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Aportes de la sociología política a la teoría democrática: Gino

Germani y José Nun


Germán J. Pérez
(CESP – UNMdP)

Introducción
Gino Germani y José Nun son dos referentes incuestionables de la
sociología política latinoamericana. Si bien se formaron y debatieron en
el horizonte de tradiciones teóricas y políticas divergentes, el estructural
funcionalismo y la teoría crítica, el primero, el marxismo de raíz
gramsciana y la teoría política contemporánea, el segundo; ambas obras,
conjeturamos en este trabajo que surge de esa inquietud, constituyen
contribuciones fundamentales e irremplazables para pensar los avatares
de las democracias latinoamericanas más allá del reduccionismo
formalista, para utilizar el vocabulario de Nun, operado por la ciencia
política empírico analítica que dominó el estudio de las transiciones a la
democracia en la década del 80 del siglo pasado. Y que en buena medida
sigue orientando las investigaciones sobre las transformaciones de las
democracias en la actualidad.
Como señala Nun (1987b), el concepto “democracia” constituye un claro
ejemplo de concepto con estructura pragmática de “parecido de familia”,
esto es, delimita un conjunto de características aplicables de acuerdo con
un “paradigma” -la sociedad industrial integrada, la democracia liberal
parlamentaria- pero relativas a un contexto histórico social determinado.
Para decirlo simple, el significado del atributo “liberal” en determinado
contexto de uso, y aquí “uso” significa regla que permite la definición de
situaciones y la coordinación de las acciones entre actores políticos,
puede registrar variaciones y desplazamientos, no sólo respecto del
paradigma, sino también entre los distintos casos bajo comparación que
integran la familia de los parecidos. Como sucede en las familias,
además, los parecidos no son transitivos, es decir, que Gabriela se
parezca a Marina y Marina a Valeria no implica que Gabriela se parezca
a Valeria, puesto que el parecido se establece por una característica
convencional en un contexto determinado.
Claro que el argumento de Nun no consiste en un mero jugueteo
semántico, sino que ilustra una dimensión ontológica del estudio y el
debate sobre la democracia, tan evidente como poco considerada:
llamamos democracias a regímenes políticos diversos, atravesados por
procesos históricos complejos y heterogéneos que se parecen a los
paradigmas, no porque revelen sus características esenciales en un
despliegue histórico, sino porque las construimos nosotros con nuestras
hipótesis acerca de los parecidos a las que llamamos conceptos. De ahí
la voracidad en el uso de adjetivos para caracterizar a las democracias:

1
liberal, representativa, social, industrial, participativa, delegativa,
popular, multicultural, pluralista, corporativa, y siguen las firmas sin
beneficio de inventario. Dicho de otro modo, hay algo a lo que llamamos
democracia, en cada caso tendremos que elucidar de qué estamos
hablando.
Este modo de ver las cosas o, mejor dicho, de nombrarlas, invita a revisar,
de entrada, dos presupuestos del enfoque politológico ortodoxo -me
refiero al consenso pluralista para los iniciados y las iniciadas-: el
procedimentalismo y el formalismo. Por un lado, ningún procedimiento
define un sistema de prácticas sino al revés: los procedimientos se
entraman en culturas, tradiciones e ideologías que los aplican a
estrategias políticas diversas; los que entran a la cancha son los
jugadores, sostiene el implacable saber futbolero. Por el otro, prácticas,
ideologías, teorías, tradiciones, constituyen sistemas heterogéneos
irreductibles a una metapolítica, científica y/o teórica, y la investigación
consiste en estudiar sus articulaciones y entramados en cada caso, lo
que, si no entendemos mal, no destierra a la política comparada sino que
la vuelve fundamental, como enseñaba el viejo Sartori (1984) cuando
insistía en la prioridad del “análisis conceptual” por sobre la
cuantificación.
Sostendremos en lo que sigue que tanto Germani como Nun comparten
la intuición de la complejidad, historicidad y multidimensionalidad de la
cuestión democrática, sobre todo en América latina dónde los procesos
históricos de surgimiento y consolidación de la misma han resultado
enrevesados y desgraciadamente violentos. Es así como ambos autores
reparan en las asincronías, las heterogeneidades, las fusiones, las
opacidades, que son formas de nombrar no tanto el defecto respecto del
paradigma sino su imposibilidad estructural, la falla y la contingencia
sobre la que descansa, sobresaltado, todo régimen político.
Justamente por la conciencia de esa fragilidad tanto Germani como Nun
conciben a la democracia a un tiempo como ficción y como horizonte.
Ficción en el sentido de la permanente construcción de un orden legítimo
y una organización participativa en el marco de un capitalismo cuyos
procesos de acumulación producen tendencias a la desintegración y la
desorganización; no es casual, en este sentido, la común preocupación
por el problema de la “marginalidad” (Germani, 1973, Nun, 1999).
Horizonte porque la construcción del orden es inseparable de la pregunta
por su justificación, su validez, en definitiva, su legitimidad; en
sociedades fragmentadas, individualizantes y descolectvizadas: ¿es
posible la democracia sin un “núcleo normativo compartido” (Germani) o
sin la promoción de una “ética concreta” o un “nacionalismo sano” (Nun)?
Por último, la convergencia de perspectivas nos parece interesante desde
un punto de vista metodológico, que es el de la gran tradición de la
sociología política, para el cuál a la tópica vertical de la ciencia política
2
entre sociedad civil y sistema político, con sus problemas clásicos de
representación y participación, hay que analizarla a través de una tópica
transversal, dinámica y recursiva entre transformaciones de la
estructura social, atores movilizados e instituciones políticas.

