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Historia del Psicoanálisis – Roland Jaccard (compilador)


LOS FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DEL PSICOANALISIS
Paul- Laurent Assoun
INTRODUCCIÓN
FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y FUNDACIÓN PSICOANALÍTICA
Hablar de fundamentos filosóficos del psicoanálisis es algo que no debe
entenderse en el sentido de un fundamento externo al saber psicoanalítico
mismo. El psicoanálisis se define por la pretensión de fundarse sobre un saber
que deriva de su práctica.
La filosofía es una disciplina, es el lugar donde se plantea el problema de la
racionalidad misma, y donde se la pone aprueba como tal, a través de la
diversidad de sus modalidades. Por consiguiente, todo discurso, considerado en
sí mismo o como regulador de una práctica, debe referirse a la filosofía como
por una necesidad misma de la racionalidad. Ningún logos le es extraño, ni el
que promueve el psicoanálisis ni ningún otro.
La cuestión de los fundamentos filosóficos del psicoanálisis se debe plantear en
los siguientes términos: cómo determinar el acontecimiento que constituye “la
cosa” freudiana mediante su advenimiento al campo del saber. Freud no pare
de un edificio filosófico para inspirarse. Freud, para articular los enunciados de
su “ciencia” propia, se ve obligado a presentar principios. Por otra parte, la
producción de los conceptos analíticos modifica, de una manera, en cierto
sentido determinada, la ecuación de cierta clase de problemas filosóficos que
se cuentan entre los más importantes.
Se trata, por consiguiente, para nosotros, de montar el decorado filosófico
sobre el cual se destacará el acontecimiento analítico, y no de medir a éste con
la vara filosófica. Esto significa devolver a la filosofía su vocación irreductible
de espejo reflexivo donde se inscribe y se testimonia todo acontecimiento del
saber, y al psicoanálisis la reivindicación de su autarquía. Nos bastará, por lo
tanto, formular los principios necesarios y suficientes que sirven de plataforma
al psicoanálisis y que constituyen el pequeño “arsenal para pensar”, para que
su movimiento de descubrimiento adquiera impulso.
PRINCIPIOS FORMALES Y PRINCIPIOS MATERIALES
Dos planos: la forma de saber promovida por el psicoanálisis y su objeto.
El psicoanálisis descubre un objeto específico que sólo le pertenece a él y cuyo Establece un discurso
de verdad nuevo, a la
“modo de producción” define mediante su práctica. Pero el psicoanálisis se vez que un nuevo
define igualmente por la forma de discursividad que promueve y por su objeto, que descubre a
objetividad. Dicho de otra manera, es necesario pensar a la vez el psicoanálisis través de su discurso.

como logos (si es verdad que debe articularse como discurso y “racionalidad”)
y como designando un “objeto inédito” que subvierte lo que ya se conocía.
1) Desde el primer punto de vista, el logos psicoanalítico tiene que
Tenemos que
apoyarse en premisas. Freud debe adoptar ciertos modelos “explicativos estudiar sus
o conceptuales”. premisas y el efecto
2) Un examen de los efectos que el contenido del saber psicoanalítico que estas producen
en los principios
determina, por retroacción e implícitamente, sobre los principios filosóficos mismos
filosóficos mismos. Porque el psicoanálisis hace algo más que apoyarse
en estos principios: desestabiliza en cierta medida, mediante la
problemática que promueve, cierto número de problemáticas filosóficas
haciendo evolucionar sus términos y su funcionamiento. Son también los
principios filosóficos del psicoanálisis, pero en lugar de situarse más allá
de la producción, aparecen después de ella, en el efecto retroactivo que
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produce el psicoanálisis sobre la problemática del saber. Rastreando las


líneas de fuerza que provocan este sismo es como nos pondremos en
condición de evaluar lo inédito freudiano.

