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MEDIO AMBIENTE

Crisis ambiental: se
producen 21.000 toneladas
de residuos por día
En Argentina, el promedio diario de desechos por habitante es de un kilo. A
pesar de las políticas públicas presentes, los residuos aumentan día a día y
su tratamiento inadecuado genera importantes problemas ambientales y
sanitarios. En diálogo con DEF, el experto en residuos Francisco Suárez,
reflexiona acerca de los cambios a partir de la Ley de Basura Cero, habla
de los recicladores urbanos y la (im)posiblidad de incineración. Por Susana
Rigoz.

Pese a que fue evolucionando a lo largo de la historia, la basura continúa


siendo un tema de debate y conflicto social, y uno de los principales
problemas que enfrenta cualquier ciudad grande. Solo por mencionar un
caso, en el área metropolitana de Buenos Aires se producen 21.000
toneladas diarias de residuos. La generación de residuos y su disposición
final están estrechamente ligadas al aumento de la población y del nivel de
consumo. "Los niveles de generación de basura varían según el nivel de
consumo de la sociedad. En Argentina, el promedio aproximado es de un
kilogramo/habitante por día. La cantidad de basura sigue en aumento y no
hay una solución definitiva", afirma el experto en residuos Francisco
Suárez, antropólogo e investigador de la Universidad Nacional de General
Sarmiento, quien en diálogo con DEF profundizó sobre los distintos
aspectos de esta problemática urbana contemporánea.

En Argentina, el promedio diario de desechos por habitante es de un kilo. Foto: Fernando


Calzada
¿Adónde van los residuos de las ciudades?
–En general, son llevados a las afueras, a las zonas donde la población
está más desfavorecida y termina pagando los costos de determinados
sistemas productivos y se transforma en víctima de una situación de
injusticia ambiental. En el caso de nuestra región y en nuestras
ciudades, los residuos van a la periferia, donde el costo del flete es
menor o la ecuación entre lo que cuesta trasladar los residuos y el
valor del suelo donde se depositan es más beneficioso.

–¿Cuál considera el tratamiento de disposición final más adecuado?


–Este problema se puede gestionar de distintas maneras, y hay
combinaciones de tratamientos que dependen de las características de
cada lugar. En el caso del área metropolitana de Buenos Aires, para
centrarnos aquí, estamos produciendo 21.000 toneladas de residuos por
día, de las cuales 17.000 van al Complejo Ambiental Norte III que está
ubicado en la localidad de José León Suárez, provincia de Buenos Aires.
Allí se reciben los residuos sólidos urbanos de la ciudad y de 39 partidos
del conurbano y, en la actualidad, están siendo dispuestos en la Guarnición
Militar de Campo de Mayo, extensión del relleno Norte III. Creo que el
primer paso para una solución ambiental es minimizar la cantidad de
residuos que está en continuo aumento. A partir del fracaso del sistema de
enterramiento, surgió el concepto de "gestión integral" que hace referencia
a la combinación de métodos de tratamiento, recuperación y reciclado,
compostaje, valorización energética y rellenos sanitarios, cuya
implementación implica repensar determinadas industrias, el uso del
compost, la estructura territorial y los actores.

 Con la creación del CEAMSE se intentó cerrar los


basurales a cielo abierto, y el sistema de disposición se
concentró en cuatro rellenos ubicados en lugares alejados,
como Ensenada o González Catán, donde es menor la
resistencia ciudadana.
–¿Hay algún modelo a seguir?
–Hay algunos casos, como el de Alemania, que tiene un nivel altísimo de
recuperación, incinera alrededor del 30 % y dispone en rellenos sanitarios
una cifra inferior al 5 %. ¿Es posible imitarlos? Creo que las réplicas en la
política pública hay que analizarlas muy bien para determinar qué se puede
aplicar y cómo, de acuerdo a factores propios, como las necesidades
socioeconómicas, los recursos tecnológicos y los actores sociales
involucrados, entre otros.

Francisco Suárez es experto en residuos, antropólogo e investigador de la Universidad


Nacional de General Sarmiento. Foto: Gentileza de Mariana Araujo.

–¿Cuál es la situación de la ciudad de Buenos Aires?


