Cuando su colega

lo sabotea
por Bronwyn Fryer

Noviembre 2008
Reimpresión R0811A-E
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 Cuando su colega lo sabotea
por Bronwyn Fryer
“
¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁ?”, se preguntó en voz alta
Mark Landstad. Una vez más recorrió con la vista el
mar de archivos en la carpeta principal de su antecesor
en la red informática de la empresa. “¡Sé que debe estar aquí
en alguna parte!”.
Caminando hacia la ventana, Mark apretó sus dientes y
se rascó la cara, que le picaba y ardía. Contempló las luces
crepusculares de Londres, como si el archivo que buscaba
estuviera escondido entre ellas. La del lunes sería su primera
presentación frente al equipo de alta dirección de CliffBank.
Recién se había cambiado desde el departamento de estudios
de la empresa a la división de banca de inversión, por lo que
era fundamental causar una buena impresión. Había estado
trabajando en las diapositivas toda la semana, pero no podía
terminarlas sin información más actualizada, la cual, se ima-
ginaba, estaba en el desaparecido archivo sobre Millhouse,
la famosa cadena minorista de ropa que CliffBank estaba
tratando de captar como cliente.
Necesitaba un salvavidas.
“Nicole”, se susurró a sí mismo. Su nueva colega y compañera de
equipo en el proyecto de Millhouse probablemente sabría dónde
encontrar el archivo, que supuestamente incluía información so-
bre la actual estrategia de adquisiciones del minorista. Desafortu-
nadamente, Nicole estaba a 9.000 metros sobre China y no sería
posible contactarse con ella sino hasta el lunes en la mañana.
Mark sonrió mientras recordaba lo mucho que le impre-
sionó Nicole, especialmente cuando se conocieron por pri-
mera vez. Agraciada y espabilada, no tardó en acoger a Mark
en la división y en ayudarle a aclimatarse. En su traje negro
de St. John, con su suave melena rubia y su postura erguida,
Nicole parecía astuta, centrada y dispuesta, el prototipo de la
ejecutiva competente. “Cualquier duda que tengas, en cual-
quier momento, siéntete libre para llegar golpeando a mi
puerta”, le había dicho. “Al igual que todos, estoy tremenda-
mente ocupada, pero quiero que seamos un buen equipo”.
Ella lo había colocado bajo su alero, presentándolo a todos
los altos ejecutivos de la división, e invitándolo a un largo
almuerzo para ponerlo al día. En un bar de tapas tomando
unas copas, ella le había contado la turbia historia de su an-
tecesor, quien había perdido la cordura y había sido sacado
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a la fuerza del edificio. “Es realmente penoso lo de Patrick”,
le había dicho a Mark. “Era un verdadero maestro de F&A
y conocía el sector minorista por dentro y por fuera, pero
durante el año pasado se puso cada vez más temperamental
y desorganizado. Luego vinieron los e-mails paranoicos. Bien
espantoso, la verdad”.
“¿Dónde crees que está ahora?” preguntó Mark.
“Ah, parece que nadie sabe”, respondió ella, “pero espero que
esté recibiendo ayuda”.
Abatido ahora frente a la idea de pasar el fin de semana a la
caza de los apuntes de un loco, Mark se hundió en la silla de su
escritorio y se soltó la corbata. Por el pasillo, se escuchaba el so-
nido de la aspiradora que el personal de limpieza del viernes por
la noche pasaba cerca de la oficina de Nicole. Miró fijamente el
hipnotizante protector de pantalla de su monitor. Sabía que otra
búsqueda frenética del archivo no arrojaría resultados. El conde-
nado archivo seguramente había sido eliminado.
De pronto, se acordó de Ian Beasley. El jefe de estrategia
corporativa de Millhouse era, después de todo, un amigo de
la familia. Sin él, Mark ni siquiera estaría en CliffBank. Diez
años antes, basándose en la recomendación de Ian, Millhouse
contrató a Mark, con su MBA recién cursado, como investi-
gador en su departamento de finanzas. La relación con Ian
siempre había sido cálida, y un período exitoso en Millhouse
había ayudado a lanzar la carrera de Mark como investigador
de capitales de CliffBank. Ian incluso había alentado a Mark
para que se cambiara a la división de la banca de inversión de
CliffBank. “Toma las decisiones adecuadas, y podrás jubilar
anticipadamente”, le había aconsejado Ian.
