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Cuentos para Roselyn

Gabrielle

El zorro Pitiflú
Pitiflú era rápido, inteligente y hablador. Pasaba el día entre
anécdotas inventadas y bromas a sus amigos, porque le gustaba
ser escuchado con atención.

Tanto así, que llegó a un punto en el que todos los demás


animales decían que él era un inventor. Por esa razón, no sabían
en qué momento decía la verdad y en qué momento se estaba
inventando una nueva historia.

Pitiflú disfrutaba de las caras de asombro y por eso, cada vez Una de sus amigas siempre le decía “Estás mintiendo, Pitiflú”,
contaba historias más locas para sentirse el protagonista de la pero él le respondía “Yo nunca miento” y seguía tratando de
selva. engañar a todo el mundo.

Un día, de repente, se inventó que se había encontrado con un Una noche, su mamá salió a pasear y uno de sus pies le quedó
humano gigante que le quería hacer daño. Sin embargo, atascados en una trampa. Ella comenzó a gritar angustiada y le
prosiguió diciendo que había tenido la valentía de decirle pidió a Pitiflú que, por favor, fuera a buscar ayuda.
“¡Alto ahí!”, y lo había logrado espantar. El zorro comenzó a correr asustado por la selva y llegó a donde
Al pasar los días, dijo que tenía un hermano gemelo dentro de estaban todos los demás animales. En ese momento, les
la selva y comenzó a saludar a todos haciéndose pasar por él. comentó que su mamá estaba en peligro y que necesitaba que lo
ayudaran.
Pero, todos pensaron que se trataba de otra de sus historias de
fantasía y nadie le puso atención. De esa manera, Pitiflú decidió
devolverse triste e intentar ayudar a su madre solo. La ira de Gancho
Gancho era un cangurito que siempre estaba solo. Era muy
fuerte, tenía una cola larga y musculosa, grandes patas traseras,
firmes pies para saltar, una cabeza pequeña y unas patas
delanteras cortas y fuertes con las que propinaba grandes
puñetazos al que le llevaba la contraria o lo hacía enfadar.
Cuanto más pegaba más solo estaba. Los animales del bosque
le decían:
- ¡Gancho esto no puede seguir así! ¡No se pega!
Pero Gancho seguía dando puñetazos a diestro y siniestro
cuando algo o alguien no le gustaba, sin tener en cuenta la
fuerza o el tamaño del otro.

Sin embargo, su amiga Rosalía le dijo que ella lo acompañaría


solo si esa vez si estaba diciendo la verdad. Así fue como el
zorro más embustero de la selva aprendió la lección y nunca
más volvió a mentir.
Colorín colorado, este cuento se ha terminado…
Al poco llegó una culebra y comenzó a zambullirse en el agua
una y otra vez, perturbando su paz y salpicándole en la cara. A
Gancho no le hizo ni pizca de gracia.
- ¿Qué haces? ¿Acaso no me has visto? ¡No me gusta que me
mojen! - le gritó furioso.
Los búhos y lechuzas lo vieron desde las ramas de los árboles,
las ranas dejaron de croar, las águilas volaron alto, los suricatos
y zarigüeyas se escondieron bajo tierra y los cocodrilos se
fueron a la otra orilla y se internaron en la oscuridad. Todos los
animales desaparecieron en un kilómetro a la redonda pensando
que la culebra iba a atacar a Gancho por sus feas palabras.
Pero la culebra, de ocho metros de largo, lo miró y le dio la
espalda sin contestar. Eso hizo que Gancho se enfadara
muchísimo. Comenzó a menear su cola, como siempre hacía
antes de atacar, y cuando se disponía a lanzarse al agua para
¡No pegues al koala!
propinar a la culebra un buen puñetazo, la luna iluminó con una
- ¡Deja al zorro en paz! intensidad muy fuerte encima de su cuerpo, y el cangurito se
vio reflejado en el río; lo que vio no le gustó.
- ¿Por qué has pegado al suricato?
Su cuerpo estaba encogido, su pelaje se había vuelto más
Y las quejas y los gritos de los otros animales le entraban por
oscuro, sus orejas habían crecido enormemente. Su cara estaba
un oído y salían por el otro.
deforme, los ojos se le salían de las órbitas, tenía la nariz muy
Una noche, a todos llamó la atención, apareció en el cielo una colorada, pero lo que más le sorprendió fue el odio que
luna roja, muy grande, inmensa y plena de color. Cuando desprendía su mirada. Al verse así su corazón empezó a latir
Gancho, como todos los días, fue a beber al río se vio reflejado aceleradamente.
nítidamente en el agua; se encontró guapo, alto, erguido y
La culebra al ver su dolor se dirigió a él, se enrolló a su cuerpo
fuerte.
y lo abrazó con fuerza. Aunque Gancho se revolvió con furia
queriéndose soltar, no pudo hacerlo. Agotado, fue recobrando
la calma y al rato se sintió mejor.

