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Trilogía

LLAMAS
GEMELAS
LLAMAS
GEMELAS
Creación
1
Judit Amor
Primera edición digital: abril 2021
Primera edición impresa: abril 2021
© Texto: Judit Amor
© Imágenes de cubierta: Jozef Klopacka
Diseño y montaje de cubierta: J.A.M.
Maquetación: J.A.M.
alma8@alma8.com
www.alma8.com
Partes de esta obra pueden ser reproducidas
con permiso de la autora y cita de la fuente.
A todas las parejas sagradas
y a lo sagrado de cada pareja
En la gran obra cósmica,
las parejas sagradas fueron creadas
como espejo mutuo
para la experimentación
del amor que Yo Soy.
Agradecimientos
A Dios, por su amor puro y cálido, por su guía y compañía en el camino, por
llenar de luz las noches oscuras y convertirlas en fe, bendición y oportunidad
de renacer.
A mi madre y a mis padres, por el amor y la vida; por el apoyo, las
contribuciones y el aprendizaje; por cumplir su cometido a la perfección.
A mi familia, en la Tierra y en el Cielo, y al linaje que vive en mí, por lo
que sembraron, por lo que entregaron, por la fuerza y la poderosa esencia del
fénix.
A mis amigos y amigas del alma, tesoros vivos en mi corazón, por la
lealtad, el compartir y el avance juntos más allá de la distancia.
A mi alma unidad, por el espejo cósmico de luces y sombras, por la
experiencia del Cielo en la Tierra, por el camino de amor verdadero.
A los maestros y maestras que siguen guiándome en el camino y a los
grandes maestros de la historia por su preciado legado.
A las personas que han pasado por mi vida, en especial a aquellas que
presentaron retos para el despertar.
A mis compañeros los libros, que fueron mi sostén y reactivaron mi guía
interna sobre todo en los años de mayor aprendizaje en la oscuridad.
Y por supuesto a vosotros, lectores y lectoras, por formar parte de este
viaje y porque sois la razón de ser de este sueño.
Prólogo
Llamas gemelas es un libro de la Biblioteca Viviente mencionado en la
octología Alma, transformado en trilogía por su extensión. Esta selección de
vivencias y enseñanzas de Alma trata sobre el camino de estas parejas
sagradas.
Flamas divinas, llamas gemelas o, como denominamos en la octología,
alma unidad son distintos nombres dados a un concepto místico: la conexión
única con un ser que forma parte de la propia alma.
Cada vez más generalizado en nuestro tiempo, el término «llamas
gemelas» evoca a las almas divididas en dos seres que mantienen su esencia
espiritual, con el propósito de cumplir una misión: experimentar y difundir el
amor incondicional.
Este es un llamado divino cuya verdad terrenal solo es posible
experimentar en conexión con lo celestial, un regalo en el camino de la
iluminación que requiere fe testimonial, honestidad íntegra y compromiso
verdadero.
Más allá de ideales románticos, el camino de las llamas gemelas, tanto si
están en la misma o distinta dimensión, puede ser arduo, solitario y hasta
desgarrador cuando el alma vive alejada del espíritu, pues el espejo cósmico
que se reflejan llega a lo más profundo de cuanto las habita.
Gracias a la sanación y al despertar de la consciencia, nacidos de la guía
divina y el cultivo interior, el espejo se purifica, las polaridades yin y yang se
equilibran, y grandes bendiciones se manifiestan: florecer de los dones para
el servicio a la humanidad, sabiduría que fluye en paz con la vida, apertura a
un camino infinito de amor.
Judit
1
CONEXIÓN
Las miradas de ambos se encontraron
y conectaron hasta lo más profundo.
Familiaridad
El último que acudió a saludarla fue el mayor, el del cabello de fuego. Su
expresión facial, que solía ser tan angélica como aguerrida, se había
transformado en un rostro sonrojado por la timidez.
Con la cercanía, ambos sintieron una familiaridad que los llenó de
bienestar, una burbuja de paz que los transportó al Cielo, el descanso
misterioso de haber encontrado a alguien que habían echado de menos
durante mucho tiempo.
—Me alegra que formes parte de nuestra familia y nuestro hogar —sonrió
el joven con sinceridad.
—Yo también —respondió ella con la emoción contenida como un
caramelo atascado en la garganta.


Atracción magnética
Las miradas de ambos se encontraron y conectaron hasta lo más profundo.
Era una atracción irresistible, magnética, fuera de lo común. En aquella
mirada, experimentaron la belleza más grandiosa, la conexión con el mundo
del espíritu.
Al girar la cabeza para ocultar el rubor, la joven vio una multitud de bolas
de luz en el gran espejo. ¡Eran los niños! Y ella… En aquel instante lo supo:
ella también se había reflejado ante el espejo como una luz cegadora cuando
llegó junto al vagabundo.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió veloz hacia el espejo y paró de golpe
frente a él con ojos interrogantes.
—Es el Espejo de la Verdad —dijo la Gran Madre mientras ambos
jóvenes observaban dos inmensas bolas de luz, que aumentaban de tamaño
una al lado de la otra.


Misión común
El joven escondido, que había suplicado al espejo que no lo delatara, se
tumbó en el suelo para dormir. Albergaba en su alma la esperanza de formar
parte de la profecía de la que tanto había oído hablar a sus padres, pues no
solo sentía que su misión era contribuir a la pacificación del planeta, sino que
deseaba hacerlo junto a aquella muchacha que hacía temblar su corazón.


Inseparables
Alma y Amador se habían sentado cerca. Había una conexión entre ellos que
los hacía inseparables. Además de leerse el pensamiento y hablar por
telepatía, se entendían con la mirada, por eso nadie sabía que entre ellos se
estaba estableciendo un código de comunicación especial, que un día tendría
un papel decisivo en el curso de los acontecimientos.


Apoyo evolutivo
Anclada como seguía en el trauma del pasado, vivía los contrastes como si
fueran la misma película de terror: la cárcel del suicidio y la libertad de volar,
la caída al infierno y el salto al cielo, el piso de oscuridad y el Palacio de
Cristal, la sucia calle maloliente y el fragante paraíso vegetal, la muerte y la
vida, el miedo y el amor.
—¿Qué te pasa, Alma? —Amador vio las lágrimas en sus ojos y le habló
sin que los demás lo oyeran.
—Quiero salir de aquí… —contestó ella con la voz entrecortada.
—Ya sabes que hay dos modos de hacerlo: volviendo por donde hemos
venido o lanzándote a volar. Y tú no eres de las que se echan atrás —Amador
la hubiera abrazado y se la hubiera llevado al lugar más seguro de la Tierra,
pero ese lugar no existía, tenían que conquistarlo en sí mismos y la única
forma era seguir adelante.
Alma sintió la fuerza del apoyo de Amador.
—No quiero volver atrás. ¡Lo haré!
Al pronunciar su intención y sin pensarlo dos veces para no dar tiempo a
la duda, Alma desplegó sus alas poderosas y saltó al vacío.


Empatía profunda
Amador, que sintió culpabilidad por haberla animado a volar, vio cómo ella
lo miraba con gratitud. Igual que Alma sabía lo que él sentía, él también sabía
que ella escondía algo. Quiso decirle que los secretos pueden hacer mucho
daño, que esconder solo crea culpa, dolor y miedo, pero no se atrevió a decir
nada. La barrera de Alma le impidió pronunciar una sola palabra. No era el
momento.


Descubrimiento
Amador no podía creer que su propio hermano quisiera arrebatar la vida a la
persona que más le importaba. Fue entonces cuando descubrió cuánto quería
a Alma.


Impulso para ser
Amador, velando siempre por ella, con una sola mirada la ayudó a despertar
la confianza que necesitaba en aquel momento de temerosos pensamientos.
Gracias a él su cabello volvió al color natural, porque dejó de sentir miedo.
Alma percibió la fuerza del amor en aquella mirada de su amigo, que ya
brillaba entre los más bellos tesoros de su corazón.


Amor creciente
Por la noche, después de la celebración por la superación de la Puerta del
Tiempo, Alma solo podía pensar en las últimas palabras del joven filósofo, en
el valor que adquiere el tiempo cuando se vive con amor, porque cuanto más
tiempo pasaba cerca de Amador, más crecía su especial afinidad con él y más
valioso se tornaba cada segundo.
Nunca antes había sentido nada parecido.
¿Sería aquello... amor?


Compañía en el dolor
La vivencia del más profundo desamor era un dolor recurrente que todavía se
le clavaba como una lanza de hielo en el corazón.
—Alma… —Amador quiso abrazarla y ella se apartó.
—Lo siento —Alma volvió a sentir que deseaba morir. Le dolía tanto… El
recuerdo de gritos, golpes y velas encendidas volvió a inundar el vacío
abismal que la atormentaba cada vez que se abría la herida. Cerró los ojos,
como tantas veces en su vida, soñando evadirse del mundo para siempre.
—¿Qué te pasa, Alma? —Amador la había apartado del grupo sacando
fuerzas de donde pudo, por amor a ella, pues el rechazo del abrazo le había
activado su propio dolor.
—Por favor, no me preguntes.
Él sintió impotencia al verla inaccesible y no poder ayudarla, como tantas
noches cuando percibía que Alma lloraba hasta caer rendida.


Anhelos compartidos
A medida que avanzaban en su viaje, el rostro de Alma se entristecía.
—¿Qué te ocurre, Alma? —a pesar de llevar las riendas del unicornio
alado, Amador velaba por el bienestar de su amiga en todo momento. Ella
sentía que él siempre estaba ahí y aquella sensación se le hacía extraña,
desconocida.
—Parece que nada es suficiente.
—Sé a qué te refieres, Alma. Quisieras poder dar mucho más a todos los
niños, a todo el mundo. Te entiendo. Siento lo mismo.
—Nuestros regalos son breves lucecitas en una larga noche oscura.
—A lo mejor en el futuro podremos ofrecerlos más de una vez al año,
porque poseeremos más energía para ello —Amador quiso consolarla.
—Para hacer realidad el sueño del nuevo mundo es necesario un salto de
consciencia de la humanidad.
Amador asintió a sus palabras. Ella se abrazó con fuerza a él y una lágrima
le resbaló por la mejilla hasta perderse evaporada en algún lugar del cielo
infinito.


Compañeros de camino
Amador se dirigió a ella y le pidió ir juntos a la puerta principal de palacio
donde, siguiendo la tradición y recordando historias celtas de druidas, los
niños habían colocado grandes ramas de muérdago, una planta que aquellos
sacerdotes creían llena de propiedades mágicas. Allí, bajo las bayas
traslúcidas, tan resplandecientes como su corazón palpitante, la miró a los
ojos y le dijo con voz firme:
—No estás sola, Alma. Estamos todos juntos. Y yo estaré siempre contigo.
Ella, sin saber cómo, se vio envuelta de la energía más cálida y llena de
amor que jamás había percibido en un amigo. Por primera vez en su vida,
ante el firmamento dorado del amanecer, descubrió la llama del hogar en el
corazón del ser amado.


Noches blancas
Después del encuentro con Amador, Alma solo pensaba en él. Recordaba
cada instante, cada detalle, cada temblor. Sentía una mezcla de nervios,
alegría y miedo. No entendía ese temor que la paralizaba, pero cuando
llegaba la calma, se recreaba una y otra vez en aquellas palabras de amor bajo
el muérdago, hermoso y transparente como el noble corazón de su amigo.
Amador, por su lado, daba vueltas y vueltas en la cama. Izquierda,
derecha, izquierda, golpe contra la pared… Y vuelta a empezar: izquierda,
derecha, izquierda… Alma le estaba alterando la armonía que tanto se
esmeraba en conseguir, le estaba robando la cordura y el corazón. ¿Acaso no
era el amor un remanso de paz? ¿Por qué entonces aquella turbulencia de
pensamientos y emociones desbocadas?


Sentimiento humano
Durante esos días Alma y Amador actuaron de forma esquiva. No sabían
cómo comportarse el uno con el otro. Los delataba el rubor cuando sus
miradas se cruzaban, actuaban con torpeza cuando el otro estaba cerca, les era
imposible ocultar lo inocultable: la atracción que sentían mutuamente, el
anhelo incontenible de estar el uno junto al otro.


Poder superior
Mientras seguían las risas y aumentaba el calor del ambiente, Amador hizo
un gesto a Alma para pedirle que lo siguiera. Con mucho sigilo y procurando
pasar desapercibidos, abandonaron la sala y se dirigieron hacia la entrada de
Gímaco tal como hicieron el día de Navidad.
Caminaron juntos en silencio hasta el Acantilado del Oeste, algo alejado
de la llanura que se extendía más allá de los jardines. Amador adoraba aquel
lugar. Ese acantilado era el alma del paisaje. Situado al oeste de la playa,
palpitaba como un corazón lleno de vida.
Una vez allí se sentaron en las rocas, frente al mar y la luna que los
miraban. Ella esperó las palabras de él:
—Alma, ¿crees en Dios? ¿Crees que si existe nos ayudará a cumplir los
propósitos con los que nos hemos comprometido? —Amador temió ser
incapaz de rescatar al Gran Padre.
Ella, a pesar de los nervios que le producía estar a solas con él, logró
hablar:
—Algo me dice que hay un poder superior en el universo que forma parte
de todos nosotros, porque también nosotros somos universo, igual que todo lo
que existe más allá de la visión humana —al mirarlo a los ojos se le aceleró el
pulso, sin imaginar siquiera que a él le ardía el corazón—. Y cuando
conectamos con esa fuerza de la vida, entonces activamos nuestro ser
poderoso, capaz de crear y lograr cualquier propósito. Muchas personas lo
llamamos «Dios» —logró finalizar.
—¿Y cuál es ese poder superior?
—El amor.


Inmortalidad
Pasaron largo tiempo en silencio, fugaz para ellos, contemplando la luna y las
estrellas, sintiendo el frío viento en la piel, disfrutando de la mutua compañía;
sin hablarse, pero comunicados en todo momento; sin mirarse, pero fundidos
en las brillantes pupilas del otro; sin tocarse, pero unidos por un vínculo
eterno.
—Para manifestar nuestro verdadero yo es esencial conectar con la energía
del amor y recordar cómo utilizarla —dijo Amador.
—Sí, en orden y equilibrio, al servicio de los demás, porque también ese
es nuestro beneficio.
—Todos somos uno, ¿verdad?
—Sí. Todos formamos parte de este universo infinito —ella alzó la vista
hacia las estrellas.
—Entonces, cuando utilizamos el poder del amor…
—La huella de nuestra vida se transforma en eternidad —Alma acabó la
frase de Amador, que la abrazaba con la mirada.
—En este mundo físico eso debe de ser lo más próximo a la inmortalidad.
—Sí, la inmortalidad del amor. El infinito en este mundo finito.
—Puede que en las Puertas del Amor y el Infinito aprendamos a utilizar
ese poder superior —dijo él.
—Creo que ya hemos empezado a hacerlo. Seguro que todo saldrá bien.
Uniremos nuestras fuerzas para rescatar a Padre y ¡venceremos!


Promesas
—Alma, sabiendo de dónde vienes me asombran tu valor y tu fortaleza. La
falta de amor de mi familia me hace sentir débil muchas veces. Siento que me
falta algo —Amador era consciente de que no podría estar bien hasta hallar la
paz con su familia. ¿Cómo podría subsistir un árbol sin raíces? ¿Qué fruto
podría dar?
—A mí me sucede lo mismo, ¡estoy cansada de tanto altibajo emocional!,
pero confío en ti.
—Crees más en mí que en ti misma. ¡Si supieras la fuerza que sentí con
solo mirarte la primera vez! Tienes tanto poder, Alma.
Amador le cogió las manos. Al hacerlo sintió que su espíritu salía del
cuerpo y se conectaba con el de ella en un plano superior.
—Alma…
Ella, que había sentido lo mismo que él, lo miró a los ojos.
—Me faltó pronunciar un propósito ante la sala.
—¿Por qué no lo dijiste?
—Quería decírtelo solo a ti.
La joven seguía mirándolo, con gesto tímido y expectante.
—Te prometo que siempre te apoyaré en tu misión. Siempre podrás contar
conmigo pase lo que pase, porque la energía del amor puede abarcar todas las
distancias y alcanzar todos los propósitos.
Alma, temblando, le acarició las manos. Y él se sintió más vulnerable que
nunca al sentir su amor. Cuando ella le hizo la misma promesa, un aura
dorada perfiló la silueta de ambos. A medida que separaban sus manos, el
aura se difuminó en la oscura cúpula estrellada, más allá de las palmeras y el
mar.


Conexión energética
Por la noche Alma no conseguía dormir pensando en Amador. Sentía que él
estaba allí de forma física. De pronto se le encogió el estómago: de nuevo el
miedo al desamor.

Mirada de amor
Amador no sabía qué hacer. Alma estaba llena de rasguños y mordeduras.
Las bocas habían llegado hasta ella y no había podido evitar que le clavaran
los colmillos en el torso. Estaba acorralada por la sombra, que la había sitiado
para que Amador no pudiera ayudarla.
—¿Qué hacemos, Amador? —Pacífico no sabía cómo distraer a aquel
monstruo que tenía una única fijación: Alma.
—Pensemos. No nos dejemos llevar por el miedo. Quiero decir:
¡iluminemos el miedo! —era la primera vez que Dulce mostraba tanto valor
en su expresión.
—El miedo… Sí, ¡eso es! ¡Alma, mírame! —Amador gritó con todas sus
fuerzas y, a pesar del constante ataque de los furiosos lobos, ella hizo lo que
le pedía su amigo.
—¡No veo nada! ¡La oscuridad de esta sombra me impide verte!
—Muchachos, ya sabéis lo que está haciendo Amador. Démosle luz para
que Alma pueda verse en sus ojos —Fauna reaccionó con rapidez y todos
generaron luz entre sus manos para dirigirla hacia Amador.
—¡Vuelve a mirarme, Alma! Recuerda quién eres. Concéntrate en tu
verdadero ser, tu esencia de luz. ¡Mira tu estrella!
Alma pudo ver y sentir el amor en los ojos de Amador. Así pudo serenarse
lo suficiente como para enfocar la atención en su estrella de luz. Gracias a
ello olvidó su temor hacia la sombra de lobos salvajes, recordó quién era ella
de verdad y la falsa ilusión del miedo se resquebrajó en su mente cual cáscara
de huevo picoteada por un polluelo. En cuestión de segundos, la sombra se
convirtió en polvo y desapareció.
La joven volvió a sentir paz en su interior, el calor del verdadero amor, y
corrió a abrazar a Amador, aunque se contuvo en el último instante.
—Me habéis salvado.
—Tú lo hiciste, Alma —dijo Amador, que de haber podido abrazarla no la
habría soltado jamás—, nosotros solo te ayudamos a recordar.


Trascender el temor
Mientras Amador revisaba las heridas en el cuello de Alma y los demás
seguían hechos un manojo de nervios, la superficie de Espejo pasó del negro
a la luz y habló por segunda vez en aquella noche:
«Habéis superado la tercera prueba del Camino del Amor. A pesar del
temor habéis estado al lado de vuestra amiga y Amador ha sido capaz de
trascender el miedo a la muerte y arriesgar su vida por la de Alma. Una vez
más el miedo ha sucumbido al amor».


Lágrimas curativas
Aquella noche tembló el corazón de Alma y temblaron las estrellas. No creyó
que volvería a sentir tanto dolor como el que experimentó al ver llorar a
Amador. Mientras sostenía a su amigo, recordó las antiguas palabras de
Chahna y percibió las sombras y luces de la vida: el miedo ilusorio destructor
y el amor mágico creador. Y todo integrado en la unidad de la existencia.
También pensó en lo que había hablado con Amador durante la noche de
las promesas, en los actos de amor hacia los demás que serían su huella en la
eternidad. Abatido entre sus brazos, él se sentía vulnerable y débil, pero ella
percibió todo su poder: tan valiente como para pedir ayuda, tan sincero como
para mostrar sus emociones, tan comprometido como para llorar y seguir
adelante con su misión. Sí, él dejaría una huella eterna.
Cuando Amador lloró todo lo que necesitaba llorar, se abrazaron durante
largo tiempo sin decir nada, se despidieron de la noche y dieron la bienvenida
a un nuevo sol.


Luz en el corazón
Volando hacia la playa, practicando piruetas y espirales en el aire, sintió un
bienestar repentino y presintió que algo maravilloso iba a suceder.
Amador la había seguido hasta un palmeral cercano a las aguas cristalinas
del mar. Los demás coramor seguían volando y jugando en el aire con pelotas
y discos, saludando a los pequeños que se los lanzaban desde suelo firme.
Alma se elevó unos ochenta metros sobre el mar y él, al verla tan hermosa
dibujando bellas formas en el firmamento, no pudo contener el impulso de
volar hacia ella y abrazarla.
Ella sintió un amor tan grande que perdió la noción del espacio y del
tiempo, sus alas dejaron de moverse y se plegaron. Confió en Amador, que la
sostenía en sus brazos entre el cielo y la tierra.
Allí, bajo la luz del sol fulgurante, sobre la superficie del mar transparente
y sereno, rodeados del colorido de la primavera en aquel mundo de ensueño,
se miraron sin decir nada y diciéndolo todo.
Siguieron abrazados durante horas que se les hicieron segundos, como si
hubieran traspasado el tiempo al unir sus almas. Por primera vez tuvieron
valor para demostrar sus sentimientos, sin temor a ser heridos, con la plena
confianza de quien se deja guiar por el amor.
—Alma…
—¿Qué quisiste decirme aquella noche? —preguntó ella, que no había
olvidado la frase interrumpida por el ataque de los mil lobos.
—Que puedes confiar en mí, que siempre te apoyaré y que… Te quiero.
Alma sintió una caricia de fuego, un silencio lleno de música, un rayo de
luz en el corazón.
—Yo también te quiero, Amador.
La estrella de ambos se iluminó.


Todo tiene un sentido
—¿En qué piensas, Alma? —preguntó Amador, sentado junto a ella en la
roca más elevada del acantilado.
—En lo que me dijo Madre cuando me habló de la leyenda del Palacio de
Cristal: todo tiene un sentido, Amador. Y nuestras acciones repercuten en los
aprendizajes y oportunidades de evolución que aparecen en nuestras vidas.
—Siento lo mismo. Es la ley de causa y efecto. Cuando actuamos de
forma inconsciente o evitamos afrontar algún obstáculo o temor, la vida nos
sigue poniendo en el camino aquello que necesitamos experimentar y
aprender, hasta que lo logramos.
—Sí. Todo ocurre por algún motivo, aunque muchas veces, con la limitada
percepción humana, no podamos comprenderlo.
—Bueno, tú tienes una percepción muy desarrollada —dijo él mostrando
admiración.
—¿Eso crees? —rió ella—. Bueno, no me falló la intuición el día que me
abrazaste.
—¿Sabías que iba a hacerlo? ¡Si no lo sabía ni yo! —exclamó Amador
haciéndola reír de nuevo.
—No lo sabía. Solo sentí que algo maravilloso iba a suceder.
Él bajó la mirada y se sonrojó.

Sueños enlazados
Ella prosiguió:
—Tengo un sueño. Un gran sueño.
Él se dispuso a escucharla con toda atención.
—Sueño un mundo muy diferente al de ahora. Un mundo de luz.
En ese instante, Amador le leyó la mirada y pudo comprender la magnitud
de aquel sueño. Sintió una ráfaga de amor infinito hacia ella y un ardiente
calor en el corazón.
Pasaron momentos memorables pensando en los próximos meses. ¿Qué
aventuras les depararía el verano en el Palacio de Cristal? El rumor de las
olas del mar los incitaba a soñar cerrando los ojos.
Amador, que percibió los sentimientos de ella, se acercó para susurrarle al
oído: «Yo también a ti, Alma». Entonces se abrazaron sintiéndose uno y el
amor que los envolvió los hizo sentir en casa.
Con la silueta unida e iluminada por las franjas doradas del amanecer, los
dos diamantes del Mundo de Cristal se quedaron contemplando el brillo del
sol en el mar, mirándose con profundo amor, con los corazones enlazados,
sintiéndose felices, en paz.


Miedo a la pérdida
El amor que la unía a él había tomado forma de frase interna frente a la luz
del amanecer: «Te quiero». Amador la había escuchado a través del silencio y
le había contestado al oído: «Yo también a ti, Alma».
La vida les sonreía, pero al llegar la noche la joven volvió a hundirse en la
densa lava de un volcán infernal: el miedo. Miedo a perderlo, miedo a que la
abandonara, miedo a que dejara de quererla. Su cabello se oscureció. ¿Por
qué seguían persiguiéndole los mismos temores del pasado? ¿Por qué no
podía liberarse de ellos?
Desvelada, miró la luna desde su ventana y el satélite iluminó sus lágrimas
convirtiéndolas en gotas de colores. Alma volvió a sentir el vacío de la
soledad. «¿Por qué? ¿Por qué otra vez? ¿Es que no bastan las pruebas
superadas para dejar de sufrir?», se preguntaba mientras escondía la cara
entre las sábanas, con la intención estéril de no sentirse tan desprotegida.
«¿Cómo amar de verdad cuando aún hay temor?».

Amor eterno
—El curso ha sido muy intenso.
—Sí, mucha responsabilidad y muchos peligros.
—¡Y temores! —dijo ella, mirándolo a los ojos de una forma tan
penetrante que se fundía con él.
—Sí, muchos temores, Alma —Amador se acercó a ella hasta percibir el
fragante olor de su piel—. Y el peor: temer por tu vida.
Sin saber cómo, acercándose con lentitud, acabaron abrazados,
acariciándose cara con cara. La fuerza magnética que había entre ellos volvió
a manifestarse. Era una afinidad superior que, por encima de cualquier
explicación racional, parecía proceder de un amor puro nacido en el origen de
los tiempos.
Los jóvenes no pudieron sostener aquella energía que los hacía volar y se
arrodillaron sobre la tierra sin deshacer el abrazo.
—Alma… —la voz de Amador sonó quebrada.
Era la primera vez que ella oía su nombre pronunciado con el sonido del
deseo. Él la abrazó con fuerza y ella se sobrecogió al sentir la energía de
aquel amor procedente de otros mundos. Entonces experimentó la ausencia
de miedo a que él dejara de amarla, porque comprendió que Amador la había
amado como ella a él: siempre. Miles de vidas habían pasado y miles de vidas
pasarían. Era un amor eterno.


Sabiduría
A pesar de la pasión incontenible, se mantuvieron serenos bajo la lluvia
purificadora, tomando la firme decisión de actuar con prudencia y sabiduría.
El imán que había entre ellos era muy poderoso, pero eligieron dirigir aquella
energía hacia la creación de un camino fundamentado en una base firme y
unos pilares rectos. Para ambos era un regalo del Cielo poder convivir en el
mismo hogar, mirarse a los ojos cada día, construir juntos un destino
compartido.


Integración
—Amador, yo también quería decirte algo. Desde que oímos hablar de los
conceptos «integración» y «represión» no he podido dejar de pensar en ello.
—A mí me pasa lo mismo, Alma —el muchacho quería acariciarle el
cabello y recrearse en el tacto de sus tirabuzones dorados.
Ambos se hacían las mismas preguntas: ¿Acaso no estarían reprimiendo
las emociones en su intento por equilibrarlas y llevarlas con madurez? ¿Cómo
podrían pasar tanto tiempo juntos y a la vez mantener serena la atracción cada
vez más irresistible que surgía entre ellos? ¿Cómo integrarse el uno con el
otro sin dar pasos de cercanía que consideraban que aún no correspondía dar?
Para ser consecuentes con las profundas enseñanzas que habían recibido
sobre la relación íntegra entre hombres y mujeres necesitaban grandes dosis
de voluntad, pues la imperiosa fuerza de aquel amor procedía de tiempos
inmemoriales y en ese momento se hallaba dentro de dos cuerpos
adolescentes.


Luz divina
Hasta el día en que volvió a ser Fénix, no había reparado en aquella
compañera que intentaba esconder su feminidad de forma infructuosa, porque
estuvo aferrado a la idea de que el amor de su vida era Alma y porque
entonces era incapaz de percibir la energía sutil de las personas, ni siquiera la
fogosa esencia compartida que solo esa joven había logrado despertar en su
interior.
Al principio lo sorprendió que aquella muchacha llamara su atención,
porque se mostraba cerrada y oscura, al contrario que Alma, quien a pesar de
sus heridas irradiaba luz hasta en sus días más tristes. Intuyó que tras el
hermetismo escondía un verdadero diamante interior.
Consciente de que no solo la obsesión sino también las apariencias podían
distorsionar la percepción real del amor, abrió su corazón a aquel ser que le
pedía ayuda bajo el testimonio de la blanca luna.
Mientras iluminaba a la muchacha con la fuente de energía, Fénix recordó
una frase de Espejo, referida al antiguo Espectro, que le había transmitido
Alma: «Igual que no es oro todo lo que reluce, tampoco es oscuridad todo lo
que no brilla».
Él había percibido la luz divina de ella, aunque en su faceta humana era
como había sido él. ¿Y quién mejor para comprenderla que quien había
experimentado una oscuridad similar?
No obstante, para Fénix ella ya había empezado a brillar, no solo por la
energía que percibía, sino porque con el poder de sus alas, de nuevo con
forma humana, la había ayudado a deshacer nudos oscuros que aprisionaban
su corazón.


Ave poderosa
La joven se sintió liberada de un gran peso en su espalda y pudo erguir su
postura encorvada, se apartó el largo flequillo de la cara, abrió los ojos y
mostró una sonrisa con graciosos hoyuelos.
—Gracias, Fénix —dijo esta vez con humildad—. ¡He sentido que volaba
como un ave poderosa y he visto la imagen luminosa del sol! Me llamo Luna.
Él se quedó mudo al escuchar la auténtica voz de la joven, tierna y suave
como una caricia; desconcertado tras advertir su corazón abierto, como una
ventana que airea el interior de una lumínica habitación, y deslumbrado ante
el impacto de su belleza floreciente, como una fértil primavera tras un árido
invierno.
—Los maestros han dicho que Espejo nos dará una sorpresa mañana.
Ella buscaba conversación y Fénix solo alcanzó a pensar: «Mi mayor
sorpresa eres tú».


Poder milagroso
El alma humana es capaz de mover los hilos del universo impulsada por el
anhelo de expresar su luz.
2
OSCURIDAD
Tenías que pasar por esto.
No te juzgo.
Te amo.
Puertas al alma
«Para disfrutar de la vida hay que saber apreciar los regalos del presente»,
pensó Amador mirando los ojos de Alma.
«Sí, y ser conscientes de la luz que somos», añadió ella, que había leído
sus pensamientos, recordando el cuento de la educadora llamada Legendaria.
La mente de Amador se adentró en un sueño lúcido donde los ojos de ella
se convertían en puertas directas a su alma. En ese refugio recibía su
acogedor abrazo, su cálido amor.


Libros para despertar
La verdad no puede aprenderse en los libros,
pero algunos libros pueden despertar
la verdad que vive en tu interior.


Paraíso en libertad
La luz le impedía ver el cuerpo de Alma y también le impidió pensar un solo
momento en desear verlo. En aquel lugar, bañados por la bendición de la
consciencia, experimentaron un estado del ser ausente de deseo, lleno del
todo y de la nada, feliz de forma ilimitada.
Alma se quedó sin palabras y empezó a correr en círculos, percibiendo el
calor húmedo del vientre terrestre, acariciando el resplandor del lugar,
contemplando la purpurina de los símbolos energéticos del infinito. Siguió
corriendo y corriendo durante un tiempo indefinido. Amador vio en ella una
elfa de luz, un ángel iluminado, una humana divina.
El joven la miraba y se complacía con la energía de libertad de ella. Cerró
los ojos y su alma viajó a lugares paradisíacos, de una belleza tan
extraordinaria como la de los territorios de palacio. Allí se encontraba con su
diosa, Alma, y en cada imagen se fusionaban con el paisaje siendo uno con la
vida.
Ella desplegó sus alas y empezó a volar. Amador oyó el aleteo, abrió los
ojos y la siguió. La música del universo empezó a sonar. Jugaron en el aire
creando una danza de aves silvestres, un baile de libertad donde ambos
sintieron el éxtasis del infinito.


Momento perfecto
Alma se sentía fascinada por las aventuras que vivía a cada momento. A
pesar de toda la magia que la rodeaba, la experiencia más extraordinaria que
estaba viviendo era su fuerte vínculo con Amador, cuya hermosura le parecía
superior e incomparable a la de los más bellos dioses de la mitología.
Mientras espigaban los libros, hambrientos de sabiduría y enigmas por
descubrir, uno de color dorado cayó en las manos de Alma. El título: Llamas
Gemelas.
La joven se enfocó en conectar con el Gran Espíritu, como había hecho
Justo, pero no logró que el libro la siguiera. Todavía no era el momento.
Decidió recordar aquel libro hasta el día en que estuviera lista para
comprender su contenido.


Rechazo
Pasaba el tiempo y Alma seguía esperando. Empezó a inquietarse. Amador
no aparecía. Le había dicho que lo esperara un momento. ¡Un momento! Pero
habían pasado ¡horas! Podía percibir con claridad que él se había
desconectado de ella. Cuanto más tiempo pasaba, más inestable se sentía.
Decidió ir a buscarlo.
—¡Amador! ¿Dónde estás? ¡Amador!
Después de un buen rato caminando por el bosque empezó a sentir
opresión en el pecho. Llevaba rato aguantando las ganas de llorar. El
sentimiento de abandono que la había acompañado desde niña y que creía
haber curado en Gímaco volvió a invadir su corazón.
—¡Amador! —sollozó de rodillas sobre la tierra bañada en lágrimas.
Los hadaluz, que tenían un fino oído, avisaron al joven de que alguien lo
buscaba. Él llegó corriendo.
—¡Alma! ¿Qué ocurre?
—¿Dónde estabas? —lloraba ella.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
—¿Por qué no viniste antes?
—Estaba en el bosque —Amador estaba petrificado ante ella. Ni siquiera
se había agachado para ayudarla a levantarse.
—Me dijiste que te esperara un momento.
—¿Y cuál es el problema? Me distraje. Nada más —la cara de Amador no
mostraba expresión alguna. Era puro hielo.
—¿Que cuál es el problema? ¡Que yo te esperaba!
—¡Pues no haberme esperado! —Amador se sintió rechazado por ella, que
le reprochaba no haber actuado de otra manera. Le dolió. Dejó de sentir amor.
La distancia se apoderó de ambos.


Espejo de dolor
—Te esperé porque habíamos quedado en eso. ¡Lo prometiste! ¡No puedo
confiar en ti! Ni siquiera un «lo siento». No te importa verme llorar. Y
encima me contestas con frialdad.
—A ti tampoco te importa herirme.
—Solo te duele lo tuyo. ¿Y lo que has provocado en mí? Llevo horas
esperándote y tú a lo tuyo. Y en lugar de disculparte, reprochas. ¡Qué gran
decepción!
Amador, justamente por haber tocado el Cielo juntos tantas veces, ahora
estaba tan roto de dolor como ella. Miró a Alma, que seguía llorando. Estaba
bloqueado. Su corazón no respondía. Se sentía víctima de una injusticia.
—¡Tienes demasiado dolor dentro, Alma! —justificó.
—No soy yo quien se queda de piedra sin hacer nada mientras la persona a
quien dice amar está llorando. ¿Quién está lleno de dolor?
—¡Tu energía me aleja!
—¡Eres tú quien ha provocado esta situación! No tienes consideración por
mí. ¿Quién te crees que eres?
—¡No eres lo único que existe, Alma!
—¡Nadie dice eso! ¡Estás distorsionando la realidad! Habíamos quedado
en algo y no lo cumpliste, no hay más.
—¡Sacas las cosas de quicio!
—Solo sé que estoy llorando y tú solo discutes haciéndome más daño aún.
—Lo mismo que tú.
—¡Cuánto orgullo, Amador! ¿Tan difícil es decir «lo siento»? Y más
cuando hay una realidad muy simple: has faltado a tu promesa.
—No es para tomárselo así, Alma.
—Lo que me produce dolor es tu comportamiento frío y cruel. ¡Mírate!
—¡Solo sabes señalar!
—¡Es lo mismo que haces tú! La viga en el ojo, Amador.
—Me había hecho otra idea de ti.
—Tampoco tú eres como me hiciste creer que eras.
Amador la miró distante y se marchó dejándola sola. Alma notó cómo el
vínculo que los unía se debilitaba. Cuando él desapareció sin que hubiera
señal de que regresaría, sintió como si le clavara un puñal de hielo en el
corazón.
Descubrió el poder de él para dejarle el alma inerte y su propia falta de
poder para impedirlo. Ella ya no podía más. Se sumió en el desespero y una
energía de abandono, miedo, rabia, soledad, muerte, la atravesó.


Desesperación
Un visitante inesperado se acercó sigiloso hasta ella. Por un instante creyó
que podía ser él que regresaba para solucionar lo sucedido. Pero no era
Amador. ¡Era la Sombra de los Mil Lobos! Sin darle tiempo a reaccionar, los
lobos se lanzaron hacia ella y le clavaron los colmillos sin piedad.
Alma lloraba y gritaba con desesperación: «¡Amador! ¡Ayúdame!».
Necesitaba que él regresara y la rescatara de la sombra con su amor, porque
no lograba conectarse consigo misma. Pero él ya no estaba y en su propia
desconexión tampoco podía percibir que ella estaba en peligro. Al no volver
él, la angustia aumentó y las sombras cobraron más fuerza. «¡Amador!».
Alma se sentía morir.
La oscuridad la había envuelto por completo. Él se había ido y la había
dejado sola y desprotegida. La había abandonado a su suerte con su dolor. El
muchacho del cabello de fuego que una vez conoció siempre había velado
por ella e incluso la había salvado de aquellos lobos en su primer ataque
nocturno. Ahora sentía que no solo no la ayudaba sino que la maltrataba.
Se arrepentía de haberle abierto su corazón, de haberle confiado sus
sentimientos más puros, sus sueños más profundos. Él no la merecía,
pensaba. Sentía tanto dolor que no le importaba morir despedazada por los
colmillos y las garras de aquella sombra maldita. Pero a la vez sabía que no
debía dejarse vencer, no podía decepcionar al Cielo, porque había venido al
mundo para cumplir una promesa.
—Por favor, Dios, ayúdame. Es demasiado para mí. No puedo más… No
puedo más —sollozaba.


Huida y ausencia
Amador no fue con ellos. Había creado una cueva de protección a su
alrededor. Incapaz de comprender ni de afrontar lo que estaba sucediendo, se
encerró en sí mismo y en sus propios pensamientos. Espejo seguía oscuro. El
muchacho recordó imágenes de Alma llorando en el suelo, de la oscuridad
del bosque, de Padre y Madre temerosos volando a toda prisa.
En su cueva interior creó una realidad paralela, donde vivía la impresión
de que el mundo exterior se había detenido, mientras reflexionaba sobre lo
que había pasado. Pero el mundo seguía su curso: Alma se había hundido en
las arenas movedizas del desamor, los lobos ganaban fuerza a medida que
ella la perdía, los jaguares sangraban, Padre y Madre apelaban al Gran
Espíritu para rescatar a la joven que tanto habían esperado, y el dolor
destapado en ella amenazaba con estallar en locura como le había sucedido a
su madre.


Energías devastadoras
La puerta de palacio se abrió de golpe. Padre traía a Alma desmayada en sus
brazos. A Amador se le cayó el mundo encima. Madre pidió a Tierra que
trajera los remedios naturales que había estado preparando.
Guardián y Alada se habían comunicado con los educadores para que
velaran por los niños, que aún dormían. Amador seguía junto a Espejo. ¿Qué
había sucedido? Estaba confuso y perdido. Observaba la escena como si fuera
una película ajena a él.
—Tumbemos aquí a Alma —indicó Madre creando una esterilla sobre el
suelo.
Tierra le aplicó remedios sobre las heridas y cuando Alma abrió los ojos le
dio de beber un líquido amargo.
Madre habló a parte con Padre.
—Les ha sucedido lo mismo que a nosotros en los inicios de nuestra
relación.
—Pero ellos son demasiado jóvenes para abordar energías tan
devastadoras.
—Ya nos sorprendió que pudieran volar sin alas tan pronto —recordó
Madre—. Si ha sucedido así es porque este es su momento. Debemos
ayudarlos a comprender y asimilar lo que están experimentando.


Preparación
—Alma tiene mucha fuerza. Desde niña la vida la entrenó para superar un
obstáculo tras otro. ¡Nada puede con ella! Su fe siempre resurge con más
fuerza y eso la hace invencible.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Madre, que percibió sutilezas en el tono
de él.
—Que Amador ha vivido bajo nuestro resguardo estos últimos años. Y
ahora se enfrenta a algo para lo que no está preparado —se lamentó Padre.
—Es cierto. No está preparado...
Madre miró a Padre y luego añadió con firmeza:
—… aún.


Desconfianza
Cuando Alma se incorporó, Amador se acercó a ella. Seguía inmovilizado.
No esbozaba ni un solo gesto. Ella necesitaba oír un «¿cómo estás?, ¿qué te
ha pasado? Lo siento mucho, siento haberte dejado en el bosque, ¿puedo
hacer algo por ti?». Cualquier palabra de cercanía y de amor habría bastado,
pero Amador permaneció en silencio. Aquel hielo perforó aún más sus
heridas.
—Ya no puedo confiar en ti. Tú también abandonas a los demás, tú
también huyes y te escondes de la realidad —dijo pensando en sus padres.
—Si vas a seguir reprochándome no quiero escucharte —Amador hizo el
ademán de volver a irse.
—¡No te vayas, Amador! ¡No vuelvas a hacerlo!
—¡Haré lo que quiera!
Alma tenía las heridas abiertas y no sabía cómo hacer que Amador
volviera a estar cerca de ella. Solo sentía rabia. El amor se había perdido en la
oscuridad de la noche y ambos, inconscientes de lo que estaba sucediendo, no
hacían más que acrecentar el dolor.
Padre y Madre estaban cerca de ellos. No había nadie más en la Sala de
Ceremonias. La tensión asfixiaba incluso al aire de la estancia.


Herida mortal
Alma pensó que Amador se comportaba de forma egoísta, débil y cobarde.
Estaba llena de heridas que aún no habían dejado de sangrar, tenía los ojos
rojos de haber llorado durante horas y él actuaba así.
Los jaguares habían luchado por ella, Madre había movilizado todo lo
necesario para encontrarla, Padre la había rescatado del abismo con su
sabiduría. ¿Y Amador? ¿Qué había hecho él? Tan solo tratarla como si no
valiera nada, como si mereciera ser abandonada a su suerte en un momento
crucial, como si no la quisiera de verdad.
—«Siempre podrás contar conmigo pase lo que pase». Eso dijiste una vez,
Amador, pero tus palabras se las llevó el viento.
—Piensa lo que quieras.
—El amor se demuestra con hechos. ¿De verdad me quieres? —Alma
seguía buscando cualquier pequeña muestra de amor, pero lo hacía desde el
dolor.
—¿Has acabado ya? —el tono cruel del muchacho también procedía de su
propio dolor.
Alma sentía que él no la escuchaba. Estaba tan necesitada de amor en
aquel momento que cada palabra fría de él, cada mal gesto, cada forma de
desprecio era una agresión directa a su corazón.
—¡Tu crueldad mata! —cogiéndolo por la camisa, ella susurró para que
nadie la oyera.
Él se apartó con brusquedad. La camisa se rompió.
—¡Déjame en paz! ¡Lárgate de aquí! —gritó empujándola.
Antes de ser consciente del nuevo puñal mortal que acababa de clavarle,
recibió una bofetada de ella. Aunque Padre y Madre vieron el espejo violento
que ambos se proyectaban para despertar, Alma no podía creer lo que
acababa de hacer. Se sintió indigna de nuevo. Lo que despertaba Amador en
ella escapaba a su control.
Él siguió impasible, rígido, con una frialdad cada vez más pronunciada. Se
fue de palacio sin más y ella sintió que su mundo se había derrumbado. El
amor universal interior por el que tanto había sacrificado había llegado a su
fin durante aquella pesadilla devastadora.

