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23 al 26 de
noviembre de 2011. Facultad de Derecho. Universidad Nacional de
Mar del Plata.
rafabriano@hotmail.com
9 Terán, O., Historia de las ideas en la Argentina, diez lecciones iniciales, 1810-1980. Pág. 111.
10 Como otros tantos positivistas, apelaba a términos médicos o de la recientemente aparecida psicología
social. En consecuencia, hablaba de “psicopatologías” para referirse a algunos de los obstáculos para
el progreso en América Latina. Siguiendo esta línea de argumentación, para el caso que nos compete,
primero era necesario hacer un “diagnóstico” de la realidad argentina (y lo que esta todavía tenía de
latinoamericana) para luego, pasar a la etapa terapéutica que haría desaparecer los “síntomas” y,
sobre todo, terminar con la “enfermedad”.
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apoyaban en consideraciones sobre la influencia del medio físico y la regeneración
racial, su argumentación remarcaba la posibilidad de modificación mediante la
renovación mental. Consideraba que era factible la realización de un cambio de
mentalidad y costumbres en nuestros pueblos. Sostenía que el curso histórico no estaba
prefijado por los caracteres heredados o el ambiente natural, sino que el medio estaba
compuesto principalmente por los ideales y hábitos de quienes pertenecían a una
comunidad. En la formación del individuo incidía el “orden moral” de la sociedad.
Representaba una excepción, especialmente frente a otros escritores argentinos y
latinoamericanos que dando muestra de racismo, convertían sus prejuicios de un modo
tal que sirvieran como explicación del retraso de estas tierras. “Para Álvarez el término
“raza” es sinónimo de nacionalidad, representando las costumbres, ideas,
sentimientos, leyes e ideales que corresponden a un pueblo. Esta concepción aclara que
remite a la raza “artificial” de la que habla Le Bon, pero si en las tesis de este escritor
francés que se difundieron profusamente juega un papel condicionante el pasado, en
cambio en el primero se acentúa la posibilidad de modificación del presente”.11 Esto se
debe a que sostenía que la conformación racial estaba condicionada sobre todo por
factores culturales (el “ambiente moral”) que, están condicionados históricamente, pero
pueden ser modificados.
En consonancia con otros positivistas, consideraba que era posible diferenciar
distintos tipos de razón. Por un lado, la razón natural, aquella clase de razón que
poseen todos los hombres, orientada al beneficio propio y a la cual puede atribuírsele
los impulsos. Es decir, la razón que, de no existir ningún tipo de alteración, comparten
los “niños civilizados” y los “salvajes adultos”. Por otro lado, llamaba razón científica
o experimental a la razón “a posteriori”, perfeccionada por el arte de la educación.
Surge “al lado del impulso directo y sugiere las consecuencias indirectas, mediante la
observación y el estudio que forman su experiencia”.12 Por último, existía la razón
pura que, “al encarar las cuestiones en su fórmula más simple con exclusión de
antecedentes y relaciones de todos grados, llegaba naturalmente a un juicio inmediato,
neto, concluyente y absoluto”.13 Este último tipo de razón es fundamental para nuestro
análisis porque, en su opinión, en los países sudamericanos, “la independencia había
destruido la tradición sobre la cual descansaba el régimen colonial y el nuevo régimen
de los pueblos libres sólo podía fundarse sobre la razón pura”.14 De esta forma, la
convulsionada historia argentina estaba marcada por el predominio de esta razón
15 Ibídem. Pág. 45. Como otros positivistas, consideraba que la vida y la historia siempre conservaban
una relación directa con la naturaleza.
16 Álvarez, A., Manual de patología política. Pág. 148.
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por el trabajo, sobrará poco tiempo para aplanar calles y fomentar billares, y si está
aclimatado también el gusto por los juegos atléticos”.17
Refiriéndose también al medio social, la religión católica y su incidencia
omnipresente en la sociedad colonial eran responsables del atraso, la barbarie y el
escaso impulso al desarrollo de la ciencia y la libertad.
En relación al andamiaje constitucional sostenía que de nada servían
“instituciones adelantadísimas” cuando se obraba “de modo sudamericano” y, por lo
tanto, se recurría frecuentemente a “brutales salvajismos”. Consiguientemente, daba
cuenta de un desacople estructural entre las leyes y las costumbres y, si se deseaba
actuar progresivamente en la realidad política argentina, habría que tener en cuenta este
dato y tratar de adecuar estos dos elementos. En su opinión, las costumbres eran
determinantes porque representaban modos automáticos de actuar y, en nuestro país
(como en casi todo el continente), las leyes y las instituciones no debían casi nada a la
experiencia, eran “hijas directas de la razón”. Las provincias argentinas, “en el papel,
disfrutan de las constituciones más adelantadas de la tierra y las archiperfeccionan de
continuo, y todavía no logran que sus vecinos vivan en paz cristiana; que sus elecciones
no sean sanbartolomés; que sus caudillos oficiales y caudillos populares no sean
calamidades en ejercicio y calamidades a plazo”.18 La Argentina representaba, la
“justicia de forma”, la “mera ilustración”, en otras palabras: la “civilización
semiplena”, donde “las leyes eran perfectas y las costumbres pésimas”.19
“Los altos ideales y toda esa jerga de pura fantasía política nos servirá si
acaso, para los trances extraordinarios, que son los menos, pero, para los sucesos
menudos, que son casi el todo, la gruesa artillería constitucional es contraproducente.
