Está en la página 1de 3

Ferbero - Marzo 2004 • Año III • Número 9

SUMARIO
#9
El aparato de psicoanalizar
Febrero / Marzo
2004
El psicoanálisis en la globalización
Por Jacques-Alain Miller Por Manoel Barros da Motta

Lo singular en el síntoma: un principio “The Matrix” y el cuerpo. Una lectura


clínico Por Nora Piotte
Por Samuel Basz
Variante de la neutralidad analítica
Los tiempos del sentido en la Por Adriana Luka

experiencia ¿Qué lugar asignarle hoy al niño en


Por Estela Paskvan
relación a la caída de la imago paterna?
Modalidades contemporáneas del lazo Responsabilidad del analista
Por Agueda Hernández
social: perspectivas éticas
Por Lizbeth Ahumada Yanet Usos posibles del dispositivo
El genio de Xul Solar psicoanalítico
Por Mario Goldenberg Por Andrea Cucagna

Tríptico sobre la depresión


Por Romildo do Rêgo Barros

LA SESIÓN CORTA
Una manzana de discordia para el psicoanálisis
Introducción Lógica de la sesión corta
Por Miquel Bassols
Capricho, imitación y lógica en la sesión corta
Por Hilario Cid Vivas Ser el director de su propia sesión
Por Véronique Mariage
De las lágrimas a la risa
Por Dominique Miller La sesión vista desde otra perspectiva
Por Serge Cottet
La sesión - escansión, La Métrica y la Rítmica
Por Lucia D’Angelo

LA OPINIÓN ILUSTRADA
Cosas que maravillan
Por José Nun

COMENTARIOS DE LIBROS
La práctica analítica La virtud indicativa, de Germán Garcíaa
Por Renata García Por Karina Lipzer

Un comienzo en la vida, de Sartre a Lacan, de La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, de


Jacques-Alain Miller Jacques-Alain Miller
Por Patricio Alvarez Por Alejandra Breglia

Copyright Virtualia © 2004 - http://www.eol.org.ar/virtualia/


#9 Febrero / Marzo - 2004

Un comienzo en la vida, de Sartre a Lacan,


de Jacques-Alain Miller
Mágica desproporción
Patricio Alvarez

Noviembre de 2001. En el prólogo a las “Cartas a la opinión ilustrada”, Jacques-Alain Miller dice: “basta una chispa para
prender fuego a todo el llano”. Hace alusión a los ataques de Denis y Diatkine, quienes encendieron su respuesta y dieron fin
a su silencio. La falta de proporción entre la ofensa y su respuesta, le permite señalar que contrariamente al axioma clásico, no
siempre hay proporción entre el efecto y la causa.

En ese prólogo, dice: “este libro es el monumento conmemorativo de ese momento mágico. Llamo mágico a este efecto porque
es difícilmente calculable de antemano y multiplica su causa. No es por eso menos perfectamente racional”. La magia está en
esa desproporción.

Esa ira encendida toma la forma de un ataque, y a la vez de una exhortación al olvido de la pequeña diferencia.

Las Cartas terminan con la proposición a los analistas de la Escuela disuelta por Lacan, los “enemigos” de Miller, de formar la
Academia de Estudios Lacanianos, y con la proposición a la IPA de formar la reunificación del movimiento psicoanalítico.

En una invectiva lanzada a Melman, quien fuera su analista, dice que lo eligió como tal porque amaba más a Lacan que a la
verdad, mientras él amaba más a la verdad que a Lacan. Dice de sí mismo: “era esclavo de la verdad, la que era mi verdugo. Me
consumía por tener que decir la verdad en todas partes y en todas las circunstancias, sin consideración para con la civilidad, el
respeto por el otro (...) Este síntoma me había capturado en el ocaso del Edipo, y me hacía dura la vida –a mí y a todos los que
me rodeaban-. No es seguro, por otra parte, que haya sido perfectamente curado”.

El prólogo a las Cartas termina con una curiosa advertencia a sí mismo y a su ira: “no siento que esa vena se haya agotado en
mí”.

Apenas un mes después, en diciembre del 2001, Miller escribe el prefacio a Un comienzo en la vida, de Sartre a Lacan. Prefa-
cio que sitúa un cambio de posición: “Te llamo a mi lado, ¡oh aquél que fui! Necesito tu ayuda, en este difícil trance (...) Sí,
he encontrado lectores para mi cólera, y tengo amigos, muchos buenos amigos... Por qué, de repente, la calumnia me resulta
imposible de soportar? No lo sé. Puedo saberlo? Debo suponer que, hasta ahora, extraía sin saberlo un negro goce del mal que
de mí se decía.”

Miller decía, en Política Lacaniana, que la angustia del acto es captar que el acto está al principio de una cadena de la que no
sabe por anticipado cuáles serán las consecuencias. “Las consecuencias que no se conocen se deberán asumir.” El acto, efecto
mágico, es incalculable y no proporcional a su causa.

Esa cólera desatada en las Cartas a la opinión ilustrada, que lo llevó a fundar la Agencia Lacaniana de prensa, que lo llevó a ata-
car a sus ofensores, que lo llevó a exhortar a la refundación del movimiento psicoanalítico, se resuelve ahora, un mes después,
en una pregunta que nos muestra a Jacques-Alain Miller en un testimonio de su cambio de posición respecto a un goce, que
cuidaba y protegía, y que ahora se le ha vuelto insoportable: “me gustaba sin duda la calumnia que nos rodeaba. Nos mantenía
a cubierto, nos protegía, nos hacía más próximos, era muralla, escudo, armadura, era nuestra amiga fiel, oh tan fiel. Y yo la
alentaba sin duda, la nutría, la protegía tambien, era su tutor invisible. Yo me callaba, y sólo me descubría ante los que primero
la afrontaban. La calumnia señor? No sabe usted lo que desdeña”. “Lo que me unió a Lacan, no era la calumnia que había que
penetrar para llegar hasta él?”