LOS FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DEL PSICOANÁLISIS


LA TEORIA DEL CONOCIMIENTO ANALITICO
Freud ve en la filosofía un obstáculo al conocimiento científico y una
pretensión globalizante que desemboca en una presunción de saber
absoluto.
Ahora bien, Freud no puede prescindir de una teoría del conocimiento, por
lo menos implícita, en la medida en que intenta identificar un objeto por
medio de un saber. Prueba de ello es la constitución de un cuerpo teórico
específico bautizado como “metapsicología” que supervisa la práctica y
extrae del “material” una conceptualización.
Por otro lado, Freud experimenta la necesidad de referirse a sistemas
filosóficos determinados: Platón- Kant- Schopenhauer- Nietzsche. No son
sólo “citas” culturales, porque, “legitimándose” por referencias a las
anticipaciones que estos filósofos han hecho de sus propios conceptos,
Freud designa como al pasar, los problemas que el psicoanálisis va a
retomar, cuando no a transformar.
En esta línea, un lazo privilegiado parece conectar el psicoanálisis con la
tradición de las filosofías del instinto de Schopenhauer a Nietzsche. De
hecho Freud reconoce anticipaciones en Schopenhauer y en Nietzsche,
respecto a lo que el Psicoanálisis construye, pero no una fundación.
Desde el momento en que el psicoanálisis se presenta como un saber
(episteme), es necesario confrontarlo, con la cuestión de las condiciones de
saber, es decir con la cuestión epistemológica. Esta se especifica mediante
dos preguntas correlativas:
a) Por una parte, ese saber se reivindica en Freud como una ciencia y más
precisamente como una ciencia de la naturaleza.
b) Por otra parte, este saber versa sobre un tipo de fenómenos (psíquicos
inconcientes) específicos: el psicoanálisis debe confrontarse con la
cuestión genérica de un saber psicológico.
Durante el último cuarto del siglo XIX todo un debate gira en torno a la
distinción entre fenómenos “naturales” y “espirituales”. Se comprende que la
psicología se haya visto implicada en el entre juego de este debate filosófico y
metodológico.
Por último, Freud hereda un debate epistemológico más general: la posibilidad
del conocimiento científico mismo, en la medida que éste choca con el límite
de lo real. La insistencia en este límite del conocimiento fue designada como
“agnosticismo”.
LOS PRINCIPIOS EPISTEMOLOGICOS DEL PSICOANÁLISIS
1) Principio Monista: Freud se niega a presentar el Psicoanálisis como una
ruptura con las “ciencias de la naturaleza”. Lo filió explícitamente con un
modelo de inspiración físicoquímica, en el sentido de que el ideal sería
poder dar cuenta de los procesos psíquicos- inconcientes según el ideal
de inteligibilidad inspirado por las ciencias físicoquímicas.
2) Principio Agnosticista: no interesa conocer la “cosa en sí”, el alma o el
inconciente: una “cierta clase de fenómenos” es lo que debe constituir la
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objetividad de la ciencia psicoanalítica”. Munido de este bagaje de


principios elementales, el saber psicoanalítico requerirá,, sin embargo,
un procedimiento especial adaptado a su objeto, precisamente estos
procesos inconscientes. Freud lo bautizó “metapsicología”. Término que
designa un saber que se adapta a una objetividad particular, los
fenómenos inconscientes, que sobrepasan el dato inmediato: una
especie de “transobjetividad”, puesto que refieren al “más allá (meta) de
lo consiente”.
Esto requiere una racionalidad particular, que implica una “imaginación
teórica” (phantasieren), que necesita una “transposición” activa de los
elementos. Freud no vacila en comparar la metapsicología con una
“hechicera”, lo que muestra que él subvierte de manera fecunda los
principios, en definitiva positivistas. En este movimiento de fidelidad a los
principios cientificistas de su época y de transgresión soberana bajo la
presión de un objeto propio es donde reside uno de los secretos de la fuerza
del dispositivo del saber analítico.
LOS PRINCIPIOS DE LA EXPLICACION ANALÍTICA: LA METAPSICOLOGÍA A partir de qué
Freud propone hablar de presentación metapsicológica cuando logramos modelos explica lo
inconsciente?
describir un proceso psíquico bajo las relaciones dinámicas, tópicas y
económicas. Esta repartición se apoya sobre un ideal de inteligibilidad, de
origen físico, de acuerdo con el cual sólo damos cuenta de un fenómeno
cuando lo reducimos al campo de fuerzas que lo subtiende; a los lugares
(topos) que permiten leer la traslación de éstas, y, finalmente, a la
traslación y circulación de energía que él represente.
Este “ideal de inteligibilidad” implica una triple posición filosófica:
1) La referencia a la tópica supone una referencia espacial, que requiere
pensar los procesos en términos de traslación o pasaje de un lugar a
otro. Es el fundamento espacio estructural.
2) La referencia a lo económico confirma la búsqueda de un homogéneo
cuantitativo por oposición a una racionalidad de la cualidad. Cuantificar
equivale, en efecto, a reducir a lo “mismo”. El trabajo psíquico se
concibe como transformador, pues no es más que la consecuencia de
una exigencia económica del exceso de energía. Es el fundamento
psicométrico de la metapsicología.
3) La referencia a la dinámica, en cambio, introduce nociones de oposición
de fuerzas –conflicto, represión, etc.- se trata de alternativa de
satisfacción entre fuerzas incompatibles; que culmina en compromisos y
formaciones intermedias. Es éste el fundamento cinemático del
psicoanálisis, que exige describir sistemas de oposición en el interior de
un aparato psíquico descripto como conjunto en movimiento de un
sistema material.
En función de esta matriz puede mostrarse la filiación de las dimensiones
metapsicológicas, a partir de principios transmitidos por la práctica científica:
Brücke, Herbart, Fechner, Helmholtz. Esto muestra hasta qué punto la
concepción científica sobredetermina la repartición de la objetividad manejada
por el psicoanálisis.
En este punto nos encontramos con el límite de la forma de objetividad en el
objeto mismo.
DEL SABER AL OBJETO
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Es necesario considerar que al producir su objeto, con ayuda de los principios


epistemológicos precedentes, Freud va a crear efectos inesperados sobre los
principios adquiridos, en el seno de las problemáticas filosóficas.

