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HETEROTOPÍAS DEL

CUERPO Y EL ESPACIO
Verónica Rodríguez Cabrera
Chloé Constant
María Guadalupe Huacuz Elías
Jaqueline García Bautista
(coordinadoras)
© Heterotopías del cuerpo y el espacio
Verónica Rodríguez Cabrera, Chloé Constant, María Guadalupe Huacuz Elías,
Jaqueline García Bautista (coordinadoras)

Primera edición, 2017

D.R. La Cifra Editorial, S. de R.L. de C.V.


Avenida Coyoacán 1256-501, Colonia Del Valle,
C.P. 03100, Ciudad de México.
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Diseño de portada: Diego Alvarez / Roxana Deneb

Este libro se publicó con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a
través de su programa de Redes Temáticas.

Las imágenes contenidas en este libro se utilizan únicamente como parte de


investigaciones académicas y su uso es responsabilidad de cada uno de los autores.

ISBN: 978-607-9209- 61-2

Todos los Derechos Reservados. �eda prohibida la reproducción total o parcial de


la presente obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y
el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por
escrito del editor.

Impreso en México / Printed in Mexico


ÍNDICE

Introducción. Sucesión de hechos que producen


reflexiones heterotopológicas
Verónica Rodríguez Cabrera, Chloé Constant,
María Guadalupe Huacuz Elías y Jaqueline García Bautista ......... 9

La morfotopía: el lugar y el tiempo de la regeneración


Eisa Muñiz García ...................................................................
· 17

Capacidad organotópica
Jhonatthan Maldonado Ramírez .............................................. 37

Intersticios del cuerpo enfermo, heterotopías que


vulneran y agencian a los cuerpos diabéticos
Verónica Rodríguez Cabrera .......................................... :......... 63

Dolor crónico y VIH: metáfora del estigma y la discriminación


Anabella Barragán Solís .......................................................... 85

Heterotopía y regulación de los cuerpos a través de la


violencia falocéntrica. Bosquejo
María Guadalupe Huacuz Elías .............................................. 103

Llevar la fiesta y la protesta en el cuerpo.


Un siglo de performance y disidencia sexual
Julia Antivilo ........................................................................ 115

La piel como heterotopía y heterocronía de la memoria


Álvaro Rodríguez Luévano .................................................... 137

El borramiento de los cuerpos desde la experiencia carcelaria


Chloé Constant .................................................................... 153
Regulaciones, exclusiones y (re)producciones discursivas del cuerpo,
sexo, género, deseo y sexualidad en las leyes penales
Lucía Núñez Rebolledo ......................................................... 167

La UAPVIF como heterotopía de desviación


Elizabeth García Cervantes ................................................... 191
INTRODUCCIÓN. SUCESIÓN DE HECHOS Q.!!E PRODUCEN
REFLEXIONES HETEROTOPOLÓGICAS
Verónica Rodríguez Cabrera,
Chloé Constant, María Guadalupe Huacuz Elías
y Jaqueline García Bautista

"Las heterotopías suponen siempre un sistema de apertura y uno de cierre


que, a la vez, las aíslan y las vuelven penetrables", dictaba Michael Foucault
en la conferencia Espacios otros. Heterotopías, ante el Cercle des études
architecturales, 1 el 14 de marzo de 1967 en París, Francia. Allí el pensador
incitaba a una serie de reflexiones en torno a los lugares que habitan los cuer­
pos en distintas sociedades y diferentes épocas. Si bien han pasado más de
tres décadas desde aquella primera discusión, es el presente volumen y los
artículos que lo conforman un ejercicio de ampliar y discutir nuevamente
al concepto de las heterotopías; además, ya no sólo desde la arquitectura,
sino desde todas aquellas disciplinas que involucran una discusión crítica de
nuestras sociedades contemporáneas.
Así, el libro es resultado de una serie de discusiones colectivas e indivi­
duales motivadas por las aparentes "realidades" y "certidumbres" en las que
millones de individuos viven en el siglo XXI. Algunas prácticas tales como
la cirugía cosmética, el tatuaje, el artivismo, entre otras, han venido a deses­
tabilizar de modo desafiante esos aparentes contextos de disciplinamiento y,
más bien, se proponen como una apuesta de otra forma de ser y estar en el
mundo.
Por lo anterior, y en una primera instancia, habrá que reconocer que
el concepto de heterotopía ha permitido repensar los problemas en las so­
ciedades modernas que, como menciona Foucault, sacralizan el espacio

1
Círculo de Estudios de Arquitectura.

9
INTRODUCCIÓN. SUCESIÓN DE HECHOS �E PRODUCEN REFLEXIONES...
_ _____ _ ________ _ . ------------
"

circunscribiéndolo a oposiciones que resultan difíciles de modificar, espe­


cialmente aquellos que refieren a espacios jerarquizados y disciplinatorios
que devienen de formas ilusorias de lo que se supone debe constituir la
normalidad.
Para los estudiosos del cuerpo y las corporalidades, retomar el con­
cepto de heterotopía no es una tarea fácil, en tanto la propia noción de
cuerpo que emplaza homogeneidades, dicotomías y lugares comunes; tales
como el alma, el organismo viviente, la conciencia, la completud, la aparien­
cia, la esencia, entre muchos otros que las sociedades modernas suelen sacra­
lizar. Estas son tan sólo algunas nociones provenientes de un pensamiento
occidental que se asume como verdadero y sobre el cual se erigen órdenes
que algunas veces se logran acoplar a las realidades latinoamericanas y otras,
más bien, contravienen las lógicas y las prácticas de los individuos, lo que re­
sulta en tensiones que, a su vez, producen diferentes emplazamientos como
lo expone a continuación cada uno de los capítulos del libro. A este respecto,
la voz de los autores es una posibilidad de plantear y proponer desde estas
geografías tan concretas un aporte significativo a ese universo que llamamos
generación del conocimiento.
En segunda instancia, la idea de retomar a Foucault se dio en el mar­
co del VII Congreso Internacional de Ciencias, Artes y Humanidades "El
Cuerpo Descifrado� con la idea de abonar a la discusión de la reflexión he­
terotopológica. En aquel momento asociamos el término heterotopía para
hacer referencia a esos espacios multidimensionales de significados y relacio­
nes que no suelen aparecer en un primer plano en lo social; es decir, aquello
que debe contenerse para hacer posible la "normalidad". Bajo esta lógica, el
cuerpo nos parecía más un ente dialéctico, donde, por un lado, esta metáfora
puede encarnar utopías que lo fragmentan de manera dicotómica (cuerpo­
mente; privado-público; biológico-social; sano-enfermo; masculino-feme­
nino), como, por el otro, puede también encarnar distopías (malo, corrupto,
pecaminoso, pervertido, brujo).
En este sentido, el cuerpo nos refería a una heterotopía, pues constituye
una materialidad que articula relaciones de crisis y desviación, ya sea en la
forma en que éste se constituye o se relaciona consigo mismo y también con
las y los otros. Porque en las muchas formas en que los cuerpos se ensamblan
o se ven ensamblados en lo social, encontramos tensiones entre lo utópico
y lo diatópico. Estas tensiones generan procesos que, en muchas ocasiones,
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

emplazan a los propios cuerpos. Desde este punto de partida aprovechamos


el encuentro en el Congreso antes mencionado para discutir colectivamente
cada una de las reflexiones ahí planteadas. Así, al tener este primer espacio
de reflexión, nos percatamos de que retomar el concepto de heterotopía im­
plicaba ir más allá de lo que nosotras mismas considerábamos como espa­
cios diferentes, ya sea de crisis o de desviación, ya que como las heterotopías
no tienen una sola forma, pueden ser apreciadas desde diferentes emplaza­
mientos, dependiendo de las normalizaciones que surgen de l�/as propio/
as investigadoras/es como desde y con los sujetos con quienes trabajamos.
Descubrimos, pues, la necesidad de replantearnos nuestras propias indaga­
ciones, cuestionando incluso la forma en que el concepto puede ser adopta­
do en función del lugar desde donde se dé lectura o se describa esa vivencia.
La complejidad del concepto en su práctica académica nos obligaba a pro­
fundizar en la discusión sobre las aristas e intersecciones que cada uno de los
textos presentados explotaba.
Posteriormente, nuestra deliberación se extendió a un segundo encuen­
tro, el Seminario Heterotopías del cuerpo. Una mirada desde los borramientos
corporales, donde retornamos al texto original de Foucault en diálogo con el
libro El Cuerpo utópico,2 para aclarar desde dónde cada uno/a apelaba al con­
cepto de acuerdo con su experiencia de trabajo. Para esta segunda reunión
nuestro grupo se extendió hacia algunas investigaciones que, ya sea por su
relación con el tema corporal o del espacio, consideramos pertinentes sumar
a lo que se consolidaba como una propuesta de publicación de libro, gracias
al apoyo de la Red Temática de Estudios Transdisciplinarios del Cuerpo y
las Corporalidades. En aquel segundo seminario, nuestras reflexiones abor­
daron seis puntos coincidentes con Foucault: los lugares, los espacios, los
emplazamientos, los cuerpos, las historias y los tiempos como parte de esas
regularidades con las que lidiamos en la práctica académica.
A lo largo de estas reflexiones colectivas fue como aprendimos a inter­
pelar al concepto de heterotopía, sobre todo desde lo que ello implica en
nuestra propia experiencia investigativa. Todas estas consideraciones se ven
reflejadas en los temas y análisis que se desarrollan en este libro. De acuer­
do con lo anterior, en esta introducción, más que hacer un compendio y

2
Foucault, Michel (2010). El cuerpo utópico. Las heterotopías. Buenos Aires: Nueva Visión.

11
INTRODUCCIÓN. SUCESIÓN DE HECHOS Q!;E PRODUCEN REFLEXIONES...

resumen de los resultados de cada artículo, presentamos las preguntas con


las cuales enfrentamos el hecho de producir un texto colectivo sobre un con­
cepto que nos ha sido útil para reflexionar nuestras líneas de investigación
desde otros horizontes.
Probablemente por ser el punto desde el cual cada quien sitúa sus inves­
tigaciones, nuestras deliberaciones giraron en torno al tema de los lugares.
Hospitales, reclusorios, casas o centros de atención, cementerios y, obviamen­
te, el propio cuerpo entraron en escena; sin embargo, pronto descubrimos que
los lugares pierden sentido sin las relaciones y significados que conllevan. Fue
entonces cuando el lugar dejó de ser un punto fijo y estático para sugerir mul­
tiplicidades y yuxtaposiciones como sucede, por ejemplo, con los cementerios
que, además de ser sacralizados para el descanso de aquellos cuerpos que han
dejado de ser pero siguen estando presentes, pueden ser espacios de reflexión;
con los jardines botánicos o incluso con lugares para el vandalismo; todas
estas son actividades que se han desarrollado en los panteones dependien­
do de su función en la historia y de acuerdo con el tiempo, no lineal, al que
correspondan.
La discusión colectiva nos aclaró que el concepto foucaultiano de lugar
es diferente al de espacio. El lugar atraviesa por un proceso de objetivación
cuando es ocupado por los sujetos que en sus prácticas le van otorgando un
significado igual o distinto para el que fue creado; por ello, una de nuestras
conjeturas es que los lugares también se impregnan y van impregnando pun­
tos de conexión con las identidades y/o identificaciones. En este sentido, el
de la identidad, el libro abre con la participación de Eisa Muñiz y la morfoto­
pía, en donde formula el cuerpo como el lugar dispuesto para ser su propio
proyecto identitario en tanto que, a través de la cirugía cosmética y con cada
corte del bisturí se busca la belleza ideal.
A continuación,Jhonatthan Maldonado, desde la idea de cuerpo utópi­
co, propone la experiencia de personas con síndrome de Down; pues plantea
que su corporalidad particular es determinante para desarrollarse e incluso
adaptarse al medio social, además precisa que sigue siendo la ciencia médica
la que filtra y disciplina a los cuerpos, en función de criterios que los cataloga
como aceptables o no aceptables.
En el tercer apartado, cruzando hacia el umbral de los lugares, Anabella
Barragán Solís argumenta que los hospitales pueden considerarse como es­
pacios de apertura y cierre totalmente controlados -bajo la premisa de ser

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HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

lugares donde se encuentra la salud-enfermedad de forma fusionada- que


opera bajo rituales específicos y exclusivos del discurso médico.
En la cuarta entrega, Verónica Rodríguez Cabrera apuesta también por
el discurso médico para reflexionar sobre el cuerpo; ella retoma al cuerpo
diabético, el cual ha sido dotado en la clínica con características particulares,
al mismo tiempo que arguye de procesos de cuidado meticulosos y la sobre­
vivencia; sin embargo, la idea de muerte inminente todo el tiempo resulta en
cierto sentido más poderosa que la enfermedad en sí.
Desde el arte y bajo la premisa del espacio inmaterial, María Guadalupe
Huacuz Elías, a través del artista plástico Santiago Bucio, aborda el tema
de la metáfora del espejo y retoma la idea del autorretrato, así como la idea de
apertura y cierre.
Para Chloé Constant, los emplazamientos resultan ser de relevancia al
poner de manifiesto la yuxtaposición con los espacios, especialmente cuan­
do se abordan temas de cuerpos vinculados a situaciones de encarcelamien­
to. El emplazamiento puede materializar situaciones poco convencionales
como la creación de espacios privados donde todo se considera público o a
la vista de quienes se encargan de mantener la vigilancia carcelaria. Por ello,
Álvaro Rodríguez coincide en la necesidad de pensar los espacios como los
que producen las relaciones, es decir, cuando la necesidad o la experiencia
subjetiva demandan la posibilidad de la existencia, como suele suceder con
los tatuajes, el intercambio de artículos, o simplemente la necesidad de pri­
vacidad, etcétera.
Para Elizabeth García Cervantes, en la última entrega los espacios no
pueden desimbricarse de su función en relación a los sujetos, especialmente
cuando se trata de mejorar su condición. Tal como sucede con las Unidades
de Atención y Prevención a la V iolencia Familiar (UAPVIF), donde a las
mujeres en situación de violencia de género se les suele percibir como enfer­
mas o incapacitadas, por lo que hay que tratarlas o protegerlas incondicio­
nalmente del mundo exterior. En estos lugares, para que las mujeres dejen de
vivir violencia, deben existir quien o quienes determinen qué mujeres son las
que van a entrar a ocupar un lugar, así como qué función van a desempeñar.
Por lo tanto, para el colectivo reunido, el cuerpo utópico como empla­
zamiento rebasa el lugar porque en sí imbrica otros lugares, tiene diferentes
funciones y se ocupa para diversas cosas en su propia dimensión histórica.

13
INTRODUCCIÓN. SUCESIÓN DE HECHOS �E PRODUCEN REFLEXIONES...

La importancia del espacio como emplazamiento refiere a que existe


una red y que ésta suele tener puntos fijos en el contrasentido de la misma,
porque la red sólo hace sentido en el cuerpo cuando éste hace de esos luga­
res una experiencia distinta. Por lo tanto, podemos afirmar que existe una
comunidad específica sólo en el emplazamiento de la existencia corporal, de
las experiencias emocionales tanto subjetivas como objetivas. Así que, justo,
mientras antepongamos el cuerpo, el sujeto es el que hace el lugar, porque sin
rutina no hay experiencia cotidiana. El emplazamiento refiere a esas redes
de relación, a la búsqueda, al desubicar la utopía o, al menos, a ponerla en
otro lugar, en el que no te duela o no te duela tanto, para lo cual suele haber
espacios y tiempos.
María Guadalupe Huacuz Elías nos hace notar que cuando pensamos
en anteponer el cuerpo en el espacio -así como lo resaltan algunos artículos
de este libro- es posible de que existan cuerpos para los cuales ciertos espa­
cios se vuelven corporales, como son los espacios carcelarios o como aquellos
en donde hay enfermos que se sienten libres y seguros en el hospital. En esto
coincide con Lucía Núñez Rebolledo cuando analiza cómo las leyes también
pueden verse reflejadas en espejos, emulando una heterotopía. Por lo tanto,
para ella es indispensable reflexionar sobre cómo es la experiencia en dichos
lugares, sobre todo cuando en apariencia se le da al sujeto la posibilidad de
entrar o no en ellos, la posibilidad de apegarse a las normas y leyes que nor­
man en cierto momento y lugar.
Si bien presentamos nuestras disculpas al/a la lector/a por romper la
cronología lineal de los sucesos que han dado por resultado este libro, es in­
negable reconocer que la muerte de nuestra entrañable compañera Verónica
García Sánchez nos toca profundamente, sobre todo cuando por las pautas
que norman la publicación de textos hemos tenido que omitir su participa­
ción en este volumen, lo que confirma una vez más que existen yuxtaposicio­
nes de espacios que resultan incompatibles. Por esta y otras muchas razones,
le dedicamos esta obra, en la cual seguirá ocupando un espacio abierto.
Finalmente, no nos queda más que insistir en el hecho de que este libro
no es un compendio de recetas de especialistas en el tema de heterotopía,
ni tampoco una obra acabada. Porque como se dará cuenta el/la lector/a
aún quedan muchas hebras para hilar más fino, reflexionar críticamente en
torno a esos otros lugares "sin lugar� segundos planos e intersticios en los
cuales los procesos, prácticas y/o experiencias humanas producen dolor,

14
HE'IEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

discriminación, violencias y exclusiones. Al mismo tiempo que se dibujan


situaciones desde donde se construyen posibilidades y sueños, donde, por
supuesto, seguiremos indagando sobre los cuerpos y las corporalidades.

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LA MORFOTOPÍA: EL LUGAR Y
EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN
Elsa Muñiz

APERTURA

La cirugía cosmética en nuestros días supera el dato médico para aludir a una
metamorfosis de la cultura contemporánea a partir de un conjunto de prác­
ticas corporales y de consumo mediático. Supone el conjunto de interven­
ciones quirúrgicas como un fenómeno masivo, al mismo tiempo que coloca
en disputa las relaciones entre cuerpo, sexo y género, en una suerte de sacu­
dida política y sexual que modifica las formas de ver, los modos de dividir
y habitar el espacio, así como los afectos y formas de producción del placer
(Preciado, 2010: pp. 20-21), poniendo en entre dicho la naturalización de
los sexos. En este sentido podemos preguntarnos ¿Cuál es el orden social y
político que hace de la cirugía cosmética el festín del artilugio corporal? ¿En
qué consiste este dispositivo que permite suponer a los sujetos que toman su
cuerpo en propia mano? ¿Cuál es la espacialidad de la cirugía cosmética que,
por un lado, hace incoherente la relación del género y la sexualidad con el
cuerpo y, por otro, reitera el orden heterosexual? ¿�é función desempeña
la cirugía cosmética en las sociedades actuales?
La cirugía cosmética funciona como pauta cultural y principio históri­
co para describir a las sociedades contemporáneas, establece su significado
popular en una sociedad de masas, tanto en lo que se refiere a un modelo de
belleza y perfección corporal como a un estilo de vida. Su papel es estraté­
gico en el sentido de reiterar la instrumentalidad del cuerpo, de reproducir
la noción del cuerpo-máquina susceptible de ser modificada, transformada
Y refaccionada, así como de perpetuar la fragmentación corporal y convertir
en fetiche ciertas partes del cuerpo al cargarlas de contenido sexual y erótico;
Y finalmente, de reiterar la heterosexualidad y el género dicotómico.

17
LA MORFOTOPÍA: EL LUGAR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

La cirugía cosmética descubre la dimensión carnal del consumo y pro­


duce un tipo de consumidores, hombres y mujeres que adoptan nuevos tipos
de prácticas, de afectos, y deseos en la búsqueda de la perfección y la belleza.
Esta rama de la medicina reúne en un mismo y solo proceso un conjunto de
prácticas subversivas, de belleza, de normalización y de violencia. El periodo
de expansión global del capitalismo que siguió a la crisis general del Estado
Benefactor y las economías nacionalistas es el entorno en el que se percibe
un incremento en la preocupación por el cuerpo.
La incertidumbre se apodera de la sociedad, la noción de. pareja repro­
ductiva se ha desestabilizado, la comodidad que vivieran las generaciones del
baby boom y la seguridad de un futuro prediseñado ha llegado a su fin. La
ideología de la felicidad y la propiedad privada como recinto de la familia y
la fantasía de la opulencia, dan paso al agotamiento, al sentimiento de des­
posesión y de pérdida, en el cual nuestro último reducto es el propio cuerpo.
La materialidad se convierte en el objetivo fundamental de los sujetos
quienes conciben su cuerpo como el único espacio de transacción que les
es permitido por el nuevo orden de cosas. De ahí que se vuelva de primera
importancia cultivarlo y utilizarlo, en una nueva versión de la instrumenta­
lidad: como moneda de cambio, a sobrexponerlo como a una mercancía y a
ofrecerlo como un bien en oferta. En una conversación entre dos médicos
que compiten por el mercado se escucha a uno decir: "Desde que aparecie­
ron mis espectaculares, los porteros me conocen por mi nombre". "¿Sí?", res­
ponde el otro con burla, a lo que a continuación el primero argumenta: "La
fama es poder, amigo... los espectaculares triplicaron mi negocio en el último
mes". Y afirma: "Eres mejor cirujano que yo, pero no eres mejor vendedor". 1
Siguiendo las ideas de Preciado, podemos afirmar que la cirugía cosmética
es el síntoma del desplazamiento desde los interiores característicos de la mo­
dernidad disciplinaria (el espacio doméstico, la escuela, la prisión, el hospital,
entre otros) como "cápsulas de producción de la subjetividad, hacia un nuevo
tipo de interioridad disciplinaria" (Preciado, 2010: p. 112): la corporalidad
misma. La cirugía cosmética y sus componentes territoriales de poder y sub­
jetividad son decisivos en el nuevo régimen de control de los cuerpos y de la

1
Murphy R. (creador). (12 de agosto de 2003). Sophia López (Serie de televisión). Epi­
sodio 4, primera temporada. En Ryan Murphy Productions ( Compañía productora),
nip/tuck. Estados Unidos: FX, Network.

18
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

producción de los sujetos que surgen en las sociedades posnacionales, con el


auge de los materiales sintéticos para el consumo y la reconstrucción corporal.
Clínicas, consultorios, salas de belleza, técnicas vinculadas a los avances
médicos (prótesis, implantes), difusión mediática de modelos de perfección
corporal a través del cine, la televisión, los comerciales, las revistas, ponen
en marcha un circuito de producción espacio-cuerpo-imagen-capital a nivel
global que funciona como una auténtica industria de producción corporal.
La cirugía cosmética se constituye así en una singular heterotopía,2 a la ma­
nera de Michel Foucault, que podemos llamar específicamente moifotopía.

MORFOTOPÍA O "¿�É NO LE GUSTA DE SÍ MISMO?"

La moifotopía se caracteriza por su capacidad de establecer relaciones pecu­


liares entre espacio, corporalidad, placer y tecnología (audiovisual, médica),
transformando o modificando los cuerpos al mismo tiempo que producien­
do subjetividades emanadas de los procedimientos quirúrgicos, es decir, ma­
terializando a los sujetos de género. Sin duda el consultorio, el quirófano,
el hospital y el periodo postoperatorio son morfotopías capaces de crear
"una ficción teatralizada" de la corporalidad. Siguiendo a Preciado, al igual
que las pornotopías que ella describe, las moifotopías son "como burbujas
espaciotemporales o islotes biopolíticos en un mar de signos, emergen en un
contexto histórico preciso activando metáforas, lugares y relaciones econó­
micas preexistentes, pero singularizadas por tecnologías del cuerpo y de 1a
representación que van mutando" (2010: p. 121).
La cirugía cosmética es una heterotopía que se refiere "al pasaje, a la
transformación, al trabajo de una regeneración" (Foucault, 2010: p. 28), en
este caso, corporal. Siguiendo su "heterotipología", reconocemos que la mor­
fotopía a la que hacemos referencia es al mismo tiempo una heterotopía de

2
Heterotopía, categoría empleada por Foucault, se refiere a "( ...]los contraespacios, sus
utopías situadas, esos lugares reales fuera de todos los lugares[...] [E]sos espacios dife-
rentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio donde vivimos.
[ ... l[L]as heterotopías, los espacios absolutamente diferentes". "[...][L]as heterotopías
pueden adoptar, siempre lo hacen, formas extraordinariamente variadas, y tal vez no
haya, en toda la superficie del globo o en toda la historia del mundo, una sola forma de
heterotopía que haya permanecido constante" (Foucault, 2010: pp. 21-22).

19
LA MORFOTOPÍA: EL LUGAR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

crisis y desviación, ya que las mujeres y los hombres que llegan a la cirugía
cosmética justamente son individuos que viven en la sociedad en un per­
manente estado de crisis: por no ser como les gustaría ser, por envejecer sin
remedio o por vivir en un cuerpo equivocado. Así que acuden a las prácticas
de la cirugía cosmética para realizar cambios corporales que les permitan
acercarse a los estándares de normalidad y aceptación que quieren alcanzar.
Dichos cambios corporales se llevan a cabo, como señala Foucault, en "tierra
de nadie", en lugares alejados de la mirada de otros y de la propia; en sitios
casi clandestinos. Al mismo tiempo, la búsqueda de la perfección establecida
por los cánones de belleza vigentes también conduce a los individuos que se
consideran fuera de la norma estética hacia el conjunto farmacológico-espa­
cial (Preciado, 2010: p. 126), además de que muestran una economía corpo­
ral que ha operado en los espacios tradicionales del control de los cuerpos
como son los sistemas de salud, los hospitales, las clínicas y los consultorios;
podemos referirnos a la restricción corporal, la sumisión, el voyerismo, el
exhibicionismo, como técnicas de subjetivación características del régimen
disciplinario, donde los quirófanos, el instrumental médico, las técnicas
operatorias y postoperatorias, tanto como los implantes y prótesis, constitu­
yen una nueva gramática de la perfección.
En sociedades como la nuestra se han desarrollado auténticas máquinas
corporales constituidas por las prácticas de la cirugía cosmética, las estruc­
turas mediáticas y la inmensa gama de espacios destinados a las transforma­
ciones corporales; en ellas distinguimos desde el diseño de espectaculares,
los consultorios y clínicas hasta los más modestos salones de belleza en los
que se realizan "delineados permanentes� se "ponen uñas de gel� o se aplican
técnicas para moldear la silueta. Todas estas acciones cumplen, sobre todo,
con dos objetivos, el de perfeccionar el cuerpo y el de la ganancia sin límites,
pues como afirma uno de los médicos protagonistas en la serie televisiva que
nos sirvió de ejemplo: "La línea que divide la industria porno y la cirugía
plástica es muy fina. Los dos vendemos fantasías, ¿no?"
En el marco del surgimiento de nuevas formas de mirar el cuerpo y de
pretender una agencia individual sobre él, la cirugía cosmética vive un auge
inusitado en las sociedades de capitalismo tardío en momentos de grandes
transformaciones no sólo políticas y sociales, sino de un cambio del estatus
ontológico del sujeto, en el que se le responsabiliza de su propia hechura
identitaria en un juego entre su libre albedrío y nuevas técnicas de vigilancia

20
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

que permiten al individuo concebirse como dueño de su cuerpo. Esta épo­


ca de la cirugía cosmética coincide con la conversión de un visible régimen
disciplinario hacia formas farmacomorfológicas (Preciado, 20 1 0: p. 1 28) de
control y producción de la subjetividad, pues la cirugía cosmética es sólo una
parte de estos procesos que buscan la perfección, entendida como belleza y
juventud, pues junto a las prácticas quirúrgicas debemos considerar los tra­
tamientos de sustitución hormonal, la clonación, el proyecto del genoma
humano, por ejemplo. En este marco, el cuerpo de los sujetos es menos un
suceso particular y voluntario que "un nexo de poder y discurso que repite o
parodia los gestos discursivos del poder" (Butler, 2002: p. 3 1 6).
En la morfotopía los hombres y las mujeres que acuden a ella intentan
romper con el tiempo tradicional, por un lado, hacen una pausa en su vida,
detienen el tiempo de manera indefinida para dedicarse a su transforma­
ción corporal, identitaria y subjetiva. Por otro lado, pretenden detener el
tiempo o regresado cuando buscan el imposible rejuvenecimiento. Al mis­
mo tiempo, la morfotopía reúne prácticas novedosas fundadas en los más
actualizados avances tecnológicos con usos y concepciones tradicionales
sobre la belleza y la salud. De este modo encontramos una acumulación de
tiempos en vínculo con el tiempo efímero.
Sin embargo, no podemos negar la importancia que la cirugía cosmé­
tica representa en la posibilidad que brinda a los individuos en la manera
en la que les gustaría ser. Lo significativo de considerar a la cirugía cos­
mética como una heterotopía, es decir, como morfotopía, es que actúa de
manera compleja : como un espacio en el que se desafía a la naturaleza al
corregir lo que "ella" hizo mal, se incide en lo más íntimo de las personas
y se interfiere en lo que muchos consideran la obra divina por excelencia;
y, al mismo tiempo, como un ámbito en el que se da el máximo control
de los cuerpos, se le somete a disciplinas férreas con el propósito válido y
auténtico de alcanzar la perfección. Tal complejidad explicaría, no sólo el
apogeo de la cirugía cosmética y su popularidad como la estrategia inme­
diata para cambiar el rostro o cualquier otra parte del cuerpo, sino como
una industria boyante cuya materia prima es ofrecida en charola de plata y
sin costo alguno.
Finalmente, podemos afirmar que la morfotopía es un sistema de aper­
tura y cierre al que se ingresa una vez que se ha cunt'lido con una serie de
actos dedicados al perfeccionamiento, a la purificaci611 y al embellecimiento.

21
LA MORFOTOPÍA: EL LUG AR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

Los MED I O S DE COMUNICACIÓN

Como señala Beatriz Preciado (2010), es incuestionable la fuerza perfor­


mativa de los medios masivos de comunicación para producir significado
a través de las imágenes que retratan a las sociedades actuales, que imponen
modelos de belleza femenina y masculina y que implantan modos de vida.
En este conjunto de procesos, la cirugía cosmética y todas aquellas instancias
que la promueven como son consultorios, clínicas, instrumentos médicos
fruto de avances tecnológicos, prácticas médicas e imágenes de sujetos fe­
meninos y masculinos hechura de una o varias intervenciones quirúrgicas
y retocadas con Photoshop, pueden considerarse como una agencia "multi­
media" de producción de sujetos perfectos.
Sabemos que el vínculo de la cirugía cosmética con los medios masivos
de comunicación es lo que caracteriza a esta rama de la medicina en las so­
ciedades contemporáneas, lo cual propicia cada día una mayor demanda de
intervenciones quirúrgicas, trascendiendo las clases sociales y la diversidad de
niveles en el poder adquisitivo. La cirugía cosmética y las series de televisión,
los filmes, los comerciales que ofrecen el milagro de las intervenciones quirúr­
gicas, la proliferación de espacios como clínicas, consultorios, salas de belleza y
cosmetología, producen sujetos perfectos y difunden un modelo de corporali­
dad a través de una diseminación mediática sin precedentes. Establecer formas
de ser mujer y hombre en las sociedades de la modernidad tardía requiere de
crear un espacio, de proponer un conjunto de prácticas capaces de funcionar
como "hábitos del cuerpo". Transformar a las mujeres promedio en mujeres
perfectas, en modelos de pasarela, estima establecer un topos alternativo para
la producción de corporalidades (Preciado, 2010: p. 17).

EL CON SULTORIO

En un consultorio de lujo, con una gran pecera como marco, el médico, un me­
trosexual de inicios del siglo XXI, pregunta a la paciente, a la vez que revisa su
ficha: "Srita. Babcock, dígame ¿qué no le gusta de sí misma?': la cámara cambia
de plano y enfoca a una joven de menos de treinta años, seguramente con más de
cien kilos de peso; unos brazos redondos, una gran papada y ojos pequeños per­
didos en su cara redonda y pecosa, quien contesta: "¡Nada me gusta !". Después
de una mirada entre sorprendida y curiosa, el médico continúa preguntado:

22
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

"Srita. Babcock, dígame específicamente qué es lo que desea� a lo que ella res­
ponde aparentando seguridad: "Necesito una liposucción, debajo del mentón,
en todas partes� Saca de su bolso un pequeño papel donde tiene escrita una lista
de la extrae su respuesta: "odio mi nariz; detesto mis pechos. Y tengo estrías en
el estómago. Me enferma verlas, quiero que desaparezcan". Mientras tanto el
médico va señalando en unas figuras que acompañan la ficha de ingreso, todas
aquellas partes que la paciente ha mencionado. "Srita. Babcock, usted quiere
cambiar muchas cosas� le comenta el médico. "He estado ahorrando para esto,
vengo de muy lejos", contesta la joven. "Tengo una reunión de 10 años de la ge­
neración en un mes. �ero ir cambiada. No quiero que reconozcan a la chica
que apodaban 'ballena"'. El doctor responde con mirada seductora: "Creo que
podemos enviarla a esa reunión sintiéndose mejor consigo misma''. Llorando la
chica responde: "¿En serio?, ¿me ayudará? Muchísimas gracias. No sabe lo...".
Las lágrimas la ahogan y no puede continuar. 3
"Muy bien", dice el médico, quítese la ropa y póngase esta bata con la
abertura para el frente, enseguida vuelvo". La paciente se siente nerviosa y
preocupada porque el doctor la verá sin ropa y esas lonjas que le cuelgan son
horribles. Regresa el médico y le pide que se quite la bata, comienza a explo­
rar los senos, los levanta hasta donde supone deben estar, los deja caer. Luego
hace unas líneas punteadas alrededor de ellos. Recorre el plumón hacia el
abdomen y vuelve a marcar el contorno ahora en los muslos, le pide se voltee
y ella se mueve suavemente para dar la espalda que también es señalada con
las "puntaditas" rojas en todo el contorno de la cintura, en los glúteos y en
los muslos. A la vez que va señalando el cuerpo de la mujer, el médico anota
en su bitácora y le comenta a la paciente con frases muy cortas: "Cortamos
aquí", "levantamos esta parte", "colocamos una hamaca que sujete esta flaci­
dez", "tal vez si cortamos y colocamos unos implantes". "Ahora vístase por
favor y la espero en el consultorio". La deja sola y ella piensa únicamente en
cómo se verá después de la operación.
Mientras tanto el doctor hace una lista de los procedimientos que se
requieren para devolverle una figura juvenil a su paciente de S S años de edad,
y otra gran lista de los requerimientos junto a una abultada cuenta.

1
·Murphy R. (creador). (5 de agosto de 2003). Nanette Babcock (S erie de televisión) .
Episodio 3. E n Ryan Murphy Productions (Compañía productora), nip/tuck. Estados
Un idos: F X, Network.

23
LA MORFOTOPÍA : EL LUGAR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

"Siéntese por favor. Esto es lo que vamos a hacer, se practica estos aná­
lisis y regresa para concertar la fecha de la intervención. El costo es este que
se pagará antes de que salga del hospital". La paciente no pregunta sobre los
riesgos o las posibles complicaciones, su pensamiento está instalado en el
después, en el cómo la verán los demás, en lo rejuvenecida que quedará. Sólo
pregunta si le dolerá, a lo que el médico responde: "No se preocupe, con los
analgésicos y el antibiótico se recuperará en 15 días".

EL Q.!!:IRÓFANO

Enfundados en sus uniformes azules, los médicos se lavan las manos, las desin­
fectan, es el inicio del ritual. Antes de ingresar al quirófano las enfermeras les
colocan guantes de látex estériles. Se acercan, prenden la lámpara y esperan a
que llegue la paciente, transportada en una camilla, sin ropa y con una bata, la
cambian a la mesa de operaciones, el médico se acerca y pregunta su nombre y
qué operación van a realizarle. Le informa la manera en la se llevará a cabo la
intervención. El anestesista también pregunta su nombre y le dice que cuente
en forma regresiva empezando en el número 1O, le coloca una mascarilla y la
paciente comienza a sentir somnolencia desde que va contando seis. Así em­
pieza la manipulación del cuerpo: se hacen cortes aquí y allá, se desprenden
grandes porciones de tejido graso y se colocan en una bandeja, los colgajos de
piel se cortan y se suturan y, posteriormente, se colocan los implantes.
El consultorio y su extensión, el quirófano, son los principales recintos
en los que habitan los cirujanos plásticos. Son el dispositivo "farmacomorfo­
lógico" (Preciado, 2010: p. 112) en el que se llevan a cabo las transformacio­
nes de las partes del cuerpo a intervenir. Iluminados con grandes lámparas
centrales sobre la cama de operaciones, un anestesista colocado a la cabecera
del paciente junto a una mesita cubierta con un lienzo de algodón también
azul y encima el instrumental que estará a cargo de la enfermera quien debe
conocerlo perfectamente y auxiliar al médico haciéndole llegar lo que re­
quiera en el momento preciso. El doctor se coloca en el lugar estratégico para
realizar la operación, utiliza una lámpara con lentes de aumento, junto a él
se ubica un médico ayudante y la enfermera, del lado opuesto se coloca otro
cirujano y una enfermera más, detrás de cada una se coloca el instrumental y
los medicamentos; una tercera enfermera puede moverse para cualquier par­
te cuidando que ninguno de los participantes tire de algún cable o manguera

24
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

y es el contacto con el exterior. Encontramos instrumentos para resucitar, es


decir, equipo de emergencia para atender un paro cardíaco, mesa de cirugía
(mesa de acero inoxidable para todas las posiciones quirúrgicas), una lámpa­
ra de quirófano con luz fría, una máquina de anestesia, instrumental espe­
cial para cada parte del cuerpo (bisturí, martillo, cincel, limas, lijas), cuchillo
eléctrico para cauterizar, autoclave para desinfectar el instrumental y ropa
que usan para el paciente. Instalada siempre cerca del techo, está la pantalla
que reproduce las imágenes de los procedimientos quirúrgicos tomadas por
una cámara. Asimismo, siempre hay un equipo de sonido para que los ciru­
janos operen con la música de su elección.
El quirófano es el escenario de la producción corporal. Es también el
santuario de los cirujanos; es como una incubadora biopolítica, en el que
se ponen en juego las técnicas médicas, en tanto prácticas corporales, que
producirán los nuevos individuos, espacio de transición en el que se mo­
delan los cuerpos y se perfeccionan los sujetos. En ellos las intervenciones
se convierten en "rituales espaciotemporales que permiten llevar a cabo la
transición desde los modos soberanos de dominar el cuerpo hacia las formas
disciplinarias de controlarlo" (Preciado, 2010: p. 165). El quirófano es un
espacio totalmente generizado en el que el cirujano es el representante de
una masculinidad agresiva, segura y firme.

Los H O S PITALES

Los hospitales son edificios que pueden ocupar miles de metros cuadrados en
los que hay habitaciones individuales que se anuncian como de "cinco estrellas�
en particular en la modalidad que se está poniendo en boga, el llamado "turismo
médico� Las áreas quirúrgicas pueden estar compuestas hasta por veinte quiró­
fanos entre los destinados para cirugía mayor ambulatoria y los dedicados para
gran cirugía. En estos colosales hospitales, los quirófanos están dotados con pa­
neles de control de última generación, pantallas de alta definición para visualizar
las intervenciones, la historia clínica o las imágenes digitales de las pruebas reali­
zadas al paciente. Camas con monitoreo constante y sala de cuidados intensivos.
Con equipo variado: radiofrecuencias, ultrasonido, equipo de lifting y micro­
abrasión, máquinas de liposucción y demás instrumental.
El "complejo mediático-inmobiliario" y mobiliario creado por los medios
masivos de comunicación (revistas, periódicos, series de televisión, comerciales,

25
LA MORFOTOPÍA : EL LUGAR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

etcétera), clínicas, consultorios y equipamiento deben entenderse a partir de


las paradojas que rigen a las sociedades del capitalismo tardío, pues no sólo
obedecen a la creación de una infraestructura destinada a la apropiación per­
sonal de los cuerpos, sino a la hipermodernización de las construcciones ( clíni­
cas y hospitales), gobernadas por los mismos principios de vigilancia y control
del cuerpo. Los tratamientos a los que se someten los sujetos que acuden a los
consultorios y a las clínicas de cirugía cosmética, participan de un conjunto de
prácticas corporales a través de las cuales obtienen la anhelada belleza.

EL P O STO PERATORIO Y EL TURISMO MÉDICO

Paola, una mujer de 52 años que se sometió a una intervención facial en la


que "le hicieron cirugía de ojos, jalaron un poco el cuello y el cachete� co­
menta acerca de su experiencia en cuanto al proceso postoperatorio :

Los médicos dicen que no es doloroso [ ... ] [;] pero la realidad es que el pro­
ceso es largo y claro que bastante traumático. Sólo conozco la experiencia de
mi propia familia [ ... ] : algunos se han realizado cirugías [ ... ] [.] A mi mamá la
veía y la pobre [ ... ] [con] las orejas casi despegándose, la cara hinchadísima, y
llorando todo el tiempo, le vino una depresión postcirugía, fue muy doloro­
so [ ... ] : ella no lo tomó nada bien. Nadie me ha contado así como yo lo viví,
todas te dicen que muy bien y tú las ves y pues mejoraron mucho su aparien­
cia [ ... ] . Nadie habla de sus experiencias, nadie te dice cómo lo procesó [ ... ] [,]
tampoco quise investigar mucho porque no me iba a animar y yo dije: 'tengo
que estar fuerte: y sí quería cambiar mi apariencia [ ... ] [.] Las tres operaciones
se hicieron en un día [ ... ] el proceso fue traumático, mi esposo fue el que más
lo padeció [ ... ] [.] Estuve encerrada a piedra y lodo en mi cuarto [ ... ] [.] Ni
siquiera me atrevía a verme al espejo hasta un mes después [ ... ] sentía pavor,
sabía que estaba exageradamente hinchada[ ... ] [.] No me vi al espejo porque
sabía que eso me iba a impactar demasiado y que tal vez mi recuperación
no sería suficientemente rápida y yo tenía que volver a trabajar [ ... ] [;] me
dijeron primero que en un término de 1 5 días era la recuperación, pero eso
fue una farsa, pues no es cierto que son 1 5 días, ni un mes, ni dos, fue hasta
los tres meses que yo empecé a agarrar [sic] alguna forma. Fue tan traumático
que me arrepentía y quería que pasara este momento aunque no quedara
bella [ . . . ] estuve tratando de controlar esos dolores que sientes espantosos

26
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

como que te jalan el cabello constantemente, porque te abren aquí, acá, te ja­
lan, acá abajo [ haciendo una señal sobre el cuello] [ . . . ] [.] Llevo ya seis meses
y medio [ . . . ] [,] el proceso fue tanto emocional como flsico, tenía que estar
con pastillas para el dolor todo el tiempo, tres antibióticos diferentes, el estó­
mago deshecho pero yo seguí todas las indicaciones del médico y cada tercer
día iba a revisión después que me operaron. 4

En el caso narrado el proceso postoperatorio, aunque doloroso, no requirió


hospitalización, la intervención duró ocho horas y aunque a la mujer entre­
vistada le fue aplicada anestesia total, salió por su propio pie, sólo cubierta
con una mascada y unos anteojos obscuros. Sin embargo, dependiendo del
tipo de intervención de que se trate y del lugar elegido para hacerlo, hay clí­
nicas más costosas en las que se ofrecen paquetes completos con estancias de
una semana en habitaciones cinco estrellas.
En nuestros días el "turismo médico" vive un auge; este concepto se uti­
liza para referirse a la modalidad de viajar fuera del lugar de residencia para
someterse a cirugías o recibir atención profesional y cuidados, más baratos o
mejores. La Fundación Mexicana para la Salud, A.C. {FUNSALUD) señala
en su sitio de internet que el turismo médico se incorporó como nuevo pro­
yecto en su Programa de trabajo 2010-2011 ante la oportunidad que presen­
tan las tendencias demográficas, geográficas y económicas en la actualidad.
El programa se constituyó con la finalidad de ofrecer servicios de salud de
calidad a menor precio a la población de otros países, incluyendo servicios
turísticos de gran atractivo, a partir de experiencias de países como la India,
Costa Rica, Canadá y Cuba. 5
En México, el turismo médico está dirigido principalmente a la po­
blación estadounidense y fronteriza dado el elevado costo de los servicios
médicos en ese país. Del mismo modo, la cercanía geográfica y la consi­
derable cantidad de mexicanos que radican o trabajan en E.U.A. y que no
cuentan con servicios médicos de la seguridad social. Según se afirma en
la página de referencia, México cuenta con más de una docena de destinos

• Eisa Muñiz, entrevista realizada el 5 de julio de 20 1 1.


1
Los servicios que ofrece este programa se pueden encontrar en : htpp:/ /portal.
funsalud.org.mx

27
LA MORFOTOPÍA: EL LUG AR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

especializados en turismo médico donde se unen prestadores de servicios tu­


rísticos y atención médica de la más alta calidad para atender las especialida­
des de oncología, ortopedia, cardiología, cirugía en general, cirugía plástica
y gastroenterología.
El mismo sitio señala que la ]oint Commission lnternational acreditó
recientemente a siete hospitales de nuestro país. A su vez, la Secretaría de
Salud Federal ha certificado a 1 OS hospitales, 98 de los cuales están homolo­
gados con estándares internacionales.
Anualmente entre 250 y 300 mil estadounidenses realizan viajes al ex­
tranjero en busca de atención médica y de salud a menor costo y más calidad
o para evitar largas listas de espera. Se estima que la atención médica en los
países de ingreso medio como México el costo es de 36 a 89% inferior que en
países desarrollados, particularmente E.U.A. Nuestro país ha mostrado gran
capacidad operativa en cuanto a servicios de salud para la atención a extran­
jeros bajo la modalidad de "turismo médico': lo cual es evidente en algunas
ciudades como Guadalajara y Monterrey (ProMéxico).
Aunque no hay suficiente información, algunos datos hacen suponer
que en 2014 México recibió 200 mil pacientes extranjeros, según la consul­
tora internacional Patiens Beyond Borders; cifra que aumenta a 1.2 millones
al agregar a los indocumentados hispanos que regresan para ser atendidos,
en su mayoría de California, Arizona y Texas (Salvatierra, 2016). El turis­
mo médico genera un ingreso de aproximadamente de 3, 277 millones de
dólares al año, de acuerdo con Nicolás González Díaz, director general de
ProMéxico, quien señala que esta actividad ha crecido de 5.5% en 2015 a un
6.307% hacia 2018 (ProMéxico).
Se considera al turismo médico como uno de los sectores de viajes de
mayor crecimiento en el mundo. Los límites geográficos se trascienden vía
internet, la difusión se facilita y es conocido el trabajo que realizan clínicas y
hospitales sin importar el país de origen. En este sentido, el turismo estético
es una de las ramas de la medicina que moviliza a más personas y millones
de dólares. Basta con colocar en el buscador "turismo médico cirugía cosmé­
tica" para que aparezcan las ofertas más atractivas: "Implantes de senos en
Maryland" ; "Implantes de senos en Florida" ; "Cirugía estética en Tailandia" ;
"Turismo estético en Canarias" ; Cirugía plástica en Canadá" ; "Liposucción
en Bruselas" ; "Cirugía cosmética en Colombia" ; "Tratamientos estéticos en
Chile" . . .

28
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Casa Velas Hotel & Ocean Club es un exclusivo hotel boutique en Puerto
Vallarta, Jalisco, México, a I S minutos de la Zona Centro y el famoso
Malecón:

Puerto Vallarta: un destino de turismo médico


Teniendo como prioridad su bienestar y tranquilidad, Casa Velas ha desa­
rrollado un programa de turismo médico que combina los más avanzados
procedimientos electivos6 con la comodidad de un resort rodeado por la
belleza tropical de Puerto Vallarta, para su pronta recuperación. Además
del inigualable paisaje de la costa de Vallarta, le ofrecemos la tranquilidad
de una estancia para tratamientos médicos y de bienestar donde podrá so­
meterse a los más avanzados procedimientos de cirugía plástica, cuidados
durante su recuperación y un servicio de clase mundial a un costo accesi­
ble. Disfrute de unas vacaciones de salud y bienestar [con] todo incluido
que cambiarán su vida y le ayudarán a sentirse y verse rejuvenecido.
Con personal altamente calificado y de gran experiencia, el Hospital
Amerimed le brinda distintos procedimientos de cirugía electiva y cirugía
cosmética en Puerto Vallarta -desde tratamientos de bótox hasta cirugía
facial. Amerimed es una red de instituciones médicas en México, que le
brinda un servicio médico integral basado en los más altos estándares
americanos. 7

En la clínica Plástica Médica de la ciudad de Cuernavaca, en el estado de


Morelos, México, se ofrece el siguiente paquete:

Paquete con todo incluido


Nuestros paquetes "todo incluido" comprenden prácticamente todos los
gastos referentes a su operación durante su estancia en Cuernavaca:
• Boleto de avión : traslado de su ciudad de origen (aeropuerto) al de la
Ciudad de México.
• Traslado del Aeropuerto a la Ciudad de México.

