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Sobre los principios revolucionarios americanos

La monarquía constitucional incaica

El Congreso Nacional de las Provincias Unidas del Río de La Plata reunido en


Tucumán, el 9 de julio de 1816, declaró –según consta en las actas- la independencia de
las “Provincias Unidas en Sud América”, no solo de España sino de “toda dominación
extranjera”. La declaración de la independencia trajo aparejados -entre otros desafíos- la
necesidad de definir la forma de gobierno que adoptarían las Provincias Unidas así
como dónde se establecería la capital y la sede del Congreso. En este contexto, Belgrano
-que estaba encargado del ejército del norte y sosteniendo las batallas de la
independencia en esa frontera- lleva al Congreso su propuesta de adoptar una forma de
gobierno monárquica atemperada que coronara como rey a un miembro de la dinastía de
los incas y tuviera su sede en Cuzco, actual territorio peruano. Esta propuesta era
motorizada también por el caudillo federal Martín Miguel de Güemes y contaba con el
apoyo del General Don José de San Martín.

Para explorar el pensamiento político de Manuel Belgrano, leeremos una de las


proclamas de Belgrano a favor de la monarquía incaica.

Proclama del general Manuel Belgrano a los ejércitos de Tucumán, Julio 27 de


1816

Compañeros, hermanos y amigos: Un presentimiento misterioso me


obligó a deciros en Septiembre de 1812, que Tucumán iba a ser el
sepulcro de la tiranía: en efecto, el 24 del mismo conseguisteis la
victoria y aquél honroso título.
El orden de los sucesos consiguientes ha puesto al Soberano Congreso
de la Nación en vuestra ciudad, y éste, convencido de la injusticia y
violencia con que arrancó el trono de sus padres el sanguinario
Fernando, y de la guerra cruel que nos ha declarado sin oírnos, ha

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jurado su independencia de España y de toda dominación extranjera,
como vosotros lo acabáis de ejecutar.
He sido testigo de las sesiones en que la misma Soberanía ha discutido
acerca de la forma de gobierno con que se ha de regir la Nación, y he
oído discurrir sabiamente en favor de la monarquía constitucional
reconociendo la legitimidad de la representación .soberana en la casa de
los Incas, y situando el asiento del trono en el Cuzco, tanto, que me
parece que se realizará este pensamiento tan racional, tan noble y tan
justo con que aseguraremos la losa del sepulcro de los tiranos.
Resta ahora que conservéis el orden, que mantengáis el respeto a las
autoridades, y que, reconociéndoos parte de una nación como lo sois,
tratéis con vuestro conocido empeño, anhelo y confianza de librarla de
sus enemigos, y conservar el justo renombre que adquirió en Tucumán.
Compañeros, hermanos y amigos míos! en todas ocasiones me tendréis a
vuestro lado para tan santa empresa, así como yo estoy persuadido que
jamás me abandonaréis en sostener el honor y gloria de las armas y
afianzar el honor y gloria nacional que la divina Providencia nos ha
concedido. —.

Conceptos y datos para pensar por qué un inca como monarca

Es importante resaltar algunos datos políticos, sociales y culturales que son de utilidad
para comprender parte del contexto que precede y en el que se enmarca la propuesta
belgraniana de coronar un inca como rey para las Provincias Unidas y establecer su sede
en Cuzco (Perú). Entre estos datos nos interesa mencionar:

- Las conexiones entre el Virreinato de Río de La Plata y el Virreinato del Perú


durante el período colonial: el Virreinato del Perú cubría un territorio que iba del
océano Pacífico hasta el Tucumán y Paraguay. A través de datos que aportan
viajeros coloniales como Alonso Cardo de la Vandera (Concolorcorvo) con su
libro “El lazarillo de los ciegos caminantes”, sabemos de conexiones

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económicas y administrativas entre los territorios adyacentes al Río de la Plata y
el actual Noroeste Argentino y el Perú.

- La formación en las academias del altiplano de los hombres de mayo: La


Universidad de Chuquisaca (hoy Sucre, Perú), la Universidad de San Francisco
Javier y la Academia Carolina de Charcas tuvieron en sus aulas a hombres como
Mariano Moreno, Juan José Castelli, Cornelio Saavedra y Vicente López y
Planes. Por lo tanto, la conexión entre el Río de La Plata y el Alto Perú era
-además de económica y administrativa- de naturaleza intelectual y cultural.

