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LA BELLEZA DEL AMOR ESPONSAL

J.Noriega

Espero poder compartir con vosotros algo hermoso. Me han confiado la tarea de hablar
sobre la belleza del amor esponsal. Hay una pregunta delante, ¿qué hace grande y bello el amor?
Porque no todos los amores son grandes y bellos, para nada. Tenemos todos la experiencia en
nuestra piel de amores que hemos visto que no han estado grande y bellos como pensábamos en
el inicio. Y, entonces, ¿qué hace grande y bello un amor?
Esta pregunta me ha venido hace tiempo cuando era apenas un seminarista que entraba en
el seminario tuve la suerte de que cayera en mis manos un libro, “Amor y responsabilidad” de Karol
Woitila. Yo lo he devorado. Era una cosa que nadie me había dicho antes de esto, ninguno. Yo
entraba en el seminario y esperaba que me hablaran de todas estas cosas. Pero, después del
estudio de la teología, el estudio sobre el matrimonio y la familia era propiamente aburrido. Era
algo… horrible… Y, entonces, yo inquieto con estas cosas, cuando he terminado después de ocho
años de estudio, mi superior me dice, “José, ¿has resuelto tus problemas con el matrimonio?”
porque había un montón de cosas que yo no entendía bien, no entendía bien. Mi superior me dice,
“¿lo has resuelto o no después de ocho años de estudio?”. Le he dicho, “a decir verdad, no”.
“Entonces, te vas a Roma a estudia al Instituto Juan Pablo II que me han dicho que está
especializado en el matrimonio y la familia”. “¿Qué Instituto es ese?”. Entonces, he hecho mi
investigación y he visto que merecía la pena ir a Roma a investigar esto. Y fui a Roma con mis
problemas, mis cuestiones, mi dificultad para entender el matrimonio y la familia. Llego allí, me
siento en el aula, y ninguno me habla de la dificultad que yo tengo. Empiezan a hablarme de la
dificultad del amor, de la felicidad, del deseo, de la virtud, de un amor excelente, de acciones
excelentes… esto es un lenguaje nuevo para mí. Pero, ¿cómo estas cosas? Eran cosas que yo no
entendía nada porque nadie me había explicado antes. Después de ocho años de teología ninguno
me había explicado qué cosa es el amor, qué cosa es la felicidad… ninguno me lo había explicado.
Entonces, me digo, “mira, esto es un lenguaje nuevo”, como aire fresco. Y me venía al corazón que
esto lo tenía que comunicar a las parejas. Allí había escuchado que hacen cursos de verano y allí
venían parejas, familias, niños, abuelos… venían todos a hacer el curso. Yo pensaba que estas
cosas las podemos hacer también en España. Entonces digo, ¿cómo hacemos ahora? Debemos
hacer la programación, porque había oído hablar pero no había estado en ese curso.
Entonces, ¿cómo hacemos esto? ¿Qué problema tienen las familias? ¿Qué problemas
tienen las parejas? He cogido un folio y he empezado a poner qué problemas tienen las parejas.
Siempre es el problema de la comunicación. Lo hemos visto, es un problema. Si no se hablan todo
se vuelve ambiguo. Tienen el problema de los hijos, de engendrar hijos. Porque una pareja que no
le interesa los hijos están cerrados, se convierte en una habitación sin ventanas, un aburrimiento.
Tienen el problema de tantos divorcios, de tantos separados, el aborto… todos los problemas los
ponía en un folio. Todos los problemas complicadísimos… hacemos un curso, entonces, para
explicar cómo vivir esto. Entonces, problemas… cursos para resolverlos. Me parecía una cosa
genial. Entonces, reúno a las parejas y les empiezo a explicar las cosas.
Y, entonces, había allí un profesor, en el Instituto, que ahora es profesor emérito, y que lo
tenemos entre nosotros y le hacemos dar algún curso. Y este profesor se llama profesor Grigel que
es un hombre fascinante, un encantador de serpientes. Y, entonces, con esto, le digo, “profesor,
viene una pareja amiga mía de España, la invitamos a una comida para explicarles la idea preciosa
que tenemos”. Entonces, vamos a un buen restaurante, le explicamos la cosa, este programa. El
tipo lo coge, y comienza a mirar las cuestiones del curso, coge el folio, y dice, “mira, hay cientos de
estos cursos”, si quieres hacer alguna cosa con la familia no les hables de sus problemas, porque
ellos son conscientes de sus problemas y están ahí con la herida…¿sabes? Si quieres hacer algo
con las familias, ayúdales a comprender la belleza de su vocación, que miren las estrellas. Y si
comprender la belleza de su propia vocación podrán afrontar de otra manera sus problemas. Hemos
terminado con un tiramisú, hemos saludado al profesor Grigel, hemos roto nuestra programación.
