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TEORÍAS DEL DESARROLLO

ECONÓMICO
LECTURA PARA JUEVES 30 DE MARZO DE 2023

1) LA ECONOMÍA DUAL DE LEWIS (1954)

Arthur Lewis escribió en 1954 su renombrado artículo sobre el desarrollo económico con
oferta de trabajo ilimitada, en la tradición clásica de la teoría de la distribución. Lewis señala
que la economía neoclásica es inadecuada para explicar el fenómeno del subdesarrollo, pues
asume una oferta limitada de trabajo y no pretende explicar la expansión del sistema a través
del tiempo. Los supuestos neoclásicos fueron adecuados para una Europa sin problemas de
crecimiento y con restricciones en la oferta de trabajo, pero son inadecuados para los países
subdesarrollados. La economía de Keynes también es descartada por Lewis, en tanto ella
asume que el problema es un exceso de ahorro. Lewis parte de identificar un excedente de
mano de obra no utilizada en los países subdesarrollados y, dado este excedente, argumenta
que el producto marginal del trabajo es prácticamente cero y, por tanto, el salario relevante
en estas economías es el salario de subsistencia.
Para Lewis, aun cuando esta oferta de trabajo excedente se compone de trabajadores no
calificados, podemos proceder a asumir que sí existen recursos naturales y capital —el trabajo
de la mano de obra adquirirá con el tiempo el entrenamiento necesario. De este modo, Lewis
concluye que el cuello de botella de los países subdesarrollados es el capital, y afirma que la
solución es elevar el nivel de ahorro; escribe: “El problema central de una teoría del desarrollo
es entender el proceso mediante el cual una comunidad que previamente ahorraba e invertía
4 o 5 % o menos del ingreso nacional, se convierte en una economía en donde el ahorro
voluntario sube al 12 o 15% o más del ingreso nacional” (Agarwala, 1958, p. 416).
Para explicar el problema del ahorro, Lewis divide a la economía en dos sectores: el
capitalista y el de subsistencia. El sector capitalista es aquel en que se usa un capital
reproducible y se compensa a los capitalistas por usarlo. El salario, a la manera clásica, se
determina en el sector de subsistencia; las utilidades en el sector capitalista determinan el
ahorro —pues se ahorra a partir de las utilidades. Lo que distingue al capitalismo de otras
sociedades es que la clase capitalista reinvierte sus utilidades en lugar de usar el excedente
sólo para consumo suntuario. A medida que el sector capitalista se expande, va absorbiendo
la fuerza de trabajo del sector de subsistencia —en esto consiste el desarrollo.
Lo único que puede detener el desarrollo es el encarecimiento en la producción de los
alimentos; se trata del fenómeno que preocupaba a Ricardo, pero para Lewis esta
preocupación es injustificada. El progreso tecnológico en la agricultura ha sido de tal
magnitud que impide el encarecimiento de los alimentos y el incremento en la renta que
preocupaba a los economistas clásicos.
Si nos preguntamos por qué los países pobres permanecen pobres, la respuesta, según
Lewis, es que no ahorran lo suficiente y ocurre así porque su sector capitalista es muy
pequeño. Un sector capitalista se origina de distintas maneras, dice Lewis: se puede importar
capitalistas de afuera, o bien desarrollar capitalistas que trabajen para el Estado, o puede
surgir una clase capitalista privada interna, consecuencia del surgimiento de nuevas
oportunidades, “especialmente algo que amplíe el mercado, asociado con una nueva
tecnología” (Agarwala, p. 420). Esta frase es lo más cerca que Lewis se halla de reconocer la
importancia de una teoría del desarrollo basada en las oportunidades del mercado. Pero sólo
es una frase y Lewis continúa con su teoría de la distribución, de la cual el crecimiento es una
consecuencia implícita.
A pesar de las advertencias de Malthus y de la popularidad de Keynes, Lewis afirma que
el ahorro, a la manera neoclásica y clásica, crea su propia inversión. Escribe: “Así pues, desde
el punto de vista de los países con un excedente de trabajo, el keynesianismo es sólo una nota
a pie de página del pensamiento neoclásico” (Agarwala, p. 401). Lewis escribe en la tradición
del valor y la distribución del pensamiento clásico y neoclásico, en la cual el ahorro crea la
inversión y no hay espacio para el análisis ni de la demanda efectiva, ni del mercado y sus
consecuencias en el desarrollo tecnológico, ni de las consecuencias de las formas monetarias
de financiar el ahorro; tampoco hay espacio para el análisis institucional.
“En el mundo real”, afirma Lewis, “los capitalistas también crean capital como resultado
de un incremento neto de la oferta monetaria —especialmente crédito bancario” (Agarwala,
p. 420). Para Lewis, la inflación es deseable siempre y cuando las clases no capitalistas sean
las que paguen el impuesto inflacionario. El incremento en los precios terminará cuando los
nuevos productos de consumo, consecuencia del ahorro inflacionario, sean puestos en el
mercado. El ahorro real ex-post será igual a la inversión monetaria ex-ante y la inflación se
termina, pero se logra un sector capitalista mayor que antes. El proceso será más corto a
medida que sea mayor el porcentaje del ingreso que el gobierno recupera en la forma de
impuestos. Para que este proceso funcione es necesario que el ingreso nominal sea
reinvertido en la formación de capital; si no se crea capital bajo la forma de nuevo ahorro, la
inflación no se detendrá. En este análisis de Lewis hay un antecedente para el crecimiento
inflacionario que intentaron algunos países subdesarrollados.
El proyecto de los países subdesarrollados de financiar el desarrollo mediante la inflación
fue un fracaso por dos razones. En primer lugar, los gobiernos se embarcaron en muchos
proyectos de formación de capital que no resultaron rentables, como la sustitución de
importaciones de bienes intermedios y de bienes durables. Se requieren proyectos rentables
para que el ahorro genere la inversión adecuada que finalmente redunde en los productos de
consumo que detengan la inflación a la Lewis. De otro modo, los productos esperados nunca
llegan y la inflación continúa. En segundo lugar, en la medida en que la inflación se sostiene,
los agentes económicos, como nos enseñó la Escuela de Expectativas Racionales, ajustan sus
expectativas y reclaman aumentos nominales a sus salarios y sus compensaciones, los cuales
anticipan movimientos futuros de precios. En estas condiciones, los incrementos en la
inflación no tienen ninguna consecuencia en la economía real y sólo generan una espiral
inflacionaria. Las resultantes son desestabilidad social e incertidumbre para los planes de
producción del sector real. Las hiperinflaciones en el Cono Sur demostraron que el intento
de desarrollarse vía la inflación puede tener consecuencias desastrosas tanto sociales y
políticas como económicas.
Lewis señala que el crecimiento económico en el sistema se reduce si el salario real
aumenta. El salario real puede aumentar debido a la trampa ricardiana del incremento en el
costo de la producción de alimentos; para evitarlo es necesario que una economía modernice