6
Cirugía electiva es aquella que puede programarse, planificarse y, por lo tanto, pre­
pararse. La mayoría de las cirugías electivas son ambulatorias, es decir, que el paciente
puede ingresar al hospital, someterse a la operación y regresar a casa el mismo día.
7
Hotel Casa Velas: http ://www.hotelcasavelas.com.mx/

29
LA MORFOTOPÍ A : EL LUG AR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

• Estancia en hotel o casa de reposo con todas las comodidades, alimen­


tos, un ambiente de confort, privacidad y trato de primera.
• Traslados durante toda su estancia: Hotel, hospital, casa de reposo, a
oficina para revisiones y curaciones.
• Consultas médicas, curaciones y revisiones postoperatorias.
• Honorarios de médico y cirujanos; ayudantes y anestesiólogos; enfer­
mera instrumentista y demás personal.
• Gastos de hospitalización, quirófano, materiales y equipos necesarios.
• Traslado al aeropuerto de la Ciudad de México y boleto de avión a su
ciudad de origen. 8

Y para recuperarse de la cirugía en la ciudad de la eterna primavera está el


lugar idóneo :

En Casa de las Lunas estamos preparados para hacer de su recuperación un


momento placentero y tranquilo con la atención médica y administrativa re­
querida en cualquier momento. Contamos con diferentes opciones de estancia
para su recuperación de acuerdo a su presupuesto y tipo de operación a realizar.
La Casa de las Lunas es una hermosa propiedad estilo Cuernavaca
construida en los años 30's que conserva toda su personalidad y armonía
con el entorno natural. A tan sólo 5 minutos a pie del Centro Histórico, se
encuentra esta espectacular propiedad de 3000 metros cuadrados rodeada
de "naturaleza" y amplios jardines. Contamos con dos zonas principales: la
casa de vacaciones, una extensa área totalmente independiente, con cancha
de frontón, gimnasio, alberca, cascada, palapa, sala de juegos, billar, juegos
de mesa, sala de televisión; y la casa mayor, completamente independiente
de la casa de vacaciones.

La versión del turismo médico de la cirugía cosmética condensa la


morfotopia; las casas de reposo y los hoteles boutique, destinados principal­
mente a los procesos postoperatorios y a la recuperación, son elementos
que convierten a la heterotopía de la cirugía cosmética en otra parte. Las

8
Este paquete médico se puede encontrar en : http :/ /plasticsurgerymexico.plastica­
medica.com.mx/

30
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

intervenciones quirúrgicas y los procesos postoperatorios en reclusión, ya


sea en una habitación de la casa o en una cuarto de hotel de lujo, tienen lugar
en ninguna parte (Foucault, 201 O: p. 22).

CIERRE

Podemos afirmar que la presencia de la cirugía cosmética en nuestros días


obedece tanto a la obsesión de hombres y mujeres por alcanzar los estánda­
res de belleza y perfección, como a la necesidad de mantenerse dentro de los
marcos de normalidad impuestos desde los diversos discursos hegemónicos.
Asimismo, responde a una concepción dicotómica del sujeto donde el cuer­
po humano se percibe como el espacio de construcción de la subjetividad,
como el lugar de la agencia de los individuos y punto de partida de la hechu­
ra identitaria de cada persona, y como la parte intercambiable, refaccionable
y factible de ser reformada o remodelada. Por otro lado, dicha búsqueda de
la belleza y la perfección corporal en las sociedades contemporáneas va más
allá de la acepción tomasina de que lo bello es lo que agrada a la vista. De la
noción de la belleza como aquello que está en armonía y equilibro con
la "naturaleza". O bien, con la idea que lo bello es lo que proporciona placer. La
belleza y lo que actualmente se percibe como perfección están asociadas al
logro del éxito, a la posibilidad de ascenso social, a la obtención de mejores
condiciones de vida y, en muchos casos, al beneficio de un empleo de presti­
gio o un matrimonio provechoso.
Los sujetos, en particular las mujeres, en su presunción de ser bellas y
perfectas han logrado reificar cada vez más al cuerpo. La aspiración de no
fragmentar a los individuos y concebirlos como una unidad, de no separar
el cuerpo de la mente, se ha malogrado en esta constante objetivación de los
cuerpos, de tal manera que ahora podemos construirlos a la manera en que
queramos y reformarlos en busca de eliminar aquellos "defectos" que nos
alejen de la normalidad.
El cuerpo se convierte así en un tropo que hace viable la acción de los
sujetos, por un lado, limitada en los procesos sociales y, por otro, ampliada
en cuanto a las perspectivas de construirse de la manera en la que les gustaría
ser. La suposición de que se es dueño del propio cuerpo encuentra asiento
en el excepcional desarrollo científico, asimismo, permite que la aspiración
de obtener la belleza y alcanzar la perfección corporal se convierta en una

31
LA MORFOTOPÍA: EL LUG AR Y EL TIEMPO DE LA REGENERACIÓN

posibilidad real y, a la vez, refuerza la concepción del cuerpo como una má­
quina que puede ser refaccionada, modificada y mejorada.

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FILM O G RAFÍA

LA V OO, G. y Brown E.T. (Productores). Cardoso, P. (Directora). (2002).


Real women have curves (Las mujeres verdaderas tienen curvas) [ Cinta
cinematográfica]. Estados Unidos: HBO/ Newmarket Films.
RUDIN, S. et al. (Productor). Oz, F. (Director) (2004). The Stepford
Wives (Las mujeres perfectas) [Cinta cinematográfica]. Estados Unidos:
Paramount Pictures / Dreamworks Pictures.
RYAN MURPHY PRODUCTION (Compañía productora). Murphy
R. (Creador). (2003-2010) Nip/Tuck [Serie de televisión]. Estados
· Unidos: FX Network.
ZEMECKIS, R. (Productor y Director). (1992). Death Becomes Her
(La muerte le sienta bien) [Cinta cinematográfica]. Estados Unidos:
Universal Pictures.
CAPACIDAD ORGANOTÓPICN
Jhonatthan Maldonado Ramíre,

Pero mi cuerpo, a decir verdad, no se deia . someter con tanta. facilidad. De.muis ,i,
todo, él mismo tiene sus recursos propios de lo. fantástico; también él posee lu.e:11rr< sil.
lugar_y lu,ares más pr�fundos, más obstinados todavía aue el alma. l!"e 111 trnnli. ,
que el encanto de los magos. Tiene sus bodegas y sus desvanes. tiene sus estadz. ? c ,,
curas, sus pla_vas luminosas / .. .} Nada hago sin él... corre, actúa, vive, dese,z. st· dt't. .
atravesar sin resistencia por todas mis intenciones. Sí, pero hasta el día en que siento
dolor, en que se profundiza la caverna de mi vientre, en que se me bloquean, en que se
atascan, en que se llenan de estopa mi pecho y mi garganta. Hasta el día que se estre­
lla en elfondo de mi boca el dolor de muelas. Entonces, entonces ahí dejo de ser ligero,
imponderable, etc.; me vuelvo cosa, arquitecturafantástica y arruinada.
Michel Foucault, El cuerpo utópico. Heterotopías.

INTRODUCCIÓN

La enmarcación de la discapacidad es un ejercicio cotidiano de jerarquización


corporal que la integridad corporal obligatoria (compulsory able-bodiedness,
McRuer, 2006) requiere afirmar para dar continuidad a la mutación de la
diversidad funcional en estigma, exclusión y sufrimiento; sobre todo para
que el cuerpo tullido (cripple) devenga extraño, raro y anormal a la luz de la
morfología normativa. Dado que es una de las afectaciones que altera y de�­
or¡raniza b "fantástica y hahirnal" arquitectura que llamamos cuerpo. podría

1
El presente texto forma parte de la investigación "Repensar el cuidado desde la expe­
ri e ncia de la interdependencia corporal. Un acercamiento antropológico a cuidadores
de suj etos con la condición del síndrom e de Down en la ciudad de Puebla", inscrito en la
maestría de Antropología Social de la BUAP.

37
CAPACIDAD ORGANOTÓPICA

decir que la discapacidad2 es una singularidad de la "arquitectura arruinada"


(Foucault, 2010: p. 12) .
Más que responder con acongojo por la arquitectura arruinada, Foucault
(2010), articuló una crítica a la utopía del cuerpo perfecto, una crítica que
retomaré en las próximas páginas para desvelar la capacidad organotópica
que sostiene la ficción biopolítica del cuerpo exento de precariedad. En efec­
to. los cuerpos que se valen por sí mismos, que están en sus cinco sentidos, que
son independientes. autosuficientes _y libres de discapacidad son, en realidad,
una mentira que valoramos y actuamos como verdad.
Por consecuencia, es pertinente destacar que un desplazamiento crítico
a las utopías corporales requiere enmarcar los marcos desplegados que deci­
den cómo y qué mirar frente al espejo. 3 Con esto quiero decir que el marco
es una táctica que hace verdadera una acusación falsa. Judith Buder expresa
que el verbo inglés to.frame tiene varios sentidos:

[u] n cuadro suele estarframed (enmarcado), pero también puede estarfra­


med (falsamente inculpado) un delincuente (por la policía) o una persona
inocente (por otra infame, a menudo policía) ... El marco que pretende
contener, vehicular y determinar lo que se ve ( y, a veces durante un buen
periodo de tiempo, consigue justo lo que pretende) depende de las condi­
ciones de reproducibilidad [para] su éxito ( Butler, 20 10: pp. 22, 26).

El marco regula y conduce a una conclusión interpretativa sobre el acto.


Dicho con otras palabras, cuestionar el marco sociocultural que produce la

2
Hago referencia a la discapacidad como una figuración histórica y política que tiene
sus orígenes en la industrialización. Un momento en el que la posesión de un cuerpo
eficaz venía demandando d borramiento de las anomalías corporales por la necesidad
de mano de obra dd emergente sistema económico capitalista (Ferreira, 2010) . Esta
eficaci a económica del cuerpo acabará remitiendo a los sujetos a estándares de salud que
dictam ina la ciencia médica y la estadística, presuponiendo una condición y una funcio­
nalidad del organ ismo humano que sería independiente de los contextos sociales en los
que este se desenvuelve. Así, la norma médica de salud dictaminará la eficacia esperable
del cuerpo, de modo que, inicialmente, la salud corporal se vincula al discurso de la
higiene y la práctica de la patología con la productividad económica.
3
Michel Foucault retoma la metáfora del espejo para indicar que el cuerpo no es simple
utopía, pues en la experiencia del espejo uno reconoce la corporeidad.

38
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

capacidad organotópica implica poner en tela de juicio lo que vemos, oí­


mos, pensamos y reconocemos como cuerpo. Así, propongo una heteroto­
pía-tullida que tiene como finalidad producir una cartografía corporal para
dejar al descubierto la espacialización del poder que inscribe la capacidad
organotópica, a la vez que posibilita la irrupción al entramado corporal del
imperativo orgánico.

APUNTES METODOLÓ G I C O S

¿ Cómo hacer una cartografía de las representaciones sobre el cuerpo referen­


te a la normalidad y la anormalidad? ¿Vendría una cartografía a reflejar lo�
significados que dan sentido y sustento a la capacidad organotópica de lo�
cuerpos? La cartografía que presentaré en las siguientes páginas registra los
mapas corporales en los marcos de la normalidad y la anormalidad.
La cartografía es una técnica que descifra un mapa -una representa­
ción- mediante el acto del dibujo. Es decir, un texto que ocupa el dibujo
como "un conjunto de señales que comunican algo sobre una cosa" {Licona,
2002: p. S); desde esta perspectiva, es útil para el estudio de los procesos de
significación del cuerpo. Considero que una forma de acechar el funciona­
miento de la estructura social es apelando al imaginario para hacer brotar las
significaciones sobre la normalidad, la apariencia, la enfermedad y la ano­
malía, que producen y cimientan el contexto biopolítico de la discapacidad.
El punto central del dibujo es descifrar el mapa normativo que se rea­
liza sobre los cuerpos, vislumbrando las formas, los contornos, las palabras
y las imágenes que sitúan la corporalidad como espacio de inscripción co­
dificada y actuación discursiva. Una cartografía cultural que permita loca­
lizar en el dibujo los mecanismos del poder que espacializan el cuerpo le­
gítimo y el cuerpo marginal sujeto a vigilancia, normalización y, por ende.
patologización.
Dadas las circunstancias, parafraseando a Licona (2002), al igual que ca­
m inar o trabajar, cartografiar -como acto de dibujar- figura como un hecho
etnográfico, como un procedimiento metodológico y teórico que puede ser
utilizado para el análisis de la acción social, un acto individual constituido
por relaciones y estructuras sociales. Cabe señalar que las cartografías cor­
porales se realizaron en relación con tres temáticas: cuerpo normal, cuerpo
anormal y cuerpo con síndrome de Down. Para cada sección se destinaron

39
CAPACIDAD ORGANOTÓPICA

2 5 ejercicios cartográficos, se buscaron personas mayores de 18 años (a quie­


nes se les pidió señalar su edad, sexo, ocupación y escolaridad) y se aplicaron
en espacios como el Zócalo, el Paseo Bravo, Ciudad Universitaria (BUAP),
la Facultad de Medicina (BUAP) y el parque Benito Juárez en la ciudad de
Puebla; el ejercicio cartográfico responde al periodo comprendido de traba­
jo de campo entre mayo y septiembre de 201 5. Después de la aplicación de
los ejercicios cartográficos se construyó una matriz de datos en la que se cote­
jaron y organizaron los resultados para ser utilizados en el texto etnográfico.
Teniendo en cuenta lo anterior, en este escrito únicamente se presentan tres
dibujos cartográficos que nos ayudan a comprender y analizar la organiza­
ción que enmarca los cuerpos en los parámetros de la integridad corporal
obligatoria. 4

APUNTES TEÓRI C O S

Mi línea teórica-argumentativa está situada en el contexto de la teoría crip o


teoría tullida que va de la mano con los estudios de la teoría queer y el movi­
miento del Foro de V ida Independiente y Divertad (FVID),5 además, en este
sentido, es aquí donde me parece trascendental una mirada transfeminis­
ta sobre la biopolítica que modela restrictivamente la morfología humana.
Sayak Valencia manifiesta:

El transfeminismo como herramienta epistemológica no se desliga del fe­


minismo ni se propone como la superación de éste, sino como una red
que es capaz de abrir espacios y campos discursivos a todas aquellas prác­
ticas y sujetos de la contemporaneidad y del devenir minoritario que no
habían sido considerados de manera directa por el feminismo blanco e

• El concepto Compulsory Able-Bod1edness resulta central para la ttona crip ttullidaJ �­


en lo que pretendo desarrollar en mi reflexión. no obstante, la nocion ahle-bodiedness no
tiene traducción literal al castellano, se podría utilizar capacidad corporal o integridad
corporal, sin embargo, sólo resultan aproximaciones. Yo he decidido traducir compuls01-:i·
able-bodiedness como integridad corporal obligatoria.
s El Foro de Vida Independiente y Divertad tiene su origen a mediados del año 200 1
con el objetivo de impulsar en España el movimiento de Vida Independiente, surgido en
EE.UU en 1972 y muy arraigado en Europa en la actualidad.

40
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

institucional [ . . . ] Desde esta perspectiva, en la genealogía del transfemi­


nismo se pueden dibujar cuatro líneas interseccionales:

1. Los feminismos de color del tercer mundo v del tercer mundo


estadounidense.
2. La disidencia sexual y su desplazamiento geopolítico y epistémico
hacia el sur: del queer al cuir.
3. El movimiento por la despatologización de las identidades trans
(Stop Trans Pathologization) y el movimiento pro-puta, a favor de la
des-estigmatización y legalización del trabajo sexual.
4. Los devenires minoritarios por diversidad funcional, las migraciones
y la precarización económica.

Bajo estas transversales, el transfeminismo hace un llamado a proponer actua­


lizaciones teórico-prácticas sobre la realidad y la condición de las mujeres. Sin
embargo, este llamado no se reduce a los cuerpos legibles como mujeres sino que
incluye a las distintas corporalidades y disidencias críticas (Valencia, 20 14: p. 68).

La mirada transfeminista resulta esencial para realizar una crítica a la biopo­


lítica estandarizante de los cuerpos, los afectos y los placeres, así como para
crear alternativas disidentes de la diversidad funcional. Por otra parte, Lucas
R. Platero expone que una de las características más interesantes de las simi­
litudes entre el movimiento queer y el movimiento crip (o de las personas
"tullidas" ) es "su lucha contra la normalidad, revelándose contra la obligato­
riedad de cumplir con unas normas que van desde tener un cuerpo perfecto,
un estándar sobre inteligencia, sobre los comportamientos sexuales, sociales,
culturales, etcétera" (Platero, 20 1 2: p. 1 32).
Asimismo, Robert McRuer (2006) visibiliza la importancia de virar la
mirada sobre la discapacidad para realizar una crítica a los parámetros he­
gemónicos ( por ejemplo : heteronormatividad e integridad corporal obl i ­
gatoria) que regulan la materialidad de los cuerpos. De este modo, e n una
entrevista realizada a McRuer por Melania Moscoso y María Soledad Arnau
Ripollés (20 1 6) explica que:

"Crip" es la palabra con la que trato un poco de recoger esta resistencia


vibrante. Al igual que queer, el sustantivo crip (derivada en inglés de la

41
CAPACIDAD ORGANOTÓPICA

palabra cripple, que significa tullido), ha tenido una historia tortuosa. Crip
es una palabra peyorativa, cuyas connotaciones negativas (relacionadas
con el estigma y la burla) acarreará siempre. Al mismo tiempo, crip es una
palabra que las mismas personas a las que la palabra estigmatiza -es decir,
personas con diversidad funcional-, la reivindican y hacen suya. Aún más,
crip ha funcionado para muchos como una marca de fuerza, de orgullo y
de desafío. Crip ofrece un modelo cultural de la discapacidad. Como tal,
crip se opone a ambos: 1 ). El modelo médico, lo que reduciría la discapa­
cidad a la univocidad de la patología, el diagnóstico, o el tratamiento /
eliminación ; y, 2). Al modelo social, desarrollado en gran parte en el Reino
Unido. El modelo social sugiere que la "discapacidad" debe ser entendida
como situado no en los cuerpos (o mentes) de personas, sino en un entor­
no. inaccesible el cual tiene que adaptarse a ellos (según este modelo, una
persona que usa una silla de ruedas, por ejemplo, no sería "discapacitada"
si todos los lugares tuvieran rampas). Centrado en el exceso, el desafío y
la transgresión extravagante, crip ofrece un modelo de discapacidad que
es culturalmente más generativo (y políticamente radical) que un modelo
social que es solamente, más o menos, reformista (y no revolucionario)
(Moscoso, 20 1 6: p. 1 38).

Por tales motivos, para la Teoría Crip se vuelve fundante el concepto de com­
pulsory able-bodiedness (McRuer, 2006) que en castellano podría traducirse
como integridad corporal obligatoria, sin embargo, sólo es una aproxima­
ción, ya que en castellano able-bodied no encuentra una traducción literal;
lo que no quiere decir que la cotidianidad del mundo hispanohablante no
se encuentre gobernada por la ilusión del cuerpo libre de discapacidad como
modelo imperante y evaluador de la normalidad corporal. Por el contrario,
vivimos en un mundo que, en primer lugar, concibe "no tener una discapaci­
dad" como el estado "natural" del ser y, en segundo lugar, el marco capacitista
concibe este estado como uno altamente deseable que viene acompañado
con todo tipo de privilegios.
De ahí que la integridad corporal obligatoria represente un concepto
cultural de estructuración que impone un cuerpo libre de discapacidad física
e intelectual, es decir, instaura un cuerpo común de significados que a través
del habla y las prácticas institucionales generan la expectativa de normalidad
constitutiva y sancionan de forma más o menos obscena las desviaciones a

42
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

la corporalidad canónica (Moscoso, 2009). Por otro lado, el capacitismo re­


sulta ser un neologismo que nombra el estado deseable y natural que está
asociado con la producción de la completitud, la funcionalidad, la aparien­
cia y la normalidad corporal. Fiona A. Kumari Campbell (2007) afirma que
ableism tiene que ver con una red de prácticas y procesos que subjetivan la
capacidad como una cualidad esencial del cuerpo humano. Con ello, la dis­
capacidad se presenta como un estado disminuido de la especie humana.
A este respecto afirmo, una vez que se entiende la "capacidad" como una
normatividad, la materialidad del cuerpo ya no puede concebirse indepen­
dientemente de la reiteración de esa norma reguladora. La "capacidad cor­
poral" no es algo que uno tiene o una descripción estática de lo que uno es:
será una de las normas mediante las cuales ese "uno" puede llegar a ser viable,
ese marco utópico que califica un cuerpo para toda la vida dentro de la esfera
de inteligibilidad cultural. Por ende, el proceso de abyección produce a un
sujeto que es señalado y petrificado en una existencia marcada por el hecho
de ser otra desviada a la norma dominante.

EL MARCO : LA Ü RGANOTOPÍA MORFOLÓ GICA DE LA SALUD (OMS)

El marco nunca determina del todo eso mismo


que nosotros vemos, pensamos, reconocemos
y aprehendemos. Algo excede al marco que perturba
nuestro sentido de realidad; o, dicho con otras palabras,
algo ocurre que no se conforma con nuestra
establecida comprensión de las cosas.
Judith Butler, Marcos de guerra. Las vidas lloradas.

Clifford Geertz (2003) propone el concepto de cultura como un concepto


semiótico, compartiendo Max Weber que el ser humano es un animal inser­
to en tramas de significación que ha tejido en sí, "considero que la cultura
es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una
ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en
busca de significaciones" (Geertz, 2003: p. 20), así, no sólo funda las bases
de una antropología hermenéutica sino también, implícitamente, las de una
antropología semiótica que tiene como finalidad deconstruir las estructuras
de significación en su contexto.

43
CAPACIDAD ORGANOTÓ PICA

Realizar una etnografía de la corporeidad podría entenderse como una


cartografía de análisis y reflexión hermenéutica desde discursos y representa­
ciones que producen las experiencias y su relacionalidad en diversas tramas
de significación, las cuales están contextualizadas en convenciones históricas
y culturales que delimitan la encarnación y sus posibilidades.
Por consiguiente, la encarnación, como incorporación y repetición de
actos, desplaza la noción de cuerpo de un modelo esencialista hacia una con­
ceptualización espacio-temporal socialmente regulada en la que hay prácti­
cas corporales que pueden reafirmar o trasformar el conjunto de significados
hegemónicamente establecidos.
Ahora bien, para hacer visible la capacidad organotópica sugiero re­
pensar la heterotopía-tullida dentro de las tramas de significación del marco
biopolítico de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual delimita
las condiciones sociales y políticas que darán materialidad al imperativo or­
gánico (capacidad obligatoria).
La apariencia de la discapacidad tiene la potencia en sí misma de recor­
dar constantemente la precariedad del cuerpo y la fragilidad de la condición
humana. La presencia del cuerpo tullido advierte un peligro para la ontolo­
gía corporal construida por el discurso biomédico occidental, su aparición
es una pesadilla que provoca socialmente una atención indiscreta que va del
horror al asombro.
Cuanto más visible y sorprendente es la discapacidad (deformidad, pa­
raplejía, microcefalia, enanismo, un rostro desfigurado, balbuceo, retraso
mental), más atrae las miradas y los comentarios, de cierta manera, lo tullido
designa una afectividad corporal. Con esto quiero decir que lo corporal no es
una mera zona de inscripción de significados sociales sino antes bien aquello
"que sufre, se alegra y responde a la exterioridad del mundo, una exterioridad
que define su disposición, pasividad y actividad " ( Rucler, 20 l O: p. 58 i
Es por medio del cuerpo que la biopolítica juzga " clasifica lo, p;ir.
metros sobre salud y patología, más aún, tiene.: su base.: e instrumento c1· i
corporeización de los sujetos. No es extraño, entonces. que exista un equ i ­
pamiento continuo de clasificaciones y conceptos que s e convierten en un
instrumento cotidiano de socialización y evaluación en las formas que pen­
samos y vivimos la relacionalidad corporal.
El marco conceptual hegemónico para codificar información rela­
cionada con la salud y algunos componentes del " bienestar" tales como

44
HET EROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

la educación, el trabajo y la familia referente a la discapacidad está en la


Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la
Salud, por sus siglas CIF 6 (OMS, 2001). 7 Sin embargo, la CIF parte de una
mirada biomédica de la morfología del cuerpo humano que replica una es­
tructura fisiológica, orgánica y material que tiene efectos en la representa­
ción de la corporeidad. Así, lo afirma el marco conceptual que utiliza para
hablar de las funciones, estructuras y deficiencias del cuerpo:

Las funciones y estructuras corporales se clasifican en dos secciones dife­


rentes. Estas dos clasificaciones están diseñadas para usarse paralelamente.
Por ejemplo, las funciones corporales incluyen los sentidos básicos huma­
nos, como es el caso de las "funciont:s visuales" y de las estructuras relacio­
nadas con ellas que aparecen como "ojo y estructuras relacionadas" ( OMS,
200 1 : 1 3 ) .

Desde las primeras clases del preescolar s e enseña que la fisiología y anatomía
humana está compuesta por cinco sentidos básicos que, simultáneamente, se
localizan en distintas partes del cuerpo (véase Figura 1): olfato-nariz, gusto­
papilas gustativas-boca, audición-oído-orejas, tacto-manos y vista-ojos; es­
tos cinco sentidos tienen como función escuchar/oír, mirar/ver/observar,
oler, sentir/tocar y degustar.

6
La CIF traslapa el modelo médico con el modelo social de la discapacidad. El mo­
delo médico considera la discapacidad como un problema de la persona directamente
causado por una enfermedad, trauma o condición de salud, que requiere de cuidados
médicos prestados en forma de tratamiento individual por profesionales. El tratamien­
to de la discapacidad está encaminado a conseguir la cura, o una mejor adaptación de
la persona y un cambio de su conducta. La atención sanitaria se considera la cuestión
primordial y en el ámbito político de atención a la salud. Por otro lado, el modelo social
de la discapacidad, considera el fenómeno fundamentalmente como un problema de
origen social y principalmente como un asunto centrado en la completa integración
de las personas en la sociedad. La discapacidad no es un atributo de la persona, sino un
complicado conjunto de condiciones, muchas de las cuales son creadas por el contexto/
entorno social (OMS, 200 1 ).
- La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la
S alud (OPS) realizaron en 200 1 la segunda edición (CIF) de la Clasificación Inter­
nacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM) que se publicó en
1 980.

45
CAPACI DAD ORGANOTÓPICA

- ...
.,.

Figura l . Los cinco sentidos

Aunque los cinco sentidos parecen ser exclusivos de quienes se denominan


capaces, recordemos nuevamente que parte importante de la morfología hu­
mana es la ubicación precisa y funcional del tacto, la vista, el olfato, el habla y
la audición, dentro de esta organización se encuentra la normalidad corporal
y la ilusión de un sujeto mentalmente eficaz para cuidar de sí mismo y estar
alerta del mundo exterior, con base en lo anterior, sucede que al explicar, par­
ticularmente, el comportamiento de las personas con síndrome de Down o
autismo es común escuchar que "están fuera de sus cinco sentidos" y esto les
coloca en una dependencia prescrita desde la minusvalía corporal.
Por otra parte, la vinculación de las funciones sensoriales con las estruc­
turas corporales dibuja los límites espacio-corporales que constituyen la or­
ganización del cuerpo, no sólo en la dimensión fisiológica sino también en
la significacional. Por ejemplo, es común que cuando hablamos del sentido
del tacto, enseguida lo relacionamos con las manos ; no obstante, "tocar" es
una acción corpórea que puede realizarse con cualquier parte del cuerpo (a
través del órgano más extenso que es la piel), inclusive, podemos degustar y
tocar el cuerpo de otra persona con la lengua. Sin embargo, la acción sen­
sorial está sujeta a normas sociales que disciplinan y valoran el cómo, dónde,
para qué y con quién.

46
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

En consecuencia, la geografía del cuerpo se encuentra organizada de­


talladamente dentro de regulaciones espacio-temporales que permiten -o
impiden- ciertas relaciones, movimientos, sonidos, gesticulaciones y com­
portamientos.8 De acuerdo con Fino! (201 5), es posible segmentar el cuerpo
al menos en tres niveles generales: alto, medio y bajo; en esta segmentación,
cuatro de los cinco sentidos se localizan en el nivel alto del cuerpo que com­
prende la cabeza, la cual se puede dividir en anterior, posterior y lateral.
Como lo muestra la cartografla corporal 1 , la nariz-olfato, los ojos-vi­
sión y la boca-gusto se encuentran en la parte anterior que es la cara y las
orejas-audición en la zona lateral
r=--"'---....i_., / �é3 de la cabeza: "El rostro es la parte
más importante para considerar
a una persona normal" (Miguel,
2015, 18 años); el nivel alto del
cuerpo rutinariamente está sien­
do evaluado y, principalmente, el

0 rostro es el espacio del escrutinio


público.
Anteriormente señalé que es
la apariencia donde se reafirma la
mirada normalizadora; el concep­
to de rostridad, entendido como
"los modos y las estrategias me­
diante las cuales la orografía fa-
Cartografía corporal 1 cial deviene significación" (Fino!,
2015: p. 48), se vuelve fundante
para exponer que los componentes del rostro, los ojos, las cejas, las pestañas,
la nariz, la frente, las mejillas, el mentón, los dientes, las encías, la piel, el
cabello y vello facial, encarnan permanentemente códigos de apariencia e
interacción que están cruzados por disciplinamientos anatomopolíticos que
buscan asegurar y actualizar la estratificación de la jerarquización corporal.

8
De hecho, algunos de los trastornos sexuales tienen que ver con la desviación o perver­
si ón de alguno de los sentidos, en el caso de la vista, el voyerismo está clasificado como
una parafilia. Sin duda, la organización geográfica del cuerpo mucho tiene que ver con
"el buen uso" y la implantación perversa del dispositivo de la sexualidad.

47
CAPACIDAD ORGANOTÓPICA

Le Breton (2010) indica también, que el develamiento del rostro indi­


vidual y su implicancia socio-psicológica en los sectores populares son con­
temporáneos a la difusión de la fotografía, la cual no tardará en convertirse
en una herramienta de control social con fines de identificación judicial y
represiva. 9 Además, el rostro aparece como un capital simbólico -criminal,
económico, racial, genérico- del nivel alto del cuerpo que mezcla una acti­
tud ambigua: cosa atrayente y peligrosa, lugar de prestigio y repudio, de res­
peto y terror. La valoración ambivalente del rostro es crucial en la aparición
de la otredad tanto inteligible (normal, humana) como abyecta (desfigurada,
animal): "la desfiguración es una discapacidad de la apariencia. La invalidez
que señala es una alteración profunda de las posibilidades de relación" (Le
Breton, 2010: p. 148).
La cartograjla corporal 2 refleja un rostro desfigurado. Las formas y po­
siciones del parpado, la mejilla y la boca rompen con una simetría. Patricia
explicó que estudia medicina,
por lo que constantemente inte-
ractúa con cuerpos así y añadió
"l.) . t\ ( .
"esos cuerpos son rechazados por
f,
�"' "� :,
& t,o� ec o � ignor �ncia pero necesi�an se�
· atendidos, apoyados y cmdados
U 1\
1
Mo.. -' � , , , (201 5, 23 años).

fi.._� -, ,.1 Si bien la desfiguración no


es una discapacidad, sí incomo­
'f-� 0
da la interacción social debido
a las normas de perfección y be­
lleza sobre la corporeidad. Por
ejemplo, las cirugías cosméticas
a sujetos con la condición del
Cartog rafía corporal 2

9
D urante las manifestaciones públicas, debido a las represiones del gobi erno mexica­
no, muchas personas prefieren tapar sus rostros para que no puedan posteriormente
ser reconocidos. Federico Doring, de la bancada panista en la Asamblea Legislativa del
Distrito Federal (ALDF) e integrante de la comisión de Gobierno del órgano legislati­
vo, aseguró que cubrirse el rostro para manifestarse se ha convertido en "una s uerte de
impunidad"; enfoque con el cual se ha j ustificado la criminalización y la represión de la
protesta social.
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

síndrome de Down se realizan con la intención de normalizar la apariencia


considerada "anormal",1 0 de cierta forma, la trisomía 21 desfigura no única­
mente el desarrollo intelectual I I sino también la rostridad normativa. Y en
codo esto quienes cuidan tienen un papel trascendental, pues la decisión de
estos responde más a sus propias expectativas sobre cuáles comportamien­
tos, relaciones y apariencia debe incorporar el otro; mientras el otro, por la
supuesta inferioridad intelectual, se desdibuja en la decisión sobre su trayec­
toria vital, corporal y sexual.
El desplazamiento de lo no-humano a lo humano implica una serie de
cumplimientos y complicidades con nociones biopolíticas de normalidad
que abonan a la "inferiorización", "deficiencia" y "deformidad" de ciertos

1 ° Kathy Davis (2007) analiza, entre muchos casos, la compleja y controversia! cirugía
cosmética que tiene como objetivo modificar los rasgos faciales comunes en las personas
con síndrome de Down. Señala que las primeras operaciones se registraron en Estados
Unidos en los años setenta y desde entonces se extendieron a Europa Occidental (Italia,
Reino Unido) e Israel. El único propósito de la cirugía es eliminar la apariencia física
asociada con el síndrome de Down e incluye la eliminación de los pliegues de la piel en
la parte interna del ojo (pliegue epicántico) para hacer menos notoria la inclinación de
los ojos, reconstruir el puente de la nariz, corregir la forma de las orejas, poner implantes
de pómulos y succionar la grasa de las mejillas y bajo la barbilla para que el rostro se vea
menos plano y redondo. En algunos casos, se reconstruye la quijada y se acorta la lengua
para que no sobresalga y no ocasione babeo, problemas para respirar y la inteligibilidad
en el habla.
Por otro lado, Davis apunta que son los padres de las personas con síndrome de Down
quienes piden las cirugías faciales y quienes parecen estar motivados por su propia ver­
güenza, incomodidad y necesidad de "aliviar sus propias ansiedades y sentimientos de fra­
caso" (Davis, 2007: p. 1 72). é Por qué la apariencia asociada al síndrome de Down resulta
tan perturbadora que es necesario disfrazarla ? é�é ocurre cuando los rasgos faciales del
síndrome de Down son muy notorios o por el contrario casi no se notan ? é Cómo repercu­
ten esas situaciones en sus cuidadores que, en ocasiones, prefieren exponerles al dolor de
una cirugía o a la negativa de permitirles aparecer en lugares públicos ? é De qué los quieren
ocultar, de qué se quieren ocultar o qué se quieren ocultar a sí mismos ?
1 1 El retraso mental implica una patología temporal respecto al desarrollo unilineal, así
que las referencias del estar por detrás, lo hace más lento son indicios de una normati­
vidad orgánica-intelectual que hacen del síndrome de Down no estar en el campo de la
enfermedad, sino en el interior de la temporalidad de la infancia. Implícitamente está
la inscripción obligatoria a una capacidad de desarrollo cognitiva-evolutiva en la que la
psiquiatría, la pedagogía, la medicina, la psicología, inclusive la antropología elaboraron
para colonizar el cuerpo salvaje.

49
CAPACI DAD ORGANOTÓPICA

cuerpos que se vuelven el origen del sufrimiento y el mal-estar cultural, "la


guerra en defensa propia con aquello que, desde la madre, se transformará en
abyecto. Repulsivo, rechazante : repulsándose, rechazándose. Ab-yectando"
(Kristeva, 2013: p. 22) .
La biopolítica de la normalidad produce la abyección del cuerpo de­
ficiente (discapacitado) como principio del rechazo a la precariedad y la
vulnerabilidad que reposa sobre una ficción regulatoria de funcionalidad
y completitud corporal. En este sentido, es sustancial comprender cómo la
CIF abona a través de sus clasificaciones y conceptos a esa biopolítica que
detenta la representación hegemónica sobre la corporeidad.
En la actualidad, un ensamblaje discursivo, representacional y práctico
sostiene el argumento legítimo sobre lo que es y puede ser/hacer un cuerpo.
Ciertamente, el cuerpo está monopolizado por la epistemología y tecnología
occidental de la biomedicina, un ejemplo es la referencia a las portadas de
libros de anatomía del cuerpo humano, según la investigación de Thomas
Laqueur (1994) , a partir del Renacimiento dichas portadas comenzaron a
contener ilustraciones que demandaban la representación naturalista del
cuerpo desollado, lo que favorece política, económica y culturalmente el
predominio de un pensamiento médico y biologicista sobre la estructura y
funcionalidad del cuerpo (véase Figura
2) . Siguiendo esta idea, los primeros re­
THIBODEAU ■ PATTON sultados que obtenemos en el buscador
de Google al escribir "cuerpo humano"
sugieren información sobre fisiología,
anatomía y medicina, poco figura la
antropología.
La OMS a través de la CIF ostenta
que cuerpo refiere al "organismo huma­
no como un todo; por lo tanto incluye
el cerebro y sus funciones: la mente. Las
funciones mentales (o psicológicas) se
clasifican, de esta manera, dentro de
las funciones corporales" (OMS, 2001 :
13); la 14• edición del libro Estructura
Figura 2 Estructura y función
del cuerpo humano
y función del cuerpo humano (2015) se­
ñala que el cuerpo es una sola estructura

so
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

que está constituida por trillones de estructuras más pequeñas (átomos, mo­
léculas, órganos, tejidos, células, cromosomas, hormonas) que forman parte
de un organismo (organización) "unificado y complejo de componentes es­
cructurales y funcionales, cada uno de los cuales colabora con los otros para
asegurar una supervivencia sana" (Thibodeau y Patton, 2015: p. 20).

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Carto grafía corp oral 3

Lucía (2015, 39 años) dibujó la silueta de un cuerpo normal y funcional en


la cartografía corporal 3. Al hacer evidente las partes necesarias para tener
una correcta funcionalidad, ella delineó una estructura corporal que se pue­
de analizar mediante la triple segmentación que propone Finol (2015). El
nivel alto o la cabeza en donde está el cerebro que, comúnmente, se asocia
con la inteligencia y el intelecto; el nivel medio o torso que está compuesto
por el cuello y el pecho, al interior se localiza el corazón, el estómago y los
riñones, en la parte lateral los brazos; y el nivel bajo que vincula las piernas
con la acción de caminar.
Por otro lado, las láminas y monografías que cotidianamente se venden
en las papelerías y circulan en las escuelas reproducen la autoridad de la es­
tructura y funcionalidad corporal de la OMS.
La Figura 3, por ejemplo, refuerza la noción de un cuerpo fragmentado
y desconectado que se desdobla sobre sí: a) cuerpo piel, b) cuerpo esquele­
to, c) cuerpo sistema nervioso, d) cuerpo sistema circulatorio y e) cuerpo
órganos.

51
CAPACI DAD ORGANOTÓ P I CA

Figura 3 Estructura y funcionalidad corp oral

De esta manera, hablar de la función y estructura corporal remite a una or­


ganización corpogeográfica que conecta y desconecta los múltiples significa­
dos que territorializan, entre otras cosas, las normas de género, sexualidad y
capacidad. Pongamos por caso a la heterosexualidad obligatoria que necesita
una territorialización precisa de la boca, la vagina y el ano. No sólo en su loca­
lización sino también en su funcionalidad para asegurar el vínculo estructural
entre la producción de la identidad de género y la de ciertos órganos como
órganos sexuales y reproductores. Es a través de la organización corporal de la
reproducción que la heterosexualidad asegura su legitimidad y originalidad.
Si bien el discurso de la ciencia sexual (Foucault, 2007) ha patologizado
las prácticas homoeróticas como "disfunciones sexuales", todo ello, desde un
pensamiento heterocentrado que naturaliza el vínculo penetración-pene/
receptáculo-vagina como la evidencia de una organotopía de la sexualidad
inteligible y funcional, Preciado (2008) realiza un ejercicio sugerente cuan­
do reflexiona sobre Deep Throat 1 2 y el cuerpo queer (y yo diría cuerpo crip)

12
Es una p elícula pornográfica estadounidense de 1 972 con gran auge durante la década
de los años s etenta. Linda Lovelace interpreta a una m uj er que no experimenta placer
sexual a través de la p enetración vaginal y gracias a un examen médico descubre que su
clítoris está en el fondo de s u garganta. El porno dramático épico consistirá en enseñar a
Linda una nueva técnica de felaci ón ("garganta profunda") para acceder al orgasmo por
m edio de la estimulación de su clítoris gutural.

52
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

de Basterra (Linda Lovelace) que dadas las circunstancias de su deficiencia


corporal ( clítoris gutural) desorganiza sus órganos y demanda la reestructu­
ración de sus prácticas sexuales :

Deep Throat nos enseña que el cuerpo femenino en la semiología audio­


visual pornográfica es siempre un cuerpo queer. Linda Lovelace no sólo
desconoce su cuerpo y sus placeres, sino que sufre de un curioso desplaza­
miento anatómico (un clítoris gutural) que afecta a la organización de sus
órganos y que demanda una reestructuración de sus prácticas sexuales. La
pornografía aparecerá aquí al mismo tiempo como una pedagogía y como
una terapia proponiendo una nueva territorialización de su cuerpo que
reorganizará la relación entre órganos y producción del placer (Preciado,
2008: p. 1 4).

En el caso de la capacidad organotópica instaurada en la heterosexualidad, las


deficiencias más que servir de alimento al sufrimiento, deberían entenderse
como desplazamientos a otras formas corpogeográficas que confronten las
nociones culturales de normalidad. Ahora, en el tema de la discapacidad, la
OMS define que las deficiencias :

( 1 ) [ ... ] pueden incluir anomalías, defectos, pérdidas o cualquier otra des­


viación en las estructuras corporales. Las deficiencias han sido conceptua­
lizadas de forma que su descripción concuerde con el nivel de conocimien­
to de que disponemos tanto sobre la constitución de tejidos o células como
sobre la composición a nivel sub-celular o molecular. Sin embargo, estos
niveles no se incluyen en la clasificación y se ha dejado abierta la posibili­
dad de que pueda ampliarse incluyendo los niveles celulares y moleculares.
Se debe advertir a los médicos que emplean la clasificación que las deficien­
cias no son equivalentes a la patología subyacente, sino que constituyen la
forma de manifestarse esa patología ( OMS, 200 1 : p. 1 4).

La historia de la sexualidad (Foucault, 2007; Weeks, 1 998) es contemporánea


a la regulación de los cuerpos y las capacidades "normales" que fabricaron la

53
CAPACIDAD ORGANOTÓPJCA

historia del capacitismo, 13 de manera que la heterosexualidad y la capacidad son


parte de un entramado significacional que se inscribe en las corporeidades como
realidades incuestionables de un sistema de opresión sociocultural en el cual la
Organización Mundial de la Salud, el neoliberalismo, los modelos de belleza y
completitud, las nociones culturales de normalidad, la arquitectura, la pedago­
gía, entre otros, abonan a la visibilidad de la alteridad desde la mirada taxonómi­
ca y punitiva sobre lo que debe ser un cuerpo y una vida humana.
No obstante, alejando la idea de visibilidad como sobreexplotación vic­
timista, la visibilidad es una herramienta que confronta la deficiencia como
sinónimo de invalidez, discapacidad y minusvalía, 14 pues en proximidad na­
die es eficiente y funcional, ni siquiera a nivel cromosómico y hormonal.
Justo ese es el efecto de la capacidad organotópica: borrar y contener lo tulli­
do para hacer entrar al cuerpo en interacción con un espacio imaginario que
lo dota de coherencia y organización.
La deficiencia como anormalidad, defecto y pérdida de las estructuras y
funcionalidades orgánicas del cuerpo conlleva, implícitamente, una noción
del cuerpo humano como una máquina de territorializaciones funcionales:
pulmones para respirar, piernas para caminar, ojos para ver, oídos para oír,
una lengua para hablar y un cerebro para pensar. Toda esta máquina capa­
citista castiga la desviación a la funcionalidad y espacialidad de las partes
del cuerpo; bajo esa lógica, la deficiencia es producida por un imperativo de
normalidad que se autoconstituye como valor natural e incuestionable.

13
El capacitismo resulta ser un neologismo que nombra el estado deseable y natural
que está asociado con la producción de la completitud, la funcionalidad, la apariencia y
la normalidad corporal. Fiona A. Kumari Campbell (2007) dice que ableism tiene que
ver con una red de prácticas y procesos que subjetivan la capacidad como una cualidad
esencial del cuerpo humano. Con ello, la discapacidad se presenta como un estado dis­
minuido de la especie humana.
14
En los años sesenta y setenta se inició el Movimiento de Vida Independiente (MVI)
entre las personas con diversidad funcional de la EE.UU. Posteriormente se internacio­
nalizó un movimiento a favor de los derechos civiles, la desinstitucionalización y la des­
medicalización. Del MVI surge el modelo social de la discapacidad y más tarde el
de la diversidad funcional (todo esto en España). Actualmente, el MVI se llama Foro de
Vida Independiente y Divertad (FVID). Entre sus proyectos contemporáneos están
el largometraje Yes wefuck! Y el grupo Vivir y otrasficciones que, en conjunto, buscan el
reconocimiento de la asistencia sexual y la subversión de la normalidad. Una lucha que
entrecruza los movimientos LGBTTTI, queer, feminista, negro y crip.

54
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPAC IO

Dado lo anterior, la normalidad materializa un ideal abstracto de cuer­


po capaz que se gesta a partir de una racionalización represora de nuestra
co nstitución como humanos; humanidad constituida mediante la presencia
performativa del cuerpo normativo (funcional, bello y perfecto) que anula,
invisibiliza y estigmatiza a los cuerpos que irrumpen con la repetición de la
figura que impone.
Dirán Toboso y Guzmán (2011) que el cuerpo normativo pretende ex­
cluir la deficiencia corporal del espacio social (por ejemplo, con el uso exclu­
sivo de escaleras) e impedir su nacimiento mediante prácticas eugenésicas en
el ámbito de la reproducción (aborto eugenésico). Así se pretende reducir
aún más la presencia de cuerpos considerados ilegítimos y aumentar, por
tanto, "la frecuencia y el peso estadístico del cuerpo normativo, fortalecer,
en definitiva, su carácter de norma (reguladora y estadística), con el fin de
que lo normal sea y siga siendo lo más frecuente" (2011, p. 10). Por estos mo­
tivos, resulta fundamental repensar el cuerpo desde su diversidad funcional y
no a través de su disfuncionalidad (capacitismo).
Sin duda alguna, la deficiencia corporal implica un desplazamiento
sensorial, relacional y anatómico (véase Figura 4) . Una reorganización que
afecta la segmentación (alto, medio y bajo) que Finol (2015) propone desde
la completitud y funcionalidad corpórea.

Fi gura 4 Aurora : Afra Rigamonti ; Actuación de Iris González Schiller y Jaume Girbau Baquero
Campaña artística: Vivir y otras ficciones, España 20 1 5.

55
CAPACIDAD ORG ANOTÓPICA

Un cuerpo deficiente no mira con los ojos, no habla por la boca, no toca
ni come con las manos, no camina con los pies ni encarna al homo erectus, 1 5
piensa y aprende más lentamente que el resto, balbucea, etcétera; aquí el
"no" significa mucho más que una incapacidad, al contrario, lo que NO
puede hacer un cuerpo requiere un devenir constante de múltiples posibili­
dades que desterritorializan la estructura y funcionalidad corpogeográfica :
la deficiencia tiene que ser una herramienta de resistencia para explotar la
morfología normativa.
Por tales motivos, las jerarquías de valor corporal constituyen una or­
ganización morfológica con la necesidad de mantener una frontera utópica
entre el cuerpo normal y el cuerpo deficiente. La diversidad corporal es una
propiedad fundamental de toda forma de vida (bios), empero, hay un mode­
lo único de corporeidad que se vuelve obligatorio; una ideología tenaz que
valida un organismo universal.

