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Suele ser bastante eficaz y la respuesta que obtenemos es una buena manera
de introducirnos en el motivo en que llevó a la persona a consultar.
La pregunta con la que introducimos a menudo el primer encuentro suele
articularse con esta otra: ¿En que puedo ayudarlo? Preguntarle eso a alguien
es una señal de nuestra disposición para con él o ella y eso mismo es, sin
duda, lo que se espera de nosotros.
Antes de situarme en el rol de alguien que puede ayudar al otro es preferible
pasar por la estación de conocer que es lo que el otro espera conseguir con su
visita.
La distinción primordial que debemos realizar en nuestra labor requiere una
acción muy delicada que permita deslindar la búsqueda del consultante. En
cada consulta tienden a confundirse muchas cosas, tanto desde el punto de
vista del paciente como del admisor. En el consultante se entremezclan las
razones que lo impulsan a consultar con la ayuda que desea y espera recibir,
asi como la actitud y la disposición para sobrellevar la carga del tratamiento. En
el profesional pueden confundirse la voluntad de ayudar al paciente dentro del
límite de lo posible con el deseo de satisfacer sus propias expectativas de
logro.
Evolución de la demanda
El equipo de admisión
1) Entrevistadores
2) Observadores
3) Evaluadores
El profesional que conduce la entrevista debe tener suficiente experiencia
clínica pues de él dependen las decisiones iniciales relativas a estimar el grado
de urgencia de la demanda y otros factores relacionados con el diagnóstico
preliminar y las primeras indicaciones terapéuticas. De esa decisión inicial
puede desprenderse la necesidad de brindar al paciente alguna intervención
farmacológica inmediata y, en casos extremos, alguna forma de internación
ante situaciones de máximo riesgo para el paciente o para otros.
La presencia de algún observador constituye una gran ayuda para chequear las
primeras hipótesis del entrevistador.
Tres son las formas de evaluación que suelen aplicarse. Los estudios con
pruebas psicológicas son los más frecuentes y los implementamos, salvo
excepciones, en todos los casos de admisión. Los estudios neurobiológicos son
necesarios en aquellos casos en donde existen dudas diagnósticas sobre el
peso eventual de disfunciones orgánicas. La evaluación social de los
consultantes, llevada a cabo por expertos en asistencia social, sirve para tomar
decisiones, entre ellas la posibilidad de incluir al paciente en programas
becados o de ayuda comunitaria.
_ Evolución de la demanda
_ Tratamientos anteriores y resultados informados
_ Antecedentes de signo clínicos significativos
_ Acontecimientos vitales significativos
_ Signos diagnósticos auto-descriptivos
_ Rotulación
_ Atribución
_ Búsqueda
_ Representación del equipo de admisión
a) Red familiar y social
b) Nivel de expectativas
c) Motivación para el cambio
d) Reactancia
_ Decisión preliminar
a) Concluye la prestación
b) Otras entrevistas/estudios (cuáles)
c) Derivación a otro centro
_ Clasificación
a) Sistema clásico (DSM – ICD)
b) Modelo basado en el estilo constructivo
_ Entrevistas Subsiguientes
a) Dispositivo
b) Evolución de la demanda y nuevos elementos significativos
c) Decisión diagnóstica
_ Seguimiento
Los factores más relevantes a los que apunta la exploración inicial incluyen:
La Rotulación
La atribución
La Búsqueda
Los objetivos que adoptará su terapia estarán condicionados por los límites de
las posibilidades y del esfuerzo que esté dispuesto a realizar para modificar su
situación, más allá de todo lo que pudiera parecernos bueno a nosotros para él
o para ella.
Muchos pacientes buscan aliviar o mitigar sus síntomas y, de ser factible,
eliminarlos totalmente. Otros pacientes están interesados en resolver
problemas interpersonales, incluso aún cuando determinados síntomas se
mantengan. También vienen a cuestionarnos personas que se encuentran
asediadas por conflictos que los desbordan en algún momento de su vida y
buscan superarlos modificando su condición y su proyecto personal. Estos no
pondrán en primer lugar la supresión de sus síntomas o la resolución de ciertos
problemas. Su fin primordial será alcanzar la sensación de que mejoran su
competencia en la vida, que sus acciones se pueblan de sentido y que pueden
avanzar en dirección de su realización personal.
Cuando el paciente está interesado en modificaciones que lo ayuden con
aspectos más nucleares de su modo de ser y del modo en que tiene
organizada su vida, el tratamiento no podrá soslayar un camino de elaboración
que requiere tiempo, que puede enfrentar vaivenes y donde será necesario
desafiar aspectos centrales de su universo de creencias.
Cada paciente estará a la espera de una devolución de nuestra parte. Con ella
debemos trasmitirle nuestra impresión diagnóstica y pronostica.
Poder trasmitirle al paciente un diagnóstico y que éste lo acepte, es el primer
paso para poder formular objetivos terapéuticos. Dicha operación debe ir
seguida con el pronóstico correspondiente pues toda presentación de una
disfunción implica el conocimiento de lo que el paciente puede esperar de un
tratamiento y, también, de las eventuales circunstancias de no iniciarlo.
Algunos formatos generales suelen ser suficientes para esa presentación:
comunicar el grado de mejoría probable, la extensión determinada para el
tratamiento y cuán costoso (en el sentido más amplio de la palabra) puede
resultar, incluyendo las actividades que deberán cumplimentarse en el proceso.
Las previsiones que encierra cualquier pronóstico servirán como orientación y
nunca deberán ser taxativas; orientar al paciente en ese sentido tiene un efecto
muy positivo para la constitución de una buena alianza de trabajo.
Lo esperable es que el admisor sea lo más transparente posible respecto de la
perspectiva que tiene al finalizar la admisión.
Incluso si el panorama no es muy positivo, si las previsiones son pobres en
resultados y el camino promete ser duro de recorrer, el terapeuta debe buscar
el modo de enfrentar la cuestión ya que eso puede darle al paciente una visión
realista de su situación y ayudarlo así a reunir fuerzas para mejorar su
condición.