su sector agrícola de modo paralelo al sector industrial. El sector capitalista debe también
operar en el sector agrícola. Sin embargo, es necesario que la productividad del sector agrícola
no se transforme en mayor salario real; Lewis menciona que esto se logró en Japón por medio
de aumentar impuestos a los productores de alimentos y usando este excedente para la
formación de capital. En Rusia se logró aumentando los precios de las manufacturas y
aumentando también los impuestos a los productores de alimentos. Lewis señala que la
acumulación capitalista también puede frenarse si los trabajadores del sector capitalista,
mediante negociación, pueden aumentar su salario real y sus estándares de vida.
Finalmente, Lewis analiza su sistema económico en una economía abierta. Cuando el
salario real empieza a subir, porque la acumulación va eliminando el excedente de trabajo, el
excedente de los capitalistas disminuye. Los capitalistas, dice Lewis, “pueden evitarlo de una
de dos maneras, fomentando la migración o exportando su capital a países en donde todavía
hay abundante trabajo al salario de subsistencia” (Agarwala, p. 436). Como los sindicatos son
hostiles a la inmigración, la solución más viable es la exportación de capital. Nótese que la
necesidad de Lewis de exportar capital presupone que la tecnología en la economía no se
expande con la suficiente aceleración como para contrarrestar la elevación del salario real,
puesto que, de hacerlo, el excedente de los capitalistas no disminuye. El propio Lewis analiza
las condiciones bajo las cuales la expansión tecnológica es mayor, y concluye que esto sucede
con recursos naturales abundantes y con la existencia de capital humano. Este autor concluye
que la caída en el excedente de los capitalistas no puede explicar la exportación de capital.
Este último se exporta, dice Lewis, por medio de específicas oportunidades de inversión en
una línea de producción específica.
Esta conclusión de Lewis es importante pero, de hecho, cuestiona toda su teoría de
desarrollo porque si estudiamos la expansión tecnológica en la economía, entonces es posible
que el desarrollo se dé como consecuencia de la productividad. Es perfectamente posible
que el salario real crezca, y mientras lo haga menos o igual que la productividad, la tasa de
utilidades puede crecer a un ritmo igual o mayor que el de la productividad. El excedente
capitalista aumenta en lugar de disminuir; el ahorro es posible y la acumulación se lleva a
cabo sin requerir que no crezca el salario real. Este punto es importante: aunque
conceptualmente una economía puede crecer pagando el salario de subsistencia y con los
capitalistas reinvirtiendo y acumulando, es difícil que dicha economía genere un sistema que
en verdad sea tecnológicamente expansivo, pues carece de la fuerza direccional que le dan
las señales de precios de un sistema competitivo con una clase media masiva y capaz de
consumo significativo. Ya Malthus advertía que debe existir un balance entre consumo e
inversión, y que los gustos y preferencias del consumidor, que constituyen la demanda, son
necesarios para orientar los esfuerzos de la oferta productiva.
Aquí regresamos a la importancia de las instituciones y de la cultura. En un modelo
matemático de una economía en reproducción, la demanda que proviene de la inversión es
indistinguible de la que surge del consumo (como lo demostró Weitzman en sus modelos de
planeación); en el mundo real no lo es. La lección soviética ha sido clara: una economía que
carece de señales de precios, aun cuando ahorre y se industrialice, al final no será lo
suficientemente productiva, puesto que la expansión tecnológica se retrasa debido a la
carencia de la fuerza de las señales dadas por los precios de productos de consumo masivo.
Japón ha sido un éxito a pesar de su bajo consumo interno, pero las exportaciones japonesas
estuvieron orientadas por el mercado americano.
La expansión y el desarrollo de Occidente no se dieron de acuerdo con el modelo de
Lewis; no fue un salario de subsistencia ni el ahorro de los capitalistas lo que generó el rápido
crecimiento de Occidente: fue la expansión del mercado, la presencia de nuevas
oportunidades, la división del trabajo y la innovación asociada a éste —tal expansión se debió
inicialmente al comercio con Oriente y al oro y la plata de las Américas—, pero lo que
caracterizó en forma única al capitalismo occidental y lo distinguió de previos imperios fue
su capacidad de crecer endógenamente el mercado mediante la expansión del consumo de la
clase media. Fue precisamente el crecimiento del salario real y el mejoramiento de las
condiciones de vida del trabajador lo que generó el crecimiento de Occidente y permitió el
desarrollo tecnológico vía señales de precios, dinámicas provenientes de la competencia y la
sofisticación de los gustos y preferencias no de los capitalistas sino de las grandes masas. El
fenómeno que está detrás de la expansión capitalista de Occidente es la democracia y la
expansión de las clases medias.
Una vez que Lewis explica que la exportación de capital se debe a oportunidades
específicas en ciertas industrias, pasa a analizar las consecuencias de dicha exportación. Lo
primero que señala es que la exportación de capital no se da básicamente a países
subdesarrollados, sino que sucede entre desarrollados; concluye lo anterior con base en
recursos naturales, recursos humanos y marcos institucionales. A continuación analiza el caso
particular de una exportación de capital de un país desarrollado a uno subdesarrollado (con
excedente de trabajo). En el país subdesarrollado, el salario es igual al producto promedio en
el sector productor de alimentos; en el desarrollado es igual al producto marginal.
Lewis revisa tres casos y concluye lo siguiente: 1) la importación de capital no sube la tasa
real de salarios en el país importador subdesarrollado, a menos que eleve la productividad de
aquellas mercancías que se producen para consumir en el país subdesarrollado; 2) si el análisis
de ventaja comparativa se hace en términos de costos monetarios, la ley de costos
comparativos dará los resultados equivocados para el país subdesarrollado, ya que los costos
monetarios en este país no indican la productividad marginal sino la promedio; por ello sería
necesario que los países subdesarrollados protejan ciertas industrias en las cuales deben
especializarse de acuerdo a la ley de costos comparativos basada en la productividad marginal
(Agarwala, pp. 446-449); 3) la exportación de capital reduce los salarios en el país exportador.
Esta tendencia a reducir el salario puede ser revertida o reforzada; es revertida cuando la
exportación de capital abarata los productos que los trabajadores importan o eleva el costo
de salarios en países competidores, y es agravada en el caso contrario.
Ranis y Fei formalizaron la propuesta de economía dual de Lewis. Para estos autores, el
sector moderno de Lewis se reduce en forma específica al sector industrial.
Independientemente de su mayor formalidad, el modelo de Ranis y Fei tiene las mismas
limitaciones teóricas del modelo de Lewis.