CONSI DERACIONES FINALES

El enemigo es el organismo (organotopía), esa sedimentación que impone


funciones, uniones, estructuras y organizaciones jerarquizadas para extraer
energía, disciplina y utilidad corporal. Hecha esta salvedad, propongo la tesis
del pensante bicéfalo Deleuze-Guattari (2002) sobre la práctica del Cuerpo
sin Órganos ( CsO) para subvertir la capacidad organotópica. El CsO es
una práctica política de experimentación que resiste a la organización y al

15
Cam inar es una actividad destinada a trasladar el cuerpo de un p unto a otro, es una
manera de movilidad. No obstante, es necesario apuntar que esa actividad anatomo-fi­
siológica está inserta en situaciones culturales que se delimitan simbólicamente. Enseñar
a caminar implica distintas regulaciones entre las que se encuentra el género, "caminar
como ho mbre" y "caminar como muj er" definen estilos que inscriben actos corporales
no rmativo s y restrictivos. Las caderas, por ej emplo , en el movim iento que se produce al
andar son importantes para establecer los límites entre lo masculino y lo femenino. Los
movim iento s fem eninos están asociados con desplazamientos laterales, con el sub e y
baja de los glúteos, mientras los masculinos son más verticales y carentes de movilidad.
Enseñar a caminar también responde a un proceso civilizatorio que encarnó el
horno erectus co mo m o delo legítimo de evolución y funcionalidad orgánica, este m o de­
lo in � tala una no rmativa capacitista que marginaliza a quienes no sean bípedos y rectos:
_
� l co¡ o , e! J o ro bado y � l inválido en sillas de ruedas representan parte de esos cuerpos
chueco s que se necesitan no rmalizar, es decir, enderezar.

56
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

desarrollo normativo que se hace sobre la corporeidad. El CsO no se opone


a los órganos, sino a esa organización de los órganos que llamamos cuerpo.
La práctica del CsO tiene como objetivo prístino deshacer tres estratos de
organización que sostienen la integridad corporal obligatoria:

a. Organismo. Al cuerpo en términos de sus estructuras y funcionalida­


des biológicas.
b. Significación. Los significados corpóreos en tanto representaciones,
valores y significados en los cuales nos organizamos.
c. Subjetivación. La sujeción del sujeto.

Dadas las circunstancias, si subvertimos los tres estratos que obligan al cuer­
po a organizarse en el dispositivo de la normalidad y reposicionamos la expe­
riencia tullida como una práctica del CsO estaríamos resistiendo ética y po­
líticamente a la violencia que se ejerce con nuestros devenires, a esa violencia
que reitera cotidianamente: serás organismo, articularás tu cuerpo a la nor­
matividad, de lo contario serás raro, extraño y anormal; serás significante y
significado, intérprete o interpretado, de lo contrario tendrás una sentencia
de muerte sostenida; serás sujeto, y fijado como tal, sujeto de enunciación,
de lo contrario serás nada.
Aquí se instaura un planteamiento vital del quehacer antropológico,
una tarea que pregunta : ¿ qué convierte una vida en habitable y quiénes cuen­
tan en esa vida ? Una pregunta que conlleva a cuestionar las condiciones nor­
mativas que deben ser cumplidas para que una vida cuente como tal y que
hacen que un cuerpo importe.
Hacerse un CsO implica dejar de ser organismo, volverse un pervertido
de las significaciones y dejar de experimentarse como un yo unitario que se
ajusta a la realidad hegemónica. Una invitación para que desconfiemos de
la realidad que impone la normalidad, ya que cuando la normalidad es un
régimen violento, uno tiene que oponerse a la normalidad para oponerse,
paradójicamente, a la violencia que se ejerce sobre los cuerpos.
De hecho, la matriz de significados de la integridad corporal obligato­
ria es la que genera la organotopía como espacio flotante, un no lugar que,
paralelamente, emerge como instrumento económico, político y social para
el control efectivo de los cuerpos. Ya que todo cuerpo tiene la potencia de la
desviación, se necesita de un medio biopolítico que mediante un conjunto

57
CAPACIDAD ORGANOTÓPICA

arquitectónico, discursivo, relacional y práctico afirme la normalidad en la


espacialización anatomopolítica del cuerpo.
La utopía encuentra su realización mediante un proceso de repetición
regularizada y obligada de normas que espacializan manos, pies, piernas, ce­
rebros, ojos, lenguas, dientes, penes, rostros, vulvas, espermas, óvulos, cro­
mosomas, anos, etcétera, dentro de una morfología normativa. La capacidad
obligatoria es el efecto de un esfuerzo constante y cotidiano por alcanzar la
realización de una utopía corporal.
Por otra parte, la performatividad de la capacidad instrumentaliza la
patologización para naturalizar su organotopía como la norma corporal; de
este modo, la heterotopía descubre lo tullido en un lugar-otro de minusvalía,
incompletitud y deficiencia, en el cual la arquitectura orgánica no tiene que
ver exclusivamente con una distribución espacial del cuerpo (corpogeográ­
fica) sino también con la producción de los sujetos. A su vez, estos sujetos
tendrán que circular en espacios biopolíticos (espacio doméstico, el hospi­
tal, el centro de rehabilitación, la escuela especial) para atestar su vida de
normalización.
Los estudios anglosajones sobre la teoría queer y crip surgen en un con­
texto de precarización corporal. Crip es una expresión ofensiva sobre la de­
ficiencia física y mental. En nuestro contexto, el sustantivo cripple no tiene
traducción literal, pero términos como cojo, tuerto, jorobado, enano, retra­
sado y tullido develan, en nuestra cotidianidad, los efectos punitivos de la ca­
pacidad obligatoria que, implícitamente, mantiene parámetros normativos
de funcionalidad, salud, belleza, perfección e inteligencia.
Así como la heterosexualidad obligatoria produce desviados sexuales
(queerness), la capacidad obligatoria produce tullidos y retrasados (cripples).
Precisamente, esa abyección es la que irrumpe en los mecanismos corpogeo­
gráficos, desestabilizando las cadenas reiterativas y ritualizadas que constri­
ñen el cuerpo como un ente organizado, fijo y racionalizado en la normali­
dad. De ahí la importancia de la práctica del CsO para abrir la corporeidad a
múltiples conexiones de circuitos, umbrales, conexiones y desterritorializa­
ciones que reclamen el derecho a devenir somática y psíquicamente diverso
sin correr el riesgo de caer en lo no-humano, lo no-esperado y lo no-valorado.
No es una casualidad las formas en las que vemos, vivimos y hablamos
del cuerpo, sino que responden a un marco cultural que proyecta valores
sociales y sistemas simbólicos en la subjetividad a través de la mediación de

58
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

c ó digos (el cine, la urbanidad, diagnósticos biomédicas) que hacen posibles


-o n o- ciertas identificaciones corporales.
El discurso de la CIF, y más precisamente el de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), revela una superficie anatómica que asocia la funciona­
lidad con un modelo de salud restrictivo que ocupa categorías para señalar
los cuerpos que fueron incapaces de inscribirse en el curso normal y habi­
tual del desarrollo humano. Consecuentemente, no podría decir que son
inexistentes los juicios sobre la fealdad o la belleza, la atracción o la aversión,
la inteligencia o la estupidez, la competencia y la ineptitud, lo normal y lo
patológico, pues circulan de manera cotidiana en los hospitales, en la calle,
en el transporte, en el trabajo, en la arquitectura y en los medios de comuni­
cación que a menudo marcan, estereotipan, devalúan y degradan los cuerpos
que no reiteran la normalidad.
Si bien la OMS y la CIF, apelan a un discurso socio-ambiental que ge­
nera berreras y obstáculos a las personas con "discapacidad", es un hecho que
no localizan sus clasificaciones y procedimientos como uno de los discursos
que, en términos de características corporales, define cuerpos como feos, su­
cios, manchados, deficientes, contaminados y enfermos.
Por otra parte, la potencia de lo tullido produce una falla en la perfor­
matividad de la capacidad abriendo una oportunidad para modificar radical­
mente el horizonte en el cual hay cuerpos que importan más que otros y para
desestabilizar la cotidianidad corporal en devenires inesperados y formas de
vida latentes que sin los defectos, las enfermedades y los síndromes no po­
drían ser vistos o ni siquiera imaginados.
Si aceptamos que la alteración de las normas que rigen la morfología
humana normativa tiene como resultado otorgar una realidad jerarquizada
y piramidal a los diferentes tipos de humanos, entonces podría afirmar que
la deficiencia corporal tiene un potencial y un impacto efectivo en la vida
política en su profundidad, un impacto sobre quién se considera humano y
qué normas rigen la apariencia de la cualidad "real" del ser humano.
En pocas palabras, hay que desorganizar, desobedecer y contestar a los sis­
temas de representación y represión dominantes que dictan los componentes
de la realidad corporal; por ende, la heterotopía-tullida arruina la presencia
ordinaria y pone en relieve las rupturas y las ausencias de la vida cotidiana al
crear un mapa que permite ubicar los lugares, los cuerpos y los sujetos que la
normalización sitúa en sus márgenes para poder legitimar su existencia.

59
CAPAC IDAD ORGANOTÓ PICA

Hay que reinventar nuevos horizontes que posicionen de otra manera el


cuerpo considerado "humano" y para eso la fantasía también es fundamen­
tal. De acuerdo con Butler, la fantasía "nos lleva más allá de lo que es mera­
mente actual o presente hacia el reino de la posibilidad [ ... ] no es lo opuesto a
la realidad; es lo que la realidad impide realizarse y, como resultado, es lo que
define los límites de la realidad, constituyendo así su exterior constitutivo"
{Butler, 2006: p. 51).
Por último, la degradación de lo tullido es una estrategia que imple­
menta la organotopía para mantener la morfología restrictiva de lo humano
y procurar ciertas vidas bajo el estatus de malnacidas y/o malogradas. Con
ello, considero que unafantasía tullida no sólo excedería lo que es y lo que
"debe" ser real, sino también daría cuenta de cómo pueden ser cuestionadas
las normas que rigen las nociones contemporáneas de realidad y cómo se
constituyen estos nuevos modos de realidad, permitiendo imaginar y con­
vertir en habitables esas otras vidas que han tratado de patologizar, borrar e
invalidar.

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61
CA PACIDAD ORGANOTÓPICA

CART O G RAFÍAS CORPORALES

Cartografía corporal l. Miguel, 18 años, empleado [normalidad].


Participante número 11, 2015.
Cartografía corporal 2. Patricia, 23 años, estudiante [anormalidad].
Participante número 3, 2015.
Cartografía corporal 3. Lucía, 39 años, empleada [normalidad].
Participante número 13. 2015.

FIGURAS

Figura l. Negociaciones Huascarán S.A.C. (s/f ). Los cinco sen­


tidos [Gráfico]. Recuperada de: http://www.huascaran.com.pe/
laminas-huascaran/CatP022/Mi-Pequeno-Huascaran

Figura 2. Negociaciones Huascarán S.A.C. (s/f ). Estructura y función


del cuerpo humano [Gráfico].
Recuperada de: http://www.huascaran.com.pe/laminas-huascaran/
CatP033/Mi-Pequeno-Huascaran

Figura 3. Casa del Libro (s/f ). Estructura y funcionalidad corporal


[Gráfico].
Recuperada de: http://www.casadellibro.com/ebook-estructura-y-fun­
cion-del-cuerpo-humano-14-ed-ebook/9788481749700/2060422

Figura 4. [Fotografía de Afra Rigamonti]. (España, 2015) Vivir y otras


ficciones. Actuación de Iris González Schiller y Jaume Girbau Baquero.
Recuperadade: https://www.verkami.com/projects/13425-vivir-y-otras
-ficciones

62
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO,
HETEROTOPÍAS Q.!!E V ULNERAN Y
AGENCIAN A LOS CUERPOS DIABÉTICOS
Verónica Rodríguez Cabrera

La posibilidad de enfermarse sólo existe para las cosas vivas:


el agua, las piedras o las estrellas no se enferman. A primera vista,
la exclusividad de que disfruta una parte limitada de
la naturaleza sobre una opción tan desagradable
como la enfermedadparecería más bien castigo que bendición.
Ruy Pérez Tamayo, La vida en condiciones anormales: la enfermedad.

INTRODUCCIÓN

La enfermedad no es un estado deseado en el cuerpo humano. De hecho, el


cuerpo enfermo se contrapone al cuerpo sano en una especie de dicotomía
que distingue lo normal de lo patológico. Y aunque el concepto de enferme­
dad no tiene un origen claro y único, suele aceptarse la idea de que para acer­
carse a éste puede acudirse tanto al sentido común, corno a las definiciones
de los expertos en la materia.
Rescatando los postulados de Pérez Tarnayo (1989), el sentido común
apela a lo que cada uno piensa sobre uno mismo "cuando algo me duele",
"no sentirse bien� "no poder trabajar". Noción de enfermedad que puede ser
compatible tanto con conceptos mágico-religiosos, donde los padecimien­
tos se explican por causas sobrenaturales o mágicas, así corno pueden expli­
carse a través de la asociación a fenómenos naturales, que pueden estudiarse
e intentar comprenderse.
En cuanto a la voz de los expertos este mismo autor remarca que, en la
historia, el concepto de enfermedad es tan variable que casi siempre suele
referirse a éste corno el estado que contraviene la salud. Rescato aquí uno
de los muchos esfuerzos de la medicina occidental por alejar el concepto de
elementos sobrenaturales, corno es el postulado de Bernand y V irchow sobre

63
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS �E VULNER AN ...

que la enfermedad "es la vida en condiciones anormales" 1 (Pérez, 1989: p. 23).


Un concepto polémico, pero que ha sentado las bases de discusiones más
profundas que presentan la tensión entre órdenes de explicación natural y
valorativa para explicar conceptos que aparentan ser radicalmente opuestos
como es la salud y la enfermedad. En un esfuerzo más reciente se encuentra
Sadegh-Zadeh (2000) que postula una definición y su modelización mate­
mática, bajo los siguientes postulados: "no existen 'sanos' exclusivos y enfer­
mos exclusivos, sino grados solapados mutuamente: la idea central descansa
sobre el punto de vista de la salud como cuestión de grado, la enfermedad es
materia de grado" (Peña & Paco, 2002: p. 230).
Bajo cualesquiera de los conceptos que se adopte, la enfermedad es un
problema complejo donde se imbrican lo natural, lo sobrenatural, el bien y
el mal, un espacio de fragilidad, un lugar que media entre la vida y la muerte,
y donde el cuerpo adquiere distintos sentidos y significados.

CUERPO Y ENFERMEDAD

La enfermedad necesita de materia en donde poder manifestarse y el cuerpo


humano es una de sus materializaciones más concretas. Esta relación cuer­
po-enfermedad ha cobrado expresión de manera diversa, dependiendo de la
época y de cada grupo social al que se refiera. Sin embargo, en este vínculo se
pueden distinguir varias escisiones con respecto al cuerpo.
Por ejemplo, en las culturas mesoamericanas "las enfermedades
-según la concepción aborigen- venían de un mundo sobrenatural habitado
por dioses y espíritus, con sentido divino y sagrado, por lo que las manifesta­
ciones de cualquier dolencia eran atribuidas a la voluntad de esas deidades"
(Frisancho, 2012: p. 122). Por lo tanto, el cuerpo era receptor de dichas vo­
luntades, ya que las divinidades o los propios "brujos" podían "dañar': "po­
seer", "penetrar" o incluso "sacar" el alma del cuerpo, etcétera (Frisancho,
2012). La relación cuerpo-enfermedad se torna más compleja en la práctica
médica precolombina, en donde el remedio involucra tanto el medicamento

1
Para Ruy Pérez Tamayo aunque este concepto ha sido fuertemente criticado, sigue
siendo útil porque si bien se reconoce que muchos cuerpos viven en condiciones "anor­
males� esta idea significó un esfuerzo para exorcizar el concepto de enfermedad de ele­
mentos sobrenaturales o imaginarios ( Pérez, 1 989: p. 23).

64
HETEROTOPÍAS DEL C U E R P O Y EL E S PACIO

como el quién, el dónde, el cuándo y el cómo llevar a cabo el ritual de sa­


nación. La utopía en este sentido implica encontrar la combinación de ele­
mentos diversos y heterogéneos que conduzcan a la expulsión del mal de ese
cu erpo, tal como se hace con un elemento externo.

El shaman se tiznaba y pintaba el cuerpo con cenizas y ungüentos espe­


ciales, luego recurría a técnicas figurativas e imitativas, se anunciaba con
su sonaja, organizaba danzas, realizaba masajes, succionaba las partes en­
fermas para extraer a los espíritus fuera del cuerpo; asimismo, preparaba
brebajes con hierbas mezcladas con cactus alucinógenos que bebían con el
enfermo : las alucinaciones sensoriales les facilitaban sus "encuentros" con
deidades o espíritus (Frisancho, 20 12: p. 1 23).

Por otra parte, en el antiguo pensamiento griego la vida estaba ligada a la


dualidad cuerpo-alma, relación frente a la cual existían posturas diferencia­
das. Mientras para los cirenaicos los placeres procurados al cuerpo implica­
ban el cuidado del alma, para los órficos el sacrifico del cuerpo, a través del
ejercicio de un estilo de vida austero y la renuncia a los placeres materiales,
era el camino más directo para cultivarla (Synnott, 1992). En ambas pos­
turas la relación con el cuerpo ocupa un lugar central, como alojamiento
o depositario del alma y, por lo tanto, como una utopía materializable; es
decir, la disociación cuerpo y alma colocan al cuerpo, sano o enfermo, como
reflejo de esta última. Aquí, el cuerpo sirve como una especie de espejo que
paradójicamente borra al propio cuerpo, a pesar de que de éste nace la utopía
y luego se vuelve contra él, tal como expresa Foucault: "mi alma durará largo
tiempo, y más que largo tiempo, cuando mi viejo cuerpo vaya a pudrirse"
(Foucault, 2010: p. 9).
Pero si en el pensamiento antiguo mesoamericano y occidental se es­
cindía al cuerpo enfermo, la ciencia médica lleva esta fragmentación a los
límites del propio cuerpo. En el pensamiento científico el in-firmitas-atis o
cuerpo enfermo es etimológicamente un cuerpo que ha perdido su firmeza,
siguiendo esta lógica se ha identificado al cuerpo enfermo como un "comple­
jísimo espacio biológico en situación de deterioro, no sólo por su uso, más
o menos prolongado a lo largo de la vida sino por intempestivas agresiones,
externas o internas, a ese inestable equilibrio orgánico que se define como
estado de normalidad" (Pera, 2012: p. 297).

65
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO , HETEROTO PÍAS � E VULNERAN...

La abstracción del cuerpo enfermo en el conocimiento científico pone


en evidencia la racionalidad biologicista que busca estudiar y comprender
la enfermedad, a más de dar evidencia de la fragilidad, falta de resistencia, o
de la imperfección del cuerpo humano en la modernidad. David Le Breton
(2002) identifica que en la relación ciencia-cuerpo existen elementos de una
filosofía mecanicista, donde el cuerpo se asimila como una máquina sofis­
ticada y a la medicina como la "ciencia de las averías". Bajo esta lógica ins­
trumentalista, la utopía consiste en reparar el cuerpo. Pero si, como afirma
Foucault:

El análisis naturalista encara al enfermo con el distanciamiento propio de


un objeto natural; la reflexión histórica lo mantiene en una exterioridad que
permite explicarlo, pero difícilmente comprenderlo. La intuición, saltando
al interior de la conciencia mórbida, trata de ver el mundo patológico con
los ojos del enfermo mismo : la verdad que busca no corresponde al orden
de la objetividad, sino de la intersubjetividad (Foucault, 1 984: p. 64).

Esta capacidad de construir sobre lo construido, de alterar la significación


real de un espacio a partir de la imaginación, de proyectar en términos emo­
cionales un significado que va mucho más allá que el estrictamente dado por
la dimensión física, espacial y funcional de cierta arquitectura, es lo que lla­
ma Foucault ( 1967) una heterotopía.
El término heterotopía se utiliza aquí para hacer referencia a esos espa­
cios multidimensionales de significados y relaciones que no suelen aparecer
en el primer plano de lo social; es decir, aquello que debe contenerse para
hacer posible la "normalidad". En esta lógica, el cuerpo enfermo es una metá­
fora que encarna utopías que lo fragmentan de manera dicotómica: natural­
sobrenatural, biológico-social; sano-enfermo.
Retomo el concepto de heterotopía para abordar cómo distintas lógicas
se entreveran en el caso de la diabetes. Porque, aunque científicamente se
sabe que la diabetes se origina cuando el organismo, por medio del páncreas,
pierde su capacidad de sintetizar suficiente insulina o de utilizarla con efica­
cia, para las personas con diabetes esta pérdida o deterioro del cuerpo invo­
lucra una serie de prácticas y disciplinamientos corporales que trascienden el
ámbito biomédico. En este sentido argumento que los cuerpos diabéticos re­
sultan más una especie de intersección donde confluyen repertorios diversos

66
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

en torno a las causas, los efectos, las formas de prevención y de atención so­
bre este padecimiento.

LA DIABETES EN MÉXICO

Hoy en día se sabe que la diabetes mellitus y sus complicaciones2 es la segun­


da causa de defunciones en México, pero también se sabe que la diabetes no
produce la muerte de manera inmediata. Lo que resulta en una paradoja, en
el sentido de que se produce una tensión entre la vida y la muerte que está
mediada por una serie de disciplinamientos corporales que involucran cam­
bios en el estilo de vida, en las prácticas alimenticias, en la administración de
medicamentos y en los cuidados médicos que involucran el poder mantener
bajo control los niveles de glucosa en sangre. En este sentido, para no morir
o para poder mantenerse con vida los sujetos que han sido diagnosticados
con esta enfermedad deben incorporar a su vida cotidiana prácticas que se
instauran más como experiencia concreta que como ficción.
De acuerdo a las cifras, en el país existen 6.4 millones de personas dia­
béticas, lo que se traduce en una prevalencia del 9.17% (Hernández-Ávila, et
al , 2013). A pesar de que este porcentaje aparenta no ser alto, siguiendo a los
expertos, estos datos no deben tomarse a la ligera, especialmente cuando sólo
reflejan a una parte de la población afectada: aquella que corresponde a las per­
sonas que han acudido a los servicios de salud y que han sido diagnosticadas
como tales. De ahí que se reconozca la existencia de una cifra negra en torno
a la diabetes, existe la posibilidad de que existan personas que desconozcan su
condición (Hernández-Ávila, et al. , 2013). Esta situación es grave consideran­
do que en el país existen cerca 22 millones de personas que no tienen acceso a
los servicios de salud y muchos más no acuden preventivamente a ellos, entre
los que destacan poblaciones rurales, indígenas y migrantes. 3
Lo que es un hecho es que la diabetes se ha incrementado notablemente
en los últimos años. En el 201 O, México ocupaba el décimo lugar a nivel
mundial, dos años más tarde alcanzó el sexto lugar, posición en la que se

2
Entre las principales figuran : infarto del corazón, ceguera, falla renal, amputación de
ext remidades inferiores y muerte prematura.
·' A pesar del exponencial crecimiento del Seguro Popular, que desde 2005 ha brindado
ate nción a la población no derechohabiente ( Ortiz-Domínguez, et al , 20 1 1 ) .

67
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS Q!¿E VULNERAN...
... · - ·-· ------·---- ·-·--------

mantiene actualmente (Hernández-Ávila, et al. 20 13). 4 Agreguemos al pro­


blema los reportes que indican que la diabetes mellitus es una de las enferme­
dades que emplean los mayores recursos humanos, económicos y técnicos
del sector salud en el país, y que este sector es altamente dependiente del
presupuesto público (INEGI, 20 15).
Lo anterior hace evidente que este padecimiento ha dejado de ser una
falla del cuerpo que aqueja a ciertas personas, para constituir un problema de
órdenes diversos dentro del conocimiento científico: como el biomédico, 5 el
de salud pública, 6 el económico, el social, el alimentario, entre otros, además
de implicar diferentes ámbitos de acción y actores.
Sin embargo, y a pesar de reconocer que éste es un problema multidis­
ciplinar, en México, aún resulta común situar a la diabetes como el resultado
de acciones individuales que recaen principalmente en una mala dieta y la
inactividad física, sin ir más allá de las situaciones que provocan este com­
portamiento en los sujetos. Cabe entonces preguntarse ¿puede considerarse
a la diabetes como un emplazamiento del cuerpo utópico, ese que impugna
al cuerpo sano, vivo, fuerte, productivo, autómata, perfecto; es decir, como
una heterotopía?
Si fuera el caso, este emplazamiento apuntaría que muchas de las de­
cisiones y acciones sobre qué se come, qué se bebe, qué rutinas y cuidados
se procuran al cuerpo, qué tratamientos se aplican, qué abusos y excesos se
cometen, qué predisposición genética se tiene a sufrir la enfermedad, entre
otras cosas, suelen formar parte de utopías que, aun sin percibirlo, nos con­
forman, nos relacionan y nos incitan a actuar en consecuencia.

4
Hemández-Ávila y otros autores reportan que para el 2013 la Federación Internacio­
nal de Diabetes reportó a China, Estados Unidos, Brasil, Rusia y México, en ese orden,
como los países con mayor número de diabéticos.
5
Caracterizado por enfocarse en las preocupaciones biológicas del cuerpo, es decir, por
cómo se produce la enfermedad y su sintomacología, así como por el tratamiento de la
misma.
6
Para el 2012 se estimó "en más de 4 524 millones de dólares lo requerido para el ma­
nejo de la diabetes de los pacientes que reportan estar acudiendo a atención, 15% más
en relación con la cifra estimada para 2011. Para contextualizar esta cifra, este monto es
superior a los 3 790 millones de recursos asignados al Seguro Popular en 2010" (Her­
nández-Ávila, et aL , 2013: p. 135).

68
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

En este sentido desnaturalizar a la diabetes mellitus, como el resultado


obvio de las acciones individuales que provocan o contribuyen al desarrollo
de la enfermedad, es pertinente para expandir la comprensión del problema
y la redirección de la mirada científica sobre su atención. En este sentido, se
exploran los aspectos históricos, económicos, culturales, tecnológicos y polí­
ticos que contribuyen a la producción y a la continuidad de esta enfermedad
en México. En este recorrido el cuerpo cobra especial relevancia, por ser aquí
donde se materializan utopías, tensiones y disciplinamientos en torno a los
cuerpos diabéticos.

EL CUERPO DIABÉT I C O , H I STORIA Y ENUNCIACIÓN DE LA


ENFERMEDAD

La vida o la muerte involucran materia. Se necesita ser cuerpo: lucir como


cuerpo, alimentar el cuerpo, gozar al cuerpo, reproducir el cuerpo, discipli­
nar el cuerpo, etcétera, para posibilitar y justificar la experiencia corporal.
Como tal, el cuerpo diabético se materializa cuando es enunciado como tal.
Desde la antigua Grecia hasta nuestros tiempos, la diabetes ha sido una
de las condiciones del cuerpo que ha atraído el interés de la ciencia médica
antigua y moderna. Desde el siglo 11, se adjudica al médico griego Areteo de
Capadocia el denominar "diabetes" o sifón, traducción del latín, a la serie
de síntomas relacionados a la exagerada emisión de orina del cuerpo. En el
mismo siglo, Galeno de Pérgamo persistió con las observaciones, las cuales
fueron retomadas diez siglos más tarde por Ibn Sina o Avicena. Pero, fue
hasta 1679 cuando Tomás Willis reconoce éstas y nuevas características en
la sintomatología clínica del padecimiento y le renombra diabetes mellitus o
sifón de miel, traducido del latín, por el sabor dulce y consistencia pegajosa
que caracteriza a la orina del diabético (Sánchez, 2007: p. 74).
Aún ahora, que han transcurrido siglos desde las primeras descripcio­
nes y enunciaciones de Capadocia, lo que el cuerpo excreta continúa siendo
una referencia específica para aquellos que experimentan o reconocen las
sintomatologías del cuerpo diabético. El orinar frecuentemente y muchas
de las veces sin control, el dejar una mancha pegajosa donde ha caído orina,
el tener sed constante, el sudor excesivo, el cansancio o el sueño frecuente si­
guen siendo algunas de las principales razones para que una persona busque
orientación y respuestas a lo que le acontece a su cuerpo, ya sea con alguna

69
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS �E VULNERAN ...
---- -- ------- - - -·---· - --------------------

persona de confianza o un especialista de la salud. En este sentido, los flu­


jos corporales además de síntoma son una especie de signo en términos de
Derrida (1989), ya que lo que emana del cuerpo o lo que abandona sus lími­
tes, es precisamente lo que lo vuelve otro. Sin embargo, el cuerpo diabético
no es solamente síntoma y signo.
Ser diagnosticado con diabetes marca el inicio de una serie de prácticas
corporales, en cuanto a lo que se debe hacer para mantener en "control" los
niveles de azúcar en sangre, asunto del que nos ocuparemos más adelante.
Razón por la cual coincido con Foucault cuando afirma que "no hay enfer­
medad sino en el elemento de lo visible, y por consiguiente de lo enunciable"
(Foucault, 2001 : p. 138). Así, obtener un diagnóstico certero es uno de los
elementos clave que contribuyen a que se reconozca la posibilidad de produ­
cir lo que aquí denomino como 'existencia viviente', refiriéndome a las prác­
ticas que deben llevar a cabo los sujetos enfermos para poder mantenerse con
vida. Divisemos entonces cómo se ha visibilizado y enunciado la enfermedad
en distintos momentos.

DE LAS FUGAS AL D E S C I FRAM I ENTO DEL CUERPO DIABÉTI C O

Comprender las causas y poder explicar por qué se desencadena la diabetes


ha impulsado numerosas investigaciones y producido algunos de los mayo­
res descubrimientos biomédicos. Retomo enseguida los planteamientos de
Sánchez (2007) para dar cuenta de la historicidad de la ciencia en torno a la
identificación y enunciación de la enfermedad.
En el siglo XVI, Paracelso observó que al evaporar orina de una per­
sona diabética quedaba un residuo blanco, deduciendo que éste se debía al
depósito de sales en los riñones, lo que desde su punto de vista justificaba
la poliuria y la sed presente en los cuerpos enfermos, atribuyendo a la sal la
causa de la diabetes.
En el siglo XVII, Willis afirmaba que esta enfermedad se debía en rea­
lidad a la buena vida y a la afición por los vinos, idea que retomó Syderham
para especular que la diabetes era una enfermedad sistémica de la sangre,
causada por una digestión defectuosa que provocaba que parte de los ali­
mentos fuera excretada por la orina.
Durante el siglo XVI II, Dobson realizó los primeros estudios clínicos
con grupos de diabéticos y encontró azúcar en sangre y orina, lo que lo llevo

70
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

a coincidir con las ideas de Syderham, sobre los problemas digestivos y su


excreción por medio de los riñones. En este mismo periodo, Bernard fue
el primer médico en realizar experimentos con glúcidos, encontrando que
el azúcar de los diabéticos se almacena en el hígado en forma de glucógeno
y que el sistema nervioso central estaba implicado en su control. Rollo fue
quién descubrió finalmente el glucógeno hepático que provocaba la apari­
ción de glucosa en orina, al mismo tiempo que Cawley proponía que la dia­
betes tenía su origen en el páncreas.
Para el siglo XIX, Bouchardat es conocido por ser el primero en señalar
a la obesidad y al sedentarismo como el origen de la diabetes, estableciendo
pautas para su tratamiento. Sin duda alguna, sus ideas influyeron en el de­
sarrollo de trabajos clínicos anatomopatológicos posteriores. Por ejemplo,
Mering y Minskoeski condujeron la experimentación de pancreatectomías
o formas de extraer el páncreas en perros, los cuales sobrevivían a los pro­
cedimientos desarrollando síntomas similares a los que se observaban en
los cuerpos diabéticos: sed, orina frecuente y descontrolada. En cambio,
Langerhans condujo sus investigaciones hacia las hormonas y en 1869 des­
cubre los islotes pancreáticos, los cuales contienen células que segregan in­
sulina, denominada así por la traducción al latín de la palabra islote. Este
descubrimiento inspiró el trabajo de Banting y Best, quienes ya experimenta­
ban con perros o pacientes diabéticos terminales inyectándoles extractos de
páncreas, y en 1921 fueron ellos, junto al químico Collip, quienes lograron
aislar exitosamente la insulina, suministrándosela al primer paciente huma­
no en 1922, con lo cual revolucionaron el campo experimental y biológico
de la enfermedad, y del propio campo del metabolismo de los glúcidos. Años
más tarde, a mediados del siglo, Sanger dilucidó la estructura de la insulina
humana, posibilitando que la industria farmacéutica pudiera reproducirla
por clonación de genes en bacterias, convirtiéndole así en el primer produc­
to comercial originado por este medio.
Desde entonces hasta nuestros días, el cúmulo de este conocimiento ha im­
pulsado el interés de la investigación biomédica por encontrar la combinación
de material genético que confiere al cuerpo la susceptibilidad a la diabetes tipo
2. En este sentido, se ha hallado que la diabetes no se comporta como algunas
otras enfermedades, donde la presencia, ausencia o alteración de un gen (mono
genéticas) es la razón por la cual se presentan ciertas enfermedades o se tiene
susceptibilidad a ellas. En este caso, se argumenta que la diabetes se manifiesta

71
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS Q!¿E VULNERAN ...
- --------·- ----·- ----· - -- -----

ante la presencia de un polygene o conjunto de material genético hereditario, es


decir, se tiene que tratar de identificar un código dentro de otro, dejando abier­
tas muchas dudas y cuestionamientos en torno a éste (Sánchez, 2007).
Este descubrimiento hecho por Neel en 1962, plantea la existencia de
un gen ahorrador que permite una ganancia rápida de grasa cuando hay
abundancia de alimentos, algo que proporcionaba grandes ventajas al cuer­
po en tiempos de escasez, pero debido a que los seres humanos transitaron
de ser cazadores-recolectores al sedentarismo, los mecanismos de funciona­
miento del llamado genotipo ahorrador se han alterado ( Carrillo, 2001).
Siendo así, la propia modernidad explicaría la aparición de enfermedades
crónico-degenerativas. En México, incluso se ha llegado a enunciar al gen
SLC16A l 1 como el "responsable" de la existencia de riesgo para padecer
diabetes, como advierte la siguiente nota periodística:

Así, las personas que heredan de sus dos padres la variante de riesgo tienen
50% más de posibilidades de sufrir diabetes. La variante de riesgo se ha en­
contrado en 50% de los descendientes de indígenas americanos y en 20%
de las personas del este de Asia. Por el contrario, la variante peligrosa es
muy rara en europeos (y también en africanos), lo que explica por qué no
se había detectado hasta ahora (Ruiz, 20 14, 16 de febrero).

Si bien identificar un subcódigo pareciera un avance en el desciframiento


de la totalidad, también robustece el esencialismo biologicista del cuerpo
diabético, y a su vez, el carácter natural atribuible a la enfermedad. Por lo
tanto, eso no sólo significa aceptar que ciertos cuerpos están condenados
por esta particularidad; sino que además pareciera que categorías no bio­
lógicas concatenadas al cuerpo, tales como el origen étnico, la raza y la
ubicación geográfica e incluso la escasez de alimentos -condición de los
grupos nómadas- responden a una ontología naturalista. Lo que contra­
deciría situaciones que son mucho más amplias y complejas, especialmente
tomando en cuenta que la propia genética ha demostrado que la apariencia
corporal externa es un reflejo mínimo de nuestra composición genética.
En este sentido podemos afirmar que la ciencia biomédica ha contribui­
do a producir un entendimiento unívoco, universal y homogéneo sobre el
cuerpo diabético; sea haciendo visible lo que el cuerpo excreta (de adentro
hacia afuera), registrando las sintomatologías observables en el cuerpo (en sí

"7 ')
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

mismo), descifrando cómo funciona el propio cuerpo (dentro de sí mismo),


o vinculando al cuerpo con su entorno (fuera de sí); cual si fuera una simple
relación entre el adentro y el afuera.
Esta naturalización del cuerpo diabético es resultado del curso de la his­
toria en donde, como afirma Foucault, "toda sociedad puede perfectamente
reabsorber y hacer desaparecer una heterotopía que había constituido antes,
o incluso organizar otras que no existían todavía'' (Foucault, 2010: p. 23),
lo que aplica claramente al desarrollo del conocimiento biomédico sobre el
cuerpo diabético, creando la ilusión de recomponer lo que ha sido afectado
en el cuerpo. Porque si bien, hasta ahora, se sabe que la diabetes es un pa­
decimiento incurable, los descubrimientos biomédicos han logrado que se
pueda vivir con ella por largos años. Pero, al ser una enfermedad tan antigua,
qué significa entonces que la diabetes sea considerada, relativamente desde
hace pocos años, como una epidemia.

S O BRE LAS PREOC UPACIONES Y GEOP OLÍTICA DE LA EPIDEMIA

En la década de los ochenta la Organización Mundial de la Salud reconoce a


la diabetes como un problema de salud pública a nivel global (Organización
Mundial de la Salud, 1980). A pesar de todos los avances biomédicos en esta
materia, es un hecho que esta enfermedad sigue figurando entre las princi­
pales causas de mortalidad en muchos países, incluso cuando los registros
no pueden dar cuenta de la totalidad de vidas que cobra este padecimien­
to.7 Así, la Organización Mundial de la Salud, en conjunto con otros orga­
nismos, juega un papel importante para disparar las señales de alerta. Por
ejemplo, este organismo proyecta que en el 2030 la diabetes será la séptima
causa de mortalidad mundial (Organización Mundial de la Salud, 2011),
y la Federación Internacional de la diabetes presenta la proyección que se
encuentra en la figura l .
De acuerdo con esta geografía global de la diabetes existe un riesgo po­
tencial en regiones como África, Oriente Medio y el África del Norte, lugares
que ocupan los primeros lugares de aumento para las siguientes dos décadas.

7
Por las deficiencias en los sistemas de registro de los diferentes sistemas de salud, que
no siempre llevan un registro de defunciones asociadas a la diabetes o porque simple­
mente se subestiman las cifras (Hernández-Ávila, et al. , 2013: p. 135).

73
INT ERSTICI O S D E L CUERPO ENFERMO , H E T EROTO PÍAS �E VU LNERAN ...

REGIÓN 2013 2035 AUMENTO


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• Pacífico Occidental 1 38,2 201 ,8 46%
e América del Norte y Caribe 36,7 50,4 37%
• Europa 56.3 68,t 22%
Mundo 381 ,8 $91 ,9 55%

Figura 1 . Regiones de la Federación Internacional de la Diabetes y proyecciones


del número de personas con diabetes 20 1 3, 2035-
Fuence : Atlas de la diabetes de la FID (20 1 4, 1 5) .

Estos datos no son menos que paradójicos, considerando la hambruna siste·


mática que ha caracterizado a la primera región y la riqueza que ha diferen·
ciado a la segunda. En correspondencia a estos datos las cifras también reve·
lan que ocho de cada diez personas diabéticas viven en países desarrollados y
en lo que concierne al interior de las naciones, los centros urbanos presentan
cifras más altas en comparación con las poblaciones rurales (FID, 2014). Es
de llamar la atención que esta geografía global de la enfermedad contradice,
o al menos pone en duda, los resultados del estudio del genoma, en donde
prácticamente las poblaciones más vulnerables no son aquellas que se identi·
fican con el gen que otorga malignidad y atrofia al cuerpo.
Por otra parte, indagando más sobre las características poblacionales
de las personas diabéticas se subraya que éstas se concentran en los grupos

74
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

de ingresos medios y bajos, entre los cuales destacan las mujeres. En el caso
de México se reporta que la población diagnosticada mayormente afectada
también se encuentra en este rango de ingresos, los cuales corresponden a los
quintiles 2 y 4 de la encuesta ingreso-gasto (Hernández-Avila et al., 2013).
Ello evidentemente impacta en la cantidad de recursos que deben gastar las
familias cuyos enfermos se encuentran en este rango, porque el peso no sólo
repercute en el individuo o cuerpo afectado, sino en toda su red de apoyo.
Estos elementos aparentemente opuestos: pobreza-riqueza, campo­
ciudad, desarrollo-no desarrollo, mujeres u hombres, población con acceso
a servicios de salud o sin acceso; personas diagnosticadas o que desconocen
su condición, entre otras, no hacen más que constatar la existencia de pro­
cesos diferenciados que afectan las dinámicas de la pandemia, dependiendo
de la situación económica del país o región, la clase, la residencia, el acceso
a los servicios de salud, el género, entre otros. Tal pareciera que existe una
geopolítica heterotópica de la enfermedad, en donde la materialización del
lugar importa.
Este panorama coincide con la premisa que declara a la diabetes como
la enfermedad del mundo desarrollado (Palomo, et al., 2006). Aceptar esta
proposición sería reconocer que los modelos de desarrollo adoptados en una
gran parte del mundo, así como los diferentes niveles de bienestar alcanza­
dos juegan, hoy más que nunca, un papel clave en enfermar a sus habitantes.
Siendo así, los postulados utópicos planteados por los paradigmas del de­
sarrollo y la modernidad, como alcanzar mejores niveles y condiciones de
vida, así como acabar con el hambre y la pobreza producen, una vez más, una
ilusión heterotópica o tal vez, simplemente, emergen de éstos.
Esta contradicción traslada la cuestión de situar el cuerpo diabético
como parte de un asunto de escala y lugar. Tal como si se tratara de un modo
de existencia que traza límites o fronteras dependiendo del espacio que se
ocupa. Bajo esta lógica situarse en determinados contextos, circunstancias,
condiciones, etcétera, favorecería o condenaría a esos cuerpos a convertirse
en otros, en cuerpos enfermos: diabéticos. El problema se reduciría a tratar
de no cruzar o de mantenerse en ciertos límites o espacialidades utópicas;
como si sólo con la intención bastara, incluso cuando esto fuera posible. En
este sentido, hasta el buscar mantenerse en las zonas de confort o fronteras
que posibilitan una vida libre de diabetes no puede desvincularse de las con­
catenaciones corporales.

75
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS �E VULNERAN ...

Como hemos visto, el paso o la conexión entre naturaleza, escala y lugar


crea la ficción de poder delimitar, en cierto modo, una geografía específica,
una falla en un órgano, un punto de ignición o de origen en lo que concierne
al cuerpo diabético. Ilusión que evoca el poder encontrar arreglo o cura para
el cuerpo.

SOBRE LAS PREOCUPACIONES Y EL Q!! É HACER DE LOS GOBIERNO S

Una d e las mayores preocupaciones de la así llamada epidemia d e diabetes es


el incremento de los costos de la salud pública, dada la evidente presión que
tienen los gobiernos para cubrir la carga monetaria de la asistencia sanitaria
vinculada a las personas que viven con diabetes. Se calcula que la mayoría de
los países destina entre el S y el 18% de su gasto total en salud para atender la
enfermedad y que éste gasto alcanza el 11 % del gasto total en salud de todo
el mundo (FID, 2014: p. 48). Sin embargo, este documento argumenta que
existen otras problemáticas en materia de salud pública con similar o mayor
impacto, a pesar de no ser tan evidentes.
En lo referente a las instituciones de salud, éstas son por excelencia luga­
res heterotópicos con relación a los cuerpos diabéticos. En México, la aten­
ción la acaparan estudios que dan cuenta de la dimensión y de las tendencias
de crecimiento que ha alcanzado la diabetes; sus costos institucionales; los
niveles de cobertura; la población atendida, la calidad de la atención y los
programas de prevención. Sin embargo, tanto la Secretaría de Salud como
las diversas instituciones encargadas de brindar servicios a la población dia­
bética enfrentan distintos retos en torno a cada uno de estos aspectos.
Por ejemplo, brindar servicios de calidad al tiempo que se incrementa
la población usuaria y se cuenta con recursos humanos, técnicos y presu­
puestales escasos ha influido, de acuerdo a los expertos, en que los procesos
de certificación a los que se deben someter la mayoría de las instituciones
se limite a vigilar a las unidades o a los programas de atención, ignorando
las responsabilidades de quienes aparentemente están fuera del sistema de
salud; pero que, sin duda, son los responsables de mantener activo a este
sistema. Tales como las instituciones, los distintos órganos de gobierno y or­
ganismos que institucionalizan la cobertura, el flujo de recursos financieros,
el equipamiento y el personal que involucra a cada una de estas instancias a
nivel nacional ( Ortiz-Domínguez, et al. , 2011 ).

76
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Estas indagaciones han conducido a identificar otros problemas y espa­


cialidades con los que se conecta la diabetes, como la expansión o nicho de
mercado que se han forjado los servicios de salud y de farmacología de bajo
costo, relacionados con la enfermedad. Los cuales, más allá de no contar con
el tipo de acreditaciones o regulaciones equiparables a los servicios públicos,
generalmente terminan derivando a las personas a las instituciones públicas
agudizando los casos que se presentan en etapas avanzadas del padecimiento
(Ortiz-Dominguez, et al. , 2011).
Aquí se hace evidente el encadenamiento hacia otro espacio, el que co­
necta a la trascendente desestructuración, deterioro y estancamiento de la
industria farmacéutica mexicana. La cual, a partir de la puesta en marcha
de políticas neoliberales en el contexto de la globalización, ha quedado re­
ducida al ensamblaje o distribución de productos finales, al ser las grandes
corporaciones monopólicas trasnacionales quienes controlan la producción
y distribución de fármacos a escala global (Esquivel, 2013). Como conse­
cuencia, los pocos nichos de innovación se dirigen al mercado de productos
similares y no genéricos, ya que éstos últimos están protegidos por los dere­
chos de propiedad intelectual, 8 pero estudios especializados en la materia se­
ñalan que la industria responde más a las necesidades clínicas (de adaptación
y comercialización del producto) y no al desarrollo de nuevas tecnologías o
conocimientos (Guerrero, 2011).
Un aspecto más, que me parece no menos confuso, concierne a las
campañas masivas de prevención de la diabetes, que se orientan básica­
mente a la identificación de factores asociados al cuerpo, como el sobrepe­
so, la obesidad, la inactividad física y la "mala" alimentación. Frases como:
"chécate, mídete, muévete" y "aliméntate sanamente" parecieran ser sim­
ples características de los cuerpos o consecuencias propias a las acciones
individuales, y no parte de decisiones e intereses que rodean tanto a la
política alimentaria, como a otras políticas cuya lógica afecta las dinámicas
sociales.
Uno de los datos alarmantes apunta al cambio de dieta, que se calcula
afecta a más de la mitad de la población (OMS, 2003). Pues se ha identificado

8
En México, la firma del TLCAN aseguró de entrada la exclusividad en el comercio de
cinco años a los productos protegidos, los cuales se han ido incrementando exponen­
cialmente (Esquive!, 2013 ) .

77
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍAS �E VULNERAN...

que la ingesta de carbohidratos y de alimentos procesados ha suplido a los


alimentos de origen natural, a lo que se suma el consumo de refrescos y be­
bidas azucaradas, donde México ocupa un primerísimo lugar ( OMS, 2003;
Montaño, 20 15). Situación de la que emerge una gran contradicción al ser
el país productor directo de alimentos naturales y que las actuales medidas
recaudatorias busquen contener su compra.
En este sentido, las investigaciones apuntan respuestas diversas. Hay po­
siciones que asocian los cambios en el consumo de alimentos a los cambios
culturales, los cuales afectan las prácticas cotidianas alimentarias, tanto en
contextos rurales como en urbanos (OMS, 2003; Montaño, 20 15). Otras
justifican el cambio por la transformación de las elecciones degustativas y
el deleite por los productos hipercalóricos (Rodríguez, 2006). Algunos más
dilucidan el poco acceso a productos asociados a una dieta sana (Izquierdo,
et al., 20 10). Sin duda alguna, todas ellas forman parte del carácter multidi­
mensional y heterogeneidad social que diferencia a los cuerpos.
Sin embargo, es necesario reconocer que esto también es resultado de una
política que tiende a homogeneizar la dieta y a restringir el acceso a productos
de calidad, cuyos precios no son acordes a los ingresos pauperizantes de la mayor
parte de los mexicanos. Y especialmente, cuando gran parte de los productos de
mejor calidad se destinan al mercado estadounidense, frente al crecimiento de la
importación de granos, en especial de maíz. De esta suerte, los pocos mercados
para productos selectos (orgánicos, de calidad) resultan inalcanzables para la po­
blación en general. Sin dejar de mencionar la estigmatización sobre el consumo
de ciertos alimentos (raíces, plantas e insectos) que caracteriza a los pueblos indí­
genas, y que prácticamente quedan condenados al exoticismo.
Todo ello hace evidente que los cuerpos diabéticos no se reducen a una
particularidad biológica o clínica de la enfermedad, como tampoco al bi­
nomio salud-enfermedad o bien como el resultado de externalidades unidi­
mensionales que afectan al cuerpo. Porque aun con lo ajeno que esto parez­
ca, la diabetes también forma parte de encadenamientos utópicos que han
contribuido a la producción y a la continuidad de estos cuerpos.

