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CUENTO DEL ABUELO PELUCHO XX

CEPO EL ELEFANTE

“Hoy es el primer día del resto de mi vida”, fue lo primero que pensé cuando me trajeron a
este esplendido lugar. Había estado antes en sitios muy bonitos, pero que yo recuerde, y tengo
muy buena memoria, este era el más hermoso de todos.

Mi nuevo hogar estaba ubicado frente a un hermoso prado, hasta donde alcanzaba mi vista
todo era verde, lleno de árboles y flores. Amanecía y escuchaba el piar de los pájaros, los rayos
de sol se filtraban entre las ramas de los árboles, todo se llenaba de luz y color, las mariposas y
abejas empezaban su diario trajinar de una a otra flor, las hormigas siempre hacendosas en
filas interminables llevando comida o reconociendo el terreno, en las calurosas tardes del
verano las chicharras nos ofrecían un concierto sin fin de su chirriante canto, durante el día
todo era un inmenso abanico de colores y sonidos, conforme pasaban las horas no había nada
estático toda la vida de la tierra bullía a mi alrededor, en las noches de luna llena el
espectáculo que se abría ante mis ojos era grandioso, millones de estrellas alumbraban el cielo
llenando mi alma de una inmensa sensación de paz y tranquilidad, vamos un paraíso, para
alguien como yo que durante toda mi vida había estado en el circo, siempre viajando de un
lugar a otro en camiones, trenes, barcos y siempre trabajando, esto era el sueño dorado, y
ahora empezaba otra etapa de mi vida.

Pero, mejor empezare mi historia desde el comienzo de mis días.

Nací en un lugar, muy, muy lejano más allá del océano, al otro lado del mundo, en otro
continente, somos siete hermanos, tres elefantes machos y cuatro hembras. Nuestra manada
estaba gobernada por nuestra madre, se llamaba Tamar, Como toda buena elefanta líder de la
manada, siempre nos cuidó. Con una tierna mirada, una palabra alentadora, o un pequeño
toque nos indicaba el camino más seguro. Ella nos educó y nos enseñó con el ejemplo que
trabajar es gratificante y agradable, a ser buenos elefantes y que cada día es una nueva
oportunidad para empezar de nuevo. Nos enseñó también que los hermanos estamos para
ayudarnos y protegernos que aunque pensemos diferente, tenemos que apoyarnos entre
nosotros, de no ser así en esta selva que es la vida misma, mal lo llevaríamos. Existe mucho
cazador furtivo, que siempre está al acecho de elefantes solitarios para darles caza y quitarles
los colmillos y los sueños.

Con el tiempo crecimos y cada uno de nosotros hizo su propia vida y su propio camino, yo
forme mi propia manada, que está compuesta de cuatro elefantes hijos míos, una elefanta
hembra de nombre Larpi y tres elefantes machos de nombres Kaesar, Nando y Vidad y cuatro
nietos elefantitos, pequeñines, preciosos, de nombres: Brielga, Nesi, Razai y Jor-el

Ahora les contare algo de mi propia manada de la cual estoy muy orgulloso, les diré que los
quiero y los admiro, cada uno tiene una personalidad diferente.

Kaesar el mayor hace magia con papel, la gente se arremolina a su alrededor cuando crea
animales o figuras, practicando un antiguo arte chino llamado Origami o papiroflexia, pero la
gente no comprende, no entiende el idioma que le habla a esas hermosas figuras que da vida
con sus hábiles manos, a mí lo que me deleita y me causa asombro, era cuando construía un
avión de papel, se lo acercaba a la boca y le susurraba unas palabras mágicas, hecho esto
tiraba al aire el avión y como por arte de magia gracias a las palabras que le había susurrado el
avión volvía a sus manos, nunca me conto que le susurraba, pero a mí me tenía asombrado, él
es “El Elefante que le susurraba a los aviones de Papel” magia, ilusión, técnica, no lo sé,
siempre sucedía lo mismo, el avión volvía a sus manos y las ranas de papel daban saltos de
asombro y alegría, y las aves de papel volaban solas, dando vueltas y más vueltas.

