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¿Sustituyen las redes sociales a las relaciones interpersonales?

CLOTILDE SARRIÓ

¿Sustituyen las redes sociales a las relaciones interpersonales?


¿Han modificado las redes sociales el modo en que nos relacionamos los seres humanos?
¿Pueden dichas redes interferir en las relaciones interpersonales e, incluso, perjudicar a nuestra
salud mental?
Éstas y otras cuestiones similares son planteadas cada vez más a través de diversos estudios que
analizan las repercusiones, positivas y negativas, del uso y abuso de las nuevas tecnologías que nos
han familiarizado con las redes sociales y términos como Facebook, Twitter, WhatsApp, SMS, E-
mail o Skype. Todos ellos están asociados al uso generalizado de ordenadores, tablets y unos
dispositivos de telefonía móvil cada vez más sofisticados que posibilitan una increíble
instantaneidad en las comunicaciones interpersonales, haciéndolas tan eficaces como si los
interlocutores estuvieran juntos en una misma habitación aunque se encuentren a miles de
kilómetros de distancia.
Una aproximación desde la Terapia Gestalt
A través de las redes sociales, es posible establecer relaciones entre personas que, en otro
contexto, nunca llegarían a cruzar una sola palabra en el mundo real, o en lo que hace sólo un par
de decenios era el mundo real, cuando los jóvenes se comunicaban cara a cara y organizaban
fiestas a las que se invitaban unos a otros, bien directamente o bien por correo postal o a través
de llamadas telefónicas, para luego, una vez reunidos ser presentados a personas hasta entonces
desconocidas, ampliándose así los respectivos círculos de amistades. De un modo diametralmente
opuesto, en la actualidad, una simple invitación a través de Facebook o Twitter permite convocar
a cientos o miles de personas sin necesidad de que se hayan visto previamente más allá de la
pantalla de un ordenador o de su smartphone.
¿Son las redes sociales un fenómeno realmente nuevo?
Se podría responder a esta pregunta tanto afirmativa como negativamente, pues mucho antes de
que existieran las redes sociales creadas y reguladas a través de dispositivos informáticos, ya
existían otro tipo de redes y modos de comunicarse e interaccionar los individuos entre sí; es más,
siempre han existido redes desde el momento en que un grupo de amigos o conocidos han
decidido reunirse para practicar un deporte, ir a una fiesta, estudiar en casa de alguno, escuchar
música, o también, relacionarse en el contexto de la familia, ese grupo primigenio con el que, desde
tiempos remotos, el ser humano se ha sentado alrededor de una mesa tanto para comer como
conversar, ampliándose el número de participantes en conmemoraciones especiales y fechas
señaladas por la tradición de cada grupo según sean sus hábitos culturales.
La diferencia fundamental entre las viejas y las nuevas redes sociales (entendiendo como tales los
mecanismos de interrelación humana) se encuentra la inmediatez y la virtualidad que éstas últimas
aportan, así como la posibilidad de interaccionar y de convertir a cada miembro del grupo no sólo
en receptor de información sino también en generador de la misma.
«Las redes sociales nos hacen menos humanos»
Ventajas e inconvenientes de las redes sociales
Ventajas
Tal vez la primera ventaja atribuible a las redes sociales sea la ayuda que suponen para acabar con
el aislamiento al que se ven abocadas muchas personas y comunidades, bien por sufrir una
minusvalía que los mantiene inmovilizados en sus casas o bien por el aislamiento geográfico propio
del ámbito rural o de determinadas zonas de difícil acceso. Gracias a estas redes, millones de
individuos pueden hoy acceder a servicios y a hobbies así como pertenecer a comunidades hasta
hace bien poco impensables para ellos.
Facilitar la comunicación y el establecimiento de lazos entre personas con intereses, necesidades
y preocupaciones comunes.
Mantener un contacto próximo y frecuente con familiares y amigos sin que la distancia sea un
impedimento
Importantes ventajas aplicables al ámbito académico y laboral como la posibilidad de acudir y
participar en eventos y conferencias (a veces en otros países) sin necesidad de desplazarse;
acceder a oportunidades laborales; realizar estudios a distancia, etc.
