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CINCO LECCIONES SOBRE EL TRABAJO EN EQUIPO

Todos los días somos parte de algún equipo, sea en la familia, el lugar de trabajo, la iglesia,
o el centro de estudios. Por eso, la pregunta no es acerca de si deseamos participar. Es si
nuestra contribución con otros será productiva y enriquecedora.
Es un hecho también que los proyectos más exitosos son aquellos cuyos miembros aprenden
juntos a hacer las cosas cada vez mejor. En la Biblia, Nehemías y su equipo líder
reconstruyendo los muros en Jerusalén y los equipos de Pablo promoviendo una visión global
de la evangelización demuestran que los equipos no son simplemente una tendencia actual,
sino una realidad de la vida. En suma, el trabajo en equipo es un imperativo para alcanzar la
efectividad. A continuación, cinco lecciones valiosas que surgen al considerar el cómo hacer
trabajo en equipo.

El desarrollo de un equipo es un proceso


Esto quiere decir que convertir un grupo en un equipo efectivo toma tiempo. Un grupo es un
conjunto de personas que comparten algo en común. Lo que comparten podría ser tan
insignificante como el deseo de abordar el siguiente bus que llegue a la estación.
Por otro lado, un equipo es “un pequeño número de personas que poseen habilidades
complementarias y están comprometidas con un propósito común, metas de desempeño
compartidas, y un enfoque común por el cual se rinden cuentas mutuamente”. Evidentemente,
el desarrollo de tal compromiso no se logra en un día.
Un proceso consiste en una serie de actividades rutinarias establecida para producir
resultados familiares. En el contexto ministerial eso es precisamente trabajo en equipo, una
reorientación fundamental estratégica, una mentalidad de interdependencia, una manera
colectiva de resolver problemas. Crear tal cultura es un proceso a largo plazo. No va a suceder
entre hoy y mañana.
En un equipo el servicio es más importante que la posición
¿Adversarios o socios? Este es el dilema real del trabajo en equipo. Muchas personas dentro
de los equipos manejan sus relaciones desde la perspectiva de que solamente algunos
miembros son los “ganadores”, los otros son los “perdedores”. Así, es comprensible el clima
de coerción o confrontación en muchas iglesias y organizaciones cristianas donde unos
quieren imponerse a otros.
La buena noticia es que el servicio puede convertir el trabajo en equipo en una dinámica
ganar-ganar donde la colaboración y la co-pertenencia conducen a que “todos nos sintamos
totalmente responsables”. Por supuesto, al honrar este principio los resultados son totalmente
diferentes. En las palabras de Jesús “el más importante entre ustedes será siervo de los
demás” (Mateo 23:11).

Los grandes equipos usan el liderazgo compartido


La esencia del trabajo en equipo es creer y vivir la convicción de que ninguno de nosotros es
tan bueno como todos nosotros juntos. Claro, esta es una disposición a aceptar con humildad
y celebrar genuinamente la diversidad dentro de los equipos, incluyendo edades, géneros,
culturas, talentos y experiencias.
Las iglesias del Nuevo Testamento, muy diversas social, cultural y geográficamente, son
excelentes modelos de esta lección. La evidencia consistente es que cada iglesia local tenía
varios ancianos-obispos (Tito 1:5 y 7; presbuteros, ancianos; episkopos, obispo). El
liderazgo compartido, o pluralidad de líderes pastorales era la norma. Es decir, existía un
liderazgo múltiple y compartido (Hechos 11:30; 14:23; 15:2, 4, 22,-23; 16:4; 20:17, 28;
21:18; Filipenses 1:1; 1 Timoteo 5:17; Tito 1:5; Santiago 5:14; 1 Pedro 5:1-2).

El trabajo en equipo es un medio, no un fin en sí mismo


El propósito de trabajar en equipo es producir un resultado excepcional, superior al logro
individual. Una visión clara, común y desafiante es la piedra angular de un equipo de alto
desempeño. Tal visión levanta la pregunta: “¿Por qué estamos trabajando juntos?”
Por definición debe haber unidad de propósito. De otro modo, los miembros del equipo irán
en diferentes direcciones. Al contrario, el trabajo en equipo es sinérgico (gr. synergos,
“trabajar juntos”); logra que dos o más personas generen un mayor valor al trabajar
conjuntamente del que generarían si trabajaran por separado. La verdad antigua dice “Más
valen dos que uno solo” (Eclesiastés 4:9).

Usar el conflicto de modo constructivo


Los equipos obstaculizados por los conflictos carecen de objetivos comunes. Sus miembros
se perciben a sí mismos como en competencia con los demás y, lo que resulta sorprendente,
tienden a tomar las decisiones de manera negativa, como reacciones ante una amenaza.
Los conflictos interpersonales en un equipo son como la fricción en una máquina. Por otro
lado, las relaciones sólidas son el lubricante entre quienes lo integran. La solidez implica que
la relación puede resistir los choques de los malentendidos ocasionales, los conflictos y los
días malos.

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