Pertrechados con los grandes ideales para la vida ordinaria del país, estamos como
aquel que se fue al Chaco llevando un rifle de repetición para los tigres, y que, sin
haber visto uno solo, se volvió corrido por los mosquitos, los tábanos y la dispepsia”.20
La barbarie política la atribuía a la intolerancia y el ánimo regeneracionista que
buscaba siempre erradicar de cuajo a todos aquellos que eran definidos como “enemigos
de la patria”, “salvajes”, “inmundos”, “forajidos” y otra serie de epítetos tendientes a
negarles su condición humana y, de esta manera, facilitar el camino hacia su
eliminación por vía del degüello, sablazos, fusilamientos, etc. Por consiguiente, el
caudillismo era definido como un reflejo de la persistencia del salvajismo y unas
costumbres que debían desaparecer. Un defecto que caracterizaba a los
26 En el pensamiento de Max Weber, el “tipo puro ideal” es una construcción teórica formada por la
exageración o acentuación de uno o más rasgos o aspectos observables en la realidad. El tipo así
construido puede llamarse ideal porque existen como una idea. Se trata de una construcción
puramente conceptual que no puede ser encontrada empíricamente en la realidad.
27 “Todos somos brasileños en South América (mucha figuración y pocas nueces)”. Álvarez, A., Manual
de patología política. Pág. 100.
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la vagancia y pereza. Estos dos últimos defectos son particularmente dañinos porque el
trabajo es la fuente de la libertad individual y, en consecuencia, la riqueza.28
El ideal de este pueblo era simplemente adquirir importancia. Los argentinos
estaban carcomidos por el espíritu de rivalidad, en lugar del instinto del deber o el deseo
de superarse a sí mismos. Las dos “virtudes nacionales” eran la insolencia y la
declamación. El favoritismo y el espíritu de corrupción, daban como resultado una
suerte de “socialismo de los acomodados”. El culto nacional por el coraje traía
aparejado que no se respetara a la autoridad, siendo de este modo el crimen
particularmente tolerado. El público tiene ojos para ver y afición para admirar el valor,
pero no tiene sentido moral para sentir el crimen, ni energía para reprimirlo. Además,
como ocurre en España o Sicilia, existe una complicidad activa o pasiva de los
habitantes con los bandidos y cuatreros.
La justicia y las instituciones tampoco quedaban a salvo de su descarnado
análisis. Al rememorar sus años como juez o jefe de policía, muestra lo extendida que
estaba la corrupción judicial y administrativa (por ejemplo, menciona el increíble
porcentaje de quiebras fraudulentas). Para él esto era atribuible a que “cambiamos de
reglamento como los malos inquilinos cambian de casa” y, las garantías
constitucionales tienen entre nosotros un significado real muy variable. Aquí lo que
debiera ser criterio de los jueces es criterio de los políticos y viceversa (exactamente el
polo opuesto de la Inglaterra). “En los tribunales ingleses la ley es como una muralla
de granito. En los tribunales argentinos, la ley argentina es como un alambrado: unos
las pasan por debajo y otros por encima”.29
“South America” es una denominación que tomó prestada de “los prácticos y
positivistas ingleses”, y que tenía más que ver con una definición en términos políticos
o, mejor dicho, sociológicos, que geográficos. Así, curiosamente, América central se
podía denominar como “South America”, mientras que algunos países que
geográficamente pertenecían a Sud América, no podrían definirse de esa forma:
“América Central, todavía se está liberando, salvando y regenerando furiosamente. En
todas partes domina, por arriba, en los gobernantes, una tendencia bárbara a hacerse
protectores, grandes, ilustres, sabios, patriotas, progresistas, etc., todo lo cual nunca
tarda en provocar, por abajo, generaciones espontáneas de caudillos populares, de
28 “Time is Money, y el perezoso es saco roto en que la pasta de hacer la prosperidad del país se pierde
por horas, por días, por meses, por años”. Álvarez, A., Manual de patología política. Pág. 80.
29 Ibídem. Pág. 68.
11
salvadores, de libertadores, etc”.30 Así, el pertenecer o no a esa categoría analítica
estaba relacionado con prácticas o costumbres discordantes.
Álvarez, A.,
Terán, O.
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