Volver a la fe
Era noche de luna llena.
Padre fue junto a Amador hasta la fuente del centro del jardín. Madre
abrazó a Alma, que lloraba desconsolada, atormentándose por lo sucedido.
El Gran Espíritu habló a la joven como una voz interior:
Tenías que pasar por esto.
No te juzgo.
Te amo.
La llenó de calor y la envolvió de un amor incondicional que la traspasó. Era
un amor puro y sereno que decía:
Todo es perfecto como es.
La joven estaba agotada, herida, confusa. Pero aquel amor le devolvió la fe.
Alma sintió consuelo.
Todo tiene un sentido aunque ahora no lo puedas comprender.


Proyección
El muchacho necesitaba tiempo. No comprendía nada. Seguía sintiendo que
todo era culpa de Alma.
—¡Ya sufrí demasiado! ¡Y ahora esto!
—Alma es el espejo que te muestra lo que aún necesitas sanar e iluminar.
También tú eres su espejo.
—Ya he pasado por eso y ahora elijo apartarlo de mi vida. ¡No quiero más
dolor!
—El dolor que sientes está en ti. Ella tan solo lo activa.
—¡Quiero hacer mi vida!
—Vayas donde vayas, hagas lo que hagas, ese dolor no se alejará de ti
hasta que lo transformes. Quieres alejarte de Alma porque proyectas en ella la
culpa de lo vivido. Pero solo tú eres responsable de tus emociones. Recuerda
las enseñanzas sobre la sombra que hoy salisteis a iluminar en la llanura:
—«El espectro es la huella de las acciones que os alejaron del espíritu
que sois, la impronta de vuestras heridas y las heridas de vuestros ancestros,
que se transmutarán en marcas de poder cuando logréis integrarlo, sanarlo y
amarlo con la energía pura del corazón». Las relaciones y situaciones que
vivimos son el modo en que la vida nos muestra ese espectro —añadió Padre.
—Todo iba bien hasta que Alma me reprochó que no cumplí mi promesa,
mi ausencia —el muchacho tensó la mandíbula obcecado—. ¡Y encima ha
traspasado el límite de golpearme!
—Para ella es más dolorosa una bofetada en el alma que en la cara —
Padre quiso abrir los ojos a Amador a lo que aún no veía de su propio
comportamiento.
—¡No hice nada malo! —se empeñó él.
—Alma no pretendía dañarte, sino mostrarte el dolor que le despertabas.
Ambos estabais en desesperación y oscuridad. A ella no le resultará fácil
perdonarse por lo sucedido.
—¡Me da igual! ¡Es su problema!
Con aquella respuesta, Padre supo que a Amador aún le costaría más
perdonarse a sí mismo, pues primero necesitaría ser consciente de lo que
había sembrado con sus acciones.


Sombras abrazadas
—Amador, veo tu dolor, aunque juzgar te aleja de la verdad. No todo es lo
que parece. Mira tu sombra.
El joven hizo lo que Padre le pidió y miró hacia el suelo. Su sombra se iba
haciendo más grande y oscura cada vez. Después se separó de él y tomó
forma con volumen. Era una sombra encorvada que se arrastraba temerosa. A
la vez tenía los puños apretados con agresividad contenida. Era la imagen de
la víctima y el verdugo, dos energías que preponderaban según el momento y
la circunstancia.
—¿Qué significa esto? —preguntó Amador.
—Que necesitas seguir practicando las enseñanzas que os transmitió
Equilibrio sobre el Justo Medio. El camino verdadero es armonioso. Acoge a
la víctima y al verdugo, intégralos y ámalos, así lograrás establecerte en el
medio, donde la virtud te convertirá en hombre superior.
Aunque Amador aún no entendía las palabras de Padre en su totalidad,
gracias al amor de aquel maestro pudo encontrar el sosiego necesario para
volver a conectar con Alma. Entonces una sombra femenina llena de
cicatrices se hizo visible y caminó hacia la sombra del joven. Ambas se
abrazaron. Padre dio gracias al Cielo. Amador se arrodilló ante la sombra de
Alma llorando y honrando el amor sagrado que los había unido.

Reconciliación
Alma había cerrado los ojos para descansar, pero seguía despierta. Poco a
poco iba reconciliándose consigo misma, con Amador, con lo sucedido.
Empezó a abrir su corazón. Sintió de nuevo el amor. Volvió a quedarse
dormida. Cuando abrió los ojos, ahí estaba él, sentado junto a ella, mirándola.
—Lo siento, Alma —los ojos se le enrojecieron.
—Yo también lo siento, Amador —ella se incorporó y los dos se
abrazaron.
—¿Te duele mucho?
Alma no contestó. Lo único que le dolía era el daño que le había causado a
él.
—Me siento decepcionado conmigo mismo por no haber luchado.
—Hicimos lo que pudimos. No sabíamos hacerlo mejor, pero podemos
aprender juntos.
—Sí, Alma. Siempre juntos.


Unión con Dios
—Alma, pido a Dios fuerza, sabiduría y amor para superar lo que aún nos
queda por caminar, para estar a la altura de las circunstancias, para ser tu
compañero y tu apoyo siempre.
—¿Ya sientes a Dios?
—Sí. Lo veo en tus ojos.


Completitud
Aquella vez Amador y Alma no desearon nada. Después de la dura
experiencia que habían vivido y de lograr unirse de nuevo, sentían que ya lo
tenían todo al seguir inmersos en un brillante axioma de la sabiduría original:
todo es perfecto como es.


Afinidad superior
Alma sintió un calor que se expandió desde su corazón. La llama ardiente del
amor crecía cada vez con más fuerza en su interior. Con solo saber que
Amador existía, con solo pensar en él, sentía ese fuego acogedor que la hacía
sentir en casa.
Lo miró a los ojos y al cruzarse sus miradas ambos sintieron que sus
cuerpos desaparecían y se deshacían en un nuevo mundo de ensueño:
afinidad, compenetración, familia, amistad, unión. Aquellos sentimientos no
eran lo único que enlazaba a Alma y Amador. La intuición les hizo sentir que
había algo más.


Unidos
Alma y Amador, acostados sobre la arena y la vegetación, apenas pudieron
dormir aquella noche. Se despertaban entre sueños donde sentían la fusión
energética de ambos. Una voz onírica les habló:
Estáis unidos en el Cielo.
La vida os creó el uno para el otro.
¿Deseáis vivir unidos en la Tierra?
—Sí —respondieron al unísono.
Aquella respuesta provocó una reacción interna en Alma, que percibió
cómo un torrente energético recorría todo su ser, a la vez que Amador se
despertó sobresaltado con la sensación de que había expandido su corazón.
Ella también despertó. Se acercaron el uno al otro, se dieron las manos y
se miraron a los ojos bajo la luz de la luna durante toda la noche hasta el
amanecer.


Gratitud
Alma y Amador se miraban de reojo recordando las emociones oscuras y
luminosas que se habían despertado el uno al otro. Al escuchar las palabras
de Madre, sintieron la gratitud de ser compañeros del camino y espejarse el
uno al otro aquello que albergaban sus corazones para poder seguir la senda
de la luz.


Fuerza de amor
Luna se sintió esperanzada con las convincentes palabras de sus amigos y
arropada por la mirada de Fénix, cuyos ojos le transmitían la poderosa
energía del sol, la ardiente fuerza del amor.

Energía pura
—Hubo un tiempo en que la vida parecía transcurrir más despacio que
ahora. En aquel tiempo un hombre se enamoró de mí y también yo de él.
Éramos polos opuestos. En el juego de esta vida, elegí el papel de abrirme a
la sabiduría para ser luz, como tú. En cambio él se fue volviendo sombrío
como una noche cerrada.
—Abuela… —Alma la tomó de la mano al ver sus ojos húmedos.
—Había vivido muchos años en la oscuridad y no tardó en cerrar su
corazón. Las corazas con las que se había armado para protegerse del dolor se
volvieron demasiado duras, tan recias como su carácter. Se deshumanizó y yo
no fui consciente de hasta qué punto, pues con el paso de los años me
acostumbré a sus fríos escudos. Se atrincheró en su modo oscuro de ver el
mundo y ni siquiera el amor que sentía por mí lo ayudó a salir de aquella
cárcel mental.
—¡Pero el amor todo lo puede!
—Sí, Alma, pero como sabes, tan solo cuando se trata de amor verdadero
y equilibrado al que damos espacio para fluir en armonía. El amor auténtico
es una energía tan pura y poderosa que puede obrar cualquier transformación,
cualquier sanación, cualquier milagro. Pero en ese entonces no estábamos
preparados.
—Lo siento, abuela.


Inconsciencia
—Su amor estaba preso en un corazón encadenado. Él creía que me
amaba, pero desde la armadura inconsciente del miedo no podía hacerlo de
verdad. También yo viví mi rol de pareja desde la inconsciencia.
—¿Y dónde está él?
—Decidimos separarnos, pues no era una relación sana. Dependencia,
apego, sufrimiento. No supimos hacerlo mejor. Han pasado más de cuarenta
años. Desde entonces no he vuelto a saber de él, aunque siempre lo he
llevado en mi corazón.
La joven se sobrecogió. ¡Cuarenta años! Le dieron ganas de llorar, porque
su empatía rebasó el límite de entrar en las emociones de Luz.
—Entonces…
—Sí, Alma. Él aún no sabe que tiene una hija.
—¡La Gran Madre!
—Ella ha hecho un importante trabajo interior de conexión con él.
Alma no podía compartir aún sobre la desconexión con sus padres y se
centró en la historia de Luz.
—Abuela, Madre y tú habéis hecho un gran trabajo de sanación personal y
familiar. ¿Y si él ha reconectado con el amor verdadero?
—Si lo logra y ese es nuestro destino, volveremos a estar juntos.
—¡Tal vez el destino sea ir a buscarlo!
—No lo siento así ahora.
—Comprendo.


Llama gemela
—Cuando en una existencia hay una misión que cumplir en la que se hace
vital la presencia de nuestra llama gemela, ten por seguro, Alma, que esta
aparecerá en el momento más inesperado y a la vez el más perfecto. Si la
unión está predestinada desde el gran plan universal, los acontecimientos
cósmicos se confabularán para que esta tenga lugar.
—¿Qué es una llama gemela? —Alma se acordó del libro que todavía no
se abría a ella y aprovechó la ocasión para informarse—. ¿Y cómo se sabe
que alguien es nuestra llama gemela?
—Lo sabrás.
La joven lo aceptó: aún no era el momento de recibir respuestas.


Nuevos tiempos
—Qué fuerte eres, abuela. ¡Tantos años! —«Debió ser muy triste», pensó
Alma compungida.
—Hay aprendizajes en la Tierra que se adquieren mediante historias de
dolor. Ahora corren nuevos tiempos. Como sabéis, las energías del planeta
son cada vez más ligeras y elevadas. La mayoría de bebés que están
repoblando la Tierra nacen con el cuello firme y los ojos abiertos. Y cada vez
habrá más coramor en el mundo.
—Sí, abuela.
—Mi niña, podemos sentir dolor, pero ya no hay por qué sufrir. Conocéis
el poder oculto de las sombras y el ego, sabéis que tenéis un propósito
existencial, estáis rodeados de amor.
—Ahora solo hay que avanzar y difundir el mensaje al mundo entero —
aseveró la joven con total convicción.


Lágrimas
Cuando Alma volvió a su habitación, la Abuela Luz materializó en sus manos
una carta que había escrito para sí misma en el pasado.
La redactó con la intención de liberar la pena que sentía y las dudas que el
ego removía en su mente. Después había quemado el papel con el deseo de
que el fuego transmutara el dolor en paz, pero incluso tras cuarenta largos
años el recuerdo aún traía lágrimas de nostalgia a sus ojos.
Sentí que te amaba, sin embargo las dudas me acorralan con frecuencia.
A veces pienso que construí una falsa historia para creer que al fin encontré
a quien tanto esperaba.
Me hablaste de un amor sin miedo, sin heridas, sin fronteras. Me
prometiste una vida juntos donde superar cualquier dificultad. Pero todas
aquellas palabras volaron contigo, porque ya no estás.
Tu corazón sigue cerrado. Eso te hace daño y me dañará mientras
aprendo a soltarte. ¿Cómo dejar de sentir este dolor en el pecho? Si la
felicidad depende de mí, ¿cómo superar esta situación?
¿Olvidarte? ¿Desprenderme de los sueños que una vez compartimos? ¿Ya
no sentiremos que somos un solo ser? ¿Ya no nacerán los hijos que una vez
soñamos ni caminaremos hasta la cima de la Gran Montaña?
Hoy no logro encontrar claridad y no puedo dejar de llorar. Recuerdo el
primer mensaje que recibí del Gran Espíritu: «La realidad que vives
proviene de ti».
Al principio no lo entendía, porque pensaba que no merecía esto o que no
había provocado lo otro o que no había creado las situaciones que vivía.
Pero hubo otro mensaje que me ayudó a comprender:
«La energía que portas crea tu realidad y esto depende de multitud de
factores: el recorrido de tu vida infinita, los aprendizajes realizados y aún
por experimentar, los pensamientos y las emociones que habitan en ti, las
elecciones que realizas, la actitud con que afrontas la vida».
Entonces, amor mío, ¿qué lección nos trae lo que estamos viviendo? Por
más que miro en mí, aún no logro ver qué es lo que necesito aprender. ¿Es
tan solo otra experiencia más para comprender a los demás y abrirme a un
amor mayor?
Sé que aún me queda mucho por sanar. Todavía no hay un camino abierto
hasta tu alma. La has escondido y eso te aleja de la posibilidad de vivir el
amor. Si eres mi espejo, también hay algo en mí que quiero descubrir.
Te proteges con una agresividad que me hiere hasta lo más profundo. Hoy
has vuelto a cerrar por completo tu corazón. Es el camino fácil. Eso
demuestra que lo que sientes no es amor verdadero, porque te domina el
miedo. Lo más impactante para mí es saber que en todo ello eres mi fiel
reflejo. Algo en mí debo resolver.
Ya no voy a luchar por nosotros, porque el amor no es lucha, sino
entrega. Mi aprendizaje, ahora lo sé, es aprender a soltar. Durante esta
necesaria separación, buscaré el camino de la verdad.
La Abuela Luz apartó las lágrimas de su cara. Había crecido mucho gracias a
aquella experiencia, aunque seguía quedando algo pendiente que la sabiduría
del Gran Espíritu no le mostraba aún. «Todo llegará cuando sea el
momento», pensó.
La carta se hizo cenizas en una llama que brotó de sus manos y Luz se
quedó observando el fuego, pidiendo claridad y fortaleza, rogando volver a
sentir el calor que tanto había añorado.


Propósito existencial
Los guías espirituales de la tribu mantenían el equilibrio entre las energías
masculinas y femeninas del lugar, las energías del Dios y la Diosa. Aunque
María Maga y Jesús eran ancianos, sus rostros permanecían jóvenes y en los
ojos conservaban la pureza de dos recién nacidos.
Ambos se amaban y se reunían en ensueños para abrazarse, fusionar sus
energías y conversar sobre temas profundos, pues debido a que su misión de
asistir al poblado y a cuantos acudieran a ellos requería la jornada completa,
los encuentros oníricos les permitían combinar el propósito existencial con su
amor de pareja sagrada.


Energía elevada
—Buenas noches, Alma —le dijo Amador.
—Buenas noches —lo miró ella con ternura.
—Espera —la frenó con gesto apesadumbrado.
—¿Estás bien, Amador?
—A veces recuerdo nuestra pelea y todavía me siento mal. Temo que
vuelva a suceder.
—Yo también Amador. Cuando siento eso, me conecto con las energías de
Gímaco para equilibrarme.
—Eso haré. Gracias, Alma.
—Gracias por lo que pasó, Amador.
—¿Gracias?
—Lo vivimos para crecer y para mí es un honor hacerlo junto a ti.
El joven se sintió conmovido y el alma iluminada por aquellas palabras
brilló en sus ojos.
—Alma… —susurró—. Aunque siempre estamos juntos, te echo de
menos.
—Yo también a ti.
—Sueño el día en que…
—Yo también.
Se miraron a los ojos durante largo tiempo antes de ir cada uno a su
cabaña.
3
APRENDIZAJE
Vivid el amor verdadero cuando se presenta.
Por duras que sean las pruebas, nacisteis para estar juntos.
El mundo necesita un amor así.
Aceptación
Su cuerpo le señalaba con fuerza algo importante por sanar: la dificultad para
aceptar la oscuridad que todavía formaba parte del mundo y, lo más duro de
asumir, también de sí misma.
Alma solo quería ser amor, pero el violento suceso vivido junto a Amador
le había demostrado que la realidad era otra y que aún le quedaba un largo
camino para convertirse en viva expresión de tal anhelo vital.


Solo el amor es real
¿Cómo permanecer inalterable ante el sufrimiento de Alma? En ese momento
de su evolución no era posible, puesto que ella le activaba sus propias
memorias de dolor. No obstante, sí podía apaciguar la emoción recordando
que lo vivido era una historia pasajera, digna de agradecer como experiencia
necesaria en su camino hacia la única verdad: solo el amor es real.


Sanación
Cerró el espacio sagrado agradeciendo el servicio prestado a las energías que
habían intervenido en la sanación y contempló la cara de Alma, aquel rostro
divino que rogaba por ver todos los días de su vida.
—Amador —ella, con la visión sanada y la piel sin rastro de heridas, quiso
decirle cuánto lo amaba, pero su cuerpo y su voz seguían desvanecidos en la
blanca luz. Su mirada habló por sí sola.
La sanación la había dejado en estado de paz y acogimiento de lo que es.
La vida tenía completo sentido. Todo era perfecto. Dio gracias al Gran
Espíritu, a Amador, a la vida.
Cuando pudo reincorporarse, Amador le sostuvo la manta de colores y se
la anudó sobre los hombros. Se miraron a los ojos, con una de esas miradas
suyas que lo decían todo, y se abrazaron entre los reflejos de luz del Lago
Solar.


Benevolencia
Alma pidió a Madre un retiro a solas.
—Teníamos previsto realizar los retiros solitarios más adelante —le
contestó la gran maestra—, pues están programados para un nuevo nivel de
despertar del alma y de sanación de sombras muy antiguas.
—Madre, por favor, necesito conectar con Dios. ¡Tengo más oscuridad de
lo que pensaba! —se sinceró Alma.
—¿Por qué dices eso?
—Trabajo muy duro. Por las noches suelo ir a la Biblioteca Viviente para
avanzar con la Abuela Luz; durante el día practico el poder de la presencia; a
cada instante trabajo para fortalecer las virtudes del corazón. Pero luego… —
Alma no pudo seguir hablando.
—¿Qué sucede luego?
—¡Que lo estropeo todo con el dolor que aún llevo dentro!
—Aunque no lo veas, has avanzado mucho.
—¿En qué he avanzado, Madre? ¡Parece justo lo contrario! ¡Incluso le di
una bofetada a Amador!
—Sentiste tu corazón abofeteado. Fuisteis espejo el uno del otro y
activasteis de forma mutua el dolor que aún os habita.
—¡Pero no tuve suficiente luz para detener aquella locura!
—Entre almas con una unión como la vuestra no es tan sencillo, Alma.
Ninguno de los dos pudo actuar de otro modo en ese momento. Dado el
vínculo que os une, puedo asegurarte que lo estáis haciendo de forma perfecta
para activaros el despertar el uno al otro. Un día comprenderéis mejor.
—¡Madre, tuve un comportamiento injustificable!
—Solo te guío a ser benevolente y compasiva contigo misma, Alma. Si
no, ¿cómo podrías serlo con los seres que esperan tu guía de amor?


Iluminación
Alma bajó la cabeza ante su madre espiritual y sintió ganas de llorar. La Gran
Madre reflexionó en silencio antes de proseguir.
—En el camino de reencuentro con nuestro verdadero ser, muchas veces
parece que estamos retrocediendo; sin embargo, lo único que sucede es que
estamos sacando a la luz capas cada vez más profundas de nuestro
inconsciente que requieren iluminación. Al revivir esos patrones de dolor y
experimentar circunstancias complejas, propensas a ser juzgadas a la ligera
desde la ignorancia, podemos llegar a creer que estamos descendiendo, pero
el tiempo te demostrará que no es así, Alma. Los seres humanos, incluidos
quienes han alcanzado la santidad, vivimos muchas subidas y bajadas hasta
que retornamos al equilibrio interior.


Paciencia
—Madre, ¿por qué sucedió algo tan duro con Amador?
—Tenías que pasar por ello.
—¡Eso fue lo que me dijo el Gran Espíritu!
—Por lo tanto, también Amador tenía que pasar por ello.
—Pero ¿por qué? ¿Para qué?
—El libro que os depara el futuro os dará las respuestas.
—¿Qué libro?
—Llamas gemelas.
A Alma le vibró el cuerpo y se le abrió el corazón con solo oír el título
esta vez pronunciado por Madre.
—Esperaré.
—Sí, todo a su tiempo.


Unión predestinada
—Eso ahora no puede serte revelado, pero conocerás a alguien que
provocará un gran impacto en tu vida y cambiará algunos de tus ideales. Será
un reencuentro muy duro, pero también muy prometedor. Es una unión
predestinada.
En aquella hermosa noche, pensar en Amador le produjo sensación de
felicidad. Como por arte de magia, ahí estaba el muchacho, meditando bajo el
claro de luna, algo alejado de la Puerta de la Tierra para no perturbar el
trabajo de Alma, pero siempre al acecho como buen guardián de su amada.
—Alma.
—¡Amador!
—¿Cómo estás?
—¡He sanado algo del pasado en la cueva!
—Lo sé, conecté contigo sin buscarlo en ese mismo instante.
—Estamos tan conectados —se sobrecogió ella.
—Hemos sanado un pasado compartido.
—No podemos huir de la vida, porque somos vida. Solo podemos
transformarla —pensó ella en voz alta—. Mientras nos convertimos en
artífices de nuestro destino, confiemos en la sabiduría de la existencia.
Amador abrazó a Alma. La amaba demasiado como para reprimir sus
sentimientos. Ella le correspondió y ambos sintieron el magnetismo
indestructible entre sus corazones, como si fueran uno solo. El tiempo
desapareció y el paraíso inundó la noche.


Vivencia del amor
De regreso a palacio, sintieron enormes deseos de unir sus manos, de
abrazarse, de fundirse y ser uno. El silencio se hizo paradoja del bullicio en
sus mentes. Y es que los coramor también tenían mucho que aprender sobre
las relaciones de pareja.
Ellos, seres cristalinos que venían de mundos donde el amor era un
sentimiento omnipresente, en la Tierra vivían la desasosegante confusión de
no saber cómo vivirlo el uno con el otro.
Eran capaces de enfrentarse a cualquier reto de incalculable magnitud, en
cambio aún los sobrepasaba la grandeza del amor que los unía y con el que el
Gran Espíritu los había bendecido. Al despertar por la mañana, lamentaron no
haber sido conscientes de que soñaban, para haber tenido el valor de expresar
la verdad del corazón.


Artífices del despertar
El simple contacto con el aura de Alma transmitió a Luz la sanación que
necesitaba. Al instante entró en sintonía con la vibración del amor puro y la
sabiduría que conlleva.
Al fin integró lo que ya sabía: no nacieron cuantos hijos una vez soñaron
ni caminaron hasta la cima de la Gran Montaña, pero el hilo dorado del amor
que había entre ellos los mantendría siempre unidos en la infinita luz del
universo.
Lo que los amantes habían experimentado tiempo atrás como dolorosa
separación, se reveló como unión en el presente del amor. Ambos lo sabían:
grandes misiones requerían grandes retos de aprendizaje; grandes lecciones
requerían grandes maestros.
Las parejas de amantes divinos como ellos se habían amado durante eones
en los altos niveles estelares donde fueron creados. Era el tiempo en que estas
relaciones sagradas, principales artífices en el despertar de la humanidad, se
tornaran armoniosas equilibrando lo divino masculino y femenino, gracias al
camino evolutivo de las almas y a las nuevas energías celestes que
empezaban a acariciar la Madre Tierra. A la luz de la verdad, la unión de
amor eterno entre llamas gemelas está siempre en el presente.
Luz integró en su interior lo que hasta entonces solo había comprendido
con la mente: el encuentro entre llamas gemelas no tenía por objetivo
satisfacer necesidades del ego ni sueños de relaciones idílicas, sino fundir la
sombra en la luz, descubrir y sanar heridas, abrir los sentidos sutiles a la
magia del mundo desconocido y despertar al amor incondicional hasta ser
uno con la vida.


Sombra y luz
Alma recordó la frialdad y la violencia pasiva de Amador la noche de los mil
lobos, y cómo ella sucumbió al dolor por haber puesto el corazón en sus
manos, en lugar de mantenerlo donde correspondía: su propia esencia. En
Amador veía al ángel y al demonio que describía: un ángel con orgullo, un
demonio con nobleza. En sí misma veía los mismos arquetipos de sombra y
luz. En la vida nada era del todo blanco o negro.


Alma unidad
El Abuelo de Luz del Cielo es llama gemela de la Abuela Luz de la Tierra.
Sois Alma Unidad. Le sueñas y te sueña. Sois la potencialidad de la
expresión del amor de la fuente en su máxima expresión. Tus años de
nostalgia incomprendida encuentran hoy su motivo y su fin. La reunión y
reconexión de la luz celeste con la luz terrena dará lugar a la nueva Tierra, un
nuevo mundo que transformará el universo infinito.


Certeza de otras vidas
Alma no sabía qué estaba ocurriendo. Un incipiente llanto se le anudaba en la
garganta. De pronto, vio la imagen de un gigantesco árbol milenario, en
cuyas ramas se balanceaban un elfo y una elfa. Tras miles de años de duras
batallas en soledad, se reencontraba, al fin, con partes añoradas de sí misma y
del ser que amaba.
En la imagen, los elfos sonreían a dos ángeles portadores de luceros y les
intercambiaban sus flautas por las alas. Sin esperarlo, percibió una energía
sanadora gracias al reconocimiento de aquella dulce vida amando a la Madre
Naturaleza.
La elfa alada voló entre las hojas verdes silueteadas por los rayos dorados
del sol y se dirigió hacia el elfo hasta que pudo ver sus grandes ojos. En ese
preciso instante Alma lo supo con toda certeza y se echó a llorar: era
Amador.


Yo soy tú y tú eres yo
Después, de forma inesperada apareció Amador con un traje hecho de hojas,
batiendo sus alas a una velocidad superior a la del más rápido colibrí. Entre
sus manos portaba un lucero en miniatura. Era un astro de luz inextinguible
que acercó hasta las manos de Alma y que guiaría la energía de aquel
ensueño. Ella lo tomó y lo miró deslumbrada: ¡Era el libro Llamas gemelas!
—¿Qué haces en mi ensueño, Amador?
—Tú me has llamado.
Ella se acercó para mirarse en los ojos de él.
—Soy tú… Eres yo… Amador…
—Alma…
Los aventureros del ensueño se reconocieron en la profundidad misteriosa
de los ojos, se enlazaron con el intercambio del aliento y se reencontraron
con el hogar en la fusión de las manos abrazadas.
—Tus ojos son los mismos que los del elfo angelical. ¿Quién eres,
Amador?
—Soy tú… Eres yo… Alma…
—¿Eres un amor de otras vidas? ¿Por qué te amo de este modo que las
palabras no pueden explicar? ¿Por qué sé que te he amado siempre y que este
amor pertenece a la eternidad? —la única respuesta que encontró Amador fue
la fusión en un abrazo que revelaba el sentimiento compartido.
El Gran Espíritu se comunicó con ambos desde el libro de las llamas
gemelas:
Sois Alma Unidad, llamas gemelas, pareja sagrada divina. Estáis unidos
en plano celestial del universo. De vosotros depende estar unidos en el plano
terrenal.


Pareja sagrada
El unicornio y el lobo, sus animales de poder, aparecieron desde el interior de
una gruta que unía infinidad de montañas blancas, violetas y doradas. Estas
se extendían más allá de los confines que alcanzaba la visión. Un águila y un
cóndor sobrevolaban verdes praderas floridas.
—El camino de las llamas gemelas no es un camino de amor romántico
habitual —el unicornio habló por medio de las ondas espirales que enviaba
desde su cuerno sagrado—. Solo conectando con su verdadero ser pueden
unirse de verdad.
—Será entonces cuando se revele la magia energética del Alma Unidad
que sois —prosiguió el lobo, que desplegó unas grandes alas para volar junto
al unicornio.
—Si por libre albedrío así lo decidís, la envergadura de vuestro propósito
existencial será algo que no podéis ni imaginar —dijeron el águila y el
cóndor al unísono.
—Alma, ¿recuerdas las palabras que pronunció el Gran Chamán en el
Templo de Cristal intraterreno?
—Sí, dijo que la clave del nuevo mundo se halla en la fusión de parejas
sagradas, que crearán familias sagradas y, así, sociedades sagradas.
Amador y Alma se miraron. Habían comprendido. Sus ojos lo dijeron
todo.
Ella se observó las manos para dar fuerza a la realidad del ensueño y
acarició la cara de Amador con un amor mágico que logró desprender una
lágrima de los ojos de él.
Había llegado el momento de experimentar el amor sagrado en el Mundo
de Ensueño. Los dos amantes estelares se enredaron entre nebulosas de
colores y, unidos en un solo ser, se fundieron en paisajes universales que el
lenguaje humano es incapaz de describir. Solo las verdaderas llamas gemelas
pueden experimentar el éxtasis divino que Alma y Amador vivieron aquella
noche de poder.


Fusión sin tiempo
Cuando la luz del amor cristalino purificó el corazón, las estrellas susurraron
a los jóvenes:
Vivid el amor verdadero cuando se presenta.
Por duras que sean las pruebas, nacisteis para estar juntos.
El mundo necesita un amor así.
En la oscuridad de la noche, iluminados por la luz de la luna, Alma y Amador
se miraron a los ojos y vieron brillar en ellos la más poderosa luz que un ser
humano pueda concebir. Al sentirse el uno al otro, fusionados en un tiempo
sin tiempo, sus corazones dieron el siguiente paso hacia un nuevo mundo de
ensueño.


Verdaderos coramor
—¿Y qué diferencia hay entre este método y el acceso a la sabiduría del
Gran Espíritu?
—Buena pregunta, jovencita. La diferencia es que tu aprendizaje quedará
escrito en mis páginas para servir a otros en el despertar de sus propias
memorias.
—Eso sí es algo hermoso, libro. En ese caso, me esmeraré en conectar con
el Gran Espíritu que habita en mí.
Alma miró las páginas del libro de izquierda a derecha como si lo leyera.
Los mensajes que recibió le parecieron caóticos al principio, aunque
guardaban relación entre ellos. Eran paquetes de información energética que
el libro transcribió de este modo:
Los verdaderos coramor son seres capaces de mostrar sus sentimientos a
los demás, sin máscaras que los separen de la sinceridad. Solo aquellos
libres de barreras podrán amar de verdad.
El amor en la familia proviene de vínculos sanguíneos, álmicos y
espirituales. Solo si el amor puede fluir a través de un orden natural en las
relaciones, donde cada uno ocupa el lugar que le corresponde, podrá darse
en toda su magnitud. Si este orden natural se altera, el amor se estancará
como el agua de un río en una presa.
El amor en la amistad proviene de vínculos álmicos y espirituales, si bien
un familiar con vínculo sanguíneo también puede ser un buen amigo. La
amistad verdadera se da entre almas afines que por lo general han recorrido
juntas un largo camino evolutivo durante vidas. Reconoceréis a esos
auténticos amigos porque, suceda lo que suceda, siempre estarán a vuestro
lado. Lejos del interés, los obstáculos y la distancia, los amigos del alma os
amarán tal como sois.
El amor entre llamas gemelas proviene de un vínculo espiritual con una
afinidad superior. Entre la diversidad de relaciones que un ser experimenta a
lo largo de la vida, la llama gemela es el espejo más potente que uno puede
encontrar. Debido a que están unidas por un vínculo de amor incondicional,
cuando se encuentran, todo aquello que no es amor sale a la luz a través de
un intenso dolor que clama por ser sanado.
La atracción magnética que une a las llamas gemelas es una fuerza divina
de fusión en el Uno que todos somos. La llama gemela es el ser a través del
cual uno puede sentir el amor de Dios en su máxima expresión. Es una forma
de relación humana y divina que viene para enseñar de forma directa el
amor incondicional a todos los seres. Es un nivel de amor supremo.


Aspiración genuina
En este punto, Alma quiso ir más despacio. Presentía que había una vasta
sabiduría sobre aquel tema que le llevaría años experimentar, aprender e
integrar. Decidió iniciar un diálogo con el Gran Espíritu acorde a lo que podía
comprender en esos momentos.
—Llamas gemelas. Sentir y manifestar a Dios en presencia del otro. Dar y
recibir el amor de Dios mediante la relación con el otro —a través de las
palabras buscaba conectar con algo profundo en ella.
Una vibración recorrió su cuerpo, como si miles de mariposas hubieran
aleteado por toda su piel. El estado de su corazón salió a relucir: la habitaba
un anhelo latente por la fusión con él.
Vio sus ojos, su mirada, su sonrisa. Sintió sus manos, su cara, su abrazo.
Notó su aliento, su respiración, su latido. Las lágrimas asomaban de nostalgia
y gratitud. Nostalgia por una unión divina conocida en el Cielo, aunque
todavía no consumada en la Tierra. Gratitud por saber que el ser que
despertaba ese anhelo existía y porque al fin se habían vuelto a encontrar.
Nuevas mariposas aleteando por su piel hicieron brotar un anhelo aún más
hondo, una aspiración genuina y común a la humanidad. Un anhelo de fusión
con Él-Ella con mayúsculas. Un anhelo de fusión con la divinidad, con la luz,
con el amor.


Complementos divinos
—Gracias —Alma hizo una sentida reverencia—. Estoy confusa. ¿Qué
son en realidad las llamas gemelas, qué propósito tienen, cómo saber quién es
la verdadera llama gemela? —imágenes de Amador y del muchacho del
antifaz batallaban en su mente.
—¿Qué sientes tú, Alma?
—Vienen a mi mente las palabras del Tao Te King: «El Tao engendra al
Uno, el Uno engendra al Dos». Siento que las llamas gemelas son una
manifestación de ese Dos, del yin-yang. Dos complementos divinos nacidos
del Uno.
—Llamas gemelas. Flamas divinas. Rayos gemelos. Distintos nombres
para lo que también denomino alma unidad.
—¿Alma unidad?
—El alma unidad es el alma procedente de una chispa divina en el mundo
espiritual, que dividida en dos seres humanos anhela experimentarse también
como unidad en el mundo físico.
—¡Dos seres humanos con una misma alma! ¡Ese es el propósito! ¡La
experiencia de la unidad! ¡El Cielo en la Tierra!
—En la gran obra cósmica, las parejas sagradas fueron creadas como
espejo mutuo para la experimentación del amor que yo soy.
—¿Y por qué los seres humanos aún sufrimos por amor?
—Porque el espejo también os muestra aquello que os aleja del amor.
Con la respuesta del Gran Espíritu, Alma recordó la imagen del muchacho
del antifaz en el espejo de su mano. Volvió a sentir emociones oscuras en él y
comprendió que reflejaban lo que a ella misma la separaba del verdadero
amor.
—El sufrimiento proviene de las expectativas incumplidas al buscar la
plenitud a través de un ser humano, en lugar de encauzar esa búsqueda en la
conexión con el amor puro de la divinidad.
—Los seres humanos somos tan imperfectos como alejados estamos de ti.
Solo en tu perfecto amor podemos hallar la plenitud —reconoció Alma.


Unidad celestial
—El concepto de llama gemela también ha conllevado sufrimiento a
quienes han creído que estarían incompletos hasta encontrar a su «otra
mitad», pues han olvidado que cada uno de vosotros, hijos e hijas míos, ya
contiene la esencia de mi espíritu en su alma, la esencia completa de la
totalidad.
El libro iba caligrafiando cada palabra con bordados de luz.
—Entonces, ¿por qué ese deseo generalizado en el ser humano por
encontrar al ser amado, ese alguien que lo haga sentirse colmado de amor?
—El amor ya está en vosotros dispuesto para colmaros. Sois amor. Solo
necesitáis recordar y conectar. Por ello vuestra memoria genuina, que
anhela liberaros del velo del olvido y de la separación, os impulsa a
transformar la experiencia de la dualidad terrestre en la fusión de la unidad
celestial. Esto sucede de forma potente y acelerada a través del espejo del
otro, del compañero y la compañera de camino de retorno al Uno. La pareja
cumple el propósito divino de despertar para vivir el amor verdadero en la
Tierra.
Alma escuchaba y leía. La luz de la consciencia se abría paso con lentitud.
La verdad se manifestaba a pequeñas dosis.
—El espejo amoroso del otro tan solo se mostrará cuando hayáis
despertado ese amor en vuestro interior. El universo se observa a sí mismo a
través de infinidad de espejos y reflejos. Esa es la magia de las relaciones
humanas.
—Gran Espíritu, en ese caso, si lo que buscamos de forma consciente o
inconsciente es un reflejo de nuestra esencia de amor, la fusión amorosa
podría darse con diferentes personas y también mediante la oración o la
conexión con la naturaleza.
—La conexión con la esencia divina puede darse en infinidad de formas,
pues sois seres infinitos y las posibilidades del amor así son. No obstante, la
experiencia con la pareja divina entraña el viaje sagrado a las
profundidades del alma y del amor, un largo periplo de dos seres que son
uno en el Cielo y que regresarán juntos a él tras manifestar esa unidad en la
Tierra.
—¿Cómo?
—Realizando el propósito para el que fueron creados: transitar el camino
de las llamas gemelas, para anclar en este mundo la luz del amor
incondicional que los une en espíritu desde el origen de la creación.
Alma se quedó sin palabras. El silencio dibujó estelas de tiempo entre
libros sagrados. Aquella respuesta la conectó con el sentimiento de amor
sublime que había experimentado con Amador.
Recordó la primera vez que se miraron a los ojos: todo a su alrededor se
desvaneció. El tiempo desapareció. La conexión de la mirada era de otro
mundo. También vivió la conexión con el Cielo la primera vez que se
abrazaron. El pensamiento agitado se volvió quietud y el cuerpo de Amador
se convirtió en paraíso de amor. Estaban compenetrados como dos mellizos
en el vientre de la Madre celestial, enlazados como dos seres de luz abrazados
por el universo.


Protección divina
Después vino a su memoria el brutal episodio de dolor, violencia y miedo
previo al último ataque de la Sombra de los Mil Lobos. Su corazón se
tambaleó y acabó de quebrarse al recordar al joven del antifaz. La confusión
la hizo presa del temor.
—Da tiempo a los acontecimientos, Alma. Confía. Ten fe. El camino y la
unión de las llamas gemelas están bajo protección divina.
—Gran Espíritu, no solo me alejé por completo del amor, sino que he
sentido lo mismo con dos personas distintas. ¿Puedes ayudarme a
comprender?
—Querida Alma, mi hija amada, todavía no puedo revelarte las
respuestas. Las hallarás por ti misma recorriendo el camino.
—¿El camino de las llamas gemelas?
—Sí. El camino del amor incondicional.
Alma reflexionó en silencio. El Gran Espíritu prosiguió:
—Las almas encarnadas vibráis en una determinada frecuencia
energética que contiene infinidad de informaciones. Estas informaciones
atraen a personas, situaciones y vivencias acorde con los aprendizajes
evolutivos que cada alma requiere en cada momento. Hay ocasiones en que
dos almas sintonizan por ser similares, opuestas o complementarias. Lo
esencial es saber que los seres humanos sois seres completos, cuyas almas
han acordado en el mundo espiritual aprender algo juntas en el mundo
físico. Todas las relaciones y todos los encuentros son sagrados, pues todos
cumplen su función en el plan divino. Todos los roles forman parte del juego.
Un viaje con un destino común: experimentar la luz que sois.

Espejo cósmico
—Gran Espíritu, siento que Amador es mi alma unidad. Con él me siento
en el hogar y a la vez su potente espejo en mí es capaz de destapar el infierno
más oculto de mis heridas. Con él soy yo misma, con toda mi luz y con toda
mi oscuridad. Su presencia me desnuda hasta lo más profundo; me desnudo
ante él como si me desnudara ante mí misma.
El Gran Espíritu acogía a Alma con un amor cálido y envolvente.
—Pero aún no he alcanzado un nivel tan elevado como para experimentar
en mi vida esa relación tan divina de la que hablas. Sin embargo, siento que
es él, que él es esa parte de mí que me impulsa en el camino verdadero.
Los libros se acercaron aún más.
—Él despierta en mí el mayor amor y el mayor temor. Él activa el amor
divino en mí con solo mirarnos a los ojos y también los miedos más hondos
con solo dejar de mirarnos. Es él, Gran Espíritu, es él.


Venerable camino
—Hay llamas gemelas que se encuentran en un momento de iniciación
espiritual. Esto las expone a duras pruebas, crisis, separaciones, pero es el
venerable camino que han elegido para sanar y elevar cuanto habita en sus
corazones.
—¿Hay muchas parejas sagradas en la Tierra?
—Sí. Muchas de ellas aún no lo saben, pero pronto despertarán sus
memorias; otras recuerdan a sus complementos divinos, pero todavía no se
han encontrado; algunas se han encontrado, pero aún no se han reconocido;
otras se han reconocido, pero están atravesando pruebas de maduración
antes de su verdadera unión: la fusión final.
—¿Y cuál es su misión global?
—La reunión masiva de llamas gemelas en el planeta es un proceso que
se inicia en este tiempo celestial para contribuir a la ascensión de la
humanidad. Es necesaria una transición de los antiguos modelos de relación
hacia el modelo divino del amor incondicional. La relación de pareja es la
base sobre la que se sustenta la humanidad. Es tiempo de que los
matrimonios divinos florezcan en el mundo.
—El camino de las llamas gemelas es un camino de transformación
personal y mundial.
—Así es. La llama gemela es el mayor espejo con el que habéis sido
obsequiados. Si lográis miraros en él y os enfocáis en lo que os muestra de
vosotros mismos, si tomáis ese reflejo como señal de aquello que necesitáis
transformar, si iniciáis el cambio y lo transitáis con éxito, al final del camino
alcanzaréis la iluminación.
—¿Y si no sucede así?
—Confía en que así será en el tiempo divino. Hay llamas que todavía
señalan a su gemelo sin comprender el regalo de su espejo; otras ven el
espejo, pero aún no saben cómo gestionar sus emociones ni cómo
transformar los patrones disfuncionales que portan en su ADN; otras han
iniciado un proceso de despertar y sanación por separado o de forma
conjunta; muy pocas, todavía, han alcanzado el estado de unión sagrada.


