Está en la página 1de 51

WEISS

rD H C M A l

OAMD4D
SFINCE
DEVELADA
COMPPA . VEHTA - CANJtt
UTO' f
«fttftTtt • HtVfcUS

" i B E R O I *
& 'i», -d? *457 - Cap.
Indice SumaÉo44de2^Í8é®rias^

• P r e fa c io ....................................................................... Pág. 9

Capítulo I.— E l ocultism o moderno. — Su origen como reac­


ción contra la desolación espiritual provocada por el ma­
terialismo de la época. Sus precursores: espiritismo, teo­
sofía, etcétera. Síntesis y análisis. ¿Qué es la ciencia?
La contradicción interior del ocultismo. Su desarrollo
desde el tradicionalismo hasta el criticismo científico.
La visión del mundo en función de la posición espiritual.
La ley del nacimiento de las visiones del mundo, según
la morfología de la cultura. La confusión acerca del
concepto ocultismo. Clasificación sistemática de los te­
mas comprendidos en el ocultismo, con el objeto de
sentar las bases de la investigación objetivo - positi­
vista........................................................................ Pág. ll

Capítulo II.— L a moderna v isió n energética del mundo . —


El descubrimiento de la radioactividad, rudo golpe para
el materialismo. Nuestro concepto erróneo de la anti­
güedad. Primero hechos, luego filosofía. Pruebas. Los
dos aspectos de la antigüedad. Los conceptos modernos
de la estructura de la materia. Regreso a los modos de
ver antiguos. El mundo intermedio. La electricidad
como concepto general. Los llúldos. El telesma. Los
estados de equilibrio. El relámpago esférico. La teoría
de los iones. Magia moderna. La convicción como re­
sultado de los costumbres. Variaciones del modo de
pensar. La circunspección científica. Actualidad de la
revisión de los temas del ocultismo. Directivas para el
procedim iento........................................................ Pág. 69
Derechos reservados para toda la America Latina.
Capítulo III.—L a a l q u im ia . — Vaguedad del concepto. Los
Impreso en la Argentina. — Printed in Argentina. alquimistas como filósofos de la materia. El axioma
Copyright by E ditorial Ciaridad in 1010. de la alquimia; la unidad de la materia. Las seis con-
secuencias de este axioma. La proyección. La piedra rayos. Los principios de la magia. Los órganos del sen­
filosofal. La Tabula Smaragdina como documento pri­ tido como receptores de ondas. Las ondas hertzlanas
mitivo de la alquimia y como fundamento teórico de la como úngelos. Los fluidos de la magia como fenómenos
Gran Obra. Las siete operaciones de la práctica alquí- del mundo intermedio entre la materia y el éter. Las
mlca. Las diez primeras proposiciones de la Tabula afirmaciones fundamentales de la magia. Alta y baja
Smaragdina como instrucción práctica para la Gran magia. Los objetos de esta última. Ahondamiento de los
Obra. La fórmula de Prout. El sistema periódico en quí­ estudios sobre el teorema del círculo. Esotérica de los
mica. La disociación de los gases como transmutación números. Los procedimientos de la alta magia. Las ce­
alquímica. Las radloemanaclones consideradas como remonias religiosas como operaciones de la alta magia.
análogas a la piedra filosofal. La Tabula Smaragdina La invocación. El genio encargado de un mensaje
como indicación para la preparación del elixir. La abra­ (orientación de la antena). El determinismo en magia.
cadabra de los alquimistas. Provecho actual de las in­ El pentáculo. El talismán. El fetiche. La operación
vestigaciones sobre la alquimia antigua ............ Pág. 101 mágica como mensaje inalám brico...................... Pág. 229

Capitulo IV.— L a astrología . — El misterio de los astros. Las Capitulo VI.— E l espacirismo . — El factor de incertidumbre
afirmaciones de la astronomía. El saber astronómico de en medicina. El espaglrismo como conato para crear una
los antiguos. La pirámide como libro de texto pétreo. terapéutica científica. Las bases: alquimia, astrología
El tema de la astrología. Diferencia a la astronomía. y magia. El efecto energético de los remedios. Los rayos
El grado de certeza de la astrología. Los métodos. El cósmicos como causa universal de las enfermedades. La
bajo nivel de los astrólogos modernos. La Insuficiencia panacea. La tendencia determinista, debida a la influen­
de la literatura astrológica y sus razones históricas. De­ cia astrológica. La orientación hacia la energética, de la
talles de la historia de la astrología. En pro y en contra fisiología y biología modernas. La "energía fisiológica"
de la astrología. La voz de los hechos reales. La falta como “ energía vital” de los antiguos. El diagnóstico y el
de pruebas en apoyo de las aseveraciones astrológicas. pronóstico astrológicos en el espaglrismo. La terapéu­
El método estadístico. La orientación general de nues­ tica: medicina astrológico-mágica. El horóscopo elec­
tras propias investigaciones. El horizonte como mundo tivo. El "principio geográfico” en la preparación de los
del hombre primitivo. El desarrollo de la geometría por medicamentos. El espagirismo de los antiguos egipcios.
el estudio de la circunferencia del horizonte. El des­ Los sigilla de Paracelso. La "polifarmacia” . La hormo-
arrollo de las teorías de la mecánica basado en la ob­ noterapia moderna como hija del espaglrismo .. Pág. 259
servación de una corriente de agua. El significado de
los ideogramas zodiacales. El zodiaco primitivo y el Capítulo V II.— L a cábala. — La cábala como clave de la sín­
teorema del circulo. Las inducciones cósmicas. La as­ tesis de las ciencias antiguas. La confusión acerca del
trología como “ ciencia del deterninismo cósmico”. La concepto cábala. La cábala judia, variedad de la cá­
energía universal. Las nueve leyes energéticas de la as­ bala internacional. El “ Imperio del Carnero” . Cábala:
trología. La determinación del estado cósmico de los tradición oral. Las razones de lo sistemático de la cá­
planetas. El zodiaco horizontal. Las casas. Las lagunas bala hebrea. Los contenidos múltiples de la cábala. Las
en las indicaciones de los autores. La casualidad. La matemáticas como guía a través de la cábala. Los 22
tradición secundarla. La superstición astrológica. El polígonos y las 22 letras del alfabeto hebreo. El tarot.
horóscopo como combinación de inducciones . . . . Pág. 149 Figura, símbolo y mito como recursos educativos de los
antiguos. El sentido de la danza y de la música como
Capítulo V.—L a magia . — Dificultades de una definición. La claves cósmicas. Nuestra escasa capacidad para el pen­
magia como hermana mayor de la moderna física de los sar cualitativo. La importancia de la cábala para la fl-
losoíía y las artes. El secreto del estilo. El carácter de
los m ito s ............................................................... Pag. 271

Capítulo V III.—Los fenómenos psíquicos . — Introducción.


Las dificultades de su estudio. La inutilidad de la Inves­
tigación de la "autenticidad" de los fenómenos. La in­
vestigación del detcrmlnlsmo de los fenómenos como
método de Investigación natural. La insuficiencia de la PREFACIO
psicología moderna. La energía psíquica. La "posibili­
dad” de los fenómenos. Los testigos humanos están de­
más. El dudoso valor de los aparatos de protección con­ Acaba de celebrarse en el mundo un nuevo cincuen­
tra el engaño. La treta inicial del médium. La intermi­ tenario. Medio siglo de vida del ocultismo. Si bien el
tencia de las facultades psíquicas. La clasificación de acontecimiento no revistió la misma solemnidad en to­
los fenómenos psíquicos. El misterio de la sensación.
Simpatía y antipatía. El sentido de la orientación. La
das las esferas intelectuales, no por eso dejó de alcanzar
hiloscopia. El sueño. Los sueños. Los sueños despiertos. una precisa significación. Y ésta fué la de encontrar
La alucinación. Las fosfenas. Las visiones. Las ilusio­ este aniversario, a la ciencia, interesada en la elucida­
nes. La sugestión. Magnetismo e hipnotismo. La me­
ción de este hermano menor de las ciencias antiguas y
moria. La pluralidad de personalidades en un mismo
individuo, en los casos de enajenación mental, de hipno­ legitim o representante de sus “ misterios
tismo y de mediumnidad. El desdoblamiento y extra­ A modo de contribución a la conmemoración de esta
versión de la personalidad. La telepatía. El problema
efemérides, y en el propósito de iniciar con esta egregia
del doble. Los experimentos de Rochas y de Lancelin.
Los fenómenos físicos. El problema de la energía acti­ fecha el esclarecimiento de los puntos obscuros del ocul­
va. Las actuales hipótesis explicativas. La orientación tismo, examinándolo a la luz de las ciencias oficiales,
general de la investigación c ie n tífic a .................. Pág. 289 presentamos al público esta obra, fru to de largos años
Epílogo . — La psicología experimental y el estudio de la
de investigación consagrados a estos estudios.
antigüedad como hijos científicos del ocultismo. Sus ob­ Si, com o es nuestra ambición, lográramos arrancar
jetos y sus m étodos............................................... Pág. 329 el velo que cubre a la esfinge, o siquiera separarlo para
dejar entrever lo que él oculta, esta obra habrá justifi­
cado plenamente su destino.

E l A uto r.
«
Enero de 1940.
148 D r. A dolfo W eiss

sacó considerable provecho de la labor práctica de aqué­


llos. Es muy probable que no descubrieran la piedra filo ­
sofal ni efectuaran, en realidad, la transmutación de los
metales; pero, si prescindimos de estas investigaciones
infructuosas, podemos decir, con Ostwald, que, además C A P I T U L O IV
de importantes perfeccionamientos — con los cuales se
beneficiaron la metalurgia, la industria cristalera y otras LA A S T R O L O G I A
más— , hay que tener en cuenta su auténtico aporte a la
química, el que por sí solo sería suficiente para que se ¿Quién no se ha rendido, siquiera una vez, al en­
diera a aquellos “sabios” el calificativo de verdaderos canto de una noche límpida? El bullicio de la jornada se
hombres de ciencia. Estoy firmemente convencido de que ha apagado en el eterno silencio del universo. Sobre
el pasarlos por alto equivale a renunciar a una plétora nuestras cabezas abovédase la cúpula del firmamento
de ideas e iniciativas interesantísimas que el estudio pro­ adornado con el centelleo de infinidad de estrellas de luz
fundo de las obras y la explicación completa de las afir­ brillante y pura. La mirada, mágicamente atraída, pene­
maciones de los herméticos, sacaría a luz como piedras tra por entre las luces rutilantes. Afán y codicia, impulso
preciosas de la obscura tierra. Tal renuncia equivaldría, e inquietud, aspiración y deseo, todo cuanto nos dominaba
pues, a un suicidio intelectual. hace unas pocas horas, todo ese caos de pasiones, ale­
Así como la piedra preciosa no brilla sino cuando es­ grías, necesidades, fines y pensamientos, ha desapareci­
tá tallada, así aquellas ideas e iniciativas no serán apre­ do como por encanto, cual si todo ello no hubiera existi­
ciadas en lo justo sino cuando se las complete y recti­ do nunca. El silencio de la Naturaleza, que respira paz,
fique. entra triunfalmente en el corazón del hombre. Y el es­
Uno y otro objeto, el del minero y el del tallador de píritu se desprende de la gravosa realidad de la tierra, y
piedras preciosas, evidencian que la investigación de la se eleva, inquisitivo, hacia el luminoso milagro de las
alquimia antigua no sólo es un derecho, sino precisamen­ estrellas. Sus preguntas se multiplican frente a esos
te el deber de una ciencia que tenga conciencia de su miles de millones de puntos resplandecientes. ¿Qué sig­
responsabilidad. Encomendamos, pues, a ésta aquella nifican? ¿Son los fragmentos de la cristalina vasija de
materia tan espinosa y pasamos — ateniéndonos a los leche de Dios, que un arcángel dejara caer al dar un tro­
preceptos de la Tabula Smaragdina: Lo que existe por pezón? ¿Son las luces del banquete de los dioses? ¿Es el
abajo es com o lo que existe por arriba — , del átomo al desfile de antorchas con que los bienaventurados alaban
Universo, de la alquimia a la astrología. al Creador? ¿Son las señales de fuego por las que se
anuncia el destino, mensaje celeste transmitido por te­
legrafía lumínica, cuya clave hemos de adivinar? ¿Son
los saludos enviados desde mundos que distan eternida­
des de nuestra tierra errante? ¿Mira desde allí hacia el
espacio un pjo soñador, parecido al nuestro, buscando
un hermano por el universo?...
Son las mismas preguntas formuladas hace miles de
años. Las generaciones surgieron y se hundieron, olas
150 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 151

efímeras, perecederas, en el océano del nacer, y las estre­ Sirio, a 7 años de luz. Cabe advertir, de paso, que la Ca­
llas se miraron en cada ola, hasta que se rompía el flu­ nícula se halla relativamente próxima de nosotros. Co­
yente espejo. Pero las estrellas seguían girando en sus nocemos en el universo algunos parientes nuestros que
órbitas, calladas, lejanas, inalcanzables... parece que no quisieran tener nada que ver con nosotros,
Hasta que el espíritu del hombre se despertó de la puesto que guardan la respetable distancia de 5000 años
dulce embriaguez de la poesía y encerró el secreto del de luz o 50 trillones de kilómetros, esto es, un cinco se­
cielo en la ciencia astronómica. Sin turbarse por senti­ guido de diecinueve ceros, o 335.000 veces, aproximada­
mientos ni fantasías, los telescopios gigantescos de los mente, la distancia que media entre la Tierra y el Sol,
observatorios apuntaron hacia la noche. Ante sus lentes distancia que los aviones que desarrollan la mayor ve­
potentísimos, los millones de kilómetros se redujeron a locidad cubrirían, en un vuelo sin etapas, en diez millo­
minutos de luz, sus prismas descompusieron el rayo on­ nes de años. Claro está que al llegar allí no se ha tocado
dulante produciendo un conjunto de colores, y éstos todavía al fin del mundo, sino sólo los límites hasta don­
demostraron, objetiva e irrefutablemente, que las atra­ de alcanzan nuestros recursos ópticos y detrás de los
yentes cosas misteriosas no podían ser otra cosa que cuales se extiende, siempre infinito, el universo.
enormes aglomeraciones de las mismas substancias que ¡Aquel universo del cual forman parte nuestro di­
conocemos, desde hace mucho tiempo, como existentes minuto Sol y sus planetas todavía más diminutos! Re­
en nuestra tierra. Se pesaron aquellas masas, se com­ calcamos este hecho, porque, además de nuestro uni­
probó su temperatura y se calcularon la longitud de verso, el llamado sistema galáxico, hay otros universos
sus trayectorias y la velocidad de sus movimientos con cuyo número ignoramos, pero de cuya existencia no
una exactitud tal, que era posible predecir, con absoluta cabe la menor duda. Pues que algunos de ellos, eviden­
seguridad, en qué punto del cielo aparecerían en fecha temente los que se hallan más inmediatos a nuestro uni­
determinada, y se estaba tan seguro de ello que una verso, son apenas visibles para nosotros. Estas son las
eventual falta de puntualidad cabía atribuirla a un per­ llamadas nebulosas espirales que largo tiempo no se sa­
turbador, no conocido todavía, del dinamismo de la gra- bía qué eran y que sólo el perfeccionamiento de los te­
gravitación que todo lo regula; es más: se calculó la lescopios y de la astrofotografía permitió revelar como
posición de tal perturbador y de hecho se lo descubrió ingentes aglomeraciones de estrellas, semejantes a nues­
en el punto prefijado. tra vía láctea. Pero esta revelación parece que se con­
Todo ello era muy natural. Lo único fantástico eran creta a las solas provincias limítrofes: no podemos pe­
las dimensiones que entraban en cuenta. Había estrellas netrar más allá, y su extremo opuesto habrá de supo­
que distaban tanto de nosotros, que ya no era posible nerse a distancias de millones de años de luz. Volve­
expresar tales distancias en kilómetros ni en leguas. Y mos a recalcar: ¡su extremo, el fin de estos universos,
se buscó un expediente. Como el rayo de luz se propaga pero no el fin de todos los mundos siderales! Si fuera
con una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, se posible contemplar el espacio, por ejemplo, desde algún
tenía un medio muy a propósito para reducir esas cifras punto de aquel universo que se nos revela por la nebulo­
inimaginables a términos más adecuados a la humana sa espiral de la Andrómeda, el sistema galáxico de nues­
comprensión. Así, los 150 millones de kilómetros qu£\ tro universo propio nos parecería una lejana nebulosa
nos separan del Sol fueron reducidos a 8 minutos de luz, 1 espiral, y otras nebulosas espirales distintas, nuevas, des­
y los 66 billones y medio que median entre la Tierra y J conocidas por el sistema galáxico, nos hablarían de la
152 Dn. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 153

existencia de otros universos, y colocándonos en uno teresantísimos fueron obtenidos por el estudio del pro­
de éstos echaríamos de ver otros más, siempre nuevos, blema de las llamadas estrellas dobles, es decir, de dos
en sucesión infinita. estrellas fijas que forman una unidad de gravitación, ca­
Cada uno de estos universos es un sistema de innu­ so no muy raro, pero tampoco muy frecuente. Así se ob­
merables cuerpos celestes. Es verdad: ¡innumerables! servó que otras estrellas fijas, aisladas, se comportaban
Puesto el caso de que halláramos medios aptos para ade­ astronómicamente como estrellas dobles, y esto llevó a
lantar los límites aparentes de nuestro universo, traza­ la suposición de que sus compañeras de gravitación se­
dos hoy por nuestros telescopios defectuosos, hasta sus lí­ rían precisamente estrellas obscuras.
mites verdaderos, y de que lográsemos perfeccionar nues­ Los cuerpos celestes incluidos en algún universo son
tros recursos ópticos de suerte que la última estrella de de magnitud muy distinta. Al lado de menudísimos mos­
este universo, la más lejana, hoy todavía invisible, bri­ quitos, como serían los bólidos, se mueven verdaderos gi­
llara a través de las lentas; y supuesto que generaciones gantes, que ostentan, por su modo de ser, lo fantástico
enteras de observadores consiguiesen contar, hasta el úl­ de las dimensiones cósmicas. Frente a ellos, nuestro Sol
timo y sin equivocarse, aquellos miles y miles de millones — que para nosotros es lo sumo en abundancia y dimen­
de puntos luminosos: esta empresa gigantesca quedaría sión, y la fuente de toda nuestra existencia— , parece un
siempre inferior a la cantidad efectiva de estrellas con­ menudísimo grano de arena. Existen estrellas fijas, por
tenidas en este universo. Parte de ellas se resisten a to­ ejemplo, Antares, en que cabría holgadamente nues­
dos nuestros intentos y seguirán siendo incógnitas para tro Sol con todos los planetas de su sistema. Si nos ima­
siempre. Y no podemos decir, ni aproximadamente, si ginamos al Sol colocado en el centro de tal gigante, la
esta parte constituye sólo una fracción insignificante o órbita del planeta Plutón, descubierto hace pocos años,
un múltiplo de los cuerpos celestes conocidos. Porque los y la que más dista del Sol, entraría aún en esa esfera
cuerpos celestes sólo se nos presentan mientras giran por gigantesca. ¡Y qué importancia tienen esas enormes
el espacio, o en forma de incandescentes globos gaseosos, aglomeraciones de materia frente a la infinidad del es­
o en forma de gotas de fuego líquido, cuando menos, con pacio! Figurémonos que los dioses encargaran a otro
luz prestada. Mas, su fuego se extingue en espacios de Hércules el trabajo titánico de recoger todas las estrellas,
tiempo que son meras cifras bajo las cuales ya no puede brillantes y obscuras, de todos los universos, para reunir­
entenderse nada, las antorchas celestes que se reflejaron ías en un solo astro supergigante, que colgaría, luego, en
en nuestros ojos se apagan, y sólo sus cabos carboniza­ el espacio libre: tal globo inimaginable no sería más que
dos, comparables a seres claudicantes, continúan girando un punto apenas perceptible dentro de un vacío inson­
y enfriándose, tácitos e irremovibles, dentro de sus órbi­ dable. ..
tas. Estas son las que los astrónomos llaman estrellas No obstante esas cifras inconcebibles, el mundo de las
obscuras, mundos muertos, que, en las mismas regiones estrellas es un organismo de armonía tan inalterable y de
del tiempo y el espacio infinitos, figuran como testigos precisión tan perfecta, que la obra humana más sutil no
de la ley de la inestabilidad de todo lo existente. Mas, puede comparársele ni lejanamente. Y por eso los grie­
su existencia se infiere no sólo de su enfriamiento y su gos dieron en llamarlo cosmos, prototipo del orden, el
conversión en escoria, que es el común destino de toda orden por antonomasia, la ley hecha materia, la ley inexo­
combustión, sino que se la puede deducir por medio de rable, inconmovible, tan angustiosa como augusta en su
cálculos, al menos en ciertos casos. Estos resultados in­ inalterabilidad. Modelos cósmicos enseñaron al hombre
154 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 155

a medir el tiempo y el espacio, y pensamientos cósmicos la astronomía moderna aportó por medio de sus aparatos
lo elevaron sobre su confusa vida instintiva, y ellos fue­ y métodos, sería erróneo creer que todos estos conoci­
ron los que hicieron de él ese ser que descuella entre mientos fuesen, de verdad, nociones modernas. Gran par­
todos los conocidos: el hombre en el sentido propio de la te de ellos, y precisamente la parte esencial, no eran des­
palabra, ser racional que es capaz de hacer convergir en conocidos a los eruditos antiguos, pero se perdieron, más
el foco de su espíritu la desconcertante abundancia de tarde, por los mismos motivos a que se deben las pérdi­
fenómenos del mundo, salvando todas las distancias en el das del saber en otros ramos. Y a hemos dicho en otro
espacio y en el tiempo. capítulo, y lo repetimos aquí, que los antiguos — y no
Los conocimientos que debemos a la astronomía son, sólo aquéllos que esta palabra, por lo común, evoca, sino
en verdad, admirables. Las fantasías poéticas de soñado­ los chinos, los habitantes de la India, los babilonios, los
res pueriles se desvanecieron ante esos conocimientos, egipcios, los helenos y los romanos, en suma, todos los
pero surgió, en cambio, otra poesía, una poesía del saber pueblos de la antigüedad— no enseñaron su ciencia en
y de los hechos, que no era inferior a aquella fantástica. escuelas públicas, sino que la encerraron en lo más pro­
Si el materialismo podía considerar la química como a su fundo de sus santuarios, donde fueron admitidos sólo
aliada más poderosa, podía vanagloriarse de que nadie jóvenes seleccionados conforme a disposiciones riguro­
compusiera mejores poesías en su loor que la astronomía. sísimas. El saber les fué transmitido de palabra y bajo
Esta ensalza la omnipotencia y la omnipresencia de la el sello del secreto. Para no perjurarse, los eruditos re­
materia. El mundo, por más heterogéneo y multiforme currieron en sus cartas a cierta ideografía que un lego
que parezca, es, en realidad, homogéneo y uniforme. Pero nunca podría descifrar. De esas correspondencias poco
esta uniformidad no tiene nada de gris, de gravitante, de es lo que ha llegado hasta nosotros, y menos aun lo sus­
angustiosa; al contrario, la unidad del mundo entra en ceptible de descifrarse. Ciertamente, no es de excluirse1
nuestra conciencia con augusta majestuosidad. Y a nos que el saber transmitido de palabra en el interior de los
aferremos a nuestro pequeño planeta, ya nos elevemos al templos, no fuera sentado también por escrito, con ca­
centelleante Sirio, aquí y allá se amontonan las mismas racteres descifrables, pero nada sabemos acerca de si tales
substancias, distintas, si se distinguen, por su estado de textos existieron o existen todavía en algún punto de
agregación, y aquí y allá rigen los mismos procesos de nuestro planeta.
naturaleza físico-química. La misma fuerza que obliga al Además de estas dos clases de tradición, oral y tal vez
guijarro lanzado al aire a volver a la tierra, determina la escrita, había otra, que llamaremos plástica. Esta con­
órbita del satélite alrededor del planeta, la del planeta sistía en transmitir el saber envuelto en una instrucción
alrededor de su sol, la del sol, juntamente con todos sus práctica, de la cual el iniciado podía, por sí solo, deducir
satélites, alrededor de su astro central, así como éste, con y desarrollar la teoría correspondiente. Tenía, pues, cier­
todo su sistema, tiene que girar alrededor de su centro to carácter simbólico. Tal representación plástica de teo­
todavía superior, y así hasta el inimaginable infinito. remas científicos incumbía a la arquitectura, particular­
Para la pretensión de ese polvillo que se llama hom­ mente a la de los edificios hieráticos. Si, aun hoy, nos
bre, de ser el centro dominante de aquella eterna danza, hallamos llenos de asombro ante aquellas obras maestras
para tanta petulancia, no hay lugar en un cosmos de pu­ de los antiguos, buena pai te de esas impresiones han de
janza tan arrollad ora... atribuirse a cuanto encierran de ley y saber secretos, que
Por más profundos que sean los conocimientos que lucen a través de sus obras de albañilería y que son para
-