LAS FUGAS DE LA ENFERMEDAD, A MANERA DE CONCLUSIÓN

A lo largo de la historia las diversas observaciones de los cuerpos diabéticos,


así como el estudio de sus partes, han conducido a entender cómo funciona

78
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

la enfermedad, a proponer tesis sobre cómo se produce ésta y a varios descu­


brimientos que han hecho posible extender la vida de las personas diagnos­
ticadas con diabetes. Pero si la diabetes no conduce a una muerte inmediata,
existen situaciones que emplazan al cuerpo enfermo a disciplinamientos cor­
porales para poder seguir con vida.
Desde mis propias observaciones (Rodríguez, 2014), para las perso­
nas el sentirse mal marca el inicio de diferentes cambios en su vida, que van
desde asistir a un especialista para conocer qué le pasa, hasta las diferentes
prácticas adoptadas para la vigilancia de su cuerpo diabético. Un primer em­
plazamiento del sujeto es acomodar, más que reconciliar, la nueva situación
corporal a las diferentes lógicas o racionalidades, individuales y colectivas,
que explican su enfermedad.
Porque en la práctica, a pesar de todo el conocimiento científico, la di­
fusión de la información y las constantes campañas de 'concientización' en
torno a la enfermedad, no es extraño que la diabetes aún suela explicarse bajo
otras lógicas y formas distintas de pensamiento. Por ejemplo, el que ésta sea
el resultado de haber experimentado un susto o un coraje. Por lo tanto, mu­
chas de las acciones de los actores con cuerpos diabéticos suelen encaminarse
a procurar el remedio a sus dolencias y en la medida de lo posible procurarse
una cura, a través de recursos no biomédicos. De ahí la posibilidad de exis­
tencia de una infinidad de fórmulas mágicas y todo tipo de especialistas en
la materia: curanderos, merolicos, clínicas especializadas, remedios herbola­
rios, promotores de salud, médicos alternativos, entre otros.
Otro emplazamiento implica lidiar con las sintomatologías y necesida­
des del cuerpo enfermo, lo que involucra procesos de aprendizaje continuos.
Por ejemplo, tratar de sujetarse a los esquemas e itinerarios biomédicos, los
cuales no se adaptan fácilmente y mucho menos de manera estandarizada en
los sujetos; es decir, aquí influyen, como hemos apuntado, las externalidades
que afectan a los cuerpos: la cultura, el nivel socioeconómico, los gustos y
preferencias degustativas, el acceso a los servicios de salud y a medicamentos,
rutinas, etcétera. Condiciones que influirán en los distintos lugares y proce­
sos en los que se inserta o deja de insertarse un sujeto diabético, al enfrentar
la posibilidad de deterioro del cuerpo que dificulte y/o comprometa su cali­
dad de vida, su capacidad ante el trabajo, su sociabilización y su autocuidado
o el valerse por sí mismo ; ya sea en el corto o en largo plazo. Afectaciones

79
INTERSTICIOS DEL CUERPO ENFERMO, HETEROTOPÍ AS Q!!E VULNERAN ...

que forman parte de esos lugares no deseados.


Un tercer emplazamiento lo ubico en el sistema de valores asociados a
la enfermedad, los cuales constituyen dispositivos que restituyen, constan­
temente, ese estado de vulnerabilidad de los cuerpos. Tal como sucede con
los mecanismos y las formas de control, supervisión y vigilancia de la que
es objeto el cuerpo diabético, tanto clínica como socialmente. En tanto el
cuerpo se produce en la interacción y materializa lo que debe o no hacer una
persona diabética, qué alimentos y líquidos consume, con qué regularidad,
qué actividades realiza, qué excesos comete, cómo se encuentra su estado de
ánimo, etcétera.
Habrá que reconocer que esta situación no resulta un asunto menor
para las personas con diabetes, ya que tienen que adaptar sus cuerpos a nue­
vas costumbres, rutinas y hábitos nunca antes experimentados, en contextos
donde los alimentos no sólo son para nutrir al cuerpo, sino para socializar,
compensar las presiones de la vida cotidiana o incluso para sobrellevar las
jornadas laborales. A lo que hay que sumar el prejuicio a ser tratado o en­
juiciado como una persona enferma, lo que contribuye a buscar ocultar la
enfermedad y sus síntomas, o simplemente a no seguir las recomendaciones
médicas en cuanto a lo que se debe y no se debe hacer.
En esta lógica, para las personas diabéticas la heterotopía se vuelve in­
dispensable, en el sentido de construir ese lugar en donde se sienten cómo­
dos con su nueva condición corporal. Todo ello se sintetiza en la producción
de ficciones que brindan sentido a la posibilidad de existencia, aun cuando la
diabetes también implique tener que vivir o morir de a poco.

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83
DOLOR CRÓNICO Y VIH: METÁFORA
DEL ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN
Anabella Barragán Solís

Los CONCEPTOS DE PARTIDA: A MODO DE INTRODUCCIÓN

Desde el surgimiento de la antropología en 1859 a partir de la fundación de


la Societé d 'Anthropologie en París en el seno de la Facultad de Medicina y de
la Sociedad de Médicos impulsada por Pierre Paul Broca y el surgimiento en
1 87 6 de la primera escuela de antropología, el hombre fue visto como hués­
ped de la tierra. De allí el impulso a clasificarlo y atomizado como objeto
de la naturaleza. Sin embargo, el estudio de su comportamiento fue desa­
rrollándose a la zaga de la exactitud y la confiabilidad de datos mensurables.
El estudio del racismo ha sido un pilar en el campo de la antropología
física y son precisamente los resultados de investigaciones sobre racismo los
que ponen al descubierto la innegable relación del racismo y la discrimina­
ción. Si bien se asume actualmente nuestro origen común como especie, y
ello contradice el racismo basado en las variaciones fenotípicas principal­
mente de la pigmentación de la piel, no sucede lo mismo con las diferencias
en cuanto a creencias prácticas y actitudes consideradas fuera de lo normal.
O al margen del estereotipo construido socialmente y esperado como norma.
La orientación sexual es uno de los aspectos que causan mayor tensión en
nuestra sociedad actual, donde el estereotipo de la normalidad es la hetero­
sexualidad. Así los sujetos con identidades erótico-afectivas no hegemónicas
que se enmarcarían en la heterotopía, entendida como "especies de lugares
que están fuera de todos los lugares, aunque sin embargo sean efectivamente
lo calizables" (Foucault, 2010: p. 7 1 ) son individuos con comportamientos
considerados marginales, heterotópicos, y por eso blanco de actos de discri­
mi nación materializados en violencia psicológica en el entorno familiar o
so cial. Entre las consecuencias de la violencia emocional está la destrucción

85
DOLOR CRÓNICO Y VIH : METÁFORA DEL ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN

de los sentimientos y la autoestima, lo que provoca dudas sobre los propios


recursos y la propia realidad (Molina, 2010). En este trabajo considerarnos
que la sexualidad:

Es una construcción sociocultural y personal, en la que se integran en un


todo dinámico, los elementos biológicos, [ . . . ] las emociones y sentimien­
tos que dan origen a la identidad y aspectos sociales como género, clase,
etcétera. [ . . . ] De la interacción entre estos elementos surgen los elemen­
tos más visibles de la sexualidad, que son las orientaciones sexuales (hacia
quienes se dirige el deseo), las expresiones de la sexualidad en el terreno del
comportamiento [ . . . ] y las prácticas sexuales (las formas en que se desarro­
lla el erotismo) ( Velasco, 2009: p. 74) .

La diversidad sexual es entendida corno las distintas formas en que las personas
viven su sexualidad e identidad de género (Yllán, 2009), fenómeno que ha teni­
do múltiples significados y representaciones en el devenir histórico. Partiendo
de este entendimiento se ha documentado, corno ejemplo de esta diversidad,
que la homosexualidad fue vista en un primer momento por la iglesia corno
perversión, posteriormente fue señalada por la biornedicina corno enferme­
dad y en la actualidad es una "manera legítima de asumir la propia sexualidad"
(Vincent, 2001, p. 332), lo cual demuestra una de las premisas foucaultianas de
la heterotopía; a saber: que "en el curso de su historia, una sociedad puede ha­
cer funcionar de una manera muy diferente una heterotopía que existe y que no
ha dejado de existir" (Foucault, 201O: p. 73). Así, a pesar del discurso oficial de
diversos Estados, donde la diversidad sexual se asume corno una realidad y un
derecho, no siempre es así en el seno familiar y social. La discriminación "sig­
nifica diferenciar; distinguir, separar; es una situación donde una persona o un
grupo son tratados de forma desfavorable, ya sea por prejuicios, por fanatismo
religioso, o peor aún, ignorancia; es una falta de respeto a los derechos huma­
nos y a las libertades fundamentales de todo individuo" (Vincent, 2001: p. 90).
La discriminación hacia los hombres que tienen sexo con hombres, o
que su deseo va dirigido a ellos, es decir, un deseo "fuera de lugar� se expresa
en desprecio y en un trato de inferioridad, entre otros actos de violencia físi­
ca, patrimonial, etc. Estas actitudes continúan siendo frecuentes en la actua­
lidad, ya que este comportamiento se asocia a estigmas, estereotipos y prejui­
cios (Alvarez, 2011); así, a los sujetos que presentan este comportamiento se

86
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

les representa como sujetos de la marginalidad, cuya existencia "desviada" los


obliga a mantenerse afuera y entrar a otros lugares, "contraespacios" hetero­
tópicos, como se verá en la trayectoria del padecer del sujeto de este estudio.
La heterotopía de la desviación, según Foucault (2010), remplaza a las
heterotopías de las crisis, que en sociedades llamadas "primitivas" se consti­
tuían de lugares sagrados, prohibidos, donde se vivían las crisis biológicas, la
transición de la niñez a la adultez, la menstruación, el parto, la agonía, etc.
Y aunque haya vestigios de dichas heterotopías, actualmente se reemplazan
por heterotopías de desviación, "aquellas en las cuales se instala a los indivi­
duos cuyo comportamiento es marginal respecto de la media o de la norma
exigida" (Foucault, 201 O: p. 73); aquellos a los que Goffman (1995) llamaría
sujetos estigmatizados.
En este trabajo nos preguntamos: ¿cuál es la experiencia de un paciente
con preferencia sexual no hegemónica, con diagnóstico VIH positivo, que
padece neuralgia posherpética? Y ¿qué repercusiones tiene dicho comporta­
miento en la experiencia de su enfermedad?

ALGUNOS CONCEPTOS PARA CONTESTAR LAS PREGUNTAS

Aquí nos adscribimos a las propuestas de la antropología médica para descri­


bir y analizar los contextos de los enfermos y las estrategias de atención de los
actores sociales, para visibilizar las representaciones sobre la causalidad, la
construcción del diagnóstico y los saberes curativos de los diversos modelos
médicos: autoatención, la biomedicina o modelo médico hegemónico, así
como el modelo médico alternativo subordinado, que incluye a las medi­
cinas populares y los distintos sistemas alternativos (Menéndez, 1990). La
experiencia corporal significada del padecimiento es una construcción per­
formativa, y es tanto una secuencia compleja de actos simbólicos como la pre­
sentación de sí misma en el drama social (Turner, 2002). Dicha experiencia,
en este caso, se complejiza con la noción de heterotopía de la desviación, de
Foucault (2010), y el concepto de estigma propuesto por Goffman (1995),
definido como un atributo profundamente desacreditador. Un estigma, dice
Goffman, es una clase especial de relación entre atributo y estereotipo, pero
cuando la realidad del individuo es conocida se encuentra en una situación
de desacreditado; sin embargo, si ésta no es conocida por quienes lo rodean,
el sujeto es desacreditable (Goffman, 1995: p. 14). Para este autor existen

87
DOLOR CRÓNICO Y VIH : METÁFORA DEL ESTI G M A Y LA DISCRIMINACIÓN

tres tipos de estigmas: las abominaciones del cuerpo (deformidades físicas);


los defectos de carácter (falta de voluntad, pasiones tiránicas o antinaturales,
creencias rígidas inferidas de: perturbaciones mentales, reclusiones, adiccio­
nes, homosexualidad), y estigmas tribales (de la raza, la nación o la religión),
susceptibles de ser transmitidos por herencia y contaminar por igual a todos
los miembros de una familia. Un estigma es una diferencia indeseable, lo que
coloca al sujeto, siguiendo la propuesta foucoltiana, en una heterotopía de
desviación.

MÉTODO Y LUGAR DE ESTUDIO

Se recupera la experiencia a través de las narrativas, donde la metáfora es la figura


retórica más representativa, a través de las cuales el hablante no pretende decir lo
que dice, sino lo que imagina (Garza, 1998). Para Jodelet ( 1984), representar
es sustituir o estar en lugar de, es decir, la representación remite a otra cosa. Así,
podemos pensar que la metáfora y la representación se contienen en sí mismas.
En este trabajo nos preguntamos: ¿cuáles son las metáforas que representan al
estigma y la discriminación en las narrativas del sujeto de estudio ?
Nos interesa describir la trayectoria de atención de un paciente de la
Clínica del Dolor y Cuidados Paliativos del Hospital General de México
(HGM). Esta clínica fue fundada en 1976, como Clínica del Dolor (como
la llamaremos en adelante), es la clínica que atiende a un mayor número de
pacientes que presentan dolor crónico, comparativamente con las existen­
tes en México y América Latina. Entre los años 2002 y 20 12, la Clínica del
Dolor atendió a un promedio de nueve a diez mil pacientes al año (Ramírez
et al., 2004; Barragán, 2008; HGM, 20 12). Los diagnósticos más comunes
son neuralgias y plexopatías: neuropatía diabética, osteoartropatía degene­
rativa, insuficiencia vascular periférica y dolor por cáncer. A esta institución
pertenece Óscar, el sujeto de este estudio, seleccionado entre 19 entrevistas
realizadas entre 2002 y 2003.
Se aplicó el método cualitativo a través de la observación y entrevistas
en profundidad; las entrevistas fueron grabadas en formato digital, transcri­
tas, codificadas y analizadas para conformar categorías principales, interme­
dias y secundarias; se elaboraron cuadros explicativos y conjuntos narrativos
de la experiencia de los informantes. Nos enfocamos en la experiencia de
discriminación y estigmatización en el proceso de la enfermedad. El análisis

88
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

y la presentación de resultados se ordenó a partir del modelo del drama social


turneriano, cuyas fases son: brecha, crisis, acción delimitadora o reparadora
y reintegración.

EL PADECIMIENTO : DOLOR

El dolor desde la perspectiva biomédica es una experiencia sensorial y emo­


cional desagradable que ocurre como respuesta a un daño tisular real o po­
tencial, según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP)
(20 1 3). El dolor crónico es el dolor que persiste por un tiempo mayor que la
afección causal, continúa aún después de que la lesión haya desaparecido. Si
bien estos conceptos son puntos de partida, la revisión bibliográfica antropo­
lógica y la experiencia de investigación del tema, nos permitió formular una
definición operativa para este trabajo: el dolor es una sensación generada y
convertida en una señal nerviosa, pero también es una compleja experiencia
de percepción que tiene un componente fisiológico periférico y un compo­
nente central de dimensiones psicológicas que integran la experiencia (deter­
minada por el sistema cultural del grupo social de pertenencia cuya memoria
de conocimientos permiten articular el sentido), la significación y las accio­
nes individuales y colectivas en torno a este fenómeno de lo humano.
Para Le Breton ( 1 999), la relación con el dolor depende del significado
que cada persona le imprima según el momento en que se vea afectada por
él; el dolor no es una sensación sino una percepción que obliga a un signifi­
cado y un sentido. En el caso del dolor crónico, éste sitúa al individuo fuera
del mundo, lo separa de todas sus actividades, podríamos decir, siguiendo a
Foucault (20 1 0), que el dolor crónico convierte al sujeto en un ser hetero­
tópico, un sujeto marginal.

VIH Y NEURALGIA P O S H ERPÉTICA

El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que crea una de­


ficiencia en el funcionamiento del sistema inmunitario. Este vieua infecta y
destruye las células inmunológicas, denominadas CD4 de los linfocitos T,
provocando que el organismo quede desprotegido ante factores externos.
Tal situación es aprovechada por diferentes enfermedades (denominadas
oportunistas) que, al presentarse la baja de defensas en el sistema inmune,

89
DOLOR CRÓNICO Y VIH: METÁFORA DEL ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN

atacan al organismo. Así mismo, el VIH es un virus que se reproduce sólo en


células humanas, es frágil y no puede sobrevivir fuera del cuerpo. Se aisló por
primera vez en 1 983 en el Instituto Pasteur en Francia por Francoise Barre
Sinoussi, Jean Claude Cherman y Luc Montangier.
El VIH pertenece a la familia de los retrovirus, ya que es capaz de in­
vertir la dirección del material genético para introducir su código en el de la
célula CD4+, que el la principal defensora del sistema inmunitario contra las
infecciones, su función es dar instrucciones a otras células para que encuen­
tren y destruyan bacterias, hongos y virus que producen infecciones. Así, una
vez que los linfocitos CD4+ quedan indefensos ya no pueden actuar como
agentes protectores del sistema inmunitario, lo que permite que el VIH se
multiplique y produzca nuevos virus, llamados viriones (Robles, 2004: p. 1 5).
Epidemiología del VIH : algunos datos del Programa Conjunto de las
Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA, 20 1 6) señalan que en
20 1 5, 36. 7 millones de personas en el mundo vivían con VIH; 78 millones
han contraído la infección desde el comienzo de la epidemia y 3 5 millo­
nes de personas han fallecido a causa de enfermedades relacionadas con el
SIDA. En 20 1 5, más de dos millones de personas contrajeron la infección
por el VIH en todo el mundo. África subsahariana sigue siendo la región
más afectada con VIH en el mundo, donde uno de cada veinte adultos lo
tiene y la tuberculosis, como enfermedad oportunista, sigue siendo la cau­
sa de muerte principal entre las personas afectadas por el VIH. En 1 98 3 se
reportó el primer caso de Sida en México. Los datos del Centro Nacional
para la Prevención y el Control del VIH y el SIDA (CENSIDA, 20 1 5)
estiman que en el año 20 1 4 había 1 94 mil personas adultas viviendo con
VIH, y en el mismo 20 1 4 se consideró que 7500 adquieren el VIH cada
año. Por otra parte, sólo 98 mil personas recibieron tratamiento antirre­
troviral en todo el país en 20 1 4 (50% del total de personas infectadas). El
número de muertes de personas con residencia en México a causa del VIH
en 20 1 3 fue de 4965. Otro dato que también se estimó fue que el 37% de
personas infectadas no lo saben.
Neuralgia posherpética (NPH): es una secuela del herpes zoster, una
enfermedad infecciosa viral, cuya mala evolución provoca la afectación de
las raíces nerviosas produciendo dolor neuropático. Es la complicación neu­
rológica más habitual y más temida por los pacientes después de un ataque
de herpes zoster. Además es la primera causa de atención de pacientes en la

90
HETEROTOPÍAS D E L C U ERPO Y EL E S PACIO

Clínica del Dolor del HGM (Ramírez et al. , 2004). El herpes zoster es una
infección caracterizada por la presencia de vesículas dolorosas, causadas por
un virus que resulta ser el de la varicela (Artiachi, 1996). El herpes zoster
afecta áreas cutáneas determinadas por los trayectos anatomo-fisiológicos de
las fibras nerviosas, una evolución desfavorable de esta enfermedad ocasio­
na, después de la cicatrización de las lesiones cutáneas superficiales, secuelas
dolorosas de distinta intensidad, a este nuevo padecimiento se le denomina
neuropatía o neuralgia posherpética.

TRAYECTORIA DE ATENCIÓN DE ÓSCAR

Óscar tiene 38 años de edad, fue diagnosticado positivo al virus de la inmu­


nodeficiencia humana (VIH) hace tres años, padeció hace más de dos años
una infección por herpes zoster con secuelas de dolor neuropático; hace dos
meses ha reincidido la secuela de la infección por herpes zoster: neuralgia
posherpética localizada en la cara interna del muslo izquierdo. Óscar pade­
ció alcoholismo con ingesta intensiva durante 1 S años; actualmente se en­
cuentra en proceso de recuperación, ya no consume alcohol y asiste a grupos
de autoayuda de Alcohólicos Anónimos (AA). Óscar vive en la Ciudad de
México con su madre y uno de sus hermanos, que es médico. Su familia es
originaria del estado de Hidalgo, de niño estuvo al cuidado de la abuela,
quien era hablante de otomí. Óscar se ha dedicado principalmente al co­
mercio, aunque actualmente está desempleado. A continuación se presenta
un resumen de la trayectoria de atención en sus propias palabras, ordenadas
según la propuesta del drama social de Turner (2002).

El padecimiento

Yo empecé a beber ya viejo, a los 1 8 años [ . . . ] digo que viejo porque orita
los chamacos de 1 2, 13 años ya son alcohólicos [ . . . ] yo empecé a tomar
porque me sentía solo [ . . . ] yo llegaba a pensar que ¿ por qué él (su padre)
tomaba mucho ?, tendrá problemas, se sentirá mal, por qué toma y yo pensé
que tomando me iba a sentir bien . . . yo tomaba cada 1 5 días, cada mes, así
cada fiesta que había en la familia me ponía hasta las chanclas [ . . . ] seguí
tomando hast:i que reventé, tuve el problema de la pancreatitis, de allí fue
en el año 1 993, tenía como 25 años, y de allí duré S años sin tomar [ . . . ]

91
DOLOR CRÓNICO Y VI H : METÁFORA DEL ESTIG M A Y LA DISCRIMINACIÓN

después que terminé con mi pareja seguí bebiendo, pues por dolor [ . . . ]
puro alcohol, a mí nunca me gustó la droga [ ... ] Cuando estaba bien briago
me acordaba de él, así la relación que vivimos [ ... ] el alcohol me hacía feliz
un rato, me acordaba de él, ya después se me pasó un poco ese problema
[ ... ] eso es lo que estoy trabajando en Alcohólicos Anónimos.

A continuación observarnos la brecha, es decir, los eventos que irrumpen en


la cotidianidad y trastocan la vida de este sujeto, quien construye representa­
ciones encaminadas a darle un sentido al padecer y que son las guías para la
siguiente torna de decisiones:

La brecha

Yo estoy en un grupo de doble A (Alcohólicos Anónimos : AA), estaba


yo en una sesión, en una junta, y eran como las nueve y media, las diez
de la noche [ ... ] fue cuando empecé a sentir la comezón [ ... ] Yo estaba en
el grupo y me empieza a picar [ ... ] ellos estaban hablando de lo que ellos
manejan mucho, lo del niño interno que tenemos todos [ ... ] empezaron
a hablar de resentimientos enfocados a cuando estaba uno en la infancia
[ ... ] yo allí me acordé de mi papá, él era muy duro, muy severo, era muy
machista, entonces yo empecé con un problema, ¿ no ? que decía que no,
que me hubiera gustado que mi padre siguiera vivo, ¿ no ? Pero entonces
empecé a trabajar la mente, y dije no: para qué, si estuviera vivo ahorita se
moría de la decepción del hijo que tuvo, o, a lo mejor me hubiera quitado
lo homosexual a chingadazos [ ... ] Él tan macho, y ya con mis hermanos
oía yo comentarios que él hizo. De que él físicamente sí era atractivo, tenía
cuerpo atlético, no hacía ejercicio, pero tenía su cuerpo marcado. Estaba
bien mi papá, por el trabajo [ ... ] estaba marcado, y pues sí tenía pegue con
las mujeres, y también con uno que otro homosexual [ ... ] que le tiraba la
onda [ ... ] y pues él se encabronaba [ ... ] y empezaba a hablar pestes de ellos,
a repudiarlos y maldecirlos. Yo no escuché eso. Yo lo escuché ya después
de que se murió él. Cuando mis hermanos empezaron a contar eso, que
él decía [ . . . ] lo decían yo creo, a ver si yo recapacitaba. Enderezaba yo mi
camino, ¡cómo si se pudiera ! muy sencillo, ¿ no ?, ¡ muy fácil !
Y en ese momento que empezaba a recordar mi infancia, me empe­
zó a picar, entonces fue cuando llegué a la casa y pues sí me sentía yo

92
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

acalorado, y mi hermano había prendido el boiler y se había quedado ca­


liente. Y le dije a mi hermano " ¿ ya te bañaste ?", dice: "ya, ya me bañé", le
digo : "está el boiler caliente". "Sí, es que lo dejé más tiempo", respondió.
Entonces contesté : "ahorita me baño, porque me siento como acalora­
do". Y ya me metí a bañar, me desvestí, y nunca me vi las piernas, no. Sino
que ya cuando me empezó a caer el agua, me empezó a arder, me empezó
a arder la pierna, y no, no le tomé importancia, sino que fue cuando aga­
rré el estropajo y me empecé a tallar, y quién sabe cómo bajo la mano y
¡ ay !, el dolor que me dio.
Así un dolor de ardor y como de quemada [ ... ] como cuando se que­
ma uno, así, ese dolor, ese ardor muy fuerte, entonces fue cuando ya
me empecé a ver, me vi la pierna y me vi así las llaguitas, ¿ �é será ? Me
empezó a arder y empezó, el dolor, el dolor, el dolor. Y me empezaron
a salir, así vejiguitas, pero chiquitas, así hasta el tobillo. Y como mi her­
mano es médico [ ... ] me bañé, así rápido, y me sequé y que lo voy a ver
[ ... ] Me revisó, me estuvo viendo, bajó a la sala [ ... ] vio sus libros [ ... ]
entonces ya agarró y me dio un medicamento para el dolor [ ... ] y me
acosté. Y al otro día que desperté, toda la pierna llena de llagas [ ... ] pues,
¿ qué será ?, ¿ qué será ? [ ... ] no encontraba yo [ ... ] yo no pensé nada drás­
tico [ ... ] yo pensé que era como [ ... ] porque mis sobrinos en esos días les
dio rubéola, les dio varicela. Y estuve en contacto con ellos [ ... ] ¡ ah ! dije,
a lo mejor va a ser esto [ ... ] y tal vez así fue porque el doctor Acosta (de
la Clínica del Dolor) fue el que me dijo que a lo mejor se desencadenó
por la varicela de mis sobrinos.

Después de los primeros síntomas de dolor intenso y los signos de lesio­


nes en la piel, la brecha tiende a expandirse y a involucrar otros aspectos
de la vida de Ó scar y a otros actores sociales; hay una búsqueda de ex­
plicaciones del evento inesperado que irrumpió en el curso de la vida,
i nterrumpiendo la cotidianidad y los planes establecidos. Dichos eventos
hacen crisis, urgen, se valoran como graves y exigen una pronta atención,
exigencia que viene no necesariamente del sujeto afectado sino del campo
que ha sido afectado de manera paralela, de los miembros del grupo social
de relación con los que se deciden las acciones de reparación o conten­
ción del daño:

93
DOLOR CRÓNICO Y VIH: METÁFORA DEL ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN

La crisis

Me salieron el nueve de marzo, tengo muy grabado ese día [ ... ] nueve de
marzo a las 1 1 de la noche [ ... ] que sentí ese dolor, y pues ora sí que [ ... ] mi
hermano me empezó a tratar y no se me quitaron, me puso de esa pomada,
Cicloferonº, que decía que era herpes, él me decía es un herpes, un herpes
[ ... ] Después de dos meses sí se me quitó, pero se me inflamó la pierna ...
empecé con la molestia al caminar, caminaba yo y se me doblaba la pierna,
y este dolor [ ... ] tenía estos amigos de doble AA, y uno de ellos está aquí
en tratamiento, tiene problemas de próstata, él me dijo: "vamos al general
[HGM ] . vamos para que te vean, a lo mejor es otra cosa lo que tienes". Yo
respondí: "no, ya mi hermano me está tratando". "Vamos y vamos" [ ... ] y
ya de tanto que me estuvo el padrino [ ... ] chingando, diario, diario, diario
[ ... ] Me dijo: "me toca ir mañana a las seis, si quieres paso por ti"; entonces
le contesté : "no, mejor nos vemos en el Metro".

La acción reparadora

Llegamos, y esperé como hora y media para que me atendiera el médico; ya


entré a consulta general y me revisaron, el médico me empezó a preguntar,
todo, todo, todo [ ... ] me llamó la atención, porque me dijo que el herpes ese
que me dio no era muy común, que nada más le daba a "ciertas personas�
Cuando me dijo a ciertas personas, sí sentí yo que ya iba más directo que
indirecto [ ... ] y fue cuando me empezó a preguntar de mi actividad sexual
y después me preguntó mi preferencia sexual [ ... ] y pues allí fue donde [ ... ]
pues yo le dije que era gay. Nada más me dijo: "pues te vamos a mandar a la
Clínica del Dolor, te vamos a canalizar y allí ellos verán lo que hacen".
Y ya llegué con la interconsulta, y me citaron a los ocho días [ ... ] no
me urgía [ ... ] aunque me doliera [ ... ) estaba yo tomando la Dipirona• [ ... )
hacía mis actividades, no mucho, en el día sí me dejaba, pero en la noche
no dormía yo bien porque el roce de la tela de las sábanas me molestaba.
No sé, me entró curiosidad, por las preguntas que me hizo el doctor de
la consulta general, y ya fue cuando vine y conocí al doctor Acosta, fue el
que me tocó [ ... ] y ya con él empecé a platicar, él me hizo todas las preguntas
[Historia Clínica] y me dijo: "el problema que tienes tú es algo preocupan­
te� me dijo ... porque sí bajé de peso ... Me dice: "te voy a mandar a hacer unas

94
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

pruebas". Cuando me dijo ce voy a hacer algunas pruebas me dio miedo, a


mí me dio miedo [ ... ] "ce vas a ir aquí a un lugar que está hasta atrás, que
dice, bacteriología [ ... ] es de laboratorio, vas a ir allá y ce vas a hacer la prue-
ba de ELISA [acrónimo de Enzyme Linked Immuno Sorbent Assay; ensayo
por inmunoadsorción ligado a enzimas], ¿sí sabes qué es eso ?" [ ... ] "pues sí"
respondí. Ahora sí que en codos esos años he estado leyendo sobre el SIDA
[Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida] , y sobre las pruebas, entonces
me mandó a hacer las pruebas, y llegué yo en ayunas [ ... ] Vine un marces y
me citaron el viernes. El doctor me dijo: "vienes el viernes y ya tus resultados
van a estar en el expediente" [ ... ] y ya me vine aquí directo con Acosca, y ya
aquí con él... [silencio] ... ahora sí que me empezó a preparar, yo sentí desde
que llegué, yo lo sentí raro, lo sentí diferente a otro día.
Lo sentí serio y preocupado; entonces me empezó a decir: "no, es que
cienes un problema serio, ¿vienes con alguien ?", le digo "sí", venía yo con mi
amigo, mi padrino de alcohólicos, él me acompañó, él se quedó allá afuera.
Ya me dijo: "aquí tengo los resultados [ ... ] aquí tengo los resultados, tú
estás consciente pues de cu condición ¿no?, lo que has vivido" [ ... ] y ahí me
empezó a decir [ ... ] y conforme me iba diciendo [ ... ] me iba yo poniendo
nervioso, y ya cuando me dijo: "es que aquí están los resultados, saliste
positivo ..." ¡Ay !, se me vino el mundo encima, sentí feo [ ... ] cuando me lo
dijo me impactó [ ... ] yo no me lo esperaba.
He tenido dos grandes dolores en mi vida: cuando murió mi papá y
ahora que me diagnosticaron el VIH [ ... ] me lo de cecearon porque hace
dos años tuve un problema de dinero, tenía un negocio y [ ... ] tuve proble­
mas con ese negocio, empecé a descuidarme, nada más hacía una comida
en codo el día, tomaba, fumaba, me desvelaba casi cada ocho días, entonces
codo eso me afectó [ ... ] pesaba yo 53 kilos, estaba yo más delgado [ ... ] y caí
porque me dio un herpes.
Después de que salió positivo me hice la de confirmación [Western
bloc] [ ... ] porque decía yo, no, no puedo estar infectado, yo estoy bien, me
sentía bien. Me hice la comprobación aquí mismo [ ... ] y me volvió a salir
[ ... ] el doctor Acosca me mandó un medicamento [ ... ] y se me quitó el do-
lor [ ... ] Se me quitó como en unos seis o siete meses, llegué a cero, normal.
Yo empecé a ir a ese grupo [de AA] cuando me detectaron el VIH ; al
año dejé de ir, porque yo me sentí mal ahí, yo sentía que no encajaba allí,
puros neuróticos, enfermos emocionales y alcohólicos ¿ no ?, y yo decía:

95
DOLOR CRÓNICO Y VIH: METÁFORA DEL ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN

"qué tiene que hacer allí un homosexual� Y ya después hablando con un


amigo de allí, un padrino, fue él que me dijo: "el programa de alcohólicos
está enfocado para cualquiera, no nada más para alcohólicos y drogadic­
tos, también se puede enfocar para el problema que tú tienes [ . . . ] de VIH ".
Y ahí me empezó a "terapiar" [sic] y sí estuvo bien porque me llevó a un
seguimiento, a una preparación que estoy haciendo [ . . . ] es una preparación
de doce pasos [ ... ] pero ahora sí que a mí me daba miedo hablar de mi ho­
mosexualidad, con ellos pues son señores ya casados, ya hasta son abuelos,
me sentía yo mal, no hablaba abiertamente . . .

E n e l proceso de l a aplicación de l as entrevistas s e exploraron también l as posibles


prácticas de prevención de infecciones de transmisión sexual, ya que se recono­
ce que los grupos sociales con insuficientes recursos económicos e información
sobre forma de trasmisión de la enfermedad, su comportamiento y estrategias de
prevención son los más vulnerables para contraer el virus (Robles, 2008).

Las últimas relaciones no [ usaba condón] , con el que estuve viviendo no usé.
Antes, a veces, ya en puntos alcohólicos, pues, ya como fuera [ . . . ] antes de
conocer a ese chavo, que era mi pareja [ . . . ] mi dolor [ ... ] mi dolor de cabeza
[ ... ] mi segundo dolor de cabeza [ . . . ] nada más con él no usé [ ... ] Fue lo que
me dijeron ; ahorita no busques culpables, no tiene sentido. Yo empecé a ir a
la Clínica Condesa, ahí es donde me están tratando para lo del VIH [ . . . ] Allí
empecé yo a ir a terapias psicológicas. Luego ya no me gustó ir [ . . . ] más que
nada, por ver a los otros compañeros que de veras ya van muy mal, y me de­
primía verlos, me sentía yo mal . . . pensaba, "al rato voy a llegar yo así también,
yo ya me voy� Y dicen que con el contacto de los mismos del VIH, con otros
que tengan otra infección, te la pueden trasmitir [ . . . ] no sé, me dijeron. Esa
idea tenía yo en ese momento, ahora ya no, de principio, sí. . .

La vuelta a la crisis

Tuve una recaída, me enfermé de los pulmones y me dio bronquitis [ . . . ] allí en la


Clínica de la Condesa me dieron medicamentos, me dijo la doctora que d trata­
miento era muy severo, que tenía que seguirlo al pie de la letra, que no tenía que
suspenderlo [ ... ] y sí lo seguí [ ... ] pero me volvió a dar d herpes . . . Hoy venía yo
caminando y me senté y empecé con punzaditas, en este momento lo siento como

96
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

pesado, como con hormigueo [ . . . ] El doctor Acosta me dijo que me iba a hacer
unos estudios. Me mandó a hacer la resonancia magnética y una electromiogra6a.
A mí lo que me deprime es ver a los otros chavos . . . y tengo miedo . . . nadie
sabe, nada más sabe mi hermano, el médico, yo vivo con mi mamá, con mi
hermana y con mi hermano el más chico [ . . . ] pues, sí ha habido un poco de
rechazo [ ... ] se enteraron [de su orientación sexual] por conocidos de allí,
de chismosos [ . . . ] Mi mamá sabe de mi preferencia y no me dice nada, ni
yo le digo nada. Y yo siento que no me acepta como soy [ ... ] Desde que me
acuerdo una sola vez, nada más me abrazó, y ahora de cuando tuve lo del
páncreas nada más un abrazo. . . [llora] Ahorita es lo que estoy trabajando,
lo que estamos manejando en AA de resentimiento, tengo resentimientos
hacía mi madre y hacía mi padre [ . . . ] me ha llegado la loquera de irme a un
albergue, porque mi hermano el médico y mi mamá siempre han mantenido
la casa. Cuando tenía yo mi negocio no le daba dinero a mi mamá, pero
[ . . . ] ahora, pues no, no tengo dinero, apenas alcanza para la medicina, ahora
es mi hermano el que me está ayudando a solventar [ . . . ] Y pues ora sí que
quiero terminar mis doce pasos, en lo que es de doble A. De ese programa,
quiero terminar la terapia, y pues quiero aportar algo allí a los grupos de do­
ble A. Porque en el tiempo que he estado allí han estado llegando también
homosexuales, lesbianas, y pues un padrino me dijo: "tú puedes aquí darles
mucho" [ . . . ] Me dijo un padrino : "a ti lo que te hace falta es tener fe, tienes
que buscar ayuda espiritual" [ . . . ] ahorita ya tengo ganas de vivir [ . . . ] vivir con
lo que se tiene [ . . . ] Antes yo me despertaba, pensando que era una pesadilla,
pero volvía yo a la realidad [ . . . ] por lo pronto me estoy dando tiempo, con el
apoyo y el afecto de mis compañeros.

COMENTARIO S A M O D O DE CONCLUSIONES

El dolor en este caso de estudio constituyó un evento inesperado, y una señal


de alarma que, posterior al diagnóstico de VIH positivo, se recuerda con exac­
titud: "me acuerdo mucho del nueve de marzo a las once de la noche... que
sentí ese dolor". Osear se "sentía acalorado� así que decidió bañarse, como
estrategia de autoatención. Sin embargo, al estarse bañando se tocó la zona
afectada por las lesiones herpéticas y fue allí cuando sintió "un dolor de ardor
Y como de quemada... ardor muy fuerte� que es la metáfora que se usa con
mayor frecuencia para describir el dolor neuropático; ardor, dice Óscar, como

97
DOLOR CRÓNICO Y VI H : METÁFORA DEL ESTIG M A Y LA DISCRIMINACIÓN

una quemada, como una llama ardiente, como brasas, como la plancha pegada
al cuerpo, dicen otros enfermos (Barragán, 2008; Ramírez et al, 2004).
Óscar dice "caí" al referirse a la afección por el virus del herpes zóster,
caer en el cuerpo a través del dolor; esta situación, que tanto puede enturbiar
los sentidos como iluminarlos (Le Breton, 1999), le permite darse cuenta de
la finitud de la vida, de las consecuencias de los desvelos, el estrés, el trabajo
agotador, de los excesos en el consumo de alcohol, de todas las causas de
su debilitamiento y su caída, según sus representaciones. La infección por
herpes zóster se considera, desde la perspectiva biomédica, una enfermedad
oportunista (Erosa, 2004; Robles, 2004; Lara, 2003). En medio del dolor
y la incertidumbre sobre su causalidad y las lesiones, aparece el estigma de
la homosexualidad; en un momento dado la ambigüedad de los comenta­
rios del médico y de sus compañeros del grupo de autoayuda de AA (otros
sujetos que si bien no comparten su dolencia, sí sufren el estigma y una
desviación) coadyuvan a que Óscar se viva como un sujeto "fuera de lugar",
"desviado" "desacreditable", hecho que vive con angustia, por lo que no lo­
gra hablar abiertamente de su orientación sexual: "me sentía yo mal" ante
señores casados e incluso ya abuelos. Y el médico tampoco atina a nombrar
el comportamiento sexual de Óscar de manera franca: "que nada más le daba
a ciertas personas" ; "estás consciente de tu condición, de lo que has vivido".
El diagnóstico sólo hizo que la crisis se expandiera: "se me vino el mun­
do encima, sentí feo... yo no me lo esperaba". Así, Óscar vive el estigma de
la homosexualidad, de la que se avergüenza, y de vivir siendo VIH positivo,
con el temor permanente de recaer, de la vuelta a la crisis, del drama de su
padecer, de enfermar gravemente y deteriorarse poco a poco, como lo ha
visto en los enfermos que acuden a la clínica especializada donde recibe su
tratamiento y los medicamentos antiretrovirales, apoyo psicológico y terapia
grupal; lugares que Foucault llamaría heterotópicos, donde se recluye a los
diferentes, a los marginados, desviados, anormales.
El rechazo lo vive desde su propia construcción de la desviación, el estigma,
la impureza; en un principio pensó que tan sólo saludar a las personas diagnos­
ticadas VIH positivas o con enfermedades oportunistas se podría contagiar de
nuevo y agravar su situación, ideas que luego resignificó al enterarse a través de
la información en la Clínica Especializada Condesa, de que el VIH se transmi­
te por contacto con sangre y fluidos corporales. Sin embargo, la discriminación
que ha sufrido silenciosamente en la familia es el aspecto que vive con mayor

98
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

sufrimiento: el padre "hablaba pestes" de los homosexuales, sus hermanos ma­


yores le reiteran la opinión que su padre tenía, porque, sin decirlo directamen­
te, reprueban su orientación sexual, a tal grado que uno de sus hermanos le ha
retirado la palabra desde hace varios años, y la madre con su silencio subraya el
rechazo a su forma de amar y vivir. Las situaciones que narró Óscar revelan seme­
janza las experiencias vividas por otros hombres que tienen sexo con hombres,
espejos en los que se puede mirar a Óscar, así como él se mira a través de las
corporalidades de los pacientes de la Clínica Condesa, imágenes que le provocan
gran sufrimiento. Esta situación, sumada a la incertidumbre del desarrollo de la
enfermedad lo lleva a pensar en tomar decisiones de alejarse, de refugiarse en un
albergue y esperar la muerte. De nuevo aparece la heterotopía: un lugar fuera de
los lugares, que paradójicamente subraya la norma, lo deseable, al enclaustrar la
desviación.
Las ideas de muerte han rondado por su cabeza en este tiempo, dice
Acosta, el médico que lo atiende en la Clínica del Dolor. Lo que Óscar desea
es no dar molestias, no causar más gastos a su familia, evitarles la pena y la
deshonra de verlo morir de SIDA. El estigma y la discriminación son las con­
dicionantes de las ideas sobre el porvenir, de la zozobra de una vida incierta;
sin embargo las pocas esperanzas que ha encontrado están fuera del seno
familiar, en los lugares heterotópicos, el grupo de AA, en el hospital {HGM)
y en la Clínica Condesa, espacios donde intenta encontrar la cura, el control
del dolor, la purificación o el sacrificio. Óscar es un sujeto cuyo cuerpo do­
liente es un signo del prejuicio y la discriminación, metáfora del drama de
la vida vivida: el cuerpo como actor principal que comunica, que posee y es
poseído, cuerpo donde se cruzan todos los caminos y donde los lugares he­
terotópicos tienen la propiedad de mantenerte afuera, para no contaminar,
no contagiar, no molestar, no avergonzar y, a la vez, lugares otros, de orden,
solidaridad, comprensión, apoyo e ilusión, diría Foucault (2010).

B I BLI O G RAFÍA

ÁLVAREZ, E. (2011). Derechos humanos y discriminación, por orienta­


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HETEROTOPi AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

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101
HETEROTOPÍA Y REGULACIÓN DE LOS CUERPOS A
TRAVÉS DE LA VIOLENCIA FALOCÉNTRICA. BOSQ!!EJO
María Guadalupe Huacuz

Mi pintura es totalmente.figurativa, es una.figuración


pues está caracterizada por el autorretrato,
definitivamente es una pintura biográfica,
es como una autobiografía, esfácil desentrañar mi vida,
jalándote el primer hilo se desbarata toda la madeja ...
no es un autorretratofotográfico mimético, es más una proyección
psicológica, que puedo o no parecerme no me importa
tampoco y eso sucede, en algunos me
parezco más, en otros {cuadros} me parezco menos,
pero para mí todos son yo.
Santiago, 201 6.

Los PRIMEROS TRAZOS o INTRODUCCIÓN AC ADÉMIC A

Indudablemente el concepto de Heterotopia legado por Michel Foucault ha


sido fundamental para analizar los espacios hipersignificados que tienen la
facultad de extinguir la presencia de ciertos sujetos identificados como fue­
ra de la norma, la violencia en todas sus manifestaciones será la expresión
máxima para regular los cuerpos y tratar de volverlos a la normalidad, a decir
de Muñiz: "la violencia como un dispositivo de la corporalidad constituye a
los sujetos de género" (Muñiz, 2015: p. 37); la heterosexualidad obligatoria
existe como una de las principales marcas impuestas por la cultura occiden­
tal para la regulación no sólo de los cuerpos sino del Estado mismo.
En relación con lo anterior, la reflexión queer señala desde dónde mirar la
violencia de género: "la vivimos desde el nacimiento al imponernos una identidad
con un género que modula nuestro cuerpo sexuado, además, afecta también (en
distintas formas y niveles) a todas las personas que pretenden organizar sus vidas
en los márgenes de una cultura sexual hegemónica'' (Arisó y Mérida, 201O: p. 71).

1 03
HETEROTOPÍA Y REGULACIÓN DE LOS CUERPOS A TRAVÉS DE LA VIOLENCIA FALOCÉNTRICA

Dicho lo anterior, en este artículo sugiero un diálogo con los postulados


de Foucault sobre el concepto de heterotopía y las prácticas corporales que
producen y re-producen la violencia de género; propongo mostrar algunos
aspectos de la regulación de los cuerpos a través de la violencia contra los
hombres homosexuales en imbricación con la clase, la edad y la etnicidad.
Recurro también a la autoetnografía como género de escritura e inves­
tigación autobiográfico que vincula lo personal con lo cultural y lo social;
a decir de autoras como Blanco, en esta modalidad de textos: "Las perso­
nas dan forma a sus vidas cotidianas por medio de relatos sobre quiénes son
ellos y los otros conforme interpretan su pasado en función de esas historias"
(Blanco, 2011: p. 139). Estos son escritos individualizados, reveladores, en
los que las y los autores expresan su propia experiencia relacionada con lo
personal, cultural y político; metodológicamente añado, además, una con­
versación a manera de entrevista 1 realizada al amigo-artista que me reveló
varias preguntas para comprender mejor la lectura de sus pinturas y las his­
torias personales que con su pincel relata.
El aspecto fundamental del documento es el análisis de algunas obras,
el pincel conductor es un corpus que el joven pintor michoacano, Santiago
Bucio, realizó en las décadas del 2000 y 201 O, y que está compuesto por
cinco óleos sobre tela cuyo motivo principal es el autorretrato. Propongo
que en su serie pictórica Bucio revela cuerpos heterotópicos opuestos a la
utopía corporal retratada en algunas imágenes de la pintura clásica, las cua­
les motivaron la creatividad del artista ("Las tres Gracias" de Pedro Pablo
Rubens, pintor flamenco del siglo XVI; "La expulsión de Adán y Eva del
Paraíso terrenal" de Masaccio, artista del Primer Renacimiento y la imagen
del cuadro "San Sebastián" del italiano Sandro Botticelli). Así me lo hizo
saber Santiago al preguntarle con cuáles pintores se identifica:

Me encanta la pintura barroca, cuando descubrí a Caravaggio fue una


maravilla, me encanta y me sigue fascinando. Hay otros por supuesto,
Rembrandt me encanta ... Primero la pintura barroca después la pintura
romántica.