Fe testimonial
—Gran Espíritu, ¿cómo sobrellevar los momentos de dolor extremo que
puede despertar el espejo divino?
—Solo existe una manera: las llamas gemelas, como todo ser humano,
necesitan conectarse con frecuencia con el amor superior que las creó,
reactivar la fe, perseverar en su camino con sinceridad y compromiso.
Porque, en efecto, su encuentro es un propulsor para el despertar que puede
dar lugar a un dolor devastador, por todo cuanto en estos tiempos caóticos
se revela para transformar y purificar.
Alma sintió angustia. Puso las manos sobre su corazón en un intento
espontáneo de sentir más a Dios. Todavía había en él densas huellas de dolor
por la historia vivida. Se sentía tan cansada como si hubiera vivido miles de
vidas en sus quince años recién cumplidos.
—Por este motivo elegí cuidadosamente a las almas que llevaréis a cabo
la transición.
A pesar de que el mismísimo Gran Espíritu había anunciado con el
reciente mensaje que Alma formaba parte de aquel compromiso humanitario,
en absoluto se sintió aludida. Era algo que aún no podía concebir ni imaginar
siquiera.
—Sois aún muy jóvenes y aunque las energías de la Esfera del Espíritu os
sostienen, no por ello serán más leves las pruebas. Sé fuerte, Alma. Camina
siempre conectada a mí. Queda mucho por vivir.
—¿Es esto lo que estoy viviendo con Amador? ¿Es él mi llama gemela?
—Tú sabes la respuesta, Alma.
—Por favor, necesito tu confirmación.
—Mi cometido no es darte todas las respuestas ni resolver las situaciones
que atraviesas, sino guiarte a reforzar tu conexión conmigo para lograrlo
por ti misma mediante el poder de la fe. Un padre y una madre con
verdadero amor no castigan ni sobreprotegen a sus hijos. Te acompaño
desde el justo amor en tu evolución, Alma.
—En ese caso, la experiencia me dará las enseñanzas y respuestas que hoy
busco.
—Harás bien en creer solo lo que experimentes por ti misma. La fe ciega
no conduce a lugar alguno. Tan solo la fe testimonial puede guiarte a la
verdad.


Misterio
De nuevo buscando sosegar la inquietud, Alma estuvo a punto de preguntar al
Gran Espíritu por qué también sentía amor por el muchacho del antifaz. En
ese instante, el libro que la joven tenía en sus manos se cerró con suavidad. El
Gran Espíritu guardó silencio para reservar a Alma la magia del misterio.


Activación
Alma activaba sus miedos como nadie lo había hecho nunca antes.


Amor incondicional
—Tu relación con Alma es un espejo sin igual. Ya nada puedes obviar sin
llegar hasta la raíz original. Ningún camino podrá salvarte excepto uno: el
amor incondicional.
4
CONFUSIÓN
El camino y la unión de las llamas gemelas
están bajo protección divina.
Polaridad
—¿Él me ha hecho más fuerte? —preguntó Alma a las brasas.
—Sí, y tú a él.
—¿Cómo?
—Con vuestra fusión habéis reactivado energías el uno en el otro que
clamaban por despertar.
—¿Qué energías?
—Su oscuridad ha equilibrado tu ingenuidad. Tu claridad ha equilibrado
su frialdad.
Al oír aquellas palabras, la joven sintió temor. «Su frialdad». Amaba a una
persona de sentimientos congelados, a alguien con energía de crueles lobos
salvajes, cuya máscara lo separaba de la verdad.
—Sabias brasas, ¿no es el amor la única energía capaz de equilibrarnos?
—¿Y qué otra energía os une sino?
—No entiendo. Su oscuridad, mi claridad…
—Tu oscuridad ha equilibrado su debilidad. Su claridad ha equilibrado tu
emocionalidad.
—Explicadme más, por favor.
—La polaridad de las energías masculina y femenina, que habita en todo
ser humano, os complementa a la perfección. Por separado vais al trote, al
paso o a la deriva. Juntos, honrando y abrillantando el espejo mutuo,
galopáis por el camino recto. La fusión de los extremos de vuestras
polaridades os conduce hacia el justo medio. Sois un yin-yang completo.
Alcanzar el centro de vuestra unidad depende de vosotros y del plan
celestial.


Libertad
—¿Entonces mi llama gemela es él?
—Suelta el apego a todo lo concerniente a las llamas gemelas. Vive tu
vida verdadera. Suelta el prejuicio, el sufrimiento, el miedo.
—Me resulta tan difícil. ¿Y Amador?
—El camino de las llamas gemelas es arduo de transitar en estos tiempos
si no es estando conectados con el Gran Espíritu. Solo entonces la senda se
despliega ante las parejas sagradas como una bendición.
—¿Una bendición? ¡Yo siempre sentí ese amor por Amador! Aun sin
saberlo… —la joven empezó a sentir tristeza de duelo por una
inconmensurable pérdida: el ideal del amor de su vida.
—Suelta todo apego, Alma —repitieron las brasas—. El camino de las
llamas gemelas solo puede darse desde la libertad genuina del amor
incondicional.


Ilusión
—¿Es que mi llama gemela es una persona cruel que apenas conozco? —a
pesar del temor inicial, pronto la muchacha se arrepintió de haberlo
enjuiciado.
—¿Qué papel juega la ilusión? —las brasas le devolvieron otra pregunta.
—Disfrazar la verdad para que la reencontremos por nosotros mismos —
se aventuró a contestar.
—En ese caso, ¿qué importancia tiene el rol externo en comparación con
el camino interno que juntos habéis abierto hacia la luz? —las brasas
empezaban a apagarse—. Al contrario: el rol externo forma parte del
despertar acelerado que podéis realizar si sois conscientes de ello y aceptáis
el reto.
—Sin oscuridad no podríamos reconocer la luz. La luz es el abrazo de los
opuestos, es la fusión que permite alcanzar la verdad de la unidad —
rememoró Alma de lo aprendido en Gímaco y con los hierofantes de Egipto.


Mensajes
Antes de apagarse por completo, las brasas lanzaron su último rayo de luz
hacia el ojo del alma de la muchacha y ella siguió recordando mensajes del
verano en el Mundo de Luz:
El fuego es luz en la oscuridad,
transmutación, magia, hogar,
amor en movimiento,
llama ardiente de vida que se eleva hasta el cielo.
Llama, llama, llama
Llama al amor, llama a la vida,
llama al Dios-Diosa que habita en ti.
La llama es la luz del espíritu.
La vela está encendida.
Vive el camino de las llamas gemelas
y descubre tu Mundo de Luz.
¡El camino de las llamas gemelas ya le había sido anunciado! ¿Cómo no se
había dado cuenta? Alma seguía confusa y su mente no dejaba de borbotear
preguntas sin respuesta.
Al fin el cansancio físico y el agotamiento mental tomaron la delantera y
la joven se quedó dormida junto a las cenizas que quedaron del mágico
fuego.


Yin y yang
Ahora vibráis en la energía opuesta. En lo oculto de vuestro interior sucede
lo mismo, aunque a la inversa, como el yin y el yang. Si en este mismo
instante os convirtierais en uno, seríais el ser humano perfecto, el equilibrio
absoluto encarnado en la Tierra. Pero eso no solo aún no es posible, sino
que habéis de alcanzarlo de forma individual.
El planeta azul vivirá en la dualidad hasta que la masa crítica necesaria
de la raza humana vuelva a unirse y propicie el cambio que anuncian las
profecías.
La energía de él era tan necesaria para ti como la tuya para él. Habéis
cumplido el acuerdo del compartir y seréis recompensados por el universo,
pues el regalo que os habéis hecho es imprescindible para cumplir vuestro
propósito existencial, vuestra misión de vida, la llave maestra de la felicidad.
Vivencias como los sueños que os unieron revelan puntos sincrónicos que
aparecen como estrellas en el camino del propósito de vida. Alma, no
necesitas confirmación, pues sabes con total certeza que cumplirás lo más
sagrado de tu existencia: la misión celestial.
Tu familia estelar, que contribuye en la guía de tu sendero, también lo
sabe, porque caminas asida de la mano del Gran Espíritu y aunque caigas
miles de veces jamás la soltarás. Sí, Alma, cumplirás tu misión. Las
aventuras, sonrisas y lágrimas que pases para ello y la magnitud de tu
destino son el auténtico misterio de tu vida.
¿Qué sucederá respecto a Amador y al joven del antifaz? Vosotros tenéis
la respuesta. Ahora tienes la oportunidad de profundizar en el aprendizaje de
las energías que porta tu amante onírico. Esta vez en la vida real. Si aún no
te sientes preparada, tendréis una última ocasión tras un ciclo de cambio de
siete años, cuando cumpláis los veintidós.


Eternidad
Alma tomó la decisión en sueños:
—Quiero hacerlo ahora. Tengo mucho que aprender. ¡Y cuanto antes
mejor!
—Recuerda vivir sin prisa, Alma. Estás inmersa en la obra de la
eternidad. Si esta es tu decisión, es porque también es la de él. Que así sea,
que el Gran Espíritu os haga confluir de nuevo —contestaron los diamantes.
—No me importa no conocerlo en la vida real, porque ya lo he conocido
en sueños y todo es la misma ilusión.
—Este aprendizaje requiere la experiencia terrenal.
—¿Por qué? Quiero decir: ¿Para qué? —Alma recordó la forma apropiada
de preguntar.
—Para comprobar en el mundo físico que vuestro avance espiritual se ha
consolidado.
La joven coramor había recibido la oportunidad de elegir su propio futuro.
Al final de la conversación con los diamantes, recordó que en algunos
ensueños con el amante gemelo ambos se mostraban puros y que la esencia
de sus almas era la que se fusionaba sin roles externos como la crueldad de él
o la emocionalidad de ella, que en la vida terrenal podrían llegar a
enfrentarlos e incluso separarlos.
Cuando despuntó el primer rayo dorado de sol y abrió los ojos, Alma se
entregó al desapego y tuvo una revelación: no importaba quiénes jugaran el
papel de llamas gemelas o alma unidad en la Tierra, porque en el Cielo, fuera
de la matriz del espacio y del tiempo, todos los seres y todos los mundos eran
uno, eternidad sin principio ni fin.


Propósito divino
Buscó respuestas y halló en su interior algo que tenía sentido: las llamas
gemelas ejercen una energía irresistible hasta el fin del aprendizaje vital.


Incertidumbre
Se sintió turbada por el irresistible deseo de abrazarlo de nuevo. ¿Qué le
estaba sucediendo? Solo quería dejarse llevar por aquella conexión que por sí
sola los magnetizaba.
Ambos dieron un paso atrás. Estaban sintiendo lo mismo y sabían que si se
unían en un abrazo ya nada podría separarlos. Guardaron silencio mirándose
a los ojos. La atracción de la mirada los sumergió en la presencia de un
paraíso sin igual. Se sintieron colmados del amor del Cielo. Volvieron al
verdadero hogar.
Se acercaba la noche y seguían mirándose. El embrujo nocturno los
inducía a unirse. Sus almas buscaban la fusión. Anhelaban llenarse de besos,
caricias y abrazos con una ternura que no era propia del mundo terrenal que
habitaban. Sentían las cargas y heridas que aún soportaba el bello ser al que
miraban y solo deseaban darse consuelo y cariño el uno al otro.
Aunque la prudencia los hizo alejarse aún más, el amor siguió abriéndose
paso. Más allá de la distancia física, sus almas volaron para reunirse de
nuevo. El baile de conexión espiritual que realizaron llevó al éxtasis a los dos
jóvenes, que descubrieron secretos desconocidos de sus cuerpos y de sus
almas.
Ella nunca había sentido nada parecido, ni siquiera con Amador. Quizás su
relación con él no sería para siempre y pronto tendría que hablarle de cómo
sus sentimientos estaban cambiando. Pero lo primero que necesitaba hacer
era dejar de elucubrar. «Céntrate, Alma, estás en el presente», se decía.
La energía del joven la aturdía y percibía que a él le sucedía lo mismo. Era
algo aún más incontrolable que en los sueños. «Alguien que provocará un
gran impacto en tu vida», le había asegurado el deva. Desde luego no podía
haber sido un encuentro más explosivo ni más desestabilizador respecto a su
historia con Amador. «Una unión predestinada». ¿Hasta cuándo? ¿Para qué?
—Alma… —¿cómo sabía su nombre?
Él la tomó de las manos y una oleada de amor puro los recorrió hasta
inundarlos por completo. Sus cuerpos perdían la consistencia física terrestre y
se volvían energía sutil. Sintieron que se desintegraban en partículas
cósmicas y se fundían juntos en uno con el universo.
El joven quería decirle que estaba lleno de miedo por lo que había vivido
antes de encontrarla, que la había buscado desesperado para decirle que la
amaba, que había soñado con la belleza de su alma, que se había visto
reflejado en sus ojos, que al encontrarse con ella había aparecido ante él la
imagen de dos dragones enlazados como un yin-yang.
Sabía con certeza que eran el uno para el otro, que él y ella eran una pareja
divina. Luego pensó que declararse así, de repente, podía asustarla aún más
que el abrazo a oscuras, pero el motivo por el que guardó silencio fue otro:
tenía miedo a ser rechazado.


Ser conocido y desconocido
—Conozco tu alma, pero a ti no te conozco —dijo al joven.
Después del imán en las miradas, a Alma le costó volver a mirarlo a la
cara. Se sentía mareada al haber bajado de nuevo a la Tierra. Habían vuelto a
ser dos adolescentes de carne y hueso, con dos mentes pensantes todavía
guiadas por un ego con temores, vergüenzas y dudas.
La persona que encarnaba aquella alma tan afín era un completo extraño
para ella: mandíbulas tensas, ceño fruncido, ojos perdidos en el dolor. Sintió
la agresividad que lo envolvía, una inquietante capacidad para la crueldad sin
miramientos e incluso resquicios de tendencias violentas.


Fe en la unión
—Cada vez me siento más lejos de la magia y de la luz, más lejos de ti —
se entristeció él.
—Ya nada importa. Eres tú. Somos tú y yo. Todo lo demás se puede
superar.
—Alma, se avecinan tormentas que quizás sean más fuertes que nosotros.
—Nada puede destruir el amor verdadero.
—Recuerda siempre que te amo. Aunque yo llegara a olvidarlo.
—Amador…
—Prométeme que lo recordarás.
—Te lo prometo.
—Somos uno en el Cielo, pero en la Tierra aún nos queda un largo camino
por recorrer.
—«Ten fe. El camino y la unión de las llamas gemelas están bajo
protección divina» —repitió el mensaje del Gran Espíritu.


Eres mi espíritu
—Llamas gemelas. Bello nombre para un bello amor. Eres mi mujer
sagrada, mi fuego, mi espíritu.
—Tú también eres mi hombre sagrado, Amador.


Secreto
Él se sentía abatido por la oscuridad que lo habitaba. Nunca hubiera pensado
que todavía le quedara tanto por iluminar ni que aquel abismo hubiera
resurgido por la falsa ilusión de que Alma se alejaba, cuando en realidad ella
estaba conectando con la parte oscura de él, que le pedía ayuda a través de los
sueños tras el antifaz del miedo.
Alma lo miró con tanto amor que algo en ella se abrió como un portal de
luz. De pronto al joven le sobrevinieron imágenes del pasado de Alma. Lo
que ella había querido ocultar desde que se conocieron se presentaba ahora
diáfano ante él: su secreto.
Oyó los gritos, sintió el miedo y los golpes. Vio a su madre embarazada,
policías, ambulancia, hospital. El desgarro del aborto. El terror. La locura.
Dos velas encendidas. El deseo de Alma de irse de aquel mundo. Un viejo
balcón desde el que imaginó saltar.
¡Habían vivido la misma experiencia! El secreto de Alma era su propio
secreto. Él había querido decirle una vez que los secretos pueden hacer
mucho daño, que esconder solo crea culpa, dolor y miedo. Y resultaba que él
había hecho lo mismo.
Si le hubiera abierto su corazón, ella también habría podido hacerlo. En
lugar de eso, había proyectado en ella lo que no había resuelto en sí mismo.
Cada vez comprendía mejor el juego de luces, sombras y espejos de la vida.


Origen del dolor
Como un rayo, los pensamientos de ambos empezaron a relacionar hechos
por telepatía. La Sombra de los Mil Lobos los había atacado cada vez que se
activaron sus miedos comunes.
La primera vez, en los jardines de palacio: el miedo al desamor, al
abandono, al rechazo, que hicieron olvidar a Alma quién era ella de verdad.
¡El mismo miedo que a él lo estaba alejando de la Esfera del Espíritu!
La segunda vez, cuando él se desconectó del mundo y olvidó por completo
que ella lo esperaba. Abandono, miedo, angustia. Soledad, maltrato, ganas de
morir. Como de niño frente al acantilado, como de niña frente al balcón.
Así como ella había vivido esos miedos y emociones de forma detonadora,
él lo había hecho de modo represivo, huyendo y poniendo un frío muro entre
ambos para sentir, como Alma desde sus reacciones, que de ese modo se
protegía.
No obstante, tanto el instinto emocional de ella como la estrategia mental
de él los alejaban de la verdad, puesto que no se trataba de luchar ni huir, sino
de relacionarse desde el propio equilibrio y porque el origen del dolor no
estaba en el otro, sino en el propio corazón.


El amor nos une
Ella era su amada, que por un inmenso amor, más allá de lo que por aquel
entonces podían comprender, cumplía su compromiso divino de mostrarse
ante él como su mayor espejo, igual que él hacía para ella. Todo por un
propósito mayor que estaban destinados a descubrir juntos.
—Somos espejo el uno del otro, Alma.
—El miedo nos separa. El amor nos une. El camino será más sencillo si
nos ayudamos haciendo nuestro propio trabajo interior, sin juzgar, respetando
el tiempo de cada uno, dándonos el espacio necesario —Alma lo miró a los
ojos y él asintió.
—Espero que podamos recordar esto pase lo que pase —el joven se
agachó frente al fuego y acarició las cenizas del borde con los dedos.
—Todo es perfecto como es —Alma lo tranquilizó y se arrodilló con él.
Amador la miró con llamas brillando en sus ojos y con el índice lleno de
ceniza le dibujó una corona bajo los labios.
—Mi reina, la palabra del Gran Espíritu en tu boca dará vida a los
moribundos.
—Mi voz es tu voz. Que el Cielo haga su voluntad de amor en nosotros.
Se abrazaron en una dimensión habitada solo por ellos. Cuando volvieron
a la realidad de Gímaco, Amador indicó a su hermano por telepatía que ya
podía reportar a los maestros lo sucedido. Fénix así lo hizo.
El fuego se avivó. Las llamas se abrazaron iluminando la oscuridad. Alma
le acarició el cabello como si acariciara las heridas de su pasado, hasta que él,
agotado, se quedó dormido en su regazo.


Esfera de amor incondicional
El Mundo de Ensueño se empoderó con el reconocimiento mutuo de los
amantes divinos. Amador estaba muy cansado por la transformación vivida
en el acantilado, pero aun así soñó que Alma tenía la llave de la puerta del
paraíso que los esperaba, la llave maestra de su verdadera unión, la llave de la
fe.
Alma se vio en el centro de una esfera transparente. Dormía envuelta por
aquella burbuja de paz inquebrantable. Despertó dentro del sueño. Enseguida
supo que se trataba de una esfera de amor incondicional y que ese amor se
había activado al estar juntos de nuevo.
Nunca antes había comprendido la profundidad del concepto. Amor
incondicional: un sentimiento que no había experimentado en aquella vida y
que ahora se le manifestaba en sueños como la mayor revelación de su
existencia.
Era una sensación sencilla y sublime, pacífica y libre, protectora y
acogedora, limpia y pura. No existían palabras para describirla de forma fiel.


Sombra de los Mil Lobos
El fuego de la hoguera volvió a avivarse. El deva protegía la cueva de los
amantes. A lo lejos se oía el rumor de las olas besando la arena.
Los jóvenes se acercaron por instinto el uno al otro. Sus cuerpos se
abrazaron. Parecían auténticos mellizos. El movimiento no despertó a
Amador por su agotamiento, pero Alma se desveló el tiempo justo para ser
consciente de que estaba liberando miedos de su inconsciente a través de un
nuevo sueño: rayos y truenos, noche y tormenta, lloraba y corría. Estaba
huyendo de la Sombra de los Mil Lobos.
Sin pensarlo, conectó con su estrella del alma para reunir la energía
necesaria con que transformar el sueño en ensueño. Los lobos la perseguían
para acabar con ella. Una voz le susurraba al oído: «La Sombra de los Mil
Lobos es uno de los seres de la oscuridad y del miedo que se enfrentan a los
seres de la luz y del amor». Era la voz de Espejo, que prosiguió: «Estos seres
son proyección de vuestra propia oscuridad, están dentro de vosotros y solo
en vuestro interior podréis poner fin a la lucha interna a que os someten».
Alma sintió que había llegado el momento de hacerlo. Paró en seco y se
giró de golpe para afrontar sus miedos cara a cara. Pero el valor se le hizo
trizas cuando vio el auténtico rostro de la sombra: Amador.
Entonces comprendió: al ser su gemelo también era su mayor espejo. ¡Era
él quien había activado la sombra en cada ataque devastador! ¡Aquellos eran
los lobos de sus sueños con el Amador oscuro del antifaz!
—Mi amor, ayúdame —Alma se sintió impotente, porque los lobos no se
habían amansado a pesar del gran amor que sintió por ellos al ver el rostro de
Amador.
—Alma, mi querida Alma, estoy atrapado —una cadena envolvió al joven
—. No puedo hacer nada. Solo siento una rabia que me quema y no me deja
respirar.
Los lobos empezaron a morderlos a ambos. Alma se concentró: «Esto es
un ensueño, haz magia, transforma». Pero la cadena se hizo más y más
grande.
—¡Es la Cadena de la Inconsciencia! ¡Libérate, Amador! ¡Recuerda quién
eres!
—Alma, ya no sé quién soy. Solo siento en mi corazón el dolor y la furia
de mi padre.
—Por eso la cadena te está atrapando a ti también. ¡Su destino no es el
tuyo, Amador!
—Quiero ayudarlo, Alma.
—¡Así solo te hundes con él!
—Es mi padre —lloró Amador mientras los lobos despedazaban su ropa
ensangrentada.
—Solo podrás ayudarlo con tu despertar, cumpliendo tu destino.
—Ya no sé cómo hacerlo. Lo estoy olvidando todo, Alma. Su sufrimiento
es más fuerte que mi luz.
—Y tu sufrimiento es más fuerte la mía —lágrimas negras cayeron de los
ojos de ella.
—Alma, estoy perdiendo la conexión contigo —Amador se iba
convirtiendo en la sombra de lobos—, pero por favor… Recuerda siempre
que te amo.
—¡Lo siento, Amador! —lloró ella—. Aún no he despertado el amor
necesario para renacer juntos.
—Un día lo harás, mi bella diosa. Es tu destino.
Amador desapareció entre los lobos y ella se hundió en unas arenas
movedizas de las que no podría salir si no era por designio divino en
respuesta a su fe.


Contrastes vertiginosos
Al amanecer la cueva estaba oscura, del fuego solo quedaban cenizas. Alma
volvió a encenderlo y miró a Amador.
—Te amo —le susurró de forma inaudible para que no la oyera.
—Pero… —él había oído la voz del alma de ella en el espacio entre
mundos de los sueños y se despertó.
—¿Qué quieres decir? —Alma se sorprendió por el completo cambio en
él.
—¿¡Pero!? —insistió con brusquedad.
—¿Qué te pasa, Amador?
—¿Qué te pasa a ti, Alma?
Lo que él reclamaba no tenía lógica aparente, pero había un trasfondo
invisible que explicaba la causa de su comportamiento. Las almas de ambos
sabían que todavía no habían alcanzado el propósito de su encuentro:
experimentar el amor incondicional en la Tierra. El juego ilusorio estaba
servido.
—Quiero que nos separemos —le soltó él con la mirada fría.
—¿Por qué dices eso?
—Lo he pensado bien.
—¿Qué lo has pensado bien? ¡Hace nada sentías lo contrario!
—No me veo capaz de seguir juntos.
—Sé por lo que estás pasando, Amador. Viví lo mismo.
Él guardó silencio. Ella intentó mostrarle otra opción:
—Hemos sufrido mucho. Venimos de familias con historias difíciles.
Estamos viviendo un proceso de sanación.
—Necesito garantías.
—¿Garantías? ¡Todo en la vida es incertidumbre! Mi garantía es que estoy
aquí, comprometida contigo, con nosotros, con el propósito de nuestro
encuentro. Mi garantía es la superación constante de lo que nos despertamos
el uno al otro, por terrible que pueda llegar a ser. ¿Qué garantías ofreces tú,
que huyes sin afrontar los retos que se nos presentan? ¿Dónde están las
garantías que pides? —Alma le hablaba alzando la voz. Se sentía engañada y
traicionada. Si en algo Amador podía dañarla de verdad era en su actitud de
comodidad, negligencia e irresponsabilidad ante aquel reto de la vida en el
que ambos se habían embarcado.
—No es solo eso. ¿Qué me aporta esta relación?
—¿Cómo? —Alma abrió los ojos creyendo que no era posible lo que
acababa de escuchar—. ¿Todavía pides más? No se trata de qué te aporta a ti,
sino de qué le aportas tú a la relación. Dar para recibir. ¿Es que lo has
olvidado?
—¿Lo ves, Alma? No podemos seguir.
—¡Qué gran autosabotaje! Tantas personas anhelando un amor así y tú lo
desprecias como si nada.
—No lo desprecio. Quiero estar tranquilo —seguía él con tono gélido y
calculado.
—Cada vez que surge esto es por tu ausencia, por sentirte víctima, por
pedir como un niño que solo quiere recibir —cayó en el reproche—. ¡Te
duele el abandono de tus padres y tú estás haciendo lo mismo!
—¡Basta, Alma!
—Lo siento. Siento mucho dolor. ¿Cómo puedes despedirte sin más de la
noche a la mañana?
—Quiero estar contigo, pero siento frío.
—Solo es el miedo a salir de tu zona conocida, pero todo se puede
transformar. ¡Yo lo estoy haciendo!
Él guardó silencio. Ella siguió hablando.
—Estamos avanzando, curando heridas que nos han estado separando.
¡Cada vez te quiero más!
—Necesito calma, una vida normal.
—Solo tendrás calma cuando la logres en tu corazón.
—Contigo se activa todo de una forma que me supera.
—Ya sé que este espejo es demasiado fuerte, pero cada vez es más suave.
Lo que pasó en la llanura fue hace dos meses.
—La sombra de lobos siempre acecha.
—La sombra solo nos indica dónde hay que mirar, dónde hay dolor por
sanar, dónde hay vacíos que llenar. ¡Es un regalo!
—Yo no lo veo así.
—Te falta fe, Amador.
—Esa es tu visión.
—¿Acaso no ves que la vida nos unió para algo?
—Tenemos caminos distintos.
—¿Caminos distintos? ¡Estamos en momentos distintos! Pero nuestro
camino es el mismo.
—No me importa. Quiero vivirlo solo, a mi manera.
Él parecía una roca impasible. En ella afloraron las lágrimas. Sintió el
corazón roto. Se sentía impotente ante el engaño de la oscuridad y olvidó
acudir a la luz. Cuanto más insistía ella, más se cerraba él y cuanto más se
cerraba él, más insistía ella. Él estaba olvidando la sabiduría que potenció
cuando se conocieron y ella no estaba preparada para dejarlo marchar, porque
no le veía el sentido.
—Amador, necesitas sanar la historia familiar.
—Tú también, Alma.
—Lo sé, pero lo estoy haciendo y tengo fuerza para seguir a tu lado.
—Quiero caminar solo.
Las energías eran tan intensas entre ellos y habían vivido emociones tan
extremas entre el Cielo y el infierno, que Amador estaba exhausto, necesitaba
respirar. Y ella también, aunque perseverara en su idea de avanzar juntos.
Sí, era un vínculo de contrastes vertiginosos: podían pasar de extasiarse
con solo mirarse a temer las lunas llenas por provocarles destructivos
terremotos emocionales. Aun así, ¿cómo podía ser que después de haber
encontrado a su llama gemela tuvieran que separarse?


Proceso de separación
Alma lo veía consumirse y sus sentimientos se debatían entre el dolor por la
separación, la rabia por la decepción y el deseo de curarlo con su amor. Sabía
que ninguna opción era la correcta. Debía respetar su decisión y aceptar la
realidad, dejar que evolucionara y sanara por sí mismo. Debía sostener la fe
en que sus propios avances lo irían llenando de luz gracias al vínculo único
que compartían. Debía soltar toda expectativa y anclarse de nuevo en su
propio eje. Para lograr dar esos pasos con paz interior, necesitaba elevarse a
un nuevo nivel de consciencia.
Al lado de él había experimentado atisbos de luz, de paz, de amor, pero
también todo lo contrario. Los desequilibrios internos del muchacho la hacían
sentir triste y apagada, le robaban la alegría. Algo estaba claro: Amador le
mostraba sus propios desequilibrios de forma diáfana. Él era su gran espejo.
También lo era ella para él.
El apego a su idea del amor la ataba a él y vampirizaba su felicidad. Fuera
de su centro, cuando acechaba la discusión, ambos eran succionados por los
tentáculos de la oscuridad. Se amaban demasiado como para que sus energías
no se afectaran de forma mutua. Eso solo sucedería de forma equilibrada
cuando lograran sanar lo que les había unido en aquel breve instante de la
gran obra cósmica.


Caída al averno
Alma se sentía avergonzada y decepcionada consigo misma. Él era el reflejo
de su propio corazón, lo cual evidenciaba el largo camino que también a ella
le quedaba por delante. ¿Cómo habían podido caer con tanta facilidad en las
redes envenenadas del miedo? ¿No se suponía que se habían reencontrado
para ayudarse?
Por su parte, él también se sentía herido. A lo largo de su vida había
experimentado el dolor hasta el punto de querer morir, pero nadie le había
activado esa muerte en los infiernos que ahora sentía con ella.


Emociones turbulentas
Amador la apartó con brusquedad y ella cayó al suelo. El lobo había
embestido a su princesa sin pretenderlo, pero no podía flaquear, debía
mantenerse impasible; que Alma no supiera que se moría de dolor, que se
protegía con frialdad porque no sabía cómo dejar de sufrir, que la echaba
tanto de menos que no sabía cómo soportaría el vacío de un futuro sin ella.
—¡Eso te pasa por empujarme! —fingió culparla.
Alma sintió aquellas palabras como puñaladas. El hielo impasible que
salía de la boca de Amador pedía amor a gritos, pero por mucho que ella lo
supiera, ya no le quedaban fuerzas ni para ponerse en pie.
Pensó en su propio comportamiento. Recordó cómo le había gritado entre
lágrimas «¡Estoy harta de que no luches por nosotros!» y cómo lo había
empujado antes de que él la tirara al suelo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué
había sido del amor que los unía? ¿Cómo podían tratarse así dos personas que
se amaban? ¡Aquello no era amor!
Amador se fue sin mirar atrás. Cuando estuvo lejos, ella se echó a llorar.
—Gran Espíritu, por favor, lléname de nuevo con tu amor —Alma,
desesperada, quería volver a sentir el calor del amor incondicional de aquella
vez inolvidable en que Dios la confortó con su mensaje: «Tenías que pasar
por esto. No te juzgo. Te amo».
—Mi hija amada, esta vez ha llegado el momento de que aprendas a
amarte como yo te amo.
En ese momento crucial, Alma no sintió el calor milagroso del amor de
Dios, pero sí comprendió la importancia de su mensaje.


Avance perseverante
—Eleva tu fe en la dirección de Dios. Amador y tú os amáis en el Cielo.
Ahora es tiempo divino de traer ese amor a la Tierra. Ese es vuestro regalo
mutuo —le recordó con cariño mientras pedía a las gaviotas que la acogieran
con su compañía.
Agradecida al mar y a las aves, en silencio, recordó las palabras del Gran
Espíritu: «Sí, Alma, puedes ayudarlo y él también tiene un regalo para ti. Al
principio puede resultarte difícil de comprender y asimilar, pero es un gran
regalo para tu misión».
—Si nuestro regalo mutuo es ayudarnos a encarnar el verdadero amor en
este mundo, ¿qué hay en mí para estar viviendo este espejo? ¿Para qué se
supone que mi alma eligió esta experiencia? —sollozó la joven—. Nadie me
había tratado con tanto rechazo ni con tanta crueldad como él. Excepto…
¡mis padres!
Alma recordó el desprecio, la agresividad y el abandono de su padre
cuando la insultaba, la pegaba y la dejaba llorando sola. También revivió el
rechazo, la exclusión y el desamor de su madre cuando la culpaba por su
desgracia y la echó de casa.
—Esa es la clave, Alma —se pronunció el Gran Espíritu—. Sanaste gran
parte de tu pasado, pero tu gemelo de luz ha activado energías aún más
profundas, porque ya estás preparada para purificarlas.
—¿Y él? ¿Qué le he despertado yo a él?
—El mismo espejo de dolor. Elegisteis grandes entrenadores para la
misión encomendada, vuestros padres, que en el mundo del espíritu os aman
de un modo que aún no podéis concebir, como tampoco podéis imaginar
hasta dónde abarca el amor que une a dos llamas gemelas ni el sacrificio
que están dispuestas a realizar, por doloroso que resulte, para impulsarse a
crecer. Ahora reaccionáis con sufrimiento, del mismo modo que cuando erais
niños. Ha llegado el momento. Es tiempo de transformar estas energías en
vosotros y en el mundo entero.
—¿Y cómo lo hago en mí?
—Respecto a ti, lo sabes bien: sana el pasado que aún pervive en tus
memorias. Respecto a él, también lo sabes: nada. No hagas nada que no sea
seguir tu propio camino. Tu destino te espera, Alma. Avanza sin rezagarte.
Avanza de mi mano.
—Sí. Es su camino, su vida, su misión. El único bien que puedo hacerle es
el bien que me haga a mí.
Algo más serena, de regreso a palacio, el deva del bosque la abrazó con el
viento que lanzó desde las ramas del roble. Ella se sintió reconfortada. No
había nada que temer. Todo iría bien.
Antes de entrar por la puerta, rememoró la carta de cuando Amador saltó
desde el acantilado con once años. Se propuso tener presente que había dos
niños heridos a los que debían proteger y cuidar. Ambos tendrían que ser más
comprensivos con sus sombras si querían volver a volar.
5
SEPARACIÓN
Sigue la estrella, sigue tu camino,
sigue la voluntad del espíritu que te habita.
Perdición
Las olas chocaban una y otra vez contra el rompeolas. El joven se sentía
como ellas, sin salida, golpeándose una y otra vez contra un muro de dolor.
Había dejado a Alma llorando en la playa.
Creyó que tenía un camino, pero se sentía perdido. El rumbo que había
encontrado junto a ella había redirigido su vida, al fin todo cobraba sentido.
Pero con el tiempo la burbuja de amor se tornó un espejo sombrío.
Por unos momentos pensó que lo mejor era quedarse con los buenos
recuerdos, pero no se engañaba tanto a sí mismo como para no saber que era
el miedo lo que le impedía seguir junto a Alma.
El miedo. ¡Tantos miedos! Miedo a convivir con aquellas energías de
altibajos, miedo a no saber cómo afrontarlas, miedo a verse incapaz de
transformarlas, miedo a salir de lo conocido y, por encima de todo, aunque
más oculto que ninguno, miedo a ser rechazado.
Aunque en lo consciente sabía que uno atrae lo que teme hasta que lo
sana, su recurso inconsciente había sido rechazar a la mujer de su vida antes
de que lo hiciera ella, lo cual no le aportó la más mínima luz a su vida, al
contrario, solo oscuridad, batalla y vacío.
«Te falta fe», le había dicho Alma. Fe en que sí podía, fe en que se habían
encontrado para realizar juntos algo necesario en el mundo, fe en que el amor
que los unía era más fuerte que todo.
Recordó que muchas veces había llevado a Alma hasta el acantilado en
que de niño quiso dejar de vivir, para curar su corazón llenándolo del amor de
ella. Nunca habría imaginado que ese mismo amor removería su dolor latente
y lo empujaría de nuevo hasta aquel lugar.
El amor de llamas gemelas clamaba porque ambos recuperaran su poder, su
capacidad de resurrección, su fe absoluta. Pero sin ser conscientes de ello, se
habían apoyado el uno en el otro desde la debilidad, las heridas abiertas y la
necesidad de amor.


Catalizador del despertar
—Padre, gracias por el intento de consolarme, pero ambos sabemos que
esto no tiene que ver con la adolescencia.
—Entonces, ¿ya lo sabes?
—Sí, es el camino de las llamas gemelas.
—Somos la transición, Amador. Reconectar con el amor incondicional es
la mayor metamorfosis que puede realizar un ser humano en la vida, la
verdadera misión y causa de su venida al mundo. El espejo cósmico del
matrimonio divino es el más potente catalizador del despertar. Construir el
núcleo de fusión entre el Cielo y la Tierra en estos tiempos conlleva sangre,
sudor y lágrimas. Esto es lo que estáis experimentando.
—¡No estábamos preparados!
—Si no lo hubierais estado, no habría sucedido. Dios no envía pruebas
para las que uno no está listo. Otro asunto es el libre albedrío de asumirlas o
no.
—El maestro llega cuando el alumno está preparado, ¿no es así? Pues yo
no estoy preparado. Alma alberga tanto dolor…
—Tanto dolor como tú, Amador, tanto como el que no te atreviste a mirar
y que ella te muestra con su espejo fiel.
—Sus emociones intensas, su alta sensibilidad, sus lágrimas, su
agresividad…
—Exactamente como tú.
—¿Cómo yo? ¡No es así, Padre!
—Amador, sois iguales, pero os manifestáis desde distinta polaridad:
masculina y femenina.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que ella manifiesta de forma exterior es lo que sientes, reprimes y
ocultas en tu interior. Y es más: lo que tú no liberas, ella lo expresa por ti
desde su conexión con tu energía. Es algo espontáneo que sucede porque sois
uno y aún no habéis alcanzado la armonización.
—¡Pero es excesivo!
—Tan grande como las energías de tiempos remotos que vinisteis a
purificar.
Amador sintió un peso que lo ahogaba. Estaba tan descontrolado como
para sentir deseos de morir. Padre le envió energía para aportarle cierto
equilibrio y el joven se sintió mejor.

Errores sagrados
—Aun así no he cambiado de opinión, Padre.
—No voy a convencerte de lo contrario, Amador. Sé que este momento de
separación es necesario. También lo viví con Madre.
—¿Por qué no nos lo advertisteis?
—Porque más allá de las apariencias lo estabais haciendo muy bien,
Amador. Había errores sagrados que necesitabais experimentar para
evolucionar.
—En los momentos más oscuros que vivimos, Alma sintió que el Gran
Espíritu la llenaba de amor incondicional.
—Exacto. Ella no habría podido experimentar la gran misericordia de
Dios si no hubiera sido en un momento de extrema dureza.
—Ha llegado nuestro turno, ¿verdad?
—Sí, despertar ese mismo amor de Dios en vosotros, hacia el otro y hacia
todos los seres. Es la dirección del camino de las llamas gemelas.
—Ahora sé que lo que me separa de Alma es lo que me separa de mí
mismo: la creencia soterrada de que no merezco amor —sintió ganas de llorar
—. De ahí nacen mis miedos.
—Acabas de dar un paso de gigante —le sonrió el maestro.
—Me siento más tranquilo, Padre. Gracias por ayudarme a recordar. Todo
ha sucedido para algo bueno. El Gran Espíritu nos acompaña en cada paso y
nos guía a despertar.


Unión eterna
—En realidad, las llamas gemelas jamás se separan, Amador. Han estado
unidas desde el origen y lo harán por toda la eternidad. Es un vínculo divino
indisoluble. Sois uno.
—La amo tanto… —sollozó.
—Tanto como ella a ti —lo consoló Padre—. Si seguís el camino
verdadero, ese amor encontrará el Cielo. Desaparecerán el sufrimiento, las
sombras y el ego. Seréis tomados por el espíritu y…
—Padre, perdona, me duele escuchar esto. Necesito salir de aquí.


Separación necesaria
La joven se quedó sin habla, llena de preguntas y emociones turbias.
Desesperanza. Había pensado que juntos podían arreglar las cosas. Contaban
con las energías de la Esfera del Espíritu y también con los maestros, Espejo,
la fuerza grupal de los compañeros, las enseñanzas, la Biblioteca Viviente...
¡Tenían tantos recursos y apoyos para avanzar! ¿Por qué se había ido?
—Las energías de vuestro camino juntos lo han conducido a una
separación y un silencio.
—Nuestro camino juntos…
—Sí, Alma, lo que piensas está alineado con la sabiduría del plan de las
llamas.
—Juntos… Él es mi espejo. Somos uno. Si es su elección, también es la
mía. Si necesita crecer por separado es porque también yo voy hacerlo con
esta separación. Si se mantiene en silencio es porque también yo voy a
evolucionar con ello.
—Alma… —Madre la abrazó al ver la tristeza en su rostro, conmovida
por la fortaleza que seguía irradiando a pesar de las circunstancias.
Era como si se abrazara a sí misma años atrás cuando vivió su primera
separación de Padre. Se comunicaron con una mirada cómplice. Madre se
despidió y la dejó a solas, como necesitaba, para ir asimilando el cambio
radical que había dado su vida en un instante.
Lo primero que hizo Alma fue intentar contactar él para cerrar aquella
etapa con amor. Sabiendo dónde estaba, la proyección telepática sería más
certera. Sentía malestar por el modo en que él la había tratado, pero se centró
en que ella tampoco lo había hecho bien cuando el dolor la dominó.
Muchas veces le expresó cuánto lo sentía desde lo más profundo de su
corazón y esperaba que su arrepentimiento sincero borrara las huellas del
daño que se habían infligido sin quererlo.
Era consciente de que seguían repitiendo patrones que los separaban, pero
no lograba apaciguar el sentimiento de decepción: el amor de ambos todavía
no era lo bastante puro como para trascender las heridas y tratarse con
respeto.
Por encima de ello quería actuar de la forma más amorosa posible,
despedirse de él, saber cómo estaba y recordarle cuánto lo amaba.
—Hola, Amador.
—Hola, Alma.
Ambos se enternecieron al oír sus voces. La lucha interna era insoportable:
el inmenso deseo de estar juntos y poner fin a la agonía de la nostalgia se
enfrentaba al dolor remanente y a las fuerzas que los empujaban a avanzar
por separado.


