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VIZCARDOY GUZMAN, Pabio. Ob ,( .,mpletr. Li.n.r,
B.rnco de Crédito del Perú, 1988. I
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C¡pÍrt,lo VI
LOS INDÍGENAS A PARTIR DE SIJS
TESTIMONIOS

Los oonistas indígenas de los siglos XYI y Xlll

Construir un testimonio Dersonal es siempre una ¡;rrea des-


garradora, donde la verdad es apenas uno de los elementos
en juego. Cuando tiene que hacerse en otra lengua, la de-
I
claración se siente incompleta, difíciimente el restigo pue-
de decir que esas palabras son suyas o que el texto o 1.r depo-
sición oral o escrita reflejan de manera precisa los hechos que
quiere companir.
A los cronistas indígenas hal,que leerlos asi. En feroz
combate con una lengua que no les pertenece, tr.rtrn.lo de
expresarse con técnicas ajen,rs ,r su tradición. donde el pa-
pel, la pluma y la escritur¿,rlf¡bética er.rn inexistentes. Perc.r
más alli de l¡s herrimient.rs, e) clucchu;r, rl ivnrru.r o el
muchili er¡n icliomas de ejr:l-cicio orrl, cur'.is técnic¡s cle
tr¿nsr.nisión n..;s son desconocirlrrs Tr.¡ns¡crr'.rd¡s.ll lcr.rt,.r¡-
i. ¡lf.rhÉt¡.,,. s,' denl¡ndó un .'¡lr)r nr( ('\lrrrr 7,' Ir.rr,¡,lur .(,
sintrrsis v fontltic.r pudier.rn r()r'rstr !'ñir se ¡l .-.p.,¡lol o .r1
l.rrin. Si nris.rclcl¿nte, ¿1gun,,.1.' los i.li,¡nr.rr r r r !' r i ..r I r i ) S
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(l.1rrechr,,t. etr.rr,rni) s.' inc,,rp,,rti .rl l...rg.rj,.' (lr' lo\ L ()rt,-lLri\


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de asistir a los s¿cramentos; los catecismos y hagiografías, que
radores, fue porque el equipo evangelizaclor va había
en-
se convinieron en lecturas indispensables.
Irentado el problerna en otras latitudes 1'necesitaba una
Pero, al costado de esos forzados deberes, aprender el
iingu, f.".r.r. Ha1'que tener en cuenta que la evangeliza- idioma de los extranjeros era el reconocimiento de su pro-
.iór., un rnandato urgente de su Dios y constituia la
"r,
condición legal que justificaba el gobierno de Indias'
pia condición de sociedad colonizada. Habl¡rlo era indis-
pensable, pero también leerlo v escribirlo se hacía necesa-
Con todas estas obligaciones, los sacerdotes españo- rio, al menos para los líderes de la comunidad indígena,
Ies encontraron que la tarea era superior ¿ sus fuerzas' F-n porque existían razones de supervivencia para hacerlo,
1644, el cura de San Martín de Reque escribió en su ¡lrtu dt sobre todo, cuando la corona española reconoció que los
Itt /tn.g;to.1,trttpa: "he procurado poner lo que.he podid,o
aco-
curacas eren de facto, y luego por ley, los funcionarios in-
-odr. .onfo.-e ,l lrtino; no aseguro saldrán por él con- dispensables para el gobierno del virreinato. A su vez, des-
sumados, porque no consiste el saber esttr lengua [que Fer- de otra perspectiva, los sacerdotes doctrineros tenían que con-
nando de la Crr."r, aprendió siendo niño] en sola la tar en cada una de sus parroquias con personal indígena
sr¿márica de ella i'copia de verbos y vocablos, sino en la bilingüe, que lo ayudase en la tarea de evangelizar. Este gru-
que faltaban en nues-
ironrnciación, que es tan dificultosa po de asistentes (ponero, campanero, personal dedicado al
tro abecedario letra con qué pronunciarla y con qué escri-
mantenimiento de la iglesia, músicos, auxiliares que repetían
birla y no es posible escribir la pronunciación" ' " (1939:6) '
a los niños, sacristanes, etc., etc.), en su cercanía cura, de-
Si éstos eran los problemas de alguien que conocía la bieron aprender algo más que la doctrina y no es raro que
lengua nativa desde su infancia y cuyo español era fluido desarrollasen una pasión por los libros, igual o superior a la
y tJnía entrenamiento profesional del latín, podemos su- del doctrinero.
pon., l, dificultades de los indígenas. Sobre todo, porque No difícil adivinar que en este entorno nacieron los
es
.n 1", gr...r, del siglo XVI, la elite imperial nativa había únicos documentos escritos por indígenas, en los cuales se re-
sido aniquilada y escaseaban los informantes ilustrados o trata la percepción del mundo colonial en que despienan.
los políglotas nativos.
Quienes escribieron no tenian que hacer ningún esfuerzo para
No es extraño, Pues, que siguiendo '.rn camino muy descubrir que la sociedad los había relegado a una condición
diferente al de los mexicas y otros gruPos mesoamericanos, subordinada. Y también era fácil saber que no siempre fue asi,
los andinos demorasen casi un siglo en escribir en quechua que existió un tiempo pasado en que los españoles no eran
l eip.rñol sus pritneros relatos. Mucho antes, para lidiar pane de este universo.
cru un est.rdo bulocritico como fue el de Ctrrlos V,v so-
Escribir, entonces, se convir¡ió en la posibiiidad de
l,¡e t o.1o ei de Felipe II, los indígenas aprendieron a leer do- sacar a luz aquella época, .rntes de qr.re el tiernpo t'las ens"-
I
c(rrrelltos e inclltso libros referentes a situ¿ciones judiciales, ñanzas obligatori.rs de l:r doctrina desaparecicr.rn. P¡r¡ de-
generillmente cn defens¿,le sus tierra r: otras propiedades, o
cirlo en palabras del ar.rtor ¡nónimo del nl¡nusrr iro de llu¡'
i',i., p... cvitar que se recluten sus parientes o servidot-es en rochirí: "Si, en los tiernpos antiguos, los.rntci.¡s¡dos dr, los
'f¿mbién, 1¿
cl .,icicici,r de l.r mit¡ u otrrls l¿bores lorz¡d¿s ho¡¡bres ll.rm¿clos indios hul¡ier¿n conocirlr, l¡ escriru r¡.
.l,,,rrirt.r fttc ,.,¡r c¡n,rl cle a¡rrent-liz-aje' dad.r lr obligat oriecltrd
f nrnr róTEc.l I