–Complicada, porque no cuenta con terrenos propios para implementar una
solución ambiental. Esta es la razón por la cual en la década del 70 surge
la idea de enterrar todo y se crea la Coordinación Ecológica Área
Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), una compañía estatal de la
provincia de Buenos Aires y de la Ciudad en la década del 70. En ese
momento, no existía ningún tipo de recuperación y no recolectaban los
gases ni lixiviados (el líquido resultante de la degradación de los residuos).
Con la creación del CEAMSE se intentó cerrar los basurales a cielo abierto,
y el sistema de disposición se concentró en cuatro rellenos ubicados en
lugares alejados, como Ensenada o González Catán, donde es menor la
resistencia ciudadana.
Pese a las iniciativas para erradicar los basurales a cielo abierto se continúan estableciendo
por diversas razones, entre ellas, la deficiencia del sistema de recolección. Foto: Fernando
Calzada.

–¿Tuvo éxito la reducción de basurales a cielo abierto?


–No, siguen existiendo muchos –tienen entre 100 y 150 de una hectárea en
el área metropolitana– ubicados en su mayoría en la periferia y en las
costas de ríos y arroyos como, por ejemplo el Reconquista o la Cuenca
Matanza-Riachuelo. Pese a las iniciativas para erradicarlos, se continúan
estableciendo por diversas razones, como el crecimiento constante de la
ciudad, la deficiencia del sistema de recolección y la resistencia de los
municipios y de los privados a pagar por su disposición final de sus
desechos.

 Pese a las iniciativas para erradicarlos, los basurales a


cielo abierto se continúan estableciendo por diversas
razones, entre ellas, la resistencia de los municipios y de
los privados a pagar por su disposición final de sus
desechos.
MUNDO CARTÓN

–Desde la crisis de 2001, el fenómeno cartonero se impuso como un


actor clave en el mundo de la basura. ¿Cómo repercutió el crack
económico en el sector?
–El proceso de desempleo y pauperización llevó a que la gente comenzara
a recolectar materiales como estrategia de vida. Trenes de Buenos Aires
hizo un acuerdo con líderes cartoneros para trasladar a los recolectores
desde el centro de la ciudad a los suburbios, y viceversa. Ciertos grupos se
abocaron a la recuperación y, simultáneamente, comenzó a subir el valor
de los materiales a raíz de que, por ejemplo, se dejó de importar papel de
Brasil o cobre de Chile, circunstancia que elevó el valor de la recuperación.
Más adelante, los trenes fueron reemplazados por camiones, medida que
mejoró el sistema. En 2002 se promulgó la Ley 992 que despenalizaba la
actividad, porque hasta ese momento, la recuperación estaba prohibida.
También comenzó a armarse el Programa de Recuperadores Urbanos y se
crearon centros verdes en distintos lugares de la ciudad y una cooperativa
cartonera. Se designaron por concurso 12 zonas y se montó un sistema de
contenedores que se recogen y son enviados a esos centros. Aunque
estos contenedores no cubren toda la ciudad, la iniciativa es favorable,
porque el 80 % de los desechos que colectan es recuperable.

En CABA hay alrededor de 6000 cartoneros “casi formales”. Foto: Fernando Calzada.

–¿El cartoneo constituye una opción laboral viable?


–Sí. Antes que nada, hay que diferenciar dentro del mundo cartonero los
que logran una formalidad y los que de rebusque se zambullen en la
basura. Puesto en números, hay alrededor de 6000 cartoneros "casi
formales" en CABA y otro tanto que fluctúa y trabaja de modo totalmente
informal. Las bocas de recepción son los centros verdes y también
depósitos privados y chatarreros, ya que sin dudas este reciclado genera
un capital económico. Los recolectores que están en el circuito formal, con
subsidios y venta de material, alcanzan los 20.000 pesos mensuales. El
acuerdo vigente de las cooperativas establece un salario mínimo, vital y
móvil de 12.500 pesos, que, sumado a las ventas, debe rondar los 15.000
pesos. O sea que es una opción laboral como otras y, en casi dos décadas,
se ha transformado en un oficio relevante, ya que entre lo formal y lo
informal los cartoneros recuperan el 10 % de los residuos.

