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En el cristianismo se llaman virtudes teologales al conjunto de valores y

actitudes que facultan al ser humano para acercarse a Dios y relacionarse con
él. La observancia de las virtudes teologales anima a practicar las virtudes
cardinales, por lo cual se complementan. Esto se fundamenta en la II carta del
apóstol Pedro: “Con ellas [Dios] nos ha otorgado las promesas más grandes y
valiosas, para que por ellas participen de la naturaleza divina” Desde el punto
de vista de la teología cristiana, las virtudes teologales son inspiradas en el
entendimiento del ser humano por el Espíritu Santo, lo que le permite a las
personas actuar como “hijos de Dios”.
Las virtudes teologales fueron resumidas por San Pablo en la I carta a los
corintios: “En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y la
caridad, pero la más grande de todas es la caridad” Estas serían unas de las
primeras formulaciones teológicas del carácter fundador y animador de las
virtudes teologales en la experiencia cristiana.

Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los


cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen,
motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado por Él mismo.
Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.
Las virtudes teologales son tres virtudes fundamentales en la tradición
cristiana que tienen un origen divino y están orientadas hacia Dios. Estas
virtudes son la fe, la esperanza y la caridad. Se les llama "teologales" porque
provienen de la gracia de Dios y se relacionan directamente con nuestra
relación con Él.

En la teología católica, se llaman virtudes teologales a los hábitos que Dios


infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus
acciones a Dios mismo.

Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el
alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer
la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en
las facultades del ser humano.
Y la persona que las vivió ejemplarmente fue la Santísima Virgen María.

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