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r.rl algo drierente. Fl coniunto dc lor nriros recug¡do5 cn
como ha
no se hilbri;rn i,-lo percliendo todas las tradiciones Huarochirí, fue escrito en quechua y sll ilutor se presume
oculriclo has¡ir ¡hora" (Taylor 2001:27)' que fue alguien del entorno del extirpador Fr¿ncisco rle
1.os escritr¡res de los siglos XVI y XVII todavía
podían Ávila. Juan Santa Cruz Pach¿cuti Yanqui Salcamaygu¿ es-
de sus padres'
h.rber epelado., rl.,r.".l.,.'áo' infantiles o al cribe una historia moralizante del Tahuantinsuyo, en la qr.re
procl¡tn¿n ser crisrianos y renieguen de los dio- se alternan incas que guardan la verdadera fe con incas pe-
"'r,,nou.
l.r r"ái""t, ¡,, por ello condenan los relatos que escucha- caminosos, y ya hemos mencionado a Feiipe Guaman
ron de los..,.i"no.' "Digo que hemos oido' siendo niño' Poma de Ayala. No hay dud,r de que los tres escritos de
noticias antiquisimas y las historias, barbarismos
y fábu- alguna manera coinciden en las técnicas de composición,v
se srgue'.que
l.rs del tiempo de las gentilidades que es como en los propósitos de los autores. No es el caso de Titu Cussi
siem-
entre los r,.turrl., a las cosas de los tiempos pasados Yupanqui, que es más bien cronista de su circunstancia
pre Ios suelen Parlar" (San¡a Cruz Pachacuti 1993:187)' histórica, con el claro interés de explicar su rol en la co-
El interés de estos primeros indígenas letrados no es yuntura política que le tocó vivir. Como se sabe, é1 perte-
meramente ac.rdémico ó rln gtito de la nostalgia
Uno de nece a la corta dinastía de los incas de Vilcabamba que dicta
lo, nra*.o, cronistas escribe la giganr'esca carra al rey de su relato en quechua, que va siendo traducido al españo1, para

Erp.ñ, qt,. 1o ha hecho famoso (Guaman Porna' 1980)' En entregarse luego a las autoridades del virreinato. Con Garci-
*i p.l*.r"t páginas, construye un; correspondenciaJic- Iaso, hay que tener en consideración que su magnífica obra
tici,i, suya y i. i, p"dt", en la que informan a Felipe II,de pertenece más bien a la literatu¡a española de esta época (si-
1","r., iropu".ta, "escribir la historia y descendencia ylos glos XVi y XVII). La construcción nostálgica del Tahuantin-

i"-oro, hechos de los primeros reyes y señores y cap-ita- suyu, será siempre útil a los estudiosos, pero más como mo-
n", nu.r,.o, agüelos y áes[sic] principales y vida de indios delo ideológico, que como ejercicio del quehacer histórico, o
',r r.,, y descendencia desde el primero indio como testimonio del indio bajo la férula colonial.
ílr,r,.áo""n..r.iárres
Uari" (op.cit, Vol. I,6)' Al narrar esta historia' lo Es interesante observar que a pesar de las pretensio-
Ir"." po.qrr. "ei Áundo [está] al revés Es seña1 que no hay nes de Santa Cruz Pachacuti y de Guaman Pomá, sus tex-
Dios^y no hay rey. Está en Roma y Castilla ['] para los tos revelan que hablaban desde el nivel del h¿tun run,r, del
onb."., castie,allás [castigarlos], hay justicia' Y para los indígena común, con el que ahernaban todos los días. Que
ii.o, nn hry ju.ticia. Dioslo rernedie [,] que puede' amén' don Felipe se llame a sí mismo "príncipe" 1, que don Jr.ran
\1'es irqui pá.qué .",',r" y remedio [1'o] trabajo' haciéndose reclame ser descendiente de "los primeros crciques" que se
pobrc el .ii.l i, .,-',,r. IGurruru Poma] por amor a los po- aliaron a los españoles, no les daban m,r1'or rango en el
Lr.es Jesucristo" (op.cit; Vol lII, 1025)-
.1e turbulento mundo cokrni¡l que les tocó vivir. Slrs angus
Sou csc¡s.rs I!1s crónicas inclígenas, su número podría rias de indígenas cristi¡nos en un mundo pohl.rdo de dio-
estirJrst ¡ cincr,, si srtt-n,rlt.los ¡ lils tllencionadas' el texto ses venqltivos 1. de rniseri¡s hum.rnas, eslir lrien descrito por'

quc ilict,'r'fitt, (lussi Yr'rp,rnqui dcsde su.exilio en Vilca- el autor de los rel.rri¡s c-te Hu¡rochirí. cuilndo n¿rr¡ los tor-
lr"rlll.¡.,, bie,r l¡ crónic¡ del lnc¡ G¡rcil¡so de la Vega' rnentos de Cristó1,¡l Ohoquec.rsh.r. ,rl ser p.'r.segtrii{i, pt-,r'
Artn,.lttt c.t¡s Lrltim¡s h.rv qtte ¡onsicler¡rl;rs bajo trn cri'

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viñas, fábri'c¿ de vlno. camélidos p rr; arr:aje.r'
otlos l''ie-
los dioses andinos para que reerese al culto de sus antePa- una rápida conrPren-
nes (Pease l99l:158). lo que implicr
sados, abandonado por su padre. \e movl:l cl vlrr el'l lt.,'
sión del sistenra comerclal en que
A don Cristóbal se le aparcció el dios Llocllayhuan- su testJlnenl o retel'l
Cu¿ndo don Diego murió' en 1 58E
único'
cupa como una luz deslumbranre v h¿ciendo que tembla- ñtli.-..t ¿" tai sólida fortuna No fue un caso
se v llorase tratando de mantener su fe en Cristo. El relato
i;; .;;;;;J"Jauia. o don Dieso ch¡rnbrll¡ cur¡c¿ de
los nlvcies oe
es conmovedor, no por la supuesta fidelidad del converso a
Pomata, eran homhres de gran fortuna P¿r¿
la Iglesia Católica, sino por el nivel de sufrimiento al que puede
la época (oP.cit.: 154-160)'
llegar una persona atrapada entre dos sistemas culturales ffa- aseguraba bienes-
Pero no siempre Poseer un curacazgo
ylor 2001:98-102).
,r. y poJ".' Ui.ntras q'e la "dtinistración civil
europea Per-
nada despre-
El universo colonial descrito por los cronistas indígenas .iUá'. f* indígenas .árno 'n peligro potencial
no revela las categorías concluyentes que aparecen en la legis- .irbl.. o..o cJntrol¿do. el clero los veia como converso§
lación española. Ni la "república de españoles", ni la "repú- o des'ío de la fe verd¡de-
il;;;,i'; r];ord" dtl
'btndono que fue-
blica de indios" eran compartimientos sellados. En 1a Améri- ;;;;;il;o se escapaban los curacas'por.más