Promesa rota
—¿Por qué no me dijiste que te ibas? —sin pretenderlo, salió lo que
llevaba dentro y le reprochó.
—Por ahí vas mal —enjuició él con tono arrogante.
—¿Por ahí voy mal? ¿Y crees que tú vas bien actuando así?
—Vuelves a meterte en un círculo sin salida.
—¡El mismo en el que estás tú!
—¿Qué es lo que quieres, Alma?
—Quería despedirme de ti.
—Pues ya lo has hecho.
—Ojalá te vieras, Amador. Solo ves la culpa en el otro.
—¿Ya has acabado? Estoy cansado.
—Si te vas, ¿qué hacemos con nuestra promesa?
—¿Qué promesa?
—La que hicimos la noche de fin de año: que por muy lejos que estemos
siempre podremos contar el uno con el otro —ella no estaba para ruegos ni
tragedias y habló con firmeza.
—Las cosas cambian. Quiero estar solo —zanjó él con sequedad.
—No tienes palabra, ¡no se puede confiar en ti!
—¡Déjame margen de actuación!
—¿Y qué margen me dejas tú cuando en lugar de solucionar los
problemas, tan solo abandonas y te vas sin más? ¡Sigues sin tenerme en
cuenta!
—¡Es lo único que puedo hacer!
—Huir no es lo único que se puede hacer. Recuerda lo que aprendimos:
siempre hay una alternativa al miedo.
—Sí, Alma, el amor, pero queremos cosas distintas.
—Los dos queremos lo mismo, una relación armoniosa, ser felices. ¡Pero
eso hay que conquistarlo!
—Ya es tarde para eso.


Vivir quiénes somos
—Lo que no resuelvas en el presente lo encontrarás de nuevo en el futuro.
¿Por qué no afrontarlo juntos ahora?
—Hay formas de ser intrínsecas a las personas que no cambian.
—¡Estás olvidando las enseñanzas! Lo único de verdad intrínseco es
nuestra esencia y este amor único que nos une. Todo lo demás se puede
transformar con el poder de la fe.
—Yo ya no tengo fe.
—¡Vuelve, Amador! —se debatía entre retenerlo y dejarlo ir—. ¡Dijiste
que unidos podríamos hacer grandes cosas!
—Eres independiente, Alma, y en palacio hay muchas personas con
quienes puedes cumplir tu misión —repuso con tono de indiferencia.
—Siento tanta tristeza de que hayas olvidado quiénes somos.
—No lo he olvidado. Es solo que no creo que podamos estar juntos.
—Entre tu verdad y mi verdad, busquemos la auténtica verdad.
—¡No, Alma!
—¡Estás imponiendo tu visión!
—Saber quién eres para mí me da paz, porque sé que eso jamás cambiará.
—¡Esa es una falsa paz! ¡Un autoengaño! ¿Qué sentido tiene conformarse
con lo que ya somos en el Cielo y renunciar a la oportunidad de manifestarlo
en la Tierra?
—Ya hemos visto que no es posible.
Alma se contuvo de decirle lo que pensaba, que se había dejado llevar por
una mentalidad de perdedor. Y eso le parecía una ofensa a la vida, porque era
uno de los coramor más extraordinarios que existían.
—Si Dios nos ha revelado quiénes somos el uno para el otro es por un
motivo, ¿entiendes, Amador?
—¿Qué hay que entender?
—¡Que vivir quiénes somos es nuestra misión! ¡Es para lo que nacimos!
¡Es lo único que puede darnos verdadera paz!


Abandono
Alma vio cómo Amador se dejaba caer en una comodidad moribunda en
lugar de afrontar la vida y la verdad. Pensó que estaba actuando igual que los
padres que lo habían abandonado y fue consciente de que ella estaba
sintiendo el mismo abandono de los suyos a través de él.
Energía de inmadurez, irresponsabilidad, egoísmo, mentiras, miedo.
Negligencia ante las tendencias del karma interno sin poner remedio ni
buscar a Dios. El drama de los linajes se repetía y Amador no solo se había
desentendido de ello con indolencia, sino que había olvidado que ellos eran
los enviados para aportar savia nueva al árbol familiar.
—Ya he tomado una decisión.
—Mi corazón siempre estará contigo —las palabras de Alma se
entrecortaron con la pena de la despedida.
Amador contestó con un gélido silencio y cerró la comunicación. Las
estrellas se apagaron. La lluvia se hizo tormenta. Pero en lugar de hundirse,
Alma se encomendó al Gran Espíritu y sintió cómo este le infundía fuerza.


Expectativas
Desplegó sus alas y voló hasta la cima de la Cúpula del Infinito. Luego se
lanzó al vacío con todo su poder. Ya no sería nunca más la niña maltratada ni
la adolescente repudiada; sería cada vez más ella misma.
Voló entre rayos y truenos por los territorios de aquel mundo. No le
preocupaban las consecuencias de usar las alas fuera del reglamento ni
tampoco le importaba que Amador se hubiera ido.
En aquella tesitura tan solo se sentía dolida por la promesa rota, por la
ausencia de verdad en la conversación con él y por las expectativas que no
debía haberse hecho, pues recordó algo que nunca olvidaría: la expectativa es
el acto que crea la potencia de la desilusión.
¡Qué fácil era hacer promesas cuando las cosas iban como uno deseaba y
qué fácil era romperlas cuando uno no tenía lo que quería! Aquello no era
verdadero amor. Se dio cuenta de que el miedo de Amador era más fuerte que
su palabra de honor y en ese mismo instante la amistad que los había unido se
desvaneció como un sueño al despertar.


Propósito superior
La joven aterrizó en la playa. Quería comprobar cómo se sentía frente a la
oscuridad del mar, los relámpagos y el bravo oleaje. Sintió la pena, el frío y
el vacío que había dejado Amador, pero esta vez de forma serena. Los
castillos de arena de los niños se habían deshecho bajo las lágrimas del cielo.
Tuvo la certeza de que el Gran Espíritu le había regalado un nuevo
comienzo y de que aquella aceptación de lo vivido era consecuencia de su fe
en que todo formaba parte de un propósito superior.
Había entregado al Cielo cuanto no podía manejar con su pequeño corazón
humano y con ese desprendimiento empezó a llenarse de la luz de su
verdadero corazón divino. Volvió a sentir una ráfaga de amor incondicional
hacia él.
Amador no había cumplido su promesa porque no pudo hacerlo. Gracias a
eso, ella pudo trabajar el desapego a las expectativas. La compasión
acrecentó su amor por él. Era un amor cada vez más cristalino, más libre, más
verdadero.
El paisaje se veía difuso por la bruma que ascendía del mar. La joven
empezó a conquistar una importante virtud: permanecer abierta a la sabiduría
de la vida. Nunca dar nada por falso o cierto sin antes experimentar, porque
eso sería la condena que guillotinaría su puente hacia el misterio de la verdad.


Alineación con el amor
A punto de rebasar las fronteras del Mundo de Magia, Amador echaba de
menos a Alma tanto como ella a él. Para disolver la distancia, traía recuerdos
a su memoria, le hablaba de sentimientos que nunca se atrevió a expresar, la
abrazaba y la llenaba de besos. Nunca pensó que la ausencia de ella marcaría
un vacío tan oscuro en su vida. A pesar del dolor, se obstinaba en guardar las
lágrimas en su pecho.
Antes del alba soñaron el uno con el otro. Él había construido una presa
para contener su raudal de amor. A ella le dolía la vida en un mundo donde
todavía no sabía ir a corazón abierto sin exponerse a la herida. Pero convirtió
la pesadilla en sueño y tomó la firme decisión de no cerrarlo ni esconderlo
jamás, sino de alinearse con el amor tanto como para que nada ni nadie
pudieran lastimar ese corazón que había entregado al Gran Espíritu antes de
nacer.
—Nada es para siempre —se lamentó Amador, que en el ensueño se había
permitido llorar.
—Sí hay algo para siempre.
Él la miró deseando escuchar las palabras que necesitaba oír.
—El verdadero amor —pronunció ella con la luz de la verdad saliendo de
sus labios.
Amador la abrazó y suspiró aliviado en medio de tanto dolor.

Estrella del destino
«Sigue la estrella, sigue tu camino, sigue la voluntad del espíritu que te
habita». «Todo ha sido como tenía que ser. Sí, es él. Él también es tu camino
y tu destino».


Fuerza para seguir
Desde los cielos vieron paisajes espectaculares, poblados de criaturas
extraordinarias y reinos en paz que emanaban destellos de luz. Pararon a
descansar en un prado de flores silvestres y retomaron la conversación.
—Alma, me siento tentada a pedirte algo.
—¿Qué necesitas?
—Algo que no debo provocar, porque estaría interfiriendo en el destino de
Sanador.
—¿A qué te refieres?
—Me gustaría que le recordaras que existo y que me espere.
—Entiendo, Cristal.
—Sé que no debo hacerlo. ¿Cómo lo has superado tú, Alma? ¿Cómo
puedes hacer tu vida separada de Amador?
—Aún no lo he superado. Solo sé que lo que siento por él forma parte del
camino que me comprometí a recorrer. Y eso me da fuerza para seguir
adelante.


Obsesión
—¿Y qué sientes? ¿Puedes compartirlo conmigo? Me siento tan perdida.
—¿Qué te hace sentir así?
—No puedo engañarme. Desde que lo encontré una vez en sueños, estoy
obsesionada con él, con reunirnos de nuevo, con estar juntos.
—Parece que el camino de las llamas gemelas sigue un cierto recorrido.
—¿Qué son las llamas gemelas? ¿Cuál es ese camino? —Cristal abrió los
ojos, como solía hacer cuando algo llamaba su atención.
Alma le contó lo que había experimentado y aprendido. A medida que le
hablaba, el libro Llamas Gemelas iba escribiendo con letras de luz cuanto
decía, después de muchas otras informaciones registradas que la coramor
había recibido del Gran Espíritu, de Padre y Madre, de las brasas de la
hoguera.
Cristal escuchaba desde su esencia y temblaba al reconocer la verdad que
la habitaba. Con el relato de Alma empezó a sanar. Liberó apegos, controles,
miedos.
Comprendió lo que Alma le había explicado, algo aplicable no solo a las
relaciones entre llamas gemelas, sino a todas las relaciones humanas y
experiencias vitales: lo importante de verdad es vivir en consonancia con el
plan superior de la existencia.


Voluntad del Cielo
Supo que el Gran Espíritu era la verdad del amor, la fuente original de la
vida, la luz de la creación. Algunos lo llamaban Dios; otros, energía
universal; otros, muchos otros nombres.
Al principio pensó que para ser feliz tenía que cumplir la voluntad del
Cielo, de la que hablaba Alma, como si fuera algo externo a ella. Luego
comprendió que el plan divino era uno con ella, que la chispa del espíritu la
habitaba y que solo necesitaba escuchar la esencia pura de sí misma para
caminar hacia su verdadero destino.


Consciencia sobre el ego
—Alma, con lo que sabes, con lo que sientes, con la fuerza de tu fe, ¿por
qué dices que aún no lo has superado?
—Por muchos motivos, Cristal: porque necesito tiempo para curar el dolor
que nos hemos despertado, porque echo más de menos la realización de mis
ideales con él que a él mismo tal como es hoy, porque a veces me importa
más que recapacite que el hecho de que regrese, porque todavía deseo que
vea lo que aún no ve. Todo esto es ego, ¿te das cuenta? Es lo que siento
ahora, pero sé que estamos en manos de Dios, que el camino de las llamas
gemelas es un proceso de ambos y que solo he de enfocarme en elevar mi
propia alma.
—¿Puedes hablarme más de ello?
—Todavía tengo pesadillas donde nos dañamos, pensamientos y
emociones que remueven lo vivido, momentos de resentimiento, rabia y falta
de perdón.
—Lo siento, Alma. Gracias por compartirlo. Así puedo aprender.


El propósito de la unión
—Gracias a su presencia en mi vida, puedo ver lo que aún necesito
purificar. Meses atrás daba muchas vueltas a lo que estábamos viviendo. No
lo entendía. ¿Cómo podían experimentar tanto dolor dos personas que se
aman? Ahora comprendo el propósito de la unión: aprender a amar de verdad,
a uno mismo, al otro, a todos los seres, a la vida y por encima de todo a Dios.
Llevar a cabo ese regreso al origen es cuestión de tiempo y de seguir
avanzando.


Todos somos uno
Una imagen de Amador llegó al pensamiento de Alma. Lo vio herido. Se
conmovió. Sus ojos mostraron compasión.
—¿Estás bien?
—Sí, Cristal —la joven coramor se repuso—. En búsqueda de respuestas,
indagué en el dolor que nos habitaba. Recorrí la historia de nuestro pasado,
nuestras familias, nuestros linajes, nuestras vidas pasadas, hasta llegar a la
historia milenaria de las relaciones entre hombres y mujeres. Comprendí que
no importa si lo que vivimos es nuestro o heredado de otros seres. Esa no es
la cuestión, porque todo es de todos, ya que todos somos uno y lo único
relevante es liberarlo. Las energías masculinas y femeninas siguen en lucha
debido al desequilibrio planetario entre el yin y el yang. Ambas, integradas
en unión, son el factor clave para la sanación y el despertar de la humanidad.
—Y esa armonía solo podemos lograrla desde el amor incondicional,
¿verdad, Alma?
—Ese es el camino que estamos recorriendo todos juntos, mi querida
hermana elfa.
—Hermana. ¡Qué bien suena! —sonrió Cristal, esta vez mostrando unos
graciosos hoyuelos.


Ideal supremo
—¿Quieres que hablemos de algo más antes de que despierte?
—Solo de algo que me produce confusión, Alma.
—¿Solo una cosa? —esta vez fue ella quien sonrió mientras la otra elfa
permanecía seria en su preocupación.
—Siempre pensé que el encuentro con la llama gemela era el inicio de una
vida de felicidad.
—Y lo es, Cristal, más allá de nuestros ideales limitados.
—¿Qué quieres decir?
—Que el Gran Espíritu tiene un ideal supremo que escapa a nuestra
comprensión.
—Sigo sin comprender.
—¿Existe mayor felicidad que experimentar la verdadera luz del corazón
original?
—¡Eso es la iluminación, Alma! ¡Claro que no existe nada superior! Ese
es el estado puro del ser, la conexión absoluta con el Gran Espíritu.
—¿Y adónde crees que nos conduce el camino de las llamas gemelas?
A Cristal le asomaron lágrimas sin perder la sonrisa.


Madurez espiritual
—Lo que depara el camino es necesario para transitar el propio camino —
prosiguió Alma—, ya sean experiencias del infierno o del paraíso. Todo es
sagrado, todo cumple su función divina.
—Es verdad, a veces fantaseamos con alcanzar la iluminación, pero no
queremos atravesar lo necesario para experimentarla.
—El camino hay que tomarlo por completo si de verdad queremos
recorrerlo. En ese compromiso consiste la madurez espiritual.
Las elfas hicieron una reverencia al Cielo. Parecían dos gotas de agua
unidas.
—Gracias, Alma.
—Gracias, Cristal. Estoy empezando a despertar del ensueño.
—Alma, estás cerca de superarlo. Tu aura es dorada y empieza a brillar.
Ambas se abrazaron.
—Hasta pronto, hermana humana.
—Hasta pronto, hermana elfa.
—Tienes un destino alado. ¡Recuérdalo siempre, Alma! —exclamó con
fuerza para que la voz llegara hasta ella.
«Tienes un destino alado» fue el último eco que escuchó mientras su
energía volvía de nuevo al cuerpo entre halos de colores y chispas estelares.

Patrones para armonizar
—¿Qué es lo que te duele, Luna?
—Me despertó heridas. Me sentí no tenida en cuenta, no respetada,
abandonada. Me sigue doliendo la separación. Y me aterra la idea de que los
seres amados puedan desaparecer de mi vida de repente —se contuvo para no
llorar.
—¿Alguno de tus padres lo hizo?
—Sí. Hace años, al volver de la escuela, supe que mi padre se había ido y
que no iba a volver. Se fue sin despedirse de mí, como Fénix.
—Ellos despiertan las memorias de nuestras heridas más profundas —
compartió Alma.
—Sí. Quiero sanar este dolor y todo el que aún llevo dentro.
—Ya lo estamos haciendo, Luna —Alma le infundió esperanza—.
¿Volviste a saber algo de tu padre?
—No. Mi madre se fue con otro hombre que no me quería y me llevó a
vivir con mi abuela, que también había sido abandonada por mi abuelo.
—Lo siento.
—Sí, la historia se repite hasta que la sanamos.
—Tú podrás hacerlo, Luna.


Espejo activador
—Vuelve a manifestarse el propósito del encuentro de las llamas gemelas.
—¿Qué son las llamas gemelas?
Alma le habló del libro y le explicó lo que había aprendido con la guía del
Gran Espíritu.
—El propósito de las llamas gemelas —retomó Luna—. ¡Es cierto, Alma!
Nuestro gemelo es un espejo activador que acelera el proceso de sanación y
despertar. Ahora comprendo las dificultades y el dolor vivido con Fénix. ¡El
Príncipe de las Tinieblas casi acaba conmigo! ¡Y era su ancestro! ¡La energía
que también lo habita!
—Vaya, Luna, has descubierto algo importante.
—Tú me has abierto camino, Alma. Al fin todo empieza a cobrar sentido.
¡Me sentía tan confusa! ¿Cómo podía amar tanto a alguien con quien
experimentaba tanto dolor?
—Parece que esa es una pregunta común que nos hacemos al inicio del
camino juntos.
—Sí. Al principio pensé que se trataba de una relación tóxica y
destructiva, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que es justo lo
contrario: cada crisis que atravesábamos me propulsaba a una nueva
maduración emocional, a un nivel de consciencia más elevado, a expresar mi
verdadero ser con mayor autenticidad, y a él también. Lo veo en cada cambio
interior que realiza, en sus progresos con los viajes, las pruebas, los
entrenamientos. Y lo más claro de todo: cada vez lo amo de una forma más
pura y verdadera.


Armonía mundial
—De eso quería hablarte, Luna. He observado un patrón similar en el
proceso del camino de las llamas gemelas. Nuestros compañeros, Sanador y
Cristal, Fénix y tú, Padre y Madre, el Abuelo Sagrado y la Abuela Luz… —
Alma envió a Luna un chispazo de información telepática para que supiera
quiénes eran el Abuelo Sagrado y Cristal.
—¡Cuántas parejas divinas!
—Creo que somos un grupo de almas destinadas a una nueva misión que
no nos revelaron cuando llegamos aquí, porque necesitábamos descubrirla
por nosotros mismos.
—¿Qué misión?
—La respuesta está en algo que acabas de decir: «Cada vez lo amo de una
forma más pura y verdadera».
—¿A qué te refieres, Alma?
—Observa el mundo, la pareja, el amor.
—Sigo sin comprender.
—¿Cómo funcionan hoy día?
—Bueno, no tengo más que mirar mi propia historia y la de la mayoría de
compañeros de Gímaco: padres y madres distanciados, separados,
divorciados; familias rotas por multitud de causas distintas, otras unidas por
obligación y una minoría despierta trabajando por armonizarse.
—Sí, Luna.
—¿Entonces?
—La pareja es la base de la familia, la familia es la base de la sociedad, la
sociedad es la base del conjunto de la humanidad. Tal como sea la armonía de
las parejas así será la armonía del mundo. Si la pareja vibra en amor
incondicional, así vibrará el mundo —Alma respiró hondo.
Luna se emocionó. Un sentimiento sagrado expandió su corazón. Las dos
jóvenes se miraron a los ojos en silencio dejando que la magia de algo
superior se integrara dentro de ellas.
—Gracias, Alma, has dado luz a mi oscuridad —sonrió Luna—. Ahora sé
hacia dónde voy. Al fin comprendo el sentido de mi camino con Fénix.
—Hay mucho trabajo por hacer. Necesitamos sostener la fuerza y la fe con
ayuda del Cielo. Este tiempo de transición trae consigo la herencia milenaria
de un insondable sufrimiento humano, patrones de dolor extremo entre
hombres y mujeres, llantos desgarradores de niños y niñas que viven dentro
de nosotros.
—Alma, siento que me habita todo eso que dices. Es demasiado.
6
AMOR
La decisión de volver a la Tierra
cuando tenías el Cielo en las manos
procede de una misión de amor superior.
Plan divino
Evolución estaba asimilando la pureza de sentimientos de una muchacha que
hacía poco había estallado como un tigre herido por tanto dolor y que con
tanta rapidez, gracias a su compromiso sincero y a la benevolencia del Gran
Espíritu, había comprendido el propósito de lo vivido con su llama gemela y
había reconectado con el amor verdadero que estaba por encima de todo.
—Ella está lista, pero Amador…
—¡Amador lo está olvidando todo! —Guardián acabó la frase de Alada
con tono alarmado.
—Aún no está preparado —Tiempo bajó la mirada con gesto de
preocupación.
—Las apariencias engañan. Él está como lo requiere el pacto álmico de
ambos —la voz de Madre sonó firme y sabia.
—¿Qué quieres decir, Madre? —Tiempo, pensativo, acariciaba su barbilla
con los dedos—. ¿Dónde está la sincronía de los tiempos? ¿Cómo se
entrelaza la misión de ambos dada la distancia a la que se hallan el uno del
otro?
—El olvido de Amador forma parte del plan divino superior. Es el rol que
le corresponde vivir. Así lo acordaron ambos en el Cielo —con la
intervención de Madre, a Tiempo se le desencajó la mandíbula.
—¿Pero cómo concuerda esta disposición de los tiempos que no
esperábamos? —insistió.
—La amnesia de Amador sobre el propósito de su unión, junto a la
decisión de separarse, es lo que activó el despertar espiritual de Alma —
explicó Madre.
—¿En qué sentido? ¿No debería eso haberla hecho caer en un dolor aún
más agudo? —preguntó Equilibrio.
—Exacto. Ese dolor inmenso que no podía curar por sí misma y la
situación devastadora que tampoco podía cambiar fue el modo en que el Gran
Espíritu, con su sabia misericordia, captó la atención de Alma de una forma
mística —explicó Madre—. La búsqueda de conexión con Dios, la entrega a
su poder superior y la elección de alinearse con su sagrada voluntad generó
que Alma recordara el propósito existencial de las parejas divinas y que se
abriera a un proceso acelerado de sanación, compasión y reconciliación.
Cuanto más amor verdadero despertaba en sí misma y hacia Amador, más
Puertas de la Sabiduría iba traspasando de forma interna.
«Siento que fuera tan duro. Gracias por todo, mi amor» —dijo Padre a
Madre por telepatía, refiriéndose a lo que ellos habían pasado. Ella le sonrió,
también agradecida.


Búsqueda y huida
—Al principio Alma buscaba a Amador para superar juntos las pruebas
del camino, algo que a él lo alejaba porque no vibraban en la misma sintonía
—continuó Madre—. Dada la intensidad de la unión y del dolor que esta
despertaba en ambos, él temía seguir sufriendo. Esto, unido al
desconocimiento de cómo gestionar emociones tan desbocadas, lo empujó a
huir.
—En realidad huía de sí mismo, porque Alma solo le reflejaba su interior,
como él a ella. Siento no haber prestado más atención a su estado anímico —
se disculpó Evolución.
—Así es como debía ser —dijo Madre—. Eres una experta y sabes bien
que cada uno tenemos nuestro tiempo de maduración.
—Gracias, Madre.
—Todos conocemos bien esta etapa del proceso en que, tras experimentar
vislumbres de un amor glorioso, la pareja se distancia de forma abrupta una y
otra vez hasta que trasciende las causas de la separación y sobreviene el
momento del despertar —continuó Madre.


El amor de Dios
—Han vivido momentos muy duros para purificar sus corazones —Tierra
compartió cierto pesar por sus jóvenes discípulos.
—Sí. Eso también activó el patrón de separación, pero la raíz del problema
no está en huir de lo que genera miedo, sino en huir del amor —esclareció
Madre.
—¿Por qué? —preguntó Guardián.
—Porque huir del amor anula la posibilidad de superar el miedo, pues solo
en el amor hay liberación —le contestó Madre.
—Amador puso su foco en el miedo y no en el amor, porque además de la
difícil situación que atravesaban, ese amor extraordinario que lo iluminó en
los inicios también empezó a destapar sus miedos en la siguiente fase de la
relación —describió Guardián—. Ahí volvió a sentirse inseguro, falto de
autoestima y hasta indigno de amor. Entonces el ego temeroso tomó el
control y poco a poco lo llevó de nuevo a su zona de seguridad. ¡Es lo mismo
que viví con Alada! Me faltó fe, cariño —se disculpó con la mirada. Ella le
sonrió comprensiva, arrepentida también por sus enfados volcánicos del
pasado.
—Esto es lo que propulsó a Alma —retomó Madre—. Estaba tan
destrozada y perdida que su llamada de auxilio al Gran Espíritu le procuró el
único salvavidas que podía ayudarla a salir a flote: el amor. Se aferró a él con
fuerza y lo utilizó para transformar en luz cada pensamiento, emoción y
recuerdo que la agredían como puñaladas en el alma. A su vez iba
profundizando en la comprensión de lo vivido y, viendo que no podía hacer
nada ante un proceso que requería su tiempo natural, actuó guiada por la
sabiduría de la fe: el amor verdadero permite libertad al ser amado para vivir
su camino tal como elija vivirlo.
—Ese es el amor de Dios hacia la humanidad —dijo Mundo.
—Así es como Alma llegó hasta donde estamos —pronunció Luz con las
palabras entrecortadas por la emoción.


Mensajes para la misión
En la biblioteca, Alma y Luna seguían hablando entre libros de sabiduría
divina, miradas de santos iluminados y ronquidos de troles traviesos.
—No me queda mucho tiempo, Luna. En breve he de reunirme con los
maestros.
—Siento que te irás lejos, pero aún te necesito.
—No es así, Luna. ¡Tú puedes! ¡Mira! —Alma le señaló un libro que
volaba sobre ellas.
El volumen dio varias piruetas, se acercó a Luna y se posó en sus manos.
Ambas pudieron leer el título: Llamas gemelas. La sorpresa de Luna irradió
una energía que despertó a los troles más chismosos.
Como no podía ser de otro modo, en unos segundos las dos jóvenes se
vieron rodeadas por todos los seres verdes de la biblioteca. Después de las
risas incontenibles, volvieron a la seriedad del asunto:
—El libro te ha elegido, Luna. Ahora podrás leerlo. Él te guiará.
—¡Vaya! ¡Qué gran trabajo, Alma!
—¿Gran trabajo?
—¡Mira el libro! ¡Hay montones de páginas escritas!
Alma lo ojeó y se quedó petrificada. Luna sintió que era el momento de
que los troles volvieran a la cama y fue a poner orden, a pesar de lo mucho
que refunfuñaron. Cuando Luna y los troles salieron de la habitación, el libro
habló:
Querida Alma, el diario de tus experiencias y despertares ha hecho
posible mi existencia. Gracias, mi creadora. A partir de ahora ya no
necesitas ocuparte de mí. Como ves estamos conectados y la pluma dorada
del espíritu sigue caligrafiando la verdad que irradia tu corazón. Sigue tu
camino. Un día volverás a escribirme en otro mundo para aquellos
destinados a leerme.
La joven sintió un aleteo en el corazón.
—Lo que sientes son mis alas, Alma —el Gran Espíritu se comunicó con
ella—. Traigo mensajes para tu misión.
Ella se concentró para escuchar con atención.
—El Palacio de Cristal acoge y seguirá acogiendo a un contingente de
llamas gemelas por la misión común para la creación de la nueva Tierra
Pura.
Vuestra misión no es superior ni inferior a ninguna otra. Todos mis hijos e
hijas tenéis vuestro lugar sagrado en el universo, todos sois amados por mí,
todos sois luz de mi luz.
Cada vez más seres humanos perciben la nostalgia de la pareja sagrada.
Quienes lo sentís es porque forma parte de la llamada que os guía en el
camino.
Mas no sucumbáis a la añoranza, pues el ser amado está en vuestro
corazón. Los dos sois uno y uno sois conmigo. El vínculo de amor que os une
es eterno.
Los recorridos que realiza la humanidad son infinitos, pero todos
confluyen en el único camino verdadero: el amor.
Tan solo caminad de mi mano y todo se os dará.
—Gracias, Gran Espíritu —Alma inclinó la cabeza.
—He escuchado tu corazón todo este tiempo, Alma. Es el momento de
pronunciarme al respecto.
Cada relación de llamas gemelas es única. La gran misión colectiva que
recordaste está compuesta por multitud de misiones individuales. La
purificación y armonización de las energías masculinas y femeninas en el
mundo ha de darse en varios aspectos distintos.
En vuestro caso has de saber que Amador y tú elegisteis sanar energías
familiares de linajes amados por ambos, hasta abarcar energías colectivas
de la humanidad originadas en tiempos remotos. Hicisteis este compromiso
en el Cielo frente a mí.
Alma sintió ganas de llorar. Su corazón recordaba aquel compromiso que
la había guiado en cada paso de su vida y que le había dado fuerza para salir
de infiernos que llegaron a quebrantar su alma hasta hacerla sentir muerta en
vida.
«Es por este motivo que vuestra relación se ha dado de este modo.
¿Recuerdas mi mensaje en uno de los momentos más duros que vivisteis?
“Tenías que pasar por esto. No te juzgo. Te amo”, te dije. En estos tiempos y
dentro de las condiciones en las que estabais inmersos, esa era la única
forma posible y perfecta para avanzar hacia el cumplimiento de vuestro
compromiso.
El olvido espiritual característico del mundo terrenal y la dura
experiencia vivida han podido confundiros, dañaros y separaros, pero
recuerda siempre el gran amor que os une. Cuando el yin y el yang estén
equilibrados, podrá darse la fusión en la unidad que todos somos. Sois mis
hijos amados. Sois eternos conmigo».
Alma lloró por dentro —sus emociones se iban serenando— y agradeció
la verdad que había vibrado en su ser. En ese instante apareció Luna y le dijo
con firmeza:
—Por mucho que él se aleje, tu amor lo llena, Alma.
—Iría contra mi naturaleza no amarlo. Yo siempre lo voy a amar.
El libro Llamas Gemelas revoloteó entre las dos amigas haciéndoles
cosquillas con sus páginas y dejando caer sobre ellas una lluvia de estrellas
brillantes, energía divina de cada palabra de amor que les había entregado la
vida.


Magia verdadera
El Gran Espíritu se presentó ante el llamado de Amador:
—Hace mucho tiempo que no hablas conmigo. Me alegra que lo hagas
ahora.
—Lo siento —el muchacho prorrumpió en llanto.
—Todo está bien, Amador.
—Gran Espíritu, necesito volver a conectar contigo. Estoy perdido, la
oscuridad me invade y me siento vacío. Ya nada tiene sentido para mí.
—Vives con tu hermano en un lugar de ensueño rodeado por seres
maravillosos. El poder de la magia en este mundo es tan potente que puedes
tener todo lo que quieras: casas de lujo, vehículos supersónicos, diplomas de
estudios superiores, trabajos con reconocimiento social, bellas compañeras,
viajes por el mundo.
—Sí, aquí puedo tenerlo todo y a la vez no tengo nada —admitió con
tristeza.
—Has integrado la mayor enseñanza de este mundo.
—Lo único valioso en la vida es el amor.
—Sí. El amor es la verdadera magia del mundo que habitas.
—Yo lo encontré en mi mundo, en mi mundo con ella —la imagen de un
abrazo con Alma apenó su corazón—. Nuestro mundo.
—Os hice el uno para el otro. Por eso conocisteis mi amor el uno a través
del otro.
—Sentí ese amor, Gran Espíritu. ¡Lo sentí!
—«¿Qué me aporta esta relación?», oí que te preguntabas tantas veces a
ti mismo —el joven asintió—. Amador, mira bien. Esta relación te aporta lo
más grande que puede aportar una relación: la oportunidad de aprender a
amar.
—¡Era yo quien debía aportar mi amor! Pero no supe… ¡No supe amar!
—Desde el plano divino sí lo hiciste.
—¡Alejé el amor de mí! ¡Lo desprecié! ¡Y le hice daño… a ella! ¡No vi mi
responsabilidad en lo que vivíamos! —las lágrimas inundaron su cara al
recordar cuántas veces había visto a Alma llorar y cómo él había cerrado su
corazón para no sufrir, en lugar de abrirse con valor y expresarle cuánto lo
sentía—. ¡Lo siento, Alma! ¡Lo siento!
«Yo también lo siento, Amador», le contestaba ella en silencio desde la
dimensión del ensueño.
—Todo formaba parte de vuestro pacto.
—¿Qué pacto?
—Una misión de amor.

Autoconocimiento
Si aquel espejo les mostraba lo que no veían de sí mismos y en ese momento
le estaba reflejando lo que no veía de Amador, su sentimiento se confirmaba:
él era ella y ella era él. De nuevo brillaron en sus ojos las lágrimas de la
verdad.
Vio que Amador estaba en una cueva como ella. Sabía que se acercaba el
momento de descender al mundo terrenal. Necesitaba pensar con claridad. Le
destrozaba pensar que, por mucho que el lazo espiritual entre ellos fuera
eterno, quizás no volvería a ver a Alma. ¡Podían pasar vidas y eones
separados de nuevo!
Había querido protegerse en el aislamiento de su mundo infranqueable,
aparentando que estaba bien, pero las palabras de Alma se hicieron eco en su
propia voz: «Nadie puede huir de sí mismo».
Albergaba la verdad del sentimiento que una vez le expresó: «Eres mi
mujer sagrada, mi fuego, mi espíritu». Para él Alma era una diosa por la que
sentía devoción, su diosa por destino. Pero aunque en algún momento
vislumbró cierta comprensión sobre el espejo que se proyectaban y la
oportunidad de evolución que habían empezado a experimentar, su mirada
humana empañada de miedo y hambrienta de fe lo había empujado a separar
su conexión espiritual de la terrenal.
—Sabes que ese no es el camino, Amador —hizo aparición el Gran
Espíritu—. El propósito de vuestra unión consiste en traer el Cielo a la
Tierra. Fusionarlos. Si rechazas lo terrenal, acogido al lamento solitario por
ideales inexistentes, te perderás la experiencia del verdadero ideal.
—¿Y cuál es ese verdadero ideal?
—El amor a la vida tal como es, el amor incondicional con el que os amo
y que sois, el amor supremo.
—Soy hijo de la luz. Lo sé. ¡Pero no sé cómo expresar esa luz! —se
desesperó.
—Empieza por conocerte a ti mismo.


Humilde sabiduría
—Recuerda Amador: todo lo que vives es espejo de ti mismo, cada
persona, cada situación. Y más allá de todo ello, Alma.
—¿Alma?
—Alma es el espejo perfecto creado para ti, así como tú lo eres para ella.
—De modo que una vez pregunté a mi propio espejo, a ella, cómo podía
verme a mí mismo. ¡Qué paradoja! —estuvo a punto de sonreír.
Amador se dio cuenta de que el Gran Espíritu insistía en el concepto del
espejo, porque era algo fácil de olvidar en el día a día mundano. Qué sencillo
era señalar a los demás y cuánta humilde sabiduría era necesaria para verse a
uno mismo.


Amor de fe
—La ley del espejo te guía de forma transparente. Cuando te alejas de
Alma, te alejas de ti mismo. Cuando rompes una promesa de amor, te fallas a
ti mismo. Ella experimentó las mismas pruebas del ego, la sombra, las
heridas, el karma, los velos de la ignorancia. Tan solo pudo cortar el engaño
de la mente con la espada del amor y ahí obró el milagro.
—¿Qué milagro?
—Sentir el amor que yo siento; un amor más grande que el que habíais
experimentado hasta entonces; un amor de fe más allá de cualquier
impedimento; un amor capaz de elevarse ante devastadoras tormentas,
angustiantes arenas movedizas y abrasadoras llamas de fuego.
—Ella me habló de ese amor.
—Y también sabía que, en aquel momento, para ti eran solo palabras,
como ahora. Ese amor es lo que le permite seguir junto a ti y continuar
creciendo desde un lugar sagrado.
—Quiero sentir ese amor.
—Te mostré un pequeño vislumbre cuando os conocisteis. Ahora debes
recorrer por ti mismo el camino de retorno a él y expandirlo al mundo como
ella se ha comprometido a hacer.
—Si aquello fue un «pequeño vislumbre», ¡no puedo imaginar cuán
grande es el amor que nos espera!
—Sí. A vosotros y a toda la humanidad.


Llamada sincera
—Pero si no lo logro, no podré estar con ella ni sin ella sin sentir este
padecimiento.
—Si no lo logras, Amador, no podrás estar en paz ni siquiera contigo
mismo. Es tiempo de avanzar. Sigue la estela de tu mujer divina igual que
ella sigue la tuya. Y recuerda: la energía femenina abre el corazón y
sensibiliza a la energía masculina; la energía masculina serena la emoción y
enraíza a la energía femenina. Es la danza cósmica natural entre el yin y el
yang. Ambos sois amados, ambos cumplís vuestra misión, ambos sois
divinidad.
—Gracias, Gran Espíritu.
—Tan solo acudí a tu llamada sincera. Es lo único que necesitáis los
seres humanos, volver a conectar con vuestro Padre-Madre celestial.
Pedídmelo y os mostraré el camino. A veces creeréis que no estoy, pero
observo en la distancia porque necesitáis crecer por vosotros mismos.
Alma escuchaba la conversación prestando atención a cada mensaje. Si el
espejo de su mano había ardido de tal forma, era porque el Gran Espíritu
tenía la voluntad de hacerla partícipe del diálogo con Amador.
—Aprender a amar lo es todo: es amarte a ti mismo, es amar a los demás,
es amar la vida como es.


Visión profunda
—Hay algo que me frena, algo a lo que sigo aferrado, algo que no me deja
ver. No sé qué es. Lo siento como algo que me aprisiona, un peso que me
oprime, un yugo en mi corazón.
—Voy a ayudarte a ver a través del espejo de vuestra relación.
El Gran Espíritu desplegó una imagen en la que aparecían los dos jóvenes.
Amador estaba caído en el pasado, debilitado y sin poder levantarse. Alma
caminaba hacia el futuro con el corazón lleno de algo sagrado.
—Este es el estado de vuestra energía.
—Estoy así por el dolor que ella me ha hecho sentir.
—Vuelves a señalar afuera. Ella no podría hacer nada hacia ti que no
fuera activado por ti y que no manifestara lo que habita en ti. Solo el estado
de iluminación neutraliza el espejo con luz de amor.
—Todo lo que vivo trata de mí, ¿no es así?
—Exacto. Ella te mostró tu reflejo porque había llegado el momento de
despertar. Alma se convirtió en tu divino espejo y lo mismo hiciste tú hacia
ella. Más allá del juicio humano, sois una bendición el uno para el otro.
Amador sintió calidez hacia Alma y se quedó pensativo. Se dio cuenta de
que aquello que lo frenaba, aquello a lo que seguía aferrado y que no lo
dejaba ver con claridad eran sus miedos, su falta de amor propio, su
desconexión vital.


Vivencia perfecta
Alma sintió que necesitarían tener presente en todo momento la ley del
espejo. En caso contrario, corrían el riesgo de perderse en el engaño de la
apariencia y vivir lejos de la verdad.
—Lo que has vivido con Alma no es la causa de la imagen que ves, sino al
contrario: el estado de tu energía es la causa de lo que has vivido con Alma.
¿Comprendes? Los dos habéis amado y sufrido, ambos habéis compartido
situaciones en las que habéis salido heridos, pero fíjate bien…
—¡Ella sigue adelante y yo estoy tirado en el suelo!
—Esta imagen muestra el origen del bloqueo en vuestra relación.
—Si ni siquiera puedo levantarme por mí mismo, ¿cómo voy a mantener
una relación con mi llama gemela, el ser destinado a impulsarme a ser mi
verdadero yo?
—Ahora no es posible porque estáis en fases distintas necesarias para
vuestra mutua activación. Necesitáis atravesar lo que os separa de vosotros
mismos, porque eso es lo que os separa al uno del otro.
—¿Y cómo puede ella mantenerse en pie?
—No es ella quien se mantiene en pie. Soy yo quien la eleva. Porque
mantuvo la fe, porque se refugió en mí, porque sigue cumpliendo la promesa
que me hizo: anteponer el sufrimiento del mundo al suyo propio para
realizar la misión.
—Es cierto. En la imagen ella camina hacia la luz de su destino. Me ha
dejado atrás… O yo no he sabido estar a la altura —se lamentó.
—Así debía ser, Amador, la vivencia perfecta para que vuestras heridas
ocultas salieran a la luz. Esto es solo un tramo del camino. Recuerda que
estáis unidos en espíritu.


Destino hacia la luz
—Me gustaría saber cómo lo transitó.
—Alma ahondó en la ley del espejo cuando se vio poseída por energías
incontrolables ante lo que vivía contigo. Decidió empezar su proceso de
sanación desde la gratitud hacia ti, no sin antes pasar por momentos de
rabia, dificultad para la reconciliación, necesidad de justicia humana.
Perseveró en la conexión conmigo con la intención de que también te llegará
mi luz, no solo por la comprensión del amor que subyace a las pruebas que
elegisteis vivir, sino también por el infinito amor que os une.
Amador sintió de nuevo ese gran amor por ella expandiendo su pecho. En
la imagen él empezaba a levantarse. «Aunque aún no sé cómo, voy hacia
delante. Sigo tu estela, mi amada». Ella se emocionó.
En la escena, los pasos de Alma iban hacia un destino sagrado al que se
sumaron sus padres y otro hombre con energía también de padre. Amador se
preguntó quién sería. Miró a los cuatro y vio cómo recibían el amor curativo
del Gran Espíritu. El corazón de la joven seguía la llamada de una inmensa
luz.
—Ella anhela caminar hacia esa luz junto a ti.
—Y yo junto a ella —no pudo contener las lágrimas.
—Vuestros miedos humanos se activaron gracias al momento distinto en
el que os encontrabais. De otro modo no habríais podido acceder a ellos.
Ahora depende de vosotros afrontarlos o no.


Falsa liberación
—¿Por qué sentía liberación cuando pensaba en separarme de ella?
—Porque sentías que te liberabas del espejo que te mostraba, del dolor
que acumulaste a lo largo de tu vida y que no sabías cómo afrontar.
—Huí de mí mismo. Ahora lo sé.
—Dime, Amador, ¿alejado de ella sientes esa liberación de la que
hablabas?
—No puedo engañarte, Gran Espíritu, ya sabes la respuesta.
—Intentaste acallar la voz de tu esencia y llenar el vacío con
entretenimientos vanos.
—Y no sirvió de nada. No se puede escapar de la verdad. Y la única
verdad que siento ahora es que la soledad y la nostalgia son constantes. La
vida no me llena porque aún no me he encontrado ni me he llenado de mí
mismo. Y por encima de todo, la echo de menos, la echo tanto de menos…
—apretó la mandíbula para no llorar.
—También ella a ti.
Amador sintió consuelo. Más allá de todo, ella lo amaba de verdad.

