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Un elemento central de todo sistema es el propósito.

Si de aprendizaje se trata, un elemento básico de la pedagogía es


que todo esfuerzo pedagógico debería sostener un grado de coherencia entre el contenido que se desea ofrecer y la
forma en que lo desarrolla. Esto es importante por dos motivos:
1. Buscamos ser eficaces en lo que hacemos: nuestra intención es enseñar bien, para que se aprenda bien.
2. El contenido de lo que deseamos enseñar está particularmente relacionado con la forma en que se lo transmite.
Los estudiantes habitualmente acceden al pensamiento sistémico a partir de cierta estructura previa de conocimientos.
Intentan “traducir” la nueva información en términos de lo ya conocido, lo que no siempre resulta útil. Hay que
incorporar la estructura de pensamiento sistémico.
Las estructuras del pensamiento se parecen a las que rigen el espacio físico. Se puede incorporar un objeto mental a la
“biblioteca” que es nuestra mente que debemos acomodar: Un constructo; es el problema con el que se topa un
científico cuando aparece un nuevo fenómeno. Lo que ocurre en su mente y la de cualquier persona es el juego entre
asimilación y acomodación que planteaba Piaget: O bien asimilamos la información nueva a nuestra estructura previa,
o bien modificamos esa estructura y nos acomodamos al fenómeno nuevo.
El aprendizaje de un nuevo idioma resulta una analogía válida para figurarnos cómo aprendemos a pensar en términos
sistémicos, diremos que para aprender un idioma no basta con traducir. Hablamos como pensamos, y nuestro
comportamiento guarda estrecha relación con cómo pensamos. La gente piensa como se comporta y se comporta
como piensa; muchas costumbres de una cultura se relacionan con el modo de pensar de sus miembros. Para conocer
un sistema hay que entrar en él, ser parte.
Resulta necesaria y hasta imprescindible la coherencia entre el contenido y la forma que pretendemos darle, la cual
implica una inmersión en un sistema y la interacción con el mismo. Para esa necesaria interacción se requiere hacer
cosas, no basta con pensar. El conocimiento para los sistémicos no es un mero ejercicio intelectual.
No se puede enseñar el pensamiento sistémico, si se recurre únicamente al pensamiento línea, el cual se utiliza como
parte de lo conocido, como punto de partida, y como medio para conocer el nuevo territorio que es el pensamiento
sistémico y su lenguaje.

Algunas conclusiones
Nos desenvolvemos en la relaciones a partir de un supuesto falaz: Expresamos, emitimos un mensaje, y pensamos que
por el hecho de decir algo, nuestro interlocutor lo comprenderá tal y como nosotros lo pensamos y verbalizamos. En
ocasiones damos por sentado que la persona estará de acuerdo y aceptará sin cuestionar el mensaje. Para nosotros,
entonces, resulta necesario asumir que existe un mínimo de 5 pasos para la comunicación entre dos personas:
1. El emisor piensa y siente algo.
2. Mediante un mensaje verbal, expresa eso que piensa y siente.
3. El receptor recibe el mensaje y paralelamente piensa y siente cosas. En algún momento puede disminuir su
atención hacia el emisor o dirigirla hacia sus propios pensamientos y emociones; eventualmente puede dejar
en un momento de escuchar el mensaje.
4. El destinatario del mensaje lo comprende. Implica la suposición de que los pensamientos y sentimientos
generados en el paso 3 no interfieren con el mensaje original.
5. Una vez comprendido el mensaje, el receptor podrá estar de acuerdo o no.
Muchas circunstancias podrían agregar complejidad a esta situación, alterando la secuencia y comprometiendo la
eficacia de la comunicación:

 Conversación presencial o virtual


 Aumento del número de comunicantes: mayor complejización, en la medida en que los significados serán
codificados de manera diferente.
 Lenguaje no verbal, es decir, la transmisión acerca de cómo es la relación emisor-receptor.
 Tipo de escucha del receptor:
o Escuchar para responder: Se limita a las primeras palabras. El número puede ser variable según los
comunicantes y la situación, máximo 7-10 palabras.
o Escucha para comprender: Requerirá un número mucho mayor de palabras emitidas y escuchadas, que en
principio puede ser ilimitado y dependerá del hecho de que quien emite el mensaje lo termine.
 Si entre las palabras escuchadas una marca una diferencia con el pensamiento del interlocutor, en el sentido de
activar alguna idea que juzgue como negativa, con una respuesta emocional congruente, la capacidad de
escucha disminuye o se anula.

Diferencia, límites, forma y contenido


Establecer una diferencia es la unidad mínima para entender la mente (Bateson). Las diferencias dan lugar a un
aprendizaje en el organismo, que nosotros definimos como observador, el cual establece esas diferencias en la realidad
y construye los límites del sistema. Al establecer los límites, le da forma a los contenidos “mentales”. Las diferencias
no están en las cosas o en los fenómenos, y responden a una utilidad específica y necesaria del mismo.

Propósito
Las diferencias mantienen relación directa con el propósito del sistema. Se busca la coherencia entre el contenido y la
forma. El propósito de una sistema es su para qué. Los sistemas siempre buscan algo, y ese propósito está íntimamente
relacionado con la duración o vida del sistema mismo.

Recursos, proceso, resultado


Pensar en un sistema y en su propósito implica partir de ciertos recursos con que el mismo cuenta. Esta distinción
toca de cerca la noción de “límite”, la primera propiedad de los sistemas. Ese propósito se alcanza partiendo de ciertos
recursos que son transformados en el marco de un proceso que tiene lugar en el tiempo. El tiempo es central para los
resultados en el sentido de que puede ayudar a su consecución o dificultad. No siempre más velocidad es sinónimos de
mejor resultado.

Estructura y función: analogías e interacción


 Los sistemas poseen ciertos elementos estructurales que permanecen a lo largo del tiempo. Esa estructura
puede pensarse como una imagen estática, gráfico o foto de ese sistema que el observador ha delimitado.
 Función: Vinculada a cómo esos elementos “fijos” interactúan entre sí, dando lugar a una sucesión de
movimientos dirigidos a alcanzar el propósito del sistemas.
 Ambos conceptos están inextricablemente relacionados, al punto de que el ejercicio de cierta función cambia
la estructura.
 Analogías: Recursos privilegiados del pensamiento sistémico; lo que vemos en un fenómenos puede
ayudarnos a comprender otro, y por lo tanto a intervenir sobre él.
 Las analogías no se limitan a elementos aislados de diversos sistemas, implican siempre la interacción. En la
acción están implícitas ciertas otras acciones por parte de los otros elementos del sistema que interactúan.

Cambio, recursividad y pensamiento sistémico


La noción de cambio resulta central para comprender la de sistema. El cambio en un sistema puede ser implícito, el
observador no se incluye espontáneamente. En otros casos, la recursividad (el hecho de incluirse, reconocerse en la
propia observación) pasa a ser una condición necesaria para el cambio del sistema.
Un sistema es básicamente un conjunto de elementos y relaciones entre ellos. La recursividad es otro de los elementos
de ese sistema que es el pensamiento sistémico. Se trata de un pensamiento que constantemente se mira a sí mismo, o
al menos busca hacerlo.

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