Ahora se trataba de pensar todo de otra manera. Porque, cierto, aquello eso es algo que uno
comprende, esto es el camino.
La belleza de la vocación por lo pronto habla de una belleza que no es una belleza estética,
simplemente. Si uno va a un buen museo uno dice, “esta escultura me gusta o no me gusta”, “esta
Capilla Sixtina me gusta o no me gusta”, “esa figura no me gusta, aquella me gusta”…”aquella que
bonita”, “aquella que fea”… ¿me explico? Estamos hablando no de la belleza de algo externo a
nosotros, sino de algo que nosotros podemos hacer. Es una belleza muy distinta esta, porque
estamos en juego nosotros mismos. Todos nos damos cuenta de que podemos hacer bella nuestra
vida, que podemos vivir una bella familia, un matrimonio bello… podemos vivir un bello amor, o
podemos vivir un amor bruto. Se trata de una belleza que nosotros estamos llamados a construir.
Bien, así ha comenzado mi interés por la belleza. Intentar comprender dónde y por qué es
bello un amor. Y, entonces, siendo una belleza que está llamada a ser construida, de repente, nos
damos cuenta de que el artista necesita tres cosas. ¿Qué tres cosas necesita un artista? Primero,
una intuición; segundo, un arte; tercero, un don. Un artista que no tenga un intuición, ¿qué hace?
Se limita a repetir, a copiar. Bien, esta intuición no basta que sea una intuición, necesita que él sea
capaz de realizarla, por lo tanto, necesita un arte. Hay personas que dicen cosas preciosas, que
piensan muy bien, pero luego no saben realizarlas, no saben construirlos, Toman el escalpelo, el
martillo y hacen un desastre. Tenían una bella intuición pero no saben completarla. Ahora, la
intuición necesita de un arte. Y este arte, ¿de dónde nace? Nace de un don que recibimos y que
poco a poco lo llevamos a cumplimiento. Ahora, yo voy a reflexionar con vosotros sobre estas tres
cosas. Primero, una intuición, segundo, un arte, tercero, el don que está en el origen.
La intuición, bien, se trata no de una intuición sobre las cosas del trabajo porque hay
intuiciones… hay gente que trabaja y que le viene la idea genial. Llega al trabajo contento y aplica
la cosa, la fórmula le viene,… ahora estamos hablando no de una intuición del trabajo sino que
estamos hablando de la gran intuición de la vida. ¿Qué es una vida buena? ¿Qué es una vida bella?
¿Cuál es mi destino? ¿Qué hace preciosa mi vida? Porque, cuando yo me miro al espejo todas las
mañanas, digo, “mira…”, y me viene una depresión terrible…lloro con todos los que me miran…
porque digo, estos pobres me miran y dirán, “mira esto”… ¿Qué hace bella mi vida? No lo sé, no lo
sabemos, no tenemos la respuesta ya hecha. ¿Qué es una vida buena para mí? Adán no lo sabía.
Adán fue creado el primer… no el primero no, el sexto día. Dios Padre está, se mete ahí, y Adán
comienza a vivir. Comienza a decir, ¿qué hago yo aquí en este mundo creado, con este cuerpo que
me han creado? Pero me distancia porque soy diferente de todo lo demás. ¿Qué hago yo aquí?,
dice Adán. Bien, siente una voz que le dice, “Domina lo creado, da el nombre a todo”. “Cáspita,
debo dar el nombre a todo… es algo maravilloso, dar el nombre… “. Comienzan a pasar todos los
animales. Pasa un perro, “tú, perro”, pasa un gato, “tú, gato”, pasa una hormiga, “tú, hormiga”. Y
entonces vienen el elefante, “¡Tst! Tranquilo, tú, elefante”. Todo lo creado. Pero después de
doscientos animales tenía un poco de dificultad porque le faltaba imaginación. ¿Sabéis cuántas
especies hay? Más de un millón. Adán, al final, estaba exahusto… Estaba exhausto, el primer día
de trabajo, al llegar a casa está muerto. “¡Basta de trabajo!”. Abre el frigorífico, y bebe una hermosa
cerveza, y un vino blanco… y le viene una depresión. “Después de tanto trabajo una cerveza…”.
Con tanto trabajo se agota.