,"t1rr,lrr¿* y "st'.l'ie'itt en constante relación con q"e


ca Hispana, 1o que predominó fue una larga cadena de los es-
eclesiásricas
mestizajes que unió a los polos europeo e indígena. Pero no ;;;i.:. Eso hacía indispensables las visitas
Ia modo-
era un fluir fácil, las crónicas y los otros muchos documen- local sacudrera
í;;;;;r;;;ñ l" "ido"'in"'o una mirad¿ sobre el re-
tos administrativos o religiosos nos ofrecen las interpretacio- .." i"'t.la*h*er cotidiano y ech¿se
a ser escl u-
nes que los nativos hicieron de ese transitar entre la propues-
,.i r¿. ¿" t, f"nor' Pero, sobre todo' l¿ inst¡nci¿
ta europee y las formas de adecuación que dicha propuesta ;;;;"-;i;;;."' sob'" él existia la sospecha'.muv.bien
deberá sufrir en las regiones andinas. ;"td;;,;" mantenía un culto paralelo al cristianismo'
qr.
El aprendizaje de la cultura europea no fue un anhelo ii..l"ri"utfl t, existencia real' se le cast igaba con destierro'
siempre lejano. En primer lugar, los curacas descubrieron oérdida del cargo y secuestro de sus
bienes El ProPro uur'
de estas visitas eclesiásti'
muy pronto que su papel de intermediarios podía ser ren- I
ilffi;;i;:;i "'i"'ntt 'n 'na crisróhrl
table. Nadie como ellos podía dar cuenta exacta del núme- ;;;: ; ;;;. pal,rbr¿s de enconrio p'tra el visitador
ro v potencial físico de la ansiada mano de obra requerida p6¡¡¿ t98O: Vol l l8l-185)
d. Albornoi (Guamrn
por los españoles. Aun en cargos de ba)o rango como los tlel uni-
Como es de suponer, esta l'ersión ¡torn.rentada
que pudieron hal¡er tenido Guaman Poma y Santa Cruz .,.rr."..1f"ga a táos los pobl'rdores tlel Tah.r.t
insr-r1'o '
P¡ch¡cut i. er.r posible p.rrticip:ir en h gran empres.r de Ia I'r pcnett a
il;,; lor-pri-ttu' do' iiglot dc l¡ Colonia' llmrr¡d¡ Por IJ.rn-
explotación de Indias. Es por eso que el cronista a1'.rcucha- ciór.r en los ter.itotios ¿meric'rt.¡o:1ue
no dibr-rj.r r rrn curaca compartiendo la mesa con los explo- físicos Hut'o'
,*n.idrd d.l territorio v por los accidetttt's
t,rdores. Además, des.1e el siglo X\rl, se han detectado cu-
'r;.';;: i,'.n t""ti'l"l i" tt"i,' crt rl r-p'r'i" 'rinr7';rri
r'.1c.ls ernpleando contadores 1' rrbog.rtlos corrro
io, y .l-s.,, d"l tr'lttitlentt" qr'lt' rto lLlYler()Il,oPortrllrr-
i¡lslrunrentos írtiles en negocios cle enr.erg¿drrra. 'f.rl i,s el "n
,,1¡.1 de ci¡nocer eur()Pcos ell
los prinrert's si!los ''lci c()nt'rcto
e ¡st¡ cle I)iee.¡ C,rqui, cur.rcl rlt' I¡cn.r que posei.r barros,

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Incluso en regiones relativamente cercanas a las precarias
ciud.rcles coloniales, la relación establecida con lás áreas pañola. Pasados los primeros cincuenta años de la Conquis-
mrales dependienres fue indirecta, y si bien en rérminos ta, eran ya muchos los españoles que conocían el idioma y
globales dichas cor¡unidades eran parte de la economía y costumbres indígenas lo suficiente como para obtener be-
del poder político de la corona española, la ubic¿ción no neficios para sí y para la Corona. Lo mismo puede decirse
llegab.r a rrasrocar significativamente su ritmo de vida. de Ia segunda y tercera generación de mestizos y criollos.
Es
que alternabán con cierta sohura en los dos mundos. Aun
qo.ibl.. s;n embargo. que el rraslado de los cenr ros de po_
Jer (Jr Cuzco a Lima) o eJ surgimiento de.ent.o, Li_ así. los jeles étnicos, ll¿mados caciques o curacas, er¿n in-
neros (Potosí y Huancavelica) redefinieran los parrones dispensables para el control de la población, aunque Ios
de conducta, aun en los niveles familiar., privilegios y conductas prehispánicas se modificaron ante
a..J-,rruar_ el impacto de la situación colonial. De igual manera, el in-
des di\l,lnres, pero de alguna [orma afecrada,
p;. ;;;- digena común debió entender por las manifestaciones ex-
Dros t.llt sr gnr tr cat rvos.
ternas del poder, que existían nuevos factores en la orga-
Además, no siempre la llegada de los europeos
se realizó nizaciín de la autoridad local y regional.
a través del aparato estatal o de la Iglesia. fn g.n"r.l,
fu..o., Un e)emplo muy explícito de los cambios en el ritual
precedidos por mercaderes ambulantes, legule"yos
ir"pro"ir.- a la condición de curaca es el que ocurriera en la parciali-
dos, n.rísticos.alucinados y por toda clase ;"
,;.",;;;, .;- dad de Urinsaya, del pueblo de Caquimagora, en los Paca-
ropeos, mesrizos, criollos o indígenas aculturados,
en busca jes de lo que hoy es Bolivia. En 1,592, Diego Canqui tomó
de gente inadvenida de las leyes Je mercad",
q". h;i;;;;- posesión del cargo. La cerernonia recuerda de manera muy
greso en esas regiones. Ellos serían el nuevo
espejo, deforma_
do y deformante, en que los indígenas de f* disminuida las descripciones de los cronistas del siglo XVI
Á"á., ,..i., .f cuando se referían a tiempos incaicos. "Su estructura apa-
nue\() rosrro que se les acababa de imponer.
rece como casi in¡acta, pero debilitada; hay un reemplazo
de algunos gestos rituales o episodios por otros nuevos"
El poder y la imagen. Los siglos XVIII y
XIX
(Martínez Cereceda 1995: 109-110). EI reciente cacique
empezó la reunión sentado en el mueble de privilegio, que
Los ¡cuerdos entre poderes de distinta magnitud las crónicas llaman duho, para recibir el saludo de sumi-
se con-
vicrten linalmenre en servidumbre. Eso fJr.Uim sión de las otras personas de respeto de Caquingora. Pero
frr,.-
cic.i.r,i¡s ¡nrericanas anres de lrr llegada d.
Colón. f r.,. rrí luego hizo retirar su asiento y recibió primero los besos
como I.r 1'riple Alianza de Mesoairérica en la m,rno ¡ la us¿nz¡ española y luego prefirió abr:rz¿r il
terminó bajo la
.rutori.i.rd cle los nrexicas o los chancas tuvieron los visitantes, lo que en los Andes se reduce a un gesto bas-
qr. írui.
clc l.s inc¡s ¡ntes cle ser extermin¡dos, tante superficial, con un mínimo de contacto. Martínez
a pesar,l; hrl;.-
si's¡nti,titlo. Cereced¡ nos puntualiza, ¿l comentar el documento, q,:t'
I , rrrr.nr,,.puctie tlrcu sc de la notrleza cuzqrreña v de el curac¡ no cs "mochado" (de much.rr o bes¡¡ ceremonial-
,l' : . . ¡r,lino.. (('n ¡.r.\Ile( t(r .r l¡ ldrn jn,.t,r.i,.,,': .r- mente) si hien la secuenciir de ac¡tar.nicnto tradicion¿l cor.l
tinuti con l.rs vrrrrntes lnotadas. C¿bc'res¿ltar que tro Ittc

