Está en la página 1de 19

OAXACA XI

1981 EN COSTA CHICA OAXACA

SALVADOR OROZCO ONOFRE


ACTUALIZACIÓN 170622 TCC UNAM ON LINE
CENTRO CULTURAL CAMPUS MORELIA

Benjamín, mi jefe, se veía feliz. Recién andaba de novio con la odontóloga


poblana, que brindaba su servicio social en la Clínica Hospital de apoyo al
programa IMSS COPLAMAR.
Dama muy guapa, siempre de sonrisa fácil y muy agradable carácter. Así era
Argelia.
Yo, ya iba a pertenecer en unos días a nueva categoría. Al concluir mi contrato
como médico en UMR, en la montaña, mi supervisor, habló conmigo.
Consideró que había realizado buen desempeño en Santiago Ixtayutla y pidió
que fuese a Oaxaca a firmar un contrato como médico de grupo especial.
Tendría que suplir a mi paisano Jaime. El concluyó su contrato y no le
autorizaron a nivel estatal, continuar, debido a un problema físico que era un
obstáculo al realizar las duras jornadas de desplazamiento a diferentes
comunidades. Tenía secuelas de polio y caminaba con dificultad en rítmico
balanceo, apoyando una mano en su rodilla y pierna derechas al avanzar lento.
Muy inteligente y musculoso en tórax y brazos, de manera compensatoria,
comprobaba, al ejecutar competencias de vencidas con las manos
entrelazadas con su oponente y apoyando el codo sobre la mesa, nunca vi a
nadie en Jamiltepec, ganarle. Ni siquiera cuando lo mareaban las cuatro o
cinco cervezas ingeridas.
Compensaba ayudando en el trabajo de oficina. Era muy eficiente ahí. Pero
requerían que cubriera incidencias en alguna de las 23 clínicas rurales de la
zona 3, donde por diferentes circunstancias no había médico disponible,
cuando se presentaba algún conflicto con los habitantes de la comunidad. O
bien ayudando en la supervisión de unidades y personal, apoyando las
campañas de vacunación. Vamos, hasta debía él, al igual que otro compañero
suyo con similar categoría de contratación, estar al pendiente por si llegaba de
forma inesperada personal de nivel central o del estado, en una supervisión
sorpresa y acompañar a los personajes en cuestión a las UMR y responder sus
dudas o ser intermediario con el médico de cada unidad médica rural.
Raúl, originario de la capital de Chihuahua, recomendado por el delegado del
programa en Guerrero, familiar muy cercano de este, fue nominado sin
examen, a médico de grupo especial. Por lo que debería ser junto con Jaime
los médicos ayudantes de Benjamín.
El problema, era que Raúl sufría alcoholismo. Irredento y poco responsable en
sus deberes. lo toleraban por ser “recomendado” pero, los médicos, no lo
respetaban.
Esto creaba grandes problemas a Benjamín.
Tuve que apoyarlos en varias ocasiones, a pesar de aún ser solo un médico más
de UMR debido a que por trabajar en zona alejada y aislada me permitían
trabajar veinte días en Ixtayutla y descansar 8, porque dos días más eran para
el traslado ida y vuelta a la montaña. No siempre ejercía mi descanso. A veces
por inclemencias del tiempo, prefería no bajar y en otras, iba a apoyar
voluntariamente incidencias en cualquier unidad médica, pero no era por
obligación. Me agradaba saber que me brindaran confianza. Cuando
permanecía en descanso en Jamiltepec, donde era la sede de supervisión zonal
y me quedaba en la “mazmorra” (léase corredor dormitorio de la casa comunal
rentada), aprovechaba para aprender a realizar el trabajo administrativo,
fijándome como lo hacía el supervisor zonal o bien Jaime Tapia. Pronto me
familiaricé con ello. El siguiente paso fue ponerme como reto mejorar calidad
y tiempos de hacerlo.
