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Subcomisión Episcopal

de Catcquesis

LIBRO para el
despertar a la fe
en la familia
en la par

Los primeros
CONFERENCIA
pa«fe
EPISCOPAL
ESPAÑOLA
y a compartir con todos los cristianos la alegría de celebrar la
presencia de Jesús, que siempre está entre nosotros.
Al introducir a los niños en el camino cristiano les estamos ayu­
dando a ser cada vez más libres para que, en el futuro, puedan
responder por sí mismos a la llamada del Señor. La gran tarea
de educar a los niños no puede dejar de lado su dimensión reli­
giosa.
Tanto en la familia, como en la parroquia y en la escuela -según
las características y posibilidades propias de cada ámbito- se
les ayuda en el desarrollo pleno de su ser. El acompañamiento
que realizan en este proceso padres y catequistas se convier­
te en un tiempo de gracia para ellos mismos en donde descu­
bren o renuevan su propia experiencia de fe. No podemos olvi­
dar que al transmitir la fe crecemos en ella.
Este libro es una presentación ampliada del catecismo Padre
Nuestro para la catcquesis del despertar religioso de los niños
que aprobó, en su día, la Conferencia Episcopal Española. Hoy
continúan teniendo valor las palabras que introducían aquel
catecismo:
«Dios se alegra mucho cuando lo llamamos Padre, con toda
confianza. Esta es la Buena Noticia que ha venido a traernos
Jesús. Y para los que creemos en Él, esta Noticia es el gozo y
la fuerza de nuestra vida».

® Javier Salinas Viñals


Obispo de Tortosa
® José Manuel Estepa Llaurens
Arzobispo emérito castrense
® Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Piasencia
® Ángel Rubio Castro
Obispo de Segovia
® Gregorio Martínez Sacristán
Obispo de Zamora

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ORIENTACIONES PARA
EL USO DE ESTE LIBRO
Los niños aprenden a través de la observación y la imitación.
Por su corta edad, no saben leer, pero se dejan impresionar
por los dibujos y los colores y, sobre todo, por la palabra y por
el gesto entrañable de quienes los acompañan.
La primera parte del libro presenta a Dios Padre, que nos quie­
re mucho y cuida de nosotros. Todo se desarrolla en un diálo­
go afectivo entre Dios y los niños. En este sentido, la influencia
de los padres y catequistas es decisiva, pues los niños, para
llegar a comprender y gustar que Dios nos ama, necesitan
sentirse amados y reconocidos.
Los padres y catequistas encontrarán en este libro múltiples
posibilidades y recursos para despertar la sensibilidad religio­
sa de los niños. En muchas de sus páginas ellos son la voz
que representa a Dios Padre, que quiere que los más peque­
ños lo conozcan, lo amen y confíen en Él como Padre.
De ahí el valor fundamental no solo de las palabras, sino tam­
bién del testimonio de los adultos. Un niño aprenderá a hablar
con Dios, a rezar, si lo hace en compañía de sus padres y
catequistas. El ejemplo es la puerta que abre el camino hacia
Dios. En este sentido, la comunidad cristiana es el ámbito fun­
damental para poder vivir y crecer en la fe.
Los niños tienen derecho a saber, a comprender y a conocer
la historia de Dios con los hombres, cuya plenitud es Jesús, y
que la Iglesia ha recibido y transmite desde ios Apóstoles.
Este libro ofrece una pequeña muestra de toda esta historia,
fijándose sobre todo en algunos personajes importantes. Al
leerles estas historias, mientras ellos contemplan los dibujos,
aprenderán, de una manera muy sencilla, a conocer cómo

5
Dios se hace amigo de los hombres y cómo actúa, también
hoy, entre nosotros.
Al escuchar la Historia de la Salvación seguro que los niños
harán muchas preguntas, y hay que tener en cuenta que lo
importante no es darles respuestas complicadas, lo importan­
te es ayudarles a descubrir que Dios nos ama y que espera
de nosotros una respuesta de amor. Abrahán, Moisés, David,
Isaías y María serán como un espejo en el que mirarse para
decirle a Dios que lo queremos y que confiamos en Él.
Toda esta historia alcanza su plenitud en Jesús, el Hijo Único
de Dios, enviado por el Padre para salvar a los hombres. Esta
primera aproximación a Jesús es muy importante, es el cora­
zón de todo, pues es Jesús quien nos conduce a Dios, su
Padre. Por Él podemos vivir de forma nueva nuestra relación
con los demás y hablar con Dios con las palabras que Él
mismo nos enseñó.
Para aprender a vivir y para crecer en la fe todos necesitamos
estímulos que nos ayuden. La familia y también la comunidad
parroquial son el contexto vital en el que los niños crecen en
su seguridad interior y en la valoración y comprensión del vivir
cristiano. El amor a los demás, el perdón, la alabanza a Dios y
la alegría de pertenecer a la gran familia de los hijos de Dios
encuentran, en las grandes celebraciones de la fe, un momen­
to fundamental de su desarrollo.
La tarea educativa de padres y catequistas despertará en
ellos mismos un deseo de renovación personal y de conoci­
miento de las verdades de la fe cristiana. El último apartado
del libro ofrece una síntesis de la fe de la Iglesia dirigida exclu­
sivamente a los adultos.
Transmitir la vida es tarea propia de la familia; transmitir la Vida
nueva del Evangelio es tarea de la comunidad cristiana y, en
ella, de la familia.

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«Desde mi nacimiento yo oí en mi tribu y en mi
familia que tú, Señor, escogiste a Israel entre
todas las naciones y a nuestros padres entre todos
sus antepasados para que fueran por siempre tu
heredad. Realizaste en favor suyo todo
lo que prometiste» (Ester 4, 17).

«En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos


tienen el deber específico de educar a sus hijos en la ple­
garia, de introducirlos progresivamente en el descubri­
miento del misterio de Dios y del coloquio personal con
Él: “Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con la
gracia y los deberes del sacramento del Matrimonio,
importa que los hijos aprendan desde los primeros años
a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la
fe recibida en el Bautismo”. Elemento fundamental e
insustituible de la educación de la oración es el ejemplo
concreto, el testimonio vivo de los padres; solo orando
junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen
su propio sacerdocio real, calan profundamente en el
corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores
acontecimientos de la vida no lograrán borrar».

Juan Pablo II
Famih'aris consortio, 60

7
Todos nacemos a la vida y al amor en una familia. En ella
aprendemos a amar, a perdonar y a convivir en paz, a
compartir nuestras cosas y a ayudar.
En la familia aprendemos el nombre de las cosas, en la
familia damos los primeros pasos en la fe: «aprendemos
a llamar a Dios, Padre».
La familia de los esposos cristianos es una pequeña
comunidad del Pueblo de Dios que nace por el sacra­
mento del Matrimonio.
Para un matrimonio cristiano, su familia es como una
iglesia doméstica donde los hijos encuentran a Dios
desde su nacimiento. Antes, incluso, de participar en la
vida parroquial o en la catcquesis.
El nacimiento de un hijo en la familia ofrece a los padres
nuevas posibilidades para crecer en el amor y en el don
de sí mismos.
Ellos, que le han dado la vida, le ofrecen también la
nueva Vida de hijos de Dios, por el Bautismo.
/VueAbwA 'padlteA, mjM, (yudeten mulita

túaa-,

Lo mejor que tenemos en la vida es la familia.


