Cuando conspira á aislar de la Igle-
sia al hombre y á la sociedad. Cuando separa
estos dos actos, unidos en la tradición de los
pueblos bautizados: la incorporación del hombre
á la Iglesia y su incorporación al Estado civil.
Cuando hace que el sepulcro deje de ser cosa sa-
grada, y acto ritual el honor tributado á los des-
pojos humanos. Cuando pone las miras finales
de la educación popular muy abajo del destino
de la criatura racional, y para acomodarla á esos
moldes, vergonzosamente indignos del espíritu
del hombre, se subleva contra Cristo, menospre-
cia la Iglesia; despoja á los padres de familia de
sus derechos, estorbándoles cumplir sus deberes
y tortura la conciencia cristiana con una audacia
brutal.
Tocamos aquí un punto en que la evidencia nos
exime de entrar en explicaciones. La ley de Edu-
cación de 1884, y los planes de segunda enseñan-
za de 1885 y 1888, ¡impía la primera, y positivistas
los segundos, fundamentalmente anticristianos
u n a y otros, arrojan la sociedad argentina á una
senda que no es dable encontrar sino la apotasía
y la ruina de todos los ideales nobles y puros de
la humanidad.
A la hora en que escribimos, otro atentado se
prepara, coincidiendo para fraguarlo el ministerio
y elementos liberales del Congreso. Su perpetra-
666 MISCELÁNEA

ción consumaría el programa de la política anti-


cristiana, desenvuelto contra el espíritu esencial
de la Constitución no obstante los lunares que
la afean, contra la conciencia de la sociedad que
el Estado, corrompido por el liberalismo, subyu-
ga y afrenta; contra la doctrina católica y contra
la ley de Dios.
Si tal es la serie de las cosas, y tal la situación
institucional y política de la República, pregun-
tamos ahora:—¿hasta dónde alcanza el consejo
de tolerancia? y ¿cuáles son los deberes que in-
cumben á los católicos argentinos?
Agosto 10 de 1888.

FIN DEL TOMO TERCERO.


ÍNDICE

Páffin*
ADVERTENCIA DEL EDITOR V
-Problemas Argentinos.—I. L a vida política y su es-
terilidad.—II. Defectos de la vida social.—III.
Soluciones naturalistas y cristianas: 1. El na-
turalismo en moral. 2. El naturalismo en la
familia. 3. El n a t u r a l i s m o en la economía.
4. El naturalismo en política.—IV. Conclusión. 1
Artículos sobre Patronato.
LEÓN XIII Y EL PRESIDENTE D E LA R E P Ú -
BLICA 118
E L CONCORDATO 122
PATRONATO 130
E L P A T R O N A T O Y L A SOBERANÍA 135
L A S OBJECIONES D E L D R . V É L E Z 139
USURPACIONES Y H E R E N C I A S 145
Los CONFLICTOS A C T U A L E S 149

«Artículos sobre educación primaria:


G O B I E R N O ESCOLAR 158
E L F I N D E LA E S C U E L A 162
R É G I M E N EDUCACIONAL 168
LEGISLACIÓN ESCOLAR DE BUENOS A I R E S 171
S E R Y NO S E R 176
L A I G L E S I A Y L A EDUCACIÓN 180
668 ÍNDICE