1
La entrevista fue realizada por la autora en Morelia, Michocán el 23 de agosto del 2016.

1 04
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

A decir del pintor, sus autorretratos están influenciados también por la obra
de Frida Kahlo y podremos reconocer en sus lienzos algunas temáticas de la
tradición pictórica inaugurada por dos artistas controvertidos por la expre­
sión de su homosexualidad en sus pinturas: Julio Galán y Nahúm B. Zenil,
así lo expresó Santiago:

Fueron de mis primeras referencias en la pintura con una temática gay y des­
de los principios de los noventa, cuando empezaban esas semanas culturales,
a las que llamaban semana cultural lésbico-gay en el Museo del Chopo . . .
Nahúm B. Zenil aparecía e n los carteles y e n todas las revistas gay, así como
el escultor Reynaldo Vázquez y Javier Marín . . . [mis referencias] cualquier
artista que se atreva a mostrar su cuerpo, su rostro, su autorretrato.

La obra de Santiago comparte con sus antecesores mexicanos el autorretra­


to, la exposición del cuerpo masculino desnudo, la sexualidad y una fuerte
crítica a la religión católica, entre otras temáticas.
La atmósfera del corpus de pintura creada por Santiago en este periodo
representa lo que Foucault denomina contraespacio: "lugares que se oponen
a todos los demás y que de alguna manera están destinados a borrarlos, com­
pensarlos, neutralizarlos o purificarlos" (Foucault, 20 10: p. 3 2 ) . Para el pintor
su obra es un contraespacio pues en sus lienzos se esconde y juega, logra el
placer de ser; sus cuadros representan la fiesta descrita por Mijaíl Bajtín y por
Foucault, a diferencia de las citadas pinturas clásicas cuyas imágenes encarnan
el castigo.

RELATO AUTOETNOGRÁFICO

Conocí a Santi (Santiago Bucio) hace casi 20 años, en aquel entonces era la
pareja de un gran amigo mío (Antonio3 ), con quien compartí la fantasía de
vivir acompañados el uno de la otra hasta la vejez, por eso compramos dos
pequeñas casas a las afueras de mi ciudad natal, una junto a la otra, para ser
vecinos de por vida, pues la música había unido no sólo nuestras aspiraciones

2
El documento original conocido como : "texto sobre las heterotopías" fue redactado
en 1967 a raíz de las conferencias radiofónicas.
' El nombre real de la persona fue cambiado para guardar la confidencialidad.
HETEROTOPÍA Y REGULACIÓN DE LOS CUERPOS A TRAVÉS DE LA VIOLENCIA FALOCÉNTRICA

sino también nuestros corazones, sueños y aventuras de juventud como estu­


diantes del Conservatorio de música.
Conocí a algunos amigos y/o parejas sexuales que entraban y salían por
la casa de Antonio -sobre todo hombres jóvenes- con quienes celebraba
fiestas de distinta índole, desde las bohemias en las que nos dábamos cita
toda la noche bebiendo, fumando y escuchando música hasta la madrugada,
hasta aquellas en las que yo no era convocada: fiestas masculinas en las que
el vino, la cerveza y otras cosas se intercambiaban como las parejas erótico­
afectivas, los tríos y los cuartetos eróticos. La casa de Antonio era un lugar
heterotópico en el que los hombres allí reunidos disfrutaban de su sexuali­
dad y daban rienda a los deseos ocultos a la luz del día, uno de esos lugares
descritos por Foucault en sus conocidas conferencias radiofónicas dictadas
en 1966 y posteriormente nombradas como " Topologías", que incluyen lu­
gares como el teatro, las ferias y las fiestas (Foucault: 2008).
En una de esas reuniones conocí a Santiago, desde la primera vez que
conversé con él me pareció un chico extremadamente sensible -tal vez de­
bido a su origen provinciano-, su mirada reflejaba una linda inocencia y
pureza de alma; era una buena pareja erótico-afectiva para mi amigo, al
menos este chico no le robaría hasta los calzones como el último joven
amante que había transitado por la casa de Antonio. 4
Santi era diferente a todas las parejas anteriores de Antonio, un apren­
diz de pintor originario de un pueblo de la región de la T ierra Caliente mi­
choacana, así describe su origen:

Yo nací el 25 de julio de 1 976, en una comunidad que prácticamente está


borrada, ni siquiera hay un camino que se pueda rastrear por ahora; he he­
cho el ejercicio de buscarlo en Google pero no existe, hay ciertos caminos
cercanos pero esa comunidad no. La comunidad se llamaba la Bola, esto
está en el Municipio de Parácuaro, limita prácticamente con el municipio
de Múgica que sería la Nu.:va Italia [ ... ] Nací con una partera y pues crecí a
campo abierto como animalito [ ... ] no había electricidad, no había ningu­
na tecnología ... soy el segundo hijo de ocho.

4
A través del testimonio de algunos amigos homosexuales esta práctica es una forma de
violencia bastante común entre las relaciones ocasionales que mantienen los hombres
homosexuales.

1 06
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

La región descrita por Santiago en su testimonio nos traslada a una zona que
en Michoacán ahora está invadida de dolor y muerte, la cuna de las autode­
fensas y del Dr. Míreles, atrincherada por el crimen organizado y el ejército
mexicano -pero esa es otra historia-, ahora me gustaría relatarles un cuento
de sueños y princesas, de deseos realizados a través de la pintura.

Los TRAZ O S DE SANTIAG O : RELATOS DE PLACER Y PELI G RO 5

Como bien se apunta en la historia del arte, en la obra "Las tres Gracias"
Rubens condensa la imagen del "cuerpo utópico" a decir de lo descrito por
Foucault en sus conferencias radiofónicas: "las utopías son universos cuya
traza es imposible de ubicar [ ... ] lugares concebidos en la cabeza de los hom­
bres [ ... ] en el intersticio de sus palabras, en la espesura de sus relatos [ ... ] un
lugar sin lugar de sus sueños, en el vacío de su corazón" (Foucault, 2010: p. 2).
En su lienzo, Rubens retrata con su pincel a tres jóvenes mujeres de cuerpos
voluptuosos y sensuales que juegan plácidamente a complacer la mirada de
quienes estamos frente, la pintura muestra la alegoría de la gracia concedida
por Afrodita, diosa del amor y la fertilidad, a las mujeres y hombres que deci­
dían unir sus vidas; los cuerpos dóciles de las doncellas pintadas en el cuadro
(se dice que una de ellas fue la joven esposa del pintor) forman parte de la
naturaleza que rodea el mismo, cuerpos desnudos, blancos, frondosos, tan
apetecibles como las flores que crecen en la parte superior del mismo. La at­
mósfera del cuadro podría remitirnos también al jardín descrito por Foucault
como un lugar heterotópico de creación milenaria: "El jardín es un tapete en
el que el mundo entero es convocado para cumplir su perfección simbólica, y
el tapete es un jardín que se mueve a través del espacio" (Foucault, 2010: p. 6).
A la inversa, en su lienzo, Santiago nos muestra su visión del motivo
pictórico anterior, Las tres Gracias con cuerpos infantilizados (Figura 1),
también desnudos pero ahora rodeados de una atmósfera oscura, dos de los
tres rígidos cuerpos infantiles interpelan al observador/a con tal profundi­
dad, que no permiten que desviemos la mirada hacia otro punto; en el cen­
tro, una de las tres posee la actitud de protección hacia las otras dos figuras
¿ cuál es su temor?

; En esca frase hago referencia al título de la ob ra de Caro! S. Vanee Explorando la Se­


xualidad Femenina.

1 07
HETEROTOPÍA Y REG U LACIÓN DE LOS CUERPOS A TRAVÉS DE LA VIOLENCIA FALOCÉNTRICA

Fui, soy bien inseguro, a mí la noche me


hace mucho, me puede mucho la noche,
me gusta mucho el silencio, me gusta estar
solo, no estoy en una relación y estoy dis­
frutando estar solo, pero durante muchos
años [ . . . ] estoy hablando de los treinta
[ ... ] no podía dormir con la luz apagada,
entonces siempre tenía la luz encendida,
siempre tenía miedo de que alguien me
fuera a hacer daño [ . . . ] Si estaba solo ne­
cesitaba tener la luz encendida [ ... ] Senda
que si cerraba los ojos me iba a morir y
nunca iba a despertar pero también sentía
la sensación de que alguien iba a entrar y
Figura l. Las tres Gracias de Santiago, óleo y
me iba a hacer daño, nunca entendí y no
encausto sobre tela/triplay, 1 0 1 x 1 26 cm, 2003.
acabo de entender por qué, de dónde me
viene el temor de que alguien iba a entrar en la noche y me iba a lastimar.

Durante la entrevista, Santiago me platica una recomendación que le hicieron


para disminuir su temor: " ... recientemente alguien me dijo: 'por qué no di­
bujas eso, te exorcizas, dibújalo, que sea un boceto rápido y arrójalo, deshazte
de él: en la conversación afirma que la compañía de un perro desvaneció sus
temores, plasmar sus miedos en los lienzos ha sido un alivio para sus inseguri­
dades y temores, como señalaba al inicio de este escrito, las múltiples formas
de exclusión y violencia de género a las que están expuestos los hombres que
viven su cuerpo homosexual inevitablemente generan perturbaciones, miedos
y angustias, en este caso, la exclusión como una forma de violencia de género.
Al parecer, Santiago a muy temprana edad se percató de su diferencia frente
a los otros chicos de su edad y como bien señalan Arisó y Mérida: "nuestras
vivencias y percepciones sobre el género producen una violencia que tiene im­
plicaciones reales en la vida de las personas" (Arisó y Mérida, 2010: p. 75).
Hurgando en mi diario personal para encontrar algunas notas que me
permitieran refrescar la memoria de aquellos tiempos, encontré estas líneas
de cuando tuve que abandonar la morada de la que hablaba al principio :

1 08
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Morelia, 3 de julio del 2004.


Veo el desastre y no lo puedo creer, estoy sentada en un bote esperando la
llegada de unos hombres que repararán mi casa, el ruido de una lavadora,
gritos histéricos de una mujer y sus hijas, y la campana del camión de la
basura son ahora mi música de fondo ... Recuerdo cuando comenzamos
a armar esta casa, cuando un día decidimos comprarla para convertirla en
"un rincón del silencio", mi amigo, el músico, y mi madre la eligieron, cuán­
ta gente pasó por aquí, recuerdo las noches de bohemias con Antonio y sus
amigos ... Los quince años soñados por Santi quien alguna vez me contó
que la noche anterior a su cumpleaños, rezó a la virgen para que lo ayudara,
cuando abriera los ojos, despertaría siendo mujer y celebrando, con su ves­
tido rosa y chambelanes, la transformación corporal y genérica de su exis­
tencia, recordé las lágrimas descritas cuando al despertar al día siguiente se
dio cuenta que nada había cambiado, que él seguía siendo él y que la "ella"
de su cuerpo sólo había sido una quimera ... (Huacuz, Diario personal).

El sueño contado por Santiago, relatado en mi diario hace muchos años, ha


sido descrito en diferentes versiones por homosexuales y trans, hombres que
aseguran haber nacido en un cuerpo equivocado, a diferencia de Santiago,
muchas personas han silenciado su quimera, la valentía del pintor radica en
haberla plasmado en sus lienzos. El sueño es ahora también interpretado en
voz del pintor:

Sí, tengo bien clara la historia y sé que seguramente no era el hecho de


que yo me sintiera mujer, sino que lo único que tú conoces es ese sistema
binario hombre-mujer, no hay otra posibilidad, entonces ahora como yo
lo reflexiono, creo que lo que yo sentía era una forma de sanar toda esa vio­
lencia que había en mi alrededor, o sea, si yo fuera mujer todo sería perfec­
to, pero no era mujer entonces ciertamente no era que yo me sintiera una
mujer sino que yo pensaba que eso podía ser el alivio a toda esa tragedia,
el saber que yo sentía que me gustaban los niños, pero yo sabía que no era
normal que a los niños les gustaran otros niños y todo el mundo me repetía
eso, entonces todavía no tenía en ese momento la posibilidad de decir que
yo quería vivir como una vida de joto, como los jotos del pueblo que eran
personas de no sé, quizá treinta, cuarenta años o más.

109
HETEROTO PÍA Y REGULACIÓN DE LOS CUERPOS A TRAVÉS DE LA VIOLENCI A FALOCÉNTRICA

Esta revelación fue una daga que atravesó el corazón adolescente de Santiago,
el pueblo dejó de ser la utopía soñada por el hijo preferido de la madre quien,
a su manera, lo cuidó y protegió en un lugar hostil para los niños, la imposi­
bilidad del paraíso se reveló la noche del silencio, la virgen enmudeció a su
ruego, él dejó de creer en el católico sangrante y su Dios, en todos los santos
y las vírgenes que lo rodean, así comenzó su dolorosa migración a la ciudad
en busca de un mundo mejor, así encontró también el camino del arte como
liberador de la naturaleza humana, el arte heterotopológico, parafraseando a
Foucault quien se refiere de manera específica a la concepción de una ciencia:
"cuyo objeto serían los espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnacio­
nes míticas y reales de espacio en el que vivimos" (Foucault, 2010: p. 4).
En el cuadro "Autorretrato como San Sebastián" (Figura 2) pintado
en el año 2006, se muestra un autorretrato desnudo del autor, alegoría del
famoso cuadro "San Sebastián" de Sandro Botticelli, recientemente trans­
formado en el ícono de la cultura Gay y �eer. "San Sebastián" el santo pa­
trono de los seres abyectos, aquellos que se atreven a vivir políticamente su
sexualidad y su cuerpo alejados de la norma, individuos inmersos en "crisis
biológicas" que cuestionan la biología como destino, inmersos en mundos
heterotópicos.
El cuadro "Autorretrato como San
Sebastián" muestra la imagen de un hom­
bre completamente desnudo de frente
a los ojos de quien observa, en una posi­
ción de placer y no de suplicio como en
el original, es por así decirlo la imagen en
negativo del mismo, al extremo izquierdo
del cuadro, a lo lejos podemos observar la
catedral de Morelia, tal vez representando
la distancia que el pintor ha puesto con
la Iglesia o su migración a la ciudad que
pudo contener su "desviación". En este au­
torretrato, el cuerpo doliente del autor se
confunde con el martirio de San Sebastián
aquí representado.
Figura 3. San Sebastián, óleo y encausto Algunos historiadores del arte afir­
sobre tela/triplay, 2000. man que el cuadro "San Sebastián" de

1 10
HETEROTO PÍAS D E L C U ERPO Y EL E S PAC I O

Sandro Boticceli (1474) es probable­


mente una de las primeras pinturas de
desnudo masculino; en ella Boticceli
reedifica la desventura de Sebastián,
joven martirizado por un grupo de
soldados romanos. En esta imagen,
Sebastián cristianamente se distancia
del dolor y acepta bondadosamente su
tortura, la pintura concentra un lugar
utópico, el santo encarna la bondad
de Cristo. Al contrario, en su "San
Sebastián" Nahúm B. Zenil presenta
otra versión del relato bíblico; en este
caso, el desnudo masculino deviene
en árbol del que brotan como falos
ramas y flores violeta. La atmósfera de
libertad preñada por el pintor nos aleja Figura 2. Autorretrato como San Sebascián II,
ó l eo y enc austo sobre ce la/cri p lay,
completamente del suplicio padecido
125 x 82 cm, 2006.
por el santo en el martirio, las transgre-
siones pictóricas a las temáticas clásicas realizadas por Nahúm B. Zenil son
elementos que han permitido a Santiago identificarse con este pintor.
En la obra que se muestra en la Figura 3, Santiago representará de nuevo
la figura del mítico Sebastián en un autorretrato de desnudo envuelto en un
vívido color morado, las ramas fálicas creadas por Zenil en su versión del
cuadro se transforman ahora en alcatraces y llama la atención la oscuridad
del pene de la figura proyectada en el lienzo, podríamos incluso interpretarla
como un borramiento del sexo, de la biología de lo masculino. Como lo pro­
pone Butler (2001), el borramiento del sexo en este cuadro de Santiago sería
también una manera de desestabilizar el género, un mecanismo que intenta
suprimir la violencia falocéntrica impuesta por las normas corporales restric­
tivas ante la complejidad de la sexualidad.
Santiago abandonó su casa y yo también, aunque por razones diferentes
¿ qué pecado habíamos cometido? En el relato bíblico del génesis, la expulsión
de Adán y Eva del paraíso acontece después de que la pareja comete el "pecado
original", el acto del deseo y de la carne, en el cuadro "La expulsión de Adán
Y Eva del Paraíso Terrenal" (1425-1428) del primer renacentista Masaccio se

111
HETEROTO PÍA Y REGULACIÓN DE LOS CUERPOS A TRAVÉS DE LA VIOLENCIA FALO C ÉNTRICA

muestra una de las pinturas más antiguas


de las múltiples que se han elaborado sobre
el tema; en ella Masaccio, el pintor de la
desventura, muestra dos figuras humanas
envueltas en la vergüenza y el dolor, sus
rostros apesadumbrados en actitud lloro­
sa, el cuerpo del pecado fue expulsado por
la ideología religiosa del lugar de la utopía,
creada a la vez como imaginario del placer
eterno y como representación de represión
y violencia, al fondo un ángel vestido de
carmín custodia a la pareja, empuña un sa­
ble que probablemente no dudará en usar
si ésta decide su retorno.
Por el contrario, la heterotopía artísti­
Figura 4. La expulsión de Santiago , óleo camente diseñada por Santiago es comple­
sobre cela/criplay, 83 x 25 cm. 2005.
tamente diferente, en ella no encontramos
ángeles custodios envalentonados por la ira de Dios, sino una víbora que
aparece como cómplice del erotismo de dos cuerpos desnudos que moran en
el centro de la imagen. El color rojo identificado en occidente con el amor
y la sangre abarca la mayor parce del cuadro, el lienzo constituye su versión
lúdica y fiel al erotismo entre varones, un reto a la religión católica; tal vez
la respuesta a la violencia falocéntrica que le ha causado ésta en su historia
de vida :

Yo me sentía culpable de todo, de codo senda culpa. Alguien por allí algu­
na vez me dijo que yo era como un animal por ser homosexual, dijo: "eres
un animal" y eso dolió, o sea eres un animal, eso dolió y cargué . . . o sea,
mi madre es una persona que todos los días reza el rosario, que sábados y
domingos va a misa entonces yo cargué mucha culpa.

En el cuadro Esperar la hora a que cambiará nuestra costumbre no esfacil, Nahúm


B. Zenil nos propone una esperanza. La imagen en sepia del hombre envejecien­
do que se representa en este cuadro nos convoca a no desesperarnos; es cansado
y así lo refleja el rostro y cuerpo del autorretrato elaborado por el autor, las mari­
posas oscuras que acondicionan los extremos del cuadro pronostican la hora de

1 12
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

la muerte, el tiempo pasa pero hay


una esperanza.
En cambio, para Santiago, mos­
trado en el cuadro de lafigura 5, la
ilusión se traduce en su propia des­
venrura, la muerte es la liberación de
sus fantasmas; los colores mezclados
casi al azar y los brazos extendidos
de la figura masculina que abarca el
centro de este lienzo podrían estar
sugiriendo un grito de auxilio, o defi­
nitivamente el úlcimo suspiro.
Para concluir este relato po­
lifónico en tres tiempos que en­ Figura S. La muerte de Santiago, mixta ( tintas y
tremezclan la vida y la obra de óleo) sobre macocel, I 26 x I 2 5 cm. 2004.
Santiago Bucio con elementos au­
coecnográficos, me gustaría resaltar que para este pintor su obra se devela como
un lugar otro, un espacio heterotópico en el que su vivir homosexual se traduce
en la posibilidad de un cuerpo utópico, a decir de Foucault, aquello que a la
luz nunca acontece: "el pequeño fragmento de espacio con el cual me hago
estrictamente cuerpo" (Foucault, 2010: p. 11). La obra de Santiago no sólo
sana a su autor sino también a quien la observa, analiza y siente como suya. Sus
cuadros son un respiro y un suspiro; son como un instante que hace posible
que el agujero negro se cierre y emerja la libertad del ser, sin binarismos gené­
ri cos. En sus lienzos deconstruye la violencia falocéntrica que milenariamente
hemos tejido frente a prácticas sexuales a través de cuerpos que cuestionan la
estabilidad del género.

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MUÑIZ, E. (20 1 5) . Violencia y cultura de género en la producción de suje­
tos. En : M. List-Reyes (Ed.), Violencia de género en la Universidad (pp.
37-54). México : Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

FIGURAS

Figura l . Bucio, S. (2003). Las tres Gracias de Santiago [Pintura] . México,


UMSH.
Figura 2. Bucio, S. (2006). Autorretrato como San Sebastián 11 [Pintura] .
México, UMSH.
Figura 3. Bucio, S. (2000). San Sebastián [Pintura] . México, UMSH
Figura 4. Bucio, S. (2005). La expulsion de Santiago [Pintura] . México,
UMSH.
Figura 5. Bucio, S. (2004). La muerte de Santiago [Pintura] . México,
UMSH.

l 14
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA
EN EL CUERPO. UN SIGLO DE
PERFORMANCE Y DISIDENCIA SEXUAL.
Julia Antivilo 1

DESDE DONDE E SC RI BO

A partir de los lineamientos teóricos metodológicos del feminismo, de


los estudios culturales, a través de los estudios de la cultura visual, y la
historia cultural, en específico de la vertiente de la historia del cuerpo
y de las mentalidades, abordaré esta práctica contracultura! y política
tan poco conocida y sistematizada en la región. Entiendo a esta práctica
como un objeto cultural y como una trinchera política estética y contra­
cultura!, que se valdrá de la historia cultural en su análisis para hacer un
razonamiento de la sociedad como una representación de lo colectivo. Es
decir, de las relaciones económicas, políticas y sociales, etc., donde éstas
se organizan de acuerdo con esquemas de percepción y apreciación cons­
truidos por los mismos sujetos sociales. Para lo cual, he recogido fuentes
documentales, obras de arte, textos literarios y otras manifestaciones,
como los performances, los cuales se entienden como objetos cultura­
les que enriquecen el conocimiento histórico pues incorporan al análisis
elementos del entramado social como tensiones y rupturas ( Chartier,
1 9 99, pp. 36-37).

1
El presente es el primer acercamiento a este objeto de estudio y es parte de una investi­
gación posdoctoral Cuerpo, acción y revuelta social. Arte y activismo pe,formático contra
la heteronorma en América Latina (1 980-2014) , que me han dirigido Eli Bartra y Eisa
Muñiz, como parte del Programa de Estudios de la Mujer, de la Universidad Autónoma
Metropolitana donde realizo la estancia posdoctoral.

115
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO•••

La historia de la cultura, en general, se ha escrito desde una visión he­


gemónica, es decir, androcéntrica, heterosexual, blanca y misógina. Por ello,
desconocemos referentes de otra cultura visual que incorpore narrativas de
resistencia y que podrían legarnos un espacio desobediente al régimen pa­
triarcal donde la heteronormatividad es un régimen político del cual no se
salvan ni las parejas del mismo sexo al repetir las mismas lógicas de poder en
las relaciones sexoamorosas. Con el fin de incorporar esas otras narrativas
culturales se hace indispensable generar dispositivos de escritura para asen­
tar "un territorio de activación poética y crítica disidente, una plataforma
móvil desde donde ensayar y reinventar tácticas rebeldes de interpelación
y modos múltiples y provisorios de incidir que desafíen e interrumpan las
articulaciones de poder del orden hegemónico''.2
Conceptualmente, disidencia sexual es un término que poco ha sido
trabajado en la academia; es un concepto que surge del activismo y su histo­
ria. La disidencia sexual implica nombrar y reivindicar identidades, prácticas
culturales y movimientos políticos no alineados con la norma socialmente
impuesta de la heterosexualidad obligatoria, reconocida como un régimen
político que nos ha subordinado a lo largo de la historia. La disidencia se­
xual se refiere a todas/os las y los actores, -y actualmente a organismos ci­
viles- que se pueden expresar en movimientos relacionados con cualquier
actividad, preferencia, identidad u orientación sexo-genérica distinta a la
establecida por la norma heterosexual y que denuncie la discriminación y
la violencia de género. En rigor, son las acciones de subjetividades que re­
sisten a la norma heterosexual y al poder patriarcal, y forman una cultura
que se desarrolla en un medio hostil; estas acciones serán mas visibles, como
movimiento social, a partir de los años setenta. Entre estas subjetividades se
encuentran productores/as culturales individuales y colectivos, de los cuales
necesitamos conocer su aporte a otras manifestaciones culturales y políticas.

2
Grupo de Investigación de Micropolíticas de la Desobediencia Sexual (Fermín Eloy
Acosta, Mina Bevacqua, Femanda Carvajal, Nicolás Cuello, Femando Davis, Morgan
Disalvo, Fernanda Guaglianone, Laura Gutiérrez y Francisco Lemus): "Poéticas de la
falla, archivos dañados y contraescrituras sexopolíticas de la historia del arte': ponencia
realizada el 8 de noviembre de 2014 en el Auditorio de la Biblioteca de Santiago de
Chile en el marco del coloquio internacional De una raza sospechosa: arte / archivo I
memoria /sexualidades.

116
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Esto nos ayudará a entender las distintas percepciones existentes sobre la ho­
mosexualidad o la transexualidad; por ejemplo, encarnaciones de resistencia
que se han valido de las artes del cuerpo para atrincherarse3 • En este devenir
disidente sexo-genérico y en nuestra actualidad neoliberal se producen cier­
tas paradojas:

A través de la asimilación y producción de algunos elementos de cómo se


ha venido representando la diversidad sexual y lo LGBT, la producción de
avances en materia de derechos y garantías ciudadanas, al tiempo que las
hegemonías heterocentradas siguen actuando como marco hegemónico
para la producción de las sexualidades y corporalidades ( González, 20 1 6).

Con todo, la disidencia sexual se presenta como proceso de resistencia a las


formas en que la sexualidad ha sido producida socio-históricamente, con im­
plicaciones que se mueven entre el campo de lo íntimo y lo colectivo. En ese
sentido, es relevante tener en cuenta que la disidencia sexual y sus prácticas
artísticas, donde se pone el cuerpo, nos las encontraremos históricamente
bajo los discursos de la medicina higienista y las leyes normalizadoras de las
diferencias, que establecieron normas y reglamentos que castigaban los actos
fuera de la norma heterosexual. Avanzando el siglo XX se consolidan esas vi­
siones e imaginarios que se verán fortalecidos por el entramado de visiones y
construcciones culturales procedentes de la literatura, de la música, del cine
y de otros medios de comunicación. Por lo tanto, el imaginario colectivo se
consolida cargado de prejuicios y estereotipos y apoyado a menudo en el uso de
la injuria y de la vergüenza contra la disidencia sexual. Los movimientos
de homosexuales, lesbianas y feministas que se organizan a partir de finales de
los años sesenta harán frente a esta visión sesgada de la realidad que les

·' Para los grupos actuales que reivindican la disidencia sexual, el parteaguas que los dife­
re ncia de los grupos de la llamada comunidad LGT T BII es el reconocimiento del Esta­
do y ser objeto del mercado neoliberal del arcoiris. Para quienes reivindican la disidencia
sexual, no se puede responder a las lógicas del Estado que invita al mundo LGT T BII a
se r parte porque buscaría normalizar sus prácticas mediante el matrimonio, por ejem­
plo, o a través de la adopción de hijos. Si bien, también se reconoce que no es una verdad
ab soluta, por lo menos permite experienciar libremente las decisiones de cómo rela­
cionarse o establecer vínculos amorosos y sexuales con personas que no responden a lo
establecido por el binomio hombre-mujer.

117
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO...

coloca socialmente en la enfermedad o en el delito; con el apoyo de algunas


feministas emergen para luchar por sus derechos civiles. Esta necesidad de
organizarse y actuar que también atraviesa por todas sus formas de poner el
cuerpo va a incidir en la cultura visual y no en la historia del arte, que no les
da cabida a expresiones de un cuerpo desobediente.
Por otra parte, otros conceptos claves para este artículo son la perfor­
matividad y el performance, la primera la entiendo como el poder reiterativo
del discurso que regula y constriñe. Es la norma cultural que gobierna a los
cuerpos, que puede ser apropiada y adoptada por los cuerpos de quienes la
asumen a conciencia o no. Para el caso de nuestro objeto cultural de estudio
el artivismo entendido desde el performance de la disidencia sexual significa
la conciencia de sus acciones, una reacción contra el sexismo, la misoginia, la
lesbohomotransfobia, entre otros padecimientos de una sociedad patriarcal.
Respecto al performance, lo entiendo como un arte del cuerpo político en
acción. Para Beatriz Preciado estas nociones se relacionan y se originan en el
campo semántico del discurso psicoanalítico en el que Joan Riviere, psicoa­
nalista inglesa decimonónica, lo define a partir de mostrar

Por primera vez la feminidad como mascarada [ ... ] Lo que interesa a Riviere
es una triple disociación entre el sexo anatómico, las prácticas sexuales y las
prácticas culturales de la feminidad [ ... ] Por otro lado, desde un punto de
vista de la teoría del poder y la subjetivación, la noción de peiformance
traduce en inglés un conjunto de reflexiones acerca de la inscripción de re­
peticiones ritualizadas de la ley que diversos autores, desde Foucault ( disci­
plina) hasta Bourdieu (habitus), llevarán a cabo para explicar los procesos
de socialización y de interiorización de normas [ ... ] En los noventa, en la
versión butleriana, sin duda la más influyente, la peiformances drag queen, y
más en concreto la teatralización hiperbólica de la feminidad en la cultura
gay, parecen estar en la base de esta definición en términos performativos
de la identidad de género. Paralelamente, y desbordando la falsa ecuación
que había igualado género y feminidad en buena parte de los discursos
feministas durante los setenta y ochenta, cob¡a visibilidad una cultura drag
king de la performance de la masculinidad. Finalmente, es aquí, en el ám­
bito del activismo político y de la producción estética del feminismo y de
la cultura drag king, que esta noción performativa encuentra su sentido
último" (Preciado, 2004, p. 2).

1 18
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

En esta perfomatividad del género son muchas personas las que han resistido
la heteronormatividad y lo han hecho desde la fiesta de un cuerpo desobe­
diente que no recibe pasivamente el discurso hegemónico. Como lo fue el
caso de la conocida Bella Otero, travesti que en Argentina visibilizó su prác­
tica a través de su Autobiografía, que redacta Luis D, dando cuenta de la
cultura travesti de principio de siglo XX. Su autopresentación paródica la
viste y desviste poniendo cuerpo al estereotipo de madre católica marianista
hasta al de la diva de café concert (Fernández, 2004, pp. 34-35).

LOCALIZAR L A PRÁCTICA, ENTRE LA PATOLOG IZACIÓN Y L A


CRIMINALIZACIÓN.

El Baile de los 41 fue una redada que se hizo en una fiesta de la alta sociedad del
Porfiriato mexicano y significó un escándalo mayúsculo a principios del siglo XX.
Se desenmascaró a un grupo de hombres que realizaron un fiesta donde casi la
mitad de los asistentes vistieron ropas femeninas. Debido a que los participantes
eran personas de familias importantes nunca se revelaron los nombres, y fueron
arrestados y enrolados en el ejército, máxima expresión de una masculinidad que
debían reflejar los hombres del Porfiriato. Ante este hecho la prensa dijo:

Los vagos, rateros y afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han
sido asignados a los batallones del Ejército que operan en la campaña con­
tra los indios mayas, sino a las obras públicas en las poblaciones conquis­
tadas al enemigo común de la civilización (Diario El Popular, Ciudad de
México, 25 de noviembre, 1 90 1 , s/p).

Este comentario -aparte de homófobo- deja en claro que la lucha por la


normalización, que toma suya el Estado, regirá y corregirá. Además sella
otras variables como la xenofobia y el clasismo intrínseco en este discurso de
progreso civilizatorio. Parto de este hecho porque los lugares heterotópicos
de la sexualidad disidente plantea que las relaciones sexuales, las relaciones
de nuestros cuerpos sexuados, sexualizados, etc., son relaciones sociales que
son localizables y no importa su contexto, igualmente conservan rasgos en
América Latina marcadas distintivamente con variables que caen como vio­
lentas cadenas: relaciones de sexo-género, de clase y la raza, donde el hombre
heterosexual blanco es parte del ideal civilizatorio.

119
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO•••

Dentro de la gama de movimientos sociales ocurridos aproximadamen­


te desde el último cuarto del siglo XX, el feminismo y la disidencia sexual,
estrechamente relacionados, convocaron a un cambio revolucionario cul­
tural. En el caso de este objeto cultural, en muchos países de la región, la
disidencia sexual se encontraba penalizada por las leyes decimonónicas y la
moral y, asimismo, todas las prácticas y preferencias sexuales ajenas al bino­
mio hombre y mujer fueron patologizadas a través de la medicina higienista.
Se hablaba de las prácticas sexuales diferentes como aberraciones sexuales, y
se usaron categorías como antipático sexual o invertidos sexuales, entre otras,
que llevaron a muchas personas a permanecer y ser víctimas de torturas en la
prisión o en el psiquiátrico. Los crímenes de odio, vejaciones, prisión, entre
otros actos violentos contra homosexuales, travestis, transexuales y lesbianas
fueron y han sido ordenados incluso por políticas de Estado.
Desinscribir la categoría de "desviaciones sexuales" a las prácticas sexua­
les disidentes de la heteronormatividad pasa también por el alcance de las
autorrepresentaciones en las producciones artísticas, individuales y colecti­
vas de la propia disidencia sexual. El conocimiento del aporte de otras mani­
festaciones culturales, igualmente en clave política, nos ayudará a entender
las distintas percepciones existentes sobre la homosexualidad y la transexua­
lidad, por ejemplo. Es importante, por lo tanto, tener presente el influjo en el
arte y en la cultura visual de los discursos de la medicina y la ciencia, además
de explorar cómo la ley, en distintos países, estableció normas y reglamentos
que castigaban los actos homosexuales.
En Chile, el Código Penal desde 1875 criminalizaba la homosexuali­
dad, pero fue hasta el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1927-
1931 y su segundo período 1952-1958), que la represión se hizo duramente
efectiva, creando razzias para capturarles y llevarles a la cárcel más infran­
queable del país: Pisagua, donde fueron llevados con la promulgación de la
« Ley de Estados Antisociales » de 1954, que afectaba específicamente a va­
gabundos, mendigos, locos y homosexuales4 • Los cronistas de la historia de
partidos de izquierda -y también fuertemente reprimidos por la dictadura
de Ibáñez- lo responsabilizan del naufragio de una embarcación que zarpó

4
Ministerio de Justicia (4 de octubre de 1954). "Ley 11625". www.leychile.cl. Dispo­
nible en http://www.leychile.cl/Navegar ?idNorma=26729&idVersion= 1954-10-04

120
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

desde el puerto de Pisagua, que llevaba presos comunistas y homosexuales


que nunca más apareció (Jobet, 1987 y Varas, 2010). La tradición oral del
hecho señala que la homofobia del general era conocida y que habría tirado
a todos los prisioneros al mar.
La comunidad travesti argentina ha sido perseguida e historiada des­
de el primer gobierno peronista, ejercieran la prostitución o no. Asimismo,
actualmente, al cumplirse cuarenta años del golpe militar de Jorge Rafael
V idela, la disidencia sexual trasandina revive y reclama una memoria acalla­
da de sus desaparecidxs 5 •
En los años de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, Marcia
Alejandra Torres, transexual y cabaretera, se hizo una operación de reasigna­
ción de sexo y una de las siguientes intervenciones que este tipo de operación
requiere; justo coincidió con el día del golpe de Estado de Pinochet. Según
Víctor Hugo Robles, el performancero chileno, conocido como el Che de
los gays, ella le contó que los militares: "entraron a la clínica a golpes y a pata­
das, preguntando qué pasaba, pensando que estaban realizando una cirugía
estética a un izquierdista, un terrorista, según decían los militares golpista"
(2015, p. 323). El Che de los gays también dice que " Marcia vivió a su ma­
nera y así quedó registrado en su Facebook repleto de fotos de vedette en el
Hollywood de Valparaíso y en el histórico cabaret de los sesenta, el mítico
Bim Bam Bum, cuando Marcia Alejandra bailaba emplumada con sus ami­
gas del Blue Ballet, el primer conjunto de baile travesti-transformistas en la
historia de Chile" (201 5, p. 324). También señala que Pedro Lemebel habría
nombrado a Marcia, en su funeral en el año 2011 en Antofagasta, como
la " Hija Ilustre del atrevimiento, metáfora transexual del mineral humano"
(201 5, p. 325).
Con todo, es de suma importancia ser conscientes del entramado de
visiones y construcciones culturales procedentes del cine, de la literatura, de
la música y de los medios de comunicación. Tenerlos en consideración es pri­
mordial dado el peso que tienen en la formación de un imaginario colectivo
plagado de persistentes prejuicios y estereotipos contra la disidencia sexual y
apoyado a menudo en el uso de la injuria y de la vergüenza.

1
Leer la refl exión publicada en http : / /www.marcha.org.ar/los-40-anos-del-golpe-la­
m emoria-acallada-las- disidencias-sexuales/

121
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO ...

CARLOS BALMORI, UNA SING ULAR D RAG KING EN EL MÉXICO P O ST­


REVOLUCIONARIO O LAS BALMOREADAS H ETEROTÓPICAS DE UN
PERFORMANCE DE LARGA DURACIÓN

En las mily una noches de Balmori. El solterón y rico extravagante.


Que derrochó millones de millones. Y en sufistol de colosal brillante.
Torció el cuello de muchas ambiciones. De Conchita jurado es el ingenio. Que apareció
feliz en elproscenio. Y que encarna a don Carlos todavía.
Al temblar/e en la luz la carne inerte. Pues le ha untado en
el rostro de ironía. Su cristalina máscara la muerte.
Rafael Heliodoro Valle, texto de la tumba de
Conchita Jurado, Panteón de Dolores { 1 932).

Entre el 23 de junio de 1926 y el 27 de noviembre de 1931, Concepción


Jurado, para todos Conchita, una mujer humilde sexagenaria, encarnó per­
formáticamente los excesos de Carlos Balmori, un millonario español que
prometía fortuna a quien le antojase. Prometió una vida de lujo a muchas
señoritas, y hasta a un guapo chico gay, quienes asistieron a sus fiestas. Con
varias asistentes se casó, performance que repitió un centenar de veces. Las
fiestas donde hizo presencia Carlos Balmori acogieron a la burguesía capi­
talina mexicana, integrada por quitar altos funcionarios de gobierno, mi­
litares, políticos e importantes personajes de la cultura que cayeron como
partícipes involuntarios de la performance de Conchita Jurado, como le
pasó al caricaturista Ernesto García Cabra! o uno de los hermanos Casasola,
los fotógrafos más importantes de los principales hechos históricos desde
1900. Conchita Jurado contó con la complicidad del periodista y bohe­
mio Eduardo Delhumeau, quien decía ser su apoderado, y Luis Cervantes
Morales, su secretario. Esta tríada llevó a cabo un performance de larga dura­
ción que marcó época y acuñó el término de balmoreadas a las acciones que
emprendió contra los puerquitos, como llamaban a sus víctimas, de quienes
se burlaron a través de exigencias absurdas, humillaciones y malos modales,
que Balmori vociferaba a coñazos con su ronca voz de macho rico español.
Los escenarios de este performance de larga duración fueron muchos
y el guión de la acción tuvo variantes según la ocasión y la duración. Pero
comenzaron y se fraguaron en la humilde casa de Conchita en una vecindad
del Centro Histórico y con la complicidad de su familia. La duración de las

122
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

acciones o balmoreadas fue relativa, dependía qué tan caliente se pusiera el


ambiente para desenmascarar la farsa performática y dejarse al descubier­
to con la sutil frase:Soy una simple mujer y anciana, paráfrasis performativa
que la sacaba del sitio sana y salva, porque fueron muchas las balmoreadas
intensas en donde hubo casamientos, donaciones millonarias con cheques
de bancos extranjeros, robos de joyas valiosas inculpando a invitados, duelos
a muerte, entre otros sucesos. Estas acciones contaron con jueces presentes,
imperando la ley misma performativa de lo que se dice se es. Balmori fue la
presencia insolente del macho, rico y heredero del poder colonial que enca­
raba al nuevo México triunfante posrevolucionario de machos identitaria­
mente también poderosos.
Conchita Jurado encarnó o se encargó de descarnar el discurso regu­
lador de identidades en relación a la nación, al género y a la clase. México,
entre los años 1920-1950 aproximadamente, como parte de la consolida­
ción de la cultura posrevolucionaria, promovió el nacionalismo falocén­
trico, donde el macho se hace institución de la masculinidad hegemónica
triunfante que se divulgará en el cine y en las artes (como el muralismo
financiado por el Estado). Para Rosana Blanco: "la disidencia de producto­
res culturales en el México posrevolucionario permite el entendimiento de
las estrategias discursivas que se usan para reconfigurar los cuerpos y signi­
ficantes del entramado cultural en un contexto que exacerba la identidad
nacional a través de la figura del mestizaje y el ideal ciudadano" (2010, p.
9). En este contexto, Balmori era todo lo contrario a los ideales revolucio­
narios, no era mestizo, sino hombre rico, blanco y español, que se develaba
diciendo que no era un macho, ni rico, sino una mujer, humilde y anciana.
Una bofetada performativa a los discursos que jerarquizan los cuerpos en
la trama social. Además un certero golpe a la codicia de las personas que
aguantaron insultos y humillaciones con el afán de lograr algo del dadi­
voso millonario. Eduardo Delhumeau, principal promotor de las fiestas y
uno de sus cronistas (1935, 1938), cuenta que en las fiestas pasaron más o
menos unas 3000 personas y se llegaron a realizar en su mejor momento
3 balmoreadas por semana. Hasta tuvieron cobertura de la prensa escrita
que en titulares destacó las hazañas de Balmori. Este performance de larga
duración incidió en su época y dejó una marca en la escena contracultural
posrevolucionaria que encontró en la fiesta una heterotopía segura, lúdica
e irreverente.

123
LLEVAR LA FI ESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO ...

Foto I: Carlos Balmori besando a Lolica, una pretendienta. Fuente : Luis Cervantes Morales. 1 969.
Memorias de Don Carlos Balmori escritaspor su secretario particular
(23 dejunio 1 926 - 27 de noviembre de 1 93 1). México, Cosca Amic Editor.

Figura 2: Conchica Jurado en su casa. Fuente : Luis Cervantes Morales. 1 969. Memorias de Don
Carlos Balmori escritas por su secretario particular (23 dejunio 1 926 - 27 de noviembre de 1 93 1).
México, Cosca Amic Editor.

1 24
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Durante años, en un régimen de normas y leyes sexófobas, la expresión


de la disidencia sexual encontró en la bohemia y en la fiesta una heterotopía
que los albergó, con la ilusión de un espacio de seguridad. Para Foucault, esta
disidencia sexual formaría una heterotopía de desviación que refiere "a los
individuos cuyo comportamiento es marginal respecto de la media o de la
norma exigida" (2010, p. 72). Por ello, el lugar de la fiesta ocupa un tiempo
sin tiempo, pasajero, espacio para el aquí y ahora de poner el cuerpo al placer,
a los excesos, a la risa, al baile, a lo lúdico y a todos los sentidos que se ponen
en juego.
Desde otra narrativa, la del cuerpo, la disidencia sexual tiene su hete­
rotopía en los ambientes bohemios de lxs que se apartan de las normas y con­
venciones sociales y se desenfrenan en la fiesta. Espacio que desde lo privado
resguardó a lxs disidentes sexuales de la heteronormalidad. Otro fenómeno
relacionado es la proliferación, en los años ochenta del siglo XX, de los an­
tros gay, que despersonalizaron las fiestas privadas de la bohemia. A partir
del cuerpo y de la urgencia de hacerlo propio, de intentar la utopía, a través
de una mascarada temporal, sin clóset, jugar en seguridad; la fiesta, lo públi­
co pero dentro de lo privado, fue una heterotopía es decir

Lugares reales, lugares efectivos, lugares dibujados en la institución misma


de la sociedad, y que son especies de contra-emplazamientos, especies de
utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales,
todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el in­
terior de la cultura, son a la vez representados, impugnados e invertidos,
especie de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sin embargo
sean efectivamente localizables" (Foucault, 20 1 0, pp. 69-70).

Por otro lado, el travestismo femenino que encarna Conchita Jurado, o


como actualmente se le llama, el drag king, tiene su historia particular con
personajes que, buscando seguridad para ocupar espacios masculinos, to­
man el recurso y personifican una masculinidad bajo sospecha y vivida al
límite. La historia de América Latina las rescata escasamente y las ubica en
una narrativa de progreso; por ejemplo, con Sor Juana Inés de la Cruz o
Catalina de Erauso o más conocida como la Monja Alférez o por los diferen­
tes nombres de varón que usó desde que huyó del convento y de su familia
hasta embarcarse a América, donde inclusive contó con un permiso papal

125
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO...

que le permitía vestirse de hombre (Cano Roldán, 1981). Asimismo en la


Revolución Mexicana se conoció al Coronel Amelio Robles Ávila, militar
que nació con el nombre de Carmen Amelía Robles Ávila, un 3 de noviem­
bre de 1889 en Xochipala, Guerrero, y fue uno de los hombres de Zapata.
Para Josefina Fernández:

El travestismo va en contra de la biología como fuente identitaria irreduc­


tible, la dicotomía cuerpo/género se subvierte, la travesti 'interviene' su
cuerpo y en el acto de subvertir el origen mediante el disfraz y la parodia
lo que está haciendo es recuperar su cuerpo como ser en el mundo [ . . . ] Es
posible aseverar que en el gesto del travesti existiría también una actitud
política, en la medida en que en la exageración se atreve a mostrar esos
deseos como un acto irreverente. La consecuencia de ello es que las identi­
dades masculino/femenino estallan en la diversidad, con que se amplía la
gama de posibilidades (2004, p. 63).

El contexto que envuelve a Carlos Balmori hubiese sido imposible sin la


fiesta de la bohemia. Era imposible pensar que una mujer travestí pudie­
se draguearse sin contar con un espacio de seguridad. La investigadora
Gabriela Cano (2014) señala que Conchita Jurado interpretó otros per­
sonajes, como la india o la gringa, "estereotipos bien conocidos en un am­
biente cultural que exaltó al mestizo como representante de la identidad
nacional mexicana". Sin embargo, agrega la académica que, sin duda, los
personajes mejores logrados fueron los masculinos, señalando una anéc­
dota: había engañado a su padre haciéndose pasar por un pretendiente
desvergonzado, a quien su padre quiso echar a patadas desde su casa, hasta
que Conchita develó la farsa. Conchita Jurado fue una solterona, ningún
autor habla de pareja conocida, no tuvo hijos y siempre vivió con su her­
mano y numerosos sobrinas y sobrinos. Según Cano, existió sólo un autor,
el comediante Enrique Alonso Cachirulo, que se refiere a la sexualidad de
Jurado y la describe como lesbiana en sus memorias publicadas en 1980.
Si bien no la conoció personalmente, supo de ella a través de las historias
que le contó su abuela, que había sido compañera de escuela de Conchita.
Este autor sugiere que el performance de Jurado fue una expresión de su
lesbianismo. Este argumento no señala el placer que ella pudo tener al
trasvestirse.

126
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Sin duda, Conchita Jurado fue la drag king más relevante de los años
veinte en México, caló tan hondo en su contexto que se escribieron varios
libros, se acuñó la palabra balmorear y su funeral fue un acontecimiento sin­
gular de declamaciones y de un diseño muy particular, con azulejos que na­
rran detalles de las acciones de Don Carlos Balmori.

