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* Cuatro de los cinco representantes peruanos en las Cortes de Cádiz (Ramón Feliú, Dionisio

Inca Yupanui, Vicente Morales Duárez y Antonio Zuazo) votaron a favor de la aprobación del
primer artículo de la Constitución de Cádiz que estaba en un efusivo debate por lo que ameritó
la votación en la sesión del 19 de octubre de 1810. El primer artículo sostenía: “Todos los
cuerpos y personas particulares, de cualquiera condición y estado que sean, tiene libertad de
escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación
alguna anteriores a la publicación bajo las restricciones y responsabilidad que se expresarán en
el presente decreto” (Diario de sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, n° 26, 1810,
p. 55-56).

* Inca Yupanqui indica: «Señor, la justicia divina protege a los humildes, y me atrevo a asegurar
a V.M, sin hallarse ilustrado por el espíritu de Dios, que no acertará a ir un paso seguro en la
libertad de la Patria mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus
obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus diputados y de la
nación apenas tienen noticia de este dilatado continente. Los gobiernos anteriores le han
considerado poco, y solo han procurado asegurar las remesas de este precioso metal, origen
de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse. La han abandonado al cuidado de
hombres codiciosos e inmorales; y la indiferencia absoluta con que han mirado sus más
sagradas relaciones con este país de delicias, ha llenado la medida de la paciencia del Padre de
las misericordias… Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre… Como Inca, Indio y
Americano, ofrezco a la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo.» (N° 81, p.
172-173, 1810).

* Inca dice: «La América cuya cordialidad por la Metrópoli y demás virtudes nos son
conocidas... ama al Rey Fernando, desprecia a Napoleón, quiere ser libre como la madre Patria,
y como esta detesta la esclavitud. Órgano de su voz y de sus deseos, declaro a V.M. que sin la
libertad absoluta del Rey en medio de su pueblo, la total evacuación de las plazas y territorio
español, y sin la completa integridad de la Monarquía, no oirá proposiciones o condiciones del
tirano, ni dejará de sostener con todo fervor los votos y resoluciones de V.M... (Pido) se
sostenga y aumente la fuerza moral de la Nación, se la ilustre francamente en sus intereses y
obligaciones, se destierren de una vez y para siempre los restos de apatía, y se persiga el
egoísmo desolador, para que, penetrados todos de la verdad eterna de que sin esfuerzos y
desprendimientos gloriosos no hay libertad ni patria, ofrezcan en su sagrado altar los justos
sacrificios de sus personas y haciendas que de justicia e imperiosamente les demanda» (n° 96,
p. 274, 1810).

* Feliú: « […] así como la soberanía una e indivisible se divide prácticamente en cuanto al
ejercicio de sus facultades, así también se compone de partes reales y físicamente distintas, sin
las cuales todas, o sin muchas de las cuales no se puede entender la soberanía, ni menos su
representación. Las naciones diversas, las provincias de una misma nación, los pueblos de una
misma provincia y los individuos de un mismo pueblo, se tienen hoy unos respeto de otros,
como se tienen todos los hombres en el estado natural. En él cada hombre es soberano de sí
mismo, y de la colección de esas soberanías individuales resulta la soberanía de un pueblo.
Entiendo por esta soberanía, no la independencia de la legítima autoridad superior, sino una
soberanía negativa, y que dice relación solo a otro pueblo igual... Luego nada podrá decir que
la colección de algunas provincias de la Monarquía que forman lo que se llama España, es
soberana de la colección de las otras provincias de la Monarquía que forman lo que se llama
América. Y esta idea es la que indiqué al principio que debe servir de norma para juzgar
acertada e imparcialmente las conmociones que se han suscitado en algunos puntos de
aquella parte de la Nación.» (N° 107, p. 343, 1811)

* Feliú: « […] [los indios] son un pueblo humildísimo, fidelísima, austero, integérrimo y
poseedor de ciertas virtudes sociales que ya no existen en otra parte de la tierra; pero no son
pueblo de luces. Sus representantes no ilustrarán a los de la Península acerca de las grandes
máximas de gobierno y alta política, peo les dirán verdades, los instruirán en hecho de que no
tienen noticia, ni aun idea. Mas aunque aquellos fuesen los más estúpidos de los hombres,
aunque fuesen además ciegos, sordos y mudos; al venir aquí, traían sus voluntades y las de sus
comitentes; y si la América ha de permanecer unida a España, no será por la alteza y las fatigas
de los entendimientos europeos, sino por la concordia y unión de voluntades entre europeos y
americanos.» (N° 107, p. 345, 1811)