Mark movió el mouse rompiendo el hechizo del protector de
pantalla. Muy enfocado, comenzó a redactar un e-mail, pero luego
se detuvo. Tal vez, pedirle ayuda a Ian no era una buena idea des-
pués de todo. Probablemente no le haría ninguna gracia tener que
dedicar parte de su fin de semana a explicar a Mark los detalles de
la estrategia para ganarse a Millhouse como cliente.
Mark minimizó la ventana del e-mail, hizo clic sobre su
presentación y contempló la diapositiva a medio crear. Segu-
Los casos HBR, aunque ficticios, presentan dilemas habituales en
la gestión de empresas y ofrecen soluciones de expertos.
 El caso HBR  Cuando su colega lo sabotea
ramente iba a tener que inventar un par
de cosas más durante el fin de semana.
Ella lo tiene todo preparado
Mark se asomó por la oficina de Ni-
cole y sonrió. “¿Cómo estuvo el viaje?”,
preguntó.
“Estupendo, gracias. Sólo estoy un
poco cansada. Fue un vuelo terrible-
mente largo”.
Apenas se nota, pensó Mark.
“¿Y tú?”, le preguntó ella cortésmente.
“¿Cómo estuvo tu fin de semana?”.
“En realidad, pasó volando. Estuve
todo el fin de semana elaborando algu-
nas nuevas diapositivas. Busqué por todas
partes el archivo que, según me comen-
taste, Patrick mantenía sobre Millhouse,
y no pude encontrarlo. Finalmente, me vi
obligado a improvisar”.
“¡Qué lástima!”, respondió Nicole con
empatía, mientras abría el cajón de su es-
critorio. Sacó una caja de chocolates suizos
y le ofreció uno, que él aceptó. “Yo sé que
ese archivo está en alguna parte”, agregó
Nicole. “Parece que Patrick nunca guar-
daba los archivos en su lugar apropiado.
El archivo probablemente esté en el disco
duro de un computador portátil que se ha
dado de baja. ¿Acaso no es emocionante vi-
vir con las consecuencias de los malos hábi-
tos de otra persona?”. Tomó un sorbo de te,
le hizo un guiño a Mark, y le echó una mi-
rada rápida al monitor de su computador.
“Mira, Nicole, sé que debes estar inun-
dada de trabajo, pero ¿podrías echarle un
vistazo a la presentación tan pronto como
puedas? Te la envié anoche. Sólo quiero es-
tar seguro de que esté bien desde tu punto
de vista antes de mostrarla”.
“Lo haré de inmediato”, dijo Nicole,
mirando fijamente el monitor. “Sólo
dame un minuto”.
Mark se escabulló y regresó a su oficina
para ensayar la parte que le correspondía
hacer de la presentación. Había decidido
enfocarse en los patrones pasados de adqui-
sición y actividades de fusión de Millhouse,
y su creciente interés en minoristas más
pequeños. Su intención era compensar la
carencia de información sobre la estrategia
actual de adquisiciones de Millhouse con
observaciones agudas de primera mano so-
3 Harvard Business Review | Noviembre 2008
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"¿Acaso no es emocionante vivir con
las consecuencias de los malos hábitos
de otra persona?".
bre el enfoque metódico empleado desde
hace muchos años por la empresa en sus
procesos de due diligence.
A las 11:30 a.m., Mark estaba en ascuas.
La reunión estaba programada para justo
después de almuerzo, y Nicole aún no le
había respondido. Caminó hacia su oficina,
pero la puerta de vidrio estaba cerrada. Es-
taba hablando por teléfono, de espaldas
hacia él. Decidió tratar de aplacar su an-
siedad con una caminata rápida y partió
a comprar un emparedado. Esperaba que
ella hubiera revisado las diapositivas para
cuando él volviera.
Pero cuando regresó, ni Nicole ni su
asistente estaban por ahí. Se consoló a sí
mismo al mirar su delicioso emparedado
de pan integral con jamón y queso.
Después de engullir nerviosamente
su almuerzo sentado en su escritorio, y
faltando menos de media hora para que
comenzara la reunión, Mark regresó a la
oficina de Nicole, y la encontró apoyada
en su silla, frunciendo la boca mientras mi-
raba el monitor. Mark forzó una sonrisa a
medias para ocultar su molestia.
“Se ve muy bien”, dijo Nicole con indi-
ferencia y le hizo un clic a su mouse. “Creo
que realmente causará una buena impre-
sión. Todo está bien. Nos vemos luego”.
Ella sabe lucirse
A medida que los altos ejecutivos ingre-
saban a raudales a la sala de conferen-
cias, Paul O’Rourke, jefe de la división, le
lanzó una mirada amable a Mark, quien
–sufriendo por la falta de confianza en sí
mismo– sonrió con los dientes apretados.
