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Ser siervo de Jesús, demanda negarse a sí mismo y seguirle, y Jesús pidió que le
siguiesen, pero Él se encaminaba hacia la cruz y es exactamente lo que luego Pablo
dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó
y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2:20). Esto se refiere: que los que son de
Cristo han crucificado el viejo hombre con sus deseos y pasiones desordenadas, a
fin de no servir más al pecado, sino agradar a Dios.
Seguir a Jesús es servirle para sus propósitos y planes. Si lo hacemos, no solo
tendremos la recompensa del fruto eterno de almas que se salvan, sino también,
el Padre nos honrará. Nos dará coronas y galardones en honor y gloria.
Hermano, sirvamos a Dios desde el lugar donde estamos, honrando a Dios con
nuestra santidad e integridad.