Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Aquí hay siete de las muchas buenas razones para renunciar a todo y vivir para Cristo.
El precio del cristianismo pareciera ser muy alto. Jesús dice claramente que si alguno
quiere seguirle, entonces debe renunciar a su propia vida. Algunas veces puede ser
difícil hacer esto, especialmente cuando uno no puede ver de inmediato las ventajas.
Pero ser cristiano tiene sólo ventajas. ¡Es una vida llena de ventajas! Aquí hay siete de
las muchas buenas razones para renunciar a todo y vivir para Cristo.
Jesucristo – un amigo de por vida. Piensa tener un amigo y compañero por toda la vida,
un maestro y mentor, un modelo a seguir y una ayuda en cada situación de la vida. Jesús
es tal persona para nosotros. Él fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero
venció sobre todo pecado, de modo que independiente a lo que nos enfrentemos, ¡puede
Jesús reconocerse en nuestras situaciones y también ayudarnos a superarlas!
Con Él podemos hablar acerca de cualquier tema, a cualquier hora del día. Él siempre
está ahí, en la dicha y en la adversidad y siempre con la capacidad para ayudarnos. Jesús
es alguien a quien podemos acudir y decir “Ayúdame, estoy en apuros, estoy pecando,
no sé qué hacer.” Y Jesús nos responde: “Lo sé; he sido tentado en lo mismo, pero tuve
victoria sobre eso. Déjame mostrarte cómo. Déjame darte la fuerza.”
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles.” Romanos 8:26.
¡Piensa tener una tal ayuda en nuestra vida! El Espíritu Santo nos ayuda en nuestras
debilidades e intercede por nosotros, ¿Qué más podemos pedir? Con Jesús como nuestra
cabeza y el Espíritu Santo en nuestros corazones, no hay nada que pueda impedirnos
vivir completamente según la voluntad de Dios y convertirnos en una persona
irrevocable y totalmente alegre. No solamente seremos felices sino que también seremos
una bendición y una ayuda para los demás. Y cuando hacemos esto ayudamos a hacer
del mundo un mejor lugar.
Toda la miseria en el mundo es resultado del pecado. Como cristianos estamos llamados
a tener victoria sobre todo pecado consciente. ¡Dicho con otras palabras a ser libres de
todo lo que nos hace infelices!
Cuando recibes victoria sobre el pecado entonces encuentras la felicidad. Una alegría
celestial perfecta, que no te deja con una sensación de vacío e infelicidad. El pecado te
puede hacer sentir feliz por un momento, pero los placeres pasajeros del pecado no se
comparan en nada con la alegría de vivir una vida victoriosa.
Jesús pasó su vida en victoria sobre el pecado. Él fue libre para bendecir a las personas
en todas las cosas, porque no tenía en su consciencia pecado que lo retuviera. Todo ese
egoísmo, exigencias, orgullo, avaricia, lujuria, y cualquier otro pecado imaginable en la
forma que sea – Jesús obtuvo victoria sobre eso.
Nosotros estamos llamados a vivir esta vida victoriosa, del mismo modo que Jesús, y
mientras somos más liberados del pecado somos más y más transformamos a la imagen
de Jesucristo.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
…” Gálatas 5:22. Cuando dejamos entrar el Espíritu Santo en nuestros corazones y
comenzamos a seguir a Jesucristo y tener victoria sobre el pecado, entonces
comenzamos a tener los frutos del Espíritu. Piensa poder estar siempre lleno de amor,
alegre y paciente en lugar de egoísta, orgulloso, ansioso, o enojado. ¡Podemos ser de
bendición para los demás!
En la medida que somos cada vez más semejantes a Cristo, nuestra capacidad para
bendecir y servir a los demás aumenta. No solo el cristianismo nos hace felices, sino
que también a través de este hacemos felices a aquellos que nos rodean, y esto nos lleva
a un gozo verdadero.
Por todos lados ves gente preguntándose por una receta para una vida feliz. Es un
objetivo universal, sin embargo muy pocos han encontrado una manera de estar
siempre felices, sin importar lo que pasa, cada segundo de cada día de cada año. ¡Como
cristianos esto no sólo es posible, sino que es algo que se nos ha prometido!
Jamás fue la intención de Dios que fuéramos infelices en la tierra por ochenta años, para
luego ser felices en el cielo. Dios tiene pensamientos de paz hacia nosotros – ¡Él quiere
que seamos felices ahora! Y mientras todo lo que queramos esté en línea con lo que
Dios quiere, entonces eso por supuesto sucederá.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28.
Pero está escrito que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” Esto
significa que Dios cuida a sus hijos, independiente de lo que suceda en el mundo. Pase
lo que pase, ya sea recesiones económicas, huracanes, corrupción, calentamiento global,
o cualquier otra cosa que uno enfrente en su camino, Dios cuidará de nosotros. Nosotros
somos aquellos que aman a Dios. Nada puede sucedernos que no sea para nuestro
absoluto bien.
¡Un cristiano puede ir por la vida sin tener que estar preocupado por nada! Ya sea que
podamos verlo o no, si entendamos cuál es el resultado final o no tenemos idea de cómo
será, podemos ir por la vida completamente libres de estrés y ansiedad, sabiendo que
alguien ha arreglado nuestra vida por completo, de principio a fin y para nuestro bien.
Eso no significa que lo que más nos conviene, o lo que creemos nos conviene es para
“nuestro bien.” Significa que Dios arregla todo para hacernos felices en el largo plazo.
El permite que experimentemos pruebas que – tomadas en la manera correcta – son
oportunidades para llevar a la muerte nuestro pecado y experimentar cada vez más
alegría. ¿No es esto lo mejor para nosotros?
Independiente de dónde vas o con quien hablas, parece que la muerte es el factor más
“desconocido” en la vida. El temor a morir puede ser la causa de mucha preocupación y
ansiedad en la vida de una persona. Pero piensa: Como cristianos podemos ir por la vida
y saber exactamente qué pasará después de nuestra muerte.
¡Recibimos una vida eterna en el cielo, en paz y felicidad como la Esposa de Jesús!
Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto,
vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Juan 11:25-26.
“Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;
porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de
aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.” Apocalipsis 7:16-17.
Una vida eterna en el cielo sin hambre o sed, sin lágrimas; ¿qué podría ser mejor que
esto? ¡Nadie podría decir no a una tal vida! ¿No es esto lo que todos quieren, en el
fondo? Una vida alegre por la eternidad, sin sufrimiento. El precio es que debemos
renunciar a nuestra vida aquí en la tierra para hacer morir el pecado, del mismo modo
que Jesús lo hizo, y vivir solamente según la voluntad de Dios.
Cuando el premio es tan grande, el precio a pagar es totalmente insignificante. Dios nos
da todo lo que pudiésemos querer o necesitar. Él ve claramente cómo debemos vivir
nuestras vidas. Ha preparado la vida perfecta delante de nosotros y si estamos al cien
por ciento obedientes a todo lo que pone en nuestros corazones, entonces esta vida nos
llevará a la alegría perfecta. Tendremos fuerza y poder para ir por la vida sin ser una
sola vez infelices, ¡y esta vida feliz en libertad continuará en la eternidad!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América
Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.