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El decenio de Fujimori (II)

1996-2000: Fujimorismo tardío

Asistencialismo
El segundo gobierno de Alberto Fujimori generó un bolsón de partidarios fieles en los
sectores populares, tradicionalmente excluidos de los planes del gobierno. Muchos de
los programas sociales y proyectos fueron de corte asistencialista. Es decir, atendían
problemas sociales urgentes; pero a largo plazo no generaban soluciones estructurales.
Por ejemplo, el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA) creado en
1992, tenía la función de combatir la desnutrición en los sectores de extrema pobreza y
brindar asistencia alimentaria a escolares de 3 a 12 años de edad en las escuelas
públicas1. Pero este tipo de medidas debe ser temporal mientras se trabaja a largo plazo
en la solución estructural de la extrema pobreza. De lo contrario se constituye una
relación paternalista entre el Estado y los ciudadanos, una relación de permanente
dependencia.

Por ello existían programas de asistencia que, al igual que la infraestructura, no


procuraban una dinámica de desarrollo en la población más vulnerable, sino solo asistir
sin contemplar proyectos que puedan transformar la situación de estos grupos. Todo
esto fue cubierto con presupuesto proveniente del Ministerio de la Presidencia, un
ministerio creado por Fujimori que acumulaba la mayor parte del presupuesto del Estado
peruano. De ese modo controlaría los fondos y a dónde se tendrían que destinar
(Marcus-Delgado, 2001).

Improvisación en evidencia
La poca planificación e improvisación del propio presidente Fujimori, también jugó en su
contra durante el fenómeno de El Niño del año 1998: al no contrastar históricamente
posibles escenarios de afectación de este fenómeno con lo que serían las zonas donde
podría llegar, no se desarrolló un plan cabal para responder a estos hechos. Buena parte
del público nacional observó a un Fujimori sin ideas, sin detalles y sin estrategia para
enfrentar este desastre (Zapata, 1998).

1A mediados de 2012 el programa fue desactivado por el gobierno de Ollanta Humala, después de un
escándalo de corrupción y la entrega de alimentos en mal estado que ocasionó la muerte de tres niños
y la hospitalización de 90. El PRONAA fue reemplazado por el programa Qali Warma.

CENTRO DE ESTUDIOS PREUNIVERSITARIOS (CEPU)


Violaciones de derechos humanos
El régimen de Alberto Fujimori estuvo acompañado de violaciones de derechos
humanos. En la lucha contra el terrorismo se produjeron masacres de campesinos que
no necesariamente estaban colaborando con Sendero Luminoso o el MRTA. También
se torturaron y asesinaron a periodistas que investigaron estos crímenes o testigos de
estos delitos. Varios de estos delitos fueron cometidos por un destacamento especial
conocido como “Grupo Colina”, del cual Alberto Fujimori tenía pleno conocimiento. Este
destacamento tenía como jefe operativo al mayor Santiago Martín Rivas. Es importante
resaltar que el Grupo Colina no fue un escuadrón paramilitar. Los escuadrones
paramilitares operan al margen del ejército y del Estado en general. Existen documentos
oficiales, planillas de pago y planes de operaciones aprobados que demuestran su
pertenencia a un orden jerárquico, a una cadena de mando.

El 3 de noviembre de 1991 el Grupo Colina ingresó al primer piso de una quinta en el


Jirón Huanta, en Barrios Altos. Tenían información de que en ese lugar habría una
reunión senderista. Ingresaron al inmueble y acribillaron a los presentes. Murieron
quince personas, incluyendo un niño de ocho años. Cuatro personas quedaron heridas,
una de ellas en condición tetrapléjica de por vida. Ninguna de las víctimas era terrorista.

El 18 de julio de 1992, dos días después del atentado de Tarata, el Grupo Colina ingresó
al campus de la Universidad Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta”, secuestró y ejecutó
a diez personas (nueve alumnos y un profesor). Estas personas habían sido señaladas
por agentes infiltrados como terroristas. La información era errónea y estaba basada en
rumores. Ninguna de las víctimas era terrorista.

