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Resumen
Eclipsados por las migraciones procedentes del continente europeo y, en especial, por un
discurso oficial que buscaba consolidar la imagen de un país blanco y occidental, los
africanos se erigieron en un componente negado de la sociedad argentina. Aunque esta
imagen contradijo la evidencia histórica de las decenas de miles de personas
introducidas forzadamente dentro del marco del tráfico esclavista y, además, de los
ingresos espontáneos posteriores que tuvieron su origen en Cabo Verde, debería
esperarse a las últimas dos décadas del siglo XX para que este sector de la población
adquiriera real visibilidad, con las nuevas migraciones procedentes de África y el
Caribe.
En forma simultánea a la llegada de estos inmigrantes, se multiplicaron las acciones
dirigidas a mostrar a la africanidad como un componente intrínseco a la nacionalidad
argentina, que había quedado oculto detrás del mito del crisol de razas y de la ausencia
de discriminación. Sin perjuicio de esta apertura, ha de abordarse el proceso de
visibilización e inserción de la población de origen africano como un complejo
entramado de construcciones identitarias, presupuestos ideológicos y normas, no exento
de prejuicios basados en estereotipos culturales ni de trabas migratorias dirigidas a
restringir el acceso a la residencia legal.
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1
Alberdi, Juan B. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina,
Diferencias, 2006 (1852), pp. 73-74
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nacionalidad argentina, como así también cualquier raíz africana herencia de los tiempos de
la trata esclavista, quedando así configurada la ficción de que “en la nación moderna han
quedado resueltas las diferencias étnicas”5.
Estas afirmaciones, sin embargo, no logran sostenerse frente a las evidencias históricas.
En el siglo XVI, el Río de la Plata se transformó en la puerta de ingreso hacia las rutas que
permitían el acceso a las riquezas metalíferas del Perú, donde la demanda de mano de obra
se hizo creciente. Es en este contexto que debe entenderse la primera fundación de Buenos
Aires por Pedro de Mendoza, en 1536, como así también las posteriores de Córdoba,
Santiago del Estero, Tucumán y Catamarca7, en el interior del territorio. Dada la resistencia
5
Reyes Mates, Manuel, Introducción. En: Noufouri, H. y otros. Tinieblas del crisol de razas. Ensayos sobre
las representaciones simbólicas y espaciales de la noción del otro en Argentina, Buenos Aires, Cálamo de
Sumer, 1999.
6
Sarmiento, Domingo Faustino. Conflicto y armonía de las razas en América, Buenos Aires, S. Ostwald
Editor, 1883, p. 41.
7
Arias, Alfredo Martín. La Argentina mestiza, Rosario, Libros del Sur, 2007, p. 40.
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y las dificultades encontradas para utilizar mano de obra indígena8, a partir de la segunda
fundación de Buenos Aires, que tuvo lugar en 1580, se dispuso el ingreso de millares de
africanos esclavizados para cubrir las necesidades de fuerza de trabajo en Asunción, Chile,
el Alto Perú y, en especial, dentro de este último, en las minas de plata del Potosí, por lo
que fueron conducidos a través de Córdoba, Tucumán y Salta hacia sus destinos finales.
Esta situación cambió cuando en 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata, ya que el
interior dejó de ser el centro de atracción de mano de obra esclava debido a la caída abrupta
de la producción argentífera en Potosí.
El ingreso de africanos en el interior durante los pasados dos siglos adquirió una
importancia que quedó evidenciada en el censo poblacional llevado adelante por el virrey
Juan José de Vértiz en 1778, cumplido por orden del rey Carlos III, quien exigía la
realización de uno cada año en todas las colonias españolas. Los resultados revelaron que,
en las provincias de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán, Córdoba y Salta, los
8
En el noroeste, pueblos indígenas que habían sido colonizados previamente por el Imperio Inca y, que, por
lo tanto, habían sufrido una experiencia de dominación y aculturación, se incorporaron institucionalmente a la
colonización española como mano de obra, pero este proceso incluyó fuertes movimientos de resistencia.