Luego viene Larpi, mi única hija elefante, sensata y prudente siempre haciendo cosas
coherentes como la vida misma, ella es una consumada artista diseña y crea espectaculares
fantasías, yo recuerdo un regalo que me hizo cuando cumplí sesenta años, nunca lo olvidare
porque aparte de alegrarme el día con la llegada sorpresa acompañada de su compañero
elefante e hijos, me trajo de regalo una inmensa tarta que simulaba ser una piscina de
chocolate y dentro de ella bañándose unos elefantes de mazapán, en diferentes actitudes,
unos nadando, otros sumergiéndose, todo un mundo de fantasía y color, no olvidare nunca ese
regalo por lo especial y hermoso.

El tercero de mis elefantes es Nando, él es un sensible y consumado artista que con palabras e
imágenes crea ilusión, magia, fantasía, es un poeta de las imágenes y las letras, que en este
mundo actual tan lleno de intereses mezquinos, sus creativas imágenes y bellos relatos hacen
que valga la pena parar un momento en nuestra ajetreada vida y pensar que no vale la pena
andar tan de prisa, que la vida tenemos que disfrutarla sorbo a sorbo y no beberla sin saber
que estamos tomando.

Por último y no por eso menos importante esta Vidad el ultimo de mis elefantes, lleno de
energía, de ganas de vivir, con mucha ilusión por el futuro que le espera, ha empezado a
caminar por esta selva que es la vida, él también hace magia, basada en cosas técnicas nuevas
que mi escaso conocimiento en esas materias, hace que muchas veces no los comprenda y él
tiene que explicarme el proceso, se prepara para su futura vida, tiene ese empuje y fuerza que
solo la tiene, la juventud, estoy seguro que triunfara.

Mis nietos tienen sus propios amigos, Brielga tiene al castor Morocotopo, vamos todo un
personaje listo y muy inteligente, le gusta ir siempre muy bien vestido, tanto es así que tiene
chalecos para invierno y para el verano.

Luego mi nieta Nesi tiene por compañera de juegos a la gatita Kitty, cubierta de un hermoso
pelaje blanco con un vestido de color rosa, lleva sentada en su regazo una gatita pequeña con
un lazo color rojo, es alegre y muy feliz, si le preguntas a ella que quiere ser de mayor te dará
la más sabia de las respuestas que escuche en mi vida, te dirá “yo de mayor solo quiero ser
feliz” tiene un corazón de oro. También acompañan a estas mascotas una ratita blanca de
mirada dulce y serena de nombre Soledad.

La mascota de mi nieta Razai es una gatita preciosa de nombre Khalessi, con una personalidad
muy propia, mirada inteligente y bondadosa. Es tierna y curiosa se puede pasar horas
observado lo que haces. Es una buena mascota educada y tranquila.
Jor-el, el menor de mis nietos tiene al más inquieto y juguetón de todas las mascotas es una
perrita pequeña de nombre Kanela, siempre quiere ser el centro de atención, corre y salta,
juega con Khalessi que la mira distraídamente hasta que se aburre da media vuelta y se retira a
su lugar de descanso.

Estos son mis cuatro nietos y sus mascotas su alter ego.

Estoy orgulloso de mi manada, sé que siempre estarán dispuestos a cuidarse entre ellos, y
cuando yo no esté en este mundo, cuando vean a un elefante, recordaran a su abuelo el
elefante Cepo, que decía que las muchas arrugas que tenía, cada una significaba una
experiencia de vida.

A mí desde muy joven me entrenaron para ser un elefante equilibrista, me enseñaron


diferentes trucos o ejercicios, desde hacer equilibrio en un solo pie, a caminar solo con las
patas traseras. No veas el equilibrio que tenía que hacer para no caerme con el peso y
volumen que tengo, luego hacia acrobacias encima de un tonel de madera y otros trucos, pero
yo tenía el sueño de ser músico. Cuando empecé a vivir en un circo era muy joven y escuchaba
tocar a la orquesta, quería ser como ellos, tenía la ilusión de hacer el desfile inicial al lado de
ellos y que la gente me aplaudiera, que los niños vieran que los elefantes también podemos
ser músicos, pero yo tenía las manos muy torpes y grandes y el instrumento que quería tocar
era la guitarra, no pudo ser, no participe nunca en la banda del circo, con el correr de los años
aprendí a tocar la guitarra, tenía unas patas muy torpes, pero la naturaleza me doto de una
trompa muy sensible y con ella en base a practicar y practicar todos los días aprendí a tocar la
guitarra.