150 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 157

nosotros tan enigmáticos como la esfinge. Me refiero a píamente dicha de la pirámide grande, construcción que
la esfinge, porque la esfinge egipcia fué una de esas obras aun en nuestros días no es obra tan fácil, teniéndose en
plásticas, que para los modernos ha venido a ser un mons­ cuenta que para la colocación de los bloques macizos es
truo falto, evidentemente, de todo sentido, pero que para imprescindible una maquinaria potentísima. Veamos,
el iniciado de la época de los faraones, significó la repre­ pues, los datos astronómicos. Notamos que el meridiano
sentación de determinadas nociones científicas. Mas, de la pirámide, es decir, la línea que va de norte a sur,
siendo la esfinge para los más rólo una curiosidad y la coincide, pasando por el vértice de la pirámide, con el
meta de turistas curiosos, la pirámide de Cheops, famosa meridiano ideal, esto es, con aquél que pasa por más
vecina de aquélla, dejó arrancarse el misterio que en­ continentes y menos océanos, y divide éstas — calculán­
cerraba. dose exactamente la extensión de las zonas habitables pa­
Minuciosos estudios sobre esa obra gigantesca hecha ra el hombre— , en dos partes iguales. Multiplicándose,
por la mano del hombre, han evidenciado la necesidad de por esta parte, por un millón la altura de la pirámide, re­
rectificar sustancialmente, si bien no la de descartar, sulta la distancia entre la Tierra y el Sol, esto es,
aquella opinión — insinuada, particularmente, por el es­ 148.208.000 de kilómetros, distancia que difiere en cerca
critor griego Herodoto— , de que la pirámide de Cheops de un millón de kilómetros de aquella que mucho más
sería la tumba de un rey, lo mismo que los demás monu­ tarde — tras largos estudios, largos y azarosos viajes de
mentos de índole idéntica, construidos a lo largo del Nilo. exploración, y gracias a la perfección de la astrofotogra-
Puede ser que el poderosísimo faraón destinara la pirá­ fía— , fué aceptada definitivamente por la ciencia moder­
mide a ser su mausoleo, aunque la caja de piedra colo­ na. Ahora bien; se trata de un error de apenas 0,7 por
cada en la llamada cámara del rey, y que se considera­ ciento, es decir, de algo más de tres segundos de luz,
ba como una especie de sarcófago, fuera encontrada va­ error que no puede tener gran importancia tratándose
cía ya por los primeros hombres de ciencia que la descu­ de tan enormes dimensiones cósmicas. ¡Este resultado no
brieron. Y decimos puede ser, porque podría ocurrir que tiene, pues, por qué esconderse! El famoso astrónomo
la momia, adornada de todas las prendas imaginables— , Clarcke ha calculado, basándose en nuevas mediciones,
recordemos los tesoros maravillosos encontrados en la el semidiámetro polar de la Tierra en 6.356.521 metros.
tumba de Tutankamón— , hubiera sido despojada y ro­ ESta es exactamente la medida básica de la pirámide
bada ya anteriormente. Pero, aparte de todo eso, el es­ (0,635651) multiplicada por diez millones. Diviendo el
tudio de las proporciones del monumento ha demostrado lado de la pirámide por la medición básica, se obtiene la
que la pirámide es el texto pétreo de astronomía de los duración del año sidéreo, es decir, el tiempo que el Sol
antiguos egipcios. Excederíamos los límites que nos he­ tarda para volver al mismo punto celeste. Multiplican­
mos fijado para el presente libro, si fuéramos pasando do la medida básica por 100 millones, se obtiene, con una
una por una las hojas de ese libro. Remitimos al lector aproximación que no podría ser superada por nuestras
interesado a la obra muy instructiva de Noetling, Las mediciones modernas, la distancia media que la Tierra
cifras cósmicas de la pirámide de Cheops. Y nos limita­ recorre en 24 horas. La boca de entrada de la pirámide
remos aquí a dar algunos datos particularmente signifi­ permitiría ver la estrella polar de la época, esto es, el fe­
cativos. nómeno por el cual el polo del cielo coincide, al cabo de
Dejamos a un lado todos los problemas de menos im­ 25.796 años, con las mismas estrellas.
portancia, como, por ejemplo, el de la construcción pro­ Repito que estos son solamente algunos, muy pocos,
L a E sfinge D evelada 159
158 D r. A dolfo W eiss

chos reales tanto como, hoy día, cualquier alumno de


datos tomados al azar del texto pétreo que nos presenta
una escuela primaria. Los antigübs no sólo sabían que la
la pirámide grande. Dos de ellos parece que merecen es­
pecial atención, porque los mismos, o sea sus consecuen­ Tierra gira alrededor del Sol, sino que conocían la teo­
ría de la pluralidad de los mundos, la de la atracción
cias, demuestran lo extraños que son los conceptos sobre
el saber de los antiguos que, por lo común, se nos incul­ universal, la de la marea como fenómeno producido por
ca en las escuelas; me refiero al radio de la Tierra como la atracción que ejerce la Luna, la de la composición de
la vía láctea y, sobre todo, la ley rredescubielta> por
producto de la medida básica de la pirámide por diez
millones, y a su recorrido medio en 24 horas como pro­ Newton. ,
ducto de aquella medida por cien millones. Ahora bien; No es tarea fácil la de extraer esos conocimientos de
si los antiguos tenían conocimiento del radio de la Tie­ las obras de los autores antiguos, puesto que siendo és­
rra, no podían desconocer que ésta tiene forma esférica, tos iniciados se contentaban con obscuras insinuaciones,
y su conocimiento del recorrido medio, junto con el cot y si no lo eran, sólo tenían conocimiento de algunos frag­
nocimiento de la distancia entre la T in a y el Sol, viene] mentos divulgados por tal o cual perjuro, y no los cono­
a confirmar el hecho de que el descubrimiento de Nicolás/ cían sino de oídas e incompletos. Viene a agregarse a
Copérnico, según el cual la Tierra gira alrededor del Sol,[ ello la diferencia entre las voces técnicas usadas en aque­
no fué sino una renovación del antiguo saber. ) llos tiempos y las de hoy, de suerte que es menester te­
ner cierta perspicacia y mucha práctica para reconocer
La doctrina del astrónomo Claudio Tolomeo, de Ale­
un mismo objeto bajo muchos disfraces. Sin embargo,
jandría — que vivió en el siglo II y se hizo famoso por el
sistema geocéntrico que lleva su nombre, y que tuvo ge­ hay también ciertos pasajes que, concebidos en términos
absolutamente inequívocos, podrían atribuirse a algún
neral aceptación hasta el descubrimiento hecho por Co­
escritor moderno. Así, encontramos, por ejemplo, en Plu­
pérnico— , no consistió sino en una exposición compen­
diosa de los conceptos difundidos en el ambiente de los tarco, la ley de la atracción universal expuesta en tér­
legos, conceptos fundados en la mera apariencia, y no minos muy claros, y este particular le parece tan impor­
tante que vuelve sobre él repetidas veces, y no deja de re­
urdidos con los misterios guardados en los templos, deca­
dentes y superficiales como la agonizante antigüedad calcar la fuerza inmanente a los cuerpos celestes, la cual
se manifiesta por la propiedad de atraer cuerpos subordi­
misma. No es extraño que este sistema fuera admitido
nados a ellos mismos. Por su carácter instructivo, cita­
tan de buena gana y determinara el concepto del mundo
mos textualmente, tomándolo de Papus, otro pasaje muy
que se formaba el hombre de la Edad Media; pues esta­
claro de la literatura antigua, que se refiere a la ley de los
bleciendo el absoluto predominio de la apariencia, com­
placía a la mente ingenua, y colocando a la Tierra, y por cuadrados.
tanto, a su criatura más perfecta, en el centro del Univer­ “U na cuerda — dice Pitágoras— tiene el mismo tono
so, satisfacía a la conciencia individual y le confirmaba que otra cuerda dos veces más larga cuando la tensión
al hombre lo que éste creía, desde mucho antes, atribu­ de ésta, es decir, la fuerza con que está estirada, es cua­
tos propios por haber tomado al pie de la letra el relato tro veces mayor. Y la gravedad de un planeta es cuatro
de la Biblia sobre la Creación. Pero, aun los en verdad veces mayor que la de otro cuya distancia del Sol es la
enterados coetáneos de Tolomeo — probablemente, muy mitad de la de aquél. En general, para que una cuerda
pocos, ya que su número se itia reduciendo en la medida pueda afirmarse al mismo tono, más alto, que otra cuerda
que los templos quedaban desiertos— , sabían de los he- más corta de la misma especie, es menester aumentar su
160 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 161

tensión proporcionalmente al tamaño del cuadrado de la Naturaleza era una misma en todas partes y que, por
su longitud, y para que la gravedad de un planeta sea tanto, obraba de manera idéntica en la esfera más am­
igual a la de otro planeta más próximo del Sol, tiene que plia y en la más estrecha, en la más alta y en la más
ser aumentada proporcionalmcnte al tamaño del cuadra­ baja. En dondequiera había idea o principio, fuerza o
do de su distancia del Sol. Suponiendo, pues, cuerdas ten­ vida, y materia; y como la fuerza o vida era inmanente
didas entre el Sol y cada uno de los planetas, deberíamos, a toda cosa, infirieron, de la unión íntima de los tres
para afinarlas a un mismo tono, aumentar o disminuir principios, no sólo la unidad de la Naturaleza, sino la
sus tensiones en las proporciones que fuera necesario pa­ vida de toda cosa en la misma. ’ 1
ra dar Igual gravedad a los planetas.” Como, además, según lo expresado en la segunda pro­
Ahora bien; esta teoría pitagórica concuerda perfec­ posición de la Tabula Smaragdina, todo lo de arriba y
tamente con nuestros conocimientos más modernos, re­ todo lo de abajo han de hacer los milagros de una sola
sumidos en la llamada escala Titius-Bode, que es aplica­ cosa; como lo de arriba y lo de abajo no sólo son idén­
ble a las distancias entre los planetas y el Sol y, según ticos sino que tienen que cumplir las mismas funciones,
Goldschmidt, también a los tonos concomitantes armó­ los antiguos dedujeron de esta analogía o conexión uni­
nicos. L a teoría de Pitágoras según la cual los astros que versal que las leyes que rigen para los movimientos de
guardan entre sí distancias proporcional mente idénticas los mundos, rigen también para la humanidad, cerebro
a los intervalos de la escala, constituyen una especie de de la Tierra, y para los hombres, células de la huma­
armonía celeste, no es, por tanto, una imagen poética — nidad.
como se dijo en cierto aire de superioridad para excluirla Como, por último, se había observado que, en cuanto
de la discusión científica— , sino una honda noción astro­ a la periodicidad manifiesta en el mundo de las estrellas,
nómica. el porvenir podía considerarse como la vuelta del pasa­
Convenimos, sin embargo, en admitir que el saber as­ do, resultó que si aquellas leyes universales regían para
tronómico de los antiguos, aun siendo muy amplio, no la Tierra y sus criaturas, el hombre y su porvenir podían
constituyera una ciencia bien definida, comparable a la considerarse de la misma manera.
astronomía moderna. De ese saber puede decirse lo mis­ Ahora bien; según la ley de la unidad, debía ser po­
mo que del saber químico de aquellos tiempos: fué el sible deducir una esfera de otra, y la ley de la conexión
producto de una ciencia que no tenía por objeto la in­ universal debía permitir formular un juicio por analo­
vestigación de la estructura y el movimiento orbital de gía. Tomándose por sentado que toda cosa tenía vida, re­
los cuerpos celestes. Esa ciencia era la astrología, que sultaba que un proceso cósmico, como, por ejemplo, el
trataba de averiguar, en general, las relaciones recípro­ movimiento de los planetas alrededor del Sol, era la ex­
cas entre los fenómenos celestes, y en particular, las presión de un proceso vital, y como tal, completamente
que podrían existir entre estos fenómenos celestes y los idéntico a otro proceso vital, por ejemplo, a la evolución
terrestres. La existencia de tales relaciones parecía a los de un individuo. Quien descubriera la ley del proceso vi­
r eruditos antiguos de los templos cosa tan natural como tal cósmico, poseía a la vez la clave de aquel otro proceso
parece inverosímil a los eruditos modernos. Para aqué­ ' vital: la evolución de un individuo. Para resolver este
llos, toda cosa, la más grande y la más pequeña, tanto problema, erá menester, primero, llegar a conocer la vi­
el guijarro como el universo, era la manifestación de tres da de los astros, y segundo, poner en relación esta vida
principios: idea, fuerza y materia. De ello coligieron que astral con la de los seres terrestres. Uno y otro consti-
102 Dn. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 1G3

tuían el objeto principal de la astrología, y si hemos dicho antaño preguntaron a los astros, no por ellos mismos, si­
que los alquimistas fueron, por su naturaleza, filósofos no, primeramente, por sus relaciones con la vida y los
de la materia, los astrólogos que se dedicaron a su labor miccsos terrestres; que, por tanto, el saber astronómico
movidos por aquellas reflexiones, fueron, propia y natu­ no fué sino un producto secundario de aquellos estudios,
ralmente, filósofos del universo. Pero con la predicción casi diríamos, metafísicos. Es, pues, cierto que la astro­
u horoscopia en astrología pasa lo mismo que con la sín­ nomía, aun siendo actualmente muy adversa a la astro­
tesis del oro en alquimia: es una aplicación práctica que logía, es hija legítima de ésta.
se debe al interés inmediato. Huelga explicar, después de lo expuesto, las finali­
Salta a la vista la diferencia entre la astronomía mo­ dades de la astrología. Ella afirma que, dada la cons­
derna y la astrología antigua. U n a y otra observan el telación al principio de cualquier suceso terrestre, pue­
mismo objeto, los astros, y esto es lo único que tienen de de* pronosticar el desarrollo ulterior y predecir, por medio
común. Para la astronomía, los cuerpos celestes son de ciertos cálculos, el momento en que se inicia la fase
cosas en sí, que no tienen, evidentemente, ninguna rela­ más característica del proceso. El recurrir a la constela­
ción con una cosa — desde el punto de vista cósmico— tan ción para resolver los problemas de la vida de determina­
fútil como es el hombre, y sus movimientos obedecen do individuo, no constituye, pues, sino un caso particu­
a una fuerza natural, a la gravitación, pero no son la ma­ lar en un campo de investigación mucho más general, pe­
nifestación de un principio metafísico, tenga éste el nom­ ro un caso particular, desde luego, era el que más inte­
bre de vida u otro cualquiera. La astronomía cree, pues, resaba y el único en que se pensaba al hablar de astro­
que su tarea consiste en describir los astros con la ma­ logía. El suceso de que se trata en este caso particular es
yor precisión posible. Es, si se quiere, la anatomía de los el nacimiento de determinado individuo. A consecuencia
astros. La astrología, por lo contrario, sostiene que los de su limitación al caso particular y de que a éste se le
cuerpos celestes tienen vida, invisible, metafísica, y que daba demasiada importancia, la astrología, tal cual es,
existen relaciones efectivas entre la vida de los astros y la ha llegado a tener el carácter odioso de una mal reputa­
de los hombres. Tiene, pues, por objeto la indagación de da adivinación, carácter por el que se asemeja mucho a
aquella vida y sus correlaciones, pero no una descripción la astronomía y al arte de adivinar lo futuro por medio
exacta, y es, por tanto, si se quiere, la fisiología de los de los posos del café, y que es, además, uno de los motivos
astros. Más, como — conservando la imagen— es impo­ de mucho peso para que gran parte de hombres de cien­
sible hacer estudios fisiológicos sin tener nociones de cia se nieguen a ocuparse, ni someramente, de tema no­
anatomía, se comprende que también los antiguos tuvie­ toriamente tan poco serio. Pero esa adivinación es aje­
ron un amplio saber astronómico; sólo que por aquellos na al carácter de la astrología. En verdad, la astrología
tiempos los dos conceptos no estaban bien definidos to­ no conoce sino el concepto del pronóstico, es decir, de
davía, y por eso se los confundía por toda la antigüedad: una predicción que tenga cierto grado de certeza, como
las palabras astrónomo, astrólogo y aun matemático, eran se la supone, y hasta requiere, también en otras ciencias:
consideradas como sinónimas. A los modernos esto nos la medicina, la meteorología, etcétera.
parece un absurdo, y sin embargo, es un hecho cierto que Acerca de los métodos de que se sirve la astrología,
no se puede ser astrólogo sin tener ciertas nociones de as­ no podemos entrar aquí en detalles y remitimos al lector
tronomía, como no se puede ser astrónomo sin saber algo a los manuales que tratan de la materia. En términos
de matemáticas. Pero no olvidemos que las gentes de generales, puede decirse lo siguiente:
164 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 165

. Los estudios astrológicos se fundan en el horóscopo. la aplastante mayoría de los astrólogos modernos es la
Este es una representación esquemática del aspecto del causa de que aun aquellos adversarios de la astrología
cielo observado al tiempo y en el lugar del nacimiento; que estarían dispuestos a estudiar la materia, se niegan
consiste, pues, en un cálculo netamente astronómico, fa­ a emparejarse a esa gente. Reconociendo este hecho la­
cilitado por ciertas tablas a que se recurre. El horóscopo mentable, y con el propósito de elevar el nivel de su pres-
se divide en doce secciones, las llamadas casas, que en ligio, los más despiertos entre los astrólogos se reunie­
nuestras latitudes son de diferentes dimensiones, y que ron en asociaciones y sociedades astrológicas; pero, aun­
se obtienen proyectando la Eclíptica con sus doce seg­ que la labor didáctica y los estudios realizados redunda­
mentos — los conocidos signos del Zodíaco— sobre el ho­ ran en provecho de la causa de la astrología, no se con­
rizonte de un lugar determinado. Las doce casas contie­ siguió un efectivo aumento de nivel.
nen al Sol, a la Luna y a los planetas, y precisamente en Este bajo nivel se explica, hasta cierto punto, por la
sus posiciones astronómicas al tiempo del nacimiento. A inferioridad, casi risible, de la mayoría de los libros de
cada casa se le atribuye cierto conjunto de situaciones y texto modernos, inconveniente éste que sólo en los últi­
acontecimientos de la vida; para citar un solo ejemplo: mos años vinieron a remediar ciertas publicaciones. A
la segunda casa habría de informarnos de la situación juzgar por los comentarios y el número de ejemplares
financiera. La interpretación del horóscopo consiste en vendidos, Los Fundamentos de la Astrología, obra en
averiguar cómo las cualidades de los planetas y signos cinco tomos que el que esto escribe publicó en colabora­
inscriptos en determinada casa se avienen con las situa­ ción con F. S. Sindbad, ha contribuido grandemente a
ciones y acontecimientos atribuidos a la misma, es decir, mejorar la situación.
si se comprueban armonías o disonancias. Si el astrólogo En cuanto a la literatura astrológica de épocas ante­
se encuentra, por ejemplo, con que la ya citada segunda riores, la situación ofrece un aspecto algo mejor; pero
casa está ocupada por el signo del Cáncer y el planeta siempre los libros, por ejemplo, los de la Edad Media,
Marte, dirá — ateniéndose a sus reglas que en este caso contienen un sinnúmero de disparates manifiestos y,
hacen constar una disonancia— que el interesado se ha­ además, todos están escritos en latín macarrónico, ape­
lla en una situación financiera algo precaria porque de­ nas legible. Se comprende que, ante tal océano de im­
rrocha o malbarata su caudal. presos absurdos de todas las épocas, se arredraran hasta
Bástenos esta referencia a los métodos de la astrolo­ los pocos investigadores que todavía no se habían retira­
gía; son métodos muy difíciles y requieren, además de do de la compañía antes caracterizada, y que ahora estén
cierto talento, un detenido estudio de muchos años, así convencidos de la falta de seriedad de la astrología, aun
como una vasta cultura general y no poca experiencia cuando no hayan profundizado en la materia.
del mundo. Pues, he aquí que según cálculos hechos con Conviene admitir que la exposición sistemática de las
mucha reserva, y que parece que no alcanzan al número reglas y métodos de la astrología es tarea de por sí harto
exacto, 600.000 hombres se dedican hoy día, en Europa difícil. La astrología fué — en la época en que la anti­
solamente, al estudio de la astrología — la cual ha vuel­ güedad había llegado a su apogeo— un sistema muy ra­
to a entrar en boga, especialmente después de la Guerra mificado^ se la consideró la reina de las ciencias, y pue­
Mundial— , y sólo una mínima parte de esos estudiosos de decirse, sin exagerar, que su dominio se extendió por
satisface aquellas exigencias, y verdaderos conocedores el mundo entero. Entre los egipcios, caldeos y fenicios,
de la materia no hay sino poquísimos. El bajo nivel de estuvo estrechamente ligada al culto; los templos de es-
1G6 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge Develada 167

tos pueblos no eran sino una reproducción, en menor ser explotada por embusteros y falsos, se dedicaba al es­
escala, del Universo, y la torre que servía de observato­ tudio de supuestas influencias y relaciones, no percepti­
rio se levantaba al lado del altar del sacrificio. Los pe­ bles por medio de los sentidos normales y, por eso mismo,
ruanos observaron los mismos ritos que los griegos y los siempre un poco dudosas. Y a en 139 a. J. C., los astró­
romanos; el sumo sacerdote reunía siempre en su persona logos fueron expulsados de Roma, y aunque el edicto no
el sacerdocio con la dignidad de gran astrólogo, y oculta­ fuese aplicado con todo rigor, sus víctimas se vieron obli­
ba cautelosamente los principios de la astrología en lo gadas a llevar una existencia clandestina; durante un
más recóndito de los santuarios. Entre los ctruscos y siglo aproximadamente, recurrieron, angustiados, a este
en Roma, la astrología fué un secreto de Estado, como último expediente. La decadencia de la cultura bajo los
lo es aún hoy en la China y el Japón. Consecuencia de Césares — cuando, cubierto por el deslumbrante barniz
esta ocultación fué el que no hayan llegado hasta nos­ de poderío señoril y de una civilización fastuosa, el edi­
otros más que fragmentos. ficio del Imperio iba desmoronándose como bajo la ac­
Y a en la antigüedad, algunas tesis de la astrología, ción de un hongo destructor— , dió nuevo impulso a la
destacadas del conjunto y truncadas en sí, habían lle­ astrología, mejor dicho, a los que hicieron un negocio de
gado — quién sabe por qué conducto— al conocimiento ella, y sólo el advenimiento del cristianismo puso térmi­
del público. El primero en reunir esos fragmentos fué no a esa prosperidad. Hostil a cuanto guardaba relación
el ya mencionado astrónomo Claudio Tolomeo; pero el con las tradiciones del pasado, la Iglesia romana com­
sistema en que los ordenó contiene, ante todo, sus pro­ batió enérgicamente a la astrología por ser “agua de ori­
pias hipótesis y no debe ser confundido en modo alguno gen caldeo”, así como prohibió la magia porque parecía
con los sistemas bien equilibrados de los eruditos de los cabalística, esto es, judía. El Renacimiento, que fué en
templos. Sin embargo, las obras de Tolomeo: Tetrabi­ sustancia un movimiento de emancipación, brindó a la
blos, Centiloquium y Quatripartiturn, guardan incompa­ astrología la oportunidad de volver a tomar cierto impul­
rablemente más afinidad con el auténtico saber de los so, pero de un éxito muy transitorio, puesto que el ana­
antiguos que aquéllo que de él hizo, a lo largo de los si­ tema impuesto por la Iglesia — que, dicho sea de paso,
glos, una posteridad estudiosa, ya propensa a las qui­ más tarde fué apoyada, ¡qué ironía!, por sus propios ad­
meras, ya con la intención de embaucar. Así, aquellas versarios, que obraron “en defensa del librepensamien­
ruinas iban cubriéndose de un espeso ramaje de tonterías to”— no tardó en estrujar aún esa última flor, derro­
y supersticiones, de suerte que era menester un esfuerzo tando así definitivamente al antiguo saber astrológico
casi sobrehumano para penetrar a través de esta maleza, que, a pesar del número relativamente grande de sus ad­
tan propicia a los prestidigitadores y charlatanes, hasta miradores modernos, no ha logrado, hasta el día de hoy,
los sillares en descomposición. recobrar algo de su prestigio anterior, ni mucho menos
Miradas bien las cosas, la astrología había caído en ha sido reconocido públicamente. Y los hombres de cien­
desprestigio ya mucho antes de Tolomeo. A medida que cia, en particular los astrónomos, han terminado por po­
se iba estableciendo una linca divisoria entre la astro­ ner la astrología en el Indice. La admiten sólo como un
logía y la astronomía; a medida que ésta se inclinaba al hecho curioso de la historia de la astronomía, y se con­
estudio de los fenómenos celestes en general y, por la cretan a repetir, casi en coro, aquel probado juicio esti­
evidencia de éstos, cobraba fuerza persuasiva y por con­ mativo por el que la madre de la astronomía queda rele­
siguiente, la astrología desmedraba porque, además de gada del último lugar del espíritu humano.
1G8 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 1G9