LAS APUESTAS FILOSÓFICAS DEL PSICOANÁLISIS


I. INCONCIENCIA Y REPRESENTACIÓN
La apuesta central del Psicoanálisis es la teoría del inconciente, es decir,
pensar el estatuto que corresponde a un saber específico, que se encuentra en
el sujeto sin que este lo advierta. De esta manera se plantea la cuestión del
estatuto de la representación y, del sujeto mismo, en tanto que éste puede no
estar presente (según lo quería la tradición filosófica cartesiana) en su
representación.
Con esto el Psicoanálisis desestabiliza de alguna manera un vasto continente
de la metafísica, el que concierne a la definición de alma y, correlativamente,
la concepción de sus relaciones con el cuerpo.
La proposición metafísica de la paridad de lo conciente y de lo psíquico o
primado de la conciencia obstaculizará la admisión de lo inconciente como
objeto psicológico. Al mismo tiempo, el alma aparece clivada del cuerpo –cosa
que consagra el dualismo cartesiano- e identificada con el pensamiento, el
cual, por su parte es el constituyente de esa relación consigo mismo que
constituye la conciencia. Desde la lógica que introduce la tradición cartesiana
el inconciente no puede tener estatuto propio sino como residuo de la
conciencia, o sea, un grado inferior de conciencia. Esta lógica expulsa al
inconciente de la psique, transformándolo en algo “místico, inasible,
intangible”.
Al afirmar que el inconciente tiene que seguir siendo objeto de la psicología,
Freud se asigna la tarea de interrogar a lo no sabido en el plano inmanente de
la psiquis y de la representación.La conciencia
Freud afirma el carácter psíquico del inconciente; no hay otra forma de
abordarlo que no sea desde la vertiente de su relación con lo conciente.
Por lo tanto, la revolución del inconciente no habrá de inscribirse en ningún
lugar que no sea el plano del sujeto: será necesario, pues, pensar hasta el final
la división del “sujeto”, en relación con su representación.
Pero habrá que inscribir, en el corazón del sujeto mismo, esta subversión que
“internaliza” en cierta medida el dualismo en la representación.

LA PULSION, FRONTERA DEL ALMA Y DEL CUERPO


Pero el psicoanálisis afecta también el postulado dualista en otro sentido. Para
Freud el soporte de la actividad psíquica inconciente es de naturaleza pulsional.
Freud propone que se trata de un concepto límite entre lo psíquico y lo
somático, que surge del interior del cuerpo y alcanza el psiquismo, como una
medida de exigencia de trabajo que se le impone a lo psíquico a consecuencia
de su trabazón con lo corporal. Su fuente es el cuerpo y su fin la satisfacción o
supresión del estado de excitación por medio de un objeto. Por tanto, la pulsión
inscribe cierto acontecimiento somático en el registro de la representación en
donde éste adquiere sentido.
El inconciente obliga a usar una relación de delegación significante (el
representante representativo) de la pulsión, realidad somática, en la esfera de
la psique. De esta manera quedan recahzados:
a) Una dualidad pura y simple de psiquis y soma
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b) Un paralelismo puro y simple de dos órdenes, el psíquico y lo somático


c) Un causalismo, que tendía a hacer de la psiquis el efecto de una “causa”
situada en el cuerpo.
LA INSCIPCIÓN Y LA REPRESENTACION: TEORIA DE LA MEMORA
La teoría psicoanalítica de la memoria se podría definir con bastante exactitud
como una reflexión sobre las condiciones de posibilidad de la huella mnémica,
es decir de la inscripción de un acontecimiento en la psiquis. Freud refiere
estas inscripciones a “archivos” que pueden ser consultados de manera
metódica. Esta metáfora remite a una explicación en términos de
estratificación y de núcleo. Por lo tanto, es necesario representarse un “centro”
(reprimido, originario, patógeno), alrededor del cual se organizan los estratos.
En la elaboración metapsicológica esto dará nacimiento a la representación
tópica en términos de “sistemas”. En su origen, estos “lugares” (topos)
designan sistemas de inscripción (carta 52 a Fliess).
La cuestión de la represión, “piedra angular de la teoría psicoanalítica” está
condicionada por esta cuestión de la retención y de la reactualización de la
huella.
De esta teoría de la memoria se desprende la concepción del deseo en Freud:
como reactualización de la huella mnémica de la necesidad y su satisfacción.
Por ello Freud se esfuerza por producir un modelo que pueda dar cuenta de dos
caracteres en apariencia incompatibles: el carácter duradero de la huella y su
aptitud para ser renovada. Con la Pizarra mágica (1925) simbolizará
maravillosamente el aparato psíquico y ofreciendo la imagen de sesta doble
condición del proceso de memorización (recepción ilimitada y la conservación
de huelas duraderas). “Un sistema P-Cs que recepcionará las percepciones,
pero no conservará ninguna huella durable de éstas, comportándose frente a
toda percepción nueva como una hoja en blanco”, mientras que las “huellas
durables de las excitaciones se almacenarán en sistemas mnémicos
subyacentes”. De ello se desprende que la conciencia esté ligada al tiempo
mientras que el inconsciente está desligado del tiempo. En este punto Freud se
revela heredero de un debate filosófico que opuso a Locke y Leibniz en el
pasaje del siglo XVII al XVIII. Locke rechaza la idea innata en cuanto generadora
de conocimiento, lo que o lleva a poner el acento en la inscripción desde el
exterior sobre una tabula rasa. Leibniz por su parte, descalifica esa tabla rasa
como racionalista que es, pero sin llegar al extremo innatista cartesiano,
reconoce “la experiencia es necesaria para que el alma se determine a tales o
cuales pensamientos, pero no se puede hacer más que actualizar una potencia,
que no proviene de la inscripción sino del entendimiento” y añade “no hay
nada en el entendimiento que no haya estado primero en los sentidos”.
Con la Pizarra Mágica Freud llena esta función de penar precisamente la
potencia inagotable de renovación, junto con la necesidad de inscripción. En
Más allá del principio de placer (1920) Freud plantea que el fenómeno
inexplicable de la conciencia se produciría en el lugar de la huella mnémica, es
decir, el devenir consciente se hace por medio de la asociación de la “cosa”
con los “restos verbales” reactivados. La “representación inconsciente o cosa”
para que se haga consciente debe articularse con la “representación palabra”
propia de lo consciente. Es decir, la “cosa” sólo puede encontrar su imagen
verbalizándose.
LA CUESTIÓN DE LO REAL: SUJETO Y OBJETO
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La teoría psicoanalítica del inconsciente no puede dejar de tener efecto sobre