9
Guzmán, María Florencia. “Una reflexión desprevenida”. En : Andes, Salta, Nº 17, p. 7-8.
10
Goldberg, Marta. “Las sociedades afroargentinas de ayuda mutua en los siglos XVIII y XIX”.
www.cementeriochacarita.com.ar/SociedadAfroArgentinas.rtf
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afromestizos conformaban más del 50% de la población total11. En Buenos Aires, por su
parte, constituían el 28,4% o sea, 6.825 sobre un total de 24.083 habitantes que tenía la
ciudad12. Sumados el noroeste, Cuyo y Buenos Aires, la cifra de negros y afromestizos se
elevaba a 93.985, o sea, un 44,5% del total de una población de aproximadamente 210.000
personas dentro del actual territorio argentino.
11
En Catamarca abarcaban el 73,6% de la población; en Salta, el 67,6%; en Tucumán, el 64%; en Santiago
del Estero, el 54,13% y en Córdoba el 54%. Datos extraídos de: Guzmán, María Florencia. “Los mulatos-
mestizos en la jurisdicción riojana a fines del siglo XVIII: el caso de los Llanos”. En: Temas de Asia y África,
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Nº 2, 1993, pp. 71-107.
12
Mallo, Silvia. “Negros y mulatos rioplatenses viviendo en libertad”. En: Cáceres Gómez, Rina. Rutas de la
esclavitud en África y América latina, San José de Costa Rica, Editorial Universidad de Costa Rica, 2001, p.
313.
13
Guzmán, María Florencia. “Africanos en la Argentina. Una reflexión desprevenida”. En: Andes (Salta),
enero-diciembre 2006, Nº 17, p. 197-238, ISSN 1668-8090
14
Mallo, S. Art. Cit., p. 315.
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Más allá de la disminución de la que dan cuenta los censos, lo que resulta relevante es
que no por haberse reducido el número de habitantes de origen africano podía hablarse de
su desaparición como parte integrante de la composición poblacional de la Argentina. Lo
que sucede es que, tanto en el siglo XVIII como en el XIX, resultaba absurdo hablar de
vertientes originarias “puras”, inclusive en lo que hace a los blancos europeos, minoritarios
desde los comienzos de la ocupación. Sólo por ofrecer algunos ejemplos, para 1778, en
Tucumán se contabilizaban 5.809 blancos frente a 25.507 indígenas, mestizos, negros y
mulatos; en Jujuy, eran 923 los blancos y 14.470 los indígenas y mestizos. Una excepción
la constituía tal vez la ciudad de Buenos aires, en donde los blancos eran 22.815 frente a
2.997 mestizos y 3.837 negros. En resumen: la existencia de negros, de indígenas y de un
alto número de mestizos seguía siendo una realidad innegable en los albores de la
independencia.
resto (negros libres, mestizos, mulatos, zambos, clasificados en infinitas gradaciones por
una conciencia colectiva cada vez más sensible a las diferencias de sangre, que llegó a
distinguir no menos de treinta y dos grados intermedios entre la sangre española y la
indígena) vive sometido a limitaciones jurídicas de gravedad variable” 19. Si bien existía
un estatuto jurídico de “casta superior”, que abarcaba a europeos y a sus descendientes, no
sólo el nacimiento, también la compra, podía asegurar el acceso a esta categoría y además,
esos descendientes, que formaban el llamado sector criollo, no siempre podían alegar un
origen exento de mestizaje20. Lo cierto es que una variedad en muchos casos inclasificable
se constituyó en la característica intrínseca, no en la excepción, dentro de la sociedad.
19
Halperín Donghi, Tulio. Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla,
México, Siglo XXI, 1979, pp. 53-64.
