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TEORÍA DE LOS MEDIOS Y LA CULTURA

Dossier de
materiales
de análisis

Unidad 2
Segundo cuatrimestre de 2023
Unidad 2

Índice:

- “Sonrisa de postre” (2009) | Liliana Porter


- Video juegos. Caso Eduardo Feinmann y episodio de la guerra Rusia-Ucrania:
videojuego ARMA 3
- “Walter Benjamin coleccionaría criptoarte: el aura llega a internet.”

Link a otros materiales:

- Video juego sobre ruedas: https://www.youtube.com/watch?v=uHqqKRCJ9oI


- Piazzolla 100 - Sala inmersiva: una experiencia envolvente:
https://www.cck.gob.ar/events/sala-inmersiva-una-experiencia-envolvente/
- Película “Pajarito Gómez” (Rodolfo Kuhn: 1965) -
https://www.youtube.com/watch?v=HswXMlkzSBE
- El arte de la falsificación y la deconstrucción en China. Byung-Chul Han, Caja Negra,
2011. Capítulos: “Fuzhi: copia” (pp. 30-35) y “Shanzhai: fake” (pp. 36-40)
https://aisthesis2017.files.wordpress.com/2018/11/byung-chul-han-shanzhai-el-
arte-de-la-falsificacio-n-y-la-deconstruccio-n-en-chino.pdf

TMC 2023| DOSSIER DE MATERIAL DE ANÁLISIS / UNIDAD 2 | 1 1


Fuente: Porter, Liliana (2009) “Sonrisa de postre” en Página 12, página web, 11/10. Disponible en
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5634-2009-10-11.html.

fan > Una artista elige su obra favorita

Sonrisa de postre
► POR LILIANA PORTER

Como muchos coterráneos, la primera imagen que vi


de la Mona Lisa fue aquella reproducida en
technicolor sobre la superficie brillante de la lata
redonda del dulce de batata La Gioconda.
Durante mi infancia y adolescencia, esa semisonrisa
de la joven señora prometía un postre delicioso. No
puedo precisar a qué edad me enteré de que existía
un país llamado Italia y que ahí había nacido este
famoso señor Leonardo Da Vinci. Tampoco recuerdo
cuando supe que era un gran artista y que centenares
de años atrás había pintado un día, en su taller, en una
pequeña tela, esta imagen que hoy me resultaba tan
familiar en la lata de dulce.
En algún momento, sin ni siquiera darme cuenta, habré puesto a Italia, a Leonardo, al cuadro y
al dulce de batata en sus respectivos contextos correctos. Pero en el año 1968, en mi primer
viaje a París, me topé frente a frente con el original.
Por supuesto, mi sensación primera fue la de una especie de desconcierto, ya que sentí que ese
cuadro colgado en el Louvre, ahora detrás de vidrios antibalas, no era esencialmente correcto.
Estaban mal los colores, el tamaño, el brillo, las circunstancias. Se parecía, eso sí, de una manera
perversa, al original de la lata.
¡Qué operación intelectual tan complicada tuve que hacer para transformar a esa pintura en el
original y a la lata en mero subproducto!
Ya me había pasado antes con el ratón Mickey. No es la primera vez que menciono que cuando
yo era chica creía que el ratón Mickey era argentino.
Me pregunto si será de estas experiencias, donde se confundían el original y la copia, de donde
surgieron mis temas y preocupaciones en el arte. ¿Será que todo empezó por haber sentido “en
carne propia” esa combinación desprolija de tiempos y contextos, de significados y propósitos?
Porque si hacemos el vano ejercicio de tratar de recuperar “el original” nos damos cuenta
fácilmente de que es irrecuperable. La gente que día a día, devotamente, se dispone a hacer
cola para enfrentarse con la pintura más famosa del mundo, llegado el momento se encuentra
frente a un cuadro esencialmente incomprensible.
Uno podría llegar entonces a la conclusión de que el original (el arquetipo), es siempre subjetivo
y que mi original de la Gioconda será para siempre definitivamente el de la lata. O quizá... no
sea ni el de la lata, ni el cuadro en el Louvre, ni tampoco esa señora que posó una tarde en el
estudio de Leonardo.

