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Sobre ‘Raza e historia’ de Claude Lévi-Strauss

Por: Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural (UNED)

INTRODUCCIÓN

Claude Lévi-Strauss escribe su ensayo “Raza e historia” como parte de una colección de
publicaciones encargada por la UNESCO en 1952, destinada a luchar contra el prejuicio racista
después de la reciente y trágica experiencia del nazismo.

Nos recuerda que nada ha podido probar biológicamente la existencia de razas con
aptitudes superiores a otras e incluso que la propia noción genética de raza está en tela de
juicio. Incide en que la originalidad de las distintas aportaciones culturales se debe a
circunstancias geográficas, históricas y sociológicas, nunca a aptitudes distintas vinculadas a las
diferentes constituciones anatómicas o fisiológicas.

Llegados a este punto se plantea una pregunta que abrirá la puerta a una profunda
reflexión sobre las razones de la desigualdad en el mundo; ya que, si esta afecta de forma
diferente a las distintas culturas y de forma evidente favorece a la civilización desarrollada por
el hombre blanco ¿Cómo separar esta concepción de cultura a la de raza, si según la opinión
pública (y a la luz de las circunstancias así lo parece) ambas están estrechamente ligadas? ¡He
ahí la cuestión!

A través de preguntas retóricas que resaltan cuestiones cuyas respuestas nos podrían
parecer tan evidentes, nos invita a dudar de las conclusiones precipitadas que nos llevan –cuan
reflejo borroso ante un espejo ajado por el tiempo– a ver una imagen parcial y a completar sus
piezas con prejuicios propios de quien quiere ver la realidad que más se acomoda a su mundo.

De esta forma, transitando entre conceptos como la diversidad cultural, el etnocentrismo,


la historia acumulativa, la energía, la probabilidad, la civilización y el progreso, critica
postulados como el evolucionismo social o el neoevolucionismo. Así como cuestiona el
relativismo cultural y también su opuesto universalismo, o el materialismo (a los que en
ciertos aspectos se acerca) como paradigmas absolutos de análisis de la civilización occidental,
al tiempo que evidencia sus contradicciones intrínsecas.

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
- DIVERSIDAD CULTURAL

El autor comienza apuntando un paralelismo que encuentra entre las culturas y las lenguas,
que actúan de forma similar. Lenguas del mismo origen tienden a diferenciarse, mientras que
generan caracteres comunes con otras de distinto origen. Las culturas similares se alejan y
distintas se acercan, pero nunca permanecen aisladas. Lévi -Strauss basa su punto de vista del
estructuralismo en el funcionamiento de las lenguas. Las estructuras del pensamiento del
individuo (como las del lenguaje) se forman mediante oposiciones binarias y son las que de la
misma forma estructuran la sociedad.

De esta forma se establece una verificación inicial: la diversidad se debe a la interrelación y al


“choque” o la “fricción” cultural, nunca al aislamiento, que prácticamente no existe entre
culturas.

- EL ETNOCENTRISMO

Nos recuerda la forma en que en la antigua Grecia se utilizaba el término “bárbaro”, del
mismo modo que más tarde se utilizaría “salvaje”, como forma de negar la diversidad cultural,
asimilando a la naturaleza todo aquello que no encaja en la cosmovisión propia. Montaigne,
cuatro siglos antes, apuntaría a esta misma idea con la frase “no tenemos otra medida de la
verdad y la razón sino las opiniones y costumbres del país en que vivimos” (Moreno, P. 2021:
411). A este respecto Todorov considera al propio Montaigne como un temprano precursor
del relativismo cultural.