El sueño es una cosa maravillosa porque es casi como perder la conciencia, cierto, la
perdemos. Perdemos la libertad. Gracias a Dios no obramos. Pero el sueño es como un anticipo de
la muerte, ¿verdad? Entonces, Adán, después de ese primer día de trabajo, está muerto. Y dice,
“no merece la pena vivir sólo para trabajar”. El mensajes es muy fuerte, ¿verdad? El trabajo no llena
el corazón del hombre, no hace buena la vida del hombre. No la hace bella sólo el trabajo. Es verdad
que sin el trabajo no se realiza bien, estoy de acuerdo con todos vosotros, pero sólo el trabajo no
basta. Y Adán se abandona al sueño. Nos viene esa imagen hermosa de que Dios nuestro Señor,
lo ha creado, la toma de la mano y, la lleva a Adán y le dice, “eh, Adán, despiertate”. Adán se
despierta y ve a esta y le dice eso de, “tú eres carne de mi carne y huesos de mi huesos”. Es un
poco… imagínate un chico hoy le dice a una chica cuando la ve, “tú eres carne de mi carne y huesos
de mis huesos”… esta chica sale disparada. “Este es una especie de bestia… si comienza así cómo
acabará”. El primer canto de amor es una cosa… El primer canto de amor, después vendrán muchos
cantos de amor para que el hombre se preparara para tener las palabras justas y bellas para no
asustarlas porque si no…
Hay un gran filósofo, Josef Piepper, que muchos de vosotros seguramente habéis leído, y
él trata de traducir en un lenguaje mejor lo que quería decir Adán. Porque Adán entiende la carne
de su carne y los huesos de una manera nueva. Entonces dice, “carne”. Piepper dice, “¿qué quería
decir Adán?”: ¡Qué bueno que tú existas!”. Es la existencia que será absolutamente distinta sin ti.
Bien, pero, ¿qué sucede aquí? Adán no es que le está diciendo a la chica, “¡qué hermoso que tú
existas!”, no es que le dice, “Tú estás allí y yo estoy aquí”… Hay otro gran filósofo, Dietrich von
Hildebrand que explicando este otro evento, el evento del amor, y apoyándose sobre Platón dice
que en este momento Adán tiene la gran intuición de su vida. Es la intuición de la belleza completa.
Apoyándose sobre Platón él entiende y explica así la cosa, “¡qué bello será vivir juntos!”. La belleza
completa de mi vida, la belleza completa de tu vida, se comprende propiamente en una plenitud de
vida. Adán comprende en este momento algo más grande que sí mismo cuando comprende la
comunión a la cual él está llamado. Está llamado a construir una comunión, está llamado a acoger
a una persona, está llamado a donarse a una persona. Y de este modo, la belleza de la otra persona
resulta todavía más plena. Porque no es una belleza estática, es la belleza de un obrar.
Sabéis que hay entre los filósofos griegos una gran discusión sobre qué es la belleza. Pero
una discusión propiamente fuerte. Platón ha reflexionado sobre la cosa y después viene Aristóteles
y le dice, “basta ya de pensar aquella idea de la belleza… pero, ¡dónde vas Platón! E qué mundo
piensas que viven esas ideas. Mira, la belleza, Platón, es algo muy simple. Es proporción, es
armonía”. Por ejemplo, la proporción de la oreja izquierda, con la oreja derecha. Deben estar a una
altura media para que la nariz esté serena y tranquila. Los ojos tienen que estar… porque si está
un poco alto es un monstruo. Una nariz así…no funciona. Entonces, la belleza es una cosa de
proporción, de armonía. Después ha venido otro filósofo, que seguía a Platón, que se llamaba
Plotino. Y este Plotino dice, “mira, las bestias salvajes reducen la belleza a una cuestión de
proporción y de armonía”. Y dice él, Plotino, “la belleza es, sobre todo, la posibilidad de trascender”.
Y pienso que todos estamos de acuerdo con Plotino porque delante de una bella puesta de sol,
cuando vemos el cielo en fuego, permanecemos y decimos,… ¿qué pregunta nos viene a todos
nosotros? ¿Quién ha hecho esto? ¿Quién ha hecho esta preciosidad que llena el aire de muchos
colores? ¿Quién ha hecho esto? O cuando subimos la montaña, y vemos lo de abajo pequeño,
aquel río que está allí, pero decimos, ¿quién ha hecho esto? ¿Quién ha hecho esta preciosidad?
Ahora, qué sucede con esta experiencia de la belleza, a todos nosotros nos está diciendo,
“mira, ¡hay algo más grande que tú! Mira que estás creado para algo más grande”. Porque ahora
no se trata simplemente de un cielo en fuego, no se trata de una hermosa balada, se trata de una
mujer, que esta mujer es un monumento. ¿Sabéis quién es Georg Brak? ¿Quién es este Georg
Bark? Es un pintor que junto con Picasso ha creado el cubismo. ¿estamos? Este tipo dice, “mira,
Dios ha creado el trabajo para serenar al hombre, pero ha creado a la mujer para turbarlo”.
