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Álvaro Mutis en la Biblioteca de Estambul
El reaccionario no solamente tiene olfato para husmear lo absurdo, también tiene paladar para
saborearlo.
Nicolás Gómez Dávila
No es el mensaje de los libros de Alvaro Mutis, sino el clima, lo que nos invita a habitarlos. Clima
poético en el que el lector osado descubre el valor del solo acto de la escritura, por encima del hecho
de enterarse de algo. De Maqroll subsiste su posición espiritual --ética y moral-- ante el mundo. Al
margen de las peripecias del Gaviero (en el trópico, Europa o el Medio Oriente) sobrevive en él su
manera de vislumbrar, de penetrar con ojos avizores la miseria general de la condición humana, la
muerte y sus señales, es decir, el tiempo perdido.
Gaviero es el grumete de vigía, "el sujeto que está allá arriba, en la gavia, entre las gaviotas, frente a la
inmensidad y la soledad más absoluta. Es la conciencia del barco (del mundo y la especie), los de
abajo son un montón de ciegos --afirma Mutis--. El Gaviero es el poeta". Maqroll es por tanto el alter
ego (conciencia lúcida) del escritor antimoderno, reaccionario y monárquico nacido en Bogotá (1923),
criado en Bélgica y educado para el asombro en las tierras calientes del Tolima.
Maqroll el Gaviero --personaje de ascendencia romántica, figura baladesca, héroe de una gesta
ignominiosa se remonta aguas arriba en la obra de Alvaro Mutis hasta Los elementos del desastre
(1953); allí aparece la figura fluvial en una oración incompleta "como antídoto eficaz contra la
incredulidad y la dicha inmotivada". Reseña de hospitales de ultramar (1959) es su legado: "teoría de
males, angustias, días en blanco en espera de nada..."
La insatisfacción de este personaje --perseguido por sí mismo-- lo lleva a saltar de género en género,
pasando de la crónica al relato, del verso a la prosa, de la elegía a la épica, del río a la mar. En sus
narraciones poéticas o poemas en prosa extensos, Maqroll esgrime tres rasgos definitorios de su
personalidad: el primero es la voz (arma primordial que opaca el cuerpo con estilo), el segundo es la
moral (que lo dictamina marginal por derecho propio) y el tercero sus peripecias (donde confluyen voz
lírica y moral, dramática). Al Gaviero lo salva la palabra, el poema (hábitat verbal). El barroquismo de
sus imágenes --opulencia en la forma-- contrasta con la sencillez argumental de sus relatos. Al
esplendor verbal y la enumeración caótica, se contraponen la descripción insinuada, la predilección
por la letanía cotidiana.
"Nada hay en Maqroll que no sea mío. Yo no le he puesto a Maqroll nada prestado, no hay un solo
rasgo de Maqroll al servicio de un personaje, todo lo que hay en él lo he vivido yo... Para mí, ahora,
escribir sería inconcebible, muerto Maqroll". Summa de Maqroll el Gaviero (Barcelona, 1973), cuyo
nombre inicial sería Summa poetarum o Insula poetarum, reúne para la editorial de Carlos Barral la
obra poética de Alvaro Mutis desde La balanza (1947) hasta Los trabajos perdidos (1965) y cierra un
ciclo. Summa es el libro central --bitácora-- en la producción poética de Mutis, tanto como lo es La
nieve del almirante para la prosa. Summa, además de cerrar un ciclo, abre todo, el de sus novelas. Ya
hacia 1960 había comenzado a operarse un viraje de la poesía hacia la prosa: publica Diario de
Lecumberri. En 1973 --tras un silencio de ocho años-- aparece simultáneamente con Summa su
segundo relato, La mansión de Araucaíma. El tránsito en Mutis del escritor de poemas --tan
narrativos-- al escritor de novelas --tan llenas de poesía-- no significa una ruptura: tanto sus poemas
como su narrativa participan siempre de un carácter discursivo (autorreferencial) exigido por la
búsqueda de identidad (que es, al fin y al cabo, un fluir) y, al mismo tiempo, de un carácter poético
desde el momento en que las novelas constituyen grandes metáforas. Las claves y los orígenes de la
narrativa de Mutis y sus heterónimos están, pues, subordinados a su poesía (el escritor es más puntual:
según él, en "La creciente" --su primer poema publicado-- ya estaba contenida toda su poesía).
Maqroll el Gaviero --deudo lejano de Marlow de Conrad-- es el emblema de ese lazo consanguineo,
casi genético, prosa-verso. Prueba de ello son las recientes apariciones del Gaviero en empresa como:
La nieve del almirante (1986), Ilona llega con la lluvia (1987), Un bel morir (1989), La última escala
del Tramp Steamer (1990), Amirbar (1990) y Abdul Bashur, soñador de navíos (1991). Evangelios
apócrifos de la vida de Maqroll donde el poeta persiste en su espectral liturgia, en busca de su utopía,
su patria metafísica.
El gaviero es el marino que, situado sobre la gavia o vela mayor, otea el horizonte.
Ve más que el resto pero no puede ser sus ojos, pues todo lo ve antes y desde otra
perspectiva, no transmisible.
Por los poemas de Álvaro Mutis yerra su carácter fabuloso, el torrente de lo vivo y
lo imaginario, la voz que canta al viaje, que recrea las batallas y las vidas de otros
hombres, que recoge los vestigios del amor, que zarpa a la muerte, una voz casi
ancestral que celebra la maravilla perdida.
«Mutis es un poeta de la estirpe más rara en español: rico sin ostentaciones y sin
despilfarro. Necesidad de decirlo todo y conciencia de que nada se dice. Amor por la
palabra, desesperación ante la palabra, odio a la palabra: extremos del poeta. Gusto
del lujo y gusto por lo esencial, pasiones contradictorias pero que no se excluyen y a
las que todo poeta debe sus mejores poemas.» Octavio Paz