Dilemas de familia: los “populismos nacionales”


Hay algo irremisiblemente vivo en la sociología política de Gino Germani.
En este trabajo conjeturamos que se trata de lo que podríamos llamar un
pensamiento de las transiciones; consecuentemente, cuando la historia
se acelera, Germani vuelve a nuestro encuentro. La noción de transición
resultó central en un momento de la obra de Germani, quizá el de más
impacto en los ámbitos sociológicos nacionales, y se fue reformulando en
la forma de dislocaciones, desplazamientos correspondencias y
articulaciones en su obra más madura. Ahora bien, la idea de un proceso
que, al mismo tiempo, da cuenta de una doble dimensión de
desintegración y recomposición, de activación y de institucionalización,
la propia idea de proceso político como deriva multidimensional, no
abandonó nunca el interés central de Germani.
La noción de transición, que aquí recuperamos, ha sido cuestionada en
sus fundamentos teóricos y efectos ideológicos por diversos autores,
sobre todo por Ernesto Laclau en sus trabajos tempranos sobre el
populismo1. El gran filósofo político argentino advierte con su sagacidad
lectora habitual que la noción de transición de la sociedad tradicional a
la sociedad moderna adolece de dos problemas epistemológicos y uno
ideológico. Los epistemológicos son, por supuesto, convergentes: en la
medida en que no dispone de una definición teórica de los modelos de
sociedad tradicional y sociedad moderna, Germani inserta en su análisis
una teleología, un “etapismo”, al que no lo asiste ninguna justificación
teórica y que, aquí el efecto ideológico, solo se comprende como una
ideología de la modernización dominada por la imagen de supuesta
superioridad de los países de industrialización avanzada y con
democracias pluralistas consolidadas. Con matices, dada la complejidad
y, si se permite, relativa inestabilidad conceptual con la que trabaja
Germani y que se explica por su deslumbrante creatividad, esta crítica
apunta al corazón de los trabajos de Germani que maduraron en la
década del 50 y aparecieron compilados en la publicación de su obra de
mayor difusión: Política y sociedad en una época de transición, publicada
originalmente en 1962.
Ahora bien, en esa misma obra, luego de una engorrosa primera parte
dedicada a realizar una contundente profesión de fe parsoniana, Germani

1Ver Laclau, Ernesto (1978): “Hacia una teoría del populismo”, en Política e ideología
en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, Siglo XXI Editores, Madrid.

