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Introducción a las Ciencias Sociales

PEC2B. La medicalización: saber y poder

1. El proceso de medicalización tiene unas implicaciones importantes en la definición


de nuestros derechos y obligaciones, tanto si estamos sanos como enfermos.
Teniendo en cuenta la tradición liberal y sus principales autores, ¿Cómo quedaría
definida la enfermedad y por lo tanto el enfermo, en términos de contrato social?
Y ¿Cómo quedaría a partir de la primera parte del debate sobre la naturaleza
humana entre Chomsky y Foucault?

El proceso de medicalización, pese a contener una trayectoria definida que engloba


aspectos vinculantes al papel que desempeñan los individuos en función de la
posición que ocupan en un momento dado en el contexto poblacional (sanos/
enfermos), puede verse enmarcado desde diferentes perspectivas, según el autor a
consultar dentro de la tradición liberal.
Thomas Hobbs (1588), apela al principio de autoconservación de la naturaleza
humana para, gracias al lenguaje, crear sociedades en busca de protección y
seguridad a través del Contrato social. Así, los individuos ceden sus derechos sobre
una persona soberana, el cual, representaría la unidad real del Estado, determinando
todas las facetas de la vida pública. Esta renuncia de derechos, vinculados a la
libertad de la comunidad y regulados por las leyes y limitado en aquello no
contemplado legislativamente (las libertades individuales) englobaría el proceso de la
medicalización como un desarrollo más de los aspectos gobernados por su soberanía
(la aplicación del poder soberano otorgado), determinando conceptos y aspectos
básicos vinculados a la salud/ enfermedad de la población y extrapolándolos a estilos
de vida y desarrollo de condiciones específicas vinculadas al individuo etiquetado de
“enfermo” y su papel en la sociedad.
John Locke (1632), aboga a la necesidad de protección de los individuos de los
peligros que se dan como resultado de las condiciones de igualdad y libertad de su
propio estado natural. Nace así el contrato político que establece las reglas que deben
ser mantenidas y respetadas por todas las partes vinculantes de un modo inamovible
tras su confección. Dentro de las características de este planteamiento, destacarían la
no intromisión en las libertades básicas, dirigidas a cuestiones mercantiles y de
propiedad y la división, con su consecuente revisión y reparto de responsabilidades,
de poderes en los marcos legislativo, ejecutivo y federativo. El estado, asume así el
papel de mediador en el contexto de pluralidad y tolerancia creado según este modelo.
Dentro de las competencias a abordar por el poder soberano, a través del Estado, y
los poderes legislativo y ejecutivo, determinar aspectos vinculados con la salud, en
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relación a los mecanismos de protección de los individuos a través de la detección y


cuidado de la enfermedad.
En cambio, Jean-Jacques Rousseau (1712), el cual asume que la civilización no
conlleva el desarrollo del individuo, ni de los aspectos morales de un modo paralelo a
los avances y progresos materiales y técnicos. El hecho de asumir un contrato social
supone la asunción de un poder soberano en el que recae toda responsabilidad
representado por la voluntad general, de la que cada individuo forma parte,
potenciando la libertad civil y el derecho de propiedad en detrimento de la libertad
natural. Esta dirección de poder corrompe y precisa de una educación moral que evite
una sociedad desigual, apelando a un estado de inocencia perdido. El proceso de
medicalización se contemplaría como un producto de la voluntad del pueblo, el cual
determina la ley que el gobierno debe aplicar y dirige el concepto de salud/
enfermedad, así como el papel a desempeñar por las personas sanas y enfermas, en
base a estados propensos a la desigualdad que requieran del desarrollo de la
educación moral anteriormente citada.
Pese a la diferencia expresada en matices por los tres enfoques expuestos, la
tradición liberal toma como base la necesidad de establecer una alianza representada
en el traslado vinculante del poder de un grupo de individuos con el objetivo de
adquirir seguridad a través del desarrollo de una comunidad y la regulación de
aspectos generales, y convivenciales, vinculados al estado general de la mayoría de
sus componentes.