Lo más difícil era, plasmar en una hoja formato (creo que la 4-31.1, informe
epidemiológico mensual) Era complicado, por vaciarse las incidencias de cada
comunidad en cuanto a casos de enfermedades transmisibles por contagio.
Debían de “cuadrar” las cifras en totales tanto en forma horizontal como
vertical y luego el gran total. Si escribía en la máquina Olivetti o escribía con
bolígrafo, llegaban a echar a perder varias hojas por errores de suma o anotar
en espacio incorrecto.
Mi ventaja era apoyarme en mi letra legible y anotar primero con afilado lápiz
de grafito de manera muy tenue y una vez, cerciorado de que no había errores,
remarcar con un plumón “flair” de fibra de nylon que deslizaba excelente la
tinta y secaba al instante. Quedaba como si fuera de imprenta.
En cierta ocasión, iniciado el mes, Benjamín se fue de fiesta con su novia y me
dejó la llave de su cuarto para que viera la tele y por supuesto pretendía sin
decirlo, que le ayudase a realizar los reportes a entregar en la capital Oaxaca.
Tomé la iniciativa de terminarlos, ya llevaba haciendo más del 70 %, tomado
de las fuentes primarias, como si fuesen copias paralelas de lo que ellos tenían
que informar. Para mí era un pretendido ensayo. Trabajé casi toda la noche y
me fui a acostar a las tres de la mañana. A las seis, me levanté a bañar.
Pretendía viajar a Acapulco y pasar un par de días por allá. El autobús debía
abordarlo en Pinotepa Nacional, a unos cuarenta minutos de ahí. No sé, a qué
hora llegó Benjamín de la fiesta, pero estaba echo un desastre cuando entró al
pasillo donde estaba yo leyendo. Suplicante, pidió que le ayudara a hacer los
informes. -No Benja- -No quiero hacer ahorita nada de nada- -Me voy a
Acapulquito lindo a ver si encuentro una sirena- -No seas gacho- -Es que ando
bien crudo- - ¿a poco? - -Ni se nota- -Ya Salva- -Y te compenso con más días de
asueto- -No los necesito- -Me gusta mi montaña- - ¿Por qué no quieres hacer
nada? - - ¿Ya te fijaste, estimado jefe crudelio, en los folders de tu escritorio?
- Fue al sitio mencionado y encontró todo pulcro, bien ordenado y completo.
Con la expresión de gratamente sorprendido, revisaba, hojeando los papeles
de los informes -Mejor vete en friega a la terminal para que alcances el
autobús por Putla a la capirucha- -si te tardas ni eso lograrás-. -Van a ser las
siete-, le insistía.
-Oye Salva, ¿y si me haces el favor completo- -y entregas tú los informes en
Oaxaca? – No cabrón. Hasta crees… todo el inche día en “guajolojet” para
llegar molido y sin nalgas a Oaxaca-…
-Pero, es que te voy a enviar en avión y te voy a dar un pliego de comisión para
que te paguen viáticos - - Bueno, así ya cambia todo- - ¿porque no le dices a
Jesús que me lleve en la camioneta al campo aéreo? - En eso llegó el aludido.
Ya los estuve oyendo. Vámonos pues en chinga… Como tenía preparada mi
mochila con ropa limpia y enseres personales, mi cartera etc., nos fuimos los
tres. Cuando más prisa se tiene, no faltan los imponderables y nos tocó esperar
un ratito por un bloqueo de una camioneta volcada en la carretera.
En cuanto la grúa terminó de jalar dicho vehículo al costado del camino…
seguimos a lo máximo posible de velocidad. Llegamos cuando el aparato
tomaba pista en Pinotepa, Eran las 8 con 5 minutos. Mientras Benja, se
arrimaba a la ventanilla y pagaba mi boleto seguramente pidiendo que aún no
levantara el vuelo la nave, Jesús de manera simiesca, brincaba haciendo señas
al piloto. Regresó el avión del final de la pista y pude abordar. Era un avión
viejo, decían que, de la segunda guerra mundial. Mi asiento próximo al ala