Estas son las dos masacres más conocidas del Grupo Colina, pero es responsable de
más crímenes. El 29 de enero de 1992 asesinaron a seis personas en la ciudad de
Pativilca, en Barranca. El 2 de mayo de 1992 asesinaron a nueve campesinos en la
provincia de Santa, departamento de Ancash. En ambos casos las víctimas habían sido
señaladas como terroristas. Posteriormente se determinó que las masacres habían sido
instigadas por intereses privados vinculados al general Nicolás de Bari Hermoza Ríos2.

2 En el caso de la masacre de Pativilca un empresario que tenía una disputa de terrenos con las
víctimas las señaló como terroristas. En el caso de la masacre de Santa otro empresario señaló a
algunas de las víctimas como terroristas después de una marcha de campesinos sin tierra y el
incendio de una fábrica. Ambos empresarios eran amigos del Comandante General EP Nicolás
Hermoza. En el contexto de las posteriores investigaciones de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación un colaborador reconoció que la masacre de Santa se entendía en el Grupo Colina
como un “trabajo particular” para el general Hermoza.

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En 1997 la agente del Servicio de Inteligencia Nacional y también miembro del Grupo
Colina, Mariela Barreto, filtró a la prensa el “plan Bermudas”. Se trataba de una
conspiración para asesinar a periodistas opositores del régimen de Fujimori, entre ellos
César Hildebrandt. Por esta filtración Mariela Barreto fue torturada, asesinada y
descuartizada. Santiago Martín Rivas fue señalado como sospechoso del crimen, pero
este señaló a Vladimiro Montesinos como el autor.

Entre 1996 y 2000 alrededor de 272 000 mil mujeres recibieron ligaduras de trompas y
22 000 hombres, vasectomías, en el marco de un Programa Nacional de Salud
Reproductiva y Planificación Familiar. De esa cantidad, al menos 2 166 mujeres
denunciaron que esos procedimientos quirúrgicos no contaron con su consentimiento.
La mayoría de las víctimas eran campesinas quechuahablantes. Se denuncia que
Alberto Fujimori y tres ministros de Salud, Marino Costa Bauer, Eduardo Yong y
Alejandro Aguinaga, planificaron la esterilización de todas estas personas con el fin de
reducir drásticamente la población peruana en condiciones de pobreza o extrema
pobreza. La defensa de Fujimori sostiene que algunas malas prácticas médicas no
implican una política pública de reducción poblacional sin respeto de los derechos
humanos. La acusación a Fujimori sostiene que el expresidente y sus ministros tenían
pleno conocimiento de lo que estaba ocurriendo.

Respecto a las masacres de la Cantuta y Barrios Altos Alberto Fujimori fue hallado
culpable, declarado coautor mediato de los crímenes y condenado a 25 años de cárcel.
Respecto al caso de las esterilizaciones forzadas después de intentos de archivarlo, en
diciembre de 2021 un juez abrió una investigación a Fujimori y tres de sus exministros
de Salud. Alberto Fujimori fue extraditado desde Chile en 2007 para ser procesado en
el Perú por diversos delitos, pero no estaba contemplado el caso de las esterilizaciones
forzadas. Se solicitó al sistema de justicia chileno que se amplíe la extradición de
Fujimori para poder ser procesado por este delito. El 19 de mayo de 2023 la Corte
Suprema de Chile citó a Alberto Fujimori a declarar por estas acusaciones con miras a
ampliar su extradición.

Alberto Fujimori es el primer caso en el mundo de un expresidente juzgado en su propio


país por violaciones de derechos humanos3.

3El caso de Alberto Fujimori ni siquiera es comparable con los de Slobodan Milošević (expresidente
de Serbia y Yugoslavia) o Charles Taylor (expresidente de Liberia), quienes fueron juzgados por
violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra en tribunales internacionales.