Basándonos en la primera parte del debate Chomsky-Foucault, podemos observar la


disparidad entre ambos autores en relación a la génesis del concepto de naturaleza
humana. Mientras que para Chomsky (1928) se convierte en un término relevante,
que representa esquemas conceptuales básicos de la condición del individuo y
permite el desarrollo de habilidades y conceptos complejos durante su proceso
evolutivo, ya sea de carácter lingüístico, cognitivo, conductual o social, Foucault
(1926-1984), entiende que todos aquellos resultados a los que apela su colega, se
explican a través del desarrollo y relación de diferentes sistemas de elementos y
rejillas (redes) que, de manera superpuesta, facilitan el acceso a determinadas áreas
de conocimiento en detrimento de otras anteriores. La revisión del concepto de
enfermedad a través del prisma mostrado durante el debate, nos lleva a contemplar la
posibilidad de reconsideración del estado de enfermedad y su papel en el individuo y
la sociedad. Apelando al ejemplo dado por Foucault sobre la biología y el desarrollo de
conocimientos a través de la evolución de la técnica, la enfermedad (y en
consecuencia el enfermo) podrían presentar un concepto variable marcado por el
contexto en que se dé. O, dicho de otro modo, el hecho de estar enfermo o presentar
una enfermedad va vinculado a la capacidad de la técnica de detectar, representar y
concebir ese fenómeno como tal y otorgar al individuo que lo manifiesta la etiqueta de
enfermo.
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2. Cerecedo et. Al (2013) comentan que la industria farmacéutica es una pieza


importante en la creación de nuevas enfermedades. Razona esta afirmación en
función de la teoría marxista. ¿Qué función tienen los agentes de medicalización y
el propio enfermo dentro de la estructura económica de esta teoría? ¿Crees que
este razonamiento es válido hoy en día?

Tal como comenta Cerecedo (2013), el proceso de medicalización se mueve a través


de estrategias que responden a factores económicos y mercantiles, donde
diferentes actores e instituciones se encuentran implicados. En concreto, uno de los
más señalados, y por el que se pregunta en el presente enunciado, es la industria
farmacéutica, la cual, se hace valer de determinados procesos que establecen y
fomentan aspectos que terminan considerándose patológicos y que exceden el área
médica, para adentrarse en competencias de carácter social e incluyendo dentro de la
etiqueta clínica procesos fisiológicos, relacionales o conductuales y creando una
“percepción cada vez mayor de la vulnerabilidad a la enfermedad”.
El proceso que utiliza la industria farmacéutica, relatado según los autores, podría
verse enmarcado desde la perspectiva de la tradición Marxista y la Teoría capitalista
Marxista. Según Karl Heinrich Marx (1818-1883), el modelo social se basa en la
producción. La actividad política y social se encuentra distanciada del individuo, el cual
se siente alienado del mismo, por verse desprovisto de su naturaleza y convertirse en
una pieza más del modelo de producción, que es el motor que mueve el sistema. Son
los medios de producción, o más bien, el control de los mismos, los que configuran las
clases sociales que desempeñan las medidas oportunas para prolongar aquellos
aspectos ideológicos que perpetúen este modelo productivo y consumista. Así, se
crea una compleja relación entre las escalas de producción, con sus ejes económicos
y políticos y el espectro social en que se desenvuelven los individuos que componen
la comunidad.
La industria farmacéutica se hace valer de las herramientas a su alcance para la
máxima obtención de beneficios. En una sociedad medicalizada, donde la salud se ha
convertido en un componente de especulación y rentabilidad política, social y
económica, trata de sacar el mayor rendimiento a los productos que oferta a expensas
de la universalización de un nuevo abanico de enfermedades o componentes que, a
través de otros organismos e instituciones a las que influye o utiliza, léase colectivos e
instituciones académicas, clínicas, sociales, laborales o políticas, etiqueta de
patologías curables, o al menos tratables, gracias a sus servicios.
Con la “mercantilización de enfermedades” (Moynihan, 2006) se siguen estrategias
de difusión e influencia, proceden a la medicalización generalizada e inclusión de
conceptos patológicos, de aspectos o factores, hasta entonces no contemplados como
tales por corresponderse a procesos no clínicos (aspectos biológicos, sociales o
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laborales) y crean la falsa necesidad de consumo de productos farmacéuticos,


fomentando la idea de bienestar a través de la proyección de metas saludables que
condicionan aspectos vitales, conductuales, económicos a través de la producción y
consumo de múltiples elementos (fármacos, material médico, estético, dietético, etc.)
que trasciende al desarrollo de hábitos.
Esta creación de la necesidad de consumo para aumentar la capacidad de producción
y beneficio encaja con el modelo capitalista, el cual trata de dar salida al excedente de
producción mediante estrategias de apertura de mercado. En un modelo en que la
enfermedad es curable, existe un límite de actuación. Así, es necesario ampliar el
marco de actuación con el desarrollo de nuevas necesidades (nuevas enfermedades
no consideradas como tales con anterioridad) para compensar un posible descenso de
demanda y de producción, revitalizando de este modo el ciclo de producción/beneficio
en el que el individuo se convierte en eje central al ser demandante del servicio (como
potencial enfermo) y productor del mismo y garantizando su perpetuidad en el proceso
productivo vinculado a una “buena salud”.