derecha. En mitad de la montaña, en la sierra madre, en dirección al nudo
mixteco, había mucha turbulencia y brincoteos de la aeronave. No me causaba
temor, debido a mis varios viajes en precarias avionetas en la selva norte de
Chiapas.
En un poco más de una hora, llegamos a la capital oaxaqueña. Del aeropuerto
en taxi a la delegación IMSS. Entregué los reportes en cada una de las oficinas
correspondientes. Fui aprendiendo que debía llegar sonriente con cada
secretaria y a veces engolando la voz o lanzar una oportuna frase o piropo, que
encantaba a varias secres, excepto a las de más edad, que eran secas, hoscas,
avinagradas y mandonas.
No fue la única vez que realice este encargo. Tan así que el personal, creía que
yo era el supervisor. Entré dos veces a las reuniones de supervisores y me fui
empapando de lo que ahí trataban. El demás tiempo, al desocuparme, lo
empleaba en conocer más a detalle la ciudad, sus museos, sus mercados y
plazas. Muy agradable, saborear los platillos locales, como tlayudas o mole
amarillito, sentarme en las bancas de la plaza principal, sentir el aire en mi pelo
y rostro, cavilar en pasado y futuro. Observar las personas que cruzaban por el
lugar. Es algo lindo, observar todo y procurar recordar, para masticar
recuerdos cuando atravieso la sierra.
El regreso, igual en avión. Los demás días, descansar en hamaca y conocer
poblaciones cercanas a Jamiltepec. La fisonomía de la gente de Costa Chica,
conviviendo en camaradería indios, mestizos, mulatos, negros…
Siempre me ha gustado la historia e indagar, aunque fuese superficialmente
algunos datos de poblaciones y su gente, se convierte en obsesión imperiosa.
Cuando aún no tenía la categoría laboral de médico de grupo especial, era más
relajado el trabajo, pues tenía la libertad de decidir a donde ir. Me gustaba
platicar con los lugareños y lugareñas. Era muy preguntón. Me orientaban
sobre lugares, playas, restaurantes, fiestas, restaurantes, centros nocturnos,
tienditas que vendían cerveza o bebidas. Y hasta donde había lupanares. Días
de mercado, rutas de las camionetas y horarios. Lugares donde presentarían
danzas folklóricas y la hora de regreso de la última corrida de ruta desde la
población en cuestión. O bien donde podía pernoctar rentando una hamaca
por noche. No era difícil adaptarme.
Así mi carácter sociable, favoreció conocer gente y recibir invitaciones a bailes.
Aunque siempre he sido un pésimo bailarín con los infaltables dos pies
izquierdos, con ridículos pasos, me animaba a “bailar” que al fin aquí nadie me
conoce y si hago el ridículo, no pasa nada. En la costa, se bebe mucha cerveza.
Y aunque no he sido afecto a ello, la sed que provoca la calurosa región hace
que adopte la costumbre local, de entre sorbo y sorbo poder platicar.
Así presencié danzas como la de Pinotepa Nacional, llamada chilena en que al
hacerlo, blanden un pañuelo girándolo con la mano derecha, mientras
zapatean en pareja sonriendo y diciendo versos picarescos. Otra danza, era la
de los mascarones, en que los danzantes hacen sátira de los europeos,
utilizando unas pequeñas mascaritas al parecer de madera u otros materiales,
pintadas con rosa pálido, bigote y barbas negros o güeros. También la danza
de los negros, usando tremendos cuernos los danzantes, otros vestidos de
jaguar y unos más de capataz con un látigo en la mano y en cierto momento
reparten latigazos al público. No supe a fondo la explicación de este baile, pero
quizá era en referencia a los primeros negros costeños que habitan la región.
OAXACA XII