20
El origen mestizo de muchos de los criollos vinculados a la Revolución de Mayo, a las luchas por la
independencia y a la construcción del Estado nacional resulta innegable. Los casos más paradigmáticos son
los de Bernardo de Monteagudo y Bernardino Rivadavia, cuya ascendencia africana resulta hoy
prácticamente indiscutida. Por otra parte, en los últimos años, un grupo encabezado por Hugo Chumbita, autor
de El secreto de Yapeyú. Los orígenes mestizos de San Martín, solicitó ante el Congreso de la Nación que se
realizara un estudio de ADN al cadáver de este prócer para verificar los orígenes indígenas que se le atribuyen
en dicho libro, del cual surge que su filiación materna sería guaraní.
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24
Ferns, H.S. Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, Ediciones Solar, 1984, pp. 147-148.
25
“Los mayores compradores fueron las mismas personas que se habían convertidos en grandes
terratenientes en tiempos de la enfiteusis: los Anchorena, Díaz Vélez, Féliz de Álzaga, Felipe Arana y
Domingo Lastra. Hacia 1840, 3.436 leguas cuadradas de la provincia se encontraban en manos de 293
personas”. Lynch, John. Argentine Caudillo: Juan Manuel de Rosas, Lanham, Rowman and Littlefield
Publishers, 2001, p. 21
26
Puso en vigencia una normativa de corte proteccionista destinada a favorecer a los pequeños productores y
agricultores locales y del interior, prohibiendo la introducción de productos de manufactura extranjera que
podían fabricarse en el país y estableciendo fuertes cargas tributarias a otras mercaderías que eran pasibles de
ser sustituidas por nacionales. Asimismo, las exportaciones que salían en buques que no eran de bandera
argentina fueron gravadas con un 4% de su valor. En la práctica, estas medidas tuvieron un alcance muy
limitado, ya que se mantuvo el régimen de puerto único, con los ríos interiores cerrados y las provincias
“sujetas a la marcha económica de Buenos Aires”; además, en 1841, la importación de la mayoría de los
artículos prohibidos volvió a ser permitida. Al respecto, ver obra citada de John Lynch, pp. 150-155.
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Mármol y Miguel Cané –a los que luego se agregaría Domingo Faustino Sarmiento-, que
pretendieron erigirse en continuadores de los principios revolucionarios de 1810 27. Sin
embargo, lo que hicieron fue institucionalizar un discurso que se alejaba en forma definitiva
de los principios revolucionarios inclusivos, para comenzar a configurar una idea de nación
argentina que excluía a la población de origen no europeo. Su obra literaria es considerada
fundacional porque se aboca a construir un ser nacional, el cual quedaría enmarcado en los
valores del progreso decimonónico y en oposición a un Otro que coexistía en el mismo
territorio, percibido como contrario a los ideales iluministas y a la civilización occidental.
En su Facundo o Civilización y barbarie, Domingo Faustino Sarmiento contrapone al
habitante de la ciudad, que “vive la vida civilizada, tal como la conocemos en todas partes:
allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción…” 28 , con el gaucho,
en quien la vida del campo ha desenvuelto “las facultades físicas, sin ninguna de las de la
inteligencia”, carente de educación y de ambiciones 29 , por lo que su destino será,
taxativamente, convertirse en “un malhechor o un caudillo”30.
las clases bajas e iletradas, se hace posible “por una ficción repugnante de los sucesos de la
época”, que los llevaba a creer –equivocadamente-, “que la sociedad había roto los diques
en que se estrella el mar de sus clases obscuras, amalgamándose la sociedad entera en una
sola familia” 33 . La verdadera nación de ningún modo podía albergar una mezcla, una
convivencia de razas; tal imagen sería sólo una “ficción”. Comenzó, así, a consolidarse el
mito de la nación homogénea.
4. El ocultamiento de la diversidad
33
Mármol, José. Amalia, Cátedra, Letras Hispánicas, Edición de Teodosio Fernández, 2000, primera parte,
cap. IX.