 Hoy, hay alrededor de 6000 cartoneros ´casi formales´ en


CABA y otro tanto que fluctúa y trabaja de modo totalmente
informal. Entre todo recuperan el 10% de los residuos.
–En 2005 se aprobó la Ley 1854 (Residuos Sólidos Urbanos) de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conocida como "Ley Basura
Cero".
–Es una norma moderna –surgida gracias al impulso de diversas
organizaciones ambientalistas y a raíz del cierre del relleno de Villa
Domínico–, cuyo objetivo prioritario es disminuir la generación de basura y
evitar la contaminación. Implica un desafío enorme para la gestión integral
de los residuos sólidos urbanos generados en la ciudad porque establece
metas muy exigentes en cuanto a la cantidad de desechos derivados a
disposición final mediante el método de relleno sanitario. Esta ley y su
reglamentación dieron lugar a la puesta en marcha de un importante
proceso participativo relacionado con su cumplimiento y con las propuestas
de regulación e implementación desde la sociedad civil. La realidad es que
las metas son muy altas y no se cumplen. Lo positivo fue que se formó un
polo de reciclado en el Bajo Flores, que cuenta con una planta de áridos –
escombros– que empezaron a procesarse y se utilizan en rellenos, mejoras
de asfaltos, entre otros usos. Fue un cambio significativo, ya que la Ciudad
dejó de enviar al Ceamse 2000 toneladas diarias, de las 7000 que
mandaba. Además, en 2012, la Ciudad inauguró una planta de tratamiento
mecánico y biológico en Norte III donde procesar los residuos.

UN MÉTODO MUY DISCUTIDO


–Pese a que la Ley Basura Cero prohíbe la incineración, la Legislatura
porteña aprobó el año pasado la utilización del método de
termovalorización energética. ¿Cuáles son, a su criterio, los más y los
menos de esta tecnología?
–Mi primer cuestionamiento es que se trata de un método competitivo con
el único sistema de reciclado que tenemos. Tampoco creo que se trate de
un tema menor el hecho de que estos proyectos apunten a colocar las
plantas incineradoras en las zonas más pobres. Por otra parte, se habla de
que una de las bondades de estas plantas es la generación energética,
pero la realidad es que no es una estrategia viable por su alto costo.
Incluso, si el objetivo fuera la generación de energía, deberían utilizarse los
residuos que más calor generan, que son los plásticos y los cartones,
elementos muy peligrosos por su alto grado de poder contaminante y por la
posibilidad de generar incendios. Muchas veces en el tema residuos se
buscan soluciones tecnológicas de alto costo para la inversión pública,
cuya eficiencia es muy baja. Uno tiende a pensar que son inversiones más
orientadas a los negocios que a una política pública.

 Antes de hablar de incineración hay que avanzar en el


reciclado, el compostaje y el aprovechamiento de lo
orgánico, que representa entre el 40 y el 50% de lo que se
encuentra en las bolsas de basura.
–¿En qué situación se encuentra la iniciativa de incineración de
residuos?
–En este momento está en el Tribunal Superior de Justicia y el mundo
ambientalista está dividido. Aunque algunos lo ven como una posible
solución, la mayoría cuestiona el control, la localización y la competencia
con el sector cartonero.

–Hasta ahora me nombró las características negativas. ¿Hay algún


aspecto positivo en esta nueva tecnología que se pueda destacar?
–Sí, que no hay que utilizar suelo. Si bien las cenizas también tienen que
ser dispuestas, se ahorra tierra. Creo que antes de hablar de incineración
hay que avanzar mucho en otras cosas, como en el reciclado y,
sumamente pendiente, el compostaje y el aprovechamiento de lo orgánico,
que representa entre el 40 y el 50% de lo que se encuentra en las bolsas
de basura. Las plantas de compostaje que existen son muy chicas y no se
composta el residuo domiciliario que es el que realmente mueve la aguja.

Así está la cuenca del río Reconquista, provincia de Buenos Aires.


Foto: Fernando Calzada.

–¿La legislación vigente está actualizada?


–Creo que debemos avanzar en ciertos temas. Uno es el de la ley de
responsabilidad extendida del productor, que obliga a que se hagan cargo
de su producto hasta el destino final; y la ley sobre residuos de aparatos
eléctricos y electrónicos, que son en la actualidad la estrella del descarte.

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