Lucha y huida
—Vivisteis la intensidad de vuestro vínculo desde dos patrones primitivos
de estrés, aún generalizados en una humanidad desconectada de la paz
interior: la lucha y la huida. Dos caras de la misma moneda con un origen
común.
—Comprendo. Su nivel de lucha y mi nivel de huida eran proporcionales
y nacían del dolor que nos despertábamos.
—Y también gracias al amor que os une, pues solo vínculos tan estrechos
pueden llegar a rincones tan ocultos del alma.
—Para ella también habría sido más fácil alejarse.
—Pero se comprometió en su relación contigo, porque hacer honor a su
palabra le daría la fuerza necesaria para seguir a tu lado y realizar juntos
vuestro destino común.
—Su promesa era verdadera.
—Así son las promesas de amor.


Un mismo camino
—Ella no está a mi lado porque yo no supe estarlo. Y tampoco sé cómo
hacerlo ahora.
—Libera la culpa, Amador, y recuerda la ley del espejo. Si no estáis
juntos ahora es por una evolución común hacia un amor mayor. Cada uno
necesita seguir el camino a su ritmo y con sus propias experiencias.
—El camino. Una vez le dije que teníamos caminos distintos. Ahora
recuerdo que solo hay uno: el de la unidad y el amor verdadero.
—Así es, Amador. Todo está bien. Todo es perfecto como es.
El joven volvió a mirar la imagen.
—Estamos en el mismo camino y cada uno necesita vivirlo a su ritmo con
sus propias experiencias —reafirmó—, pero el amor siempre nos une.


Aparentes contradicciones
Amador sentía a Alma en su pensamiento, en su cuerpo, en su corazón. Así
vivía ella en él desde que se reencontraron aquel verano en Gímaco. Tras la
separación, ella era el vacío de su soledad y a la vez su dulce compañía.
—El magnetismo de las llamas gemelas genera estas aparentes
contradicciones en la Tierra. Queréis estar juntos…
—¡Pero estamos tan lejos el uno del otro!
—Y a la vez tan cerca, porque sois uno. La separación es un concepto
irreal. Este tiempo de silencio es curativo, fuente de sabiduría, propulsión
del despertar. En el Cielo estáis siempre unidos y en la Tierra recorréis el
camino natural de vuestro destino. Todo señala que ha llegado el momento
de que tomes las riendas de tu vida. Esto puede acercarte a ella y también
liberar a tu familia.
Al oír estas palabras, Amador reaccionó. En la imagen empezaba a
caminar hacia donde estaba Alma. Sus padres se miraban sonrientes.
—Me da miedo que se canse de esperar.
—Ella no espera, ella sigue caminando hacia su destino, que algún día,
cuando sea el tiempo de los cielos y si así lo queréis, será un destino
compartido.
—Temo que pase tanto tiempo que me olvide.
—Nadie puede olvidar a quien forma parte de su ser.
—Gracias, Gran Espíritu.
—Eres mi hijo amado.
—Siento haber estado tanto tiempo desconectado de ti, desconectado de
mí.
—Te expreso lo mismo que a ella, Amador: «Tenías que pasar por esto.
No te juzgo. Te amo».
—Yo también te amo, Padre.
El espejo en la mano de Alma desapareció. Había escuchado la
conversación conmovida. Sintió que Amador había abierto su corazón,
porque también el suyo lo había hecho. Cada avance en sus vidas era un
avance para el otro. Amaba tanto a su compañero del alma que eso la
impulsaba aún más a volar.


Misión de amor
Ayer el Gran Espíritu te transmitió este mensaje: «Puedes asistir a los retiros
y entrenamientos preparatorios para la maestría en el Mundo de Sabiduría.
O puedes regresar a tu antigua vida terrenal». Solo a él le corresponde
acordar este compromiso contigo.
—Gran Espíritu, mi voluntad es hacer tu voluntad. Si ambas opciones
respetan tu designio y si es posible, quisiera elegir las dos.
—¿Para qué, Alma? —preguntó el Gran Espíritu para que los maestros
escucharan la respuesta que él ya conocía.
—He conectado con las energías de la Tierra. Se avecinan tiempos de
crisis global, guerras ocultas, enfermedades planetarias, plagas de magnitud
bíblica, subsistencia al límite. Cuando llegue allí, la amnesia espiritual
dificultará aún más mi camino. Necesitaré prepararme y volver a recordar
quién soy en el Mundo de Sabiduría.
—Das por sentado que tu destino es volver al mundo terrenal. ¿Por qué,
Alma?
—Porque una vez prometí a Amador que siempre podría contar conmigo.
El Gran Espíritu se conmovió.
—Hay algo más que te guía.
Ella sintió el misterio recorrer cada átomo de su cuerpo.
—Todo el tiempo diste por sentado que tu contribución al despertar de la
humanidad sería la misma en ambas opciones de tu camino, pero no es así.
La decisión de volver a la Tierra cuando tenías el Cielo en las manos
procede de una misión de amor superior, un destino al que te guía la esencia
pura de tu corazón. «El libro de las profecías sagradas» que soñaste existe
de verdad. Has dado el siguiente paso hacia la realización de la leyenda.
Alma escuchaba con atención. Si volver a la Tierra y realizar allí su
cometido podía servir aún más a la humanidad, mayor motivo para hacerlo.
No pensaba tanto en el sufrimiento que le deparaba aquel camino como en el
amor que podía contribuir a despertar.


Compromiso humano
—Mira esta llave, Alma —el Gran Espíritu le mostró una llave etérea
dorada—. Es la que abrió la puerta de vuestra esencia el día del Bautizo
Astral y es la única que puede traeros de regreso al Hogar. Está en tu
memoria. Recuérdala. Si encuentras la llave en la Tierra, se te abrirán las
puertas a las enseñanzas del Mundo de Sabiduría y podrás proseguir tu
camino. Alma, incluso cuando no me sientas, siempre estaré contigo.
—Gracias, Gran Espíritu.
—Has asumido una gran responsabilidad. ¿Estás preparada para
adentrarte en el océano de sufrimiento del mundo?
—No contemplo otra opción.
—Debido a vuestro compromiso por la humanidad y a los milenios de
vidas que impregnan vuestras auras, Amador y tú portaréis innumerables
energías por purificar. Volver al mundo terrenal reactivará con más fuerza
la herencia humana y no podréis contar con el sostén de los maestros ni de
las energías puras de esta esfera. Solo tú podrás hacerlo si conectas con el
Mundo de Sabiduría.
—Comprendo.
—Además podríais no encontraros y, en caso de hacerlo, vuestro espejo
cósmico en la densidad del mundo terrenal podría ser devastador. Él podría
herirte hasta lo más profundo y tú también a él, por encima incluso de lo que
habéis vivido en este plano. También podrías olvidar la llave o no
encontrarla, y te quedarías atrapada en la Tierra, desconectada de la Esfera
del Espíritu.
—Lo acepto.
Madre sintió miedo por primera vez en mucho tiempo. Quería a Alma
como a su propia hija. La Abuela Luz le dio la mano para que no decayera en
aquel momento crucial.
—Tu amor verdadero te protegerá, hija mía —le dijo Madre llorando.
La joven asintió haciendo una reverencia a sus grandes maestros. Ellos
tenían el corazón encogido por la partida de sus dos queridos discípulos.
—Es el momento, Alma. Antes de volver a tu antiguo mundo, vivirás un
ensueño donde podrás despedirte de tus compañeros.


Te encontraré
El Gran Espíritu la elevó y la llevó hasta el Espejo de la Verdad, que emitió
una luz celestial hasta que Alma lo traspasó.
Amador estaba allí, en el espacio interdimensional que los llevaría de
nuevo a la Tierra.
—Alma —la miró con ternura—, siempre te he amado y siempre te amaré.
—Yo también a ti, Amador.
Al sincerarse volvieron a llenarse de amor. Se miraron con ojos puros y
juntaron las manos por última vez. Ambos sonrieron entre lágrimas.
—Te echaré de menos, Alma —le dijo él, desintegrándose entre energías
brillantes que los iban distanciando.
—Te encontraré, Amador. ¡Te encontraré!
—Ojalá un día volvamos a estar juntos.
Los velos del olvido apagaron sus recuerdos y los vientos del destino
volvieron a separarlos. Por más que en el mundo de la verdad vivían unidos,
el uno en el corazón del otro, aquella fue una experiencia desgarradora. El
alma de dos llamas divinas procedentes de un mundo de amor era ahora el
alma de dos humanos perdidos en un mundo de dolor.
7
NOSTALGIA
El amor está en mí.
El hogar está en mí.
Tú estás en mí.
Ascensión
—Este es el plan que juntos acordaron conmigo en el Cielo, queridos
maestros. El verdadero imprevisto habría sido que Alma y Amador no
llegaran a recordar el amor que los une, y que sin ese sentimiento no se
hubiera dado la activación para la purificación de sus almas. Este proceso
debía alejarlos para conducirlos a una misión superior en la Tierra. Ambos
han hecho una gran labor. Una sagrada promesa rota podría haber dado
lugar a una ruptura, pero el amor verdadero que los une los ha impulsado al
siguiente eslabón de la ascensión. El amor incondicional se abre paso entre
ambos más allá de toda prueba. Están cumpliendo su compromiso divino de
forma impecable. Sobre vuestra petición, maestros, iremos caminando juntos
de la mano. Todo se dará.


Elevación
—Mi querida hermana —dijo la elfa esta vez con tono serio—, no sé
cuándo volveremos a vernos. Quiero decirte algo.
Alma prestó atención.
—Gracias a nuestro encuentro desperté algo dormido en mí. ¿Has visto
dónde estoy?
En las imágenes del ensueño la elfa estaba en Gímaco. Allí reconoció a
Fauna y Flora de otras vidas en el Mundo de Magia. También se reencontró
al fin con quien tanto había añorado.
—Gracias, Alma —le dijo Sanador—. Gracias a ti, Cristal y yo nos hemos
elevado a una energía más pura que nos ha permitido volver a estar juntos.
—Gracias a Dios —respondió Alma.
—Un sueño me llevó hasta ti —recordó Sanador—. La añoranza de
alguien, que no lograba calmar y que no sabía de dónde procedía, encontró
paz al encontrarla a ella —dijo mirando a Cristal.
—Con nuestras conversaciones, Alma, dejé de sentir tanto apego y miedo.
Empecé a sentir amor hacia mí misma —le explicó Cristal—. Y de repente
mis alas encontraron el rumbo hacia él.
—Tengo que estar a la altura —pensó Sanador en voz alta.
—A los dos nos espera un camino muy especial para estar a la altura del
amor que nos une —dijo Cristal.
—El camino de las llamas gemelas —corroboró Alma.


El amor todo lo puede
—Amador, todo irá bien —Alma lo miró con una sonrisa.
—Tus palabras me confortan —contestó él—. Me abruma este nuevo ciclo
que se abre.
—Por eso debemos tener fe.
—Este camino es de una gran responsabilidad, Alma. De no conseguirlo,
habremos perdido lo que una vez tuvimos. Quizás no volvamos a vernos ni
podamos regresar a casa en miles de años.
—Tenemos el amor que somos. Ese amor nos une y nos guía siempre.
—Pero, Alma, ¡necesito volver a verte! Mirarte, abrazarte, sentirte.
—Nuestro paso por la Tierra es una chispa de tiempo en la eternidad, un
tiempo que no existe.
—Alma… —la miró con ojos suplicantes.
—De todos modos, sé a lo que nos enfrentamos —ella le comprendía—.
Olvidar la Esfera del Espíritu nos hará creer que la vida en este mundo es
real, que nuestros miedos y sufrimientos son reales, que nuestra separación es
real.
—Eso es lo que tanto temo: sentir que estoy solo sin ti.
—Mi corazón recuerda tu cara de ángel, tu nombre sagrado, tu divina
mirada en mí. Te encontraré, Amador.
—Hazlo, Alma. Cada vez me siento más perdido y cada vez te pierdo más.
Perdóname —se entristeció—. Mi conexión contigo se está reduciendo al
vacío que dejas en mí. Perdóname por olvidarte…
Amador despertó entre lágrimas. Un vagabundo pasó por su lado y lo miró
lleno de compasión.
—Ten fe, muchacho —le dijo Padre, el vagabundo.
A su vez, Alma también salió del ensueño.
—Solo siento amor. No importa lo que hagas ni en quién te conviertas.
Más allá de todo, siempre te voy a amar —el rumor de sus labios se entrelazó
con el sonido del mar.
Al abrir los ojos, se encontró con una vagabunda de hermoso rostro.
—El amor todo lo puede. Y tú eres amor —le dijo Madre.


Otra vida te espera
Amador sudaba agonizando en pesadillas. Desarraigo de la fuente original.
Separación del amor. Angustiosa soledad.
Padre se conectó con él para guiarlo desde el ensueño. El hombre se había
mantenido sereno en apariencia, pero por dentro también se removían en él
remanentes de dolor que aún no había resuelto por completo. La experiencia
de Amador despertaba huellas de sus propias vivencias con la mujer de su
vida.
Apoyar a Amador le serviría también a él. Aprendería enseñando, se
guiaría a sí mismo acompañando. «El otro siempre es un espejo. Cada
compañero de viaje muestra lo necesario en cada momento», recordaba.
Durante la madrugada, Amador le reflejó heridas por cicatrizar. Una vez
sintió que podría llegar a enloquecer si Madre desaparecía de su vida. Para
protegerse ante la posibilidad de que eso sucediera, había planificado una
estrategia con tanta antelación como pasó la idea por su mente: crearía un
mundo paralelo donde él y ella estarían siempre juntos.
Por aquel entonces, a pesar de que Padre no era tan joven, todavía le
quedaba mucho por recordar: Madre y él siempre habían estado juntos y
siempre lo estarían, más allá de las apariencias del mundo físico.
Gracias a la intensa transformación emocional y espiritual a la que se
vieron abocados desde meses antes de reencontrarse, ambos empezaron a
conectar con la fuente de luz de la que ahora Amador se sentía tan alejado.
«La luz está dentro de ti y Alma también vive en ti», le susurraba Padre.
«Vive tu vida mundana, pero recuerda que otra vida te espera. En ella
volverás a ser quien eres de verdad». Los mensajes apaciguaron el corazón
del joven. Las pesadillas se tornaron bellas imágenes de suaves tonalidades,
donde su energía se fusionaba con la de Alma y la alegría brotaba de nuevo
como flores en primavera.
El despertar de ambos fue como la caída de dos ángeles a un mundo
infernal. A pesar del sostén y la guía que habían recibido al llegar a la Tierra,
trascender la densidad energética iba a requerir tiempo, quizás toda la vida o
varias vidas.

Riesgo
Ella había iniciado una misión de retorno a la Tierra por amor al Gran
Espíritu, a Amador y a la humanidad. Y él había asumido la otra parte del
plan.
Su amor verdadero los había llevado a descender de forma vertiginosa a
nuevos avernos, más profundos de lo que jamás conocieron, con el propósito
de experimentar la más sublime luz del ser y expandir tal despertar a toda la
humanidad.
Si tras arder entre llamas infernales, hasta no quedar de ellos más que
cenizas, lograban resurgir como el fénix, realizarían la resurrección. Pero si
no lo conseguían y caían en la amargura de corazón, podría sucederles lo
mismo que a muchas almas que habían vuelto a perderse en la Tierra y
quedaban aprisionadas durante vidas y vidas de dolor.
Espejo les habló de los obstáculos que ambos jóvenes tendrían que
afrontar: la desconexión de su verdadera esencia divina, la herencia de
milenios de sufrimiento humano, la coyuntura de calamidades y decadencia
moral que vivía el planeta, la desarmonía generalizada en un mundo con
multitud de familias rotas, las heridas abiertas que portaban del propio linaje,
la dura historia personal que resurgiría en la vida terrenal, las energías por
unificar entre ellos nacidas de la falsa vivencia de la separación, la nostalgia
latente del ser amado, el velo del olvido de un vínculo eterno soterrado en las
profundidades del corazón, la amnesia espiritual a la que se enfrentaban los
seres que encarnaban en la Tierra.


Soledad
Esa misma mañana en su habitación se dedicó a pensar sobre su vida. Tenía
lagunas en la memoria, sentía que había algo más dentro de él que no podía
recordar. En el momento en que decidió seguir adelante hasta el último día de
su vida, sintió el tacto cálido de una mano femenina que se enlazaba con la
suya.
El amor más grande se expandió en su ser. Al poco tiempo la suavidad de
aquella mano se despidió de él, alejándose con una caricia. La soledad tomó
de nuevo el control. El vacío congeló su corazón.
«¿Quién eres? ¿Dónde estás?». «Por favor, encuéntrame». Creyó que se
estaba volviendo loco. Quizás le sería más fácil pensar eso que creer que
aquella joven existía de verdad y que si no la encontraba seguiría muerto en
vida, pues todavía no sabía cómo llegar a la luz que intuía dentro de él. Sintió
que de algún modo ella tenía la llave para lograrlo. Ella. ¿Acaso era real o tan
solo producto de su desesperación?


Búsqueda vital
«Cuando te encuentre, dejaré de fumar y empezaré a vivir». «Necesito llenar
este vacío de ti». «El amor verdadero llegará contigo». «Yo solo en este
mundo no sé cómo encontrarlo», lloró Amador sin saber qué le estaba
sucediendo.
La memoria estaba cubierta por la densa energía del planeta, pero él era un
coramor de cristal cuya sensibilidad le permitía recordar a través del
sentimiento. Necesitaba conocer y reactivar su don.
Alma y Amador, una misma unidad en dos cuerpos que anhelaban
encontrarse, una misma chispa divina que había olvidado su unicidad, un
mismo espíritu buscándose a sí mismo entre miles de millones de seres
humanos.


Misión planetaria
En el planeta existía un regimiento de llamas gemelas que habían descendido
para realizar el mismo propósito: conectar con el amor incondicional y
expandirlo en el mundo. Muchas de ellas aún no lo sabían. Vivían en el
mismo velo del olvido.


Un ser en dos cuerpos
Recibieron un impacto tan grande de amor como de miedo. ¿Qué estaba
sucediendo? ¡No podían mirarse a los ojos! Era igual que mirarse a sí
mismos, de repente, a la luz de la verdad.
Mediante el espejo perfecto que una misma alma se proyectaba a sí misma
a través de dos personas, esta podía verse por completo hasta lo más
profundo. Si estaba preparada, esto le permitiría ir descubriendo los aspectos
que necesitaba seguir purificando para evolucionar hacia la anhelada fusión
del yin y el yang en la unidad, el completo despertar, la iluminación. Este era
el viaje de las llamas gemelas.
—Tú eres yo y yo soy tú —dijo Fénix a Luna.
Cada pareja de discípulos había sentido lo mismo. Empezaban a
experimentar el camino abierto por Alma y Amador. Ahora podían
comprender algo más de sus vivencias compartidas. Sabían que se amaban,
pero saber dentro de sí mismos que eran el mismo ser los conmocionó.


Añoranza
Experimentaban la añoranza constante de alguien como algo natural y vivían
la experiencia de su separación conforme a las polaridades masculina y
femenina que encarnaban.


Anhelo del hogar
Los dos coramor pasaban mucho tiempo en soledad, sintiéndose diferentes a
los demás, esperando que llegara ese alguien que pudiera comprenderlos y
amarlos tal como eran. Ansiaban esa compañía humana, sin recordar aún la
trascendencia que albergaba tal esperanza, pues sus almas anhelaban sentir el
hogar al unirse con su gran amor.


Iniciación en el camino
El vínculo que los unía era tan intenso en amor como en dolor. Imaginaba a
cada par de llamas gemelas como dos bolas de luz radiante que, a medida que
se acercaban la una a la otra por el magnetismo que las unía, derribaban de
forma demoledora todo cuanto las cubría y encontraban a su paso: creencias,
juicios, heridas, miedo, ego, sombra, ilusión. Todo.
Al estar en un momento iniciático de su camino espiritual, ese proceso
resultaba muy doloroso para ellos. Solidario y Justo empezaron a comprender
a Amador: solo sentían ganas de huir. Gestionar aquel constante tsunami
emocional era demasiado. Muchas veces necesitaban recluirse en su propia
cueva interior.
El amor puro se había manifestado ante ellos como una señal que
mostraba hacia dónde dirigirse, pero no era un regalo gratuito sin más, sino
que debían ganárselo recorriendo el camino de retorno al amor propio, al
amor incondicional. Eran conscientes de que habían venido al mundo para
eso y por ello se entrenaban a conciencia en Gímaco. Traer el Cielo a la
Tierra era la gran misión, se recordaban a menudo a sí mismos para
mantenerse en pie.


Vaivén emocional
—¡Qué bonito era todo al principio! —Justo susurró con cara de lamento
mirando a Flora.
—¿Qué era tan bonito? —le preguntó Equilibrio por telepatía.
—El amor —respondió el muchacho.
—El amor siempre es bello —fue la primera frase del maestro como inicio
de la clase.
Los alumnos estaban con la mente dispersa y cargados de emociones
encontradas: desencanto, amor, desaprobación, amor, desilusión, amor,
desdicha, amor, desconsuelo, amor… Una amplia variedad de estados
internos con aquel prefijo tan des-alentador y con el amor siempre presente
entre tantos vaivenes.
—Maestro, el espejo de mi compañera ¡es la prueba más grande que he
pasado en toda mi vida! ¡Me enfrenta a mi yo entero!


Acompañamiento
—Ya sabéis cuanto necesitáis saber —respondió Equilibrio—. Solo hay
que seguir practicando para despejar las nubes que empañan el espejo.
Cuando llegue el momento, podréis ver en él un sol radiante.
—Sí, nuestro sol interior —dijo Sanador—. Ya lo hemos comprendido.
¿Pero no hay ningún atajo para acelerar esta tortura? —la clase estalló en
risas.
—Tan solo la gran enseñanza de estos meses: la transformación en el
momento presente, siempre en conexión con el Gran Espíritu.
—¡Eso no evita el dolor! —se quejó Sanador.
—¿Acaso puedes evitar el dolor de una herida mientras la limpias y curas?
—Pues no.
—Lo que sí puedes hacer es que el proceso de cura sea menos doloroso
concentrándote en el presente, tratándote con suavidad, teniendo prudencia
para que no sea peor el remedio que la herida, atendiendo a diario la
evolución de la cicatrización.
—Entiendo. Gracias, maestro —dijo Sanador.
—Como bien decías, Pacífico, el espejo os enfrenta a vuestro yo. Os
refleja el interior, pero no solo sombras, egos y memorias de esta vida y vidas
pasadas, sino también el mayor amor, la luz divina que sois —les recalcó
Equilibrio—. Esa es vuestra dirección y la base de cuanto construyáis en
vuestras vidas.
—Maestro, es cierto —dijo Justo—, es solo que antes nuestra vida era más
llevadera, ¡y ya es decir con todo lo que hemos sufrido!
—El encuentro sagrado con vuestras parejas del alma es una bendición
única —les recordó el maestro.
—A veces parece una maldición —susurró Solidario.
—Lo sé —asintió Equilibrio.
—¿Cómo lo sabe, maestro? ¿Usted también lo ha vivido? —preguntó
Fauna sin tapujos.
—Por supuesto. ¿Cómo si no iba a acompañaros en un camino que no he
transitado?


Recuerdo de la unidad
—Con su decisión pactada con Dios de regresar a la Tierra hasta que todos
los seres alcancemos la liberación, Alma se llevó con ella una gran nostalgia
de este mundo, de todos nosotros —dijo Mundo con voz pesarosa—. Y la
separación física de Amador es otra de las fuertes pruebas que está
afrontando, pues ella lo recuerda y eso aumenta su dolor. Por más que ambos
son uno en el Cielo, hoy día en la Tierra no es tan sencillo sentir esa unidad.
—¡Si ya es difícil lograrlo en esta escuela de la Esfera del Espíritu…! —
exclamó Sanador intentando no ponerse a llorar.
—¡Tan solo el hecho de recordar que esa unidad existe debe ser un
milagro en la Tierra! —añadió Cristal, igual de conmovida.
—En efecto —corroboró Mundo—. Y más allá de ello está la experiencia
de sentir esa unidad. Es un nivel de consciencia superior.


¡Al fin, eres tú!
—¿Quién eres? —le preguntó él.
—Soy yo —contestó ella.
—Eres la respuesta al vacío de mi corazón —la reconoció.
—Te echo de menos.
—Eres tú. ¡Al fin, eres tú!
—Prometí encontrarte —le recordó ella—, pero no sé dónde estás.
—Estoy perdido —se lamentó él—. Si me encontraras ahora, no me
reconocerías y perderíamos la oportunidad.
—¿Crees que tenemos una oportunidad?
—No lo sé.
—Esperaré —prometió ella.
—¿Y si no es en esta vida?
—Seguiré esperando.
—Quiero que seas feliz. ¡Vive tu vida! —le pidió él.
—Ya lo hago. Camino mi vida amándote aunque no estés.
—Tengo miedo de no ser digno del amor tan grande que siento.
—Ya eres digno de este amor, porque este amor nos hace existir unidos.
—Quizás en este sueño y en el Cielo, pero ¿crees que también nos unirá
en la Tierra?
—Ten fe —dijo ella— la vida es una alquimia eterna y nosotros somos
vida.
—Alquimia, transformación maravillosa —sonrió él—. Aunque esté
perdido, aunque sienta miedo, aunque no me sienta digno… Siempre puedo
renacer para conectar con el amor que siento.
—Caminaremos hacia nuestra unión en la Tierra y lograremos renacer
juntos —ella sintió que quien hablaba era la voz de su ser.
—Percibo la fuerza y la naturaleza de nuestro vínculo. Siento que somos
una misma alma.
—Estamos unidos en el Cielo —asintió ella.
—También quiero ser uno contigo en la Tierra.
Ambos sentían el magnetismo del alma compartida. Era dos seres
humanos que siendo uno en espíritu buscaban fusionarse en lo físico. Intuían
que la anhelada alquimia de la unión solo podría darse gracias a la fuerza de
su amor.
—Solo siendo amor podremos unirnos de nuevo —verbalizó ella para
tomar fuerza de la palabra.
—Aún estoy muy lejos —una lágrima resbaló hasta perderse en el sueño
—. He olvidado quién soy.
—Me queda largo camino también, pero recuerda algo al despertar —le
pidió ella.
—¿El qué?
—Eres amor.
—Soy amor —se conmovió al recibir la respuesta que tanto había
esperado—. Somos amor, mi bella diosa.
Los dos amantes se acercaron despacio y se miraron a los ojos. El tiempo
se detuvo y el paraíso que los envolvía se fundió en sus miradas. Lágrimas
cayeron de sus ojos. ¿Cómo podía una mirada contener tanto amor?
Sus manos se enlazaron y sus cuerpos se abrazaron. Alma y Amador
sintieron el amor de la vida a través de la pareja sagrada. A su alrededor se
desplegó una estrella de ocho puntas llena de rosas doradas, junto con el
mundo mágico que rodeaba el Palacio de Cristal. Volvieron a estar unidos en
la Esfera del Espíritu a través de sus sueños de amor.


Almas perdidas
Amador, a seiscientos quilómetros de Alma, había dejado de fumar la misma
mañana que la esencia de ella apareció a su lado después del encuentro en el
sueño. Semanas después, perdió la esperanza y cayó de nuevo: volvió a
fumar, repitió otro curso y se aisló del mundo.
También había vivido algún romance. Nada duradero porque nada lo
llenaba. Desconectado de sí mismo, llegó a creer que aquel sueño había sido
tan solo eso, un sueño, pero el vacío del olvido se erigía en místico recuerdo.
Cuanto más tiempo pasaban atrapados en la densidad de la Tierra sin
acordarse de dónde venían ni a dónde debían regresar, más difícil se hacía la
posibilidad de retorno y también la propia vida, pues esta les mostraba el
reflejo de sus almas perdidas.


Predicar con el ejemplo
Padre y Madre, gracias a su poderosa unión, eran fuente de fe tanto para ellos
como para los educadores, que cumplían su cometido con una entrega
encomiable.


Amor universal
El panorama no resultaba alentador a simple vista, pero la humanidad estaba
avanzando gracias al impulso del primer contingente de seres despiertos, que
estaban repartidos de forma estratégica por todo el planeta. Así lo soñó la
vida para el gran plan y así estaba sucediendo.
¿Se encontrarían Alma y Amador? Nadie lo sabía. Los maestros, desde su
lado humano, así lo habrían querido, pero desde su esencia espiritual sabían
que estar juntos o separados no era la cuestión, porque ya estaban enlazados
gracias al amor que los unía en el más alto Cielo, desde el origen de su
nacimiento hasta el fin de los tiempos.
Lo importante era que cumplieran su misión por la humanidad: alcanzar el
más alto nivel de amor universal y sembrar esas semillas de luz en todo el
mundo.


Unión más allá de todo
Tenía que estar preparada. La oportunidad de encontrarse podía suceder en
cualquier momento.
Sentía que él estaba en la Tierra, pero ¿qué haría si no se encontraban?
Viviría sola, unida a él de otro modo. ¿Cómo habría podido mentirse a sí
misma? Si ese era su destino, tendría que aprender a vencer la melancolía, a
sentirse unida a él de corazón, plena por sí misma.


Felicidad interior
«Si no me centro en lo que tengo delante, esto puede convertirse en obsesión.
¡Necesito aprender a vivir feliz sin él! Intenta disfrutar de esas rocas y de lo
que sea», pensó ella.


¿Dónde estás?
Un nuevo día amaneció entre las brumas de Ávalon, tierra de magia y
misterio. Para Alma: tierra de no haber encontrado a quien buscaba. Por la
noche, antes del vuelo de retorno, cogió su diario y se desahogó. Separación.
Lejanía. Ojos de cielo que no hallaba.
Ser de mi ser
¿Quién eres?
¿Dónde estás?
Ven a mí.
Noche oscura del alma
lejos de ti.
Universo frío
Anhelo
Vacío
Dolor
Rota por dentro
aún puedo seguir
porque vive en mí
la verdad de tu amor.
Ando el camino con fe.


Afectación mutua
Cuando Alma caía en la tristeza, Amador aumentaba su dosis de cigarros. Si
Amador caía en depresión, Alma realizaba más quehaceres para mantenerse
viva en el mundo. De vez en cuando él se juntaba con un amigo del instituto
y fumaban marihuana. Siempre era lo mismo: temas superfluos, cerveza y
vuelta a casa.


Tú y yo
Nostalgia incomprensible. Abismo insoportable. Vacío incolmable que
ensuciaba con tabaco y alcohol. «Mi alma, ¿cuándo volveremos a vernos?»,
se sorprendió al escuchar la voz de su corazón. «Quiero construir un mundo
diferente contigo, un castillo en una ciudadela. Sin gritos, sin miedo, sin
soledad. Solo tú y yo en un hogar de amor para ofrecer a los demás».


Desesperanza
Otra calada para la angustia. Cada vez más consumo y menos efecto.
Lágrimas. Desesperación. Abrazado a la almohada, pidió ser rescatado. «Tú
eres tu propio salvador». Amador no quería oír la voz. Solo deseaba que ella
lo encontrara, lo llevara de nuevo al mundo al que pertenecían y le permitiera
descansar en su regazo al fin.
El miedo ante la improbabilidad de que ella lo liberara lo sumió en una
angustia nauseabunda. El Gran Espíritu le habló con firmeza: «Ahora este es
vuestro mundo. Aquí y ahora. Camina con fe».

Crisis
¡Está viviendo un momento crítico en su vida! ¡Acaba de perder a sus padres!
Y Amador está muy lejos de recibir nuestra energía si no es a través de la
llama espiritual que comparte con ella.


Unificación de mundos
Aquel mundo la fascinaba. «¿Cómo puedo unir el Mundo de Magia con mi
vida real?», volvió a preguntarse. «¿Cómo puedo traer este Cielo a la
Tierra?». «¿Cómo puedo guiar a este paraíso a los seres que sufren?». Su
corazón siempre le contestaba lo mismo: «Con amor».
Esta respuesta acentuaba el anhelo por encontrar a su pareja divina, porque
sabía con certeza que él era fundamental en la realización de su destino, así
como ella lo era para él. Amador. Él se llamaba Amador. El corazón le ardió
al recordar su nombre.
Percibía que más allá de la parva pureza que había logrado preservar en su
interior, existía una forma de acceso al amor más sublime e ilimitado del
universo, un amor que los seres humanos estaban destinados a conocer tras
un recorrido que los condujera hacia la fusión espiritual última entre hombre
y mujer.
Así lo sentía ella. Cuanto más conectaba con las energías mágicas del
nuevo mundo que la había acogido, más recordaba las memorias del
propósito de su vida junto a él: humanidad, misión, despertar, liberación,
amor.


Abismo
Amador estaba más atrapado que ella en las redes de la ilusión mundana,
debido a las características de la energía masculina en aquella coyuntura
espaciotemporal. Aun así seguía recordando la existencia de ese amor por el
anhelo que sentía de él.
No podría existir la sed si no existiera el agua, no podría existir la
respiración si no existiera el oxígeno, no podría existir la Tierra si no existiera
el Cielo. Para Amador ella era su agua, su oxígeno, su Cielo. Necesitaba
beber de ella, respirarla, sentirla en la Tierra.
El sentimiento de su ausencia le amplificaba el propio vacío vital. Tan
hondo era el abismo como su persistente necesidad de llenarlo de sustancias
adictivas que apaciguaran el desasosiego que le generaba, aunque estas le
causaran un daño mayor.


Olvido y recuerdo
La resurrección de Amador dependía de encontrar a Alma para recordar su
vínculo divino, despertar al amor con solo comprobar que ella existía y
rememorar quién era él a través de la fusión en sus ojos.
Su desconexión espiritual podía resolverse en algún momento o en alguna
vida futura si despertaba a la fe, pero si encontraba a Alma la reconexión
sería inmediata, por más que después tuviera que realizar su propio recorrido
evolutivo. Lo mismo sucedía para la consorte femenina del alma unidad.
Él todavía no recordaba nada de aquello. En cambio ella soñaba con el día
en que todo eso sucediera y llenaba páginas sobre ello en su diario. Por la
noche escribió:
Es una verdad indiscutible que existes, que estás en el mundo. Siento que
estamos destinados a encontrarnos, aunque también temo que eso no vaya a
suceder. La incertidumbre es lo que más me cuesta sobrellevar. Cada año sin
ti es una eternidad.
A veces me duele el cuerpo de no poder abrazarte. Cuando me miro al
espejo, en mis ojos solo veo la tristeza por tu ausencia. Te echo tanto de
menos. Mi alma hace lo posible por conectar con la alegría. No me es tan
fácil.
Pienso en volver a vernos.
Mis padres tampoco están.
Mi amor, ¿dónde estás?
Él y ella eran uno. Él era ella y ella era él. Alma aún no sabía cómo unificarse
con él en su interior, por ello la separación le resultaba tan hiriente. Solo su
conexión con lo divino le permitía seguir en pie. Siempre se decía a sí misma:
«¡Fe y adelante!».


¡Tú puedes!
Tan solo contaban con el nivel de fe que habían traído consigo a la Tierra.
Ella mantenía una llama viva en el corazón que la ayudaba a seguir y él
seguía como podía, también intuyendo y buscando de algún modo aquello
que le faltaba.
Esa noche Amador se sintió esperanzado. Cada acontecimiento vivido por
Alma impactaba en sus propias energías: la llegada a la universidad mágica,
la superación de la prueba de acceso, el reencuentro inconsciente con su
padre secreto y sus antiguos compañeros de Gímaco, la renovada fuerza de
ella al sentirse acogida por el amor del Cielo.
Al mismo tiempo, Alma se sentía reforzada por el simple hecho de amarlo,
de saber que existía, de sentir la esperanza en reencontrarse algún día.
También se sintió infundida de fuerza por la autoestima de él al ser
contratado en una empresa de construcción el mismo día que ella ingresaba
en palacio. Ambos estaban vinculados como uno y, sin saberlo, se
influenciaban el uno al otro tanto para la tristeza como para la alegría.
Amador abrazó la almohada con fuerza. ¡Cuánta añoranza que no sabía de
dónde procedía! «Tengo que centrarme en el trabajo. Ahora este es mi eje
para sobrevivir. No sé cómo caminar hacia el futuro, pero debo hacerlo.
Ánimo, Amador, avanza. ¡Tú puedes!».


Destino de luz
Amador vivía bajo los designios del destino de causa y efecto, pero cada vez
más anhelante de algo que percibía como su destino verdadero, gracias a la
conexión con su llama gemela, que había llegado al Mundo de Magia.


Ley del espejo
—¿Y cuál es el problema ahora? —Cristal expresó desencanto amoroso
encogiendo su cara.
—Que Fénix piensa que no se respeta a sí mismo en nuestra relación por
mi causa y no ve que eso ya lo trae de antes, de su patrón de funcionamiento
familiar o quién sabe de qué vidas. No se da cuenta de que en nuestra
dinámica de pareja él también se impone y yo tampoco logro aún respetarme
a mí misma. ¡Estuvo a punto de envenenar a todo Gímaco por seguir los
mandatos de sus padres! Y en lugar de solucionar su relación con ellos en las
clases con los elfos, se dedicaba a señalarme a mí como causante de nuestras
dificultades.
—¡Ni ley del espejo, ni biga en el ojo, ni responsabilidad personal ni nada
de nada! —resumió Flora—. ¿Qué nos está pasando? ¡Reaccionemos!
¡Tenemos una seria tarea que cumplir!
—Chicas, ¿os dais cuenta de que aquí en la Tierra estamos más alteradas y
hablamos más…?
—¿Por los codos? —Flora acabó la pregunta de su hermana—. ¡Esto es un
gallinero! —todas se echaron a reír.
—Es cierto —Dulce miró las estrellas de clores con una sonrisa—.
Propongo que vayamos a descansar y que nos apliquemos al máximo en las
clases. Necesitamos sabiduría y claridad.


Solo tú
Alma observaba la escena de los enamorados. Sintió envidia, pero puso en
práctica el no juzgarse por ello. Aceptó aquella emoción que le indicaba
cuánto echaba de menos a su verdadero amor.
«Pensé que te encontraría en la universidad, pero aquí tampoco estás».
La joven coramor rememoró los años en el instituto y cómo su constante
«estar en otro mundo», como le decían sus amigas, se convertía en absoluta
presencia cada vez que iba a un nuevo lugar, ya fuera caminando por la calle
o viajando en metro, porque eran oportunidades de encontrarlo entre las caras
de otras gentes. No obstante, él seguía sin aparecer.
«¿Y si no nos encontramos en esta vida? ¿Dónde estás? ¿Me estás
buscando tú también? ¿Te acuerdas de mí? Eres único para mi alma. Nadie
más puede ocupar tu lugar, como nadie puede ocupar el lugar de un padre o
de una madre. Es un vínculo único. Tú y yo somos uno en el Cielo».
Hacía un buen rato que los compañeros habían empezado a recoger la
mesa, lavar platos, barrer migas del suelo. Alma seguía sentada y mirando al
vacío. «De nuevo estoy en otro mundo. ¡Cuánto me cuesta estar aquí sin ti!
¡Necesito lograrlo por mí misma! El amor está en mí. El hogar está en mí. Tú
estás en mí».


Gracias por existir
La ausencia de su padre, le hizo añorar aún más a Amador. Volvió a coger el
diario para conectar con él.
Mi amor, mi alma, mi corazón, ¿dónde estás? Te necesito tanto que creo
que eso es lo que me separa de ti. No estoy preparada aún.
El día que logre sostenerme un poco más por mí misma, ese día, seguro,
te encontraré. El amor entre dos seres solo se puede vivir si ambos están
fuertes. Lo lograré.
Siento mi alma rota. La muerte de mis padres me hace sentir como una
niña huérfana y desprotegida.
¿Cómo estás tú? A veces siento que sufres. Quisiera consolarte en mis
brazos y recibir tu consuelo. Cuídate mucho, avanza con fe, encontrémonos
pronto.
Estoy muy cansada. Me duelen las despedidas de este mundo. Ven a mis
sueños, por favor. Iré también a los tuyos.
Mientras Alma escribía, Amador recorría los bares del centro de Madrid con
sus amigos. Era sábado noche. Ruido, confusión, alcohol. Aquella vez no
quiso beber. Había empezado a trabajar, se sentía responsable, deseaba una
vida nueva.
Cuando Alma se acostó, él se despidió de sus amigos y también se fue a
dormir. Había acudido a la llamada de ella sin ser consciente. Ella necesitaba
su cariño. Eran momentos duros. En sueños viajó hasta su lado y la abrazó
durante toda la noche.
—Gracias por venir. Gracias por existir. Gracias por tu amor.
—Mi diosa, ayúdame a recordarte al despertar. Te necesito.
—Yo también a ti.
—Tu amor me da paz, tu corazón es mi hogar.
—Abrázame fuerte —le pidió ella.
—Encuéntrame, por favor. Yo no sé ni adónde voy.
—Mi alma te busca siempre.
—Algún día, mi amor, volveremos a estar juntos.
Alma y Amador se miraron con esa mirada única que los vinculaba como
un solo ser. Sintieron de nuevo la divinidad, el amor más elevado, la
grandeza de la vida. Lágrimas sinceras. Gratitud por el camino. Reverencia a
lo supremo.
8
ESPEJO
Tu sola existencia
me guía a ser quien yo soy.
Estar preparados
—¿Dónde oíste hablar de las llamas gemelas? —le preguntó Flora
mirando los círculos de la Vesica Piscis y las filigranas de flores que la
adornaban.
—Antes lo llamaba «alma gemela», pero buscando por Internet vi que a lo
que me refiero es a lo que muchas personas denominan «llama gemela».
—¿Pero cuándo fue la primera vez que supiste sobre eso? —insistió Flora.
—No sé. Siempre.
—¿Siempre? —Fauna levantó la mirada queriendo saber más.
—Sí. Siempre.
—¿Crees que tienes una llama gemela? —Flora pensaba cada palabra que
decía para no interferir en el destino de Alma. Solo quería saber en qué punto
de su memoria divina se encontraba.
—Sí, aunque no sé dónde está —Alma quiso sonreír, pero le fue
imposible. Sus ojos reflejaban cansancio. Estaban tristes y apagados.
A Fauna le entró un fuerte impulso de contárselo todo, de coger un papel y
escribirle la dirección de Amador, de romper todas las reglas para que dejaran
de sufrir de una vez. Pero sabía que las reglas estaban creadas por algo y que
si las quebrantaba generaría un sufrimiento aún mayor a los implicados,
además de poner en peligro la misión.
Si Alma y Amador aún no se habían encontrado era porque aún no era el
momento. Necesitaban estar listos para reconocerse si es que el encuentro se
llevaba a cabo. La unión dependía de muchos factores sobre los que solo el
Gran Espíritu tenía conocimiento y comprensión.


Arrepentimiento sincero
—Cristal ha caído y no he podido ayudarla —seguía arrodillado—. ¡No
supe amarla! —se echó a llorar.
El alma de Sanador inició un proceso de arrepentimiento y de sanación
interior. Recordó momentos en que la había gritado, humillado y
despreciado; momentos en que también él había sido rechazado por ella. «¡Es
mi gran amor! Y ni a ella pude querer, porque tampoco me quería a mí
mismo».
A cada lágrima, el camino se acortaba y los acercaba hasta la Gran
Montaña. «Mi Cristal, mi querida Cristal, ¡cuánto hemos sufrido!». El paisaje
se volvía dorado. «Debo terminar este viaje cuanto antes. Quiero volver a tu
lado y estar juntos para siempre. Eres mi amor, Cristal».