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Búsqueda de un tercer mandato
Después de su reelección en 1995, Alberto Fujimori desestimó la posibilidad de postular
a un tercer mandato. De hecho, la propia Constitución de 1993 lo impedía:

Artículo 112º. El mandato presidencial es de cinco años. El Presidente puede ser


reelegido de inmediato para un período adicional. Transcurrido otro período
constitucional, como mínimo, el ex presidente puede volver a postular, sujeto a las
mismas condiciones4.

Sin embargo, en 1996 comenzó a tentar la posibilidad de postular a un tercer mandato.


Esto enardeció a la oposición. Para sortear la barrera impuesta por la misma
Constitución, el congresista Carlos Torres y Torres Lara, presidente de la Comisión de
Constitución del Congreso, junto a parte de la bancada fujimorista presentó un proyecto
de ley para la “interpretación auténtica” del artículo 112. De acuerdo con la interpretación
fujimorista solo se consideraría como primer mandato presidencial de Fujimori el de
1995, ya que el de 1990 se inició bajo otro régimen constitucional (el de 1979). De ese
modo en el año 2000 estaría postulando para un “segundo” mandato.

Esta ley fue duramente criticada y enviada al Tribunal Constitucional (TC), un organismo
que se creó con la Constitución de 1993, que velaría por el orden constitucional (la
interpretación de las normas) en caso de que no se logre algún tipo de acuerdo (por lo
regular entre el ejecutivo y el legislativo). El Tribunal emitió un dictamen sentenciando
que Fujimori no podría postularse a los comicios del 2000. El Congreso, controlado por
la mayoría fujimorista, defenestró a los tres miembros del Tribunal Constitucional que
no respaldaron la propuesta fujimorista y los reemplazaron por otros magistrados que
les dieran la razón.

Esto motivó una serie de protestas que fueron consideradas, por el propio
candidato/presidente, como intentos de atentar contra de la estabilidad y el crecimiento
alcanzado (EFE, 1999). La oposición convocó a la ciudadanía, desarrolló plantones y
distintas dinámicas de protesta. Uno de los líderes de la oposición y candidato
presidencial, Alejandro Toledo, capitalizó la protesta y lideró múltiples manifestaciones
en contra del régimen de Fujimori.

Según lo establecido en la Constitución si se recolectaba un millón y medio de firmas se

4Actualmente, después de una reforma aprobada por la ley 27365, el 2 de septiembre de 2000, la
Constitución Política del Perú ya no admite la reelección presidencial inmediata.

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habilitaba la convocatoria a un referéndum donde los mismos ciudadanos determinen si
Fujimori podía volver a postular a la Presidencia de la República el año 2000. Se
consiguieron las firmas, pero el Congreso aprobó —de manera rápida— un cambio en
la norma. Se exigió además de las firmas, contar con la aprobación de 48 miembros del
Congreso (Marcus-Delgado, 2001). Debe tenerse presente que el Congreso era de
mayoría fujimorista. Esto fue inaceptable para la oposición y la opinión pública.
Nuevamente los ciudadanos salieron a las calles a protestar contra lo que a todas luces
era un deliberado proyecto de perpetuación en el poder.

Para postular por tercera vez Alberto Fujimori no solo necesitó al Congreso. Fue
necesario el control del Poder Judicial y otros organismos importantes. Se destituyeron
varios de sus miembros claves: jueces, a los miembros del Tribunal Constitucional,
miembros de la Academia Nacional de la Magistratura y del Jurado Nacional de
Elecciones (JNE). Se nombraron nuevos miembros provisionales en la Corte Suprema,
quienes culminaron la labor de ‘purgar’ el Poder Judicial. Los gobiernos regionales,
pasivo recibido del gobierno del expresidente García Pérez, fueron eliminados y la
jurisdicción que les correspondería, pasó a manos del Ministerio de la Presidencia. De
ese modo pudo disponer directamente de los recursos antes distribuidos entre los
gobiernos regionales.