la cuestión fundamental de la filosofía, a saber, el estatuto de la realidad. Es
decir, de las relaciones entre subjetividad y realidad.
Sabemos el giro decisivo que tuvo la autocrítica de la “escena primaria”. Los
fantasmas poseen una realidad psíquica opuesta a la realidad material en
Freud. Aquello que es “real” no es precisamente “psíquico”, pues el “afuera” se
opone al “adentro”. Este dualismo persiste y lo más notable para Assoun es
que Freud no elige deliberadamente una solución de naturaleza “realista” ni
“idealista”. Este problema se plantea en dos artículos sucesivos, neurosis y
psicosis (1924) y la pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis
(1924). Allí introduce la segunda tópica y plantea, en el primer artículo, que la
neurosis sería el resultado de un conflicto entre el yo y el ello, mientras que la
psicosis entre el yo y el mundo exterior. En la neurosis el contacto con la
realidad parece mantenerse, mientras que en la psicosis se pierde. Pero la
paradoja de esta solución es que la neurosis se describe en términos de
interioridad –como conflicto intrapsíquico- mientras que la psicosis es
caracterizada como una relación imposible con lo real. Assoun se pregunta si
esto equivale a negar un conflicto con la realidad en la neurosis y suponer que
la psicosis no conoce un momento intrapsíquico.
Así Freud se rectifica en el segundo artículo, inaugurando la perspectiva de
proceso: en un primer tiempo la neurosis reprime una moción pulsional en
nombre de la realidad, pero en un segundo tiempo procede a una
“compensación de la parte lesionada del ello”. Por oposición el proceso
psicótico supone un primer tiempo que aísla al yo de la realidad y un segundo
tiempo que intenta reparar los perjuicios y reconstituye la relación con la
realidad a expensas del ello. Así sortea el dualismo que opone pérdida de la
realidad con conservación.
Por otro lado, donde la filosofía y la psicología plantean la cuestión de la
realidad en torno al conocimiento, Freud lo hace en términos de placer/
displacer. Lo real es “conocido” mediante la experiencia de placer/ displacer. En
Freud “realidad” adquiere sentido como principio del funcionamiento psíquico y
no como dato en sí. En la vivencia de satisfacción (Proyecto) el principio de
realidad interviene a partir de la falta persistente de la satisfacción esperada,
obligando al aparato psíquico a representar el estado real del mundo exterior y
buscar una modificación real. Esto dará lugar a la distinción entre un yo placer
y un yo realidad.
En pulsiones y destinos de pulsión (1915) el tema se centra en la constitución
subjetiva. De un estado de indiferenciación entre subjetividad y objetividad, el
“yo sujeto” coincide con lo placentero, el mundo exterior con lo indiferente.
Esto permite al “yo realidad” distinguir interior y exterior con la ayuda de un
buen principio objetivo (huida). El dualismo aún no se presenta, el yo es toda
realidad. La dualidad se introduce a partir del momento en que el yo introyecte
ciertos objetos como fuentes de placer y expulse los otros provocadores de
displacer (yo placer purificado). El principio de placer reina como soberano
pero la realidad se está esbozando. Solo en un tercer y último tiempo resultará
posible la “prueba de realidad”, la cual permitirá al sujeto buscar un objeto en
el exterior. Lo real aparece como un especie de “función” que sirve de señal de
la relación del sujeto con su objeto: el “adentro” y el “afuera” se redefinen a lo
largo de esa secuencia de tres tiempos, cosa que perite a la palabra realidad
definirse de acuerdo a la situación de la oposición en cada momento. Así
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Assoun plantea de qué manera la construcción metapsicológica