Lévi-Strauss nos muestra esta misma idea con el ejemplo de los españoles que enviaban
comisiones para que indagaran si los indígenas tenían alma o no. Mientras que los indígenas
sumergían a los prisioneros blancos en el agua y tras una larga vigilancia comprobaban si al
igual que sus propios cuerpos, los de los blancos estaban también sujetos a la putrefacción o
no. Unos dudaban que los otros tuvieran alma, y los otros de que el otro tuviese cuerpo. Lévi-
Strauss llama a esto la paradoja del relativismo cultural: “Estableciendo una discriminación
entre culturas es como se alcanza una mayor identificación con aquellas culturas a las que se
intenta negar”. O como Leslie White diría: “El bárbaro es ante todo el hombre que cree en la
barbarie” (Moreno, P. 2021: 415).

Sin embargo, Lévi-Strauss nos advierte del engaño de la proclamación de la igualdad


natural recordando lo que la UNESCO apuntó sobre aquello que convence al hombre de la calle

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
de que las razas existen es “la evidencia inmediata de sus sentidos cuando ve juntos a un
africano, un europeo, un asiático y un indio americano”.

Las declaraciones de los derechos del hombre tienen enunciados idealizados, ya que el
hombre no realiza su naturaleza en una humanidad abstracta, sino en culturas tradicionales.
Por tanto, el ser humano moderno vive en una tensión entre el “relativismo cultural”, que da
razón a la diversidad y a la particularidad de las culturas; y el “universalismo”, que trata de
evitar experiencias que hieran al ser humano. La Declaración Universal de los Derechos
Humanos, y el cuestionamiento que, desde un punto de vista relativista la Asociación
Americana de Antropología (Moreno, P. 2021: 380) hizo de la misma, es un claro ejemplo de
ello.

Nos dice que el universalismo lleva implícito un “falso evolucionismo”, puesto que, bajo
una máscara de diversidad cultural, trata los diferentes estados de las sociedades humanas
como fases, en las que de forma progresiva convergerían en una humanidad idéntica y unida.
Así pues, la variedad de las culturas solo mostraría los momentos de un proceso.

Sin embargo, las sociedades no pueden evolucionar bajo la misma regla que establece la
biología. En el proceso de creación intervienen una serie de procesos distintos a los que la
biología establece. Las herramientas y las técnicas de fabricación, así como la percepción e
imaginación del individuo que las crea, varían significativamente. Lo mismo sucede con las
instituciones o las creencias. Relaciona esta visión etnocéntrica con unas teorías
peligrosamente cómodas como son el evolucionismo social y después el universalismo como
una consecuencia directa de este.

- HISTORIA ACUMULATIVA

Para sustituir al “falso evolucionismo” del que hablaba previamente, distingue dos clases
de historia: Una historia progresiva-adquisitiva, que acumula hallazgos y construye grandes
civilizaciones. Y otra historia igualmente activa pero que falla en el don sintético en el que la
primera acierta. En lugar de acumular innovaciones y orientarlas en el mismo sentido, estas se
disuelven en un “flujo ondulante” que no se aparta de la función primitiva.

Esta teoría, que en un principio parece menospreciar a las culturas que han recorrido la
historia en su segundo sentido, adquiere, sin embargo, su lógica en la concepción de historia
acumulativa, que se desarrolla gracias a la interacción de diversas culturas.

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Considerar a una cultura poseedora de una historia estacionaria o acumulativa ¿depende
de su naturaleza o de nuestra perspectiva etnocéntrica para evaluar culturas diferentes? Con
el siguiente ejemplo veremos que depende del observador, no de las propiedades intrínsecas
de la cultura a la que observamos.

El autor utiliza la teoría de la relatividad de Einstein, con la paradoja del observador que
viaja en el tren. En la física, la velocidad es relativa y es mayor la percepción de velocidad
cuando el tren de al lado se desplaza en sentido contrario y menor cuando este se desplaza en
la misma dirección. Con las culturas pasa lo mismo, pero a la inversa, si cambiamos el concepto
de velocidad con el de información y significación. Cuando el tren se desplaza en nuestra
misma dirección, más fácil nos resulta entender a la cultura de al lado, porque podemos
observarla de forma detenida, recabar información y concluir que se desarrolla en nuestro
mismo sentido.

