Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Caso Petroecuador
Caso Petroecuador
ECONÓMICO
LECTURA PARA JUEVES 30 DE MARZO DE 2023
Arthur Lewis escribió en 1954 su renombrado artículo sobre el desarrollo económico con
oferta de trabajo ilimitada, en la tradición clásica de la teoría de la distribución. Lewis señala
que la economía neoclásica es inadecuada para explicar el fenómeno del subdesarrollo, pues
asume una oferta limitada de trabajo y no pretende explicar la expansión del sistema a través
del tiempo. Los supuestos neoclásicos fueron adecuados para una Europa sin problemas de
crecimiento y con restricciones en la oferta de trabajo, pero son inadecuados para los países
subdesarrollados. La economía de Keynes también es descartada por Lewis, en tanto ella
asume que el problema es un exceso de ahorro. Lewis parte de identificar un excedente de
mano de obra no utilizada en los países subdesarrollados y, dado este excedente, argumenta
que el producto marginal del trabajo es prácticamente cero y, por tanto, el salario relevante
en estas economías es el salario de subsistencia.
Para Lewis, aun cuando esta oferta de trabajo excedente se compone de trabajadores no
calificados, podemos proceder a asumir que sí existen recursos naturales y capital —el trabajo
de la mano de obra adquirirá con el tiempo el entrenamiento necesario. De este modo, Lewis
concluye que el cuello de botella de los países subdesarrollados es el capital, y afirma que la
solución es elevar el nivel de ahorro; escribe: “El problema central de una teoría del desarrollo
es entender el proceso mediante el cual una comunidad que previamente ahorraba e invertía
4 o 5 % o menos del ingreso nacional, se convierte en una economía en donde el ahorro
voluntario sube al 12 o 15% o más del ingreso nacional” (Agarwala, 1958, p. 416).
Para explicar el problema del ahorro, Lewis divide a la economía en dos sectores: el
capitalista y el de subsistencia. El sector capitalista es aquel en que se usa un capital
reproducible y se compensa a los capitalistas por usarlo. El salario, a la manera clásica, se
determina en el sector de subsistencia; las utilidades en el sector capitalista determinan el
ahorro —pues se ahorra a partir de las utilidades. Lo que distingue al capitalismo de otras
sociedades es que la clase capitalista reinvierte sus utilidades en lugar de usar el excedente
sólo para consumo suntuario. A medida que el sector capitalista se expande, va absorbiendo
la fuerza de trabajo del sector de subsistencia —en esto consiste el desarrollo.
Lo único que puede detener el desarrollo es el encarecimiento en la producción de los
alimentos; se trata del fenómeno que preocupaba a Ricardo, pero para Lewis esta
preocupación es injustificada. El progreso tecnológico en la agricultura ha sido de tal
magnitud que impide el encarecimiento de los alimentos y el incremento en la renta que
preocupaba a los economistas clásicos.
Si nos preguntamos por qué los países pobres permanecen pobres, la respuesta, según
Lewis, es que no ahorran lo suficiente y ocurre así porque su sector capitalista es muy
pequeño. Un sector capitalista se origina de distintas maneras, dice Lewis: se puede importar
capitalistas de afuera, o bien desarrollar capitalistas que trabajen para el Estado, o puede
surgir una clase capitalista privada interna, consecuencia del surgimiento de nuevas
oportunidades, “especialmente algo que amplíe el mercado, asociado con una nueva
tecnología” (Agarwala, p. 420). Esta frase es lo más cerca que Lewis se halla de reconocer la
importancia de una teoría del desarrollo basada en las oportunidades del mercado. Pero sólo
es una frase y Lewis continúa con su teoría de la distribución, de la cual el crecimiento es una
consecuencia implícita.
A pesar de las advertencias de Malthus y de la popularidad de Keynes, Lewis afirma que
el ahorro, a la manera neoclásica y clásica, crea su propia inversión. Escribe: “Así pues, desde
el punto de vista de los países con un excedente de trabajo, el keynesianismo es sólo una nota
a pie de página del pensamiento neoclásico” (Agarwala, p. 401). Lewis escribe en la tradición
del valor y la distribución del pensamiento clásico y neoclásico, en la cual el ahorro crea la
inversión y no hay espacio para el análisis ni de la demanda efectiva, ni del mercado y sus
consecuencias en el desarrollo tecnológico, ni de las consecuencias de las formas monetarias
de financiar el ahorro; tampoco hay espacio para el análisis institucional.