Entonces, ¿qué sucede? Adán, creada la mujer, por primera vez le dice, “¡qué bello que tú existas!
pero, ¡qué hermoso sería estar junto a ti! ¡Qué bonito sería construir una familia!”. Él está, ahora,
turbado, ha entendido algo precioso, que él ha estado creado de algo más grande que sí mismo. La
belleza permite trascender. Se permite comprender que la vida no está en nuestra medida. Y
propiamente la sexualidad humana rompe todas las medidas. Nosotros intentamos domesticarlas
de mil maneras y la sexualidad humana está diciendo, “mira, Dios ha creado al hombre, varón y
mujer”, ¿por qué? Para que fuera más grande que un hombre y más grande que una mujer.
Bien, una intuición. El artista necesita una intuición. La gran pregunta de la vida, ¿quién
puedo llegar a ser? Es una pregunta que sólo podemos responder en la experiencia de nuestra
vida. Y Dios nos ha creado de una forma maravillosa porque nos ha creado hombre y mujer, con
esta herida, porque la sexualidad es una herida en nuestro ser. Ninguno de nosotros puede
quedarse en el rincón, diciendo, “¡qué bonito estar en casa todo el día!”. ¿Nada! Ves pasar una
mujer y te levantas de repente y dices, “¡Señora, me disculpa!”. Una vez me ha sucedido que este
profesor Griegel, el cual está jubilado ya, del que tengo mucho aprecio, y, además, es un caballero,
un día íbamos en el autobús a Roma tres profesores y él. Entonces, entra una mujer en el autobús
que era una mujer que uno decía, “esta mujer…”, sí, todas las mujeres uno dice, “¡qué señora!”,
pero esta era especialmente guapa. Y él se laza, se acerca a ella y le dice… por primera vez que la
veía en la vida, “señora, usted es una mujer de las más bellas que he visto en mi vida”. Y todos
decíamos… “¡qué haces!”. Pero es verdad. ¿Qué sucede? Adán, yo porque soy sacerdote, pero
dice, “¡qué guapa es ella!”, es una cosa…Una intuición.
El artista necesita una intuición, y esta intuición no nace en la soledad sino que se encuentra
en la comunión. Cuando uno no se cierra a otros sino que acepta ser tocado de otros. Bien, pero
no basta. El artista no basta que tenga intuición. Vosotros sabéis que hay un gran filósofo que se
llama Max Scheler, el cual ha sido uno de los grandes filósofos del S.XX tan apreciado de Woitila.
Él, siendo profesor en Munich, en Baviera, en torno a él se han convertido más de cien intelectuales
alemanes, y que un intelectual alemán se convierta… es una cosa… Entonces, vuelvo a Max
Scheler, está nuestra querida Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, el propio Dietrich von
Hildebrand, un gran intelectual, que se convirtió gracias a este Max Scheler. Pero este Max Scheler
que es uno de los fundadores de la fenomenología, sobre todo de la educación en valores, él, que
tenía una sensibilidad exquisita para apreciar los valores, él dice, “no perdonaré nunca jamás a Dios
que haya hecho una bestia como yo”. ¿Por qué? Porque el tipo había perdido la cátedra en Munich,
y la había perdido porque una estudiante la había denunciado. Era un hombre que tenía un
temperamento radical, era difícil convivir con él. Al final, cuando uno lee la historia de esto, Dietrich
von Hildebrand lo había siempre defendido delante de todos, pero, entonces, él, que estaba
desposado, Max Scheler, y toma la primera novia de Dietrich von Hildebrand. Claro, el otro dice, “a
esta déjala tranquila, que esta es mi primera novia, déjala tranquila, esta es una mujer guapísima”.
“Mira, vamos a María Laach, te pone de rodillas delante de la Virgen, y veamos qué dice la Virgen,
¡estamos!”. Los dos van a María Laach, al santuario, de rodillas, el Max Scheler, delante de la
Virgen. Y Dietrich von Hildebrand esperando y rezando diez rosarios. Sale Max Scheler y le dice
Dietrich a Max, “¿Qué? ¿Qué te ha dicho la Virgen?”. “Me ha dicho que me case con ésta”.