Se utilizó recursos públicos para financiar la campaña de Alberto Fujimori y su alianza


electoral Perú 2000. Personas que recibían asistencia del PRONAA manifestaron, por
ejemplo, que fueron presionadas para votar por Perú 2000, so pena de no continuar
recibiendo asistencia por parte del programa. Los vehículos pertenecientes a los
diferentes niveles de gobierno se utilizaban para transportar a partidarios a marchas y
mítines y trabajadores estatales usaban sus días laborales para hacer proselitismo.
Había una maquinaria gubernamental puesta en marcha para lograr su segunda
reelección.

Por otro lado, Vladimiro Montesinos y el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN)


desarrollaron una táctica de control de medios de comunicación, que usaron para
influenciar la votación del 2000. Ejercieron presión sobre aquellos medios que veían
como contrarios al régimen, a través de instituciones estatales como la SUNAT o el
Ministerio del Interior, mediante amenazas o torturas (caso Fabián Salazar). Alberto
Fujimori desvió fondos públicos para financiar una prensa dedicada a difamar
candidatos y políticos opositores. A esta prensa se le conoció como los “diarios chicha”

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(El Chino, La Chuchi, El Chato, El Popular, El Men, El Tío, La Yuca, etc.). También se
compró la línea editorial de medios de comunicación, en televisión (América TV,
Panamericana TV, ATV, Cable Canal de Noticias, Red Global TV) y prensa escrita
(diario Expreso).

A pesar de todo este esfuerzo por legitimarse frente a la opinión pública, la caída del
régimen fujimorista fue inevitable.

Colapso del régimen


A pesar de la creciente oposición las elecciones de 2000 se realizaron. El periodo de
campaña electoral estuvo acompañado de discusión sobre la inconstitucionalidad,
denuncia de intimidación a votantes, falsificación de un millón de firmas para la
inscripción de Perú 2000, sobornos de autoridades, cooptación del poder electoral y en
general fraude electoral. La primera vuelta dejó a Alberto Fujimori y a Alejandro Toledo
con el 49.87 % y el 40.24 % de los votos válidos, respectivamente. Toledo no estaba
convencido de estos resultados y denunció que las elecciones no serían libres ni justas.
Convocó a sus partidarios a impugnar su voto. La segunda vuelta tuvo un índice de voto
nulo de 29 %. En la noche del 28 de mayo se anunció la victoria de Alberto Fujimori con
el 51.2 % de los votos válidos.

Los resultados no fueron aceptados por Alejandro Toledo y convocó una inmensa
movilización para los días 26, 27 y 28 de julio, coincidiendo con la asunción de Fujimori
de su tercer mandato. Esta movilización fue conocida como la Marcha de los Cuatro
Suyos y aunque estaba visiblemente encabezada por Toledo, integraba también a
diversos partidos políticos de derecha, centro e izquierda, movimientos estudiantiles y
movimientos sociales en general. En una época en que no existían las redes sociales y,
por lo tanto, con las dificultades de coordinación, es significativo que la participación
nacional haya sido muy grande. Solo en Lima acudieron a la marcha más de 250 mil
personas. En medio de las protestas se produjo una explosión en la sede del Banco de
la Nación, y luego se determinó que fue provocada desde el interior5. A pesar de todas
las protestas Alberto Fujimori juramentó como presidente de la República por tercera
vez.

El 14 de setiembre del 2000 se convocó una conferencia de prensa para las 6.00 pm en

5Vladimiro Montesinos fue sentenciado a diez años de pena privativa de la libertad por la muerte de
seis vigilantes del Banco de la Nación, luego de ser hallado culpable como autor mediato de la
explosión y de infiltrar agentes en la movilización para instigar el delito contra la seguridad pública.