“En el mundo real”, afirma Lewis, “los capitalistas también crean capital como resultado
de un incremento neto de la oferta monetaria —especialmente crédito bancario” (Agarwala,
p. 420). Para Lewis, la inflación es deseable siempre y cuando las clases no capitalistas sean
las que paguen el impuesto inflacionario. El incremento en los precios terminará cuando los
nuevos productos de consumo, consecuencia del ahorro inflacionario, sean puestos en el
mercado. El ahorro real ex-post será igual a la inversión monetaria ex-ante y la inflación se
termina, pero se logra un sector capitalista mayor que antes. El proceso será más corto a
medida que sea mayor el porcentaje del ingreso que el gobierno recupera en la forma de
impuestos. Para que este proceso funcione es necesario que el ingreso nominal sea
reinvertido en la formación de capital; si no se crea capital bajo la forma de nuevo ahorro, la
inflación no se detendrá. En este análisis de Lewis hay un antecedente para el crecimiento
inflacionario que intentaron algunos países subdesarrollados.
El proyecto de los países subdesarrollados de financiar el desarrollo mediante la inflación
fue un fracaso por dos razones. En primer lugar, los gobiernos se embarcaron en muchos
proyectos de formación de capital que no resultaron rentables, como la sustitución de
importaciones de bienes intermedios y de bienes durables. Se requieren proyectos rentables
para que el ahorro genere la inversión adecuada que finalmente redunde en los productos de
consumo que detengan la inflación a la Lewis. De otro modo, los productos esperados nunca
llegan y la inflación continúa. En segundo lugar, en la medida en que la inflación se sostiene,
los agentes económicos, como nos enseñó la Escuela de Expectativas Racionales, ajustan sus
expectativas y reclaman aumentos nominales a sus salarios y sus compensaciones, los cuales
anticipan movimientos futuros de precios. En estas condiciones, los incrementos en la
inflación no tienen ninguna consecuencia en la economía real y sólo generan una espiral
inflacionaria. Las resultantes son desestabilidad social e incertidumbre para los planes de
producción del sector real. Las hiperinflaciones en el Cono Sur demostraron que el intento
de desarrollarse vía la inflación puede tener consecuencias desastrosas tanto sociales y
políticas como económicas.
Lewis señala que el crecimiento económico en el sistema se reduce si el salario real
aumenta. El salario real puede aumentar debido a la trampa ricardiana del incremento en el
costo de la producción de alimentos; para evitarlo es necesario que una economía modernice
su sector agrícola de modo paralelo al sector industrial. El sector capitalista debe también
operar en el sector agrícola. Sin embargo, es necesario que la productividad del sector agrícola
no se transforme en mayor salario real; Lewis menciona que esto se logró en Japón por medio
de aumentar impuestos a los productores de alimentos y usando este excedente para la
formación de capital. En Rusia se logró aumentando los precios de las manufacturas y
aumentando también los impuestos a los productores de alimentos. Lewis señala que la
acumulación capitalista también puede frenarse si los trabajadores del sector capitalista,
mediante negociación, pueden aumentar su salario real y sus estándares de vida.
Finalmente, Lewis analiza su sistema económico en una economía abierta. Cuando el
salario real empieza a subir, porque la acumulación va eliminando el excedente de trabajo, el
excedente de los capitalistas disminuye. Los capitalistas, dice Lewis, “pueden evitarlo de una
de dos maneras, fomentando la migración o exportando su capital a países en donde todavía
hay abundante trabajo al salario de subsistencia” (Agarwala, p. 436). Como los sindicatos son
hostiles a la inmigración, la solución más viable es la exportación de capital. Nótese que la
necesidad de Lewis de exportar capital presupone que la tecnología en la economía no se
expande con la suficiente aceleración como para contrarrestar la elevación del salario real,
puesto que, de hacerlo, el excedente de los capitalistas no disminuye. El propio Lewis analiza
las condiciones bajo las cuales la expansión tecnológica es mayor, y concluye que esto sucede
con recursos naturales abundantes y con la existencia de capital humano. Este autor concluye
que la caída en el excedente de los capitalistas no puede explicar la exportación de capital.
Este último se exporta, dice Lewis, por medio de específicas oportunidades de inversión en
una línea de producción específica.