COSTA CHICA Y BRUNA

Salvador Orozco Onofre


TCC URSO ON LINE LUNES
18 JUNIO 2022
CENTRO CULTURAL UNAM CAMPUS MORELIA
Por casualidades del destino, me presentaron a una maestra del bachillerato
de Pinotepa. Bonita, con estrabismo en su ojo izquierdo, que lograba cohibirla
a veces. Un cuerpo espectacular, su atuendo de muy buen gusto. Nada
llamativos sus vestidos. Colores sobrios, pero le lucían. Me gustaba su porte.
Lo que más me agradó de la maestra Bruna, era su inteligencia y cultura. De
plática solvente y finos modales. Ella leía mucho. Mucho más que yo. Me
encadenaban varios temas que iniciábamos. Era tan interesante su plática y
melodiosa voz, que casi imperceptiblemente, de pronto desaparecían de
nuestra atención los demás parroquianos y éramos sólo ella y yo. Bruna, dos
años mayor que yo, su familia era de Huajuapan de León. De estrato
socioeconómico regular, hija de maestros. Tenía dos hermanos muy celosos,
estudiando y trabajando en la ciudad de Puebla.
En esa ciudad, estudió la instrucción magisterial y cuando tenía planes
cercanos de casarse con un ingeniero, este, se fue por un previo compromiso,
dejando desolada y abatida a Bruna.
Los hermanos no cejaban en los reproches, exagerando las prohibiciones para
su hermana. Un día se presentó la oportunidad de regresar a su estado y como
ya había concluido la carrera se fue a Pinotepa Nacional. Pronto, decidió, vivir
mejor en Jamiltepec, distante 40 minutos de su plantel educativo y se
trasladaba en las camionetas de pasaje colectivo
Rentaba una casa pequeña de bloques de cemento y teja. Tenía muchos libros
y casetes de música. Estando con ella, el tiempo se me borraba, hasta que, era
hora de retirarse.
Empezamos a notar, que se nos hacía muy largo el día para volver a vernos y
platicar.
Todo ocurrió sin proponérnoslo… como una suave ola que llega tranquila a
una playa que espera, se abrazan y se besan. Y se une agua y arena, deseando
que nunca falten olas y nunca se aleje la playa.
Empecé a visitarla en su casa. A ella le agradaba cocinar, a mi también. Ya había
surgido un furtivo beso suave y prolongado, largamente esperado, largamente
soñado. La condición que vivíamos me hacía flotar y hasta perdía la noción del
tiempo.
Cierto fin de semana, contemplando sus libros bien limpios y ordenados en un
librero horizontal y bajito, noté un tablero de ajedrez de piedra, no supe si era
mármol u otro material. Se veía precioso. Yo no sabía, jugar ajedrez. Nunca lo
había intentado. Lo imaginaba reservado para los genios. Me preguntó -
¿quieres jugar una partida? – Mi rostro enrojeció apenado y balbucí…-
-Nunca lo he jugado. Ni siquiera sé el nombre de las piezas ni como se mueven-
- ¿Quieres que te enseñe?
-Ven. Siéntate-, me señaló una silla a la que había quitado un bolso y casetes.
Me levanté de la cama y me senté no muy convencido. Ella depositó sobre la
pequeña mesa de madera, el tablero y piezas bellamente talladas. Creo que
las adquirió en Amozoc, Pue.
Después de varios errores y su piadosa paciencia, pude entender la colocación
de las piezas y movimientos básicos. Invariablemente, las partidas terminaban
rápido, y a propósito se reía de mí. Tal vez para picarme el amor propio. En ese
tiempo no entendía expresiones de “mate al pastor” que “la defensa siciliana”
que si Fisher, que si Karpov, que Capablanca etc. Al paso de los días, me fui
familiarizando con el juego y a pensar más detenidamente en los movimientos,
hasta que… Eureka, le gané y me agarré bailando expresando euforia. Ella se
veía enojada, aunque no sé si su enojo era real, o fingido para impulsarme.
Pronto, agregó un motivo más para sorprendentemente alegrarme y mejorar
mi concentración, insertó casetes con música de Paul Mauriat y sobre todo de
Frank Pourcel, que era su favorito. Así mientras maquinaba algunas jugadas,
me deleité y aprendía a identificar melodías como “lo que hace llorar a las
rubias”, “Concord”, “Fernando” “New York New York”, “Amapola”, etc. A
veces ponía instrumentales con orquesta de cámara y pude apreciar melodías
como czardas, danza del sable, rapsodia húngara No 5, Las bodas de Luis
Alonso y algunas clásicas de los grandes maestros. Sentía que iba refinando
mis gustos musicales.
Cada día, se iba fortaleciendo la relación con Bruna. Era pesado, creo, para
ambos, dejar de vernos unos días y no platicar o lanzarnos furtivas y
espontáneas caricias con las manos, con los ojos, con los latidos o con los
silencios. Se sentía una plena armonía, aunque no la viésemos.
Era inmensa el ansia por re encontrarnos. Las interminables y necesarias
pláticas de temas mil. Y las pausas para reírnos de cosas simplonas.
Me preguntó un día - ¿Ya conoces las principales poblaciones de Costa Chica?