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el hotel Bolívar. Cuando el auditorio estuvo suficientemente lleno aparecieron los
congresistas Fernando Olivera y Luis Iberico del Frente Independiente Moralizador para
presentar un vídeo de 56 minutos. Las imágenes fueron transmitidas por Canal N. En el
vídeo se apreciaba con claridad, cómo el asesor presidencial Vladimiro Montesinos
sobornaba con 15 mil dólares al congresista Alberto Kouri de Perú Posible para que se
pase a Perú 2000. Todo esto ocurría en una sala del Servicio de Inteligencia Nacional.
El vídeo exponía con transparencia indiscutible la red de corrupción del régimen. Es
difícil explicar la velocidad del impacto que tuvo ese vídeo en una época donde no
existían redes sociales ni medios para compartir inmediatamente imágenes.

“A un costado de su escritorio, Fujimori tenía algunas pantallas silenciosas que


observaba de reojo mientras los ministros analizaban la situación. Eran los monitores
que transmitían vistas fijas de varias cámaras de vigilancia colocadas sobre la plaza de
Armas. Los primeros grupos de gente que protestaba ya se reunían en las esquinas
sumando fuerzas para avanzar hacia la plaza. Las pantallas no tenían audio, pero
gradualmente, por las ventanas que daban a la plaza, comenzó a escucharse una
especie de melodía lejana cuya entonación les era familiar: «Y va a caer… y va a
caer…». Fujimori la había escuchado durante años, pero esta vez, la letra contenía un
leve cambio. Ahora la gente cantaba «Y ya cayó… y ya cayó…»” (Jochamowitz, 2019,
p. 265 y s.).

Vladimiro Montesinos tenía cientos de vídeos donde se había grabado a empresarios,


gerentes de medios de comunicación, funcionarios públicos, congresistas, policías,
militares e incluso personajes de la farándula en entrevistas con el asesor. Algunas
reuniones consistían en sobornos, otras en intercambio de favores, pero todas
resultaban comprometedoras. Poco a poco aparecieron más vídeos. Adquirieron el
nombre coloquial de vladivideos. La trama corrupta abarcaba todos los poderes del
Estado y era imposible de ocultar. El 16 de setiembre, dos días después de la difusión
del vídeo Kouri-Montesinos, Alberto Fujimori dirigió un mensaje a la Nación donde
anunció la desactivación del Servicio de Inteligencia Nacional, la convocatoria a nuevas
elecciones generales para salir de la crisis política y la decisión de no participar en ese
nuevo proceso electoral. A continuación, montó una operación de búsqueda y captura
de Vladimiro Montesinos como si este fuera el único responsable de todos los actos de
corrupción de su gobierno.

El 13 de noviembre Alberto Fujimori viajó a la Cumbre del Foro de Cooperación


Económica Asia-Pacífico (APEC) en Brunei. Se tenía previsto que pasara por Malasia,
se trasladara a Japón y de ahí a Panamá para asistir a la X Cumbre Iberoamericana de
Jefes de Estado y de Gobierno. Sin embargo, decidió quedarse en la ciudad de Tokio.
Fujimori advirtió que le seguirían investigaciones y probablemente denuncias penales

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por actos de corrupción, entre otros delitos, y el 19 de noviembre envió por fax, al
presidente del Congreso, su renuncia a la Presidencia de la República.

"He vuelto, entonces, a interrogarme sobre la conveniencia para el país de mi presencia


y participación en este proceso de transición. Y he llegado a la conclusión de que debo
renunciar, formalmente, a la Presidencia de la República, situación que contempla
nuestra Constitución, para, de este modo, abrir paso a una etapa de definitiva distensión
política que permita una transición ordenada y, algo no menos importante, preservar la
solidez de nuestra economía." (Carta de renuncia de Alberto Fujimori. 19 de noviembre
de 2000).

Al carecer de refrendo ministerial y ante la indignación popular, el Congreso de la


República rechazó la renuncia de Fujimori y declaró la vacancia de la Presidencia por
incapacidad moral permanente, además de inhabilitarlo para ejercer cualquier cargo
público por diez años.