El relativismo cultural se caracteriza por entender a cada cultura en sus propios términos,
separada y sin afecciones de influencias externas. La cultura estudiada se convierte así en el
objeto de estudio.

Con la paradoja del tren Lévi-Strauss nos plantea un punto de vista diferente del
relativismo cultural; el del observador externo como sujeto. ¿Qué ocurre si concluimos que
cada cultura debe estudiarse como un elemento separado de toda influencia?, y si es así:
¿Cómo un observador inmerso en una cultura totalmente diferente percibiría esta nueva
cultura? Sin referencias y sin contacto, determinaría que nada le aporta esta cultura, carecería
de interés para él y llegaría a concluir que es una cultura anclada en un proceso histórico
inerte, no porque objetivamente así lo sea, sino porque el observador carece de herramientas
y conocimientos para entenderla.

Esta forma de aplicar el relativismo cultural en el que cada individuo elige el punto de
vista, hace que el desarrollo de las sociedades cambie dependiendo del baremo (medida) que
el observador elija como perspectiva. Así, la energía puede constituir un único baremo
mediante el cual considerar el desarrollo de las sociedades de forma desigual, cuyo dominio
sería de occidente.

De modo que, si previamente rechazó el evolucionismo de forma tajante, Lévi-Strauss


pone en duda aquí el relativismo cultural como método de estudio de las culturas.

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
No son los inventos o descubrimientos lo importante, sino la forma particular de cada
cultura para resolver problemas. Eso es lo que hace diferente a cada cultura. Cada sociedad
sitúa en perspectiva los valores que, por lo general, son comunes a todas las sociedades y que
se constituyen como estructuras invariables (el lenguaje, las creencias, el parentesco o la
organización social). En palabras del propio Lévi-Strauss: “Siempre y en todas partes el hombre
es un ser dotado de lenguaje articulado. La reproducción de la especie no está abandonada al
azar, sino sujeta a reglas que excluyen un determinado número de uniones biológicamente
viables… Su vida social se desarrolla en conjuntos institucionales, cuyo contenido puede
cambiar de un grupo a otro, pero cuya forma general permanece constante”. (Moreno Feliu, P.
2021: 24)

- LA ENERGÍA

Al hilo de lo que acabamos de analizar, se podría concluir que una cultura es incapaz de
valorar a otras, puesto que cada cultura no puede evadirse de sí misma, permaneciendo, como
apunta Lévi-Strauss, “prisioneras de un relativismo inapelable”.

Pero el autor, una vez más, cuestiona al relativismo cultural como método de análisis más
apropiado, al indicar que la propia marcha de las distintas culturas humanas prueba que, en
lugar de permanecer encerradas, reconocen y asumen la superioridad de la civilización
occidental. Esta asunción crea un precedente hasta la fecha desconocido: la universalización
de la cultura occidental.

La superioridad occidental se establece mediante distintas formas de sometimiento de


otras culturas. No habiendo un consentimiento explícito que funde la superioridad occidental
se puede deducir que es la capacidad de disponer de energía la que impone, de hecho, este
consentimiento.

La energía es, por lo tanto, un elemento que estructura las distintas sociedades. Al
paradigma ya superado de evolucionismo social, se añade aquí el del desarrollo y la utilización
de la tecnología, de donde nacen los postulados neoevolucionistas.

Leslie White (Moreno, P. 2021: 428) aporta dos claves para comprender el desigual
desarrollo de las sociedades. Primero la civilización occidental busca acrecentar la cantidad de
energía, segundo busca proteger y prolongar la vida humana. De tal forma que la cantidad de
energía disponible depende directamente de la integridad y duración de la vida humana. Este

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desarrollo de las sociedades, tiene frenos que actúan a modo compensatorio; como son las
guerras o el reparto desigual de la energía entre individuos y clases.