2) LAS ECONOMÍAS EXTERNAS Y EL GRAN INICIO (BIG PUSH) DE


ROSENSTEIN-RODAN (1943)

Para Rosenstein-Rodan, la complementariedad de distintas industrias es el argumento más


importante para lanzar una industrialización planeada en gran escala; es la demanda de los
propios trabajadores de la industria la que sustenta el crecimiento industrial. Así, además de
las economías externas marshallianas, él señala que hay economías externas para toda una
industria. El sistema de precios no refleja las oportunidades de utilidades futuras ante un
cambio paramétrico total en el nivel industrial de un país, de modo que la industrialización
no debe dejarse en manos del sector privado. Éste sólo funciona bien una vez que un cierto
grado de industrialización es alcanzado. Según Rosenstein-Rodan, el desarrollo de Occidente
se debió a que todos los países tenían una alta elasticidad ingreso de demanda de
importaciones, pero en el siglo XX dicha elasticidad puede ser menor. El objetivo de la
industrialización es crear equilibrio estructural en el mundo mediante la creación de empleo
para la excesiva población agrícola. A pesar de un programa agresivo de industrialización de
Europa del Este y de Europa del Sureste, Rosenstein-Rodan afirma que siempre será
necesario complementarlo con migración. El costo de no industrializar sería una excesiva
migración. Él sugería que la industrialización fuera apoyada por inversión internacional o
préstamos internacionales.
Para Viner (1958; citado en Meier, 1984, p. 366), las economías de escala domésticas
señaladas por Rosenstein siempre serán inferiores a las economías de escala internacionales
que están a disposición del país subdesarrollado mediante el comercio internacional. Las
economías de escala doméstica se restringen a ciertos sectores solamente, como son los
bienes públicos, i.e., comunicación, transporte, electricidad, agua, etcétera, y algunos bienes
de consumo de producción puramente local. La experiencia asiática demostraría que Viner
tuvo razón. Ellis (1958; Meier, 1984, p. 365) señaló que no es claro que las inversiones en la
industria sean más rentables que las que se hacen en la agricultura: la respuesta depende del
país y, además, no es claro que el desarrollo requiera del Big push gubernamental. Ellis opina
que no hay nada que garantice que el gobierno invierta correctamente. La crítica de este autor
anticipa la discusión posterior de la segunda generación sobre las fallas de gobierno. Sin
embargo, como veremos, el modelo de Rosenstein-Rodan fue rescatado por los economistas
de la tercera generación y formalizado en modelos de multiequilibrio con base en la teoría de
la economía de la información. En estos modelos de la tercera generación se muestra que
Rosenstein-Rodan estaba en lo correcto cuando señaló que una economía puede quedarse
atrapada en un equilibrio caracterizado por el subdesarrollo.

3) EL DESPEGUE Y LAS ETAPAS DEL CRECIMIENTO DE ROSTOW (1956 Y 1960)

Rostow define tres etapas de crecimiento; en la primera, que abarca un siglo o más, se
preparan las condiciones para el despegue; en la segunda se da el despegue en un periodo
corto de dos o tres décadas; en la tercera, después del despegue y por un periodo largo, el
crecimiento se genera en forma relativamente automática. Para Rostow, el despegue es
esencialmente una Revolución Industrial, consecuencia del rápido crecimiento de uno o
varios sectores manufactureros, y se lleva a cabo en un periodo relativamente corto. “El
despegue se define como el intervalo durante el cual la tasa de inversión se incrementa de tal
manera que el producto per cápita aumenta y este incremento inicial lleva con él cambios
radicales en las técnicas de producción y en la disponibilidad de los flujos de ingreso, la cual
perpetúa la nueva escala de inversión y perpetúa, por lo tanto, el alza en el producto per
cápita” (Rostow cit. por Agarwala, 1958, p. 154).
El sector líder del crecimiento varía en distintos países; pueden ser el ferrocarril, la
modernización de las fuerzas armadas, textiles, etcétera. El despegue requiere de un grupo
empresarial y de una fuente de fondeo. Históricamente, señala Rostow, el capital externo ha
jugado un papel importante en los despegues. En general, para el despegue —a la manera de
Lewis— se requiere transferir recursos de sectores tradicionales a aquellos en donde es
posible llevar a cabo la modernización. En opinión de Rostow, el esfuerzo de India en 1956
será exitoso en el futuro y se le recordará como ejemplo del modo de instrumentar
exitosamente un despegue. Según este autor, el despegue de Japón se dio entre 1878 y 1900,
y el de Rusia entre 1890 y 1914. El despegue para Rostow implica el esfuerzo de subir la tasa
de inversión productiva del 5 al 10% del producto nacional neto. El pronóstico de Rostow
no se materializó en India. Como ya señalamos, el despegue de Japón sí se mantuvo mientras
que no así el de Rusia, lo que no se puede explicar siguiendo el análisis de Rostow.
Fishlow (1965; en Meier, 1984, p. 94), refiriéndose a la conferencia que llevó a cabo la
Asociación Internacional de Economía para discutir a Rostow, señala que una de las
conclusiones importantes de esa conferencia fue la de que en Rostow hay cuando menos dos
teorías del despegue: una teoría agregada y una teoría sectorial. Para Fishlow, la teoría
agregada tiene poca justificación, como lo muestran los trabajos de Kuznets (en Meier, 1984,
p. 95), según los cuales en muchos países el desarrollo es producto de economías que desde
un principio estaban bendecidas con suficientes ahorros y con tasas de crecimiento
aceptables: en un largo proceso el desarrollo se fue consolidando. Fishlow opina que el
despegue a nivel agregado no es un concepto operativo y, por tanto, no se puede implementar
ni posee capacidades de predicción del desarrollo futuro de una economía.
En cuanto a la teoría sectorial del despegue, Fishlow encuentra que contiene muchas
contribuciones y reflexiones de importancia para el estudio del desarrollo económico: 1) la
industrialización exitosa es desbalanceada y uno o varios sectores tienen que liderar el
proceso; 2) estos sectores líderes (a la Hirschman) influyen en el desarrollo económico
mediante sus enlaces económicos con otras industrias, y lo hacen de modo lateral, hacia
adelante y hacia atrás; 3) algunas industrias se destacan en diversos países por su liderazgo,
notablemente la ferrocarrilera; 4) el desarrollo de ciertas industrias subsidiarias —como el
carbón, el hierro y la maquinaria— es un buen indicador del grado de industrialización y la
probabilidad de su continuación, y 5) el crecimiento industrial, y no el agrícola, es la base del
desarrollo sostenido.
4) EL ESFUERZO CRÍTICO MÍNIMO DE LEIBENSTEIN (1955 Y 1957)