Balance de la gestión de Fujimori


Marcus-Delgado (2001) señala dos factores que fueron claves para la caída del régimen:
a) los esfuerzos de la oposición, liderada en los últimos años por el candidato
presidencial Alejandro Toledo; y b) la descomposición de la base de apoyo, que residía
en la población que aún creía en Fujimori o que no sabría por quién más votar. Esto
último se asocia con la despolitización de la sociedad civil, que desmotivó la
participación —siquiera emitiendo un voto— en las elecciones presidenciales.

El paso de la banda presidencial de Alan García a Alberto Fujimori significó la puesta en


marcha de un plan que no se habría contemplado durante su campaña. El ‘fujishock’
ayudó a estabilizar una economía que se había descontrolado, poniendo en evidencia
un Estado ineficiente y sumamente politizado. Las medidas usadas fueron drásticas y
lograron su objetivo.

El Congreso de 1990 se opuso a muchos de los proyectos de Fujimori, algo que no le


ayudó a desarrollar un plan más ambicioso para controlar todos los poderes del Estado.
Para ello, y contando con el gran apoyo de la población peruana, cerró el Congreso con
un golpe de Estado. El siguiente Congreso elegido meses después sería de mayoría
fujimorista, que le permitió, no solo elaborar una nueva Constitución, sino también llevar
a cabo las medidas que tenía pensado.

Logró copar un gran número de las instituciones públicas, usando la maquinaria del
gobierno para impulsar su carrera presidencial. Sus opositores fueron hostigados y/o

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hostilizados (incluso secuestrados): esto ayudó a lograr capturar los medios de
comunicación, donde aquellos que no estaban a su favor, ni dispuestos a recibir
prebendas, fueron tratados como enemigos del Estado. En esto intervino la figura de
Vladimiro Montesinos, encargado de desarrollar un sistema de inteligencia que podría
defender el régimen desde múltiples ángulos.

El gobierno de Alberto Fujimori se basó en la antipolítica para ganar adeptos; terminó


por despolitizar la vida republicana, alejando a la sociedad civil de la acción política.
Este legado continúa hasta nuestros días, avalado por la desinformación de algunos
medios de comunicación y ciertas plataformas de redes sociales.

Bibliografía

Comisión Interamericana de Derechos Humanos. CAPÍTULO IV: DERECHOS


POLÍTICOS. Disponible en: http://www.cidh.org/countryrep/peru2000sp/capitulo4.htm

Degregori, Carlos Iván. (2001). La década de la antipolítica. Auge y huida de Alberto


Fujimori y Vladimiro Montesinos. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

Diccionario panhispánico del español jurídico. https://dpej.rae.es/lema/golpe-de-estado

EFE (28 de diciembre de 1999) “Fujimori se presenta para un tercer mandato,


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https://elpais.com/diario/1999/12/29/internacional/946422008_850215.html

Fair, Hernán (2012). “El discurso político de la antipolítica”. En: Razón y Palabra, (80).
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=199524426051

Godoy, J.A. (2021). El último dictador: Vida y gobierno de Alberto Fujimori. Lima:
Debate.

Jochamowitz, Luis. (2019). Vladimiro. Vida y tiempo de un corruptor. Lima: Planeta.

Marcus-Delgado, J. (2001). “El fin de Alberto Fujimori: Un estudio de legitimidad


presidencial”. En. Marcus-Delgado, J. y Tanaka, M. (2001). Lecciones del final del
Fujimorismo. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Lima-Perú. Pp. 9-56.

Nicho Zárate, Luis Alfonso. 2017. “A 25 años del golpe de Estado” [Archivo de vídeo].
Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=TJwwon1pWMc
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Romero Reyes, A. (2018). “Neoliberalismo, antipolítica y crisis política en el Perú”.


Revista de Sociología 27(2018)53-69 ISSN. 1605-8933. Pp. 53-69.

Zapata, A. y Sueiro J.C. (1999) Naturaleza y política: El gobierno peruano y el


fenómeno el niño, 1997-1998. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

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