Nuestros padres, abuelos, hermanos...
¡Qué bien estamos en casa, con los nuestros!

El trabajo de papá y de mamá, los cuidados que recibimos


de ellos y de los abuelos...
la compañía de los hermanos, los juegos, las fiestas,
las excursiones que tanto nos gustan,
las vacaciones que nos hacen gozar.

En familia, pasamos juntos las penas y las alegrías,


todos colaboramos para ayudarnos
y hacernos felices unos a otros.

En la familia hemos recibido la vida,


que es el gran regalo de Dios.
Cuando recibimos el Bautismo, el regalo
es aún mayor: «somos de la familia de los hijos de Dios».

¡Qtúe/ia- a ■pacbiek can toda- el camaján!

10
jUa (Hel í$a¿4Ít¿m&
Nuestros padres nos han contado
que, cuando éramos muy pequeños,
nos llevaron a bautizar.
Ellos hicieron, entonces, «Id, pues, y haced discípulos a todos
lo que ha mandado Jesús: los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del

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Al bautizarnos, Dios Padre nos dio un regalo muy grande:
el Espíritu Santo, que está dentro de nosotros.
Él nos ayuda a ser buenos, nos da alegría y nos enseña
muchas cosas sobre Jesús. Desde el día del Bautismo,
Dios vive en nuestro corazón.

13
Los niños hacen preguntas que a los adultos nos interro­
gan: ¿qué es esto?, ¿para qué?...
Con ellas nos invitan a ir más allá de las cosas, nos llevan
a preguntarnos por el misterio de la vida. Hablarles de
Dios es responder a sus preguntas.
Los cristianos hablamos de Dios apoyados en el testimonio
y la belleza del misterio de la creación y en la fe de la
Iglesia. Ella nos dice que Dios, a quien nadie ha visto, se
ha revelado en una historia de amor cuyo centro es
Jesucristo.
Él nos ha anunciado la Buena Nueva de que Dios es
nuestro Padre y todos los hombres somos hermanos. La
confianza, la alegría y el amor siempre acompañarán nues­
tra vida.
Las páginas que siguen, inspiradas en la Sagrada Escritura,
nos hablan del amor entrañable de Dios en un tono de
oración, y no son solo una información sobre Dios.
Dar a conocer a los niños este amor de Dios es importante.
Pero sobre todo se necesita que oremos con ellos.
En el fondo del corazón escuchamos a Dios que nos dice

También Dios me dice:


Cauo^ca tu 4ta4nb^e-f cóma te tlamai.
Entonces siento una confianza muy grande y pienso:
A veces, cuando los mayores están lejos y me parece que estoy solo,
siento que ellos piensan en mí y me miran con los ojos del corazón.

«Y ahora esto dice el Señor: “No temas, que te he redimido,


te he llamado por tu nombre, tú eres mío”» (Isaías 43, 1).

También Dios piensa siempre en mí y me dice:

Ve mino. cO4t conuio-.


Dios piensa en mí y me mira con cariño.
Yo hablo con Dios, mi Padre, y le digo:

«Señor, tú me sondeas y me conoces.


. Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos. Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno» (Salmo 139, 1-2 y 13).

17
Nosotros, los mayores,
tenemos una buena noticia que daros:

18
Al escuchar esta noticia, siento la misma alegría
que cuando estoy con mis padres, con mis abuelos,
o con las personas que me quieren mucho y digo:
¡Cuánta (ffúe/ie-

19
Pcdlte eiiá ¿¿etn/psia can noAj&bi&i

El Señor está siempre con nosotros y sabe si estamos contentos


o tristes, Él nos conoce a fondo. Él mismo es quien nos dice:

A veces tengo miedo de perderme y que se olviden de mí.


Dios Padre me dice:
Música me olvido- de ti.

20
No estoy solo. Me gusta saber que, cuando estoy en el colegio
o en la calle con mis amigos, alguien piensa en mí.
Sé que el Señor me dice:

Yo le digo desde el fondo de mi corazón:

«Señor, tú me sondeas y me conoces.


Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos:
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares» {Salmo 139, 1-3).

21
Jesús, para enseñarnos cómo nos quiere nuestro Padre Dios, dijo:

«Fijaos cómo crecen los lirios,


no se fatigan ni hilan; pues os digo
que ni Salomón en todo su esplendor
se vistió como uno de ellos.
Pues si Dios viste así a la hierba que
hoy está en el campo y mañana
es arrojada al horno, ¡cuánto más a
vosotros, hombres de poca fe»
(Lucas 12, 27-28).

«¿No se venden un par de gorriones


por un céntimo? Y, sin embargo,
ni uno solo cae al suelo sin que lo
disponga vuestro Padre. Por eso,
no tengáis miedo: valéis más vosotros
que muchos gorriones» (Mateo 10. 29.31)

22
Porque sé que Dios Padre está siempre conmigo, le digo:

23
tuteúbia Pcdlte, h&L eAcucka
4f p&ulxMa táempJia

¡Cuánto me gusta oír los sonidos de la tierra!


¡Cuánto me gusta hablar con las personas que me quieren!
También me gusta escuchar las cosas tan importantes
que Dios tiene que decirnos.

Dios Padre nos habla y nos escucha siempre.


Nos habla como un padre y una madre hablan a su hijo,
como un amigo habla con su amigo.
También nosotros podemos hablar con Dios.
Él nos dice:

24
Con el corazón alegre y agradecido, oramos:

Cuando hago mal alguna cosa, me gusta pedir perdón.

¡Qué contenta- e-átuj, cuando- me- pondonan!

Cuando nos sentimos solos,


Jesús nos dice:

Cuando escuchamos su Palabra,


Jesús nos dice:

Venid comnáfO-.

Cuando estamos con los amigos,


Jesús nos dice:

uno¿ a obioA
como- qo- o¿ tyüeoo-.

25
Jesús dijo un día a la gente:

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas


y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve
en el desierto y va tras la descarriada, hasta que
la encuentra? Y, cuando la encuentra,
se la carga sobre los hombros, muy contento;
y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos,
y les dice: "¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja
que se me había perdido”» (Lucas 15, 4-6).

26
Con esta parábola Jesús nos enseña
que Dios, nuestro Padre, nos quiere siempre
y nos busca cuando nos alejamos de Él.

Nuestro Padre Dios se alegra y nos dice:

27
2)¿a¿ Padte la Iva oteadla tadla <pjM,

Los cristianos creemos en Dios Padre todopoderoso,


que ha creado el cielo y la tierra. Por amor, quiso crear el mundo
como una casa grande para todos y lo llenó de cosas bonitas.
La Biblia nos cuenta cómo ocurrió (leer Génesis 1, 1-25).

Al principio, no había nada, todo estaba vacío,


pero Dios ya estaba allí.
Dios creó el día y la noche,
el cielo, la tierra y ¡os mares, las plantas, los peces,
los pájaros y los animales.

28
Dios lo ha creado todo para nosotros
y, al contemplar las maravillas que ha creado,
descubrimos que todas las cosas nos hablan de Él.
Por eso rezamos llenos de alegría:

Y vio Dios que todo era bueno.