Página-
Artículos sobre enseñanza crisiiana.
L A ESCUELA 187
AGENTES Í PROPÓSITOS 193
NEUTRALIDAD 196
AMBIGÜEDADES , 199
ATEÍSMO 201
CRISIS 202
L A E S C U E L A OBLIGATORIA Y L A I C A 204
SOCIALISMO 208
G U E R R A A CRISTO 211
EDUCACIÓN D E LAS MASAS 214
PROGRAMA D E LA ENSEÑANZA L A I C A 215
L A ESCUELA, ANTE E L BUEN SENTIDO 218
OPORTUNA É INOPORTUNAMENTE 222
Los D I S I D E N T E S Y LOS L I B E R A L E S 226
L A F A M I L I A Y LA E S C U E L A 229
REFLEXIONES 235
E L DISCURSO D E L DOCTOR L E G U I Z A M Ó N 238
F A L S A S PERSPECTIVAS 250 •
E S P Í R I T U D E LA E S C U E L A 251
ANALOGÍAS 256
E L DISCURSO D E L DOCTOR W I L D E 257
D E B A T E S D E L CONGRESO 264
E L LIBERALISMO Y LA CONSTITUCIÓN 267
E L CUADRILLAZO LIBERAL 267
ALARMA 269
L A FÓRMULA L I B E R A L 272
RESISTENCIA 275
AMBIGÜEDADES 279
TRANSACCIONES » 284
Los RESIDUOS 288
SUSTRAENDOS 294
L A REVOLUCIÓN ESTÁ EN E L GOBIERNO 300'
P R U E B A S PERENTORIAS 306
ÍNDICE 669

Página
S E G U N D O PERÍODO 310
LLBEBALISJIO Y R E G A L Í A 318
L A S ESCUELAS NEUTRAS 322
HIPOCRESÍAS 328
TRADICIONES JURÍDICAS • 331
A N T E E L SENADO 339
BUENOS A I R E S ANTE E L SENADO 345
L A SOCIEDAD ANTE EL S E N A D O 351
L I B E R A L I S M O Y CATOLICISMO 356
L A ÚLTIMA PALABRA 361
«LA LEY D E EDUCACIÓN PRIMARIA ANTE E L
SENADO ARGENTINO> 366
L A GRAN CUESTIÓN 373

.Artículos sobre educación secundaria y superior:


E S T U D I O S CLÁSICOS 377
L I B E R T A D D E ENSEÑANZA • 383
P L A N E S D E ESTUDIO 390
POSITIVISMO 397
ENSEÑANZA 402
S E G U N D A ENSEÑANZA 407
L I B E R T A D D E ENSEÑANZA 413
OBJECIONES 419
U N EJEMPLO 425
L I B E R T A D Y CIVILIZACIÓN 430
P R O G R E S O Y MONOPOLIO 435
P O R QUÉ PEDIMOS L I B E R T A D 439
FILOSOFÍA 444
UNIVERSIDAD 448
452
U N v Acto
L A S HUMANIDADES 456
G R A T U I D A D Y MONOPOLIO 460
670 ÍNDICE

Página
Artículos sobre inmunidad eclesiástica:
TRAPICÍONES JURÍDICAS 46$
INFORME D E L PROCURADOR 472'
E L PLACET 478
E L CABILDO Y E L GOBIERNO 481
¡LA SOBERANÍA NACIONAL! 486-
INFOBME FISCAL 492
INMUNIDAD ECLESIÁSTICA 502
OBJECIÓN CONSTITUCIONAL 507
ENJUICIAMIENTO D E L DOCTOR CAU 513

Artículos varios:
SERVUS SERVORUM 521
NUEVAS FORMAS D E L MAL 527
L A LEY D E L TRABAJO 532
XX DE S E P T I E M B R E . L A CONQUISTA D E BOMA 540
L A REPÚBLICA FRANCESA 550-
L A PAZ , 559
«Mi REINO NO E S D E E S T E M U N D O 565
A 11 DE NOVIEMBRE 567
L A ESTATUA D E G A R I B A L D I 571
ESTATUA D E GARIBALDI. LIBERALISMO MUNI-
CIPAL 574
E L MITO GARIBALDINO 582'
L A ESTATUA D E GARIBALDI 588
E L PUEBLO ANTE LA I G L E S I A 595-
E L PUEBLO ANTE E L LIBERALISMO 600'
MONUMENTOS Á LA EMANCIPACIÓN 607
L A PRENSA Y SU MINISTERIO 611
MORAL MASÓNICA 615
LUCHA Y VICTORIA 619
SOCIALISMO 624
FRÍAS 630'
NICOLÁS AVELLANEDA 632?
r
ÍNDICE 671

