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Día del Donante de órganos

(Luz cenital sobre Jean Luc vestido con bata quirúrgica)


Jean Luc: Buen día, yo soy Jean Luc Nancy, soy profesor de filosofía de la Universidad de
Estrasburgo. Soy de esas personas que viven tranquilos, haciéndose preguntas que quizás nunca
pueda responder. Tengo 50 años, 2 hijos, 1 nieto y un corazón con fecha de vencimiento….
Desde el momento en que me dijeron que era necesario hacerme un trasplante, todos los signos
podían vacilar, todos los puntos de referencia invertirse, sin reflexión, por supuesto, e incluso sin
identificación de ningún acto ni de permutación alguna. Simplemente, la sensación física de un
vacío ya abierto en el pecho, con una suerte de apnea en la que nada, estrictamente nada, podría
separar en mí lo orgánico, lo simbólico y lo imaginario, ni distinguir lo continuo de lo interrumpido:
todo eso fue como un mismo soplo impulsado de allí en más a través de una extraña caverna ya
imperceptiblemente entreabierta, y como una misma representación, la de pasar por la borda
mientras se permanece en la cubierta.

Si mi propio corazón me abandona, ¿“hasta donde es “mío”, y “mi propio” órgano?¿Es siquiera un
órgano? Desde hace algunos años experimento cierto palpitar, quiebres en el ritmo, poco en
verdad (cifras de máquinas, como la “fracción de eyección”, cuyo nombre me gusta, es como la
mezcla de matemática con la eyaculación, sublimación, proyección…) No tenía conciencia de un
órgano, de la masa muscular rojo oscuro acorazada con tubos que ahora, de improviso, debía
imaginar. No “mi corazón” latiendo sin cesar, tan ausente hasta ahora como la planta de mis pies
durante la marcha.

Mi corazón se convierte en mi extranjero: justamente extranjero porque esta adentro. Si la ajenidad


viene de afuera, es porque antes había aparecido adentro. Que vacío abierto de pronto en el pecho
o en el alma, sentí cuando me dijeron:

(Luz sobre médico e instrumentador)


Médico: “Será necesario un transplante”

(Luz sobre Jean Luc)


Jean Luc: Aquí, el espíritu tropieza con un objeto nulo: nada que saber, nada que comprender,
nada que sentir. La intrusión de un cuerpo ajeno al pensamiento. ese blanco permanecerá en mí
como el pensamiento mismo y su contrario al mismo tiempo.

(Luz sobre médico e instrumentador. el médico ahora con cofia y barbijo lavándose para cirugía)
Instrumentador: Los primero informes de transplantes de tejido datan del siglo V ac en la India, y
ya en el siglo III se les atribuye San Cosme y San Damian, dos hermanos médicos, la sustitución de
la pierna enferma de Justiniano por una pierna sana de un esclavo. Pero el verdadero avance en
los transplantes surge a principios del siglo XX con el desarrollo de la sutura vascular, y
comenzaron los transplantes de riñón en perros. En 1906 se publica el transplante de un riñón de
cerdo en el codo de una paciente de 50 años con insuficiencia renal crónica

Médico: No funcionó…. y resultaba bastante incómodo.

Instrumentador: Sí, pero no se desanimaron y sospechando que había incompatibilidad de


especies empezaron a hacer transplantes de riñón entre perros foxterrier y bóxer y después
tiroides, corazón y ovario.

Médico: Por este trabajo Carrel ganó el Nobel de Medicina y Fisiología en 1912.

(Luz sobre Jean Luc)


Jean Luc: Un corazón que solo late a medias es solo a medias mi corazón. Yo no estaba más en
mí. llega desde otro lado. o bien yo no llego. Una ajenidad se revela “en el corazón” de lo más
familiar, pero familiar es decir demasiado poco: en el corazón de lo que nunca se designaba como
“corazón”. Hasta aquí era extranjero a fuerza de no ser siquiera sensible, de no estar siquiera
presente. De allí en más desfallece, y esta ajenidad vuelve a conducirme a mí mismo. “Yo” soy
porque estoy enfermo. Pero en realidad, el que está jodido es ese otro, mi corazón. A ese corazón,
ahora intruso, es preciso extruirlo.

(Luz sobre médico e instrumentador)


Médico: En 1933 se realiza el primer transplante entre humanos pero fracasa por incompatibilidad
del grupo sanguíneo y en 1954, en Boston, se transplanta con éxito y sin rechazo un riñón. Donante
y receptor eran hermanos gemelos homocigotas.
En nuestro país el primer transplante de corneas fue en 1928, riñón en 1957 y corazón en 1968.
El éxito de los primeros proedimientos era escaso porque el órgano donante no llegaba en buenas
condiciones. Una vez que se diagnosticaba clínicamente una muerte cerebral, que es realmente el
final de la vida, un equipo de transplante hacía guardia al pie del paciente esperando que se
detenga el corazón. Eso hacía que los órganos sufran la falta de sangre y oxigeno y al llegar al
receptor no estaban funcionando adecuadamente. Después fuimos perfeccionando el diagnóstico
de muerte cerebral, y en 1981 se definió a la muerte como el cese irreversible de las funciones
cardiorrespiratorias o como el cese irreversible de las funciones del encéfalo. Hoy hay equipos
entrenados en diagnosticar la muerte con métodos muy específicos.

(Luz sobre Jean Luc)


Jean Luc: Sin duda, esto solo sucede a condición de que yo quiera, y algunos otros conmigo.
“Algunos otros” son mis parientes, pero también los médicos, “otros” a los que ni siquiera conozco
y por fin yo mismo, que me descubro aquí más doble o múltiple que nunca. Es preciso que toda
esta gente a la vez, por motivos diferentes en cada caso, se ponga de acuerdo en pensar que vale
la pena prolongar mi vida.

(Luz sobre médico e instrumentador)


Médico: Cuando una persona fallece se abre la puerta para salvar muchas vidas. Todos los
avances científicos, equipos profesionales especializados, hospitales de altísima complejidad, si
no hay donantes, no hay transplantes.

(Oscuridad total, voz en off con ambiente de UTI)


Paciente: No llores si me amás…
¡Si pudieras oír el canto de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes,
los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo,
la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
¡Cómo! ¿Vos me viste, me amaste en el país de las sombras
y no te resignás a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Creeme; la muerte vino a romper las ligaduras que me encadenaban.
Y cuando un día, tu alma venga a este Cielo,
ese día volverás a ver a aquel que te amaba y que siempre te ama,
y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurada,
extática y feliz, no ya esperando la muerte,
sino avanzando con vos,
que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida,
Enjuga tu llanto y no llores si me amás…
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
La muerte no es nada.
No hice nada más que pasar al otro lado.
Yo sigo siendo yo.
Vos sigues siendo vos.
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
Dame el nombre que siempre me diste.
Hablame como siempre me hablaste.
No emplees un tono distinto.
No adoptes una expresión solemne, ni triste,
sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue,
sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra.
La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado,
¿Por qué habría de estar yo fuera de tus pensamientos?
¿Sólo porque estoy fuera de tu vista?
No estoy lejos… tan solo a la vuelta del camino.
Lo ves, todo está bien…
Volverás a encontrar mi corazón, volverás a encontrar su ternura acendrada.
Enjuga tus lágrimas y no llores si me amás.
Con todo mi cariño, con toda tu alegría.

Escena de quirófano, Jean Luc en camilla, sialítica, médico e instrumentador cambiados, entra
instrumentados con el órgano.
Instrumentador: Los verdaderos héroes de esta historia…son los donantes…

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