Lévi-Strauss, acompaña en cierto modo esta visión materialista de los procesos históricos,
pero la percibe incompleta. Trata de abrir un camino intermedio con el idealismo, y nos
recuerda qué, si bien los inventos y descubrimientos juegan un papel importante en el
desarrollo de las sociedades, son inútiles sin la inteligencia humana. De tal forma que, añade a
la interpretación materialista la conciencia y la voluntad humana, para lograr tener una visión
más exacta de la relación entre culturas. Así mismo, descarta los intentos metodológicos de
explicar “mediante un todo” la historia de la humanidad y de relegar al “azar” el esfuerzo
humano.

En esta serie lógica de cruces metodológicos que realiza el autor, traza una línea sinuosa
entre neoevolucionismo, materialismo e idealismo, para ir construyendo una visión
estructuralista de la antropología.

- LA PROBABILIDAD

Los descubrimientos e invenciones del Neolítico, no son de menor complejidad técnica y


menor diversidad de operaciones e ingenio que las actuales. Son demasiado complejas para
tratar de explicarlas con el azar. En ellas intervienen distintos factores, individuos y culturas.

Las diferencias en el curso de distintas civilizaciones, resultan de causas tan complejas, que
son de hecho, imposibles de predecir o de calcular. Es por ello, que en las ciencias sociales se
introduce una variable nueva: la probabilidad.

Es precisamente, por una serie de multiplicidades orientadas en un mismo sentido y de


relaciones del hombre con la naturaleza, como se desatan acontecimientos históricos
especialmente acumulativos; que resultaron en la revolución neolítica y la revolución industrial
en nuestra época contemporánea.

Como bien indica Lévi-Strauss, estas revoluciones se desencadenan de forma casi


simultánea en regiones muy distantes entre sí y que no tienen, en apariencia, lazos culturales
comunes. Relaciona las combinaciones múltiples que se dan en los juegos de azar y que
procuran a los jugadores una mayor probabilidad de acierto.

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
Las culturas de las historias más acumulativas, lo han sido por combinar sus “juegos” con
otras, por la acumulación e interacción de conocimientos que generan un bagaje común. Así
que declara absurdo la superioridad de una cultura sobre otra, puesto que de forma aislada
jamás podría ser “superior”. La probabilidad que tiene una sociedad de desarrollarse en un
determinado grado, está en función del número y diversidad de culturas con las cuales
interactúa.

- LA CIVILIZACIÓN

Así, Lévi-Strauss tacha de torpe el intento de asignar el mérito de una invención a una sola
raza o cultura, tal como pretende el evolucionismo. Acepta, por el contrario, los patrones de
personalidad propios de cada cultura (a los que los discípulos del relativismo llaman patterns)
como un hecho innegable; pero añade que, aceptando estos patrones el encuentro inevitable
entre distintas sociedades solo puede concluir de dos formas: o con el fin de uno de los dos
grupos culturales, o con una síntesis que derive en un tercer sistema. Aplicando la misma
lógica dialéctica a todos los encuentros llegaríamos a lo que se ha dado a llamar como
“civilización mundial”. Ruth Benedict, en su libro El crisantemo y la espada, dejó claras
pinceladas de este principio: “…luchábamos contra una nación perfectamente armada que no
pertenecía a la tradición cultural de Occidente. (…) Debíamos, ante todo, entender su
comportamiento para enfrentarnos con él (…) ¿Tendría que producirse en el país una
revolución del tipo de la Revolución Francesa para que fuera posible la paz internacional?
¿Sería el exterminio de los japoneses la única alternativa?” (Benedict, R. 2011: 17-20).

Pero este nuevo patrón de civilización mundial que surge, al cual Lévi considera una noción
abstracta, vacía de contenido y a la que se dota de un valor moral dominado principalmente
por occidente; empobrecería de facto las contribuciones culturales de cada sociedad. Así que
el autor llega a la conclusión de que no puede existir tal civilización mundial ya que la
civilización como concepto implica la existencia de una diversidad de culturas.

