Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas
i i
i i
i i
Colección INDEAL
Dirigida por Pablo Pozzi
i i
i i
i i
Índice general
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Prólogo
Pablo Pozzi
......
i i
i i
i i
X Pablo Pozzi
i i
i i
i i
Prólogo XI
cia del comunismo en las décadas de 1930 y 1940? ¿El populismo sería
entonces una resignificación de patrones culturales en evolución? ¿Có-
mo podemos entender las causas de la «nueva izquierda» latinoamerica-
na? ¿No sería más lógico considerar que existen elementos de continui-
dad político-cultural dentro de un contexto de rupturas de adhesión y
resignificación de contenidos ideológicos culturales? ¿No habrán conser-
vado, aquellos que durante la década de 1930 construyeron «estructuras
de sentimiento» de tintes izquierdistas, las mismas características durante
las décadas siguientes? ¿O quizás era una expresión de formas de la cultu-
ra radical del siglo XVIII llevadas a una nueva realidad, tal y como formuló
Gutman hace ya cincuenta años?
La finalidad fue recuperar la experiencia en la participación política y
social, la vida cotidiana y aspectos subjetivos. Todos ellos elementos cua-
litativos, indicios que aportarán o se confrontarán con las fuentes escritas.
Es decir, se trata de acceder a la subjetividad de la experiencia personal
y dar a conocer la forma en que de manera individual se asume un com-
promiso político, lo cual contribuirá al análisis de las condiciones que lle-
varon a algunos movimientos sociales a alcanzar arraigo en la ciudadanía.
En suma, se trata de historias que fueron parte de una experiencia común
latinoamericana que sin demérito de rescatar las particularidades y tra-
diciones políticas de cada contexto nacional, pueda ser revalorada en las
luchas sociales y políticas de nuestras naciones para alcanzar condicio-
nes de vida socialmente justas y políticamente democráticas y plurales.
El objetivo de esta investigación, es trazar las pautas de la cultura obrera
y popular, y su posible relación con formas de expresión política, en los
países propuestos. A la vez, y retomando los planteos de Samuel, la hi-
pótesis que rige esta investigación es que hubo una persistencia de una
cultura izquierdista a nivel subterráneo vinculada con el «sentido común»
popular que permea la sociedad. Esta cultura expresa un nivel de con-
ciencia «en sí» que ha permitido la subsistencia de la izquierda orgánica
a pesar de la represión y que, además, aporta a explicar la persistencia y
la dureza de la conflictividad social a través del tiempo. Por ende, a pesar
de reiterados fracasos, es notable como comunistas, socialistas, clasistas
y «nueva izquierda» emergen, parecen desaparecer y vuelven a resurgir
entre los trabajadores. Más allá de lo acertado o no de cada propuesta en
particular, lo que sugerimos es que esto indicaría una subjetividad exis-
tente en lo cultural que, al ser interpelada, es la base de nuevas formas
orgánicas entre los trabajadores.
Para estudiar las izquierdas en América Latina es necesario hacer al-
gunas precisiones conceptuales. Lo primero es definir qué se entiende
por izquierda y derecha. Como ya se decía en una obra anterior (Cajías
de la Vega y Pozzi 2015), ellas no responden a entidades ontológicamen-
te diferenciadas, sino que son históricamente construidas a partir de una
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Prólogo XIII
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 1
Pablo Pozzi
......
i i
i i
i i
2 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas. . . 3
i i
i i
i i
4 Pablo Pozzi
dores. Sin embargo, aquí existe un problema serio. Durante esa década no
fueron solo los comunistas los que aumentaron sus adherentes entre los
trabajadores: socialistas, radicales y sindicalistas revolucionarios vieron
sus filas incrementadas. Sin embargo, ninguno de estos se había «bolche-
vizado». Por otra parte, si bien esa era la propuesta política, en realidad
no sabemos qué entendían los trabajadores comunistas por «bolcheviza-
ción» o qué creían ver en los planteos de los comunistas. Por supuesto,
esto no implica que no hubieran adherido por razones de clase, o sea «de
conciencia» y de estructuras de sentimiento. Lo que sí debemos consi-
derar es que detrás del planteo de este autor hay una doble suposición.
La primera es que la «línea correcta» genera los resultados correctos. La
segunda es que la adhesión a la izquierda marxista es un resultado de un
proceso de politización producido por un crecimiento en la conciencia
de clase. En ambos casos para comprobar esto se trata simplemente de
constatar la cantidad de obreros adherentes a tal o cual partido marxista,
si marxistas dirigen o no sindicatos u otras organizaciones de masas, o la
capacidad de movilización que tiene la organización. Por el contrario, la
no adhesión de los obreros a la organización marxista, o la membresía en
un partido populista o liberal presupone niveles de despolitización, en-
gaño, clientelismo, o baja conciencia. Esto, a su vez, encierra un proble-
ma metodológico: un complejo proceso social es reducido a una relación
mecánica y constatado por un razonamiento tautológico. Si el partido es
«de clase», entonces su adhesión implica conciencia, y sabemos que los
adherentes son «conscientes» porque adhieren al partido. Subyacente a
todo esto es la visión por la cual el partido político es algo externo a los
sectores sociales a los que se dirige, y de ninguna forma es un emergente
de la experiencia de estos ni tampoco se desarrolla en su seno. Al decir
de Thompson: «El reduccionismo es un lapso en la lógica histórica por el
cual los eventos políticos o culturales son “explicados” en términos de la
pertenencia de clase de los actores. El problema es encontrar un modelo
que explique el proceso social que permita la autonomía de la conciencia
social en el contexto por el cual, en última instancia, sea determinado por
el ser social» (Thompson 2008, págs. 290-291). Evidentemente, un afiliado
al Partido Comunista puede o no ser un obrero ejemplar, al igual que un
obrero peronista. Parte del problema es cómo articular al individuo con
el grupo social, o sea con la clase, a que pertenece. De hecho, existen nu-
merosos ejemplos que hacen difícil la generalización a partir de ejemplos
superestructurales u orgánicos.
El problema no es teórico si no que es práctico y metodológico, de otra
forma «la concepción materialista de la historia. . . tiene hoy en día mu-
chos amigos para los que sirve como excusa para no estudiar la historia»
(Thompson 1965). Lo que estamos sugiriendo aquí es invertir los términos
de nuestra observación y análisis, sin desechar nuestra teoría general o en
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas. . . 5
i i
i i
i i
6 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas. . . 7
por una aparente quietud, sin mediar las derrotas históricas asociadas a
grandes represiones. El ubicar nuestra mirada «desde abajo» nos permite
comprender que pocos seres humanos, aun aquellos con un alto grado
de politización, desean una vida de constantes zozobras asociadas con
las luchas políticas: no son otros individuos, son los mismos que atesoran
una experiencia concreta en la subjetividad individual que también es la
experiencia colectiva.
El problema central es intentar explicar el complejo proceso por el
cual la realidad material de la vida humana se traduce en experiencias
que a su vez son los prismas a través de los cuales un ser humano con-
sidera el mundo que lo rodea para luego explicarlo en estructuras que
conforman una cultura determinada. Esta cultura no es algo explícito ni
percibido sino que toma la forma de un «sentido común», o sea «las co-
sas siempre las hicimos así». Cuando realidad, experiencia y cultura son
explicadas a través de conceptos racionales, tenemos una ideología o sea
una visión del mundo. Y cuando se visualizan los nexos entre lo anterior y
el accionar de otros seres humanos podríamos decir que se es «concien-
te». Esto nunca es un proceso lineal sino que está en constante cambio
y evolución, mientras se manifiesta en criterios comúnmente aceptados
que podríamos denominar una «cultural social subterránea». Esto es lo
que expresa, quizá sin saberlo, el siguiente testimonio:
i i
i i
i i
8 Pablo Pozzi
3.— Therefore, mankind always sets itself only such tasks as it can solve; since,
looking at the matter more closely, we will always find that the task itself arises
only when the material conditions necessary for its solution already exist or are
at least in the process of formation (Marx [1859] 1959, pág. 44).
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas. . . 9
tan perverso, cómo van a echar a un tipo con cuatro hijos, dónde
mierda va ir a trabajar este hombre. Lo echaban porque al momento
de salir se llevaba un calibre en el bolsillo, que seguramente se lo
había dejado olvidado. Yo decía: «pero qué hijos de puta, como van
a echar una persona por eso, y con cuatro chicos». Lo que más me
preocupaba, no sé por qué, era eso. Entonces, se fue a una huelga y la
comisión interna llamó a formar un piquete para evitar que la gente
entrara a trabajar. A mí me parecía que por compañerismo no tenía
que ir a trabajar. Cuando llamaron yo me presenté para formar los
grupos del piquete y empecé a ir a militar (Sartelli y Camera 2001).4
Despedido a los 15 años me dediqué a agitar a los obreros. Para que no
haya lío los patrones me recomiendan a un taller metalúrgico cuando
terminé la escuela. Entro ahí por el tiempo de las vacaciones. En el
cuarto año, un profesor [creo que se llamaba el ingeniero Gómez] nos
daba matemáticas: la clase era una hora de política peronista y una
hora de matemáticas. Siempre empezaba con la historia del pero-
nismo. Ahí me politizo unilateralmente puesto que el ingeniero solo
hablaba de la grandeza de Perón.5
Fue entonces que, una semana antes del 25 de mayo de 1910, se de-
claró la huelga general. En casa se vivía esa conmoción, y yo, que
tenía nueve años escuchaba los comentarios de los mayores sobre
la ferocidad policial, los obreros muertos y las mujeres apaleadas, y
me indignaba hasta sentir que las lágrimas me subían a los ojos (. . . ).
Después de cumplir 18 años me fui de casa, atraído por las luchas
obreras, por las ideas del anarquismo y por ese espíritu de aventura
que por suerte campea en la juventud (Varone 1989, pág. 15 y 18).6
Yo iba a las asambleas desde los 12, 13 años, mi viejo ya participa-
ba dentro de las asambleas, me llevaba, todos los viernes era para
nosotros una cosa de que «estaba la asamblea» y había que ir, des-
pués ellos iban, se tomaban sus vinos, cosa, pero era una cosa ya de
la familia, que ya sabíamos que el viernes había o asamblea, o cuer-
po de delegados, o que había actividad dentro del gremio. . . o sea ya
consciente uno de lo que era, porque era un lugar de trabajo muy po-
litizado, donde se analizaba desde los orígenes nuestros desde. . . ya
4.— Flores fue delegado de SITRAC, nacionalista y católico de joven pasó a mi-
litar en la guerrilla guevarista del PRT-ERP para ingresar años más tarde en el
trotskismo del Partido Obrero y ser su candidato a presidente de la Nación.
5.— Entrevista con Mario Leiva, obrero automotriz de la fábrica Transax de Cór-
doba y militante del Peronismo de Base. Entrevistado por Pablo Pozzi en Buenos
Aires, el 28 de febrero de 1994.
6.— Varone militó en el anarquismo hasta que, con la llegada del peronismo, se
afilió al Partido Comunista.
i i
i i
i i
10 Pablo Pozzi
7.— Entrevista con Carlos Sosa, activista de Luz y Fuerza de Córdoba. Entrevis-
tado por Pablo Pozzi en Córdoba 31 de mayo de 1999.
i i
i i
i i
Rebeldes e inconformistas. . . 11
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 2
i i
i i
i i
i i
i i
i i
1.— Si bien el presente texto es responsabilidad mía, agradezco las fecundas dis-
cusiones con mis colegas del Grupo de Trabajo CLACSO y con otros fuera de
él: Patricia Pensado, Amelia Rivaud, Mauricio Archila, Alfonsdo Torres, Esteban
Campos, Mariana Mastrangelo, Marcelo Langieri, Pablo Pozzi, Igor Goicovi, Clau-
dio Pérez, Luis Felipe Falcao, Marieta de Moraes, y Jilma Romero; al menos parte
de los frutos de nuestro trabajo colectivo puede verse en Necoechea Gracia y Pen-
sado Leglise (2011) y Pensado Leglise (2013). El presente texto retoma argumentos
propuestos en ambas publicaciones.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
ambiente social, y cómo todo ello trazó los recorridos hacia la posiciones
políticas de izquierda cada vez más radicales.
i i
i i
i i
las experiencias históricas de la lucha de clases» (ibídem, pág. 35). Este re-
conocimiento de un cambio radical marco un antes y un después en su
vida; atrás quedaban las trampas de las «salidas falsas, artificiales, creadas
por el enemigo» mientras que la nueva vida estaba con el Grupo Popu-
lar Guerrillero y el fallido ataque al cuartel de Madera (ibídem, pág. 23),
considerado en retrospectiva como el inicio de la guerrilla socialista en
México.
Los dos ejemplos anteriores muestran modos opuestos de compren-
der el pasado militante: la continuidad a través de generaciones o la ruptu-
ra que divide la vida. El tercer molde narrativo encontrado en las fuentes
orales hace la crónica de una cadena de sucesos como si fuera un viaje
de descubrimiento. Edna, por ejemplo, nació en 1953 en Monterrey, una
ciudad industrial del norte de México. Cuando tenía 15 años fue invitada a
participar en la sociedad de alumnos de su escuela preparatoria, y acep-
tó porque era curiosa y amiguera. En ese mismo año de 1968, en julio,
ocurrieron las primeras manifestaciones de lo que sería el masivo movi-
miento estudiantil en la ciudad de México, que exigía el fin de la violencia
policíaca, respeto a los derechos civiles y democracia. Edna se mantuvo
al tanto gracias a las pocas noticias en los periódicos y lo que contaban
quienes llegaban provenientes de la capital del país, y la impactó fuerte-
mente la represión llevada a cabo por policía y ejército el 2 octubre, que
dejó cientos de estudiantes muertos, heridos y presos. Asistió a las mar-
chas organizadas en Monterrey en solidaridad con los estudiantes de la
ciudad de México, y así conoció a Nora, estudiante universitaria que la
introdujo a la política de izquierda. Ese fue el punto de inicio del reco-
rrido por la variada gama de organizaciones de izquierda y del trabajo de
agitación y organización con estudiantes, trabajadores metalúrgicos y fe-
rrocarrileros, y colonos urbanos; el recorrido, además, la llevó a conocer
de cerca la represión estatal. Después de más o menos dos años, se unió
a la Liga de los Comunistas Armados (Necoechea Gracia 2011).
El paso a la clandestinidad armada marcó el final de una primera eta-
pa de viaje, porque como ella explica, tuvo que reinventarse para su vida
clandestina y se sentía como recién nacida. Un desafortunado accidente
terminó abruptamente la siguiente etapa: un compañero la hirió mientras
limpiaba un arma, y fue arrestada en el hospital al que acudió para recibir
atención médica. En 1972 los Comunistas Armados llevaron a cabo un exi-
toso secuestro de un avión, y la incluyeron en la lista de presos políticos
que pedían fueran excarcelados y llevados a Cuba a cambio de liberar al
avión y sus pasajeros (ibídem).
Edna complementa la narración de un suceso tras otro en su vida con
el detalle de cómo afrontó retos nuevos, y retrata así su transformación
interior. Narra, por ejemplo, que su amiga Nora le explicó que la Asocia-
ción de Alumnos en su preparatoria era de derecha, que el presidente era
i i
i i
i i
«Me gustaban mucho, era algo así como que una vida muy activa de denuncia:
nos subíamos a los camiones, nos íbamos a los eventos públicos a denunciar lo
que estaba pasando y la situación de la universidad, porque además teníamos
muchos problemas económicos en la universidad. Entonces eso me gustó, me
atrajo, y empecé a participar muy activamente, al grado que en poco tiempo
me convertí en la jefa de brigadas» (Necoechea Gracia 2011, pág. 235).
i i
i i
i i
El camino en contexto
Estas historias orales de descubrimiento presentan la experiencia co-
mo si fuera una cadena de eventos transparentes, y por lo mismo omiten
el contexto histórico y social que en realidad es imprescindible para com-
prender los sucesos narrados. En lo que sigue, situó en contexto ciertos
aspectos presentes en las entrevistas que pueden ser comparados; el exa-
men es necesariamente breve, si bien reconozco que cada uno de estos
aspectos es merecedor de un estudio por sí mismo. Los aspectos a tratar
tienen que ver con la presencia de la política en el círculo de las rela-
ciones de familia mientras los entrevistados eran niños, y más adelante
en el ensanchado mundo de amistades, actividades e intereses juveniles.
La extensión del medio en que se desenvolvían contribuyó a reconocer
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Politización e ideología
Los estudios de la izquierda han prestado más atención a las ideolo-
gías constituidas que a la elaboración que los militantes hicieron de sus
ideas. Los estudiosos abordan debates en torno a la naturaleza del cam-
bio social, la estrategia adecuada para lograrlo, y el sujeto revolucionario
y analizan distinciones gruesas, como entre nacionalistas y socialistas, o
finas, como entre guevaristas, trotskistas y maoístas. Los militantes entre-
vistados reconocen que eran poco sofisticados en teoría y ni las escue-
las de cuadros ni los grupos de discusión fueron suficientes para revertir
su falta de preparación. Al mismo tiempo, llevaron a su práctica política
ideas que adquirieron mediante la socialización en la familia, la escuela y
la interacción con otros. Estas ideas provenían de la cultura dominante y
fueron transformadas por la práctica política.
Quiero aquí elaborar un solo ejemplo: cómo cambió la noción que
asocia trabajo y esfuerzo individual con progreso material. Silvia es quien
expresa claramente la idea de que el esfuerzo individual es suficiente pa-
ra mejorar las condiciones materiales de la existencia (Pozzi 2011). Ella
creció en un barrio pobre de un pueblo en la provincia de Córdoba, en
Argentina, en los primeros años cincuenta; a principios de la década de
1970, cuando era estudiante universitaria, ingresó al Partido Revolucio-
nario de los Trabajadores para después pasar al brazo armado de este, el
i i
i i
i i
5.— Es importante notar que durante la segunda mitad del siglo XX, en los medios
académicos, arreció el escrutinio crítico de la idea de progreso. Nisbet (1981) hace
referencia a la declinación de la confianza y actitud positiva hacia el progreso a
través del siglo XX en su libro Historia de la idea de progreso, y el libro mismo
contribuyó a desnaturalizar el progreso. Nicola Chiaramonte expresó este pesi-
mismo en su ensayo «Una época de mala fe», basado en una conferencia que dictó
en 1966 (Chiaramonte [1970] 1999). Igualmente importante fueron las reflexiones
críticas de la escuela de Frankfurt en torno a la historia, la Ilustración y la relación
del ser humano con la naturaleza, particularmente el ensayo de Benjamin sobre la
historia (Benjamin [1955] 2007, págs. 253-264; Jay 1973, págs. 253-280). Pero proba-
blemente más importante para lo que sucedía en América Latina fue la teoría de
la dependencia que criticó el desarrollo económico progresivo y lineal postulado
por la teoría de la modernización (Cardozo y Faletto 1969; Frank 1970). Igualmen-
te importante fue la crítica al colonialismo intelectual, en particular a las ideas
i i
i i
i i
occidentales sobre historia y progreso, que surgían desde los movimientos indoa-
mericanos y los intelectuales vinculados a ellos (VVAA 1979; Bonilla 1979; Bonfil
Batalla 1980). Así, Ethel, que creció en el seno de una familia conservadora en Pe-
trópolis, afirmó que comenzó a interesarse en la política durante la adolescencia
debido a su maestro de geografía, que les enseñaba «el concepto de subdesarrollo
y la idea de dos Brasiles, uno moderno y otro atrasado, y quedé muy impresiona-
da. Empecé a buscar libros sobre esto porque no tenía nadie con quien conversar»
(Falcão 2013, pág. 306).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
pansión entre las décadas de 1950 a 1980. Ese fue el contexto que propició
el entrecruce de viejas y nuevas ideas.