reformula los términos de la problemática filosófica. De esta manera
incita a enunciar una tópica del problema que se emancipa de ella de
manera original.
Historia del Psicoanálisis – Roland Jaccard (compilador)
LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS DEL PSICOANALISIS
Paul- Laurent Assoun
“No soy ni un verdadero hombre de ciencia ni un experimentador,
ni un pensador, no soy más que un “conquistador”, un explorador…”.
S. Freud, carta a W. Fliess del 1° de febrero de 1900.
INTRODUCCIÓN
EL DESCUBRIMIENTO PSICOANALITICO
Freud inaugura un procedimiento original de investigación, que desde entonces
se vuelve inseparable del objeto que él “descubre”.
Descubrir supone que existe algo que espera ser descubierto. El Psicoanálisis
de apoderaría así de un mundo de objetos o de “realidades” recubiertas de un
velo que Freud habría levantado.
Sin embargo, en lo que concierne al Inconciente, es necesario recordar que
hacia 1870-1880, la idea general de espíritu inconciente se había convertido en
Europa en una trivialidad. Bajo la influencia de Eduard Von Hartmann
principalmente, cuya Filosofía del inconciente (1869), suscita un entusiasmo
excepcional durante los años de formación de Freud.
En lo que concierne a la sexualidad, ya antes del psicoanálisis, se inaugura la
era de un discurso que reconoce el hecho sexual como objeto específico, la
“sexología”, bajo el impulso de Havelock Ellis. Assoun plantea que para
comprender la verdadera innovación de Freud hay que desposeerla de la
ganancia imaginaria que se atribuye a aquél. El Psicoanálisis no es ni la
filosofía del Inconciente ni la teoría del hecho sexual, si bien hablará de ambos,
lo hará en un sentido enteramente distinto.
Freud, en realidad, no descubre “realidades” sino más bien, problematiza
realidades que se creían descubiertas. Freud desdibujó las fronteras, allí se
enuncia su originalidad. Desdibujó la imagen que nosotros nos hacíamos de las
realidades. Por ello lo compara con Champollion, que descubrió, él, un mundo
de sentidos. Algo que habla, desde hace mucho tiempo (el texto de los
jeroglíficos) o desde siempre (el texto psicosexual) y cuyo código alguien ha
encontrado.
Lo que Freud descubrió estaba a la vista de todos, implicado en el lenguaje de
cada uno de sus sujetos. Freud designó a cada uno de los “usuarios” la
presencia de lo que allí se notifica, invirtiendo el movimiento extraño del
inconciente, que consiste en decir, manteniendo a la vez en lo no sabido
aquello que se dice. En este sentido Freud no tanto descubrió cuando
manifestó el inconciente en la pureza de sus manifestaciones, sin trabarlo,
“haciendo ver” lo que es visible más que oculto. Freud invierte el movimiento
que tiende a desviar de ello la vista, tornándolo legible.
DEL DESCUBRIMIENTO A LA DESCOBERTURA
Esto no quiere decir que sería suficiente señalar lo que es obvio para que ello
comience a existir: es necesaria la mediación de una investigación “científica”.
Freud no cesó de reivindicar para el Psicoanálisis el estatuto de ciencia, lo que
supone elaborar un saber en ruptura con la apariencia que se supone conocida.
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Más para “rendirse a la evidencia” es necesario, paradójicamente, superar la


