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Perspectiva popular
Cuento de hadas, Toronto.
En Psicología de la posible evolución del hombre y en Cuarto Camino, George Gurdjieff y Piotr
Uspenski distinguen entre «sentir» y la «función emocional superior» y «función cognitiva
superior». El primer caso es el que está accesible para la mayoría de las personas, y es el que
se suele incluir en los diccionarios, que definen el amor como un sentimiento. No obstante,
ese mundanal sentimiento de apego y deseo difiere mucho de lo que constituye el verdadero
amor, al que solo se accede escalando en el nivel de conciencia desde el ordinario hasta uno
presente en pocas personas, y aún en menos de forma permanente, y que en la mayoría de
las personas que lo experimentan solo sucede una vez en la vida.
La subida del nivel de conciencia produce cambios a nivel de la percepción: de repente se
comienzan a encontrar significados donde antes no se veían, el encuentro con el ser amado
«parece» estar rodeado de una atmósfera de cuento de hadas (no solo lo parece, realmente lo
está pues el mundo real es así), y el sentido de la vista se vuelve más atractivo; por ejemplo,
«da la impresión» de que se perciben más y mejor los colores, las texturas, las formas. El
ingenio se acentúa, de repente «uno» se sorprende a sí mismo con expresiones artísticas que
por momentos no reconoce como propias, y el ego se disipa: uno pasa a ver el mundo como si
viese una película de cine, de tal modo que se olvida de sí mismo y de su pareja como
cuerpos y los acontecimientos parecen fluir de un modo más suave, más grácil, el espíritu
florece como un manantial compasivo hacia todas las cosas, y en algunos casos se llega a la
producción de experiencias «milagrosas» (realmente, sin comillas), en las que se dan
coincidencias sorprendentes (amigos que casualmente aparecen en lugares totalmente
inesperados, canciones que comienzan a sonar en el momento adecuado, y, en general, la
«sensación» de que el mundo se adapta a los enamorados a su paso), lo cual a su vez
refuerza el amor y contribuye a profundizar en el estado aún más. Tal vez por el implacable
escepticismo del ego, y por las numerosas experiencias microtraumáticas y estresantes que,
sobre todo en ausencia del ser amado, experimentamos en el trabajo, en el hogar, en la calle,
termina por aparecer una «masa crítica» que de forma irreversible e inevitable gana la batalla
a la fe creada en torno a la magia de la relación amorosa, que era precisamente lo que
mantenía el nivel de conciencia elevado. No obstante, son experiencias que, al evocarlas, y
debido a que se fijaron con fuerza en la memoria, aparecen en el recuerdo, aunque como si
procediesen de la nada, como sucedidas en otro universo inalcanzable. Es lo que los
enamorados suelen describir como la «magia del amor», que suele aparecer de forma más
generosa con el primer amor verdadero de la vida, y que generalmente no dura más de unos
pocos días, y de forma discontinua, para ser sustituida por la experiencia del ego, de la
personalidad: el apego y el deseo. El individuo deja de ser creativo y se vuelve rutinario y
predecible. Desde su nuevo punto de vista en una conciencia disminuida, y debido a que ha
olvidado completamente su reciente vivencia en un plano superior de la conciencia, él cree
continuar viviéndolo como amor verdadero, pero ya es simplemente un conjunto limitado de
emociones, experiencias y actitudes. La magia (sin comillas) se pierde y lo que antes eran dos
espíritus en uno fundidos con el universo (o con Dios, si se quiere) ahora son vacío interior, y
lo que antes era una visión paisajística, brillante, colorida, de transparencia en el aire, donde
en ocasiones, incluso, se mezclaban los sentidos entre sí, ahora es la percepción de lo que se
cree ser el «yo», que realmente es la de un animal homínido sujeto a respuestas mecánicas,
un «yo» engañoso, pobre y fragmentado en decenas o cientos de «yoes» desconectados
entre sí.
En cuanto al sexo, en estados evolucionados de la conciencia se produce lo que llamaremos
«sexo espiritual». Es una entrega compasiva al ser amado, donde la unión carnal constituye
un elemento de máxima sacralidad: es, de hecho, el origen de la creación de la vida. El ego no
existe, y como consecuencia se pierden todos los elementos morbosos, que son sustituidos
por sentimientos de pureza e inocencia. La tensión emocional que existe en el sexo ordinario
es sustituida por una sensación de fluidez, de flotar en el vacío, acompañada por un flujo
suave y sin límites de amor compasivo que energetiza los cuerpos y que se expande de forma
explosiva en el orgasmo.
En la novela Las Nueve Revelaciones, James Redfield explica muchos de los fenómenos que
se producen en el Cuarto Camino, incluyendo la aparición del amor real.
Helen Fisher indica que durante el enamoramiento pueden producirse de forma natural
sustancias como la dopamina o el bupropión, lo cual podría explicar los efectos anteriormente
citados.