Emerge, en consecuencia, una comprensión distinta del progreso – la
utopía socialista vinculada a la noción de desarrollo económico – y sobre
todo, una visión de esfuerzo, lucha y recompensa colectiva y no indivi-
dual. La inversión de sentido hizo de la noción original un planteamiento
programático para un cambio radical.6
Muchos estudiosos de la época esbozaron un modelo de sociedad
dual, con un sector moderno y otro tradicional, y estudiaron a los mar-
ginados urbanos como individuos aferrados a la tradición e incapaces de
operar en el sector moderno de las sociedades latinoamericanas. Por el
contrario, uno podría argumentar que esta fusión de ideas residuales con
la hegemonía urbana fue la que dinamizó a la sociedad en su conjunto.
Como quiera que sea, en las narraciones de estos militantes, la apropia-
ción fue resultado de su experiencia, en especial cuando esta propició el
surgimiento de un nosotros, de un colectivo de pertenencia, cimentado
en el recurrente enfrentamiento con la autoridad represiva del Estado.7
Experiencia y expectativa
Sartre (1995, págs. 78-81) planteó que la relación entre experiencia y
expectativa permite al individuo percibir el abanico de opciones posibles
e imposibles. Los militantes de izquierda esperaban la realización de un
futuro de progreso y cuando percibieron que ese progreso estaba veda-
do para un alto porcentaje de la población, se rebelaron. Otros aceptaron
la imposibilidad sin protestar. En ambos casos, el discurso del progreso
creó sujetos políticos. Pero hay experiencias que no solo rompen con las
expectativas sino que dejan al individuo buscando explicaciones fuera de
los discursos establecidos. Recurro ahora a tres breves anécdotas rela-
tadas en el transcurso de entrevistas de historia de oral por mujeres de
México, Brasil y Argentina.
Amelia nació en la ciudad de México en 1952 en el seno de una fami-
lia de refugiados españoles. En 1972 integró el grupo que fundó la revista
Punto Crítico y que también dio origen a la Organización Revolucionaria
Punto Crítico. Amelia contó que fue arrestada por primera vez mientras
6.— Nos ha sido de gran utilidad el análisis que hace Thompson (1993, págs. 52-64)
para entender el proceso del radicalismo en que se hallaba inmerso William Blake,
particularmente donde fija la atención en los fenómenos de desplazamiento y de
inversión de significado; y también la noción de hegemonía como proceso que
propone Williams (1977a, págs. 121-127).
7.— La noción de apropiación de elementos culturales y de la constitución de
comunidades de interpretación, como aspectos en el proceso formativo de las
clases sociales, puede encontrarse en Chartier (1992, págs. 45-62).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
das de cierta manera útil para las contiendas presentes por la democra-
cia, al tiempo que se armonizan los objetivos perseguidos en un momento
y otro. Las entrevistas en este sentido presentan lo que Benjamin ([1955]
2007, pág. 87) llama la verdad épica, que anima al narrador de cuentos, y
consiste en la experiencia acumulada como sabiduría.
También y por contraste, hemos visto que el carácter dialógico de las
entrevistas de historia oral obliga a la descripción densa. Precisamente
en este punto fusionamos el trabajo de historia oral con el de historia
social, porque las narraciones individuales requieren que el historiador
reconstruya el contexto de ese tiempo para mejor entender las opciones,
las decisiones y los conflictos en que cada narrador se vio inmerso. Es-
te contexto histórico por supuesto rebasa la experiencia individual y nos
remite a causas y efectos que determinaron las percepciones y acciones
posibles. Esta verdad de carácter histórica restaura al sujeto su papel de
agente histórico. Observamos entonces la relación entre la expectativa
culturalmente determinada y la experiencia socialmente posible, porque
en ese cruce los individuos revelan la tensión entre actuar o no de confor-
midad al sentido común y emerge la lucha, la contradicción en el esfuerzo
por darle sentido a lo vivido.
Entrevistas
Edna Ovalle, entrevista realizada por Gerardo Necoechea Gracia, Pátz-
cuaro, Michoacán, 2007.
Amelia Rivaud Morayta, entrevista realizada por Gerardo Necoechea
Gracia, ciudad de México, 2006.
i i
i i
i i
Capítulo 3
Pablo Pozzi*
......
i i
i i
i i
36 Pablo Pozzi
2.— Entrevista realizada por Pablo Pozzi a Norma y Rita. Córdoba, 10 de julio de
2004.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
38 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
i i
i i
i i
40 Pablo Pozzi
cales tuvieran más cosas en común con obreros comunistas que con sus
respectivos partidos. Este elemento marcaría una clase obrera que (. . . )
se caracterizaba por tener una experiencia en común que determinaba
“estructuras de sentimientos” y un “sentido común” (. . . ). En Río Cuarto,
la “vieja sociedad” era representada por un pequeño grupo de familias,
muy adineradas (. . . ), de donde se fue forjando una percepción clasista
[donde] las familias “ricas” eran sinónimo de explotación y de hambre,
distinguiéndose la sociedad entre “ricos” y “pobres”.4 Estas familias dis-
tinguidas nunca iban a mezclarse con ellos, los “cabecitas negras” (. . . )».5
Esto es central en la cultura de la zona, y por ende a cualquier proceso
de politización, ya que la lucha de clases no es un concepto teórico sino
que es algo directamente vivenciado como discriminación, segregación,
racismo.
Al igual que muchas ciudades y pueblos del interior argentino, la divi-
sión de la sociedad en clases es algo que se vive no solo como un problema
de explotación, sino de cultura, de relaciones sociales, de vínculos fami-
liares. La combinación de estos elementos generan un «sentido común»
fuertemente diferenciado, dependiendo dónde se ubica cada individuo
dentro de esa división. En última instancia, esto si bien tiene que ver con
la división en explotadores y explotados, debemos reconocer que redu-
cirlo a esta tipificación simplista dificulta el análisis y la comprensión de
los comportamientos de distintos grupos sociales. La experiencia social,
entendida como algo no individual sino colectivo, puede hacer que un ca-
mionero dueño de su propio camión se encuentre cercano a (o dentro de)
la clase obrera, mientras que un asalariado (aun aquel con un alto grado de
autonomía) sea considerado parte de los niveles inferiores de la burguesía
pueblerina. Esta complejidad, como nos recuerda Badaró Mattos, implica
que «Marx y Engels no inventaron las clases sociales; las encontraron en
la realidad» (véase Badaró Mattos 2012, pág. 57).
Este sentido común permea toda la entrevista, donde cada entrevista-
da construye (o expresa) su identidad a partir de establecer claras coorde-
nadas que, en su «cultura ordinaria», no necesitan mayor referencia para
ubicar socialmente al narrador. Así, la diferencia social es rápidamente
establecida en los primeros minutos de la entrevista. Norma aclara que:
«Y mi vida se relaciona más que todo [. . . a] los 16, 17 años yo me dedicaba
a ir a cumpleaños, a fiestas. Iba al Golf de Río Cuarto, claro que sí, iba a
fiestas, me encantaba. Pero no iba a la pileta, por ejemplo, no era socia.
Pero. . . sí, me relacionaba con gente que, aparentemente para otros pue-
de ser gorila. Yo me sentía bien, era gente a la que yo quería mucho. Gente
4.— Véanse las entrevistas realizadas por Pablo Pozzi y Mariana Mastrángelo a
Víctor Barrios. Río Cuarto, junio y agosto de 2006.
5.— Estos conceptos como burguesía, aristocracia, laburantes y cabecitas negras
son tomados de la entrevista a Víctor Barrios.
i i
i i
i i
6.— Todas las citas provienen de la entrevista realizada por Pablo Pozzi a Norma
y Rita. Córdoba, 10 de julio de 2004.
i i
i i
i i
42 Pablo Pozzi
Pregunta: Seguro, pero socialmente supongo que debía ser distinto también
¿o no?
Norma: Y sí, me cuesta a mí, porque yo nunca lo he tenido a eso, vis-
te, pero tengo que verlo fuera de mí a eso, no internamente. Había,
había, sí, pero. . . yo no lo viví a eso como una cosa, viste, si era cole-
gio privado, si no era colegio privado, de dónde era, si era morocha
o si era rubia, o sea no. . .
i i
i i
i i
Rita: (. . . ) un chico que era de una joyería, mi imagen era que era muy
de derecha o quería serlo, pobrecito, de levantar la bandera de Hitler
en el medio de la plaza, esconderse en la iglesia. Que a mí me daba,
realmente me daba asco, viste, porque era un nenito «bien» devenido
a querer hacer política, y por supuesto a mí me parecía espantoso lo
que había elegido, no.
i i
i i
i i
44 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
i i
i i
i i
46 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
i i
i i
i i
48 Pablo Pozzi
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 4
Elías Stein es bien conocido en la región del Gran San Pablo por sus
muchos años de activismo sindical y político de izquierda, habiéndose
destacado entre los trabajadores metalúrgicos por una rara combinación
de firmeza serena y sentido de organización que le han asegurado hasta el
día de hoy, incluso después de más de una década de retiro, una envidia-
ble respetabilidad. De mediana estatura, piel muy clara y cabello castaño
(con bigote bien recortado) que evidencian su origen alemán, él se ase-
meja a un maestro de escuela primaria (actividad, a propósito, que podría
haber ejercido por haber concluido la escuela normal), tal vez debido a
las grandes gafas con bordes anchos y oscuros, que combinan de forma
apreciable con el modo tranquilo y el fino humor con que expresa sus
ideas.
A diferencia de la gran mayoría de los trabajadores brasileños durante
la segunda mitad del siglo XX, Elías no proviene del éxodo rural que llevó
a millones de habitantes del campo a trasladarse a las ciudades en busca
de mejores condiciones de vida y de trabajo. Aunque nacido en una pe-
queña ciudad en el interior del Estado de San Pablo, toda su trayectoria
de vida está relacionada con experiencias urbanas: su padre era un maes-
tro de escuela primaria y su madre era ama de casa que pronto tuvo que
trabajar cosiendo para ayudar al presupuesto del hogar. A su vez, y toda-
vía tratando de singularidades de este veterano combatiente de la lucha
contra la dictadura, por la democratización del país, por la libre organiza-
ción de los trabajadores contra las disposiciones de la patronal y por una
sociedad más justa e igualitaria, Elías Stein recibió preparación escolar
esmerada y estímulo para hacer contacto con y gustar de la literatura, así
i i
i i
i i
i i
i i
i i
ras. Pensé: un día voy a trabajar en una máquina como esta. Tardó pero lo
logré.
»Pero cuando llegué a San Pablo, una de las primeras cosas que sucedió fue
cambiar toda la base religiosa que yo tenía, porque era otro mundo: Capivari
debía tener una población urbana alrededor de 5 mil habitantes y Walita era
una de las más grandes metalúrgicas de esta época, tenía 5 mil trabajadores,
entonces mi vida comenzó a cambiar. Yo acompañaba toda la cadena de pro-
ducción y las máquinas me habían dejado impresionado. Así, empecé a buscar
maneras de trabajar en una máquina y supe que el Servicio Nacional de la In-
dustria (SENAI) ofrecía cursos especializados y me matriculé.
»En realidad, tuve una crisis, me quedé un poco perdido, porque mi concep-
ción del mundo se derrumbó. San Pablo, en este momento, 1960, 1961, tenía
una gran agitación política, varios actos públicos en la Praça da Sé, y todo
empezó a meterse en mi cabeza. Pensé: necesito buscar una referencia. Ella
apareció en un debate realizado por Paulo de Tarso,3 que era diputado federal
del PDC, del ala izquierda de este partido, junto con Plínio de Arruda Sampaio
y otros líderes. Era una conferencia sobre socialismo y cristianismo, hablaba
de la Acción Católica, con un punto de vista completamente diferente del cris-
tianismo del que yo conocía en el interior. Así, busqué la dirección en la guía
telefónica, que era Avenida Higienópolis 890, y fui allí: quien me recibió fue
Waldemar Rossi,4 que me preguntó dónde trabajaba, donde vivía, y me mostró
una sección de la JOC en el barrio Bosque da Saúde. Sí, mi amigo, mi actividad
política comenzó allí, porque la JOC había dejado de ser una cosa de iglesia
y anticomunista: he encontrado un grupo de trabajadores que se reunía una
vez a la semana y cobraba lo que se hacía en el empleo, cómo se relaciona-
ba con los amigos, cómo se conocía el lugar donde estaba, la importancia del
sindicato, y allí comenzó mi camino de militante.
»En mi casa hubo alguna discusión política porque mi padre era getulista y te-
nía sobrinos udenistas,5 lo que dio una cierta tensión. La muerte de Getúlio
3.— Paulo de Tarso Santos fue un político brasileño ligado al ala izquierda del
Partido Demócrata Cristiano antes del golpe de 1964, y, entre otras cosas, fue ele-
gido diputado federal por dos períodos y se desempeñó en el cargo de ministro
de la Educación en el gobierno João Goulart, con apoyo nacional al programa de
alfabetización de adultos desarrollado por el educador y pensador Paulo Freire.
4.— Waldemar Rossi es un trabajador jubilado que se hizo conocido por su lide-
razgo en la coordinación de la JOC en el sur de Brasil y en la Oposición Sindical
Metalúrgica de San Pablo, sin duda la más importante del país, entre las décadas
de 1960 y 1980. Además, también ganó notoriedad por haber sido elegido para ha-
cer el saludo, en nombre de los trabajadores brasileños, al Papa Juan Pablo II en
el Estadio Morumbi, en 1980, durante la visita de este pontífice a Brasil.
5.— “Getulista” y “udenistas” aluden a algunas de las disputas políticas más du-
ras en el período antes del golpe de Estado de 1964, con el establecimiento de la
dictadura civil-militar que duraría hasta 1985. En este caso, los getulistas eran par-
tidarios del presidente Getúlio Vargas, que gobernó el país entre 1930 y 1945, tras
el triunfo de un levantamiento armado, y también entre 1951 y 1954, ahora como
i i
i i
i i
i i
i i
i i
7.— La producción artística y cultural del CPC fue, más tarde, muy criticada en
nombre de lo que se consideraba dogmático y simplista en la manera cómo con-
sideraba el arte del pueblo, dándole un carácter ingenuo y puramente lúdico, de-
pendiendo de lo que era para los artistas e intelectuales promover el arte y la
cultura «revolucionaria» capaz de liberar a estas personas de la alienación (Chauí
1983; Krausche 1984).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«En la época del golpe de 1964, una gran parte de la población estaba medio
engañada. El personal más conectado a mi grupo percibía que un golpe está
en preparación a causa del periódico Brasil, Urgente, que era un periódico
católico más radical que los de la izquierda tradiconal, un periódico que dis-
tribuimos, debatimos, y que advertía: mira, es obvio que están preparando un
golpe de Estado. Pero entonces llegaba el “Partidão” (PCB), el PCdoB, el PTB,
“no, cuando la derecha viene aplastamos, cortamos su cabeza”, y cuando fi-
nalmente llegó el golpe tratamos de ver si había alguna resistencia, pero no
ha tenido nada, solo un concejal de San Pablo, de la izquierda del PDC, João
Carlos Meirelles, trató de unir a la gente de JOC, JUC, JEC: hicimos algunas
reuniones, pero era algo sin ton ni son, como el estudio de las áreas estratégi-
cas de la ciudad, pero no pasó nada.
»Trabajé en la Guía Telefónica Brasileña y decidí ir a una fábrica como un
peón,11 pero el régimen de allí me perjudicó demasiado, ya tenía una úlcera
que se agravó con la mala comida, el servicio muy contaminante, y tuve que
someterme a una operación. Cuando terminó, el médico me dijo: “Usted re-
cibió tres meses de ausencia para recuperarse, pero necesitará como 6 meses
para encontrarse en buen estado de salud, usted tendrá que almorzar en casa,
cenar en casa, entonces usted no puede ir a trabajar en la fábrica”. Así, fui a tra-
bajar en el banco, en la época que Waldemar Rossi traía a la JOC las ideas del
comité de fábrica y del cambio de la estructura sindical, por lo que comencé
10.— Formada en 1962 como agrupación política por parte de los miembros de
la JUC (y también de la JEC), la Acción Popular se transformó durante la segunda
mitad de la década de 1960 en una estructura clandestina con posiciones marxis-
tas leninistas. A principios de la década siguiente, la AP sufre una escisión que
llevó parte de sus miembros a unirse al PCdoB y otra parte a formar la Acción Po-
pular Marxista Leninista (APML), casi destruida entonces por la represión brutal
desatada por la dictadura. Años después, en 1980, sus órganismos se disolvieron
casi todos en el Partido de los Trabajadores.
11.— En la jerga obrera, especialmente en San Pablo, “peón” se refiere al trabaja-
dor poco o nada cualificado y que, por lo tanto, rueda, sin lugar fijo, en las distintas
secciones de la fábrica, pero en un sentido amplio puede significar “trabajador”
en general.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
en la Oposición Sindical Metalúrgica de San Pablo, decidí que tenía que elegir:
o me quedaba con Ala, que no me ofrecía garantías de futuro, o me quedaba
con la Oposición, y así dejé el Ala.
»Fuera de la JOC mantuve contacto con Waldemar Rossi, de quien siempre
estuve muy cerca, y con sus ideas para hacer trabajo de base, organizar desde
abajo, como el comité de fábrica de COBRASMA creado en 1961, cambiar la
estructura sindical, porque teníamos claro que el sindicato en Brasil era fal-
so, estaba atado al Estado a través del impuesto sindical, de controles que el
Ministerio de Trabajo mantuvo para evitar que pudiera ser un sindicato libre,
para que no pueda existir el sindicato en la fábrica porque era propiedad pri-
vada y quien tenía el control era el empleador. Pero en el momento en que
entré en la Oposición, 1969, 1970, esta estaba muy débil, era muy embrionaria,
y fue un problema encontrar personas para formar una lista para las elecciones
de 1972 (más tarde, la gente luchaba para entrar en la lista. . . ), de la cual yo par-
ticipé, porque en este momento, más allá del miedo, la gente sabía que podía
perder su puesto de trabajo, pero con gran dificultad logramos formar la lista
y distribuir nuestro material con la denuncia de este sindicalismo falso que
tenemos hasta hoy. Lo que nos ayudó un poco a nosotros fue el hecho de que
ya estaba emergiendo una concienciación de los trabajadores, de que estaban
sufriendo un apretón de salario, que la inflación era del 20 % y recibían solo
el 7 %, 8 %, y gracias a que hemos tenido alrededor de 6 mil votos y los pelegos
alrededor de 18 mil. En esta elección, percibí lo que era San Pablo, porque el
sindicato nos dio un periódico donde pasarían las urnas y pensé: “oye, no es
posible, creo que hay unas 8 mil fábricas y nosotros solo alcanzamos unas 50,
70, nunca vamos a ganar las elecciones, nunca”, y el día de las elecciones había
2 urnas en la sede del sindicato donde votaban los jubilados y pensionados. Vi
a la gente llegar allí en ambulancia, ser colocada en una silla de ruedas, subir
al ascensor y votar. Cuando se trataba de contar, obteníamos votos en las fá-
bricas más grandes, hasta llegamos al empate con ellos, pero en las urnas del
sindicato ellos obtenían el 99 %. Así, creo que igual con los fraudes en las elec-
ciones de 1972, de 1978 (en 1975 no participamos), de 1981, era prácticamente
imposible ganar, porque en estas 8 mil fábricas, la mayoría de 20, 30 opera-
rios con al menos 4, 5 miembros del sindicato, pocos tenían seguro de salud,
no había ningún apoyo, el sindicato fue un apoyo para ellos porque ofrecían
médico, remedios. Entonces, cuando ocurría la elección, los pelegos decían:
mira, si la oposición gana van a cerrar todo, acabarán los médicos, cerrará la
farmacia, hombre. . .
