Está en la página 1de 1

LA MUJER QUE OFRECIÓ SU HIJA A UNA SERPIENTE

En la provincia de Shimosa vivía una mujer con la costumbre de llevar a su hija


adoptiva, de solo doce o trece años, hasta la orilla de un lago desde la cual se
dirigía una y otra vez al dios del lugar en estos términos:
-¡Dios del lago, os ofrezco a mi hija para que seáis mi yerno!
Un día de tormenta en que el viento bramaba con fuerza y las olas se
encrespaban con violencia, la madre se hallaba en la orilla exclamando como de
costumbre:
-¡Dios del lago, os ofrezco a mi hija para que seáis mi yerno!
A su lado, la joven, atemorizada por la violencia de la empestad, temblaba de
miedo y la piel se le ponía de gallina. Sobre las aguas, nubes espesas y oscuras
se cernían amenazadoras. Presa del pánico, la joven echó a correr hacia su casa.
A cada paso que daba, sin embargo, tenía la sensación de que algo horroroso e
indescriptible la perseguía muy de cerca. Aterrorizada y sin valor para atreverse
a mirar atrás ni a gritar, corría y corría sin parar.
Cuando por fin llegó a su casa, se abrazó a su padre y le contó todo. Poco
después volvió también su madre. Y, tras ella, una enorme serpiente que, al
entrar en la casa, alzó la monstruosa cabeza, sacó la lengua y se quedó mirando
fijamente a la muchacha. El padre, aunque humilde, era un hombre sagaz y
fuerte. Se encaró ante el monstruo y le dijo:
-Esta joven es mi hija. La mujer es su madre adoptiva.
¿Cómo te atreves a entrar en esta casa y pretender llevarte a mi hija? No
hagas caso de las palabras de la mujer. Puesto que obedecer al hombre es de
ley en todo el mundo, te ordeno que te vayas. ¡Si quieres te puedes llevar a la
mujer! pero no a mi hija.
Inmediatamente la serpiente dejó de prestar atención a la joven. Giró la cabeza
hacia la madre y reptando se acercó' hacia ella. Estos momentos los aprovechó
el padre para tomar en brazos a su hija y salir corriendo. La serpiente se enroscó
en torno de la madre la cual, con todas las señales de haber enloquecido, se
transformó en serpiente.

También podría gustarte