* Ostolaza: «No es por decir esto que todos los americanos tengan en particular el derecho de
ser representantes, sino que todos, en razón de sus derechos de propiedad, tienen el
correspondiente para ser representados.» (N° 114, p. 399, 1811)

* Inca: «Los indios, esos dignos ciudadanos en quienes se desdeña pensar el hombre engreído
y satisfecho con su vano saber, los tienen y los producen tan antiguos como lo es el tiempo en
que fueron conocidos. En aquella época eran ya sabios, sus gobiernos, constituidos sobre
bases liberales y paternales, han sido y serán admitidos por los entendidos...Las instituciones
religiosas, políticas y civiles del Perú, las virtudes morales de este gran pueblo, en nada cedían
a las de los celebrados egipcios, griegos y romanos, y la austeridad de sus costumbres se
anticipó con mucho tiempo a la gustosa admisión y práctica de la Santa Religión que hoy
profesan.» (N° 114, p. 401, 1811)

* Feliú: «[…] Los que llaman brutales y tiranos a los antiguos indios, ¿saben lo que era el
llactacamayu del Perú? Era el Ministro público, destinado a favorecer y amparar en todo a las
viudas y los huérfanos, cuyas casas se edificaban por orden del inca inmediatamente después
de las del sol. Véase aquí a los indios brutales y tiranos, que después de su Dios a nada
atendían más que a los desvalidos: véase a los indios brutales con una casa de huérfanos, o
con un establecimiento que ni aun la cultísima París tuvo hasta el año 1638.» (N° 126, p. 464,
1811)

* Feliú: «[…] [los indios] nos ha dejado pruebas tan recientes e incontrastables de su pericia en
la escultura, en la arquitectura civil, militar, subterránea y metalúrgica, en la hidráulica y
agricultura, en la astronomía, en las artes, en la poesía y en la música… Necesitados los indios a
reunirse para la elección de sus Diputados, empezarían a gustar el placer de las grandes
sociedad, y tal vez se empezaría de este modo a cortar de raíz la causa principal de sus atrasos
en todo género, que es el ser tan pequeñas sus poblaciones y tan aisladas o distantes unas de
otras. Se dedicarían también con más gusto y universalidad a aprender el habla castellana,
pues el saberla deberá tenerse por uno de los requisitos necesarios para ser representantes»
(N° 126, p. 464, 1811).

* Morales Duarez: “[…] la provincia de dos o cuatro, tenga así una representación, y la
provincia de veinte, tenga una representación de veinte, lo que demanda igualdad en la forma,
pues lo contrario es un desorden y un semillero de agravios. He aquí la teoría legal, por donde
es visto que todas y cada una de las provincias de la Nación tienen la solicitud referida en
términos, no de gracias, sino de justicia» (N° 134, p. 514, 1811)
* Morales Duárez: «La base sólida de los imperios es la beneficencia, pues estos se componen
de hombres que bendicen la autoridad, y reposan gustosamente bajo su sombra cuando el
resguardo de sus fueros, y ven conservarse ilesos sus derechos de propiedad, libertad y
seguridad. Mas en caso contrario, cuando una mano opresora los abruma, es necesario se
resientan, porque Dios no los ha constituido insensibles o estatuas. Y en cumplimiento de
todas estas máximas para la América, debe principar por la proposición del día, pues nunca sus
indígenas serán más fieles, sumisos y amantes al Trono de Castilla que cuando vean en el
rededor a sus naturaleza y conterráneos dictando las leyes y reglas que han de fijar para la
sucesiva su fidelidad, sumisión y amor.» (N° 134, p. 517, 1811)

* Morales Duarez: « […] el verdadero origen de los males que han sufrido los indios de la
América... ha sido esta especie de repartimientos. Ha llegado el extremo de que algunos
corregidores han tomado anteojos y los han repartido a los indios por fuerza. Tomaban los
géneros muy baratos, y después los vendían con más o menos exceso, según el humor, el
temperamento o la ambición de cada uno. Esto dio lugar al levantamiento de Tupamaro, en el
Perú, que se puso en campaña con 70 000 indios cuya pacificación costó muchos sacrificios y
dinero.» (N° 165, p. 675, 1811)