Posibilidad de movilizaciones colectivas solidarias en casos de emergencias por desastres
naturales, conflictos bélicos, marginación de colectivos y tantas otras situaciones en las que las
redes sociales permiten comunicarse simultáneamente a miles (incluso millones) de personas en
muy poco tiempo.
Inconvenientes
Peligro de desvirtualización de la calidad de las relaciones humanas al quedar sustituido el contacto
físico-real por la relación virtual que supone relacionarse a través de una pantalla. En cualquier
caso, este inconveniente podría contemplarse como una ventaja en forma de ajuste creativo en
determinadas circunstancias (como soledad, personas con carencias de habilidades sociales para
relacionarse) en las que en lugar de quedarse sólo y aislado el individuo, pueda experimentar la
sensación de que “siempre existo para alguien” aunque sea sólo a través de una presencia virtual.
Dificultad en la capacidad para administrar el tiempo (las horas suelen ser más cortas ante la
pantalla de un ordenador) y peligro de que el uso de las redes sociales se convierta en una adicción.
Riesgo de deterioro de las esencias definitorias de las relaciones humanas como consecuencia del
cambio cultural impuesto por los avances tecnológicos.
Posibilidad de perder la privacidad al manejar inadecuadamente los datos que se introducen en las
redes sociales; se incluye en este apartado la eventualidad de ser engañado por alguien que crea
una falsa identidad o que suplanta la de otra persona o incluso la nuestra.
Peligro de caer en manos de redes criminales que, a través de los datos facilitados a una red social,
incurran en delitos como por ejemplo la pornografía infantil.
¿Afectan las redes sociales a la salud mental y a las relaciones humanas?
Es habitual encontrarse en las terrazas de las cafeterías con grupos de jóvenes sentados a una
mesa, sin mirarse entre sí y pendientes de la pantalla del dispositivo móvil que cada cual sostiene
en sus manos, un comportamiento que desvirtúa lo que debería ser una interrelación humana
saludable y que ha puesto en guardia a sociólogos, psicólogos y psiquiatras por el peligro que
entraña tanto para la salud mental individual como colectiva.
Aunque, aparentemente, participar en redes como WhatsApp o Facebook ayude a comunicarse a
ciertas personas tímidas o con baja autoestima, no es menos cierto que también puede
incentivarlas a rehuir de los contactos reales para contentarse con el anonimato de la virtualidad,
circunstancia más fácil de soportar que el esfuerzo que supone afrontar una relación real.
La frecuencia con que muchos usuarios consultan las redes sociales (varias veces por minuto en
algunos casos) repercute negativamente en la concentración requerida para el trabajo o los
estudios propiciando un abandono de las responsabilidades.
La consecuencia negativa más frecuente debida a un mal uso de las redes sociales, es la conducta
obsesivo-compulsiva que puede generar en quienes viven permanentemente pendientes de los
avisos que suenan en sus teléfonos o tablets y sienten la necesidad de responder a los mismos
independientemente de que estén solos o acompañados, vayan andando o, lo que puede ser
mortalmente peligroso, conduciendo un automóvil.
El usuario compulsivo de las redes sociales presenta un «temor a estar desconectado» que le
genera la necesidad adictiva de estar permanentemente activo en las redes. A esta situación se le
denomina FOMO, acrónimo del inglés “fear of missing out” que traducido al español significa
“miedo a estar fuera” o “miedo a perderse algo” (reuniones, eventos, conciertos, cenas…) y que
se manifiesta como una ansiedad a que algo muy interesante pueda suceder mientras se está
desconectado.
Otra situación patológica, consecuencia del mal uso de las redes sociales, es la ansiedad que genera
la envidia que ciertos usuarios compulsivos experimentan al ver publicaciones de amigos (reales o
virtuales) que exhiben un bienestar al que ellos no tienen acceso (viajes, compra de un aparato
tecnológico de última generación, anuncio de eventos como tener pareja o ir a contraer
matrimonio…). Además de envidia, estas situaciones pueden ocasionar sentimientos de
frustración, tristeza y depresión por la tendencia a idealizar la vida de los otros (quienes tal vez la
inventen o sólo muestren una parte de ella) y mortificarse al darse cuenta de que se carece de
posibilidades de ser como ellos.