- Los impactos de la revolución de Tupac Amaru II en 1780 en el actual noroeste


Argentino , donde a partir de 1813 Martín Miguel de Güemes –uno de los
propulsores del proyecto de la monarquía incaica- fue el reorganizador del
ejército para la defensa del Norte. Existen conexiones, consecuencias e impactos
de la rebelión de Tupac Amaru II en las actuales provincias de Salta, Jujuy y
Tucumán; así como vínculos comerciales entre las familias Tupac Amaru,
Güemes y Belgrano.

Algunos acontecimientos entre 1810 y 1816 que incluyen a los pueblos originarios:

- Supresión del tributo indígena: en 1811 la Junta de las Provincias Unidas del Río
de la Plata suprimió el tributo indígena (mita, encomienda y yanaconazgo como
formas encubiertas de esclavitud)

- Declaración de Castelli en Tiahuanacu: el 25 de mayo de 1811, cumpliéndose un


año de Revolución de Mayo, uno de sus principales promotores, Juan José
Castelli, realizó una proclama en Tiahuanacu (actual territorio boliviano)
reconociendo los derechos naturales de los pueblos originarios y aboliendo su
esclavitud en nombre de la Junta.

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Declaración de Castelli

Cuartel general del ejército auxiliar y combinado de la libertad, en Tiahuanacu 25 de


mayo de 1811 y segundo de la libertad de Sur América.

Los sentimientos manifestados por el gobierno superior de esas


provincias desde su instalación se han dirigido a uniformar la felicidad
en todas las clases, dedicando su preferente cuidado hacia aquella que
se hallaba en estado de elegirla más ejecutivamente. En este caso se
consideran los naturales de este distrito, que por tantos años han sido
mirados con abandono y negligencia, oprimidos y defraudados en sus
derechos y en cierto modo excluidos de la mísera condición de hombres
que no se negaba a otras clases rebajadas por la preocupación de su
origen. Así es que, después de haber declarado el gobierno superior, con
la justicia que reviste su carácter, que los indios son y deben ser
reputados con igual opción que los demás habitantes nacionales a todos
los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de
derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y
aptitud: no hay razón para que no se promuevan los medios de hacerles
útiles reformando los abusos introducidos en su perjuicio y
propendiendo a su educación, ilustración y prosperidad con la ventaja
que presta su noble disposición a las virtudes y adelantamientos
económicos.
En consecuencia, ordeno que siendo los indios iguales a todas las demás
clases en presencia de la ley, deberán los gobernadores intendentes con
sus colegas y con conocimiento de sus ayuntamientos y los subdelegados
en sus respectivos distritos, del mismo modo que los caciques, alcaldes y
demás empleados, dedicarse con preferencia a informar de las medidas
inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los
abusos introducidos en perjuicio de los indios, aunque sean con el título
de culto divino, promoviendo su beneficio en todos los ramos y con
particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimientos de

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escuelas en sus pueblos y excepción de cargas impositivas indebidas:
pudiendo libremente informarme todo ciudadano que tenga
conocimientos relativos a esta materia a fin de que, impuesto del por
menos de todos los abusos por las relaciones que hicieren, pueda
proceder a su reforma.
Últimamente declaro que todos los indios son acreedores a cualquier
destino o empleo que se consideren capaces, del mismo modo que todo
racional idóneo, sea de la clase y condición que fuese, siempre que sus
virtudes y talentos los hagan dignos de la consideración del gobierno y a
fin de que llegue a noticia de todos se publicará inmediatamente con las
solemnidades de estilo, circulándose a todas las juntas provinciales y su
subalterna para que de acuerdo con los ayuntamientos celen su puntual
y exacto cumplimiento, comunicando a todos lo subdelegados y jueces de
su dependencia estas mismas disposiciones: en inteligencia de que en el
preciso término de tres meses contados desde la fecha deberán estar ya
derogados todos los abusos perjudiciales a los naturales y fundados
todos los establecimientos necesarios para su educación sin que a
pretexto alguno se dilate, impida, o embarace el cumplimiento de estas
disposiciones. Y cuando enterado por suficientes informes que tengo
tomados de la mala versación de los caciques por no ser electos con el
conocimiento general y espontáneo de sus respectivas comunidades y
demás indios, aun sin traer a consideración otros gravísimos
inconvenientes que de aquí resultan, mando que en lo sucesivo todos los
caciques sin exclusión de los propietarios o de sangre no sean admitidos
sin el previo consentimiento de las comunidades, parcialidades o aíllos
(Ayllus) que deberán proceder a elegirlos con conocimiento de sus
jueces territoriales por votación conforme a las reglas que rigen en estos
casos, para que beneficiada en estos términos se proceda por el
gobierno a su respectiva aprobación.

