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Didáctica I Ledesma Anteliz Victoria

Poema: La Luna sonriente y la muerte triste

La luna sollozaba y la muerte sonreía.

La muerte la veía y le preguntaba su desgracia.

La luna le dijo que el sol la había rechazado,

por ser apasionada y menos cuadrada.

La muerte se sorprendió y suspiro,

le señaló que la comprensión es el acto de la grandeza,

de lo perfecto e imperfecto,

de lo bello y bueno,

y de lo malo y feo…

La luna lloraba y la muerte reía.

La luna miraba a la muerte y no le entendía.

La muerte indagaba su dolencia.

Interpretaba con inteligencia.

Quería enseñarle con astucia y creatividad,

que el amor es cosa del cinismo y la fragilidad.

La luna berrinchuda cuestiona su accionar.

La muerte no tuvo más remedio que planear.


La muerte tenía la finalidad de cultivar en la luna,

por medio de bases y la moral,

el saber y el hacer en el amar.

La luna se resistía a la normatividad.

La muerte no tuvo más remedio que regañar.

La enseñanza y la educación siempre pelearán

con el querer entre el deber.

La muerte trataba de hacerle entender,

que su función es ver su relación con los otros.

La fraternidad está en el Todo,

porque en el uno hay un Todo,

y en el Todo hay un uno.

Mientras ella brinda la luz de la serenidad.

El sol portará el alumbrado de la viveza y fogosidad.

Todo te afecta.

Busca los sentidos,

antes de perderte en el cruel camino del olvido.

Olvido hacia ti misma.

El olvidarte de los otros,


de sus interacciones e impacto,

de sus historias y valores,

de sus habilidades, alegrías y miedos.

Porque la enseñanza y educación debe radicar en tu búsqueda,

de los medios que te violenten a encontrar tu identidad,

por medio de palabras y obras que has de dar.

Una muerte triste y luna que sonríe.

Ahora sólo queda continuar,

con la práctica en reflexión,

para dar paso a la perfección

de la enseñanza, la vida y la educación…

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