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Poemas homéricos (S.VIII A.C) son los poemas atribuidos a Homero.

La crítica ha ido revisando la autoría de cada uno de ellos, llegando a


diferentes conclusiones, tanto sobre la imposibilidad de que todos ellos fueran obra del mismo poeta (incluso de que cada uno de ellos por
separado sea obra de un solo autor) como la imposibilidad de que pertenezcan a una misma época (anterior o posterior al siglo VIII antes de
Cristo -véase Homero#Datación-). Estas cuestiones siguen siendo polémicas, al igual que sigue siendo debatida la propia historicidad del
personaje (cuestión homérica).1

La tradición sostenía que Homero era ciego, y varios lugares reclamaban ser su lugar de nacimiento.
Su procedencia debió ser la zona colonial jónica de Asia Menor, en base a los rasgos lingüísticos de sus obras y a la fuerte tradición que lo
hacía proceder de la zona. También persiste el debate sobre si Homero fue una persona real o bien el nombre dado a uno o más poetas orales
que cantaban obras épicas tradicionales.
LA ILÍADA

La Ilíada tiene por tema la leyenda de Troya y se circunscribe a la narración del asedio de esta ciudad de Asia Menor (llamada Ilion en griego,
de donde el título del poema) por las tropas aqueas o griegas. La leyenda fijaba en diez años largos la duración de esta campaña, pero
Homero nos la presenta en una de sus últimas fases y con una serie de episodios que transcurren en 51 días.

Un historiador o un mitógrafo se hubieran visto obligados a narrar el asedio de Troya arrancando de sus antecedentes (el rapto de Helena
por Paris, llamado también Alejandro) para, tras pasar por el detalle de las incidencias bélicas, acabar con la destrucción de la ciudad. El
poeta, que escribe para un público que ya conoce la leyenda, ha sintetizado todo su dramatismo y su sentido en unos hechos, muchos
inventados por él, sin duda, que se originan en un conflicto moral y una explosion de pasiones. Desde el momento que entran en juego la ira,
el resentimiento, el amor y el orgullo militar, nace la verdad poética y humana del sitio de Troya, cuya verdad histórica o legendaria deja, en
cierto modo, de acaparar el interés. El conflicto surge cuando Agamenón, jefe de las fuerzas griegas, procede injustamente con Aquiles, que
se retira irritado a su tienda y contempla impasible cómo los suyos reciben terribles golpes del enemigo. El agravio consiste en que
Agamenón se apodera de una cautiva, Briseida, que figuraba como parte del botín que correspondía a Aquiles. Aquiles depone su actitud y
acepta las excusas de Agamenón y la devolución de Briseida sólo cuando muere su amigo Patroclo a manos de Héctor, hijo de Príamo,
hermano por tanto de Paris y principal caudillo de las fuerzas troyanas.

El público conocía ya la leyenda. La epopeya carece de lo que se ha venido a llamar suspense: sus valores están al margen de la intriga
argumental y el auditorio puede aproximarse al recitador cuando ya ha comenzado su sesión o retirarse antes de que la acabe sin
desorientarse ni quedarse insatisfecho.

Aquiles es el auténtico héroe de la Ilíada, a causa precisamente de su ira contra Agamenón y el furor que le acomete al morir su amigo
Patroclo. Esto es lo que le incita a tomar nuevamente las armas, para sembrar terror en el campo enemigo y realizar toda suerte de proezas,
que culminan en un combate singular con Héctor, el mejor de los capitanes troyanos. Las dos pasiones de Aquiles dividen equilibradamente
el poema, cargado de acontecimientos varios, lleno de descripciones bélicas y con mención expresa de los guerreros que luchan en ambos
bandos.

LA ODISEA

La acción de la Odisea transcurre en 40 días de un otoño, en los que también se sintetizan diez años de aventuras. Se trata de las
navegaciones de Odiseo, uno de los capitanes de la guerra de Troya, que de regreso a su patria, Ítaca, es víctima de innnumerables
contratiempos y desventuras que retardan su vuelta. En tres partes prncipales se articula la Odisea: las pesquisas y viajes de Telémaco, hijo
de Odiseo en busca de su padre; las navegaciones de este y la venganza que se toma contra los pretendientes de su esposa Penélope. Parece
que en realidad se trata de tres núcleos legendarios incorporados a una trama única con arte y uniformidad, aunque desde antiguo se
sostuvo que a un único núcleo otros poetas añadieron los restantes. El tema del retorno y de la venganza confluyen y se complementan, a
pesar de las diferencias de ambiente y estilo que presentan los cantos en que se narran.