CONTEXTO S Y PRETEXTO S EN LA ESCENA DE LA D I S I DENCIA


SEXUAL. ESBOZO DE LAS POLÍTICAS ESTÉTICAS DEL CUERPO
DISIDENTE Y ARTIVI SMO

La práctica de artistas vinculadas/os con lo social y político en América


Latina es una constante en varios contextos de gran efervescencia social
contra el capitalismo, el estado burgués, las dictaduras y, en lo particular,
contra el mercado del arte. La relación arte y política ha sido principal­
mente una problemática historiada a partir de la narrativa de la Historia
del Arte, especialmente ligada a la izquierda política. En esta visión hege­
mónica del arte político están ausente, silentes e invisibles las y los que po­
litizan sus prácticas de arte comprometido con la realidad de un cuerpo y
un deseo diferente, diverso o disidente a la heteronormatividad, entendida
ésta como un régimen político hegemónico. Desde el camino cimentado
por la emergencia del arte feminista en los años sesenta, se abrió un nicho
para poner el cuerpo en acciones desde lo personal y lo político, a partir de
la crítica al género y al sexo.
Para entender esta práctica contracultural antiheteronormativa en sus
contextos y desplazamientos urge entender a la heteronormatividad como
un régimen político que en lo social y cultural naturaliza a la heterosexua­
lidad y la impone como norma sosteniendo una visión binaria del género e
imponiendo roles específicos para cada uno de ellos. Por tal razón, ambos se­
xos se presentan como complementarios, y se considera la única orientación
sexual normal. Esta ideología se reafirma constantemente con el fin de man­
tener su hegemonía sobre otras sexualidades no normativas. Este régimen se
encuentra ampliamente aceptado en nuestra sociedad de forma muy sutil y
violenta, pasando inadvertida en medios de comunicación, comportamien­
to s sociales, en las leyes, la educación, en el arte y en las religiones.
Es necesario el reconocimiento de otras prácticas de artistas que traba­
j an también desde lo político, desde lo personal que es político y es también

127
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CU ERPO ...

necesario para repensar, tensionar y cuestionar las experiencias del activismo


artístico en la región. Porque la diversidad sexual es la gran causa del siglo
XXI, que emergió junto a las luchas de las feministas, se consolida en los años
ochenta del siglo pasado y es una práctica más que afianzada actualmente.
A partir de más de una década de investigación que he realizado sobre
la relación de arte y feminismo en América Latina, he podido constatar que
desde la emergencia de esta producción política estética, el poner el cuerpo
abiertamente desde una opción sexual o de género diferente a lo considerado
"normal" ha sido y sigue siendo un espacio no exento de problemas para lxs
creadores y para lxs activistas, más aún si se quiere hacer una síntesis entre
arte y activismo como campo de creación y acción. Muchas de las experien­
cias de artivistas que toman esta trinchera, han visto que sus reivindicacio­
nes no son tomadas en cuenta en sus grupos afines políticos, en general de
izquierda. Por tal razón han seguido sus propios caminos autónomos junto o
cerca del movimiento feminista, el movimiento LGT T BI o desde el cabaret
o el underground citadino.
Escaramuzas performáticas las hay en todo el siglo XX, como hemos re­
visado en párrafos anteriores. Otro ejemplo es el artista venezolano Alberto
Brandt, quien fue parte de un colectivo llamado El Techo de la Ballena, el
cual abrió la década del sesenta sacudiendo la escena con asaltos contra el
museo y el arte mismo. El performancero y cronista del performance latino­
americano, Carlos Zerpa, lo define como:

Provocador, descarnadamente poético, demoledor de mitos y tabúes ...


'El Cazador de Avestruces: sadomasoquista callejero de conversaciones y
reflexiones 'patafisicas: que utilizaba para crear un arte no objetual en el
que su propia presencia es en sí el elemento más importante de su obra ...
Alberto Brandt estaba sentado y detrás de él se veía una pintura con el
rostro de Albert Neuman 6 , el personaje símbolo de la revista MAD, pre­
sentándose a sí mismo con una tarjeta de visita que decía: Alberto Brandt,
profesión homosexual (Zerpa, 20 1 0, pp. 54-5 5.)

6
Cabe señalar que el autor señala a Albert, pero en rigor está haciendo referencia a Al­
fred Neuman, el personaje ficticio de la revista Mad, cómic estadounidense de finales de
los cincuenta.

128
HETEROTOPÍ AS DEL C UERPO Y EL ESPACIO

Se puede ser faquir XXX, performancero de circos para adultos y cabaret clan­
destinos y famosos teatros de los años cuarenta, además ser hermafrodita, brujo
excéntrico del barrio, hierbero y modelo de grandes muralistas y de escuelas de
arte. Sí, en México desde los años treinta a los noventa. Todo esto y sin duda
mucho más que esconde el mito de la figura, del maestro del control del cuer­
po: Melchor Zortybrand de Java, conocido como El mago Melchor. El cuerpo
fue su sustento, junto con la magia y la sanación a través de hierbas. Todo un
chamán performancero que modeló para los muralistas posrevolucionarios tales
como Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros. También fue modelo, por
años, de la escuela de Arte La Esmeralda, San Carlos y de la Escuela Nacional de
Artes Plásticas (UNAM). Igualmente fue la musa hardcore para artistas como
Alejandro Jodorosky o Vicente Razo, este último, como homenaje a Melchor
y de paso metáfora visual de su crítica política descarnada al gobierno mexica­
no, presenta en 1996 su video arte llamado Presidencola7 (duración: 5:03' min.)
donde Melchor se luce como personaje principal con un despliegue de sus actos
de fakir XXX, introduciéndose botellas y expulsando pelotas por su ano.
En entrevista con el fotógrafo Daniel Weinstock8 , quien retrató a
Melchor en los años ochenta, me cuenta que cuando se enteró de su exis­
tencia, lo visitó para pedirle hacer una sesión de fotos, lo encontró en la pa­
nadería de su colonia, La V illa, usando un pantalón que dejaba ver todo su
trasero desnudo y el agujero estaba adornado con olanes, un día cualquiera
era su vestimenta diaria, así de extravagante y provocadora.
Melchor había sido bailarín contorsionista del T ívoli, famoso teatro del
género de revista de los años cuarenta, en el que pisaron sus tablas espectá 0

culos y curiosidades. Por ser la mejor fiesta de la Ciudad de México de esos


años se decía que era un lugar obligado para conocer en la capital, junto con
el Zócalo, Chapultepec y La V illa. Por las tablas del T ívoli pasaron muchos
artistas y famosas cabareteras y vedette como la Tongo/ele y muchas otras que
le ganaron la fama de un espacio bohemio por excelencia, donde el desenfre­
no, el baile y el albur eran parte de la fiesta.
Según el Obituario LGT T T BI virtual, a Melchor, la leyenda y el mito,
se le ubica como el modelo-amante-muso del pintor Saturnino Herrán.

- Ver video en http://impakt. nl/ uncategorized/vicente- razo-prezidencola- l 996/


8
Entrevista realizada el 13 de enero del 2016, en su residencia particular.

129
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO...

Además de los años trabajando como modelo en San Carlos y en La Esmeralda


· habría modelado para Francisco Zúñiga, Arturo Rivera, Frida Khalo, María
Izquierdo, Orozco, Francisco Goytia, Celia de Regil, entre otros. Asimismo
señala que el mural El Hombre en llamas de José Clemente Orozco, ubicado
en el Hospicio Cabañas, habría sido modelado por Melchor. 9 También par­
ticipó en la Semana Cultural Lésbica Gay, 10 punto de encuentro de la pro­
ducción cultural de la disidencia sexual de finales de los años ochenta y casi
toda la década del noventa. Escandalizó su performance anunciado como
Acto de Fakirismo: Los Siete días {El diablo embotellado), la cual muchos
consideraron grotesco porque, como parte de la acción, se introdujo bolas
de billar y grandes botellas en el ano. Carlos Zerpa, en su blog, describe un
detalle de ese performance:

Melchor comienza entonces a sacarse de su ano una larga cinta, una cuer­
da, un gran listón de tela plateada, de catorce metros de largo, lo saca poco
a poco en lo que él considera un "acto sobrenatural" que ha titulado "El
cordón de plata" [ ... ] Es un acto obsceno en el cual Melchor explica que di­
cha cinta es el cordón de plata que une a su cuerpo con su espíritu cuando
se va de viaje astral ; luego aparece una enana gorda y rubia que comienza a
hacer unos signos extraños con una antorcha en el aire y el "Fakir" está ahí
parado, impávido, luce más satánico que el diablo mayor, él no hacía nada
ni movía un músculo, estaba como congelado, pero de pronto se inclinó y

9
Consultar en http:/ /obituariolgbmi.org.mx/melchor/ consultado en marzo del
20 16.
10
En México, la Semana Cultural Lésbica Gay ( 1987-20 10), iniciativa de José María
Covarrubias y la colaboración de toda la comunidad activista y de productores cultu­
rales lesbofeministas, homosexual y feministas, por más de veinte años, presentó una
nutrida programación de exposiciones de plástica, teatro, performances, danza, mesas
de reflexión, muestras de videos y cine, presentaciones de libros, entre otras actividades
culturales que se reunieron cada año en el museo El Chopo ( 1987-2005). Los siguientes
años, por remodelación del museo, fue mudando de espacio. La Semana Cultural Lésbi­
ca Gay fue un enclave de la disidencia sexual y cultural que marcó época poniéndole el
cuerpo a problemáticas sociales como el SIDA, la horno y la lesbofobia, la construcción
política del movimiento social, es decir, la disidencia sexual desde la trinchera de un
arte comprometido con un cambio radical a la realidad social. Este es un enclave que
pretendo abordar mas extensamente en una futura publicación.

130
HET EROTOPÍAS D E L CUERPO Y EL ESPACIO

expulsó tres pelotas por el culo, tres bolas de billar salieron de su ano y la
gente pensó que eran huevos de avestruz . . . luego todo se llenó de un humo
blanco y él realizó un acto súper clandestino al meterse, al introducirse una
botella de vino por el ano, que es a la vez su vagina . . . y hace que desapare­
ciera dentro de él" ( Zerpa, 20 1 1 ) . 1 1

Con todo, Melchor ya es todo un mito y un ícono del performance, que


falta mucho que investigar. Pero, sin duda, es curioso que un performance­
ro xxx, hermafrodita y brujo fuera modelo de los grandes muralistas, todos
muy machos por cierto, encargados de la producción del arte oficial en la
consolidación de la cultura posrevolucionaria que fue firmemente falocén­
trica. Melchor es una grieta, una fisura, solapada en el corazón del cuerpo
hegemónico nacional.

Figuras 3 y 4: El Mago Melchor, fotografías de Daniel Weinstock, gentileza del artista.

En Argentina una de las pioneras en poner el cuerpo propio lesbiano


desde los años ochenta fue Ilse Fusková. A través de laJotoperformance la ar­
tista lesbofeminista argentina acumuló obra donde se autorrepresenta y sub­
vierte el placer visual, no para el ojo masculino sino para el goce lésbico. Un

11
Ver en http ://carloszerpa.blogspot.mx/20 1 1 _03_O l _archive.html visitado en enero
del 20 1 6.

13 1
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO...

ejemplo fueron las series fotográficas que presentó en la segunda versión de


la exposición Mitominas. Los mitos de la sangre {1 988) en el Centro Cultural
de la Ciudad de Buenos Aires. Una serie sin título de cinco fotografías mos­
traban a una pareja de mujeres que eróticamente se pintaban su cuerpo con
sangre menstrual. Para María Laura Rosa esta obra:

Planteó la liberación del universo lésbico de la visión patriarcal primero, y


del sesgo feminista después. La lucha de Fusková y su grupo se centró en
romper con el empleo de las lesbianas como objetos sexuales para la mas­
turbación masculina [y en] el valor -en tanto coraje- de utilizar la sangre
en una época atravesada por el sida (Rosa, 20 14, p. 7 1 ) .

También la década del ochenta vio declamar poesía performática a Batato


Berea en el Buenos Aires posdictatorial. Su presentación en la inaugu­
ración de la exposición de la artista feminista Liliana Maresca, Lo que
el viento se llevó, a través de cada verso del poema Sombra de Conchas de
Alejandro Urdapilleta despeinó todos los pelos de los cuerpos de las y
los asistentes a esa inauguración al subvertir con su presencia travesti y
un canto a lo divino de las conchas. Para cerrar esta agitada década del
ochenta, el dueto integrado por Pedro Lemebel y Francisco Casas, Las
Yeguas del Apocalipsis, 12 llenaron de sorpresa performática la escena chile­
na. Tomarían este nombre, inspirados por el SIDA, enfermedad por ese
entonces considerada como una plaga de fin de siglo de los homosexuales.
Ellos habrían decidido personificar la versión marica de los bíblicos jine­
tes del Apocalipsis. Se hicieron temerarios porque aparecían sin aviso en
inauguraciones de otras/ os artistas irrumpiendo con todo. Recordada es la
aparición de Las Yeguas del Apocalipsis en el encuentro de los intelectuales
con Patricio Aylwin, previo a las primeras elecciones "democráticas" pos­
dictadura en 1 989. Subieron al escenario con tacos y plumas y extendieron
un lienzo que decía "Homosexuales por el cambio". Al bajar del escenario,
Francisco Casas se lanzó sobre el entonces candidato a senador Ricardo
Lagos y le dio un beso en la boca.

12
Ver más sobre estos artistas en http:/ /www.memoriachilena.cl/temas/dest.
asp ?id=pedrolemebel( 1955-)yeguas

132
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Este es un pequeño esbozo de la escena performancera ochentera que


poco ha sido historiada. A pesar de la invisibilidad general existente sobre el
artivismo antiheteronormativo en las narrativas culturales sobre la relación
de arte y política, en América Latina podemos encontrar numerosas pro­
puestas de artistas que se manifiestan contra la heteronormatividad, es decir,
contra un sistema de opresión y exclusión que presenta la heterosexualidad
como el único modelo válido de relación sexoafectiva y de parentesco.

REFLEXIONES FINALES

Las discusiones de género y las políticas sexuales ha sido una problemática


pendiente en la izquierda latinoamericana exacerbadamente machista, que
hace muchos honores en los discursos patriarcales y homofóbicos de varios
líderes de la región, tales como Evo Morales y Rafael Correa, conocidos por
sus malos chistes misóginos y homófobos y lesbófobos. A pesar de que el
movimiento de liberación homosexual y de lesbianas históricamente fue de
izquierda, esta problemática también está en la producción de arte y su rela­
ción con lo político desde lo personal. Un clásico es la lectura perfomática de
Pedro Lemebel, en un Congreso del Partido Comunista (1986), de su céle­
bre Hablo por la diferencia. 1 3 Por consecuencia, es un trayecto habitualmente
silenciado o ausente tanto dentro de la historia del arte como dentro de la
historia de la política o la historia cultural: la de los estrechos vínculos entre
arte y activismo que critica el género y el sexo. La voluntad de confrontar
o incidir desde el arte sobre las condiciones de existencia de un deseo y un
cuerpo diferente, y, por consiguiente, la reformulación o el desbordamiento
del límite convencional entre arte y política es una memoria que amerita ser
rescatada.
En general, las y los artistas activistas entienden la cultura -ese lugar don­
de se produce el símbolo y por donde circulan los sentidos- como un nuevo
terreno de conflicto. Desde esa perspectiva producen sus imágenes y/o posicio­
nan sus acciones. Desde ahí encarnan sus historias, muchas no contadas aún.
Todas estas experiencias, cada una a su manera, componen un nuevo escenario

13
El texto completo de este extinto performancero y escritor chileno se puede leer en el
blog que aún esta colgado en Internet en el sitio http:/ /lemebel.blogspot.mx/2005/ 11/
manifiesto-hablo-por-mi-diferencia.html Consultado en febrero del 2016.

133
LLEVAR LA FIESTA Y LA PROTESTA EN EL CUERPO...

de creación donde lo artístico abandona, definitivamente, la epistemología del


sujeto individuo y pasa a convertirse en un sujeto colectivo. Para el caso del per­
formance contra la heteronorma, es cuerpo propio que se hace social.
Me pregunto: ¿ por qué conocer esta historia ? No es sólo porque no se
ha escrito mucho al respecto, sino porque aún -a pesar de contar hoy con le­
yes y políticas culturales que promueven terminar con la discriminación, y la
disidencia sexual ya no esté penalizada y tampoco patologizada, en el mejor
de los casos- nos siguen matando y persiste la funesta característica regional
de la carga en los cuerpos de la clase, el género y la raza. Porque, sin duda, no
ha vivido igual, independientemente del contexto, un homosexual o lesbiana
blanca/o rico/a o de clase media que un/a pobre e indígena. Visibilizar esos
nudos o problemáticas es lo que llama a reflexionar, a partir de historiar una
práctica cultural en resistencia permanente desde un cuerpo disidente.

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1 34
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135
LA PIEL COMO HETEROTOPÍA Y
HETEROCRONÍA DE LA MEMORIA
Álvaro Rodríguez Luévano

Después de la conferencia magistral de David Le Breton que presenciamos


en la inauguración del VII Congreso Internacional de Ciencias, Artes y
Humanidades El Cuerpo Descifrado, me propongo establecer un diálogo
con algunas de sus consideraciones sobre la piel, las marcas y el tatuaje desde
la antropología del cuerpo. Me ceñiré también a las reflexiones de las relee­
turas de Foucault que surgieron del seminario Una mirada a las heterotopías
desde los borramientos del cuerpo. 1 4
Las imágenes mencionadas en esta reflexión provienen del libro Los
tatuajes del medio 1 5 (Delarue y Giraud, 1950) con fotografías de Robert
Doisneau, Roger V iollet y otras que proceden del laboratorio de la policía
técnica de Lyon y el Museo del hombre en Francia de la misma publicación.
Cuerpos tatuados de mujeres y hombres que, ante los borramientos emocio­
nales, constituyen una forma de superponerse al olvido y al dolor. Véase la
figura l.
La piel es el órgano vivo por el que se transpira, contiene los órganos
internos, regula las temperaturas corporales a través de los poros, es la cober­
tura de nuestros músculos, pero también es la película de nuestra estructura
ósea, es nuestro sistema epitelial sensible, el órgano de lo sensible (Le Breton,
2003: 24; 2013). La piel es la tela rectora del misterio funcional humano,
que una vez escindida y separada, extendida y replegada de su propia es­
tructura, se convierte en la evidencia que nos permite asomarnos al interior

M Agradezco a Chloé Constant y a Verónica Rodríguez Cabrera quienes animaron las


d iscusiones para el encuentro de este grupo de trabajo.
15
La traducción de los títulos y el texto de las referencias son del autor.

137
LA PIEL COMO HETEROTOPÍA Y HETEROCRONÍA DE LA MEMORIA

del organismo, nos deja ver


el resto de la modalidad de
nuestras vidas, nos coloca en
la posición del observador que
escudriña la organización del
cuerpo, del repositorio hetero­
tópico, del espacio vital donde
ocurre el tiempo del cuerpo y
revela su propia contención
y su límite con el mundo ex­
terior. Foucault define como
heterotopías en De los espa­
cios, otros, por oposición a los
emplazamientos comúnmen­
te designados como utopías,
"aquellos emplazamientos rea­
les que se pueden encontrar en
el interior de la cultura y están
a la vez representados, cues­
tionados, invertidos, especie
de lugares que están fuera de
Figura 1 , "Contraportada del libro" Tacouages du
"Milieu", 1 950, La Roulotte, París. p. 66.
todos los lugares, aunque sean
sin embargo efectivamente lo-
calizables" (Foucault, 2004: p. 3 ).
Si este entramado celular es la piel corporal, sobre ella se advierten los
primeros momentos de encuentro en la vida del ser humano, "la piel como
órgano de contacto" (Le Breton, 2003 : p. 25). La piel que cubre simultá­
neamente el cuerpo como recuerdo y como experiencia. Del cuerpo del hijo
que se desprende del cuerpo materno y prevé su separación en los prime­
ros entramados corporales de la memoria (que no la conciencia aún para el
hijo, pero sí la conciencia y el sentido doloroso para la madre), la placenta
ya muestra los primeros sufrimientos corporales, sus huellas de separación,
el corte umbilical como primer acto de escisión corporal que determina la
primera huella traumática de la unión y marca dicha separación inevitable.
El acto quirúrgico que invade la placenta y representa otra separación que
quedará menos visible. A esta cicatriz le siguen las heridas exteriores que le

138
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

hayan ocurrido a la madre, por desgarramiento en la dilatación o por cesárea


visceral. Madre e hijo predisponen sus cuerpos a la formación de la huella
natal, al cierre de la herida hasta la consumación de la cicatriz ventral, al cie­
rre de la piel como unidad corporal frente al exterior, a la consolidación del
ombligo como marca conclusiva.
Esta no será la primera ocasión en la que el cuerpo y su piel estarán a dis­
posición de las separaciones, heridas, cortes, golpes, escarificaciones, picadu­
ras y supuraciones por enfermedades. La piel se expande y crece en la vida de
las personas para contar una historia de vida y para guardar el tiempo como
un papiro que es también la piel que traza simultáneamente el cuerpo como
soporte escritura!. Bajo esta simultaneidad de apertura y cierre cutáneo, bajo
este vínculo entre memoria y conciencia corporal, la reflexión foucaltiana
sobre la definición de De los espacios otros (Foucault, 2004), establece un te­
rritorio heterogéneo de posibilidades para pensar la naturaleza de la marca
corporal, como una consecuencia amplia de nuestra forma de simbolizar las
emociones y en ocasiones la intención o la imposibilidad de borrarlas de la
piel y de la memoria del cuerpo.
Al reflexionar sobre la naturaleza de la marca corporal accidental o in­
ducida, el tatuaje carcelario, así como las cicatrices corporales desde este án­
gulo singular de la heterotopía del encierro, se inscriben como producto de
las prácticas localizadas en la piel, entendida ésta como pliego y soporte de
significación, producción de identidad y lenguaje, en fin, como "la pantalla
cutánea" (Le Breton, 2003: p. 26) que hace posible las narrativas visuales y
de apariencia, pero entendidas estas prácticas también como emplazamien­
tos distintos que se producen en el territorio epidérmico y en el nemotéc­
nico del recuerdo y la evocación. Estos tatuajes practicados como rituales
diversos, como hitos de vida, blasones de batallas, como marcas de revancha,
de amor, recuerdo, propiciación, acompañamiento, resistencia y resiliencia,
son pues heterotopías que designan otras heterotopías exacerbadas en el es­
pacio ya delimitado del cuerpo, en el confinamiento de su libertad física.
Véanse las figuras 2 y 3.
Las heterotopías de crisis pueden entenderse según Foucault como "aque­
llos lugares privilegiados, sagrados o prohibidos, al interior del cual se vive en
estado de crisis" (2004: p. 1 S), en donde los eventos de diferente dimensión
empírica y corporal como los ritos de paso para adolescentes, mujeres y vie­
jos transitan hacia una localización. Estos procesos que en realidad los define

1 39
LA PIEL COMO H ETEROTOPÍA Y HETEROCRONÍA DE LA MEMORIA

Figura 2, "Trabajos públicos marcado con T.P''. Tatouages du "Milieu� 1 950, La Roulotte, París. p. 7.

1 40
H E T EROTO PÍAS D E L CUERPO Y EL E S PACI O

Figura 3, " Tatuaje patriótico guerrero y u n a inscripción antimilitarista". Tatouages du "Milieu",


1 950, La Roulotte, París. p. 8.

141
LA P I E L COMO H ETEROTOPÍA Y H ET E ROC RONÍA DE LA MEMORIA

como lugares que se localizan en "ninguna parte", no tienen emplazamientos


fijos y piensa que desaparecen y son remplazados por emplazamientos como
las instituciones donde se practican las formas de encauzamiento y de co­
rrección como es el caso de los hospitales psiquiátricos y las prisiones, que ya
estudiaba como lugares de opresión comparable.
El tatuaje y la cicatriz corporal carcelarios son una de tantas heterotopías
de crisis que se manifiestan en el acto preciso de incidir y penetrar sobre la piel,
inyectando la tinta a través de una aguja con un objeto punzocortante, que va
delineando las figuras, y advirtiendo una imagen, una leyenda, un símbolo,
un signo, o bien efectos de luz y sombra, creando relieves y profundidades,
espacios. Estas heterotopías fijan los momentos dolorosos, traumáticos, que
trastocan la normalidad de la superficie epidérmica en una heterotopía de des­
viación en la medida en que esta práctica establece un lenguaje propio de un
espacio donde los convictos
o sentenciados exaltan su
condición de encierro y ca­
racterizan su condición fatal.
La forma que toma el tatuaje
de los convictos es también la
figura de una práctica propi­
ciada por la marca que sella el
tiempo del encierro en la piel
del convicto. La heterocronía
del tatuaje, es decir, la tem­
poralidad que sugiere la piel
del convicto se transforma
en el repositorio figurativo,
iconográfico y temporal del
trauma, de la evocación, del
sentimiento que produce una
identidad personal, grupal,
de su castigo o redención.
Véase la figura 4.
La piel del convicto "en- Figura 4 "El águila que rapta una mujer en sus garras, es
cierra todos los tiempos que un blasón del portador". Tacouages du " Milieu", 1 950, La
estén fuera del tiempo", es "el Roulotte, París. p. 1 7.

1 42
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

proyecto de organizar así una suerte de acumulación perpetua e indefinida


del tiempo en un lugar inamovible" (Foucault, 2004: p. 17). La metamorfo­
sis corporal a la que se refiere Le Breton, cuando el tatuaje nos permite situar
en tránsito al cuerpo del convicto, nos sugiere la formación de un paisaje
identitario y de significación hacia el repositorio de lugares confinados, a
la observación y la contemplación epitelial, hacia un archivo de la vida en
la fatalidad, una piel que funciona como vitrina emocional que muestra la
resignación del encierro y el paroxismo de resistencia corporal asumida y
dignataria de la única propiedad posible del ser, la libertad de elegir y de
pensarse en su propio cuerpo (Le Breton, 2003: p. 4 1).
Los tatuajes de convictos entendidos como heterocronías del encierro
funcionan como repositorios semejantes al museo, a las bibliotecas, a las car­
tografías epidérmicas que se disponen a ser leídas desde aquellos espacios
donde no se habla, se mira ; diagramas que muestran la localización de los
sentimientos en el tiempo del encierro, un tiempo que no es el tiempo fuera
del castigo institucional, es el tiempo de la piel que se torna un jardín donde
se ordenan todos los sentimientos del recuerdo a flor de piel, del trabajo for­
zado y del aislamiento como un reloj visual.
Los tatuajes son heterotopías para ser vistas al desnudo y por momen­
tos ocultarse en la propia morfología corporal, imágenes intersticiales entre
lo visto y lo no visto, entre lo parcial y el desocultamiento corporal de la
seducción; son la exaltación de la virilidad y la valentía, los andamientos de
las embarcaciones como símbolos del recuerdo de los viajes y las incursio­
nes, el efecto mimético del retrato de las y los amantes para consolarse, la
marca de la herida sentimental, la traición, los juegos de la suerte y el azar, la
celebración de la concupiscencia, la copulación pornográfica y el erotismo,
el desvanecimiento de la mirada policial a través de las figuras grotescas del
juez y del rey invertido: el bufón, que encarna el poder debilitado en la piel
como heterotopía de la risa y de la burla, el grito impío, antimilitarista y
antisocial, la huella de la postergación de la fatalidad en el infortunio del
encierro. Véanse las figuras 5 y 6.
Algunas de las intervenciones epidérmicas en sus muy diversas formas,
particularmente el tatuaje, van añadiendo narrativas en su conjunto anecdó­
tico. Dibujos que van desde las representaciones más simples a las fórmulas
clásicas de los emblemas militares y los lugares de batalla, a las heterotopías
del trauma y la guerra (Lombroso, 1887). Los tatuajes tipográficos son de

143
LA P I E L C O M O H E T ERO T O P Í A Y H E T E RO C R O N Í A DE LA M E M O RIA

Figu ra 5 " P a ra satisface r este insaciable e cuad e rno del tatuador se realizó por compl eto".
, l
Tacouag e s du "Mili eu" , 1950 , L a Roulotte , París . p . 1 1.

1 44
HET EROTO PÍAS D E L CU E R P O Y EL E S PACI O

Figura 6 "Esca mujer porta a la vez tatuajes tribales y tatuajes d e l medio". Íde m . p. 6 1 .

1 45
LA PIEL COMO HETEROTOPfA Y H ETEROCRONfA DE LA MEMORIA

una gran diversidad que dependen de la caligrafía de los tatuadores, de sus


repertorios y sus cuadernos o moldes. Letras e iniciales que van cambian­
do en la vida del convicto, y las hace permanecer en el punto original de su
localización.
Las letras e iniciales pueden convertirse rápidamente en la figura de un
animal o en el fragmento de una pierna desnuda, que se engarza con una
ancla o una verga de estribor, añadidos de figuras que se yuxtaponen y se
transforman en imágenes compuestas, más grandes y más cargadas de tinta,
borramientos provisionales al ojo, pero no como olvidos de los hitos ini­
ciáticos llevados hasta la heterotopía de la mutación, sino como una nueva
localización del arrepentimiento, del cambio sentimental, de su superación.
Las iniciales se inscriben como marcas de evocación del pensamiento y
de los recuerdos placenteros ahora transformados en marcas del dolor senti­
mental, pero, al final, marcas de emancipación. Otras inscripciones se subor­
dinan a un juego de pudor y recubrimiento del cuerpo que jamás quedará ya
desnudo para otro cuerpo que el propio, una manera de cubrir y retornar al
erotismo contenido y protector. Véanse las figuras 7 y 8.
La iconografía de los tatuajes en mujeres y hombres del medio y en con­
dición de encierro produce toda clase de conjeturas sobre sus espacios de
producción, sus creadores, sus portadores, su tecnología y hasta la gama de
coloración. Los tatuajes se han transformado en un lenguaje escrito transfe­
rido a la piel como un territorio de la memoria y parte de la morfología del
cuerpo, dibujos simples, insignias, iniciales, retratos, paisajes, etcétera, cons­
tituyen una práctica de la representación de las heterotopías del cuerpo que
sólo son posibles en el acto de inscripción y en el desnudo de su revelación.
Hasta aquí los tatuajes no pueden producir otra cosa que índices de la iden­
tidad y referencias de identificación de sus captores. Los sistemas de identifi­
cación carcelaria, fueron tomando su propia vida autónoma en la operación
de sus protocolos. Desarrollados en las oficinas de identificación judicial,
los sistemas de identificación carcelarios y penitenciarios, adoptaron la má­
quina de los índices fisiognómicos y antropométricos para funcionar desde
sus entrañas. El departamento de registro antropométrico se compone de
varios espacios heterotópicos como la sala de presentación del reo, donde se
registran su filiación y media filiación, espacio concedido a la interpelación
del reo y al interrogatorio de su nombre, edad, procedencia, "raza" o "grupo
étnico", religión y oficio. El departamento de antropometría será el templo

146
H E T E ROTO P ÍAS D E L C U E RP O Y EL E S PACI O

Figura 7 , "Estos pensamientos s o n para su hombre". Ídem . p. 62.

1 47
LA P I EL COMO H ETEROTO PÍA Y H ETEROCRONÍA DE LA MEMORIA

Figura 8, "La corsetera puede quebrar, nosostras estamos provistas". Ídem. p. 65.

1 48
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

donde se gesta un ritual de degradación del reo, se le desnuda, y se le mide


en todas sus extremidades. Una regla por encima de su cabeza y una pared
métrica, lo crucifican en el acto de apropiación de sus medidas anatómicas:
altura de pies a cabeza, largo de los brazos, de las piernas, de la distancia
torácica, del antebrazo, del largo de los brazos y las manos, de los dedos, el
diámetro de la cabeza y su altura, la distancia entre la oreja izquierda con
la derecha, el tamaño de cada una reportada por una llave milimétrica, por
el antropómetro y cefalómetro, instrumentos que del mismo modo servi­
rán para dejar registro de las señas particulares, donde reinan los tatuajes
(Bertillon, 1889). Estas descripciones forman el reverso de un registro de
inspección visual que realizan los escribanos y censores. Ahí, las imágenes y
las figuras toman la forma de datos en los índices de las fichas signalécticas.
El cuerpo del individuo es desmaterializado en forma de registro alfa­
bético, métrico y cualitativo. El fichero judicial tuvo la función de trazar las
líneas de semejanza, diferencia y aproximación morfológica con las descrip­
ciones de las figuras descritas, con sus datos filiares y con la fotografía métri­
ca de sus partes.
La capacidad de trazabilidad de un individuo en un margen de S o 10
registros diferentes computados de un mismo sujeto, establece si se trató
del mismo, si se le extrajo información diferente, alias, o si modificó su
apariencia, tatuajes o si evadió a la madre de todas las pruebas de identifi­
cación en la época: el registro dactilar. El tatuaje carcelario, "del medio" o
de "los bajos fondos", declinó su hegemonía y dejó de ser la marca por ex­
celencia para la razón policial y de los perseguidores de la identidad trans­
gresora. Al tatuaje se le secularizó rápidamente de los procesos judiciales
como una señal suprema, tangible e identitaria, aunque continuó siendo
complementaria al proceso de identificación (Lacassagne, 1881). En cam­
bio, la forma y el color del iris ocular desde finales del siglo XIX fue un
proyecto para determinar posibles localizaciones de incidencia estadística
por una supuesta herencia biológica de la proliferación, extensión y mo­
vilidad familiar que se midió con este registro. Significó una marca más
infalible que la forma del "álix del oído izquierdo" que Alphonse Bertillon
supuso indeformable al registro crono-fotográfico de perfil (Bertillon,
1890), a la tarjeta signaléctica se la añadió más tarde, el registro que todos
los individuos portan por nacimiento desde el sexto mes de vida intraute­
rina, la huella dactilar (Reyna, 1909).

149
LA PIEL COMO HETEROTOPÍA Y HETEROCRONÍA DE LA MEMORIA

Existieron algunos intentos para evadir los controles de identificación


a través del desprendimiento de la piel y cortes de las papilas dactilares de
los dedos de manos y pies, y aunque algunas sesiones de registro fotográfi­
co judicial fallaron en el intento de objetivar la dimensión del rostro y del
mapa corporal.
El tatuaje que superó el régimen oculacentrista de la apariencia exte­
rior corporal se consignó microscópicamente a través de la saliva, el cabe­
llo, la sangre, el semen, y la piel, donde se descifró la heterotopía más fina
de la historia y de identidad del delito en el siglo XX. El perfil ADN o la
huella genética fue una técnica desarrollada en los años ochenta por el
genetista británico Alee Jeffreys de la Universidad de Leicester y miembro
de la Forensic Sciencie Service (FSS), y se basaron en ella para identificar y
condenar a Colin Pitchfork (Know lt Alls, 2008) responsable de violación
y doble homicidio de una mujer en Narborourgh, 1883, y otro registrado
en Enderby, 1886, ambos en el condado de Leicestershire, Reino Unido.
El cuerpo contiene en su propio funcionamiento la información que lo
constituye química, física y biológicamente. Aunque su confinamiento, su
determinación cultural, social o psicológica fuese determinante en su pro­
ceso de vida, no lo es para su identidad, ésta ya se advierte integrada en la
propia materialidad corporal y permanece siempre como rasgo inherente
a su historia y a su espacialidad. El cuerpo ya no transita por los linderos
del anonimato o la fuga, incluso si hubiese un dispositivo de autodestruc­
ción o de mecanismo de autoinmunidad que establezca su desaparición.
Todo el cuerpo es trazable, inexpugnable, transparente. El gesto original
que podemos sugerir en los estudios del cuerpo sería pronunciarse por los
espacios intersubjetivos de la sensibilidad y la memoria corporal, aque­
llos vínculos ya programados por sus extremidades y órganos internos que
producen en el cuerpo fenómenos sensibles e inalcanzables para la deter­
minación y las formas opresivas del control administrativo y estatal.
Aquello que los dispositivos estatales e institucionales estarían lejos de
gobernar tendría que ver con la experiencia libre de otorgarle identidad a
nuestros cuerpos desde nuestra lectura sensible, desde nuestro lenguaje de
sentido y significación, es decir, desde nuestra propia poética corpórea, des­
de nuestra inesperada memoria epitelial.

1 50
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

BIBLIOGRAFÍA

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résumant les documents anthropométriques accumulés dans les archives de
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LOMBROSO, C. ( 1 887). L'homme crimine/. Atlas. XXXII Planches. Paris:
Anden librairie Germer Bailliére et cie. Félix Alean éditeur.

151
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA
EXPERIENCIA CARCELARIA
Chloé Constant
A Doris, Freedom, Lucie y Pilar

"Deberías de escribir sobre esta experiencia, es algo totalmente único, y al


mismo tiempo da cuenta de nuestro trabajo de campo, de nuestra difícil o
peculiar relación con ello". En 2013, cuando era una doctora apenas gradua­
da, compartía experiencias con compañeras y compañeros del centro de in­
vestigación donde varios jóvenes como yo pasábamos unos meses, o unos
años, para realizar trabajo de campo. 1 Una de estas compañeras se convirtió
en una amiga con la que intercambiamos mucho acerca de nuestros trabajos
de campo que, por más que fueran muy distintos, nos resultaban complejos
y hasta física y moralmente pesados. Ella se internaba en la selva peruana,
totalmente cortada del mundo material occidental, sin acceso a los medios
de comunicación, absorbida en/por una comunidad que se convirtió en una
segunda familia. Por mi lado, seguía visitando a algunas internas del esta­
blecimiento penitenciario donde había hecho un largo trabajo de campo,
y del que no lograba separarme completamente. La relación personal con
el campo es algo al que la universidad no te prepara. De ahí la citación que
encabeza esta reflexión.
Con este artículo no pretendo efectuar ninguna catarsis por medio de la
que espantaría a los fantasmas de la cárcel que me siguen persiguiendo meses
después de haber dejado de ir. 2 Si escogí mencionar estos hechos factuales a

1
Se trata del Instituto Francés de Estudios Andinos ubicado en Lima, Perú.
2
D ejé de ir a los p enales p eruanos en octubre 2014 y emp ecé otros proyectos en el
ámbito carcelario m exicano en agosto 2015. El primer borrador de este artículo fue
redactado en el transcurso del primer sem estre de 201 5.

153
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

modo de introducción, es para resaltar el hecho de que las vivencias personales


vinculadas al trabajo de campo nos llevan a distintas reflexiones que, si bien en
un primer momento pueden aparecer desvinculadas de los análisis científicos,
en realidad nutren nuestra reflexión; lo personal es político, y los ámbitos pú­
blico y privado están estrechamente vinculados (Pateman, 1996). Mi trabajo
de campo me llevó a vivir algunas experiencias que se desarrollaron fuera de la
cárcel pero quedaron íntimamente vinculadas a ella, y de esas nacieron nuevos
elementos de análisis que constituyen la base de la reflexión presentada aquí.
A partir de tres estudios de caso y basándome en los conceptos foucaul­
tianos de heterotopía y de cuerpo utópico, propongo estudiar la dicotomía
que existe entre el discurso y las práctic�s relacionadas al cuerpo en mujeres
que viven o han vivido el encierro carcelario. Veremos cómo la cárcel cons­
tituye una heterotopía cuando deja de lado individuos indeseables para la
sociedad, constituyendo una salida de la vida cotidiana. También veremos
cómo la cárcel representa un mundo que se ubica al margen del mundo pero
entretiene relaciones con ello. Además, la cárcel constituye un espacio que
borra los cuerpos apartándolos de la sociedad: ¿Cómo opera este borramien­
to? ¿En qué medida el efecto borrador de la cárcel sobrepasa el marco físico
del establecimiento penitenciario y llega a extenderse hacia la sociedad libre?
La cárcel, comprendida como un espacio productor de borramiento de los
cuerpos, forja y/o prolonga utopías en las internas. ¿Cómo los cuerpos emi­
sores de estas utopías no siempre tienden hacia ellas y por qué pueden llegar
a contradecirse? Seguir existiendo, dejar existir y volver a existir; situaciones
diatópicas de esta naturaleza se estudiarán desde adentro y afuera de los mu­
ros. Por un lado, se estudiará el caso de una interna que mantiene ideales de
paz y amor universales, y que contrata a otras internas para tareas básicas,
asumiendo esta posición dominante con discursos racistas y clasistas. Por
otro lado, se estudiarán dos casos de mujeres excarceladas en las que el regre­
so tan deseado a la sociedad libre terminó convirtiéndose en una autopro­
longación de la invisibilidad y del encierro.
Los análisis presentados aquí encuentran su origen en el trabajo de cam­
po que efectué entre 2009 y 2012 en el marco de mis estudios doctorales.
Realicé una investigación de corte socioantropológico, con cuestionarios y
entrevistas a profundidad a 34 internas del penal de mujeres de Chorrillos
en Lima, Perú. Adicionalmente, hice observaciones y mantuve conver­
saciones informales con internas durante los días de visita a los que acudí

154
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

regularmente entre 2009 y 2014. Si bien terminé el trabajo de campo en


2012, seguí visitando a varias internas hasta octubre de 2014, siendo una
de ellas la que fundamenta parte del presente trabajo. Finalmente, las dos
mujeres cuya experiencia de borramiento del cuerpo se estudiará desde el
mundo libre, fueron internas de este mismo penal. Las conocí a inicios de
2009 y ambas salieron a mediados del año 201 O. Como explicaré más ade­
lante, mantuve una relación muy cercana con una de ellas, relación que per­
dura hoy a la distancia. Igualmente mantuve contacto con la otra, aunque de
forma mucho más esporádica, hasta junio de 2013. Nuestros encuentros y
nuestras conversaciones alimentan la reflexión que presento aquí, y por ello
les agradezco sincera e infinitamente.

LA CÁRCEL COMO "OTRO LUGAR'� PRODUCTORA DE UTOPÍAS

La cárcel: una heterotopía


Según Foucault, las cárceles representan "contraespacios, utopías ubicadas,
estos lugares reales fuera de todos los lugares� son "otros lugares", "espacios
absolutamente otros" (Foucault, 2009: p. 25). 3 Son heterotopías. Asimismo,
el autor afirma que hoy existen heterotopías de desviación en las cuales se
ubican a individuos de comportamiento desviante con respecto a la norma
social: es el caso de las cárceles (Foucault, 2009: pp. 26-27).
Al examinar los cinco principios que propone Foucault para definir las he­
terotopías, me parece particularmente relevante retomar los tres últimos como
base para el análisis del tema que nos ocupará más adelante, el borramiento de
los cuerpos. Foucault sugiere que las heterotopías yuxtaponen en un mismo
lugar real varios espacios que deberían de ser incompatibles (Foucault, 2009: ,
pp. 28-29). En las cárceles, comprendidas ahora como un único lugar real, los
cuerpos encerrados viven entre espacios colectivos como, por ejemplo, los pa­
tios, y espacios semiprivados como, por ejemplo, las celdas y las instalaciones
sanitarias. Se entrelazan, hasta se confunden, espacios públicos y privados,
que no terminan de ser públicos pues sólo se abren para algunas categorías
de personas, es decir, las castigadas y las vigilantes, y que tampoco terminan
de ser privados pues en la mayoría de las cárceles ni las celdas ni los baños son

3 Las traducciones son mías.

155
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

espacios totalmente aislados. Permean ruidos, visiones, olores, aires.


Foucault también sugiere que las heterotopías están vinculadas a singu­
lares cortes del tiempo. Como bien lo menciona, las cárceles son heterotopías
vinculadas a la transformación, a la regeneración. Efectivamente, el principio
que justifica la existencia de las cárceles hoy radica en la reeducación, la resocia­
lización de los individuos encarcelados. Los términos varían de un país a otro
pero la justificación siempre es idéntica (Paul, 1955; Faugeron, 1992; Christie,
2000; Foucault, 1993; Béjar, 1967). Así, con el encarcelamiento, se realiza un
corte en la vida, en el espacio-tiempo del individuo, y se le obliga a entrar a una
organización del tiempo sobre la que no puede decidir. La transformación de
los cuerpos encarcelados pasa por cortes de tiempo arbitrarios. Estos cuerpos
se encuentran ubicados en una heterocronía.
Por último, Foucault señala que las heterotopías suponen siempre un
sistema de cierre y de apertura que las aísla (Foucault, 2009: p. 32) y a la vez
las vuelve penetrables. Cumplen una función con respecto a los demás luga­
res, creando otro espacio real. Así con las cárceles: se encuentran permanen­
temente vinculadas con el mundo de afuera por el vaivén del personal peni­
tenciario, por el acceso a los medios de comunicación como la televisión y
los periódicos, por los visitantes, sean familiares, amistades o religiosos,
y porque las cárceles muchas veces están inscritas en las ciudades ( Constant,
2014; Combessie, 2002/1; Cerbini, 2012). Constituyen un espacio real
de castigo y relativo aislamiento, pretenden cumplir una función de reso­
cialización y, a la vez, permiten justificar ciertas políticas ( Christie, 2000;
Wacquant, 2006; Constant, 2016). Como heterotopías, representan "la
contestación de todos los demás espacios" : son espacios otros que confieren
la ilusión de ser espacios reales tan perfectos y ordenados como el mundo de
afuera sería desordenado (Foucault, 2009: p. 34).
La cárcel constituye una heterotopía ya que deja de lado individuos in­
deseables para la sociedad, y representa para ellos una salida de la vida coti­
diana y una ruptura temporal. A la par, se ubica al margen del mundo pero
entretiene relaciones con ello. El concepto foucaultiano será empleado aquí
para analizar los borramientos de cuerpos efectuados por mujeres cuya expe­
riencia se encuentra íntimamente vinculada con el espacio carcelario.

De la producción de utopías en mujeres encarceladas


El encierro de los cuerpos en la institución carcelaria crea en ellos utopías,

156
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

es decir, crea un "ningún lugar". Ricoeur subraya que este "ningún lugar" es
extraterritorial y que desde él :

[U]na luz tenue es arrojada sobre nuestra propia realidad, que se vuelve
repentinamente extraña, nada más ya está establecido. El campo de los po­
sibles se abre ampliamente más allá de lo existente y permite contemplar
formas de vivir radicalmente otras. Este desarrollo de perspectivas nuevas,
alternas, define la función básica de la utopía. ¿ No podemos decir que la
imaginación misma -a través de su función utópica- desempeña un papel
constitutivo ayudándonos a repensar la naturaleza de nuestra vida social ?
(Ricoeur, 1 997: p. 36).

La utopía, según Ricoeur, nos permite tomar distancia con la realidad vivida
y crear un porvenir inédito, evacuando cualquier sujeción. Las obligaciones
y coacciones vividas por los cuerpos encarcelados estructuran así el deseo.
Como bien subraya Foucault, el cuerpo es el actor principal de todas las uto­
pías, y si los cuerpos encarcelados pueden producir la utopía de un "cuerpo incor­
poral" para escapar al castigo que se le impone, a la par "voltea[ n] hacia sí su poder
utópico y hace[ n] entrar [... ] todo el espacio del otro mundo, todo el espacio del
contra-mundo, dentro del espacio que le[s] es reservado" (Foucault, 2009: p. 17).
Así el cuerpo "siempre está en otro lugar': "no tiene lugar pero de él salen e irradian
todos los lugares posibles, reales o utópicos" (Foucault, 2009: pp. 17- 18).
Los cuerpos encarcelados crean un abanico de posibles espacios más allá
de su entorno -relacional y geográfico- pensando así formas de vivir distin­
tas. En este "otro lugar': "matriz de carencia y frustración, [ ... ] que simboliza
[ ... ] la economía de los deseos insatisfechos" (Fouquet, 2007 /3: p. 122), en
este "otro lugar" que representa la cárcel, las utopías constituyen sin duda
para los cuerpos encarcelados una forma de escapatoria frente a las frustra­
ciones experimentadas, que les permite sobrevivir y no someterse totalmen­
te. Pensar el cuerpo fuera de las paredes, pensar ideales de justicia, pensar el
poder decidir sobre su cuerpo. Las utopías constituyen sin duda un punto
común entre los cuerpos encarcelados, emanen de mujeres u hombres, jóve­
nes o viejos, inocentes o culpables, y existen precisamente por los intersticios
entre el mundo de adentro y el de afuera. Las utopías constituyen una forma
de adaptación al entorno imprescindible para los cuerpos encarcelados.