34
Esta denominación obedece a que en 1837 fundaron en Buenos Aires un centro dedicado a debatir temas
políticos, culturales y filosóficos llamado Salón Literario.
35
“Dogma socialista de la Asociación de Mayo”. En: Gutiérrez, Juan María (Ed.). Obras completas de D.
Esteban Echeverría. Edición Buenos Aires, Carlos Casavalle Editor, 1870-1874, v.4.
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Para Alberdi, las poblaciones “civilizadas” eran las originarias de Inglaterra, Irlanda,
Escocia, Suiza, Bélgica, Holanda y Alemania, a las que debía atribuirse la implantación de
los principios de la libertad y de la laboriosidad en ese país de América del Norte. “Si la
población de seis millones de angloamericanos que empezó la República de los Estados
Unidos –se pregunta-, en vez de aumentarse con inmigrados de la Europa libre y
civilizada, se hubiese poblado con chinos o con indios asiáticos, o con africanos, o con
otomanos, ¿sería el mismo país de hombres libres que es hoy día? […]¿Por qué razón he
dicho que en Sud América, gobernar es poblar, y en qué sentido es esto una verdad
incuestionable? Porque poblar, repito, es instruir, educar, moralizar, mejorar la raza. Por
eso he dicho en la Constitución que el gobierno debe fomentar la inmigración europea.
Pero poblar no es civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de
Asia y con negros de África37”.
Las subsiguientes Campañas del Desierto que culminaron entre 1878 y 1881, por
iniciativa de quien fuera titular del Ministerio de Guerra y, posteriormente, presidente de la
36
Alberdi, Juan Bautista. Bases y puntos de partida para la organización del la República Argentina, p. 22.
37
Idem, p. 24.
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En abierta contradicción con el espíritu de la “Ley Avellaneda”, desde fines del siglo
XIX y reflotando un camino abandonado en tiempos de la trata esclavista, comenzaron a
llegar inmigrantes a la Argentina procedentes de tierras africanas. El lugar de origen de
estos nuevos ingresados fue, concretamente, el archipiélago de Cabo Verde, desde donde
arribaron apremiados por las sequías y por las imposiciones del gobierno colonial, en
manos de Portugal. Su ingreso al país se dio en sucesivas oleadas que se extendieron hasta
la segunda posguerra.
38
La consagración de este proceso se dio de la mano de la élite política que gobernó a la Argentina entre 1880
y 1916, conocida como la Generación del ’80. Entre los presidentes que formaron parte de ella, se encuentra
Julio Argentino Roca, el artífice de la Campaña del Desierto, en cuyo segundo período de gobierno se
promulgó la Ley de Residencia de 1902, por la cual se habilitaba al gobierno a expulsar inmigrantes sin juicio
previo. Esta normativa fue obra de Miguel Cané, uno de los intelectuales que también formó parte de esta
Generación. Para un análisis político-literario del papel cumplido por la élite gobernante en esos años, resulta
ilustrativa la introducción de María Elena Murdrovcic al libro En la sangre, de Eugenio Cambaceres (Buenos
Aires, Stockcero, 2006).
39
En especial en los barrios de Ensenada –ubicado a 60 kilómetros de Buenos Aires- y Dock Sud, en los
límites de la capital.
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40
Armus, Diego. "Mirando a los italianos. Algunas imágenes esbozadas por la élite en tiempos de la
inmigración masiva". Devoto, Fernando y Gianfausto Rosoli (Comp.). La inmigración italiana en la
Argentina, Biblos, Buenos Aires, 1985, p. 99-100.
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racismo y discriminación dentro del país41. Sin embargo, la inserción de los caboverdianos
en la sociedad de adopción se vio facilitada por sus propias adscripciones identitarias,
acordes con las preferencias locales.