resistencia a lo “nuevo” e iniciar un largo proceso de rodeo.
Es necesario remarcar que, muy tempranamente, Freud tuvo el gusto de la
investigación y la voluntad de señalar su época mediante un gran
descubrimiento. Bajo la dirección de sus maestros en la Facultad de Viena,
Ernst Brücke y Meynert, su investigación se orientó hacia el dominio de la
neurología. Cuando el “episodio de la cocaína” culmina esta esperanza del
“gran descubrimiento”, que parecía “hacer andar” a Freud en el origen. ¿No era
necesario este fracaso para que se le impusiera la necesidad de comenzar a
explorar una verdadera tierra incógnita?
Cabe señalar que las grandes adquisiciones científicas intervendrán en el
cuadro del autoanálisis de Freud, en efecto, tenía que hacer la experiencia de
un objeto singular que no puede ser elucidado sin elucidarse en su relación con
el objeto mismo.
Assoun plantea un proceso de descobertura que trasciende cualquier intento
de ordenar cronológicamente los “hallazgos”, más bien, cada pregunta,
descubierta en el material clínico, impone una pregunta que dará lugar a un
cuerpo de hipótesis que define cierto momento de la teoría.
Desde el comienzo, este movimiento está a la vez abierto a la contingencia del
descubrimiento y regulado según la lógica misma de la objetividad que se
descifra progresivamente. Más que enumerar los conceptos adquiridos, se trata
de situar la incidencia de cada nivel en el proceso de advenimiento del
psicoanálisis.
Cada gran descubrimiento corresponde a un nudo de la dialéctica trabada
entre clínica y teoría psicoanalíticas; cada torsión abre un espacio nuevo que
requiere en algún momento una nueva torsión, nombrada a su vez por un
concepto nuevo rotulado como “descubrimiento”. No se trata entonces de
exponer un contenido, sino captar el surgimiento de un saber y de una práctica
que hace posible la identificación de un contenido.
A diferencia de Einstein que se apoyaba en sus predecesores, Freud tuvo que
abrir camino solo.
LAS DIMENSIONES DEL DESCUBRIMIENTO
En 1896 introduce la palabra “psicoanálisis”, cuya definición precisa en 1922:
Psicoanálisis es el nombre:
1° de un proceso para la investigación de procesos mentales que de otra
manera serían casi inaccesibles;
2° de un método fundado sobre esta investigación para el tratamiento
de trastornos neuróticos;
3° de una serie de concepciones psicológicas adquiridas por este medio
y que se ensamblan unas con otras para formar progresivamente una
nueva disciplina científica.
De este modo el psicoanálisis se presenta desde un primer momento como un
“investigación” de los procesos inconscientes; correlativamente, como cierto
tipo de terapia, centrada sobre las neurosis; finalmente, como si fuéramos de
lo particular a lo general, se reivindica como una teoría de la psiquis, científica.
Triple dominio donde habrá que dar cuenta de los descubrimientos:
investigación del inconsciente, terapéutica correlativa, concepción psicológica
global.
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En síntesis, con la investigación emerge el descubrimiento psicoanalítico; en el


plano del tratamiento es donde se verifica; en el plano de la teoría es donde se
nombra.
EL DESCUBRIMIENTO ENTRE TEORÍA Y CLÍNICA
El descubrimiento analítico se definirá por estos dos polos cuyos extremos son
el material clínico (das Material) y el concepto fundamental (Grundbegriff),
elaborado gracias a una intervención teórica.
De allí surge la doble exigencia, constitutiva del descubrimiento psicoanalítico:
acotar “el hecho” en sí mismo, acordare un estatuto fijándolo, mediante una
red de relaciones, en un concepto. Es lo que Freud indica al inicio de Pulsiones
y sus destinos: “el verdadero comienzo de toda actividad científica consiste
(…) en la descripción de los fenómenos, los cuales inmediatamente son
agrupados, ordenados e insertados en relaciones”, más que en “conceptos
claros y definida de manera neta” previamente.
A partir de esta plataforma epistemológica se pueden definir los dos caracteres
del descubrimiento analítico: por una parte, el “descubridor” debe acotar el
hecho en su valor significante propio; por otra parte, tiene que ser capaz de
someter el hecho a una teorización, y hasta a una “fantasmatización” activa.
Allí interviene la “hechicera”, el phantasieren, donde el proceso se bloquea y
es necesario trasponer, adivinar. El secreto de la fecundidad analítica reside,
para Assoun, en la unión de el respeto casi obsesivo al hecho aislado con la
exigencia de especulación imaginante. En cierta medida, lo que se “imagina” y
se restituye es o real del hecho, a condición de que se asuma, hasta llegar al
malestar, la confusión e pensar.
El momento de descubrimiento es aquel en donde se encuentra nombrado
cierto nivel de teorización que permite dar cuenta de manera coherente de
cierto campo de fenómenos.
LA PRIMERA OLEADA DE DESCUBRIMIENTOS
NIVEL I: LOS PRINCIPIOS
1. EL PRIMER DESCUBRIMIENTO INAUGURAL: EL SINTOMA SGNIFICANTE
Todo comienza a partir de las relaciones descubiertas por Joseph Breuer, el aso
Anna O. a partir de este caso de histeria Freud advierte que la histérica sufre
de reminiscencias. Con Breuer proponen el método catártico fundando sobre la
hipnosis. El síntoma tiene un sentido que se relaciona con reminiscencias,
remiten a un trauma. Ello revoluciona la investigación de la histeria. Síntoma es
significante. Desde allí Freud busca una teoría general de las neurosis.
Considera importante la palabra y reúne mucha experiencia. Breuer deserta y
aparece Fliess con quien mantuvo correspondencia. Requiere un cuerpo
teórico.
Lo que se encuentra en la experiencia clínica, lo que habla es la sexualidad.
2. EL SEGUNDO DESCUBRIMIENTOINAUGURAL: LA SIGNIFICACION SEXUAL
DEL SINTOMA
Freud, después de la confesión de Charcot, “siempre es la cosa genital…
siempre… siempre…”, saca la consecuencia: la etiología sexual de las neurosis.
Freud escucha1 la “escena primaria”, la detecta en la trama del discurso
neurótico. El sujeto refiere que en el origen indeterminado de su vida participó