“Ya hemos negociado acuerdos con seis
diferentes empresas en el sector minorista”,
Nicole comenzó después que las luces ba-
jaron de intensidad. La diapositiva enume-
raba varios competidores más pequeños
de Millhouse en el sector de vestuario.“De
las tres restantes que estamos cortejando,
Millhouse es la más grande”.
Nicole avanzó lenta y pausadamente
por su parte de la presentación, y Mark
sintió cómo crecía su impaciencia. Nada de
esto es nuevo, pensó, ¿por qué darle tanta
importancia? Echó una mirada a las caras
expectantes.
“Como podrán recordar, el año pa-
sado especulamos sobre la posibilidad
de que Millhouse llevara a cabo alguna
adquisición adicional ambiciosa”, dijo
ella. Luego, con sus ojos más brillantes
que nunca, Nicole proyectó una diaposi-
tiva que Mark nunca había visto. Era un
organigrama. “Descubrí recientemente
que Millhouse está considerando una
reorganización”. Clic. “Probablemente la
nueva estructura sea así”.
Impactado, Mark miró a su alrededor
nuevamente. Varios de los ejecutivos
estaban inclinados hacia adelante con
curiosidad.
Paul habló primero. “Veo que la organi-
zación es considerablemente más plana que
la anterior. Pareciera que están planeando
tercerizar varias de sus operaciones…”.
De pronto todos estaban hablando
al mismo tiempo como una bandada de
parlamentarios vociferantes. Nicole pi-
dió silencio y comenzó a responder las
preguntas una por una, consumiendo
lo que restaba de la hora. Mark sabía
que debería interrumpir, pero su cabeza
le daba vueltas. Ésta era exactamente
la clase de información que supuesta-
mente estaba en el archivo que tanto
buscó. ¿Por qué lo tenía Nicole, y por
qué no lo había compartido con él? A las
2:00 p.m. Paul finalizó la reunión, decla-
rando que se reunirían nuevamente más
tarde esa semana.
Mark echaba chispas silenciosa-
mente mientras los ejecutivos abando-
naban la sala. Incluso si Nicole no hu-
biese estado ocultándole información
a él, ¿por qué había insertado un hecho
tan importante en la presentación sin
 avisarle? ¿Qué clase de compañera de
equipo era ella?
“Buena investigación, Nicole”, le escu-
chó a Paul decir en el pasillo.
Mark miró hacia el suelo con la rabia
que hubiese querido lanzar a Nicole. Se
habría enfrentado de inmediato y ahí
mismo con ella, si no hubiera sido por
Paul. Tendría que tratar esto con ella más
tarde. En privado.
Ella no te toma en cuenta
Media hora después, Paul entró a la oficina
de Mark. “Sabes, Mark, creo que necesita-
mos más información acerca de lo que está
sucediendo políticamente en Millhouse.
Tal vez podrías contactar a tu amigo Beas-
ley por allá. Si almuerzan juntos, tú podrías
averiguar qué es lo que está pensando.
Queremos conocer bien el juego antes de
hacerles una propuesta”.
Mark no respondió de inmediato. Se
sintió ligeramente incómodo ante la peti-
ción de Paul. Después de todo, consideraba
a Ian un amigo tanto como un contacto
de negocios. No obstante, Paul era el jefe.
“Claro”, dijo Mark.
“¿Y si llamas a su oficina ahora? Mien-
tras antes puedas hablar con él, mejor. Gra-
cias, Mark”.
Antes de que Paul alcanzara a salir
de la oficina, Mark había tomado el te-
léfono para llamar a la casa matriz de
Millhouse. Parte de él tenía la esperanza
de que Ian no estuviera en la oficina, pero
la asistente lo comunicó directamente.
“¡Bueno, ho-la Mark!”, Ian sonaba ge-
nuinamente contento de escuchar a su
viejo amigo. “¿Estás del todo instalado?”.
“Tengo una oficina maravillosa con
una vista al Parlamento y tu edificio justo
detrás”, Mark dijo a la ligera. “Y tengo mi
primera gran misión. Debo coordinar un
almuerzo contigo. Estoy en el equipo de
ventas minoristas y queremos saber si po-
demos avanzar en una negociación con us-
tedes. Entonces, ¿cuándo puedes reunirte
conmigo?”.
“Es curioso que digas eso. Recién la
semana pasada recibí un e-mail de una
colega tuya, Nicole, eh, Collins. Insistió
bastante en reunirse conmigo. ¿Quizás de-
bería venir también?”.