Aunque quienes emigraban de Cabo Verde lo hacían para escapar a la dura situación
económica del archipiélago y al régimen colonial lusitano –el cual, inclusive, les imponía
migraciones forzadas para ir a trabajar en condiciones penosas a otras colonias 42 -, no
dudaron en identificarse a sí mismos como portugueses, aprovechando una adscripción
jurídicamente fidedigna ya que a los habitantes de Cabo Verde se les había otorgado el
estatus de ciudadanos portugueses dentro del imperio. Esto les permitió fraternizar con los
inmigrantes lusitanos, a los que consideraban pertenecientes a la misma “colonia” 43 .
Inclusive aquéllos llegados luego de 1945, con la última oleada migratoria, se definían a sí
mismos como “lusoafricanos”44, tomando así distancia de los africanos continentales. En
resumen: la nacionalidad portuguesa y la asunción de una identidad “mestizada”,
diferenciada del resto de los africanos fenotípica, cultural y educativamente, actuaron como
mecanismos de adscripción funcionales a la europeización que imponía el modelo del país
de recepción.
41
Se trata de una percepción compartida por los inmigrantes sobrevivientes que llegaron a la Argentina en las
décadas del 1940 y 1950.
42
Nos referimos a la emigración “forzada” impuesta por la Corona Portuguesa a los habitantes del
archipiélago a través del sistema de contratos. Un bando real del 18 de mayo de 1864 obligaba al gobernador
de Cabo a “transportar a las islas de Santo Tomé y Príncipe mil hombres y mujeres apelando a toda forma
posible de persuasión”
43
Actas de la Asociación Caboverdiana de Dock Sud, 1934-1935.
44
Entrevistas con emigrados radicados en Dock Sud.
45
Frigerio, Alejandro. “De la ‘desaparición’ de los negros a la ‘reaparición’ de los afrodescendientes:
comprendiendo la política de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en la
Argentina”. En: Lechini, Gladys (Comp.). Los estudios afroamericanos y africanos en América Latina.
Herencia, presencia y visiones del otro, Córdoba, CLACSO, 2008, pp. 120-121.
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46
Idem.
47
Este cambio dividió a la comunidad, ya que muchos se opusieron al proceso emancipatorio y a abandonar la
ciudadanía portuguesa. De todos modos, con el impulso de un sector, se creó el comité regional del Partido
Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC).
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El Censo Nacional de Población del año 2010 incorporó una pregunta por la cual los
censados debieron responder si eran o no afrodescendientes. Esta iniciativa, aunque puede
interpretarse como un avance en el reconocimiento de la africanidad en su carácter de
vertiente de la nacionalidad argentina, sólo abarcó a poblaciones con menos de 50.000
habitantes y al diez por ciento de las restantes, lo cual implica la obtención de resultados
parciales. Además, no se vio acompañada de una acción de concientización amplia que
permitiera a la población en general comprender el significado histórico y social de esta
pregunta54. En realidad, lo cierto es que aún se encuentra pendiente una acción global de
reconocimiento de la diversidad que tome en consideración a las raíces africanas como una
de las vertientes culturales de la argentinidad, trascendiendo los simples aspectos
cuantitativos y las connotaciones negativas instauradas por la trata esclavista atlántica y el
colonialismo, como condición imprescindible para que este aporte pueda ser cabalmente
valorado en el seno de la sociedad.
52
“Más allá de los promedios. Afrodescendientes en América Latina”. Resultados de la Prueba Piloto de
Captación en la Argentina, Josefina Stubbs y Hisca N. Reyes (Editoras), Universidad Nacional de Tres de
Febrero/The World Bank, 2005.
53
Avena, Sergio y otros. “Mezcla génica en una muestra poblacional de la Ciudad de Buenos Aires”. En:
Medicina (Buenos Aires), 2006, 66, pp. 113-118.
54
La campaña de sensibilización sobre este punto del censo que hizo el Instituto Nacional contra la
Discriminación, el Racismo y la Xenofobia (INADI), perteneciente al Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, tuvo un alcance limitado a un sector minoritario de la población.
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Bibliografía