»Después de esta elección, nos encontramos con un grupo de coordinación
pequeño, pero ya había varios contactos y se evaluó que era necesario ex-
pandir nuestro trabajo, no se podía estar solo en el sindicato y, a continua-
ción, buscamos la Pastoral Operaria, buscamos un padre simpático que abría la
iglesia para hacer reuniones, buscamos la Federación de Organizaciones para
Asistencia Social y Educacional (FASE),14 y encontramos muchos trabajadores
i i
i i
i i
i i
i i
i i
16.— Como se recuerda uno de sus miembros, Joaquim Miranda Sobrinho, tam-
bién del Frente Nacional del Trabajo, en una entrevista publicada por Weisshei-
mer (2008): «Fueron seis años de trabajo, construyendo las bases obreras allí. Pero
así, piedra por piedra, compañero por compañero. Aparecía, trabajaba, para aña-
dir con nosotros. Compañeros de liderazgo que vinieron desde las fábricas – las
fábricas estaban despidiendo – llevabamos dentro, mantuvimos allí, mantuvimos
para espesar nuestra lucha. Participé casi desde el principio, desde los primeros
compañeros que se presentaron».
17.— La huelga de Osasco fue precedida por otra, de los metalúrgicos en Conta-
gem, en la Grande Belo Horizonte, Minas Gerais, que estalló el 16 de abril de 1968,
incluso con ocupación de fábricas, pero que también fue suprimida por la repre-
sión violenta que dio lugar a intervención en el sindicato y el encarcelamiento de
cientos de líderes y militantes.
i i
i i
i i
«Con el trabajo de educación de base tuvimos contacto con personas que es-
taban tratando de reorganizar el Movimiento Popular de Liberación (MPL) de
Miguel Arrais, pero nunca nos lo dijeron, y cuando nos detuvieron, en enero
de 1974, la primera pregunta de los torturadores era la siguiente: “¿Cuál es el
nombre de la organización?”. Ellos nos daban un organigrama: liderazgo na-
cional, liderazgo del estado, aquí abajo Oposición Sindical, Pastoral Operaria,
FASE. Así, miré y dije: “Hombre, ¿qué es esto? ¿Qué organización?”. Tardaron
en aceptar que no sabíamos, y hasta hoy no es claro por qué nos detuvieron.
Tal vez fue una violación de la seguridad del presidente destituido del sindica-
to de los metalúrgicos, Delelis, que después del golpe huyó a Checoslovaquia,
regresó y nos buscó (el candidato a la vicepresidencia en 1972, Flores, era muy
cercano a él). Nosotros sabíamos que estaba clandestino en Brasil, usaba otro
nombre y una pequeña oficina falsa, y normalmente no salíamos del sindicato
e íbamos directamente allí, no se podía mezclar, pero creo que Flores mezcló
y luego el DOPS18 ocupó una oficina contigua, puso un dispositivo de escucha
detrás del sofá y cuando se descubrió, Delelis y Flores fueron detenidos a la
hora. Flores sabía que tendríamos una reunión el lunes en una iglesia en Brás,
y tal vez lo ha dicho bajo tortura, porque solo él sabía dónde y a qué hora se-
ría. Nadie estaba clandestino, teníamos domicilio fijo, familia, trabajo, y como
no podían detenernos por hacer oposición sindical nos vincularon al MPL,
junto con los demás. Estuvimos detenidos cuatro meses, ya que para ellos la
dirección nacional estaba compuesta por Delelis, Flores, Waldemar Rossi, Sô-
nia Lins y yo. Fueron a mi casa, se llevaron más de un centenar de libros y me
preguntaron cómo un trabajador podría haber comprado todo. De hecho, la
mayoría pertenecía a un tío que le gustaban grandes líderes y compraba todo
lo que hacía referencia a Mao Zedong, Stalin, Lenin, Getúlio Vargas, Napoleón,
Hitler, imagínese cómo era la cabeza de este hombre. Cuando se enfermó y
fue a vivir a mi casa, llevó estos libros y me los dio cuando me casé, y una vez
le dije: tío, porqué admira a Hitler, si nuestra familia se hubiese quedado en
Alemania se habría vuelto cenizas, pero él respondió que esto era propaganda
del inglés, que en ese momento Inglaterra odiaba Alemania. Al final, fui cas-
tigado por la represión porque pensaron que yo era el mentor intelectual del
grupo, y cuando Franco Montoro ganó la elección para gobernador del Esta-
do, en 1982, y decidió cerrar el DOPS, yo fui allí buscar mis libros y le dije al
chico que me recibió que habían entrado en mi casa en 1974 y tomado más
de 100 libros, buenos libros que yo quería de vuelta, pero él se echó a reír:
“¿Cómo es? En el año 1974? Mi amigo, ellos lo han vendido a algún mercadillo
de libros hace tiempo”.
»Cuando salgo de la prisión, tenía que ir todas las semanas al DOPS demostrar
que no habían huido y así no podía conseguir un trabajo porque tenía que estar
i i
i i
i i
allí entre las 8 y 17, hasta que un amigo decidió ayudar: él trabajaba en la fábrica
de un italiano que estaba vinculado al Partido Comunista de Italia y habló so-
bre mi situación. Así que fui allí, expliqué todo y él accedió a darme el empleo:
todos los lunes yo salía a las 3 de la tarde y al día siguiente compensaba esas 2
horas. Entonces, empecé a trabajar como fresador, pero era muy sacrificado
porque yo vivía en Santo André, salía 4 de la mañana, me llevaba el primer
autobús, en la estación tomaba un tren a São Caetano, tomaba un autobús a
San Pablo, descendía y caminaba unos 15 minutos más para llegar a las 7 de la
mañana y salía a las 17, volviendo a casa 19, 20 horas, cuando no había reunión
de la oposición, porque en ese caso yo volvía a las 22 horas. Después de un
año y medio estaba bastante cansado, no tenía ninguna condición, necesitaba
trabajar más cerca de la región de ABC, renuncié y fui a Equipamentos Villa-
res, donde Lula había trabajado años antes, como tornero mecánico. Era otro
mundo: el primer día ya había gente del sindicato entregando el periódico en
la puerta de la fábrica, Tribuna Metalúrgica con denuncia de los problemas
de la fábrica y pensé “¿aquí es todo diferente?”.
»Entonces, fue conocer el sindicato: ¡otra sorpresa! Como el sindicato de San
Pablo parecía una oficina fantasma, no había nadie, no tenía trabajadores, te-
nía solo policías y un pelego u otro en los pasillos, y nosotros de la oposición,
cuatro gatos. Pero en el sindicato de São Bernardo era mucha gente, especial-
mente jóvenes (en San Pablo todos eran viejos), todos con camisa, nadie con
chaqueta o corbata, y conocí Djalma Bom que se presentó diciendo “yo soy el
secretario general”. Entonces, pensé: “Maldición, aunque estuviera ligado al
gobierno, el sindicato sería capaz de actuar si hubiera gente interesada”. En-
tonces, llegaron las huelgas de 1978, 1979 y 1980: había apoyo del sindicato, si
había problemas en la fábrica el periódico lo publicaba, el empleador no sabía
quién hizo la denuncia, y los trabajadores veían que se estaba hablando de su
problema. El sindicato hacía un montón de reuniones, muchas asambleas, la
gente tenía confianza en la junta directiva porque vivía con ellos, se veía que
no eran policías (aunque pudiera haber policías allí), se tenía libertad para dis-
cutir, no se sentía amenazado y poco a poco se conocían los líderes de otras
fábricas. En congresos de la rama se discutían diversos temas.
»En 1978, Lula apoyó a Fernando Henrique Cardoso para el Senado, fue a las
puertas de las fábricas con él, lo llevó allí a Villares, pero con un problema que
se ha prolongado durante demasiado tiempo y ha causado fricciones con la
oposición sindical de San Pablo: no había discusión política como en la oposi-
ción. En esta, cualquier decisión implicaba un gran debate político: cualquier
militante que hablaba “No, Gramsci dijo tal cosa, Trotsky dijo otra cosa”, la
gente entendía, sabía lo que era, pero no se podía decir esto en São Bernardo,
no porque era prohibido, sino porque usted hubiera sido visto como un ET.
Trotsky, ¿quién es Trotsky? ¿Lenin? Porque el trabajo se concentró en la filo-
sofía del sindicalismo estadounidense: trabajamos, tenemos derecho a nuestra
parte del todo, debido al hecho de que el tipo trabajaba como un desesperado
en las fábricas de automóviles, veía muchos coches producidos, no se paga-
ba mal, pero esto no coincidía con lo que él producía, él sentía en la piel,
comparaba la riqueza producida con lo recibido, y el sindicato golpeaba este
i i
i i
i i
botón. La junta directiva viajaba a Alemania para ver lo que era Volkswagen
allí, salario, nivel de vida, cómo vivían los obreros, Ford en los Estados Unidos,
Willys en Inglaterra, y después venia la informacion: “Mire, en comparación
con usted, el trabajador alemán gana diez veces más”. Había esta mentalidad
que prevalecía en el sindicato (que creo es correcta, pero que la gente de iz-
quierda llamaba “economicista”), el sindicato no se preocupaba mucho por el
socialismo, la lucha de clases, estaba fuera. Y hoy en día es un poco así, se
convirtió en una marca. No es que eran apolíticos, es que su atención se cen-
tró en el resultado económico: trabajé, yo quiero mi parte. Pero en San Pablo
era lucha de clases, socialismo, lo que Gramsci pensaba, era una cosa. . . Pero
perdí contacto con la oposición, el último fue durante el II Congreso del Sin-
dicato de Metalúrgicos de São Bernardo y Diadema, en 1976, para lo cual se
invitó a algunas oposiciones y San Pablo llevó un documento sobre el comité
de fábrica, que fue aprobado, pero no aplicado.
»Las cosas comenzaron a tomar un nuevo impulso en 1977, cuando el Banco
Mundial denunció la manipulación de la tasa de inflación por el gobierno: no
hubo huelga, pero movilización y acción en la Justicia del Trabajo, lo que creó
el ambiente para abril de 1978, cuando la huelga estallo en Scania. El líder
era Gilson Meneses, un militante que no tenía grandes pretensiones, fue un
dirigente de base que trabajaba todo día y era muy accesible, comunicativo.
Así, no creo en la historia de que el sindicato no sabía y se sorprendió. No,
en el caso de Scania, no, Gilson era de la junta directiva, esta sabía que él
estaba preparando una huelga, simplemente no se involucró directamente en
ella. Pero, a continuación, como aquello fue un reguero de pólvora, muchas
fábricas se declararon en huelga sin conocimiento del sindicato, esto es real.
»Yo no tenía esperanzas porque ya me habían dicho: Elías, Villares tiene solo
profesionales, estos no hacen huelga, ganan bien, VW hace, Mercedes tiene
mucho peón, pero aquí, el 98 % de los obreros son profesionales, fresadores,
torneros, herramenteros. Como legado de mis tiempos de JOC, yo tenía mi
pequeño grupo allí, unos diez trabajadores con quien hablaba, cambiaba ma-
terial, y decidimos ir al sindicato y charlar con Djalma Bom: “Mira, la situación
está dura, pero está difícil, como lo haremos?”. Él respondió: “Pare la máquina,
hombre, digan que van a parar la máquina y verán que la mayoría va a parar”.
Yo respondí: “Pero, ¿cómo voy a parar?”. Y él: “¡Elías, estamos aquí todo el día
persiguiendo acuerdos, firmado acuerdos, estalla la huelga todo el tiempo!”.
Entonces, nos fuimos y decidimos hablar con el máximo de gente posible y
combinamos el momento de parar. Trabajábamos en el turno de la noche y
cuando llegamos allí antes de las 18 horas, una parte ya había parado, no sabe-
mos quién había organizado esto, pero la mayoría de la fábrica funcionaba. A
continuación, cada uno habló con sus conocidos para que, cuando fueran las
18 horas, nadie encendería la maquina: yo estaba tenso, no sabía si iba a suce-
der, hacía 10 años que no veíamos un paro allí, pero todos paralizaron, nadie
encendió su máquina. Los jefes corrían de aquí para allá, tontos: “Mira, no se
enciende la máquina?”. “No, si los otros encienden, también enciendo”, pero
nadie encendió. Imagínese, había 50 fresas aquí, en otra ala había 80 tornos,
torno mecánico, torno vertical, en otro lado había rectificadoras, garlopas, al
i i
i i
i i
i i
i i
i i
esta también, nosotros sentíamos!”. Él: “¿Cómo nosotros?”. Y yo: “Yo estaba allí
trabajando, carajo, sé lo que era, un día un jefe dio un manotazo a un colega
mío, pensaban que tenían este poder, pero estas huelgas mostraron que había
un límite, entonces ¡la importancia de la huelga no era solo económica, no!”».
i i
i i
i i
década de 1970, entre las dos articulaciones más innovadoras que el sin-
dicalismo brasileño esbozó en esta época, siempre llevando consigo las
lecciones de la JOC acerca de la organización de trabajadores en el lugar
de trabajo y la participación activa en el sindicato: en la primera mitad
de la década, como miembro de la Oposición Sindical Metalúrgica de San
Pablo, con su discurso político contundente y apoyado por sectores de
la iglesia católica formados en la teología de la liberación; en la segun-
da mitad de la década, como militante del Sindicato de Metalúrgicos de
São Bernardo do Campo y Diadema, con su intensa movilización desde el
momento en que Lula asumió la presidencia (1975),19 fundada en la certeza
de la relevancia del sector que representaba.
São Bernardo, en particular, con su parque industrial moderno don-
de se destacó la industria automotriz y de maquinaria pesada, develaba
un escenario muy desconocido en la historia del sindicalismo brasileño:
sin inclinación para ocupar las fábricas como en la huelga de Contagem,
contrario a la agitación de izquierda como fuera común en Osasco, hasta
la asfixia de la huelga de 1968 y ajeno a la agenda política y el cambio ra-
dical en la estructura sindical como proponía la oposición metalúrgica de
San Pablo, el sindicato trató de estar cerca de la rama mediante reuniones
y asambleas constantes, con promoción de cursos de distintos niveles y
modalidades (incluyendo un curso de cine organizado por ex militantes de
Ala Roja) e innovando en el material de difusión, donde ganó prominencia
un personaje simpático e inflexible en la defensa de los trabajadores, Juan
Herrador, que ilustraba el periódico del sindicato, Tribuna Metalúrgica,
y componía las historietas distribuidas en la puerta de las fábricas. Tími-
da al principio, la movilización fue ganando volumen mientras una serie
de factores conspiraban a favor, uniéndose a la creciente incapacidad de
la dictadura para construir hegemonía entre las clases dominantes y las
élites letradas, una aspiración de cambios ganó gran capilaridad en todo
el tejido social con un notable aumento de la autoestima de los obreros
y de los trabajadores en general. En estos términos, cuando la duda de si
las máquinas estarán encendidas o no se convierte en la certeza de que
nadie va a trabajar debido a la arrogancia de un encargado o a una con-
frontación por un sueldo degradante, cuando la represión y el desempleo
no intimidan más, lo que ocurre es el gustoso silencio de la fábrica, aque-
lla autoconfianza maravillosa que el orgullo de sí mismo y de la clase son
capaces de proporcionar.
19.— Lula se unió a la dirección del sindicato en 1969, como suplente, indicado por
un hermano que trabajaba en São Caetano do Sul. En 1972, fue elegido director en
la lista que reeligió el entonces presidente, Paulo Vidal, llegando a la presidencia
en las elecciones de 1975 y reelegido en 1978.
i i
i i
i i
«En 1979, en la primera huelga organizada por la junta directiva del sindicato,
esta pensaba que no tenía necesidad de piquetes, y realmente no fue necesa-
rio, pero cuando los empleadores prohibieron a los huelguistas entrar en las
fábricas (en 1978 intentaron prohibir, pero la gente no aceptó; el próximo año
no quisieron saber: “¿Va a trabajar?”. “Voy”. “Entonces venga, alguien va con él
y hace girar la máquina. Si no enciende, fuera”), los peones fueron al estadio
de fútbol de Vila Euclides; la policía cerró el estadio, entonces fueron todos al
Paço Municipal; la policía les cayó a palos, Lula corrió (con razón) y luego los
propios empresarios se dieron cuenta que no tenían a nadie con quien hablar,
con quien negociar. ¿Con aquella masa corriendo de aquí para allá? Además,
la policía no pudo detener a 3 mil, 5 mil empleados y no podía bombardear
también. Por lo tanto, se reunieron los empresarios con Lula, Benedito Mar-
cílio y Cidão, de los sindicatos de São Bernardo, Santo André y São Caetano
(el sindicato de São Bernardo ya había sufrido una intervención, toda la junta
directiva fuera destituida), y llegaron a un acuerdo. Como parte de este, Lula
volvió y se liberó el estadio de Vila Euclides para la asamblea. Lula, antes de
hablar, puso a Osmarzinho, Batista y Alemão para hablar también con el fin
de preparar a la masa (¿cuántas personas cabían en aquel estadio? Creo que
alrededor de 20 mil de pie sobre el césped y más en el graderío, ¡estaba lleno!),
y cada vez que alguien insinuaba suspender la huelga era abucheado, pero no
había manera, Lula tenía que presentar el acuerdo y aprobar, entonces sin-
tió la barra. Habló alguna tontería y cuando dio a entender que la propuesta
era suspender la huelga fue abucheado; entonces, llamó a la gente “monos de
auditorio” y presentó la propuesta, diciendo que tenían que aprobarla porque
se tendría el sindicato de nuevo, el sindicato era nuestra fuerza, bla, bla, bla,
pero un grupo de Ford, unos mil trabajadores que estaban abucheando, sa-
lieron de la asamblea ostensiblemente, pero la mayoría se quedó y aprobó el
acuerdo. Para mí, esto fue lo que hizo Lula un líder auténtico, comprendiendo
con claridad dónde estaba: firmó el acuerdo, se devolvió el sindicato, pero era
un acuerdo muy malo, pues los empresarios se comprometieron a presentar
una nueva propuesta dentro de cuarenta días. El trabajador sabía que al sus-
pender una huelga era difícil reanudarla poco después, por lo que no querían
dejar la huelga, pero concordaron. Cuarenta días más tarde llegó la propuesta:
un aumento ligeramente mayor que el ofrecido antes, el 1 % o 2 % más, y el
descuento de la huelga de quince días en cuotas, dos días al mes. Se recibía
el talón de pago, la declaración de pago, y estaba allí: dos días menos debido
al paro, que la gente llamaba “carnet de Lula”. Si en San Pablo, cuando ocu-
rría algo así, los trabajadores conscientes rasgaban las tarjetas de miembros
del sindicato, en São Bernardo se metían con Lula, yo estaba allí y lo vi: “Lula,
¿cómo se puede aceptar un acuerdo así?”. Entonces Lula debió haber pensado
que si no era valiente, lo pasaría mal, incluso podrían darle un palo. Fue una
lección para él.