,. Página
»r «
J U A N E. P E D E R N E R A 635
R A F A E L GARCÍA 638
TRISTÁN ACHÁVAL RODRÍGUEZ 643
INDEPENDENCIA NACIONAL 64.8
U N A PALABRA D E H I S T O R I A 655
A C C I Ó N D E L LIBERALISMO . • 660
MATERIAS CONTENIDAS
EN LOS T R E S TOMOS D E «MISCELÁNEA, Estudios
y Artículos Varios»
( V O L Ú M E N E S I X , X y X I de las O B R A S C O M P L E T A S }

TOMO I
DOS PALABRAS DEL EDITOR."
Artículos varios.
NUEVE D E J U L I O . — ¡ A M B I C I Ó N ! — L A VIDA DE JESÚS, Renán y F r e p -
p e l . — L A MUERTE DE C É S A R , p o r V e n t u r a de la V e g a . — E L GENE-
RAL S A N M A R T Í N . — L A M O R A L Y L A DEMOCRACIA, política a r g e n -
t i n a . — D E L MISTICISMO (boceto psicológico).—LA C A M P A Ñ A . — E L
QUIJOTE Y EL QUIJOTISMO.—CARTA SOBRE LA PENA D E M U E R T E . — E L
ARZOBISPO E S C A L A D A . — « M A R Í A » , n o v e l a o r i g i n a l p o r don J o r g e
Isaacs.—«ELISA LYNCH>, por O r i o n . — « N A T U R A L E Z A Y TENDENCIA
DE LAS INSTITUCIONES L I B R E S » , p o r F e d e r i c o G R L M K E . — C A R L O S
S. H A R V E Y . —J O R G E M. M I T R E . — M A N U E L G. A R G E R I C H .

Educación.
L A EDUCACIÓN COMÚN EN LA PROVINCIA DE BUENOS A I R E S .

Introducción.
CAPÍTULO I . — I D E A L D É L A EDUCACIÓN: E l problema.—El ca-
r á c t e r . — E d u c a c i ó n de la inteligencia.—Educación de la
sensibilidad.—Educación de la e n e r g í a . — E d u c a c i ó n social.
— E d u c a c i ó n d o m é s t i c a . — E d u c a c i ó n poZítíca.—Educación
física.—Resumen.—Agentes de la educación.
C A P Í T U L ^ O I L — R E S E Ñ A D E L SISTEMA DE L A EDUCACIÓN PÚBLICA
EN B U E N O S A I R E S . S U CRÍTICA. PROYECTOS DÉ REFORMA.
ENSEÑANZA. E n s e ñ a n z a de los v a r o n e s . — E d u c a c i ó n de
l a s mujeres.—División de las escuelas; coeducación de los
s e x o s ; e n s e ñ a n z a religiosa; límites de l a educación. Perfi
les de u n p r o g r a m a . — M é t o d o s . — L i b r o s . — M a e s t r o s . — L o -
cales.—Útiles y a p a r a t o s . — D i s c i p l i n a . — R e s u m e n .

>
674 MATERIAS CONTENIDAS

CAPÍTULO I I I . — R E S E Ñ A D E LA ORGANIZACIÓN RENTÍSTICA Y A D -


MINISTRATIVA DE LA EDUCACIÓN COMÚN. Sü CRÍTICA. PRO-
YECTOS D E REFORMA: S i s t e m a rentístico.—Medios d e difu-
s i ó n . — R e g l a s y medios de g o b i e r n o .
A P É N D I C E : A n e x o N.° 1. P r o g r a m a s . — A n e x o N.° 2. E s -
c u e l a s n o r m a l e s . — A n e x o N.° 3. Montepío.—Anexo N.° 4.
P r o y e c t o s de lev de r e n t a s y a d m i n i s t r a c i ó n de e s c u e l a s .
A n e x o N." 5. P r o y e c t o de ley c r e a n d o fondos p a r a edifi-
cación de e s c u e l a s . — A n e x o N.° ó. Bibliotecas p o p u l a r e s .
L A EDUCACIÓN PERSONAL Y LAS BIBLIOTECAS POPULARES.