«¡Señor, Dios nuestro,


qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!» (Salmo Q, 2).

29
Este mundo tan bonito que tenemos,
ha salido de las manos de Dios.
Pero después de crearlo todo,
aún faltaba lo mejor.

Y dijo Dios:

Y creó Dios al homre a su imagen, a imagen de Dios


lo creó, varón y mujer los creó» (Génesis 1, 27).

El hombre y la mujer son los seres


más importantes de la creación.
Dios llamó al primer hombre Adán,
y a la primera mujer Eva.

30
I
2)¿o¿ /tai ha dadla cabai ma>uwdiobab
Para Dios Padre lo más importante del mundo
somos nosotros, Él nos ha dado la vida
y nos invita a vivir y a crecer.
iQ^aciaá paa la oída!

El profeta Ezequiel lo expresa así:

«El día en que naciste (...) yo pasaba junto y ti y te dije:


“Sigue viviendo. Te hice crecer como brote del campo”»
{Ezequiel 16, 4, 6-7).

32
Nuestros padres se ponen contentos
al ver cómo crecemos. Dios Padre,
que nos ha dado la vida y nos hace crecer,
se alegra más todavía de que vivamos y nos hagamos mayores.

«Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura


y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lucas 2, 52).

33
Dios Padre también nos ha dado el mundo para que vivamos, y quiere
que trabajemos y colaboremos con Él en la obra de la Creación.
«Dios los bendijo y les dijo:
“Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar, las aves del cielo
y todos los animales que se mueven sobre la tierra”» (Génesis 1, 28).

Agradecidos por las cosas maravillosas que Dios nos ha dado, decimos:
La vida es el gran regalo de Dios, pero hay cosas difíciles de entender:
los árboles se duermen en invierno, las vacaciones se acaban,
hay personas queridas que tienen que marchar y dejarnos...
¿La vida también se acaba? Jesús nos ha prometido que:

J-lay en naAoPioÁ nna Vida escondida


(fine du/vaná fíala Hemp^e.

Estaremos siempre con Jesús. Él dijo un día:

«En la casa de mi Padre hay muchas moradas.


Cuando vaya y os prepare un lugar,
volveré y os llevaré conmigo,
para que donde estoy yo
estéis también vosotros» (Juan 14, 2-3).

PiiamoÁ amiente^
y uiuiwaÁ ^eljceá, Pjeñ&i,
en di.
¡Qlaclad-, Padie, (¿saciad, Pbl&d!

35
NoAobu&i ¿Lasnai (f^aciaÁ a Podóte
Hemos descubierto y contemplado
todas las maravillas que Dios ha hecho

Al recitar el Salmo 136 vamos a recordar


todas las bendiciones de Dios:
N&á, (Lia el cióla, la- tiovia y el moa,
-paocfruo tu amxno wa tiene Lin.
/\!o¿ (Lia el tal, la Lana Loa etLaellaa,

/1W (Lia el manda eodeaa cama

36
Necesitamos la comida para vivir y crecer.
En la tierra se siembra el trigo y se plantan las viñas.
Los hombres hacen del trigo, pan, y de las uvas, vino.

(QIxhLo, de la, peeóentaeién de 1&4, dxwei. en la, Qncanaltía,).

38
U-&

39
Los padres cristianos, para ayudar a crecer a sus hijos en
todas sus dimensiones, no pueden dejar de contarles lo
que Dios ha hecho con nosotros.
Los cristianos creemos en Dios, que, en su sabiduría y
bondad se ha revelado a los hombres a través de una
historia que la Iglesia nunca ha dejado de narrar y que
acogemos con fe y gratitud.
Esta historia que narra la Sagrada Escritura se hace viva
y actual en la vida de la Iglesia, por la acción del Espíri­
tu Santo.
En la Biblia leemos que Dios elige a un Pueblo, Israel,
para hacer con él una Alianza de amor y cumplir así su
promesa: hacer a los hombres partícipes de su Vida
divina.
A través de la obra de la Creación y de la historia de Dios
con Israel, se va dibujando la historia de amor de Dios con
los hombres, cuyo corazón será Jesucristo, en quien se
cumplen plenamente todas las promesas.
Los padres, al contar a sus hijos esta historia, desperta­
rán en ellos la alegría de saberse «amigos de Dios», y la
certeza de que siempre estamos en sus manos.
2)ioA Padsie. eA cmuxfG-
de loA liamhteA
J!.a íiMla, PalaJpia de 2)¿ad
a ItfM'nlmeA
La Biblia es el libro más hermoso de todos los libros.
Ella nos cuenta lo que Dios ha dicho
y ha hecho por amor a los hombres.
Cuando la leemos, es Dios quien nos habla.
Es mucho más que un cuento,
es una historia real, la historia
del amor de Dios con los hombres.
UNA BIBLIOTECA DE LIBROS
La Biblia es más que un libro,
es la biblioteca de Dios:
un conjunto de 73 libros
divididos en dos partes:
Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento habla
de las promesas de Dios.
Algunos de sus personajes
son: Abrahán, Jacob, Moisés,
David, Isaías... Cada uno de ellos
prepara la venida de Jesús.
El Nuevo Testamento nos presenta
el cumplimiento de las promesas de Dios,
su centro es Jesucristo.

LA BIBLIA: PALABRA DE DIOS


La Biblia no es un libro como los demás,
Dios es su autor, es Palabra de Dios.
Cada domingo, los cristianos escuchamos
su lectura en la Eucaristía,
también la leemos en la familia, en la catcquesis...
La Iglesia cree que, a través de la Biblia,
es Dios quien nos habla.

5^ Polaina *ne da tuda, candía en Pí, P>eñon.


dn Polaina en eterna, en ella enpnnané.

42
Pedite otea al k&níte
'¡zote, cute tea tec amlaa
El cielo, la tierra, las plantas y los animales,
los hombres: todo es obra de Dios (leer Génesis 2).
Dios puso al hombre y a la mujer en el jardín del Edén
para que lo cultivasen y les dijo lo siguiente:

«Puedes comer de todos los árboles del'jardín


pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás
porque el día en que comas de él, tendrás que morir» (Génesis 2. 16-17

44
Pero Adán y Eva se dejaron convencer por el demonio,
representado en una serpiente, y desobedecieron a Dios (leer Génesis 3).
Rompieron la amistad con Él; entonces el dolor,
la tristeza y la muerte entraron en su corazón;
pero Dios quería que los hombres volvieran
a su lado y así fueran felices,
por eso les hizo una promesa:

45
Aítoltastf tei asnúf&r te de

Dios llamó a Abrahán


para que fuera el padre del Pueblo de Israel.
Así empieza la historia que salvará a los hombres
y los llevará a la amistad con Dios.
Dios pidió a Abrahán que dejara su casa
y se marchara, con toda su familia, a otra tierra.
Abrahán confió plenamente en Dios (leer Génesis, capítulos del 12 al 21).
Una noche, el Señor dijo a Abrahán:

-------------«“Mira el cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas”.


Y añadiór“Así será-ter-descendencia”.
Abrahán creyó al Señor» (Génesis 15, 5-6).