1
Es interesante señalar el pasaje de la mirada como criterio de verdad que guía el
proceder del médico, a la escucha, propiamente analítica. Del Freud neurólogo que
observa minuciosamente en el laboratorio, al Freud en la experiencia clínica, que
escucha a sus pacientes, aloja la subjetividad.
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de un espectáculo que lo heló de espanto. Es una variante de la escena,


llamada “del coito parental”. Otra variante pone al sujeto en situación de
seducción proveniente de un adulto o de un niño de mayor edad. Si Freud terna
por atribuir un alcance universal a esta experiencia, llegando a postular su
naturaleza de “fantasía originaria o protofantasía” virtualmente presente en
todos los seres humanos, el neurótico llevaría su huella vivaz e irreductible, a la
manera de un “clisé” que atraviesa toda su existencia deseante.
Por lo tanto, lo que los maestros de Freud habían dicho de pasada, los
neuróticos lo confiesan, sin introducir relación etiológica con su propia neurosis.
Es aquí necesario, por tanto, la mediación de la teoría analítica para reconocer
este lazo de la causa con lo que se anuncia en la palabra neurótica.
Ahora bien, lo más notable para Assoun es que el relato de este
descubrimiento se presenta de hecho como el de un error: Freud escribe a
Fliess en 1896 “ya no creo más en mi neurótica”, el inconsciente no podría
proporcionar el “índice de realidad” de la escena. Estas escenas de seducción
no habrían tenido lugar, sino en la fantasía, punto donde el deseo se convierte
en la realidad misma. Ello lo lleva a revisar la concepción de la realidad
colocándose en el punto de vista del deseo mismo, la realidad psíquica es la
que tiene verdaderos efectos en el aparato psíquico y no la material.
Freud sufre él mismo la escena primaria de seducción de la palabra neurótica
misma para luego desprenderse de ella y aprehender el sentido del orden del
deseo.
NIVEL II: LAS FIGURAS DEL SENTIDO: LA GRAMÁTICA DEL INCONCIENTE
1. EL COMPLEJO DE EDIPO Y LA CASTRACION
Por detrás del velo desgarrado de la escena primaria Freud ha de acceder a
una serie de otras escenas. La escena primaria es como la representación
gramática y novelada: el complejo de Edipo, el más célebre descubrimiento
psicoanalítico. En efecto, el enfrentamiento edípico encontraba su mitología en
la escena primaria: la relación cruzada con el objeto del deseo (materno) y con
la interdicción (paterna) encontraba allí, literalmente, su puesta en escena.
Freud se encuentra también con su propia historia, a partir de su autoanálisis.
El “complejo” no designa una entidad factual sino un conjunto estructurado de
representaciones y al mismo tiempo un momento en la historia de la libido
infantil, su momento propiamente crítico. Entonces se hace sensible el conflicto
entre el deseo de posesión y su interdicción, con sus manifestaciones de
ambivalencia características. Allí empalman la elección y la relación de objeto,
que trazan un límite claro entre lo vivido pre edípico y lo que emerge después
que el sujeto ha articulado su deseo dentro de la “ley”. Al poner fin al goce de
la madre, el reconocimiento del interdicto paterno hace posible el acceso a un
“orden del deseo”.
Esta prueba que enfrenta el hombrecillo con el interdicto y le permite
inscribirse en la cultura, no puede desanudarse sino por la amenaza
fantasmática de castración. Descubierto en todos sus efectos clínicos n 1908, a
través del caso Juanito, el miedo de la castración se impondrá como aquello
que liga el deseo con su límite radical.
El texto del inconsciente no es otro que el de la castración. Ella se manifiesta
por esta falta que el sujeto se representa con ocasión de la percepción de las
diferencias anatómicas. El hombrecillo no puede renunciar a su deseo edípico
sino es mediante la prueba de la castración (del límite que ella impone) en
nombre del padre. En la niña Freud reconoce una fijación durable en la madre,
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fijación que hace que, paradójicamente, sea a partir del complejo de castración
–constancia de la falta- como se producirá el complejo de Edipo, el cual implica
que ella se vuelva hacia el padre.
2. EL SUEÑO Y LA PSICOPATOLOGIA DE LA VIDA COTIDIANA
El 24 de julio de 1895 Freud lleva a cabo el primer análisis completo de un
sueño, el de la inyección de Irma. El sueño es reconocido como un acto
psíquico complejo, que recibe su sentido por el hecho de que expresa la
realización disfrazada de un deseo reprimido. Esto supone la trasposición de un
contenido latente al contenido manifiesto, gracias a un simbolismo y a un
trabajo determinado de elaboración, preferentemente por condensación y
desplazamiento. El sueño se acomoda así a la exigencia de figurabilidad, y
supone una determinada regresión.
En 1898, en otra carta, Freud revela otro objeto significante, el primer hecho de
“psicopatología de la vida cotidiana”, el del olvido de nombres dictado por las
exigencias de la represión. De esta manera se realiza la unión de la patología y
de la psicología normal. También se organiza la masa de los fenómenos
significantes recuerdos encubridores, lapsus, errores de lectura y de escritura,
olvidos de proyectos, equivocaciones y torpezas, actos sintomáticos y
accidentales- según la lógica del inconsciente. Correlativamente el chiste
revela su “relación” profunda con esta lógica. Freud experimenta de esta
manera los isomorfismos de los fenómenos inconscientes, que funcionan según
una gramática común. este carácter homológico explica la multiplicación “en
cascada” de las relaciones, como el descubrimiento de procesos idénticos que
actúan en estos diversos fenómenos, por ejemplo la condensación y el
desplazamiento.
3. LA REPRESION Y SU DERIVADOS
Los cinco psicoanálisis publicados fragmentariamente entre 1905 y 1918
podrían considerarse como una exposición mediante ejemplos de la gramática
del síntoma. Los capítulos son: la histeria (caso Dora), la fobia infantil (Juanito),
la neurosis obsesiva (el hombre de las ratas y el hombre de los lobos), la
paranoia (Schreber).
La exposición de estos casos adopta la forma novelada: su hilo director es el
destino del síntoma, seguido por Freud sobre el “cuerpo simbólico” de los
sujetos. El genio clínico de Freud se despliega allí, atento como está a seguir la
lógica del deseo en lo concreto de su rigor.
De esta manera se constituye una especie de tratado del sentido inconsciente:
I gramática del síntoma, II gramática del sueño, III gramática del síntoma
cotidiano, IV gramática del chiste, V gramática mitológica. Lo que estructura
dinámicamente esta gramática es la lógica de la represión. “La teoría de la
represión es la piedra angular sobre la cual reposa el edificio del psicoanálisis”.
Se la descubre retrospectivamente. El inconsciente se organiza como texto
psíquico a partir de esta operación fundamental mediante la cual el sujeto
intenta rechazar las representaciones ligadas a pulsiones. Los tres tiempos o
fases revelan su proceso.
4. LAS ESTRUCTURAS DE LOS SINTOMAS
En la neurosis, que Freud designa como “psiconeurosis” para señalar que el
conflicto psíquico es determinante, es la función simbólica la que está alterada,
en tanto que se mantiene el contacto con la realidad. “El yo, al servicio de la
realidad, procede a la represión de una moción pulsional”. A consecuencia de
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lo cual se desencadenan “procesos que aportan una compensación a la parte