TOMO II
A D V E R T E N C I A D E L EDITOR.

Artículos varios.
A D V E R T E N C I A D E L E D I T O R . — L A SOCIEDAD Y E L A R T E . — E S T A T U A D E
M O R E N O . — E L OLVIDO.—PRIMERO DE D I C I E M B R E . — L A CONVENCIÓN.
— U N A ESTATUA D E M A Z Z I N I . — 20 DE F E B R E R O . — 2 4 DE MAyo D E
1810.—9 D E J U L I O DE 1816.—ONCE DE S E T I E M B R E . — MANUEL B E L -
G R A N O . — U N ASILO MATERNAL.—UNA PALABRA SUPRIMIDA: L A CAM-
P A B A . — L A CUESTIÓN DE LAS ANTILLAS-. « E L ARGENTINO> Á H O S -
T O S . — M O R A L D E L PERIODISMO

Reformas Jadiciales.
E l e c t i v i d a d d e los jueces.—Nombramiento de los j u e c e s . — D u r a -
ción de los jueces.-—Descentralización.—El j u r a d o . — J u s t i c i a de
paz.—Jurisdicción de equidad.—-La S u p r e m a Corte P r o v i n c i a l .
L a S u p r e m a Corte,—La Corte de equidad.

Cuestión Chilena.
P r e l i m i n a r . — S o b e r a n í a territorial.—Magallanes. C H I L E EN M A -
GALLANES: D e r e c h o de p r i m e r ocupante.—Aritigua jurisdicción
chilena.— Consentimiento argentino.— T e n t a t i v a s de solución
h a s t a 1872.—La P a t a g o n i a . — C H I L E Y LA PATAGONÍA: Testimonios
antiguos.—Testimonios contemporáneos.—Títulos de s o b e r a n í a
sobre l a P a t a g o n i a ; criterio p a r a compararlos.—Cuestión chi-
lena.

La negociación en el Paraguay.
Peregrinación de luz del día.
(Examen crítico).
Reforma Universitaria.
L a libertad d e e n s e ñ a n z a . — E n s e ñ a n z a científica.—Enseñanza
profesional.
MATERIAS CONTENIDAS 675

Educación común.
GOBIERNO DE LA EDUCACIÓN. A n t e c e d e n t e s históricos.—EDUCACIÓN
COMÚN. L a r e f o r m a . — C O N S E J O S ELECTIVOS D E EDUCACIÓN.—POLÍ-
TICA Y EDUCACIÓN.—LA L E Y DE EDUCACIÓN.—LEY DE EDUCACIÓN.—
E L ARTÍCULO 56 D E L A L E Y D E EDUCACIÓN.

Instrucción secundaria.
MEMORIA D E L RECTOR DEL C O L E G I O NACIONAL DE BUENOS A I R E S ,
c o r r e s p o n d i e n t e a l año 1876.—ENSEÑANZA.—DISCIPLINA.—ADMI-
NISTRACIÓN.— I. E s t u d i o s . — I I . E l p r o b l e m a de l a educación.—
I I I . C a r á c t e r . — I V . E n s e ñ a n z a nacional.—V. E n s e ñ a n z a de l a s
letras.—VI. E n s e ñ a n z a d e l a s ciencias.—IX. Idiomas.—X. E n s e -
ñ a n z a de la historia.—XI. C u r s o s c o m p l e m e n t a r i o s . — X I I . I n s -
trucción m o r a l y religiosa.—XIII. I n s t r u c c i ó n científica.—XIV.
E n s e ñ a n z a del dibujo.—XVI. E x á m e n e s . — X V I I . E l i n t e r n a d o .
— X V I I I . Becas.—XIX. A d m i n i s t r a c i ó n . — X X . P r o f e s o r a d o .

M E M O R I A CORRESPONDIENTE A L AÑO 1877.


A d m i n i s t r a c i ó n . — C o n c u r r e n c i a . — R é g i m e n y disciplina.—Ense-
ñanza.

M E M O R I A CORRESPONDIENTE AL AÑO 1878.