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Fuente: https://www.gente.com.ar/actualidad/el-papelon-de-eduardo-feinmann-en-television-
mostro-un-video-del-juego-arma-3-creyendo-que-se-trataba-de-un-ataque-ruso-a-un-avion-
ucraniano/

El papelón de Eduardo Feinmann en televisión: mostró un video del juego "ARMA 3"
creyendo que se trataba de un ataque ruso a un avión ucraniano

En medio del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el conductor de La Nación Más sufrió un
bochornoso episodio al atribuir erróneamente unas imágenes de un videojuego a un ataque aéreo
ruso.
Por Alvaro Alegre

ACTUALIDAD
febrero 27, 2022

El conductor de La Nación +, Eduardo Feinmann, enseñó en vivo en su programa un clip del


videojuego de PC, ARMA 3, justificando que se trataba de un piloto ucraniano. Lo apodó El
Fantasma de Kiev, mientras mostraba en pantalla el desempeño del piloto que estaba siendo
atacado por rusos. Incluso en el programa los panelistas comentaban acerca del modelo del avión.

"El video del piloto ucraniano es una cosa impresionante. Mirá bien el avión, esa mancha que ves
en el cielo. Le tiran de todos lados", decía Feinmann, acompañado de otro periodista de
nombre Diego Laje. Este último comentaba de forma animosa que no parecía uno de los aviones
que manejaban los ucranianos.
"Un detalle, por mirar el perfil de este avión, no parece un MiG-29. Parece otro avión", comenzaba
a interrumpir el panelista sobre las imágenes que estaban viendo en pantalla. Claramente estaba
en lo correcto: lo único que se le escapó fue que era un avión computarizado.

El momento que duró fue suficiente para dar todo tipo de criticas sobre el video de ARMA 3. El
problema es que ni los periodistas ni la producción de La Nación + se dieron cuenta de que se
trataba de un videojuego y no realmente de un testimonio audiovisual del ataque de Rusia a
Ucrania.
Por el momento, se conoce que Twitter ha suspendido de manera temporal en su plataforma la
visualización de distintos anuncios relacionados con el entorno del conflicto entre Ucrania y Rusia.
Este esfuerzo es resulta de la convicción para convertir la seguridad de las personas una prioridad
en medio del conflicto bélico entre ambos países.
En medio de la polémica global al respecto de las fake news, la red social del pajarito ha señalado
que estos anuncios pueden distraer a usuarios de la información critica y realmente importante o
incluso veridica. como se trata de este caso.

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Fuente: https://infocielo.com/eduardo-feinmann/eduardo-feinmann-confundio-un-videojuego-
la-guerra-real-n732088

"EL FANTASMA DE KIEV"


Eduardo Feinmann confundió un videojuego con la guerra real

Momento televisivo bochornoso del conductor de La Nación Más, Eduardo Feinmann, al dar por
real imágenes de un videojuego con un avión que atribuyó a Ucrania.
27 de febrero de 2022 · 15:16 hs.

Protagonista de un verdadero papelón, el conductor Eduardo Feinmann, de la señal de noticias del


diario La Nación, mostró algo que denominó "El Fantasma de Kiev".
Sin embargo se trata de un videojuego al que él supuestamente desconocía, pero no le importó,
porque le servía a sus fines propagandísticos.

"El video del piloto ucraniano, es una cosa impresionante. Mirá bien el avión, esa mancha que ves
en el cielo. Le tiran de todos lados", dijo Eduardo Feinmann acompañado de otro periodista de
nombre Diego Laje, quien también había sido el eje de todas las críticas hace unos días cuando
quiso enseñarle que hacer y como guarecerse, a la corresponsal de La Nación, si se encuentra ante
eventos bélicos.