Esta conclusión de Lewis es importante pero, de hecho, cuestiona toda su teoría de
desarrollo porque si estudiamos la expansión tecnológica en la economía, entonces es posible
que el desarrollo se dé como consecuencia de la productividad. Es perfectamente posible
que el salario real crezca, y mientras lo haga menos o igual que la productividad, la tasa de
utilidades puede crecer a un ritmo igual o mayor que el de la productividad. El excedente
capitalista aumenta en lugar de disminuir; el ahorro es posible y la acumulación se lleva a
cabo sin requerir que no crezca el salario real. Este punto es importante: aunque
conceptualmente una economía puede crecer pagando el salario de subsistencia y con los
capitalistas reinvirtiendo y acumulando, es difícil que dicha economía genere un sistema que
en verdad sea tecnológicamente expansivo, pues carece de la fuerza direccional que le dan
las señales de precios de un sistema competitivo con una clase media masiva y capaz de
consumo significativo. Ya Malthus advertía que debe existir un balance entre consumo e
inversión, y que los gustos y preferencias del consumidor, que constituyen la demanda, son
necesarios para orientar los esfuerzos de la oferta productiva.
Aquí regresamos a la importancia de las instituciones y de la cultura. En un modelo
matemático de una economía en reproducción, la demanda que proviene de la inversión es
indistinguible de la que surge del consumo (como lo demostró Weitzman en sus modelos de
planeación); en el mundo real no lo es. La lección soviética ha sido clara: una economía que
carece de señales de precios, aun cuando ahorre y se industrialice, al final no será lo
suficientemente productiva, puesto que la expansión tecnológica se retrasa debido a la
carencia de la fuerza de las señales dadas por los precios de productos de consumo masivo.
Japón ha sido un éxito a pesar de su bajo consumo interno, pero las exportaciones japonesas
estuvieron orientadas por el mercado americano.
La expansión y el desarrollo de Occidente no se dieron de acuerdo con el modelo de
Lewis; no fue un salario de subsistencia ni el ahorro de los capitalistas lo que generó el rápido
crecimiento de Occidente: fue la expansión del mercado, la presencia de nuevas
oportunidades, la división del trabajo y la innovación asociada a éste —tal expansión se debió
inicialmente al comercio con Oriente y al oro y la plata de las Américas—, pero lo que
caracterizó en forma única al capitalismo occidental y lo distinguió de previos imperios fue
su capacidad de crecer endógenamente el mercado mediante la expansión del consumo de la
clase media. Fue precisamente el crecimiento del salario real y el mejoramiento de las
condiciones de vida del trabajador lo que generó el crecimiento de Occidente y permitió el
desarrollo tecnológico vía señales de precios, dinámicas provenientes de la competencia y la
sofisticación de los gustos y preferencias no de los capitalistas sino de las grandes masas. El
fenómeno que está detrás de la expansión capitalista de Occidente es la democracia y la
expansión de las clases medias.
Una vez que Lewis explica que la exportación de capital se debe a oportunidades
específicas en ciertas industrias, pasa a analizar las consecuencias de dicha exportación. Lo
primero que señala es que la exportación de capital no se da básicamente a países
subdesarrollados, sino que sucede entre desarrollados; concluye lo anterior con base en
recursos naturales, recursos humanos y marcos institucionales. A continuación analiza el caso
particular de una exportación de capital de un país desarrollado a uno subdesarrollado (con
excedente de trabajo). En el país subdesarrollado, el salario es igual al producto promedio en
el sector productor de alimentos; en el desarrollado es igual al producto marginal.
Lewis revisa tres casos y concluye lo siguiente: 1) la importación de capital no sube la tasa
real de salarios en el país importador subdesarrollado, a menos que eleve la productividad de
aquellas mercancías que se producen para consumir en el país subdesarrollado; 2) si el análisis
de ventaja comparativa se hace en términos de costos monetarios, la ley de costos
comparativos dará los resultados equivocados para el país subdesarrollado, ya que los costos
monetarios en este país no indican la productividad marginal sino la promedio; por ello sería
necesario que los países subdesarrollados protejan ciertas industrias en las cuales deben
especializarse de acuerdo a la ley de costos comparativos basada en la productividad marginal
(Agarwala, pp. 446-449); 3) la exportación de capital reduce los salarios en el país exportador.
Esta tendencia a reducir el salario puede ser revertida o reforzada; es revertida cuando la
exportación de capital abarata los productos que los trabajadores importan o eleva el costo
de salarios en países competidores, y es agravada en el caso contrario.
Ranis y Fei formalizaron la propuesta de economía dual de Lewis. Para estos autores, el
sector moderno de Lewis se reduce en forma específica al sector industrial.
Independientemente de su mayor formalidad, el modelo de Ranis y Fei tiene las mismas
limitaciones teóricas del modelo de Lewis.