Entonces, ¿qué sucede? No basta, no sirve, no es suficiente, tener una sensibilidad por los
valores, es necesario un arte. No basta que yo sepa apreciar la música, que yo sepa juzgar bien la
pintura. Es muy distinto cuando tomo un violín entre las manos y debo seguir una partitura de
música, es muy distinto. Por esto se necesita un arte. El artista no vive de una intuición sólo, necesita
un arte, es decir, de una cualificación de su subjetividad. A mí me encanta Plácido Domingo, no me
gusta… a vosotros os gusta Pavarotti… sobre todo, después de muerte todos dicen que Pavarotti
es mejor que Plácido Domingo, pero no es verdad. Plácido Domingo es mejor. Entonces, ¿qué
sucede con Plácido Domingo? Él se pone a cantar y logra expresar lo que quiere, y deja a todos
llorando con su canto, o, al revés, a reír, o a revés, a concentrarse. Si yo me meto a cantar, después
de diez segundos, no queda ninguno. No so explicarme cantando. Yo voy a la Virgen María muchas
veces y le digo, “mira si tú me permites cantar bien yo te canto toda la vida”, y la Virgen me dice,
“hazlo de otra manera, pero no cantando”. Y entiendo a un hombre que quiere a una mujer que
quiera cantarla, pero necesita un arte. No basta querer. ¡Qué drama tenemos hoy cuando vemos
que nuestras parejas se casan y quieren amarse, pero no han experimentado que no basta
quererse! Que necesitan un arte, el arte de amar. Este arte maravilloso que permite a la persona
construir la acción adecuada. De saber decir la palabra justa en el momento justo, porque, mira,
hay gente que dice la palabra justa pero después de diez días. “Podías haberlo dicho antes, ya lo
he entendido después de diez días”, o lo dicen muy pronto, “te has precipitado, has perdido todo”.
O, al revés, tener ternura, tener plan, tener un programa… hay gente que dice, “vamos hoy al cine”,
pero, “mira, hoy al cine, no te das cuenta de que vengo hoy muerto y que llueve… y me dices que
vayamos al cine con todo el peso de la semana… mira…”, y entonces, “siempre que digo alguna
cosa me dices que me equivoco”, pero, “claro, es que no tienes ningún acierto en lo que propones”.
No es fácil amar, no basta decir, te quiero mucho, no basta.
El artista necesita un arte. El arte de amar es esta cualificación de la subjetividad, como lo
mismo que Plácido Domingo es capaz de llenar el pulmón y después de meter toda la fuerza en las
cuerdas vocales y todas estas cosas, lo mismo sucede con el arte de amar que necesita meter
tantas cosas dentro de nosotros. Necesito meter dentro las pulsiones, los deseos, la memoria, la
imaginación, la fantasía, la voluntad… porque hay veces que los estados de ánimo que estamos en
el séptimo cielo o en el infierno más terrible, en el lago terrible… el fiero pastor, con el Hugolino de
Dante, el pobre…algo horrible. O estamos en el infierno o en séptimo cielo. Entonces, ¿qué
hacemos con nuestros afectos? ¿Qué hacemos cuando no nos acompañan nuestros afectos o
nuestros deseos van…uah? ¿Qué hacemos? O, al revés, con una voluntad así fría, “yo te quiero,
hacemos lo que quieras, ¿vamos al cine? Vamos al cine”… “basta contigo, un poco de pasión, ir al
cine…”. No es simple, ¿verdad? Es complejo amar, no basta que quiera, necesito este arte. Bien,
este arte ha tenido en la tradición, en el pensamiento cristiano, un nombre, el nombre griego se dice
areté, una palabrita… pero es bella, significa excelencia, o virtud. Y hay diversas virtudes, y la virtud
propia de los enamorados tiene un nombre que es una “palabrota”, lo siento decirla, porque no suelo
decir palabrotas, pero es una “palabrota” porque mira, se llama “castidad”. Esto es castus, puro,
blanco. El campo semántico de esta palabra es un campo horrible porque de castus, porque, de
“castus" viene “castus ago” y de “castus ago” viene castigo. ¿Cuál es la idea que hay en la imagen
colectiva de la castidad? Un castigar el deseo, tomar el deseo y..(gesto de estrangular). ¡Fuera con
el deseo! Entonces, viene como una vez que salía de casa y venía puesto allá un grafitti es esos “la
castidad produce enfermedad”. Se entiende porque yo no entiendo como han traducido, tanta culpa
de Cicerón, la palabra griega es más bella, es “sofrosine”, esto eso. ¿Cómo traducimos “sofrosine”?
Es difícil. Es verdaderamente difícil. Es difícil porque es como decir un afecto inteligente, alguna
cosa así, un afecto inteligente.