Aunque seguramente se está con derecho a desechar Por más interesantes e importantes que sean las ob­
cierta categoría de astrólogos mal reputados, no es tal jeciones y refutaciones, no podemos discutirlas aquí, pri­
vez justo dejarse llevar al extremo de descartar la astro­ mero, porque nos llevarían demasiado lejos, y segundo,
logía en conjunto sin conocer a fondo ni haber revisado porque nada vale la lógica cuando no es confirmada por
sus enseñanzas. Pero esto ha ocurrido siempre y ocurre la experiencia. Y a Kepler subrayó esta verdad expre­
aún hoy, y hoy más que nunca, y las razones que se ale­ sándola con las siguientes palabras: “Que los hombres
gan en contra de la astrología son tan numerosas que reparen en los hechos; entonces, también los auténticos
serían suficientes para formar un libro aparte. No po­ estudios astrológicos pueden redundar en provecho de
demos, pues, entrar a discutirlas aquí, y sólo señalare­ la humanidad”. Y en este respeto por los hechos, con­
mos las de mayor importancia. Se ha dicho que el pol­ cuerda con Morin de Villefranche, contemporáneo suyo,
villo llamado hombre es demasiado fútil para tener im­ el más célebre astrólogo desde la antigüedad hasta nues­
portancia en el sentido cósmico. O que la astrología se tros días, consejero del cardenal Richelieu, profesor de
funda en el sistema de Tolomeo, según el cual, el Sol y los matemáticas, astronomía y medicina de la Universidad
demás planetas giran alrededor de la Tierra, y que, co­ de París, uno de los espíritus más despejados, más sensa­
mo Copérnico probó lo contrario, la astrología ya no tie­ tos y más analíticos que jamás han existido. Prueba de
ne razón de ser. O que como no pueden predecirse sino ello es su máxima: “En el orden natural de las cosas, las
cosas prefijadas, predeterminadas, la astrología tiene un aseveraciones no han de ponderarse por el peso de la
carácter fatalista y niega, por consiguiente, el libre albe­ autoridad del hombre que las dice, sino exclusivamente
drío. O que la astrología es contraria a las teorías mo­ por las razones inherentes a ellas”.
dernas de la herencia. O, en fin, que ya en la Biblia está Pues bien; si, siguiendo este postulado, preguntamos
escrito: Por sus frutos los conoceréis. Y que estos fru­ a los hechos, nos encontramos con un sinnúmero de casos
tos son una literatura cuajada de disparates y todo un auténticos en que los pronósticos astrológicos fueron jus­
ejército de embaucadores. Pero, más grave que todo eso, tificados por los acontecimientos. Demuestran, si no otra
es la objeción de que las fuerzas e influencias afirmadas cosa, que no conviene descartar, sin más ni más, una
por la astrología no pueden ser, de manera alguna, de­ ciencia tan antigua y difundida por el mundo entero, y
mostradas ni controladas objetivamente. que las tesis de la astrología merecen, cuando menos, ser
Frente a tales voces adversas, ha habido, en todas las examinadas con criterio. El problema que vendría a plan­
épocas, hombres que refutaban aquellas objeciones ale­ tearse no difiere en mucho de aquellos en cuya solución
gando razones no menos convincentes. Entre ellos se se empeñan los investigadores modernos. Reducido a tér­
cuentan algunos de los más célebres de la Edad Moder­ minos precisos, el problema consiste en averiguar las re­
na, como Tycho Brahe; Kepler, que hizo el horóscopo laciones entre las periodicidades cósmicas, representadas
de Wallenstein; Newton, que dió al satírico Halley, des­ por los movimientos de los cuerpos celestes, y los movi­
cubridor del cometa de su nombre, esta respuesta clásica: mientos periódicos propios de la Tierra, y transmitidos
¡ l have studied the subject, Mr. Halley , you have n o t!; a sus habitantes, relaciones que se nos imponen como
Laplace, fundador de las modernas teorías cosmogónicas; probables .porque la Tierra no es más que estrella entre
Goethe, el olím pico de Weimar; y, en nuestros días, Flam- estrellas. Y a se ha empezado a caer en la cuenta de las
marion, célebre astrónomo francés, y Schiaparelli, su periodicidades; al menos, de las terrestres. Citamos los
gran colega italiano. nombres de Swoboda y Fliess. Uno y otro establecieron
170 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 171

pronósticos basándose exclusivamente en cálculos de pe­ arrollo de los acontecimientos del mundo. No habrá, pues,
ríodos, es decir, sirviéndose del mismo método a que recu­ disputa sobre la trascendencia de su cimentación espe­
rre la astrología. Por otra parte, existe ya una larga serie cífica.
de observaciones que confirman la influencia determinati­ Todo el que conoce la materia sabe que hoy, los asertos
va — por lo menos, la del Sol y la de la Luna— sobre los astrológicos carecen, casi por completo, de fundamento,
fenómenos terrestres. U na de estas observaciones ha si­ y la pregunta natural de cualquier adversario, ¿por qué
do dcscripta por Mewes en una obra muy importante: la se atribuye tal y tal significado al planeta A o al signo B?,
alternativa de períodos de guerra y de predominio del no puede ser contestada. Los de más criterio entre los
espíritu en la vida de los pueblos, corresponde exacta­ astrólogos, los no encorvados todavía por su fe en la au­
mente al ritmo de la aparición de las manchas del Sol: toridad, reconocieron públicamente lo embarazoso de esa
los períodos de guerra coinciden con los máximos de situación y, por falta de aquel fundamento, trataron de
manchas; los de predominio del espíritu, con los míni­ introducir el efecto como base para la valoración del aser­
mos de las mismas. Sólo partiendo de estas observacio­ to astrológico. Volvieron, pues, a examinar cuidadosa­
nes, Mewes predijo, ya en la última década del siglo X IX , mente las tesis de la tradición, cotejando un sinnúmero
que en 1914 estallaría una guerra mundial. Es, además, de ejemplos, y desarrollaron de este suerte el llamado
un hecho que las manchas del Sol influyen también en método estadístico, cuyo iniciador es el francés Flam-
los fenómenos del magnetismo terrestre, y aunque toda­ bart, y que ha sido aplicado con mucho celo, especial­
vía se ignora el por qué de esta relación, el hecho mismo mente en Alemania.
sugiere a algunos astrónomos la idea de que tal vez no Pareció una feliz idea. Como no disponemos de apara­
sea imposible justificar científicamente los conceptos as­ tos para recibir y controlar experimentalmente alguna
trológicos. influencia de un planeta, el hombre mismo serviría de
Esas observaciones modernas inducen a reflexionar tal aparato y la estadística fijaría en un término medio
sobre el asunto; y esto es todo. Son indicios, indicaciones, los resultados que, debido a la variedad de lo orgánico,
insinuaciones; nos dicen que algo hay en todo eso; pero oscilan entre límites muy distantes. Si ese término me­
no son pruebas. Siempre queda por resolver esta cues­ dio coincidía con la afirmación astrológica, ésta resulta­
tión: ¿En qué fundaron los antiguos sus tesis astrológi­ ba comprobada. Pero las ideas brotan fácilmente; los he­
cas? ¿Cuáles fueron sus conocimientos en ciencias na­ chos, en cambio, son más reacios a dejarse atrapar. El
turales que les permitieron Inferir la existencia de re­ método estadístico requiere para las comprobaciones un
laciones entre los fenómenos celestes? ¿Cómo alcanzaron material abundante y, por tanto, un exceso de trabajo.
a especificar estas relaciones y a expresarlas en forma de Esto sería aún soportable. Lo insalvable, y hasta funesto
teoremas aplicables en la práctica? Sólo cuando se esté para el método, es que tal material no exista; puesto que
en condiciones de contestar a estas preguntas de un modo para obtener resultados exactos se debe operar con datos
satisfactorio, compatible, al menos hasta cierto grado, exactísimos referentes al nacimiento, lo que, a su vez, es
con nuestras concepciones modernas, sólo entonces la as­ casi imposible porque estos datos no consten sino en una
trología misma podrá interesar a la ciencia más que has­ mínima parte de los casos. Si se recurre a reducir los
ta ahora. Huelga decir que una solución positiva del pro­ horóscopos de los distintos tipos elegidos — pintores, mú­
blema de la astrología nos haría conocer y comprender, sicos, médicos, etcétera— al mediodía del día del naci­
incomparablemente mejor que todo lo anterior, el des­ miento y si se los compulsa sobre este base, ya se ha fal­
172 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 173

tado a la primera regla fundamental de toda labor astro­ gía ha de ser reconocida por legítima, debe ser fundada
lógica: no teniéndose en cuenta el lugar y el tiempo del en las ciencias naturales, de suerte que sus afirmaciones
nacimiento, se ha introducido en el cálculo un error que vengan a ser comprobadas por deducción de aquéllas.
hace ilusoria toda esa faena de Sísifo y quita a los resul­ Dejando a un lado la efectiva falta de comprobantes,
tados su única fuerza convincente: la exactitud. Y no creo que uno de los motivos por los que el hombre de
hablemos del hecho de que la estadística es, como siem­ ciencia moderno combate tan ásperamente a la astrolo­
pre, la ciencia más ambigua de todas, porque admite gía, es que ésta va contra la lógica o, como lo hemos ex­
cualquier interpretación en pro y en contra. Por eso, presado antes, que contrasta con su modo de pensar. Mas,
siempre ha causado extrañeza que precisamente el “pue­ estamos convencidos de que tienen razón quienes afirman
blo de los poetas y pensadores” optara por aquel método que los hombres del pasado también estaban dotados de
tan poco concluyente, y que se sirviera de él hoy más una corteza cerebral. Pues bien; si aquéllos que nos pre­
que nunca. El culto que los americanos rinden al número cedían en este cómico planeta obtuvieron resultados que
— el cual, en detrimento del espíritu, ha venido conquis­ nos parecen absurdos, no por eso debemos inculparles
tándolo todo en el mundo— , parece haber contaminado, de una falta de lógica. La causa de la diferencia entre
también bajo este respecto, la mentalidad tan distinta antaño y hogaño podría residir, también, en un cambio
del pueblo alemán. Cálculos sutiles en lugar de hondos del modo de pensar. Si logramos reconstruir el modo de
pensamientos y de una fulminante intuición; ofrecién­ pensar antiguo, y si partiendo de éste, hemos de reco­
donos el espectáculo de una decadencia lamentable. nocer que su desarrollo fué de una lógica inexorable,
Creemos, pues, que la estadística comparada nunca aquellos hombres se nos presentarán bajo un aspecto
permitirá dar a la astrología un fundamento indiscuti­ muy sorprendente, y los frutos de su actividad intelec­
ble. Y, en efecto, a lo que conduce es a una aproximación tual no tardarán en parecemos más aceptables; más
que da que pensar, pero nunca a la pretendida “astrología aú n : los consideramos como algo que, teniendo en cuen­
como ciencia experimental”. A ésta no llegaremos sino ta nuestros descubrimientos e hipótesis más modernas,
cuando presentemos pruebas documentadas en apoyo bien podría ser que estuviesen en lo cierto.
de las afirmaciones astrológicas, y aun en este caso du­ Queriendo, pues, aventurarnos a la solución del pro­
damos de que hubiéramos logrado imprimir a la astrolo­ blema, hemos tenido que eliminar temporalmente el hoy y
gía el sello de una ciencia exacta. Estamos firmemente sumergimos, sin ninguna idea preconcebida, en la an­
convencidos de que la astrología es, lo mismo que la pro­ tigüedad. Es más: hemos procurado, en lo posible, pe­
fesión medica, en esencia, un arte — ¡y lo será siempre! netrar más allá del modo de pensar de la primera anti­
— para cuyo ejercicio, sin embargo, el artista no puede güedad, y tratado de comprender el modo de pensar de
prescindir de una preparación científica, así como el los primitivos. Esto ofrecía, además, la ventaja de que
pintor no puede pasar por alto las leyes fundamentales las reflexiones científicas pertinentes podían ser lo más
de la óptica y, en particular, la teoría de los colores. Pe­ sencillas posible. Fueron, por la esencia misma de la
ro, como la óptica y la teoría de los colores todavía no materia, primero de orden matemático, puesto que la
son el arte pictórico, así la preparación científica toda­ aritmética y la geometría fueron incontestablemente, los
vía no es astrología, puesto que ésta se origina en otra primeros productos de una actividad intelectual cientí­
esfera distinta a la de las aulas universitarias. fica. La aritmética existió antes que la geometría, ya
No obstante esta reserva, repetimos que si la astrolo­ que el primer pastor la precisó para el recuento de sus
174 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 175

animales. Inmediatamente después, tal vez simultá­ un espacio circular. Después de haber observado que ese
neamente, se da la noción de la figura. Prueba de ello fenómeno no varia ni aun contemplado desde diferentes
son los dibujos descubiertos en ciertas cavernas, como puntos, tendremos que admitir que el horizonte tiene
también el hecho de que un niño y un salvaje, incapaces siempre forma de círculo. Pues bien; aquel pensador
de contar hasta el número de diez, ya saben distinguir primitivo para quien el horizonte y el mundo, por falta
los cuerpos por sus formas. La geometría es, pues, la de otras nociones, tuvieron que ser idénticos, ¿no debió
ciencia más antigua después de la aritmética, y Eucli- opinar, lógicamente, que el mundo tenía forma de
des estuvo acertado al incluirla en sus Elementos, hace círculo? La única figura posible para la representación
más de 2200 años. Claro está que por aquel entonces la gráfica del mundo fué precisamente la del círculo, y por
aritmética y la geometría estaban muy poco desarrolla­ eso el círculo es, de hecho, el primer símbolo del mundo.
das; sin embargo, ya sirvieron para hacer ciertas espe­ El estudio del círculo y las figuras insertas en él, con­
culaciones sobre el mundo como fenómeno. Conduje­ dujo a*la invención de la geometría. Volveremos sobre
ron, desde luego, a una cosmología que, aunque primi­ el particular, más adelante. Evidentemente, el estudio
tiva, podemos considerarla como la cuna de la astrología, del círculo no fué para aquel hombre otra cosa que el
siendo ésta, como hemos expuesto anteriormente, una estudio del horizonte y, por tanto, de su mundo. Al re­
ciencia filosófica del Universo, y con la adivinación en ducir su horizonte a la circunferencia trazada, es decir,
astrología pasa — repetimos— lo que con la síntesis del al esquematizarlo, hizo, a la vez, la primera abstracción
oro en alquimia: es una aplicación práctica sugerida por y la primera representación gráfica de una idea: el pri­
el interés inmediato. Calificamos a los alquimistas de mer ideograma.
filósofos de la materia” ; entonces, los astrólogos han de No hubiera sido hombre, si no hubiese dado en ge­
ser considerados como los “filósofos del Universo”. neralizar y tratar de esquematizarlo todo y de represen­
Después de esta breve referencia a nuestra hipótesis tar los fenómenos con ideogramas. Habiendo compro­
operante y al método de nuestra labor, pasamos al aná­ bado el aspecto energético de su mundo, y habiendo
lisis de aquellas reflexiones muy sencillas a las que ya comprendido el concepto energía, simbolizó también ésta
hemos aludido. y sus distintas variedades en la medida que alcanzó a
Todos convondrán en que el primer hombre que concebirlas. Buscó, profundizando, una relación entre
pensó se encontró en el agitado océano de los fenómenos, esa mecánica poco desarrollada y la geometría hallada
como un náufrago en una isla desconocida. Todos sus anteriormente, y para la representación simbólica de
pensamientos se habrán concentrado en distinguir entre esta conexión entre las matemáticas y la física, inventó
el yo y el no-yo, concretándose a la pregunta muy com­ el zodíaco.
prensible: ¿Dónde estoy? Lo que acabamos de resumir en pocas palabras y en
¿Qué haríamos nosotros para resolver esta cuestión? forma de afirmaciones categóricas, no fué, claro está, el
Subiríamos al punto más elevado de nuestro refugio, fruto del trabajo mental de aquel primer pensador. Para
con el fin de ver cómo es el espacio que nos rodea. Esta obtener ese resultado, la humanidad tuvo que pasar por
es nuestra primera síntesis, y no abarca sino lo que una larga serie de generaciones, experimentando una
nuestros ojos abrazan de una ojeada. De esta suerte, ha­ evolución formidable y seguramente muy penosa. T ra­
bremos descubierto nuestro horizonte y no cabe duda de temos de esbozar las fases más significativas de esa evo­
que no habremos tardado en notar que el horizonte es lución y de comprobar, de esta suerte, la veracidad de
176 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 177

nuestras afirmaciones. O, planteando el problema en circular. Entonces, se imagina al mundo en que vive de
forma de interrogación: ¿qué sentido tiene el zodíaco? forma circular, y esa circunferencia se le figura como
Por lo común, se entiende por tal el círculo de la representación de una idea genérica, puesto que cual­
Eclíptica con sus divisiones principales, los doce signos, quier idea es para él sólo representación de la realidad
cada uno de los cuales tiene 30 grados y se distingue de concreta. Todavía no está en condiciones de concebir
los demás por su nombre y su ideograma. otras realidades. Para él, la circunferencia y el mundo,
Acerca del origen del zodiaco, ese fundamento de toda la idea y el hecho, son una misma cosa.
labor astrológica, los astrólogos han hecho toda clase de Traza, pues, su circunferencia en el suelo y se dedica
conjeturas, que nos llevaría demasiado lejos el discutir al estudio de esta línea, como para analizar la idea ge­
aquí. Además, ello confundiría al lector en vez de poner nérica simbolizada por aquélla. Y he aquí su primera
en claro el problema, puesto que todas aquellas conje­ observación: a cada circunferencia corresponde un cen­
turas, si bien alegadas en apoyo de la astrología, tienen tro. No tarda en hacer la segunda observación: se puede
la desventaja de no corresponder a los datos astrológicos tirar una recta desde el centro a la circunferencia.
sino bajo condiciones artificiales, de orden puramente Ahora ya conoce el primer postulado euclidiano: dos
especulativo, y en la mayoría de los casos hasta son des­ puntos en el espacio pueden ser unidos por una línea
mentidas por los mismos astrológicos. recta; proposición a que no se puede llegar sin tener
noción de la circunferencia, es decir, sin haber delimi­
Según los astrónomos, nada se sabe acerca del origen
del zodíaco. Sólo consta que todos los pueblos, sin ex­ tado su espacio.
cepción, usaron, desde los tiempos más remotos, los mis­ Prolongando esa recta, el radio, más allá de la cir­
mos ideogramas zodiacales y les dieron nombres que son cunferencia, llega a aprender el segundo teorema de
traducciones o asonancias o derivaciones o adaptaciones Euclides: Cualquier sección de una línea recta puede
a los radicales de los nombres legados por los griegos. ser prolongada indefinidamente.
Aparte de eso, nada más nos dice la historia. Y esta noción le lleva, lógicamente, al tercer teo­
Ello no debe extrañarnos, puesto que — como tene­ rema: Cualquier punto puede ser tomado por centro de
mos la esperanza de poder demostrarlo— aquello que algún círculo con un radio cualquiera.
hoy entendemos por zodíaco no fué sino un concepto Al mismo tiempo, hace la experiencia de que el radio
específico deducido del concepto genérico que los anti­ se convierte en diámetro al ser prolongado, pasando por
guos, originariamente, asociaron a aquella palabra. La el centro, hasta tocar al otro extremo de la circunferen­
única consecuencia inobjetable que podemos sacar del cia, en cuyo caso el radio resulta exactamente dos veces
hecho de que los signos zodiacales fueron conocidos por más largo de lo que era; en otras palabras: el centro
todo el mundo, sería la de que se trata de un saber pri­ divide el diámetro en dos partes iguales.
mordial de la humanidad. Aventurémonos, pues, a las Ahora, su espacio tiene las siguientes características:
reflexiones que deben de haber conducido a ese saber cada horizonte y, por tanto, cada circunferencia, tiene
primordial y, desde luego, a la formación de aquel con­ un centro; cada centro coincide con una diámetro; cada
cepto genérico. diámetro es cierta parte de una recta infinita; y hay
El hombre sube a una altura y ve en su rededor la tantos horizontes y circunferencias cuantos centros pue­
circunferencia del horizonte. El hombre cambia de lu­ de haber.
gar, pero el horizonte se presenta siempre en forma Sigue aprendiendo que el centro del círculo es atra­
178 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 179
vesado, no por un solo diámetro, sino por infinidad de • plrltuales: penetró en la esfera de la metafísica. Para
tales, y busca el medio para clasificarlos y distinguirlos. I H iolución de los problemas que so le plantearon, no
Si no lo consigue, todo ese estudio del círculo es completa­ I* quedó otro medio que la inducción: de lo conocido a
mente infructuoso, y el hombre va a perderse en lo lo desconocido, de lo físico a lo metafísico. Cuando
infinito, y nunca será capaz de determinar su situación mucho antes de aventurarse en los problemas de la cos­
ni de llegar a la orientación de que no puede prescindir. mogonía o de cavilar sobre la primera causa— amplió su
Y no tarda en formarse la noción de una perpendicular. concreta cosmología del horizonte trasponiendo los li­
Al dividir el círculo por uno de los diámetros principa­ mites de su horizonte y, concibiendo la idea de una cos­
les, el hombre cae en la cuenta de que de los numerosí­ mología universal, abstracta, procedió a aplicar sus no­
simos diámetros uno solo forma ángulo recto con aquél. ciones geométricas a todo el Universo, conservando como
Los dos diámetros forman dos ángulos iguales, rectos, •imbolo fundamental la sugestiva representación del pri­
y al mismo tiempo sabe que en algún punto de una mer teorema de la geometría: el círculo con los dos diá­
recta puede trazarse una perpendicular, pero una sola. metros perpendiculares; y cuando, más tarde, la meta­
He aquí el primer teorema de la geometría, que sirve de física se convirtió en religión, ese símbolo adquirió el ca-
base para la cuarta proposición de Euclides: Todos los i actor de cosa sagrada, que entrañaba un sentido esoté­
ángulos rectos son iguales entre sí. Esta proposición no rico, es decir, científico. Su pertinencia a la tradición
puede ser demostrada sin un previo estudio del círculo. universal es, por tanto, tan natural como la evolución
El hombre infiere, luego, de la noción de la perpen­ que acabamos de esbozar en sus fases más significativas
dicular, la noción del ángulo y, por tanto, la de la me­ y do cuya autenticidad no se puede dudar sino cuando se
dida geométrica, que le permite reconocer, desde enton­ «uj)one que el hombre juicioso no siempre ha pensado
ces, las relaciones entre las figuras. lógicamente.
El descubrimiento de los diámetros perpendiculares Aquella figura fundamental, el círculo con los diá­
marca, de hecho, una época en la evolución de la huma­ metros perpendiculares, tiene propiedades muy singula­
nidad, y como uno de los mayores adelantos de la cien­ res. Cada uno de los puntos en que los diámetros per­
cia ha sido conservado para siempre. Pues, para el pen­ pendiculares cortan la circunferencia es un punto “car­
sador primitivo, el símbolo del mundo había sido el dinal”, que, a su vez, puede ser el vértice de un triángulo
círculo como tal, primero sin centro, después con el yo equilátero, es decir, del primero y más sencillo polígono
observador como centro; el hombre avanzado empleó Inscrito. Trazándose, desde los cuatro puntos cardinales,
para el mismo fin el círculo dividido en cuatro partes lo» respectivos triángulos equiláteros, el circulo resulta
iguales, el círculo con los dos diámetros perpendiculares, dividido en doce segmentos iguales entre sí. He aquí el
un esquema con que se tropieza en todas partes, que descubrimiento del dodecágono y el dodecaedro, y a la
siempre era tenido por singularmente esotérico, es decir, vez el descubrimiento de la llamada razón sucesiva, en
por símbolo de una profunda ciencia, y que es uno de lauto que uniendo los cuatro puntos cardinales por me­
los elementos constitutivos de la tradición universal. La dio de líneas rectas, se obtiene un cuadrángulo, lo cual
elevación de lo puramente geométrico a lo esotérico, no Implica el descubrimiento de la llamada razón simul­
puede extrañar. El hombre no se había parado en la tánea.
esfera del mundo sensible. Luego de haber conocido lí¿s I.us restricciones impuestas por el carácter del pre-
cesas reales, se dió cuenta de la existencia de valores i ntr libro, nos impiden entrar en detalles sobre las
180 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 181