Rostow define tres etapas de crecimiento; en la primera, que abarca un siglo o más, se
preparan las condiciones para el despegue; en la segunda se da el despegue en un periodo
corto de dos o tres décadas; en la tercera, después del despegue y por un periodo largo, el
crecimiento se genera en forma relativamente automática. Para Rostow, el despegue es
esencialmente una Revolución Industrial, consecuencia del rápido crecimiento de uno o
varios sectores manufactureros, y se lleva a cabo en un periodo relativamente corto. “El
despegue se define como el intervalo durante el cual la tasa de inversión se incrementa de tal
manera que el producto per cápita aumenta y este incremento inicial lleva con él cambios
radicales en las técnicas de producción y en la disponibilidad de los flujos de ingreso, la cual
perpetúa la nueva escala de inversión y perpetúa, por lo tanto, el alza en el producto per
cápita” (Rostow cit. por Agarwala, 1958, p. 154).
El sector líder del crecimiento varía en distintos países; pueden ser el ferrocarril, la
modernización de las fuerzas armadas, textiles, etcétera. El despegue requiere de un grupo
empresarial y de una fuente de fondeo. Históricamente, señala Rostow, el capital externo ha
jugado un papel importante en los despegues. En general, para el despegue —a la manera de
Lewis— se requiere transferir recursos de sectores tradicionales a aquellos en donde es
posible llevar a cabo la modernización. En opinión de Rostow, el esfuerzo de India en 1956
será exitoso en el futuro y se le recordará como ejemplo del modo de instrumentar
exitosamente un despegue. Según este autor, el despegue de Japón se dio entre 1878 y 1900,
y el de Rusia entre 1890 y 1914. El despegue para Rostow implica el esfuerzo de subir la tasa
de inversión productiva del 5 al 10% del producto nacional neto. El pronóstico de Rostow
no se materializó en India. Como ya señalamos, el despegue de Japón sí se mantuvo mientras
que no así el de Rusia, lo que no se puede explicar siguiendo el análisis de Rostow.
Fishlow (1965; en Meier, 1984, p. 94), refiriéndose a la conferencia que llevó a cabo la
Asociación Internacional de Economía para discutir a Rostow, señala que una de las
conclusiones importantes de esa conferencia fue la de que en Rostow hay cuando menos dos
teorías del despegue: una teoría agregada y una teoría sectorial. Para Fishlow, la teoría
agregada tiene poca justificación, como lo muestran los trabajos de Kuznets (en Meier, 1984,
p. 95), según los cuales en muchos países el desarrollo es producto de economías que desde
un principio estaban bendecidas con suficientes ahorros y con tasas de crecimiento
aceptables: en un largo proceso el desarrollo se fue consolidando. Fishlow opina que el
despegue a nivel agregado no es un concepto operativo y, por tanto, no se puede implementar
ni posee capacidades de predicción del desarrollo futuro de una economía.
En cuanto a la teoría sectorial del despegue, Fishlow encuentra que contiene muchas
contribuciones y reflexiones de importancia para el estudio del desarrollo económico: 1) la
industrialización exitosa es desbalanceada y uno o varios sectores tienen que liderar el
proceso; 2) estos sectores líderes (a la Hirschman) influyen en el desarrollo económico
mediante sus enlaces económicos con otras industrias, y lo hacen de modo lateral, hacia
adelante y hacia atrás; 3) algunas industrias se destacan en diversos países por su liderazgo,
notablemente la ferrocarrilera; 4) el desarrollo de ciertas industrias subsidiarias —como el
carbón, el hierro y la maquinaria— es un buen indicador del grado de industrialización y la
probabilidad de su continuación, y 5) el crecimiento industrial, y no el agrícola, es la base del
desarrollo sostenido.
4) EL ESFUERZO CRÍTICO MÍNIMO DE LEIBENSTEIN (1955 Y 1957)
Leibenstein desarrolló el concepto de la trampa de bajo ingreso. Para este autor, las
economías deben romper el círculo vicioso que las mantiene pobres y para ello es necesaria
la industrialización, la cual, sin embargo, requiere de “una tecnología moderna en una escala
tan vasta como sea posible”. La propuesta de Leibenstein fue modelada por Nelson, como
ya vimos, en un modelo a la Solow que muestra múltiples equilibrios. La tercera generación
de economistas del desarrollo regresaría a este tema. El mínimo esfuerzo crítico de
Leibenstein se entiende mejor en el marco del crecimiento balanceado de Nurske, que
revisaremos a continuación.