46
Según la promesa de Dios,
Sara y Abrahán, en su vejez,
tuvieron un hijo, Isaac,
que quiere decir “Dios sonríe”.

De la descendencia de Abrahán nacerá Jesús, el Salvador.

cuando en la n-o-che aeo- el cielo- Ueuo de &iinella¿

47
MaiAÓLf el «¿ña tolvada de IgA GxjxxaÁ

Los descendientes de Abrahán


fueron a vivir a Egipto. Allí llegaron a ser
un pueblo tan numeroso
que los egipcios temían su fuerza y su poder,
y el faraón ordenó matar
a todos los niños varones de los hebreos.
En una de estas familias nació un niño,
y su madre, que no podía esconderlo,
lo metió en una canasta
y lo dejó a orillas del río Nilo (leer Éxodo, capítulo 2).
La hija del faraón lo sacó de las aguas:

«Lo adoptó como hijo y lo ttamó"'Moisés,dtci&ndcr:


"lo he sacado del agua”» (Éxodo 2. 10).

En Egipto, los israelitas


fueron tratados como esclavos,
clamaron a Dios y el Señor
se acordó de ellos y eligió a Moisés
para que los liberara de la esclavitud (leer Éxodo, capítulos del 3 al 10).

48
«El Señor dijo a Moisés: “Y ahora marcha, te envío al faraón
para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel"» (Éxodo 3, 10).

El pueblo creyó en el Señor y confió en Moisés.


Después de muchas dificultades, salieron de Egipto,
atravesaron el Mar Rojo y por el desierto
llegaron al monte Sinaí. Allí Dios estableció con ellos
un pacto de amistad y los hizo su Pueblo.
Les prometió estar siempre en medio de ellos
y, para que fueran libres y vivieran según su amor,
les entregó una ley: los Diez Mandamientos (leer Éxodo, capítulos 19 y 20).

ialua a- de- laA

49
^bauidf elegida- 'p&u* ten, tey

El pueblo de Israel ya vive en la Tierra Prometida y quiere un rey.


El primer rey fue Saúl, pero fue un rey infiel.
Entonces Dios envió a Samuel para elegir a un nuevo rey de Israel.
Samuel fue a Belén, a la casa de Jesé,
y este le presentó a sus siete hijos,
pero ninguno de ellos era el elegido (leer 1 Samuel, capítulo 16).
El Señor le había dicho:

«No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque


lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre
mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón» (7 Samuel 16, 7).

50
El elegido fue el más pequeño,
David, que era pastor. El Señor promete a David:

neúuo- duAaAá táemfi/ie. SaJiAe. tu ttouG- teuta/uí


UH teif, CyUe teÚ'tGAÓ, poA iado¿ to¿ táfiaA..

¡d&táMna al cMija- de ^bauid!


¡ílendita et u-Lesie eu el del HeñüA!

51
anuncia
al Me¿ía¿ pAGmeÍu!a
Han pasado muchos años.
Poco a poco, el Pueblo de Israel
se olvida de las promesas de Dios.
Pero Dios no los abandona.
Envía profetas, que hablan
en su nombre, para recordarles
su amor y sus promesas.

El profeta Isaías
les dice:
«Puede una madre olvidar al niño
que amamanta? Pues, aunque ella
se olvidara, yo no te olvidaré» {Isaías49, 15).

Cuando el pueblo se sentía más perdido,


les anuncia una gran alegría:
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
y una luz les brilló. Porque un niño nos ha nacido.
Es su nombre "Maravilla de Consejero, Príncipe de la paz".
El celo del Señor del universo lo realizará» {Isaías 9, 1.5-6).

52
Juan el Bautista también anunció que el Mesías esperado ya habitaba
entre los hombres.
Alionad el camina del ^>eña^.

53
2)¿od Podte ela^e a Manía
teA, la Madlte, de fleAÚk

María fue una mujer muy humilde y buena.


Ella sabía que Dios cumpliría sus promesas y que mandaría
al Salvador que anunciaban los profetas.

Dios Padre pensaba en Ella desde siempre,


la quiso mucho y la eligió entre todas las mujeres
para que fuese la Madre de Jesús.

«El ángel le dijo:


“No temas, María,
porque has encontrado.gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
y le pondrás por nombre Jesús”.
María contestó:
“He aquí está la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra”.
Y el ángel se retiró» (Lucas 1, 30-31.38).

Ella hizo siempre lo que Dios le pedía,


porque amaba al Señor con todo el corazón
y confiaba totalmente en Él.

54
La Virgen María es Madre de Jesús y Madre nuestra. A ella le decimos:

Maúa, Machia da nueqa (km, hü^oÍ^-.

María es la hija más querida por Dios Padre. Ella llena de gozo exclamó:

55
Conocer y amar a Jesús es la tarea permanente de todo
cristiano, pero una suerte muy grande es haberlo conoci­
do desde niño.
Uno de los mayores servicios que los padres pueden pres­
tar a sus hijos es enseñarles a conocer y amar a Jesús, por­
que Él es la luz de nuestra vida.
Las páginas que siguen presentan una sencilla narración,
siguiendo los Evangelios, de los momentos fundamenta­
les de la vida de Jesús y de su significado salvador.
Jesús, que nació en Belén, vivió en Nazaret con sus padres.
Cuando Jesús tenía unos treinta años fue bautizado en el
Jordán por Juan el Bautista. Recorrió pueblos y ciudades
de Palestina haciendo el bien, predicando la llegada del
Reino de Dios y realizando signos y prodigios.
Lo condenaron a morir y fue crucificado; después de su
muerte y sepultura, Jesús resucitó de entre los muertos y
sus discípulos proclamaron que Dios lo había resucitado
y ellos lo habían visto vivo.
Ahora Jesús vive en la Iglesia, que es la gran familia de
los hijos de Dios, que creen en Jesús y se aman como Él
les ha enseñado.
Paate. envía a An
cJlijo- fleAúi, al mundo-
fleiÚA nadé en Reten y c^eeiá
en Nayatet
Jesús nació en Belén.
Su Madre era María de Nazaret.
Un ángel le había anunciado, de parte de Dios,
que iba a tener un hijo, por obra
del Espíritu Santo. Ella lo creyó.
María y José, su esposo, eran pobres,
y cuando nació Jesús lo acostaron en un pesebre.
José lo cuidó como un padre cuida de sus hijos.
Un ángel del Señor anunció
a los pastores el lugar la Buena Noticia:

«Hoy, en la ciudad de David,


os ha nacido un Salvador; el Mesías, el Señor.
Y aquí tenéis la señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre» (tucas 2, 11-12).

58
Los pastores fueron y encontraron al niño,
como les había anunciado el ángel.
El tan esperado descendiente de David
nació en la humildad de un establo.
Unos Magos, venidos de Oriente
guiados por una estrella, se postraron ante Él
y lo adoraron. Le ofrecieron oro, incienso y mirra.

Jesús, que nació en Belén, es Dios con nosotros.