consecuencias, de orden metafísico, sacadas de aquellas necesitaba aparatos de alta precisión. El único objeto
últimas experiencias. Por eso, nos limitamos a mencio­ que ofrece tales ventajas es una corriente de agua.
nar la tetractis de los pitagóricos y su símbolo, el dode­ Observemos un arroyo. Representa una fuerza donde
caedro; esa tetractis que — según Estéfano, uno de los distinguimos: la presión que el agua puede ejercer, la
discípulos de Pitágoras— expresa las doce combinaciones velocidad de la corriente, y la cantidad de agua que
derivadas de cuatro elementos reunidos de a tres, es pasa. Estos fenómenos son de una evidencia tal que
“la razón por la que nuestro arte es representado por llaman la atención de cualquier niño un poco inteli­
el dodecaedro que corresponde a los doce signos del zo­ gente; cuántas veces hemos escuchado a niños exp re-
díaco”. Y efectivamente, el zodíaco, en cuanto resultado ando su asombro por la presión del agua contra la
de la tetractis, está dividido en doce partes, y las re­ mano sumergida, y a menudo planteamos preguntas
flexiones de los astrólogos sobre las relaciones entre los como éstas: ¿Cuándo llegará al mar esa onda? ¿Cuánta
distintos signos zodiacales, se basan en los elementos de agua pasa por aquí en este momento?
la geometría del círculo. Asimismo, menciono el empleo He aquí que hemos formado, en el mismo orden, los
como símbolo, del triángulo equilátero, especialmente conceptos potencial: la capacidad posible; intensidad:
de dos triángulos que forman el llamado hexagrama o el tamaño absoluto — la fuerza — medido y expresado en
sello de Salomón, que aun hoy se halla encima de todas unidades; y cantidad: la cantidad de energía que en la
las sinagogas, lo mismo que la cruz encima de las unidad do tiempo pasa por un conducto de sección de­
iglesias. terminada. Si generalizamos estas nuevas nociones, re­
Vemos, pues, cómo la geometría nació del estudio del sulta la siguiente proposición: Cualquier fenómeno di­
círculo. Pero la geometría del círculo no lleva por sí námico es caracterizado por uno de los tres factores de
sola a la formación del zodíaco. Los doce puntos de la energía: potencial, intensidad o cantidad.
un círculo circunscrito en un dodecágono geométrico, Un examen todavía más minucioso nos revelará que
se distinguen únicamente por su origen de determina­ los tres fenómenos dinámicos que observamos en una co­
dos triángulos, pero todos tienen el mismo valor, mien­ rriente de agua, tienen otras propiedades peculiarísimas.
tras que cada uno de los puntos correspondientes del Investigando, por ejemplo, la potencial, podremos dis­
zodíaco tiene otro valor funcional. Este no puede ser tinguir:
derivado de la geometría, sino que debe su origen al Primero, la presión normal de la cantidad de líquido
hecho de que, evolucionando la humanidad, la concep­ corriente;
ción puramente geométrica fué sustituida y combinada Segundo, la presión en el caso de aceleración a causa
con la concepción energética. del declive de la corriente;
El concepto de la energía debe de haberse impuesto Tercero, la presión particularmente violenta a conse­
al hombre pensador ya en tiempos remotísimos, puesto cuencia de la formación de remolino.
que la falta de todos los medios, que tornaba suma­ Si, ahora, deseamos llevar a la práctica nuestros co­
mente difícil la lucha por la existencia, lo obligó a un nocimientos, en otras palabras, si queremos utilizar de
profundo estudio de la Naturaleza y lo indujo a sentar alguna manera la presión general de la corriente de
los rudimentos de la mecánica. Se comprende que hi­ agua, lo mejor y lo más sencillo que podemos hacer es
ciera sus experiencias en objetos que podía observar sin construir una rueda de palas que gire sobre su eje. La
encontrar mayores dificultades, y para cuyo examen no rueda girará en la medida en que la presión del agua

L . *
182 D n. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 183

obre sobre las palas. Este dispositivo no es otra cosa que lidad este rumbo, y no otro, es suficiente examinar con
una rueda de molino que convierte en trabajo una fuerza un poco de atención los símbolos zodiacales que consta
viva, permitiendo al hombre utilizar la presión hi­ que eran generalmente conocidos en los mismos tiempos
dráulica. |¡ y regiones que los nombres de los signos zodiacales.
Hemos, pues, conocido cuatro fenómenos dinámicos Esos símbolos no son figuras inventadas por espíritus
secundarios en que la potencial es el principio energé­ sutiles, especulativos, sino que son esquemas naturales
tico dominante. Ix>s antiguos los simbolizaron con los que, sin embargo, sólo se nos revelan como tales cuando
signos zodiacales Escorpio (potencial del volumen del los miramos bien, y en nuestro caso, bien tiene el signi­
líquido), Acuario (potencial acelerada por algún decli­ ficado de al revés. Admitiendo que el primer cosmoglí-
ve), Leo (potencial del vórtice) y Tauro (potencial apro­ fico, la circunferencia con el centro, es la representación
vechable por medio de una rueda de molino). material del horizonte, no podemos menos de considerar
Los cuatro fenómenos dinámicos relativos a la in­ el centro como el puesto del observador. Si éste añade
tensidad son los siguientes: aún otras experiencias a su esquema del mundo, claro
Primero, la velocidad de la corriente; está que las escribe desde el centro, es decir, desde su
Segundo, la disminución de la velocidad a causa de punto de vista. Sólo las generaciones posteriores, avan­
obstáculos bajo la superficie del agua; zadas, tomaron ese esquema del mundo, que mientras
Tercero, el cambio de velocidad debido al cambio de tanto había sido perfeccionado, por algo puramente abs­
dirección (recodos, remolinos);
tracto: se ignoraba la subjetividad del centro; el dibujo
Cuarto, la utilización de la velocidad por medio de
era mirado “desde fuera”, objetivamente, y por eso los
una presa.
símbolos eran vistos y escritos “desde fuera”. Precisa­
Estos fenómenos son caracterizados, en el mismo or­
mente este cambio del modo de escribir, juntamente con
den, por los signos zodiacales Sagitario (velocidad de la
la manera de garrapatear, hicieron que los símbolos se
corriente), Virgo (disminución a causa de obstáculos
tornaran ilegibles e ininteligibles, de suerte que hasta
bajo la superficie del agu a), Piscis (cambio de velocidad
debido al cambio de dirección) y Géminis (utilización Iiace poco ignorábamos su sentido originario. Si quere­
de la velocidad por medio de una presa). mos redescubrirlo, tenemos que estudiar aquella escri­
tura primordial.
Los cuatro fenómenos dinámicos atribuidos a la can­
tidad, son: Examinemos, pues, bajo este ángulo, los signos de
Primero, el equilibrio hidráulico; la potencial, a saber: Escorpio, Acuario, Leo y Tauro.
Segundo, la onda; Escorpio representa, inconfundiblemente, la pre­
Tercero, el salto de agua; sión de una corriente. Las porciones de líquido que ejer­
Cuai lo, el “elevador de agu a” de cualquier tipo, hasta cen la presión están representadas por las líneas verti­
el más perfecto: la bomba. cales, y éstas están unidas entre sí formando una línea
A éstos corresponden los signos zodiacales Libra quebrada, para expresar que esas porciones son partes
(equilibrio hidráulico), Aries (onda), Capricornio (salto
integrantes de una masa homogénea. La flecha en el
de agua) y Cáncer (elevador de agu a).
extremo de la figura indica la dirección de la presión.
Creo que todos esos desarrollos son de una evidencia
indiscutible. Y para convencerse de que tomaron en rea- Acuario es el esquema del aumento de la
L a E sfinge D evelada 185
184 D r. A dolfo W f. i s s
bajo la presión de la corriente, tiende a volver a la su­
presión ejercida por alguna corriente. La superficie, li­
geramente agitada, de un líquido en rápido movimiento perficie mediante un movimiento retrógrado.
está representada por la línea ondulada, sencilla y cla­
Fiscis X simboliza un proceso análogo: el cambio
ramente. Y que en este caso fuera observada la presión,
y no la velocidad, se colige del hecho de que la figura de dirección de la corriente. Algún obstáculo obliga al
está formada de dos líneas onduladas; esto indica que líquido que procede de derecha a cambiar bruscamente
el proceso se propaga desde la superficie hasta el fondo de dirección; pero la presión de la corriente lo hace vol­
de la corriente. ver a seguir su curso normal; da con otro obstáculo y
describe forzosamente otra curva, en sentido inverso, pero
Leo “ O es el esquema de un remolino formado en
medio de la corriente. La parte horizontal representa aun esta vez vuelve a seguir su curso normal.
la corriente; la espiral, el remolino como función de la Géminis Ü representa una corriente de agua con
corriente.
Tauro _Q. es la representación esquemática de la
una presa. La figura es tan sencilla que no precisa expli­
cación alguna.
rueda de molino inmergida en la corriente. Andando
Y contemplemos de la misma manera los cuatro
el tiempo, la línea recta que representaba la corriente
Nignos de la cantidad, a saber: Libra, Aries, Capricornio
iba siendo sustituida por una curva no muy pronun­
y Cáncer.
ciada. Esto se explica por esc rasgo característico del
Libra “V y * es la representación gráfica del equi­
hombre de dibujar a pulso líneas curvas, antes que rec­
librio hidrostático en tubos comuicantes.
tas. Así fué desfigurado el símbolo originario. Como,
además, había caído en olvido el significado propio, Aries Si es, inconfundiblemente, el esquema de la
energético, del signo, se atuvieron al nombre de Tauro
onda que consta de elevación, cúspide y depresión.
interpretando aquella línea falsa como representación
de las astas del toro. Capricornio J representa un salto de agua. Se ve,
Veamos ahora los signos de la intensidad, que son: en la parte de arriba, el río que procede de la dere­
Sagitario, Virgo, Piscis y Géminis.
cha, la cascada, la onda que se produce por el choque
Sagitario < ------- simboliza, sencillamente, la velo­ contra la parte de abajo, y el curso ulterior en la misma
cidad de la corriente y su carácter esencial: la dirección. dirección que antes, pero en un plano más bajo.
Virgo (mJ , disminución de la intensidad de una Cáncer 5 3 es la representación gráfica de la “ele­
corriente a causa de obstáculos bajo la superficie del vación del agua”. Los círculos representan el cubo de
agua: el líquido choca contra el obstáculo y es repelido agua, y son dos porque el cubo de agua tiene una
bruscamente; pero, como está sujeto a la presión de la doble función: la de llenarse al ser inmergido en el
corriente, no puede estancarse de un golpe, sino que se l ío (a la derecha) y la de dar de sí el agua que contiene,
revuelve formando ondas retrógradas, lo cual expresa la en un plano más alto (a la izquierda). La figura, con
línea enlazada. Esta termina en una recta que corre en ser tan sencilla, muestra, de una manera muy ingeniosa,
dirección opuesta, indicando la disminución de la velo­ que esa explicación no ha de tomarse en modo alguno
cidad y el estancamiento consecutivo del líquido quet I>or un producto de nuestra fantasía. Cuando se quiere
288 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 187

sacar agua cíe un arroyo, se inmerge el cubo contra la alteración del estado de equilibrio reinante, que tiene
corriente para que se llene sin pérdida de tiempo. Po­ |X)r efecto la utilización de una energía latente. De la
dríamos decir que el arroyo desaparece entrando en misma manera, el declive áspero jierturba el curso nor­
el cubo, y, por eso, nunca se agregó a este esquema el mal o el equilibrio de la corriente, y produce un aumento
curso superior, que se supone procediendo de derecha, de la presión, despliega, por tanto, una energía latente.
lo mismo que en los demás casos. Pero, el fondo del cubo Leo representa la fuerza en sí y su consecuencia, el
constituye un obstáculo que parece que obliga el arroyo valor. También el remolino que se forma en una corrien­
a retroceder al chocar contra él. Esto es precisamente te es una fuerza que parece independiente del volumen
lo que expresa el circulo izquierdo: de él sale el agua del líquido. Esta fuerza muestra un comportamiento “in­
para derramarse, contra la regla, en un plano más alto. dividual”, y su especie de valor se manifiesta por la re­
Pues bien; el zodíaco primitivo es, examinado desde sistencia que opone a la corriente que se esfuerza por
el punto de vista histérico-evolutivo, un esquema del desplazarla: el remolino se mantiene en su lugar.
mundo, de orden matemático-físico; la prueba de ello Tauro simboliza el trabajo productivo. La rueda del
está en la justa interpretación de los ideogramas. Desde molino sirve para el mismo fin: la conversión en trabajo
ahora, muchas afirmaciones astrológicas nos parecerán productivo, de la fuerza natural de una corriente de
menos absurdas que antes. Se trata de las afirmaciones agua.
que se refieren a los doce signos zodiacales; y aunque Sagitario, signo que viene inmediatamente después de
las reflexiones sobre las relaciones entre los ideogramas Escorpio, significa el premio y el triunfo, que siempre son
zodiacales inversos y los fenómenos dinámicos observa­ el resultado de esfuerzos anteriores; y no de otra manera,
dos en una corriente de agua, acaso no sean suficientes la velocidad de una corriente de agua es una función
para la comprobación definitiva del origen de los sím­ de la presión ejercida por las aguas arriba del punto de
bolos zodiacales, lo cierto es que la coincidencia de las observación. Otra fórmula básica atribuye a Sagitario el
nociones dinámicas con las afirmaciones astrológicas anhelo de la lejanía. Pues, este es precisamente el senti­
viene a ser como el punto sobre la i. Estaremos conven­ miento que despierta una corriente de agua que pasa
cidos de esta verdad en cuanto hayamos llegado a cono­ delante de nosotros.
cer el significado genérico que los astrólogos suelen atri­ Virgo es el aferramiento del espíritu a la realidad, la
buir a cada uno de los signos zodiacales; y no tendremos infructuosidad de sus esfuerzos por elevarse a su esfera
que entrar en detalles, sino que será suficiente tomar en nativa; ello no es otra cosa que la consecuencia filosófica
consideración el significado primario, que sólo más tarde del retardamiento de una corriente, cuyos factores son
dió margen a derivaciones de carácter especulativo. también la detención, la debilidad y la infructuosidad.
Escorpio, dicen los antiguos, es el engaño, la cosa con­ Piscis es el símbolo de la renovación, en otras pala­
tra la cual se lucha en balde, el mal metafísico, la fuerza bras, del cambio del modo de vivir; lo mismo que es el
irresistible: la misma cosa que la presión ejercida por las esquema del cambio de velocidad de una corriente de
aguas de una corriente, pues, ¿quién podría detener una agua.
corriente de agua? Géminis representa la comunidad, la unión del yo con
Acuario es la iniciativa, el espíritu de empresa, el sig­ el medio ambiente, y ésta puede considerarse como una
no de la modificación de la Naturaleza por el genio del presa en medio de la sociedad, puesto que reúne indivi­
hombre. Pues bien; cualquier modificación supone una dualidades con el fin de utilizar sus energías, asi como la
183 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 189

presa, que se construye a través de un arroyo, contiene ya que no se deja arrastrar. Sólo cuando la filosofía es­
el agua, la acumula y, luego, la hace obrar. peculativa, partiendo de las propiedades físicas del remo­
Aries, esquema de la ola, es decir, de la fuerza des­ lino, había alcanzado a formar los conceptos “ fuerza en
tructiva del agua, simboliza el impulso y la pasión que, sí” y “valor”, se buscó un denominador común para esta
dando sepultura a toda cosa, llevan al hombre a la ruina. asociación de ideas en todo el reino de la Naturaleza, y
Capricornio es la caída; en el sentido metafísico, la he aquí que el león resultó el más a propósito. Con que,
caída del hombre, el precipitarse del espíritu a la ma­ no podemos decir que el signo Leo, precisamente por
teria; en el más profundo sentido esotérico, la materia­ llamarse así, tenga, astrológicamente, ésta o la otra pro­
lización y la representación, por eso mismo tan defec­ piedad, sino que hemos de decir todo lo contrario; como
tuosa, de la idea pura del hombre. Así, la caída es el es­ aquel signo tiene, por derivación de su carácter origina­
quema de la cascada, del salto de agua, que también se rio de espiral, ésta o la otra propiedad, es denominado Leo,
precipita al abismo, donde se vaporiza. precisamente para caracterizar esas propiedades con una
Cáncer es el símbolo de la vida en cuanto entraña un abreviatura como taquigráfica. Esperamos haber logra­
continuo cambio. Así como un vaso saca de una corrien­ do hacer resaltar esa diferencia radical.
te de agua cierta parte del líquido en ella contenido, y lo Recordamos, a este propósito, lo que ya hemos dicho
derrama en otro plano, así el hombre saca sus medios y antes: los astrólogos alegaron todo género de especula­
sus energías de la Naturaleza y los difunde a su medio ciones sobre la formación y el origen del zodíaco, especu­
ambiente, y este intercambio se extiende hasta las fun­ laciones que no permitieron resolver el problema, o por­
ciones animales, como lo insinúa el ideograma del Cán­ que eran sutilezas sofísticas y por tanto inverosímiles, o
cer, que, por otra parte, puede ser considerado como el porque contrastaban con los auténticos datos astrológi­
esquema de la doble circulación de la sangre, arterial y cos, o aun eran desmentidas por los mismos. Todas estas
venosa, esa corriente vital del organismo humano. especulaciones de los astrólogos, tendientes a explicar el
Libra es el signo del equilibrio, es decir, de la justicia, origen del zodíaco, partieron de los nombres de los signos
y éste significado está, bajo todo respecto, en correlación zodiacales, y ahora se comprende que, siendo aquél un
con el fenómeno hidrostático cuyo símbolo es el ideogra­ camino errado, todos esos conatos estuvieran condena­
ma. dos a frustrarse. No se partió de la fuente, sino de la abs­
Creo que ahora se ve claramente por qué la astrolo­ tracción filosófica. Cuando, por el contrario, nos re­
gía atribuye determinadas cualidades y facultades a cada montamos a la fuente, es decir, cuando consideramos el
uno de los doce signos zodiacales. Pues bien; cuando se zodíaco como expresión matemático-física, los datos as­
atribuye, por ejemplo, a Leo la fuerza en sí y su conse­ trológicos referentes a los signos zodiacales revelan su
cuencia, el valor, no se trata, como podría creerse, de verdadero significado; evidencian ciertas corresponden­
una especulación derivada de la palabra Leo (león), error cias o analogías.
en que incurren casi todos los astrólogos, sino que esta Veamos, ahora, cómo se amplió ese esquema del mun­
interpretación se remonta a la forma originaria, de es­ do, que todavía era demasiado primitivo.
piral, del signo, puesto que el remolino formado en me­ Resumiendo; el hombre tiene delante de si el círculo
dio de una corriente constituye una fuerza que parece dividido en doce partes iguales; este círculo es el esque­
independiente de las otras partes del agua, mostrando ma de su geometría primitiva; además, ha llegado a co­
un comportamiento “individual” y una especie de valor, nocer doce símbolos que representan sus nociones de me-
190 D e. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 191

canica. ¿Y ahora? Tratará de combinar las dos series dado cuenta de esa clasificación natural, no tuvo más
de conocimientos formando un esquema armonioso, es que determinar cuáles de los fenómenos dinámicos co­
decir, que pondrá los símbolos dentro de su círculo. Se rrespondían a los cuatro puntos cardinales, y cuál de los
le plantea esta cuestión: ¿cómo disponer los símbolos cuatro fenómenos escogidos debía considerarse el prime­
convenientemente dentro del círculo? ro. En rigor, cada uno de los doce signos puede ser to­
Viene a ayudarle el hecho de que esos fenómenos di­ mado como punto de partida; entonces, la sucesión de los
námicos se dividen naturalmente en cuatro series, a signos resulta inalterable, ya que así lo establece la con­
saber: cepción básica. Pueden darse, pues, doce variaciones,
a ) La serie estática. Predominan los caracteres ge­ puesto que cada uno de los doce signos puede ser consi­
nerales de una superficie de agua: el equilibrio (L ibra), derado como punto de partida. Que el primero de los
la presión de la corriente (Escorpio) y su intensidad (Sa­ signos sea Sagitario o Capricornio o Acuario u otro, ello
gitario) . no afecta en manera alguna a la sucesión de los signos;
b ) La serie cinética. La superficie es considerada en al signo Libra sigue siempre Escorpio, a éste, Sagitario,
movimiento, y los fenómenos respectivos son: el desequi­ etcétera.
librio causado por un salto (Capricornio), el aumento Tal círculo en que los doce fenómenos dinámicos fi­
de la presión debido al declive (A cu ario ), y el cambio de guran ordenados por grupos de tres signos, pero sin punto
dirección (Piscis). de partida determinado, lo llamaremos zodíaco 'primitivo
c) La serie dinámica. Estos fenómenos son caracte­ o circulo tipo, y llamaremos teorema del círculo a la doc­
rizados por la fuerza inmanente al agua: la onda, o m a­ trina contenida en aquél.
nifestación espontánea de esa fuerza (A ries); la rueda El estudio profundo de los textos nos revela que los
de molino, en cuanto utilización de la presión de la co­ autores se ocuparon de las doce variaciones posibles. Pe­
rriente (T a u r o ); y la presa, es decir, la utilización de la ro guiándose por combinaciones superiores y recurriendo
velocidad de la corriente (Gém inis). a abstracciones sutilísimas, terminaron por formarse del
d ) La serie energética. Alteraciones específicas de la zodiaco un concepto cuantitativo, y esta concepción cuan­
fuerza del agua: la extracción, por la que se extrae del titativa les determinó a decidirse por Aries como punto
agua cierta parte de su energía (Cáncer); el remolino, de partida, es decir, a considerarse a Aries como el pri­
que produce en medio de la corriente un fenómeno de mero de los signos zodiacales. Sólo entonces obtuvieron
potencial específica (L eo ); y la disminución de la velo­ el zodíaco eclíptico bon sus signos, cuya división supone­
cidad, que dirige como unas riendas el curso del agua mos que es conocidísima.
(Virgo). El zodíaco eclíptico ha de definirse, pues, como círcu­
No nos paremos en las distintas consecuencias que de lo tt|>o basado en el concepto de cantidad. Por eso, Aries,
esta clasificación pueden sacarse. Son muy a propósito Mgno de orden dinámico-cuantitativo, es el punto de par-
para dejar vislumbrar todos los conceptos y teoremas de ( Ida o, para emplear un termino consagrado de astro­
la mecánica. Pero nuestra tarea no consiste en mostrar logía, el punto gama; esta denominación se debe — dicho
cómo el hombre, con ayuda de reflexiones relativamente m u de paso— a la semejanza que el ideograma de Aries
sencillas, se elevó al entendimiento abstracto, sino que V tiene con la letra gama V del alfabeto griego. Exa­
consiste en explicar el origen del zodíaco. mine mos, ahora, nuevamente la sucesión de los signos
Bien. El físico de aquellos tiempos, luego de haberse del zodiaco eclíptico:
D r. A d o l f o W e i ss L a Esfinge D evelada 193