R é g i m e n y disciplina.—Administración.—Enseñanza.—Régimen
financiero.

M E M O R I A CORRESPONDIENTE AL AÑO 1879.


Disciplina.—Administración.—Régimen económico.

TOMO III
A D V E R T E N C I A DEL EDITOR.

Problemas Argentinos.
I. L a vida política y su esterilidad.—II. Defectos de l a vida so-
cial.—III. Soluciones n a t u r a l i s t a s y c r i s t i a n a s : 1. E l n a t u r a l i s -
mo en m o r a l . 2. E l n a t u r a l i s m o en la familia. 3. E l n a t u r a l i s -
m o en la economía. 4. E l n a t u r a l i s m o en política. I V . Con-
clusión.

Artículos sobre Patronato.


LEÓN X I I I Y E L P R E S I D E N T E DE LA R E P Ú B L I C A . — E L CONCORDATO.
— P A T R O N A T O . — E L PATRONATO Y J.A SOBERANÍA.—LAS OBJECIONES
DEL DR. V É L E Z . — U S U R P A C I O N E S Y H E R E N C I A S . — L O S CONFLICTOS
ACTUALES.
674 MATERIAS CONTENIDAS

CAPÍTULO I I I . — R E S E Ñ A D E LA ORGANIZACIÓN RENTÍSTICA Y A D -


MINISTRATIVA DE LA EDUCACIÓN COMÚN. Su CRÍTICA. PRO-
YECTOS D E REFORMA: S i s t e m a rentístico.—Medios d e difu-
sión.—Reglas y medios de g o b i e r n o .
A P É N D I C E : A n e x o N.° 1. P r o g r a m a s . — A n e x o N.° 2. E s -
c u e l a s n o r m a l e s . — A n e x o N.° 3. Montepío.—Anexo N.° 4.
P r o y e c t o s d e ley de r e n t a s y a d m i n i s t r a c i ó n de e s c u e l a s .
A n e x o N.° 5. P r o y e c t o de ley c r e a n d o fondos p a r a edifi-
cación d e e s c u e l a s . — A n e x o N,° 6. Bibliotecas p o p u l a r e s .
L A EDUCACIÓN PERSONAL Y L A S BIBLIOTECAS POPULARES.

TOMO II
A D V E R T E N C I A D E L EDITOR.

Articulos varios.
A D V E R T E N C I A DEL E D I T O R . — L A SOCIEDAD Y E L A R T E . — E S T A T U A DE
M O R E N O . — E L OLVIDO.—PRIMERO DE D I C I E M B R E . — L A CONVENCIÓN.
— U N A ESTATUA D E M A Z Z I J J I . — 20 DE FEBRERO.—24 DE MAyo DE
1810.—9 D E J U L I O DE 1816.—ONCE DE S E T I E M B R E . — MANUEL B E L -
G R A N O . — U N ASILO MATERNAL.—UNA P A L A B R A SUPRIMIDA: L A CAM-
P A B A . — L A CUESTIÓN D E LAS ANTILLAS-. « E L ARGENTINO> Á H O S -
T O S . — M O R A L D E L PERIODISMO

Reformas Judiciales.
E l e c t i v i d a d de los jueces.—Nombramiento de los jueces.—Dura-
ción de los jueces.—Descentralización.—El j u r a d o . — J u s t i c i a de
paz.—Jurisdicción de equidad.—La S u p r e m a Corte P r o v i n c i a l .
L a S u p r e m a Corte.—La Corte de equidad.

Cuestión Chilena.
P r e l i m i n a r . — S o b e r a n í a territorial.—Magallanes. C H I L E EN M A -
GALLANES: D e r e c h o de p r i m e r o c u p a n t e . — A n t i g u a jurisdicción
chilena.— Consentimiento argentino.— T e n t a t i v a s de solución
h a s t a 1872.—La P a t a g o n i a . — C H I L E Y L A PATAGONÍA: Testimonios
antiguos.—Testimonios contemporáneos.—Títulos de s o b e r a n í a
s o b r e l a P a t a g o n i a ; criterio p a r a compararlos.—Cuestión chi-
lena.