59
Jesús vivió en Nazaret.
Aprendió a trabajar como carpintero,
en el hogar de María y de José.
También aprendió a orar a Dios, su Padre,
creador del cielo y de la tierra.
En Nazaret permaneció
durante unos treinta años.
Allí convivió con las gentes del lugar
y fue creciendo en la presencia de su Padre Dios.
En una ocasión, se quedó en el Templo de Jerusalén
hablando con los entendidos de la Ley.
María y José fueron a buscarlo.
Él les dijo:

«¿Por qué me buscabais?


¿No sabíais que yo debía estar
en las cosas de mi Padre?» (Lucas 2, 49).

a tu Jlijo- {jedúis. &te& el mejart, 'tequio- de tuam&'t.

60
Cuando tenía treinta años, Jesús
marchó de Nazaret al río Jordán.
En sus aguas Juan bautizaba a los pecadores
que querían ser amigos de Dios.
Jesús, aunque no tenía pecado,
también quiso bautizarse como uno más.
Apenas salió del agua, se oyó una voz que decía:

«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mateos, 17).

61
fleA&A t^ae una Huena Noticia
(te 'p&ite de 2)iod
Jesús recorría pueblos y ciudades anunciando esta Buena Noticia:
«Dios viene a reinar en medio de vosotros».
Mucha gente se llenaba de alegría porque, con lo que hacía
y decía Jesús, el amor de Dios crecía entre los hombres.

Jesús curó a los enfermos, perdonó a los pecadores, a todos mostró su amor.
Acogió a los niños y los bendijo. Para explicar cómo era su amor,
les decía:
«Como un grano de mostaza: al sembrarlo
en la tierra es la semilla más pequeña, pero después
de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas
y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo
pueden anidar a su sombra» (Marcos 4, 31-32).

62
Jesús se retiraba a orar; hablaba confiadamente con Dios, su Padre.
A todos pedía que acogiesen su amor.
A algunos les invitaba a que viviesen como Él,
que lo dejasen todo y lo siguieran para ser sus amigos,
sus discípulos.

De entre ellos escogió a doce,


a los que llamó apóstoles o enviados; les decía:

«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» (Lucas 10, 16).

&Na la íluena Noticia de fleáúk tbiai ama q, wat- óalaa

¡Q'iacia^, amicp- de lo¿ y l&L ■poNied!


¡Qlxaiia a Ni, Neñoe, amaí!

63
jjeAÚA, muete esv la Gn&sfr
ubiai Padlte la teAu&iia

Jesús va a Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pascua.


Él va a dar su vida por amor.
Allí es recibido con gran alegría; los niños hebreos aclaman:
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

64
La noche en que lo iban a entregar para crucificarlo,
Jesús cenó con sus Apóstoles, fue la Última Cena.
En ella lavó los pies a los discípulos
para mostrarles su amor y les dijo:

«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros;


como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Juan 13, 34).

Luego tomó pan, dio gracias a Dios, su Padre,


y se lo dio a comer diciendo:

«Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros» (Lucas 22, 19).

65
Acabada la Cena, Jesús y sus Apóstoles
fueron a orar a un huerto; allí arrestaron a Jesús.
Lo llevaron ante las autoridades
y, después de azotarlo y maltratarlo, lo condenaron a morir.
Clavado en la Cruz, decía palabras de amor y perdón:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» {Lucas 23, 34).

Luego, dando un fuerte grito, murió.


Un soldado romano, al verlo morir, dijo:
«Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios» {Marcos 15, 39).

66
Bajaron su cuerpo de la Cruz
ante la mirada dolorosa de su Madre, María,
y lo depositaron en un sepulcro.

Al tercer día, Dios Padre resucitó a Jesús


de entre los muertos. Las mujeres,
muy de mañana, fueron al sepulcro,
entraron dentro y vieron que estaba vacío.
Un ángel les dijo:
«¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?
Ha resucitado. No está aquí» {Marcos 16, 6).

e¿tá uwe-, ha >ie¿ucitad&


q, ulue omi, pci/ia tiemple.

N&iabi&i, na te vernal am

67
Los cristianos, ante la pregunta: ¿qué hacer para ser
feliz y hacer felices a los demás?, escuchamos nuestra
conciencia, en la que Dios ha grabado aquella ley que
nos hace buscar el bien y alejarnos del mal.
Dios también nos ha dado un camino de vida, el Decá­
logo, o Diez Mandamientos, que son como una lámpara
que nos ayuda a encontrar a Dios y a vivir en paz y jus­
ticia con todos los hombres.
Jesús resumió los Diez Mandamientos: «Amarás a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».
Con la ayuda del Espíritu Santo podemos vivirlos como
Jesús, con alegría.
Aquí se presentan los temas fundamentales de la vida
cristiana, del seguimiento de Jesús. Son los más cerca­
nos a la vida de los niños, y también a la vida de los
adultos.
Para enseñar el arte de vivir no hay nada mejor que el
buen ejemplo de los padres. Ayudar a los hijos a crecer
en libertad y responsabilidad, para realizar el bien, es
una tarea propia e ineludible de los padres, de la fami­
lia, fuente y garantía de armonía y felicidad.
Soft MmmjoA amújjtá <He> 2)io¿

El camino para llegar junto a Dios


nos lo enseña Jesús. Él es el Señor, el Hijo de Dios,
y es también un hombre como nosotros.

Los padres, los mayores, os queremos decir


que para estar contentos, para vivir alegres
y ser amigos de todos, tenemos un camino: Jesús.
Unidos a Él podemos ser felices y hacer felices a los demás.

70
71
Jesús es el Maestro que nos enseña
a amar a Dios y a los demás.
Él nos ha dicho:

muchas cosas por nuestros amigos,


pues nos queremos mucho.
Somos los amigos de Jesús
y formamos una gran familia.

Jesús nos dijo:


«Os doy un mandamiento nuevo:
que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también
unos a otros. En esto conocerán que sois discípulos míos:
si os amáis unos a otros» (Juan 13, 34-35).

¡ Ifa lencp- onucp c^tc cuna.

72
A Dios le gusta que yo haga con los demás
las cosas buenas que Él hace conmigo.
Jesús nos enseña:
«El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro
servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea
vuestro esclavo» (Mateo 20, 26-27).

CffUe, ton huA cunúfOA cupudku'i q, hocen ^eltoeA a loA JhmÓA.


^lontluén qa he venóla pasta cuj&datoA a toáiA ^eliceA.

73
74
A Dios le gusta que seamos amigos,
estemos juntos y nos queramos.
Cuando los cristianos nos reunimos,
Jesús está con nosotros,
por eso nuestra reunión es muy alegre
Cuando estamos reunidos en familia,
Jesús está con nosotros.
JbujÁiÁ la u&uHadl

A veces no me atrevo a decir la verdad:


por si me castigan, por si no me quieren...
Pero cuando digo la verdad a mis padres,
a mis amigos, a los maestros, estoy contento.

«Señor, ¿quién
puede hospedarse
en tu tienda y
habitar en tu
monte santo?
El que procede
honradamente y
practica la
justicia, el que
tiene intenciones
leales y no
calumnia con
su lengua»
{Salmo 15, 1-2).

Porque quiero ser


sincero digo esta
oración:

¿Quién- eiiá ce/i-oa de di, Qeñ&i?


&l ¿¿-ue dice- la ueedad de ca^a^ón.