Una vez, cuando explicaba estas cosas a mis alumnos tenía una alumna georgiana, una de
las antiguas repúblicas socialistas soviéticas, entre dos mares, el Caspio y el Negro. Entonces, esta
estudiante había estudiado un autor ruso. Y lo leía en rusa. Y yo le decía, “muy bien muchacha que
lo leas en ruso, pero a mí me lo traduces, porque, si no, no entiendo nada”. Esta estudiante un día
me viene y me dice, “mira, el traductor italiano no lo ha entendido, porque este autor ruso, Soloviev,
cuando habla de esta virtud usa este término - que lo he aprendido- celomudri”. Si hay algún ruso
aquí, o alguno que sepa ruso, sabrá que no significa castidad. El traductor italiano había traducido
castidad. Ahora, tu lees castidad y te viene “represión del deseo, continencia,…”, un montón de
cosas que a ninguno nos interesa. En vez de eso, en ruso celomudri no significa castidad. Y le digo,
“¿qué cosa significa?”. Y me dice, “mira, significa sabiduría integral”. ¿Qué sucede aquí? Esta
integración de los deseos, de los afectos, esta integración de la voluntad nos da una sabiduría
nueva. Nos da una sabiduría integral, esto es, nos permite comprender la globalidad de las cosas
que están en juego. Hoy habéis leído o visto “Los dos gentilhombres de Verona”, de Shakespeare.
Esta es una comedia de Shakespeare muy divertida y en un momento determinado se acercan a él
y le dicen, “mira, esta atento que el amor te hace ciego”. Y él dice, “eso te imaginas tú, el amor te
da cientos de ojos”. Esta es la castidad, cuando el amor lo vivimos de una forma integrada, y no
sólo con pulsiones, no sólo con los afectos, o no solo con un acto de voluntad… “yo hago un don
de mí que te quiere a ti, porque yo doy mi vida”… te doy una patada en el trasero, eso es horrible.
Entonces, cuando nosotros integramos todas las dimensiones del amor hacia la persona,
hacia aquella belleza completa, hacia aquella comunión que estamos llamados a construir, y
nosotros queremos construir una comunión con pasión, con afecto, con deseos, con voluntad, con
un don de nosotros mismos, con una acogida del otro, entonces ahora nacen estos cien ojos y que
se vuelven inteligentes, porque la persona que ama con un amor verdadero tiene un conocimiento
del otro mundo. Entiende todo de golpe, le basta una mirada. Viene llegar al marido y dice, “cuidado,
hoy no le invito a salir de casa ni nada porque si le invito arruino toda la posibilidad”. O si no, le ve
venir y dice, “hoy, justamente hoy, cenamos”. ¡Qué sabiduría cuando el amor madura con el tiempo!
Entonces estas personas saben cantar, saben expresarse, saben expresar lo que llevan en el
corazón.
Entonces, ¿qué sucede? Hemos visto intuiciones, hemos visto que estas intuiciones nacen
en un encuentro, nacen del encuentro entre un hombre y una mujer, el momento en que se entiende
la belleza completa, ¿quién puedo llegar a ser en la vida? ¿Quién quiero llegar a ser? Se entiende
una vida más grande, una vida en comunión. Tenemos en cuenta que hay un arte, que para poder
construir la comunión se necesita un arte. Ahora quiero reflexionar con vosotros sobre una cosa que
un día me ha interrogado tanto. Un día, leyendo a Santo Tomás de Aquino, estaba leyendo el tratado
de la castidad, de Santo Tomás de Aquino. Esta “palabrota”… me gustaría poder crear una palabra
diferente que no tuviera ninguna dimensión negativa. Entonces, Santo Tomás decía, “mira, la virtud”,
no lo decía así pero lo digo yo, “la virtud son hermosas mujeres”. Cada vez que vamos a una catedral
las virtudes son hermosas mujeres, “pero de todas las virtudes, la más bella es la castidad”. Mira,
pero ¿cómo dices esto Tomás? Mira a las mujeres y verás que la mujer que es casta es porque
tiene un amor integrado, un amor maduro, que tiene cien ojos, esa mujer es una belleza singular.
Ese día, decía yo, miraba a todas las mujeres… Y yo decía, “Tomás, a mí las mujeres me gustan,
me parecen una cosa de otro mundo”. Pero Tomás me dice, “sí, es cierto, pero presta atención”. Y,
entonces, me ha venido esta discusión entre Platón, Aristóteles y Plotino sobre la cuestión del orden,
y de la armonía. Y yo andaba con el metro: medía la oreja y, mira, según el canon de Praxiteles, va
bien, también… todas las mujeres me venían así. Pero Plotino me decía, “mira, tú no entiendes
nada”. La belleza es la posibilidad de trascender. Y yo, entiendo que esta mujer la ha hecho Dios
porque sólo Dios la puede hacer así hermosa. Y Plotino me decía, “debes trascender a otro lugar”.
Y yo miraba a la mujer, y la miraba a los ojos, y no lo he entendido, por qué la persona casta es así
hermosa, así de fascinante. Porque la persona casta se permite de trascender a su corazón. Y,
¿qué encontramos en el corazón de las personas? Nos encontramos nosotros mismos. Y pienso el
atractivo de un marido cuando mira el rostro de su mujer, y ve sus ojos, ve su sonrisa y que en los
ojos y en su sonrisa le está transmitiendo qué es lo que tiene en el corazón, ¡estás tú! Y uno se
sabe amado, y se sabe querido, en aquella belleza plena, la otra persona busca mi plenitud y quiere
mi plenitud. Y esto aparece en su sonrisa, en su rostro, en el gesto del otro. La belleza total, la
persona casta se permite trascender su corazón.