157
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

Cárcel, cuerpo y adaptación


Para estudiar las formas de adaptación de las personas encarceladas parece
pertinente recurrir a la noción de habitus desarrollada por Bourdieu (1979).
Si el habit�s de los individuos releva de estructuras sociales, "también refleja
la trayectoria y las experiencias ulteriores: el habitus resulta de una incorpo­
ración progresiva de las estructuras sociales" (Wagner, 2012). ¿�é ocurre
cuando el ámbito social en el que un individuo está acostumbrado a mover­
se se encuentra repentinamente modificado? En otras palabras, ¿qué efecto
puede tener el encierro penitenciario sobre los habitus de los individuos en­
carcelados? "Cada microcosmos o campo requiere un habitus específico que
exige una conversión más o menos radical del habitus originario" (Wagner,
2012). Así surge en el individuo el "habitus clivé� "entendido como "for­
mación de compromiso" que resulta de una división entre su habitus prima­
rio y su habitus secundario (o, en otros términos, su habitus disciplinario)"
(Fugier, 2006). Aquí el término "disciplinario" empleado por Fugier llama
particularmente la atención por la esencia del tipo de institución donde se
inscriben las actoras estudiadas. Al ser la cárcel una institución de castigo
y disciplina por definición (Foucault, 1993), la noción bourdieusiana de
habitus clivé aparece útil para caracterizar el cambio operado en las perso­
nas encarceladas. Sobrevivir en la cárcel, biológica y moralmente, requiere
formas de adaptación que modifican los habitus primarios y secundarios.
Como bien decía Bourdieu, frente a situaciones inéditas, el habitus innova.
¿Cómo relacionar las utopías con los cambios de habitus desde el ámbi­
to carcelario? Si la cárcel representa tanto un lugar donde nada más ya está
establecido como una matriz de frustración, los cuerpos encarcelados sobre­
viven física y mentalmente operando un cambio de habitus, que no sólo se
configura en las acciones cotidianas, sino también en los imaginarios. Estos
cuerpos incorporan nuevas estructuras físicas y mentales, pues lo propio de
las utopías radica en la apertura del campo de los posibles y en nuevas formas
de pensar la naturaleza de las relaciones sociales.

DICOTOMÍA ENTRE EL DIS CURSO Y LAS PRÁCTI CAS : B ORRAMIENTO


DE CUERP O S ENCARCELAD O S Y EXCARCELAD O S

En su libro La Distinción (1979), Bourdieu demuestra que nuestras eleccio­


nes revelan nuestro estatus social, nuestras aspiraciones y pretensiones. El

158
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

habitus se moldea según las experiencias y constituye un principio de inven­


ción, lucha, apertura e historia:

El concepto de habitus es empleado por Bourdieu para dar cuenta del


ajuste que opera mayormente "espontáneamente", es decir sin cálculo ni
intención expresa, entre las obligaciones que se imponen objetivamente a
los agentes, y sus esperanzas o aspiraciones subjetivas. Se trata de explicar
"este tipo de sumisión inmediata al orden que inclina a hacer necesidad de
virtud, es decir rechazar el rechazo y querer lo inevitable", percibir el mun­
do social y sus jerarquías como evidentes (Wagner, 20 1 2).

El ajuste que se opera en los cuerpos encarcelados y las utopías que surgen
de ellos reflejan las aspiraciones de los sujetos encerrados. Los análisis que
siguen pretenden demostrar que los ajustes que se imponen a las internas
no responden a cálculos, lo que permite entender por qué sus utopías no
encuentran una necesaria correlación en los actos.

Borrar otros cuerpos, más allá de un ideal de amor universal


Freedom es una joven australiana que se encuentra recluida en el penal de
Chorrillos desde el año 2008. Este no es su nombre de nacimiento, sino el que,
algun a vez en su país natal, un chamán le dijo que era su verdadero nombre.4 El
hecho de que lo haya seguido usando durante muchos años, hasta prolongada
su estadía en la cárcel 5 , deja adivinar un universo particular. Vivió en autarquía
en el bosque con su pareja y su hijo durante dos años. Toca la guitarra y com­
pone canciones de amor. Ha viajado por muchos países en busca de culturas
distintas a la suya. Es amante de la naturaleza y cree en el amor, temas recu­
rrentes en sus pinturas. Varias de estas adornan las paredes del patio principal
del penal : arcoíris, hadas, flores y cascadas son elementos omnipresentes en su
obra. Aparte, las cartas que manda regularmente a sus amistades casi siempre

4
Los datos presentados aquí son parte de mis observaciones o fueron recopilados du­
rante las conversaciones informales que mantuve con esta interna entre 2009 y 20 14.
5
Freedom decidió volver a usar su nombre de nacimiento después de aproxi!Iladamente dos
años en la cárcel, ello a raíz de su relación con visitantes evangelistas. Empleo aquí su nombre
chamánico, de acuerdo con ella y porque fue el que usé con ella en la mayoría de nuestros in­
tercambios. Los demás nombres fueron cambiados, o no, acorde a la voluntad de cada mujer.

159
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

empiezan con "Hola, gente linda" 6 y terminan invariablemente con bendicio­


nes. Durante nuestras conversaciones le gustaba recordar momentos de "ar­
monía''. Sin embargo, su forma de relacionarse con las otras internas del penal
rompe de manera bastante radical con este discurso.
En cada uno de nuestros encuentros en el patio de visita, Freedom tira­
ba papeles o vasos de poliestireno en los pequeños jardines. Otras mujeres
iban a recoger la basura a finales del día. En agosto del 20 13, me dijo: "Estoy
aquí desde hace casi cuatro años ahora, en octubre, y nunca he limpiado mi
habitación. Siempre he pagado por ello." Ella y la mujer con la que compar­
te su celda se turnan para pagar a otra interna para que limpie su espacio.
Además, tampoco forma parte de los equipos que se turnan para limpiar las
partes comunes de su piso. También paga para que otras internas lo hagan.
Algunos estudios ya demostraron en qué medida la cárcel acentúa des­
igualdades sociales y juega un papel importante en la estratificación econó­
mica y racial {Wakefield, 20 10). En el caso de Freedom, su ideal de amor
universal e igualdad está siendo revertido y contradicho por prácticas de
contratación de otros cuerpos considerados como inferiores, y por ende ex­
plotables. El dinero juega un papel fundamental para que Freedom pueda
ejercer cierto poder sobre otras internas. Paralelamente al factor económi­
co, el factor racial juega un papel decisivo. Efectivamente, el discurso de
Freedom también demuestra menosprecio por estos cuerpos "otros", "esos",
"cochinos", refiriéndose así a los cuerpos de las peruanas que, al contrario de
ella, necesitan trabajar para sobrevivir dentro del penal, pues muchas no reci­
ben apoyo económico de su familia. Nos encontramos frente a una situación
de racismo donde se correlacionan la formación social y división del trabajo;
siendo aquí el racismo un principio social que se articula con el nacionalis­
mo y trasmite los modelos de exclusión del pasado {Balibar & Wallerstein,
1988). 7 En este caso, Freedom niega el mundo en el que vivía afuera {y los va­
lores que lo regían) , lo ignora, lo revierte, y el racismo opera como borrador
de cuerpos inferiores, desechables y explotables. No importa limpiar pues

6
Soy parte de las personas que recibimos estas cartas por email vía los visitantes evan­
gelistas.
7
Sobre el racismo entre las internas del penal de Chorrillos, consultar Constant, 2013a.

160
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

algún otro cuerpo lo hará. No importa conocerlo, reconocerlo, nombrarlo:


es un cuerpo sin importancia, un cuerpo borrado, en un lugar de excepción.

Vivir desde la invisibilidad


El encierro penitenciario constituye por esencia una condición a la que nin­
gún cuerpo se somete voluntariamente. 8 Por ende, también por haber vivido
en condición de libertad y por los intersticios entre el mundo de afuera y
la cárcel, el cuerpo encarcelado anhela ante cualquier otra cosa recobrar la
libertad. El regreso a la sociedad "libre" implica un regreso a cierta visibili­
dad social. El problema de las condiciones de encierro tales como se aplican
en el Perú, y en la gran mayoría de los países del mundo, es que inhabilitan
los cuerpos para la vida cotidiana: la pena privativa de libertad, justificada
por un principio resocializador, conlleva paradójicamente a que las personas
recluidas desaprendan los gestos básicos de lo cotidiano, como el cocinar y
el desplazarse por la ciudad, entre muchos otros. Por más que pueda parecer
antitético, el salir de la cárcel podría ser considerado como el cumplimiento
de una utopía pues implica regresar al mundo "libre", regresar a vivir de for­
ma radicalmente distinta -por segunda vez-. Implica, de nuevo, un cambio
de habitus. Los dos casos que describiré a continuación buscan demostrar
cómo ciertos habitus propios al ámbito carcelario siguen rigiendo los cuer­
pos excarcelados, y cómo el borramiento de los cuerpos que implica el encie­
rro sigue surtiendo efecto en la sociedad libre.
El 20 de mayo de 201 O me encontraba en la puerta del penal de Chorrillos,
de noche, esperando a Lucie, una interna francesa que iba a salir en semiliber­
tad.9 El día anterior, la administración penitenciaria le había dicho que iba a
salir, y no ocurrió. Ese día, mientras retornaba del trabajo a mi casa en bus, en
la espera de que me comunicara su hora de salida, me llamó y dijo: "Hoy día sí
salgo': Las monjas que iban a recogerla un día antes ya no contestaban el telé­
fono, ella no tenía a dónde ir, ni dónde dormir. Apenas conocía la ciudad cuyas

8
Salvo algunas excepciones extremas en las que las internas encuentran mayores opor­
tunidades de supervivencia en la cárcel que fuera de ella. Ver Constant, 2013b, p. 140.
9
En Perú, la semilibertad es otorgada a alguno-as interno-as que cumplieron parte de
su sentencia (sea un tercio o la mitad) . Bajo este régimen regresan a la sociedad "libre"
pero tienen que reportarse regularmente a las autoridades penitenciarias hasta el cum­
plimiento total de su pena.

161 161
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

veredas iba a pisar en horas, minutos. Entonces fui a buscarla. Compartimos


el mismo departamento durante tres años. Tres años durante los que rarísimas
veces volvimos a hablar de la cárcel. De por sí Lude es una persona muy reser­
vada y, sin duda, era doloroso recordar el año y medio vivido en reclusión. Y
nos habíamos hecho muy amigas: había mucho más por hablar.
A medida que pasaba el tiempo, pude observar cuán invisible era
Lude. Si bien mencioné que tenía una personalidad reservada, no dejaron
de sorprenderme detalles de la vida cotidiana que muy pronto asocié a su
experiencia carcelaria. En las partes comunes de la casa no hubo nunca
rastro de ella; parecía que no viviera allí: ni un abrigo, ni una bolsa jamás
quedaron en la sala, ni siquiera había un peine suyo en el baño. El borra­
miento que había sufrido al estar apartada del mundo libre durante die­
ciocho meses seguía surtiendo efecto. El único espacio que hizo suyo fue
su habitación. Esa contrastaba con el orden que dejaba suponer el no dejar
nada en las partes comunes: ahí reinaba más bien un franco desorden pero
todo era suyo, el espacio y los objetos. Al igual que en la cárcel, se distin­
guían el espacio común y el espacio propio, y ambos se regían por reglas
distintas. Además Lude se instaló en esta habitación de una forma que de
repente parecía contradecir el sentido común, pues al llegar acomodó los
muebles {numerosos en un espacio reducido) de una forma que se veía
muy poco práctica : esa fue su forma de apropiarse un espacio íntimo que
volvía a encontrar después de año y medio, un espacio sobre el que, por
fin, podía decidir, y que no tenía que compartir con nadie. La cárcel había
imprimido sus huellas en su cuerpo y sus habitus.
Otro caso es el de Pilar. Después de año y medio vivido en reclusión,
esta española salió absuelta y se fue a vivir con su pareja, un peruano que
conoció en la cárcel. Ya que el propósito de su estadía inicial en Perú era tu­
rístico, visitó Cuzco y apenas había conocido Lima antes de ser arrestada. 1 0
Si bien en los últimos años el aumento de la delincuencia y la inseguridad

10 Pilar fue arrestada junto con su pareja de entonces quien sí pretendía llevar droga de
regreso a España.
La mayoría de las mujeres extranjeras recluidas en Lima lo son por tráfico de droga.
Ellas tampoco conocen la ciudad: varias me confesaron que tenían miedo de salir de
su hotel, o que los miembros de las organizaciones que las habían reclutado no las
dejaban salir de la habitación.

1 62
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

en la ciudad de Lima son innegables {Constant, 2016), este hombre resultó


ser bastante sobreprotector y no ayudó a que Pilar recobrara los gestos ni la
sociabilidad de la vida cotidiana. Como muchos peruanos acomodados, él se
desplazaba en taxi y no usaba transporte colectivo. Nunca lo hizo Pilar tam­
poco. Además, fuera de su casa, las únicas interacciones sociales que tenía,
después de más de un año en libertad, 1 1 eran con una ex interna con la que se
encontraba en cafés de zonas acomodadas de la ciudad. Dado que su pareja
era adinerada, Pilar no tuvo la necesidad -ni las ganas, me dijo- de buscar
trabajo, lo cual hubiera podido representar un medio de nueva socialización.
�en no ha vivido el encierro carcelario difícilmente puede entender los
miedos que experimenta una persona al regresar a la sociedad libre. Desear salir
{más aún en este caso, pues ella era inocente) y a la par temer salir. Una vez
excarcelado, el cuerpo de esta mujer se mantuvo invisible para la sociedad, per­
manente ubicado entre el espacio doméstico y espacios públicos seguros y pro­
tegidos: permaneció en nuevas heterotopías. Fuera de la influencia de su pareja,
Pilar autoprolongó una forma de encierro, de invisibilidad y de borramiento.

CON CLUSIÓN

Por los vínculos que la unen al mundo exterior, que pretende negarla o igno­
rarla y ser a la vez inseparable de ella, la cárcel representa un espacio donde
las utopías resultan ser necesarias para las internas, las cuales forjan una va­
riedad de ellas, donde la primera es el regreso a una vida libre. Aquí vimos
cómo, sin embargo, los cuerpos emisores de estas utopías parecen contra­
dictorios: discursos y prácticas pueden revelarse discordantes, y producen o
prolongan borramientos. Cada uno de los casos analizados demuestra una
forma de borramiento que se ejecuta sobre otros cuerpos o sobre el propio:
inferiorizar y no reconocer en el caso de Freedom; seguir siendo invisible
en el caso de Lude; seguir viviendo encerrada e invisible en el caso de Pilar.
La cárcel violenta los cuerpos física y moralmente; produce en ellos conse­
cuencias inmediatas y posteriores, e imprime huellas que demuestran que
el encierro punitivo, finalmente, resulte imborrable. Ello, sin duda, es el re­
sultado del sistema carcelario, como ideología y en su modo de funcionar.

1 1 Perdí contacto con ella poco más de un año después de que saliera del penal.

1 63
EL BORRAMIENTO DE LOS CUERPOS DESDE LA EXPERIENCIA CARCELARIA

Entre técnicas de adaptación y hasta de sobrevivencia, durante la reclusión


las internas cambian unos habitus que marcan los cuerpos y sus prácticas, y,
en cierta medida, permanecen en ellos después de la experiencia carcelaria.
Las situaciones de encierro y de borramiento en contexto de "libertad",
es decir, fuera de los lugares de encierro oficiales como las cárceles, podrían
dar lugar a una ampliación de los análisis presentados aquí. La ubicación per­
manente de algunos individuos entre espacio doméstico privado y espacios
públicos protegidos y "seguros", es común tanto en vivienda (Bellet Sanfeliu,
2007) como en transporte y en varios ámbitos de la vida social (pensemos
por ejemplo en los clubes sociales que ofrecen restaurantes, áreas recreativas
y deportivas, espacios artísticos, entre otros (Chevallier, 2005)). Esta ubica­
ción que permea los límites de los espacios públicos y privados -como es el
caso dentro de las cárceles, así como lo mencioné al inicio de este artículo­
está íntimamente vinculada con una cuestión de seguridad que planea como
una preocupación permanente en las sociedades latinoamericanas. Los indi­
viduos se desvinculan socialmente reforzando jerarquías globales de poder
(Bauman, 2003). Así como ocurre con los casos de Lude y Pilar, crean nue­
vas heterotopías, nuevas formas de encierro y borramientos. Éstas podrán
ser objeto de estudios ulteriores.

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166
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES
DISCURSIVAS DEL CUERPO, SEXO, GÉNERO, DESEO Y
SEXUALIDAD EN LAS LEYES PENALES
Lucía Núñez Rebolledo

INTERPELACIONES DE G ÉNERO EN LA LEY PENAL

El derecho como producto social y, en específico, el discurso de la ley penal


como producto de luchas políticas, ideológicas y económicas, enmarcadas
en ciertos contextos geográficos e históricos, permite dilucidar que se tra­
ta de un resultado de diversas contiendas de poder en las que se imprimen
acuerdos, tensiones, resistencias y oposiciones acerca de cómo se pretende
instaurar un orden social, de cómo se pretende determinar las conductas de
otros: los gobernados. Aunque con frecuencia la ley no reAeja las prácticas
reales de quienes buscan normar, su función primordial, el fin de la ley, es
precisamente determinar, imponer, interpelar a los sujetos para que estos
realicen determinadas conductas y hasta formas de ser. Bajo esta lectura, la
ley tendría una función entendida como parte de las técnicas de gobierno,
en el sentido lato que menciona Michel Foucault de que éstas buscan formar,
transformar y dirigir la conducta de los individuos: "Una técnica de gobier­
no por la cual los individuos actúan los unos sobre las conductas de los otros
para alcanzar determinados fines u objetivos" (Foucault, 2014: p. 33).
La ley penal no sólo enuncia lo que no se debe hacer, es decir, los supues­
tos de hecho que serán castigados en caso de que se concreten, de ahí que se
habilite la función represiva del sistema de justicia penal. Más allá de esto existe
una función positiva de la ley, la cual opera a manera de contrario. Si la ley dicta
lo anormal, lo prohibido, en forma contraria nos dice qué es lo normal y lo per­
mitido. En el discurso penal, la invocación de lo que no debe ser es la de lo que
sí puede ser, de tal suerte que la prohibición expresa conceptos de bien y mal,

167
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

correcto e incorrecto, aunque se presente en términos de lo dañoso, y de ahí su


discurso legitimador en el sentido de la protección de los demás.
El derecho 1 como tal tiene un papel fundamental en la diseminación y
permanencia de prácticas e ideologías. Además, al ser resultado de contiendas
de poder también tiene un rol fundamental en la (re)producción de relaciones
de dominación. Louis Althusser (2005) expuso que el derecho es un destacado
aparato ideológico del Estado. Es así que se puede afirmar que, entre los discur­
sos que emanan de la estructura estatal jurídica, el del derecho penal es singular
al administrar el monopolio de la violencia llamada legítima.
A partir de los discursos de las leyes penales se pone en acción una serie
de dispositivos y mecanismos en torno al tema de la delincuencia. El código
penal es un discurso normativo que regula el poder punitivo de un Estado,
el cual es variable a partir de determinadas ideologías que postulan valores
e intereses de acuerdo a situaciones concretas de carácter histórico, geográ­
fico, económico y político. Si seguimos lo afirmado por Althusser, se pue­
de vislumbrar que dichas ideologías tienen la función de (re)producirse y
constituir subjetividades. Toda ideología tiene la función de constituir a los
individuos en sujetos a partir de lo que Althusser llamó interpelación.
De lo anterior se deriva aquí la afirmación de que el discurso de la ley
penal, más allá de su poder represivo, entraña un poder positivo (producti­
vo) que interpela, es decir, convoca determinadas subjetividades de género
a través de lo que denomino coordenadas discursivas de subjetivación de gé­
nero. Estas hacen referencia a una gradación que toma como referencia el
alejamiento o acercamiento de las categorías de Hombre y de Mujer. Se trata
de una taxonomía de actos que impone el texto cuando invoca cierta forma
de actuar o no actuar y que se encuentran anudados a sanciones específicas
que marcan de manera graduada lo que es correcto, debido, normal o anor­
mal en los sexos. Mas se trata también de emplazamientos en los cuales los
cuerpos se desempeñan, sitios materiales donde estos se deben comportar

1 Raúl E. Zaffaroni (2009) dice que cuando se hace referencia al derecho penal se lo hace
de manera unívoca. Coincido con la observación de Zaffaroni pero además creo que su
razonamiento también aplica en cuanto al derecho en general. Por ello, me parece per­
tinente aclarar que en este texto cuando haga referencia al "derecho� me referiré a él en
sentido amplio como lo hace Foucau!t ( 1 992: pp. 1 47- 1 6 1 ) , es decir, no sólo a la ley sino
al conjunto de aparatos, instituciones, reglamentos que se aplican al derecho.

1 68
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

de determinadas maneras aun en contradicción o incompatibilidad consigo


mismos; lugares abiertos o cerrados, medio abiertos o medio cerrados. En
esos sitios, los cuerpos también se hallan ubicados mediante coordenadas
de subjetivación de género, son heterotopías, el otro lugar, como lo señala
Foucault (2010a). En realidad, una heterotopía clásica del mundo actual son
los juzgados, más concurridos que las cárceles, a donde acuden personas de
diversas procedencias y condiciones (libres y presos, policías, jueces, acusa­
dores y acusados, testigos, litigantes y clientes, inocentes y culpables, peritos
y técnicos de distintos saberes, etc., pero en realidad todos están ahí bajo una
obligación); es "un espacio absolutamente diferente" (Foucault, 2010: p. 21).
Ahí, en ese lugar, cada cual tiene un sitio señalado dentro de unas coordena­
das de subjetivación de género como si fuera un confinamiento. No es una
prisión, pero es un encarcelamiento de comportamientos y formas asignados
a cuerpos sexuados. Cada cual según su sexo es interpelado de una corres­
pondiente forma y la respuesta a esa interpelación se espera también acorde
con el sitio que se le ha asignado dentro de esas coordenadas, con indepen­
dencia de la función específica que asuma dentro de los procesos judiciales.
En relación con la interpelación es oportuno compartir la observación
hecha por Judith Buder (1997) cuando expone la necesidad de hacer una
revisión de este concepto. El individuo debe atender el llamado de quien
interpela -dice Althusser-, lo cual explica a través del citado pasaje en el que
un policía se dirige a un peatón: "¡He, usted oiga !"; este último, en respues­
ta, en atención y/o reconocimiento del llamado, se vuelve, se gira y por tal
motivo se constituye en sujeto. Así, el sujeto es constituido en el momento
del llamado, de esa forma se postula una voz que trae al sujeto a la existencia
(Buder, 1997: p. SO). Los sujetos son seres interpelados que dependen de
la llamada de Otro para existir. Un cuerpo al que no se le ha dado ninguna
definición social es un cuerpo, estrictamente hablando, inaccesible, su acce­
sibilidad dependerá de una interpelación que no descubre al cuerpo sino que
lo constituye.
Sin embargo, y trascendiendo a Althusser, Buder (1997) afirma que la
interpelación no debe considerarse como una relación diádica, por lo que
conmina a considerar las situaciones en las que uno es nombrado sin dar­
se cuenta. Esta afirmación la ejemplifica con la idea del nombre que todos
poseemos, es decir, nuestro nombre nos constituye socialmente y tal cons­
titución social tiene lugar incluso sin que nos demos cuenta: "uno puede

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REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...
--- - - - - ----- - - -- - - - · ---- - -- -- -- - ·- · ·--- ·-- ··-· ----------

encontrarse con su yo constituido por sorpresa, con preocupación o con pla­


cer, incluso con horror" (Butler, 1997: p. 58). Dice Butler que tal constitu­
ción no se encuentra en una apropiación reflexiva sino más bien en una "ca­
dena de significación que excede el circuito de conocimiento de sí mismo".
Así, la acción que propone Althusser de giro o de reconocimiento del llama­
do y/o interpelación se torna prescindible,2 "el sujeto no siempre necesita
girarse cuando es llamado para poder ser constituido en tanto que sujeto,
y el discurso que inauguró al sujeto no necesita en absoluto tomar la forma
de una voz". "El tiempo del discurso no es el tiempo del sujeto" (Althusser,
1997: p. 58). La interpelación, por tanto, según Butler, debe disociarse de
la voz para que, de esa manera, se transforme en instrumento y mecanismo
de discursos cuyas eficacias no se pueden reducir al momento de la enuncia­
ción, por ejemplo, en el caso del lenguaje escrito.
En la ley penal el sujeto hablante aparece velado, repentinamente po­
dría confundirse con el tipo de discurso en el que el nombre interpelativo
aparece sin hablante, pareciera que el propio texto de ley es quien habla, sin
un sujeto que hubiera creado dicho discurso con intención e ideología con­
cretas. Pasa por momentos desapercibido que las normas jurídicas (penales)
tienen ciertos fines o valores hacia los cuales se orientan. Así, la estructura de
la norma jurídico-penal se constituye por un supuesto de hecho, una acción
que traerá como resultado determinadas consecuencias jurídicas ( penas y
otras sanciones), pero entre estas dos se oculta o no se hace evidente el llama­
do, la interpelación al deber ser, el prototipo que nos invoca la norma. En ese
sentido, ¿ cómo se debe actuar según los mandamientos de la ley soberana?;
¿cómo se deben constituir o se constituyen los sujetos sexuados en sujetos de
género según la ley ?; ¿ cómo es que el discurso penal invoca subjetividades
de género ?
Los cuestionamientos planteados parten de entender al género como
lo propuso Teresa De Lauretis (2000) quien explica que esta noción debe

2 Un ejemplo importante mencionado por Butler y que funciona muy bien al trasladarlo
al tema de la ley penal en ejecución (sentencia judicial) es el siguiente : "uno es llamado
por ese nombre y se gira para protestar contra ese nombre": "¡Yo no soy ése, te has debido
equivocar ! " Sin embargo "ese nombre continúa ejerciendo una presión sobre uno, que
siga delimitando el espacio que uno ocupa, construyendo una posición social. Indiferente
a tu protesta, la fuerza de interpelación sigue trabajando" (Butler, 1 997: p. 6 1 ) .

1 70
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

concebirse más allá de su artificial anclaje en las diferencias sexuales, lo cual


ha limitado su análisis como medio de construcción de subjetividades, ya
que un sujeto constituido en el género lo ha sido no sólo a partir de tales
diferencias sexuales sino también a través de representaciones lingüísticas,
culturales y, por ende -yo añadiría-, ideológicas. Es decir, las diferencias
sexuales no son la única fuente artificial del género, sino que este es tam­
bién producto de determinada cultura, lenguaje e ideología. Sí, analizar las
relaciones de género como producto de la ideología de género descarta la
idea de que las relaciones entre hombres y mujeres hayan sido socialmente
constituidas para perpetuar el dominio masculino, lo cual permite vislum­
brar cómo hombres y mujeres son igualmente generados, pero con asimé­
tricas consecuencias materiales y psicológicas significativamente diferentes
(Barriteau, 2003 ).
En la línea de De Lauretis el género no se analiza como una corporeidad
sino como un conjunto de efectos producidos en los cuerpos, los compor­
tamientos y las relaciones sociales. Entender el género como una represen­
tación o autorepresentación resultado de diversas tecnologías sociales y dis­
cursos institucionalizados, permite afirmar que el discurso de la legislación
penal es parte de una de esas tecnologías, es decir, se puede analizar el discur­
so de la ley punitiva como integrante de la tecnología de género.

BIOP OLÍTICA, SEXUALI DAD Y LEYES PENALES

Dice Foucault que la sexualidad está en órbita de un control disciplinario,


individualizador, pero que se inscribe y tiene efecto por sus consecuencias
procreadoras en unos procesos biológicos amplios que ya no conciernen al
cuerpo del individuo sino a la población: "La sexualidad se encuentra preci­
samente en la encrucijada del cuerpo y la población. Compete por tanto a la
disciplina pero también a la regularización" (Foucault, 2000: p. 227).
La sexualidad como medio de control de la reproducción y la familia,
en el que el cuerpo de la mujer juega un papel protagónico y en donde se im­
plica el cuerpo, el sexo, el género y el deseo de los individuos, es un tema de
la biopolítica, la cual ya no sólo dirige y gobierna al cuerpo-individuo sino al
cuerpo en tanto especie (Foucault, 2000). Se trata de la "racionalización de
los problemas que plantea la práctica gubernamental y que está relacionada
con fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como

171
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

población" (Foucault, 20 10b: p. 866). Así, el dispositivo de sexualidad fun­


ciona tanto en la anatomía política de los cuerpos (Foucault, 2008) como en
la biopolítica.
La sexualidad está marcada por el género, dicha marca es resultado de la
matriz de inteligibilidad en la que se establecen relaciones coherentes y con­
tinuas entre sexo/género/práctica sexual y deseo (Buder, 2007), donde los
cuerpos son producidos y normados. La biopolítica estaría en concordancia
con dicha matriz (re)produciendo no sólo coherencia y continuidad sino,
paradójicamente, al mismo tiempo, sus discontinuidades. Las constituciones
subjetivas también se dan a partir de exclusiones, se es en tanto no se es otro.
Judith Buder expone que la construcción de sujetos de género opera
"apelando a medios excluyentes", "de modo tal que lo humano se produce no
sólo por encima y contra lo inhumano sino a través de una serie deforclusio­
nes, de supresiones radicales a las que se les niega, estrictamente hablando, la
posibilidad de articulación cultural" (Buder, 2008: p. 26).
En tal sentido, y si se retoma lo propuesto al inicio en cuanto a consi­
derar a las leyes como técnicas de gobierno, es claro que éstas condensan
relaciones de poder. Del análisis discursivo que se emprenderá más adelante
se pone de manifiesto un fino mecanismo de protección para los hombres,
quienes aparecen representados discursivamente como los "protectores" de
las mujeres. "Proteger al protector" es el fundamento discursivo de la ley
penal y, por esta vía, "proteger" a las mujeres, lo cual implica su sujeción a un
estatus de desposeídas más que de excluidas. De nuevo, Teresa de Lauretis
resulta brillante para exponer el punto:

El feminismo descubrió la inexistencia de la mujer, o, mejor dicho, la pa­


radoja de un ser que está ausente y a la vez prisionero del discurso, sobre
quien se discute constantemente pero permanece, de por sí, inexpresable ;
un ser espectacularmente exhibido, pero a la vez no representado o irrepre­
sentable, invisible, pero constituido como objeto y garantía de la visión : un
ser cuya existencia y especificidad al mismo tiempo se afirman y niegan, se
ponen en duda y se controlan (De Lauretis, 2000: p. 1 1 1 ) .

D e cal manera y como parce de una biopolítica que s e pone en práctica, aun­
que no sólo, con ayuda de las leyes como técnicas de gobierno, la califica­
ción de los sujetos de derecho en cuanto a las diferencias de sexo nunca fue

172
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

universal ni aun en el mero discurso, por mucho que éste siga pretendiendo
serlo. Puede ser que las demás diferencias de poder como las de clase, cultura,
edad y etnia, sean menos evidentes, por lo menos en lo que al discurso de la
ley penal se refiere; sin embargo, existe una cuestión de importancia política
que es difícil de ocultar en el discurso "universal" de la ley penal, me refiero a
la sexualidad y todo lo que ello representa y que deriva principalmente en la
capacidad de reproducción de las mujeres.
La denominada criminología crítica (Baratta, 1986; Bergalli, 1983) ya
hacía una reflexión al respecto, distante de los análisis en los que se explica­
ba la criminalidad de las mujeres como resultado inherente a su sexo o en
relación con él. La perspectiva en la definición del delito como un producto
histórico, social y cultural permitía reflexionar de manera distinta la variable
del sexo en la delincuencia.
La concepción que se tiene de lo que es y debe ser el Hombre o la Mujer
está ligada con la idea de lo que es un delito, en especial en aquellos relacio­
nados con la sexualidad y, por tanto, con la familia, con el cuerpo y con el
honor.
Los hombres y las mujeres que no se comporten o representen al
Hombre y a la Mujer en determinadas circunstancias o supuestos de hecho
regulados por la ley del Estado serán presumiblemente delincuentes. Los ti­
pos penales están prescritos de acuerdo con las clasificaciones identitarias
hegemónicas vigentes. Por tal razón, el cómo se defina al delito, el estatus on­
tológico que se le adjudique a éste, tiene importancia en virtud de que sólo se
puede hacer un análisis crítico de género deconstruyéndolo -deshaciendo el
género- (Butler, 2006) y deconstruyendo la categoría de delito.
El análisis de la producción de género a través del discurso jurídico­
penal parte de desentrañar sus racionalizaciones, pero también, como se ha
planteado, las interpelaciones del discurso a determinadas prácticas de géne­
ro, deseo y sexualidad.
Dichas interpelaciones son planteadas a manera de prohibiciones y,
dentro de éstas, surge la benevolencia de ciertas conductas, se trata de dos
caras de una misma moneda. Además, hay que considerar los anteceden­
tes e implicaciones en la producción de las representaciones discursivas del
Hombre-víctima-victimario-delincuente y de la Mujer-víctima-victimaria­
delincuente. Es así que se describen las conductas y formas de ser conside­
radas aberrantes. De ahí que su opuesto, lo que "debe ser" -por ejemplo, la

1 73
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

idea o el prototipo de Mujer u Hombre-, no aparezca textualmente aunque


siempre una y otro sean interpelados. Bajo este esquema se hacen visibles las
coordenadas de subjetivación de género que se refieren a una gradación dis­
cursiva de formas de ser: entre más alejado se encuentre el sujeto discursivo
de su propio referente categorial Hombre o Mujer, más proximidad tendrá
con lo "anormal" ; a su vez, entre más cercano se encuentre el sujeto de dichas
categorías, mayor será su cercanía con lo "normal". Así, el discurso de la ley se
constituye como una tecnología de género (De Lauretis, 2000).
Al determinar las atenuantes y agravantes de los delitos se marcan los
grados de aceptación o rechazo de ciertas conductas y formas de ser, de tal
forma que de manera simbólica se encuentra descrita una serie de grados en
los que se definen a los individuos.

EMPLAZAMIENTOS Y B O RRAM IENTOS DEL CUERPO

En el Código de 1871 (primer código penal mexicano) el delito de violación


se encontraba ubicado en el título sexto denominado "Delitos contra el or­
den de las familias, la moral pública o las buenas costumbres". Es necesario
tomar en cuenta el título en el que es ubicado un tipo penal en virtud de
que es el que indica cuál es el bien jurídico que se dice tutelar. En el código
de 1929 ese delito se inscribe en el título decimotercero llamado " Delitos
contra la libertad sexual", sin embargo el contenido es aproximadamente el
mismo. En realidad, los delitos de estupro3 y violación están relacionados
con la libertad, lo cual no era visto así en 1871 cuando todavía se arrancaba
de las legislaciones que proclamaban proteger un orden familiar, unas bue­
nas costumbres y una determinada moral pública.
En cuanto al bien tutelado, el liberalismo español de 1822 no difería
del postulado imperial francés de 181O, pero doce años después de la pro­
mulgación del código penal de Napoleón l. Mas el positivismo de 1929, con
su pretendida modernidad, no cambió la vieja idea de la protección de la
familia, la moral y las buenas costumbres, aunque el postulado era otro: la
libertad.

3 En los códigos recientes, el estupro se refiere exclusivamente a la m enor o el m en or


de edad.

174
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

Este viraje conceptual que va desde la manifestación de la protección


jurídico-penal de la familia, la moral y las buenas costumbres hasta la liber­
tad sexual se relaciona con la biopolítica, la cual se ubica como un proceso
aproximadamente identificable en la segunda mitad del siglo XVIII.
La nueva racionalidad que emerge no es ya la del orden de las familias,
la moral o las buenas costumbres sino la de los derechos, lo cual aparece de
manera nítida en el código de 1929 donde se protege el derecho a la libertad
sexual de las personas. Un nuevo discurso jurídico marcado claramente por
pretensiones científicas.
La libertad sexual planteada en el discurso prohibitivo de la ley penal
no se entiende en términos positivos, es decir, en la potestad de ejercer la li­
bertad sexual sino en la obligación de no lesión de tal derecho. Sin embargo,
tal obligación de no lesión está sujeta a otros valores que en el supuesto de
que estos se encuentren en riesgo la obligación de no lesión se relativiza. Las
gradaciones en las penas, las atenuantes y agravantes del acto ilícito ligadas a
circunstancias de hecho y a los medios de prueba derivados de las periciales
que examinan no sólo los actos castigados, sino el ser de los sujetos a proceso
penal, además las excluyentes y eximentes de responsabilidad de los delitos,
marcan toda una gama de grados y emplazamientos discursivos de los cuer­
pos sexuados.
Foucault (2010a) señala que los emplazamientos se definen por rela­
ciones de vecindad entre puntos o elementos que formalmente se pueden
describir como series o cuadrículas. El problema de los emplazamientos tam­
bién consiste en saber "qué tipo de localización, de clasificación de los ele­
mentos humanos se deben mantener preferentemente en tal o cual situación
para alcanzar tal o cual fin. Estamos en una época en la que el espacio se nos
da en forma de las relaciones de emplazamiento." (66)
Ante tal propuesta, ¿se pueden pensar los emplazamientos en un nivel
discursivo?, es decir, ubicaciones de las formas de ser de los sujetos sexuados
en el discurso en consonancia con la matriz de inteligibilidad. Por ejemplo, si
a partir de las interpelaciones del discurso se emplaza a los cuerpos, se puede
ver de forma más clara, en cuanto al ya derogado delito de rapto, que lo que
estaba implícitamente protegido a través de la ley no era en sí la libertad de
la mujer. La honra de la familia y la función de las mujeres en la sociedad se
sobreponían a su libertad. Así se vislumbra cómo las mujeres son sujetadas a
la familia y a la sociedad, su "libertad" depende del valor social supremo que

175
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO•..

le es adjudicado como sujetos de intercambio (Rubin, 1986) y por esa vía


conductoras de parentesco. Eso sí, bajo ciertas reglas, uno no puede llegar y
tomar a la mujer de otro, ya sea del padre, del hermano o a la de quien funja
en el lugar del paterfamilia. El cuerpo de la mujer resulta así emplazado en
el espacio público, su cuerpo es de interés y dominio público, la familia y la
sociedad deben y están autorizadas para controlar sus relaciones sexuales.
Ellas, las mujeres, no pueden consentir libremente sobre su cuerpo.
Sin embargo, es a partir de la misma ley que también surgen contraespa­
cios "impugnaciones míticas y reales del lugar donde vivimos", "esos espacios
diferentes" (Foucault, 2010: p. 21). El contraemplazamiento se produciría
cuando ese discurso que pretende regular las sexualidades de los sujetos es
utilizado como medio de ruptura, de discontinuidad al emplazamiento ori­
ginario, como cuando la figura del tipo penal de rapto podía ser también
utilizado como medio de quiebre y contravención de los mandatos sociales
y familiares que capturaban a los cuerpos de los amantes y de las relaciones
sexuales prohibidas por las familias.
Los códigos penales precedentes (1871, 1929) y el vigente (1931)
eran claros en cuanto al sexo de los protagonistas de las hipótesis penales.
Como se verá en el apartado siguiente, con el fin de utilizar un lenguaje
pretendidamente neutral, se suprimió la palabra mujer de varios tipos pe­
nales que continúan vigentes; por ejemplo, en el delito de estupro (1931,
arts. 262 y 263) ya no aparece más la palabra mujer como antes en el có­
digo de 1929. Sin embargo, ese borramiento discursivo del cuerpo de las
mujeres queda subsumido en una realidad que no es neutral en cuanto a la
relación entre los sexos y, por ende, en cuanto al género. El cuerpo de las
mujeres está entre líneas del discurso como algo que desaparece del tex­
to pero que sigue emplazado como ese cuerpo ineludiblemente marcado
por el género. Lo mismo ocurre con el cuerpo masculino, al cual se le em­
plaza como superior o con atributos valorados de manera superior. Para
ser Hombre se debe tener la capacidad de prometer, engañar, seducir. Las
mujeres no seducen, son engañadas con promesas de matrimonio. Así son
emplazados los cuerpos generizados.

176
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

ANÁL I S I S DE LAS LEYES PENALES, EL G ÉNERO EN L O S DELITOS DE


RAPTO -ESTUPRO -VI O LAC IÓN

Para ensayar el análisis discursivo del tipo penal de violación es necesario


verlo dentro de un conjunto de delitos: rapto, estupro y violación, así como
con sus antecedentes en los códigos de 1871, 1929 y hasta el actual código
penal que data de 1931 con sus reformas, pues si se analiza de manera aislada
sería imposible advertir las conexiones discursivas de un tipo a otro pero, lo
más importante, no se haría evidente la ideología de género, ni las coordena­
das discursivas de subjetivación de género, ni los emplazamientos y borramien­
tos del cuerpo a los que he hecho referencia. Por ello, antes de revisar el tipo
penal de violación habrá que abordar el tipo de rapto; 4 sobre todo, aquél que
tenía propósitos sexuales.
En 1871 se abarcaba dentro del delito de rapto "a quien contra la volun­
tad de una mujer se apodera de ella y se la lleva con violencia física o moral,
engaño o seducción, para "satisfacer algún deseo torpe o para casarse" (CP,
1871, art. 808), y tenía una pena de 4 años de prisión (CP, 1871, art. 809),
pero si además del rapto había violación, aplicaba la regla de acumulación de
delitos. 5 Ese mismo castigo se aplicaba a "quien rapte solo con seducción con
el consentimiento de la mujer si esta fuere menor de 16 años" (CP, 1871, art.
810). Aquí la seducción se consideraba tan sólo porque la raptada fuera me­
nor de la edad señalada (CP, 1871, art. 811 ). Cuando el raptor se casaba con
la raptada ("mujer ofendida") no había proceso penal si no se declaraba nulo
el matrimonio (CP, 1871, art. 813). Se entendía que el matrimonio de una
menor de 20 años requería aut.orización de sus padres (Ley del Matrimonio
Civil, 1860: 6), por lo cual el casamiento era el "perdón" de la consumación
de una relación no autorizada previamente por los padres de una menor, o
era, para las mayores de edad, una forma de regularizar dicha relación. El
rapto de cualquier mujer implicaba una mácula en su ser mujer soltera al
mismo tiempo que un acto prohibido. Realizado el rapto, la ofendida seguía
siéndolo, a menos que se casara con el raptor como una forma de escapar de

4
El rapto no existe más en el código penal federal vigente.
5
" ... si á más del rapto hubiere violación, se acumularán los dos delitos", señalaba en
la exposición de motivos el presidente de la comisión redactora (Martínez de Castro,
1876: p. 54).

177
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...
------ -- ---------

tal mácula. La solución penal, es decir, el matrimonio con el raptor, satisfacía


a la familia de la ofendida independientemente del deseo de la mujer raptada
y, por esa vía, a la sociedad en general, la cual ya no podía condenar infor­
malmente el rapto en el sujeto de la ofendida, sino admitir la extinción de la
falta del raptor y, consecuentemente, aceptar al nuevo matrimonio como si
se hubiera producido con la previa aceptación de ambos contrayentes y de
sus familias. En otras palabras, la ofendida no salvaba su "deshonra" a menos
de que se casara con el raptor, con lo cual carecía de libertad de hacer su vida
normalmente a pesar de haber sido sujeto pasivo de un delito. Si se casaba
con el raptor era afectada en su libertad; si no lo hacía, también, pues su vida
social era alterada por haber perdido su virginidad; se exponía a una situa­
ción de "muerte civil". Sin embargo, el rapto podía también ser la solución
de noviazgos no admitidos por los padres de la joven mujer, en cuyo caso
la legislación penal se convertía en un instrumento de la libertad, siempre
que los padres de la menor de 20 años admitieran el casamiento antes que la
deshonra pública y la "muerte civil" de la hija.
En tal sentido, las menores de 16 años son representadas como seres
imposibilitados para el deseo sexual pues su ionsentimiento no es válido
para efectos de la ley penal pues es ésta quien habla por la víctima en aras de
su "protección", ya que también se aplicaba castigo a "quien rapte solo con
seducción con consentimiento de la mujer si esta fuere menor de 16 años"
(CP, 1871, art. 8 13). Es decir, se seguía configurando el delito de rapto aun
sin violencia física y con el consentimiento de la mujer raptada. Sin embargo,
el poder de sujeción de la ley hacia las mujeres como seres destinados para el
casamiento y la reproducción de la especie en el seno de la familia se avista
cuando más adelante se aclara que si el raptor se casaba con la mujer raptada
("mujer ofendida" ) no había proceso penal si no se declaraba nulo el matri­
monio (CP, 187 1, art. 8 13).
Así se sobreponía el honor de la familia y la preservación de dicha insti­
tución a la pretendida protección de las menores. Como se ve, el liberalismo
mexicano no reivindicaba la libertad de las mujeres sino la integridad de la
familia tradicional y las " buenas costumbres" con una acentuada minusvalía
de las mujeres.
Aunque la reparación de daños y perjuicios es incorporada al Código
de 1871 mediante la "responsabilidad civil en materia criminal" ( 1 87 1 :
Libro Segundo), quedaron expresamente exceptuados los delitos de estupro

178
HETEROTOPÍ AS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

y violación: "La práctica de nuestros tribunales en materia de estupro [ ... ]


adoptó las disposiciones del derecho canónico, conforme a las cuales se obli­
ga al estuprador a casarse con la estuprada o a dotarla, imponiéndose en este
segundo caso alguna pena ligera" (Martínez de Castro, 1 876: p. 34). Bajo esta
crítica, el legislador liberal consideraba que con la "notoriamente injusta"
disposición del derecho canónico, "sería tan delincuente la estuprada como
el estuprador y no habría justicia para premiar a aquella y castigar a este obli­
gándolo a casarse o a dotarla" (Martínez de Castro, 1 876: 35). Sin embargo,
existen, según el mismo redactor del Código de 1 87 1 , otras motivaciones
para despojar a la ofendida del "derecho" de exigir, "como reparación de su
honor, que se case con ella o la dote el que la haya violado o seducido" ( 1 87 1 :
p. 3 1 2): "un enlace contraído por la fuerza, un matrimonio que ha tenido
por origen la falta de pudor y de recato de una mujer, no puede producir
sino desamor y desprecio en el marido y la desgracia de ambos cónyuges y
de sus hijos; porque no puede ser casta esposa ni buena madre la que ha
sido antes liviana" (Martínez de Castro, 1 876: p. 35). El citado artículo 3 1 2
equiparaba la violación con el estupro en cuanto al aspecto de reparación de
daños y perjuicios, lo cual era explicado por el redactor de la ley de esta ma­
nera: "esto acaso aparecerá injusto a primera vista, pero no lo es en realidad:
porque si bien es cierto que falta la voluntad de la mujer violada, eso mismo
la haría más infeliz en el matrimonio que contrajera con el que la violó, y éste
resultaría premiado; pues conseguiría por su delito, la mano de una mujer de
que no era digno y que tal vez había solicitado en vano". También argumenta
el redactor del código el porqué se elimina, no sólo el matrimonio obligado
para el estuprador o violador sino también toda forma económica de repara­
ción de daños: "pagar con dinero una cosa tan inestimable como la honra, es
degradarla y envilecerla" (Martínez de Castro, 1 876: p. 35). En realidad, la
nueva legislación mexicana despojaba a la mujer estuprada o violada sólo de
la posibilidad de exigir matrimonio o dote al estuprador o violador, es decir,
alguna forma de reparación del daño, puesto que -como hemos visto- el
rapto-violación no era delito si sobrevenía el matrimonio, lo cual indica que
se trataba de una figura legal en la cual el actor (hombre) de la conducta
ilícita tenía que estar de acuerdo con el casamiento con el sujeto pasivo del
mismo delito (mujer) pero no podía ser obligado al mismo ni al pago de
daños conforme a las nuevas responsabilidades que incluía el código penal.
Así, bajo la nueva responsabilidad civil en materia criminal, las mujeres eran

179
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

tratadas en forma por completo diferente cuando eran víctimas de un delito


sexual que en cualesquiera otras circunstancias o, en otras palabras, las reglas
de la reparación del daño operaban para los delitos en general, excepto exclu­
sivamente en estupro y violación.
En México, en 1871, el rapto-violación no era motivo de un procedi­
miento criminal si sobrevenía el matrimonio (CP, 1871, art. 8 13) ya fuera la
raptada menor o mayor de edad. Tenemos aquí una modificación de los cri­
terios penales en cuanto a la violación que acentúa la exaltación de la fami­
lia tradicional frente a la libertad. El ideal de familia y las buenas costumbres
estrictamente liberales no admitían mayor libertad a las mujeres que cuando
el incipiente y titubeante liberalismo español alcanzó a expedir su legislación
penal. El liberalismo triunfante en México, en medio de su inmenso conflicto
con la Iglesia Católica y la creación de las nuevas instituciones civiles, no se
planteó superar el estado de sometimiento de las mujeres, sino que, en el aspec­
to que hemos analizado, acentuó el carácter que se le había asignado durante el
dominio monárquico no obstante la institución civil del matrimonio. 6
El permiso de rapto-violación de una mujer con fines de casamiento
podía dar a la raptada la libertad de escoger marido, pero el fondo del asunto
en realidad implica que toda mujer debe tener justamente un marido, re­
quiere siempre de un protector, que si no es el padre, la madre viuda o un
tutor, ya sea institucional o personal, tiene que ser un esposo con la voluntad
y propósito de fundar una familia. Los valores de virginidad y castidad están
asociados al matrimonio necesario de toda mujer a partir de cierta edad pero
expresan algo mucho más trascendente: el emplazamiento de las mujeres
desde la visión masculina de la ley penal. La virginidad y la castidad son valo­
res femeninos impuestos originalmente por quienes los exigen, los hombres,

6 "�e la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la


perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo
y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a una persona que nos apoya y
defiende [ ... ] � decía el artículo 1 5 de la Ley del Matrimonio Civil del 23 de julio de 1 859,
el cual debía leerse en los actos de casamiento, conocida como Epístola de Melchor Ocam­
po, vigente en la práctica hasta hace poco (Ley Sobre el Matrimonio Civil, 1 860, art. 1 5).
El divorcio y "la acción de adulterio" por parte de la mujer se encuentran en esta misma ley
( 1 860, arts. 23 y 24), donde también se incluye como causa legítima de divorcio "la cruel­
dad excesiva" como una forma de justificar la crueldad a secas ( 1 860, art. 2 1 ) .

