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COMUNICACIÓN Y JUEGO

La psicogenética nos enseña que el niño organiza poco a poco el mundo a partir de su propio cuerpo.
Su primera comunicación es una comunicación de contacto directo con la madre, a través de los mensajes
tónicos que recibe y emite: es lo que se ha esbozado precedentemente en el “diálogo tónico”.
A partir de ahí irá creándose una distanciación progresiva de la comunicación, distanciación que pasará
por el objeto transicional, por el contacto y el alejamiento del objeto, el contacto y el alejamiento del otro hasta
llegar a una comunicación abstracta a través del símbolo del objeto ausente y desembocará en el lenguaje y todos
los demás medios abstractos de Comunicación.
Es decir que el niño no permanece encerrado es su cuerpo: entra en relación con el mundo de los objetos
y el mundo de los demás.
Aumentar la distancia, sin romper la comunicación, es simbolizar cada vez más la relación; es el
intercambio a través de la trayectoria, la mirada, el gesto, es agrandar su espacio de comunicación, investir a
nivel afectivo, el espacio y sus direcciones.
Es decir que, como dicen Andre y Anne Lapierre, aparecen los mediadores de la comunicación que
restablecerán la fusionalidad simbólica y compensarán la frustración del contacto: la voz, la mirada y el objeto.
A las actividades tónicas se superpondrán actividades voluntarias. Van a superponerse, integrándose,
más o menos, pero sin llegar a reemplazarlas, ya que las modulaciones tónicas serán el telón de fondo del
movimiento voluntario.
El niño descubre que “puede actuar”: para ello dispone, fundamentalmente, de dos actividades
esenciales: la prensión y la locomoción.
Descubre el placer de la acción, el goce de tomar el objeto, de darle movimiento, de desplazarlo, tirarlo,
etc. Es asimismo el origen del juego, que es investimiento en acción, para Lapierre.
A través del juego con el objeto y en una dialéctica permanente entre el yo y el mundo descubre el niño,
su cuerpo, que es medio de acción, intermediario obligado entre él y el mundo.
Se trata de una situación de libertad aparente pues cuando incluso el adulto se abstiene de intervenir, se
halla permanentemente como personaje.
Es él quien ha dado los objetos, es él el que ha permitido la situación y, por lo tanto, él espera algo. Pero
aún así no necesita manifestar ni su deseo ni su juicio.
A través de este enfoque se da la posibilidad al niño de una mayor independencia y disponibilidad para
la acción, lo que significará asumir así su verdadera autonomía.

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