1*? Aries cantidad yo contenido tiene, a ojos de sus inventores, una aplíca-
2<? Tauro potencial Dinámica bilidad universal, siendo, por tanto, el instrumento más
a propósito para la investigación de los fenómenos no
3? Géminis intensidad
conocidos todavía. Como ya he advertido — hablando del
4? Cáncer cantidad paso del mundo físico al metafísico— , la ciencia sólo pue­
Energética de avanzar pasando de lo conocido a lo desconocido.
5*? Leo potencial
Trasladando el punto de partida, Aries, al equinoccio
6° Virgo intensidad
de primavera, los astrólogos antiguos — “filósofos del
7? Libra cantidad Universo” en la verdadera acepción de esta última pa­
labra— .estudiaron el curso del Sol. Y fué muy natu­
89 Escorpio potencial Estática
ral que los dos equinoccios y los dos solsticios coincidie­
9“ Sagitario intensidad sen con los cuatro puntos cardinales; y no fué menos
natural que el equinoccio de primavera fuese conside­
10” Capricornio cantidad
rado como punto de partida, ya que el despertar de la
liv Acuario potencial Cinética Naturaleza es, evidentemente, el principio, el arranque,
129 Piscis intensidad el punto de partida.
Sólo después de haber sido observado según las re­
Es evidente que este zodíaco quiere expresar que glas del “teorema del círculo”, el curso del Sol, es decir,
cualquier fuerza dada ha de ser examinada paso por pa­ la eclíptica, se convirtió en el zodíaco propiamente di­
so; se hace el análisis de su energía, de las variedades cho, que aun hoy entendemos por tal. Este zodíaco es,
de esta energía, de su estado de equilibrio, de su estado como quien dice, la faz astronómica del zodiaco eclíp­
de movimiento; y se trata de determinar: tico y, por tanto, una aplicación especial. Como los as­
Primero: la cantidad de unidades que contiene; tros del sistema solar se apartan, en su curso aparente,
Segundo: su potencial; muy poco de la eclíptica astronómica, los astrólogos lo
Tercero: su intensidad. refirieron todo a ésta. La cualidad originaria atribuida a
Estéfano tiene razón. No se puede desconocer la in­ cada uno de esos astros — la “naturaleza esencial del
fluencia de la tetractis pitagórica en este zodíaco tipo, astro”— resultó alterada por el peculiar carácter diná­
ni tampoco la ayuda que los elementos geométricos pres­ mico, en términos de astrología, por “la naturaleza del
tan para las consideraciones de orden mecánico. Ad­ signo” en que el astro era observado. De esta alteración
vertimos, de paso, que la mecánica racional o cinética, de la actualidad, infirieron una alteración de la influen­
es decir, la doctrina del movimiento en sí, no es otra cia y llegaron a conocer los pormenores de estas altera­
cosa que una geometría del movimiento. ciones aplicando el teorema del círculo a cada uno de
Evidentemente, esc zodiaco eclíptico tiene muy po­ los astros, es decir, que se estableció un zodíaco para
co de común con aquél que hoy entendemos por tal. Pa­ cada astro y que se procedió luego, a proyectar los zo­
ra nosotros, la eclíptica y el zodíaco son una misma cosa, díacos de los astros sobre el zodíaco eclíptico, conside­
un concepto estrictamente astronómico, que expresa pre­ rado como base.
cisamente ésto, y no aquéllo. El zodiaco eclíptico, en Recordamos que en el círculo tipo se había fijado la
cambio, es una “sigla” de carácter matemático-físico, cu­ sucesión de los signos, pero no el punto de partida; ca-
r-

194 D r. A d o l f o W eisS L a E sfinge D evelada 195

da uno de los signos puede considerarse el primero, y I as reflexiones que llevaron a la construcción de los
pueden construirse tantos zodíacos cuantos signos están ••<1lucos de los astros, nos hacen comprender por qué
contenidos en el círculo. Cada astro describe una órbita •mía uno de los planetas propiamente dichos tiene — en
peculiarísima alrededor de la Tierra, y si deseamos co­ « l mtido astrológico— dos domicilios, en tanto que el
nocer la actividad de algún planeta, tendremos que es­ ni y la Luna no tienen sino uno, respectivamente. El
tudiar su órbita aisladamente. Con este objeto, no te­ Mol y la Luna sólo podían ser considerados, lógica y na-
nemos más que fijar el principio de la órbita; todo el h mil mente, desde el punto de vista geocéntrico; los pla­
resto se hace con arreglo a ciertos esquemas conocidos. netas jxxlian ser considerados también desde el punto
Las reflexiones que condujeron a la determinación del «le vista heliocéntrico. Ahora se comprende que, por
principio del zodíaco de algún astro, son tan sencillas ejemplo, Marte pueda estar “en su casa” tanto en Aries
y tan lógicas como en el caso de la eclíptica, pero re­ ' "Mío en Escorpio; aunque, según la doctrina astroló-
quieren muchas y largas explicaciones preliminares, y i,l» a de los elementos, que atribuye a cada planeta y a
ésta es la razón por la que no podamos explayarnos so­ « a»la signo del zodíaco un elemento como rasgo distinti-
bre ellas. Nos limitaremos, pues, a señalar los factores v«i. el fogoso Marte sólo debiera hallarse en el fogoso
decisivos, a saber: la distancia del Sol, la declinación, Arles, estando completamente equivocado en el acuoso
la fecha del epigeo y los periodos de revolución alrede­ i : » i»i pío. Pero, si se toman en consideración los valo-
dor de la Tierra y el Sol. El principio del zodíaco de al­ i» i energéticos, la impetuosa fuerza de la onda y la im-
gún planeta recibió el nombre de dom icilio del planeta, (M tuosa fuerza de la presión de la corriente, no existe,
entendiéndose por planetas todos los astros del siste­ en nlngqno de los casos, contraste alguno con el carác-
ma, incluso el Sol y la Luna. Se procedió, luego, a pro­ l< i astrológico atribuido a Marte. Es más: los astróno­
yectar los distintos “zodíacos domiciliarios” sobre el zo­ mos llaman a los dos domicilios de un planeta “casa
díaco eclíptico, y se descubrió, aplicando el teorema del diurna” y “casa nocturna”, respectivamente, y dicen que
círculo, que tal y tal planeta era fuerte en este signo, el planeta es “más fuerte” en aquélla que en ésta. Para
y débil en el otro. MmIr, sería, según ellos, Aries la “casa diurna”, y Es-
Hemos de anticipar aquí la observación de que por ello rniplo la “casa nocturna”; y, en efecto, la impetuosa on-
se nos revelan los fundamentos físicos en que se apoyan «la d» huctora parece más poderosa que la presión de la
las afirmaciones astrológicas ulteriores acerca de la cua­ • oí i U nte, Igualmente irresistible, pero más tarda, me­
lidad originaria de cada uno de los astros, o sea, en tér­ nos violenta en allanar los obstáculos.
minos de astrología, acerca de la “naturaleza esencial l-o mismo que con Marte, acaece con los demás pla­
de los planetas”. Según una regla fundamental de la ñí l.m Iíl lector puede convencerse de ello cotejando
astrología, el astro muestra siempre la misma natura­ l<* linios consignados en cualquier manual de astrolo-
leza que el signo en que se halla; ahora que conocemos glu. con los datos del teorema del círculo.
el teorema del círculo, ello resulta muy comprensible. Volvamos ahora a la cuestión principal: ¿Qué indujo
Pues bien: donde el planeta revela su naturaleza esen­ a Ion antiguos a atribuir a los astros fuerzas propias?
cial es — según otra regla de la astrología— en su do­ A d io habrán contribuido consideraciones de diversa
m icilio; aun esta regla se deduce fácilmente del teorema I i h ImIi |h>i ejemplo, la de que donde hay movimiento,
del circulo, pero tiene todavía otra raíz sobre la cual • ii i i i i fuerza; además, la observación del aumento
volveremos un poco más adelante. •' *ii la disminución de la intensidad lumínica; los efec-
196 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 197

tos vitales del Sol, que saltan a la vista; la influencia de miniar es un múltinlo de la órbita de la Luna, de suerte
la Luna en la marca; la coincidencia con la menstrua­ <|iir vemos a la Tierna en su curso rodeada continua-
ción, del período de revolución de la Luna; las observa­ m< nte por un anillo de electrones, procedente del Sol,
ciones astro-metereológicas, etcétera. De mayor impor­ pero al cual ella ha dado la forma arriba explicada:
tancia que todo eso es el hecho de que los antiguos tu­ i!entro del anillo describe la Luna su órbita alrededor de
vieron profundos conocimientos de aquellos fenómenos lu Tierra, y desde fuera lo penetran las fuerzas directi-
naturales que son el objeto de investigación de la mo­ vim de los planetas para influir en el estado del globo
derna física de los rayos. El electromagnetismo, la ra­ terráqueo. Las modificaciones de los estados magnéticos
dioactividad y todo el dominio de los rayos cósmicos, cual­ d« la Tierra se deben a la acción combinada de tres mo­
quiera que fuese la longitud de sus ondas, constituyeron ni» utos energéticos procedentes del Sol, de la Tierra con
elementos esenciales del antiguo saber. Todo ello fué un mi satélite, y de los planetas”.
hondo secreto guardado en los santuarios de los templos,
Trente a esta noción geofísica, los astrónomos ya no
no fué comunicado sino a una élite de espíritus superio­
pueden sostener la objeción de que. desde Copérnico, la
res, ya que ese saber constituyó el núcleo de la cosmogo­
astrología no tiene razón de ser. Admitimos que la eclíp­
nía, de aquella ciencia cuyo sello fué la primera H del te-
tragrámaton sagrado: JHVH. Y bien: estas nociones dan tica, esa base de la astrología, no es, en cuanto que re­
a las afirmaciones astrológicas un hondo sentido, com­ presenta el curso aparente del Sol. sino un producto del
pletamente plausible. tundo de ver geocéntrico. Pero, la corriente anular, de
Según los conceptos modernos, el sistema solar es naturaleza electromagnética, demostrada por la geofísi­
comparable a un vasto campo magnético donde el Sol ca. es un hecho real, indiscutible; y al mismo tiempo,
obra de inductor, induce a los planetas. Considerado viene a ser refutada otra objeción contra la astrología,
desde el punto de visto geocéntrico, ese campo muestra fie ha dicho que, supuesto el caso de que los cuerpos ce-
una zona de inducción, la eclíptica, donde giran esferas l- ites emanasen alguna energía, la intensidad de tal
electrizadas: los planetas. Según Ampére, esa zona tiene energía menguaría — análogamente a la intensidad lu­
las propiedades de un enorme imán y puede ser dividida mínica que disminuye en proporción al cuadrado de las
en innumerables corrientes secundarias. dlntancia»— , de suerte que, teniéndose en cuenta las
Aparte de este juicio más bien teórico, las recientes enormes distancias en el Universo, su efecto sería, prác-
investigaciones geofísicas nos enseñan que la radiación tImmcnte, nulo; no se podría, pues, hablar, como lo hace
eléctrica del Sol hacia todas partes del Universo, circun­ la astrología, de resultados evidentes. Este razonamien­
da a la Tierra a modo de una capa oscilante entre to n i sí falso — porque se puede afirmar que el efecto
los dos polos, fenómeno que es producido por la estruc­ de esas fuerzas no llega a los umbrales de nuestros sen­
tura automagnética de nuestro planeta. En esa capa o tido que no perciben sino impresiones de cierta inten-
envoltura, se ha comprobado la existencia de una zona id id , queda refutado por la existencia de la corrien-
de mayor densidad que, como dice el astrónomo M. E. l< ni tular de naturaleza electromagnética, ya que esta
Winkel, “rodea a la Tierra en forma de una corriente • 'ii lente nc halla, en comparación de otras distancias
eléctrica anular, de suerte que con su proyección coin­ . ómnlciiN. tan próxima a la Tierra que ya no puede ne-
ciden el ecuador celeste y la eclíptica”. i mui* u valor práctico. En efecto, vemos que la geofísi-
Winkel prosigue así: “El diámetro de esa corriente . a no puede píenos que atribuir a la influencia de esa
198 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 199

corriente fenómenos perceptibles como las modificaciones círculo, que consiste en el estudio de los distintos fenó­
de los estados magnéticos de la Tierra. menos de una corriente en sí. No se podrá objetar que
Creemos que es justificativo admitir que los antiguos exista una diferencia entre la corriente eléctrica y la
han tenido una idea, aunque vaga, de la existencia de corriente de agua; cualquier estudiante sabe que una y
aquella zona; idea que, teniendo su origen en su sensibi­ otra obedecen a las mismas leyes de la dinámica. Según
lidad cósmica — vivieron más con la Naturaleza— , tal vez éstas, la corriente secundaria generada en cada uno de
les fuese confirmada por la escrupulosa observación del los doce puntos de la zona, ostentará propiedades corres-
cielo. Quienes pongan en duda los conocimientos de los l>ondlentes al teorema del círculo, y la esfera electrizada
antiguos en materia de astronomía, que nosotros sostene­ será inducida de acuerdo a esas propiedades. De ahí la
mos, dirán, respecto a su idea de la corriente anular, que mencionada teoría astrológica: el astro es siempre de la
los antiguos confundieron este fenómeno energético, pró­ misma naturaleza que el signo en que se halla; de ahí
ximo a la Tierra, con su eclíptica, y ello fué tanto más fá­ también esta regla: la naturaleza esencial de algún pla­
cil cuanto que el anillo rodea a la Tierra de modo que con neta se revela en su domicilio, porque en este caso las in­
su proyección coinciden el ecuador celeste y la eclíptica. ducciones recíprocas tienen el mismo matiz físico. Sin
Pero, aún esta confusión sería absolutamente insignifi­ embargo, se obtiene este dato sólo cuando se examina, no
cante para el asunto mismo, puesto que la existencia del ya uno de los vértices del dodecágono inscripto, sino el
anillo evidencia que la corriente procede de fuentes de arco que media entre dos de ellos, suponiendo, por tanto,
energía más lejanas. Hay más: ese anillo hace suponer, que la corriente zodiacal secundaria ocupa un campo de
con mucha probabilidad, la existencia de otros anillos .10 grados de ancho. Aunque esta suposición se imponga
semejantes con espacios correspondientes, y uno de aque- con la evidencia de un axioma, podría ser que no estu-
los anillos, acaso el más importante, sería precisamente vlera en lo justo, y parece que también los antiguos, que
la eclíptica. Nunca inventó el espíritu humano algún especialmente en la India y en Caldea eran excelentísimos
dispositivo técnico cuyo modelo no hubiera preexistido observadores, la pusieron de moda; pues que no se con-
en la Naturaleza. Pues bien; así como en el trayecto de lrutaron con las doce divisiones del zodíaco: introdujeron
una línea eléctrica interurbana se hallan intercaladas lulxl ivisiones ( term in i% decanatos, etcétera), con el fin
estaciones de relé destinadas a cubrir las pérdidas de co­ de dar mayor exactitud al análisis de las corrientes se­
rriente, y precisamente en puntos inmediatamente ante­ cundarias, y confesaron francamente que fundaban sus
riores a las localidades donde se consume mucha corrien­ •«•flexiones respectivas en la geometría y la mecánica.
te, así la Tierra, que al igual de los demás planetas re­ Todas nuestras experiencias nos enseñan que el elec-
presenta una gigantesca estación de relé de la energía li omagnetismo cósmico genera por inducción el electro­
del Sol, se ha creado en aquella corriente anular una magnetismo terrestre, y no cabe duda — no obstante la
estación de transformación, y es probable que haya m u­ falta de toda prueba experimental— que las corrientes
chas en el espacio, y una de ellas, particularmente ca­ le m itie s , a su vez, obran sobre las corrientes intraató-
racterística, es — recordemos el dictamen de Ampére— ml< u.*, puesto que la inducción, si es un hecho real de
la eclíptica. la fínica, debe de ser reconocida en cualquier proceso en
Considerando aquella zona como correspondencia fun­ que entre la electricidad. Y en efecto, conocemos, por
cional de la eclíptica, y examinando a esta misma como ejemplo, una teoría moderna de las causas del cáncer
corriente en sí, podemos analizarlas según el teorema del *•• K1111 la cual las corrientes terrestres provocarían ese
200 D r. A dolfo W eiss L a E sfinge D evelada 201

neoplasma; estimularían a los cromosomas, que se ha­ prensión para tal conato, no censurable por cierto. Pero
llan en el plasma nuclear de las células, a producir co­ el incurrir a menudo en errores, tomar por pasa a una
rrientes permanentes de inducción, dando lugar a un ex­ hormiga bañada en azúcar, y la consecutiva rabia por
ceso de proliferación. el resabio amargo, eso no debe achacarse a la astrología.
Permítasenos, ahora, una digresión aparente. Otros interesados hacen un negocio de la astrología;
La astrología parece rodeada de un misterio peculja­ venden por pasas, a la gente ingenua, hormigas azuca­
rísimo. Sus fundamentos, de orden matemático-físico, radas. Esto no tiene disculpa; tal engaño no sólo perju­
quedaron relegados evidentemente, ya en épocas muy dica a los compradores, sino que desacredita en cada caso
remotas, al olvido; los astrólogos perdieron bien pronto a la astrología.
su carácter originario de filósofos del Universo, y lo que Son contadísimos los que se interesan por el cariz
de la astrología quedaba fué una serie de extrañas afir­ toórico-cientííico de la astrología. Es muy lamentable
maciones y reglas, sin fundamento, productos de la fan­ que sea tan reducido el número de interesados de, preci­
tasía; y de los astrólogos quedó una misteriosa cofradía samente, esta categoría; pero ello es muy natural; el
de adivinos, que no se sabía si habían de ser tenidos por pensar por el pensar, la ciencia por la ciencia, siempre
locos o por embusteros, y que reforzaban ese sentimien­ han sido fenómenos muy raros en nuestro planeta. Aho­
to de inseguridad por cuanto sus predicciones, de vez en ra bien; estos pensadores, hombres modernos como eran,
cuando, y en no pocos casos, eran justificadas por los se asombraron de que las doctrinas de la astrología, en
acontecimientos. No debe, pues, extrañar que ya en la la forma en que las conocemos, no se dejaran poner en
antigüedad hubiera adversarios de la astrología y de relaciones con ninguna de las demás ciencias; la astro­
sus adeptos. A lo largo de los siglos, esta oposición fué logía parecía completamente aislada, y era probable que
creciendo hasta convertirse en opinión dominante al |)or su misma incompatibilidad con todas las demás dis­
triunfar el positivismo, y gracias a la instauración de ciplinas del saber, fuera tachada de falsa y rechazada.
la autocracia de las ciencias exactas. Aunque, andando Como el espíritu humano tiende, naturalmente, a la sín­
el tiempo, la astrología iba siendo rebajada al triste pa­ tesis, es decir, a reducir a una fórmula general fenó­
pel de Cenicienta, cayendo sobre ella el anatema de los menos de naturaleza muy distinta, y hasta contradicto­
papas de las cátedras, e hiriéndola mortalmejite las rios entre sí, lo que implica que todos ellos están admi­
befas de los coetáneos conspicuos, siempre había no po­ tidos; como la imparcialidad de estos pensadores, y tal vez
ca gente que se sentía atraída por aquella cosa enig­ su afición a la ciencia anatematizada, les preservaron
mática y que se ocupaba, si no públicamente, al menos de adherirse a la opinión pública, se empeñaron en cons­
en el recogimiento de sus gabinetes, de las doctrinas ana­ truir un puente, más o menos útil, entre la astrología
tematizadas y puestas en el Indice por la ciencia oficial. y las demás ciencias. La razón por la que hasta hoy
Convengo en que la mayoría de los interesados con­ han tenido poco éxito está en que, desgraciadamente,
sideraban y siguen considerando la astrología desde el son poquísimos quienes se dedican al estudio de la as­
punto de vista puramente práctico. Quisieran colarse en trología científica. Todos ellos se daban cuenta cabal
el homo del destino para escamotear algunas pasas del de que, para lograr su fin, tenían que despojar a la as­
pan dulce que se está cociendo. Como cierta presciencia trología de su carácter de adivinación, que más la re­
no puede dejar de ser muy útil para la actitud a adoptar lajaba, y que luego debían restituirle su carácter ori­
en muchas situaciones de la vida, se puede tener com­ ginario de ciencia del Universo. Aquellos pensadores ya
202 D f. A dolfo W eiss
L a E sfinge D evelada 203
no preguntaron, de un modo ingenuo, simplista: ¿cómo
nos observables en el espacio terrestre. Su único defec­
puede leerse en los astros el destino de un individuo?
to es que no nos dice cómo obra la tal influencia.
Más bien el problema se les planteó en esta forma: ¿es
Recordando lo dicho de la inducción electromagné­
que los fenómenos observados en el Universo tienen in­
tica, echaremos de ver directamente el complicado me­
fluencia en los fenómenos observados en nuestro planeta,
canismo del determinismo cósmico, y podremos formar­
lo cual equivaldría a una determinación? Y de ser así, ¿có­
nos de él un concepto general. Vemos aquella serie de
mo puede averiguarse la conexión entre unos y otros?
Inducciones sucesivas que llegan hasta el átomo, y si
De esta suerte, hicieron perder a la astrología su odio­ consideramos que todos aquellos innumerables fenóme­
sa semejanza con el llamado arte de predecir el futuro, nos observables en el mundo — uno de los cuales es, na­
y definieron la astrología como la “ciencia del determi- turalmente, el fenómeno hombre— , no son, esencial­
nismo cósmico”. Estuvieron en lo cierto al dar ese paso mente, sino la expresión y la función de procesos intra­
digno de encomio. Y, sin embargo, tampoco esta defi­ atómicos, la doctrina, a primera vista tan absurda, de la
nición aseguró a la astrología el éxito definitivo, el re­ fuerza determinativa de los astros, adquirirá un sentido
conocimiento universal, puesto que el término nuevo, si absolutamente aceptable.
bien suena al investigador moderno y le llama la aten­ Debemos, a este propósito, advertir a los lectores un
ción sin ser rechazado desde un principio, encierra toda­ error en que casi todos incurren muy fácilmente, ya que
vía un contenido bastante extraño c incomprensible. ¡Y las mismas ciencias físicas nos inducen en ello. Hoy ya
nada más natural! Si nosotros, hoy día, dijéramos con no es posible hacerse culpables del “crimen de lesa cien­
énfasis, jla astrología es la ciencia del deterininismo cós­ cia” cuando, como recalca también el astrónomo W in-
mico!, algunos espíritus particularmente instruidos, tal kel y como nosotros hemos acentuado siempre en otras
vez, serían capaces de formarse una idea muy vaga de publicaciones, consideramos las energías físicas conoci­
lo que quiere expresar esa definición. Y para la gran das — y, por ende, aun las químicas que, consideradas
mayoría de la gente culta, seguirán siendo palabras como movimientos intramoleculares, han venido a iden­
obscuras, completamente incomprensibles. Según su tificarse con las físicas— , como modificaciones de una
temperamento, escucharán nuestras palabras con corte­ energía universal única, y precisamente por la simple
sía, disimulando su aburrimiento, o nos pedirán cate­ razón de que son susceptibles de transformación recí­
góricamente que nos expresemos en términos claros, pre­ proca. Así como un rayo de luz es descompuesto al
cisos, “en buen romance”, y que desistamos de explicar pasar a través de un prisma, así se descompone la ener­
una palabra extraña, por medio de otra palabra extraña. gía universal según la naturaleza del medio refractivo
Confesamos francamente que a nosotros nos pasó lo mis­ contra el cual choca. De ello resulta que las energías
mo, cuando por primera vez escuchamos aquella defini­ observadas e investigadas por la física no son sino al­
ción hecha con la mejor intención. gunos fenómenos particulares: aquellos que se produ­
¡Que no se nos comprenda mal! La definición es cen por la acción de la energía universal en el reino
acertadísima, aunque, tal vez, demasiado erudita, y el de lo inorgánico. La física exige que las condiciones
no haberla comprendido en seguida, no se debe a ella, fundamentales que rigen en su esfera sean aplicadas
sino al intelecto deficiente del que la formula. Ella ex­ unlvcrsalmente. Es evidente que al formular tal exi­
presa que los fenómenos que observamos en el Universo gencia, traspasa sus límites.
ejercen una influencia determinativa sobre los fenóme­ L¿) que bajo el ángulo de refracción del medio inor-
204 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 205

