Corría el año 2025. El gobierno de Pedro Castillo tenía 15% de aprobación popular y se mantenía a flote por la alianza Partido de Profesores del Perú (ex Peru Libre), Perú Democrático, Somos Perú, APP y una facción de Acción Popular. La economía había crecido 2% por año, sostenida principalmente por altos precios del cobre y un ministro de economía decente, a pesar de claros indicios de corrupción, pésima gestión del Estado y desconfianza general del inversionista y del consumidor.
Mientras esto pasaba, Alfredo Ariste caminaba por los pueblos de la sierra. Hacía dos años había formado el PAM (Partido Amante al Mercado). El símbolo del partido era el torito de pucará. Expertos en marketing político, le habían dicho que podía ganar. Tenía 55 años, piel marrón, pelo negro canoso, medía 1.76 metros, estaba en forma, era deportista. Además del español y el inglés, hablaba quechua y aymara. Desde hace dos años aprendía huayno, diablada, marinera, y cuanta danza típica peruana existiera, además de salsa y regaetton, por supuesto. La profesora era muy buena. Era leído, educado y daba buenos discursos en vivo, por radio y por televisión.
Desde febrero 2022 vivía sin, muchos lujos, en Ayacucho, el centro de operaciones del PAM. Tenía un segundo centro operativo en Cajamarca y un tercero en Lima, en San Juan de Lurigancho. Todos los días, de lunes a jueves se presentaba en las plazas de los pueblos de la sierra, los viernes y sábados en la costa, incluyendo Lima, y el domingo descansaba.
Ariste era economista de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Master in Business Administration, con énfasis en economía y finanzas, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, Estados Unidos. Tenía 33 años de experiencia de trabajo en mercados financieros, en bancos de inversión de prestigio. Ocho años en Nueva York, dos en Hong Kong, veintitres en Perú. Era empresario (había empezado su compañía de cero, con aportes de capital de sus ahorros, cero dinero de herencia), profesor universitario, autor de un par de libros. Creía firmemente en las libertades políticas y en la creación de valor a través de la inversión privada, el libre comercio, la eficiencia, la meritocracia y el desarrollo tecnológico. Nunca había participado en política. No tenía chanchullos.
Sus puntos débiles, según sus enemigos políticos eran: 1) su condición de empresario exitoso (desde Manuel Prado, no hay un presidente empresario en el Perú, salvo PPK que ganó por el voto antifujimorista), 2) era claramente lo que los izquierdistas llaman “neoliberal” y podía ser catalogado como “el candidato de los ricos” y 3) era transparente/honesto (a lo Vargas Llosa en 1990, decía lo que pretendía hacer).
El PAM había reunido a personalidades que no tenían mucha experiencia política. El 80% provenía del sector privado. Sus críticos enfatizaban que querían el poder para proteger sus intereses y hacer dinero a costas del pueblo. Por ello, el PAM había formado un fondo con buenas prácticas de buen gobierno corporativo a través del cual todos los simpatizantes podían aportar dinero para el partido y para la campaña. Todos los aportes eran a través de cuentas bancarias del fondo y era información pública. La honestidad, la buena gestión, el buen gobierno corporativo tenían que triunfar, tarde o temprano.
Por ello el primer objetivo era combatir políticamente a la izquierda en su territorio: la sierra centro y el sur del país. Yendo de plaza en plaza, internándose en los pueblos, conversando, buscando que se identifiquen con el candidato, el partido y las propuestas. EL PAM estaba convencido que los pobladores de la sierra sur no son comunistas o socialistas. Simplemente quieren mejorar su calidad de vida y creen, porque así se lo han dicho sus líderesdurante siglos, que el capitalismo beneficia a los ricos y los perjudica a ellos. Por eso votan anti mercado. El gran reto era rodearse de 130 candidatos al congreso pro mercado, honestos y que respeten el buen gobierno corporativo. No fue tarea fácil pero lo habían conseguido. A fines del 2025, Ariste ya aparecía tercero en las encuestas con 15% de intención de voto, tras Antauro Humala, que había salido de la cárcel, con 21% y Kenji Fujimori con 18%. Ambos lo atacaban llamándole la DBA, el candidato de los ricos, el empresario capitalista.
En rush final, Ariste logró pasar a segunda vuelta con Humala y ganó la presidencia con 60% de los votos válidos. El primer objetivo fue seleccionar a su equipo. Con su premier y sus asesores, revisaron personalmente el legajo de potenciales ministros, vice ministros, etc. Nombró un gabinete con personas de conducta intachable, amables y afables (soft skills), con buen curriculum, y amantes al mercado. Cómo alcanzó 45 de 130 escaños en el congreso, realizó alianzas con dos partidos “de derecha” con los cuales superó los 70 escaños. Tuvo que, obviamente, darles dos ministerios a cada uno de estos partidos, pero que cumpliesen con las características señaladas.