-Bueno conozco Huaxpaltepec, Coyantes, Putla, Pinotepa Don Luis, Rio Verde,
Minitán a donde me tocó ir durante la reciente campaña de vacunación-. El
fantástico paisaje, parecía escenas de un libro ricamente descrito- -Me quedé
a pernoctar ahí y sacrificarme a los voraces zancudos que me picaban, pero
avisando con el molesto y agudo zumbido. Es como darte una puñalada
cantando. –
-Pues me tocó ser testigo de una imagen sencillamente de fábula al acercarse
el anochecer. Desde la casa, donde me iba a quedar, se veía perfectamente la
Laguna de Minitan, prácticamente en el centro de la población. El sol, se
preparaba para ocultarse en el horizonte del pacífico oaxaqueño. Lanzaba
destellos fulgurantes sobre el contorno de palmeras y demás vegetación. La
laguna llenaba sus aguas con manchones de sangre solar. Algunas picudas aves
surcando el cielo y una pequeña embarcación llegando con sus pescadores y
sus redes. Todo recortado en el horizonte en un contraste claroscuro de magia.
Las chozas circulares, con techos de palma, que construyeron sus habitantes
con reminiscencias de su origen africano ancestral. Fuera de una cabaña, un
negro, entrado en años, en cuclillas, tejiendo unas redes. Su sombrero
recargado en piedras a un lado de un perro que tranquilamente descansaba
sin inmutarse ante la maravilla de un ocaso en su salvaje expresión. Me quedé
muchos minutos, extasiado, contemplando esa manifestación de la
naturaleza. Con esto, ¿cómo no creer en el creador omnipotente? –
Bruna, me escuchaba en respetuoso silencio, dejando que mis emociones se
desbordaran con el simple recuerdo.
-Varias veces te he escuchado hablar sobre negros y mulatas- me decía ella. Ya
hasta pienso que admiras demasiado a las “rarotongas” costeñas que habrás
encontrado en tus andares.
Aún bajo el efecto de los recuerdos, ni siquiera analicé bien lo que Bruna me
decía.
Bruna me regresa de vuelta al momento actual preguntando…

- ¿Quieres una cerveza o prefieres que preparemos algo para comer? –

- ¿Qué? –

- ¡Estás en la luna! –

- ¿Qué me decías? –

- Que a las 6 hay misa para sordos… -


- Te preguntaba ¿si quieres comer o prefieres una cerveza? –
- ¡Ah! Disculpa me distraje… -

- Si. Tuviste un lapsus me fui a otro lugar o a otros tiempos…-

- Es que me emocioné al recordar ese momento inolvidable –

- ¿Me peonas? –

- ¿Si ya sabes la respuesta para que me preguntas? –

- No sé –

- ¿por qué me fui a interesar en alguien, así como tú? –

- ¿Y cómo soy? –

- Pues un loco distraído y… y –

- Y ¿qué más?

- Ya dejemos eso y preparemos algo que comer –


- Pero ¿que más me ibas a decir? –

- Que eres presumido al saber que te quiero mucho y has alejado muchos
temores que tenía ¡Eres incorregible! –

- Te encanta que te diga que eres un tesoro para mí, muchacho feo,
horrible –

- Bueno, feo, si lo soy, pero sabes que te adoro, ¡que te soñaba sin
conocerte! –

- Eres muy salamero…- -Pero así te quiero. Sé que lo dices con sinceridad.

- Eso, tenlo por seguro –

- Mira, corazón, te propongo que mejor vayamos al restaurante de doña


Rome. En la mañana estaba su esposo Andrés metiendo unos pargos rojos que
hasta se me antojaron… -

- Andrés no es su esposo- -Es solo su trabajador –

- ¿Cómo crees? - - Un negrote, bueno más bien un mulato, de 1.90, que


la trata como perrito faldero, es tan solícito con ella y no permite que nadie se
le acerque. - - Solo que Doña Romelia, es de carácter fuerte y no le gusta andar
como tema de chismes –
- Bueno… - - ¿Nos vamos? –

- ¡Vamos! - - Pero ahora sí, que cada quien pague su cuenta –

- Me haces sentir rara, que tú quieras pagar todo. - - Recuerda, que yo


gano mi dinerito - - Además, tratándose de huachinango a las brasas o dorado
y crujiente, me envenenan –

- ¿Huachinango? - - Dije pargo rojo –

- Es lo mismo –
Unos momentos después, ante una cerveza victoria, cada una, le daba sorbos,
mientras nos terminaban de preparar el pescado solicitado con arroz, rodajas
de jitomate, cebolla y gajos de aguacate.
Mientras seguíamos hablando de muchos temas. La conversación fluía como
riachuelo que desciende de la montaña, buscando inexorable su río.
Me preguntó…
- ¿Viste en el librero, un libro de pasta amarilla? –
- ¡Ah sí! Uno que decía Pinotepa Nacional y algo de los negros –
- Ese mero –
- Fíjate que lo escribió un escritor e investigador italiano que vivió un
tiempo por estos lugares. –
- Dentro de sus capítulos, narra cómo llegaron los negros a Costa Chica –
- Suena muy interesante –
- ¿Dónde lo compraste? - - Me interesa de verdad lo que hable de historia