1 80
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

en especial los hombres en posiciones dominantes.


En el delito de rapto se construye discursivamente al delincuente raptor
con una excepción que lleva una fuerte carga de género ligada al matrimo­
nio, con la cual el victimario puede no ser delincuente, no por un "perdón"
sino por una acción que atañe a una decisión personal, posterior a la acción
prohibida, en su carácter de Hombre. La Mujer se construye discursivamen­
te como una persona pasiva. La ley penal dicta, así, al Hombre-victimario y
a la Mujer-víctima bajo una nítida manifestación de la ideología de género.
En el código federal mexicano vigente ya no existe el delito de rapto7
pero su contenido había sido aproximadamente incorporado como delito
de privación ilegal de la libertad con "el propósito de realizar un acto sexual"
( CP, 1931, art. 365-bis ), el cual tenía una pena de uno a cinco años de pri­
sión. Ya no había la salida del casamiento del raptor con la raptada pero se
establecía que si aquél restituía la libertad de la víctima dentro de los tres días
siguientes sin haber practicado el acto sexual, la sanción era de un mes a dos
años de prisión (CP, 1931, art. 365-bis), con lo cual el sujeto activo del delito
tenía la posibilidad de no cumplir su pena en prisión según otras reglas del
procedimiento penal. A pesar de los cambios en el código federal, 8 aún en
muchas legislaciones penales de los estados y la Ciudad de México, que con­
servan al menos en parte el modelo del código de 1931, la privación ilegal de
la libertad con propósito sexual es castigado con una pena menor e, incluso,
si el acto sexual no se consuma, la pena se reduce aún más. Así, el conteni­
do no lo determina el agravio inicial contra la libertad sino el propósito de
la acción delictiva y una situación posterior a la misma definida como acto

7
Se trata de los artículos 267 al 271 derogados mediante decreto publicado en el Dia­
rio Oficial de la Federación del 21 de enero de 1991. Hasta entonces, el rapto se defi­
nía: "Al que se apodere de una mujer, por medio de la violencia física o moral, de la
seducción o del engaño, para satisfacer algún deseo erótico-sexual o para casarse''. Había
también rapto cuando el raptor usara sólo "la seducción y consienta en el rapto la mujer
si ésta fuere menor de dieciséis años� La seducción se presumía por el sólo hecho de la
minoría de tal edad. El casamiento era una excusa absolutoria (CP, 1931, ares. 267, 268,
269, 270, 271).
8
La derogación de este artículo en el Código Penal Federal fue publicada en el D.O.F.
el jueves 14 de junio de 2012, con lo cual una privación de la libertad aun con propósito
sexual caería dentro de las reglas del artículo 364 o del 366 del mismo código, según
correspondiera.

181
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

sexual. El raptor es Hombre, la víctima es Mujer, tal es el entendido de este


delito desde su construcción, por lo que todas las excluyentes y atenuantes
están también dirigidas al hombre que rapta, es decir, que priva de la liber­
tad a una mujer con intención sexual. Se trata entonces de una privación de
la libertad diferente a cualquier otra que se realice con independencia del
propósito concreto de la misma, sellada por un fin sexual que justamente
determina dicha diferencia. El cuerpo de la mujer marcado por el género se
configura como objeto de violencia sexual justamente por su condición de
género. Todo ha cambiado pero no ha cambiado del todo: la virginidad y la
castidad no son valores expresamente proclamados como en el siglo XIX y
antes, pero siguen implícitos en la norma penal al permitir un cumplimiento
de la pena en libertad cuando no exista el acto sexual, materia fundamental
del delito antes que el atentado contra la libertad de una mujer.
El positivismo expresado con mayor empeño en el código de 1929 se re­
fiere a los actos contrarios a la libertad sexual, es decir, a la libre opción de las
personas para tener o no tener relaciones sexuales. Ya no es un determinado
orden familiar el que ha de ser tutelado mediante la prohibición del estupro
y la violación porque la sociedad ya es diferente, es decir, no es feudal en sus
formas de dominación. En otras palabras, la violación y el estupro no se ana­
lizan como algo contrario a la familia y las "buenas costumbres" sino como
agravios contra cualquiera. Sin embargo, el contenido fundamental de los
delitos de estupro y violación seguía siendo el mismo en el Código de 1929 a
pesar de la proclamación del cambio en el bien jurídico tutelado.
En 1871 el elemento del tipo penal es la cópula con mujer menor de 14
años "casta y honesta" empleando la seducción o el engaño para alcanzar su
consentimiento (CP, 1871, arts. 793). En 1929, dicho elemento es la cópula
con mujer menor de 18 años que "viva honestamente" si se ha empleado la
seducción o el engaño, mas si la víctima tuviere menos de 16 años, se enten­
dería que el victimario empleó la seducción o el engaño; además, si la víctima
era virgen ("ser doncella la estuprada" ) se aplicaba una agravante (CP, 1929,
arts. 851 y 853). La "seducción" y el "engaño" se presentan, así, como un atri­
buto de los hombres dentro del orden de género. Son los dominantes en las
relaciones entre los sexos, los fuertes, los protectores de las mujeres, quienes,
si al abusar de su capacidad seductora trasgreden los términos de las rela­
ciones sexuales "normales" y "permitidas': deben enfrentar las consecuencias
previstas en la ley del Estado. Las mujeres no "seducen" ni pueden "engañar"

182
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

con falsas promesas matrimoniales a ningún hombre, al menos a ninguno


menor de 18 años y, si lo hacen, no puede haber delito alguno puesto que
tal conducta no es la esperada de las personas de su sexo. �enes eligen
con quién casarse son los hombres, ellos son los que fundan las instituciones
familiar y de parentesco, las mujeres son sujetos pasivos que esperan ser ele­
gidas por los hombres para el casamiento.
En 1871 las penas iban de ocho años de prisión cuando la menor tuvie­
ra menos de diez años de edad a 4 años de cárcel cuando la víctima tuviera
más de diez años de edad, pero si la víctima fuera mayor de 14 años y el
estuprador (mayor de edad) hubiera dado promesa escrita de matrimonio
pero se negara a cumplirla, entonces la pena se reducía a arresto9 de cinco a
once meses (CP, 1871, art. 794). En 1929 las penas fueron reducidas: tres
años de prisión si la víctima era impúber; un año si era púber; no había pena
si la víctima y el victimario se casaban (CP, 1929, arts. 856-859). En 1931
el estupro se castigaba con un mes a tres años de prisión pero se seguía re­
quiriendo que la víctima fuera mujer menor de 18 años, casta y honesta, y
que hubiera consentimiento de la ofendida mediante seducción o engaño
(CP, 1931, art. 262), pero se establecía que "cuando el delincuente se case
con la mujer ofendida, cesará toda acción para perseguirlo" (CP, 1931, art.
263). Es decir, había un "delincuente" a quien se le "perdonaba" el castigo
posible en tanto formara una familia con la ofendida y regularizara sus rela­
ciones con la familia original de la "estuprada". Además, el estuprador podía
realizar el estupro cuando la víctima no fuera "casta y honesta", es decir, el
bien tutelado no era la libertad de la persona sino su castidad y honestidad.
Actualmente, no se requiere que el ofendido sea mujer ni existe "perdón"
por matrimonio (CP, 1931, arts. 262 y 263); esto último se resuelve median­
te un convenio privado de casamiento como condición para no interponer
la denuncia. Tampoco figura la "seducción" pero se mantiene el "engaño"
como elemento constitutivo del tipo penal, el cual no puede ser otro que una
promesa que no se va a cumplir, la que, en materia sexual, tendría que ser la
de una relación amorosa o económica (o ambas). La no diferenciación entre
hombre y mujer en el actual delito de estupro, el borramiento del cuerpo de

9
En el Código de 1871 el arresto mayor (entre uno y once meses) se hacía efectivo en
"establecimiento distinto de los destinados a la prisión" y era "forzoso el trabajo" pero
sin incomunicación del reo (CP, 1871, arts. 124, 125, 126).

183
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

la mujer, no cambia en realidad su contenido histórico y funcional: son las


mujeres las "estupradas•: las "engañadas" por quien puede prometer lo que
no va a cumplir para vencer la resistencia al acto sexual o al amor sexual fuera
de las convenciones matrimoniales. Esta asignación legal de coordenadas de
subjetivación de género -conductas y reacciones de las mujeres- está vigente
como antes, aunque la realidad puede estar cambiando sin que el Estado esté
dispuesto a reconocerlo.
En los códigos penales mexicanos se ha considerado por varias vías que
la cópula con mujer menor de 12 años (actualmente 1 5 años) es una viola­
ción, ya sea porque así se equipare o porque la pena corresponda aproxima­
damente a la de violación. Pero el Código Federal, en la actualidad, conside­
ra que la cópula "con persona mayor de quince años y menor de dieciocho,
obteniendo su consentimiento por medio de engaño" es un delito sancio­
nado con una pena que puede ir de tres meses a cuatro años de prisión ( CP,
1931, art. 262). 10 El Estado considera que la edad para tener cópula es de
18 años por decreto de prohibición, independientemente de la voluntad de la
persona pues se puede presumir que ha sido engañada: después de esa edad
ya no puede haber engaño penal. En otras palabras, la cópula con una perso­
na menor de 18 años de edad es una conducta rechazable y, por tanto, puede
ser ilícita, como en el siglo XIX, si no se realiza dentro del matrimonio o si
no conduce a éste.
El bien jurídico penal tutelado no es "el orden de las familias, la moral
pública o las buenas costumbres" (CP, 1871), ni la "libertad sexual" (CP,
1929), ni "la libertad y el normal desarrollo psicosexual" (código vigente),
sino el derecho de "protección" (imposición de un determinado comporta­
miento) de los padres sobre sus hijas menores de 18 años, las cuales tendrían
que abstenerse de tener relaciones sexuales anticipadas. El uso de la ley pe­
nal para determinar la edad de las relaciones sexuales mediante cópula es la
imposición a las mujeres de un determinado comportamiento que se espera
de todas ellas y, por tanto, es la reproducción de un concepto de Mujer. El
emplazamiento en lo que una mujer debe significar, el lugar que debe tener la
Mujer, el prototipo de Mujer. Los hombres pueden tener cuantas relaciones
heterosexuales logren realizar a la edad que sea; las mujeres no puede hacerlo

10
D.O.F., jueves 14 de julio de 20 12.

184
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

sino al ser engañadas y quien lo haga con mujer menor de 18 años debe ser
castigado. Es el hombre el estuprador, quien agravia a los padres de la estu­
prada y al Estado que rige la sexualidad.
Las condiciones en que se convenía el casamiento en el siglo XIX estu­
vieron presentes en las primeras décadas del siglo XX. La virginidad antes
del matrimonio era un elemento de la moralidad, en especial entre las clases
con mayor poder económico. 1 1
El estupro tiene en parte su base en aquella moral, la cual expresa una
diferencia específica de género, pues se trata de una condición sólo de las
mujeres y de ninguna manera de los hombres. Una exigencia de exclusividad
sobre quien "será la madre de mis hijos" por parte de quienes ejercen unas
relaciones de subordinación sobre las mujeres. Una mujer que tuviera cópula
y no se casara con el mismo hombre estaría en una condición diferente a
las demás mujeres pues se encontraría fuera de la norma impuesta por un
orden de género determinado, a menos que fuera presentada como víctima
de seducción o engaño, en cuyo caso la indulgencia moral podría funcionar,
especialmente si el seductor o mentiroso fuera a la cárcel o, definitivamente,
se casara con la ofendida. Este era un conflicto entre familias en el cual, a
final de cuentas, predominaba "el honor como un estándar de clase y pro­
piedad" (Seed, 1991: p. 291), fenómeno observado desde finales del siglo
XVIII en México, con lo cual el honor sexual de las mujeres estupradas ya
no tenía exactamente el mismo significado que en los dos siglos anteriores.
Con los cambios en la sociedad y con la exclusión de tribunales y normas
eclesiásticas se reforzaba una valoración del honor sexual de las jóvenes más
apegada a un criterio de clase: "El honor como virtud incluía la protección
de la reputación de las familias con respecto al honor sexual de sus mujeres.
El honor como estatus significaba proteger la posición y rango de las familias
de la clase alta" (Seed, 1991: p. 291).
El estupro (CP. 1931, arts. 262-263) es un delito que contiene el
consentimiento del ofendido u ofendida. Aunque se ha eliminado de la

11
"En la sociedad novohispana el matrimonio era la base de la familia, no obstante,
entre los grupos populares de la capital se efectuaban uniones consensuales, es decir, el
acuerdo mutuo de cohabitar, en una alta proporción" (Lozano, 1 999: p. 5 8 ) . "Los datos
del censo de 1 793 dan las siguientes cifras : Mujeres casadas : Españolas, 90.9%; Africa­
nas, 50.0%; Americanas, 66.4%" (Giraud, 1 987: p. 67).

185
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

legislación la condición de virginidad, el contenido del delito no deja de ser


la preservación del estado núbil o la abstención de relaciones sexuales por
parte de mujeres menores de edad. Sin embargo, el tipo penal en sí mismo
se considera como una defensa de los menores frente a la acción de seducir
y engañar. No se trata sólo de un delito cometido por parte de quien tiene
a su cargo al menor o mantiene sobre el mismo alguna forma de autoridad,
sino de cualquier persona, aun el novio o la novia de la víctima, siempre que
ésta, su padre, madre o tutor, presenten denuncia. El estupro es uno de los
delitos tendientes a proteger a la familia tradicional y las " buenas costum­
bres", es decir, en realidad, a la relación de protección del padre o tutor sobre
la persona que debe ser protegida, por lo cual la capacidad de denunciar se
le concede a los padres de familia. Como no se trata de un acto de violencia
física o moral sino del convencimiento y la aceptación, ante la ley, la víctima
carece de voluntad propia o de certeza en sus propios deseos. Existe aquí un
tutelaje moral de la juventud llevada a la ley penal, dirigida principalmente a
preservar la "pureza" de las mujeres jóvenes y, al mismo tiempo, un valladar
penal impuesto contra los hombres jóvenes cuyos deseos sexuales pueden
conducirlos a la cárcel, con lo cual existe una criminalización conforme a las
coordenadas de subjetivación de género. Prohibir la seducción con propósi­
tos de cópula es un medio de normar la sexualidad desde la legislación penal,
de llevar a la ley conductas sexuales asignadas y, por lo mismo, esperadas de
una parte de la población.
En 1871 (art. 795) y en 1929 (art. 862) el delito de violación consistía
en tener cópula mediante violencia física o moral, independientemente del
sexo y la edad de la víctima. Se trataba entonces de un delito cometido por
un hombre contra mujer o contra otro hombre; en este último caso se esta­
blecía una agravante y la pena aumentaba. Sólo se contemplaba expresamen­
te la violación de mujer como sujeto activo cuando ésta fuera madrastra de
la víctima, en cuyo caso tendría que producirse la cópula con el hijastro. La
violación era, así, una conducta esperada de hombres, los cuales debían ser
mayormente castigados si la víctima era también un hombre ("cópula contra
el orden natural" (CP, 1871, art. 799; CP, 1929, art. 864). La dominación
masculina, en tanto incluye a las relaciones heterosexuales como relaciones
naturales, se expresa en la ley penal como baluarte moral y como dominio
de la heteronormatividad. La violencia sexual no es igual para las mujeres
que para los hombres si analizamos el castigo. La pena es mayor en tanto se

186
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

transgreda el "orden natural", pues la violación de una mujer por un hombre


se encuentra dentro de la "naturaleza", pero la de un hombre hacia otro hom­
bre viola todo lo que es reconocido como "natural" y, por tanto, es como si
se cometiera otro delito aunque éste, en sí mismo, no tiene nada que ver con
la violencia que se prohíbe, sino con la moral que se proclama desde la ley
penal, la cual reproduce una relación de género, una reivindicación de la he­
terosexualidad. En cuanto a la pena, la violación de un hombre por parte de
otro hombre se iguala a la realizada por el padre, el padrastro o la madrastra
(CP, 1871, are. 799; CP, 1929, are. 864). Como se puede ver, la reforma de
1929, la cual se basaba en el paradigma positivista y pretendía hacer pre­
valecer una doctrina penal diferente a la clásica, reproduce con fidelidad la
homofobia dentro del delito de violación (dos años más de prisión en 1871
y de dos a cuatro años más en 1929 para el hombre que viola a otro hom­
bre). Fue hasta 1931 cuando este castigo adicional desaparece como parte
de una simplificación de los tipos penales y de las sanciones. Al eliminar del
delito de violación la enumeración de penas según la persona que cometía el
delito, en el nuevo código se suprimió también el castigo adicional contra
el hombre que viola a otro hombre. Recientemente, la pena por el delito
de violación se ha incrementado: de ocho a catorce años, a de ocho a veinte
años (CP, 1931, are. 265) bajo el argumento de la prevención, el cual no es
en absoluto ajeno a la valoración moral de las conductas y la correspondiente
dureza de los castigos.
La introducción de la figura de violación contra la esposa o la concubina
(CP, 1931, are. 265-bis) trató de enfrentar una laguna legal virtual 1 2 de todos
los códigos anteriores pero, al tratar de proteger a mujeres casadas o en unión
libre, expresó la misma ideología de género que le es característica a la legisla­
ción penal en general. Para configurar la violación, la ley exige dos elementos:
la introducción del miembro viril por vía vaginal, anal u oral, o la introducción
por vía vaginal o anal de cualquier instrumento distinto al miembro viril, en
ambos casos por medio de violencia física o moral e independientemente del
sexo de la víctima (CP, 1931, are. 265). La adición de un artículo para abarcar a

1 2 En realidad, en una ley p enal no se tendría que incluir una hipótesis especial de p ena­
lización puesto que la norma es de carácter general, sino sólo las excepciones, excusas o
eximentes que ella misma estableciera. La violación debería ser si empre un delito con
i ndep endencia de quienes fueran la víctima y el victimario.

187
REGULACIONES, EXCLUSIONES Y (RE) PRODUCCIONES DISCURSIVAS DEL CUERPO...

esposas y concubinas como posibles víctimas partió de la existencia del criterio


de que no puede haber violación entre cónyuges o cohabitantes al estar estos
en la condición de tener relaciones sexuales como parte de sus funciones u
obligaciones. 13 Pero al rebatir tal criterio la reforma del Código Penal excluyó
a los matrimonios del mismo sexo y también a las sociedades de convivencia de
parejas del mismo sexo, reforzando así la heteronormatividad.

REFLEXIONES FINALE S

Si como se ha visto la gramática penal no puede por más que lo pretenda


escapar de su pasado y de manera incesante invocar formas opresivas de ser
Mujer, más allá del fracasado e inicuo intento de borrar las representaciones
de género de los discursos punitivos, ¿podríamos pensar en representaciones
de género menos opresivas? Y en tal sentido, ¿cómo llevar esas a la práctica?
Teresa de Lauretis (1987) planteó hace tiempo la idea de la violencia de la
retórica en un texto que puede ayudar a reflexionar sobre vetas que intenten
escapar a la trampa de los discursos penales que nos ha llevado al reforza­
miento de la regulación, exclusión y sujeción discursiva de los cuerpos sexua­
dos en concordancia con un determinado orden de género. Esta autora tiene
en cuenta el riesgo que impone el reforzar la tecnología de género desde dis­
cursos institucionales tales como las leyes penales.
Si el antiguo delito de rapto y los vigentes de violación y estupro son in­
dudablemente productos de hechos reales, actos y circunstancias que tienen
lugar en la realidad concreta, el reto es intentar conocer cómo son narrados
dichos eventos desde la ley penal en los que se nombran algunos comporta­
mientos como violentos y otros no, y cómo es narrada dicha violencia. En los
delitos analizados y sus precedentes me parece que queda en evidencia cómo
las mujeres son emplazadas como víctimas siempre y cuando respondan en
concordancia con las interpelaciones de género que hace el discurso de la ley;
en cuanto a los hombres sucede lo mismo: cómo son ellos, en la mayoría de
los casos, emplazados como victimarios y tratados con mayor benevolencia o
dureza de acuerdo a la correspondencia de sus actos con las interpelaciones

13
Actualmente, la violación entre cónyuges no está contemplada expresamente en los
códigos penales de Jalisco, �ntana Roo, Sonora, Tabasco y Zacatecas.

188
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

de género. Así reluce la manera en que se construyen discursivamente obje­


tos y sujetos de violencia de acuerdo a un orden de género, por lo que habrá
que ser cautelosas/os para evitar "resbalar en el reverso de la noción de un
lenguaje que por sí mismo produce violencia" (De Lauretis, 1 987: p. 32).

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1 90
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN
Elizabeth García Cervantes

Gracias a la lucha de mujeres y grupos feministas se logró visibilizar la pre­


sencia de la violencia hacia las mujeres en el ámbito doméstico. Durante los
años noventa se implementaron espacios de atención a dicha problemática
a cargo de asociaciones civiles e instituciones de gobierno. Uno de los pro­
gramas gubernamentales que pusieron en marcha para atender este proble­
ma fueron las Unidades de Atención y Prevencion a la V iolencia Familiar
(UAPVIF), ubicando una Unidad por cada una de las Delegaciones Políticas
del entonces Distrito Federal. Estas Unidades tenían como objetivo la aten­
ción y prevención de la violencia doméstica desde tres áreas: trabajo social,
psicología y jurídica. En el presente artículo sostengo que dichas Unidades
son una heterotopía de desviación producida desde la política pública en
México.
Para Foucault, todas las sociedades constituyen heterotopías, es decir,
contraespacios "lugares fuera de todos los lugares. Por ejemplo, están los
jardines, los cementerios, están los asilos, los prostíbulos, las prisiones [ ... ] "
(Foucault, 201 O: p. 21) y para el caso que concierne de la violencia domésti­
ca, están las UAPVIF. Foucault sostiene que estas heterotopías pueden tener
formas variadas de acuerdo con cada sociedad, y que en la sociedad primi­
tiva las heterotopías fueron principalmente de crisis, en razón de que esos
contraespacios estaban destinados a aquellas personas en "crisis biológicas"
como los adolescentes, las mujeres durante la menstruación, etcétera; con el
paso del tiempo estas heterotopías de crisis se han ido transformando dando
lugar a las heterotopías de desviación.
Con base en la propuesta de Foucault considero a las UAPVIF como un
contraespacio, como una heterotopía de desviación, un espacio destinado a
"individuos cuyo comportamiento está desviado con respecto a la media o a

191
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN

la norma exigida" (Foucault, 20 1 O: p. 23). Bajo esta propuesta, las Unidades


se enfocan principalmente en atender a aquellas mujeres que en una sociedad
tan violenta como lo es México buscan romper con una dinámica violenta
en el ámbito doméstico, es decir, el comportamiento desviado de aquellas
mujeres que llegan a las Unidades no es la violencia que viven si no el hecho
de declarar que la están viviendo y en algunos casos buscar una salida, lo cual
implica romper, o al menos quebrantar una estructura social basada en la
subordinación de las mujeres.
Cabe señalar que si bien dichas Unidades denominan esta problemática
como violencia familiar, el problema de la violencia contra las mujeres es
mucho más amplio y complejo. En el presente artículo propongo partir de la
noción de violencia doméstica ya que permite situar el problema y establecer
el contexto en que ésta se presenta, para ello retomo la definición brindada
por Huacuz quien menciona que la violencia doméstica:

[N] o es un hecho aislado, sino una dinámica que afecta todas las relacio­
nes en este contexto [ámbito doméstico] y que, teniendo como objetivo
perpetuar la subordinación de las mujeres, puede involucrar a todas las
personas que conviven en un espacio-temporal doméstico. [ ... ] Desde esta
perspectiva los actos de poder, control y dominio pueden ser ejercidos por
cualquier persona de la familia, quien con sus acciones repite (reforzando)
el control o dominio del hombre adulto en la unidad doméstica y en la
estructura social refuerza el patriarcado ( Huacuz, 2009: pp. 1 4- 1 5).

Esta definición permite contextualizar la presencia de la violencia hacia las


mujeres como una dinámica establecida en un espacio-temporal doméstico,
es decir, un espacio ubicable, identificado, donde se presenta y permite ac­
tos de poder, control y dominio con la intención de reforzar el dominio del
hombre adulto al interior de la unidad doméstica.
Dichos espacios heterotópicos como las UAPVIF atienden a mujeres,
hombres, niñas y niños; sin embargo, el proceso de intervención está enfo­
cado, principalmente, en las mujeres que viven violencia doméstica, a quie­
nes se han dirigido la mayoría de las prácticas de atención que se ofrecen en
estas Unidades sobre todo durante la intervención psicológica. Lo anterior
refuerza la idea de que las mujeres son las responsables de la violencia domés­
tica que viven y, sobre todo, las que presentan un comportamiento desviado

192
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

en tanto son ellas las que al rechazar la violencia vivida tendrán que generar
un cambio.
Para lncháustegui, Olivares y Riquer (2010), la generización de la vio­
lencia doméstica se expresa al reproducir la idea de que la mujer es la que
recibe la violencia mientras que los hombres, en tanto parejas erótico-afecti­
vas, son quienes la ejercen. A partir de lo anterior, sostengo que las Unidades
reproducen una generización de la violencia doméstica al ofrecer servicios de
atención principalmente a familias heterosexuales donde la mujer es la que
recibe la violencia mientras los hombres son quienes la ejercen.
A pesar de tener un enfoque individualista, homogéneo y generizado,
las UAPVIF siguen siendo el único lugar en donde tienen cabida los sujetos
desviados, constituyendo una especie de lugar heterotópico donde los indi­
viduos, mujeres, hombres, niños y niñas, van a poder ser parte de esos otros,
a los cuales se intenta erradicar de la violencia. Como tal tiene un sistema de
apertura.

EL SI STEMA DE APERTURA EN LA UAPVIF

Como menciona Foucault, todo espacio heterotópico tiene un "sistema de


apertura y de cierre que las aísla del aspecto circundante" (Foucault, 2010:
p. 28), o bien se entra por obligación o por un proceso de purificación; tam­
bién las hay sólo de apertura donde cualquier persona puede entrar pero al
entrar cae en cuenta de que es una ilusión manteniéndola siempre afuera y
aquellas que parecen abiertas pero sólo lo están para las personas que han
sido iniciadas.
El caso de las UAPVIF no es una excepción. Las características de di­
cho sistema de apertura implica que no todas las mujeres que viven violen­
cia pueden entrar a estos espacios; por ejemplo, no se aceptan a mujeres
embarazadas, personas de la tercera edad o que hayan declarado violación,
de ser así son canalizadas a otras instancias; el resto de mujeres que acuden
a la Unidad tendrán que cumplir con ciertos requisitos para poder transi­
tar por el proceso de atención. Esto será determinado principalmente en
tres momentos.
El primer momento que determina si pueden acceder a la atención es
durante el primer contacto con la secretaria, quien brinda la información bá­
sica de la Unidad. Segundo, la trabajadora social realiza una entrevista, si al

1 93
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN
-- ------ - - - --------- ---- - - -- ---- ---- -

término de la misma ésta concluye que existe violencia doméstica da una cita
para la plática de primera vez, donde se determinará si las mujeres pueden ser
atendidas por las psicólogas y/o la abogada, de lo contrario se realizará una
canalización a otra institución. En tercer lugar, la psicóloga, quien por su par­
te, indicará el tipo de atención que las personas pueden recibir en la Unidad, a
nivel individual, grupal o ambas. De tal manera, las mujeres que acuden a las
Unidades se enfrentan en cada momento a los dispositivos de vigilancia nor­
mados por la institución y se ven obligadas a cumplir con los requisitos para
poder ingresar y recibir la atención que requieren. Sin embargo, no es extraño
que debido a la deficiente operatividad de las Unidades {pocos recursos hu­
manos y materiales, falta de capacitación y contención del personal, etcétera)
las mujeres interrumpan o corten con la atención. Por lo tanto, debido a la
deficiente operatividad que presentan las Unidades las mujeres se ven obliga­
das a nunca llevar a cabo el proceso de atención completo, lo que incluso no
garantiza que puedan desarticular la violencia de la que son sujetas.

DE LA VI OLENCIA D OMÉSTICA A ¿ UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA ?

De acuerdo con Foucault, las heteropías están ligadas al "pasaje, a la trans­


formación, al trabajo de una regeneración" {Foucault, 2010: p. 28), ante lo
cual debemos suponer que todo pasaje, transformación y/o regeneración
conlleva una transición de un estado a otro. Para el caso que nos concierne,
se observa que de acuerdo a las prácticas de atención de las UAPVIF las mu­
jeres deben transitar del reconocimiento como mujeres que viven violencia
doméstica con determinadas características {inseguridad, dependencia del
otro, depresión, baja autoestima, vulnerabilidad, etcétera) a mujeres libres
de violencia, por lo cual es fundamental que primero se reconozcan como
carentes ya sea de seguridad, de autoestima o de independencia para que se
produzca la utopía de que al concluir con el proceso de atención, ellas po­
drán salir de la dinámica violenta que viven.
Lo anterior podría indicar una diferenciación entre aquellas mujeres
anormales y las normales, un pasaje de un estado a otro favorecido por diver­
sas prácticas que están sujetas a determinados tiempos y pautas de atención,
como la plática de primera vez, la atención psicológica grupal, el seguimien­
to de los casos y el Programa de Seguro contra la V iolencia Familiar, que
abordaré brevemente en los siguientes párrafos.

194
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

El objetivo de la plática de primera vez, que se brinda en la UAPVIF


analizada, es acercar a las mujeres al tema, lo cual indica que son considera­
das como sujetos vacíos donde habrá que depositar información sin tomar
en cuenta que el hecho de llegar a la UAPVIF implica ya un conocimiento y
reconocimiento de la violencia vivida. La plática es impartida por la trabaja­
dora social. La distribución del espacio reproduce un estructura jerárquica,
muy semejante al sistema educativo tradicional en la relación profesor{a)/
alumno(a), es decir, al frente se encuentra la trabajadora social como sujeta
de saber, quien explica en qué consiste la violencia de género y cuáles son los
servicios que brinda la UAPVIF, y, frente a ella, sentadas en filas como recep­
toras de información, las mujeres que viven violencia doméstica.
Otra de las explicaciones que la trabajadora social brinda en dicha plá­
tica es sobre el ciclo de la violencia y los perfiles tanto de los receptores/as
como de los agresores/as. De acuerdo con mis observaciones, estos perfiles
parecían un estilo de check-list que las mujeres iban señalando tenerlos o no,
ya sea ellas o sus parejas. Para las prestadoras de servicio, el reconocimiento
por parte de las propias mujeres en estas categorías es indispensable para
poder ingresar a la Unidad y recibir el apoyo psicológico. De acuerdo con lo
anterior, considero que estos perfiles favorecen la estigmatización de las mu­
jeres como víctimas de violencia doméstica resaltando características como:
inseguridad, dependencia del otro, depresión, baja autoestima, vulnerabili­
dad. Esta práctica presente en la UAPVIF resulta sumamente importante si,
retomando a Arfuch, Rozados y Cattaneo (2005), reconocemos la perfor­
matividad del lenguaje y su producción de efectos en la constitución subjeti­
va de las mujeres. Por lo cual, considero que a partir de este tipo de prácticas
se corporeiza a las mujeres en víctimas, o bien, en cuerpos estigmatizados.
Por otra parte, la reiteración sobre la baja estima que diagnostican a las
mujeres que viven violencia doméstica durante la plática de primera vez se­
ñala que dicha violencia es entendida como un problema individual y no
como algo más complejo que tiene relación con una estructura social, eco­
nómica y psíquica (como señalaIzquierdo, 2011) que facilita que las mujeres
sean las que vivan violencia; por consecuencia, el tratamiento recaerá en la
mejora o rescate de la estima de la víctima.
Las UAPVIF en tanto heterotopías ligadas al pasaje, trasformación y/o
regeneración tienen como objetivo arreglar y/o mejorar a los cuerpos, esos
cuerpos estigmatizados que se han convertido en sufrimiento (Foucault,

195
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN

201 O) por la violencia vivida, principalmente el cuerpo de las mujeres. Dicha


mejora se ofrece a través de atención psicológica individual y grupal.
De acuerdo con lo expuesto, las prácticas operativas de las UAPVIF no
pueden llegar a materializar la utopía que conlleve la disminución de la vio­
lencia doméstica sino por el contrario se convierte en una especie de paliativo
o círculo vicioso para poder mantenerse ahí. Principalmente, esta situación
se potencializa dada la fragmentación que acontece en el manejo de la propia
Unidad, tal como sucede con el personal que brinda la atención, donde per­
siste la ausencia de profesionales en la materia, dado que las Unidades cuen­
tan con poco y cambiante personal. Por tanto, la atención psicológica se ve
limitada y de los tres grupos de atención (terapéutico 1 , reflexivo2 y de ayuda
mutua3) que en teoría deberían intervenir en las Unidades, sólo el terapéuti­
co es el que se lleva a cabo. Situación que provoca que la Unidad se convierta
en un espacio donde las mujeres sólo pueden desahogar su malestar ante la
violencia vivida y, hasta cierto punto, puedan seguir soportando la violencia
dentro del espacio doméstico con la ilusión de, algún día, lograr ponerle fin
a dicha situación. Sin embargo, al no lograr la utopía de una vida libre de vio­
lencia se corre el peligro de dejar a las mujeres en una mayor vulnerabilidad,
con mayores probabilidades de que aumente la violencia vivida.
Así, mientras las mujeres asisten a estos espacios heterotópicos, bus­
cando una solución a la violencia doméstica que viven, lo que encuentran
son prácticas dirigidas a mejorar su autoestima o bien reciben un apoyo eco­
nómico que sólo brinda la ilusión de poder salir de dicha situación; ambas
condiciones no logran generar un cambio en su situación de manera que al
menos se les brinde seguridad.

1 Los grupos terapéuticos son los grupos prioritarios en la Unidad, en ellos se explora
sobre la experiencia de violencia doméstica de las mujeres para posteriormente poder
trabajar temas específicos (.autoestima, asertividad, tipos de violencia, derechos, etcéte­
ra) ; son grupos abiertos debido a la demanda del servicio.
2 Los grupos reflexivos son cerrados, es decir, no puede integrarse a más mujeres ya ini­
ciado el grupo ; primero debido a que las mujeres que lo conforman ya han pasado por
el grupo terapéutico ; y segundo, porque, de acuerdo con el trabajo de campo, son temas
más específicos y guiados a la elaboración de un proyecto de vida.
3 Los grupos de ayuda mutua se llevan a cabo entre las mismas mujeres que acuden a la
UAPVIF que ya han transitado por el grupo terapéutico y reflexivo.

196
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

El caso más controversia! es el Programa de Seguro contra la Violencia


Familiar. Dicho Programa fue puesto en práctica por el Gobierno del Distrito
Federal en 2008 y consiste en brindar un apoyo económico de 1 ,500 pesos
mensuales a mujeres en situación de violencia doméstica con el requisito de
separarse del agresor, sin tomar en cuenta que con esa cantidad una mujer
con hijos/ as no vive de manera independiente de su pareja, así como tam­
poco es suficiente para satisfacer las necesidades básicas ni de ellas, ni de sus
hijos/ as. Para Huacuz y Saucedo ( 20 1 1 ) existe un punto ciego, debido a que
resulta casi imposible la existencia de alguna sociedad sin violencia, por lo
que alejarse del agresor no implica en automático una vida libre de violencia.
Con esto en cuenta, considero que el dinero brindado a través del
Programa sólo sido ser un apoyo extra a los ingresos familiares, sin que éste
impacte en la generación posibilidades para que las mujeres decidan cómo y
desde dónde ejercer una vida sin violencia. En el fondo, el Estado al brindar
un apoyo económico que intenta equilibrar las relaciones sexo-género, en la
práctica contribuye a continuar con estereotipos de género y a solidificar lo
que supone de manera convencional es la base de una sociedad, y que es que
se mantenga unida la familia y que las mujeres continúen haciéndose cargo
de los cuidados de todos los miembros, añadiendo un componente perverso
como generar la idea entre las mujeres atendidas de que vivir violencia do­
méstica resulta ventajoso, por lo menos a nivel económico.
Las UAPVIF realizan un seguimiento de los casos atendidos que más
bien parece una evaluación de cómo las mujeres han comprendido su papel
dentro de la sociedad y dentro de la dinámica de la violencia. Me gustaría
señalar cuatro puntos sobre este seguimiento : primero, genera una vigilancia
y control hacia las mujeres al solicitar el número de asistencias; segundo,
la responsabilidad que recae en ellas de cambiar y/o mejorar su situación
de violencia doméstica ; tercero, la intervención sigue basada en un 'modelo
individual que busca fortalecer y/ o mejorar características de las mujeres y la
evaluación de las mismas; cuarto, hay una búsqueda de la estabilización de
los roles de género, en particular, que las mujeres sigan haciéndose cargo de
los cuidados ya que uno de los factores a evaluar es elfortalecimiento del vín­
culo materno-infantil. Así, las mujeres son evaluadas mes con mes y en caso
de que ya no asistan a la Unidad se les retira el apoyo económico.
Estas prácticas indican que más allá de ayudar a las mujeres a salir de una
dinámica violenta se genera una vigilancia y control hacia toda aquella mujer

197
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN

que busque una solución, romper con los roles y estereotipos tradicionales
de nuestra sociedad, es decir, aquellas mujeres "desviadas". Así, la utopía que
se ofrece a las mujeres de que estos espacios les brindarán la posibilidad de
una vida libre de violencia doméstica se desvanece al no encontrar más salida
que regresar a casa con el agresor.

EL TIEMPO DE L O S RELATOS

De acuerdo con Foucault, las heterotopías "están ligadas a recortes singu­


lares del tiempo. Son parientes [ ... ] de las heterocronías" (Foucault, 20 10:
p. 26) no sólo como una forma eternizante para el caso de los museos o las
bibliotecas sino también crónicas como el teatro o las ferias. Para el caso
de las UAPVIF estos cortes singulares de tiempo se hacen presentes en las
prácticas de atención.
Una de las prácticas jurídicas en las UAPVIF que pueden considerarse
como una heterotopía de tiempo de forma eternizante son las constancias
administrativas. Dichas constancias son formatos en donde se detallan los
hechos violentos que pueden servir como prueba documental en otros proce­
dimientos legales (divorcio, denuncia por el delito de violencia doméstica y/ o
guarda y custodia). Actualmente, estas constancias son relevantes dado que
son un requisito para que las mujeres puedan ser beneficiadas por el Programa
de Seguro contra la Violencia Familiar. Lo anterior ha generado que las cons­
tancias administrativas formen parte de un archivo en la Unidad donde se van
acumulando historias de violencia doméstica atendidas a través de los años.
En las Unidades también se encuentra una diversidad de relatos que se
hacen escuchar durante las entrevistas, las pláticas de primera vez, en la aten­
ción psicológica individual o grupal. La convergencia de estos discursos den­
tro de un espacio físico, donde las mujeres recrean su historia de violencia
conlleva a sostener que dichas Unidades también llegan a funcionar como
heterotopías crónicas, dando lugar a lo que no debería tener lugar, es decir,
a la violencia doméstica pero también a las personas desviadas que la viven.

LA UAPVIF, UN ESPACIO H ETEROTÓPICO

Como ya mencioné, las heterotopías son contraespacios que pueden tener


formas diversas como las heterotopías de desviación; son espacios destinados

198
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

a "individuos cuyo comportamiento está desviado con respecto a la media o


a la norma exigida" (Foucault, 2010: p. 23).
Si se considera a las UAPVIF como heterotopías de desviación, en­
tonces las Unidades estarían enfocadas en la atención de las mujeres, y no
precisamente en aquellas que viven violencia doméstica sino en quienes bus­
can salir de la violencia que viven o al menos quebrantar la estructura social
basada en la subordinación de las mujeres. De acuerdo con lo anterior, las
Unidades son un lugar físico donde se busca normalizar a las personas des­
viadas y para lo cual tendrá que apelar al espacio doméstico como un meca­
nismo que permita restablecer la norma.
Como lugar físico, una UAPVIF también puede describirse desde sus
características visibles: la Unidad se ubica en el primer piso de un edificio,
cuenta con cuatro cubículos de atención, una oficina, un salón de talleres y
el espacio de recepción. Sin embargo, más allá de una simple descripción de
cada uno de estos espacios, puede hablarse también de cómo ese lugar yux­
tapone otros espacios.
Con la creación de las UAPVIF se dio por sentado que el problema de
la violencia doméstica se había colocado en el espacio público; sin embargo,
al analizar la función de las Unidades se encuentra que éstas proyectan dis­
ciplinamientos del espacio doméstico y social en su interior, reproduciendo
las normas relativas al género que por años han justificado la violencia: "la
justificación de la violencia se deriva comúnmente de las normas relativas
al género, normas sociales sobre las expectativas, comportamientos, roles y
deberes apropiados a los hombres y mujeres" (Huacuz, 2011: p. 70).
Por lo tanto, las UAPVIF representan simbólicamente ese espacio
utópico y es a través de dicha representación que se busca instalar nue­
vamente la norma, mostrar en diferentes formas cuáles son los supuestos
roles que deben cumplir las mujeres en nuestra sociedad y sobre todo el
rol que las mujeres en situación de violencia que asisten a la UAPVIF
deben cumplir.
Así, por un lado, la UAPVIF es expresión de dicha forma de relación
social, al ser una extensión del espacio privado -doméstico- que está confor­
mado por mujeres que realizan actividades tradicionalmente consideradas
femeninas. Es decir, el hecho de que mayoritariamente sean mujeres quienes
trabajan en las Unidades y que sus principales actividades sean de cuidado y
de re-educación está determinando y al mismo tiempo representa el trabajo

199
LA UAPVIF COMO H ETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN

de las prestadoras de servicio como un trabajo "femenino". Resultados simi­


lares se encontraron en el caso de España en la investigación realizada por la
Asociación Pro Derechos Humanos (Infante et al. , 1999):

[D ) el sector de servicios es en actividades relacionadas con la educación,


la sanidad y los servicios sociales -en todas ellas íntimamente relacionadas
con una socialización basada en el cuidado de los otros y una clara exten­
sión de la práctica cotidiana doméstica- en donde se concentra la gran
mayoría del empleo femenino (Infante et al. , 1 999: p. 35).

Por el otro, reproduce la vulnerabilidad de las mujeres (prestadoras de servi­


cio) ante la violencia, ya que al ser las ejecutoras de las prácticas de atención
y al dejarlas sin medidas de protección, tienen el riesgo de ser atacadas o
recibir un castigo por ayudar a las mujeres que viven violencia doméstica,
ya que como lo muestra Saucedo, la violencia también se expresa en otras
instancias dedicadas a la atención de la violencia doméstica, como sucede en
el sector salud:

Las consecuencias legales o de riesgo para los propios especialistas termi­


nan siendo una responsabilidad individual en donde la institución, al no
tener normativas al respecto, deja solos a los especialistas para enfrentar
estas posibles consecuencias. Los ejemplos más concretos que se han iden­
tificado son de dos tipos: el primero tiene que ver con agresores que usan
tácticas de amedrentamiento contra los profesionistas en un intento de
impedir la intervención institucional. En esta situación los especialistas se
tienen que enfrentar a amenazas, persecución y vigilancia por parte de los
agresores, experimentando en muchos casos el mismo nivel de terror que
las víctimas (Saucedo, 2004: p. 1 74).

La reproducción del espacio doméstico, de los roles de género, de la vulne­


rabilidad de las mujeres dentro de la UAPVIF deja ver claramente que estas
Unidades no funcionan precisamente como espacios de atención ni mucho
menos de prevención de la violencia doméstica sino, más bien, como espa­
cios destinados a la normalización de aquellas mujeres que buscan romper
con la violencia doméstica, la cual las sitúa en una heterotopía de desviación
en nuestra sociedad moderna.

200
HETEROTOPÍAS DEL CUERPO Y EL ESPACIO

CONCLUSIONES

Como se expuso a lo largo de este artículo las UAPVIF son consideradas


heterotopías, debido a que son un contraespacio, un lugar fuera de todos los
lugares y, en particular, las Unidades son espacios destinados a la atención de
aquellos/as que han decidido salirse de la norma o media exigida, no por el
hecho de vivir violencia sino por declarar la violencia vivida en el ámbito do­
méstico y buscar una salida, dejando ver que la violencia hacia las mujeres en
la sociedad mexicana es la norma. Por lo anterior, considero a las UAPVIF
como heterotopías de desviación.
Como toda heterotopía, cumple con un sistema de apertura, es decir,
no todas las mujeres pueden recibir atención en las Unidades, ni todas las
mujeres pueden recibir el mismo nivel de atención, algunas de ellas sólo re­
cibirán la atención de trabajo social y/o psicológico y/o jurídico y las menos
serán beneficiadas con el Programa de Seguro contra la V iolencia Familiar.
La utopía de una vida libre de violencia es motivada a través del pro­
ceso de atención, el cual brinda la idea de que las mujeres que logren pa­
sar por todo el proceso de atención en la Unidad y sean beneficiarias de sus
Programas lograrán una vida libre de violencia, lo cual resulta un punto cie­
go si consideramos, como lo sostienen Huacuz y Saucedo (2011), que es casi
imposible la existencia de una sociedad sin violencia.
La UAPVIF en tanto heterotopía ligada al pasaje, transformación y/o
regeneración busca que las mujeres que llegan a una Unidad declarando que
viven violencia doméstica, primero se reconozcan como carentes de autoes­
tima, independencia, seguridad, etcétera, para poder así, a través de inter­
vención psicológica, obtener dichas características ausentes en sus cuerpos
estigmatizados, pasando así de mujeres anormales a normales. Los segui­
mientos de los casos resultan una forma de evaluar, vigilar y controlar a las
mujeres que se atreven a declarar e intentar prescindir de la violencia vivida
en el ámbito doméstico.
Otra de las características de las heterotopías es su relación con los cor­
tes del tiempo. Para el caso de las UAPVIF, estos cortes del tiempo se ven
reflejados en los relatos de violencia doméstica que por un lado son acumu­
lados en archivos a través del tiempo y, por el otro, se hacen presentes en el
discurso de las mujeres durante las sesiones grupales o individuales dando así
lugar a lo que no debería tener lugar, es decir, a la violencia doméstica.

20 1
LA UAPVIF COMO HETEROTOPÍA DE DESVIACIÓN

Por último, se analizó el emplazamiento del espacio doméstico en la


UAPVIF como mecanismo para reproducir las normas relativas al género y
restablecer el problema de la violencia doméstica al espacio privado.

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