Yo estaba reflexionando sobre todas estas cosas y un día cae en mi mano el periódico. Y
en el periódico me venía con una noticia, la noticia decía que la primera dama de este país, de un
presidente que está para casarse con una mujer, y esta se encuentra con una bella sonrisa
seductora. Y yo miraba a la mujer y decía, “esta sonrisa es seductora, de otro mundo, cierto”.
Porque, estaréis de acuerdo conmigo, que la Carla Bruni es guapa. Hay gente que me mira diciendo,
“¿en qué estás pensando?”. Al menos yo y otros hombre decimos que la Carla Bruni es guapa.
Mira, porque tantas mujeres dicen, “no es mi modelo”. Todavía para algunos hombres es una mujer
guapa, pero ahora me vienen a la mente Plotino, Aristóteles, Platón, y hay una confusión radical en
mi mente. Y yo miraba a la Carla Bruni y la decía, “tú eres guapa o no eres guapa”. Y, entonces,
Plotino me decía, “trasciende” y yo, ¿dónde trasciendo con esta Carla Bruni? Y no podía trascender
porque la miraba al corazón y decía, “tú, ¿por qué me sonríes Carla Bruni? ¿Por qué me sonríes
Carla Bruni?”. Era una sonrisa ambigua, ambigua. Y me ha venido otra sonrisa que no es de una
top model, es más bien pequeña. Es así como rugosa, que tenía una sonrisa más bella que la de la
Carla Bruni. La beata Teresa de Calcuta tiene un encanto en su sonrisa que se permite, que permite
a todos trascender a su corazón. Y todos veíamos cómo amaba. Entonces, ¿qué sucede?
Estamos poco a poco intentado entender qué es el amor esponsal. Una intuición. Se permite
entender qué hace grande una vida. Hace grande una vida de comunión. Pero esta comunión
necesita un arte interior, una integración de todas las dimensiones. Y esta integración es una virtud,
es la castidad, o la “celomudri", o la “sofronsine”, llamadla como queráis. Y esta castidad permite
trascender al corazón. Y trascendiendo al corazón nos damos cuenta de qué hay en el corazón de
las personas. El amante se puede reconocer en el amado. Yo estoy allí, en ese corazón, yo soy tu
tin y entiendo que tu me amas a mí como un fin, que tu buscas mi fin, mi felicidad. ¿Ok?
Pero debemos dar el tercer paso, el don. ¿Dónde tiene origen este arte? ¿Este arte, esta
integración del sujeto, dónde tiene origen? ¿Cómo es posible que yo empiece, poco a poco a
integrar mis deseos, y vuelva hacia la persona? ¿Cómo es posibles que en los estados afectivos
sea capaz de interpretarlos y de guiarlos? ¿Estamos? ¿Cómo es posible todo? Pongo un ejemplo,
un niño de cuatro años, en una tempestad de otro mundo, de estos de otoño del mes de noviembre,
una tempestad que toda ella parece que cae sobre nuestra casa, los relámpagos, los truenos,… y
el niño con cuatro años, ¿qué hace? Comienza a temblar de una forma terrible. El miedo es un
estado afectivo. Parecido a ese del amor. ¿Qué tranquiliza a este niño? El abrazo de los suyos,
cuando su madre o su padre lo abraza y con ternura le hace entender que no está sólo. Ahora, este
chico, en este momento deja de temblar y comienza a mirar con otra mirada, con una sonrisa.
¿Estamos? Entonces, la virtud de la castidad, ¿dónde encuentra su origen? Encuentra su origen en
el amor con el cual el otro le ha requerido. El amor es aquella presencia del amado en el amante.
El amor no es sólo es un sentimiento, es un sentimiento, pero sucede, al menos a mí me sucede,
como cuando uno está que parece que el corazón empieza a palpitar de forma increíble, ¿verdad?
La otra persona está fuera pero el corazón palpita porque parece que está dentro de nosotros. La
otra persona parece que está dentro de nosotros. Aquella presencia del amado en el amante es
propiamente el amor. Es un regalo maravilloso que sucede no sabemos por qué, pero la otra
persona, un día se mete en mi corazón, toma mi imaginación, mi memoria, y no dejo de pensar, de
imaginar, de recordar, sobre ella. Pero lo decisivo es qué está en el corazón. Ese modo de presencia
del amado en el amante es lo que se da la primera integración, el primer don maravilloso, el don del
amor, el don de la presencia del amado en el amante que comienza ahora a endereza nuestros
deseos, a serenar nuestras pasiones, comienza a mover la voluntad.