La negociación en el Paraguay.
Peregrinación de fuz del día.
(Examen crítico).
Reforma Universitaria.
L a libertad d e e n s e ñ a n z a . — E n s e ñ a n z a científica.—Enseñanza
profesional.
MATERIAS CONTENIDAS 675

Educación común.
GOBIERNO DE LA EDUCACIÓN. Antecedentes históricos.—EDUCACIÓN
COMÚN. La reforma.—CONSEJOS ELECTIVOS DE EDUCACIÓN.—POLÍ-
TICA Y EDUCACIÓN.—LA LEY DE EDUCACIÓN.—LEY DE EDUCACIÓN.—
E L ARTÍCULO 56 DE LA LEY DE EDUCACIÓN.

instrucción secundaria.
MEMORIA DEL RECTOR DEL COLEGIO NACIONAL DE BUENOS A I R E S ,
correspondiente al año 1876.—ENSEÑANZA.—DISCIPLINA.—ADMI-
NISTRACIÓN.—I. Estudios.—II. El problema de la educación.—
I I I . Carácter.—IV. Enseñanza nacional.—V. Enseñanza de las
letras.—VI. Enseñanza de las ciencias.—IX. Idiomas.—X. Ense-
ñanza de la historia.—XI. Cursos complementarios.—XII. Ins-
trucción moral y religiosa.—XIII. Instrucción científica.—XIV.
Enseñanza del dibujo.—XVI. Exámenes.—XVII. El internado.
—XVIII. Becas.—XIX. Administración.—XX. Profesorado.

MEMORIA CORRESPONDIENTE AL AÑO 1877.


Administración.—Concurrencia.—Régimen y disciplina.—Ense-
ñanza.

MEMORIA CORRESPONDIENTE AL AÑO 1878.


Régimen y disciplina.—Administración.—Enseñanza.—Régimen
financiero.

MEMORIA CORRESPONDIENTE AL AÑO 1879.


Disciplina.—Administración.—Régimen económico.

TOMO III
ADVERTENCIA DEL EDITOR.

Problemas Argentinos.
I. L a vida política y su esterilidad.—II. Defectos de la vida so-
cial.—III. Soluciones naturalistas y cristianas: 1. El naturalis-
mo en moral. 2. E l naturalismo en la familia. 3. E l naturalis-
mo en la economía. 4. E l naturalismo en política. IV. Con-
clusión.

Artículos sobre Patronato.


LEÓN XIII Y EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.—EL CONCORDATO.
—PATRONATO.—EL PATRONATO Y LA SOBERANÍA.—LAS OBJECIONES
DEL DR. VÉLEZ.—USURPACIONES Y HERENCIAS.—LOS CONFLICTOS
ACTUALES.
676 MATERIAS CONTENIDAS

Artículos sobre educación primaria:


GOBIERNO E S C O L A R . — E L CTN D E L A ESCUELA.—RÉGIMEN EDUCA-
C I O N A L . — L E G I S L A C I Ó N ESCOLAR DE B U E N O S A I R E S . — S E R Y NO SER
— L A I G L E S I A Y L A EDUCACIÓN.

Artículos sobre enseñanza cristiana:


LA E S C U E L A . — A G E N T E S Y PROPÓSITOS. — N E U T R A L I D A D . — A M B I -
G Ü E D A D E S . — A T E Í S M O . — C R I S I S . — L A ESCUELA OBLIGATORIA Y LAICA.
SOCIALISMO.—GUERRA Á CRISTO.—EDUCACIÓN DE LAS MASAS.—
PROGRAMA D E L A ENSEÑANZA L A I C A . — L A ESCUELA ANTE E L BUEN
SENTIDO.—OPORTUNA É INOPORTUNAMENTE.—LOS DISIDENTES Y LOS
LIBERALES.—LA FAMILIA Y LA E S C U E L A . — R E F L E X I O N E S . — E L DIS-
CURSO DEL DOCTOR LEGUIZAMÓN.—FAÍ-SAS PERSPECTIVAS.—ESPÍ-
RITU D E L A ESCUELA.—ANALOGÍAS.—EL DISCURSO DEL DOCTOR
W I L D E . — D E B A T E S DEL C O N G R E S O . — E L LIBERALISMO Y L A CONSTI-
TUCIÓN.—EL CUADRILLAZO L I B E R A L . — A L A R M A . — L A FÓRMULA LI-
B E R A L . — R E S I S T E N C I A . — AMBIGÜEDADES. — T R A N S A C C I O N E S . — L o s
RESIDUOS.—SUSTRAENDOS.—LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN E L GOBIERNO.
P R U E B A S PERENTORIAS.—SEGUNDO PERÍODO.—LIBERALISMO Y RE-
G A L Í A . — L A S ESCUELAS N E U T R A S . — H I P O C R E S Í A S . — T R A D I C I O N E S J U -
RÍDICAS.—ANTE EL SENADO.—BUENOS A I R E S ANTE E L S E N A D O . —
L A SOCIEDAD ANTE E L S E N A D O . — L I B E R A L I S M O Y CATOLICISMO.—LA
ÚLTIMA P A L A B R A . — « L A LEY DE EDUCACIÓN P R I M A R I A ANTE E L SE-
NADO A R G E N T I N O * . — L A GRAN CUESTIÓN.

Artículos sobre educación secundaria y superior:


ESTUDIOS CLÁSICOS.—LIBERTAD DE ENSIÍ'SANZA.—PLANES D E ESTU-
DIOS.—POSITIVISMO.—ENSEÑANZA.—SEGUNDA ENSEÑANZA.—LIBER-
TAD D E E N S E Ñ A N Z A . — O B J E C I O N E S . — U N EJEMPLO.—LIBERTAD Y CI-
V I L I Z A C I Ó N . — P R O G R E S O Y M O N O P O L I O . — P O R QUÉ P E D I M O S L I B E R T A D .
—FILOSOFÍA.—UNIVERSIDAD.—UN VACÍO.—LAS HUMANIDADES.—
G R A T U I D A D Y MONOPOLIO.

Artículos sobre inmunidad eclesiástica:


TRADICIONES JURÍDICAS.—INFORME DEL P R O C U R A D O R . — E L PLACET.
E L CABILDO Y EL GOR^ERXO.—¡LA SOBERANÍA NACIONAL1.—INFORME
FISCAL,—INMUNIDAD ECLESIÁSTICA,—OBJECIÓN CONSTITUCIONAL.—
ENJUICIAMIENTO DEL DOCTOR C A U .

Articulos varios:
SERVUS SERVORUM.—NUEVAS FORMAS DEL M A L . - L A LEY D E L TRA-
BAJO.—XX D E S E P T I E M B R E . L A CONQUISTA DE R O M A . — L A REPÚ-
BLICA F R A N C E S A . — L A P A Z . — « M I REINO NO ES D E ESTE MUNDO».—
A 11 DE N O V I E M B R E . — L A ESTATUA DE G A R I B A L D I . — E S T A T U A DE
GARIBALDI. LIBERALISMO MUNICIPAL.—EL MITO GARIBALDINO.—
LA ESTATUA D E G A R I B A L D I . — E L PUEBLO ANTE LA I G L E S I A . — E L
MATERIAS CONTENIDAS 677

PUEBI.0 ANTE EL LIBERALISMO,—MONUMENTOS Á LA EMANCIPACIÓN.


L A PRENSA y su MINISTERIO.—MORAL MASÓNICA.—LUCHA Y VICTO-
RIA.—SOCIALISMO.—FÉLIX FRÍAS.—NICOLÁS AVELLANEDA.—JUAN
E. PEDERNERA.—RAFAEL GARCÍA.—TRISTÁN ACHÁVAL RODRÍ-
GUEZ.—INDEPENDENCIA N A C I O N A L . — U N A P A L A B R A DE HISTORIA.—
ACCIÓN DEL LIBERALISMO.

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