¡Sí, siempre sí!
—¿Eso es lo único que te importa? —se enfureció ella.
—No, también me importa otra cosa.
—¿El qué?
—Lo que vayas a contestar a mi pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Quieres casarte conmigo, Cristal?
El joven acababa de abrir el corazón más que en toda su vida. Le latía a la
velocidad de la luz y hasta notó cómo crujieron sus corazas al romperse. Se
sentía en terreno desconocido, más desestabilizado que en las arenas
movedizas que casi acaban con él.
—Sanador…
—¿Sí o no? —«Por favor, Gran Espíritu, que se haga tu voluntad, pero
que me diga que sí».
—Estando así solo sería una carga para ti —ella miró sus piernas
inmóviles.
—Mira mis brazos, Cristal. Aunque me he comportado como un tremendo
vago, tengo músculos suficientes para llevarte en ellos a donde haga falta.
¡Tú me harás más fuerte! —exclamó—. En todos los sentidos —la miró con
ternura y los ojos brillantes de emoción.
—Después de la universidad, volveremos a hablar.
—¿Pero estamos comprometidos? —insistió él.
—Sanador, estamos unidos en el Cielo. Ya tenemos un compromiso
sagrado.
—¡Pero yo quiero comprometerme contigo en esta maldita Tierra!
Ella no pudo evitar reír.
—Por favor, no hables así —Cristal le cogió las manos y volvieron a sentir
el Cielo del que procedían—. No podría estar con nadie más. Antes de
encontrarnos ya te recordaba y estaba comprometida contigo —se conmovió
ella al sentir el misterio superior que los unía.
—¡Eres una avanzada, Cristal! Gracias por haberte acordado de mí y por
guardar mi lugar en tu corazón.
—Gracias por ser uno conmigo, Sanador —el imán de la mirada los
embrujó.
—Entonces, ¿sí o no?
—¡Sí, siempre sí!
Se abrazaron embargados por un éxtasis que solo podían despertarse el
uno al otro. La gratitud de estar juntos no les cabía en el corazón. Deseaban
expandir aquella energía al mundo como siguiente paso natural de tal
milagro. Habían nacido para ello.


Dinámica destructiva
Las luces del atardecer enrojecieron hasta dar paso a una noche azul. Madre
entró en la habitación para hablar con Sanador.
—Es hora de regresar a Gímaco —le dijo.
—¿No puedo quedarme aquí?
—Tus energías aún no están listas.
—¡Pero casi todos los Treinta y Tres están aquí!
—Sus almas vinieron a purificar energías menos densas que las que
elegisteis vosotros —Madre los miró a ambos.
—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Sanador.
—Que todavía cargas grandes pesos a tus espaldas, cuya liberación solo es
posible en la Esfera del Espíritu.
—¿Y cuándo podré venir a la Tierra? —miró angustiado a Cristal.
—Cuando estéis preparados para volver a estar juntos.
—¡Ya lo estamos! —exclamó Cristal llorosa.
—Si lo estuvierais, no os sentiríais tan afectados por separaros de nuevo
—les dijo Madre con suavidad.
Los jóvenes se miraron con el alma rota. No podían creer lo que estaban
oyendo. De nuevo, la separación, y con ella el sentimiento de soledad y
abandono.
—Si te quedaras aquí, seguiríais en la misma dinámica de relación
destructiva que habéis tenido hasta ahora —explicó Madre—. Necesitáis
seguir avanzando en la sanación y el amor propio antes de volver a estar
juntos. En caso contrario, os seguiríais haciendo daño y quizás acabaríais
separados en una ruptura definitiva.
—Es cierto, Madre. Lo que ha pasado es un serio aviso —Sanador miró
las piernas de su querida elfa humana.
—Sí, actuemos con sabiduría —aceptó Cristal.
—Gracias por comprenderlo —Madre hizo una reverencia con la cabeza
—. Os dejaré a solas. Cuando acabéis de hablar, Espejo te llevará de regreso
a Gímaco —miró a Sanador con ojos de esperanza.
Un último abrazo. Promesas de avance responsable. Deseos de reunirse
muy pronto. Gratitud por lo vivido. Compromiso de amor. «Siempre estamos
juntos», se recordaron por telepatía.


Niños reclamando amor
En ese momento Alma recordó pesadillas recurrentes que había tenido
cuando se fue de Gímaco para descender a la Tierra. Su amado le había hecho
una promesa de amor que no tuvo fuerzas para cumplir.
Después de aquella promesa rota, sobrevinieron pruebas de oscuros lobos,
el choque de heridas que portaban de sus sistemas familiares, la activación
del sufrimiento de sus propias vidas. Arenas movedizas la fueron
succionando a medida que la promesa se deshacía.
La historia del linaje familiar y de insondables vidas pasadas se despertó
en ellos reactivando un dolor insoportable. Se aprisionaban el uno al otro en
sus propias cárceles mentales. Ella anhelaba el cumplimiento de la promesa
de amor y él ansiaba el amor prometido. Se enfadaban y peleaban como niños
abandonados reclamando amor.


Cielo e infierno
Las energías del espejo absoluto que eran el uno para el otro pasaban de ser
celestiales a infernales en un abrir y cerrar de ojos. Ella enloqueció hacia el
exterior con la agresividad visceral de un recién nacido a quien han separado
para siempre de su madre. Él se enajenó hacia el interior abandonando la
poca fe que le quedaba, reprimiendo crueles emociones de hielo que la
atravesaban a ella estallando como volcanes y dejándose morir en la
desconexión vital.
Las pesadillas habían sido tan reales. «Nuestra unión solo puede darse
desde la pureza del amor. Lo verdadero que nos une busca manifestarse y
está revelando lo que necesitamos iluminar», recordó ella.
En las noches oscuras donde Alma curaba vivencias internas en el Mundo
de Ensueño, él siempre huía, la despreciaba, la repudiaba. Se sentía hundida
por haberse alejado tanto del amor, por verse reflejada en las acciones de
Amador, por haber puesto en riesgo su corazón, pero Dios siempre estaba ahí
para arroparla: «Tenías que pasar por esto. No te juzgo. Te amo», la abrazaba
dándole calor y paz.
—Él no puede afrontar lo que aún no está preparado para mirar, pero tú
sí puedes realizar aquí y ahora tu transformación.
—¿Quieres decir que…?
—Sí, Alma. Él existe.
La confirmación le llegó como una luz impactante. Su corazón se
expandió y se llenó de la esencia de él.


Maestría interior
—En su momento, cada uno de vosotros, almas de mi alma,
experimentaréis la fusión de la dualidad terrenal en la unidad celestial que
ya sois.
—¡Es un alivio saberlo!
Dios volvió a reír y Alma sintió las cosquillas de hadas.
—Alma, vive tu propio camino escuchando la voz de tu esencia. Muchos
maestros podrán acompañarte, mas solo podrás vivir la verdad del amor y
del propósito de tu existencia desde tu propia maestría interior.
—Gracias, Dios. Lo recordaré.


Renacer
—Más allá de creencias, opiniones e ideales sobre lo que hoy día soléis
denominar «camino de las llamas gemelas», hay algo clave, Alma.
—¿El qué?
—Renacer a tu verdadera esencia.
La joven asintió.
—Esa es la auténtica dirección del camino. Desde ahí tu vida brotará
fértil y próspera, porque será reflejo del amor reconquistado.
Alma se dio tiempo para interiorizar aquel mensaje. Luego retomó algo en
lo que se había quedado encallada.
—Dios, al recordar estas pesadillas, que quizás sucedieron en un mundo
paralelo o en otra vida, me estoy dando cuenta de que se repiten las mismas
emociones de mi historia familiar: miedo, culpa, rechazo, abandono,
exclusión, sufrimiento...
—Sí, Alma, ¿sabes para qué?
—¿Para qué se repite en la relación con Amador?
—Sí.
—Para darnos cuenta de que eso está en nosotros. Para transformarlo y
liberarnos. Para ser solo nosotros: él y yo. Puros. Solo amor.
—Sí, Alma, y para irradiar esa transformación lumínica al mundo entero.
—Porque todos los seres humanos somos uno, y el cambio en uno es un
cambio en todos.
—Ese es el propósito del reencuentro de las flamas divinas. Vivir una
relación espiritual en pos de la liberación de la humanidad.
—¿Juntos?
—No siempre. Existen infinidad de vivencias diversas para despertar el
amor.


Vehículo superior
—¿Dónde está él?
Silencio.
—No me lo vas a decir aún, ¿verdad? Espero que sea pronto.
—Sabes bien que será a su tiempo, Alma.
—Entonces pediré a Fauna y Flora el tarot de diosas que sus padres les
regalaron.
Volvió a sentir cosquillas.
—Está bien. Lo sé. Las respuestas a las preguntas para las que no ha
llegado el momento de ser desveladas no las mostrará ni el tarot mejor tirado
del mundo.
—Has subido al vehículo superior, Alma. Ya no necesitas transportes
intermedios.
—La Universidad Universal forma parte de ese vehículo superior,
¿verdad? Por eso me decías que yo sí puedo realizar aquí y ahora mi
transformación.
—Así es, Alma.
—¿Eso significa que él aún no ha encontrado este vehículo?
El Gran Espíritu no quiso revelar información sobre Amador, pero Alma
accedió a imágenes donde él quemaba el papel de invitación a las pruebas
universitarias. Se le partió el corazón. ¡Ahora estarían juntos! ¿Por qué?
—Todo tiene su tiempo perfecto.
—¡Sí, sí, lo sé, pero ya necesito un milagro!
—Alma, tranquiliza tu corazón. ¡Sigues haciéndome reír!
—Claro, para ti todo es muy fácil. ¡Baja aquí a la Tierra y verás!
—Alma, ¡ya estoy en la Tierra a través de vosotros! —volvió a reír.
—Es verdad, ¿pero qué estoy diciendo? Sí, voy a calmarme.


Afrontar la prueba
—¿Tienes alguna otra pregunta?
—Sí, antes dijiste que él no puede afrontar lo que aún no está preparado
para mirar. ¿Te referías al pasado o al presente?
Silencio.
—Veo que no me vas a contestar nada sobre su vida, ¿verdad?
—Solo te diré que cuando encuentres una prueba frente a ti, quédate para
afrontarla. No hay donde huir, porque todo está dentro de ti. Si atraviesas la
dificultad que se presenta en el aquí y ahora, te darás la oportunidad de
aprender a vivir de verdad.


Amor despierto
—Porque no logro aceptar algo que también me afecta ahora.
—¿El qué?
—Estar lejos de alguien.
—¿Alguien a quien amas?
—Sí, Alma.
—¿Quieres hablar de ello?
—Él es el gran espejo de los retos que he de superar. Cuando lo conocí,
salieron a la luz las heridas más ocultas que había en mi corazón. Descubrí
las barreras y zonas oscuras que obstaculizan mi camino al amor.
—Llama gemela —susurró Alma sin darse cuenta.
—¿Cómo sabes eso?
—¿El qué?
—¡Lo de la llama gemela!
—Perdona, Cristal, no sé en qué estaba pensando.
—Sabes más de lo que dices. ¡Cuéntame, Alma!
—Solo quiero compartir un sabio mensaje de un buen amigo.
—Te escucho.
—«Renacer a tu verdadera esencia es la auténtica dirección del camino.
Desde ahí tu vida brotará fértil y próspera, porque será reflejo del amor
reconquistado» —rememoró.
—Gracias, Alma.
—Cuando estés más cerca de tu verdadero ser, estarás más cerca de él. Y
yo también de mi amor.
—¿Tu amor?
—Por favor, no pienses que deliro —sonrió Alma—. Solo sé que existe.
—Sé que no deliras, Alma. ¡Qué amor tan despierto has traído a este
mundo para seguir acordándote de él!
—Hablas como si lo conocieras —se sorprendió Alma.
—Quizás —sonrió Cristal.


Dependencia emocional
—¡Sin Cristal no sé qué hago aquí! —Sanador encorvó la espalda.
—¡Ponte derecho, hombre! —Justo le dio una palmada en el hombro—
¡La Navidad es resurrección!
—¿Y tú qué? ¡Con solo mirarte dan ganas de llorar!
A Justo le molestó el comentario, pero contuvo la rabia y las ganas de
responderle.
—Necesitas estar aquí sin ella para enfrentar tu vacío y superar tu
dependencia emocional —dijo Pacífico—. A mí me pasa lo mismo con
Fauna. Y no es sano, porque al final, por buenas intenciones que uno ponga,
todo acaba en dolor.
—Estamos todos en la misma situación. Y ellas también —Solidario se
encogió de hombros.
—En el pasado vivimos buenos tiempos, pero la realidad de nuestro estado
interior se ha impuesto —Justo recordaba momentos de alegría junto a Flora.
—Por eso nos toca avanzar por separado en este tiempo. ¡Ni siquiera
llegar al centro de la Gran Montaña nos ha vuelto a unir a ellas! —se lamentó
Fénix, que echaba de menos a Luna a cada segundo, a pesar de la calma de
no estar discutiendo a cada momento.


Pérdida de confianza
La palabra «promesa» había perdido significado para Alma. Ya no confiaba
de forma ciega en los demás. Su propia llama gemela había roto una promesa
de amor y, tratándose de su espejo, intuía que ella también lo había hecho de
algún modo. Había promesas sagradas que de ser incumplidas perdían el
favor del Cielo y acarreaban serias consecuencias. Sabía que con el tiempo
llegaría a comprender, perdonar y transformar.


Te conozco desde siempre
Alma paseó alrededor de la fuente y se sentó en un banco para observarla. Al
cabo de un rato, tuvo un presentimiento. Giró su cabeza a la izquierda y vio a
un joven que caminaba hacia donde estaba ella. ¿Sería un elfo?
No sabía qué estaba sucediendo. Se levantó y se miraron a los ojos. Él le
sonrió y ella le correspondió. El impacto de la mirada los transportó al Cielo.
Era un vínculo de amor ya existente. Cuando llegó a ella, se acercaron hasta
no poder evitar abrazarse como dos amantes que se conocen desde siempre.
Pasaron las horas y a la vez el tiempo se detuvo; los sonidos de la
primavera estaban en pleno estallido y a la vez se hizo el silencio; estaban
rodeados por un paisaje de ensueño y a la vez el mundo desapareció.
Alma empezó a marearse debido a la energía sutil del paraíso en su denso
cuerpo físico. Se miraron a los ojos. «Alma, todavía soy mortal», le dijo él
mientras desaparecía como un espíritu.
—¡Amador! ¿Dónde estás, Amador? —con estas palabras se despertó.
«¡Ha sido un sueño! ¿Por qué viniste a mis sueños? ¿Qué quisiste decir
con tu mensaje? Ya sé que olvidaste la llave, que perdiste el camino, que
estás confuso en este mundo. Pero lo decías como un aviso para protegerme
de ti. ¿Por qué?».
«Porque para estar contigo he de recuperar la fe», le habló él desde el
interior de ella, compartiendo el mismo corazón.
«¿Quieres decir que me harías daño?».
«Sí, Alma».
«¿Por qué?».
«Porque estoy en la oscuridad».

Unificar el yin-yang interior
Entró en el Aula de la Evolución para pedir orientación, alguna enseñanza
relacionada con lo que le estaba pasando. «Necesitas equilibrar tus energías
masculinas y femeninas. Unificar tu yin-yang interior».
La joven supo que aquello requería de un proceso importante. Se dio
tiempo para reflexionar y observarse. Lo único que sentía era que echaba de
menos a Amador. «Ya estoy en Madrid. ¿Dónde estás? Sin ti hay un vacío en
mí».
¡Ahí estaba la clave! «No, no debe ser así. Nada ni nadie externo puede
generar tal vacío en mi interior. Por eso mis energías están desequilibradas.
Necesito llenarme del Gran Espíritu, aunque no me es fácil. Te echo tanto de
menos».


Tu existencia me guía a ser quien soy
—Amador, yo soy tú y tú eres yo. ¿Por qué entonces te necesito así?
¿Cómo puedo vivir sin ti?
—Alma, me necesitas como yo te necesito. Tampoco yo sé vivir sin ti.
—Si existimos separados en dos seres humanos que se buscan es por un
propósito.
—Mi vida humana es superficial. En este sueño te hablo desde el alma,
pero en la Tierra mi existencia es olvido y perdición. Necesito que me
encuentres, porque ¡ni siquiera sé que existes!
—Dime dónde estás. ¿Por qué nunca me lo dices?
—No puedo, algo me lo impide.
—Si somos uno, estamos destinados a unirnos.
—¿Pero cuándo, Alma?
—No lo sé. El paso en el que debo avanzar hoy es nuestro equilibrio
interior.
—¿A qué te refieres?
—Mis energías están desequilibradas por mi desconexión de ti. Tú reflejas
la parte que me completa.
—Pero es imposible lograrlo hasta encontrarnos.
—No, Amador. Todos somos completos en esencia. Lo que sucede es que
no sé cómo realizar esa unificación en mi interior.
—Yo sí lo sé, Alma.
Amador la miró a los ojos, se acercó a ella y ella también a él. Se dieron
las manos. Se abrazaron. Un nuevo paraíso nacido de la unión se creó a su
alrededor. El universo brilló. La fusión etérea del yin y el yang era puro
sentimiento de amor.
«Yo soy tú y tú eres yo. Vives en mí y vivo en ti. Dos en la Tierra. Uno en
el Cielo. Amantes sagrados. Amor eterno». Alma se despertó recitando así.
Se levantó y volvió a entrar en el Aula del Equilibrio.
Los movimientos en la clase habían cesado. Quietud. Estabilidad. Calma.
Un mensaje: «Has adquirido la armonía y el aprendizaje necesarios para
seguir avanzando a la siguiente puerta. Nuevos niveles de equilibrio te serán
requeridos en el futuro». La joven sonrió. «Gracias, Amador. Tu sola
existencia me guía a ser quien yo soy».


Memorias de dolor
La serpiente le clavó un colmillo en el corazón y removió mensajes que
estaban cristalizados en él: «¡No vales nada! ¡Eres basura! ¡No tenías que
haber nacido!». Alma había olvidado aquellas palabras, pero en su memoria
inconsciente estaban todas escritas, letra por letra.
De pronto vio reflejos de imágenes junto a Amador en Gímaco: los lobos
salvajes de él y los de ella. Los actos de Amador habían sido golpes en cada
una de aquellas palabras mortales, como si pulsara cada letra de cuchillo en
las teclas de una máquina de escribir.
Pulsación. Tecla. Palabra. Dolor. Ira. Este era el círculo de acción, donde
la furia se convertía en un golpe a la tecla del adversario y así de forma
sucesiva. Con otra ventosa en la frente, la serpiente extraía sus pensamientos
para sacarlos a la luz: «No valgo nada. No puedo. No merezco. No soy digna.
Quiero morir».
En aquella ocasión, Alma, en lugar de llorar como en el pasado, sacó su
rabia en autodefensa y golpeó al monstruo.
—¡Malvada serpiente! ¡Acabaré contigo! —le gritó la coramor.
«Espera, Alma, reflexiona —se habló a sí misma—. El palacio es tu
corazón. La serpiente está en tu interior». Volvieron las imágenes violentas
entre ella y Amador. «Si la serpiente forma parte de mí por mi dolor, y tú eres
yo y yo soy tú…».
A pesar de que la serpiente seguía hundiéndole el colmillo gigante en el
corazón, Alma se concentró en el presente, como había practicado en el Aula
del Tiempo, y pudo proseguir con la alineación curativa de sus pensamientos.
«Amador, cuando te conocí sentí que nunca nos haríamos daño; que eras
el mejor amigo, el mejor hermano, y resultó que eras el mejor amante, el
amor humano y espiritual más elevado, mi llama gemela. No me hiciste daño
tú, el dolor estaba en mí. No te hice daño yo, el dolor estaba en ti. Somos uno
y somos amor».


Abrazar la vida como es
La serpiente quiso ahogarla con su cola.
«Nuestros espejos se unieron para sanar, despertar y evolucionar. Lo
siento, mi vida. Como dijo el Gran Espíritu, teníamos que pasar por esto. Por
eso nos unió la vida, para impulsar el camino hacia nuestro verdadero ser.
Ahora lo entiendo con más profundidad. Gracias, mi amor».
Alma sintió tanto afecto al recordar a Amador, que al amarle a él
rememorando el dolor que se habían despertado el uno al otro, logró amar a
sus padres en los momentos en que la habían herido. «Mis padres también me
amaban. Teníamos que pasar por ello. La vida fue así».
La joven abrazó sus vivencias con la grandeza de un resplandor que brotó
de su corazón. La luz expulsó el colmillo hacia afuera y cegó a la serpiente,
que quedó deslumbrada por aquella energía insólita.
El reptil cerró los ojos y se fue haciendo pequeño hasta quedar convertido
en una niña bebé, que se quedó dormida en los brazos de Alma. «Mi niña
pequeña, cuánto sufriste. Ya pasó todo. Ahora te cuido. Ya estás en casa».


Almas que se reconocen
Alma se tumbó en el suelo del aula. Estaba extenuada. Una alfombra etérea
con la imagen del planeta se extendió bajo ella y su bebé interior. Ambas
quedaron dormidas, con una energía curativa de amor que se fue sembrando
en el mundo.
Al despertar, Alma vio tumbado junto a ella a Amador.
—Lo has logrado, sin mirarme a los ojos como aquella vez con la Sombra
de los Mil Lobos.
—Sí, Amador, cada vez estás más integrado en mí.
—Brillas, Alma. Tu cara se ve aún más luminosa.
—Eres tan bello —los ojos de ella resplandecían.
—En la Tierra sigo en la oscuridad. Temo que no me reconozcas si nos
encontramos.
—Te reconoceré por tu energía, Amador.
—Sí, las almas se reconocen por lo invisible.
—Siento mucho lo que nos pasó —ella le cogió las manos sobre la
alfombra del mundo.
—Yo también. Siento haberte hecho sufrir, Alma.
—No fue intencionado por ninguno de los dos.
—Mi querida Alma, gracias por ser tú quien me guíe en el amor.
—Gracias por este camino de amor juntos.
—Es muy duro en este tiempo, pero doy gracias por sentir lo que siento.
—Yo también, Amador. No hay nada más grande en el universo.
—Gracias por haber mantenido la pureza, Alma.
—Mi pureza es tu pureza.
Amador le besó las manos, la miró a los ojos y le dijo:
—Gracias por mostrarme ese algo a lo que aferrarme.
—¿El qué?
—La verdad del amor.


Eres el espejo de mi divinidad
—Estoy confusa, en duermevela y no encuentro lo que busco. ¿Qué fue
Gímaco? ¿Qué es este palacio? ¿Cuál es el mundo que habito? ¿Puedes
explicarme lo que no comprendo?
—Eres un ser multidimensional como todos los seres. La experiencia de la
divinidad que eres no se limita a tu vida tridimensional terrestre, ni tampoco
a la dimensión del amor celeste que en ocasiones logras percibir y mantener
por tiempo limitado. No estás en ningún lugar y a la vez lo habitas todo.
Aquel mensaje hizo que Alma recordara la dimensión del amor en que se
adentraba cuando estaba cerca de Amador; cuando se miraban a los ojos,
cuando se cogían de las manos, cuando se abrazaban.
Junto a él la dimensión del amor se extendía durante largo tiempo, algo
que ella por sí sola no lograba. ¿Por qué? «Él es el espejo de mi divinidad
interior. Él es yo y yo soy él», recordó.
«También él es el espejo de lo oculto que me habita, herencia milenaria
genética, emocional y energética de la que los seres humanos somos
portadores». Lágrimas de oscuros recuerdos. «El dolor existe para impulsar el
despertar. El sufrimiento se trasciende con la luz del amor. Sé quién eres para
mí, Amador, pase lo que pase en nuestras vidas. Sé quién eres y sé quién
soy».
—Cuando un ser destinado a cumplir una misión de Coramor de Luz en el
mundo llega a un punto culminante de dolor álmico y se entrega a la
voluntad del Cielo, el Gran Espíritu actúa de inmediato y lo ayuda a
recordar que el mundo del amor verdadero existe.
9
REENCUENTRO
¿Quién eres que te he echado tanto de menos?
Eres el destino que tanto esperé.
Traer el Cielo a la Tierra
—Si existiera mi diosa, yo no sería digno de ella.
—El amor propio es algo que todo ser humano necesita despertar en sí
mismo, tanto hombres como mujeres —Fénix miró a su hermano con afecto
—. Esas diosas están haciendo un recorrido admirable hacia el despertar.
—¿Y los dioses no?
—Los hombres, por lo general, portamos una energía masculina menos
conectada con lo emocional y espiritual, pero estamos haciendo una gran
labor en lo terrenal.
—¿Qué quieres decir?
—En parejas pioneras del despertar, he observado que las personas que
portan sobre todo energía femenina, por lo general las mujeres en este
tiempo, la traen del Cielo hasta la Tierra. En cambio, las personas portadoras
de más energía masculina, de modo mayoritario los hombres, la reciben de
las primeras y la anclan a la Tierra.
—Creo que lo comprendo.
—Cada parte de la misión en la integración y armonización de energías
tiene su propia función que realizar. Valórate, hermano. A ti te corresponde
una misión con duras pruebas que trascender, pero que también traerá sus
recompensas.
—¿Y siempre funciona así? —Amador obvió el mensaje a partir del
«valórate, hermano», pues lo sintió ajeno a él.
—En la actualidad percibo esta tendencia, pero presiento que este
movimiento nos dirige hacia la armonización de energías masculinas y
femeninas en nuestro interior, hasta perfeccionar la completitud que somos.
Sea como sea y pase lo que pase, hombres y mujeres necesitamos estar
unidos.
—¿Y tú? ¿Has conocido a tu diosa?
—En este mundo todavía no.
—¿Lo ves, Fénix?
—¡Pero ella existe!
—Ojalá que la encuentres.


Purificación de energías
—Querida Madre, gracias por acudir. No sé cómo actuar. Amador no está
bien. Sigue con sus adicciones y ha iniciado una relación con una chica que...
—Lo sabemos, Fénix —lo tranquilizó Madre—. No puedes ni debes
intervenir en su destino.
—¡Pero este no es su verdadero destino!
—¿Cómo lo sabes?
—¡Porque Alma es su destino!
—Para llegar hasta Alma ha de atravesar densos karmas todavía, así como
ella está haciendo su propio recorrido.
—¿Karmas?
—Así es, Fénix, necesita transmutar energías que lo alejan de sí mismo,
pues solo acercándose a su verdadero corazón podrá caminar hacia ella.
—¿Todas las energías?
—Las suficientes como para que el reencuentro tenga lugar.
Silencio. Muchas preguntas en la mente del joven. Madre le leyó el
pensamiento.
—Fénix, lo que te preguntas se denomina fusión entre llamas gemelas. Se
trata de la unión armónica entre yin y yang, que se da cuando ambas llamas
conectan con su ser, un estado que podríamos denominar iluminación. El
camino para llegar hasta ese punto suele recorrerse a través de diferentes
etapas de separación.
—Me queda más claro ahora: para reencontrarse no necesitan alcanzar ese
estado tan elevado de consciencia que, en cambio, sí es necesario para volver
a ser uno —Fénix pensó en Luna y en su camino con ella. ¿En qué fase
estaban ellos? Hasta la última vez que se vieron no habían hecho más que
vivir constantes separaciones. No estaban preparados en absoluto para la
fusión, pensó.
—Sí, Fénix, la preparación para la fusión de las llamas gemelas consiste
en desandar los falsos caminos por los que todos hemos errado alejados del
Gran Espíritu no solo en esta vida, sino en múltiples vidas, como parte de
nuestra experiencia de vida humana en la Tierra y en otros planos.
—¿Y Alma?
—A Alma le corresponde la misión de abrir camino a la energía espiritual
conjunta de ambos.
—¿Por qué a ella?
—Porque en esta vida así lo pactaron con el Gran Espíritu para su
aprendizaje evolutivo y porque, como sabes, la energía femenina tiene la
función de conectar con lo emocional y espiritual. El requisito no es ser
mujer, sino ser una persona portadora, en especial, de la energía femenina
dentro de la pareja de llamas gemelas.
—Y a mi hermano le corresponde la otra parte del plan.
—Sí. Amador avanza desde un plano más denso y terrenal. Cada energía
trabaja en un plano y cada una experimenta sus pruebas. Para ambos es igual
de duro, dada la magnitud de la misión y la alta sensibilidad de ambos.


Tiempo de transición
—Madre, todos portamos la herencia genética de miles de años de
sufrimiento humano —silencio de reflexión—. ¿Crees que en este tiempo las
llamas gemelas alcanzaremos la fusión del corazón?
—Estamos en un momento de cambio. Es la primera vez en la historia de
la humanidad que sucede algo así. Parejas de llamas gemelas están llegando a
la Tierra de modo masivo, preparadas para su reencuentro después de vidas e
incluso eones separadas recorriendo sus propios caminos evolutivos.
Fénix se sentó en una silla. Le temblaba el cuerpo.
—En el origen, el uno se hizo dos. Estamos volviendo al inicio donde el
dos retorna al uno. Pero para ello, a las llamas gemelas precursoras que
habéis venido en este tiempo de transición os esperan pruebas importantes.
—¿Aún nos queda atravesar mucho más dolor, Madre?
—Depende del plan álmico de cada pareja y del nivel de pureza interior.
Lo esencial es saber que no habéis venido para vivir una relación romántica,
lo que no significa que no podáis experimentarla, sino para propulsar el plan
divino de ascensión de la humanidad mediante relaciones sanadoras y
evolutivas de vínculo espiritual.
—¿Cómo?
—Purificando y armonizando las energías que durante milenios han
generado tanto sufrimiento y hasta barbarie entre hombres y mujeres.


Retos en el camino
—Alma y Amador necesitan superar grandes retos para realizar aquello a
lo que se comprometieron con el Gran Espíritu.
—¿Y qué es?
—No es algo que podamos desvelar, porque ni siquiera lo sabemos con
total certeza. Solo podemos intuir el objetivo final de su misión leyendo las
señales de sus vidas y la trayectoria de sus caminos.


Afrontar la realidad
—Más allá del comportamiento de ella, necesitas mirar dentro de ti. Es lo
único que va a servirte, porque algo en esta situación muestra tu reflejo.
—Sí, Fénix, contigo no tengo secretos. Es cierto, he mirado a una clienta
buscando sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque mi novia no me llena. Siento que mi corazón busca a otra
persona. ¡Soy yo quien se está volviendo loco!
—Nadie puede llenarte excepto tú. Y si sientes que ella no es la persona
con quien quieres estar, sé claro, no la engañes y tampoco a ti mismo.
—Siento que le debo seguir con ella.
—¿Por qué?
—¡Por el daño que le hice! ¡No puedo volver a causarle más dolor!
—Pero, Amador, ¡ya se lo estás haciendo! No le estás dando nada
verdadero. Así solo robas su tiempo, su vida. ¡Déjala libre!
—También tengo miedo al vacío. ¡Es una soledad insoportable!
—Afróntalo. ¡Tú puedes!
—¡No sé cómo! Y las cosas que siempre me explicas para lograrlo… ¡no
las entiendo, Fénix! ¡Me siento perdido!
—Ves paso a paso.
—¡No sé ir paso a paso! ¡El abismo me succiona! ¡Necesito un cambio
enorme!
—… —Fénix percibió la desesperación de su hermano y guardó silencio
para pedir ayuda al Gran Espíritu.
—¡No sabes lo que es vivir con este vacío y que nada ni nadie lo llenen!
—Sí lo sé, Amador.
—¿Y cómo lo superaste?
—Una diosa me mostró el camino.
—¿Tu diosa?
—No —Fénix recordó cuando Alma le abrió el corazón con su amor, pero
no podía decir nada a su hermano.
—No me vas a hablar de ello, ¿verdad?
—Lo importante no es quién lo hiciera, sino cómo lo hizo.
—¿Y cómo lo hizo?
—Con el mismo amor que te habita. Necesitas conectar contigo mismo.
—Vuelvo a decirlo: ¡No sé cómo, Fénix!
—Habla con Dios. Él te guiará.
—¡Tampoco sé hablar con Dios! ¡Nunca me ha escuchado!
—¿No crees que estoy aquí precisamente porque Dios te ha escuchado?
—Quizás sí, pero no estoy seguro.
Fénix seguía sintiendo impotencia por no poder ayudar a su hermano. Al
llegar a casa, se acordó del consejo de Madre: activar el cambio de Amador
realizando su propio cambio. Ley del espejo.


Vivir la vida con amor
—Espejo, ¿podemos hablar? —se situó frente a este cuando llegó a
palacio.
—Aquí estoy, Alma.
—Hoy necesito ver mi reflejo en ti.
—Sé que lo echas de menos, Alma, aunque mirándote en mí no lo verás a
él.
—¿Por qué? ¡Si él es yo y yo soy él!
—Porque todavía no estáis conectados por completo.
—¡Pero él vive en mí!
—En la Esfera del Espíritu sí, pero en el plano físico todavía os queda
camino hasta la fusión final.
—El camino de las llamas gemelas.
—Sí, así soléis denominarlo en la Tierra quienes conocéis el vínculo del
alma unidad.
—¿Cuándo llegará esa fusión? ¡A veces es insoportable!
—Alma, sé que no es fácil, pero puedes sobrellevarlo estableciéndote en
tu esencia.
—Sí, Espejo.
—Lo primero es que se dé el reencuentro, lo cual no ha sucedido todavía.
—¿Por qué? ¡Yo recuerdo a Amador! Eso debería bastar para atraerlo a mi
vida.
—Son muchos los factores que intervienen.
—¿Cuáles?
—Todos convergen en uno: estar preparados espiritualmente.
—¿En qué sentido?
—Necesitáis un proceso de purificación previo.
—¿Pero nos encontraremos en esta vida?
—No puedo contestarte, Alma. Vive la existencia con su incertidumbre y
su misterio. Yo os acompaño siempre.
—Me siento tan perdida. ¿Hacia dónde voy?
—Mira a tu alrededor. Recuerda el camino que has recorrido para llegar
hasta aquí. ¿Dirías que estás perdida?
—La verdad es que estoy muy guiada por ti —Alma inclinó la cabeza—.
Gracias.
—Incluso si los tres juntos trazamos un plan en el Cielo, cada paso que
dais está impregnado de vuestro libre albedrío.
—¿Entonces no hay ninguna garantía de que vayamos a encontrarnos?
—Ese no es el objetivo del camino de las llamas gemelas.
—¿Cómo que no? Las llamas gemelas necesitan encontrarse en el mundo
físico para ser en la Tierra la unidad que ya son en el Cielo.
—El propósito del camino de las llamas gemelas es vivir el camino del
amor.
—¡Pero lo echo tanto de menos!
—Es una emoción humana natural. Sigue caminando. Vive tu vida con
amor.
—Mi propia vida… En mis paseos a la fuente suelo pensar en un sueño
que tengo desde hace tiempo.
—Lo sé —la risa de Dios le hizo cosquillas por todo el cuerpo.
—¿Qué te parece?
—Veamos: una editorial multimedia, alineación con la Esfera del
Espíritu, contenidos espirituales para la sanación y el despertar, diferentes
formatos para todos los públicos... ¿Qué puedo decirte, Alma?
—¿Qué me dices, Dios?
—¡Pues que parece un plan creado por mí! —el Gran Espíritu volvió a
reír y Alma lo hizo también.
—¡Eso es trampa! ¡Tú lo has puesto en mí! —rió Alma.
—Porque yo soy tú y tú eres yo —Dios le guiñó un ojo.
—Así que es un sueño divino, ¿verdad?
—Sí, Alma, por completo. Es un sueño relacionado con los dones que te di
para sanarte, para conectar conmigo y para crear algo necesario en el
mundo.
—Con este proyecto promoveremos la conexión con la esencia y el
despertar de los dones de todo el mundo, para que cada uno recuerde quién es
de verdad y pueda realizar su propósito de vida.
—¿Promoveremos?
—Sí, junto a ti, seremos un gran equipo de coramor.
—Bien, Alma, muy bien. Este es un tiempo para la unión de talentos, el
trabajo en grupo, la colaboración por un bien mayor.
—Pensando en este sueño siento fuerza. Ya no tengo tanta necesidad de
encontrar a Amador.
—Enhorabuena. Esta es la forma consciente de transitar el camino de las
llamas gemelas. Camina tu camino con amor y lo demás se dará por sí solo.
—¡Gracias, Madre!
—Estoy contigo, Alma.


Recuerda quién eres
—Mi diosa, ¿dónde estás? Necesito tu cura, tu presencia, tu calor —
lloraba dormido.
—Amador, tú puedes. Recuerda quién eres —le repetía Alma una y otra
vez.
—Te echo tanto de menos. Este vacío de ti es como la muerte.
—No estás vacío de mí. Vivo en ti. Abre tu corazón.
—Si abro mi corazón, el dolor que llevo dentro me destruirá.
—Confía en ti. Puedes superar ese dolor.
—Solo quiero estar contigo y que me abraces fuerte.
—Amador, no podremos estar juntos si no abres tu corazón.
—No sé cómo hacerlo. Tengo tanto miedo.
—Lo haremos juntos. Somos un solo corazón.
Alma lo abrazó para darle consuelo.
—Cuando despiertes, solo levántate y camina hacia adelante, Amador.
Camina y camina hacia el futuro. Allí te espera una bella luz.
«Camina hacia adelante, Amador…», se despertó repitiendo las palabras
de Alma. Había olvidado el sueño por completo, pero aún tenía el tacto de
ella en su piel. Era mediodía, los pájaros cantaban y el sol convertía en oro
cuanto bañaba. El joven puso su cara en el centro de un rayo de luz y sintió
esperanza.


Repetición cíclica
Las gemelas, desde el encuentro con sus padres, a quienes visitaban viajando
con los zapatos luminosos, habían hecho grandes progresos: destaparon
bloqueos, curaron heridas y una energía de madurez brillante empezó a
manifestarse en ellas. Esto hizo que su relación con Justo y Pacífico se
estabilizara.
Dulce se sentía atrapada en su historia con Solidario.
—Alma, con él repito de forma cíclica un patrón que me desestabiliza y
deprime: cuando estoy en un punto muy elevado de mi amor por él, algo hace
que me rechace y se aleje de mí —le había explicado su amiga.
—Quiero a Dulce —le había confesado Solidario—. El problema es una
energía que me aleja de ella y que es más fuerte que yo. Mi corazón se cierra,
pone resistencia y bloquea el amor único que siento por ella.
Alma les pidió hablar con ambos a la vez y les dijo así:
—Energías kármicas de vidas pasadas o elecciones dhármicas pactadas
con el Gran Espíritu os han traído hasta aquí. Dulce, fuiste abandonada frente
a un hospital cuando eras un bebé. Tu vínculo de amor con tus padres quedó
truncado cuando más los necesitabas. Solidario, cuando tus padres murieron,
tu tío del Bronx, que era la persona de confianza encargada de tu bienestar, te
echó de casa por negarte a traficar con él. ¿Lo entendéis?
—Alma —Dulce lloraba—. Gracias.
—La clave está siempre en el amor —habló Solidario—. Conectar con el
amor de nuestros padres terrenales y con el de nuestro Padre-Madre celestial.
Conectar con el amor propio para que fluya la energía del amar y ser amados.
—No habíamos explicado esto a los maestros —reveló Dulce.
—Nos daba vergüenza la inmadurez emocional después de todo lo que
han hecho por nosotros —añadió Solidario.
—Ya sabéis que los maestros siempre están ahí para apoyarnos.
—Sí, Alma, y ahora comprendo mejor —prosiguió Dulce—. Solidario me
espeja la relación de amor que tengo conmigo misma, aprendida
especialmente con mis primeras relaciones de vida, mis padres. Con él revivo
el abandono, el rechazo, el vacío de amor cuando más lo necesito —lágrimas
en sus ojos—. Profundizaré en mi conexión con Dios.
—Lo siento, Dulce. Yo te quiero. ¡Tienes que saber que te quiero!
Sanaremos este patrón —Solidario habló con convicción—. Al escuchar a
Alma y recordar mi historia, me he dado cuenta de que cuando siento tu amor
con fuerza, se despierta en mí el temor de ser abandonado como sentí al morir
mis padres y ser repudiado por mi tío. En mi mente hay una frase que me
atormenta: «No puedo confiar en el amor, al final seré abandonado,
rechazado y sufriré» —lágrimas de liberación.
—Las heridas mutuas de abandono y rechazo crearon miedos
inconscientes que al fin podemos ver gracias a nuestro espejo. Ahora sí hay
camino —Dulce sonrió a Solidario.
—Gracias, Alma —dijeron unidos.


Trabajo consciente
En cuanto a Fénix y Luna, las vivencias del muchacho en Madrid con su
hermano habían hecho que valorara aún más la relación sagrada que mantenía
con Luna. Le enviaba cartas a menudo con la mensajería de los agapornis, la
apoyaba con su autoestima haciendo su propio trabajo interior de amarse a sí
mismo y se mantenía lo más presente posible, pues era consciente de las
energías que muchas veces lo empujaban a huir de un amor tan grande del
que todavía no se sentía merecedor.


Orden en las relaciones
—Está embarazada.
Fénix se quedó sin habla. En unos pocos segundos pasaron miles de
pensamientos por su mente. No era momento de sermones ni de decir a su
hermano cuántas veces le había dicho que debía ser responsable, que esperara
a estar seguro antes de seguir manteniendo relaciones íntimas, incluso que
aguardara a comprometerse de verdad y unirse en matrimonio con la persona
elegida.
Le había hablado del orden verdadero en las relaciones entre hombre y
mujer. Primero conocerse bien y, cuando esa etapa hubiera madurado,
conocer a las familias, realizar un compromiso sincero que les diera la fuerza
para sobrellevar cualquier dificultad que apareciera en su camino juntos,
mediante una ceremonia sagrada donde la pareja se uniera en matrimonio, y
entonces, solo entonces, entregarse en cuerpo y alma a la relación, como una
unidad.
Fénix sabía que a su hermano todo aquello le parecían discursos antiguos
de otra época, porque estaba alejado de la verdad esencial del corazón. En el
pasado, muchas personas mantenían esos preceptos desde el miedo religioso
y la vergüenza social si se daba una separación o un divorcio.
No obstante, los discípulos de los Palacios de Cristal, al estar conectados
con la Esfera del Espíritu y la energía divina de la creación, también lo
estaban con la sabiduría sagrada del matrimonio.
«Más allá de cualquier creencia religiosa —pensaba Fénix—, el
matrimonio es la unión entre dos en un camino de convertirse en uno. Un
solo cuerpo, una sola alma, un solo espíritu. Un camino de santidad, donde la
superación de las pruebas y los obstáculos nacidos del propio corazón y
activados a través del espejo en la convivencia con el otro, puede devenir un
camino de iluminación si se transita atendiendo a las enseñanzas divinas y a
las leyes naturales del amor».
«¿Qué enseñanzas y leyes? Estar de igual a igual, nadie por encima, nadie
por debajo. Mirarse a uno mismo sin señalar al otro. Practicar las virtudes de
la sabiduría, el respeto, la paciencia, la lealtad, la fidelidad, la generosidad, la
tolerancia, la compasión, el amor verdadero e incondicional hacia uno mismo
y hacia el otro».
«El matrimonio es una de las mayores escuelas espirituales del universo»,
le había dicho, palabras muy alejadas de la circunstancia que vivía su
hermano. Había dejado embarazada a una mujer que no amaba, que todavía
no había alcanzado la mayoría de edad y con la que de forma continua vivía
dramáticos episodios de celos y separaciones.