76
can nn

77
ApJwulledl a <M4e¿bui¿ cg4o4

Tengo cosas que son mías,


si me las piden, me cuesta dejarlas.
Pero ¡qué feliz me siento cuando soy capaz
de compartir mis cosas con mis amigos!

Jesús nos dice:


2bio¿ cuna al ala con al&yda.

78
Jesús mismo explicaba a sus amigos
que las cosas que hacemos con los demás
se las hacemos a Él mismo.
Él dijo así:
«Estuve desnudo y me vestísteis,
enfermo y me visitasteis,
en la cárcel y venisteis a verme.
Señor, ¿cúando te vimos con hambre y te alimentamos,
o con sed y te dimos de beber?
En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos,
mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mateo 25, 35-36 y 40).

79
&AÍa/iÁU> cjo*iie¿itoA> A¿ ItacáiA La¿ paced,
A veces los amigos nos enfadamos,
a veces, reñimos, a veces nos pegamos...
Esto nos pone tristes y nos preguntamos:
¿Qué podemos hacer?

Entonces escuchamos a Jesús


que nos dice:
«Bienaventurados
los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán
hijos de Dios» {Mateo 5, 9).

Escuchamos a los mayores


que hablan de guerras,
de enfados entre hermanos...,
y nosotros, ¿qué podemos hacer?
Los amigos de Jesús oramos
con estas palabras:

80
En nuestra vida de cada día, queremos
hacer lo que Jesús nos ha enseñado:

Dios quiere la paz en el mundo


y sus ángeles cantan:

81
Mi Pacite escucha
ua&iitek Icduai no luM&n

Cuando estoy quieto y callado,


cuando no hay nadie conmigo,
y no se oyen ruidos...
si no me muevo,
puedo oír latir mi corazón.
Entonces estoy dispuesto
para hablar con Dios y le digo:

Antes de acostarme, en el silencio


de la noche, le contaré mis secretos al Señor.
Y cada mañana le digo a Jesús,
desde el fondo de mi corazón, que quiero ser bueno en este día.

Dice Jesús:

«Vuestro Padre sabe lo que os hace falta


antes de que lo pidáis» (Mateo 6, 8).

82
83
Gualdo- tec¿i¿r decid: «Padte nacítnc»

Cuando hablo con Dios


le cuento mis cosas de casa y de mis amigos,
las cosas del colegio y lo que pasa en el mundo
las ganas que tengo de ser bueno
y de sembrar el amor y la paz.
Le pido que me ayude
y sé que me escucha.

Los amigos de Jesús veían que oraba


por la mañana y por la noche...
Al salir el sol subía al monte
y se ponía en oración.

84
Un día Felipe le dijo:
-Señor, enséñanos a orar...
Y Jesús le respondió:
-Cuando oréis decid:

Pcdbie. 4<ui>e¿bia...

Jesús nos ha enseñado a orar,


nos ha dicho cómo hablar con Dios Padre.
Aprendemos el Padrenuestro, la oración
que Jesús nos enseñó y que nos une
a todos los cristianos.

86
Padne nueAlno <^ue ellál en el cielo,
lanl^icada lea tu nomine,
06^ a nOlol>lOl tu PeinO,

en la- tienna coma en el cielo.

2)anal Itatf, nuellno pan de cada día,


pendana nuellnal o^eniai,
coma también noiaPiai- pe^idanamaá-
a tai Cftue noá- ofenden;
na nal dejel caen, en la tentación,
q, tíbnanol del mal. Amén.
Los cristianos creemos que Jesús está siempre con noso­
tros y viene a nuestro encuentro cuando, reunidos en su
nombre y por la acción del Espíritu Santo, celebramos la fe.
La celebración de la fe tiene siempre un tono de fiesta,
pues llena de gozo el corazón humano, nos renueva y
nos impulsa a vivir con alegría.
Quizás podemos oír esta frase: «Soy cristiano, pero no
practico». Como si la celebración de la fe fuera una
cosa folclórica, algo sin importancia para vivir la vida
cristiana.
¿Puede vivirse una vida familiar sin las reuniones para
compartir la mesa y celebrar una fiesta?
Tampoco los cristianos podemos conocer y amar a Jesu -
cristo si no compartimos la celebración de los sacra­
mentos, en los que Él nos da la nueva Vida.
Esta sencilla guía muestra a los niños los elementos
esenciales de la fe cristiana, pero lo más importante es
que la familia participe en la celebración de la fe, en la
liturgia de la Iglesia.
¡Con qué ilusión esperamos las fiestas!
La fiesta es alegría.
Para Dios la fiesta es algo muy importante,
Él nos dice:

Oelebsudl laA casi alexjJÚa.

90
En la Biblia, leemos cómo el profeta
invitaba al pueblo a celebrar el día de fiesta:

«Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios.


Id, comed buenos manjares y bebed buen vino,
e invitad a los que no tienen nada preparado,
pues este día está consagrado al Señor.
¡No os pongáis tristes, el gozo del Señor
es vuestra fuerza!» (Nehemías 8, 9-10).

El domingo es la fiesta más importante,


porque se celebra la Resurrección del Señor.
Los cristianos no podemos vivir
sin celebrar el domingo.
Descansamos, participamos juntos en la Misa
y realizamos una buena acción en favor de los demás.

91
Hay una casa común
en la que se reúne la gran familia
de los cristianos: la iglesia.
Es Jesús quien nos convoca,
todos estamos invitados.

Cuando entres en la iglesia,


haz la Señal de la Cruz,
tomando agua bendita.
Guarda silencio
y prepara tu corazón.

92
En el centro hay una gran mesa, el altar,
para celebrar la Eucaristía.

Verás una lamparita encendida


ante el Sagrario.
Es signo de la presencia
de Jesús.

93
” Gelelrtam&k la ¿e: l&i Scu^atnenlai

En el camino de nuestra vida


hay momentos muy importantes
que nos gusta celebrar:
el día de nuestro nacimiento,
el día que se casaron nuestros padres...
También los cristianos celebramos con gozo
los encuentros con Jesús: los Sacramentos.

Nuestro primer gran encuentro con Jesús


fue el día de nuestro Bautismo.
Quedamos unidos a Él y recibimos
el don del Espíritu Santo.

Cuando seamos más mayores


nos prepararemos para recibir
la Confirmación y la Eucaristía,
y también podremos recibir
el perdón de Dios.

La Eucaristía es el más
grande de todos
los Sacramentos,
Jesús nos alimenta
con su Cuerpo
y con su Sangre.

94
Por el sacramento
de la Confesión,
Jesús nos perdona
todos los pecados
que hayamos cometido.

Si nos llevan a una boda, sabremos que


en esta fiesta también está Jesús.
Los sacerdotes hacen presente a Jesús
en la celebración de los Sacramentos.

Los cristianos creemos que Jesús,


después de su Muerte y Resurrección,
subió a los cielos, pero no nos dejó solos,
Él había prometido a sus amigos:

ya. eAlaná ¿iempAe. cott u&tobi&k ItaAla, el fatal de lo¿ tiempj&L.

95
¿Cómo está Jesús entre nosotros?
El día de Pentecostés, Jesús
envió al Espíritu Santo para que sus amigos
pudieran seguir su obra y cumplir sus mandatos.