Leibenstein desarrolló el concepto de la trampa de bajo ingreso. Para este autor, las
economías deben romper el círculo vicioso que las mantiene pobres y para ello es necesaria
la industrialización, la cual, sin embargo, requiere de “una tecnología moderna en una escala
tan vasta como sea posible”. La propuesta de Leibenstein fue modelada por Nelson, como
ya vimos, en un modelo a la Solow que muestra múltiples equilibrios. La tercera generación
de economistas del desarrollo regresaría a este tema. El mínimo esfuerzo crítico de
Leibenstein se entiende mejor en el marco del crecimiento balanceado de Nurske, que
revisaremos a continuación.

5) EL CRECIMIENTO BALANCEADO DE NURSKE (1952 Y 1961)

Nurske argumenta la necesidad de que la inversión genere un desarrollo balanceado que


permita la creación de demanda vía la expansión del mercado y la generación de utilidades;
la productividad depende sustancialmente del uso de capital, pero éste no puede utilizarse si
el mercado es muy pequeño. Para Nurske, como para Leibenstein, la única manera de escapar
de la trampa de la pobreza es la aplicación de capital a una gran variedad de industrias. De
no hacerse en forma simultánea y en gran escala, el capital extranjero se encontrará sin las
adecuadas señales de precios en el mercado doméstico del país subdesarrollado y el capital
extranjero, como suele suceder, se dirigirá solamente —o de manera principal— al sector
agrícola.
Nurske introduce un efecto de consumo de demostración a la Veblen entre países pobres
y países ricos, el cual hace aún más complicado el ya difícil problema del ahorro en los países
pobres. Nurske insiste en que es necesario que estos países restrinjan el consumo y estimulen
el ahorro doméstico. Según este autor, el crecimiento económico mediante el comercio
internacional, que caracterizó a Occidente en el siglo XIX, no puede ser reproducido en el
siglo XX para los países subdesarrollados, pues las condiciones han cambiado (de nueva
cuenta, Asia mostró que el pesimismo de Nurske estaba infundado): 1) el comercio principal
se da entre países desarrollados; 2) como consecuencia, los países subdesarrollados se han
dedicado a exportar bienes primarios, y 3) la demanda de bienes primarios ha caído en
relación al producto de los países desarrollados. En estas nuevas condiciones, el crecimiento
de las exportaciones no puede ser la única maquinaria de crecimiento para los países
subdesarrollados; por ello es necesario, dice Nurske, provocar el crecimiento balanceado
mediante un estímulo significativo al mercado doméstico vía incrementos en capital en
muchas industrias al mismo tiempo.
En los teóricos de la primera generación se dio una controversia en cuanto a si debía
privilegiarse un sector líder (a la Rostow y a la Hirschman) o llevar a cabo un crecimiento
balanceado (a la Nurske). La controversia incluyó consideraciones sobre el grado y la
importancia de la participación del gobierno versus el sector privado, y la necesidad de
decisiones explícitas. En términos generales hubo acuerdo sobre la necesidad de privilegiar
ciertas inversiones en infraestructura social, en el hecho de que el crecimiento posiblemente
sea desbalanceado en un principio pero no debe perderse el objetivo de la
complementariedad de los mercados señalada por el crecimiento balanceado (Stretten, cit.
por Meier, 1984, p. 376). El acuerdo básico entre estos autores fue la necesidad de extraer
un excedente del sector agrícola y estimular tanto el ahorro interno como el externo para
fomentar la industrialización.

6) LA MATRIZ DE INSUMO-PRODUCTO DE LEONTIEF (1953)


Aun cuando Nurske estudia más la inversión privada y Hirschman se aboca más a la
capacidad de decisión del gobierno, es indudable que, tanto para el desarrollo balanceado
como para el desbalanceado, la industrialización era la clave del desarrollo. Es en este
contexto que la matriz de insumo-producto de Leontief es bien recibida como un método
extraordinariamente útil para comprender las interrelaciones entre los sectores productivos.
La matriz de insumo-producto es una fusión de la economía del equilibrio general y del
álgebra matricial; le da contenido numérico al equilibrio general de Walras y demuestra su
utilidad práctica para la planeación económica. La matriz de Leontief relaciona cantidades
físicas con cantidades físicas y permite analizar, por ejemplo, el impacto de un cambio en las
ventas de una industria en todos los sectores de la economía. En la práctica, su utilidad ha
quedado demostrada en muchos problemas particulares, como el análisis de restricciones en
insumos o el cálculo de la protección efectiva de una tarifa o cuota, tomando en cuenta el
indirecto impacto interindustrial en toda la economía. La matriz de insumo-producto no
presupone un sistema específico de precios.
Morishima (1958) y Solow (1959) efectuaron una interpretación dual del sistema de
precios de un modelo de insumo-producto dinámico; Jorgenson (1960) mostró que el
modelo de insumo-producto dinámico no es estable a la vez para el sistema original y para
el dual de precios. Jorgenson concluye que el modelo dinámico de Leontief, en tanto no
permite una sustitución en los procesos de producción —pues no incluye un sistema de
precios—, no es adecuado para modelos empíricos de crecimiento económico.
En contraposición a la matriz de Leontief, los modelos neoclásicos de crecimiento, a la
Solow, al permitir una sustitución entre los factores de la producción, minimizan las rigideces
específicas de la economía de que se trate. Los modelos de programación lineal permiten
analizar una variedad de planes mediante cada uno de los cuales se puede obtener el producto
deseado y seleccionar el óptimo en función de un conjunto de precios sombra que reflejan
escaseces relativas. (Precio sombra es el precio de referencia que tendría un bien en
condiciones de competencia perfecta, incluyendo los costos sociales además de los privados,
y representa el costo de oportunidad de producir o consumir un bien o un servicio. Éstos
pueden no tener un precio de mercado, y sin embargo siempre es posible asignarles un precio
sombra que permite —según el significado del multiplicador de Lagrange— hacer un análisis
de costo-beneficio y cálculos de programación lineal.)

