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Luisa Moreno

Javier Larrarte
Alejandra Beltrán

MI UNICO

Era mi costumbre admirar el mar cada mañana, imaginando todo y a la vez nada aun así
no comprender que venía en aquellas bestias que se mecían serenamente sobre el agua,
avise a mi gente y ni el más longevo tenía conocimiento sobre aquellas extrañas figuras,
aun así, nos propuso admirar la serena marcha de la muerte, lejos de comprender sus
palabras dimos una bienvenida apresurada ellos lucían distintos y hablaban cosas raras.
Sin embargo, en grupos tratamos ofrecer entendimiento, pero los gestos de rechazo nos
hacían sentir pequeños.
Toco a mi puerta a aquella fuerza y los recuerdos de mi pequeño pueblo ardiendo en
llamas por manos blancas era lo único que en aquella celda me acompañaba. Poco a poco
empecé a entenderlos, ellos nos obligaban a hacerlo traían extrañas figuras colgadas al
cuello los veía arrodillados frente a uno grande de aquellos uno de madera a quien
clamaban, luego entendí que le llamaban crucifijo.
Trabajamos la tierra que día a día guardaba uno nuevo de nuestros cuerpos, de aquellos
mil frutos que surgían entre 20 se comían siete y aquel hombre con extrañas facciones se
adornaba en piezas brillantes que un día para mi fueron adoraciones todo para mis
dioses…tenían grandes cajones donde guardaban todo tipo de piedras, oro y diamantes
para ellos parecía algo muy importante.
De memoria conozco la palabra animal y también adaptación creo que sobre mi pueblo
cada día más pequeño tenía relación, ellos gritaban victoria y en las grandes bestias que
llegaban y salían todos los días se iban cantidades enormes de comida, todo tipo de
metales y por supuesto brillo de mi poderoso sol aquel que aún me acompañaba todos los
días en mis extensas horas tendió en tierras y las oraciones en las que besando el piso
frente al tal cristo hablaba con él y no me daba solución.
Llegaron en grandes en grandes cantidades extraños sujetos enormemente barnizados de
cuerpo completo, aunque ellos les llamaban animales salvajes yo no les vi pelo y parecidos
en función a mi cuerpo veía las caras medio ocultas entre sus manos coloreadas con
sangre y pellejo, atados todos por el cuello, sin ropa alguna y un gran desgaste en el
cuerpo nos pusieron juntos, pero no nos llamaban iguales…. entendía ya perfectamente al
hombre blanco, pero tenía miedo de que pudieran saberlo pues yo y tan solo unos
cuantos cargábamos la responsabilidad de la proliferación de nuestro convaleciente
pueblo. El hombre blanco decía la bestia refiriéndose al negro tendrá que viajar al otro
puerto pues es tan necesario en tierras ajenas que significa mucho dinero.
Trabajáis en minas maldito indio, vives y coméis por mi mano, habitáis mis tierras porque
soy generoso conocéis al negro porque soy poderoso.
Finalmente, esta mi cuerpo cansando, me veo postrado y solo escuchando aquellos pasos
de todas esas sombras vivas que se están marchando “la mercancía mas poderosa “les
llamaba el blanco.
Te he traído a ti desmerecido el maña del nuevo siglo ya que eres distinto seguirás a lo
lejos en mi servicio, crece bajo mi ala pero recuerda que tu madre y tu padre te llaman
capitalismo.
Ya no respiro y ni lo he sabido, me voy con mi gente aquellos fantasmas parecidos que
pronto olvidados murieron obligados a ser distintos, la mano de una lucha establecida las
almas que a lo lejos se niegan que su madre se llama patria y que su padre capitalismo.

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