* Feliú: «Convengo en que los indios no son muy aplicados al trabajo; pero de aquel no se
infiere que no se aplican por ociosos. No trabajan porque cuando más ganan, más les roban;
hacen bien. Yo creo que la indolencia natura a todos no se excita o despierta sino por el deseo
de adquirir los bienes o evitar males. Mas los indios saben que por más que hagan, no pueden
tener bien alguno, ni evitar alguno de los males que sufren.» (N° 165, p. 676, 1811)

* Inca: «El amor y la liberalidad de la América está bien conocido. La nación lo ha


experimentado en el inmenso raudal de oro y plata que ha corrido para la Península desde el
año de 90 acá. Ese exceso de donativos y préstamos ocasiona que en el día no puedan los
americanos manifestar su patriotismo en los términos que ciertamente desean. En la América
del Sur, por lo menos en el Perú, no hay las riquezas que he oído ponderar de Méjico. En otro
tiempo tuvo el Cusco su templo del Sol, y Lima su Pachacamac, cubiertos de estos preciosos
metales; pero habiéndose disfrutado ya Carlos V y Felipe II, no nos han quedado más que las
ruinas. Las pocas que hoy existen deben exigirse de un modo que no choque con las ideas
religiosos de los indígenas y demás clases.» (N° 192, p. 848, 1811)

* Inca: «[…] el decreto de V.M. de abolición del tributo personal de los indígenas americanos
ha derribado hasta los cimientos aquel muro fuerte que por espacio de tres siglos puso en
inmensa separación a los habitantes del antiguo y nuevo mundo. Rompióse ya con solo una
palabra de V.M. la piedra de escándalo que alejaba el afecto de tan dignos ciudadanos, y se
borrará para siempre, si V.M. lo quiere, la línea divisoria, injusta y degradante, que
obligándolos a girar en círculos desiguales, parece los precisaba a fijar sus corazones en
centros también desiguales... Yo, en nombre del imperio de los quechuas, al que la naturaleza
me ligó con altas relaciones, no puedo dejar de felicitar a V.M. por una providencia tan sabia y
liberal... En muchos lugares de la serranía, el rígido clima frío impide la vegetación y sus
habitantes viven míseramente del tráfico de sus pobres manufacturas o del servicio personal,
la primicia y la obvención o no la hay, o es sumamente pequeña, resultando de todo que el
ministro del altar queda sin recursos, y sujeto a la penuria más dolorosa.» (N° 261, p. 1288-
1289, 1811)

* Ostolaza: “(pido) que se exhorte a los Rdos. Obispos a que en el tiempo más breve se
congreguen en Concilio para tratar entre otras medidas conducentes a salvar la religión que
peligra con la Patria, si convendrá declarar que la presente guerra es de religión, y que como
tal se den por el Concilio las providencias para que el clero contribuya con todas sus fuerzas y
arbitrios al fomento de la guerra» (N° 286, p. 1451,1811)

* Ostolaza: «Me opongo enteramente al dictamen del señor preopinante. Encuentro lo más
impolítico el apoyar y proteger a los franceses. Todo lo que no sea tenerlos un odio eterno
hasta la octava generación, es descaminarse. Se trata de mantener las posesiones de los
franceses emigrados, y en el hecho de haberse emigrado, han dado pruebas de ser franceses.»
(N° 290, p. 1470, 1811)

* Morales Duárez: «No puedo tolerar la enunciativa que acabo de oír sobre la incapacidad de
los indios. Esta creencia vulga en el siglo XVI, a los pocos días del descubrimiento de la américa,
no debe propalarse ahora en el siglo XIX, donde merece un desprecio universal. Ella sirvió en
aquella época para un vergonzoso efecto que no debíamos recordar, a saber: la multitud
inmensa de censuras e invectivas desparramadas por los extranjeros contra los españoles…
Arrastrada gran parte de los indios por el europeo a vivir y sepultarse en las cavernas metálicas
y descuida la otra en su educación por el Gobierno, no ha tenido tiempo ni proporción para
instruirse: sus deseos, voluntad y buenas disposiciones han sufrido unas trabas tan
insuperables, como superiores a su arbitrio. No confundamos el acto con la potencia; no se
titule incapacidad lo que es puramente un defecto, ni se impute al miserable indio para su
degradación y gravamen, lo que es culpa ajena.» (N° 323, p. 1668, 1811)