El sentimiento de nostalgia de la patria y la familia, lejanas e inasequibles, y el ingenio vivo y rápido de Odiseo para sortear toda clase de
impedimentos hacen que Odiseo un personaje inconfundible por su humanidad, su inteligencia y sus argucias. El relato de sus navegaciones
constituye una serie de maravillosas aventuras, como la de los lotófagos, la de los lestrigones, la de Circe y, sobre todo, la del cíclope
Polifemo, en la que el héroe vence con su astucia los poderes de los dioses adversos, del salvajismo y la maldad.

En la Odisea los acontecimientos no siguen un orden estrictamente cronológico. Por un lado simultanean acciones que transcurren en los
mismo días pero en lugares distantes, como el regreso de Odiseo y su búsqueda por Telémaco; y por otro el mismo héroe narra sus
aventuras ante la corte de Alcínoo, cuando ya están a punto de llegar a su término. Gracias a este recurso los hechos son expuestos en
primera persona por el propio Odiseo, lo que acrecienta la vida del relato y su estilo personal y subjetivo. La acción de las navegaciones de
Odiseo se inicia pues in media res, procedimiento de estructura del poema que imitará Virgilio y que seguirán multitud de narradores
EL TRABAJO LEGENDARIO

Homero, que escribía a mediados del siglo VIII a.C., relata acontecimientos pretéritos cuyo fondo histórico, por leve que sea, se remonta a los
alrededores del año 1200. El poeta se halla aislado de la civilización y de los hechos que dramatiza artísticamente, o sea, de las guerras que
sostuvieron los aqueos contra los pueblos asiáticos, uno de los cuales era el troyano. Por otra parte, si los personajes que pueblan la Ilíada y
la Odisea pueden tener alguna relación de identidad con seres que vivieron alrededor del año 1200, estos se expresarían en una lengua
bastante distinta al griego homérico. Desde la histórica guerra de Troya hasta Homero transcurre un largo lapso, en el que se va
enriqueciendo el trabajo legendario e idealizador.

INTERVENCIÓN DE LA DIVINIDAD

El mundo homérico es ideal y humano al mismo tiempo, en dos planos distintos que condicionan la trama. La divinidad interviene de un
modo decisivo en el desarrollo de los acontecimientos que acaecen en la tierra y en las acciones de los hombres. Si por un lado vamos
siguiendo el curso del pensar y del actuar de los humanos, por el otro los sucesos y sus intenciones se supeditan a la suprema voluntad de los
dioses, pese a que entre ellos haya desacuerdo y pugna. Se trata, evidentemente, de una imposición que el poeta heredó del mito; pero se
entrega a ella con agrado, porque contribuye a rodear toda la acción de un profundo sentido poético y de una reflexiva meditación sobre las
limitaciones humanas.

Si partimos de nuestro concepto de la verosimilitud, en la épica homérica el elemento maravilloso se reduce, precisamente, a esa
intervención de los dioses en el desarrollo de la acción. Como cuando Afrodita hace desaparecer a Paris en su combate con Menelao para que
no resulte herido, o bien Atenea cambia la apariencia de Ulises, o Hera hace hablar al caballo de Aquiles para predecirle la muerte.

La conducta de los dioses es muy similar a la de los humanos. La diferencia está en su poder, que Homero sabe mostrar con majestad
impresionante (cuando Zeus mueve la cabeza, sacuede el Olimpo; cuando Ares grita, es como si diez mil hombres gritaran) y en su
inmortalidad. Y realmente pasan su tiempo como lo pasarían los hombres si estuviesen libres del peligro y de la muerte.

Hay una cierta tendencia a ridiculizarlos precisamente cuando comienzan a mostrar su lado humano: se cuentan anécdotas tales como el
adulterio de Afrodita con Ares, las tácticas de seducción de Hera para desviar la atención de Zeus de la batalla... Cuando toman parte en la
guerra, su actuación queda muy por debajo de la de cualquier héroe. Cuando Diomedes hiere a Ares, este grita de dolor. Pero esto no implica
falta de respeto. Los dioses se comportan como quienes carecen de preocupaciones y responsabilidades, simplemente. Además no se debe
infravalorar a los dioses: en última instancia todo depende de su voluntad y sus caprichos.