Toda la vida
En el Palacio de Cristal terrenal había una presentación: «Realiza tu misión
de vida». Alma acudió y se sentó en una silla vacía. A su lado había
un muchacho que se quedó mirándola hipnotizado. Ella se sintió incómoda.
Tenía cara de buena persona y le sonreía como si estuviera en otro mundo.
El conferenciante, un señor simpático y chistoso, daba pautas y ofrecía
recursos para que cada una de las personas oyentes pudiera reflexionar sobre
el propósito de su vida y cómo realizarlo.
Cuando el evento finalizó, el muchacho saludó a Alma:
—Hola. ¿Qué te ha parecido?
—Me ha encantado, ¿y a ti?
«A mí me has encantado tú», respondió en silencio su corazón.
—También. Me gustaría profundizar más sobre este tema —dijo—. ¿Tú
tienes información?
—Bueno, si quieres podría recomendarte algunos libros.
—Me encantaría, pero ahora debo irme. Quizás puedas dejarme tu
contacto.
—Está bien —Alma le dio su número de móvil.
—Muchas gracias. Te escribiré. Que te vaya muy bien —dijo él
despidiéndose.
—Igualmente.
Alma pensó que aquel joven no era común. Percibía su sensibilidad y
parecía que todavía no había aterrizado en el planeta, como le había sucedido
a ella en el pasado y todavía le seguía sucediendo, aunque no de forma tan
pronunciada.
Le resultó un muchacho agradable. «Me gustaría que fuéramos amigos
toda la vida», se sorprendió de pensar.


Tu mirada
Aquella noche fue a dormir temprano por el agotamiento que traía de su viaje
a Taiwán. Soñó que dormía en el centro de una esfera de amor incondicional
y que aquel amor era del joven que acababa de conocer.
Al despertar vio un mensaje en su móvil.
—Buenos días. Esta mañana me he despertado con tu sonrisa. Me mirabas
a los ojos. Era tu alma. Ha sido maravilloso.
A ella le pareció extraño que alguien que acababa de conocer le dijera algo
así. ¿Querría llamar su atención? ¿Estaría fantaseando o viendo cosas
irreales? «Yo no he ido a verte», pensó.
—También he soñado que tenía alas y volaba para coger una flor
recubierta con cristal. Antes de irme a un oscuro lugar, te regalaba esa flor
como símbolo de lo que significas para mí.
Una energía expansiva abrió el corazón de Alma. El dolor por la
separación se convirtió en lágrimas de liberación que abrieron paso a un
mundo de alegría.
«Amador, al fin, eres tú».

Vivir abriendo camino
Querida Alma, el reencuentro con Amador te ha conectado con el hogar que
habita en ti. Tus pies vuelven a pisar este mundo. Las anteriores Puertas de
la Sabiduría han sido abiertas gracias a ello. El siguiente paso es abrir la
Puerta de la Tierra en tu corazón para aprender a vivir en este planeta,
comprender aún más a los seres humanos de los que formas parte y enraizar
por completo para poder traer aquí el Cielo del que provienes. De este modo,
junto con los coramor del mundo, abriréis camino para que la humanidad
logre despertar en el tiempo vaticinado por las profecías.


Conocí el Cielo contigo
Un vuelco en el corazón de él. Energía de amor brotando de su ser. «Alma,
¿quién eres que te he echado tanto de menos? Tu nombre me lleva a un lugar
donde conocí el Cielo contigo. Alma, diosa de un mundo olvidado. Siento
amor puro por ti de un lejano origen. Ya nos conocíamos. Gracias por
encontrarme, Alma».
Amador sintió ganas de llorar. Le sobrepasaba lo que aquella joven que
acababa de conocer le hacía sentir. No podía decirle nada, lo habría tomado
por loco. Deseaba estar con ella, hablar, saber. Estar juntos de nuevo sin
separarse jamás. Nunca más.


Plegaria respondida
«Madre divina, por favor, ayúdanos a encontrarnos. Siento que él ha sufrido y
sé que yo también llevo aún mucho dentro. Aunque eso haga difícil y dura
nuestra reunión, prefiero pasar por ello que seguir añorándolo así».
—Tu plegaria formaba parte del plan del Cielo y de vuestras almas —le
dijo Padre—. El universo entretejió sucesos, sincronías y despertares para
que volvierais a encontraros.
—Ambos liberasteis las últimas cadenas que restaban para llegar hasta ese
momento —añadió Madre.
El Gran Padre y la Gran Madre irradiaban una energía serena, incluso
cierta seriedad en las palabras. Aquella actitud hizo intuir a Alma que le
convenía estar despierta. Al fin había encontrado a Amador, sí, aunque eso no
significaba que pudiera perderse en ideales románticos ni lanzar fuegos
artificiales.
Los recuerdos de duros momentos con él, no solo en Gímaco, sino
también en vidas pasadas; las herencias ancestrales de un mundo en
decadencia, y las historias personales desde que ambos fueron concebidos
eran material suficiente como para decidir caminar con tiento, aplomo y lo
más consciente posible.


Formas parte de mí
Durante los días que quedaban hasta la cita en sus cumpleaños, Amador se
dedicó a indagar dentro de sí mismo qué era aquello que lo conectaba a Alma
de una forma que jamás había experimentado con nadie.
«Su energía me envuelve y se adentra en lugares donde solo yo habito.
Ella me conecta con algo verdadero. ¿Quién eres, Alma? Llenas en mí ese
vacío que solo tú podías llenar. Formas parte de mí. Eres el destino que tanto
esperé».
Amador pasaba el día pensando en ella, distraído en una nube, agitado por
un sentimiento que lo sobrepasaba. Sus antiguas energías trabajaban por
acoplarse a la nueva, que había llegado a su vida como una bocanada de aire
fresco.
«Es la primera vez que siento el amor con esta magnitud. El día que te
conocí dejé de fumar y beber. Dejé de mirar a las mujeres con el instinto de la
atracción. Solo puedo verte a ti con una mirada pura».
Conoció un amor que había añorado hasta la desesperación y se instauró
en él un respeto reverencial por la vida. ¡Tenía tantas ganas de vivir! ¡Nunca
antes se había sentido así!
10
ABRAZO
El abrazo los trascendió
hasta convertirlos en un solo ser.
Conocerse despacio
«Me siento mal. Le he hecho daño. Es muy sensible. Como yo. No esperaba
esta reacción de él. Me resulta extraño. No es como lo recuerdo. Ahora es
otra persona. Debo conocerlo despacio y poner atención a nuestro espejo».
El libro Llamas Gemelas de la Biblioteca Viviente no daba abasto desde el
reencuentro de Alma y Amador. Bordaba y bordaba letras luminosas sin
descanso mediante la conexión de tres elementos fundamentales: las
vivencias que Alma escribía en su diario, la práctica incansable de Escritor
con su pluma y la voluntad del Gran Espíritu, que orientaba a los jóvenes en
su camino de despertar y difusión de la verdad.


La mayor fuerza del universo
De pronto su cabeza se giró hacia la izquierda y allí estaba él, con sus bellos
ojos y su tierna sonrisa. Se levantó, él llegó hasta ella, se saludaron. Sin saber
cómo, Alma se vio abrazándolo.
No quería haberlo hecho, no quería confundirlo ni confundirse, no quería
acelerar nada sin siquiera conocerse; pero el imán de amor entre dos seres
inseparables era más fuerte que cualquier otra fuerza del universo.
Al principio él se sintió extrañado: «Qué cariñosa es esta chica, qué
abrazos tan sinceros, debe ser así con todo el mundo», hasta que el abrazo se
expandió por sí solo durante un tiempo sin fin. Él se dejó llevar y se sumergió
con ella en el paraíso del que procedían.
Bajo el sol ardiente que no sentían, entre una multitud pululante que no
oían, en un mundo físico del que ascendían, los dos jóvenes conocieron el
éxtasis del amor. Sentían sus cuerpos, que a la vez habían desaparecido. Los
pensamientos dejaron de existir abriendo paso a la paz más absoluta. El
abrazo los trascendió hasta convertirlos en un solo ser.
¿Qué magia de otro mundo podía hacer que dos seres humanos que
acababan de conocerse se abrazaran de aquel modo? Tan solo una, la más
extraordinaria y poderosa: el amor verdadero de la divinidad.
Habían pasado tres horas terrestres en un suspiro celeste. Los cuerpos
volvieron a tocar el suelo. Alma había volado tan alto que al volver se mareó.
Amador le dio la mano y la llevó hasta un parterre de césped para sentarse
juntos. Le dio de beber agua. La luz sutil de la Esfera del Espíritu seguía
vibrando en ella. No podía hablar ni pensar. Él la contemplaba callado.
Las energías del mundo físico irrumpieron de forma abrupta en aquel
momento de ensueño. La mente de Alma empezó su discurso: «Ha sido
maravilloso, pero quizás no debiste abrazarlo. Podías haberte contenido. ¿De
verdad podías? Él está ilusionado. Y tú no sabes nada de lo que puede
suceder entre vosotros».
—¿Estás mejor, Alma?
—No sé qué ha pasado. Conozco tu alma, pero a ti no te conozco —ella
quiso poner distancia prudencial, porque en el mundo terrenal las cosas no
eran como en Gímaco.


Un solo ser
Estuvieron a punto de volver a abrazarse, pero se contuvieron. Sabían que si
lo hacían, volverían a convertirse en un solo ser inseparable hasta quién sabía
cuándo.


Experiencia mística
«También tenemos un origen de alma común».
Él le cogió las manos como si la hubiera oído. El más mínimo contacto de
sus dedos generaba el paraíso de nuevo. Los sentidos se despertaban. Alma
recordaba aquella sensación, pero la realidad superaba la reminiscencia de
forma incomparable.
Para Amador aquel edén era algo anhelado, pero tan olvidado que lo vivía
como por primera vez. Era algo más allá de la pasión y del deseo sexual. Las
sensaciones que Alma le despertaba eran una experiencia mística.
La miraba con devoción, la trataba con ternura. Ella era la diosa que tanto
había esperado. ¡Ella existía! Quizás la vida le había concedido el perdón por
sus pecados, al fin, en la mirada de una mujer pura llena de amor.


Cautela
«Ves despacio, Alma. Él no es quien recuerdas. Hace siete años que no sabes
nada de él. Su energía está gris, como si hubiera fumado durante años y la
oscuridad hubiera cubierto su corazón», cavilaba ella.
«Camina encorvado y no confía en sí mismo. Ha perdido autoestima.
Tiene tristeza en la mirada. Verlo tan abatido te causa ternura y ganas de
amarlo, pero ten cuidado. Hay una rabia en su interior que desea ser liberada
a gritos. Puede ser muy destructiva. Mira también en ti. Él es tu espejo».
Alma había rememorado en sueños la sombra de Amador, sus lobos
salvajes. Nunca había conocido a nadie, ni siquiera a ningún ser oscuro con
los que se habían enfrentado, que tuviera aquella fuerza mortal capaz de
arrasar con todo lo que se le pusiera por delante.
«También siente culpa, indignidad. Se dejó abatir por la dureza de su vida
lejos del Gran Espíritu, pero sonríe queriendo creer que todo está bien,
porque aún no es consciente de hasta qué punto necesita reconstruir su alma».


Amor propio
«Necesito autoestima para estar a la altura. Es tan bella. Tiene un corazón tan
puro. Y yo… Recuerdo con más persistencia lo que pasó. Vengo de un
pasado que no quiero recordar. Y ella es luz», pensaba él en su cama.


Reflexión
—Sí. Me gustaría vivir contigo el camino del Tao verdadero.
Ella sintió una vibración desde el alma hasta el cuerpo.
—Siento mis aguas como si fueran tus aguas. Tu corriente me lleva al
Cielo, Alma. Quiero seguir ese cauce.
Amador se sentía inspirado y ella no sabía qué contestar. Él expresaba
sentimientos nobles, aunque Alma también percibía la energía de un niño
herido necesitado de amor, más que la de un hombre capaz de ofrecerlo.
En su mirada, su expresión y la forma en que le había contado historias
hirientes de su vida, notaba que aún no estaba anclado en la Tierra, que se
aferraba engañado a la fantasía de un mundo donde el dolor no existía.
Tal era su sensibilidad que había protegido su corazón creando una vida
paralela irreal, pero al más mínimo roce a la susceptibilidad nacida de sus
heridas, saldría huyendo directo al laberinto infernal del inconsciente oculto.
—Alma, te siento como agua para mi sed. Llenas un vacío en mí que nada
ni nadie pudieron llenar. Entras en una parte de mí a la que solo yo puedo
acceder.
Aquellas declaraciones de amor eran profundas y al mismo tiempo Alma
las sintió tempranas. Él no la conocía ni ella a él. Abrazarse había sido una
vivencia extraordinaria de otra dimensión. Habían experimentado el paraíso
durante horas que volaron como segundos. Sí, algo inolvidable, pero ahora
eran humanos en la Tierra. Era importante darse tiempo para conocerse como
personas.
Se sentía abrumada con los mensajes de Amador, aunque supiera que no
buscaban comprometerla en nada. Alma conocía el Cielo y este no
concordaba mucho con lo que eran la Tierra ni los seres humanos en aquel
momento de la historia. Prudencia, sabiduría, madurez, sintió que eran
necesarias para andar juntos el camino de amor verdadero que se había
abierto ante ellos.


Subidas y bajadas
Sin decir nada, se saludaron con alegría en la mirada y se abrazaron.
El efecto de la unión que compartían los hacía inseparables. La atracción
magnética despertaba en ellos el anhelo de volver a ser uno. Cada abrazo era
un acercamiento a lo divino, el sosiego de estar juntos al fin, la paz en el alma
por encima de cualquier vicisitud existencial.
Luces de colores se extendieron en el cielo oscuro. A penas podían oír las
explosiones de los fuegos artificiales. Volvían a estar en otro mundo, su
mundo único, un mundo creado solo para ellos.
Rebasada la medianoche, las almas empujaron con fuerza ante la
resistencia que ambos ponían a la creciente cercanía. Sus caras se acariciaron.
Inevitable imán. Sus labios se acercaron. Sintieron el aliento mágico del otro.
Se besaron.
La traca final fue inaudible para ellos. La multitud se dispersó. El parque
se quedó vacío. La madrugada avanzó y los gorriones empezaron a cantar. El
libro Llamas Gemelas ardía de fuego divino.
El beso era tan infinito como el amor eterno que le daba vida. No era un
beso humano. Amador nunca había experimentado aquel éxtasis. Alma sabía
que existía porque su memoria estaba despierta, pero su corazón había pasado
muchos años anhelándolo porque tampoco lo había vivido.
Almas vírgenes en el amor empezaban a descubrirlo gracias al encuentro
con el otro y a la unión de la pareja sagrada. La luz del alba despuntó. El beso
se deshizo por sí solo. El abrazo se convirtió en manos unidas.
—Alma, nunca había sentido algo así. Tuve algunas parejas en mi vida,
pero nadie me llenó como tú.
Alma descendió de golpe a la Tierra. Había tocado el Cielo con él y de
repente le hablaba de otras personas con las que había estado, con las que se
había besado y… ¡no quería pensar más allá!
Por si fuera poco, él empezó a hablarle de su anterior relación, de lo
dañina que había sido, del posible embarazo, de cómo quiso que ella abortara,
de su etapa de fumar y beber, de los trabajos que perdió, de los estudios que
no acabó, de las peleas y depresiones.
Una sombra oscureció el corazón de Alma. ¿En qué clase de persona se
había convertido Amador? Había mantenido relaciones con una pareja para
luego querer que abortara. Había pasado años fumando y bebiendo, y sin
embargo negaba que hubiera sido una adicción. Mientras en el pasado ella se
había esforzado por avanzar contra viento y marea, sola y sin familia, él se
había acomodado en el victimismo y la indolencia.


Lo inesperado
Se dieron un beso en la mejilla. La energía entre ambos se había enfriado.
Cuando Alma llegó a palacio se puso a llorar: «Amador, mi Amador, ¿dónde
estás? ¿Adónde se fue el mundo que compartimos? ¿Por qué se ensució así
nuestra unión? ¡Éramos tan puros! Y ahora… Ahora eres otra persona. Ahora
puedes hacerme mucho daño».


Recorrer el camino
«Habla con Dios», le dijeron al sentir su desconsuelo.
—Madre, necesito tu guía. Me siento mal. Quizás debí contenerme. La
entrega del beso...
—Hija mía, está bien. Estás renaciendo. Todo a su tiempo.
—Sé que es Amador, pero tengo muchas dudas. ¿Realmente es él a quien
mi alma busca?
—Espera. Descansa. Fíjate bien en el camino. Una flor de loto blanca te
espera. Es un regalo de tus ancestros. Trae dicha y prosperidad.
—Alguien viene hacia mí. Veo la imagen del hombre que mi alma espera.
Es una silueta en sombra. ¡Es Amador!
Silencio. Confusión. Preguntas.
—Madre, sobre Amador, ¿qué he de saber?
—Es el hombre de tu vida.
—Ahora no lo veo. Tanta oscuridad que percibo y las enseñanzas sobre la
pureza…
—Date tiempo. Dale tiempo a él. Estáis hechos el uno para el otro.
—¿Cómo puedo saberlo por mí misma?
—Espera, recorre el camino, pronto lo caminaréis juntos de la mano
hacia un nuevo amanecer.


Bien mayor
—Los ideales me tuvieron engañada durante estos años y ahora me siento
triste. Pensé que él me buscaría y esperaría como yo a él. ¿Por qué sucedió
así?
—Ten paciencia, mi niña, todo tiene su causa para un bien mayor y las
señales del Cielo tienen su tiempo también.
—¿Es él mi verdadera llama gemela?
—Sí, es él. Tú misma lo sabrás.
—¿Por qué su karma está vinculado tan íntimamente a otras personas?
—Todo tiene una explicación. Cierre de ciclos. Empieza uno nuevo.
Confía en él. Te ama de verdad. Dale tiempo a transformarse. Es otra
frecuencia. Es un cambio fuerte para él.
—¿Y la enseñanza sagrada de preservar el cuerpo y el alma para la
persona que nos tienes destinada, la enseñanza de respetar lo más íntimo
propio y del otro hasta llegar a un compromiso verdadero?
—Es un momento caótico en el mundo, Alma. Volver a vivir de forma
sagrada en la Tierra llevará su tiempo. En eso consiste vuestra misión.
Ahora vivís la transición histórica de un nuevo comienzo, de nuevas
oportunidades de renacer, de crear uniones verdaderas.
—¿Y si Amador hubiera sido padre? ¿Qué sucede con los niños y la
ruptura de las familias?».
—En este tiempo se trata de un aprendizaje de integración. No importa la
forma, solo importa el amor, porque el amor verdadero genera nuevas
formas verdaderas. La clave de la vida está en lo invisible esencial.
—¿Cuál es mi camino, Madre?
—Ámalo como te ama él a ti. Es un niño bueno, tiene sus heridas como tú
las tuyas, pero puedes confiar en él. No es solo amor inicial, con el tiempo lo
verás.
—Madre, ¿por qué sentí «no es él» la primera vez que lo vi?
—Lo sabes bien, no lo mirabas con el ojo del alma. Ahora descansa, mi
niña. Siéntete bien. Vive lo que necesitas vivir y aprende de ello, solo eso. Te
abrazo mi corazón, mi cielo, mi hija. Espero grandes cosas de vosotros. Sí, él
está ahí para la misión. Me lo pediste y lo llevé a ti. Ánimo. Ten fuerza. Te
acompaño siempre.
—Gracias, Madre.
Alma se quedó dormida. El diario voló y se posó en la mesita de noche
junto a la flor de loto de cristal. Por la mañana, a pesar de la potente luz del
día que atravesó las cristaleras de la habitación, la joven siguió durmiendo
con profundidad. Cada sueño que tenía trataba de lo mismo: su vínculo con
Amador.


Matrimonio divino
Alma volvió a reflexionar sobre la importancia crucial de la pareja como pilar
de la existencia humana, como base de la familia y, por ello, de la sociedad.
El futuro del mundo dependía en inmensa medida de cómo se establecieran
las nuevas parejas y de cómo estas establecieran sus familias. Si se unían
desde el amor y hacia el amor, así sería el nuevo mundo.
Percibía que el siguiente paso evolutivo de la humanidad se dirigía hacia
una dirección: el reencuentro de las parejas sagradas creadas por Dios, que ya
eran un matrimonio divino desde el origen.
Tras el reencuentro, las parejas que estuvieran preparadas avanzarían hacia
la purificación necesaria para su armonización. De este modo podrían
despertar la energía divina que las unía para establecerla en el mundo
terrenal.
Lejos de las historias y los cuentos de hadas tradicionales, el romanticismo
de estas parejas trascendía lo conocido por la mayor parte de la humanidad,
pues se trataba de un romance glorioso caracterizado por la entrega a una
misión divina.
Romances de tal envergadura nada tenían que ver con los romances
terrenales, aunque también podían conllevar tintes de cenas con velas y
paseos a la luz de la luna. Los romances de las llamas gemelas reencontradas
y reconocidas entre ellas poseían la llama de la ternura, el éxtasis y el amor
más sublimes.
No obstante, vivir ese romanticismo celestial que caracterizaba a las
parejas divinas desde la esencia no era la meta por la que habían descendido
al plano terrestre. Su destino verdadero era una misión de gran envergadura,
algo sobre lo que Alma y su familia espiritual ya habían hablado en otras
ocasiones: traer el Cielo a la Tierra, difundir el amor verdadero en el mundo y
abrir camino a las nuevas oleadas de coramor, entre los que se encontraba la
multitudinaria generación pionera de llamas gemelas en servicio a la
humanidad.


Confiar
—Alma, al igual que os sucedió a Amador y a ti cuando adquiristeis la
base espiritual necesaria para realizar vuestra misión en la Tierra, esto es lo
que sucede ahora con vuestros compañeros y compañeras —resumió Madre.
—¿Base espiritual? ¡Si Amador no recuerda nada de Gímaco y yo estoy
llena de confusión!
—Es natural, Alma, sigue confiando. Forma parte de vuestro camino.
—Gracias por tus palabras, Madre, me aportan calma.
—Guíalo hasta que recuerde por sí mismo.
—Haré todo lo posible.


Recuerda quiénes sois
—Alma, por favor, cuida de mi hermano —le suplicó Fénix—. Cuando
regrese a Madrid, caeré en los velos del olvido de nuevo y no podré guiarlo
como he hecho en cierta medida hasta ahora.
—Aunque aún no estoy todo lo preparada que quisiera, haré cuanto esté en
mi mano, Fénix. La personalidad actual de Amador me remueve mucho.
—Lo sé, Alma, y lo siento, pero recuerda siempre quiénes sois el uno para
el otro, recuerda siempre la pureza que os une. El amor verdadero está por
encima de todo. Sabrás cómo andar este camino que os ha sido
encomendado.


Yo soy mi hogar
«Amador, te necesito tanto. Necesito tanto que despiertes. Vuelvo a estar sola
en este mundo. Tú eres mi hogar. Necesito dejar de necesitarte. Necesito
dejar de necesitar —Alma se hizo reír a sí misma en medio del drama
emocional que se esforzaba por evitar—. Yo soy mi familia. Yo soy mi
hogar. Mi familia está donde yo estoy. Mi hogar está donde yo estoy.
Amador…».


Sé que eres tú
«Hacía tanto tiempo que te esperaba. Sé que eres tú, aunque la duda persiste
en mi interior. No por tu pelo negro, ¡claro que no! Es porque estás tan
cubierto por el polvo mundano que no logro reconocerte».


Base espiritual
Volvió a levantarse, cogió el diario, lo pensó mejor y volvió a dejarlo sobre la
mesita. Prefirió dejar a Dios tranquilo con tantos vaivenes amorosos. Decidió
centrarse en cómo contribuir con su proceso de despertar a la prevención de
las calamidades del planeta.
Se sentía como una niña que necesitaba asentarse como mujer antes de
pensar en ninguna misión. Lo primero era fortalecer su base espiritual,
aunque era consciente de lo frágil que era todavía, pues con solo aparecer
Amador en su vida, emociones y vacíos de sí misma tan profundos que no
conocía habían hecho potente aparición.
«¿Cómo liberarme del miedo? Te amo tanto, Amador, y a la vez tengo
serias dudas de que podamos mantener una relación. ¿Es que acaso nos
hemos encontrado para tenerla? ¿Qué otro vínculo podríamos establecer con
este imán de amor que nos magnetiza de tal modo con solo mirarnos?
Contigo vivo el Cielo, aunque presiento que también viviré el infierno. Ese es
mi temor».


Alcanzar la eternidad
«¿Crees que podríamos reanudar algún día la relación que teníamos en
Gímaco? Aunque sé que al final las cosas se pusieron muy difíciles, allí al
menos contábamos con los maestros, las enseñanzas y la energía pura de la
Esfera del Espíritu. Aquí solo somos dos mortales perdidos en un mundo
caótico y oscuro, pero también tenemos a Dios».
Alma conversaba con Amador como si estuviera presente. En realidad
hablaba con su alma desde que supo quién era aquel joven taciturno de la
conferencia sobre el propósito de vida. Después se dirigió al Cielo:
«Te entrego mis preocupaciones y temores, Madre, te entrego mis dudas y
emociones. Te entrego el destino sagrado de nuestra relación».
Al dirigirse al Gran Espíritu, este le habló:
Alma, todo está bien.
Es tiempo de renovarte.
Sana las emociones putrefactas y los monstruos heridos
bajo la armadura contra el sufrimiento.
Corta el ego con tu espada de amor
y verás nacer una nueva mente brillante.
Las mariposas tienen alas,
vuelan sobre los campos en flor,
brilla el sol,
las hadas cantan.
El ruiseñor trina,
la nube blanca se posa sobre los pinos.
Descansa, disfruta, vive, salta, canta, ríe.
El sol de tu faro interior brilla grande.
Cuando salga iluminará el mundo.
Trasciende al ángel y al demonio de tu corazón.
Armoniza al sol y la luna de tu alma.
Conecta con las estrellas y el universo que te habitan.
De este modo alcanzarás la eternidad.


La llave de la luz
«La belleza de tu alma supera todas las lluvias del mundo. Quiero conocerte,
Alma. ¿Qué hay dentro de ti que me embarga de este modo? Tienes la llave
de una luz que no conocía, pero que puedo sentir cuando conecto contigo.
¿Quién eres? ¿Por qué llegas ahora, al fin, a mi vida?».


Juntos
Lo que más emocionó a Amador de la conversación fue que la mantuvieron
con las manos unidas sin saber cómo sucedió. Sus cuerpos se acercaban por
sí solos. Unían los pies, los brazos, las piernas. Aunque trataran de
contenerlos, cuando se distraían volvían a juntarse. Lo sentían tan natural
como si fueran mellizos en el hogar de su madre. Disfrutaban de la presencia
del otro, de estar juntos, de respirar juntos. Todo era paraíso en ellos.


Propósito de vida
Algo se movió dentro de él al sentir que su propósito de vida y el de ella
estaban conectados. No sabía qué ni cómo ni cuándo ni dónde ni por qué,
pero fuera lo que fuera, esa intuición hizo que le asomara un brillo acuoso en
la mirada.


Esencia y conexión
Alma lo miró a los ojos sintiendo la verdadera esencia de la familia y del
hogar y le dijo:
—Me conectas a la Tierra.
Él sintió que su corazón se abría y le contestó:
—Tú me conectas al Cielo.


Gratitud
—Es todo muy misterioso, Alma. ¿Quién eres?
—Cuando sepas quién eres tú, sabrás quién soy yo —emoticono con guiño
de ojo.
—Gracias por estar en mi vida.
—Gracias por estar juntos, Amador.


Plan supremo
Las parejas de coramor habían guardado la esperanza de poder descender
juntas a la Tierra, pero eso habría limitado la grandeza del plan del Gran
Espíritu, que había preparado las condiciones perfectas para la mayor
evolución de todos.

Lejanía
La desconexión con su hermano había desestabilizado a Amador, que miraba
la lluvia por la ventana deseando escapar de una familia donde no sentía el
amor como lo hacía con Alma. Ella llegaba a lo más hondo de su ser, abría
los sentimientos con cuidado, allanaba el camino con dulzura y llenaba de luz
cada recoveco moribundo de su alma.
Estar lejos de ella y sentir distancia con su hermano lo devolvió a su
antiguo mundo de bajas frecuencias depresivas. Eso fue lo que Alma sintió
como si fuera una emoción propia.


Todo está en ti
—Nos separa un abismo.
—Observa bien, Alma. De él te separa el mismo abismo que te separa de
ti.
—Es cierto. Él es mi espejo. Nuestra fusión solo puede suceder dentro de
mí.
—Ese es el verdadero camino de la pareja sagrada.


Prudencia
—Acércate al ángel, pero hazlo con cuidado —siseó la serpiente.
—¿Me hablas de Amador?
—¿De quién sino?
—¿Por qué he de tener cuidado? —Alma quiso extraer información sobre
la advertencia del reptil.
—Hay lobos vestidos con piel de oveja. Hay crueldad bajo la máscara de
la inocencia. Hay traición oculta en promesas de lealtad.
—Me asustas, serpiente.
—Alza la mirada, camina al frente, trasciende tus pruebas.
—Serpiente, si él es mi espejo, ¿qué dicen tus palabras de mí?
—¿Qué te dicen a ti, Alma?
—Que las energías que me habitan son lobos crueles traicioneros.
—Las oscuras, sí, pero también posees energías de un poder lumínico
superior.
—¿Cómo transformar la oscuridad que nos espejamos en luz?
—Si caminas en amor, tú misma lo experimentarás a su lado.
—Eso si vuelve a aparecer.
—Todavía sois niños sin base espiritual firme, volubles, inestables.
—Tanto que le esperé con mi corazón puro para él y nada más conocernos
lo llenó de sórdidas historias.
—Dejaste de sentirte especial para él.
—Sí, serpiente —a Alma se le pusieron los ojos rojos.
—Dudaste de su amor verdadero.
Alma asintió. El repicar de la lluvia en su paraguas era agradable. El bajo
de su vestido se había mojado. El paisaje se había tornado de un verde
grisáceo.
—Sentiste que quizás debías esperar a otra vida, porque él no te había
esperado en esta.
—Sé que cada uno necesita vivir sus experiencias, serpiente. Está bien.
Así debe ser.
—Así es, Alma.
—Lo que sucede es que el estado en que lo encontré hace que me
replantee cuál es en verdad el camino que nos corresponde llevar juntos.
—Él aún está lejos de donde tú estás.
—¿En qué sentido?
—Es como este Ángel Caído. El ego le impide verse a sí mismo. Así no
puede despertar.
—Verse a uno mismo no es fácil. Requiere amor propio y valor.
—También humildad.
—Yo no tengo ninguna de esas cualidades, serpiente, pero el Gran
Espíritu me ha concedido poder verme a mí misma, cada vez más. ¿Por qué?
—Por tu sinceridad, por tu fe, por tu voluntad de transformación.
—¿Qué harías en mi lugar? Reconozco su alma, pero no a la persona en la
que se ha convertido. Ahora parece de un mundo muy distinto al mío.
—Seguiría reptando por mi camino —hizo reír a Alma.
—Está bien. Eso haré. Muchas gracias por tus palabras y por tu buena
compañía.
—Aquí tienes una amiga, Alma. Ya sabes dónde estoy: ayudando a que tu
ángel se libere de las pieles que le sobran.
—¡Hasta pronto, amiga!
—¡Hasta pronto, Alma!

Alma entregada
Al llegar a palacio oyó el sonido de su móvil. Cuando lo cogió vio una
llamada de Amador y un mensaje:
—Hoy he soñado contigo. Tenías la llave que mi alma busca.
Al ver que Alma estaba en línea, volvió a llamarla por teléfono.
—Hola, Amador.
—Hola, Alma. ¿Podemos vernos? Necesito hablar contigo.
Alma dudó, porque no quería promover la actitud que percibía en él de
aparecer y desaparecer a su antojo mientras ella estaba siempre ahí, pero no
quiso cerrarle las puertas. Conocía la fragilidad de su corazón.
—Sí —decidió al final.
Quedaron después de comer, dentro del palacio, un lugar que les parecía
ideal para los días de lluvia. Como presagio de purificación, el agua del cielo
iba depurando la ciudad de la contaminación acumulada.
Al encontrarse de nuevo frente a frente, no supieron cómo saludarse, pero
el alma se entregó sin pensar. Mirada divina. Abrazo de Cielo. Besos de
amantes que se han añorado durante una eternidad.
Sentían unos pocos días separados como un tiempo interminable. Los
corazones vibraban y se unían por sí solos. Se besaban con avidez, como si
cada beso fuera una última gota de agua en el desierto.
Se inspiraban, se llenaban del amor del otro, se miraban a los ojos con
brillo de felicidad y gratitud. Acariciaban y besaban cada ínfima parte de sus
rostros sintiendo al otro como el ser más divino sobre la faz de la Tierra.
—Cuando me abrazas me siento en casa.
—Tienes tanto amor. Eres puro amor, Alma.


Somos uno
La tarde cayó con las lluvias. Seguían a solas. El cielo se oscureció. Las luces
de las farolas iluminaron el palacio.
—Alma, estos días he pensado mucho en ti, en nosotros. No sé qué forma
debe tomar lo que nos une. Solo sé que es algo único. Eres quien llena el
vacío que me ha acompañado siempre. No hay palabras para describir esta
sensación de ser uno. Eres mi mujer, Alma, mi verdadera mujer.
Ella se quedó sin habla, no por sus palabras, sino por la energía que
emanaba de él al pronunciarlas. Sintió la gracia del Cielo cuidando de ellos y
de lo más precioso que tenían: su unión divina.
Alma sabía que nada ni nadie pueden llenar el vacío interior que siente un
ser humano desconectado de su verdadera esencia. La mayor parte de la
humanidad vivía buscando llenar ese vacío a través de lo externo y se perdía
en un laberinto de insatisfacción donde la única salida posible era el retorno a
uno mismo.
También ella lidiaba con su propio vacío, pero conocía el camino de
regreso al corazón verdadero y estaba dispuesta a todo no solo para llegar
hasta el final, sino para acompañar en él a quienes la vida pusiera en su
camino y estuvieran destinados a ello.
De todos modos, comprendía lo que quería decir Amador. Aunque la
causa real de su vacío radicaba en la desconexión de sí mismo —lo que
también imposibilitaba que pudiera conectarse a ella con plenitud—, el
reencuentro había activado las memorias de ser uno con ella y con la vida.
Ella también sentía la conexión con la divinidad cuando se fusionaba con
él, porque él era ella, él era su espejo absoluto tanto para lo celestial como
para lo infernal que los habitaba, como seres humanos que eran en el tiempo
histórico que los atravesaba.
«Eres mi mujer, Alma, mi verdadera mujer», oyó en los ecos de la
memoria.
—También siento que somos uno, Amador.
11
PROPOSICIÓN
Gracias, Dios,
por permitirme conocer este amor.
Lucha interna
—Alma, sobre la forma que ha de tomar lo que hay entre nosotros… He
pensado sobre ello y quería decir que… Bueno, ya sabes que te quiero.
—Yo también te quiero, Amador.
—Nunca había sentido algo así. Y podría ser que, si tú quieres,
podríamos… Bueno… Podríamos casarnos.
Amador hablaba hacia el horizonte con la mirada perdida. No la miraba de
frente. Ella estaba de pie a su lado. Observaban la lluvia. A pesar del
temporal estaban a casi cuarenta grados.
Alma siempre había soñado que una declaración de tal magnitud estuviera
llena de fuerza y romanticismo. Ideales. La realidad era que Amador poco la
miraba a los ojos, perdido en su desconexión vital, y más que pedirle con
todo su corazón que pasaran la vida juntos, lo expresó como un comentario
casual lleno de inseguridad y titubeos.
La energía era débil, pero Alma comprendía el momento que él estaba
pasando. También era consciente de la inestabilidad que el espejo de ella le
despertaba ante los muros y máscaras construidos durante tantos años. Por
todo ello, obvió lo superficial, y se concentró en el amor verdadero que
subyacía a la proposición de Amador.
—De alguna manera siento como si ya estuviéramos casados —le confesó
ella.
—¿De verdad?
—Sí. No me siento tu amiga ni tu novia ni ninguno de los roles que
existen en este mundo para un hombre y una mujer que se aman. Siento como
si ya fuéramos un matrimonio.
—Alma… ¿Entonces cuál es tu respuesta?
Ella estaba todavía en medio de una lucha interna. Amador recién iniciaba
una búsqueda interior para encontrarse a sí mismo. Todavía no sabía quién
era ni hacia dónde iba. Tampoco había empezado un trabajo personal con sus
zonas oscuras.
Hasta entonces había vivido la mayor parte de sus experiencias basándose
en sus opiniones, creencias, autoengaños del ego. Cometía errores morales y
volvía a repetirlos, porque no reflexionaba con profundidad sobre sí mismo ni
tenía interés acérrimo en crearse un camino de vida recto.
La forma banal en que había hablado a Alma de sus relaciones, de su
comportamiento con otras mujeres, de un asunto serio como el aborto, no era
algo que pasara desapercibido para la joven.
Al contrario, aquello constituía abundante abono para una siembra de
dificultades. Si él vivía la vida desde su visión como víctima de cualquier
tipo de relación y circunstancia, ¿qué sucedería cuando ellos tuvieran sus
diferencias como pareja?
En esos momentos él se mostraba abierto, entregado y servil hacia el amor
que lo alimentaba, pero si ya le había hecho daño sin ser consciente al
hablarle de la oscuridad de su pasado y de otras mujeres rompiendo de forma
ciega uno de los momentos más bellos que habían vivido juntos, el beso en la
noche de las profecías, ¿qué otros daños podría causarle desde la
inconsciencia?
Las reflexiones de Alma no trataban de miedos ni preocupaciones ni
anticipaciones, sino de una lectura energética tan nítida como cada gota de
lluvia que veía caer. Era una lucha interna en toda regla entre el «sí» y el
«no».
El «sí» porque lo amaba con todo su corazón, porque sabía que él era
quien tanto había esperado, porque la vida cobraba brillo con solo saber que
existía, porque los momentos de conexión la llenaban de un amor insólito en
el mundo terrenal, porque junto a él accedía a una fuerza capaz de realizar
cualquier misión vital.
El «no» porque lo había encontrado en un momento de su vida de patente
inmadurez emocional y espiritual, además de otros pesos serios que no
lograba identificar aún. Cuando imaginaba adentrarse en ello, sentía que se
metía en arenas movedizas fangosas y oscuras de las que le sería muy difícil
salir. Así se lo mostraba la clarividencia en imágenes una y otra vez.


Pasos previos
Ella fue sincera y le habló de lo que sentía, de forma que no se sintiera
dañado sino todo lo contrario, pues él era su gran amor cósmico, lo sabía. Le
habló de lo que sentía por él y de su lucha interior ante el camino que
percibía que aún les quedaba por delante.
Si querían ser un equipo unido y caminar juntos en la vida, había pasos
previos que dar: solidez, compromiso, purificación. Solo así podrían dar vida
a la expresión del amor que se profesaban y los unía desde la esencia.
—Lo entiendo, Alma. Tú ya estás muy encaminada en tu destino. Sabes lo
que quieres y tienes recursos para lograrlo. Yo aún no sé cuál es mi camino.
Lo único que sé es que eres lo más puro y verdadero que he conocido en este
mundo.
Amador seguía sin mirarla. Parte de su corazón estaba en otro lugar.
—Necesito elevar mi autoestima para estar a la altura —él dejó fluir sus
pensamientos como si hablara consigo mismo.
Alma tenía clara la enseñanza de que si uno no se ama a sí mismo
tampoco puede amar a los demás. Pensaba en ello no solo por la falta de
autoestima de Amador, sino también por la suya propia. Que estuviera
transitando un camino espiritual verdadero no era sinónimo de elevación
interna. Era consciente de sus heridas todavía abiertas y de la sombra de
lobos que podían despertar en ella.
—No tengo estudios superiores, no tengo trabajo, vivo en casa de mis
padres y no sé cuál es mi camino. Lo único verdadero que hay en mi vida
eres tú, Alma, y el amor que siento por ti.
Amador hablaba midiendo cada una de sus palabras. Entre frase y frase
dejaba silencios tan extensos que Alma pensaba que ya había acabado de
hablar, pero cuando ella iba a decir algo, él proseguía.
Era algo peculiar en su forma de expresarse que había observado desde
que se conocieron, como si algún secreto propio o familiar bloqueara la
energía de su comunicación. En Gímaco, vinculado con las energías de la
Esfera del Espíritu, no le sucedía.
Alma lo escuchaba con atención. Aquellas percepciones sobre él pasaban
raudas sin buscarlas, como chispas energéticas con multitud de información
acerca de su aura.
—He sentido más contigo en media hora que en todas mis relaciones
anteriores.
«Error. Mec-mec. Este chico no se da cuenta. ¡Amador, despierta! Te estás
declarando. ¡Estás pidiendo matrimonio al amor de tu vida! ¿Y le hablas de
comparaciones con mujeres de tu pasado? ¿Esto está pasando de verdad?».
Cada vez que él elevaba a Alma con un amor en mayúsculas, de repente la
dejaba caer de forma abrupta, desde el cielo hasta una tierra de cristales
cortantes. ¿Qué podía contestar ante la gran pregunta?

Madurez
El sonido de la lluvia sobre las cristaleras del palacio transparente los acogía
en una cueva de intimidad. Ante su propuesta de matrimonio, Amador no
tenía prisa por escuchar la respuesta. Quería respirar el momento con
esperanza y calma, aunque los argumentos atropellaban a sus intenciones.
—Sé que somos muy jóvenes, que apenas nos conocemos, pero también sé
que eres tú y cuando uno está seguro, ¿por qué esperar?
—¿Por qué esperar? —al fin Alma habló—. Porque aunque sepamos
quiénes somos el uno para el otro, se trata de tener la madurez necesaria para
avanzar juntos pase lo que pase y mantener un compromiso tan sagrado como
el matrimonio.
—Yo soy maduro, Alma, o por lo menos lo intento.
La sonrisa de él era la expresión ingenua de un niño perdido que todavía
no se conocía a sí mismo ni tampoco sus límites humanos. Y su mirada era la
revelación de un joven con ideales amorosos en un mundo de fantasía, que no
era consciente de los desafíos del mundo real.