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Mark casi devuelve el jamón que ha-
bía almorzado. “Ah, ¿en serio? Entonces,
sí, supongo que debería coordinarlo con
ella…”.
“Bien, entonces le pediré a mi asistente
que revise mi agenda y que fije una re-
unión, quizás para la próxima semana. Fue
bueno saber de ti”.
Mark colgó y con paso firme caminó ha-
cia la oficina de Nicole. Entró sin golpear y
cerró la puerta detrás de él.
“Nicole, quiero que sepas que Paul me
pidió que me reuniera privadamente con
Ian Beasley. Él es mi amigo. ¿Por qué estás
contactándolo?”.
Nicole rápidamente levantó la vista
desde su escritorio. Sus mejillas se enroje-
cieron. “¡No permitiré que te reúnas con
Ian sin que yo esté ahí!”. Se levantó con
seguridad. “He estado trabajando en este
sector, y en Millhouse, durante mucho
tiempo. Si crees que vas a quitarme esto,
¡piénsalo mejor!”.
Mark decidió ser directo.“Ah, ya veo. En-
tonces, ¿lo que tú quieres es hacerte de la
mayor parte del crédito, cierto?”.
“¿La mayor parte del crédito? ¡Ja!”. Se rió
como si se estuviera burlando de un com-
pañero en el patio de la escuela.“¡Estoy tra-
tando de hacerme de todo el crédito!”.
Mark estaba visiblemente asombrado.
“Relájate, Mark, te ves estresado”, le dijo
animosamente al pasar por su lado.
Inclinando su cabeza hacia él, abrió la
puerta y se fue.
Mark caminó hacia el pasillo y vio a Ni-
cole doblar la esquina. No sabía qué pen-
sar. Apretó sus puños, clavándolos en sus
bolsillos, y sintió que le hervía la sangre. Le
habría dado un puñetazo a la puerta de la
oficina de Nicole, si no fuera por el vidrio.
¿Ya tuviste suficiente?
Con las sienes palpitantes, Mark caminó
lentamente hacia la oficina de Paul. Se
sentía como si estuviera en un sueño y no
tenía idea de qué iba a decir. Pero algo te-
nía que decir.
Paul estaba hablando por teléfono, pero
le hizo señas para que entrara.
“¿Tienes un minuto?”, se escuchó a sí
mismo preguntando incómodamente des-
pués que Paul colgara el teléfono. Defini-
Noviembre 2008
tivamente ésta era una nueva experiencia
para Mark.
“Seguro”, dijo Paul, con un dejo de im-
paciencia. “¿De qué se trata?”.
“Necesito tu opinión acerca de cómo
trabajar con Nicole”. Pensó que escuchaba
el eco de su propia voz.
“¿Cuál es el problema?”, preguntó Paul.
“¿Puedo cerrar la puerta?”.
“Tenemos un política de puertas abier-
tas aquí”, le contestó Paul un poco a la
defensiva, “pero, si eso te hace sentir más
cómodo, adelante”.
Mark respiró profundo mientras ce-
rraba la puerta.“Llamé a Ian Beasley, quien
me contó que Nicole ya lo había contac-
tado para proponerle una reunión. De he-
cho, parece que ella ha estado, digamos,
tratando agresivamente de construir una
relación con él desde la partida de Patrick,
antes de que yo fuera contratado. Según
mi entender, me trajeron aquí, en parte,
debido a mis buenos contactos”.
Mark continuó describiendo su sor-
presa frente a la presentación de Nicole,
luchando entre un deseo de sencillamente
descargarse y la vergüenza que sentía por
haberse expuesto a una situación incó-
moda. Se sintió como un niño pequeño
que había acudido corriendo al director
de la escuela para delatar a un matón.
“Debo decirlo, estoy un poco preocupado
por su comportamiento. Quizás sólo esté
teniendo un mal día, pero…”.
“¿Quieres que yo hable con ella?” le in-
terrumpió Paul, claramente irritado por la
idea de tener que interceder.
“No, no será necesario”, contestó Mark,
tratando de sonar seguro. “Sólo quería que
supieras lo que estaba pasando. Puedo pe-
lear mis propias batallas”.
“Me alegra escuchar eso”, Paul dijo ali-
viado. “Me doy cuenta de que Nicole es
una joven ambiciosa, pero, al igual que yo,
aprenderás a respetar sus resultados”.
¿Cómo puede Mark recuperar su equilibrio
después de haber sido saboteado?
Bronwyn Fryer (bfryer@harvardbusiness.
org) es editora senior de HBR.
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