Un estudio realizado por Larry Rosen, profesor de psicología de la Universidad Estatal de California,
llega a la conclusión de que los adolescentes que frecuentan Facebook presentan más tendencias
narcisistas (en términos de la Terapia Gestalt hablaríamos de egotismo neurótico, es decir de una
fobia al contacto, al vínculo) que el resto de la población, así como también que los adultos jóvenes
adictos a esta red social son más propensos a manifestar ciertos problemas psicológicos como un
comportamiento antisocial.
También la frecuentación excesiva de Facebook puede distraer en los estudios y repercutir
negativamente en el rendimiento escolar y el aprendizaje.
Conclusiones
Sin duda, nuestra vida es más fácil, y por qué no decirlo, mejor, gracias a las nuevas tecnologías de
comunicación (NTC) y a los dispositivos que nos permiten acceder a Internet y a las redes sociales,
pero, consideremos que estos avances tienen también aspectos perjudiciales que han dado lugar
a la aparición de ciertas patologías psíquicas derivadas de un mal uso de estas tecnologías.
Es obvio que las NTC han modificado el patrón de las relaciones humanas convirtiéndolas en más
impersonales y, en cierto modo, más inadecuadas.
Reflexionemos sobre el hecho de que las relaciones interpersonales son un mecanismo de
socialización y de supervivencia que surge en el niño a través de sus primeras relaciones familiares,
infundiéndole tanto seguridad como inseguridad, aproximación, evitación o incluso ambivalencia.
Una muestra de ello es el vínculo de apego, una figura que evoluciona conforme el niño crece y su
personalidad se va configurando, y también un factor fundamental en cómo se establecerán las
primeras –y también las futuras– relaciones sociales, así como en el modo en que éstas se
conservarán y serán manejadas.
El apego es el modo que tiene el individuo de vincularse con el otro. El vínculo de apego
proporciona al individuo dos elementos fundamentales de su ser y de su humanidad: la identidad
y la pertenencia, es decir, “ser quien soy y no otro” y, al mismo tiempo, “formar parte de un grupo”
o una familia, con todos los sistemas en los que ésta también participa.
En las relaciones de apego, se adquiere –o no– un código de la intimidad. Este código es muy
diferente al código social formal y convencional ya que supone un uso distinto de la mirada, el
tacto, el espacio interpersonal, las caricias, los abrazos, los fonemas, las palabras, la expresión de
las emociones, etc. En las relaciones de apego se aprende a mirar y ser mirados; tocar y ser tocados;
abrazar y ser abrazados; comunicar y compartir emociones; etc.
Si bien las NTC influyen cada vez más en la vida humana, reparemos en que nunca se nos ocurriría
pensar que alguien pueda crear un vínculo de apego a una red social, ya que a éstas sólo se les
reconoce la posibilidad de propiciar una interacción rápida y amplia, aunque superficial en lo
afectivo entre las personas a las que pone en contacto. Así, la interacción virtual que se mantiene
a través de las redes informatizadas, nunca conllevará el esfuerzo de compromiso y
responsabilidad que entraña todo vínculo real en la vida real.
Esto explica que el abuso de las NTC pueda generar una dependencia a las mismas pero nunca un
vínculo de apego. Es por ello que cuando se interrumpe bruscamente el acceso a estas tecnologías,
se produce un “síndrome de abstinencia” que como tal debe ser tratado (igual que sucede en las
adicciones a sustancias), mientras que si lo que se interrumpe es un vínculo de apego, las
repercusiones no serán las propias de una adicción sino las de un trastorno afectivo que repercutirá
en el estado y la maduración emocional del individuo.
Podemos pues concluir que las nuevas tecnologías proporcionan facilidades de comunicación pero
al mismo tiempo alteran la naturaleza y la esencia de la misma, ya que una interrelación humana
basada únicamente en estas tecnologías ocasionaría déficits sociales, afectivos y emocionales. La
causa de ello es que las relaciones interpersonales que se originan a través de las NTC no son útiles
para que el individuo sienta seguridad, tampoco para su supervivencia ni para generar el vínculo
de apego que directamente se asocia a la necesidad inherente del ser humano a agruparse para
sentir bienestar.

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