- En la capital del estado. Una vez que acudí a un seminario de educación
y entré a curiosear en una librería cerca de la catedral. –
- Si quieres, te lo presto –
No hubo oportunidad de contestar.
En ese momento, Don Andrés, nos traía los suculentos pescados y un frasco
de mayonesa por si queríamos agregarle. Las clásicas tortillotas “tacuates” de
los indios mixtecos de la región, muy suavecitas, grandes como comal. Había
que ir cortando de a pedazos.
Con deleite, comimos nuestro manjar masticando y disfrutando ese alimento
marino aporte de proteínas y benéficos minerales.
No hubo manera de convencerla de lo contrario, aportó la mitad de la cuenta
y la propina al Sr. Andrés a quien nunca le habíamos visto sonreír.
Caminamos lento de regreso a su casa. Disfrutando mutuamente nuestra
compañía.
En el camino, encontramos a algunos de los doctores y doctoras de unidades
médicas rurales, ya que por ser sábado salían desde el mediodía hacia lugares
cercanos fuera de la comunidad donde trabajaban. Nos saludamos con un
ademán de manos y una sonrisa o un ¡hola!.
De vuelta en casa, pasamos a un pequeño patiecito trasero, donde colgaban
dos hamacas de unas palmeras y una enorme ceiba. Para usar dichas hamacas,
primero, hay que montarse a la mitad como en un caballo y luego subir la
pierna derecha y al final la izquierda y listo. Ya cada quien termina por
acomodarse como se sienta más a gusto. Nos dispusimos a disfrutar una siesta
post gastronómica, escuchando música en su grabadora “lasonic”.
Coincidíamos en melodías de Raphael, Emannuel con sus interpretaciones en
voga, en ese año 1981.
Ni siquiera me cuidaba yo de mis ronquidos y si le molestaban a Bruna. Me
sentía en total libertad de ser simplemente yo.
Desperté, completamente relajado como a las 18 hs. Ella, estaba lavando su
ropa.
- ¡Ah! Ya despertaste –

- - ¡Qué flojo me vi! Me hubieses despertado –

- Vino a buscarte tu jefe y le dije que habías salido a Pinotepa y se fue. –

- Te vi descansando tan plácidamente que no quise interrumpir tu viaje


fantástico al país de los sueños, como tú, me cuentas. –

- Gracias cariño. Me proteges mucho. –

- Ambos nos cuidamos. –

- Me gusta que seamos así. Me siento protegida y atendida. También me


gusta cuidarte y tratar de imaginar lo que sueñas. Es divertido ver los gestos
que haces mientras estás dormido. A veces hasta sonríes así dormido. –

- No siempre recuerdo lo que sueño. Pero me gusta soñar sobre todo si


apareces tú.

- Eso se lo dirás a todas… -


- Cómo crees – le digo mientras la abrazo por detrás de la cintura y le
propino un beso lento como a ella le gustan.
- Te voy a mojar y llenar de jabón… -

- Ya casi termino –

- Mientras lee algo si quieres –

- En un santiamén estoy contigo. También si quieres bañarte, puedes


hacerlo. –

- Con este calorón, si se me antoja, pero no traigo ropa limpia para


cambiarme. –

- Mejor te espero. Sirve que me cuentas lo de los negros del libro amarillo.

- ¡Claro! –

Un rato después, entró secándose las manos con una toalla.