los '(
I 01)
( I
una decisión libremente aceptada por las personas princi- su aulor fue Basilio de Santa Cruz Pumacallaoi cuyo colori-
pales de la localidad. La lectura del nombramiento de curaca áo . prueban que fue un obsen ador cuid¿doso del
i-l*.n.,
se hizo en la casa del corregidor, lo que ya nos da una idea de ,mbientJen que se desarrollab'r l¿ iiest¡'
loas presiones que existieron. Además el hecho de que Can-
Nos interesan las figuras indígenas de las telas' especial-
qui hiciera rerirar la tiana (nombre quechua del asiento) prueba e imágenes que
mente sus vestidos, adornos, estandaftes, andas
que no estaba tan seguro de merecer la autoridad que en esos
ii.".t ."ttig". Los incas del barroco cumplían una función
momentos recibía. Como no-
esoccílica en"el espectáculo de l'r corona esprñola
Nos interesa resaltar el nivel local en que ya habían il'"rr ro^.,id", r"cordrban a los vasallos las glorras de las ar-
penetrado los cambios de conducta ceremonial andino. de la mism¿ manera en quese recre¿ba en
Ma-
mas imperiales.
Esto responde a la necesidad de las autoridades de hacer drid la'b¿r¿lla de Lepanto' El espectáculo de los triunios
comprensible para ellos los rituales de poder vigentes. Al orr.dos los fiacasos del eiército y las limit:tciones de
mismo tiempo, mantener el despliegue ceremonial, corres- 'una "scondi,en retirada. que no tenia otro camino que ce-
diplomacia
ponde al carácter del barroco como movimiento cultural der teiritorios y privilegios comerciales'
que en América tuvo un éxito sin precedentes.
Los incas, descendientes disminuidos del Tahuantinsu-
Así lo muestran las fiestas y desfiles del calendario his- o ha-
vu. con ropas aienas al ajuar precolombino' cargando
pano, cuya pompa requería la presencia de los indígenas. Es .i.ndo .od.r (en carros ad hoc) imágenes de dioses extranle-
por eso que el Corpus Christi cuzqueño se constituyó desde ,or, pá\ido recuerdo de su propia gloria' atada ahora
muy temprano en la festividad más imponante de la antigua ".rrr.1 antlguos vás¿ltos'
al carro de su vencedor. Así lo vieron sus
capital incaica. Su calidad de aniversario ceremonial cuzque- población urbana de pocos
-"r.l"do, con una variopinta
ño sigue vigente y es uno de los temas más importantes europeos, muchos mestizos, descendientes de airtcanos' crlo-
de la etnogra{ía contemporánea (Millones 2000 y Millo- indíg"rrrt (Millones 1999 59'76)
llos
nes y Millones 2003). Como todo evento social, el Cor- " no die-
Conviene hacer hincapié en que dichas miradas
pus de Cuzco, es [a oportunidad en la que las autorida- posible que'
ron interpretaciones iguales a los asistentes' Es
des muestran su jerarquía, haciendo valer su rango frente en nuevos roPa'es
al ser pane de1 espectáculo, los incas' aun
a los otros personajes y ante la muhitudinaria audien-
v con;uevas mantuvieran su autoridad frente a la
lrt, "^Uárig""."rr.ñ,,,
cia que acude a los desfiles.
Al regresar a s's reducciones o comunidades'
Durante la época colonial, el espectáculo fue de ta] de con-
J. -.n.r" iUi."a o c"landestina, re¡omaban patrones
magnitud que el obispo Manuel Mollinedo )'Angulo hizo lo menos en el Cuzco- re¡enian Ia idea del
J;;; q"" -por
pintar una serie de algo más de quince cuadros (son quince in., .-rro .rrrlp"ón de Ia sociedad oprimida'
Ios que se conocen), en los que se escenifica la procesión. rebelión
Esto explica la popuhrided que alcrnzara 1¿
Las pinturas debieron realiz¡rse entre 1670 y i678, y cons- cr:t'aca de 1'unga-suca' Pam-
titul,en un rerrato vívido del tr.rnscurrir de la ceremoniir
d.luré crbii.l coni,'ittt'qtti '

por las calles e iglesias del Cuz.co virreinal. Se presune que


,rrrlrr.a )'Surirllau¿, ""' ''tit ¡lli de sus terrilorios"lsi
:;;,;;;; ír,.ré, .n qt'e sc recottociese str liliació¡r incaic¿'