7) EL MODELO DE SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES BASADO EN EL


DETERIORO DE LOS TÉRMINOS DE INTERCAMBIO DE PREBISCH (CEPAL,
1950), MYRDAL (1968) Y SINGER (1950)

La escuela estructuralista a la Prebisch, Myrdal, Furtado y otros, en realidad se deriva de


una mezcla de diversas teorías del desarrollo de la primera generación. La escuela
estructuralista estuvo desde sus orígenes estrechamente vinculada a la política económica y
su principal recomendación fue la política de sustitución de importaciones.
Desde el punto de vista teórico, la escuela estructuralista se fundamenta a partir de dos
rigideces en la economía: la inelasticidad de las exportaciones y la inelasticidad en la
producción de alimentos (dos supuestos equivocados, como Asia mostró). El sistema
económico de un país subdesarrollado se describe de este modo:
1) Las exportaciones de bienes primarios a países desarrollados se encuentran limitadas,
lo cual restringe la producción y el desarrollo tecnológico en la producción agrícola de los
países subdesarrollados, así como su capacidad de ahorro.
2) El proceso de desarrollo conlleva un aumento en las importaciones que no puede
compensarse ni con exportaciones de productos agrícolas (por la demanda limitada de los
países desarrollados), ni con exportaciones de bienes manufacturados (dada la no
competitividad en la producción de los mismos). La consecuencia es un déficit en el sector
externo que limita las capacidades de crecimiento y de industrialización de la economía
subdesarrollada. Además, el déficit en el sector externo tiende a forzar devaluaciones; éstas,
aunadas a la falta de demanda por bienes primarios de los países desarrollados, van
deteriorando los términos de intercambio de las economías subdesarrolladas.
3) A la manera clásica, en la medida en que la población aumenta en los países
subdesarrollados, la inelasticidad en la producción de alimentos (consecuencia de la
tecnología atrasada en el sector agrícola, la cual se debe a su escala de producción no integrada
al mercado mundial) lleva al encarecimiento en la producción de los mismos y a un
incremento en la tasa salarial real, la cual presiona los precios al alza. El encarecimiento
relativo de las importaciones, la necesidad de devaluar y el aumento en el salario real generan
una tendencia inflacionaria estructural.
Las recomendaciones propuestas por la escuela estructuralista son básicamente cuatro:
1) El déficit del sector externo puede verse como un exceso de inversión en relación al
ahorro, de lo cual se deriva una tendencia estructural a la inflación y la necesidad de
incrementar el ahorro tanto doméstico como externo.
2) Sustituir importaciones; el objetivo de esta política es reducir tanto el déficit del sector
externo como la presión devaluatoria y permitir la integración industrial doméstica, la cual
mejora la competitividad de las exportaciones manufactureras; sin embargo, cuando menos
en un principio el proceso de sustitución de importaciones es ineficiente y por tanto genera
un aumento de costos.
3) Dadas las cuatro causas estructurales de la inflación (devaluaciones, incrementos en
salario real, deterioro en los términos de intercambio y el costo producido por la sustitución
de importaciones), la escuela estructuralista recomendaba aceptar la inflación como
consecuencia natural del proceso de desarrollo, pues para esta escuela combatir la inflación
con una política monetaria y fiscal no elimina las causas estructurales de la inflación y puede
restringir innecesariamente el crecimiento del producto;
4) Se recomiendan los flujos de capitales externos como mecanismo para liberar el cuello
de botella del sector externo y acelerar el proceso de desarrollo.
La escuela estructuralista reconoce la conveniencia de un mayor desarrollo tecnológico en
la agricultura, pero ve limitada la capacidad de desarrollo económico mediante esta vía
porque el mercado externo de productos primarios está restringido y los términos de
intercambio se están deteriorando, de modo que la solución es por medio de la
industrialización, a través de la sustitución de importaciones y el incremento en el ahorro
tanto doméstico como externo.
La primera etapa de sustitución de importaciones de bienes de consumo fue llevada a
cabo por casi todos los países desarrollados (Balassa, cit. por Meier, 1984, p. 516). Esta etapa
no requiere de tarifas altas y puede ser llevada a cabo con relativo éxito. La política de
sustitución de importaciones de la segunda etapa, es decir la de bienes intermedios y bienes
durables, fue implementada en Latinoamérica bajo la influencia de Prebisch y en la India con
alguna influencia de Myrdal. Europa del Este también practicó una política de sustitución de
importaciones, parcialmente bajo la influencia del modelo ruso de industrialización. La
producción de bienes intermedios (tales como petroquímica y acero) tiende a ser intensiva
en capital y hay economías de escala relacionadas con el tamaño de planta. La producción de
bienes durables de producción (como maquinaria) y de bienes durables de consumo (como
automóviles y refrigeradores) genera significativas economías de escala a través de la
integración vertical y horizontal. El tamaño del mercado doméstico, el costo del capital vía
el riesgo país (se conoce bajo este nombre al nivel de riesgo específico que un determinado
país, de acuerdo con sus condiciones económicas, sociales, políticas o incluso naturales y
geográficas, genera para las inversiones que podrían realizarse en él) y la escasez de mano de
obra calificada, encarecen significativamente los costos de producción y requieren de altos
niveles de protección.
Los altos niveles de protección que necesita esta segunda etapa tienden a sobrevaluar el
tipo de cambio y crean un sesgo en contra del sector exportador. A través de relaciones
intraindustriales, los altos costos de protección a las importaciones reducen rápidamente la