No sólo eso: hay aún la narración de una fobia transitoria al monumento de Beaumarchais, que estaba cerca de su casa: “los
brazos cruzados, el bastón bajo el brazo, el gran hombre parece mirar, irritado, a los paseantes que se cruzan. Fue una pequeña

Copyright Virtualia © 2004 - http://www.eol.org.ar/virtualia/ 2


#9 Febrero / Marzo - 2004

fobia transitoria (...) que suele darse a la edad que Freud denomina la disolución del complejo de Edipo”, como vemos, la
misma ubicación lógica que le da a la verdad-síntoma. Y sigue diciendo: “reconocí en ello el sello, estampado en mí, de un
superyó feroz, bajo la forma de un Padre gigantesco, inmóvil y descontento, que podría llegar a animarse para castigar”.

Miller llega hasta a ubicar a la calumnia como su partenaire síntoma: “sí, es posible que me haya gustado azuzarte contra mí,
que haya tomado placer en ser el objeto causa de tu rabia impotente, que hayas sido mi partenaire-síntoma” Y, en una narración
de su propio análisis, muestra cómo no es de otra cosa que de su nombre propio que extrae la cifra irónica de su destino: “Goza-
ba acaso al convertirme en blanco? Relampagueo. Sí, estaba en mi nombre! Miller! Mille! Dans le mille” (dar en el blanco, en
el clavo) “(...) Freud muestra en imágenes la pulsión de una boca que se besa a sí misma. Me descubría apuntándome incesante-
mente al corazón con los dardos que lanzaba al Otro”.

En una de las Cartas, Miller decía que la regla del partenaire-síntoma, “fijada de una vez para siempre, condiciona una
repetición a ciegas, el retorno invariable de lo mismo. Nada cambia más difícilmente que un modo de gozar”. El efecto que
produce esa calumnia entonces, es un efecto productivo, ya no una respuesta ciega. La mágica desproporción está en su acto.

Testigo de ese cambio de posición es este libro, que como tal implica ceder a sus lectores ese que alguna vez fue Miller, ese
joven insolente y provocador, ese buscador sintomático de la verdad y provocador de la calumnia. Así lo vemos en el primer
texto cedido, a sus dieciséis años, cuando logró conseguir de Sartre una entrevista diciéndole: quiero demostrarle que usted
no es serio. Cómo podía Sartre negarle una entrevista a semejante insolente? O tambien cuando logra hacerle una entrevista al
actor preferido de Sartre, Serge Reggiani: en el momento en que la directora de la obra de teatro le advierte que Reggiani está
agotado y tiene los nervios a flor de piel porque está a punto de salir al escenario, Miller dice: Venga! tengo algo a mi favor!

Libro que nos muestra a un adolescente de dieciséis años totalmente adscripto a Sartre, leyendo desde el existencialismo a
Hamlet.

Libro que ubica a un adolescente hablando de amor a partir de la lectura de un libro de Montherlant, dividido entre dos mu-
jeres: la mujer con la que se acuesta y la mujer a la que ama. Por una dice, él, siento desprecio, por la otra se forma un designio:
“tenemos que mirarlas de lejos, tomar un mechón de su cabello o un pañuelo de seda, hablarles poco, no tocarlas y dejarlas
muy pronto. A los dieciséis años, únicamente amamos a las chicas que no nos aman”.

Como vemos, este libro va del inicio al fin. O más bien, va desde un fin, fin de una posición particular respecto a la calumnia
y la verdad como modos de goce, a releer su inicio. Inicio en el cual, al publicar su primer texto, decidió añadir a la firma de
su nombre Jacques Miller el segundo nombre Alain. Así, intentando diferenciar sus iniciales de las de su padre y acabar con el
diminutivo con que la familia lo nombraba, quedaba Jacques a l´Un, Jacques tiene lo Uno. Y Miller dice: “al hacer esto, sin
pensarlo, hacía entrar en mi nombre la cifra que respondía al blanco”.

Es un testimonio? Miller no duda en decirlo: “no digo nada que no hubiera dicho en esta prueba, hoy común en la Escuela de
Lacan, y a la que he conducido a muchos, que se llama el pase”.

Dije que era un fin. No lo es. Un año antes, en El lugar y el lazo, Miller hacía una crítica al pase concebido como punto de
capitón, como atravesamiento, desde la definición de Lacan: “Finalmente, el pase, cuando lo pasamos, es una historia que se
cuenta”.

Y a continuación en este mismo texto, Miller sitúa una definición del pase que asombra por su sencillez y su humildad: “No ex-
iste en efecto otro modo, para seleccionar a un sujeto apto para el acto analítico, que no consista en obtener de él el testimonio
del misterio doloroso que era para sí mismo, y de los derroteros por los cuales, en su análisis, se mitigó ese dolor, se descubrió
ese misterio, hasta el punto de hacer matema, materia de enseñanza, y al mismo tiempo, fruslería, que sirve para una buena
historia, que uno cuenta para que los demás se diviertan a su costa”.

Este libro es una invitación a la irreverencia: “cómo hablan del sujeto Miller?”, justamente este libro llama a interpretarlo, a
reírse de sus amores y sus bravuconadas de adolescencia, una buena historia que Miller cuenta para que los demás se diviertan
a su costa.

Copyright Virtualia © 2004 - http://www.eol.org.ar/virtualia/ 3

También podría gustarte