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Viajar es una forma de conocimiento, sueño y memoria; pero también puede ser la
oportunidad para rendir un modesto homenaje. Cuando uno viaja a una ciudad infinita como
Roma, debe elegir qué Roma quiere ver. Si escoge la Roma de los poetas románticos ingleses,
visitará el cementerio de la vía Cayo Cestio y la Casa Keats-Shelley. Este museo ocupa la
casa en la que, el 23 de febrero de 1821, murió John Keats. Desde el pequeño cuarto donde el
poeta se despidió de este mundo, el viajero sentirá el bullicio de la plaza de España y tal vez
John Keats vivió tan solo veinticinco años. La tuberculosis, que destruiría su familia ―su
madre, sus hermanos Tom y George―, segó también su aliento. Una flor. (Como Shelley y
Byron, como Novalis, como Bécquer…). En tan breve tiempo, Keats escribió textos
memorables. Sus versos se alzan sobre el polvo del tiempo. Afirmar que el poeta poseía una
delicada sensibilidad y una vigorosa imaginación quizá sea no decir nada. Crucemos los
términos: Keats poseía una imaginativa sensibilidad, una vigorosa delicadeza. El rechazo del
yo ―trampa en la que cayeron muchos románticos― le permitía entrar en las cosas de una
Los hallazgos de los poetas equivalen a los de los grandes inventores de la humanidad. Si
homenajearlo. Ojalá una elegante editorial española junte su poesía. Ojalá tú, anónimo lector,
deposites sobre su tumba el ramo de tu lectura. La vida del poeta fue corta, pero fecunda.
¿Qué hubiera escrito Keats de haber vivido más tiempo? A una flor no le preguntamos cuánto