IIo I ll
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como descendiente de los antiguos soberanos. Con títulos No sabemos si al vilrey y á su corte le gusró esta se-

seme.jantes, lo cor¡b¿tió M¿teo Pumacahuai otro curaca de cuencia del espectáculo, desconocida en otras regiones.
importancia, que se puso de parte de las tropas del re1, de o bien no llegó a darse cuenta de los cambios. Pero para
España. Más tarde, derrotado Tupac Amaru II, ia Corona los espectadores nativos, debió resultar importante que
decidió quitar los privilegios y simbolos de poder de los pani;ipasen las represeutaciones de héroes o dioses que
curacas, pero esta disposición tuvo un efecto muy débil, y les eran fan-riliares.
tomó mucho tiempo en hacerse efectiva. Sutilezas aparte, 1os rncas, o mejor dicho las figuras de
La preocupación virreinal de controlar el despliegue ellos, pintadas o actuadas, constituían parte inseparable de
ceremonial de las autoridades nati\¡as se contraponía a la la celÁración borbónica en los Andes. Esta representación
necesidad de construir un espectáculo oficial pomposo, de seres del pasado era Ia expresión de una importancia
para disimular, aun en 1as leianas colonias, la debitidad del I
que moría en el espectáculo, en la realidad, el poder de
poder español de esta época. Ios incas, incluso como nobleza cautiva, ya no existia'
Más aun, los curacas indígenas, también habían sido dis-
Esta situación se hizo evidente una vez en Lima en el
siglo XVII y XVIII. También a1lí se necesitó, como en otras minuidos, a pesar de que su autoridad apenas cubria
ámbitos locales.
ocasiones, que los indígenas participasen en el nutrido ca-
lendario ceremonial de la capital del virreinato. Con el Es visible que Por estos años, con la llegada de Ia di-
problema adicional de que los nativos costeños tenían aún nastía francesa, a la administración madrileña le interesa-
presente interpretaciones de su historia y tradiciones, muy ba cada vez menos e1 sistema de curacas como funciona-
diferentes a la cuzqueña, que ya estaba aceptada e incorpo- rios de 1a Corona. Se habían fortalecido las municipalidades
rada como versión estándar por el estado español. de los pueblos indígenas y los alcaldes o envarados (los que
llevan la vara de autoridad) estaban en Proceso de reem-
Así sucedió en 1725, cuando Ia Ciudad de los Reyes
plazar alos curacas. De esta manera, se quebraba el poder
celebró que Felipe V renunciaba al trono en la persona de
Luis Fernando I. Como parte del espectáculo ordenado por
I

I i" t.rn ,".ro, móvil de la sociedad indígena cuya autoridad


se basaba en lazos tradicionales, difíciles de controlar' En
el virrey marqués de Castelfuerte, desfilaron "los Natura-
les", representando a los incas. Pero no siguieron el guión cambio, la elección de los alcaldes, abría un iuego político,
en el que las intendencias (a través de sus funcionarios me-
I

cuzqueño. Dado que Lima fue fundada en un área poco


nores) y los doctrineros podían intervenir.
poblada por indígenas, recibió desde muy temprano a
gentes del norte, de origen mochica. Su presencia se hizo L¡ medida tuvo un efecto relativo, ya que las nuevas
notori¿ en el festejo, dado que su[raron a los personajes autoridades tenían que apelar a los mismos recursos eco-
de la historia oficial cuzqueña aquellos que correspon- nómicos y simbólicos prra lograr la obediencia de-los co-
dían ¿ su tr¿clición region.rl. Es ¡sí cornr., pasearon.rnte muneros. Es así como se úlrlntuvo la religión popular' tan
la ¡udienci¡ Chrmor C.rpac, Atunr Apo Cuis M.rngo, importante Plr¿ curac¡s corllo P¿r.l los alc¡ldes, sierlpre
Chuquis Mrnco, Yncap Rlntin Rinrrrc, entre otros (Mi- .,.g"r-rizr.lu l' dirigid¿ p<tr á l,,iq,,o s¿cerdote ¡ndino Pelo
)lones 1999:67-69). l¡ ,lel.,eli1rn de 'I"upac A,r¡rt¡ ll ¡fecró ¡ l¡ .l:31l:..1 t"
[GfiB0.ec-''. '
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mer inc¡ la profecía de la liberación clel poder español
rodos los niveles. Junto con los cur.lc¿s locales, la antigr-ra
con Ia participación inglesa: "Esposa querida [Manco
nobleza cuzqueña sinrió los efectos de la intención borbó-
Capac se dirige a Mama Ocllo], comp,rñera tierna de la
nica de quitar privilegios y aumenr:1r los rriburos.
fundación de este Imperio, en mi prosperidad y traba-
La imagen de los incas, aun conc.len¡da a una función jo, volvamos a nuestra rnansión, pronosticando sí, que
ornamental o de legalización de una auroridad ajena al llegará el día, terrible, fatal, y vengador, en el que la
mundo indigena, no dejó de inspirar respeto y nostalgia opresión se convierta en libertad, en el que el opresor
del bien perdido enrre sus seguidores. Justo Apo Sahuaia- se vea oprimido, por un peso gr¿ve, y formidable por-
rua Inca Ramos Tito Atauchi Yaurac de Ariza Tiru Con_ que cerca está ya para cumplirse la predicción, que en-
demaita era uno de ellos. Nacido en Cuzco en iZZ5, ruvo contraron los mismos Españoles en el templo de mi Pa-
una larga vida dedicada al sacerdocro (llegó a ser canónigo dre el Sol: que pasados tres siglos, y en poco más
de la cated¡al del Cuzco y visitador del obispado). Su ja- volverían a ver mis hijos, y descendientes del Imperio
dre había sido curaca de Quispicanchis y Oropesa y r. puro restaurado a su antiguo ser, con la ayuda de un pueblo
al lado de Pumacahua durante la rebelión dá Co.,doi.a.r- llamado Inglaterra, y entonces los llantos se trocaron en
qui, evento en el que perdió la vida en defensa de los inte- gozos sempiternos y el nombre del Inca será admirado
reses del rey de España. y deseado por las naciones vecinas" (op.cit:67-68).
Don Justo participó en las guerras de la emancipación,
_ A lo largo de su texto (que acompaña con acuarelas),
dando apoyo fiduciario a los libertadores, como lo acredi Sahuaraura aprovecha para proyectar al pasado las amar-
taron Sucre y Burdett O'Connor, y dice haber estado pre_ guras presentes. Tomando la opción contraria a la de su
sente en la batalla de Ayacucho. En su madurez .r.ribió padre, don Justo apoyó la emancipación y por ello sufrió
un curioso texto, una de cuyas partes es una ficticia recons- el resentimiento del general realista Vicente González, que
trucción histórica de la Conquista. En ella, l.race hablar a hizo saquear e incendiar sus propiedades y lo puso en pri
Manco Capac, mítico fundador del Cuzco, que comenta sión por un año. La reivindicación posterior no atenuó su
con dramatismo el estado de la ciudad luego de la invasión desilusión y la muerte le llegó luego de una vejez desen-
europea. En diálogo con Mama Ocllo, exclama,.,¿eué cau_ cantada. Su historia personal, a la que podemos sumar
sa pudo haber para que una ciudad tan poblada, ian .ica y la de su padre el curaca de Quispicanchis, muestra el
deliciosa, se vea ahora ran solitaria, v despojada de todos ocaso definitivo de las autoridades indígenas, ahora por
sus adornos y belleza? ¿Cómo es que la que sujetó tantos decisión de las autoridades republicanes. La apliceción
pueblos a sr-r dominio, y era mirarl.r parl la Reinl de lirs ¡recánic¡ de los ideales de la Revolución Francesa en el
provincias, se halle al presenre, comr¡ viude,v huérflna. sin siglo XIX fueron l.r mejor rnanera de despojar a los in-
Re1' y sin templo, sin s,rcerdotes ni nugistrados. sufrien- dígenas de los derechos t r,r b,r josament e gr.rard;rdos dur:rn'
do i,l ignominioso vugo de unos pocos forrrsreros?,,. (Sahrr,r- te t.et st[1.,s. ¡'permitió que fucr.rn orros (mestizos r crio-
raura 2001:6/). iios en el rol clc ¡r.rtori.l¿dcs) quienes ll'r¡ntuvrerrrn el poclel
Más ¿del¿nre. rememor¡ndo i,1 p,rpel cle Inqllrt,rr.a lejos.le.u.rlcrrnce.
, n I.t c:tt.rrrcrp.r( ri,n .lntcr.i(.tnJ. pñ¡, cn l.r 1.,,,.r Jel pr.r