* Morales Duarez: «Aquí no debe entenderse por libertos a los africanos, sino a los hijos de
estos. El señor preopinante ha adivinado la intención de la comisión. No se trata del africano,
es decir, del negro, sino de los hijos de estos, los cuales han nacido en el suelo español, en su
religión, con sus costumbres y que no pueden equivocarse con los extranjeros.» (N° 333, p.
1736, 1811)

* Feliú: «No creo muy conforme en que en la parte que tácitamente excluye de la igualdad a
los originarios de África se haya llamado Constitucional, dando a entender que es irrevocable,
cuando la Constitución es el decreto máximo, en el cual pueden y deben corregirse,
conviniendo todos los anteriores… Se les exige (a ellos) 'que sean hijos de legítimo matrimonio'
enhorabuena; más, ¿por qué no se exige a los extranjeros esta misma calidad, ni se les ha
exigido la de una buena conducta? ¿Es justo que puedan ser más fácilmente ciudadanos
españoles los extranjeros, que uno españoles que lo son por todos títulos?... Los individuos de
que se discute, que son españoles por nacimiento y que han mamado desde la cuna la religión,
idioma, costumbres y preocupaciones de España. Su matrimonio, pues, considerado en este
sentido, no les sirve sino de un nuevo embarazo para adquirir la ciudadanía... Añade el Sr. Aner
porque estos individuos entraron en la Nación cuando ya se hallaba constituida, o lo que es lo
mismo, no coadyuvaron a su formación primera, ni se puede suponer que tuvieron arte en los
convenios primitivos, y por consiguiente, ellos no tienen derecho a exigir cosa alguna de la
Nación, que puede colocarlos en la clase que le parezca, y darles o no tales y tales distinciones
y fueros, yo solo haré sobre estos dos ligeras observaciones. La una es, que si fuese exacta la
reflexión del Sr. Anér, comprenderá también a los indios y a los españoles criollos que entraron
en la sociedad cuando esta se hallaba constituida, y muy pocos años antes que los originarios
de áfrica, y comprenderá igualmente y con más razón a otros españoles que después de estos
últimos hayan entrado en la misma sociedad. Nadie convendrá en semejantes ideas, y no sé
por qué el rigor de estos que se quieren llamar principios, se aplica solo a estos útiles y
laboriosos españoles. La otra es que aunque ellos no contribuyesen a la formación primitiva de
la sociedad, contribuyen a su segunda formación, porque contribuyen hoy con sus haberes, sus
fatigas y su sangre a que no se disuelva en ultramar, y no sé cuál de los dos es mayor mérito».
(N° 388, p. 1781, 1811)

* Morales Duárez: «Entiendo muy bien que entre los europeos residentes en América,
fácilmente se encuentren las dos primeras calidades de probidad y talento, pero no puedo
formar el mismo juicio de las otras calidades si se comparan con los criollos. No es verosímil
que un extraño por su residencia de siete años, como expresa el artículo, obtenga la
superioridad de luces que un indígena adquiriendo en el dilatado espacio de treinta o cuarenta
años por el uso constante de sus sentidos el manejo de los negocios y la atención misma a sus
intereses; las últimas memorias de su país, cuyo conocimiento es a las veces muy
indispensable para formar una ley o dictar alguna providencia Aún mayor dificultad encuentro
en la otra calidad del amor a la Patria, que debe juzgarse más importante que todas las
antecedentes, pues un Diputado falto de ella obrará muy poco, y no sabrá vencer los
obstáculos que embaracen su marcha.

He oído con extrañeza que entendiendo por patria el lugar del nacimiento, debía borrare esta
palabra del Diccionario de la lengua castellano, pues solo debe contraerse a la Metrópoli, o a la
mayor parte de la Nación. Los nombres nos diferenciamos más en las opiniones que en los
rostros, pues la mía en este punto es que entendida la patria en el primer sentido, la obligación
de amarla había de estamparse en cada hoja de todos los Diccionarios, porque así la reconozco
como un deber natural y divino, inspirado por la naturaleza, recomendado por el mismo Dios,
y universalmente reconocido por superior a los intereses individuales, y aún a la misma
naturaleza, viéndose por tanto al padre gozoso inmolando a sus caros hijos en beneficio de su
país… No es posible equiparar en ella al natural con el extraño. Por más virtuoso que sea este,
nunca su corazón podrá tomar el interés y calor que el otro, y siempre conservará mucho de
frialdad e indiferencia en los contrastes de su comisión. Ni la patria comitente podrá tener con
él aquella última confianza que pueden exigir algún día ciertos encargos.» (N° 360, p. 1937,
1811)

