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Podemos hablar de contaminación cuando en un entorno ingresan elementos o sustancias que

normalmente no deberían estar en él y que afectan el equilibrio del ecosistema. Por ejemplo, en
un vaso de agua que creemos que está limpia hay algunos componentes que pueden están ahí
naturalmente en concentraciones mínimas, como sustancias radioactivas. Pero el problema de la
contaminación comienza cuando los niveles de estos materiales son muy altos.

Los agentes contaminantes pueden ser físicos, químicos o biológicos y perjudican medios como el
agua, el suelo o el aire cuando se presentan en concentraciones muy elevadas. Estos compuestos
alternan las condiciones de los organismos que habitan en ellos, generando problemas de salud o
de seguridad, malestar e incluso la muerte. Esto ocurre con la contaminación atmosférica. El aire
que respiramos está compuesto, de manera natural, por nitrógeno, oxígeno y otros gases que
producen el efecto invernadero, como el dióxido de carbono CC0 Public Domain. Sin embargo,
con la aparición de las fábricas y de vehículos que funcionan con motores de combustión, se han
aumentado las emisiones de monóxido de carbono y los óxidos de azufre por la quema de
energías fósiles como la gasolina (que se deriva del petróleo), el gas o el carbón.

Estos componentes naturalmente no deberían estar en la atmósfera en tan elevadas


concentraciones y por eso se puede decir que el aire está contaminado, o que el efecto
invernadero se esté convirtiendo en un problema porque el planeta se está calentando más de lo
normal. De hecho, si por un tiempo prolongado un ser vivo respira aire con un alto contenido de
estas sustancias puede morir por envenenamiento. El efecto invernadero El efecto invernadero es
un fenómeno natural gracias al cual la radiación social traspasa la capa protectora de la Tierra y la
captura en forma de calor. Esta capa la conocemos como atmósfera y gracias a ella una parte de la
energía solar que entra al planeta queda en la Tierra, brindando la temperatura adecuada para el
desarrollo de la vida de todos los organismos que la habitamos. Otra parte de esa energía vuelve al
espacio.

Éste proceso facilita nuestras condiciones de vida, pero con la intervención humana, se ha
incrementado la emisión de gases que no dejan escapar del planeta el calor del sol. Estos gases se
acumulan en la atmósfera, lo que aumenta la temperatura de la Tierra y genera el cambio
climático. Entre muchas de las consecuencias del cambio climático está el deshielo de los glaciares
que aumenta el nivel del mar, lo que puede traducirse en inundaciones en las zonas costeras.
Contaminación natural Los humanos no somos los únicos seres que generamos contaminación.
Algunas algas que crecen en los embalses o represas liberan toxinas que contaminan el agua. De
igual forma, los volcanes son una fuente de contaminación natural. Cuando un volcán entra en
erupción, en la atmósfera ingresan cenizas y altas concentraciones de azufre, hierro y otros
minerales que afectan el medio ambiente. Recorrimos diferentes partes de Medellín y les
preguntamos a las personas que es para ellos la contaminación y aquí están sus respuestas.

El consumo y la producción mundiales (fuerzas impulsoras de la economía mundial) dependen del


uso del medio ambiente natural y de los recursos de una manera que continúa teniendo efectos
destructivos sobre el planeta. El progreso económico y social conseguido durante el último siglo ha
estado acompañado de una degradación medioambiental que está poniendo en peligro los
mismos sistemas de los que depende nuestro desarrollo futuro (y ciertamente, nuestra
supervivencia). Estos son algunos hechos y cifras: Cada año, se estima que un tercio de toda la
comida producida (el equivalente a 1300 millones de toneladas con un valor cercano al billón de
dólares) acaba pudriéndose en los cubos de basura de los consumidores y minoristas, o
estropeándose debido a un transporte y unas prácticas de recolección deficientes. Si todo el
mundo cambiase sus bombillas por unas energéticamente eficientes, se ahorrarían 120 000
millones de dólares estadounidenses al año. En caso de que la población mundial alcance los 9600
millones de personas en 2050, se podría necesitar el equivalente a casi tres planetas para
proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los estilos de vida actuales. La
pandemia de la COVID-19 ofrece a los países la oportunidad de elaborar planes de recuperación
que reviertan las tendencias actuales y cambien nuestros patrones de consumo y producción hacia
un futuro más sostenible. El consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor
con menos. También se trata de desvincular el crecimiento económico de la degradación
medioambiental, aumentar la eficiencia de recursos y promover estilos de vida sostenibles. El
consumo y la producción sostenibles también pueden contribuir de manera sustancial a la
mitigación de la pobreza y a la transición hacia economías verdes y con bajas emisiones de
carbono.

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