gánico se nos aparece como afinidad química o energía apenas si tenemos una vaga idea de las leyes a que obe­
física, se manifiesta a través del medio orgánico, como decen las energías de la vida orgánica. Conocemos los
alternativa de estímulo y de sensación, alternativa ca­ fenómenos, pero no las leyes; en tanto que las leyes que
racterizada por una indefinida variedad de resultados rigen a las energías operantes en el reino de lo inorgá­
de reacciones, a cuya suma solemos llamar vida y que nico, han sido estudiadas y fijadas en forma tal, que
comprenden las funciones más complicadas, hasta la cada colegial aprende de memoria las fórmulas respecti­
potencia espiritual del esclarecido genio. vas si quiere ser aprobado en el examen.
Esta vastísima escala es la que impide que nos de­ Pues bien; si nos figuramos que las mencionadas in­
mos cuenta de la oculta existencia de un denominador ducciones que se propagan hasta el átomo, no son otra
común para las innumerables diferenciaciones, y aun cosa que una sucesión de procesos de naturaleza física,
cuando ya nos hayamos hecho cargo de que aquél existe nos vamos a embarrancar lo mismo que la física y la
en realidad, este hecho nos parece inverosímil; y por ello fisiología, porque he aquí que esta última penetra hasta
mismo, la plenitud de manifestaciones de lo orgánico los procesos de naturaleza química más complicados en
se nos aparece como la libertad, la independencia, como el organismo, pero enmudece ante fenómenos como, por
algo que no se deja reducir a fórmulas, y menos fijar ejemplo, las sensaciones de placer o de disgusto. Así,
en leyes, es decir, como el libre albedrío. De ahí que sólo llegaríamos a comprender aquellos procesos de na­
nosotros, que tenemos ese sentimiento de la libertad, no turaleza físico-química que podemos observar en el exte­
rior y en el interior de los cuerpos orgánicos, pero nunca
queramos convencernos de la existencia de factores de­
terminativos fuera de nosotros, de la fatalidad de la alcanzaríamos a conocer el verdadero carácter de aque­
vida; de ahí que no podamos convencernos de que lo llos otros fenómenos específicos que obedecen a leyes
orgánico sea equivalente a lo inorgánico, donde es evi­ cósmicas, y a los cuales llamamos vida; además, toda la
dente que rige una legalidad inexorable; y por todas serie de inducciones que se propagan desde el Sol hasta
estas razones, por esta inhibición característica del gé­ el átomo, no sería otra cosa que un conjunto de cohetes
nero humano, nos oponemos a la equiparación de los dos que dándose fuego unos a otros, estallan sin producir
reinos teniéndola por un error, por una restricción de efecto duradero. Pero teniendo en cuenta que las leyes
nuestra supuesta libertad. de la física no comprenden todos los efectos de la energía
Estos sentimientos, humanamente tan comprensi­ universal, sino que ellos dependen del medio por el cual
ésta queda refractada, se comprenderá por qué hemos
bles, tienen que ceder a conocimientos más profundos.
Ix> incomparable, lo peculiar de lo vivo no es, al fin y definido — ya en nuestra obra Los Fundamentos de la As­
al cabo, otra cosa que el efecto que se produce al ser trología — , la astrología como la “fisiología de los astros”.
refractada la energía universal por un medio específico. Asimismo, se verá con toda claridad que la alternativa
Teniendo presente este hecho, comprenderemos que la “¿Sistema geocéntrico o heliocéntrico — Tolomeo o Co­
misma energía que bajo ciertas condiciones se nos ma­ pérnico?”, no afecta en modo alguno a la astrología como
nifiesta en el fenómeno de una bombilla eléctrica, se nos doctrina del dinamismo cósmico, y hasta desconoce en
aparece bajo otras condiciones, como impulso; bajo otras, absoluto el carácter esencial de la misma. Sólo a la as­
como sensación; bajo otras, como pensamiento, etcétera. tronomía importa saber si la Tierra gira alrededor del
Esta asociación de ideas nos parece extraña, precisamente Hol o el Sol alrededor de la Tierra; para aquellas corre­
porque todavía no estamos acostumbrados a ella, porque laciones de energías de que trata la astrología, es y se­
206 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 207

guirá siendo indiferente que A gire alrededor de B o que ción que existe entre los distintos puntos del círcu­
B gire alrededor de A. Repitamos, a este propósito, que lo horizontal de aquél y los puntos correspondien­
el sistema heliocéntrico no fué un arcano para los anti­ tes del círculo eclíptico.
guos; bien sabían que la Tierra y todos los demás planetas 8° La inducción de algún astro sobre un punto de la
giran alrededor del Sol. Prueba de ello son los datos ex­ Tierra, es alterada por el punto del círculo hori­
presados en la Pirámide de Cheops, así como las reflexio­ zontal en que el astro se halla.
nes que condujeron a la determinación de los domicilios. 9v La relación de inducción entre cada punto del
Mas, los antiguos se creían autorizados para valerse del círculo horizontal y el punto correspondiente del
mismo expediente de que, aún hoy, cualquier astrónomo círculo eclíptico, es modificada por el valor de in­
se sirve para muchos cálculos; supusieron a la Tierra fija ducción de aquel astro para el cual el respectivo
en el centro del sistema, ya que tal punto de referencia punto de la eclíptica coincide con el principio de
simplificaba tanto el sistema como los cálculos respecti­ su círculo particular ( “zodíaco del astro”) ; esta
vos. Esta hipótesis no les hizo olvidar, como no lo ol­ modificación obra según el punto del horizonte en
vidan los astrónomos modernos, que en realidad pasa que se halle el astro mismo.
todo lo contrario; y para la astrología misma, no podía De estos nueve puntos resulta que, según los as­
tener ninguna importancia. trólogos, todas las relaciones de inducción y todas las
Habiendo reconocido que la astrología es la doctrina alteraciones de las distintas inducciones poseen la virtud
de los efectos de las inducciones universales, podemos de ejercer, a un tiempo determinado, alguna influencia
resumir esta doctrina en los términos siguientes: sobre un punto determinado de la Tierra. Es aquí donde
vemos con toda claridad el paso, de la filosofía del Uni­
1? El Sol, centro del sistema, induce generalmente a
verso, a la astrología práctica.
cada uno de los planetas.
2" Los planetas, a su vez, se inducen mutuamente. Repetimos que la astrología se ocupa, ante todo, de
3° Pero cualquier inducción de un astro es caracte­ las inducciones sucesivas. Para producir una inducción,
rizada cuantitativamente por el punto de su órbita se precisa un inductor. Tales son los planetas. Se pro­
en que se halla. cede, entonces, a determinar, sin tomar en consideración
4? Además, la intensidad de la inducción es alterada eventuales factores concomitantes y alterativos, la natu­
por la relación al arco, que existe entre dos o más raleza de cada astro, con un término de dinámica: su
astros. potencial. Luego se calcula la cantidad de esta energía
que el astro puede inducir en el momento dado. Esta
5V La Tierra, que se supone fija, es inducida por cada
uno de los astros del sistema, y precisamente con cantidad varía según el signo eclíptico en que se halle
relación a ellos mismos, es decir, exclusivamente el astro. Ahora se compara el carácter específico del
por los movimientos aparentes de los astros. signo del zodíaco eclíptico, es decir, la variedad de ener­
gía que el signo representa, con la naturaleza del planeta
6? Como cualquier punto de la Tierra es el centro de
observado en este mismo signo; de esta suerte, es posible
algún horizonte, éste también puede ser conside­
formar un juicio de la cantidad de energía inducida por
rado como plano fijo, con el cual la eclíptica forma
el planeta, asi como de su calidad o naturaleza. Como
un ángulo que varía según el día y la hora.
7^ La inducción universal recibida por algún punto cada astro no sólo induce, sino que es inducido por todos
ios demás, hay que investigar las relaciones de arco que
de la Tierra, entra, pues, directamente en la rela­
208 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 209

existen entre un planeta determinado y los demás, puesto es maléfico, en tanto que el mismo aspecto de otro pla­
que de esas relaciones resultan los ángulos de incidencia neta es benéfico. Todo depende del inductor, puesto que
de las inducciones. Recordemos que, por ejemplo, algún el zodíaco del aspecto es construido precisamente con re­
objeto parecerá más claro o más obscuro según la aber­ lación a.la naturaleza esencial del inductor, y empieza,
tura que tenga el ángulo del rayo de luz incidente; podría por tanto, lógicamente, en aquel signo que es conside­
decirse que el objeto está cargado de mayor o menor rado el dom icilio de este inductor.
cantidad de luz, respectivamente. La investigación de Puede construirse otro zodíaco que empiece en el pla­
las relaciones de arco no es otra cosa que el estudio de los neta inducido: sería aquel un zodiaco inducido y sus
aspectos, tema que los astrólogos siempre han conside­ signos estarían ordenados en sentido opuesto al de los
rado el más espinoso de toda su labor. signos del zodiaco tipo. Más adelante volveremos sobre
Sin embargo, la teoría de los aspectos es muy sencilla. el particular. Aquí nos limitamos a señalar el hecho de
Se funda en las mismas consideraciones que condujeron que la intensidad de la influencia que un inductor ejerce
a la determinación del zodíaco. Observemos dos astros, sobre un inducido, varía según el signo del zodiaco indu­
el uno inducido, que obra de inductor; el otro ha de ser cido en que se halle el inductor. Por ello se explican va­
inducido y se llamará, luego, inducido. El zodíaco que su­ rios aforismos astrológicos, al parecer contradictorios en­
ponemos que empieza en el inductor — llamado zodíaco tre sí. También es un hecho que la mayoría de los in­
del inductor — , es proyectado sobre la eclíptica, a que lo vestigadores modernos, por su falta de comprensión para
referimos todo. Claro está que el inducido coincide ahora el mecanismo de las inducciones, no han encontrado una
con otro punto de este círculo. La posición del inducido solución satisfactoria de tales contradicciones, como, por
respecto de la del inductor, coincide, por tanto, como uno ejemplo, la de que el trígono de un Saturno débil es ma­
de los signos del zodiaco del inductor. Pero éste no debe léfico, en tanto que el aspecto del trígono es considerado
ser analizado según principios de geometría pura, como como benéfico, como el más benéfico de todos. Y, sin
suele hacerse por lo común, sino que debemos tener pre­ embargo, precisamente esas contradicciones aparentes
sente que cualquier zodíaco es un esquema de carácter Í.011 muy lógicas.
esencialmente físico, y ahora comprendemos que los as­ Con ello queda terminada la serie de observaciones
pectos son, en razón sucesiva, benéficos, mientras que en que algún planeta requiere para sí solo. Conocemos su
razón simultánea son maléficos, porque, en el primer naturaleza (potencial), las modificaciones benéficas o
caso, las variedades energéticas se agregan produciendo maléficas que en ésta provoca el signo de posición del
los tres fenómenos principales de cantidad, potencial c l'ltinclu (cantidad), y sus aspectos (intensidad) o, como
intensidad, tratándose en el segundo caso de una adición «ll- ■ M«h In de Villefranche, hemos determinado el “estado
de fenómenos principales de la misma naturaleza (can­ íleo” del planeta.
tidad con cantidad, etcétera), lo cual da por resultado n bli ndo sometido al mismo examen todos los pla-
un exceso. Asimismo, es evidente que el inducido expe­ eoitoeemu:; todas las inducciones a que, según el
rimenta la influencia del signo del zodiaco del inductor di' vImI a geocéntrico, la Tierra está sujeta en un
en que se halle. Si la naturaleza de este signo es contra­ do dudo. Cada una de esas inducciones es carac-
ria a la naturaleza del inductor, el inducido, indepen­ w |K)teiu:ial, por la naturaleza del astro; en
dientemente de la relación de arco, tampoco se avendrá, I, i-ii el signo de posición del astro; y en inten-
y esto nos explica por qué el aspecto de un planeta |h.| Ion lutpectos que el astro recibe. Queda por
210 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 211

averiguar el efecto que todas esas inducciones, que llegan i i. - iiiufU amente por estos signos, reconocemos que tam-
a cualquier punto de la Tierra, producen en un punto |i i . i m un zodíaco inducido alguna energía es sometida
determinado de la misma o, como dijo Morin, hay que •i un i \iimcn progresivo; pero en este caso se analiza pri­
averiguar la “determinación local” de esas energías. m eo romo siempre— la cantidad de la dinámica; luego
Como cualquier punto de la Tierra es el centro de un mIi I i tá la diferencia— , la intensidad, potencial y can-
horizonte, se examina éste según el teorema del círculo, 11 .i.»«l de la cinética; después, la intensidad, potencial y
considerándolo como zodíaco dividido en doce arcos, cada . Hiiliditd dr la estática; luego, la intensidad, potencial y
uno de los cuales tiene treinta grados, al igual de los arcos . .01111111(1 de la energética; y por último, la intensidad y
del zodíaco eclíptico. Pero como el horizonte no emite I iinti lal de la dinámica. En resumen, habiendo calcu-
Inducciones, sino que las recibe del cielo, como el hori­ ImiIo aproximadamente la cantidad de energía dinámica,
zonte es una circunferencia inducida, los arcos del zo­ ... obM iva la energía en movimiento, porque ésta es la
diaco horizontal no coinciden, de signo en signo, con los iiiioiifr tación principal de cualquier energía; luego se
arcos del zodíaco eclíptico. Sabemos que esta aseveración Iti observa en estado de equilibrio, pero sólo por un efec­
expresa todo lo contrario de lo que se afirma en cualquier to de abstracción; después, prosiguiendo en la abstrac-
manual de astrología. Ni los astrólogos antiguos ni los i ion y el análisis, se investigan las alteraciones del estado
modernos aludieron nunca, ni aún de paso, al hecho de di' equilibrio; y, por último, se examinan la intensidad
que el zodiaco horizontal es un círculo inducido. Al con­ v I» |>otoncial, que en cierto modo confirman los datos
trario; todos ellos dicen que las casas del horóscopo, es •lo que se ha partido. Este procedimiento es tan lógico
decir, los arcos de treinta grados del zodíaco horizontal, romo aquel del cual nos servimos para la investigación
coinciden exactamente con los signos del zodiaco eclíp­ do un zoiliaco tipo inductor, y hasta es superior por
tic o : la primera casa con Aries, la segunda con Tauro, la m uido se aviene mejor con una realidad sensible. La
tercera con Géminis, etcétera. Un examen escrupuloso I* Iractin pitagórica produce en este zodíaco inducido los
nos revela que en la mayoría de los casos, los datos refe­ mi'.mos efectos de naturaleza matemático-física, pero sólo
rentes a las casas del horóscopo no se avienen con los • i conocimiento cabal de las funciones de la tetractis nos
datos referentes a los signos del zodíaco con los cuales, lovi iura el sentido de las distintas cualidades que los
según los autores, aquéllas coinciden exactamente. nutorcH utribuyen a las casas del horóscopo. Estas cua­
Pues bien; esta coincidencia se da cuando consideramos lidades deben ser estudiadas según el teorema del círculo;
el orden de sucesión de las casas como orden de sucesión entonces ya no serán incomprensibles, puesto que así
de los signos de un zodíaco inducido. i orno cud.i uno de los signos de un zodiaco tipo puede ser
Como es sabido, la corriente inducida se propaga en <niisidi nido como punto gama, así cada una de las casas
dirección opuesta a la de la corriente inductora. De ello pui di m i considerada la primera en el zodíaco horizon­
se colige que los signos de un zodíaco inducido tienen tal v poi lo mismo, su carácter específico puede ser ana-
que seguirse por orden inverso del de los signos de un llMolü,
zodíaco tipo — como lo es la eclíptica— , considerado como Ante » do tratar del significado de las casas y su ex-
inductor. Obtenemos, pues, el orden siguiente: Aries, I»lti .o inn t.y un principios energéticos, tenemos que re-
Piscis, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio, Libra, bulii uiiii objeción que probablemente harían los astró-
Virgo, Leo, Cáncer, Géminis y Tauro. lOHon {te|min el teorema del círculo, la circunferencia
Recordando los fenómenos dinámicos, representados del lioilzontc se supone dividida en arcos iguales de
200 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 201

neoplasma; estimularían a los cromosomas, que se ha­ prensión para tal conato, no censurable por cierto. Pero
llan en el plasma nuclear de las células, a producir co­ H incurrir a menudo en errores, tomar por pasa a una
rrientes permanentes de inducción, dando lugar a un ex­ hormiga bañada en azúcar, y la consecutiva rabia por
ceso de proliferación. el resabio amargo, eso no debe achacarse a la astrología.
Permítasenos, ahora, una digresión aparente. Otros interesados hacen un negocio de la astrología;
La astrología parece rodeada de un misterio peculia- venden por pasas, a la gente ingenua, hormigas azuca­
rísimo. Sus fundamentos, de orden matemático-físico, radas. Esto no tiene disculpa; tal engaño no sólo perju­
quedaron relegados evidentemente, ya en épocas muy dica a los compradores, sino que desacredita en cada caso
remotas, al olvido; los astrólogos perdieron bien pronto a la astrología.
su carácter originario de filósofos del Universo, y lo que Son contadísimos los que se interesan por el cariz
de la astrología quedaba fué una serie de extrañas afir­ teórico-científico de la astrología. Es muy lamentable
maciones y reglas, sin fundamento, productos de la fan­ que sea tan reducido el número de interesados de, preci­
tasía; y de los astrólogos quedó una misteriosa cofradía samente, esta categoría; pero ello es muy natural; el
de adivinos, que no se sabía si habían de ser tenidos por pensar por el pensar, la ciencia por la ciencia, siempre
locos o por embusteros, y que reforzaban ese sentimien­ han sido fenómenos muy raros en nuestro planeta. Alió­
to de inseguridad por cuanto sus predicciones, de vez en la bien; estos pensadores, hombres modernos como eran,
cuando, y en no pocos casos, eran justificadas por los se asombraron de que las doctrinas de la astrología, en
acontecimientos. No debe, pues, extrañar que ya en la la forma en que las conocemos, no se dejaran poner en
antigüedad hubiera adversarios de la astrología y de relaciones con ninguna de las demás ciencias; la astro­
sus adeptos. A lo largo de los siglos, esta oposición fué logía parecía completamente aislada, y era probable que
creciendo hasta convertirse en opinión dominante al l>or su misma incompatibilidad con todas las demás dis­
triunfar el positivismo, y gracias a la instauración de ciplinas del saber, fuera tachada de falsa y rechazada.
la autocracia de las ciencias exactas. Aunque, andando Como el espíritu humano tiende, naturalmente, a la sín­
el tiempo, la astrología iba siendo rebajada al triste pa­ tesis, es decir, a reducir a una fórmula general fenó­
pel de Cenicienta, cayendo sobre ella el anatema de los menos de naturaleza muy distinta, y hasta contradicto­
papas de las cátedras, e hiriéndola mortalmcaite las rios entre sí, lo que implica que todos ellos están admi­
befas de los coetáneos conspicuos, siempre había no po­ tidos; como la imparcialidad de estos pensadores, y tal vez
ca gente que se sentía atraída por aquella cosa enig­ su afición a la ciencia anatematizada, les preservaron
mática y que se ocupaba, si no públicamente, al menos de adherirse a la opinión pública, se empeñaron en cons­
en el recogimiento de sus gabinetes, de las doctrinas ana­ truir un puente, más o menos útil, entre la astrología
tematizadas y puestas en el Indice por la ciencia oficial. y las demás ciencias. La razón por la que hasta hoy
Convengo en que la mayoría de los interesados con­ han tenido poco éxito está en que, desgraciadamente,
sideraban y siguen considerando la astrología desde el son poquísimos quienes se dedican al estudio de la as­
punto de vista puramente práctico. Quisieran colarse en trología científica. Todos ellos se daban cuenta cabal
el homo del destino para escamotear algunas pasas del de que, para lograr su fin, tenían que despojar a la as­
pan dulce que se está cociendo. Como cierta presciencia trología de su carácter de adivinación, que más la re­
no puede dejar de ser muy útil para la actitud a adoptar lajaba, y que luego debían restituirle su carácter ori­
en muchas situaciones de la vida, se puede tener com­ ginario de ciencia del Universo. Aquellos pensadores ya
202 D f. A d o l f o W eiss
L a Esfinge D evelada 203
no preguntaron, de un modo ingenuo, simplista: ¿cómo
nos observables en el espacio terrestre. Su único defec­
puede leerse en los astros el destino de un individuo?
to es que no nos dice cómo obra la tal influencia.
Más bien el problema se les planteó en esta forma: ¿es
Recordando lo dicho de la inducción electromagné­
que los fenómenos observados en el Universo tienen in­
tica, echaremos de ver directamente el complicado me­
fluencia en los fenómenos observados en nuestro planeta,
canismo del determinismo cósmico, y podremos formar­
lo cual equivaldría a una determinación? Y de ser así, ¿có­
nos de él un concepto general. Vemos aquella serie de
mo puede averiguarse la conexión entre unos y otros?
Inducciones sucesivas que llegan hasta el átomo, y si
De esta suerte, hicieron perder a la astrología su odio­ consideramos que todos aquellos innumerables fenóme­
sa semejanza con el llamado arte de predecir el futuro, nos observables en el mundo — uno de los cuales es, na­
y definieron la astrología como la “ciencia del determi- turalmente, el fenómeno hombre— , no son, esencial­
nismo cósmico”. Estuvieron en lo cierto al dar ese paso mente, sino la expresión y la función de procesos intra­
digno de encomio. Y, sin embargo, tampoco esta defi­ atómicos, la doctrina, a primera vista tan absurda, de la
nición aseguró a la astrología el éxito definitivo, el re­ fuerza determinativa de los astros, adquirirá un sentido
conocimiento universal, puesto que el término nuevo, si absolutamente aceptable.
bien suena al investigador moderno y le llama la aten­ Debemos, a este propósito, advertir a los lectores un
ción sin ser rechazado desde un principio, encierra toda­ error en que casi todos incurren muy fácilmente, ya que
vía un contenido bastante extraño c incomprensible. ¡Y las mismas ciencias físicas nos inducen en ello. Hoy ya
nada más natural! Si nosotros, hoy día, dijéramos con no es posible hacerse culpables del “crimen de lesa cien­
énfasis, jla astrología es la ciencia del deterininismo cós­ cia” cuando, como recalca también el astrónomo W in-
mico!, algunos espíritus particularmente instruidos, tal kel y como nosotros hemos acentuado siempre en otras
vez, serían capaces de formarse una idea muy vaga de publicaciones, consideramos las energías físicas conoci­
lo que quiere expresar esa definición. Y para la gran das — y, por ende, aun las químicas que, consideradas
mayoría de la gente culta, seguirán siendo palabras como movimientos intramoleculares, han venido a iden­
obscuras, completamente incomprensibles. Según su tificarse con las físicas— , como modificaciones de una
temperamento, escucharán nuestras palabras con corte­ energía universal única, y precisamente por la simple
sía, disimulando su aburrimiento, o nos pedirán cate­ razón de que son susceptibles de transformación recí­
góricamente que nos expresemos en términos claros, pre­ proca. Así como un rayo de luz es descompuesto al
cisos, “en buen romance”, y que desistamos de explicar pasar a través de un prisma, así se descompone la ener­
una palabra extraña, por medio de otra palabra extraña. gía universal según la naturaleza del medio refractivo
Confesamos francamente que a nosotros nos pasó lo mis­ contra el cual choca. De ello resulta que las energías
mo, cuando por primera vez escuchamos aquella defini­ observadas e investigadas por la física no son sino al­
ción hecha con la mejor intención. gunos fenómenos particulares: aquellos que se produ­
¡Que no se nos comprenda mal! La definición es cen por la acción de la energía universal en el reino
acertadísima, aunque, tal vez, demasiado erudita, y el de lo inorgánico. La física exige que las condiciones
no haberla comprendido en seguida, no se debe a ella, fundamentales que rigen en su esfera sean aplicadas
sino al intelecto deficiente del que la formula. Ella ex­ unlvcrsalmente. Es evidente que al formular tal exi­
presa que los fenómenos que observamos en el Universo gencia, traspasa sus límites.
ejercen una influencia determinativa sobre los fenóme­ L¿) que bajo el ángulo de refracción del medio inor­
204 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 205