Al final en los días descanso tocaba, para deleite de los amigos animales que tenía. Nos
sentábamos alrededor de una buena hoguera y cantábamos hasta muy tarde, en el circo tenía
muchos amigos. Entre ellos destacaba uno al cual siempre aprecie y quise por su sabiduría y
buenos consejos, ahora está conmigo en este lugar, se llama Torvic, es un búho sabio, siempre
tiene la palabra adecuada para cada ocasión, si ese día estas con el ánimo bajo, seguro que él
te contara alguna anécdota o te dirá algunas palabras que harán que tu animo mejore y si
estas en problemas seguro que él te ayuda sin que se lo pidas. También tenía otros muchos
amigos en el circo, que siguen trabajando, estaba mi amigo Lambert, el león, que siempre
añoraba su libertad en las llanuras de su país natal, soñaba con caminar por sus verdes
praderas, escuchar el canto de los pájaros y andar libre, también estaba mi amiga Raysa, la
jirafa que con su andar pausado nos indicaba calma, que tenemos que tener paciencia, que las
cosas se consiguen con voluntad y firmeza, nos servía de vigilante con su largo cuello. Estaba
también el oso Bernardo, era el ciclista del grupo, su acto consistía en montar en una bicicleta
y dar vueltas alrededor de la pista central, siempre con su mal carácter, tenía los dientes en
mal estado y ese dolor continuo le hacía comer mal, luego la tripa le dolía. Contaba el, que de
pequeño no se solía lavar los dientes antes de dormir, como le indicaba su madre. Y con el
correr del tiempo los dientes se le estropearon, por eso andaba siempre enfurruñado y de mal
humor. Estaba Paca la cebra, con su pijama a rayas. Sus primos, los caballos siempre en
manada, todos juntos corriendo de un lado a otro, haciendo estruendo con sus paseos. Los
más hábiles y espectaculares por los malabares que hacían eran los monos, algunos hacían
equilibrio, otros eran malabaristas, otros tocaban instrumentos. Recuerdo al chimpancé Ángel,
que disfrazado con una capa hacia un número espectacular, que culminaba con un doble salto
mortal de un trapecio al otro. Que buena vida aquella, trabajamos en algo que nos gustaba y
disfrutábamos. Recordaba las palabras sabias de nuestra madre Tamar:

“Si aprendes y trabajas en algo que te gusta, luego disfrutas de ello toda tu vida” y así era. Yo
cada día que salía a trabajar a la pista del circo lo hacía contento y disfrutaba de mi diario
trabajo.

Teníamos suerte porque nos trataban bien, mi entrenadora y domadora me cuido muy bien y
me retiro del trabajo en el circo cuando ya estaba muy viejo y no podía hacer mis acrobacias
acostumbradas con la agilidad de antes, cosa que le agradezco, porque ahora, como dije al
comienzo, empiezo una nueva vida en este lugar.

Viaje mucho, el circo nunca para de viajar, conocí otros países, otras lenguas, otra gente otras
culturas, muchas veces no entendía las palabras de la gente, pero entendía sus gestos. Me di
cuenta que aunque el color de la piel sea diferente, aunque sus costumbres y sus dioses sean
distintos, en el fondo todos los seres humanos son iguales, la ilusión, la sorpresa, la magia que
yo veía en la mirada de los niños, eran iguales, sea el color que sea de la piel, sea el idioma que
sea, en una gran cuidad o en un pequeño pueblo al otro lado del mundo, la felicidad y asombro
que se veía en la mirada de esos niños era igual en todos. Con la gente mayor sucedía lo
mismo, ellos ya no tenían esa mirada de ilusión, de magia, de fantasía de los niños, pero se
alegraban cuando sus hijos, reían a carcajadas con alguna acrobacia de un payaso, o miraban
sorprendidos a los domadores controlar a los leones en sus jaulas.

Siempre fui un elefante curioso, me fijaba en todo, en el color de su piel, sus idiomas, sus
costumbres, sus casas, su música, sus dioses, eran todos muy diferentes, pero siempre la
sonrisa de los niños, el asombro ante la magia del circo, siempre era la misma. Entendí que los
seres humanos aunque el color de su piel sea diferente, sus idiomas sean diferentes o sus
dioses distintos, en el fondo son todos iguales, hay gente buena y gente mala en todos los
lugares, la diferencia está en sus sentimientos y no en su cultura, ni en el color de su piel, ni en
sus dioses, ni en su estatus económico.

