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El árbol del pañuelos

(RELATO)

Ni siquiera se despidió de los suyos el día que decidió marchar a casa. Atrás
quedó su familia y todos los recuerdos que habían constituido su vida hasta
aquel entonces. Quería ser libre y descubrir nuevas experiencias.

Casi un año después se dio cuenta de que había malgastado el dinero y la


salud. Caminaba perdido por las calles solitarias de una fría ciudad, y no hacía
otra cosa que pensar en los suyos.

De tanto en tanto le ronda la idea de volver a casa, pero la desechaba. Unas


veces por temor a ser mal recibido, otras porque no se sentía con fuerzas
para llevar una vida ordenada.

Sin embargo, venció lo temores y un buen día se atrevió a escribir a los suyos.
En la carta les pedía perdón y les decía que, aunque no se atrevía a pedirlo,
estaba deseando volver al hogar con todas sus fuerzas.

Terminaba la carta diciéndoles que si ellos -padres y hermanos- estaban


dispuestos a acogerlo, pusieran un pañuelo blanco colgado del árbol que
había junto a la casa, al lado de la vía del ferrocarril. Si él veía el pañuelo,
bajaría en la estación; de lo contrario, aceptaría la decisión de la familia y
continuaría el viaje.

Durante el viaje estuvo imaginando una y otra vez el árbol, unas veces lo veía
con un pequeño pañuelo blanco, quizá atado en la rama que más cercana
estaba de la vía del tren. Otras, imaginaba al árbol sin ningún pañuelo,
solitario y desnudo.

Cuando el tren pasó velozmente frente a su casa, contempló el viejo árbol… y


no pudo reprimir un gesto de gozo intenso: no sólo había un pequeño
pañuelo atado a una rama. Todo el árbol estaba repleto de pañuelos, unos
grandes y otros pequeños, unos blancos y otros de colores, como si hubiera
florecido un perdón amplio y blanco como la paz.

En muchas ocasiones me he puesto a pensar en todas las veces que nosotros


mismos nos hemos alejado del Padre Celestial y el Señor Jesucristo; algunos
nos hemos alejado más que otros, sin embargo, la clave está en el
arrepentimiento, en pedir perdón, en nuestro deseo de cambiar, de organizar
nuestra senda, en querer hacer las cosas mejor para Nuestro Dios. Es algo
increíble, poder sentir la paz en nuestros corazones, poder sentir el amor del
Salvador diciéndonos estas palabras:

Isaías 1: 18

18 Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos: aunque vuestros pecados


sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos
como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

Alma 7

11 Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y


esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las
enfermedades de su pueblo.

12 Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que


sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus
entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la
carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades
de ellos.
Mosiah 2

22 Y he aquí, todo cuanto él os requiere es que guardéis sus mandamientos;


y os ha prometido que si guardáis sus mandamientos, prosperaréis en la
tierra; y él nunca varía de lo que ha dicho; por tanto, si guardáis sus
mandamientos, él os bendice y os hace prosperar.

23 Y ahora bien, en primer lugar, él os ha creado y os ha concedido vuestras


vidas, por lo que le sois deudores.

24 Y en segundo lugar, él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo


hacéis, él os bendice inmediatamente; y por tanto, os ha pagado. Y aún le
sois deudores; y lo sois y lo seréis para siempre jamás;

Recibir el perdón de Dios es fundamental para nuestra paz y tranquilidad en


esta vida, y lo es más aun para nuestra eternidad. De la misma forma es el
perdonar a quienes nos han ofendido de alguna manera.

En 2 Nefi 12: 21 – 24 dice:

21 Habéis oído que ha sido dicho por los de tiempos antiguos, y también lo
tenéis escrito ante vosotros: No matarás; y cualquiera que matare estará
expuesto al juicio de Dios.

22 Pero yo os digo que quien se enoje con su hermano corre peligro de su


juicio. Y cualquiera que diga a su hermano: Raca, quedará expuesto al
concilio; y el que le diga: Insensato, estará en peligro del fuego del infierno.

23 Por tanto, si vienes a mí, o deseas venir a mí, y te acuerdas de que tu


hermano tiene algo contra ti,

24 ve luego a tu hermano, y reconcíliate primero con él, y luego ven a mí con


íntegro propósito de corazón, y yo te recibiré.

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