»En la huelga siguiente, en 1980, en la primera asamblea, en el estadio de Vila
Euclides, comenzó diciendo: “¡Este año no hay acuerdo, o dan lo que quere-
mos, o de lo contrario la huelga no será levantada!”. Creo que se dio cuenta de
i i
i i
i i
i i
i i
i i
hombre, no tiene tamaño, pues es algo tan bajo, tan ordinario, ¡poner en una
lista negra todos que fueron despedidos el 12 de mayo de 1980 solo porque
permanecieron 41 días en huelga!
»Bueno, el hecho es que cuando Lula fue elegido presidente, se podía ver que
era un tipo diferente, no había un mandón sentado en la mesa, era un hombre
accesible, por lo que la única oposición estructurada que apareció fue des-
pués de la huelga de 1980, cuando Osmarzinho, Batista del PCdoB, Alemão
del MR-821 : van a formar una lista de oposición que tenía alguna relación con
los pelegos de San Pablo, sobre todo Alemão, que cuando llegó en São Bernar-
do después de pelear con la oposición de San Pablo creció mucho, hablaba en
las asambleas, etcétera. A continuación, en 1981 decidieron formar una lista
para contrarrestar a Jair Meneguelli, que era el candidato de Lula, y llevaron a
la gente del “golpe de palo” de San Pablo para allí (individuos llamados “Décio
Malho”), personas acostumbradas a provocar peleas, pero hicieron la carrera
la primera vez que fueron a la fábrica y no volvieron: esta oposición perdió la
elección por 90 % a 6 %, 7 %. Pero yo no estaba más allí, estaba en una “boca de
cerdo” en Santo André por qué no obtenía empleo en fábricas grandes, trabajé
un año, la fábrica estaba en crisis, despidió a todos los empleados, entonces
pensé; basta, tengo que cambiar mi vida, aprobé en un concurso de la ciudad
de San Pablo e intenté ingresar en la USP».
i i
i i
i i
había terminado. Instado por sus compañeros y buscado por las autori-
dades y los empresarios para llevar a cabo una negociación, Lula se vio
obligado a aceptar un mal acuerdo a cambio de la devolución del sindica-
to y su liderazgo corrió serios riesgos cuando lo defendió en una asamblea
marcada por protestas de trabajadores descontentos, y el «carnet de Lula»
(descuento mensual de los días de paro, una verdadera afrenta a los huel-
guistas) fue recordado con frecuencia durante todo el año. El activismo
desenfrenado, la desconfianza delante de advertencias de las estructuras
clandestinas de izquierda y la falta de un debate político más maduro co-
braron, así, un alto precio en el proceso de aprendizaje, contribuyendo a
la derrota de la huelga, pero, al mismo tiempo, ayudando a mantener y
reforzando la imagen combativa del sindicato y de su gestión por haber
desafiado la legislación que prohibía huelgas e incluso la represión de la
dictadura y de los empleadores.
A su vez, 1980 es como un clímax de esta tendencia, con una huelga
planificada en detalle y con antelación para durar mucho tiempo, incor-
porando en su dirección militantes de izquierda con probada experiencia
y liderazgo en las fábricas, creando un fondo de huelga bien estructura-
do con apoyo abierto de la iglesia, coordinando el movimiento de soporte
también en los barrios y logrando el apoyo de la población en su conjunto
para hacer frente a una represión por venir, que vino, lista para aplicar un
correctivo ejemplar. La situación era diferente, la amnistía política había
sido concedida el año anterior y exiliados aterrizaban en el país en medio
de celebraciones, así como se acentuaba la crisis de legitimidad del régi-
men dentro las élites y las clases dominantes, así como crecían indicado-
res económicos negativos, como la inflación y la deuda externa, pero la
disposición del régimen y los empleadores para romper la columna ver-
tebral de aquella confrontación de clases ostensible no se hizo esperar:
el sindicato volvió a sufrir una intervención, pero ahora acompañada de
prisión para la junta directiva, y la violencia policial persiguió a los huel-
guistas en las calles y plazas de São Bernardo. Una lucha dura, feroz, que
continuó después de la huelga, con miles de trabajadores despedidos y
cientos incluidos en una lista negra por la institución que reunía a los em-
pleadores, hasta el punto de que, en las elecciones sindicales siguientes,
en 1981, fue necesario recurrir a nombres casi desconocidos para compo-
ner la lista, porque la mayoría de los principales líderes estaba sin empleo
o fue obligada a abandonar el área de cobertura del sindicato. Sin em-
bargo, Lula y los demás dirigentes habían conquistado definitivamente la
confianza de los trabajadores y diseñado su liderazgo a nivel nacional, lo
que permitió la creación y la consolidación del Partido de los Trabaja-
dores (PT), en 1980, y la contundente victoria en las elecciones sindicales
en 1981, contra una lista de oposición organizada por las estructuras de iz-
i i
i i
i i
i i
i i
i i
que soy un niño o inocente; respondí que debería hablar de ello en el núcleo y
pedí que no incluyera mi nombre. A continuación, reunimos el núcleo y con-
vencí a la gente a de participar en cualquier lista, pero yo estaba bien con todo
el mundo, aunque siempre en un lado y el llamado núcleo del centro, que no
eran trabajadores de la fábrica, en el otro. El PT allí fue siempre complicado
y cuando se hizo evidente que tenía un esquema de corrupción me aparté,
no del PT en sí, del PT de Santo André. Entonces, cuando Lula fue elegido
presidente de Brasil, pensé: “bueno, vamos a ver”. Después de 6 meses, 1 año,
nada había cambiado, fui allí y me desligué. Ahora, en esta elección de 2014,
tuve que escuchar un montón de tonterías, porque anulo mi voto desde hace
mucho tiempo y vinieron a decir que yo era un tipo conocido y si la gente
supiera que anulo, anularía también. Respondí: “Ah, si ellos no piensan con su
cabeza, mi amigo, no puedo hacer nada”.
»Creo que el PT siguió un camino en el que no hay vuelta atrás. Lula nunca
me engañó, me gusta personalmente, es un tipo muy simpático, pero nunca
me engañó porque lo conocía como líder sindical. Él nunca se declaró socia-
lista, por el contrario, en un principio no aceptaba estudiante, partido político,
nada. Para mí, la mayor parte del PT hoy es arrogante, no puedo ver a Dilma,
que cambio el canal de televisión, parece una profesora de primaria que que-
ría imponer las cosas: mira, tiene que ser así. En la actualidad, el PT gestiona
el capitalismo y lo maneja muy bien, y cuando veo el miedo de los petistas
ante aquellos que piden llamar a los militares de nuevo, digo: “Amigo, no seas
tonto, los militares no quieren el poder, los empresarios no quieren el poder,
los estadounidenses no quieren confusión en este lado, ya tienen mucha allí,
entonces, ¿quien va a dar el golpe?”.
»En conclusión, recuerdo que la familia nunca ha sido un obstáculo para mi
militancia, solo mi madre, que cuando supo que yo estaba involucrado, inclu-
so sin saber cómo, en la situación de la década de 1970, hasta tuvo una crisis
nerviosa. Su hermana, mi tía, vino a decirme: “¿Ves lo que estás haciendo con
tu madre?”. Yo ya estaba casado, viviendo con mi esposa en Santo André, y
respondí que no estaba haciendo nada errado, no colocaba bombas por ahí, y
fue solo, porque mi esposa siempre me ha apoyado, era también militante, nos
conocemos de la JOC. Cuando salí del PT, ella permaneció y murió creyendo
que el PT era la única solución. Ella siempre fue muy combativa, por lo que el
Hospital de la Mujer en Santo André tiene su nombre, María José dos Santos
Stein, un gran hospital que, en la inauguración, fui hacer un agradecimiento.
Incluso cuando fui arrestado, yo estaba muy tranquilo, porque no se meterían
con ella, ella no tenía ninguna relación con un partido político, dos hijos pe-
queños en casa, han estado allí, llevaron los libros (ella aún tuvo tiempo para
limpiar un montón de cosas, pero los libros, ¿qué iba a hacer?) y esto es todo».
Las memorias de Elías Stein son, por supuesto, muy variadas, ricas y
controvertidas, en vista la fértil y prolongada experiencia de politización
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 5
Esteban Campos
......
i i
i i
i i
76 Esteban Campos
Con el correr del tiempo, las redes del MNT se extendieron por las
provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, permitiendo la articu-
lación de una precaria estructura nacional. Sin embargo, el crecimiento
explosivo de Tacuara entre 1960 y 1962 sembró las semillas de su pro-
pia disgregación. Tal como había ocurrido con la Alianza Libertadora Na-
cionalista en la década anterior, el acercamiento de sectores del MNT al
peronismo ocasionó en poco tiempo múltiples rupturas en la organiza-
i i
i i
i i
i i
i i
i i
78 Esteban Campos
derecha nacionalista y católica, de los cuales el MNT era el rostro más vi-
sible. En particular, hubo dos casos de alto impacto en la opinión pública:
el primero fue el secuestro en 1962 de la estudiante de ascendencia ju-
día Graciela Sirota, que acusó a grupos antisemitas por haber tatuado una
cruz esvástica en su pecho. El segundo fue el atentado contra Raúl Alter-
man en 1964, asesinado a balazos por miembros del MNT, en represalia
por la muerte de tres tacuaristas en un enfrentamiento con militantes del
Partido Comunista durante un acto de la CGT. Los padres de la víctima
recibieron una carta que decía: «Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo
han matado porque era un sucio judío».
En 1962 tuvo lugar la última ruptura del MNT, a partir de un grupo de
activistas liderado por José Luis Nell y Joe Baxter, que estaban conver-
giendo con el peronismo desde una posición cercana al nacionalismo de
izquierda. El Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT)
valoraba los procesos revolucionarios en Cuba y Argelia a través del pris-
ma nacionalista, leía a historiadores revisionistas de izquierda como Jor-
ge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui, y tenía una idea de
la violencia política que los llevó a planear acciones armadas de carácter
expropiatorio. Esta mutación expresaba el pasaje de la ideología nacional-
católica del MNT – caracterizada por una teología de la política y la his-
toria en clave racialista – a un nacionalismo más secularizado, interesado
por la emancipación económica y social de los países del Tercer Mundo.
La autodefinición del MNRT como peronista y revolucionario lo apro-
ximó a la Juventud Peronista y a la izquierda nacional. En agosto de 1963,
un comando de la organización asaltó el Policlínico Bancario en el ba-
rrio porteño de Caballito, dejando dos muertos, tres heridos y un botín
equivalente a los 100.000 dólares como resultado del operativo. En fe-
brero de 1964 el MNRT entró en un proceso de disolución, cuando una
investigación policial develó la autoría del asalto al Policlínico, y provocó
una seguidilla de arrestos. En la cárcel, un grupo de militantes se acercó
al marxismo, sin abandonar el peronismo como identidad política. Varios,
como Jorge Caffatti, Carlos Arbelos y Alfredo Roca, continuaron su mili-
tancia en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Otros, como Joe Baxter
y José Luis Nell, se vincularon al Ejército Revolucionario del Pueblo y a
Montoneros.
Alfredo Ossorio, autor del testimonio que transcribimos a continua-
ción, compartió buena parte del itinerario de los miembros del MNRT,
pero con un recorrido singular. Como varios tacuaristas, comenzó su mi-
litancia en el conflicto de la laica contra la libre, pero curiosamente lo hizo
militando en una organización estudiantil del Partido Socialista, oponién-
dose a la enseñanza confesional. Más tarde se vinculó al MNT por com-
partir sus ideas nacionalistas y el revisionismo histórico, organizando su
propio comando zonal en el barrio de Belgrano. Compartió la ruptura del
i i
i i
i i
MNRT en 1962, pero pronto formó una organización paralela, crítica del
tímido acercamiento a la izquierda que había iniciado el sector liderado
por Joe Baxter y José Luis Nell. Encarcelado durante la ola de detencio-
nes que provocó el fallido asalto al Policlínico Bancario, Ossorio salió en
libertad hacia 1965 y reabrió junto a algunos ex militantes del MNRT el
Instituto Juan Manuel de Rosas, un centro cultural que lo acercó al espa-
cio de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, intelectuales de la
emergente izquierda peronista. En los años setenta militó en la tenden-
cia revolucionaria del peronismo, afín a Montoneros, hasta que en 1975 se
enteró de que estaba en una lista de la Triple A y debió partir al exilio en
México.
La entrevista se concentra sobre todo en sus primeros años de mili-
tancia en el MNT y en el escenario político-cultural que generó las con-
diciones para la ruptura del MNRT. A lo largo del testimonio es posible
advertir un proceso estandarizado de construcción de la memoria, ya que
el entrevistado aportó su testimonio en varias ocasiones anteriores. Varias
anécdotas narradas en la entrevista aparecen en el libro de Bardini (2002),
una memoria militante que coincide con el testimonio en una mirada ge-
nealógica de la experiencia del MNT, comprendida como un peldaño o
una anticipación de la militancia revolucionaria en la década de 1970. Pe-
ro la memoria, aunque selectiva, nunca es estática: cuando se le interrogó
por su supuesta relación con un Partido Nacional-Socialista Argentino,
el testimoniante respondió que «era una idea inicial que tenía Arbelos»
– en referencia al militante que a fines de los años sesenta ingresaría a las
FAP – pero unos minutos después, hablando de dos militantes del MNT
que simpatizaban con el fascismo, sostuvo que: «estos Rivanera Carlés
son los que en realidad en un momento dado habían creado ese partido
que le atribuyen a Arbelos». Esta contradicción en el relato puede ser un
error involuntario, una manipulación deliberada o un acto fallido, pero
ante todo es un síntoma de que la memoria, como la historia escrita, es
una construcción que se alimenta de hechos, recuerdos y ficciones. En
consecuencia, la entrevista a Alfredo Ossorio constituye una inestimable
fuente oral, que permite indagar tanto la historia como la memoria del
MNT y el MNRT.
i i
i i
i i
80 Esteban Campos
i i
i i
i i
i i
i i
i i
82 Esteban Campos
Pregunta: Y en eso, ¿por qué la laica? Porque vos después te vinculás justa-
mente a una agrupación que es más bien nacionalista católica, que estaba
del otro lado, ¿por qué en principio la laica?
i i
i i
i i
i i
i i
i i
84 Esteban Campos
Pregunta: No, se me ocurren dos cosas, o sea, una si este grupo juvenil que
se va armando a partir del Comando Belgrano, si vos te acordás otras agru-
paciones que también se suman con la tuya, nombres de compañeros, como
para reconstruir el ambiente.
Alfredo Ossorio: Sí, por ejemplo mirá, acá te digo una, un frente
que se llamaba Frente Restaurador Nacionalista. Ya se había abierto
del MNT la Guardia Restauradora Nacionalista que respondía más a
Genta, a Meinvielle a todo lo más reaccionario que había. Y el Frente
Restaurador Nacionalista viene con Yelpo, y yo le cambio el nombre
y después se pasan a llamar Frente Revolucionario Nacionalista. Yel-
po y Alejandro Saez Germain. Alejandro después se fue a la Legión
Extranjera, tuvo otra historia, ¿vos lo tenés?
i i
i i
i i
Pregunta: Hay una duda que yo tengo que en realidad viene de otro libro que
es el de Daniel Gutman, que es una investigación periodística con otros in-
tereses, otros interrogantes. . .
Alfredo Ossorio: Sí, vino acá. . .
2.— Rodolfo Barra tuvo que renunciar como ministro de Justicia del presidente
Carlos Menem en 1996, tras divulgarse un informe del diario Página 12 que con-
firmaba su militancia juvenil en el MNT, y lo acusaba de haber participado en 1965
en el incendio de una sinagoga.
i i
i i
i i
86 Esteban Campos
interesa, es algo que ya sea porque tenga un papel central o marginal está
en Tacuara pero después desaparece o cambia de signo en las trayectorias
que se radicalizaron hacia la izquierda peronista. Me interesa saber qué papel
ocupaba. . .
Alfredo Ossorio: Sí, yo creo que ocupó un lugar porque por ejemplo
un libro que se recomendaba o se leía era El judío internacional de
Henry Ford. Había una idea de que el judaísmo, sobre todo el sio-
nismo, ya que se recuperaba como propia la lucha de los palestinos.
Las instituciones el otro día dijeron que Cristina recurría o invitaba a
lecturas antisemitas porque habló de Shakespeare, no sé si sabías. . .
Pregunta: Sí.
Alfredo Ossorio: No podés abrir la boca porque te tildan de antise-
mita y desaparecés debajo de la comunión de todos los periódicos
en la creación de un estereotipo repudiable.
Pregunta: Claro, pero esa época es una época especial porque es la posgue-
rra, y yo veo como que hay – es una lectura mía – ideas que provienen del
ya antiguo antisemitismo de entreguerras, de la primera mitad del siglo XX
y motivos más nuevos que tienen que ver con el surgimiento del Estado de
Israel que son antisionistas, y una frontera borrosa entre los dos.
Alfredo Ossorio: Eso yo sí lo creo, en el MNT existía una frontera
borrosa, y después yo creo que también, lo que pasa es que con el
aporte de los compañeros judíos en la lucha después de los sesenta-
setenta, compañeros judíos que hacen la misma crítica al establish-
ment, donde entran tanto las instituciones judías como también las
instituciones eclesiásticas en las mismas críticas que hacemos no-
sotros. Por ejemplo, hay escritos de Jorge Beinstein sobre el tema
palestino que podría llegar a etiquetárselo como antisemita. Beins-
tein es un tipo muy interesante, Jorge Beinstein, un estudioso de la
política y la prospectiva internacional donde se manifiesta en con-
tra del papel reaccionario del estado de Israel en su política respecto
de Palestina y en su representación de los intereses estadounidenses
en el Medio Oriente. Beinstein es un sabio – es un Einstein le deci-
mos nosotros – que era quien publicaba el periódico Liberación del
ERP 22. Hoy es la posición de gran parte de los judíos, las personas
de la comunidad judía de enfrentarse a la burocracia institucional, la
DAIA, la AMIA. Esa situación borrosa sigue existiendo, yo creo que
sigue existiendo después de la ruptura en el MNT. Lo que sí hay al-
gunas definiciones que da Baxter muy buenas en ese sentido, ¿no?
Joe dice que en el MNRT ya escindido del MNT, se dejó de ser la
viuda de Hitler de los amantes del Eje durante la guerra, porque ha-
bía algunos que así lo consideraban, entre ellos yo recuerdo uno que
después fue parte de las Tres A, fue el director de El caudillo.
i i
i i
i i
Pregunta: No.
Alfredo Ossorio: Bueno, Domínguez sacaba un boletín que se lla-
maba Ofensiva. El MNT tenía y todos teníamos una influencia – el
MNT particularmente, yo tenía otra influencia – siempre había una
influencia europea con lo menos europeo de Europa, que era por
ejemplo España, siempre había una cosa hispanista dentro del na-
cionalismo que hacía que, por ejemplo en el MNT había un recono-
cimiento a Primo de Rivera, José Antonio Primo de Rivera, incluso
algunos discursos de Alberto Ignacio Ezcurra tenían una pátina lite-
raria similar a la de. . .
Pregunta: Sí, que hay tres militantes con saco y corbata con el brazalete, y
arriba Ezcurra.