Que cuente alguna anécdota, pues si tengo muchas, algunas sucedieron, otras las alimento mi
imaginación, seguro que de un pequeño suceso que para otros fue un hecho insignificante
para mí con la imaginación de elefante que tengo, sacaba todo un cuento que en las noches
del circo deleitaban a mis compañeros, quizás una de las que más me marco fue la que relato a
continuación:

Recuerdo una vez que llegamos a una cuidad en España, la cuidad se llamaba Alicante,
habíamos instalado la carpa del circo y salíamos por la cuidad a invitar a la gente para que nos
fueran a ver, delante como siempre desfilaba la banda de músicos con sus multicolores trajes,
tocando una alegre melodía, luego los payasos con sus enormes zapatos, sus ropas
multicolores y sus rojas narices, seguían los malabaristas tirando al aire sus clavas y pasándolas
entre ellos, al girar una esquina de pronto oímos un grito de asombro de un niño, que nos
llamó la atención a todos , “Un enaaanoooo” miiiiraaaa Pili “Es un Enaaanoooo” el niño
asombrado con los ojos muy abiertos y dando saltos de asombro señalaba al enano que seguía
a los malabaristas, de pronto se percató que detrás de los malabaristas seguía un grupo de
veinte enanos , el niño al darse cuenta que había más enanos se puso a gritar y a saltar “Todos
son enaaanoooos Piliiii “ “Tooodoooos son enaaaanoooos” al niño se le salían los ojos del
asombro, nunca había visto un enano, los únicos que conocía eran los de las ilustraciones de
los cuentos que le leían, saltaba y gritaba, había descubierto, algo fantástico, se acababa de
revelar ante sus ojos que los sueños más inimaginables, se convierten en realidad, acababa de
descubrir que las fantasías, si las deseas con muchas ganas se convierten en realidad, él se
había imaginado como serían los enanos de los cuentos que le leían, pero verlos caminando a
pocos metros había sobrepasado toda imaginación, han pasado más de veinte años y yo aún lo
recuerdo y lo suelo contar cuando me reúno con mis amigos, estoy seguro que ese niño será
hoy un hombre y recordara la primera vez que vio a un enano.

Con el correr de los años mi cuerpo envejeció, mi vista ya no es la misma de antes, mis
cansadas patas no tienen la agilidad de mi juventud, los huesos de mi enorme cuerpo me
duelen, pero yo siento que mi alma, mi espíritu es más ligero y libre. Mis pensamientos son
más jóvenes cada día, creo que la verdadera edad no es la cronológica, la verdadera edad se
mide por la cantidad de ilusiones que se tiene, alguna vez leí que “Los años arrugan la piel,
pero renunciar al entusiasmo a la ilusión, arrugan el alma”, y yo soy de esos que tengo ilusión
por hacer cosas, por aprender, por viajar , pero no trabajando con el circo, viajar para disfrutar,
tengo tantas cosas que aprender, que eso hace que mi alma de elefante no tenga ni una sola
arruga de vejez.

La vida nos enseña cada día, aprendí que “Las cosas más bellas del mundo, no se ven ni se
tocan, solo se sienten con el corazón” aprendí que la vida se acaba cuando dejamos de soñar,
de tener ilusión, aprendí que lo que realmente tiene valor en este mundo no cuesta nada de
dinero, que llegaste desnudo y te iras desnudo tal como llegaste.

A mis cuatro hijos elefantes los quiero, los admiro y respeto por su mesurada y sensata vida,
son buenos hijos y serán buenos padres, pienso muchas veces que mi paso por esta vida no
fue estéril ni vacía, nunca me atrajo la fama, ni la fortuna, ni el dinero, solo quería tener para
vivir decorosamente, que me equivoque a lo largo de mi vida, seguro, muchas veces, por
juventud, por estupidez o por ignorancia, ya mayor un amigo me enseño una frase que se me
grabo en mi memoria de elefante y ahora la escribo para el que quiera recordarla dice así:
“Solamente no se equivocan Dios y los imbéciles” y yo no soy el Dios elefante indio Ganesha, y
tampoco soy un elefante imbécil, soy un elefante normal quizás con muchos defectos y pocas
virtudes que se equivocó muchas veces, pero hasta de esas equivocaciones trate de sacar
conclusiones positivas y de no repetir mis errores.

Hoy pasados los años la vida me deja ese sabor de boca agradable de poder mirar a mi
alrededor y constatar que me quieren los elefantes que yo quiero y que mi recuerdo perdurara
después que inicie mi viaje a otros pastos, sé que realmente moriré cuando deje de estar en la
memoria de los que me aman y es lo único que de verdad importa.

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