3. El control social de la población por parte de ciertas instituciones y actores, como


por ejemplo los médicos, se ha convertido en una actividad económica. Más allá de
esta actividad económica, Foucault nos dice que la medicalización es una
estrategia biopolítica. ¿A qué se refiere el autor con esta estrategia? ¿Cómo se
articula esta? ¿Qué implicaciones tiene sobre los individuos? Articula tu respuesta
en relación a los conceptos de Yatrogénesis Clínica y Social abordados por
Illich, I (1975).

Foucault (1926-1984), incluyó el término biopolítica como medida complementaria a


la anatomopolítica como estrategias de un nuevo modelo de poder planteado, el
biopoder. Esta estrategia se basa en el desarrollo del compendio poder-verdad y del
entramado en diferentes niveles o núcleos y que convierte los conceptos de vida y
muerte en objeto de regulación, conllevando estrategias económicas vinculadas a
prismas generales relacionadas a condiciones de hábitat, alimentación, sanidad,
seguridad, longevidad, actitud ante el trabajo, etc.
¿Cómo llevar a cabo estos elementos enraizados entre sí? A través del concepto
Verdad/Saber. Se parte de la base definitoria del individuo a través de la salud, “su
salud”. Esta definición marca sus características como individuo y lo enmarca en la
población, permitiendo el desarrollo de un marco comparativo y normativo. Este
análisis conlleva la definición de los conceptos salud/enfermedad, así como sus
características (modulables, en función del contexto) a través de una codificación
clínica que permite la taxonomía de ambas condiciones, con sus particularidades y
etiquetas, las cuales suponen la asunción de una serie de patrones que permiten
actuar sobre la acción cotidiana.
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De ese modo, se convierten en condicionantes de dinámicas de la población (y del


individuo), aspectos que ahora se vuelven susceptibles de regulación como
consecuencia del análisis de dichos conceptos (salud, enfermedad, natalidad,
mortalidad, longevidad, etc.) e invaden el ámbito de la salud como organización del
poder. Se producen mecanismos de gestión de poblaciones a través de normativas y
leyes vinculadas a procesos vitales que son extrapolados a aspectos conductuales y
sociales, así como de traslado de responsabilidades para el bienestar
individual/global.
Este desarrollo de la relación saber-poder, permite la identificación normativa del
individuo y su comparación con el resto de la población a fin de identificar posibles
desviaciones que puedan ser corregidas con mecanismos medicalizadores. Este
traspaso de fronteras de corte social, político o económico, se manifiesta en el
desarrollo de acciones vinculadas a aspectos reguladores de seguimiento y control de
índices de natalidad y mortalidad, estado de salud o salubridad pública, estilos de vida
y consumo bajo aspectos y parámetros que, en apariencia, parten de lo meramente
biológico.

Este esquema estructural, puede recogerse con los conceptos de yatrogénesis


clínica y social (Illich,1975). El primer término hace referencia a las consecuencias
dadas en el individuo y la población como consecuencia de la práctica clínica directa
por parte del sistema médico y facultativo. El desarrollo de estrategias genéricas de
medicalización, con el objetivo de “tratar” la diversidad de aspectos que se recogen a
modo genérico en los ámbitos que exceden el clínico, no solo no ha supuesto una
mejora de la calidad de vida del paciente ni la desaparición de las patologías, sino que
el desarrollo de las prácticas llevadas a cabo sobre su persona conlleva en gran
medida a daños colaterales o creación de nuevas situaciones desfavorables a nivel
individual (efectos secundarios de toma de medicación, adicción, efectos,
intervenciones quirúrgicas innecesarias, etc.) como colectivo (desarrollo de agentes
patógenos con mayor resistencia a tratamientos, producción de no-enfermedades y
aumento de incapacitación). Es en el desarrollo de las afectaciones globales donde
entra el término de yatrogénesis social. Las prácticas anteriormente descritas,
producto de la extensa medicalización dada por las estrategias del biopoder y la
biopolítica, conllevan la aparición exponencial de nuevas enfermedades y patologías
que secundan un número mayor de individuos que dependen de las instituciones
médicas con mayor asiduidad, siendo en los casos de mayor severidad, individuos
que permanecen incapacitados para el desempeño de las obligaciones y deberes de
la sociedad a la que pertenecen en parámetros sociales, económicos y productivos.
Este es el precio dado por la medicalización de diferentes ámbitos del espectro social,
donde han desarrollado sus tentáculos y ocupado espacios organizados
tradicionalmente a la cultura popular o social y fomentando un descenso notable de
tolerancia a las distintas dolencias que el individuo es capaz de soportar y
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homogeneizando la enfermedad y la dependencia a las técnicas e instituciones


médicas, las cuales, lejos de solventar la problemática, la retroalimentan a través de
sus actuaciones y reforzar más la medicalización.