Alfredo Ossorio: Sí, para subirse ahí había que ser muy audaz, pa-
ra subirse a esa tarima, porque yo me acuerdo que entre las cosas
graciosas que vivimos era la de Naya que una vez casi se cae de la ta-
i i
i i
i i
88 Esteban Campos
i i
i i
i i
Pregunta: Porque ahí es como que hay una visión de la política y de la historia
con categorías espirituales de alguna manera, ¿no? Esta cuestión de la nación
como una unidad de destino, y ahí se entiende cómo encaja la visión también
espiritual o racial del judío, cuando después y quizás Marx mediante, el judío
se convierte en una categoría económica material. Parece interesante que es-
ta nacionalización del nacionalismo también pasa por prestar más atención
a lo económico, y me acuerdo una frase de Meinvielle porque condenaba a
Tacuara y sus ramificaciones por haberse abandonado al materialismo.
Alfredo Ossorio: Sí, porque claro, habiendo una superestructura ideo-
lógica, esto de lo espiritual vendría a ser una superestructura, la idea
de la desaparición de la causa material iba a producir el derrumbe
del efecto espiritual. Con el tiempo todo eso iba a ser modificado,
porque después vos ves el papel que cumple el mundo espiritual con
respecto al mundo material cuando Weber habla que la ética protes-
tante que incide en la formación del capitalismo, o el mismo Sombart
i i
i i
i i
90 Esteban Campos
que vincula a los judíos y la vida económica, u otros que han escrito
sobre el particular, Edgar Morin, por ejemplo.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
92 Esteban Campos
i i
i i
i i
caso de Caffatti fue especial. Creo que algunas cuestiones las desa-
rrollaba con un alto sentido de ironía, como aquello que en la FAP se
denominó «programa de homogeneización compulsiva de las FAP».
Caffatti era una especie de sacerdote de la austeridad. En una de las
salidas de la cárcel en que lo vi, estaba viviendo en un garaje, después
ya no lo vi más. Vivía con una austeridad extraordinaria hasta cuan-
do se secuestra a Revelli-Beaumont, entonces empezó a tener una
idea de que todo lo que se oponía al régimen era bueno, entonces
justificaba la delincuencia. Justificar y legitimar, porque una cosa es
justificar porque uno estudia las causas y puede decir que las motiva-
ciones que están presentes en el acto delictivo son tales y tales, y otra
cosa distinta es decir que eso contribuye a destruir el Estado burgués,
esto es una cosa muy diferente. Yo creo que el andaba rozando esa
posición. Conoció en la cárcel a varios a los que valoró precisamen-
te por descubrir en ellos principios de lealtad y códigos de vida muy
respetables, entre los que figuraba la solidaridad con sus amigos y el
arrojo. Uno de ellos, Vincenzo «Tano» Giarratana fue asesinado por
los marinos cuando llevaba una suma de dinero que había reunido de
su propio peculio, para que los secuestradores de la ESMA dejaran
en libertad a Jorge Caffatti. Eso lo vas a ver en el libro Manuscrito de
un Desaparecido en la ESMA de Juan Gasparini.
Pregunta: ¿Que pasó después de que la policía descubrió a los autores del
asalto al Policlínico bancario con José Luis Nell, con vos. . . ?
Alfredo Ossorio: Lo de José Luis era que él, por usar coches de la
milicia – también estaba haciendo la colimba – 3 lo mandaron a Río
Gallegos. Allí lo fueron a detener luego que los hermanitos Posse fue-
ran detenidos y cantaran «la justa». De inmediato allanaron mi casa y,
al día siguiente, me detuvieron en el Consejo Supremo de las FFAA
donde cumplía mi colimba (hoy está instalada la Casa Patria Grande
«Néstor Kirchner» en Carlos Pellegrini 1269). De allí todos fuimos lle-
vados a Coordinación Federal, una instalación de la Policía Federal
en la calle Moreno. Nos juntamos más de veinte detenidos. De allí
nos mandaron, luego de una rigurosa incomunicación de varios días,
a Villa Devoto. Yo estuve unos meses. Me tocó convivir con Mario
Duaihy y Jorge Caffatti en un pequeño calabozo del Pabellón Planta
Baja, que eran calabozos de castigo. Al lado de mi «posada» estaba
la de Pepelú con el que hablábamos por la canilla, dado que la zona
húmeda de los calabozos es compartida de un lado a otro de las pare-
des, un fantástico descubrimiento. Cuando salí de Devoto la Marina,
por razones de seguridad, me envió a Río Gallegos y casi de inme-
diato a Ushuaia, la ex prisión del fin del mundo, convertida en Base
Naval para «tragados» y pobres de toda pobreza (correntinos, formo-
seños, chaqueños, etcétera. mano de obra útil para descongelar la
i i
i i
i i
94 Esteban Campos
i i
i i
i i
i i
i i
i i
96 Esteban Campos
Pregunta: Ahí igual si te parece porque vos me dijiste que 12:30 tenías que
cerrar. . . te hago una pregunta más y como me quedaron varias preguntas,
sobre todo sobre la cuestión del peronismo si querés lo dejamos para otra
entrevista y lo vemos más tranquilos. Y tiene que ver con esta cuestión más
cultural, porque hasta ahora todas las aproximaciones a las Tacuaras son so-
bre todo políticas, pero a mí me interesa saber por ahí qué hacían – tiene que
ver también con tu generación – en el tiempo libre, qué música escuchaban,
cómo usaban el tiempo libre. También pensando en una época de muchos
cambios culturales, de una modernización cultural, de repente aparece. . . yo
pienso, militaban en una organización nacionalista con reivindicaciones de
la tradición y el revisionismo, y de repente aparece la nueva ola, ¿cómo se
movían en el medio de eso?
Alfredo Ossorio: Sí, los sesenta, claro. Sí, había también una reac-
ción muy fuerte contra todo lo que era Marta Minujín, el. . . ¿cómo
se llamaba este?
5.— En la cultura política peronista, «gorila» es una etiqueta flexible para señalar
a los antiperonistas.
i i
i i
i i
Pregunta: Porque me queda claro para el núcleo duro del MNT cuáles eran
sus enemigos, que tenían en contra, esa expresión de cultura moderna, pero
¿cuál era la cultura de ellos?
i i
i i
i i
98 Esteban Campos
i i
i i
i i
Capítulo 6
Marcelo Langieri
......
Spinoza
Introducción
El propósito de este estudio es analizar el proceso de politización de
los años sesenta y setenta en Argentina tomando la pregunta formulada
por Pablo Pozzi en el prólogo del presente libro. Es decir, cuáles fueron
los factores que coadyuvaron a que numerosos y diversos individuos se
involucraran en las políticas de izquierda y se impregnaran del clima de
radicalización existente en esos años. A tal efecto, en primer lugar, el cen-
tro de atención del estudio ha de ser el contexto social y político que dio
lugar al fenómeno de politización que tuviera lugar en Argentina como
parte de una realidad más extendida que recorrió toda la geografía lati-
noamericana.
Particularmente nos interesa estudiar la manera en que las ideas hege-
mónicas del momento, especialmente las de progreso y modernización,
dominantes en la región en la época inmediatamente anterior, conforma-
ron grandes expectativas de cambio que no fueron satisfechas y, espe-
cialmente, cómo las experiencias vividas en ese proceso transformaron
las ideas existentes en nociones rebeldes (Necoechea Gracia y Pensado
Leglise 2011).
A partir de Durkheim se puede decir fundadamente que los individuos
llegan a la práctica social fuertemente influenciados por el entramado so-
i i
i i
i i
I
La violencia política de los años sesenta y setenta en la Argentina tuvo
una legitimidad de origen a partir del golpe de Estado llevado adelante en
1955. Legitimidad que se fue profundizando a medida que este gobierno
fue tomando un carácter definidamente antipopular. Inicialmente fue la
clase obrera, prácticamente en soledad, la que se opuso al derrocamiento
de Perón. Los sectores medios ilustrados, los universitarios y los parti-
dos de izquierda, entre otros, fueron actores civiles del golpe. Muchos de
ellos después tendrían una fuerte reconversión. Con el paso del tiempo y
frente a las definiciones adoptadas por el gobierno distintos actores que
inicialmente acompañaron la «Revolución Libertadora», al compás de los
acontecimientos que afectaban los intereses populares, que se sucedían
inequívocamente, fueron reinterpretando los hechos y reposicionándose
en el escenario nacional.
La nueva realidad producida a partir del derrocamiento del peronis-
mo generó importantes conflictos dentro la izquierda tradicional, cuyas
i i
i i
i i
i i
i i
i i
del autor que «Toda esta campaña en una parte fundamental tiene que
ver con Cuba, en otra parte tiene que ver con la resistencia peronista y
el acercamiento de sectores juveniles al peronismo, y en buena medida,
también tiene que ver con Vietnam y con China. Con China porque Mao
salió a cuestionar la política de resistencia pacífica de la Unión Soviética
y con Vietnam porque el fenómeno más importante de la década fue la
resistencia de Vietnam a Estados Unidos».
Importa señalar aquí cóo el sentido común de la época es influenciado
por las revoluciones y alzamientos populares que se suceden en distintos
lugares, generando el cambio del clima cultural y de las expectativas polí-
ticas en la región. «Camilo Torres en Colombia, el obispo de Cuernavaca
(Méndez Arceo), cristianos que estuvieron en las guerrillas centroameri-
canas que optan por el camino de la insurrección, un poco por la idea
cristiana, la prueba, el compromiso cristiano se lo tomaban en serio, era
gente seria y otro poco porque pertenecían todos ellos a una intelectuali-
dad muy influenciada por la Revolución Cubana, eran todos intelectuales
de mucho valor», comenta Guillermo Almeyra en nuestra entrevista.
Todo ello posibilita y estimula la politización y movilización de sec-
tores del activismo obrero y de la juventud, especialmente, dando lugar y
creando las condiciones para la reivindicación o reinterpretación de los
fenómenos políticos más trascendentes. La Revolución Cubana resultó
ser una de las abanderadas del proceso definiendo el carácter socialista
de la misma y a la lucha armada como elemento privilegiado en la estra-
tegia para la toma del poder.
La revalorización del peronismo y la resignificación de la figura de
Perón, la invención de un Perón abanderado de las luchas que se están li-
brando, es la otra pata fundamental del fenómeno en tanto permite reco-
nocer la identidad de lucha concreta de los trabajadores. Miguel Bonasso
en una entrevista de la investigación comentaba al respecto que a Perón
se lo transforma en una figura mítica: «Perón éramos todos nosotros, es
decir Perón era una categoría proteica. . . Perón era todas las luchas del
pueblo argentino a lo largo de cincuenta años y la síntesis de todo eso. . . ».
Estos ejes funcionan como referentes para la construcción de una nue-
va agenda que divide las aguas en los debates del campo popular entre el
reformismo y la revolución de mano de la problematización de la rela-
ción vanguardia masas. En la izquierda nacional la discusión, sostenida
por Hernández Arregui y Puigróss, entre otros, era que había un espacio
marxista para la revolución, para el socialismo, en el peronismo. «El ar-
gumento ideológico era que en el peronismo había mayoría de obreros,
entonces el esquema es que si hay obreros, hay socialismo, los obreros
no son socialistas, son peronistas, pero las leyes de la historia iban a lle-
var a los obreros al socialismo, esto era indiscutible, era un tránsito, los
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
II
La otra cara del fenómeno de radicalización política estuvo vincula-
da a la legitimación de la violencia popular. Violencia producida como
respuesta a la política represiva desarrollada en sus distintas variantes a
partir del golpe de 1955 y, de manera plena, a partir del fracaso de las fuer-
zas armadas para construir un nuevo orden político legítimo, fracaso que
desemboca en el golpe de 1966. Esta situación derivó en una política de
proscripciones, persecuciones, control y condicionamiento a los gobier-
nos civiles que sucedieron al golpe militar y a una represión sistemática
que se prolongó durante todo el período.
La represión y el condicionamiento político dio lugar a un proceso de
resistencia y politización que, frente a la ausencia de mecanismos de par-
ticipación institucionales que canalizasen el descontento generado por la
clausura de la política y la acentuación del autoritarismo, terminó real-
zando la importancia de la lucha contra la dictadura. De la mano de este
proceso estuvo asociado el rechazo a la penetración del capital monopó-
lico visualizado como generador del creciente proceso de concentración
de la riqueza y del aumento de la desigualdad social. El proceso de con-
centración económica da lugar al surgimiento de lo que se conoce como
la nueva clase obrera – jóvenes obreros con una alta proporción de estu-
diantes de carreras técnicas en las universidades públicas, concentrados
en grandes establecimientos fabriles – que genera experiencias de orga-
nización sindical antiburocráticas y combativas que referencian y alimen-
tan el proceso de politización en curso. Estas luchas no se llevan adelante
en nombre del peronismo, como el propio Perón señalara en oportunidad
de realizarse el Cordobazo. Hay que considerar que como señala Almeyra
«cada vez que Perón mandaba una orden que no les gustaba, no la acata-
ban y además le votaban por otras direcciones sindicales y le hacían ese
tipo de cosas. Entonces se fue formando en el movimiento obrero una
i i
i i
i i
i i
i i
i i
general Valle que planteaba una insurrección militar con apoyo popular.
Después poniendo caños. Eran los sectores obreros, se ponían caños en
todo el país, desde Jujuy hasta Buenos Aires».
«Se inicia una resistencia que aunque estaba totalmente aislada tenía un apoyo
muy grande, la gente no tenía cómo pelear porque no encontraba un centro;
te pongo un ejemplo: cuando la CGT llama al paro general inmediatamente
después de 1955, es aplastada y meten a diez mil dirigentes sindicales presos,
queda todo vacío, no hay quién organice. Entonces, la clase media que había
creído que Perón era fascista, que se había opuesto incluso armas en mano al
gobierno peronista, sectores que después confluirían en el frondicismo, harían
alianza con el peronismo. Eran antiperonistas gorilas. Entonces, todo depen-
día del movimiento obrero. El movimiento obrero empezó a organizarse sin
saber bien cómo, pero había un deseo grande de reorganizarse».
III
El gobierno militar surgido del golpe de 1966 pretendía cerrar la saga
de frustraciones políticas, sociales, culturales y económicas generadas a
partir del golpe de la «Revolución Libertadora», cuyo último capítulo es-
tuvo protagonizado por un gobierno de modales democráticos pero débil
e ilegitimado por la proscripción del peronismo en las elecciones que lo
consagraron a la presidencia sacando el 25 % de los votos y con el 21 % de
votos en blanco. El gobierno de la «Revolución Argentina», como pom-
posamente se autobautizó, procedió a la clausura de los canales legales
de participación política, ya fuese a través de partidos o de cualquier otra
forma de organización. El congelamiento de todo tipo de actividad po-
lítica legal redujo a los partidos tradicionales a una supervivencia formal
donde no pocas veces la debilidad se confundía con complicidad. Las ilu-
siones democratizadoras que muchas fuerzas políticas habían buscado en
la «Revolución Libertadora» ahora quedaban clausuradas por un gobierno
que pronosticaba un largo proceso que se iniciaba con un tiempo econó-
mico, que una vez concluido daría lugar a un tiempo social para luego
desembocar en un tiempo político.
La política de disciplinamiento social y negación de derechos civiles y
laborales implementada férreamente a partir del golpe de 1966 es llevada
obstinadamente a la práctica en una sociedad que tenía marcados ras-
gos de modernización cultural. Son expresiones de este fenómeno, entre
otras, la creación de las carreras de Psicología, Ciencias de la Educación
y Sociología en la Universidad de Buenos Aires, la creación del Instituto
Di Tella y la aparición de publicaciones periodísticas como Primera Pla-
na que funcionaron, cada cual a su manera, como vanguardia cultural y
se transformaron en referentes de una nueva época. En contraposición
a este fenómeno, la cerrazón política impuesta por el gobierno funcionó
como un detonante que legitimó a la violencia como la forma de acción
i i
i i
i i
i i
i i
i i
IV
En el proceso revolucionario de los años sesenta y setenta es impor-
tante distinguir entre la lucha armada como estrategia para la toma del
poder y las formas de lucha violentas que se fueron desarrollando en la
resistencia a la dictadura, de fuerte signo antiperonista, impuesta en 1955.
La caracterización de la dictadura de 1955 corresponde a la identidad
asumida por los sectores hegemónicos de las fuerzas armadas que rea-
lizaron el golpe y que enarbolaron banderas explícitamente refractarias
hacia el peronismo. Tal fue el carácter revanchista, que se llegó al punto
de prohibir la mención del nombre de Perón y los símbolos del peronismo
a través del decreto 4.151 y decretar la disolución del Partido Peronista. El
artículo 1º del mencionado decreto decía:
i i
i i
i i
i i
i i
i i
A manera de conclusión
Volviendo a la pregunta inicial formulada por Necoechea Gracia so-
bre los factores que coadyuvaron a que numerosos individuos se invo-
lucraran en las políticas de izquierda, resulta indispensable volver tam-
bién sobre alguno de los conceptos que nos permiten problematizar la
cuestión. En este sentido querríamos comenzar subrayando una insisten-
te observación de Rodolfo Puiggrós, quien adviertía sobre el riesgo de
conceptualizar conceptos en lugar de conceptualizar la realidad. El pre-
sente estudio entonces es un intento de conceptualizar la realidad a través
del recorte de su objeto de estudio, privilegiando al fenómeno del pero-
nismo en la construcción de una nueva subjetividad. Esta decisión surge
de valorar la importancia del peronismo como vehículo para la compren-
sión de la relación de la vanguardia y las masas en toda su complejidad
en la coyuntura estudiada. La resignificación de Perón y del peronismo,
y el surgimiento del peronismo revolucionario son un aporte a la cons-
trucción de una nueva subjetividad con vastos alcances generacionales
que iluminaron una determinación política orientada a la construcción
de una sociedad igualitaria.
La construcción de una nueva subjetividad en la coyuntura señalada,
tuvo una fuerte relación con esta resignificación del peronismo y de la fi-
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Pregunta: ¿cuáles fueron los debates de los años sesenta en torno a la lucha
revolucionaria y, específicamente, en torno a la lucha armada? ¿Y cuáles fue-
ron los actores principales en esas discusiones, en esas luchas ideológicas?
Guillermo Almeyra: Yo iría un poquito más atrás para ver la trans-
formación social, porque una vez que se produce la Revolución Li-
bertadora se derrumba todo el aparato del Partido Peronista, al cual
nadie le había dado bola, salvo Nahuel Moreno que se relacionó con
el Comando Superior del Consejo Peronista. Y la gente empieza la
resistencia. ¿Cómo empieza la resistencia? Algunos poniendo caños
o intentando el levantamiento, como el general Valle que planteaba
una insurrección militar con apoyo popular. Después poniendo ca-
ños. Eran los sectores obreros, se ponían caños en todo el país, desde
Jujuy hasta Buenos Aires.