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Las rebelioncs indígenas del siglo xlx gen de Jesús Nazareno", que los rebeldes pretendieror.r
"alucinar... con la idea de que la sublevación y crímenes
En sociedades escindidas como Ia peruana, los segmen- que han perpetrado son cosas tan justas cuando que se
tos que la componen viven tiempás distintos, qr-" rólo los ha prescripto aquella divina imagen" (op.cit.:230). Lo
se,han acortado con e.l proceso de globalizaciór, qrr" r"- mismo sucedió en 1845, cuando los líderes del movi-
cién se manifiesta en la segunda miiad del siglo XX. En miento confiaban "que en breve nos veremos con la
este sentido, enormes regiones del perú deiarrollaror, Majestad Divina de Nuestra Madre Santísima de Guada-
por mlcho tiempo procesos históricos con trayectorias lupe, y cada pueblo sacará un tanto de este original para
muy diferentes a las propuesta de los gobiernás asenra- que tengan presente esta orden) hermano de mi mando.
dos en Lima. Dios puso la libertad" (op.cit.231).
Desde esra perspectiva, las exigencias fiscales de Lima El grupo étnico protagonista de estos eventos del si-
o del clero (visualizado casi siempie como extranjero) se glo XIX era el que la etnografía mexicana conoce como los
perciben como un cobro coactivo sin ninguna justifícacíón, Trique, que ocupan una zona enclavada en la mixteca alta
sobre rodo porque no redunda e., b.n"iicio, locales. por y baja del estado de Oaxaca, en un vértice entre los distri-
Io demás, es una situación que pertenece al ámbito latino- tos de Juxtlahuaca, Tlaxiaco y Putla, a una áltura que va
americano: el general Juan Alu^r"., jefe de origen indíge_ de 1.400 (en zona baja) a los 3.200 sobre el nivel del mar
na que dirigía las insurreccion"s Gr..re.J (Méxi;) (en zona alta). La región más afectada por los eventos so-
nombró comandanre a Feliciano Martín,"r,
por mejio d" ,n ciales {ue la que rodea a San Juan de Copala, el centro im-
documento que le envió, detallando las causas del alzamien- po¡tante de la región baja (Huena Ríos 1981:19-20).
to (de.1843 en Oaxaca). En é1, indicaba . lo, indiorlu"l. Hay una ciena equivalencia entre las características de
no palaran por los bautismos. los diezmos, 1". p.i*i.iár. Oaxaca y las de Ayacucho, en el Perú. Las ciudades princi-
las multas, las alcabalas, la escuelas ni las rentasie las pales tienen una elite que fue muy hispanizada, fácil de
tie-
rras..." (Barabas 1989:231). Dos años antes, rambién en apreciar incluso hoy por una arquitectura civil y religiosa
Oaxaca, a raiz de las contribuciones exigidas a los indíge-
de mucha elegancia. Alavez,las ciudades están rodeadas
nas, esta vez por los hacendados, hizo que los sublevad"os
por comunidades indígenas numerosas, cuya producción
ocuparan Juxtlahuaca y Copala y se ajusticiara a algunos y mano de obra alimenta a la urbe, donde se alojan las fa-
rep¡esentantes oficiales. milias propietarias de las haciendas de la región, con una
revuelta originó r.rna represión que, aparre del his¡ori¿ nutrida de ocupación de tierras comunales y abr.r-
.La
castigo a los cabecillas, condenó, rodo irdíi".r, qr" sos sobre los indigenas. Además, la distancia de las capita-
huhiese p.rrrir:ipado. Las penas fueron drásticai ,.rtrr;,, les de México 1'Perú en el siglo XIX, les daba autonomía
lorzado en el cam jno Ver¿cruz-Méxi.o y de.omisu á" para control:rr sus posesiones.
sus g.rn.rd,,.. F. inter(sJnte q,.," an .,,r,h", revuelt¡r jr¡c.. En el Perir, Huanta, la segunda ciudad más inrportante
ron imágenes crisr i¿n¡s los .ímb.r1.,,, que alentaron el del depanamenro de Ay:cucho. tiene una larga histc,ria de des-
pensamienro rcvoiucio¡lario. En lg4l, fue,.la santa encuenrros con los qobernant es tlel país. Lo que podría apli-
inr¡-