eficiencia global de la economía. La falta de competencia entre vendedores en estos mercados
pequeños, desdeñó la importancia del mecanismo de precios y llevó a la falta de incentivos
para el desarrollo tecnológico y para incrementos en la productividad. El énfasis en la
industrialización llevó al deterioro de los términos internos de intercambio, y en lugar de una
mejoría se generó un retroceso. En particular, se redujo significativamente la exportación de
bienes primarios, se creó un sesgo en contra de las exportaciones de bienes manufacturados,
se incrementó la necesidad de ahorro externo —lo cual aumentó significativamente el
endeudamiento externo— y se provocaron crisis inflacionarias y devaluatorias que fueron el
origen de las crisis financieras en los años ochenta en los países subdesarrollados.
La incapacidad del modelo de sustitución de importaciones de la segunda etapa de
generación de desarrollo, quedó demostrada tanto en el retraso de algunos países asiáticos
como en Europa del Este y en Latinoamérica. En particular, el caso de México ilustra de
modo dramático las limitaciones de este modelo; analicémoslo brevemente. La recuperación
económica de los países desarrollados en los años de la posguerra provocó una caída en las
exportaciones manufactureras de México del 42% de 1945 a 1950; como consecuencia, entre
1955 y 1970 México adoptó un proceso de sustitución de importaciones. Las consecuencias
de esta primera etapa de sustitución de importaciones fueron:
1) La tasa de crecimiento del producto agrícola cayó del 8.3% de 1946 a 1951, al 3.1% de
1965 a 1970; con la población creciendo al 3.4%, en lugar de exportar se tuvo que importar
alimentos.
2) La deuda pública pasó del 4.8% en 1960 al 12% en 1969.
3) La sobrevaluación del peso había castigado al sector exportador, los estímulos al capital
habían desestimulado el uso intensivo de mano de obra y el proceso de industrialización
había creado una fuerte dependencia del exterior.
4) Sin embargo, México, vía una política fiscal y monetaria prudente, mantuvo una
inflación baja de sólo 4% promedio entre 1955 y 1970, a pesar del crecimiento acelerado del
producto interno bruto del 6.3%.
La deuda externa mexicana era menor a 3 billones de dólares en 1970. De este modo, la
primera etapa de la sustitución de importaciones, aun cuando ya había generado desbalances,
fue relativamente exitosa en México. Desde los inicios de los sesenta, México debió haber
iniciado una política exportadora y para 1970 ya tenía años de retraso en relación con la
política correcta a seguir. No obstante, en 1970 México decidió profundizar su política de
sustitución de importaciones y entrar de lleno a la producción de bienes intermedios y de
bienes durables para acelerar el desarrollo tecnológico.
De 1970 a 1976 los resultados fueron desastrosos como consecuencia de que México tuvo
que incrementar su protección efectiva y reducir su eficiencia económica global. Para 1976,
la economía mexicana tenía un endeudamiento de 20 billones de dólares; la inflación de 1971
a 1976 fue de 13.8%; la deuda pública sobre PIB pasó del 11.8% en 1970 al 21.9% en 1976.
El PIB redujo su ritmo de crecimiento y fue del 4.5% anual entre 1970 y 1976. En 1976
México se enfrenta a la devaluación y a su primera crisis de confianza.
Después de un periodo exitoso de ajuste económico, en 1978 México decide de nuevo
profundizar el modelo de sustitución de importaciones, esta vez sin limitaciones en la balanza
de pagos consecuencia del boom en los ingresos petroleros. Las exportaciones de petrolíferos
sobre las exportaciones totales pasaron del 1.5% en 1973 al 45.4% en 1979. Para 1981,
México había invertido en su modelo económico de sustitución de importaciones no sólo
sus ingresos petroleros incrementales sino que la deuda externa había subido a 80 billones
de dólares. La crisis financiera de 1982 le costó posiblemente 20 años de su crecimiento. Los
costos del modelo económico equivocado fueron fenomenales.
El error básico de la escuela estructuralista fue asumir inelasticidad en las exportaciones.
La experiencia de los países asiáticos demostró que un modelo de sustitución de
importaciones de bienes de consumo, seguido de una promoción selectiva de las
exportaciones, puede ser exitoso, mientras que profundizar en la sustitución de
importaciones conduce al fracaso. Las causas estructurales de la inflación fueron exageradas
por esta escuela. Japón demostró que es posible introducir desarrollo tecnológico agrícola e
incrementar la productividad a partir de técnicas intensivas de mano de obra. En cierto
sentido, los términos de intercambio son bajos porque la productividad agrícola es baja, de
modo que los incrementos en la población no necesariamente afectan los precios agrícolas
al alza. Además, Asia, al incrementar sus exportaciones manufactureras, ha superado el cuello
de botella del sector externo y lo ha hecho controlando las importaciones y la inflación. La
inflación en Latinoamérica se explica básicamente por causas monetarias y financieras: ella
contribuyó al desequilibrio y no al desarrollo.
Sin embargo, algunas reflexiones importantes de esta escuela son: 1) el proteccionismo de
los países desarrollados para sus importaciones agrícolas dificulta el crecimiento de los países
subdesarrollados; 2) en el largo plazo, no sólo los fenómenos monetarios cuentan sino que
es necesario estudiar las condiciones estructurales de la economía. Finalmente el éxito
asiático no se basó en políticas monetarias y fiscales sino en políticas industriales. Los
estructuralistas equivocaron su paquete de políticas, pero tuvieron razón en algunas de sus
críticas al monetarismo.
El estructuralismo fue influyente en el desarrollo de la teoría de la dependencia;
revisaremos ésta más adelante.

8) LOS MODELOS DE EQUILIBRIO GENERAL Y EL MODELO DE LAS DOS


BRECHAS DE CHENERY (1955, 1960 Y 1975)