Se inicia una resistencia que aunque estaba totalmente aislada te-
nía un apoyo muy grande, la gente no tenía cómo pelear porque no
encontraba un centro; te pongo un ejemplo: cuando la CGT llama
al paro general inmediatamente después de 1955, es aplastada y me-
ten a diez mil dirigentes sindicales presos, queda todo vacío, no hay
quién organice. Entonces, la clase media que había creído que Perón
era fascista, que se había opuesto incluso armas en mano al gobierno
peronista, sectores que después confluirían en el frondicismo, harían
alianza con el peronismo. Eran antiperonistas gorilas. Entonces, to-
do dependía del movimiento obrero. El movimiento obrero empezó
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Pregunta: Cómo se desarrolla esta tensión entre el núcleo obrero y aquel otro
que empieza a plantear otra forma de lucha que se despega un poco de la
lucha obrera
Guillermo Almeyra: Claro, porque en el núcleo obrero lo que apare-
cía cada tanto, aparecían, nunca faltaba algún tenientito o sargentito
que aparecía por ahí, porque hay que recordar también que el ejér-
cito fue muy depurado de los oficiales y suboficiales que venían de
clases populares ¿no?, que habían sido peronistas. Tanco por ejemplo
o Valle, pero también depuraron un montón de otros tipos, mayores,
capitanes que conspiraban a lo milico. Veían la salida pero como re-
sultado de una cosa castrense o semicastrense, de discutir, de buscar
apoyos civiles y militares, con la diferencia de que los sargentos esta-
ban en los barrios populares, sobre todo cuando los habían echado.
Entonces sargentos, cabos, todos ellos daban bastante manija a po-
ner caños, a la resistencia. Pero el otro proyecto, porque en realidad
no había un proyecto claro para nadie, pero había un proyecto instin-
tivo del movimiento obrero «a estos los vamos a echar con la huelga,
con el movimiento, con la resistencia, con la movilización».
Había una disputa con los que buscaban la solución por su propia
cuenta, desvinculados en parte de las masas. Hay que tener en cuenta
también que el movimiento obrero clandestino hacía tareas políticas
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 7
Mariana Mastrángelo
......
Introducción
Víctor Barrios fue obrero de la construcción, migrante o «cabecita ne-
gra», secretario general del Sindicato Único de la Construcción de Río
Cuarto por más de quince años y comunista desde siempre. Según él, fue
un raro ejemplo del obrero que se hizo comunista en una época donde,
«todos se hacían peronistas». Por su militancia de izquierda sufrió perse-
cución y varias veces padeció la cárcel, ya fuera por los gobiernos pero-
nistas o las dictaduras militares. En el año 1986 el Partido Comunista lo
expulsó por estar en desacuerdo con el giro que dio la dirección, que se-
gún Barrios, iba en contra de sus principios marxistas-leninistas. Sin em-
bargo, siguió mezclado con la juventud y la política. Militó hasta el último
día de su vida, que le llegó a la salida de una reunión del Frente Grande1
en la ciudad de Río Cuarto, a los 81 años, en el invierno de 2007.
En este capítulo nos proponemos repasar la experiencia de vida de
Víctor Barrios, su trayectoria política y sindical. Sin embargo, este reco-
rrido nos interpela a ahondar en un proceso complejo, que refiere a la
politización de un obrero del interior, que en el momento de auge del
1.— El partido político Frente Grande se forma como frente electoral en 1993, a
partir de Carlos «Chacho» Álvarez, el miembro más conocido del «Grupo de los
8» diputados que abandonan el Partido Justicialista en 1990, por estar en profundo
desacuerdo con el gobierno de Carlos Menem. Junto con ellos fundó el Movi-
miento por la Democracia y la Justicia Social (MODEJUSO). A ellos se les unen
otros políticos y partidos de sectores progresistas, como Pino Solanas y Graciela
Fernández Meijide y partidos como la Democracia Cristiana, el Partido Comunis-
ta y el Partido Intransigente.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
2.— Entrevista a Víctor Barrios realizada por Marcos Barbero en la ciudad de Río
Cuarto en el año 2004 (Pozzi 2015).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Además del trabajo, con sus hermanos iban a una escuela rural que
quedaba a tres kilómetros de su casa. Marchaban en burro y les llevaba
toda la mañana y parte de la tarde hasta que volvían a su casa. Él y sus
hermanos aprendieron a leer y a escribir en esa escuela rural, y fue la
única posibilidad de instrucción formal que tuvieron, después el trabajo
se hizo necesario y el estudio quedó fuera de su alcance. Recuerda que
una de las cosas que más le gustaba hacer en esa época era ir al cine, y
eso era vivido como un gran lujo que la familia de vez en cuando podía
darse, o comprarse un par de alpargatas nuevas, o poder comer bien.
A los catorce años empezó a trabajar en las minas Sominar, en la pro-
vincia de San Luis. La experiencia en la mina Sominar, a comienzos de
la década de 1940, lo introdujo en un mundo nuevo, el de la política. Allí
trabajó junto a obreros chilenos y bolivianos. Las conversaciones que es-
cuchaba y mantenía con ellos le brindaron una concepción de mundo
desconocida por él, y pusieron en palabras ese sentimiento de injusti-
cia que desde pequeño él percibía pero no podía explicar. También un
nuevo vocabulario emergía en esas conversaciones. Términos como «re-
dención» del obrero, «emancipación de los oprimidos», «revolución» y los
«derechos de los trabajadores» van a pasar a formar parte de su lenguaje
cotidiano, que con su proceso de politización, fue asimilando de a poco.
Barrios recuerda cómo fueron esos años en la mina:
3.— Entrevista a Víctor Barrios realizada por Marcos Barbero en la ciudad de Río
Cuarto en el año 2004. Programa de Historia Oral. Facultad de Filosofía y Letras.
UBA.
4.— Este yacimiento se encuentra en el departamento Chacabuco, en la provincia
de San Luis. Se extraía Wolfram, material que aliado al acero le daba más resisten-
cia para la construcción de armamento. Su explotación comenzó ininterrumpida
e intensamente en el año 1898 por la compañía HANSA Sociedad de Minas (So-
ciedad Anónima) empresa alemana controlada por la Krupp. Dándole el nombre
de “Mina de los Cóndores”. Con la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y tratán-
dose de un material imprescindible para la industria bélica, la producción que en
ese momento era de 300 toneladas anuales aumentó a 700 toneladas anuales. En
i i
i i
i i
era un trabajo muy pesado y era malo para la salud, la gente se enfermaba. . .
y tampoco pagaban bien, pero. . . se extraía Wolfram y también Chelita. . . yo
me recuerdo chico, rodeado de obreros mineros, eran gente grande para mí,
y me acuerdo muy bien de sus conversaciones, sobre todo dentro de la mina,
en las galerías del socavón, cuando no veían los capataces (. . . ) se hablaba de
política, ahí fue cuando yo escuché por primera vez de eso. . . sí, me acuerdo
de los chilenos, que eran los más politizados (. . . ). Pero los chilenos, ellos ha-
blaban de otras cosas, protestaban por los rincones del socavón, discutían con
los que eran argentinos sobre ideas traídas de otra parte que sirvieran para
sacar al obrero de su opresión. . . y yo escuchaba todo eso sin entender na-
da, pero sí me daba cuenta de que tenía que ver con aquellas injusticias que
yo percibía y no podía explicar. . . hablaban de la “redención” del obrero, así
le decían, de que debían emanciparse de su condición de oprimidos, habla-
ban de revolución, de proletariado, de los capitalistas, de los derechos que se
debían exigir. . . me acuerdo bien, y recuerdo que a veces estaban agrupados
discutiendo esas cosas y aparecía algún capataz, y entonces todos se callaban
y continuaban con su trabajo, como si nada pasara. . . pero se iba el capataz y
seguían. . . estaban lejos más politizados que nosotros».5
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Sí, es indudable que sentía mucha presión. Es decir, la discusión del pero-
nismo ahí era muy. . . muy al día, estaba constantemente, cuando se hablaba
de algo era hablar del peronismo. Pero aparte de lo que hablábamos era de
nuestras raíces como gente del interior, gente que veníamos perseguidos por
el hambre a Buenos Aires, porque no encontrábamos trabajo en la Capital,
entonces se hablaba mucho, pero yo no adhería al peronismo y eso que mar-
chamos juntos el 17 de octubre».7
«Yo marché porque me sentía atraído por la cantidad de gente del interior que
había. Es decir los “cabecita negra”, que le llamaban en aquel tiempo a los
que íbamos del interior, nos habíamos juntado todos. Es decir, parecía que
éramos del mismo color, los negritos del interior que los señalábamos como
cabecitas».8
i i
i i
i i
9.— Ibídem.
i i
i i
i i
«En Río Cuarto, después de. . . como es. . . de mucho tiempo de trabajar en el
campo, [su hermano] el aprendió el oficio era un buen sastre, y se vinculó con
los Cedriani,11 (. . . ), con el PC, con los que trabajaban en el gremio de la cons-
trucción (. . . ) mi hermano tuvo vinculación a través de los amigos socialistas y
del Partido Comunista. Entonces por eso él me inculcó lo que era el comunis-
mo en pocas palabras, indudablemente yo no entendía mucho la cosa, pero ya
tenía esa rebeldía contra el poder, es decir contra los poderosos».12
i i
i i
i i
«Yo le hablo de la época en que no estaban todavía las leyes que amparan la
acción sindical, no había leyes obreras ni protección alguna, y entonces so-
lo existía esa solidaridad entre compañeros, un sentimiento de jugarse por el
otro, de arriesgarlo todo en la lucha por defender los derechos de un obrero en
conflicto con la patronal. . . Mire, hay testimonios escritos de esto que le digo,
hay cartas escritas en ese tiempo de un delegado a otro que tienen ese sen-
tido. . . casi le diría confesional, en el que se expresan estos sentimientos, tal
vez de soledad a veces. . . y en esa época la palabra valía, y un solo compañero
merecía el máximo esfuerzo. . . ».16
15.— Ibídem.
16.— Entrevista a Víctor Barrios por Marcos Barbero.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Sí, indudablemente que hay un tema que quizás no haya sido discutido en
profundidad. Por un lado, el hecho de tener el gobierno que le da el bienestar,
digamos así, un estado de bienestar a la gente que venía siendo explotada, a
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Bueno, como el peronismo hay que dividir entre clase dirigente y gente pero-
nista, es decir, los peronistas de abajo que no tienen conducción y la jerarquía
peronista. Los que se alimentaron con el peronismo desde arriba, creo que hay
que hacer una diferencia, yo trabajaba en la obras y no dejé de tener vínculo
jamás con los compañeros peronistas, es decir que (. . . ). Entonces se convoca
a elecciones eh. . . hacemos una reunión, en ese tiempo de la Libertadora,22
para normalizar las organizaciones obreras. Entonces estábamos en el sindi-
cato y elegimos una lista, sale una comisión provisoria, se arman dos listas, que
una es donde yo encabezo la secretaría junto con algunos radicales, y algunos
peronistas, con mayoría del Partido Comunista. Yo era el candidato a secreta-
rio general (. . . ). Entonces había una gran expectativa en el movimiento obrero
de Río Cuarto, porque la CGT estaba dirigida por peronistas y nos hacían la
vida imposible, y por supuesto el candidato del peronismo era apoyado por
i i
i i
i i
«La lucha no era solo con las patronales, por las reivindicaciones y el cumpli-
miento de nuestros derechos como trabajadores. . . también había una lucha
dentro de los propios sindicatos, porque muchos de ellos habían sido filtrados
por el peronismo. Yo rivalizaba con Telésforo Almaraz, que era el secretario
general de Luz y Fuerza, y que dirigía la CGT. El tipo era un peronista de-
rechoso, un nacionalista católico, y un marcado anticomunista. . . imagínese.
Durante mi gestión, la UOCRA local pasó a ser comunista, aunque había de
todo, radicales, socialistas, peronistas de izquierda. . . En ese tiempo, en Río
Cuarto nosotros los comunistas controlábamos varios sindicatos, por ejemplo
el Sindicato de la Madera, los canillitas, los mosaístas, y teníamos un Delega-
do de Empleados de Comercio a la CGT, además de la UOCRA, claro. . . y en
todos teníamos una gran influencia, y constituimos en Río Cuarto la CGT de
los Argentinos, que ya estaba a nivel nacional, con Ongaro24 a la cabeza».25
i i
i i
i i
El relato de Barrios llega hasta aquí, con su paso por la cárcel y por la
experiencia compartida con una nueva generación de militantes y activis-
tas. La forma de llegar al poder fue un tema de largas discusiones, donde
la visión de un viejo comunista chocaba con la de esos jóvenes que veían
que la toma del poder «lo iban a lograr únicamente con la acción violenta,
con la actividad de guerrilla». Barrios objetaba esta visión, si bien la respe-
taba, no podía entenderla ya que su formación se basaba en el partido, el
sindicato, o sea, las organizaciones sociales donde desde jovencito había
militado. Su reflexión sobre la revolución es significativa en el relato «la
26.— Enrique Gorriarán Merlo (San Nicolás de los Arroyos, 18 de octubre de 1941-
Buenos Aires, 22 de septiembre de 2006) fue un guerrillero argentino, fundador
del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de su brazo armado, el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), junto a Mario Roberto Santucho, y uno
de los ejecutores del dictador nicaragüense Anastasio Somoza.
27.— Mario Roberto Santucho (Santiago del Estero, 12 de agosto de 1936-Villa
Martelli, 19 de julio de 1976) fue un revolucionario y guerrillero argentino. Fue
fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y comandante de
la mayor guerrilla marxista (no peronista) de Argentina, el Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP). Murió en un enfrentamiento con un grupo de tareas del Ejército
Argentino en Villa Martelli (provincia de Buenos Aires) el 19 de julio de 1976.
28.— Entrevista a Víctor Barrios por Marcos Barbero.
i i
i i
i i
Conclusiones
El recorrido por la experiencia de vida de Víctor Barrios nos brinda un
prisma, por donde podemos analizar, a pequeña escala, la trayectoria de
un obrero, sindicalista y militante de izquierda. Asimismo, si ampliamos el
lente, podemos acercarnos a la realidad de una ciudad del interior argen-
tino, como es el caso de Río Cuarto. A partir del relato de Barrios, hemos
observado cómo fue el proceso de politización de un obrero migrante,
no solo del campo a la ciudad chica, Río Cuarto, sino también a Buenos
Aires. La búsqueda de trabajo fue una constante en la vida de Barrios. Su
paso por el campo como recolector de maíz, como minero por las minas
en San Luis, en Buenos Aires en gastronomía y panadería y como alba-
ñil en Río Cuarto lo nutrieron de experiencia y de realidades distintas,
de donde sacó aprendizajes y nuevas formas de entender el mundo. En
ese recorrido Barrios se politizó, en un momento donde el auge del pe-
ronismo hacía difícil la militancia en la izquierda. Sin embargo, Barrios
ingresó al Partido Comunista, donde encontró una forma de interpreta-
ción y de acción para dar cauce a esa rebeldía que llevaba adentro, a ese
sentimiento de injusticia que de pequeño le caló hasta los huesos. Tam-
bién, la militancia en el sindicato de la construcción lo llevó a desentrañar
y a poner en palabras lo que sentían sus compañeros, esa base de la cual
nunca se despegó, aunque la lucha como el recuerda no solo era contra
la patronal sino contra el peronismo que era ferozmente anticomunista.
Pero como bien él distinguía, una cosa era la dirección y otra el obrero
raso, de ese trabajador Barrios se sentía parte porque compartía un len-
guaje y un sentimiento de clase que está presente en todo su relato. Ese
«nosotros» marca y distingue la realidad de los pobres, los compañeros
obreros y los camaradas. El poder y sus instrumentos represivos están en
las antípodas de Barrios y de su gente.
A partir de la experiencia de Barrios, podemos también aprender có-
mo se organizó la izquierda y el sindicalismo en una ciudad del interior ar-
gentino. Esta microhistoria devela tabúes acerca de la realidad que suce-
de más allá de Buenos Aires. No solo encontramos obreros, sino también
que la izquierda tenía presencia desde temprano, organizando y llevando
adelante luchas reivindicativas de los trabajadores, tanto a nivel político
como a nivel sindical. Durante quince años el gremio de la construcción
estuvo al frente de comunistas, que como recuerda Barrios, compartía
con peronistas y radicales la conducción. Esta convergencia de distintas
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 8
A modo de introducción
Este trabajo busca indagar en lo que consideramos un aspecto cen-
tral de la historia del movimiento minero boliviano: la utilización de la
memoria colectiva como parte de su pensamiento y su accionar social y
político. Esta fue incorporada como una importante forma de cohesión
social, de identidad de clase y de irradiación al conjunto de la sociedad
de la manera en que los trabajadores mineros se autopercibieron como
colectividad y definieron su lugar en la sociedad boliviana.
Aunque es posible rastrear el uso de la memoria en distintos momen-
tos de la historia del movimiento minero, aquí nos concentraremos en
tratar de explicar cómo las acumulaciones previas incorporadas colecti-
vamente como representaciones e imaginarios compartidos, jugaron un
rol importante en el momento en que este importante sector social vivió
su crisis más profunda.
Así, a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, la cri-
sis de la minería y la manera en que esta fue enfrentada por el gobierno
de Víctor Paz Estenssoro desde el dictado del decreto 21.060, contribu-
yeron a agudizar la crisis del proletariado minero dependiente de la Cor-
poración Minera Boliviana (COMIBOL), que venía manifestándose desde
tiempo atrás como sujeto social y actor sindical y político de primer orden
en Bolivia.
En este período de dramático quiebre histórico de los viejos paradig-
mas y referentes ideológicos que habían guiado el accionar del movimien-
to minero, el uso de la memoria jugará un rol tanto entre los trabajadores
que permanecieron en las minas – como fue el caso de Huanuni – como
en los que se diseminaron por todo el país.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«La minería boliviana está marcada por signos dramáticos que interpelan la
conciencia del mundo y el sentido cristiano de nuestro pueblo. Urge la bús-
queda de soluciones solidarias y viables que condigan con la dignidad de la
persona humana. Nos encontramos en una situación de verdadera emergencia
nacional (. . . ). Presenciamos cada día el éxodo masivo y creciente de mineros
i i
i i
i i
y sus familias. Se van obligados por los bajos salarios, los retiros forzosos, la
política de relocalización, retiros voluntarios, en muchos casos porque la mina
ya no ofrece garantías de trabajo seguro y digno».2
i i
i i
i i
i i
i i
i i
La «diáspora» minera
Después de la derrota sufrida, los miles de trabajadores que ahora
abandonaban en masa las minas, buscaron asegurarse las mayores ven-
tajas posibles para su retiro. Pronto exigieron al gobierno el pago de sus
indemnizaciones y una serie de «bonos extralegales», llamados así pues
estaban fuera de las leyes y reglamentaciones del Código Laboral vigen-
te. Los organismos estatales terminaron aceptando esas exigencias, aun
cuando significaban el crecimiento desmesurado de los costos económi-
cos de su política minera, lo que muestra la inquebrantable decisión del
gobierno de aplicar a ultranza el 21.060 y los decretos sucesivos que re-
glamentaron el paulatino cierre de las empresas de COMIBOL.
Así, en septiembre de 1986, el gobierno accedió a pagar un bono ex-
traordinario que significaba que por cada año trabajado el minero retira-
do recibiría la suma de USD 1.000, sobrepago que alcanzaba a todos los
obreros que abandonaron las minas desde enero de 1986.
Como esta medida no alcanzaba a los primeros relocalizados, en su
mayoría los trabajadores más antiguos, y como los mineros despedidos
vieron la oportunidad de plantear exigencias cada vez mayores, numero-
sos conflictos estallaron en los siguientes meses.