I 1(i t17
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cárse a toda la región ayacuchana, que fue protagonista I


enfrentamiento, pero no resulta arriesgado suponer que
contemporáneo de Ia más espantosa guerra civil que re- tuvo sus raíces en conflictos étnicos de antigua data.
g,.,., l, hirto.ia del Perú. En buena Parte el fracaso de El paso de los ejércitos en contienda dejó huellas en la
ias ,utoridades nacionales en comb¡t ir la subversión
de
conducta de dichos pueblos. El general Arenales pasó por
los años 1980-93, tuvo que hacer con la percepción equi- Huanta en 1820, pero sólo alcanzó el reconocimiento de
vocada de la naturaleza de sus habitantes' Como los in- algunos vecinos notables. En su persecución, el general rea'
dígenas eran pensados como un fragmento- del paisaie, lista Ricafort ocupó Huanta y Huamanga durante tres años,
se"ignoró s,, condrrct, y se les condenó a la represión consolidando el favor de sus habitantes, lo que hizo que el
hasta que fue demasiado tarde. virrey del Perú, La Serna, le diese como blasón el lema "la
En el siglo XIX, las distancias entre la capital y-los aya- fiel e invencible ciudad de Huanla". Por lo contrario, Can-
cuchanos eran siderales, no sólo era difícil llegar al centro gallo debió esperar a que el gobierno republicano compen-
del país (donde se encuentra Ayacucho) sino que nos ha- sara los saqueos sufridos en manos de la ocupación pro-
llamos en el núcleo de lo que los sociólogos modernos ca- española, con el título de "Ciudad Heroica" (Husson
lificaron con la infeliz denominación "mancha india"' A 1992:62).
los ojos de los limeños del XIX, los indígenas eran la causa Hay que precisar que Huanta es un valle cálido que
del retraso de la nación y cuyo Proceso de integración te- anuncia la proximidad de la región amazónica. En sus al-
I
nía que pasar por la destrucción de su modo de vida, o bien turas, sin embargo sus habitantes comparten los patrones
por su reemplazo por " razas" meiores. de conducta de los otros pueblos de la cordillera, cuyo ra-
La primera muestra contemPoránea del profundo des- mal oriental se extiende entre los ríos Mantaro y Apurimc.
,cu".do e.rtr..l interior del país (de esta región) con la ca- En general, se les suele llamar "iquichanos", nombre que es
pital tuvo lugar en los inicios de Ia República. Huanta y posible que se derive del poblado de lquiche, o Iquicha,
La Mar, provincias situadas al norte del ahora departamen- ubicado en el distrito de Lauricocha, que pertenece a la
to de Ayacucho, se mostraron leales al rey de España en provincia de Huanta. La rivalidad (y al mismo tiempo
las primeras décadas del siglo XIX, cuando los eiérciros "1i- mutua dependencia) entre los pueblos de la puna y los
beriadores" ya lograban adhesiones en muchas partes del pueblos de los valles es una constante. Para estos últimos,
país, y también en otras partes de Ayacucho. La conducta las gentes de las alturas son considerados semisalvajes y sus
ie 1a población indígena se suele explic,.rr en función de los furias son conocidas y temidas, al mismo tiempo que se les
irrteres"s de la elite provincianr, lidenda por un grupo de desprecia.
esp:rñoles residentes en Huanta. Lo que hacía enfrentarlos La baralla de Ayacucho, en 1824, terminó con el go-
c,in los pobladores de Cangallo (provincia al sur de Hu¿- bierno colonial, 1o que de inmediato suscitó que las nue-
mrnga) qr.¡e se puso al lado de los independent istas L¡ ca- vas autoridades expropiasen los bienes de los españoles que
pir.rl, I-{r-,"rr.tr.,g¿ se encuentra entre Huilnt¡ I Cangallo v no se habian pasrdo al bando repubLc.rno. Un grupo de
punto de equilibrio entre l,ls Pasioncs de irm- ellos se refugió en Huant:r 1'comenzó a.rsit¿r l¡ pobl.rción
".r.ró..rr',r., No se ha investie¿do ia prc,fundid.r.l
[,os pr.rt[,los. '-ie este en contr.r tlt'los recientes vencedores

I1[J r t9
( (

A fines de 1825, la agitación se convirtió en abierta ¿c- exhortaciones cr,angélicas dirigidas a los campesinos, acusa_
ción bélic¡, cuando los iquichanos, guiados presumible- ban a los parrior¿s de herejes, [de ser] ingleses;,e incitaban .r
mente por los españoles refugiados, habían tomado las tie- los can.rpesinos a luchar contra ellos para defender la religión
rras de las h¿ciendas de Huanchuy y Cunya v constituido
católica. A los p.itriotas, a su vez, se les culpaba de ag.ari-ar l.r
una Junta de Hacendados "cuyos miembros se reuní¿n religión "quitando la plara de las iglesias" y
periódicamente para vivar a Fernando VII y cifraban sus "propiá.,dor.
de sus rentas, Io que "eran indicios para abaráonir la reli-
esperanzas en vencer al nuevo régirnen cuando se prodr-rje-
gión católica" (Huertas 1972: 133).
ra el desembarco de 22.000 soldados entre españoles y fran-
En cierra forma, que los indígenas percibieran que los
ceses, envi.rdos por la Santa Alianza para reconquistar las .
gobiernos republicanos terminarían siendo más op..,o..,
colonias perdidas" (Huertas 1972i 1.3A). ¿Cómo podrían
que los coloniales, no los alejaba de la verdad. Lo intere-
haber sonado estos argumentos a oídos de los iquichanos)
sante es que el motivo capaz de movilizarlos fuera la de-
Las explicaciones ofrecidas por los historiadores siempre
fensa de la institución más representativa del coloniaie.
mencionan el carácter carismático de los líderes, en espe-
Esro podría explicrrse por la consolidación de la predica-
cial de Antonio Guachaca o José An¡onio Navala Huacha-
ción cristiana, ya interpretada e internalizada de tal mane-
ca como se hizo llamar posteriormente. Su aparición en el
ra que era parte indisoluble de su propia cultura. por más
quehacer politico empieza en 1813, encabezando las pro-
que el sistema de creencias en las alturas de Huanta, en el
testas iquichanas contra el régimen colonial. Sin embargo,
siglo XIX (y ahora), sea muy ajeno al dogma católico ofi-
es difícil decir que sus acciones eran independentistas o se
cializado por la doctrina. En otras palabras, no se suble-
quedaban en eI interés de remover a los malos funciona-
rios. Aunque esa diferencia siempre navega en un terreno
varon por la Iglesia como institución, de la que tenían
I una visión mr-ry lejana e inconsisrenre. Se rebeiaron pen-
dudoso, ya que otros rebeldes, como Condorcanqui, tam-
sando que los patriotas arenraban conrra su forml de
bién mantuvieron en sus proclamas una retórica de lealtad
vida y su verslón del mundo sob¡enatural.
que desapareció ante los hechos.
Naval;r Huachaca estuvo presente en el liderazgo por
Medio siglo más tarde, en Ancash, deparramenro
ubicado en la sierra norteña, ocurrió una r.ii" d. l"urn-
casi treinta años, otros jefes también importantes fueron
tamientos, que como el caso anterior, sucedieron cuan-
Pascual Arancibia y Tadeo Chocce, quien en 1839 fin¡ó
do la sociedad peruana había concluido un duro proce-
el tr¡tado de Yanallay, por el que los iquichanos decidie-
ron ab¿ndonar Ia postura realista y ¡ceptaron el gobierno so bélico. Est:r vez se rrara de la Guerra del pacífico
(1879-1883) qrre de.jó exhausro ), endeud¡do al país. En
republicano (Husson 1992:8 8).
esos momenlos, ei estado carecÍa de dirección política,
Pero, kr que hace sinilar este movimiento a lo ocnrri-
enfrascado en l¡ luch¿ por el poder que libraban los ge-
do en Orx.rca es el peso de los argumentos religiosos usa-
nerales Miguel Iclesias y Andrés Ar.elino Cáceres,
dos p.rr.r convencer r los rebeldes. "En el mor,irniento iqui-
chano intt'rvir.rie ron nr,is de dos cur¡s. los cu¡les en s,rs L¡ sociecl.r.l .rndin¿ ya
h¡[rí¡ experimentado los sobier-
nos republic.rrr, )s, que tr¿s un¿ serie de dis¡rosiciones con-
I