gánico se nos aparece como afinidad química o energía apenas si tenemos una vaga idea de las leyes a que obe­
física, se manifiesta a través del medio orgánico, como decen las energías de la vida orgánica. Conocemos los
alternativa de estímulo y de sensación, alternativa ca­ fenómenos, pero no las leyes; en tanto que las leyes que
racterizada por una indefinida variedad de resultados rigen a las energías operantes en el reino de lo inorgá­
de reacciones, a cuya suma solemos llamar vida y que nico, han sido estudiadas y fijadas en forma tal, que
comprenden las funciones más complicadas, hasta la cada colegial aprende de memoria las fórmulas respecti­
potencia espiritual del esclarecido genio. vas si quiere ser aprobado en el examen.
Esta vastísima escala es la que impide que nos de­ Pues bien; si nos figuramos que las mencionadas in­
mos cuenta de la oculta existencia de un denominador ducciones que se propagan hasta el átomo, no son otra
común para las innumerables diferenciaciones, y aun cosa que una sucesión de procesos de naturaleza física,
cuando ya nos hayamos hecho cargo de que aquél existe nos vamos a embarrancar lo mismo que la física y la
en realidad, este hecho nos parece inverosímil; y por ello fisiología, porque he aquí que esta última penetra hasta
mismo, la plenitud de manifestaciones de lo orgánico los procesos de naturaleza química más complicados en
se nos aparece como la libertad, la independencia, como el organismo, pero enmudece ante fenómenos como, por
algo que no se deja reducir a fórmulas, y menos fijar ejemplo, las sensaciones de placer o de disgusto. Así,
en leyes, es decir, como el libre albedrío. De ahí que sólo llegaríamos a comprender aquellos procesos de na­
nosotros, que tenemos ese sentimiento de la libertad, no turaleza físico-química que podemos observar en el exte­
rior y en el interior de los cuerpos orgánicos, pero nunca
queramos convencernos de la existencia de factores de­
terminativos fuera de nosotros, de la fatalidad de la alcanzaríamos a conocer el verdadero carácter de aque­
vida; de ahí que no podamos convencernos de que lo llos otros fenómenos específicos que obedecen a leyes
orgánico sea equivalente a lo inorgánico, donde es evi­ cósmicas, y a los cuales llamamos vida; además, toda la
dente que rige una legalidad inexorable; y por todas serie de inducciones que se propagan desde el Sol hasta
estas razones, por esta inhibición característica del gé­ el átomo, no sería otra cosa que un conjunto de cohetes
nero humano, nos oponemos a la equiparación de los dos que dándose fuego unos a otros, estallan sin producir
reinos teniéndola por un error, por una restricción de efecto duradero. Pero teniendo en cuenta que las leyes
nuestra supuesta libertad. de la física no comprenden todos los efectos de la energía
Estos sentimientos, humanamente tan comprensi­ universal, sino que ellos dependen del medio por el cual
ésta queda refractada, se comprenderá por qué hemos
bles, tienen que ceder a conocimientos más profundos.
Ix> incomparable, lo peculiar de lo vivo no es, al fin y definido — ya en nuestra obra Los Fundamentos de la As­
al cabo, otra cosa que el efecto que se produce al ser trología — , la astrología como la “fisiología de los astros”.
refractada la energía universal por un medio específico. Asimismo, se verá con toda claridad que la alternativa
Teniendo presente este hecho, comprenderemos que la “¿Sistema geocéntrico o heliocéntrico — Tolomeo o Co­
misma energía que bajo ciertas condiciones se nos ma­ pérnico?”, no afecta en modo alguno a la astrología como
nifiesta en el fenómeno de una bombilla eléctrica, se nos doctrina del dinamismo cósmico, y hasta desconoce en
aparece bajo otras condiciones, como impulso; bajo otras, absoluto el carácter esencial de la misma. Sólo a la as­
como sensación; bajo otras, como pensamiento, etcétera. tronomía importa saber si la Tierra gira alrededor del
Esta asociación de ideas nos parece extraña, precisamente Hol o el Sol alrededor de la Tierra; para aquellas corre­
porque todavía no estamos acostumbrados a ella, porque laciones de energías de que trata la astrología, es y se­
206 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 207

guirá siendo indiferente que A gire alrededor de B o que ción que existe entre los distintos puntos del círcu­
B gire alrededor de A. Repitamos, a este propósito, que lo horizontal de aquél y los puntos correspondien­
el sistema heliocéntrico no fué un arcano para los anti­ tes del círculo eclíptico.
guos; bien sabían que la Tierra y todos los demás planetas 8° La inducción de algún astro sobre un punto de la
giran alrededor del Sol. Prueba de ello son los datos ex­ Tierra, es alterada por el punto del círculo hori­
presados en la Pirámide de Cheops, así como las reflexio­ zontal en que el astro se halla.
nes que condujeron a la determinación de los domicilios. 9v La relación de inducción entre cada punto del
Mas, los antiguos se creían autorizados para valerse del círculo horizontal y el punto correspondiente del
mismo expediente de que, aún hoy, cualquier astrónomo círculo eclíptico, es modificada por el valor de in­
se sirve para muchos cálculos; supusieron a la Tierra fija ducción de aquel astro para el cual el respectivo
en el centro del sistema, ya que tal punto de referencia punto de la eclíptica coincide con el principio de
simplificaba tanto el sistema como los cálculos respecti­ su círculo particular ( “zodíaco del astro”) ; esta
vos. Esta hipótesis no les hizo olvidar, como no lo ol­ modificación obra según el punto del horizonte en
vidan los astrónomos modernos, que en realidad pasa que se halle el astro mismo.
todo lo contrario; y para la astrología misma, no podía De estos nueve puntos resulta que, según los as­
tener ninguna importancia. trólogos, todas las relaciones de inducción y todas las
Habiendo reconocido que la astrología es la doctrina alteraciones de las distintas inducciones poseen la virtud
de los efectos de las inducciones universales, podemos de ejercer, a un tiempo determinado, alguna influencia
resumir esta doctrina en los términos siguientes: sobre un punto determinado de la Tierra. Es aquí donde
vemos con toda claridad el paso, de la filosofía del Uni­
1? El Sol, centro del sistema, induce generalmente a
verso, a la astrología práctica.
cada uno de los planetas.
2" Los planetas, a su vez, se inducen mutuamente. Repetimos que la astrología se ocupa, ante todo, de
3° Pero cualquier inducción de un astro es caracte­ las inducciones sucesivas. Para producir una inducción,
rizada cuantitativamente por el punto de su órbita se precisa un inductor. Tales son los planetas. Se pro­
en que se halla. cede, entonces, a determinar, sin tomar en consideración
4? Además, la intensidad de la inducción es alterada eventuales factores concomitantes y alterativos, la natu­
por la relación al arco, que existe entre dos o más raleza de cada astro, con un término de dinámica: su
astros. potencial. Luego se calcula la cantidad de esta energía
que el astro puede inducir en el momento dado. Esta
5V La Tierra, que se supone fija, es inducida por cada
uno de los astros del sistema, y precisamente con cantidad varía según el signo eclíptico en que se halle
relación a ellos mismos, es decir, exclusivamente el astro. Ahora se compara el carácter específico del
por los movimientos aparentes de los astros. signo del zodíaco eclíptico, es decir, la variedad de ener­
gía que el signo representa, con la naturaleza del planeta
6? Como cualquier punto de la Tierra es el centro de
observado en este mismo signo; de esta suerte, es posible
algún horizonte, éste también puede ser conside­
formar un juicio de la cantidad de energía inducida por
rado como plano fijo, con el cual la eclíptica forma
el planeta, asi como de su calidad o naturaleza. Como
un ángulo que varía según el día y la hora.
7^ La inducción universal recibida por algún punto cada astro no sólo induce, sino que es inducido por todos
ios demás, hay que investigar las relaciones de arco que
de la Tierra, entra, pues, directamente en la rela­
208 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 209

existen entre un planeta determinado y los demás, puesto es maléfico, en tanto que el mismo aspecto de otro pla­
que de esas relaciones resultan los ángulos de incidencia neta es benéfico. Todo depende del inductor, puesto que
de las inducciones. Recordemos que, por ejemplo, algún el zodíaco del aspecto es construido precisamente con re­
objeto parecerá más claro o más obscuro según la aber­ lación a.la naturaleza esencial del inductor, y empieza,
tura que tenga el ángulo del rayo de luz incidente; podría por tanto, lógicamente, en aquel signo que es conside­
decirse que el objeto está cargado de mayor o menor rado el dom icilio de este inductor.
cantidad de luz, respectivamente. La investigación de Puede construirse otro zodíaco que empiece en el pla­
las relaciones de arco no es otra cosa que el estudio de los neta inducido: sería aquel un zodiaco inducido y sus
aspectos, tema que los astrólogos siempre han conside­ signos estarían ordenados en sentido opuesto al de los
rado el más espinoso de toda su labor. signos del zodiaco tipo. Más adelante volveremos sobre
Sin embargo, la teoría de los aspectos es muy sencilla. el particular. Aquí nos limitamos a señalar el hecho de
Se funda en las mismas consideraciones que condujeron que la intensidad de la influencia que un inductor ejerce
a la determinación del zodíaco. Observemos dos astros, sobre un inducido, varía según el signo del zodiaco indu­
el uno inducido, que obra de inductor; el otro ha de ser cido en que se halle el inductor. Por ello se explican va­
inducido y se llamará, luego, inducido. El zodíaco que su­ rios aforismos astrológicos, al parecer contradictorios en­
ponemos que empieza en el inductor — llamado zodíaco tre sí. También es un hecho que la mayoría de los in­
del inductor — , es proyectado sobre la eclíptica, a que lo vestigadores modernos, por su falta de comprensión para
referimos todo. Claro está que el inducido coincide ahora el mecanismo de las inducciones, no han encontrado una
con otro punto de este círculo. La posición del inducido solución satisfactoria de tales contradicciones, como, por
respecto de la del inductor, coincide, por tanto, como uno ejemplo, la de que el trígono de un Saturno débil es ma­
de los signos del zodiaco del inductor. Pero éste no debe léfico, en tanto que el aspecto del trígono es considerado
ser analizado según principios de geometría pura, como como benéfico, como el más benéfico de todos. Y, sin
suele hacerse por lo común, sino que debemos tener pre­ embargo, precisamente esas contradicciones aparentes
sente que cualquier zodíaco es un esquema de carácter Í.011 muy lógicas.
esencialmente físico, y ahora comprendemos que los as­ Con ello queda terminada la serie de observaciones
pectos son, en razón sucesiva, benéficos, mientras que en que algún planeta requiere para sí solo. Conocemos su
razón simultánea son maléficos, porque, en el primer naturaleza (potencial), las modificaciones benéficas o
caso, las variedades energéticas se agregan produciendo maléficas que en ésta provoca el signo de posición del
los tres fenómenos principales de cantidad, potencial c l'ltinclu (cantidad), y sus aspectos (intensidad) o, como
intensidad, tratándose en el segundo caso de una adición «ll- ■ M«h In de Villefranche, hemos determinado el “estado
de fenómenos principales de la misma naturaleza (can­ íleo” del planeta.
tidad con cantidad, etcétera), lo cual da por resultado n bli ndo sometido al mismo examen todos los pla-
un exceso. Asimismo, es evidente que el inducido expe­ eoitoeemu:; todas las inducciones a que, según el
rimenta la influencia del signo del zodiaco del inductor di' vImI a geocéntrico, la Tierra está sujeta en un
en que se halle. Si la naturaleza de este signo es contra­ do dudo. Cada una de esas inducciones es carac-
ria a la naturaleza del inductor, el inducido, indepen­ w |K)teiu:ial, por la naturaleza del astro; en
dientemente de la relación de arco, tampoco se avendrá, I, i-ii el signo de posición del astro; y en inten-
y esto nos explica por qué el aspecto de un planeta |h.| Ion lutpectos que el astro recibe. Queda por
210 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 211

averiguar el efecto que todas esas inducciones, que llegan i i. - iiiufU amente por estos signos, reconocemos que tam-
a cualquier punto de la Tierra, producen en un punto |i i . i m un zodíaco inducido alguna energía es sometida
determinado de la misma o, como dijo Morin, hay que •i un i \iimcn progresivo; pero en este caso se analiza pri­
averiguar la “determinación local” de esas energías. m eo romo siempre— la cantidad de la dinámica; luego
Como cualquier punto de la Tierra es el centro de un mIi I i tá la diferencia— , la intensidad, potencial y can-
horizonte, se examina éste según el teorema del círculo, 11 .i.»«l de la cinética; después, la intensidad, potencial y
considerándolo como zodíaco dividido en doce arcos, cada . Hiiliditd dr la estática; luego, la intensidad, potencial y
uno de los cuales tiene treinta grados, al igual de los arcos . .01111111(1 de la energética; y por último, la intensidad y
del zodíaco eclíptico. Pero como el horizonte no emite I iinti lal de la dinámica. En resumen, habiendo calcu-
Inducciones, sino que las recibe del cielo, como el hori­ ImiIo aproximadamente la cantidad de energía dinámica,
zonte es una circunferencia inducida, los arcos del zo­ ... obM iva la energía en movimiento, porque ésta es la
diaco horizontal no coinciden, de signo en signo, con los iiiioiifr tación principal de cualquier energía; luego se
arcos del zodíaco eclíptico. Sabemos que esta aseveración Iti observa en estado de equilibrio, pero sólo por un efec­
expresa todo lo contrario de lo que se afirma en cualquier to de abstracción; después, prosiguiendo en la abstrac-
manual de astrología. Ni los astrólogos antiguos ni los i ion y el análisis, se investigan las alteraciones del estado
modernos aludieron nunca, ni aún de paso, al hecho de di' equilibrio; y, por último, se examinan la intensidad
que el zodiaco horizontal es un círculo inducido. Al con­ v I» |>otoncial, que en cierto modo confirman los datos
trario; todos ellos dicen que las casas del horóscopo, es •lo que se ha partido. Este procedimiento es tan lógico
decir, los arcos de treinta grados del zodíaco horizontal, romo aquel del cual nos servimos para la investigación
coinciden exactamente con los signos del zodiaco eclíp­ do un zoiliaco tipo inductor, y hasta es superior por
tic o : la primera casa con Aries, la segunda con Tauro, la m uido se aviene mejor con una realidad sensible. La
tercera con Géminis, etcétera. Un examen escrupuloso I* Iractin pitagórica produce en este zodíaco inducido los
nos revela que en la mayoría de los casos, los datos refe­ mi'.mos efectos de naturaleza matemático-física, pero sólo
rentes a las casas del horóscopo no se avienen con los • i conocimiento cabal de las funciones de la tetractis nos
datos referentes a los signos del zodíaco con los cuales, lovi iura el sentido de las distintas cualidades que los
según los autores, aquéllas coinciden exactamente. nutorcH utribuyen a las casas del horóscopo. Estas cua­
Pues bien; esta coincidencia se da cuando consideramos lidades deben ser estudiadas según el teorema del círculo;
el orden de sucesión de las casas como orden de sucesión entonces ya no serán incomprensibles, puesto que así
de los signos de un zodíaco inducido. i orno cud.i uno de los signos de un zodiaco tipo puede ser
Como es sabido, la corriente inducida se propaga en <niisidi nido como punto gama, así cada una de las casas
dirección opuesta a la de la corriente inductora. De ello pui di m i considerada la primera en el zodíaco horizon­
se colige que los signos de un zodíaco inducido tienen tal v poi lo mismo, su carácter específico puede ser ana-
que seguirse por orden inverso del de los signos de un llMolü,
zodíaco tipo — como lo es la eclíptica— , considerado como Ante » do tratar del significado de las casas y su ex-
inductor. Obtenemos, pues, el orden siguiente: Aries, I»lti .o inn t.y un principios energéticos, tenemos que re-
Piscis, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio, Libra, bulii uiiii objeción que probablemente harían los astró-
Virgo, Leo, Cáncer, Géminis y Tauro. lOHon {te|min el teorema del círculo, la circunferencia
Recordando los fenómenos dinámicos, representados del lioilzontc se supone dividida en arcos iguales de
212 D r. A dolfo W e iss L a Esfinge D evelada 213
treinta grados; los sectores respectivos se llaman casas. l VI XI - IV - IX - II - V II - X II - V - X - III - V III. Las
Los astrólogos objetarán que las casas sólo tienen treinta
i'fcnMM forman de esta suerte un dodecágono semejante a
grados en las inmediaciones del ecuador, mientras que iiun estrella.
en todas las demás latitudes son desiguales, es decir, I as tres primeras casas de esta estrella de la vida co-
que según la latitud, son mayores o menores de treinta iM ri|K>nden a la infancia:
grados; además, las casas serían, no tanto sectores del
I: nacimiento.
círculo del horizonte, sino más bien sectores del círculo
VI: primeros esfuerzos espontáneos tendientes al
de la eclíptica. Precisamente esta última observación re­
progreso y a la entrada en posesión de la con­
vela la causa de la controversia entre los astrólogos y
ciencia.
nosotros; proyectando sobre la eclíptica el “zodíaco ho­
X I: primeras relaciones con el medio ambiente.
rizontal” o “de las casas”, lo mismo que cualquier “zo­
Miguen las tres casas que comprenden la juventud:
díaco auxiliar”, se obtuvieron arcos que, debido a las
leyes de la matemática, eran desiguales y diferentes se­ IV: posesión definitiva de la conciencia, formación
gún la situación geográfica del lugar a que se refirieran. del carácter.
Es que, a consecuencia de los desplazamientos resultantes IX : autodisciplina como consecuencia de los escar­
de la proyección, las casas ya no pueden coincidir con las mientos.
signos del zodíaco. Es más; las casas pueden empezar, II: medro social por la evolución del individuo en
debido al movimiento aparente del cielo, en cualquier el medio ambiente.
grado de algún signo, y por esto mismo se explica que I.uego las tres casas que corresponden a la edad ma­
una casa puede ser ocupada por signos eclípticos no dura:
análogos a la misma, juntamente con los respectivos pla­ V II: matrimonio.
netas. Entonces parece que las casas son, en realidad, X II: trabajo.
sectores desiguales de la eclíptica. No podemos expla­ V : procreación.
yarnos, aquí, sobre el tema de la proyección, es decir, Las tres últimas comprenden la vejez:
sobre el desarrollo de las casas según principios mate­ X : autoridad.
mático-astrológicos; remitimos al lector interesado a III: holgura de los pensamientos como resultado de
nuestra obra Elementos de Astrología, donde lo hemos la asociación de las ideas adquiridas.
tratado con todos los detalles. V III: muerte.
Volvamos, ahora, del plano matemático-astronómico, Otra división — menos sutil, pero más sencilla— de la
al plano físico-astrológico, y entremos en las casas mis­ vida y, por tanto, del horóscopo, es la por triplicidades,
mas para conocer su “naturaleza esencial”. En el zodíaco t to es, por cuatro triángulos equiláteros correspondien­
horizontal, ellas se siguen por orden numérico, pero este te,i u los cuatro factores decisivos en la vida, a saber:
orden, por derivarse del teorema del círculo, es más bien evolución, activii^ personal, relaciones y restricciones.
una abstracción. Y como la vida humana no se rige por Pura el examen ae las casas — consideradas como los
tal orden abstracto, sino o por ninguno o por uno con­ cnm|X>8 de fuerzas de un zodíaco inducido— , seguiré esta
creto, tenemos que ordenar las casas de modo que coin­ e lM e n c ió n , en la que las casas aparecen ordenadas del
cidan con el orden natural de los acontecimientos princi­ |J Ule ule modo: I - V - IX ; X - II - V I; V II - X I - III;
pales de la vida; obtenemos así el orden siguiente: iv • v í a - x i i .
214 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 215

Examinemos, pues, el triángulo de la evolución: Veamos, ahora, el triángulo de la actividad: X - II - VI.


I - V - IX. La décima casa corresponde al signo Cáncer y tiene
La primera casa corresponde al signo Aries y tiene el «•I Ignificado genérico de actividad. Comprende todas las
significado genérico de la vida. Es la casa de la constitu­ manifestaciones de la misma: las actividades desempe­
ción física y la espiritual de la persona a que se saca el ñadas con fines de lucro, es decir, la industria y la pro-
horóscopo. Es aquí donde se determina la cantidad de frxión; los honores que se alcanzan con tales actividades,
energía evolutiva, y, en efecto, Aries es un signo de can­ y, |>or consiguiente, el poder profesional que cada cual
tidad dinámica, el esquema de una onda, de una mani­ ejerce, y la autoridad que tiene. Son las múltiples corre­
festación de energía espontánea. laciones entre el yo y el medio ambiente; el uso de
La quinta casa corresponde al signo Sagitario y tiene la fuente de las experiencias propias, y la comunicación
el significado genérico de procreación material. Expresa de estas experiencias a la sociedad. Es evidente la ana-
los afectos o impulsos que llevan a la procreación, así logia con el Cáncer, signo de cantidad energética y síra-
como el resultado de ésta: los hijos. Es la casa de la bolo de la intercomunicación y el cambio.
intensidad de la vida y de sus consecuencias físicas; con­ La segunda casa corresponde a Piscis y tiene el sig­
cuerda, por tanto, con el signo Sagitario, que representa nificado genérico de medro material. Esta, que es la con­
la intensidad de una corriente. gruen cia de las actividades, puede ser de orden físico
La novena casa corresponde al signo Leo y tiene el (crecimiento) o de orden social (fortuna), y es siempre el
significado genérico de procreación espiritual. Compren­ resultado de la adaptación al medio ambiente por modi­
de la función de pensar y la metafísica, aun en su forma ficaciones anteriores. Esto es precisamente lo que sim­
muy vaga de exaltaciones y sueños. Mas, como el acto boliza Piscis, signo de intensidad cinética, alteración del
de pensar es, en sus muchas formas, una penetración en movimiento como resultado de la adaptación al medio
las esferas espirituales, la casa también puede ser carac­ ambiente.
terizada como ansia de in fin ito y, tomando este infinito La sexta casa corresponde a Escorpio y tiene el sig­
en un sentido material, se pueden encuadrar en esta casa nificado genérico de medro moral. Comprende aquellas
los viajes a países lejanos y demás satisfacciones de consecuencias de la actividad cuya expresión es el pro­
aquella ansia. El hombre despliega, pues, en esta casa, greso espiritual y el material. Este progreso trae consigo,
una energía individual invirtiéndola en investigaciones por una parte, el adelanto en el conocimiento de cau-
de orden espiritual y de orden material, como si, antes j as, y por otra, la mejora de la situación económica.
de su muerte, hacia la cual va evolucionando en este Es, pues, la casa de los bienes muebles que, en general,
período de la vida, quisiera llevar su yo a la suma per­ tienen un valor más bien ficticio, puesto que no repre­
fección, a fin de perpetuarse, por lo menos, mediante sentan sino el valor que cada uno les atribuye, y lo que
creaciones de esta índole, ya que sus hijos tienen que pura el uno es anhelado lujo sin el cual cree que no puede
morir al igual que él mismo. Es la forma más sublime de vivir, es para el otro cosa superflua que lo tiene completa­
conservación de la individualidad, sólo comparable a la mente despreocupado. Se trata, en rigor, de un valor muy
persistencia del vórtice en medio de una corriente, esa general, inestable, con un término de física: de una po­
potencial energética, cuyo esquema es el signo Leo y tencial general, simbolizada por Escorpio; en este caso,
como cuya expresión más evolucionada, el hombre es una un movimiento progresivo por efecto de la presión con­
potencia espiritual. tinua de la corriente de agua, y en aquél, un progreso
216 D r. A dolfo W eiss L a Esfinge D evelada 217

por efecto de los esfuerzos continuos requeridos por la n-n tienen un carácter más bien ficticio, porque en ellos
actividad. predomina lo irreal. En el orden puramente espiritual,
Consideremos, ahora, el triángulo de las relaciones: r< manifiestan en la enseñanza, es decir, en la combi­
V II - X I - III. nación de conocimientos o en la asociación de ideas, que
La séptima casa corresponde a Libra y tiene el sig­ lineen resaltar la penetración o sutileza del individuo;
nificado genérico de uniones. Como cualquier unión se mientras que en un orden más bien material, están repre-
establece o por convenio tácito o según acuerdo formal, « litados por el hermanazgo y el compadrazgo, que espe­
que tienen fuerza de ley para las partes interesadas y cialmente en la antigüedad constituyeron, ante todo, una
mantienen el equilibrio, esta casa es la de toda clase de m iación de orden puramente ético. Todas las relaciones
contratos, como capitulaciones matrimoniales, tratados «le esta índole son caracterizadas por cierta vivacidad, ya
comerciales, sociales, políticos, etcétera. Si el tratado es que tienen su origen en la potencialidad de “lo vivaz”, y
violado, se produce un desequilibrio, el desacuerdo entre ellas son las que hacen del hombre un hombre, único ser
las partes interesadas se hace patente; de ahí que la casa viviente que, con pleno conocimiento de su espirituali­
comprenda también los atentados contra el orden sancio­ dad, se asocia a sus iguales. Ahora bien; el zodiaco eclíp­
nado por las leyes: quebrantamiento de la ley, pleito y t i co contiene un solo campo de fuerzas de igual eficacia:
guerra. Los mismos astrólogos admiten la analogía de la Acuario, signo de potencial cinética, esquema del aumen­
séptima casa con el signo Libra, signo de cantidad es­ to de velocidad de la corriente, y símbolo del genio hu­
tática y símbolo del equilibrio. mano.
La undécima casa corresponde a Géminis y tiene el Por último, el t r i á n g u l o de las restricciones:
significado genérico de relaciones materiales. Esto es IV - V III - XII.
muy lógico, puesto que la consecuencia de la unión es La cuarta casa corresponde a Capricornio y tiene el
como una multiplicación. Tomando incremento, la unión dignificado genérico de herencia. Se refiere a aquellos
se convierte en sociedad, en una comunidad de intereses abismos del individuo de los cuales nadie puede emanci­
más o menos consolidada, más o menos persistente que, parse con todo su libre albedrío, puesto que el hombre,
sin embargo, nunca será otra cosa que una unión que admítalo o no, queda determinado por sus antepasados,
ha adquirido mayores proporciones. La casa comprende, l»oi su raza y por su patria. Todo ello le viene desde las
por tanto, la amistad y las relaciones con el medio am­ fuentes de su origen, se precipita sobre él con la sangre
biente, como la clientela, el ambiente social en que el in­ de las generaciones de sus antepasados; es la tara here­
dividuo se va desarrollando, el cuerpo de electores, etcé­ ditaria que obra en las profundidades de su ser y que él,
tera. Es, por consiguiente, la casa de la confianza, de la por su parte, tiene que transmitir a otros, si quiere que
esperanza, del parentesco y de la posibilidad, de la chance, no se extinga su estirpe. La cuarta casa comprende tam­
que es como una variedad de la esperanza. Pues bien; bién la herencia material; lo que se hereda directamente
todas esas uniones son una presa que acumula cantida­ de los padres, los bienes raíces en el lugar natal, el hogar,
des de energía, del mismo modo que Géminis, signo de iu patria chica y la patria propiamente dicha. La ana­
intensidad energética, detiene las aguas para un nuevo, logía con el Capricornio — signo de cantidad cinética,
mayor despliegue de energías. esquema del salto de agua y símbolo del hundimiento
La tercera casa corresponde a Acuario y tiene el sig­ del Individuo en la materialidad, a que queda apegado— ,
nificado genérico de relaciones espirituales. Estos enla- • n tan evidente que nada nos queda por explicar.