* Morales Duárez: «[En América] se encuentra una sociedad pobre y desgraciada. Si


exceptuamos ciertos pueblos estables, a saber, las ciudades mayores universalmente
conocidas como Lima, Méjico, Chile, Buenos-Aires, Santa Fe y otras pocas, donde nada hay que
salga de la esfera de la mediocridad, y donde mucho se desea de lo importante y preciso para
un completo orden social, todo lo demás es una miseria. Ni arreglo en caminos, ni casas de
postas en las distancias, ni puentes en los ríos, ni decencia, comodidad y regularidad en sus
poblaciones interiores, según prometían y aún exigían de justicia las abundosas proporciones
con que el cielo ha querido bendecir aquella región, reuniendo allí todas las preciosidades del
resto de la tierra con otras nuevas. Este cuadro triste, melancólico para la América, como para
todo hombre sensible y capaz de excitar la compasión y lágrimas del filósofo, que debo
recomendar a V.M. para las urgentísimas reformas de la América.» (N° 386, p. 2132, 1811)

* Suazo: «No nos debemos decidir a adoptar una ley que por buena se adopte en Inglaterra,
pues lo que allí es útil, puede ser aquí perjudicial, por la diferencia de clima, carácter,
costumbres y demás que se observa entre las dos naciones. Además de que los militares
ingleses han estado siempre en el mismo pie que ahora existen, y no sé yo si su sabia política
los despojase en unas circunstancias tan apuradas y peligrosas.» (N° 412, p. 2291, 1811)

* Morales Duárez: «Estos dignos ministros del altar... forman y sostienen la fidelidad, amor y
sumisión de aquellos naturales (de América). Por este medio prestan inmensos beneficios al
Estado, y van proporcionando igual logro en los innumerables errantes por el vasto centro de
la América.» (N° 490, p. 2772, 1812)

* Inca Yupanqui: «[...] este temor (al nuevo diezmo) es vano, pues aunque en las provincias
marítimas, cuyo estado de agricultura es mejor, resultase alguno, buen cuidado tendrá el
Gobierno de aplicar su valor a las necesidades de los párrocos de la sierra, en donde el rígido
frío impide la vegetación, los habitantes viven miserablemente de sus pobres manufacturas, y
no pudiendo ofrecer promisiones ni obvenciones, el pastor sufre también las mismas
privaciones que las ovejas.» (N° 491, p. 2779, 1812)

* Feliú: «[...] hablo del comercio con los indios bravos e independientes... siendo muy grande
la multitud de esos indios, es por consiguiente muy grande y muy lucroso el tráfico que con
ellos se puede hacer. Un celoso e ilustrado apostólico, después de referir los nombres de más
de 40 naciones de indios independientes, 22 de las cuales habían sido desconocidas hasta
entonces, dice: “existe otro nuevo mundo de gentes y naciones innumerables”… Lo interior de
América está, como saben todos, lleno de ríos caudalosos y navegables, y este comercio nos lo
haría más conocidos y de más seguro acceso, y también son claros los considerables bienes
que de esto resultarían. Pero el principal de todos es sin duda la mayor facilidad que así habría
para la conversión de esos infelices y la cesación de la guerra que siempre tenemos con ellos
en varios puntos. El ahorrar la sangre que se vierte y el dinero que se gasta en sostenerla, y el
procurar extinguir el odio que ella produce al nombre español, son asuntos de la última
importancia, y que se conseguirán en todo o en la mayor parte por medio del comercio.» (N°
531, p. 2975, 1812)

* Salazar y Carrillo: «Muchas causas han contribuido a empobrecer al Perú y a hacer que
desaparezca en cierto modo la ostentación y la opulencia consagradas por tanto a tiempo a su
memoria. No es mi intento enumerarlas; pero sí presentar la necesidad de una medida que
contenga el desmoronamiento de un reino que va caminando con prontitud al precipicio…Los
hacendados no encuentran los precisos auxilios para cultivar sus herederos; los comerciantes,
hallándose el país tan sumamente falto de numerarios, no pueden prosperar ni promover
negociaciones, ni tienen valor ninguno los frutos ni los efectos; y obstruido el comercio y
cerrada la puerta a toda especulación, queda el país en un estado de inacción y de
abatimiento, cual puede colegirse del trastorno que con la escasez de moneda sufren la
agricultura, las artes y el comercio, únicos promovedores de la felicidad de las naciones». (N°
645, p. 3621, 1812)

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