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Escribir con el oído

Estoy en medio de una selva. Llueve y es de noche. Encontré un


refugio después de caminar muchos kilómetros sobre tosca y
malezas. De casualidad no fui picado por alguna víbora, ni atacado
por algún animal carnicero. Ahora no me mojo, pero estoy
empapado. Puedo ver la lluvia caer a baldazos sobre grandes
hojas. La luz de las antorchas brilla en los charcos de lluvia.
Hace media hora que estoy sentado sobre una piedra debajo de un
techo de paja. La lluvia sigue cayendo. En mis alrededores no hay
ni un ruido y la gente.

Cansado llegó a un pueblo desconocido. Atardece. El asfalto se tiñe


de salmón. Veo el tren llegar al pueblo. La sombra del tren sobre el
piso de granito es una pared que huye.

Las lavanderas le pegan a la prenda que tendieron sobre una roca.


También la amasan como si fuera una pizza. Luego la remojan en el
río y vuelven con la misma acción de hostigar a la prenda.

Colegiales:
Se oye a los chicos jugando en el patio de una escuela mientras,
afuera, los transeúntes miran hacia arriba esperando lo peor. Los
autos se detienen y sus conductores bajan del coche y se ponen la
mano como visera intentando encontrar algo en el cielo.

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