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FICHA ADICIONAL

Fichas - Personal Social 5


1. Lee atentamente la siguiente historia:

Una buena lección

Cuando Pepe pateó la pelota, yo salí corriendo hacia


atrás, por el centro de la calle, para que no se me es-
capara. Fue entonces cuando escuché a mi espalda un
chirrido de frenos que me rechinó por todo el espina-
zo. Cuando volteé, me encontré frente a una estatua,
estaba sobre el pedestal de una motocicleta, con un
casco blanco y uniforme verde caqui. No se movía ni
un músculo en su estrecha cara de ébano —esa madera negrísima que, según mi papá,
es la más firme y la mejor para hacer una estatua—.
Al cabo de un rato, ¡que para mí fue como dos meses!, comenzó a zafarse muy despaci-
to la correa del casco y me hizo una seña para que me acercara.
—¿Cómo te llamas? ¿Sabes lo que acabas de hacer? —me preguntó en voz baja.
Yo me rasqué la coronilla, miré al centro de la calle, donde estábamos los dos, dije que
sí con la cabeza y que me llamaba Manuel.
—Suerte que apenas había empezado a acelerar… —dijo él—. ¿Y tampoco viste el auto
que dobló en la esquina y por poco arrolla a la viejita por la maniobra que le obligaste
a hacer?
Yo, en verdad, no había visto nada. Vigilaba a Andrés que estaba en la esquina donde
teníamos instalado el arco.
—¡Yo sí que la vi! —gritó Andrés.
—¡No me digas! —dijo el guardia—. No solo la viste, sino que además, al lanzarte a co-
rrer, diste a la viejita un empujón que la sacó de la acera. Por poco la matan cuando, un
segundo después, pasó el automóvil.

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Andrés, que es pelirrojo y muy pecoso, se puso tan blanco que sus pecas resaltaban
como si le hubiese dado sarampión.
—Y además —dijo el guardia, mirándonos de arriba abajo, muy serio y siempre con la
misma voz seca y fría—, todos se rieron del susto de ella.
Sin quitarnos la vista de encima, señaló con el brazo extendido a la viejita, que me mira-
ba todavía temblorosa.
—Es por ti que está asustada, por el peligro que pasaste, no por el de ella —me dijo el
guardia—. ¿No te da pena?
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Era como si se diese cuenta de todo sin necesidad de mirar mucho. Y mientras se ponía
el casco otra vez, nos dijo:
—Con la pelota se juega en los parques, no en la calle. A las personas y a las leyes hay
que respetarlas, si uno quiere vivir como se debe —y esta vez sonrió de verdad, mirán-
dome derecho a los ojos. Arrancó rápido, como ellos saben hacerlo, y se fue.
Todos comprendimos que el respeto de una persona a otra es una de las mejores cosas
del mundo. Avergonzados, corrimos a disculparnos con la viejita y la acompañamos has-
ta su casa. Nunca más hemos jugado con la pelota en la calle.

(Anónimo)

2. Escribe cómo respondieron cada uno de los niños.

• Manuel:

• Andrés:

• Pepe:

3. Coloca verdadero (V) o falso (F).


• Los niños se rieron cuando la viejita se asustó. ( )
• Un auto por poco atropella a Andrés. ( )
• Los niños estaban avergonzados y pidieron disculpas. ( )
• Manuel cuenta la historia. ( )
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4. ¿Cuál fue el mensaje del policía a los niños?

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