Dr. Juan José Castelli


Dr. José Bernardo de Monteagudo, secretario

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El rey inca que quería Belgrano
Por Felipe Pigna

¿Quién era el candidato a rey inca de las Provincias Unidas propuesto por Manuel
Belgrano?
Aunque la historia liberal lo haya ignorado y el general-historiador Bartolomé Mitre lo
calificara como “la sombra de una sombra”, el candidato existió. Se llamaba Juan
Bautista Túpac Amaru y tenía notables merecimientos.
Había nacido en Tungasuca en 1747, provincia de Tinta, Perú, y participó en la rebelión
de su hermano José Gabriel en 1780, la más grande que recuerde la historia de nuestro
continente.
La comandancia revolucionaria lo destinó a cargo de la artillería en Paucartambo y de la
administración de los obrajes en Pomacanchi, liberando de su trabajo esclavo y semi
esclavo a centenares de artesanos y trabajadores indígenas.
Fue apresado en 1783 y llevado caminando esposado junto a otros miembros de la
familia desde Cuzco hasta Lima, donde fue encerrado en la fortaleza del Real San
Felipe del Callao.
En el camino vio morir a su esposa y a un pequeño sobrino. De los 78 prisioneros (26
hombres, 35 mujeres, la mayoría ancianas, y 17 niños) que partieron de la capital del
imperio incaico, sólo unos pocos sobrevivieron.
De la horrenda prisión peruana fue deportado a Cádiz, para ser encerrado en las
mazmorras del Castillo de San Sebastián por tres años.
En 1788 las autoridades carcelarias españolas del “ilustrado” Carlos IV decidieron su
traslado al penal africano de Ceuta, donde permaneció detenido por 35 años.
Allí conoció a Juan Bautista Azopardo, el marino maltés que había militado en las filas
de la Revolución Francesa y participado en más de 24 combates terrestres y navales a
las órdenes de Napoleón y se convertiría en uno de los pioneros de la Armada nacional.
En el combate naval de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811, Azopardo volvió a mostrar
su fiereza cuando derrotadas las otras dos naves tuvo que hacerles frente con la
Invencible a cuatro barcos españoles. Resistió todo lo que pudo y amenazó con volar la
santabárbara.

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Los enemigos, que ya ocupaban el barco y no querían volar por el aire, ofrecieron
respetar las vidas de Azopardo y sus compañeros, y el maltés aceptó.
Fue llevado prisionero a Montevideo. En 1815, fue trasladado a la prisión de Ceuta,
donde trabó amistad con su tocayo Túpac Amaru.
En 1820, el movimiento liberal encabezado por el general Riego liberó a los prisioneros
políticos, entre ellos a Azopardo y a Juan Bautista. Invitado por Azopardo, Túpac
Amaru llegó a Buenos Aires en 1822.
El gobierno porteño, a instancias del marino maltés, le concedió al descendiente de los
incas una pensión de 30 pesos y una vivienda, y le encargó la redacción de sus
memorias que se publicaron con el título de El dilatado cautiverio bajo el gobierno
español de Juan Bautista Túpac Amaru, quinto nieto del último emperador del Perú.
Juan Bautista concluía su memoria-alegato con un juicio lapidario sobre aquella España
que había asesinado a toda su familia y le había robado 40 años de su vida: “Esa España
tan cruel como avara, que se había empapado en lagos de sangre americana para cubrir
la Europa de torrentes de plata y oro y quedarse ella ignorante, pobre y corrompida; a
esa España igualmente voraz de la humanidad cuando supersticiosa invocaba la religión
y el evangelio para degollar americanos, que cuando queriendo ser filósofa, y con la
igualdad y derechos del hombre en sus labios, mandaba ejércitos de tigres a Caracas y
Perú”.
Juan Bautista Túpac Amaru, el frustrado rey Inca de las Provincias Unidas, murió en
Buenos Aires el 2 de septiembre de 1827, a los 80 años. Sus restos descansan en el
cementerio de la Recoleta.