Chenery (1955) afirma que la industrialización es la principal esperanza de los países


pobres y concluye que para ser capaces de una planeación industrial es necesario tomar en
cuenta la interdependencia estructural de todos los sectores industriales mediante un modelo
de equilibrio general, del cual la versión más simple es la matriz de Leontief.
Chenery (1962; Meier, 1984, p. 726) critica a los modelos de crecimiento neoclásico
porque sólo se concentran en la relación entre ahorro e inversión y en las posibilidades de
sustitución entre capital y trabajo. Chenery insiste en que se debe incluir un análisis del papel
de los cambios estructurales en la demanda, así como el papel que juega el comercio
internacional y la distribución de los recursos. Este autor concluye que la balanza de pagos
puede ser igual de restrictiva para el crecimiento que para el ahorro: cualquiera de las dos
brechas puede poner un límite al crecimiento.
La planeación económica, para Chenery (1972; Meier, 1984, p. 723), incluye dos tipos de
modelos: 1) los econométricos, usados para estimar relaciones estructurales pasadas —estos
modelos tienen como limitación la disponibilidad de datos en muchos países—, y 2) los
modelos de planeación que se utilizan para relacionar los objetivos sociales buscados con los
instrumentos de política económica al alcance. El modelo de planeación más sencillo es la
matriz de Leontief, que tiene la ventaja de ser fácil de construir para muchos países y puede
ser complementada poco a poco con formulaciones más sofisticadas de condiciones
individuales de oferta y demanda.
Chenery (1975; Meier, 1984, p. 118) distingue tres tipos de modelos: neoclásicos,
neomarxistas y estructuralistas. Para él, los dos primeros surgen del estudio de sociedades
industriales, y sus conclusiones para países subdesarrollados no parten del análisis empírico
sino de sus propias premisas. Para los neoclásicos la solución radica en dejar funcionar el
sistema de precios y aumentar el ahorro. Para los neomarxistas, la solución es redistribuir los
activos existentes. Los estructuralistas, de acuerdo con Chenery, han señalado una serie de
rigideces propias de los países subdesarrollados, contenidas básicamente en dos grandes
líneas de pensamiento, la economía dual (Lewis) y el crecimiento balanceado (Rosenstein-
Rodan y Nurske).
Chenery propone el uso de modelos de equilibrio general para formalizar las propuestas
estructuralistas, entre las cuales sólo la supuesta inelasticidad de las exportaciones debe ser,
en opinión de Chenery, seriamente revisada. Los modelos neoclásicos exageran los
beneficios del comercio internacional porque no consideran la incertidumbre en los precios
de exportación y las dificultades de transferir recursos para satisfacer las necesidades de un
mercado cambiante. Los neomarxistas exageran los costos de la dependencia del comercio
exterior y de la inversión, y tienden a ignorar los beneficios asociados de transferencia
tecnológica. Los estructuralistas también fueron al inicio “excesivamente pesimistas en
cuanto a las posibilidades y los beneficios de exportaciones no tradicionales de manufacturas
y servicios” (Chenery cit. por Meier, 1984, p. 120). Aun cuando la política de sustitución de
importaciones es parte esencial de las etapas tempranas de la industrialización, es claro que
el crecimiento industrial sostenido requiere de una política dirigida a la promoción selectiva
de exportaciones.
Chenery concluye que: 1) la política económica neoclásica de remover obstáculos para
que los mercados funcionen, nunca podrá hacer el mundo real lo suficientemente igual al
modelo abstracto; por lo tanto, los modelos neoclásicos deben ser modificados para tener en
cuenta las imperfecciones del mundo real; 2) las prescripciones de política de los
estructuralistas cometen el error inverso y, al ignorar las ventajas de los ajustes de mercado,
ponen demasiado énfasis al adecuado funcionamiento de un aparato burocrático
gubernamental cuyas capacidades administrativas son, de hecho, limitadas; 3) las
posibilidades de políticas distributivas del ingreso se encuentran estrechamente vinculadas
con los ajustes adecuados en el comercio exterior y los flujos de capital.

9) LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA DE BARAN (1952 Y 1957), FRANK (1967) Y


MYRDAL (1956)

La teoría de la dependencia señala que ni el comercio internacional, ni los flujos de capital,