El segundo objetivo fue vender, como había prometido en campaña, activos fijos y acciones de empresas del Estado. ¿Qué hace el Estado peruano, de un país donde el 25% de la población es pobre y 75% es informal, con graves problemas de infraestructura en educación, salud, seguridad ciudadana, con edificios en San Isidro, San Borja, Miraflores? ¿Qué hace el Estado con acciones en empresas eléctricas que podrían ser manejadas por el sector privado, como lo han hecho Luz del Sur o Enel Generación? ¿Qué hace el Estado con empresas que brindan servicios de agua potable cuando la gente pobre del país no tiene acceso al líquido elemento? El PAM prometió vender activos por cientos de millones de dólares e invertir ese dinero en infraestructura en zonas pobres y de clase media baja. Cambiar edificios en San Isidro por colegios, hospitales, carreteras en Ayacucho, Puno, Junín, no parecía mala idea.
La tercera medida sería promover la inversión privada y el consumo agresivamente. El PAM tenía que atraer capitales brindando confianza al mercado, bajando impuestos, siendo eficientes en el gasto y en el manejo del déficit fiscal. Bajar impuesto al IGV escalonadamente, poco a poco, de 18% a 14%, ampliar la base tributaria con eficiencia y, una vez estabilizado el déficit fiscal, ir bajando el impuesto a la renta corporativo. Hay que hacer crecer la torta, no querer agarrarse un pedazo más grande de la torta existente.
Tras las medidas señaladas, los capitales fluyeron al Perú masivamente. El mercado comenzó a estimar un crecimiento de 7% al año en dólares. Moodys y S&P subieron la clasificación de riesgo. Perú ovtuvo 10 mil millones de dólares por venta de bonos en el mercado internacional a tasas muy bajas. Eso elevó nuestro ratio deuda/PBI de 33% a 35%. Bastante manejable. Con el dinero de los bonos más la venta de activos, el Estado invirtió, con un equipo de primera, más de US$ 15,000 mn en escuelas públicas modernas, hospitales, seguridad ciudadana e infraestructura. En 5 años, se hizo la carretera Panamericana doble vía y se terminaron autopistas en la sierra, incluyendo la nueva carretera central. En Lima, el Estado financió la autopista Fauccet- La Marina- Javier Prado y la autopista Avenida Universitaria, entre otras. Asimismo, la autopista Cielos de Lima , un puente que iniciaba en el kilómetro 20 de la Panamericana Sur, va sobre la actual Panamericana y Evitamiento y termina en la Panamerican Norte. Los camiones y transporte masivo iban por abajo, los carros por arriba. Todo esto produjo un boom en el sector construcción que tiene un gran efecto multiplicador sobre la economía y el empleo.
La cuarta medida fue revolucionar el servicio que el Estado brinda al ciudadano. Es inaceptable que haya que formar colas de 3 horas para vacunarse, para sacar un pasaporte, un dni, una cita en el hospital, entre otros. El gobierno lanzó la campaña “45 minutos de cola máximo”. Se tenía que hacer un esfuerzo grande en atender bien a la población. Menos colas, más eficiencia, respeto al ciudadano. Así mejoraría la calidad de vida de las personas y también mejorará su confianza en el Estado. No fue fácil. EL gobierno del PAM fue atacado por la izquierda y por la extrema derecha. La izquierda radical es enemiga de la inversión privada y el libre mercado. La derecha radical es enemiga de las libertadas políticas y sociales. Mientras unos los llamaban neoliberales fascistas otros les gritaban caviares socialistas. Felizmente, los congresistas del PAM se mantuvieron leales (pues fueron bien escogidos) y los aliados también (tenían incentivos políticos para hacerlo).
La izquierda fue opositora desde el primer día, buscando levantar a los pueblos. Los 24 meses de vida en la sierra ayudaron. Tenía capital político en la región. El PAM había sido claro sobre la minería. El 50% de impuestos que pagan las mineras se gastarían en carreteras, hospitales, colegios, seguridad ciudadana, en las regiones. Trabajarían de la mano con los gobiernos regionales. Había que construir. El pueblo tenía que ver resultados Para los proyectos avanzados que aún no pagaban impuestos, el gobierno crearía un fondo para adelantar inversión social a la población y luego se cobraría cuando las empresas entre en producción.
Tras cinco años movidos, pero exitosos, el PAM convocó a elecciones para 2031. El gobierno tenía una aprobación de 40% a nivel nacional con 50% de aprobación en los niveles D y E . Habían ingresado más de US$ 20,000 mn a la sierra sur en inversión minera y se había transformado esa región. El PBI había crecido 7% por año en dólares durante cinco años. La pobreza había bajado a 12% de la población. El déficit fiscal estaba en 1% del PBI y las reservas boyantes. La inversión privada subía más de 20% por año. La informalidad estaba en 50% de la población.
El pueblo clamaba reelección 2031. Ariste se negó. La constitución no lo permite. El candidato del PAM sería Roberto Parrion. Más joven, más inteligente, mejor persona. Solo tenía una debilidad. Por más profesora de baile que le ponían, no aprendía a bailar ….
Alberto Arispe Gerente General
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