3
encara su trabajo de análisis de la “argentina en transición” y la pompa
de la retórica funcionalista cede espacio a un análisis que combina
hipótesis de sociología histórica en la mejor tradición weberiana –¿la ética
caudillesca y el espíritu del populismo?- con una deslumbrante
experimentación conceptual, sobre todo, claro, al momento de
caracterizar al peronismo, que se nutre de perspectivas diversas que van
de los análisis de la participación política hasta la fenomenología de la
experiencia obrera en la gran industria -sus referencias a Simone Weil-
matizadas con reflexiones de teoría crítica y de la más evolucionada
sociología del trabajo. La transparencia etapista se diluye en una
compleja trama de fusiones, correspondencias, dimensiones; también
“asincronías”, pero no ya dentro de una teleología demasiado clara: ¿la
“democratización fundamental” tienen como contracara a la sociedad
tradicional o a la democracia liberal representativa del modelo
oligárquico?, ¿la sociedad de masas con sus tendencias contradictorias
resulta de la disolución del orden tradicional o es producto de las propias
contradicciones de la “secularización”?
Las exploraciones de Germani sobre el peronismo pretextaron la
aplicación de un modelo riguroso de sociología empírica, su implacable
fuente de autoridad en el campo, pero, en rigor, consistieron en una serie
de hipótesis de sociología histórica, conjeturas hermenéuticas sobre las
transformaciones de la cultura política de los sectores populares y
debates acerca de las mutaciones del régimen político democrático en la
sociedad de masas. Su interpretación del “populismo nacional” y/o el
“movimiento nacional popular” movilizó una maquinaria
transdisciplinaria que fraguó las coordenadas del debate sobre los
orígenes, la institucionalización y, en definitiva, el significado del
peronismo.2 A menudo descalificado sobre tablas con el expediente de la
teoría de la modernización llave en mano o el estigma del gorilismo,
Germani retorna como un espectro en nuestros debates sobre el
peronismo en particular y sobre las complejas transiciones argentinas en
general: la tensa y proteica relación entre peronismo -populismo
nacional- y democracia, las articulaciones entre las formas de
movilización y el régimen político de gobierno, los efectos de la
marginalidad sobre los procesos de integración social y movilización
política, al fin, los principales ejes de nuestros debates actuales registran
la huella de aquella maquinaria conceptual y política que Germani puso
en marcha en lo que podríamos denominar una sociología de los procesos
políticos que excede largamente, aunque no exime, a una sociología
empírica entendida como cientificismo avant garde.

2 Al respecto ver Torre, Juan Carlos (1999), “Interpretando (una vez más) los orígenes
del peronismo”, en María Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (comps.), Populismo
y neopopulismo en América Latina: El problema de la Cenicienta, EUDEBA, Buenos Aires.

4
La actualidad de su obra, proponemos, radica en las herramientas que
nos brinda para el análisis de las transiciones cada vez más aceleradas
por la lógica global de un capitalismo abstracto y desterritorializado, el
nuestro, que tensa los conflictos de integración social y representación
política -los conflictos democráticos- en las sociedades nacionales o en lo
que queda de ellas. Encabalgado, no sin las ambigüedades propias de
todo pensamiento pionero, en una compleja trama teórica y metodológica
entre sociología empírica, orfebrería conceptual y hermenéutica
socohistórica, Germani vuelve para ayudarnos a pensar el cambio social
en esta época desbocada. Esperamos encontrar en su obra herramientas
para comprender nuestra transición -ese término incómodo-, no ya de la
sociedad tradicional a la sociedad de masas sino de la sociedad salarial
al capitalismo abstracto y desterritorializado que nos toca transitar, con
el foco puesto en la obsesión de Germani: la sustentabilidad y
profundización de los regímenes democráticos y sus defensas frente a
toda amenaza autoritaria.
Para explorar la propuesta de Germani acerca de la democracia en
Argentina es inevitable referirse a lo que considera su marca de origen:
el surgimiento del peronismo. En 2018 se publicó en la editorial de la
UNTREF el libro de Samuel Amaral: “El movimiento nacional-popular.
Gino Germani y el peronismo”, con una prosa elegante, desarrollada en
un contexto predomínate de historia conceptual, pero con un dominio
incisivo de la historia social y política del peronismo, Amaral escudriña
en los distintos momentos en los que Germani tematiza al peronismo la
relación que este establece con un concepto clásico, liberal-
representativo de democracia. Seguiremos algunos der sus argumentos
para reactualizar la perspectiva de Germani.
Si bien Germani, argumenta Amaral, relaciona de entrada al peronismo
con una ampliación de la participación de las masas populares en la “vida
nacional”, lo que constituye un indiscutible aspecto político del análisis,
la clave de su explicación está centrada en el proceso de “disponibilidad”
del nuevo proletariado generado por la velocidad del proceso de
industrialización y sus consecuencias sobre la urbanización y las
migraciones internas. Desde la perspectiva de Amaral, el análisis de
Germani en clave de “movilización”, que, por otra parte, irá ganado
centralidad en las distintas reversiones de la explicación de Germani
sobre el origen y el significado del peronismo para la historia argentina
en la década del 70, no reconoce la autonomía de lo político indispensable
para pensar los procesos democráticos representativos y sus
instituciones. Para graficarlo, los análisis en clave de movilización
adolecen de una suerte de mecanicismo sociológico o “sociologismo”,
análogo al mecanicismo economicista de las explicaciones marxistas
clásicas.