Luego salió a colgarla en el lazo donde tenía unas hileras de ropa secándose.
Regresó a la salita y no me encontró. Había ido yo, por un par de sodas a la
tienda.
Se sentó y me arrimó también una silla, mientras recibía su soda.
- ¿Deseas una partidita de ajedrez? –

- No –

- Mejor cuéntame lo del libro… -

- Está bien –

- Me lo sé casi de memoria –

Y comenzó su relato…
-En tiempos de la colonia… –
- llevaban un cargamento de 200 esclavos negros, en una embarcación
española hacia Centroamérica. Parece que, a República Dominicana, y al
desatarse una violenta tormenta, el barco naufragó cerca de Puerto Miniso
(hoy Pinotepa Nacional). Alguien de los esclavistas, imaginó la muerte
inminente de los africanos negros, se apiadó de ellos y los liberó de las pesadas
cadenas en manos, pies y cuello. –
- Nadaron, pues hombres y mujeres; eran fuertes. Ejemplares selectos,
arrancados a sus países de origen por gente ambiciosa de su misma raza y
entregados por fuertes sumas de oro o productos, a los traficantes europeos.

- Los únicos que lograron sobrevivir al naufragio, fueron estos esclavos.
Sometidos a la extenuante situación de vencer las olas, llegaron a la costa y
con los ojos enrojecidos por la sal marina y el sol inclemente, luego de la
tormenta, hacía contraste con el negro de su piel, negra con varios matices de
intensidad obscura, pues pertenecían a varios países de la costa occidental
africana. Esa parte de la costa oaxaqueña, era habitada por indios mixtecos,
dueños de las tierras. Al verlos, saliendo del mar, los consideraron que eran
diablos, llegados de lejos y escaparon rápidamente de ellos, los mixtecos,
huyendo a las montañas. –
- pronto, los náufragos, se adaptaron a esta zona y fueron construyendo
pequeñas aldeas con cabañas redondas de palos, lodo y zacate de palma. Se
volvieron buenos pescadores y en una tierra tan fértil, pues se da casi sola
mucha fruta y otros cultivos. Fue una gran bendición para ellos, llegar a este
paraíso. –
- Poco a poco, al paso del tiempo, interactuaron con los mixtecos y se dio lo
inevitable mezcolanza de razas, legando a las nuevas generaciones como
herencia, lo mejor de los genes y rasgos físicos de ambas razas. –
- Así pues, pudimos encontrar las “rarotongas” mexicanas, mujeres fuertes de
cuerpo escultural, talle juncal. Ojos negros como tizón, enmarcadas con ceja
espesa y pestañas crespas. Nariz recta, como la de los mixtecos, labio inferior
grueso y carnoso. Pernas, musculosas como columnas de ébano. Los
muchachos también formando una cruza de razas favorable, con los mismos
rasgos atractivos. Desde mediados del siglo XX, eran contratados por las
cadenas hoteleras de Acapulco. –
- Aunque, les decían que eran empleados tradicionales de los hoteles como
mucamas, ayudantes de cocina, bell boys, intendencia, jardineros, etc. En
realidad, los ocupaban en la variedad de los centros nocturnos para adultos. –
- Los varones, eran contratados realmente como acompañantes de mujeres
maduras y ricas, tanto gringas, canadienses y europeas que se divertían con
los “lancheros de Acapulco”. –
- No todos los descendientes mulatos, eran de rasgos muy atractivos. Había de
todo como en la viña del señor. –

- Muy interesante lo que me describes mi amor, pero suena eso de


película - -Realmente ¿habrá sido así? –
- Bueno, habrás notado, que también yo le agregué de mi cosecha. Pues
no es exactamente lo que escribió Gutierre Tibón. Pero me gustan las historias
felices. –

- Eres buena contando historias. –

- Me dejé llevar imaginando todas las escenas –

- Es muy agradable tu entonación y timbre de voz. –

- Te lo fui acomodando, para que se acoplara como a ti te gustan las


narraciones, cargadas de detalles e historia. –

- Gracias mi amor. –

- Hasta en eso nos parecemos –

- A los dos nos encanta escuchar y contar historias –

- Por ejemplo, cuando me cuentas de tu ciudad Morelia, la que algún día


conoceré, del rancho de tus abuelos, de la laguna, lo de tu colonia, de lo que
trabajabas desde adolescente, de tus escuelas y tus viajes conociendo, etc.–
- Estoy tan feliz, que me da miedo un día despertar y que Salva, sólo haya
sido un sueño… -

- Es lo mismo que pienso yo de ti –

- No sé lo que a futuro suceda, pero conocerte y convivir contigo, es como


un premio para mí –
17 JUNIO 2022. 8.15 hs.
TCC CENTRO CULTURAL UNAM, CAMPUS MORELIA.
CURSO ON LINE LUNES

También podría gustarte