n
218 D r. A dolfo W kiss L a Esfinge D evelada 219
La octava casa corresponde a Virgo y tiene el signifi­ Iones muy instructivas combinando los datos referentes
cado genérico de obligaciones materiales. Se trata de ii las triplicidades con lo que hemos dicho del dodecágono
coerciones que son las consecuencias inmediatas de la de figura de estrella.
herencia. Esta creó el cuerpo y le dió su forma peculiar, Pero aún los escasos datos nos hablan con toda cla­
y el hombre tiene que conservar este legado manifiesto ridad:
de sus antepasados; es un deber en cuyo cumplimiento 1.a sucesión de las casas del horóscopo entraña toda
se desgastan los órganos, en círculo vicioso, empieza la una filosofía. ¡Y cuán superior y amplia es! Estudián­
debilidad senil y sobreviene la muerte. Todas estas coer­ dola con los métodos aconsejados por los autores anti­
ciones obran como freno, que restringe sucesivamente la guos, quedamos sorprendidos de la sublimidad de los
actividad del individuo, hasta la paralización, hasta la pensamientos que se nos revelan. Sin embargo, no de­
esterilidad. Esto lo expresa Virgo, signo de intensidad ísmos olvidar que todos aquellos pensamientos están en
energética, esquema de la disminución de velocidad de la i elación íntima establecida por el teorema del círculo, ni
corriente, y símbolo de la esterilidad. debemos tomar al pie de la letra lo dicho por los autores,
La duodécima casa corresponde a Tauro y tiene el imrque — forzoso es admitirlo— los astrólogos, cuyos tra­
significado genérico de deberes morales, el primero de los tados han llegado hasta nosotros, no han explicado nada,
cuales es, innegablemente, el de trabajar, sea física o ni menos trataron de producir pruebas en apoyo de sus
espiritualmente. Las consecuencias del trabajo consis­ afirmaciones, ni siquiera consignaron todo su saber, sino
ten en coerciones materiales o morales que detienen al que sólo nos dejaron algunos fragmentos. Escribieron,
hombre, ya en el lugar donde trabaja, ya en la sucesión u diferencia de los alquimistas, un lenguaje claro y hasta
de ideas que está analizando. Esta casa es, por tanto, la preciso; mas, se diría que se arredraron ante la amplitud
casa de la detención física, en la prisión, en el hospital o de sus teorías. El mismo Morin de Villefranche, único
en cualquier otro establecimiento destinado a recoger que nosotros sepamos— que se empeñó en cierta argu­
gentes; de la detención moral, en los celos, la envidia, el mentación aventurándose a penetrar en aquella amplia
odio, la inquina, es decir, en los bajos fondos del alma; y esfera, sólo logró reducir la materia a un sistema más
de la detención intelectual, en la soledad y en el aisla­ exacto, indicando excelentes métodos para vencer las di­
miento de la mentalidad de los otros. Así lleva el hombre ficultades, pero no agotó definitivamente el tema, y esto
su yugo prestando servicio, como Tauro, signo de po­ es muy natural, porque ese tema es, en cuanto resumen
tencial dinámica y esquema de la rueda de molino, que del determinismo cósmico, muy amplio y muy intrin­
fijo en su lugar y obedeciendo a la presión de la corriente, cado, y por lo mismo, fué para los autores materialmente
cumple sus funciones. ltn|)osible desarrollarlo con todos los detalles.
Bástenos con estos datos sobre los significados de las Mas, en materia de astrología, cualquier detalle tiene
casas, que no sería difícil duplicar y hasta triplicar. Nos ■u significado, que en ciertas circunstancias puede con­
hemos limitado a lo esencial. Todo cuanto pudiera aña­ v e l í liso en factor muy importante; el determinismo del
dir, sólo sería derivación de lo dicho. No tenemos el pro­ lu cho terrestre más insignificante tiene muchísimas cau­
pósito de escribir, aquí, un tratado de astrología, sino la*. y aún cuando fuese solamente una que no se tomara
que intentamos explicar, científicamente, siquiera las n i consideración, tal vez no se alcanzaría a comprender la
afirmaciones astrológicas de mayor trascendencia. Quien concomitancia de todas ellas. Y, en efecto, tal caso se
tenga talento para estas cosas, ya podrá sacar conclu- da con harta frecuencia, y esta laguna en nuestro saber
220 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 221

nos induce a hablar de casualidad en los casos en que cuerpo. En la séptima casa, se destaca, de entre todas
una inteligencia superior descubriría una rigurosa lógica. las uniones, el matrimonio, y en la octava casa, como
Dada la inagotabilidad de su tema, los autores se aplica­ particularidad más característica, la muerte. En la no­
ron a consignar, cuando menos, los detalles que tenían vena casa, que es la de la procreación espiritual y el
por más útiles y más importantes, empeñándose, por otra pensar, la piedad es una derivación que alcanzamos a
parte, en ordenar esos detalles en sus obras, de modo que comprender, considerando que en aquellos tiempos re­
pudieran servir para la reconstrucción de aquellas ramas motísimos cualquier pensamiento normal iba dirigido a
de la ciencia de las cuales ellos no se ocupaban. De ahí la metafísica o a la religión. En la décima casa, la acti­
esa incoherencia que a primera vista nos extraña y hasta vidad se considera en su consecuencia más sublime:
nos choca, pero que no nos parecerá tal a poco que estu­ como poder, que es un caso particular. En la undécima
diemos, no ya los tratados, sino la ciencia en sí. Donde casa prevalece el significado derivado: los beneficios
hay lagunas no es en la ciencia, sino en las obras que han sólo son una de tantas consecuencias de la amistad, y
llegado hasta nosotros. ésta misma no es más que un tácito convenio sobre una
Así, un célebre dístico resume, a modo de ayuda mne- base material adornada con sentencias idealistas. En
motccnica, los significados de las doce casas del horós­ la duodécima casa, sólo aparece la cárcel, que es, por
copo: cierto, el resultado de una larga serie de derivaciones
del significado genérico: del deber moral de trabajar.
Vita, lucrum , fratres, genitor, nati, valetudo,
Desgraciadamente, estos significados secundarios han
Uxor, rnors, pietas, regnum, benefactaque, carecr.
llegado a prevalecer. Multitud de gente poco o nada
Evidentemente, el dístico no expresa el significado
instruida, habiendo leído muy a la ligera las obras de
genérico de cada una de las casas, sino más bien ciertos
los autores antiguos, se empeñaron en compilar libros a
significados específicos, algunos de los cuales ya son el
modo de compendios, que, a su vez, fueron copiados por
resultado de una larga serie de derivaciones. En la pri­
autores posteriores, quienes, no menos esclarecidos que
mera casa, se considera solamente la vida en vez de la
sus predecesores modelo, incluyeron en sus obras todas
energía evolutiva; en la segunda, solamente el lucro, a
sus sandeces propias, de suerte que lo que de tal manera
pesar de tener esta casa el significado genérico de medro
se fué formando era, nominalmente “tradición antigua”,
material. En la tercera casa, que es la de las relaciones
pero en realidad un engendro inventado, tan prolijo co­
espirituales, sólo interesa el hermanazgo, significado muy
mo falso. La decadencia se produjo en forma tanto más
restringido y derivado. En la cuarta casa, la de la he­
precipitada cuanto que se levantó todo un ejército de
rencia, no se menciona sino al padre, que, no obstante su
charlatanes, dados a la horoscopia, que fingiendo poder
influencia decisiva, sólo es uno de tantos eslabones de la
adivinar, hicieron pronósticos fundados en datos absur­
cadena. En la quinta casa, nada se dice de la procrea­
dos. Surgió, lógicamente, la superstición astrológica y
ción material que abarca toda clase de obras humanas,
terminó por quitar a la ciencia del determinismo cósmi­
tanto los esfuerzos del espíritu como las fundaciones de
co, el último resto de prestigio. Es forzoso decir que la
empresas e instituciones sociales; aquí, sólo se habla de
astrología se mereció aquel desprestigio, puesto que aun
las creaciones camales: de los hijos. En la sexta, no
hombres eminentes e instruidos, como Morin, cometieron
interesa más que el problema de la salud; el único des­
tonterías muy lamentables. Examinando, en las obras de
arrollo que se toma en consideración, es el de las subs­
los astrólogos, los horóscopos de grandes personajes de
tancias tóxicas producidas por los órganos internos del
222 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge Develada 223

la historia, vemos con toda claridad cuáles y cuántos son hpárente de la eclíptica, las casas pueden empezar en
los errores de los autores respectivos. cualquier grado de un signo. De ahí que una casa pueda
Siendo así, la astrología no podía interesar a ningún • i ocupada por signos eclípticos no análogos a la misma,
hombre serio. Y cuando alguien, dotado de una impar­ juntamente con los respectivos planetas. Resulta, pues,
cialidad ideal, se había adentrado en la materia, se iba una combinación de distintos valores energéticos, y es
convenciendo, seguramente, de que la astrología era una uní cómo la naturaleza esencial de las casas, es decir, el
fe que hablaba el lenguaje de la ciencia, y de una ciencia dignificado verdadero de las mismas, recibe el corres-
cuyos principios sólo podían ser justificados por la fe. |H>hdiente matiz.
A primera vista, ese juicio está en lo acertado; pero, bien Estas consideraciones son necesarias para analizar
miradas las cosas, no es aplicable sino a la superstición primero la inducción de la zona eclíptica sobre el zodíaco
astrológica. Es cierto que la astrología se funda en una horizontal; vienen a ser confirmadas por la tesis de los
hipótesis — la inducción electromagnética de los astros— antiguos de que las casas experimentan un cambio de
y en las consecuencias de la misma — los efectos de esa dignificado según los signos y planetas que las ocupen;
inducción que se propagan hasta el átomo— . Pero una hay que averiguar la relación que existe entre el punto
cosa es la hipótesis, y otra la fe, mejor dicho, la supers­ en (pie comienza la casa y el punto zodiacal con el cual
tición. aquél coincide. Por ejemplo, la segunda casa, examinada
Con ello podríamos dar por terminada la revisión de ron respecto a la posible adquisición de una fortuna,
la astrología. Pero no quisiéramos que se nos reprochase, tiene, en el caso de coincidir uno de los treinta grados
lo mismo que a los autores antiguos, el dejar alguna cosa del signo Capricornio con el punto en que ella comienza,
sin explicar. Debemos, por tanto, explicar, siquiera en el significado de ganancias fluctuantes, puesto que el
líneas generales, cómo el horizonte dividido, de acuerdo valor aumento que corresponde a esta casa queda alte-
al teorema del círculo, en las casas del horóscopo, es in­ indo por un signo de cantidad cinética, y ésta es muy va-
ducido según la situación del zodiaco eclíptico y la posi­ rluble. En realidad, cualquier movimiento obedece a
ción de los astros en los signos eclípticos. Como ya he­ aquella ley según la cual el espacio recorrido es directa­
mos dicho, los antiguos refirieron el zodíaco a la eclíp­ mente proporcional al tiempo invertido en el trayecto.
tica. Sus construcciones geométrico-descriptivas, sus Por otra parte, la cantidad de energía desarrollada por
métodos para la solución del problema, sus fórmulas res­ un cuerpo en movimiento, es igual al producto de masa
pectivas, todo ello es de menor importancia y nada tiene por aceleración. La aceleración puede ser positiva o ne-
que ver con la astrología misma. La ciencia moderna gutlva, es decir, que puede aumentar o disminuir la
no se propone resolver el problema de cómo en la anti­ velocidad. No podemos, pues, decir que el movimiento
güedad se produjo el paso de la teoría a la práctica, sino dr aumento de la fortuna sea lo uno o lo otro, rcspec-
que aspira a descubrir las causas de la teoría. Y a hemos l Ivainente, sino que diremos que, debido a las condiciones
dicho que se trata de una proyección por la que las d< i desarrollo, el movimiento será muy probablemente,
casas del horóscopo, que en el horizonte tienen treinta un» lo uno, ora lo otro, es decir, oscilante. El caso sería
grados, comprenden en la eclíptica más o menos de trein­ distinto mí la segunda casa fuera inducida, por ejemplo,
ta grados, y esto se debe precisamente a la oblicuidad p<ii (icmlnts, signo de intensidad dinámica. La intensi-
de la eclíptica. Por eso, las casas no coinciden con los d «d dinámica es igual a la velocidad que puede desarro­
signos del zodíaco. Es más; en virtud del movimiento lla! un cuerpo en movimiento. Si, en nuestro caso, el
----------------------------------------,--------------------------------------- —

224 D r. A dolpo W eiss L a Esfinge D evelada 225

aumento de la fortuna tenía una velocidad inicial con­ dad, inductor, porque siempre tienen que tomar en cuenta
siderable, la intensidad de las ganancias aumentará en la posición del astro en la eclíptica y sus aspectos con los
• virtud de la proporción directa entre el aumento de es­ demás planetas. Asimismo, tienen en consideración la
pacio y el aumento de tiempo, es decir, que habrá acu­ posición del astro en las casas, la que expresa, natural­
mulación de bienes y reservas. Esta explicación, que es mente, su altura sobre o bajo el horizonte. Pues que los
aplicable, análogamente, a todas las casas, no es per­ astrólogos dicen que donde los astros desarrollan más
fecta, puesto que sólo toma en cuenta la combinación energía es en los cuatro puntos cardinales del horóscopo,
energética de la casa con el signo, suponiendo, además, a saber, al salir, al ponerse y al pasar por los puntos
que éste obra por su naturaleza esencial, es decir, sin ser meridianos superior e inferior, respectivamente. Hay que
alterado por inducción alguna; pero tiene la ventaja de agregar que estos puntos no tienen igual valor; los pun­
hacernos comprender muchos aforismos astrológicos re­ tos meridianos muestran una innegable superioridad so­
ferentes a las casas. bre los otros dos, y es precisamente en el superior donde
La inducción de una casa por el punto zodiacal de la los astros llegan a tener un máximum de inducción
eclíptica en el cual aquélla empieza, nos da a conocer la activa.
calidad del valor que tienen los significados de la casa. No se puede desconocer en estas reflexiones la in­
La cantidad, complemento imprescindible, se infiere de fluencia del teorema del círculo, que atribuye a los pun­
la posición del dueño de la casa. Se entiende por tal el tos cardinales, en cuanto vértices de triángulos equilá­
planeta que tiene su dojnicilio en el signo de posición en teros, un valor superior a los demás puntos. Por otra
que comienza la casa. Comenzando, por ejemplo, la sép­ parte, no es de excluir que fueran comprobadas por la
tima casa en el signo Leo, el Sol es dueño de la séptima experiencia o hasta derivadas de la misma, directamente.
casa, puesto que Leo es el domicilio del Sol. Recordamos No hallamos indicaciones al respecto en las obras de los
que por domicilio se entiende el signo en que comienza autores antiguos. Pero en este caso su taciturnidad pa­
el zodiaco peculiar del planeta. El análisis del dato re­ iree justificada. Como es sabido, el calor irradiado por el
ferente a la cantidad, se reduce, pues, a considerar el Hol sobre algún horizonte, parece que aumenta a medida
punto en que empieza la casa, como punto de arranque que el Sol asciende desde el punto de salida hasta el
de un zodíaco particular. Lógicamente, el dueño se halla meridiano superior, y disminuye conforme aquél des­
en una de las doce casas del horóscopo, y esta casa co­ ciende al punto de puesta. En realidad, ese fenómeno es
rresponde, como sabemos, a un signo del zodíaco indu­ más complejo de lo que parece, y el explicarlo les ha
cido. Diremos, pues, que desde el punto de vista cuanti­ costado mucho a los astrónomos. No podemos explayar­
tativo, el astro es inducido, con relación al horóscopo, nos aquí, sobre el particular. Bástenos con hacer constar
según el punto en que se halle. En realidad, ocurre todo el hecho de que el calor varía según la altura del Sol. Y
lo contrario, ya que el astro es inductor; pero esta hi­ como los hombres, desde siempre, tienen la piel sensible
pótesis operante resulta muy útil; se supone la casa fija, ni calor, los antiguos también debieron hacer constar el
y el astro en movimiento, pero solamente con relación a mi uno hecho y, bien o mal, concluyeron por analogía:
esta casa fija. Es la misma inversión de principios que ni el punto meridiano superior es, en verdad, el del má­
la que conduce al punto de vista geocéntrico, tratán­ ximum de energía activa del Sol, el punto meridiano in-
dose, en realidad, de un sistema heliocéntrico. ioi debe ser, según el teorema del círculo, el del má-
\ Los astrólogos nunca olvidan que el astro es, en ver- dc energía pasiva, y los dos puntos del horizonte,

i i

i
226 D r. A d o l f o W eiss L a Esfinge D evelada 227

que distan de aquellos 90 grados respectivamente, tam­ Inm en consideración varios factores, a saber, el signo en
bién serán puntos de energía, pero de una energía di­ i|tie comienza la casa, el dueño del signo y sus aspectos,
ferente. i Mcombinación se extenderá, pues, al menos, a dos casas
Sin embargo, este modo de ver no es aprobado por v ii menudo a tres, cuatro y todavía más; tema éste que
todos los astrólogos. Hay muchos que piensan distinta­ ••lo puede ser resuelto si se conocen los verdaderos va-
mente. Dicen: si el punto meridiano superior es el de la lOTfi energéticos. Y ahora ya no nos extraña que el
energía máxima del Sol, el punto meridiano inferior es 1 1 >iii i pto astrología exprese todo cuanto está compren­
el de la energía mínima, y los puntos Este y Oeste son dido entre la más tenebrosa superstición y la doctrina
valores medios. Este modo de pensar me parece más su­ MdlllMlma del determinismo cósmico.
perficial que el otro, porque es evidente que se basa en Con esto llegamos a la conclusión de este capítulo
la mera experiencia, sin profundizar en la materia, ob­ que trata de la antigua “reina de las ciencias”, capítulo
servando mecánicamente la luz proyectada por el Sol que, n pesar de cierta prolijidad, no da sino un resumen
sobre algún horizonte. ' luoptlco y que habría llegado a formar libro aparte, bas-
Como quiera que sea, las reflexiones, que en un prin­ tiinte voluminoso, si, a fin de explicar minuciosamente
cipio se referían al Sol, fueron aplicadas por analogía a Ion distintas afirmaciones y aforismos de los autores, nos
todos las demás astros, y las oscilaciones de su potencial hubiéramos empeñado en citar y analizar multitud de
inductora fueron consideradas en función de su altura i )i rnplos. Pero esto no fué necesario, puesto que sólo in-
sobre o bajo el horizonte. Es ésta una idea a cuyo prin­ !< litábamos demostrar que la astrología como conjunto
cipio no tenemos que oponer reparo. tiene sus raíces en las ciencias naturales, y para ello
El astro que es dueño de una casa, es en el horizonte i iremos que es suficiente cuanto hemos expuesto. Ya
el inductor de los significados de esta casa. Siendo el no puede haber quien crea que la astrología, si bien muy
astro, por ejemplo, dueño de la segunda casa, inducirá la i inaplicada en sus principios, es un absurdo, un engen­
potencial de la energía aumentadora en mayor o menor dro de la fantasía. Los datos contradictorios entre sí
grado, según su altura sobre o bajo el horizonte. Esta • refieren a algunos puntos de menor importancia, y
altura se revela por la casa del horóscopo que aquél ocupa iiu n estas contradicciones no han de imputarse a la as-
y que, según el teorema del círculo, está en determinada liología, sino a aquellas cofradías de astrólogos que más
relación con la segunda casa puesta en punto gama. La iii ilba hemos señalado como las que causan mayor me-
cantidad de energía aumentadora variará, pues, según el mi:ii dx> a la doctrina — creemos que justificada— del de-
valor físico-mecánico del punto del círculo que corres­ l - 1 mlnlsmo cósmico. Hasta hoy, la astrología no ha sido
ponda a la casa ocupada por el “dueño”. comprendida, precisamente porque se funda en princi­
Los datos referentes a la intensidad de la energía au­ pio* puramente energéticos, es decir, en nociones que
mentadora, se derivan de los aspectos que el inductor lumia hace poco nos eran ajenas. Teóricamente, la iría­
recibe de los demás planetas; pero hay que tener en is ilit abdicó en la energía, pero prácticamente conside-
cuenta que no se trata ya del zodíaco eclíptico, sino del ioa a ésta como atributo de aquélla, y el mecanicismo
círculo del horóscopo, y que, por tanto, los datos de los *.q<.ur 11 lunfando en el dominio de las aplicaciones. Es la
aspectos ya no se refieren al estado cósmico de los pla­ iii Imiui situación en que se nos presenta la astrología
netas, sino a la energía con que éstos Inducen las casas. mil Igua; sus principios fundamentales derivan de la ener-
De ello resulta que, para la calificación de una casa, en- IP-tlcu, mis |K>rmcnores obedecen a la mecánica. Sea como
220 D r. A d o l f o W eiss

fuere, lo cierto es que sólo la energética nos hace com­


prender la esencia de la astrología. Esta es la conclusión
a que nos han llevado nuestras propias investigaciones.
Y una vez que estemos penetrados de aquella verdad, no
podremos dudar del valor de ese saber de los antiguos; c a p it u l o v
es una base sólida para estudios más profundos, que abri­
rán nuevos horizontes traspasando los estrechos límites LA M A G I A
de nuestro planeta, elevando al hombre fáustico hacia el
Universo, hacia aquel espacio infinito adonde la técnica Ateniéndonos a la séptima proposición de la Tabula
moderna ya lanza, hoy todavía jugando, globos estratos­ hnaragdina — sube de la tierra al cielo y vuelve a bajar
féricos y aeronaves interplanetarias. n la tierra — , nos ocuparemos ahora de la magia, tercera
<i«- las grandes ciencias antiguas, cuyo nombre ya nos
i aii*.a cierto embarazo, puesto que mientras la alquimia
y ln astrología no variaban de significado, por magia se
entendía muchas co sas... Originariamente, la palabra
• presó la idea de medios sobrenaturales a que se recurría
pma obtener efectos sorprendentes; más tarde, se llegó
a aplicarla a ciertos fenómenos que quedaron inexplica-
l»li t no obstante haber sido producidos con ayuda de
principios autorizados por la ciencia, es decir, con medios
mitin ales. Desde este punto de vista, en tiempos de Pa-
i .ccIho, la fotografía, la telegrafía y el teléfono hubieran
ido calificados de magia. No cabe, pues, seguir la opi­
nión dominante en tal o cual época. Si hemos de dar
de iu magia una definición más o menos exacta, tene­
lín »n que fijarnos en sus métodos y procedimientos, y
1.. uto más cuanto que mientras han llegado hasta nos­
otros tratados sistemáticos de alquimia y de astrología,
no contamos con ninguna obra parecida sobre magia, en
particular sobre la magia en la antigüedad y los albores
dr la i dud Media. Hay algunas obras de épocas poste-
• ore/i, pero sus autores ya ignoraban buena parte del
d a r de los antiguos, y sabían bien poco o nada de las
11.. .'ti imi'i modernas, y sus libros están plagados de faltas,
c i i o n i y equivocaciones. Las únicas fuentes que para
iin/Mtiros tienen valor no son manuales de magia, sino
í"imuliuloi, y por eso tenemos que ahondar en esas
i«»iínulas «i queremos reconstruir la ciencia como tal,

También podría gustarte