5
Sin embargo, otro aspecto político marcará a fuego, desde la perspectiva
de Amaral, a la formación política que Germani, hacia 1961, denominará
“movimiento nacional-popular”: la relación directa entre el líder y la masa
con sus formas de espectacularización y la desnaturalización de las
instituciones garantes del pluralismo representativo. “El problema reside
en el significado político de la palabra ‘participación’: los individuos votan
por sus gobernantes; los átomos de la masa aclaman al líder en la plaza
pública” (Amaral, 2018: 109) Este rasgo distintivo y persistente, la
relación directa líder-masa, que funciona más en la forma de la
encarnación de la representación del pueblo por parte del líder que bajo
el modelo de la elección racional de proyectos políticos alternativos, será
el parecido de familia que, más allá de las modulaciones, vinculará, dese
la perspectiva de Amaral, orgánicamente al populismo-nacional con el
totalitarismo. Las distinciones establecidas minuciosamente por
Germani acerca de la diferencia en la base social, clases populares
desplazadas, en el caso del populismo nacional y sectores medios
amenazados en el caso del fascismo, y los diversos procesos de
politización, restauración de la jerarquía en el caso del fascismo y
producción de un antagonismo igualitarista en el caso del movimiento
nacional popular, pasan a ser subsidiarias de la sumisión de la masa al
líder desde la perspectiva de Amaral.
Ahora bien, la discusión sociológica sobre la movilización y la cuestión
politológica acerca del liderazgo y la representación son colocadas por
Germani, ya desde mediados de los 503, en el contexto amplio de las
tensiones de la secularización: individuación represiva, explotación
inhumana en la gran industria, diferenciación y complejidad
institucional que disuelven el núcleo normativo necesario para mantener
el imaginario de una comunidad nacional, la consecuente dificultad para
institucionalizar el cambio en una sociedad heterogénea, para señalar los
efectos principales. Estos procesos globales se agravan en los contextos
nacionales de los países latinoamericanos por los ritmos y las asincronías
en los procesos de modernización de las diferentes esferas política,
económica, social y cultural. Nótese que la noción de secularización, a
diferencia de la de modernización de matriz más teleológica, remite a un
proceso complejo y conflictivo que no es propio de las naciones periféricas
por su “atraso”, sino inherente el despliegue de la modernidad capitalista
occidental.
En su opus melancólico y apocalíptico, Germani lo pone en estos
términos que perfectamente podrían formar parte de un texto de teoría

3 La primera publicación de su estudio pionero sobre el surgimiento del peronismo:


“La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo” data de 1956 y fue
publicado en Cursos y Conferencias, la revista del Colegio Libre de Estudios
Superiores (CLES). Es importante señalar que Germani repetiría la publicación del
texto tanto en Política y Sociedad en una Época de Transición de 1962 como en su
último libro: Autoritarismo, Fascismo y Populismo Nacional de 1978.