lesionada del ello”.
En la psicosis, que Freud designaba como “psiconeurosis narcisista”, el yo se
pone al servicio del ello retirándose de un fragmento de realidad. El yo así
cortado de la realidad intentará reparar los destrozos, reconstituyendo la
relación con la realidad a expensas del ello: el delirio como tentativa de
reconstruir.
La neurosis funcionará sobre la línea del fracaso de la represión, y la psicosis
sobre la línea de la denegación. En términos libidinales la neurosis supone una
regresión menos profunda que la psicosis.
Por último la perversión, que introduce en Tres Ensayos: “la neurosis es el
negativo de la perversión”. Lo que en ella opera es la denegación de la
castración. Contrariamente al neurótico, el perverso rehúsa enfrentarse con el
padre y paga esta evitación con una estrategia fetichista, tendiente a evitar la
fobia, es decir, el efecto de retorno de la castración en lo real. Represión y
negación en la neurosis, denegación en la perversión y “rechazo” en la
psicosis.

NIVEL III: LAS FIGURAS DE LA SEXUALIDAD


1. LA SEXUALIDAD INFANTIL
Hay que nombrar aquí una energía singular y arcaica que opera desde el
origen: la libido. Como esta energía entra en acción desde los primeros años,
es posible hablar de sexualidad infantil.
Freud problematiza aquello que se puede llamar “sexualidad”. Implica la idea
de actividad asociada al placer.
2. LA “DIOSA” LIBIDO
Este principio económico de la pulsión sexual designa el sustrato de sus
transformaciones: los estadios oral, anal y luego fálico.
(falta) METAPSICOLOGIA
LA PULSION, OBJETO METAPSICOLÓGICO FUNDAMENTAL
Introducido implícitamente junto con la teoría de la sexualidad infantil, el
término recibe un estatuto metapsicológico. Designa el objeto primitivo que el
análisis tiene que postular. Esto significa que en el origen de todo proceso
psíquico inconciente hay que postular esto: una exigencia de trabajo impuesta
al aparato psíquico por su trabazón con lo corporal.
EL VIRAJE DEL DESCUBRIMIENTO Y DEL ESTILO DE DESCOBERTURA
En los años 1914 -1920 se puede hablar de un segundo Freud, un giro. La
actividad metapsicológica cobra relevancia central, “descubre” el narcisismo,
la pulsión de muerte. A partir de allí se revelará la dimensión teórica
inseparable del descubrimiento analítico. Tanto narcisismo como pulsión de
muerte son conceptos extraídos de la experiencia clínica pero ya a partir de un
importante rodeo, que se puede aprehender menos fácticamente y con una
ambición explicativa de mayor extensión.

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