«Al cumplirse el día de Pentecostés,


estaban todos juntos en el mismo lugar.
De repente, se produjo desde el cielo un estruendo,
como de viento que soplaba fuertemente,
y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.
Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas,
que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos.
Se llenaron todos de Espíritu Santo» (Hechos de los Apóstoles 2, 1-4).
Hak c/uaIígm&L celelrtamai
la Gesva del Señal

El domingo es el día de fiesta


de los cristianos, es el día del Señor.
Nos reunimos en la iglesia
los padres, los hermanos, los amigos,
los vecinos... con el sacerdote,
para recordar juntos a Jesús
y hacer lo que Él hizo en la Última Cena.
Escuchamos las palabras que dijo Jesús,
que están escritas en los Evangelios,
y las cosas que Él hizo.
Damos gracias a Dios Padre
porque nos ha dado a Jesús
y recibimos la Comunión,
que nos une como hermanos.

Así cuentan los Evangelios la Última Cena:

Durante la cena, Jesús cogió pan,


pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a los discípulos diciendo:
«Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
Y cogiendo una copa pronunció la acción de gracias
y se la dio diciendo: «Bebed todos;
porque esta es mi sangre, sangre de la alianza
derramada por todos para el perdón de los pecados»
(Mateo 26, 26-28).

98
99
H.a IjieAÍa dle Ncaúdladl

En la familia, todos se alegran cuando nace un niño.


En Navidad celebramos el Nacimiento de Jesús,
el Hijo de Dios. Es una fiesta muy alegre.
Para celebrar esta fiesta nos reunimos todos en familia:
padres, hermanos, abuelos, tíos y primos.
En nuestra casa ponemos «el nacimiento».

100
El Hijo de Dios ha venido a vivir
con nosotros para darnos la Buena Noticia:

101
Jesús nació en Belén:

«También José, por ser de la casa y familia de David,


subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea,
a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea,
para empadronarse con su esposa María,
que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí,
le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz
a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó
en un pesebre, porque no había sitio
para ellos en la posada» (Lucas 2, 4-7).

Á2- nacida un niña, el Meá-íaS-,

102
Dios quiso que su Hijo naciese pobre
y viniese a nuestra tierra para estar con nosotros.
El día que Jesús nació los ángeles alababan a Dios.
Nosotros, llenos de alegría, cantamos a Dios Padre
con el mismo canto de los ángeles:
C/laúa, a Ibices, en, el cíela

día 25 de dícíemlvie
celclaam&L el /!/'acimienta de fleiúd,. &Ó, /íauádad.

103
Jda y&Ua de, PaAcua

Todos los años, los cristianos celebramos la Semana Santa,


recordamos la Muerte y Resurrección de Jesús;
es Pascua, la fiesta de todas las fiestas.
El camino que recorremos para celebrar la Pascua es el siguiente:

DOMINGO DE RAMOS
Con palmas y ramos de olivo,
aclamamos a Jesús,
que va a Jerusalén.
Decimos juntos:
¡Bendito el que viene
en el nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!

104
JUEVES SANTO
Al atardecer, nos reunimos para recordar
el Mandamiento del Amor y celebrar lo que
Jesús hizo, antes de morir, li __
en la Última Cena. Ú

VIERNES SANTO
En este día, vemos por las calles
muchas procesiones
que nos muestran la Pasión
y Muerte de Jesús.
En la iglesia nos reunimos para adorar
la santa Cruz, porque en ella murió Jesús
por amor a los hombres.

105
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Es el domingo más importante del año.
Vamos a la iglesia para celebrar que Jesús,
que había muerto, vive con Dios Padre
para siempre. Un ángel anunció:

«Ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.


No está aquí: ¡ha resucitado!,
como había dicho» {Mateo 28, 5-6).

£2
(X
¡dUc te el día eu actuó el dtexa,
n
tea nueátaa alecpta y uutette-
dbad aaacúte al dente pteaue te lucua-,
p-tec^ue- te- eteona tet, wúteteatedía. ¡dllelaya!

106
Para los cristianos cada domingo es Pascua.
Es el día más importante de la semana.
Nos reunimos con el sacerdote
y los demás cristianos para hacer
lo que Jesús hizo en la Última Cena,
y nos alegramos porque sabemos
que Él ha resucitado. Celebrar el domingo
es una de las señales del cristiano.

¡&L q, eútá ccrn, wM&bi&L!


Los cristianos celebramos fiestas para alabar a la Virgen María.
Celebramos que ella es la Madre de Jesús,
que fue elegida por Dios, que fue siempre buena.
Que ahora vive con Jesús en el Cielo y se acuerda
de nosotros porque también es nuestra Madre.

108
Hay muchas fiestas de la Virgen María,
que se celebran en nuestros pueblos y ciudades
con gran alegría, con romerías y cantos.
La Virgen María recibe muchos nombres:
la Inmaculada, la Asunción, la Virgen del Pilar,
del Carmen, de Montserrat, del Rocío,
de los Desamparados...
Con estos nombres los cristianos veneran
a la misma persona, la Virgen María,
Madre de Jesús y Madre nuestra.
¡Cuántas imágenes,
cuántas pinturas nos hablan de Ella!
En nuestra casa, en nuestros libros,
también tenemos algún cuadro
o estampa de la Virgen.
En el camino de la vida,
la Virgen María
nos acompaña siempre.
Ella, mejor que nadie, nos enseña
a amar a Jesús, su Hijo.

Maúa, Pbioú Pachte- te c^üe/ce macha!

109
da lo¿ SgmÍ&í
Los cristianos también celebramos una fiesta para recordar a los Santos.
Ellos son los amigos de Dios para siempre.
Con las cosas buenas que hicieron nos enseñan a amar a Dios y a todos.
También a rezar. Nosotros confiamos en su ayuda.
Al bautizarnos nos ponen el nombre de un Santo.
¡Qué bueno si conocemos su historia! Así le pediremos
su ayuda e intentaremos parecemos a él.
Hay muchos Santos, porque son muchos los
hombres y mujeres que aman a Dios.
Algunos son más conocidos: san Francisco Javier,
san Ignacio, san Juan Bosco, santa Teresa,
santa Catalina, san Antonio, san Francisco de Asís...
Hay una gran fiesta que los celebra a todos:
la fiesta de Todos los Santos.

I.
ORACIONES DEL CRISTIANO

Ha Señal de la
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.

PadtetiaeAbia
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Daños hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Qlc^üa al Padte.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

112
Auetnasúa.
Dios te salve, María, llena eres de gracia;
el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Atújela^
El Ángel del Señor anunció a María,
y Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María...
He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María...
Y el Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María...

Salve fíeaina
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

113
OnacMH, a la Ui/Kyest
María, Tú eres la Madre de Jesús, Tú eres nuestra Madre
y nos quieres como quisiste a Jesús.
Ayúdanos a parecemos a Él, a confiar siempre en Él,
a ser hermanos unos de otros. Amén.

(Ó^aciá^ de la mañana
Buenos días, Padre nuestro.
Te damos gracias por esta tierra
tan hermosa que nos has dado,
por los hombres que la habitan
y porque nos has dado el regalo de la vida.
Señor, Tú nos amas y eres bueno
y haces maravillas por nosotros.
Gracias, Dios mío.