ARMA 3: IMÁGENES REALISTAS, Y UN BRUTAL DESCONOCIMIENTO

Esta vez la dupla de 'periodistas comediantes', al aire y en vivo, dieron por válidas imágenes de un
videojuego que presenta de un modo bastante realista el vuelo de un avión de guerra,
atribuyéndoselo ellos a Ucrania, para destacar la valentía, el coraje y la osadía del piloto en
cuestión.

El otro periodista también quiso aportar su "conocimiento" y agregó a Eduardo Feinmann: "Un
detalle, por mirar el perfil de este avión, no parece un MiG-29. Parece otro avión".

Los comentarios continuaron sin que ninguno de ambos, ni tampoco la producción, se percaten de
lo más importante: el clip se trataba del videojuego de guerra "ARMA 3", y no de imágenes reales
de la guerra.
Sin poder determinar fehacientemente si se trató de un verdadero error, que los inhabilitaría a
cualquier próximo evento que quisieran narrar y explicar por su falta de credibilidad, o si no les
importó brindar esta falsa noticia para poder subrayar la valentía de los militares de Ucrania, a
quienes presentan como víctimas épicas de la guerra con Rusia, ambas posibilidades otorgan a ese
momento televisivo una categoría que desbloquea un nuevo nivel de vergüenza ajena, a los que ya
acostumbró la televisión argentina, y en especial el canal "La Nación Más".

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Fuente: https://www.nytimes.com/es/2021/04/11/espanol/opinion/criptoarte-nft.html

Walter Benjamin coleccionaría criptoarte: el aura llega a internet


Los token no fungibles y plataformas como Clubhouse, OnlyFans o Twitch hacen que nos sintamos
únicos. La cultura digital empieza a encontrar formas de ser colección y memoria.

11 de abril de 2021

Por Jorge Carrión

Es escritor y crítico cultural.

BARCELONA, España — El 11 de marzo la casa de subastas Christie’s vendió por cerca de 70


millones de dólares Everydays — The First 5000 Days, de Beeple (nombre artístico de Mike
Winkelmann). La obra es retrospectiva y consiste en un collage digital de las imágenes que Beeple
había creado y compartido gratuitamente a diario durante los últimos trece años. El valor de la
serie era sobre todo simbólico: se ha vuelto millonario al convertirse en una obra única.

Estamos viviendo una avalancha de subastas de obras de criptoarte y criptocultura, a partir de la


transformación de archivos digitales en activos token no fungibles (NFT, por su sigla en inglés). A
través de los mecanismos de las criptomonedas, un archivo informático queda almacenado en una
cadena de bloques y se vuelve irrepicable. Así nace en la era digital la pieza singular y la edición
limitada.

El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio,
con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
Se trata de una noticia relevante. Podría consolidar un nuevo tipo de coleccionismo que genera
memoria y vínculo emocional con objetos culturales hechos de código y píxel. Lo mismo persiguen
las nuevas experiencias irrepetibles en formato digital, como macrofestivales, conciertos o
relaciones personales entre influencers y fans. Detrás hay dos necesidades humanas: la de poseer
y la de sentirse singular. Era cuestión de tiempo que los ingenieros y los algoritmos encontraran el
modo de satisfacerlas.

Casi cien años después de que Walter Benjamin escribiera su célebre ensayo El arte en la época de
su reproductibilidad técnica —en el que analizó su mutación en la era del cine y la radio—,
el blockchain ha devuelvo el aura a la obra de arte. Ya no es un aura vinculada con el ritual o con la
lejanía, sino con la exclusividad y con el recuerdo. Ambos eran, hasta ahora, propios sobre todo de
la cultura clásica. La entrada del mercado del arte y de las experiencias virtuales VIP en el reino del
píxel impulsan la transición digital en marcha. Cada vez quedan menos manifestaciones artísticas y
culturales que no tengan su traducción a la pantalla.