Los dioses se entremezclan continuamente en los asuntos de los hombres, pero sus motivos no son por lo común elevados ni morales. Se
dejan llevar por sus preferencias personales. Atenea y Hera muestran hostilidad implacable a Troya, en tanto que Afrodita le presta apoyo,
por haber sido a quien Paris otorgó su premio de belleza. Posidón acosa a Ulises por haber cegado a su hijo Polifemo. Los dioses favorecen
con frecuencia a quienes son generosos con los sacrificios. Pero también actúan movidos por consideraciones como el honor: es Atenea
quien detiene la espada de Aquiles cuando se dispone a atacar a Agamenón, lo que estaría por debajo de su talla heroica; cuando los dioses
ven que Aquiles pretende mutilar el cadáver de Héctor envían a Príamo para rescatarlo.

En estos detalles se entrevé una nueva concepción de la divinidad como guardiana de la moralidad humana, más patente en la Odisea. Aquí
el poema comienza con un consejo de los dioses, en que se condena la conducta de los pretendientes y se pone en marcha el mecanismo que
permitirá a Ulises volver a su patria y tomar venganza sobre ellos. Pero, desde luego, los dioses no obran siempre de ese modo y muchas de
sus acciones parecen caprichosas. No tienen un sistema claro de castigosy recompensas, pero hay ocasiones en que castigan a los malvados
por el hecho de serlo. Tales brotes de ética surgen del culto al honor.

La omnipotencia y omnipresencia de los dioses no impide a los hombres forjarse su propio destino. El contraste con los dioses más bien les
impulsa a tratar de hacer lo que pueden con sus propios medios. Su convencimiento es que, por ser la vida corta, deben colmarla de hazañas.
Y hay que decir que esta obligación de llevar a cabo tareas peligrosas no ofrece recompensas fuera de sí misma. En Homero no hay rastros de
la creencia que los héroes puedan tener un tratamiento especial en la otra vida. A los espíritus de los muertos se les compara con
murciélagos que chillan en una cueva. Carecen de entendimiento, y cuando Ulises los invoca ha de darles a beber la sangre de un buey
degollado para que recuperen la conciencia por un corto espacio de tiempo y puedan responder a sus preguntas. Cuando le hablan, le dan a
conocer su estado miserable, y el mismo Aquiles le dice:

Preferiría, pegado a la tierra, servir por jornal a otro,


a un hombre sin hacienda, sin muchos medios de vida,
a reinar entre todos los espíritus de los que perecieron.

Od.,XI, 489-491

LO HEROICO EN LA ILÍADA

El espíritu heroico es el rasgo más sobresaliente de la Ilíada. Las leyendasde los héroes míticos pervivían en la tradición aristocrática del
ambiente para el que el poema parece compuesto. Los guerreros del poema pertenecen a la alta nobleza, para la cual la mayor gloria es la
victoria en combate. El público que escuchaba sus versos estaba totalmente compenetrado con estos ideales. Las prolijas descripciones de
las batallas, la minuciosidad con que se detalla el armamento, el cuidado con que se narran los combates singulares (aspectos que podrían
fatigar al lector moderno), tenían un marcado interés para los profesionales de la guerra y para los que se creían vinculados por el linaje a los
héroes legendarios.

LA AVENTURA EN LA ODISEA

Si la Ilíada es un poema de heroicos guerreros, la Odisea lo es de experimientados marineros. Aquí la epopeya de las sangrientas batallas se
convierte en la novela de las aventuras y peripecias por las islas mediterráneas. Persisten el fondo legendario y la participación de los dioses
en la acción, pero se introduce un elemento nuevo y peculiar: la tradición marinera. Los antiguos navegantes, principalemente los fenicios,
habían recogido en todo el Mediterráneo una serie de leyendas relacionadas con accidentes naturales y particularidades de lejanas playas, y
así se habían divulgado no tan sólo nuevos mitos, sino toda una representación maravillosa del mar, con sus peligros y sus portentos, tal vez
con la solapada intención de evitar que otros navegantes les hicieran la competencia en viajes de índole mercantil. En la Odisea encontramos
descripciones y referencia a la vida marinera y detalles precisos del arte de navegar, lo que, al igual que el detallismo militar que
señalábamos en la Ilíada, parece revelarnos la condición de quienes escucharían con mayor atención sus versos. Al mismo tiempo en la
Odisea destacan cuidadas descripciones de la vida doméstica, con datos concretos y significativos denotan observación directa por parte del
poeta.

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