ni la migración serán capaces de crear desarrollo. Para los autores de esta teoría, hay un
círculo vicioso en el que la migración se restringe, el capital se fuga, el capital extranjero sólo
viene a actividades primarias o de bajo salario y el comercio internacional no cumple el papel
equilibrador que la teoría sugiere.
Baran (1952; Meier, 1984, p. 75) señala que la clase capitalista de los países
subdesarrollados ha fallado en permitir que las grandes mayorías compartan los frutos del
capitalismo. La falta de poder adquisitivo de las grandes mayorías restringe el tamaño del
mercado en estos países y, por tanto, reduce las oportunidades de inversión. La organización
de la industria privada en los países subdesarrollados se encuentra con muchos obstáculos,
como estructuras monopólicas, falta de ahorros, divergencia entre racionalidad social y
privada y, particularmente, con incertidumbre política que impide la inversión en proyectos
de largo plazo. Baran argumenta que el gobierno debe ser el factor de equilibrio y corregir la
distribución del ingreso, forzar el ahorro, legislar contra monopolios y establecer certidumbre
política.
Para Baran, si las clases capitalistas y los líderes de los países subdesarrollados no logran
sobreponerse a su miopía y temor, la violencia social será la consecuencia. Baran (1957;
Meier, 1984, p. 139) argumenta que el desarrollo económico de los países subdesarrollados
es contrario a los intereses de los países desarrollados, y observa que estos últimos forman
alianzas con élites precapitalistas de los países subdesarrollados para mantener las formas
tradicionales de extracción del excedente, ahora mediante el capital internacional. Baran usa
como ejemplo la explotación de India por Inglaterra.
Frank (1967; Meier, 1984, p. 139), en una prolongación del pensamiento de Baran, señala
que los países subdesarrollados han sido integrados al capitalismo central desde el
colonialismo. Para Frank, el capitalismo a nivel mundial es un único sistema integrado por
metrópolis y satélites, el cual permite y facilita la extracción del excedente de los satélites. En
el interior de este capitalismo global no hay posibilidades de desarrollo para los satélites y
tampoco hay posibilidades de una revolución burguesa; por lo tanto, concluye Frank, la única
alternativa es la revolución socialista en los países subdesarrollados dependientes.
Samir Amin (1975) extendió el concepto de metrópolis y satélites de Frank, y argumentó
que este tipo de formaciones tienen cuatro características: 1) el capitalismo agrario
predomina; 2) una burguesía local mercante dominada por capital internacional: 3) una
extensa burocracia, que sustituye a la burguesía urbana; 4) una proletarización incompleta
que toma la forma de masas compuestas por campesinos pobres, desempleados urbanos y
trabajadores marginales. De este modo, el centro previene el desarrollo autocentral capitalista
de la periferia y establece con ella un intercambio desigual, es decir, un intercambio en el cual
las diferencias en las compensaciones de los trabajadores son mayores que sus diferencias en
su productividad marginal. El intercambio desigual implica restricciones al desarrollo de la
periferia y una tendencia al endeudamiento de esta última. El intercambio desigual también
fue señalado por Emmanuel (1972; Meier, 1984, p. 502), quien argumenta que mediante los
términos de intercambio se da la transferencia de un excedente reinvertible de países
subdesarrollados de bajos salarios a países industriales de salarios altos.
Para Theotonio dos Santos (1969; Meier, 1984, p. 143), el proceso de desarrollo de
Latinoamérica no ha sido el de una satelización, como Frank argumentó, sino el caso de una
formación de ciertas estructuras internas condicionadas por relaciones internacionales de
interdependencia. Dos Santos distingue tres tipos de dependencia: 1) colonial; 2) industrial-
financiera, y 3) industrial-tecnológica. Este autor estudia las diferencias y discontinuidades
entre esas formas de dependencia y se aboca a analizar las estructuras internas generadas por
cada forma. Sin embargo, a fin de cuentas, para Dos Santos la dependencia significa que los
países en la metrópolis o en el centro se desarrollan por sí mismos, mientras que el desarrollo
de los de la periferia está condicionado por los intereses del capitalismo central, lo cual puede
tener consecuencias positivas o negativas en el desarrollo inmediato de los países
dependientes.
La teoría de la dependencia ha sido criticada desde la izquierda y desde la derecha. Según
Laclau (1971; Meier, 1984, p. 143), extender la relación de dependencia de la colonia a la
Frank es un uso incorrecto de la noción de capitalismo en el sentido marxista. Lall (1975;
Meier, p. 143) opina que los estudios de la dependencia fallaron por ser incapaces de
demostrar ciertas características de los países dependientes que no se encuentran en países
no dependientes, y que influyen negativamente en el desarrollo.
La teoría de la dependencia falló en explicar el subdesarrollo como un producto de la
interrelación con el capitalismo. En realidad, una economía tiene como estado normal el
subdesarrollo. Así fue el mundo durante miles de años: en general las economías se
reproducen, no crecen. El crecimiento del capitalismo occidental es una anomalía histórica,
no es la regla. Las teorías de la dependencia comparten con las teorías ortodoxas la creencia
de que el desarrollo es un proceso natural, consecuencia de la lógica de la acumulación del
capital; para las primeras, el desarrollo no se da porque los países centrales no lo permiten;
para las segundas, el subdesarrollo se explica como la consecuencia de una ineficacia de la
política económica en los países subdesarrollados. Para ambas escuelas, si se elimina el
obstáculo, el desarrollo se dará en forma automática. Para la escuela ortodoxa, si los precios
son los correctos, el desarrollo se dará; para los teóricos de la dependencia, si liberamos a los
satélites, se desarrollarán. La historia económica no parece revalidar ninguna de estas
posturas.
A pesar del rápido crecimiento de la población, inducido por la caída en la tasa de
mortalidad —consecuencia de innovaciones tecnológicas en la medicina moderna—, la
interrelación con el capitalismo sí aceleró el crecimiento económico per cápita de los países
subdesarrollados. Este crecimiento no ha beneficiado a todos por igual, y en particular existe
aún hoy en día un número significativo de habitantes del planeta que no se beneficiaron, a la
Baran, del capitalismo. Sin embargo, de modo opuesto a lo afirmado por la teoría de la
dependencia, los países más retrasados no son los más dependientes del capitalismo sino,
por el contrario, aquellos que han tenido menos contacto con el mismo.
Sin duda, el colonialismo fue una forma de explotación mayor que el capitalismo global
contemporáneo, como lo muestra la relación entre India e Inglaterra (el ejemplo usado por
Baran) antes y después de la independencia. Maddison (2002) calcula que Inglaterra extrajo
entre 0.9 y 1.3% del ingreso nacional anual de India de 1868 a 1930, lo cual significó alrededor
de la quinta parte de los ahorros de ese país asiático. El ingreso per cápita en India, en dólares
constantes de 1990, era de 520 USD en 1857, y para 1947 había crecido sólo a 618 (mientras
que en Inglaterra pasó de 2,717 a 6,361). Para 1998, el ingreso per cápita en India era de
1,746 (en ese mismo año el de Inglaterra era de 18,714). Esto significa que el ingreso per
cápita en India creció entre 1857 y 1947 sólo 1.19 veces, mientras que en Inglaterra aumentó
2.34 veces. Entre 1947 y 1998, en cambio, el ingreso per cápita en India creció 2.83 veces,
un crecimiento porcentual similar al de Inglaterra, que fue de 2.94 veces.
Sin embargo, la teoría de la dependencia estuvo en lo correcto al señalar que el desarrollo
no se ha generado en los países subdesarrollados tal y como esperaba la teoría ortodoxa. La
distancia entre el ingreso per cápita de los países subdesarrollados y los desarrollados ha
aumentado en lugar de disminuir. Las relaciones económicas internacionales se han dado
siempre en el interior de la relación primaria entre Estados nación. Los intereses nacionales
han condicionado y orientado la expansión global del capitalismo. Los altos niveles de
protección a las importaciones de los productos agrícolas de los países desarrollados, son
sólo uno de muchos ejemplos. Sin lugar a dudas, no es de esperarse que un país
subdesarrollado transite de nuevo por el camino histórico por el que se desarrolló Occidente.
La presencia del capitalismo occidental impone nuevas condiciones a los países
subdesarrollados; algunas de ellas son ventajosas y facilitan el desarrollo; otras son
desventajosas y pueden incluso ser disruptivas socialmente y perjudicar el desarrollo.
Existe indudablemente una forma de dependencia para los países subdesarrollados
respecto a las condiciones de la economía global dominada por Occidente, y las diversas
interrelaciones posibles y sus consecuencias conforman un tema de mayor importancia. Sin
embargo, esta forma de dependencia no es la señalada por la teoría de la dependencia; ella
estuvo predeterminada en sus conclusiones por la epistemología marxista, según la cual la
revolución socialista era la clave para terminar con la relación de explotación y, por ende, de
acuerdo a los dependentistas se debe buscar una liberación de las fuerzas naturales (de la
acumulación del capital) propias del desarrollo y contenidas en los países dependientes. La
verdad es que los países que fueron abandonados a su propio destino, simplemente no se
desarrollaron.

TOMADO DE: TEORÍAS DEL DESARROLLO ECONÓMICO DE CARLOS OBREGÓN.

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