120
I
l2l
I
(. \
rrirdictorias habían mantenic{o el trabajo obligarorio y el sin que asomase la ayuda de Cáccres, que era esper:rde por
tributo indígena, dado que seguía siendo parte muf impor- un sector de sublevados.
tante del presupuesto nacional. tanto que el presidente
Esre movimiento indigen.r sc presta par¡ much¿s lec-
Mrriano Ignacio Prado lo volvió a imponer en 18 66. Como
turás, que no necesariamentc son contradictorias. En
en el caso anterior, la población indígena quedó presa en-
primer lugar, debemos considerar las facciones milira-
rre intereses diferentes en la conquista del poder. Form¿l-
res que se disputan el poder lueeo de Ia derrota de l¡ Gue-
mente, Huaraz, la capital de Ancash estaba en poder de los
rra del Pacífico. En esre marco bélico, el control estatal
"iglesistas", el gobierno local era dirigido por el prefecto
es casi inexistente y permite que afloren resentimienros
Francisco Noriega, que no vaciló en imponer una nueva
que responden al sistema de explotación y abusos tr-ibu-
carga tributaria de dos soles. Los indígenas le presentaron
ta¡ios al que estaban someridos los indígenas. Al mismo
un memorial, firmado por el futuro líder Pedro Pablo Atus-
tiempo, la imagen de Andrés Avelino Cáceres en la sre-
paria con una x dada su calidad de analfabeto (Stein
rra peruana toma ribetes mesiánicos. Sus tropas son ge-
1988:74). Su prisión y el corte forzado de sus cabellos, cas-
neralmente formadas por indígenas liderados por sus
tigos también aplicados a los alcaldes de Huaraz y a los
propios jefes tradicionales, en pacto con el general Cá-
indios de la localidad de Car¿2, generó tal animosidad que
ceres, que ácrúa como padre vengador de la honra na-
culminó en una refriega en los primeros días de marzo.
cional. Iglesias, que finalmente había firmado la paz con
Repelidos los asaltantes el día 2, regresaron al siguiente día,
los chilenos, es presentado como traidor y responsable
y miles de campesinos aplastaron a soldados y policías,
de los males de la guerra.
saqueando la ciudad y haciendo huir a las autoridades y
personas ¿fines ¿l general Iglesias.
No hay que olvidar que al lado de Atusparia, tiene no-
table participación el R.P. Fidel Olivas Escudero, que lo-
La rebelión se extendió por el Callejón de Huaylas y
gra establecer unos cierros límites a la agresividad del mo-
por rnás que el líder intentó contener sus excesos (y lo lo-
vimiento, y orienra de alguna manera el accionar de
gró en más de una ocasión), los indígenas rebasaron los Atusparia. Publicaciones posteriores en los diarios regio-
márgenes de Ia contienda entre los generales Cáceres e Igle-
nales y nacionales mencionan al líder como "lnca"
sias y mostraron el resentimiento contra la población de
(op.cit.:249, 272).Pero no parece que fuera ésra la m¿ne¡a
las ciudades, identificados como "blancos y mistis" (mes-
que lo conocieron sus seguidores, a pesar de los esfuerzos
tizos o indios aculturados). En el transcurso de Ia rebelión,
de uno de los nriembros de su enrorno, Luis Felipe Mon,
otros líderes con posiciones m.is extremas q,,re Atusparia se
testruque (Alba Herrera 1985: 79-80).
r-lnieron.l l.r contiend:r, tal es el c¡so de Pedro Cochachin, o
Desde la capital, el movimierrro se percibe coniinrdo ¡l
Uchcr-r Pedro, minero del sent¡nriento de Uchcu (de donde
interior. Se presentr.r ¿ los er,entos como un caso solit ¡rio cle
tornó el nornbre) en la Cordiller;r Negr.r, uno de los dos r,r-
violenci¡ ejercid.r por los suhler.rtkrs r. se disirnrrll l.r rc.¡rr.c
nr.rlcs d.- los Anrles que fonn,rn el C.rllejrin de llu¡l'las.
sión. Lr imrrgen de l¡ barlr¿rie Ichzn]cnr( riclrnid¡ por i¡s iucr
Iin rrrenos .lt seis mes..'s t rle encuenr ¡os v repres:li.rs z¡s de ciyiliz.rción se consoli,-I.r. I'l f)tni .lcl¡cr..i cspcr-ru ()1r.()\
r.ur grrent ¡s. l.rs rrop.rs de lqlcsi.rs .lcrlot,r r',.rn .r los lct.¡eliles.
cien .rños .rntes de descr¡hrir ¡ \u\ l)r opios h.rl,it¡ntes.

1.2'./
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