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Aguila de trueno
nudo de la tierra
ven a consolarme hoy
ya que estoy caido
hoy que el sol reseca mis manos
y esta sal es la ceniza de la lluvia...

Aguila de trueno
nudo de la tierra
ven a consolarme hoy
ya que estoy vencido
estaqueado de pies y manos
y este cuero
ya se acorta
pero no mi fe…

Suenen los tambores


Suenen las campanas
Suenen por la tarde
habrán mandado a pedirle a Gabriel
que se junte con su cuerpo
que se junte con su cuerpo
que junte su pobre cuerpo
que junte su pobre cuerpo
que responda por nosotros
que responda por nosotros
que responda por nosotros…
Aguila de trueno I
Luis Alberto Spinetta

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Genealogía de los símbolos

El pensamiento indigenista de los diputados del Congreso de Tucumán de 1816

Como comentamos anteriormente, Belgrano presenta la propuesta de la monarquía


incaica ante el Congreso de Tucumán de 1816. Este congreso estaba formado por 40
(cuarenta) diputados. Por sus lugares de nacimiento estaba representada toda
Hispanoamérica del Sur. Eduardo Astesano (1979) aporta los siguientes números:
Tupiza y Oruro (Alto Perú), Lima, Chuquisaca (2); Mizque, Cochabamba, Jujuy (2),
Salta (4), Tucumán (2), La Rioja, Santiago del Estero (2), Córdoba (5), San Juan,
Mendoza (2) y Buenos Aires (4). La mayoría de ellos eran hombres universitarios (14
sacerdotes, 18 abogados). Sólo dos de ellos habían estudiado en Europa y 33 en
universidades americanas: Universidad de Córdoba (17), Charcas (8), Chuquisaca (3),
Lima (1), Universidad de Chile (4).
Los representantes por Buenos Aires (entre ellos, Belgrano, Pueyrredón y Anchorena)
estaban ligados a la región “arribeña” -como se denominaba al Alto Perú-, ya sea por
parentela, intereses o estudios universitarios. De esto deduce Astesano que el
“porteñismo” quedaba diluido en aquel Congreso. Con “porteñismo” se refiere al grupo
conformado por los representantes de Buenos Aires que bregaban por mantener la
hegemonía y centralidad de esta ciudad sobre el resto del país, en oposición a los demás
diputados que se plegaron al “plan Cuzco”; es decir, al traslado de la capital a esta
ciudad peruana, tal como lo proponía Belgrano.
A pesar de que la mayoría de los diputados apoyaron la propuesta de Belgrano, el sector
de diputados que no estaba de acuerdo con el “plan Cuzco”-en su mayoría diputados
porteños- logró pasar a sesiones secretas la discusión. Esto hizo que los opositores a la
propuesta de Belgrano ganaran tiempo para desprestigiar el proyecto desde la prensa
porteña. Finalmente, la discusión se dilató y perdió su fuerza inicial quedando
abandonado el proyecto de la monarquía incaica.

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El Himno Nacional y los Incas

En 1813 se creó la “Marcha patriótica” actual Himno Nacional Argentino que tiene en
su primera y original versión la siguiente estrofa:

"Se conmueven del Inca las tumbas


y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor"

El 30 de marzo de 1900 se sancionó un decreto para que en las festividades oficiales o


públicas, así como en los colegios o escuelas del Estado, sólo se cante la primera y la
última cuarteta y el coro de la canción sancionada por la Asamblea General del 11 de
mayo de 1813.

(Versión original)
Letra: Vicente López y Planes. Música: Blas Parera Coro

Sean eternos los laureles


que supimos conseguir:
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir. Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad. Se levanta a la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa Nación:
Coronada su sien de laureles
Y a su planta rendido un León. Coro De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
La grandeza se anida en sus pechos,
A su marcha todo hacen temblar. Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor,

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Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor. Coro Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor:
Todo el país se conturba con gritos
de venganza, de guerra y furor. En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel
Su estandarte sangriento levantan
Provocando a la lid más cruel. Coro ¿No los veis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz?
¿Y cual lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
Luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir? Coro A vosotros se atreve ¡Argentinos!
El orgullo del vil invasor,
Vuestros campos ya pisa contando
Tantas glorias hollar vencedor. Mas los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener. A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer. Coro El valiente argentino a las armas
Corre ardiendo con brío y valor,
El clarín de la guerra cual trueno
En los campos del Sud resonó;
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita Unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo León. Coro San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental;
Son letreros eternos que dicen:
"Aquí el brazo argentino triunfó."