4. Considera la idea de justicia social y de poder de la segunda parte del debate


de Chomsky-Foucault y establece qué tipo de ciencia social podemos construir a
partir de este postulado.

Durante la segunda parte del debate Chomsky-Foucault, se puede observar cómo se


desarrolla la línea argumental marcada por el concepto de la naturaleza humana a
ámbitos políticos y de poder. Este concepto inicial, que ya marca la línea divisoria ente
la postura de ambos autores, siendo definida como una estructura innata e integrada
en la condición humana y que permite la adquisición de esquemas de mayor
complejidad a título posterior por parte de Chomsky, no es compartida por Foucault,
quien la considera, en caso de existir como tal, como un elemento externo del propio
individuo y que se engrana en diferentes aspectos de los que partir, como las formas
sociales, la lucha de clases o las relaciones de producción, entre otros.
Ciertamente, Chomsky apela a la creatividad como capacidad de adaptación de
condiciones a través de este esquema innato y defiende un modelo
anarcosindicalista que permita el desarrollo de estas cualidades en todos los
individuos lejos de los elementos destructivos y de coacción de la sociedad actual.
Este modelo, se caracteriza, según el autor, por la descentralización, la socialización y
la participación de todos los individuos. Estas tres características fundamentales, cuya
fundamentación principal es facilitar el desarrollo de esta característica fundamental
humana descrita anteriormente, debe contemplar la incorporación económica y las
instituciones sociales bajo un modelo de sociedad tecnológica que respete el impulso
creativo de los individuos, los cuales serían conscientes de la expresión y aplicación
de esa cualidad. Este cambio de paradigma de poder apelaría a la creación de una
sociedad más justa a través de la revisión (y cambio) de las instituciones centrales y
periféricas (económicas, comerciales y financieras en su gran medida) y que son
básicas en el modelo opresor actual.
Por su parte, Foucault, coincide con su compañero, en la necesidad de supresión del
modelo capitalista, pero guarda más reservas en la adopción de un modelo tan
definido como su interlocutor. Ya que, según afirma, un modelo social apropiado para
el funcionamiento de una sociedad científica o tecnológica requiere atender las
características del poder del modelo actual y del modo en que éste es ejercido, no
solo a través de instituciones básicas y elementales como la Administración, Policía o
el Ejercito, los cuales poseen un desarrollo de medidas coercitivas hacia aquel que se
desvíe de la norma, sino a través de otras instituciones que, en apariencia, no actúan
con igual regulación pero sí que se ven implicadas en el establecimiento de clases
sociales (véase, enseñanza, medicina/ psiquiatría, justicia) haciendo ver que el poder
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como tal es difuso y mantiene mecanismos suficientes con los que ejercer la violencia
política que, en caso de no ser reparada, no beneficia el desarrollo de un nuevo
modelo basado en la justicia.
Son dos marcos coincidentes pero diferenciados en cuanto a la justificación de os
mismos, ya que, a partir de estas ideas, Chomsky defiende la desobediencia civil
como algo laxo condicionado por las circunstancias contextuales que acompañan a
cada hecho o fenómeno social (aunque sea de carácter individual) mientras que
Foucault apela a la lucha de clases en pos del valor de justicia (adoptando a su vez
el término guerra para tal fin).

Bibliografía:

 Tirado, F. (2020). Contrato, soberanía y poder. Un aaproximación al pensamiento


político. Barcelona: UOC
 Illich, I. (1975). Némesis médica. La expropiación de la salud. Barral Editores.
Consultado en 2020, en https://www.ivanillich.org.mx/Nemesis.pdf
 Cerezo, M.J; Tovar, M; y Rozadilla, A. (2013). Medicalización de la vida. Etiquetas de
enfermedad: todo un negocio. Atención Primaria. 45(8): 434-438. Consultado en
2020, en https://doi.org/10.1016/j.aprim.2013.04.014
 Salma, S. Debate Chomsky/Foucault La Naturaleza Humana: Justicia versus poder
(completo español) Consultado en 2020, en https://youtu.be/09uLcWMQOfY

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