Está visión universalista, presenta pues, el problema de preservar la originalidad de cada


cultura, ante un proceso histórico que parece derivar en una homogeneización.

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
- EL PROGRESO

Solo ve dos remedios a esta homogeneización. El primero introducir variables dentro de la


misma sociedad, la cual como consecuencia provoca una jerarquización interna entre grupos y
genera, por tanto, desigualdades. Este proceso en la revolución neolítica a partir de las
incipientes concentraciones urbanas provocó la aparición de castas, y en la época
contemporánea, como consecuencia de la revolución industrial, generó la aparición del
proletariado como nueva variable.

El segundo remedio consiste en introducir una nueva variable externa, cuyas aportaciones
sean diferentes y provoque una nueva serie de desarrollos en la sociedad, tal como en la nueva
Europa industrial la expansión colonial propició.

Apunta como un tercer remedio posible, la aparición de regímenes políticos


antagonistas. Podríamos señalar aquí la aplicación del comunismo en distintas sociedades, y
como pudo provocar a modo de síntesis, un desarrollo en las sociedades occidentales que se
tradujo a la postre en el estado del bienestar.

En cualquier caso, insta a no olvidar que ninguna sociedad o cultura posee fórmulas
aplicables al conjunto de la humanidad, de lo cual se deduce aquí una reserva con respecto a
las inercias universalistas derivadas de la segunda guerra mundial; y señala que la existencia de
instituciones internacionales debe estar dirigida a salvaguardar la diversidad de las culturas.

[Aritz Serrano Loperena. Antropología social y cultural. UNED Pamplona-Iruña. Enero 2022]
CONCLUSIÓN

Creo que el falso evolucionismo al que hace referencia Lévi, es en realidad, pese a
todo, el que prevalece en el sentido común actual. De tal forma que existe la percepción
establecida de grados superiores e inferiores de culturas, aún en nuestros días.

Consciente de ello, Lévi-Strauss, realiza un ejercicio constante por combatir al


etnocentrismo y al racismo instituido a partir de finales del siglo XVIII, y al que distintos
paradigmas teóricos a lo largo de las últimas décadas han podido dar oxígeno, a veces de
forma deliberada y otras veces como resultado de análisis que considera excesivamente
cómodos.

Trata de acercar posturas con el relativismo cultural, considerando válidos varios de los
métodos que este propone y compartiendo conceptos como el de cultura como una realidad
totalizante, o el rechazo sin paliativos a los postulados que dan aire al racismo y la
jerarquización entre culturas. De esta forma, desacredita de raíz el evolucionismo iniciado por
Tylor en la tradición británica y el modelo de evolución socio-cultural de Morgan, que justifican
la desigualdad en las supuestas distintas etapas evolutivas en las que se encuentra cada pueblo
o cultura.

Al mismo tiempo, a través del reconocimiento de la diversidad cultural, los procesos


materiales y humanos que intervienen en el desarrollo de las sociedades y la explicación de las
estructuras como realidades comunes a todas las culturas; trata de aportar su visión
estructuralista como método para el estudio de las culturas humanas.

BIBLIOGRAFÍA

- MORENO FELIU, P. 2021: De lo lejano a lo próximo. Un viaje por la Antropología y sus


encrucijadas, en: Unesco y anti-racismo. Claude Lévi-Strauss: Raza e Historia: 410-440.
Madrid, Cerasa.
- MORENO FELIU, P. 2021: De lo lejano a lo próximo. Un viaje por la Antropología y sus
encrucijadas. Madrid, Cerasa.
- BENEDICT, R. 2011: El crisantemo y la espada. Patrones de la cultura japonesa. Madrid,
Alianza Editorial, S.A.

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