Pero, ¿qué sucede? Este don que es precioso y nos damos cuenta que cuando viene dado
la persona lo reconoce, “mira, esto es lo que yo quiero, quiero que esta presencia se convierta en
el todo, que llegue a una comunión, y que estés presente no sólo en mi corazón sino que tú y yo
vivamos juntos, presentes uno al otro. Esta presencia que comienza a integrar todos nuestros
deseos, ¿qué le sucede? Que Dios puede ser igualmente presente dentro de nosotros. Sucede que
en el encuentro con Cristo, Él nos regalo algo maravilloso, su amor, su espíritu. Sin que yo se lo
pida, sin que yo le acoja, y yo me encuentro con el Espíritu de Jesús en mi corazón, y mi corazón
palpita también fuerte. Entonces, ¿qué sucede con esta nueva presencia del Espíritu Santo dentro
de nosotros? Esta presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros, el Espíritu de Jesús, el Espíritu
que ha llenado a Jesús, que Él ha recibido de una forma singular poco a poco a lo largo de toda su
vida. Porque Jesús no ha recibido el Espíritu Santo de golpe. Como hombre no podía recibirlo
porque el corazón humano necesita de tiempo para asimilar las cosas. Concebido por obra del
Espíritu Santo Él va habituándose poco a poco al Espíritu y llega un momento muy intenso en su
vida que es el bautismo. En el cual recibe una nueva donación del Espíritu. Y, en ese momento
sucede lo que dice el Evangelio, “Jesús, lleno del Espíritu, va al desierto”, lleno del Espíritu realiza
los milagros, lleno del Espíritu reza. La carta a los Hebreos relata que “lleno del Espíritu eterno se
consagra en sacrificio”. Entonces, ese Espíritu que se ha habituado a aquel perfume filial del Hijo
de Dios se da en los sacramentos. Cada sacramento es como un aliento de Cristo, como que Cristo
viene sobre nosotros y sopla el Espíritu. El Espíritu que se da a nosotros, poco a poco, y va
configurando con la inmensidad de Cristo, el modo de ser global de Cristo. Lo sacramentos son
insuflados. Entonces, hay un sacramento singular, que es el matrimonio donde hay un soplo de
Cristo, y que Cristo sopla ese Espíritu, el Espíritu que le ha llenado, a hacer de sí un don para la
Iglesia, el don esponal de Cristo. Este soplo de Cristo que se recibe en el matrimonio, dice Juan
Pablo II, “transforma el amor conyugal en caridad conyugal”. De ese momento en adelante la
conyugalidad se convierte en un camino de santidad, se convierte en un canal de comunicación de
bienes divinos. Vivir en la amistad conyugal gracias la caridad permite ahora vivir en la amistad don
Dios.
Intentamos ahora de recoger los frutos. El artista necesita una intuición, necesita de un arte,
y necesita de un don. Gracias al don puedo adquirir el arte, gracias al regalo del amor yo puedo
integrar, gracias al regalo del amor de Dios mi amor se transforma en caridad conyugal y yo puedo
comunicar los bienes divinos en la conyugalidad, puedo convertirme en artista, puedo realizar la
intuición. Bien, la pregunta que hemos hecho al inicio es, ¿qué hace grande y bello un amor? Pienso
que ahora podemos responderlo. La respuesta que nuestra sociedad da es decir, esto que hace
bello y grande el amor es la intensidad del sentimiento. Y esto es algo hermoso, entiendo, porque
los bellos sentimientos son los bellos sentimientos. A todos nos gusta mucho el día de sol, pero no
todos los días son soleados. ¿Qué hace grande y bello amor? Ahora podemos entender que lo que
hace grande y bello el amor conyugal, de los cónyuges cristianos, es que ellos participan en el arte
de Dios, en ese arte con el cual Dios transforma y hace santos de personas como nosotros. De un
Dios que es capaz de manifestar su arte en algo que aparentemente es diferente, como es la
sexualidad humana, y al afecto humano. Dios es capaz de tomar la sexualidad y de hacer algo
santo, de santificante, de deificante. Y los esposos amándose mutuamente en la conyugalidad, en
todo lo que comporta la conyugalidad, que es el gozo, la tristeza, las discusiones, las uniones,…
tantas cosas, están santificándose, de manera que se preparan a recibir un día la totalidad del
Espíritu en la resurrección del cuerpo. ¿Qué hace grande el amor? La grandeza del amor cristiano
es participar del arte de Dios. Los esposos cristianos se aman con el amor de Dios.

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