Por ejemplo, en octubre de 1987, La Paz fue escenario de la llegada de
cientos de relocalizados acompañados de sus esposas e hijos, que insta-
laron carpas en el atrio de la iglesia de San Francisco permaneciendo allí
por treinta y siete días, mientras se declararon huelgas de hambre simul-
táneamente en varias capitales del país. Aunque lograron la solidaridad de
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Gracias a ellas nos hemos organizado las mujeres. . . Ellas nos han enseñado
a que nos organicemos porque las mineras habían sido bien organizadas, por-
que las primeras centrales de organizaciones de mujeres han existido (. . . ) a la
cabeza de las compañeras palliris».
i i
i i
i i
poco tiempo, proceso que fue empujado en gran medida por la realidad
de confrontación permanente de los cocaleros con los organismos repre-
sivos (del Estado y la DEA), las políticas gubernamentales y la injerencia
estadounidense.
Años más tarde, cuando el movimiento cocalero cobró relevancia a
nivel nacional, saldrían a luz con más fuerza esas subyacentes «adquisi-
ciones» de las experiencias previas mineras.
En relación a la llegada de relocalizados mineros a la ciudad de El
Alto, aunque existen algunas características similares con lo ocurrido en
el Chapare, esta migración tuvo sus propias especificidades.
Un aspecto fundamental tiene que ver con el hecho de que los ex
mineros provenían de campamentos o poblaciones rurales más o menos
grandes y más modernas que los pueblos campesinos, pero que en gran
medida eran lugares aislados, con condiciones de vida muy limitadas y
de donde los mineros salían en muy pocas ocasiones. Ahora llegaban a
un ciudad, que para la década de los ochenta tenía más de 500.000 ha-
bitantes y que, además, se encontraba pegada a otra gran ciudad, La Paz,
con unos 800.000 habitantes para el mismo período. Eso significó que su
traslado transformó su condición social de minero urbano-rural a pobla-
dor urbano de una gran ciudad, aunque marcada por sus altos niveles de
pobreza.
Por otro lado, un gran porcentaje de los mineros pueden ser conside-
rados «culturalmente» hablando como mestizos y, en muchas partes del
país, son de origen quechua hablante. En la ciudad de El Alto, como se sa-
be, la mayoría de los migrantes rurales son de origen aymara y los rasgos
culturales indígenas son más fuertes.
Allí, los ex proletarios no se transformaron-asimilaron colectivamente
en otro actor social, como fue el caso del Chapare, sino que tuvieron que
asumir y realizar todo tipo de tareas de forma individual, como vimos más
arriba para el caso de los mineros trasladados a ciudades capitales del país.
La primera ola de relocalizados que llegó a El Alto se produjo entre
1986-1987. Al respecto, lastimosamente no existen datos exactos sobre la
cantidad de mineros que se asentaron en esa ciudad, aunque las informa-
ciones parciales señalan un número aproximado de 6.000 ex trabajadores,
sin contar a sus familias.
Lo cierto es que cientos de ellos se instalaron en terrenos abandona-
dos y que aún no habían sido urbanizados, donde comenzaron a vivir en
carpas de nylon, teniendo que soportar las duras inclemencias del tiempo
y la ausencia de todo tipo de servicios básicos durante varios meses. Un
reportaje periodístico relata el respecto:
«La metamorfosis que muestran las fotografías, se está operando a más de
4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, donde el desgarrador proble-
ma del trabajador minero obligó a este, después de recorrer errantes muchos
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
nero tradicional. Así, a pesar de que Huanuni había sido uno de los pilares
fundamentales de la FSTMB, nunca como ahora tenía la responsabilidad
de evitar la muerte final del viejo movimiento minero boliviano, lo que
indujo al deseo de recuperar de alguna manera ese pasado, empezando
por mantener vigente su sindicato.
Este incluso se fue proyectando hacia la Federación de Mineros y la
COB, que para inicios del nuevo siglo también buscaban su recuperación
como conductores del movimiento obrero y popular del país, aun siendo
más o menos consientes de los profundos cambios históricos y estructu-
rales que habían ocurrido en el campo social boliviano. De esa manera,
viejos y nuevos dirigentes de Huanuni comenzaron a ocupar las carteras
más importantes de ambas matrices sindicales, lo que ha continuado así
hasta nuestros días. Como muestra citemos solamente los nombres de Jai-
me Solares, Miguel Zubieta, Pedro Montes y el actual secretario ejecutivo
de la COB, el minero huanuneño Juan Carlos Trujillo.
En Huanuni, fortalecido el sindicato, las movilizaciones y paros decre-
tados comenzaron a tener más resultados como conseguir mejores con-
diciones de trabajo, frenar nuevos despidos de obreros, la vigencia de sus
organizaciones y una cierta rehabilitación de la empresa, entre otros. Pe-
ro fue la lucha desarrollada para expulsar a la Allied Deals de Huanuni el
momento más significativo de ese proceso.
En el año 2001, cuando ya eran irrefutables las denuncias del sindicato
en relación a los malos manejos de la empresa inglesa – pues un escán-
dalo de grandes proporciones estallado contra ella en Inglaterra se había
conocido en el país – lograron por fin su objetivo. Así, un largo bloqueo
del camino Oruro-Machacamarquita, que contó con el respaldo de nume-
rosas instituciones de la ciudad de Oruro, concluyó no solo con la salida
de Alied Deals sino con el retorno de Huanuni a COMIBOL.
En relación a esto último, aunque la mina quedó bajo la administración
de la interventora RBG, los obreros exigieron que los problemas ocasio-
nados por la capitalización de la mina y una nueva reactivación de esta
sea realizada por COMIBOL. Y pese a que esta ya no podía participar en
la cadena productiva minera, bajo presión del sindicato de Huanuni, el
gobierno tuvo que acceder al pedido y solicitar al Parlamento Nacional
que modifique algunos artículos del Código Minero para legalizar la nue-
va situación.
El triunfo obtenido por los trabajadores de Huanuni, los motivó a rea-
lizar enormes esfuerzos para mejorar la producción de la mina y a seguir
fortaleciendo sus organizaciones sindicales, lo que se dio principalmen-
te a través de la transmisión de experiencias de los mayores a las nuevas
generaciones en los espacios tradicionales como las asambleas y los mo-
mentos de socialización en el trabajo y fuera de la mina, así como por
intermedio de la Radio Nacional Huanuni, que siguió cumpliendo su pa-
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Cuando el 86, un 29 (de agosto – Marcha por la Vida y la Paz – ) nos han cer-
cado de igual forma el ejército en Calamarca, claramente, en voz alta y con un
coraje alto habíamos indicado que los mineros volveríamos, y hemos vuelto
nuevamente a los caminos carreteros (. . . ). Ahora nuevamente los mineros, por
la misma senda que han abierto sus padres, por la misma senda, ellos están em-
pezando a luchar por los intereses de la clase trabajadora, fundamentalmente
i i
i i
i i
«Siempre las mujeres mineras estamos caracterizadas para poder pelear por
lo que nos pertenece a todo Bolivia, no simplemente a los mineros (. . . ). Esa es
la lucha, el propósito de todo el pueblo boliviano, que tiene que hacerse una
nueva Bolivia. Porque estamos aquí dos Bolivias divididas: una de los ricos y
la que está mirada de poco, la de los pobres».8
i i
i i
i i
«Veíamos, desde la terraza de mi casa, pasar una extensa marcha. La gente tenía
en sus manos palos, piedras y otras cosas. Pensamos que se iniciaría la guerra
civil por tanta tensión que se vivía (. . . ). Vimos llegar a los mineros que venían
desde Huanuni; llegaban cansados, con la cabeza caída porque sostenían sobre
ella su casco muy pesado; en sus hombros cargaban unos bultos y una cama;
sus labios se veían secos y rajados. Yo observaba muy admirada cómo llegaban
estos hombres (. . . ). En la noche se oyeron petardos y una tremenda bulla. Salí
de mi casa para ver qué pasaba. Todos los vecinos salieron. Era un grupo de
jóvenes que cantaban el Himno Nacional agarrando la bandera de Bolivia; es
que habían empezado a llegar camiones llenos de gente que venía de Oruro;
eran mineros. Todos los vecinos se vieron realmente unidos porque sacaron
panes, plátanos y todo lo que podían para dárselos a los mineros que llegaban.
Pasaron ocho camiones; cada vez que pasaba uno de los camiones, la gente
aplaudía. Ellos gritaban una frase que me alegró mucho porque se mostraba
que estábamos unidos frente a estos conflictos tan dolorosos. La frase decía:
“Hermano paceño, Oruro está contigo”».10
Por otro lado, la actuación de los barrios mineros, que ha sido amplia-
mente reconocida, reveló su capacidad organizativa acumulada desde su
llegada a El Alto en la década de los ochenta, su sentido de pertenencia a
la comunidad alteña, su solidaridad sin límites con los compañeros mine-
ros que llegaban y su valentía y coraje. Hay numerosos testimonios sobre
el papel de los barrios mineros, principalmente en relación a Santiago II,
que se destacó ampliamente en la guerra del gas y sufrió muchas bajas.
Para ilustrar algo de la febril actividad en ellos, hemos escogido el do-
cumento denominado «Cronología y hechos ocurridos en la zona de Villa
Santiago II durante la guerra del gas», que fue preparado por la junta veci-
nal de la zona. Esta tiene como dirigente principal, y desde hace muchos
años, a un ex dirigente minero de Telamayu, una mina del sur de Potosí,
que llegó a ocupar importantes cargos en la Federación de Mineros y fue
muy cercano a Juan Lechín Oquendo, José Montecinos.
En este documento, se cuenta:
i i
i i
i i
i i
i i
i i
como las tomas de minas por comunarios. Pero, ¿podrá aún la memoria
histórica ayudar a que lo bueno del pasado no desaparezca?
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Capítulo 9
Clara Aldrighi*
......
i i
i i
i i
i i
i i
i i
3.— La existencia de la JCR fue divulgada públicamente en 1974, pero sus accio-
nes militares comenzaron en 1973 en Argentina. En el segundo semestre de ese
año el PRT-ERP y el MLN realizaron en conjunto por lo menos tres secuestros
de directivos de empresa. El dinero de los rescates fue dividido entre las cuatro
guerrillas coaligadas en la Junta (además del MLN y el PRT, el MIR chileno y el
ELN boliviano). Testimonios anónimos n.º 2 y n.º 15.
4.— Entrevista a Efraín Martínez Platero (Aldrighi 2009, pág. 374).
5.— Testimonio anónimo n.º 2.
6.— En Uruguay Selves y Alemañy habían sido estudiantes universitarios y di-
rigentes de la columna 15 del MLN. A fines de 1971, con 23 años, se exiliaron en
Chile después de cumplir varios meses de prisión (entrevistas a Jorge Selves y Luis
Alemañy).
i i
i i
i i
«En Uruguay la situación del aparato era muy precaria. Pero los compañeros de
Uruguay, y sobre todo las direcciones que habían caído en la cárcel, no sabían
de la dimensión que en poco tiempo había adquirido el exterior. Porque toda
esta demanda que se le empieza a hacer a la organización desde el exterior
va generando también un apoyo. Había militantes bolivianos y chilenos que
se querían venir a Uruguay. Bueno, les dijimos, nosotros les damos una mano,
nos estamos preparando para retomar la lucha después de todos los golpes
recibidos. La mira de esta dirección es comenzar a pegar la vuelta (. . . ). Pero la
idea no era hacer una patriada, hacer la Cruzada de los Treinta y Tres. Había
que venir ordenadamente, había que desarrollar infraestructura».8
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
tal grado, que podría decirse que se encuentran aptos para integrar los cuadros
del movimiento sedicioso».16
16.— ADNII, DNII, departamento 4, informe mensual, octubre de 1973, «FER 68,
organización subordinada al MLN Tupamaros con más de una treintena de dete-
nidos. Liceos 26 D y Zorrilla».
i i
i i
i i
17.— VVAA (2004, págs. 43-46). En la Memoria Anual de 1973 de la DNII se infor-
ma: «Marzo 13. Fuga del detenido Roberto Gomensoro Josman. El nombrado, que
pertenece a la columna 70 (Tupamaros), logra darse a la fuga cuando fue condu-
cido a avenida Millán y Cno. Ariel, lugar este que según declarara, debía realizar
un contacto». Gomensoro había sido identificado desde diciembre de 1972 como
tupamaro y dirigente de la columna 70. Un documento de inteligencia que remite
a las informaciones obtenidas a partir de esa fecha afirma que Gomensoro era el
responsable por el MLN de varios sindicatos. En otro diagrama del mismo do-
cumento se atribuye a Gomensoro la responsabilidad de enseñanza secundaria,
como dirigente de la columna 70 y bajo el comando de «Flora». ADNII, Ejército
Nacional, EMGE, departamento EII y OCOA, parte especial de información (I)
68.973, «Información obtenida de detenidos y documentación capturada», Marzo
de 1973.
18.— El caso no ha sido totalmente aclarado en lo concerniente a la unidad militar
donde se cometió el crimen y a los responsables directos de su muerte. Véase el
estado actual de la investigación, con las declaraciones contradictorias de nume-
rosos testigos, en el expediente judicial de 2012 (Pérez D’Auria 2012).
19.— Parlamentarios del Frente Amplio denunciaron la falsedad de los resultados
de la autopsia de Fernández Mendieta, realizada por dos médicos del cuartel y
uno de la policía: Juan José Navarro, Julio C. Rossi Salinas y Hugo Bosch. En el
Senado, Wilson Ferreira Aldunate denunció: «En 1973 y en nuestro país, se practica
la tortura. Pero es mucho peor todavía que el hecho mismo, la solidaridad que
luego despierta (. . . )», Marcha, Montevideo, 11/05/1973, «La muerte en el cuartel».
i i
i i
i i
«Se hizo una coordinación muy interesante con diferentes grupos. Con Ju-
lio Arizaga por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), con Héctor
Rodríguez por los Grupos de Acción Unificadora (GAU) y con una serie de sin-
dicatos que estaban bastante por fuera de la línea de la Convención Nacional
de Trabajadores (CNT) (. . . ). Por el MLN estábamos nosotros. Teníamos direc-
ciones sindicales. Estaba Homero Rodríguez, por ejemplo. El Viejo Homero.
Creo que en ese momento estaba en metalúrgicos. Teníamos a Ramiro “Gato”
Sosa, que muere en el Penal de Libertad después de estar siete años preso (. . . ).
Estaba en la dirección del gremio metalúrgico. Es uno de los compañeros que
cuando recién llegamos de Chile, llevamos a la dirección en Uruguay. Después
había otros compañeros del 26 de Marzo que eran estudiantes».22
i i
i i
i i
23.— Aunque existen dos versiones sobre la muerte de Arteche (en una sesión
de tortura o en un intento de fuga), su muerte fue presenciada por pescadores
de la zona que poco después narraron lo visto a sus familiares. Al llegar con los
militares a la casilla abandonada donde supuestamente tendría lugar una reunión
de tupamaros, Arteche echó a correr y fue baleado por sus custodios. En la casilla
no había nadie. Informaciones proporcionadas por Carmen Arteche en 2005 (Rico
y col. 2008, págs. 1-74). Selves recuperó la libertad.
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
29.— El oficial muerto fue el teniente coronel Raúl Duarte Hardoy. Los guerrille-
ros detenidos permanecieron en prisión hasta el término de la dictadura en 1983
(Plis Sterenberg 2003, págs. 44-45).
30.— Montoneros no reivindicó el homicidio pero numerosas fuentes confirma-
ron su autoría. Perón lo atribuyó enseguida a esa organización por indicios que el
comando guerrillero dejó en el lugar. Dirigentes montoneros como Mario Firme-
nich posteriormente lo han admitido. Miguel Bonasso recibió a los pocos días la
confirmación de parte del propio Firmenich y del jefe de la operación, Julio Iván
Roque, alias «Lino». Con todo, Roberto Perdía, ex miembro de la conducción na-
cional de Montoneros, negó en 2008 que su organización fuera responsable (Reato
2008, págs. 139-140, 151-158, 176-177; Bonasso 2001, págs. 142-143).
i i
i i
i i
31.— Plis Sterenberg (2003, págs. 41-47); Gorriarán Merlo (2003, págs. 109-212). El
teniente coronel Ibarzábal estuvo recluido diez meses en la «cárcel del pueblo».
Murió el 20 de noviembre de 1974 cuando era trasladado a otra casa de seguridad.
Ese día, en Buenos Aires, varios militantes del ERP que se movilizaban en dos au-
tomóviles y una camioneta fueron interceptados por una patrulla caminera. Los
guerrilleros dispararon sus armas para eludir el arresto; los automóviles lograron
escapar pero la camioneta no. «El militante que iba en ella disparó al armario me-
tálico ubicado en la caja del vehículo, donde era trasladado Ibarzábal, que murió
instantáneamente. El guerrillero arrojó su arma y se entregó, con las manos en
alto. Desde entonces está desaparecido», escribe Plis Sterenberg (2003, pág. 48).
32.— ADNII, División Ejército 1, OCOA, 28.1.1974, secreto, «Apreciación de situa-
ción referente a actividades sediciosas entre agosto de 1973 y enero de 1974».
i i
i i
i i
«Se tiene conocimiento de que el ERP apoya al MLN de las siguientes maneras:
33.— Ibídem.
34.— Ibídem.
35.— Para la expatriación de militantes muy conocidos, en ocasiones el MLN ha-
bía recurrido a los servicios de baqueanos o contrabandistas (algunos a cambio
i i
i i
i i
de dinero, otros por simpatía política) que cruzaban el Río Uruguay evitando los
puestos de control. En ciertos casos se utilizaron avionetas privadas. En 1972 y
1973 se consideró más seguro mimetizarse en el gran flujo de turistas o viajeros
que ingresaban por las vías regulares (testimonio anónimo n.º 7).
36.— ADNII, División Ejército 1, OCOA, 28/01/1974, secreto, «Apreciación de si-
tuación referente a actividades sediciosas entre agosto de 1973 y enero de 1974».
En Chile, desde 1971, varios tupamaros se dedicaron a construir escondites en au-
tomóviles para trasladar armas a Uruguay. Entre ellos Natalio Dergan, mecánico
de profesión (testimonio anónimo n.º 1).
37.— ADNII, División Ejército 1, OCOA, 28.1.1974, secreto, «Apreciación de situa-
ción referente a actividades sediciosas entre agosto de 1973 y enero de 1974».
38.— Los dirigentes amenazados de muerte (Henry Engler, Eleuterio Fernández
Huidobro, Jorge Manera, Julio Marenales, José Mujica, Mauricio Rosencof, Raúl
Sendic, Adolfo Wasem y Jorge Zabalza) fueron recluidos en diferentes cuarteles
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«La caída de más de 500 armas largas y cortas y millares de proyectiles (el
arsenal más grande tomado por la represión en Argentina) en un solo local del
barrio Once – cantado por “Joaquín” – desmoralizó a todo el mundo y nadie
podía comprender el porqué de la concentración de tanto armamento en un
solo lugar».43
¿Con qué objeto el MLN acopiaba tan cuantioso armamento? Tal vez
esas armas no pertenecían únicamente a los tupamaros sino al ERP o la
JCR. Los documentos y testimonios consultados hasta el momento no
aclaran este punto. No obstante, la dictadura uruguaya podría haber llega-
do a la conclusión de que se programaban acciones de gran impacto, con
elevado número de combatientes. En la presunción de que las operacio-
nes con militantes y armamento provenientes del exterior no requerían
una gran infraestructura en Uruguay.