A partir de ese día la culebra y Gancho se hicieron muy buenos


amigos. Cada vez que al cangurito le daba un ataque de ira y
comenzaba a dar puñetazos, la culebra reptaba rápidamente
hacia él y lo abrazaba fuertemente hasta que se le pasaba.
Todos los animales se dieron cuenta: Gancho estaba más
tranquilo desde que recibía abrazos y no le daban gritos. Se
pusieron de acuerdo y cada vez que veían que Gancho
empezaba a enfurecerse por algo, todos lo iban a abrazar con
fuerza hasta que se calmaba. Necesitó los abrazos de seis
cocodrilos, cinco zorros, cuatro koalas, tres águilas, dos topos y
una zarigüeya para superar sus ataques de ira. Colorín colorado, este cuento se ha terminado…
A los pocos meses la culebra y todos los animales del bosque
vieron cómo Gancho dejaba de dar puñetazos, devolvía los
abrazos, y se mostraba contento. La luna llena resplandecía otra
vez en el cielo reflejando en las aguas del río la imagen de un
canguro fuerte, guapo y erguido. Gancho sonreía rodeado de
todos sus amigos.

El enfado de Roqui
Roqui estaba enfadadísima, pero en vez de hablarlo
directamente con Púa, se lo contó a la ardilla Cascabel, al ratón
Boliche y al burro Galileo.
- ¿Sabéis lo que me ha hecho Púa? ¡Me ha clavado una espina
en la pata para adelantarse en la fila!
- ¡Qué malo y qué abusón! - dijeron Cascabel y Boliche.
Galileo, más prudente, añadió:
- A lo mejor lo ha hecho sin querer.
- ¡Claro que no! - gruñó Roqui - ¡Hoy no pienso hablarle!
Y así lo hizo la tortuga, que estaba muy enfadada. Cada vez que
se le acercaba Púa, se escondía en su caparazón, dejando al
erizo desconcertado.
- ¿Qué le pasa a Roqui conmigo?
- Tú sabrás... - le contestó Cascabel.
La tortuga Roqui estaba muy disgustada con el erizo Púa.
Cuando los dos estaban en la fila de los columpios, Roqui Entonces el burrito Galileo dispuesto a buscar una solución
pensó que Púa le había pinchado apropósito con una de sus entre sus dos amigos, los reunió debajo del olivo del patio y le
espinas y luego no había respetado su turno y se le había preguntó a Roqui:
colado.
- ¿Por qué te has peleado con Púa?
En realidad, el pobre erizo había tropezado con una piedra, se
había apoyado en Roqui para no caer y había vuelto a la fila sin - Porque me ha pinchado para adelantar un puesto en los
fijarse bien en cuál era su sitio. El erizo Púa tampoco se dio columpios.
cuenta de que le había hecho daño a la tortuga. - ¿Ha sido así? - preguntó Galileo al erizo.
- ¡Nooo, no lo he hecho apropósito! Es que he dado un traspiés.
Ahora me doy cuenta de que he pasado a los columpios antes
que tú, pero fue sin querer. Si además te he hecho daño, lo
siento el doble.
A Roqui se le pasó el enfado al ver lo que en realidad había
pasado y volvió a ser amiga de Púa. Después, le aclaró el
malentendido a Cascabel y a Boliche.

Colorín colorado, este cuento se ha terminado…

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