Llave de retorno
—Hoy he soñado contigo. Tenías la llave que mi alma busca —repitió
como le había escrito.
—Hay sueños con mensajes enigmáticos.
La energía que se generaba entre ellos hacía pensar a Alma que, quizás, lo
que la había llevado a la Tierra en búsqueda de Amador no incluía mantener
una relación de pareja con él, sino tan solo guiarlo hasta esa llave soñada para
que pudiera volver a casa. Esa era la misión sagrada.
Tenía claro que ella no era su salvadora, aquel rol que tanto daño había
hecho en las relaciones humanas, basado en la pretensión de ayudar a una
supuesta víctima indefensa. No. Amador era un ser con poder divino propio.
La única diferencia entre ambos era que ella recordaba la llave y el camino
de retorno al hogar y él todavía no. ¿Por qué? Eso no era lo importante. No
había protagonismos ni mejores ni peores. El único protagonista verdadero de
los libros, de la historia de los coramor y de sus misiones no eran ni él ni ella,
sino el Gran Espíritu.
Quizás en otra vida jugarían roles inversos para adquirir nuevos
aprendizajes mediante la experiencia vital en el planeta. ¿Quién podía
saberlo? Lo esencial era que estaban llamados a realizar un camino de amor
humanitario, junto con un inmenso grupo de almas que habían resuelto
despertarse entre ellas para cumplir el plan acordado con la divinidad.


Ser uno
Habían hecho un compromiso sagrado con el Cielo, más importante que
cualquier otro tipo de experiencia que desearan vivir en la Tierra. Alma
pensaba cómo podían llevarlo a cabo, cuál era el siguiente paso correcto que
debía dar con Amador.
Si su relación no estaba destinada a fructificar como pareja y se separaban,
¿cómo lo guiaría hasta la llave que abriera de nuevo la puerta de su esencia?
Y a la vez, ¿cómo ser amigos si el imán que los unía era irrefrenable?
No existía fuerza en el universo que pudiera mantener la distancia entre
ellos, porque precisamente estaban unidos por el mayor poder cósmico: el
amor divino que los creó como centella celestial.
Eran uno. Nada podía separarlos y mucho menos la lejanía física, que tan
solo era ilusión ficticia en la gran obra de la divinidad. Podían vivir en
planetas distintos, en galaxias antipódicas y en dimensiones paralelas, pero
seguirían siendo uno en espíritu.


Matrimonio
Alma decidió escuchar su intuición. Sabía que ni Padre ni Madre y ni siquiera
el Gran Espíritu le dirían qué le convenía hacer ante una decisión que
afectaría al resto de su vida. Ellos sabían cuán sagrado era el voto de
matrimonio en el mundo espiritual. Solo Alma podía elegir su destino.
En Gímaco les habían hablado del casamiento, de la importancia de
conocer a la persona durante un tiempo, de ser prudente en caso de dudas, de
asumir que «en lo bueno y en lo malo» implicaba aceptar las pruebas que
pudieran caer sobre la relación, de la necesidad de contar con una base
importante de fe para superarlas.
El matrimonio no consistía solo en una relación romántica de dos personas
con proyectos comunes, sino que era un camino hacia la santidad como un
equipo unido, ideado por la sabiduría de la creación.
Por encima de tantas voces que oía en su interior, Alma sintió la respuesta
vibrar en su pecho:
—Sí, Amador, casarnos sería maravilloso. Caminemos juntos y veamos
adónde nos lleva el camino.
Él la abrazó y ella se dejó llevar. Cada vez que se unían se desprendían de
todas las cargas del mundo y flotaban de nuevo en el paraíso.


Corazón con corazón
A pesar de la batalla interior de Alma ante los obstáculos que percibía como
grandes rocas en el camino, confiaba en el poder de su vínculo, en el destino
que los había vuelto a unir, en la misión conjunta que habían pactado realizar.
La joven tenía fe en que el camino espiritual que había transitado desde su
llegada a Gímaco la ayudaría a llevar a buen puerto las pruebas a las que se
enfrentaría con Amador, el mayor espejo que la vida le podía proporcionar,
su llama de amor.
No podía ser solo su amiga con aquel magnetismo físico que los atraía
como un hechizo. Era imposible. Tampoco se imaginaba siendo su novia
durante años por el mismo motivo: le resultaba antinatural. Ellos ya eran un
matrimonio en el Cielo. La cuestión era alinearse con su esencia para serlo
también en la Tierra.
La unión álmica que compartían los llevaba a una poderosa llamada de ser
uno en la intimidad del cuerpo. Más allá del deseo físico humano, se trataba
de un deseo pasional de unión divina.
Se besaron en medio de una noche solitaria que llenaron de luz con sus
almas ardientes. Cuando conectaban de verdad, desaparecían las
personalidades, las heridas, las preocupaciones. Eran solo ellos. Corazón con
corazón.
—Alma, te amo.
—Yo también te amo.
—Siento tanto deseo de ti. Quiero respetarte, cuidarte —Amador se
sorprendió de las sensaciones que nacían de lo más puro de su amor.
—Yo también a ti.


Distintos planos
Los discípulos de Gímaco se sobresaltaron. Los maestros comprendieron:
Luna había muerto.
Tu alma ha dejado la Tierra en el día de la profecía. Tu corazón sanó la
historia familiar con gran honor y dejó de latir para cumplir un cometido
mayor.
Luna estaba impactada. Se incorporó entre lágrimas para escuchar a
Espejo con firmeza. Ante todo ella era una coramor.
Eres la llama gemela del ave del sol. La misión de Fénix requiere que lo
guíes desde este plano superior, porque también esa es tu misión.
La energía humana está todavía estancada en viejos patrones. Amador
tiene un papel fundamental que cumplir y para ello requiere el pilar de su
hermano mayor.
A su vez Fénix te necesita como fuente de unión con el mundo espiritual.
Por la evolución de su alma, este es el modo de mayor conexión con lo divino
al que puede acceder: a través de ti.
Luna se arrodilló ante Espejo, como muestra de respeto ante la misión que
le había encomendado el Gran Espíritu. La responsabilidad hacia el porvenir
de la humanidad y el destino de su amado trascendía por completo el
imperioso anhelo de estar con él.


Duro golpe
La joven se levantó, hizo una reverencia y miró a la Gran Madre. Ella se
dirigió a Luna y la abrazó con gran amor. Hacía tiempo que Madre había
relajado las formas de solemne cortesía y se mostraba como una auténtica
madre para aquellos niños y niñas de Dios.
Ambas mujeres se dieron la mano y se giraron hacia una nueva luz
proyectada por Espejo. El cristal mágico les mostró lo que estaba sucediendo
en esos momentos. Era el velatorio de Luna. Sus padres lloraban de la mano,
reconciliados con la vida, pero con un gran peso por la muerte de su hija.
Qué bella y pura era. Cuánto había sufrido. Cuánta compasión les había
enseñado con su amor incondicional. Solo el amor verdadero podía sanar
cualquier circunstancia humana y el amor de Luna lo hizo.
La tragedia de un linaje había sido bendecida por una niña que se mantuvo
pura a pesar de los abusos y humillaciones que padeció en el seno de su
familia. En espíritu seguía siendo tan virgen y cristalina como el Gran
Espíritu la había creado.
La joven coramor pasó la noche llorando. Tanto tiempo añorando a Fénix
en la universidad y, cuando al fin se reencontraban, sobrevenía el duro golpe
de su muerte, que los separaba de nuevo entre el Cielo y la Tierra.
Aquel suceso fue lo que afectó a la adaptación de Fénix a la Tierra. Una
parte de su alma, Luna, seguía en el hogar mágico, para conectarlo y guiarlo
con fuerza a la Esfera del Espíritu. Ambos necesitarían tiempo para
estabilizar el nuevo estado de sus energías.


Telepatía
Él no había dicho nada a su hermano, pero cuando le mencionó a las diosas,
algo en su interior se removió como si se le hubiera roto el corazón.
«Despertar, sí, es eso. Necesito despertar. No logro conectar conmigo mismo.
Siento que mi corazón se ha hecho de piedra», fueron sus pensamientos.
Ese era el motivo de la desunión consigo mismo. Durante la adaptación a
la Tierra, se había alejado de Luna, su anclaje con la completitud del amor.
Cuando Amador lo dejó a solas tras aquella conversación donde le había
dicho: «He conocido a mi diosa», Fénix empezó a añorar a la suya.
Gracias a aquel sentimiento de nostalgia, Luna pudo empezar a conectar
con él, algo que para Fénix fue natural desde el inicio. La primera conexión
telepática con ella lo tuvo noches llorando a solas.
—Mi amor, existo de verdad. Soy parte de ti. Eres parte de mí. Cuando me
eches de menos, recuerda que te amo. Donde estoy también duele la
separación, pero un día traspasaremos la matriz del espacio y del tiempo, y
volveremos a estar unidos de nuevo, como la chispa de luz original que
siempre fuimos y que somos. Mientras esa iluminación se manifiesta,
cumpliremos la misión que nos ha sido encomendada y seguiremos siempre
juntos, Fénix. Tú y yo.
—Mi diosa, ¿cómo voy a soportar este mundo sin ti? Te recuerdo y te
siento como si estuvieras aquí. Luna, mi amor, no sé si podré. Es grande la
misión y duro vivir lejos de ti. Sé que estamos unidos, pero necesito
aprender. Ayúdame, Luna. Estoy perdido sin tu mirada. Siento mi corazón
abatido. Solo deseo irme de aquí y volver junto a ti. Mi vida aquí no tiene
sentido. Me desconecto de la Tierra. Mi alma vuela a buscarte. ¿Qué hago
aquí solo sin tu amor?
Luna le envió una cálida energía que lo envolvió. Se sintió abrazado y el
consuelo serenó sus ganas de morir.
—Fénix, eres valiente, eres fuerte, eres luz. Llámame siempre que me
necesites. Vivo en ti. Vives en mí. Nos amaremos de otra forma. No importa
el modo, solo importa la unión.
—Gracias por existir, mi bella Luna.
—Gracias también a ti, mi bello amor.


Instinto terrenal y celestial
Caminando por el parque, Alma notaba en su propio cuerpo el deseo de
Amador hacia ella. Sabía que era de él, porque tenía un componente
instintivo terrenal y en ella se despertaba a partir del instinto celeste: el amor.
Cuando el ser humano estaba conectado con la divinidad, el llamado del
cuerpo nacía del afecto verdadero. El origen de la pasión procedía entonces
del sentimiento puro hacia el ser amado. Era una energía que se movía desde
la quietud de un éxtasis que podía provenir del más leve pensamiento de
amor, la más fugaz mirada sincera o la combustión álmica creadora de un
fuego universal, que llevaba a la fusión con el más allá.
En cambio, la sexualidad terrenal entre seres humanos alejados de la
divinidad y aferrados a los planos mundanos era más física y limitada. Lo que
percibía de Amador era una mezcla entre ambas, porque también estaba
colmado del erotismo pasional que se le despertaba con solo sentir que ella lo
amaba.
Amador no pudo contenerse. Detuvo sus pasos y la abrazó. Le acarició la
cara, besó la comisura de sus labios y pegó su cuerpo al de ella. El fuego
creció, sentía una hoguera en su interior, un arrobamiento que le resultaba
difícil contener.
—Alma… Te deseo tanto.
Ella se apartó con suavidad.
—Lo siento —él también se alejó para calmar el fuego—, estoy yendo
muy deprisa.


Sexualidad sagrada
—Amador, quiero decirte algo.
—Dime, Alma.
—Es sobre el sexo. Aunque pueda sonarte anticuado o sin fundamento,
quiero esperar hasta que nos casemos.
—Mi querida Alma, lo que me une a ti está por encima de todas las cosas.
—¿Entonces te parece bien?
—Por supuesto lo respeto, aunque yo pienso distinto. Si hay atracción,
¿por qué no vivirla?
—Cuando uno siente amor auténtico, con el tiempo ese amor va
enseñando la forma verdadera de vivirlo.
—No me importa esperar. En realidad solo quiero estar contigo, de la
forma que sea. Háblame más, Alma.
—Durante muchos años te he recordado, Amador; he llorado por no saber
dónde estabas; te he amado con la certeza de que existías; te he buscado y en
ocasiones me he equivocado al creer haberte encontrado. A veces la nostalgia
me destrozaba el corazón.
—Alma…
A Amador se le humedecieron los ojos. Él había sentido algo parecido,
aunque no la recordó con tanta fuerza como le había sucedido a ella. Dio
gracias porque de haber sido así no lo habría soportado. Ya bastante doloroso
le fue convivir con aquel vacío latente.
—Durante todo ese tiempo aparecieron otras personas en mi vida, pero en
seguida me daba cuenta de que no eras tú y mi cuerpo permanecía en espera.
Alguna vez llegué a pensar que me sucedía algo extraño, porque veía cómo la
mayoría de personas actuaban de otro modo en su vida sexual; pero era mi
alma la que permanecía cerrada, por lo que mi cuerpo también lo estaba. Y
ahora que nos hemos encontrado siento un deseo que nunca conocí, que
proviene del amor que me despiertas.
Alma lo cogió de la mano y lo miró a los ojos.
—Con solo pensar que existes siento vibrar todo mi ser. Y mi cuerpo
también vibra. El amor verdadero es lo que me abre a ti.
Al escuchar esas palabras, la energía de Amador empezó a cambiar y a
mimetizarse con la de ella. Se volvió más pura y sutil. Podía comprender otro
sentido de la sexualidad que no había experimentado antes.


Entregar el cuerpo
—Me siento como una sabandija —dijo él sin más.
—¿Por qué dices eso?
—Porque para mí el sexo era como comer pipas, pero contigo siento lo
que jamás sentí con solo mirarte.
—¿Comer pipas? —a Alma no le sentó bien oír aquella comparación
salida de él.
—Bueno, ya me entiendes, es una forma de hablar. En mis relaciones
siempre me he entregado, pero solo he recibido palos.
«¿Ya me entiendes?». Sí, podía comprender, pero no compartir. La
entrega del cuerpo era algo tan sagrado para Alma que le afectaba ver que
Amador había olvidado las enseñanzas de Gímaco hasta ese punto. Sintió de
nuevo la distancia que los separaba.
—Amador, las relaciones son un espejo de lo que lo que llevamos dentro.
Hay algo de ti mismo en lo que quizás todavía no te has adentrado.
—¿A qué te refieres?
—Dices que solo has recibido palos, pero nadie es víctima de nadie si uno
no lo permite. Tú tienes tu poder. Si has recibido daño, tal vez también lo has
causado, aunque haya sido sin ser consciente de ello.
—No sé, puede ser.
—De todas formas, me gustaría volver a nuestro presente.
—Sí, hablo demasiado de mi pasado.


Comparación
A Alma le dolía, le chirriaba, le rompía la pureza de su mundo interior con él
que comparara tan a menudo lo bello que tenían juntos con otras mujeres
sobre las que hablaba de ese modo. Si no respetaba a sus anteriores
relaciones, ¿cómo iba a hacerlo con ella?
—La sexualidad es sagrada, Amador, es la fuente de la vida, pero los
humanos estamos tan desconectados de nosotros mismos que hemos
mancillado lo más puro y bello que existe.
Él la miró con afán de aferrarse a la energía verdadera que emanaba de sus
palabras. Quería poseer lo que Alma atesoraba y que no había encontrado en
él todavía.


Orden natural
—Más allá de creencias o conceptos religiosos, hay un orden natural en la
relación de pareja entre hombre y mujer.
—Como hay un orden natural en las estaciones: primavera, verano,
otoño…
—Eso decían mis padres.
—¿Fueron ellos quienes te hablaron de la importancia del matrimonio
antes de entregarse a otra persona?
—Ellos aprendieron de su propia experiencia y la compartieron conmigo,
sí, aunque también recordé esa verdad gracias a maestros espirituales que me
mostraron el camino con su virtud.
—Pero, Alma, ¡hoy día eso es imposible!
—Solo necesitamos despertar nuestro corazón.
—De ser verdad lo que dices, me sentiría muy culpable.
—No, Amador, la culpa no es amor. Las vivencias que tenemos nos
enseñan y pueden conducirnos hacia lo verdadero si nos abrimos al
aprendizaje que nos muestran.
—¿Pero por qué esperar a casarse? Si ya está el amor, ¿qué más hace
falta?
—Un compromiso sincero para hacer crecer ese amor más allá de
cualquier obstáculo. La vida está llena de retos. Sin una base de firme
compromiso, por más amor que haya entre dos personas, este puede caer
derrumbado como un castillo de sueños irrealizados.
—Un compromiso sincero —Amador se adentró en la profundidad que
percibía.
—Y fe.
—¿Fe?
—Fe en ese algo superior que nos guía a todos. Fe en que cuando los
problemas y las dificultades nos superen, podremos entregárselos a Dios, al
Amor, al Universo o como prefieras llamarlo, para que esa gran energía
suprema responda a nuestro llamado, acceda a nuestros corazones y actúe en
pos de un bien mayor. A donde no lleguemos nosotros llegará la mano divina,
en la que depositaremos el buen destino de nuestro matrimonio.
—Mi hermano Fénix me hablaba así. Quizás conoció maestros como los
tuyos o quizás siempre lo sintió así. Pensaré sobre ello, Alma.


Más allá de cualquier prueba
Para Amador el mundo de ella era muy distinto al suyo. Por su parte, Alma
deseaba sentirlo más cerca, sin necesidad de explicarle lo que había olvidado
desde su llegada a la Tierra, porque no quería verlo como a un hijo ni a un
alumno, sino como a su futuro marido.
Los velos cegadores de Amador la preocupaban, porque generaban una
manifiesta distancia entre ellos. Había conexión en el Cielo, pero aún no en la
Tierra. Decidió tener paciencia, darle tiempo a despertar por sí mismo,
aunque sabía que no iba a ser fácil. Anhelaba al hombre que llevaba dentro,
pero todavía lo sentía como a un niño perdido.
Ella tenía heridas de niña, pero se trataba de algo distinto: él se había
desconectado de la pureza y de la verdad con los velos del olvido; ella seguía
conectada a un camino en el que iba recordando poco a poco.
Más allá de cualquier prueba que tuvieran que enfrentar, lo amaba con
toda su alma y tenía fe. Era una fe que, a pesar de los vaivenes humanos,
siempre resurgía poderosa, cada vez con más fuerza.


Pureza que sana
A Sanador no le importaban los horarios, al contrario, el problema sería cómo
sobrellevar los fines de semana sin ver a Cristal. La inocencia de ella lo
conectaba con la propia y su mirada pura lo ayudaba a observarse con esa
misma mirada limpia que lo redimía del tormento de sus pecados.
Junto a Cristal se aceleraban sus procesos internos de despertar.
Liberación del peso de la culpa. Conexión con el amor. Arrepentimiento
sincero: «Veo lo que hice, lo siento de corazón, transformo y compenso,
renazco y me encamino de nuevo a la luz».


Ganas de vivir
Sanador había encontrado el hogar y la luz del amor cuando conoció a
Cristal. Y ella empezó a querer vivir cuando lo conoció a él. De nuevo, no
importaba la forma, solo el amor.


Amistad
—Podéis ser amigos durante unos meses —le sugirió Padre, conocedor de
los tiempos y procesos energéticos en las relaciones de pareja, no solo por su
recorrido vital acompañando a cientos de seres en su camino, sino sobre todo
por experiencia propia, que era lo que le otorgaba el grado de sabiduría.
—Sí, Padre. La amistad es lo primero —suspiró Alma—. Es muy
complicado para mí. No sabría explicarlo.
—Y no es necesario, Alma —le sonrió Madre con tierno cariño para
tranquilizarla—. Nosotros pasamos por lo mismo. La atracción magnética
irresistible, no como algo del mundo físico, sino como algo espiritual: la
propia esencia deseando despertar por completo a través de la fusión con el
otro.
—Sí, Madre —lágrimas aparecieron en sus ojos.
Alma se sentía comprendida y acompañada por aquellos seres grandiosos,
llamas gemelas pioneras en el arduo camino de apertura al amor verdadero en
tiempos oscuros.
La breve conversación alineó sus energías de nuevo. Con Padre y Madre
no era necesario entrar en detalles. Los mensajes eran sencillos, directos,
esenciales. Pocas palabras certeras movían ingentes cantidades de luz pura
que la orientaban de nuevo.


Sentimientos ocultos
Al colgar, a él se le hizo un nudo en el estómago. Los síntomas del cuerpo
eran inmunes al autoengaño mental, pero se aferró con desespero a la
autoprotección de su ego: «Tienes su amor. Ella siempre está ahí. Quédate
quieto».
¿Por qué? Porque estaba muerto de miedo, un temor que lo había tenido
tres noches con insomnio. ¿Miedo a qué? A no estar a la altura, a no
merecerla, a que Alma lo rechazara, a mostrar los sentimientos de otro mundo
que ella le despertaba, a que la relación fracasara, a un amor tan grande que
lo desestabilizaba porque tan pronto flotaba en el cielo con la presencia de
ella como de golpe caía a pozos oscuros en momentos de soledad.
Lo triste para ambos era que aún no tenía el valor de ser franco ni consigo
mismo ni con ella. No se daba cuenta de que bloquear la verdad era profanar
el amor y con ello abocarse a una existencia de sufrimiento.
Alma intuyó que el detonante de aquella actitud fue lo sucedido la última
noche que estuvieron juntos: la unión física de ambos, la conversación sobre
el matrimonio, los planes de futuro.
Demasiado amor, demasiada luz, demasiada felicidad para alguien que no
se sentía merecedor, porque todavía le pesaban las toneladas de culpa
consciente e inconsciente que acarreaba de su pasado.


La cárcel de lo conocido
Las hadas y elfas del Retiro fueron a ver a Alma. Se dirigieron con ella a la
cocina y llenaron la estancia con su presencia multitudinaria. Conversaban
mientras tomaban infusión de regaliz y tarta de frutas. Todas coincidían en su
percepción: Amador se sentía muy cómodo en la cárcel de lo conocido.
Tenía energía de niño consentido, cara de aparente inocencia que ocultaba
rebelde tiranía interior. Por más que soñara una vida con ella, no era más que
fantasía, pues aún no tenía la fuerza de arranque para llevar adelante una
relación tan extraordinaria como llena de retos, algo propio de las llamas
gemelas encarnadas en aquellos tiempos.
Alma lo sabía, era algo evidente para ella y sus amistades elementales,
aunque algo la empujaba a seguir entregándose a él. Encontrar el amor
verdadero no era algo que sucediera todos los días ni todas las vidas ni quizás
tampoco todos los eones.
Su corazón había vivido desollado durante años, los que la memoria le
permitía recordar, aunque el dolor de la nostalgia había llegado a ser tan
profundo en ocasiones que podía saber, a ciencia cierta, que aquel
padecimiento provenía de eternidades atrás, desde el origen del tiempo en que
fueron divididos en dos.


Sombra especular
Las elfas y hadas intuían que Amador había vuelto a la superficialidad de la
tercera dimensión, donde estaba acostumbrado a moverse como rana en su
charco. Un joven que mostraba el príncipe de luz que llevaba dentro solo por
momentos no era alguien en quien se pudiera confiar.
Los seres elementales apreciaban de veras a Amador. No lo criticaban ni
juzgaban, tan solo trataban de ser objetivos y razonables. Alma, a pesar de la
oscuridad que tanto se afanaba en purificar de su corazón de cristal, se
entregaba de verdad en el amor.
Él llevaba mucho tiempo desconectado de sí mismo, portaba rígidas
energías masculinas alejadas de lo espiritual y de repente se había encontrado
con un amor que jamás pensó que pudiera existir en la Tierra.
En cambio Alma no solo conocía ese sentimiento entre ambos, sino que
había padecido su ausencia hasta límites de dolor que se permitió sentir como
guía para no olvidarlo y encontrarlo.
Lo hizo sobre todo por él, para mostrarle el camino de la misión y de
retorno a casa, para volver juntos de la mano al regazo de la gran diosa
celestial que los creó como un solo ser de amor.
Él se había convertido en una persona que no coincidía con el Amador que
recordaba. Con ella era de una manera y cuando volvía a su casa era de otra.
No lo reconocía. Volvía a echarlo de menos a pesar de que ya se habían
encontrado.
El abandono de no contestarla en días, de tratarla como si fuera cualquier
amigo del barrio, de romper un acuerdo detrás de otro, unido al hecho de que
acababan de hablar de matrimonio, movilizó en Alma la sombra especular de
monstruos salvajes, porque los miedos de él activaban los de ella.


Desierto sin oasis
Pasó otra semana sin saber nada de Amador. Hizo grandes esfuerzos por
entregar a tiempo los artículos que le pidieron en la revista digital. Dio
gracias porque la carrera y el máster aún no hubieran empezado.
Los primeros días de aquella semana volvió a sentir ansiedad y dolor por
los remanentes de la herida de abandono. Le sobrevinieron emociones como
si fuera un bebé tirado en la cuneta por ser fruto de la vergüenza: rabia,
desesperación, ganas de morir.
En medio de aquel desierto sin oasis, acentuado por una alta sensibilidad
aún más extremada, pudo tener momentos de reflexión. Pensó que a medida
que ambos se habían unido más en el plano físico, el amor de la dimensión
espiritual que los unía sacaba a relucir cuanto los separaba de esta, porque su
estado natural era brillar en las aguas de la verdad por encima de cualquier
oscura inmundicia de la ilusión terrenal.


Arenas movedizas
Alma también advirtió con más claridad el origen de los pesos energéticos
que hasta entonces no había podido identificar en Amador y que la hacían
sentir que se adentraba en arenas movedizas como lava negra de un volcán
mortal.
Y es que al temprano momento evolutivo que vivían, que procuraba
respetar hasta donde las limitaciones humanas se lo permitían, pues
comprendía que cada semilla tiene su tiempo de florecer, se sumaba el oscuro
karma ancestral que pesaba sobre él.
Percibía energía de abuso, incesto, drogas, prostitución, maltratos, muertes
tempranas, paternidades y maternidades ocultas, enfermedades mortales,
violaciones, asesinatos y secretos; muchos secretos que, por más que la
familia se desgastaba para ocultar, estaban a punto de estallar en forma de
desgracias por no ser mirados, aceptados y respetados.


Cargas pesadas
¿Por qué Amador no había trabajado en Gímaco al menos una parte de
aquella montaña de pesadas cargas que acarreaba? ¿Quizás por ignorancia,
temor, inseguridad, comodidad? En todo caso, no lo había hecho porque no
fue el momento.
Tomarlo a él como marido, si es que el proyecto seguía en pie sin
derrumbarse como el plan de la universidad, significaba aceptar aquellos
pesos descomunales, con sus respectivas pruebas espirituales, sufrimientos
humanos y dificultades para la pareja en todos los planos que habitaban sus
almas.
Ella también provenía de una familia con fuertes energías maltrechas, que
intuía como espejo de las de Amador, pero había trabajado con tesón en
transformarse a sí misma y seguía haciéndolo con valor para mirar e iluminar
su oscuridad. Alma se mantenía en pie gracias a su conexión sincera con el
Gran Espíritu.
Lo más complicado era que él no estaba preparado para comprender
aquello y mucho menos para afrontarlo, porque estaba tan imbuido en su
sistema como un pez en el fondo del mar que no sabe que existe el sol ni la
vida más allá. Amador tenía abiertos los ojos del mundo terrenal, pero no el
tercer ojo de la verdad.


Seguir el camino
¡Cuánto crecimiento y despertar con tan solo reencontrarse, sin siquiera estar
con él, porque ya era uno! Alma tenía fe, aunque empezaba a pensar que
quizás no se habían encontrado para estar juntos. No estaba segura. Tan solo
sabía que había descendido a la Tierra para guiarlo hasta la llave y cumplir
una misión de amor.
En el pasado habría escrito y llamado a Amador varias veces, pero ya
había conocido esa etapa infructuosa en experiencias pasadas, donde él se
protegía con crueles corazas de indiferencia para no permitirse la
vulnerabilidad ante las emociones que se despertaban el uno al otro. El
amante del antifaz había regresado.
Perseguir a alguien que huía solo hacía que huyera aún más lejos. «Corre
cuanto quieras, Amador. Ya no te sigo a ti. Ahora sigo mi camino. Al final te
encontrarás escapando de nadie, tan solo de ti mismo y de los miedos que
viajan contigo», le decía compasiva a su alma.
«Si tú no tienes suficiente amor como para vivir lo que hay entre nosotros,
yo sí afrontaré cielos e infiernos. Yo sí creo en nuestra unión. Yo sí viviré la
verdad. Yo sí volveré a ser amor. Y quizás así un día lo hagas tú también».


La espada del amor
La séptima noche, la soledad empezó a clavarle puñales de hierro oxidado en
el alma. La ausencia de sus padres se convirtió en lágrimas de sangre. El
vacío de Amador, a quien había considerado su familia, la devolvía de nuevo
a la orfandad. Le costaba respirar.
Es tiempo de renovarte.
Sana las emociones putrefactas y los monstruos heridos bajo la armadura
contra el sufrimiento.
Corta el ego con tu espada de amor y verás nacer una nueva mente
brillante.
Alma recordó el mensaje del Gran Espíritu a tiempo. Cientos, miles,
millones de lobos más salvajes y horrendos que los que conoció en Gímaco
rompieron las cristaleras de palacio y se abalanzaron contra ella.
El poderío de aquellos monstruos se explicaba porque Alma estaba en la
Tierra y porque se trataba de un momento de promesa y vínculo aún más
profundo con Amador.
—¡Esta vez tampoco podréis conmigo!
En cada lobo que golpeaba aparecía la cara de Amador. Sentía un impulso
irrefrenable de devolver a aquellos lobos el mismo dolor que ellos le
causaban, porque con el corazón de piedra que a duras penas palpitaba en
cada uno de ellos, era la única forma aparente de que comprendieran el
sufrimiento que provocaban.
Eran depredadores insensibles al dolor ajeno, asesinos de almas, crueles
hasta la maldad. Tan solo gemían con su propio dolor, pero no les importaba
el que causaban. «Alma, recuerda los mensajes de Dios», se guio a sí misma.
Trasciende al ángel y al demonio de tu corazón.
Amador eres tú y tú eres él. Vuestros lobos existen para mostraros el
dolor. Os atacan para que recuperéis el poder. Os hieren para que renazcáis
a vuestro ser. Es un supremo acto de amor de vuestro pacto del alma.


Lograrlo juntos
Mientras luchaba por mantenerse viva entre garras y colmillos sangrientos,
Alma recordó también algo que habían hablado cuando ella se sinceró sobre
la batalla interior entre el «sí» y el «no» ante su proposición de matrimonio
en aquellas circunstancias.
—¿Por qué nos hemos conocido en un momento así, Amador?
Ella lamentaba no haberlo encontrado antes de que viviera el episodio
tormentoso con aquella joven, no haber coincidido en un tiempo de mayor
pureza para ambos, no haberse conocido en un momento donde ser los
primeros el uno para el otro y disfrutar de su amor sin las cargas que ahora
les pesaban. Sabía que se trataba de ideales, era consciente de ello, aunque
era lo que sentía entonces. Rezaba para que pronto llegara la aceptación.
A la pregunta de ella, él respondió con lucidez:
—Quizás tenías que encontrarme así para algo que puede servirte también
a ti.
«Sí, Amador, mi corazón. El momento interior que vives es el que
despierta el momento interior que vivo. Necesitaba tu espejo activador para
liberarme como tú necesitas el mío para liberarte. ¡Ese fue nuestro plan con el
Gran Espíritu! Juntos recordaremos y lo lograremos. ¡El amor verdadero
vencerá!».
La espada del amor se iluminó en su corazón cortando egos, sombras y
miedos. Los lobos la miraron con ternura y lamieron sus heridas. Hicieron
una reverencia común y se evaporaron en el cielo como el humo del más
dulce incienso.
Las cristaleras se reconstruyeron. Alma se bañó, apartó de su cara las
últimas lágrimas y se fue a dormir recordando las alentadoras palabras de su
Madre divina:
Descansa, disfruta, vive, salta, canta, ríe.
El sol de tu faro interior brilla grande.
Cuando salga iluminará el mundo.


Abrir el corazón
Al verse, las almas de ambos volaron y se abrazaron antes de que pudieran
hacerlo ellos.
A pesar de los días de tristeza y bloqueo, incomunicación y separación, la
avidez por unirse reconciliados se despertaba en ellos con solo volver a verse.
Mirarse a los ojos era la vida. «Gracias, Dios, por permitirme conocer este
amor», sintió Alma mientras se acercaban para abrazarse.
—Te he echado mucho de menos —suspiró él, al fin en paz envuelto por
ella.
—Yo también a ti.
Se sentaron bajo un arce plateado y Amador, que había reunido fuerzas
para abrir su corazón, se confesó:
—Lo siento, Alma. No me he portado bien contigo. Era todo tan especial
que no podía creer que yo mereciera algo así. Empecé a pensar que acabarías
dejándome o que acabaríamos discutiendo por ser tan distintos y que
dejaríamos de vernos para siempre.
Alma lo miraba. Escuchaba cada palabra. Agradecía que se abriera.
—También me dio miedo no ser capaz de mantener un buen matrimonio.
En el pasado siempre me fue mal cualquier tipo de relación. No he mantenido
ni amistades. Me faltaba energía para vivir. Ahora estoy mejor y te lo puedo
decir.
—Gracias, Amador.
—Siento no haberte llamado en tanto tiempo. Estaba paralizado. Lo siento
de verdad. Quisiera compensarte por ello.
—Amador, no tenemos que compensarnos por nada, porque somos un
espejo. Yo activo tus miedos y tú los míos. Y cada uno los afrontamos con
los patrones que hemos aprendido, lo mejor que podemos. Poco a poco
iremos avanzando.
—Cada vez entiendo más tus palabras. Mi hermano también habla de esta
forma. Es un regalo saber lo que sucede, comprender la verdad.


Hogar en la Tierra
—¿Qué te parece si vamos más despacio?
—Sí, mi princesa. Aunque las almas vayan a su ritmo, aquí en la Tierra
tenemos el nuestro. Las cosas han ido muy rápido por sí solas, ¿verdad?
—Sí, más de lo que podíamos asimilar.
—Si ya estamos unidos en el Cielo, no hay ninguna prisa. Lo que tenga
que ser, será —sonrió él.
—Sí, Amador, la vida nos ha unido por algo. Tenemos un destino
compartido. Lo iremos descubriendo juntos.
—Es maravilloso este vínculo único, sentirnos tan unidos, saber que
somos uno.
—Haces que sienta mi hogar en la Tierra, Amador. Nunca sentí algo así.
Mi corazón siempre estaba en otro lugar y ahora soy feliz de estar aquí,
ahora, contigo.


Contigo siento a Dios
—Alma, quería preguntarte si… si siendo amigos podremos abrazarnos de
esa manera.
—Este vínculo no encaja en ningún molde humano, ¿a que no? —Alma
acercó sus dedos a los de él y él le tomó la mano.
—Contigo siento el hogar verdadero, siento el paraíso, siento a ese Dios
del que hablas. Tú me conectas con ello, Alma. Hasta que pueda hacerlo por
mí mismo, me gustaría poder, aunque solo fuera, permitirnos mirarnos como
nos miramos.
—Esta mirada de amantes es inevitable. Existe sin más. Y sí, Amador, yo
también necesito tus abrazos. Iremos despacio, con atención a las energías tan
fuertes que vinimos a espejarnos para curar.


Gracias a la vida
—Vamos adelante hacia nuestro destino, cada uno su camino y siempre
juntos de la mano —le dijo Alma.
Él la abrazó con una intensidad que desbordaba alegría por el amor que los
enlazaba. Ella se sumergió en el abrazo, le dijo cuánto lo amaba y dio gracias
a la vida.


Conexión con el espíritu
Encontrar el modo adecuado de relacionarse no era sencillo. Los vínculos
entre llamas gemelas nada tenían que ver con las relaciones convencionales
en el planeta Tierra. Eran conexiones divinas que no podían encuadrarse ni
etiquetarse bajo ningún concepto preestablecido.
La dualidad entre lo divino y lo mundano era a veces complicada de
llevar, pues se sentían por completo unidos, como marido y mujer en el alma,
aunque en la Tierra acababan de encontrarse.
Darse las manos significaba alimentar el magnetismo irresistible entre
ellos, avivar el deseo de ir más allá, atizar el fuego de la pasión suprasensorial
que los recorría de forma energética.
Querían darse tiempo a conocerse, ir lo más despacio posible, para ver por
dónde iban las energías entre ambos y qué heridas especulares podían
activarse para evitar daños mayores innecesarios.
Aún no estaban preparados para acercamientos más profundos. Lo habían
comprobado, porque el paso del Cielo a la Tierra en unos segundos los
desestabilizaba sobremanera.
Si abrían su corazón por completo a la pureza sublime del amor y al
regresar al mundo físico el miedo de uno que huía activaba al otro que sentía
abandono, y a la inversa en el plano invisible, el drama estaba servido. Pero
no. Ya conocían el patrón. Sabían que necesitaban purificar aún más su
corazón terrenal abriendo paso al corazón divino.
La dirección a tomar para ello era un camino espiritual de conexión con su
esencia, como el que transitaba Alma conectada con la Esfera del Espíritu y
que Amador seguía de forma paralela, sin saberlo, con solo estar vinculado a
ella.

ÍNDICE
Agradecimientos
Prólogo
1
CONEXIÓN
Familiaridad
Atracción magnética
Misión común
Inseparables
Apoyo evolutivo
Empatía profunda
Descubrimiento
Impulso para ser
Amor creciente
Compañía en el dolor
Anhelos compartidos
Compañeros de camino
Noches blancas
Sentimiento humano
Poder superior
Inmortalidad
Promesas
Conexión energética
Mirada de amor
Trascender el temor
Lágrimas curativas
Luz en el corazón
Todo tiene un sentido
Sueños enlazados
Miedo a la pérdida
Amor eterno
Sabiduría
Integración
Luz divina
Ave poderosa
Poder milagroso
2
OSCURIDAD
Puertas al alma
Libros para despertar
Paraíso en libertad
Momento perfecto
Rechazo
Espejo de dolor
Desesperación
Huida y ausencia
Energías devastadoras
Preparación
Desconfianza
Herida mortal
Volver a la fe
Proyección
Sombras abrazadas
Reconciliación
Unión con Dios
Completitud
Afinidad superior
Unidos
Gratitud
Fuerza de amor
Energía pura
Inconsciencia
Llama gemela
Nuevos tiempos
Lágrimas
Propósito existencial
Energía elevada
3
APRENDIZAJE
Aceptación
Solo el amor es real
Sanación
Benevolencia
Iluminación
Paciencia
Unión predestinada
Vivencia del amor
Artífices del despertar
Sombra y luz
Alma unidad
Certeza de otras vidas
Yo soy tú y tú eres yo
Pareja sagrada
Fusión sin tiempo
Verdaderos coramor
Aspiración genuina
Complementos divinos
Unidad celestial
Protección divina
Espejo cósmico
Venerable camino
Fe testimonial
Misterio
Activación
Amor incondicional
4
CONFUSIÓN
Polaridad
Libertad
Ilusión
Mensajes
Yin y yang
Eternidad
Propósito divino
Incertidumbre
Ser conocido y desconocido
Fe en la unión
Eres mi espíritu
Secreto
Origen del dolor
El amor nos une
Esfera de amor incondicional
Sombra de los Mil Lobos
Contrastes vertiginosos
Proceso de separación
Caída al averno
Emociones turbulentas
Avance perseverante
5
SEPARACIÓN
Perdición
Catalizador del despertar
Errores sagrados
Unión eterna
Separación necesaria
Promesa rota
Vivir quiénes somos
Abandono
Expectativas
Propósito superior
Alineación con el amor
Estrella del destino
Fuerza para seguir
Obsesión
Voluntad del Cielo
Consciencia sobre el ego
El propósito de la unión
Todos somos uno
Ideal supremo
Madurez espiritual
Patrones para armonizar
Espejo activador
Armonía mundial
6
AMOR
Plan divino
Búsqueda y huida
El amor de Dios
Mensajes para la misión
Magia verdadera
Autoconocimiento
Humilde sabiduría
Amor de fe
Llamada sincera
Visión profunda
Vivencia perfecta
Destino hacia la luz
Falsa liberación
Lucha y huida
Un mismo camino
Aparentes contradicciones
Misión de amor
Compromiso humano
Te encontraré
7
NOSTALGIA
Ascensión
Elevación
El amor todo lo puede
Otra vida te espera
Riesgo
Soledad
Búsqueda vital
Misión planetaria
Un ser en dos cuerpos
Añoranza
Anhelo del hogar
Iniciación en el camino
Vaivén emocional
Acompañamiento
Recuerdo de la unidad
¡Al fin, eres tú!
Almas perdidas
Predicar con el ejemplo
Amor universal
Unión más allá de todo
Felicidad interior
¿Dónde estás?
Afectación mutua
Tú y yo
Desesperanza
Crisis
Unificación de mundos
Abismo
Olvido y recuerdo
¡Tú puedes!
Destino de luz
Ley del espejo
Solo tú
Gracias por existir
8
ESPEJO
Estar preparados
Arrepentimiento sincero
¡Sí, siempre sí!
Dinámica destructiva
Niños reclamando amor
Cielo e infierno
Maestría interior
Renacer
Vehículo superior
Afrontar la prueba
Amor despierto
Dependencia emocional
Pérdida de confianza
Te conozco desde siempre
Unificar el yin-yang interior
Tu existencia me guía a ser quien soy
Memorias de dolor
Abrazar la vida como es
Almas que se reconocen
Eres el espejo de mi divinidad
9
REENCUENTRO
Traer el Cielo a la Tierra
Purificación de energías
Tiempo de transición
Retos en el camino
Afrontar la realidad
Vivir la vida con amor
Recuerda quién eres
Repetición cíclica
Trabajo consciente
Orden en las relaciones
Toda la vida
Tu mirada
Vivir abriendo camino
Conocí el Cielo contigo
Plegaria respondida
Formas parte de mí
10
ABRAZO
Conocerse despacio
La mayor fuerza del universo
Un solo ser
Experiencia mística
Cautela
Amor propio
Reflexión
Subidas y bajadas
Lo inesperado
Recorrer el camino
Bien mayor
Matrimonio divino
Confiar
Recuerda quiénes sois
Yo soy mi hogar
Sé que eres tú
Base espiritual
Alcanzar la eternidad
La llave de la luz
Juntos
Propósito de vida
Esencia y conexión
Gratitud
Plan supremo
Lejanía
Todo está en ti
Prudencia
Alma entregada
Somos uno
11
PROPOSICIÓN
Lucha interna
Pasos previos
Madurez
Llave de retorno
Ser uno
Matrimonio
Corazón con corazón
Distintos planos
Duro golpe
Telepatía
Instinto terrenal y celestial
Sexualidad sagrada
Entregar el cuerpo
Comparación
Orden natural
Más allá de cualquier prueba
Pureza que sana
Ganas de vivir
Amistad
Sentimientos ocultos
La cárcel de lo conocido
Sombra especular
Desierto sin oasis
Arenas movedizas
Cargas pesadas
Seguir el camino
La espada del amor
Lograrlo juntos
Abrir el corazón
Hogar en la Tierra
Contigo siento a Dios
Gracias a la vida
Conexión con el espíritu

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