Preguntado al respecto, un ex dirigente afirma que en 1973 y 1974 «Sa-
car a los presos de Libertad era la única acción que el MLN de Argentina
contemplaba en Uruguay (. . . ). Antes vinimos a sacar a Sendic, pero no
quiso».44
Otras fuentes sugieren, no obstante, la existencia de proyectos de ma-
yor alcance:
«Había planes. Cuando salimos de Chile a fines de 1973 por la embajada argen-
tina, con mi mujer y mis dos gurises, nos instalamos en Entre Ríos. Teníamos
una granja con Juancito Bentín y otros. Por esa época dos compañeros cru-
zaron el Río Uruguay a nado, a la altura de Salto. Iban agarrados a una llanta
donde pusieron las ropas y material impreso del MLN. Repartieron los impre-
sos y volvieron de la misma manera. Bueno, la gente de la dirección que estaba
en Buenos Aires, antes de la división, todos, los criticaron por usar “métodos
artesanales de trabajo”. Ellos, los del comité central, querían invadir Uruguay
pero a lo grande, con avionetas, yates y demás».45
i i
i i
i i
«Se le pidió a uno de los asesores cubanos que nos ayudaban que nos prepa-
raran para una supuesta toma del Penal de Libertad. Con lanchas, con gente
preparada para usar submarino, otro grupo de paracaidistas, otro de franco-
tiradores, otro de explosivistas, etcétera (. . . ). Lo del submarino era para la
llegada de los grupos desde el mar (. . . ). Nos entrenaron bien. Era una idea
que podía fracasar. Un plan que tenía una parte de realidad y otra de fanta-
sía. Para hablar claro y redondo: no nos daban los números, como dicen los
economistas».49
i i
i i
i i
i i
i i
i i
«Nos abocamos de nuevo a esas situaciones críticas que los tupamaros procu-
raban crear. El programa prolijamente descripto en sus últimos documentos,
se ha cumplido, y hoy, en plena revancha, desde adentro de la prisión, pueden
restregarse las manos sobre lo que han avanzado».
Los guerrilleros habían logrado resquebrajar «lo que había sido un ver-
dadero frente cívico militar, que fue el que derrotó a los tupamaros por la
combinación de fuerza con periodismo, acción cívica y pueblo repudian-
do a la guerrilla». Las limitaciones de las libertades y las garantías indivi-
duales, aprobadas por el Parlamento en 1972 con el objetivo de destruir
la sedición, se estaban empleando injustamente «para combatir a todo el
sistema político». Las fuerzas armadas – continuaba el periódico – su-
frían una especie de ofuscación. No lograban advertir que un MLN aliado
con el ERP se había vuelto otra vez una amenaza y que la unidad con los
políticos pronto volvería a serles necesaria:
«Los tupamaros han iniciado su revancha. Sus enemigos de ayer nos hemos
dividido. Las instituciones que los enfrentaron se han resquebrajado. En la
Argentina encuentran ahora una base de apoyo en sus correligionarios del
ERP, que asuelan el país y se pasean victoriosos por Buenos Aires luego de
la tremenda derrota militar en las elecciones. Dentro de poco, seguramente,
reanudarán su acción. Y entonces lamentaremos no haberlo visto. Dios ciega
a los que quiere perder. Y en el Uruguay de hoy, hay muchos ciegos con poder.
¿No empezarán a ver?».53
53.— Ibídem.
i i
i i
i i
«En diferentes interrogatorios a los que fui sometido en Buenos Aires, se in-
sistió en mi integración al eje del ERP-MLN. También querían que les pro-
porcionase direcciones de locales de funcionamiento conjunto del ERP y el
MLN y además, que les indicara dónde se encontraba secuestrado el teniente
coronel Jorge Ibarburen [sic]; datos que yo ignoraba totalmente y que nunca
fueron de mi conocimiento».56
54.— CFMDP (2009, págs. 507-512). Rita había sido militante del Movimiento
Marx, Mao, Marighella y Guevara (M3G). Llegó a Chile en 1971 con otros 69 presos
políticos canjeados por el embajador de Suiza en Brasil, Giovanni Enrico Büch-
ner, secuestrado por la VPR. Pires Cerveira, ex militar exiliado en Chile, ingresó
a Argentina en agosto de 1973 con documento falso a nombre de Walter de Sousa.
Fue vigilado de inmediato por la inteligencia argentina. Había sido militante del
Frente de Libertaçâo Nacional (FLN). En 1970 la dictadura brasileña lo expulsó a
Argelia junto a otros 39 presos políticos, canjeados por el embajador de Alemania
en Brasil, Ehrenfried von Holleben, secuestrado en una operación conjunta de la
VPR y la ALN.
55.— Testimonio de Antonio Viana Acosta, en VVAA (2004, págs. 383-386).
56.— VVAA (ibídem, pág. 383). Los interrogadores preguntaban a Viana Acosta por
el teniente coronel Jorge Ibarzábal, secuestrado por el ERP el 19 de enero de 1974
en el ataque al Regimiento de Azul.
57.— Después de Viana Acosta fueron detenidos en Buenos Aires en abril de 1974 y
trasladados ilegalmente a Uruguay cuatro uruguayos que no tenían militancia po-
lítica: Carlos Antonio Rodríguez Coronel, Juan Carlos Iparaguirre Almeida, Julio
César Saavedra Duarte y Justo Pilo Yáñez. El primero era hermano de un tupama-
ro refugiado en Bélgica después del golpe de Chile. Los cuatro fueron trasladados
a Uruguay, uno por vía aérea y tres por vía marítima. Rodríguez Coronel fue tor-
turado en el cuartel de Santín Carlos Rossi y La Boyada, «La Paloma». Gracias
a la movilización del ACNUR en Buenos Aires, en especial de su representante
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
del primer golpe palaciego de la dictadura, que forzó la renuncia del co-
mandante en jefe del Ejército, teniente general Hugo Chiappe Pose, re-
emplazado el 21 de mayo por el general Julio Vadora. En el transcurso de
la crisis las cúpulas militares desconocieron una vez más la autoridad del
presidente Bordaberry. El 20 de mayo el primer mandatario había firma-
do dos decretos que disponían la destitución de Eduardo y Rodolfo Zubía,
jefes de las divisiones militares II y III. Pero los dos generales ignoraron
la orden y se mantuvieron en sus puestos.60
Entrevistas
Kimal Amir, por Clara Aldrighi, Montevideo, 2009.
Luis Alemañy, por Clara Aldrighi, Montevideo, 1998.
Efraín Martínez Platero, por Guillermo Waksman y Clara Aldrighi, Mon-
tevideo, 2006.
Efraín Martínez Platero, por Clara Aldrighi, Montevideo, 2009.
Carlos A. Rodríguez Coronel, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2015.
Jorge Selves, por Guillermo Waksman y Clara Aldrighi, Montevideo, 2005.
Testimonio Anónimo n.º 1, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2004.
Testimonio Anónimo n.º 2, por Guillermo Waksman y Clara Aldrighi,
Montevideo, 2004 y 2006.
Testimonio Anónimo n.º 7, por Clara Aldrighi. Montevideo, 1998.
Testimonio Anónimo n.º 9, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2006.
Testimonio Anónimo n.º 11, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2012.
Testimonio Anónimo n.º 13, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2012.
Testimonio Anónimo n.º 15, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2010.
Testimonio Anónimo n.º 16, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2011.
Testimonio Anónimo n.º 17, por Clara Aldrighi. Montevideo, 2012.
Documentos inéditos
Archivo de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, Monte-
video.
Archivo del MLN Tupamaros «David Cámpora», Montevideo.
60.— Este proceso ha sido investigado por Alfonso Lessa, quien define lo ocurri-
do en mayo de 1974 «un golpe dentro del golpe» (Lessa 2009, pág. 104). Sobre el
desarrollo y desenlace de la crisis militar y política de la cúpula dictatorial, véase
Lessa (ibídem, págs. 103-110). Sobre las probables causas de la remoción de Trabal
(ibídem, págs. 197-210). También Lessa (2013, págs. 256-260).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Autores
i i
i i
i i
196 Autores
i i
i i
i i
Autores 197
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Referencias bibliográficas
i i
i i
i i
Braun, Oscar, comp. (1973): El capitalismo argentino en crisis. Buenos Aires: Siglo
XXI (véase página 108).
Cajías de la Vega, Magdalena y Pablo Pozzi, comps. (2015): Cultura de izquierda,
violencia y política en América Latina. Buenos Aires: CLACSO (véase pági-
na XI).
Camarero, Hernán (2007): A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el
mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935. Buenos Aires: Siglo XXI (véase
página 3).
Campos, Esteban (2013): «Entrevista a Ignacio Vélez: del catolicismo renovador a
la lucha armada». En: Experimentar en la izquierda: Historias de militancia
en América Latina: 1950-1990 (véase página 23).
Cardozo, Fernando y Enzo Faletto (1969): Dependencia y desarrollo en América
Latina. México, DF: Siglo XXI (véase página 28).
Carr, Barry (1996): La izquierda mexicana a través del siglo XX. México, DF: ERA
(véase página 24).
Castañeda, Jorge (1993): La utopía desarmada. México, DF: Joaquín Mortiz (véase
página 26).
Castel, Robert (1996): Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del asa-
lariado. Buenos Aires: Paidós (véase página 105).
Chaloub, Sidney (1990): Visões da Liberdade. Úma historia das últimas décadas
da escravidão na corte. San Pablo: Companhia das Letras (véase página X).
Chaloub, Sidney (2009): Visões da Liberdade. San Pablo: Companhia Das Letras
(véase página 10).
Chartier, Roger (1992): El mundo como representación. Barcelona: Gedisa (véase
página 31).
Chauí, Marilena (1983): O Nacional e o Popular na Cultura Brasileira. Seminários.
San Pablo: Brasiliense (véase página 55).
Chiaramonte, Nicola [1970] (1999): La paradoja de la historia traducción y prólogo
de Antonio Saborit. México, DF: INAH (véase página 28).
Chowning Davies, James, ed. (1971): When Men Revolt and Why. A Reader in Po-
litical Violence and Revolution. Nueva York: The Free Press (véase página 1).
CFMDP (2009): Comissâo de Familiares de Mortos e Desaparecidos Políticos. Ins-
tituto de Estudos sobre a Violência do Estado. Dossiê Ditadura: Mortos e De-
saparecidos Políticos no Brasil (1964-1985). San Pablo: IEVE Imprensa Oficial
(véase página 190).
Cultelli, Andrés (2006): La revolución necesaria. Contribución a la autocrítica del
MLN Tupamaros. Buenos Aires: Colihue (véase página 186).
Da Veiga, Alfredo César (2009): «Teologia da Libertação: nascimento, expansão,
recuo e sobrevivência da imagem do excluído dos anos 1970 à época atual».
Tesis doctoral. San Pablo: USP (véase página 56).
De Azcárate, Patricio (1873): Obras de Aristóteles. Vol. 3: Aristóteles. Política. Ma-
drid (véase página 1).
De Brito, Lucelmo Lacerda (2010): «Medellín e Puebla: Epicentro do confronto
entre progressistas e conservadores na América Latina». En: Espaço Acadê-
mico, n.o 111, Maringá (véase página 56).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Guevara, Ernesto Che [1960] (2007): Guerra de guerrillas. La Habana: Ocean Sur
(véase página 20).
Gutman, Herbert (1976): Work, culture and society in industrializing America.
Nueva York: Knopf (véase página 16).
Hobsbawm, Eric (1999a): Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz. Bar-
celona: Crítica (véase página 132).
Hobsbawm, Eric (1999b): On the Edge of the New Century. Nueva York: The New
Press (véase página XII).
Israel, Sergio (2010): El enigma Trabal. La conexión francesa. Montevideo: Fin
de Siglo (véase página 191).
Jay, Martin (1973): The dialectical imagination. Boston: Brown y Co (véase pági-
na 28).
Krausche, Valter Antonio (1984): A Rosa e o Povo: Arte Engajada nos Anos 60 no
Brasil. San Pablo: PUC-SP (véase página 55).
Krauze, Enrique (2012): La politización de todas las cosas" en Letras Libres blog
de la redacción. 10 de diciembre de 2012. URL: http://www.letraslibres.
com/blogs/blog-de-la-redaccion/la-politizacion-de-todas-las-cosas
(visitado 07-12-2015) (véase página 13).
Laverdi, Robson (2010): «Raymond Williams y la historia oral». En: Palabras y
Silencios / Wordas and Silences. International Oral History Association vol. 5,
n.o 2 (véase página 33).
Lessa, Alfonso (2009): La primera orden. Gregorio Álvarez, el militar y el dictador.
Una historia de omnipotencia. Montevideo: Sudamericana (véase página 193).
Lessa, Alfonso (2013): Estado de Guerra. De la gestación del golpe de 1973 a la
caída de Bordaberry. Montevideo: Sudamericana (véase página 193).
Lugo Hernández, Raúl Florencio (2006): El asalto al cuartel de Ciudad Madera,
testimonio de un sobreviviente. México, DF: Universidad Autónoma de Cha-
pingo (véase páginas 18, 19).
Luxemburgo, Rosa (1970): Huelga de masas, partido y sindicatos. Vol. 13. Buenos
Aires: Cuadernos de Pasado y Presente (véase páginas 8, 10).
Marx, Karl [1859] (1959): «Preface». En: Marx and Engels. Basic Writings and Phi-
losophy. A Contribution to the Critique of Political Economy. Ed. por Lewis
Feuer. Anchor Books (véase página 8).
Marx, Karl y Friedrich Engels (1890): Correspondence 1890. Engels to Conrad Sch-
midt In Berlin. 5 de agosto de 1890. URL: https : / / www . marxists . org /
archive/marx/works/1890/letters/90_08_05.htm (véase página 5).
Mastrángelo, Mariana (2011): Rojos en la Córdoba obrera, 1939-1943. Buenos Aires:
Imago Mundi (véase páginas 6, 39, 137).
Navia, Verónica (2004): «Y todo comenzó de nuevo. Memorias de octubre». En:
Los Cronistas, La Paz (véase página 165).
Necoechea Gracia, Gerardo (2011): «Edna, la de los Comunistas Armados». En:
Voltear el mundo de cabeza: historias de militancia de izquierda en América
Latina. Buenos Aires: Imago Mundi (véase páginas 19-21).
Necoechea Gracia, Gerardo y Patricia Pensado Leglise, comps. (2011): Voltear el
mundo de cabeza: historias de militancia de izquierda en América Latina.
Buenos Aires: Imago Mundi (véase páginas 15, 99).
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
Lenin [1902] (2010): Uliánov, Vladímir Ilich. ¿Qué hacer? Caracas: Ministerio del
Poder Popular para la Comunicación y la Información (véase página 14).
Varone, Domingo (1989): La memoria obrera. Buenos Aires: Editorial Cartago (véa-
se página 9).
VVAA (1979): «Declaración de Barbados II». En: Indianidad y descolonización en
América Latina. México, DF: Nueva Imagen (véase página 29).
VVAA (2004): A todos ellos. Informe de Madres y Familiares de uruguayos dete-
nidos desaparecidos. Montevideo: Caligráficos (véase páginas 176, 190).
Weissheimer, Marco Aurélio (2008): Osasco: Movimento deixou raízes profundas.
URL: http://www.teoriaedebate.org.br/?q=materias/mundo- do- traba
lho / osasco - movimento - deixou - raizes - rofundas & page = 0 , 2 # sthash .
Mb8jnkFM.dpuf (visitado 20-12-2015) (véase página 61).
Williams, Raymond (1977a): Marxism and literature. Oxford: Oxford University
Press (véase páginas 16, 17, 31, 100).
Williams, Raymond (1977b): Marxismo y literatura. Barcelona: Ediciones Penín-
sula (véase página 38).
Williams, Raymond (1989): «Culture is ordinary». En: Resources of Hope. Londres:
Verso Books (véase página 36).
Williams, Raymond (1994): Sociología de la cultura. Barcelona: Paidós (véase pá-
gina X).
Williams, Raymond [1961] (2003): La larga revolución. Buenos Aires: Nueva Visión
(véase páginas XIII, 5, 135).
Williams, Raymond (2011): Cultura e materialismo. Trad. por André Glaser. San
Pablo: Editora Unesp (véase página 33).
Wolf, Eric (1974): Anthropology. Nueva York: W. W. Norton & Company (véase
página 16).
Yerushalmi, Yosef (1989): «Reflexiones sobre el olvido». En: Los usos del olvido.
Buenos Aires: Nueva Visión (véase página 48).
Zenobi, Diego (2012): La politización del movimiento cromañon entre los «mode-
los caseros» y los «modelos del observador». URL: http://www.scielo.org.
ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S185116942012000200005&1ng=
es&nrm=iso (visitado 07-12-2015) (véase página 13).
i i
i i
i i
Índice de autores
Aldrighi, Clara, 169, 171, 192, 199 Da Veiga, Alfredo César, 56, 200
Altamirano, Carlos, 111, 139, 199 De Azcárate, Patricio, 1, 200
Amnesty International, 185, 199 De Brito, Lucelmo Lacerda, 56, 200
Archila Neira, Mauricio, XII, 199 De Faria, Hamilton, 60, 201
Arendt, Hannah, 199 De Moraes Ferreira, Marieta, 29, 30,
201
Badaró Mattos, Marcelo, 40, 199 De Tocqueville, Alexis, 2, 201
Bardini, Roberto, 77, 79, 199 Del Campo, Hugo, 131, 133, 138, 139,
Barrios, Víctor, 136, 199 201
Batistoni, Maria Rosângela, 60, 199 Delgado, Alvaro, 25, 201
Benjamin, Walter, 28, 34, 199
Bobbio, Norberto, XII, 199 Ejdesgaard, Anne Marie, 155, 201
Bonasso, Miguel, 180, 181, 199 Engels, Friedrich, 5, 202
Bonfil Batalla, Guillermo, 29, 199 Estrada, Jairo, 199
Bonilla, Víctor Daniel, 29, 199
Braun, Oscar, 108, 200 Falcão, Luis Felipe, 29, 32, 201
Faletto, Enzo, 28, 200
Cajías de la Vega, Magdalena, XI, Ferreira, Marieta de Moraes, 29, 201
200 Feuer, Lewis, 202
Camarero, Hernán, 3, 200 Fortes, Alexandre, 29, 30, 201
Camera, Pablo, 9, 204 Frank, André Gunder, 28, 201
Campos, Esteban, 23, 200
Cardozo, Fernando, 28, 200 Galeano, Eduardo, 76, 201
Carr, Barry, 24, 200 Giddens, Antony, XII, 201
Castañeda, Jorge, 26, 200 Gilbert, Stuart, 201
Castel, Robert, 105, 200 Ginzburg, Carlo, 2, 11, 201
CFMDP, 190 Glaser, André, 205
Chaloub, Sidney, X, 10, 200 Goicovic Donoso, Igor, 23, 201
Chartier, Roger, 31, 200 González Navarro, Moisés, 24, 201
Chauí, Marilena, 55, 200 Gorriarán Merlo, Enrique, 180, 182,
Chiaramonte, Nicola, 28, 200 201
Chowning Davies, James, 1, 200 Grandin, Greg, 26, 201
Comissâo de Familiares de Mortos Guevara, Ernesto Che, 20, 202
e Desaparecidos Gutman, Herbert, 16, 202
Políticos, 200
Cortés, Alberto, 18, 204 Hobsbawm, Eric, XII, 132, 202
Cultelli, Andrés, 186, 200
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i
i i