6
crítica contemporánea: “El tipo occidental de subjetividad fue
acompañado por una forma extrema de separación del individuo con
respecto a la sociedad, hasta el punto que se llegó a teorías
contractualistas según las cuales la sociedad existe (por lo menos a nivel
lógico, si no concretamente a nivel histórico) en virtud de un contrato o
pacto social entre individuos autónomos, un ‘acuerdo sobre los principios
fundamentales’ capaz de asegurar la convivencia. La sociedad misma es
nada más que un nomen siendo única realidad la del individuo aislado.
Esta línea de evolución no es un proceso puramente psicosocial: por el
contrario parece arraigarse en arreglos estructurales congruentes. No es
pura casualidad que es solo en la línea evolutiva de Occidente que se
llega a la privatización extrema de la propiedad, al surgimiento y
afianzamiento del mercado, como mecanismo económico, a una
“sociedad económica” y a una tecnología de enorme poder sobre el mundo
material, que se vuelven no solo sub-sistemas centrales de la sociedad
global, sino que adquieren una autonomía a menudo determinante de los
otros procesos sociales.”4
Si se tiene presente este tipo de diagnóstico, puede inferirse que al
momento de destacar la participación de las clases populares en el
proceso de “democratización fundamental” a la criolla que significó el
peronismo, Germani advierte tempranamente que para sobrevivir a los
efectos disolventes de la secularización la democracia debe superar su
matriz liberal, incluso para rescatar los aspectos emancipadores de esa
misma tradición. Así lo sostiene en Las condiciones objetivas de la
libertad: “Pero, del mismo modo que no existe una humanidad abstracta,
sino una humanidad concreta e histórica, así la libertad es también
histórica y concretamente determinada. Por eso, a cada época, a cada
cultura le corresponde definir las condiciones óptimas que, dentro de las
circunstancias histórico-sociales existentes, sean capaces de asegurar la
realización de este ideal (…) Lo que caracteriza a esta época es la crisis
del Estado ‘liberal-burgués’ que había alcanzado su apogeo en la pasada
centuria. Según Laski, la libertad puede ser salvada por medio de la
planificación democrática. La democracia planificada es la única
respuesta adecuada a esta amenaza, que no solamente no destruye la
libertad, en su significado eterno, sino que crea las condiciones de su
ulterior desarrollo. A la libertad negativa de la sociedad burguesa, opone
Laski la libertad positiva de la sociedad socialista”5
Germani intuye que limitar la democracia al pluralismo representativo
contribuye a reforzar la anomia secular de los sectores marginados de los
supuestos efectos integradores de la industrialización, en la forma de una

4 Germani, Gino (1978), “Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna”, en


Delich, F., Las bases sociales de la democracia, CLACSO, Buenos Aires.
5 Germani, Gino (2006), “Las condiciones objetivas de la libertad”, en Blanco, Alejandro

(editor), Gino Germani. La renovación intelectual de la sociología, Universidad Nacional


de Quilmes, Buenos Aires.