(9nación de la noche
Señor Dios, Tú pones paz en mi corazón,
no te cansas de estar siempre conmigo.
Siempre me perdonas. Confío en Ti.
Quédate junto a mí en la noche.
Buenas noches, Dios mío. Gracias.

114
Ángel de la guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
no me dejes solo, que me perdería.

&uuuÁn 'p&ia besulleciJL la meúa


Bendice, Señor, estos alimentos.
Bendice a quienes los han preparado
y a aquellos que no los tendrán, y haz que,
juntos, participemos de tu Mesa celestial.
Gracias te damos, Señor, por el pan que nos mantiene,
enséñanos a compartirlo con los que no lo tienen.

OtiactoneA. ¿le. alabanza


Bendito seas, Dios Padre nuestro,
porque eres bueno, porque tu amor no tiene fin.

Te alabamos, Padre, porque eres grande.


Te cantamos porque nos miras con amor
y haces maravillas con nosotros.

115
ESTA ES NUESTRA FE,
ESTA ES LA FE DE LA IGLESIA

Este libro presenta los hechos y las palabras funda­


mentales de la fe cristiana. Los padres, al leerlo con
sus hijos, les ayudan a entrar en relación con Dios.
Nadie puede dar lo que no tiene, sobre todo en el
ámbito de la fe y de la moral. Enseñar a los hijos el
camino cristiano plantea muchas preguntas a los
padres. ¿Quién es Dios? ¿Qué nos ofrece? ¿Qué pide
de nosotros? ¿Cómo podemos vivir en su presencia?
¿Cómo podemos hacer su voluntad? ¿Qué ventajas
tendremos si confiamos en Él?
Estas y otras muchas preguntas surgirán al hilo de la
conversación con los hijos. Ellos lo preguntan todo. A
veces no sabremos qué responder. Tendremos que vol­
CATECISMO
de la ver a conocer mejor el mensaje de la fe: la Biblia, el
Iglesia Católica
Misal, que presenta las principales celebraciones de la
fe, el Catecismo de la Iglesia Católica, el Compendio
del Catecismo; son algunos textos a los que podemos
recurrir. Pero todo se resume en estos cuatro pilares de
la fe que ahora presentamos y que son el comentario al
anuncio central de la fe.
«Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu cora­
zón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te
salvarás» (Rom 10, 9).
«Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo ha -
bía recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros
pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apa­
reció a Cefas y más tarde a los Doce» (7 Cor 15, 3-5).

116
Una historia de amor
Dios, en un designio de pura bondad, ha creado libremente al hombre y a
la mujer para que tengan parte en su vida bienaventurada (leer Ef, 3-14).
Dios ha revelado este designio a través de la historia que narra la Sagra­
da Escritura, que la Iglesia ha recibido y nunca ha dejado de transmitir,
y que los cristianos acogemos con fe y gratitud.

1. Esta historia nos recuerda Él vino para salvarnos,


que Dios ha creado el mundo curó a los enfermos,
y ha dado al hombre la vida. perdonó a los pecadores,
a todos les mostró su amor.
Y cuando este, por desobediencia,
perdió su amistad, no lo abandonó
al poder de la muerte sino que,
3. Esta historia nos recuerda que,
para cumplir el designio de Dios,
compadecido, de nuevo
Jesucristo se entregó a la muerte.
salió a su encuentro,
Dios Padre lo resucitó
para mostrarle su amor,
de entre los muertos
más fuerte que el pecado.
y le dio una nueva vida.
Él escogió a Israel para confiarle
Jesucristo cumplió su promesa
su designio de reunir
de enviarnos al Espíritu Santo,
en una familia a los pueblos
que está siempre con nosotros,
de la tierra dispersos por el pecado.
y nos reúne en una familia:
Por los profetas los fue llamando la Iglesia.
con la esperanza de salvación.
Ahora podemos invocar
a Dios como Padre y vivir unidos
2. Esta historia nos recuerda
como hermanos hasta que
que Dios, Padre fiel
el Señor vuelva.
y lleno de ternura, amó tanto
al mundo que, al cumplirse En su Reino no habrá ya
la plenitud de los tiempos, pobreza ni dolor,
envió como Salvador nadie estará triste,
a su único Hijo. viviremos para siempre con Dios,
El cual se encarnó por obra Él será todo en todos.
del Espíritu Santo, nació de María
la Virgen, y así compartió en todo Hoy, la Iglesia hace presente
nuestra condición humana, esta historia a través de todo lo
menos en el pecado. que ella cree, celebra, vive y ora.

117
Indice
Presentación............................................................................................................................. 3

Orientaciones para el uso de este libro..................................................................... 5

I. La familia cristiana

1. Nuestros padres nos quieren mucho............................................................. 10


2. La fiesta del Bautismo.......................................................................................... 12

II. Dios Padre nos quiere mucho y cuida de nosotros

3. Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos.................................. 16


4. Dios Padre está siempre con nosotros........................................................ 20
5. Dios, nuestro Padre, nos escucha y nos perdona siempre................. 24
6. Dios Padre lo ha creado todo por amor....................................................... 28
7. Dios nos ha dado cosas maravillosas........................................................... 32
8. Nosotros damos gracias a Dios Padre.......................................................... 36

III. Dios Padre es amigo de los hombres

9. La Biblia, Palabra de Dios a los hombres................................................... 42


10. Dios Padre crea al hombre para que sea su amigo................................ 44
11. Abrahán, su amigo, se fía de Dios................................................................ 46
12. Moisés, el niño salvado de las aguas........................................................... 48
13. David, elegido para ser rey.............................................................................. 50
14. Isaías, el profeta que anuncia al Mesías prometido................................ 52
15. Dios Padre elige a María para ser la Madre de Jesús........................... 54

IV. Dios Padre envía a su Hijo Jesús al mundo

16. Jesús nació en Belén y creció en Nazaret.................................................. 58


17. Jesús trae una Buena Noticia de parte de Dios....................................... 62
18. Jesús muere en la Cruz y Dios Padre lo resucita.................................... 64

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V. Con Jesús vivimos como hijos de Dios

19. Con Jesús somos amigos de Dios................................................................. 70


20. Cuando estáis juntos, Yo estoy con vosotros............................................. 74
21. Quiero que digáis la verdad.............................................................................. 76
22. Aprended a compartir vuestras cosas......................................................... 78
23. Estaréis contentos si hacéis las paces........................................................ 80
24. Mi Padre os escucha aunque vuestros labios no hablen..................... 82
25. Cuando recéis, decid: «Padre nuestro»....................................................... 84

VI. Celebramos la alegría de ser hijos de Dios

26. Celebrad con alegría el día del Señor........................................................... 90


27. Celebramos la fe: los Sacramentos................................................................ 94
28. Los cristianos celebramos la Cena del Señor............................................ 98
29. La fiesta de Navidad............................................................................................. 100
30. La fiesta de Pascua............................................................................................... 104
31. Las fiestas de la Virgen........................................................................................ 108
32. Las fiestas de los Santos..................................................................................... 110

Oraciones del cristiano...................................................................................................... 112

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia......................................................... 116

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