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"Aquí el fiero opresor de la patria
Su cerviz orgullosa dobló." Coro La victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió,
Y azorado a su vista el tirano
Con infamia a la fuga se dio;
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos a la Libertad.
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad. Coro Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín.
Y de América el nombre enseñado,
Les repite ¡mortales! Oíd:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al Gran Pueblo Argentino, Salud!

(Versión que se canta actualmente)

Letra: Vicente López y Planes


Música: Blas Parera Oid Mortales, el grito sagrado:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
¡Al gran Pueblo Argentino salud! Coro
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.

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El Escudo Nacional y los Incas

La bandera nacional fue creada por el General Manuel Belgrano el 27 de febrero de


1812, en el poblado de la Capilla del Rosario, Pago de los Arroyos, hoy ciudad de
Rosario. Fue consagrada con los mismos colores "celeste y blanco" por el Congreso de
Tucumán el 20 de julio de 1816, debido a una iniciativa del diputado Juan José Paso, y
ratificada por el mismo cuerpo en Buenos Aires, el 25 de febrero de 1818, incorporando
el sol incaico en la franja blanca central. Aunque ya en 1813 se estableció el escudo o
sello de armas que rigió todos los actos administrativos de las Provincias Unidas del Río
de La Plata y tenía como fondo el símbolo solar de los incas. La confección de dicho
escudo fue encomendada al orfebre Juan de Dios Rivera y Loayza cuyo nombre incaico
era Quispe Tito Ahpauti Concha Túpac Huascar, descendiente por rama materna de
Tupac Amaru, participante activo de la revolución de Tupac Amaru II y, por esos años,
refugiado de las autoridades españolas en la ciudad de Córdoba.
Entre otras acciones, para captar la adhesión de la población originaria, se pensó en
utilizar este emblema convocante. “Nuestras armas necesitaban el auxilio de los indios,
y su causa estaba identificada con la nuestra” decía el Deán Gregorio Funes. En el
Congreso de Tucumán de 1816, Manuel Belgrano y Manuel Acevedo presentaron
sendos proyectos, con la adhesión, entre otros, del general San Martín.
En 1814 San Martín instalado en Córdoba, convaleciente de su enfermedad, y siendo
visitado por amigos y conocidos, les propuso reeditar masivamente el libro “Los
comentarios reales de los Incas” del Inca Gracilaso de la Vega. Esta obra del ilustre
mestizo peruano relata la conquista hispana en el Perú y la defensa que de este suelo
hicieron los incas, dinastía de la que Garcilaso era descendiente.
Es así que la imagen adoptada respondía a las descripciones del Templo del Sol
volcadas por Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales que hablan del origen de
los Incas (1609): “En el testero, que llamamos altar mayor, tenían puesta la figura del
Sol (…) con su rostro redondo, y con sus rayos y llamas de fuego…”. Y a la que
menciona también Gutiérrez de Santa Clara en su Historia de las guerras civiles del Perú
(Ca. 1590): “Tenía el rostro de un hombre, con sus rayos (…)”.
Si bien la propuesta política de Belgrano no prosperó, sí lo hizo la adopción del sol
“incaico” que, en 1813, apareció surgiendo en lo alto del escudo y sello oficial de la

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Asamblea que más tarde sería nuestro actual Escudo Nacional. El cuño para el sello de
la Asamblea, como dijimos, fue grabado por Juan de Dios Rivera, orfebre y pintor
nacido en Cuzco en 1760. Emparentado con la dinastía incaica, era conocido por su
nombre indígena: Túpac Huáscar Inka. Fue partidario de la insurrección de Túpac
Amaru (1780 / 1781) y por ese motivo tuvo que trasladarse a Buenos Aires. Estos
antecedentes motivaron que se lo eligiera para realizar el trabajo.

Las monedas encargadas por la Asamblea fueron hechas en la Casa de Moneda de


Potosí, con cuño de Pedro Benavídez. Llevaban en el reverso el escudo del sello pero
sin el Sol y en el anverso el Sol completo en forma de disco con rayos y rostro.

Sol de Mayo/Sol inca

‘’...esta patria fue liberada por los pobres, nuestros indios y los negros (…) Los
ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la
batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo para no tener que
pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus
hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta Patria fue
liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros,
que ya no volverán a ser esclavos’’

Gral. Don José de San Martín

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