El capitalismo de plataformas ha puesto a nuestra disposición millones de canciones, películas,


series, textos o pódcasts. Listas de reproducción infinita. Netflix o Spotify nos igualan, pero los
lectores y espectadores necesitamos sentirnos singulares. Por eso en este cambio de década están
triunfando los proyectos digitales que ofrecen una alternativa a los principales canales o sistemas
de suscripción, vendiendo objetos o vivencias únicos.

Los eventos orales en Clubhouse, la aplicación que te permite escuchar charlas y conversaciones
de gente interesante; las retransmisiones, también en directo, en Twitch, que ya cuentan con su
propio star system e incluso han llegado a los partidos de La Liga española de fútbol; la oferta
según niveles de suscripción de OnlyFans; las funciones de ópera en streaming, o las versiones en
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mundos virtuales de festivales icónicos: todas esas experiencias tienen en común con la obra de
criptoarte su carácter irrepetible o, al menos, su naturaleza de reproductividad muy limitada.

Su normalización en los últimos meses, en el contexto de la pandemia, probablemente se deba a la


ausencia de vida sensorial, de eventos con público. Estamos buscando formas de compensar —
aunque sea en parte— lo que hemos perdido y echamos de menos. Y el capitalismo (más rápido
que Flash) está convirtiendo en mercado esa latencia. Al mismo tiempo que corrige un defecto de
nuestra vida digital: su carácter indistinto, difícil de recordar.

Todavía nos cuesta acordarnos con precisión de lo que vivimos a través de dispositivos y no en
teatros, aulas, museos o espacios de lectura. Hacemos fotos de los encuentros en Zoom más
importantes, pero esas fotos ingresan en una serie de series, en un archivo sin límites de jpgs sin
nombre. Raramente los imprimimos. Ya casi no confeccionamos álbumes encuadernados. La vida
digital tiene que encontrar sus propias singularidades también digitales. Por eso no sorprende que
uno de los formatos que más éxito está teniendo en el ámbito de los token no fungibles sea la
colección de cromos.

“Coleccionar es una forma del recuerdo”, escribió Benjamin, un gran coleccionista. Si William
Shakespeare estuviera vivo, no escribiría en inglés para HBO, sino en código para Google o para
WikiLeaks. Y si, en cambio, lo estuviera Benjamin, seguramente estaría comprando criptoarte y
pensando sobre cómo la reproducción exponencial de todo tipo de discursos, obras, archivos nos
está llevando a un punto de saturación.

Hemos visto ya las mejores series y se emiten pocas que merezcan realmente la pena. La mayor
parte de los contenidos disponibles en las redes sociales, aunque nos puedan parecer
entretenidos, sentimos que nos hacen perder el tiempo. Millones de lectores de todo el mundo
están regresando a las librerías y las bibliotecas, porque su catálogo de experiencias de altísima
calidad es inagotable. Como en los espectáculos de artes vivas o las películas en una sala, la
relación con un libro nos parece íntima. Esa sensación eclipsa el origen industrial del objeto, su
producción en serie.

Con su brutal capacidad adaptativa y expansiva, la cultura digital intuye que para seguir creciendo
debe proporcionar ese sentimiento de intimidad, colmar nuestra pulsión de poseer, otorgarnos la
posibilidad de coleccionar objetos y recuerdos únicos. Por eso, después de que las grandes
plataformas tecnológicas hayan conquistado el mundo con su oferta audiovisual sin límites, la
tercera década del siglo empieza con la explosión del criptoarte y de las experiencias premium.
Con propuestas de una cultura digital fuera de serie.

Jorge Carrión (@jorgecarrion21), colaborador regular de The New York Times, es escritor y director del
máster en Creación Literaria de la UPF-BSM. Sus últimos libros publicados son Contra Amazon y Lo viral. Es el
autor del pódcast Solaris, ensayos sonoros.

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