7
individuación compulsiva y represiva, para decirlo en el vocabulario de la
teoría crítica que, como señalamos, no le era ajeno. El “compromiso
democrático” de Germani no lo lleva a cerrarse sobre una idea
individualizadora (liberal) de representación sino a expandir el alcance
del significado histórico de la democracia a la participación colectiva de
los trabajadores en el gobierno de la gran industria y de los ciudadanos
en el gobierno de la gran ciudad para que no se conviertan, precisamente,
en mecanismos de individuación represiva (alienación). En este contexto,
la idea de “planificación democrática” no remite a ninguna forma de
tecnocracia, sino al problema de la necesaria democratización del estado
en su relación con la sociedad movilizada y organizada más allá de la
vigencia del estado de derecho; un tema, dicho sea de paso, de una
actualidad incandescente.
En resumen, Germani era plenamente consciente de las limitaciones de
los sistemas liberal-representativos para garantizar la legitimidad del
orden social en las sociedades de masas, mucho más en aquellas que no
habían experimentado procesos de organización autónoma de las
mismas; de ahí su insistencia primordial en la ciudadanía industrial
como “libertad concreta” y en la necesidad de pensar un modelo de
“estado democrático” además de un sistema político pluralista
competitivo. Como sostiene Pasquale Serra (2019), en su complejo y
estimulante estudio de la obra de Germani, la integración de las masas a
la vida política introduce una dimensión de “heterogeneidad” que disloca
la representación territorial e individualizada de la tradición liberal
suplementando al problema de la extensión del régimen político
democrático a la representación funcional de intereses organizados, por
un lado, y a las transformaciones del liderazgo y la representación, por el
otro.
Respecto de estas transformaciones en la representación, Germani
avanza una conjetura acerca del peronismo que introduce el “efecto de
fusión” del que hablamos en la presentación de este trabajo. Esta
fisonomía política del populismo nacional podía caracterizarse como una
forma de “democracia inorgánica”, de alta movilización y persistente
inestabilidad. En este punto Germani incorpora lo que podríamos
denominar un análisis simbólico de la ética caudillesca para mostrar que
no se trataba, estrictamente, de estratos tradicionales ya que portaban
demandas igualitarias combinadas con un respeto a los liderazgos locales
basado en valores morales como la lealtad y el coraje. Este dispositivo de
acción política, macerado desde la segunda mitad del siglo XIX, conjetura
Germani, funcionó como una cultura política que constituyó, terminando
con la paráfrasis de Weber, el espíritu del populismo6.

6En un libro de reciente aparición sin mencionar a Germani el historiador Ezequiel


Adamovsky explora esta relación: Adamovsky, Ezequiel (2019), El gaucho indómito. De

8
Desde el punto de vista metodológico, Germani introduce aquí un
componente hermenéutico fundamental en su análisis, que irá tomando
mayor relevancia en la medida en que la analítica de la movilización vaya
acaparando el núcleo de la explicación de los procesos políticos como
sucede desde mediados de la década del 707. Sólo un estudio detallado
de la historia política de cada país y región (tradiciones, culturas
políticas, repertorios de acción y organización disponibles) permite un
análisis del cambio político que complemente las tensiones estructurales
generadas por las asincronías en un contexto de cambio acelerado. Como
ha señalado Luis Ignacio García, el concepto de “fusión” no sólo refiere a
la superposición de lo tradicional y lo moderno sino a esta suerte de
hibridación de los aspectos ideológico-culturales en la sociedad de masas
que debe leerse en clave del eje modernidad-crisis de la modernidad8.
Toda esta urdimbre conceptual que, como señalamos, tensa de manera
deliberada a la versión más teleológica de la teoría de la modernización
que Germani suscribe parcialmente y Nun cuestiona directamente9,
ofrece una ficción organizacional acerca del régimen político argentino
que disloca los parecidos de familia lineales y “etapistas” para intuir, en
función de esas distorsiones, una nueva familia híbrida entre formas
democráticas y autoritarias que en las familias anteriores hubieran
resultado inconcebibles, pero que a partir de la experiencia argentina y
latinoamericana vienen a formar una nueva: la de los populismos
nacionales. La “democratización fundamental” se produce en Argentina
en un régimen político populista nacional que integra a los sectores
populares a la vida nacional, a través de la ciudadanía industrial y la
representación funcional, pero dentro de un modelo de relación entre
sociedad y estado de matriz corporativa con una baja autonomía del
estado respecto del sistema político y los actores económicos, por un lado,
y con una voluntad de legitimación plebiscitaria que limita seriamente el
componente pluralista, por el otro.

José Nun.
Consultar al autor por texto definitivo: germanjav@yahoo.com.ar

Martín Fierro a Perón, el emblema imposible de una nación desgarrada, siglo XXI, Buenos
Aires.
7 Sobre todo en Germani, Gino (2003), Autoritarismo, fascismo y populismo nacional,

Temas Grupo Editorial, Buenos Aires.


8 García, Luis Ignacio (2007), “La modernidad como crisis. Apuntes para una relectura

de Gino Germani”, en Revista Modernidades, FfyH-UNC, III (6), Junio.


9 Ver Nun, José (1991), “La democracia y la modernización, treinta años después”, en

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9
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