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Y escribiendo a los Corintios les advierte: “¿No sabéis que los que corren en el
estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal
manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la
verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así
que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no
como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre,
no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”
(1Cor. 9:24-27).
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (He. 12:1-2).
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Fil. 3:13-14).
2. La oración: Como cristianos debe ser una prioridad cultivar nuestra relación
con Dios, y una de las mejores maneras para crecer en nuestro andar con Jesús
es la oración. Cuando oramos, hablamos con Dios sobre lo que sucede en
nuestras vidas, nuestros anhelos, nuestras luchas y nuestros temores.
Una forma sencilla de orar es usando el modelo dejado por Jesús. La idea no es
repetir la oración vez tras vez. Podemos aprenderla para entender algunos
principios sobre cómo orar a Dios Padre para luego hablar con él usando
nuestras propias palabras. Mateo 6:9-13.